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EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL SACERDOCIO MINISTERIAL
EN LA VIVENCIA Y MENSAJE DE CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA
Autor: Juan Esquerda Bifet
Presentación
Concepción Cabrera de Armida ("Conchita") es un alma centrada en el misterio de
la Encarnación del Verbo y, a partir de él, en el misterio de la Trinidad, del Espíritu Santo,
de la Eucaristía, de María, de la Iglesia y del sacerdocio.
Su "Vida" y su "Cuenta de conciencia" reflejan una experiencia de fe sobre la
persona de Jesús y, especialmente, sobre su interioridad o su Corazón.1
En cada una de las páginas autobiográficas aparecen los amores del Corazón de
Jesucristo. Conchita vivía de estos amores con la actitud de quien agradece un don
inestimable de lo alto, para su propio bien espiritual y para el bien de innumerables almas.2
Las inspiraciones y "confidencias" recibidas se centraron durante algunos años (de
septiembre de 1927, a enero de 1931) en el tema sacerdotal, subrayando la interioridad o
los amores de Cristo Sacerdote y la urgencia de santificación sacerdotal.3
Es interesante recordar que las principales "confidencias" sobre el sacerdocio las
recibió Conchita a partir de los Ejercicios Espirituales (Morelia), dirigidos por Mons. Luis M.
Martínez y que tuvieron como tema: "El interior del Corazón de Jesús". El arzobispo de
México le había indicado también el objetivo concreto de estos Ejercicios: "Entrega total a
1
CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Vida, t. I-X, México, Religiosas de la Cruz
1990. De la "Cuenta de conciencia" (65 volúmenes) citaremos principalmente los
volúmenes 49-56, que se refieren de modo especial a los sacerdotes. Ver otros datos en:
SACRA CONGRETATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Mexicana, Beatificationis et
Canonizationis servae Dei Mariae a Conceptione Cabrera Vid. Armida. Ver otras
publicaciones en notas posteriores.
2
Los biógrafos hacen notar esta vivencia de la interioridad de Cristo: M.M. PHILIPON,
Diario espiritual de una madre familia, Concepción Cabrera de Armida, Bilbao, Desclée
1987 (Texto original: Journal d'une mère de famille, Desclée de Brouwer 1974.
3
Los volúmenes 49-56 de la "Cuenta de conciencia" se refieren principalmente a nuestro
tema: Confidencias a los sacerdotes, Cuenta de conciencia de Concepción Cabrera de
Armida, 23 de septiembre de 1927 al 28 de enero de 1931 (manuscrito).
2
la divina voluntad, dispuesta a todo".4
Gran parte de estas confidencias sobre el sacerdocio se publicaron (edición privada)
en Morelia (1928-1931), con el permiso del arzobispo de Michoacán, Mons. Leopoldo Ruiz.
De hecho, esta publicación (con el título de "A mis sacerdotes") viene a ser un amplio
resumen sistemático de la "Cuenta de conciencia" de Conchita durante esos mismos años.5
Trataré de presentar el tema sacerdotal en dos momentos: Cristo Sacerdote, los
sacerdotes ministros. En el primer momento, veremos el sacerdocio a partir de la
interioridad o amores del Corazón de Jesucristo y también de la vivencia de Conchita; el
segundo momento viene a ser el mensaje de Conchita sobre el sacerdote ministro.
Nos encontramos ante el carisma específico de Conchita y, por ello, lo presentamos
como vivencia suya y como mensaje recibido del Señor en bien de toda la Iglesia.6
1ª ponencia: LA VIVENCIA PERSONAL DE CONCHITA EN TORNO AL SACERDOCIO
DE CRISTO
1.
Vivencia en torno al misterio de la Encarnación
El misterio de la Encarnación no aparece en términos abstractos ni en una ordenada
sistematización de conceptos teológicos, sino concretamente en la realidad del sacerdocio
de Cristo: El Verbo, engendrado eternamente por el Padre en el amor del Espíritu santo, se
hace hombre (Mediador y Víctima) en el seno de María por obra del Espíritu Santo.
