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RETIRO COMUNITARIO
DEBO… PUEDO… QUIERO
Crecer en tu Amor, Señor.
(Basado en Meditación de Marcelo Spínola.
Meditaciones, p. 211-236)
RETIRO COMUNITARIO: DEBO… QUIERO… PUEDO.
 1ª Meditación. Debo.
Petición: Pedir al Sagrado Corazón de Jesús que nos conduzca a un compromiso cada vez
mayor con Él desde la experiencia del amor.
1º Punto
Cuando Marcelo Spínola transmite a sus Esclavas en qué consiste el deber o compromiso
cristiano, no pone el acento en la obligación, en las ideas o en la propia fuerza de voluntad.
Nuestro Padre entiende nuestro compromiso como bautizadas desde el amor: un amor que
nace de una amistad profunda y verdadera con Jesucristo y que nos va llevando a lo largo de
nuestra vida hacia una configuración plena con Él.
Cristiano quiere decir hombre de Cristo (Meditaciones, p. 211):
a) No radica en nuestra fuerza sino en la experiencia de amor
“El hombre de Cristo no es sólo el alumno del Maestro… acérrimo defensor de sus doctrinas; ni
el seguidor fiel del Caudillo tan noble; es además el amigo de Cristo, que para Él vive. El
carácter distintivo del cristiano es el amor, y el amor, cuando es profundo, nos hace vivir para el
amado” (Meditaciones, p. 213)
b) Configuración con Cristo
“El hombre de Cristo no sólo debe como Cristo pensar, sino como Él proceder en todo,
siguiendo siempre sus pasos” (Meditaciones, p. 212).
2º Punto
Este vínculo del cristiano con Dios se estrecha especialmente en la vida consagrada, siendo el
Señor nuestro referente afectivo nuclear que va invadiendo todo lo que somos.
“… ese vínculo es susceptible de apretarse, de reforzarse, y reforzado y apretado hállase en las
Religiosas… Sus relaciones con Dios son más íntimas, y por lo mismo poseen con más
abundancia los verdaderos y sólidos bienes, que son los espirituales. A los ojos del mundo
parecerán pequeñas, abyectas, despreciables; pero en la Casa del Altísimo son princesas”
“Sin embargo, esto no se adquiere de balde; se compra y a precio que suele parecernos a los
flacos y cobardes hijos de Adán, muy subido… al precio de la pobreza de afectos y de hechos, de
la castidad guardada con el mayor rigor, y de la obediencia practicada con exquisita fidelidad”.
(Meditaciones, p. 215)
No se trata de un negocio, no se trata de que Dios me da sus dones y su Amor a cambio de mi
esfuerzo y sacrificio. Se trata de la pobreza o soledad del corazón que consiste en irme
vaciando de mí misma para dejarle espacio a Dios, que me llena (vaciarme de mis instintos de
dominar, de poseer, depender…).
“ Si el corazón se resiste; si sentís debilidad y flaqueza; si os falta aliento y valor, mirad vuestro
hábito; él os hablará de vuestro compromiso con Jesucristo, y diréis: Debo, a todo trance debo”
(Meditaciones, p. 216)
No se trata de espiritualizar, debemos ser conscientes de nuestra humanidad, que está ahí…
pero el Señor con su gracia nos invita a algo más.
¿Qué significa hoy el hábito para nosotras?. Es el signo que nos recuerda lo que somos. Hoy
podemos mirar nuestra cruz, nuestra alianza, a nuestras hermanas de comunidad con su vida
entregada… nos hablarán de nuestro compromiso con Jesucristo.
3º Punto
“Las Religiosas, además de ser completamente de Dios, han de penetrarse del espíritu peculiar
de su instituto y de los fines de éste para vivirlo… No os bastará ser exactas Religiosas… habéis
de ser buenas Esclavas del Divino Corazón. Lo cual quiere decir que tenéis por Amo al Corazón
de Jesús, que a Él debéis servir, y que es obligación vuestra ocuparos en lo que el Corazón de
Jesús con vivas ansias desea y pide” (Meditaciones, p. 217-218)
El Señor mostró su Corazón a la Beata Margarita. Marcelo Spínola vio en esta experiencia
espiritual la comunión de existencias, la comunicación de Corazón a corazón que debe existir
entre Jesucristo y la Esclava. La experiencia humana más bella es el encuentro, captar la
profundidad del otro, y la Esclava está llamada a esta intimidad con el Corazón de Cristo, a
darle a Cristo el dominio de nuestro ser. Nuestro Carisma es relación personal con el Señor,
entrega mutua que compromete toda la vida.
“Cuantos a vivir esta íntima comunión con el Corazón de Jesús aspiran, deben procurar por
cuantos medios tengan a su alcance afirmar, extender y dilatar ese amor, primero en sí mismos
y después en los demás. Santificarse y santificar al prójimo; entregar las llaves de la propia
alma al Corazón de Dios y buscarle almas que se le consagren; he aquí la tarea de las Esclavas”
(Meditaciones, p. 218).
