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Comentario Evangélico
Cuidando la verdadera paz
por Rev. EDMUNDO ZENTENO CÉSPEDES,
Pastor Catedral Evangélica de Puente Alto,
Presidente Consejo de Pastores de Puente Alto
y Provincia Cordillera.
Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
(Epístola de Santiago 3:18)
La paz como elemento deseable para el ser humano puede ser un estado, o un
don o una virtud.
Estado de paz es la situación de no conflicto o guerra entre países, naciones o
sociedades; también entre pueblos, instituciones o personas.
El don de la paz se manifiesta en aquella persona que posee, por
características personales, un estado de ánimo, de calma, de serenidad, que
hace más fácil su relación con los demás.
Pero la virtud de la paz es aquella que, ante situaciones especialmente difíciles
en la vida, manifiesta el cristiano que ha puesto su confianza en Dios; de aquel
que ha conocido la Paz de Cristo, esa que emana del Espíritu Santo.
Esa virtud procede directamente de Dios al creyente, conforme a las palabras
del Señor: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no es la doy como el mundo la
da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Ev. San Juan 14:27)
Con esa paz, que entrega sólo Dios, los cristianos han sido y son capaces de
vencer al mundo, al demonio y a la vieja naturaleza humana o instinto carnal,
que hacen pecar a las personas y las ponen en un estado de guerra o
enemistad con Dios.
Con esa paz los cristianos han soportado los martirios, las persecuciones, las
injusticias, las tragedias, los dramas familiares y personales, todos los
sinsabores de la vida.
Estimado lector, sólo se puede ser feliz con paz en el corazón. Se puede tener
todos los medios que la gente cree que hacen la felicidad: los económicos,
buenas relaciones sociales, excelente familia, salud abundante, y buen nombre,
fama, capacidades personales extraordinarias, pero ¿de qué sirve todo esto
cuando no hay paz en el alma y el espíritu?
Un corazón lleno de angustias, de miedos, con graves pesos de conciencia por
hacer lo malo; un espíritu conturbado por la avaricia, la codicia, la sensualidad
y la malicia, abarrotado de rencores y odios contra muchos y a veces contra
todos, ciertamente no vive en paz. Esa persona no cuida la paz, su paz.
¿Y que diremos de aquellos que han caído en las garras de los celos
enfermizos, y de la envidia ante el éxito de los demás? Cuando se cae en
estados de ansiedad, o de turbación del ánimo, o desesperanza, es claro que
no hay paz en el corazón, que no la cuidó. Y así no se puede ser feliz.
Uno de los títulos del Señor Jesucristo es el de Príncipe de Paz. Y ËL dijo:
“Venid a mi todos los que estáis cargados y trabajados y yo os haré
descansar”.
Es necesario tener paz y paz de Dios. Con ella desaparecen o aminoran las
descalificaciones y críticas infundadas, aquello que no es cierto, las mentiras y
las medias verdades, que también son mentiras. Y así se cuida la paz, tanto
personal como social.
Por eso le invitamos a que busque a Cristo por la fe, como Salvador personal y
Señor de su vida. Y Él le dará paz, dulce y divina paz.
Acérquese a un templo evangélico y congréguese. Allí le enseñarán de Dios y
cómo buscar esta divina y perfecta paz, que sólo da Jesús. Y no olvide que
Cristo es el Príncipe de Paz.
Que Dios le bendiga.