Jesucristo es Sacerdote por esta realidad de Mediador y Víctima: Hijo de dios, hombre,
Salvador. Estamos dentro de la perspectiva neo-testamentaria y patrística más auténtica:
es Salvador porque es perfecto Dios y perfecto hombre.
Esta mediación salvífica de Jesús se realiza principalmente por el sacrificio de la
cruz. Jesús es Sacerdote y Víctima, desde el día de la Encarnación. Esta realidad sacrificial
4
J.M. PADILLA, Concepción Cabrera de Armida, México 1986, vol. III, pp. 403-405.
5
A mis sacerdotes, Edición privada, estrictamente reservada a los sacerdotes, México,
Edit. "La Cruz" (usamos la cuarta edición, de 1979).
6
Además de la "Vida", de la "Cuenta de conciencia" y de "A mis sacerdotes" (obras
citadas en notas anteriores), usamos y citamos también: Cómo es Jesús, Meditaciones
(Obras de Concepción C. de Armida, 2), Edit. "La Cruz" (usamos la cuarta edición). Hay
que tener en cuenta también sus cartas a sacerdotes: Cartas al Padre Félix de Jesús
Rougier y a Misioneros del Espíritu Santo, México, Edit. Cimiento 1989.
3
se hace presente en la eucaristía por medio del ministerio de los sacerdotes ordenados.
Los escritos de Conchita no son exposiciones teóricas, sino fogonazos del Corazón
de Cristo y vivencias personales y comprometidas de la misma Conchita. Todo es a la luz
de los amores del Corazón del Señor. El sacerdocio de Cristo aparece como amor profundo
al Padre, en el Espíritu Santo, y amor de plena donación a toda la humanidad ("las almas"),
hasta dar la vida en sacrificio (como Sacerdote y Víctima).
Este amor de Cristo Sacerdote tiene dimensión mariana y eclesial. De este amor
brota el deseo íntimo y la exigencia de que los sacerdotes ministros vivan en sintonía con
los amores de Cristo. El Señor quiere, por medio de Conchita, contagiar a muchas personas
de estos sus amores sacerdotales. Veámoslo ya a partir de los mismos escritos de
Conchita.
La realidad humana y divina de Jesús se resuelve en inmolación o donación
sacrificial (ya desde la Encarnación) para la salvación del mundo. Jesús se describe a sí
mismo con estas vivencias sacerdotales:
"Yo comprendí desde el primer instante de la Encarnación mi papel de Víctima, y lo
abracé, y acepté gozoso; especialmente, ¿por qué? Primero por honrar al Verbo, y
después, por saciar mi amor por el hombre; nació esto en mi corazón comunicado
por el Verbo; por esto es inmenso, y he aquí el secreto de la grandeza de mi amor,
humano, sí, pero divinizado por el Verbo eternamente... Y mi Corazón de hombre,
amaba a los hombres y comprendía sus debilidades y miserias, sus crímenes y
pecados, y un nuevo martirio me oprimía, de rubor y vergüenza, porque si Yo no
estaba manchado, mi familia, mi sangre misma, en los hombres, mis hermanos, lo
estaba" (Vida 5, 361-373; CC. 23, 246-259; cfr. CC. 51, 30).
Desde el primer momento de la Encarnación, la Virgen María sintoniza con las
mismas vivencias sacerdotales de Cristo. Esta será la pauta para Conchita y para muchas
almas sacerdotales:
"Desde aquel instante (Encarnación), la Madre Virgen... no ha cesado de ofrecerme
a Él (al Padre) como Víctima que venía del cielo a salvar el mundo... Siempre María
me ofreció al Padre"... (A mis sacerdotes, 96)
A la luz de los amores de Cristo, se comprende mejor el objetivo de la Encarnación:
"Uno de los fines principales que persiguió el Verbo al hacerse hombre fue el de
formar, en El y con El, al sacerdote, haciéndole semejante a El... Miren cuál fue el
principal motivo de la Encarnación del Verbo: purificar al mundo y perpetuar su
estancia en él de dos maneras, en la Eucaristía y en el sacerdocio, que es como otra
eucaristía ambulante... perpetuarán, como la Eucaristía, en ellos mismos, mi
estancia en la tierra... eucaristías vivientes"... (A mis sacerdotes, 112).