“Celo incansable, caridad sin límites, deseo ardiente de conocer a Cristo y las grandezas de su
Corazón, esfuerzos generosos para infundir ese amor a la niñez: he aquí lo que se necesita
para ser buena Esclava” (Meditaciones, p. 219).
Nuestra afectividad como Esclava del Divino Corazón se va canalizando en la pasión por
Jesucristo, en la pasión por la misión… descubriendo al acabar cada día cómo Dios ha estado
presente en medio de nuestros quehaceres, a veces más duros y otras más llevaderos… como
se preguntaba el profeta Jeremías.
Al apagarse el día
un rumor airado
contra el profeta
corría por las callejuelas
y se empozaba
en los lugares cerrados.
Y el profeta se preguntaba
en su soledad insomne:
¿Habré dicho
la palabra exacta
al mezclarla con mi barro?
¿Se habrá infiltrado
mi orgullo astuto
en mis gestos y miradas?
¿Mi impaciencia
habrá pretendido
irritar la noche
o adelantar la aurora?
Pero el Señor
le dijo acariciándole
la frente inquieta:
“La semilla de mi palabra
germina en el barro humano,
crece entre orgullos fríos
y codicias calcinantes.
Duerme en paz.
Mi palabra sólo salva
al hacerse de esta tierra
que la acoge y la devora.
 ¿Cuáles son los medios a nuestro alcance para que esto se haga realidad: crecer en el
amor y contagiar a los demás?
 2ª Meditación. Puedo.
Petición: Pedir al Corazón de Jesús encontrarnos con su mirada y dejar que su luz ilumine
nuestro camino.
Yo he tenido unas relaciones bastantes buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él,
cantaba sus alabanzas, le daba gracias… pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él
deseaba que le mirara a los ojos…, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi
mirada cuando sentía que Él me estaba mirando. Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por
qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún
pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una
exigencia; que había algo que Él deseaba de mí. Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré.
No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: “Te quiero”. Me
quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: “Te quiero”. Y,
al igual que Pedro, salí afuera y lloré.
(Anthony de Mello)
En el mundo de los afectos es muy importante tomar conciencia de las mociones que se
mueven en nuestro interior (miedo, paz, tristeza, fuerza, rabia…) y cuidar dónde ponemos
nuestra mirada… en mí o en el Señor.
“Es ilusión perniciosa pensar que los santos fueron seres extraordinarios, sin pasiones, sin
apetitos, revestidos de una potente virtud, y como bajados del cielo… No es verdad esto…
tentaciones fuertes padecieron los santos… pasaron por horas más críticas que las nuestras…
no nos es lícito dudar que la santificación es un imposible… Cuando vuestra flaqueza o cobardía
os diga “imposible, imposible”, mirad a los santos, y sin duda exclamaréis: “otros pudieron, yo
también puedo… Hay entre nuestros males, uno de graves consecuencias… nos miramos mucho
a nosotros mismos, y muy poco a Dios, de lo cual nace el temor, la desconfianza… postración
que nos lleva a decir: “no puedo”. (Meditaciones, p. 222-225).
Para Marcelo Spínola, la clave para encontrar el sentido y la fuerza de nuestra vocación está en
dónde ponemos nuestra mirada. En el Señor siempre podemos encontrar una mirada de
ternura, acogida, perdón… que nos transmite fuerza, alegría, esperanza…
“Pero si levantáramos nuestra mirada a lo alto, otros fueran ciertamente nuestros
pensamientos… oiríamos la voz de Cristo, cuyo eco dulce y suave melodía nos diría como a los
Apóstoles: “No temáis; Yo soy; estoy con vosotros; no os abandono… si no nos contentáramos
con mirarnos a nosotros, sino que juntamente miráramos a Dios, tanto como desconfiáramos
de nuestra flaqueza, confiaríamos en la bondad divina, y en vez del No puedo, saldría de
nuestros labios esta otra palabra: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta; sí, todo lo puedo”
(Meditaciones, p. 226-227).
 ¿Dónde estoy poniendo yo mi mirada?. ¿En qué o quién busco mi fuerza, mi sentido,
mi alegría, mi consuelo?
 Cuando me siento sin fuerzas, ¿dónde las encuentro?
Canción:
“Nada has pensado que no puedas hacer,
nada has soñado imposible de ver,
ni en el mar ni en el cielo,
nada está lejos de ti,
todo está en tu adentro,
todo puedes hacerlo,
si te fías de mí…”.
