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NAVIDAD
- 2015 -
A mediados de diciembre estaba
en Belén. Fue una alegría inmensa de
volver a ver nuestra comunidad, que ha
crecido bastante desde mi última visita
allí hace tres años. Alegría de volver a
ver a Kathy, Mahera, Amira, Haythem,
Sara, cada uno y cada una. La comunidad se encuentra
ahora en una casa grande cerca de la Basílica de la
Natividad. Una comunidad hermosa, llena de alegría, a
pesar de la situación del país que sigue siendo muy difícil.
Sentí cómo son felices de estar juntos, musulmanes y
cristianos. Hay mucha ayuda mutua en una sencillez de
vida y un compromiso serio en el trabajo. Seguramente
han visto, a lo menos en foto, sus pesebres y otros
trabajos de fieltro, pero sobre todo las ovejas hechas en
los talleres, con lana de ovejas de Belén. ¿Serán tal vez
los antepasados de las ovejas que formaban parte de los
rebaños mantenidos por pastores en tiempos de Jesús?
Estos pastores oyeron el ángel que les decía: "No teman.
Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para
todo el pueblo: hoy les ha nacido en la ciudad de David el
Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal:
encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en
un pesebre. Al Ángel, en ese momento, se le juntó otra
gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo:
Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres
amados por él! Cuando los ángeles se fueron al cielo, los
pastores se decían: "Crucemos hacia Belén, a ver lo que
ha sucedido y nos ha comunicado el Señor." Fueron
rápidamente y encontraron a María, a José y al niño
acostado en el pesebre.
Este recién nacido es el Príncipe de la Paz
anunciado por Isaías (cap 9). La paz, sí, ¡la
paz! San Pablo dice de Jesús: "Él es nuestra
paz, que de los dos pueblos ha hecho uno,
derribando la barrera entre ellos, eliminando
en su carne el odio " (Ef 2, 14). ¡Qué inmensa
esperanza en este mundo herido por el odio,
las divisiones, las violencias y los temores!
Hoy Belén está rodeada por un enorme muro
de ocho metros de altura y más de 500 km de
largo. A cada lado de este muro viven
hombres y mujeres que tienen miedo. Así tan
cerca de Belén esta Jerusalén, esta ciudad de
la esperanza a pesar de la guerra y las
divisiones. Es el corazón de una humanidad
desgarrada, una ciudad donde la gente está
asustada y llora, donde hay signos de muerte
y, al mismo tiempo, signos de esperanza de
resurrección. De Belén, donde hay tanta
desolación y miedo, brota al mismo tiempo
un canto de acción de gracias. Y en el corazón
de Belén está nuestra comunidad que canta
la paz, la unidad y la alegría. Fue una gran
alegría para mí estar al corazón de la
comunidad y orar en la gran Basílica de la
Natividad, en este lugar donde nació Jesús,
escondido en la cueva. Me pasé,
acompañado por Odile, cuatro días de alegría
y de paz en nuestra comunidad, feliz de todo
lo visto, tocado y escuchado.
La pequeña Arca está hecha de personas bien
frágiles y débiles, de gente que a menudo ha
sido vista como una desgracia por sus padres
e incluso a veces como un castigo de Dios. Sin
embargo, se convierten en signo de
verdadera relación.
La debilidad de personas diferentes,
procedentes de diferentes culturas y religiones,
se convirtió en el lugar de la relación. Por aquello
que queremos vivir en nuestras comunidades del
Arca y de Fe y Luz, la debilidad ha encontrado un
nuevo sentido. Ya no es más una realidad a
despreciar, a evitar, sino una realidad que se
convierte en un enlace. Con el grito: "Necesito
de ti, de tu presencia respetuosa y amorosa", la
debilidad llega a ser como un don que une la
comunidad. Podemos entonces reconocer
cuánto necesitamos unos de otros.