4
El amor de Cristo a los sacerdotes (cfr. 2, F) se desprende del objetivo de la
Encarnación, que es la salvación de las almas (cfr. A mis sacerdotes, 134). El sacerdocio
ministerial (dentro del misterio de la Iglesia Esposa) aparece entonces en toda su luz: "El
(el Padre), con su mirada amorosa de infinita ternura, puso en Mí, su Verbo, su inteligencia
o entendimiento, su potencia, su amor; y en aquella mirada eterna que yo comprendí y
sentí, germinaron los Sacerdotes en el Sacerdote"... (CC. 51, 32; cfr. A mis sacerdotes,
147).
La vivencia de Conchita (cuyas características analizaremos más abajo, en el n. 3)
no son más que una prolongación o contagio de estos sentimientos de Cristo Sacerdote.
La "Encarnación mística", de la que le habla el Señor, viene a concretarse en esta sintonía
comprometida y sacrificial con estos amores sacerdotales de Cristo.
2.
Los amores o interioridad de Cristo
El sacerdocio de Cristo, en los escritos de Conchita, se presenta desde la
interioridad, vivencia y amor del mismo Cristo. Su amor al Padre y a los hombres llega hasta
dar la vida en inmolación total. Estos amores engloban a María, a la Iglesia y a los
sacerdotes ministros.
A) Su amor al Padre en el Espíritu
La interioridad de Jesús, en los escritos de Conchita, es la misma que trasluce en
los textos evangélicos: amor entrañable al Padre en el Espíritu Santo y amor a los hombres
("las almas") hasta dar la vida en sacrificio.
"El Padre era su vida y en Él se recreaba el Verbo hecho carne; era su pensamiento
constante, y en servirlo y en complacerlo encontraba Jesús todas sus delicias...
Jesús, bajo el impulso del Espíritu Santo, ordenaba todo al Padre en su vida mortal;
por eso la consumación de los misterios de Jesús fue su Ascensión al Padre. Él se
ofreció por el Espíritu Santo en medio de inmensos dolores a su Padre celestial...
Muchas almas no amarán al Padre, pero Jesús amará por ellas...
Y ese amor de Jesús al Padre es un amor sacerdotal, esto es, un amor que glorifica,
un amor que se inmola, un amor que redime y salva; un amor que tuvo su
coronamiento en el Calvario y que se perpetúa en las Misas y en las almas...
A ejemplo de Jesús, amaremos al Padre por todas las almas que no lo aman...
Debemos sufrir siempre, porque debemos amar siempre. Debemos sufrir por todos,
porque debemos amar por todos" (Como es Jesús, Su amor al Padre).
A partir del amor al Padre, se comprenden armónicamente todos los amores de
Cristo:
5
"Pues mi primer amor, después de mi Padre, es María, y después mis Sacerdotes,
mi Iglesia, y en ella las almas. Esos son mis amores, y en estos inmensos amores,
están también mis dolores" (CC. 49,92).7
El amor al Padre va siempre unido al amor del Espíritu Santo:
"El Espíritu Santo era la vida de Jesús, y no se movía sino bajo su moción divina" (Cómo
es Jesús, Su amor al Espíritu Santo; cfr. Vida 6, 258; CC 25, 175-178). La generación eterna
del Verbo se ha realizado en este amor:
"Cuando el Padre engendró al Hijo en la eternidad sin principio, engendró con El, en
cierto sentido, a los Sacerdotes. De allá procede la generación espiritual, y en cierta
manera divina, del Sacerdote, en la del Sacerdote eterno, en el entendimiento, y en
e Corazón del Padre que es su voluntad, que es el Espíritu Santo... Del concurso del
Espíritu Santo en el Padre (aunque procede de él en aquel arrebato de inefable amor
al producir al Verbo, en todo igual a Él) fueron concebidos eternamente la Iglesia y
sus futuros Sacerdotes" (CC. 49,348).