(Brotes de olivo. Adaptación de Dt 30, 11-14)
“Y subiríamos y bajaríamos; y haríamos penitencia o tomaríamos alivios; y nos emplearíamos
en un oficio de honor o en un oficio humillante y al parecer despreciable sin que se nos
escapase un lamento y repitiendo siempre: “Puedo, puedo; no por mí, sino por Dios; no
apoyada en mis propias fuerzas, sino en las que la gracia me comunica; puedo esto y puedo
más, mucho más, porque lo puedo todo en Aquel que me conforta” (Meditaciones, p. 228)
Cuando nuestra vida se va centrando en el Amor, todo lo demás va encontrando su lugar, se va
relativizando, y nada nos quita la paz profunda ni la alegría interior. Cuando nuestro corazón se
ha encontrado con la mirada de Jesús, todo nuestro ser se va integrando y en eso consiste ir
madurando afectivamente.
 3ª Meditación. Quiero.
Petición: Pedir al Corazón de Jesús que “nos envíe un golpe tan fuerte de gracia, que de una
vez y para siempre nuestra voluntad se resuelva y emprenda con decisión el camino de la
santidad” (Marcelo Spínola).
“De entre todos los misterios del mundo (cielo, tierra, mar…) ninguno tan profundo como el
misterio de nosotros mismos y sobre todo el misterio de nuestro propio corazón.
Hay en este tantos pliegues y repliegues que sólo podemos llamarlo misterio. Y pocas cosas se
encuentran en el corazón humano tan misteriosas como su actitud ordinaria respecto a la
santidad.
¿Qué haré para ser santa?. Preguntaba a Tomás su hermana, y él le respondía “Quererlo”. Pues
si la solución del gran teólogo es verdadera, no puede negarse que pocos, muy pocos, quieren
santificarse… aun cuando hayamos exclamado: Debo y puedo, no nos atrevemos a añadir:
quiero, quiero de veras, y cueste lo que cueste. Enmendemos nuestro lenguaje con un quiero
que resuene en las alturas y profundidades.
Hay dos palabras clave para resolver muchos enigmas del corazón: veleidad y voluntad.
Veleidad es inclinarse a un objeto pero sin poner los medios.
Voluntad es querer resueltamente haciendo cuanto podamos, cuanto está a nuestro alcance…
Hacer las diligencias precisas para adquirir lo que tanto vale; venderlo todo para comprar el
campo donde el tesoro se encuentra escondido” (Meditaciones, p. 228-232).
Es decir, que toda nuestra persona esté tomada por el Señor, entregarle el corazón, entregarle
el dominio de nuestro ser, entrar en el proceso de enamoramiento profundo de Jesucristo en
el que podamos decir con San Pablo:
“…ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.
Y descubrir lo que también dice San Pablo:
“Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad” (2 Cor 12, 9)
“Nuestra carta de recomendación sois vosotros, una carta que llevamos escrita en el corazón, y
que es conocida y leída por todos los hombres… escrita no con tinta sino con el Espíritu del
Dios vivo, no en tabla de piedra sino en tabla de carne, es decir, en el corazón” (2 Cor 3, 2-4)
“Quiero; pero no de cualquier manera, sino con voluntad firme, cierta, eficaz; con decisión de
poner en práctica todos los medios que a nuestra santificación conduzcan, aunque la
naturaleza los rechace, aunque el corazón se subleve” (Meditaciones, p. 233).
“La pureza de la intención, el esmero con que cada obra se practica, y sobre todo el amor con
que a Dios se lo presentamos y ofrecemos”. (Meditaciones, p. 235)
Estas son las actitudes o medios concretos que nos permiten dejarnos encontrar por el Señor y
que su Vida se vaya convirtiendo en nuestra vida.
Tal es la paradoja de nuestro existir:
somos más
cuanto más a través de nuestro vacío
dejamos ser al Amor.
Tal es la luminosidad de los que han hecho de su vida una oblación:
su existencia
se convierte en irradiación de la luminosidad del Amor.
…
Existimos para que,
vaciándonos,
se manifieste Quién ha depositado en nosotros
la posibilidad de existir en nuestro existir
Sale de Sí en nosotros
para que nosotros,
saliendo de nosotros,
seamos la transparencia de su existir.
Por ello, Simone Weill pudo decir:
“Yo no existo, soy existida”
Al volver nuestro ser a la Fuente
el caudal de su brotar
se convierte en el espacio que desalojamos en nosotros.
Se revela entonces el misterio de lo que somos:
El agua que mana a través de nuestra oquedad
Es el manantial que ha encontrado por dónde fluir.
Javier Melloni. Sed de Ser.
Por nuestra parte, sólo se nos pide, en palabras de Marcelo Spínola:
“… un quiero más grande que el mar, que el cielo y que todo el universo” (Meditaciones, p.
236)
Todo lo demás lo hace Dios.
 Terminemos nuestra oración con un afectuoso Coloquio con el Corazón de Jesucristo,
con la Virgen Inmaculada, nuestros Santos protectores y amigos en la eternidad:
dando gracias por tanto Amor recibido y pidiendo la gracia que necesitamos.