Nuestra comunidad se llama en árabe Ma'an
lil-Hayat, que significa "Juntos para la vida." Las
barreras de la cultura que nos separaban
fueron destruidas, los corazones de cada uno
están unidos. Descubrimos en el Arca que lo
esencial del ser humano es la fragilidad, un
corazón amoroso en el corazón de la fragilidad.
Todos hemos nacido en la extrema fragilidad
de un niño pequeño que necesita los brazos
tranquilizadores y amorosos de una madre. Y el
final de nuestras vidas volverá a ser un
momento de extrema fragilidad cuando
necesitaremos de las manos competentes y
tiernas de alguien que nos acompañe. Tanto al
principio como al final de nuestras vidas se dan
ansiedades, y durante toda nuestra vida
llevamos fragilidades y limitaciones. Nos
necesitamos tanto los unos a los otros. En cada
uno de nosotros también hay un ego que crece
y que trata de ocultar nuestras limitaciones y
fragilidades y de demostrar nuestra fuerza,
nuestra competencia y nuestra necesidad de
ganar. Podemos odiar tan fácilmente aquellos
que parecen estar en contra de nosotros, los
que consideramos nuestros enemigos.
Buda en el siglo VI antes de Cristo, dijo: "Un
hombre puede conquistar a un millón de
hombres en una batalla, pero el que se
conquista a sí mismo es el mejor de los
conquistadores." Sí, es una lucha para
descubrir nuestra verdadera humanidad y no
ser abrumados por nuestro ego. Llegar a ser
hombres y mujeres que sin duda tienen que
crecer en capacidades, pero no para su
propia gloria, sino para convertirse en
responsables de sus hermanos y hermanas
en humanidad, independientemente de sus
religiones o culturas. Morir a sí mismo, a su
ego, para ayudar al otro y a los demás a ser
más humanos, a aprender a amar y así
trabajar juntos por la paz.
Los dos "acontecimientos símbolos" de la
religión de Jesús son el pesebre y la cruz, dos
momentos en los que Jesús se muestra en su
fragilidad. La esperanza para los cristianos es
un niño en un pesebre! Un niñito tan débil
que necesita poder ser amado, alimentado,
cambiado, vestido por su madre. Esta misma
esperanza es también este Jesús rechazado,
debilitado y finalmente crucificado. En la
cruz, Jesús grita su abandono al Padre. Grita
su sed de amor. La fragilidad es signo de un
grito por el amor.
El niño y el humillado
necesitan de un encuentro
amoroso
y
respetuoso
porque cada ser es un hijo de
Dios, infinitamente precioso.
Se trata, por medio de la
amistad, de ayudarlo a
descubrir su verdadera
libertad y el sentido
profundo de su humanidad para que pueda
levantarse y ponerse de pie para que se
convierte a su vez en un signo de paz y de amor.
Masaichi Wakamoto
Jesús en su fragilidad nos llama a acoger
nuestra humanidad. Él promete darnos una
nueva fuerza, una fuerza que nos permitirá
amar a todos los seres humanos, incluso a
nuestros enemigos, y bendecir los que nos
maldicen. Él nos llama a ser artesanos de paz
en un mundo de guerra y a hacer algo que
parece imposible: No sólo amar a los de
nuestra tribu, de nuestro grupo, de nuestra
religión, sino amar a los que son de otra
religión, de otra cultura, ya que son todos
seres humanos, personas amadas de Dios.
Jesús viene para cambiar nuestros corazones
de piedra en corazones de carne. Él promete
darnos su Espíritu Santo, el Paráclito.
Descubre la última "citación viva" de Jean Vanier:
www.facebook.com/Association.Jean.Vanier
¿No será que Jesús en el pesebre nos pide
dejarnos transformar por los niños e incluso
llegar a ser como los niños? ¿No es acaso en la
cruz, que Jesus nos pide acercarnos a los
humildes de la tierra, a los abandonados y
crucificados, es decir a todos aquellos que están
encerrados en su fragilidad? Estar cerca de los
débiles transforma a los que aceptan entrar en
relación con ellos. Es una llamada a vivir la
ternura. Ya no se tratar de dominarles sino estar
cerca de cada uno a través de la presencia.