La vida trinitaria es vida de amor, que se difunde en el mundo por medio de los
sacerdotes. La interioridad de Jesús refleja este amor:
"Y en aquel espejo del Verbo, iluminado, diré, por... el Espíritu Santo, sonreía el
Padre al contemplar a sus Sacerdotes santos, como nacidos, como transformados
en lo que El más ama, en lo único que ama, en el Verbo, en donde todas las cosas
ama" (CC. 49,339).8
Este amor de Cristo al Padre en el Espíritu Santo, debe reflejarse en los sacerdotes:
"Sentirán como Yo, amarán como Yo y se perderán en la unidad como me pierdo Yo, que
sólo vivo de mi Padre, y en mi Padre, y en unión del Espíritu Santo" (A mis sacerdotes,
106).
7
El amor al Padre es el punto de referencia o la fuente de todos los amores de Cristo.
Hay que destacar el aspecto de la "mirada" entre el Padre y el Hijo, que debe hacerse
vivencial en el sacerdote (cfr. CC. 49,28.32.74.338.349; 50,62).
8
El tema del Espíritu Santo aparece frecuentemente en relación con Cristo Sacerdote
(el Verbo hecho hombre), con María, la Iglesia, el sacerdote ministro. Él es la fuente de la
santidad sacerdotal (cfr. 2ª ponencia, n.11). "El Padre, constantemente está engendrando
a su Verbo en Sí mismo, y obrando el misterio de la Trinidad... y eternamente está
complaciéndose en Sí mismo e su unidad de la Trinidad. Todo lo quiere atraer a esa unidad;
para esto formó su Iglesia única, en donde todas las almas deben formar unidad en el
Verbo, por el Espíritu Santo, y la misión del Sacerdote consiste en traer a las almas a esa
unidad" (CC. 50,88; cfr. CC. 49,348).
6
B) Su amor a toda la humanidad ("las almas")
La expresión más usada sobre el amor de Cristo Sacerdote a la humanidad, es
"amor a las almas" (o en su equivalente "amor al hombre"). El contexto es siempre de amor
al Padre según sus designios salvíficos. En este sentido se puede hablar de sus "dos
amores":
"¡Su Padre y las almas! fueron la preocupación constante de Jesús, su pasión
dominante, por decirlo así, sus amores sublimes. Como olvidado siempre de Sí
mismo, cumplía primero que nada con la voluntad santísima de su Padre amado y
corría también tras la oveja descarriada hasta ponerla sobre sus hombros divinos
para devolverla a su Padre" (Cómo es Jesús, Sus dos Amores).
Es un solo amor expresado en dos vertientes: "Lo obligaron dos amores, en un
mismo amor: el amor a Él mismo, como Dios, que es infinito, para reparar la ofensa hecha
a la Divinidad, y el amor al hombre, que es inmenso, que es también infinito, en cuanto
llevan en sí las almas el destello de la Trinidad, una parte del Ser divino, la inmortalidad"
(Vida 5, 255-257; CC. 23, 136).
Este amor de Cristo a las almas (a la humanidad entera) tiene su principio en la vida
trinitaria: "Por eso valen tanto las almas, por venir de la Trinidad para volver a ella y
glorificarla eternamente" (A mis sacerdotes, 34).
La donación de Cristo al Padre para la salvación de las almas, tiene que reflejarse
en el sacerdote: "Las almas sacerdotales imprescindiblemente tienen que ser víctimas;
tienen que convertirse en don, ofreciéndose puras a mi Padre en mi unión, y entregándose
también en donación a las almas, como Yo" (A mis sacerdotes, 54; cfr. 2ª ponencia, n.7).
La dinámica de este amor es siempre circular, de la Trinidad, a la Trinidad: "El
Padre... eternamente está complaciéndose en Sí mismo e su unidad de la Trinidad. Todo
lo quiere atraer a esa unidad; para esto formó su Iglesia única, en donde todas las almas
deben formar unidad en el Verbo, por el Espíritu Santo, y la misión del Sacerdote consiste
en traer a las almas a esa unidad" (CC. 50,88).
C) Su amor hasta dar la vida en inmolación
El amor sacerdotal de Cristo es de totalidad. Es una donación incondicional al Padre,
en el Espíritu Santo, por medio de una plena inmolación de sí mismo ("holocausto"). Las
palabras "víctima", "inmolación", "cruz", equivalen a un amor de plenitud:
"El amor que no crucifica no es amor... ¿Cómo amé Yo?, con amor universal de
caridad, como sabe amar el Verbo, todo caridad. Con amor de sacrificio,
inmolándome... perdonando, olvidando y alcanzándoles gracias con mi dolor. Con
7
una purísima intención divina... Con un fin sublime de caridad para con el hombre y
para con la Divinidad, procurándole gloria. Mi amor expiatorio es incomprensible a
toda inteligencia humana" (Vida 5, 239-249; CC. 23, 119-129).
El tema del Corazón de Jesús tiene este mismo significado de oblación amorosa:
"Mi Corazón y mi cruz son inseparables" (Vida 2,322; CC. 1, 146). El Verbo hecho hombre
es ya la víctima de la cruz desde el seno de María: "Yo, el Verbo, víctima siempre en favor
del mundo" (A mis sacerdotes, 4). La victimación de Cristo es "el precio" de las almas: "Las
almas me costaron el precio de mi Sangre y sólo con ese precio se las puede redimir,
porque es la moneda con que se compran las gracias" (A mis sacerdotes, 120).
Dolor y amor se identifican en la vida de Cristo Sacerdote: "El Padre, por el Espíritu
Santo, fecundó a María, y en ella Dios se hizo hombre, el Verbo se hizo carne, para el dolor.
Esa fue mi vida: inmolación constante en la cual glorificaba a mi Padre y adoraba su
fecundidad en Mí, dolorosa en favor del mundo. Por eso el dolor santifica, el dolor salva,
por la virtud de la fecundidad divina en Mí... En el mundo de las almas el amor es dolor, y
el dolor es amor" (A mis sacerdotes, 133).
Toda la vida de Cristo es una inmolación, por el hecho de ser Sacerdote y Víctima:
"Sacerdote quiere decir que se ofrece y ofrece, que se inmola e inmola" (CC. 50,
141). "Pasé por todo, con tal de que el hombre tuviera un Jesús-hostia, sacrificado
por su amor" (CC. 49, 216).
D) Su amor a María
El amor de Cristo al Padre y a los hombres se concreta en amor a María, como
Madre suya, de la Iglesia, de las almas y, de modo especial, Madre de los sacerdotes:
"En Ella deposité mis confidencias más íntimas y, absorta en mis desahogos filiales,
seguía una a una las palpitaciones de mi Corazón, mártir de amor por los hombres,
de mis dolores internos, de mi celo por la gloria de mi Padre, de mis ansias de morir
para dar la vida y con ella la eterna dicha de los hombres" (Como es Jesús, Su amor
a María).
Precisamente Conchita es invitada a imitar a María en el modo de vivir su relación
con Cristo Víctima:
"Yo me gozo en el amor también de María... Imita a mi Padre, en sacrificarme a Él
por amor. Imita a María, en ofrecerme por amor al Padre, con una única voluntad,
con la de Él, y déjame hacer de tu corazón mi descanso, del descanso de Jesús"
(Vida 6, 258-259 = CC 25, 178-179; cfr. Vida 6, 71-73 y CC. 24, 40-42).
María forma parte de las vivencias sacerdotales de Cristo: "Acabó la Encarnación
8
real y siguió la encarnación mística en su Corazón, para ofrecerme siempre al Padre y
atraer las gracias sobre la Iglesia, es decir, en favor de los sacerdotes, y por ellos, en favor
de las almas" (A mis sacerdotes, 96).
Por eso María es el don de Cristo a sus sacerdotes:
"¿Cómo no pensar en dejarles a mis sacerdotes - después de dejarme a Mí mismo
en ellos - a los que más amaba, a lo que ellos debían más amar, al Corazón más
tierno y delicado y puro y santo en la tierra, a María, para que fuera su consuelo, su
sostén, su calor, su Madre, el canal mismo por donde les vendrían todas las
gracias?... vería en ellos no a otros, no a hombres solos, sino a Mí en ellos" (A mis
sacerdotes, 98).