Nuestra humanidad parece haber perdido el
camino hacia la vida, sin embargo, me
gustaría que esta carta, lejos de ser un grito
de tristeza, de desánimo o un grito de
debilidad, sea un pequeño signo de esperanza
ante todas las dificultades, las inseguridades,
los miedos que nos pueden invadir.
Personalmente sentí la horrible tragedia del
13 de noviembre en Paris, con el salvajismo de
estos jóvenes yihadistas, como una llamada.
De no hundirme en el miedo, el desánimo e
incluso en el odio, sino de levantarme para
vivir mi fe en Jesús que es nuestra paz y
convertirme en un artesano de paz.
Etty Hillesum, esta joven judía holandesa
perseguida por la Gestapo y que murió en
Auschwitz durante la segunda guerra
mundial, escribió:
"Nos pueden hacer la vida dura, pero somos
nosotros mismos que nos despojamos de nuestras
mejores fuerzas por una actitud psicológica
desastrosa. Sintiéndonos perseguidos, humillados,
oprimidos. Experimentando el odio. Presumiendo
para ocultar nuestro miedo. Tenemos el derecho
de estar tristes y deprimidos de vez en cuando, por
lo que nos hacen sufrir. Es humano y comprensible.
Sin embargo, el verdadero expolio, somos
nosotros mismos que nos lo infligimos. Encuentro
la vida hermosa y me siento libre. En mi hay cielos
que se despliegan, tan amplios como el
firmamento. Creo en Dios y creo en el hombre, me
atrevo a decirlo sin falsa vergüenza. La vida es
difícil, pero no es grave. Trabajar sobre uno mismo,
no es muestra de un individualismo morboso. Si la
paz se instala un día, solo podrá ser auténtica si
cada individuo hace primero la paz en sí mismo,
erradica todo sentimiento de odio hacia cualquier
raza o cualquier pueblo que sea, o domina este
odio y la cambia en otra cosa, tal vez incluso a lo
largo en amor - ¿o es mucho pedir? Sin embargo, es
la única solución".
La paz no es una utopía, es realmente muy
concreta y tengo que trabajar allí. No es una flor
que cojo sino un pan que debe ser trabajado. Las
palabras de Etty lo dicen bien, nos invitan a
poner pasos activos para acoger al otro y a uno
mismo en su realidad, sin juicio.
Ciertamente, cada uno de nosotros es
responsable de sus actos y tiene que rendir
cuentas de ellos. Sin embargo, para ser
verdaderos artesanos de paz, ¿no estamos
llamados a buscar y a encontrar lo que es lo más
humano y lo más secreto en cada uno, más allá
de sus actos?
Me gustaría tanto ser un artesano de paz donde
estoy, a través de la oración, a través de los
encuentros, a través de la escucha y la
benevolencia por cada uno, en mi vida en el
hogar y en la comunidad. Juan Pablo II decía: "No
hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón".
Actualmente estoy leyendo un hermoso libro
sobre el perdón escrito por Desmond Tutu y su
hija: "The Book of Forgiving"
(El Libro del Perdonar). "El
perdón es nada menos que el
camino de sanación del
mundo", nos dice Desmond
Tutu quien encabezó la
Comisión
"Verdad
y
Reconciliación" en Sudáfrica.
Esta comisión ha trabajado
para sanar el odio entre las personas blancas y las
personas negras tras el fin del apartheid. El
perdón es al corazón de toda relación, al corazón
de la vida comunitaria. Yo personalmente
necesito ser perdonado, pero también perdonar.
Nuestro papa Francisco, abriendo la puerta de la
misericordia, nos muestra el camino de la
compasión y del perdón. El perdón no quiere
decir el olvido, el perdón llega a ser la esperanza
de un verdadero encuentro con el otro. Nos
permite liberarnos para construir el futuro.