El amor de Cristo a María tiene sentido eclesial y sacerdotal. Es ella quien, siendo
Madre de la Iglesia, ayuda a cada sacerdote a ser otro Jesús. Su maternidad es siempre
activa hacia cada alma y, de modo especial, hacia cada sacerdote. El amor de Cristo a su
Iglesia, a las almas y a los sacerdotes se expresa en su amor a María:
"Y por eso mi Iglesia tiene calor; porque es Madre y porque tiene por Madre a María.
Por eso tiene Mediadora y en Ella un alma pura que suplique, alegre y consuele y
endulce los sacrificios y los calvarios de los sacerdotes... Después de Mí, María debe
ser todo para el sacerdote. Ella es la que prepara a las almas sacerdotales para
recibir la gracia sin precio de la transformación, que continuamente se opera en el
altar... Y así, formando los rasgos de Jesús, uno a uno, en el corazón de los
sacerdotes que presten a ello, le ayuda al Espíritu Santo con sus cuidados
maternales a la perfecta transformación en Mí... María es mártir del sacerdote, la
Madre del dolor... Por eso María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de
Madre, porque comunica a cada sacerdote el germen eterno del Padre que está en
el Verbo, y que por el Espíritu Santo se hace fecundo en cada alma sacerdotal, para
formar en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús Sacerdote.
No es María una Madre inactiva, no es sólo como una imagen a quien se debe
honrar; es una Madre, Madre activa y sin descanso... prestando continuamente sus
servicios a las almas, pero muy especialmente a las almas de los sacerdotes" (A mis
sacerdotes, 98).
E) Su amor a la Iglesia
La expresión "mi Iglesia" se repite frecuentemente en las confidencias del Señor a
Conchita, siempre con un tono de ternura y cariño, así como de invitación a vivir en esa
misma vivencia. El Señor no deja de manifestar la exigencia de un amor de retorno por
parte de todos los que componen su Iglesia amada: "Mi Iglesia es lo que más amo y lo que
más me ha hecho sufrir" (Vida 3, 22-23; CC. 10, 195-196).
9
El amor de Cristo a la Iglesia tiene su punto de partida en el amor del Padre: "Todo
lo divino que encierra la Iglesia se debe a la santa fecundidad del Padre, fecundidad
asombrosa que él ama y que, comunicándola a los sacerdotes, no quiere verla inactiva y
olvidada" (A mis sacerdotes, 130).
Un dato que sobresale en este amor a la Iglesia es su título de esposa de Cristo. Las
confidencias parecen una glosa del texto paulino de Efesios 5, 25-27:
"Yo vine al mundo para salvarlo por el divino medio de la Iglesia, Esposa muy amada
del Cordero" (CC. 49, 307). "Yo, a tu modo de hablar, puse mis cinco sentidos en
formar esa Iglesia amada... En mi Iglesia tengo mi asiento en la tierra; en la Iglesia
tiene sus delicias un Dios humanado... Nada existe para Mí en la tierra más bello,
que mi Iglesia" (CC. 49, 308-310).
Este amor de Cristo a su Iglesia, el Señor lo quiere ver reflejado en sus sacerdotes
(cfr. 2ª ponencia, n.10). Conchita será la portadora de este mensaje, como "víctima por la
Iglesia" (Vida 3, 22-23; CC. 10, 195-196; cfr. el n. 3 de esta misma ponencia).
F) Su amor especial a los sacerdotes
Del amor de Cristo al Padre en el Espíritu Santo, y del amor a las almas, a María y
a la Iglesia, nace el amor especial para con los sacerdotes. "Yo amo a los ministros de mi
Iglesia, como a las niñas de mis ojos, y por lo mismo, más me duelen las ofensas hechas
por ellos a lo que más amo y ellos debieran amar" (Vida 9, 359; CC. 35, 102-108):
"El Padre se los dedicó eternamente al Espíritu Santo; porque yo, el Hijo, los
conquisté por mis infinitos méritos; porque el mismo Espíritu Santo, cuando encarnó
al Divino Verbo en María, se gozó también en divinizar la vocación sacerdotal con el
contacto del Verbo, el Sacerdote eterno, y puso en esa vocación una fibra de la
fecundación del Padre y un reflejo de la pureza de su Inmaculada Esposa, imagen
de la Iglesia... Nunca está sólo el sacerdote, sino que la Trinidad misma lo acompaña
a todas partes de una manera especial" (A mis sacerdotes, 65).
"Mis sacerdotes en la tierra, después de María, son la obra perfecta del Padre, por
ser reflejo de su Hijo único... El padre sólo ve un Sacerdote en la multitud de
sacerdotes; sólo me ve a Mí en los sacerdotes simplificados en Mí (ibídem, 72).
"El Espíritu Santo tuvo parte activa en la creación del mundo. Al Espíritu Santo, que
personifica al Amor, le fue dada la fecundidad realizada en María... Con el soplo del
Espíritu Santo, fundé a mi Iglesia en mis sacerdotes amados; por eso la Iglesia
también es fruto de amor, fecundación de amor en sus sacerdotes" (ibídem, 134).
Los sacerdotes son como una página de la biografía de Jesús. Este amor ha
comenzado en la eternidad, cuando el Padre engendró al Verbo. Desde el día de la
10
Encarnación, ocupan un lugar en el Corazón de Cristo sacerdote:
"Desde que encarné en María; desde que me puse a la disposición amorosa de mi
Padre, diciéndole: Aquí estoy; no me puse a su disposición solo, sino con todos los
sacerdotes en Mí, creados por mi Padre, por obra del Espíritu Santo, en María...
viendo a todos los sacerdotes en Mí, con ellos nací en Belén, trabajé en Nazaret,
convertí en Galilea, sufrí en Jerusalén, morí en el Calvario y resucité... Siempre he
llevado en mi Corazón esa fibra santa y fecunda de mi Padre, mis sacerdotes... En
mí están los sacerdotes místicamente transformados desde que mi Padre ideó mi
Iglesia, que fue eternamente. El posó en mí su mirada de infinita ternura; y en esa
mirada eterna, que Yo vi y sentí, germinaron los sacerdotes en el Sacerdote eterno,
y desde entonces los amo en Mí mismo, como Dios; y al venir Conmigo, como he
explicado en la Encarnación, los amé y los amo como Dios hombre" (A mis
sacerdotes, 77; CC. 51. 30).
"El (el Padre), con su mirada amorosa de infinita ternura, puso en Mí, su Verbo, su
inteligencia o entendimiento, su potencia, su amor; y en aquella mirada eterna que
yo comprendí y sentí, germinaron los Sacerdotes en el Sacerdote... Mira, hija: Yo no
puedo estar separado de lo que es Mío" (CC. 51, 32).
A partir de este amor de Cristo a sus sacerdotes, se comprenden las descripciones
sobre su razón de ser, su "transformación", su exigencia de santidad y de apostolado (cfr.
2ª ponencia). "Los dolores íntimos de mi Corazón... son el origen y la cuna del sacerdocio,
y serán siempre la fuente de las vocaciones... Nada hay tan íntimo en mi Corazón como los
sacerdotes" (A mis sacerdotes, 120).
3.
La vida de Conchita como trasunto de estos amores de Cristo
Hasta aquí hemos expuesto el sacerdocio de Cristo a partir de sus amores o de su
interioridad y de su Corazón, tal como aparece en las comunicaciones que Conchita recibió
del Señor. En realidad, se trata también de las mismas vivencias de Conchita en sintonía
con el Verbo Encarnado. Pero ella no está centrada en sí misma ni en sus propias
experiencias y sentimientos, sino en los amores de Cristo Sacerdote.
La gran preocupación de Conchita es la de dar a conocer los amores de Cristo
Sacerdote, para hacerle amar especialmente de los sacerdotes y de otras "almas
sacerdotales". Ella queda contagiada del amor de Cristo al Padre:
"Jesús no es conocido, por eso no es amado... ¡Oh Padre Santo! Jesús Te amó
sacrificándose ansioso de darte gloria, y mi alma necesita, Padre mío, dártela
también. ¡Oh María!... Que estas meditaciones de "Cómo es Jesús", escritas al calor
de tu Corazón de Madre, sirvan para darlo a conocer en su amor y en su dolor"
(Cómo es Jesús, Retrato de Jesús).
11
Conchita vive inmersa en el misterio de la Encarnación del Verbo, participando en él
según la gracia especial recibida del Señor y calificada por él como "encarnación mística".
Vive este misterio desde los amores de Cristo: "Al obrarse la encarnación mística en tu
corazón, el Espíritu Santo, por la fecundidad del Padre, puso en tu alma el Verbo, y con El,
hija, también a sus sacerdotes" (CC. 50, 175-176).
Todos los amores de Cristo encuentran eco en el corazón y en la vida de Conchita.
Su vida se hace, desde las primeras comunicaciones del Señor, vida nueva en el Espíritu
Santo, como reflejo del Padre y del Hijo (Vida 6, 237), lazo de unión entre el Padre y el Hijo
(Vida 3, 337; 6, 224-258), fuente de amor (Vida 7, 352), foco de verdadera caridad (Vida
5, 106). La propiedad del Espíritu Santo es darse, comunicarse (Vida 9, 346). El Espíritu
Santo necesita almas que se le consagren, almas crucificadas, para descender a ellas (Vida
1, 271-273). El hace fecunda la Obra de la Cruz (Vida 6, 230. Es él quien guía e impregna
toda la vida de Jesús (Vida 4, 135; 7, 185). Se vive de él por medio de María (Vida 9, 332).
Ahí se inspira la vida de Conchita, guiada por el Espíritu Santo, para vivir de los amores de
Cristo y para contagiar a otras almas sacerdotales.
Su amor a las almas nace de la sintonía con el mismo amor universalista de Cristo.
Conchita no está centrada en sí misma, sino en el bien de los demás, a imitación del amor
de Cristo. Esta apertura se hace donación total y crucificada:
"Naciste para otros... Yo me encargaré de ti" (Vida 2,139; CC. 10, 218).
"Tú estás destinada a la santificación de las almas, muy especialmente, a la de los
sacerdotes" (Vida 4, 257; CC.18, 220-223).
"Date a las almas como Yo me di" (Vida 5, 86; CC. 22, 203-206).
"Si quieres salvar almas, transfórmate en la cruz" (Vida 4, 143; CC. 4, 197-199).9
Este amor a las almas se convierte en donación inmolada, en víctima, también a
imitación de Jesús y en unión con él:
"Ofrécete como víctima en unión Mía" (Vida 3, 8; CC. 6, 157-158).
"Te he escogido como víctima especial" (Vida 6, 125; CC. 24, 193-196).
"En mi unión debes ser víctima, porque éste es el grado más perfecto del amor"
(Vida 6, 241-242; CC. 25, 161-161).10
9
Este tema es una característica clara de la vivencia de Conchita, como una especie de
maternidad espiritual: "Tú me darás muchas almas" (Vida 1, 235); "tú salvarás muchas
almas" (Vida 2, 73); "miles de almas pasarán por tus manos para ofrecérmelas" (Vida 3,
77); "muchas almas se aprovecharán de los favores que te he hecho" (Vida 4, 287); "ama
tú a las almas como yo las amo" (Vida 7, 291). La "encarnación mística" tiene también este
sentido de salvar muchas almas (Vida 8, 12.186). Las Obras de la Cruz tienen como
objetivo la salvación de las almas (Vida 7, 282).
10
Siempre es relación a la victimación de Jesús: "Haz lo que Yo. Yo fui feliz llenando mi
12
Su amor a María se expresa en identificación con ella: "Porque eres madre (le dice
Jesús) con un reflejo de María, místicamente mía y de mis sacerdotes" (CC. 50, 175-176).
Por esto, en el corazón de Conchita deberá reflejarse la ternura materna que Cristo
encontró en María: "Pues esa ternura materna, derivada de la de María, vengo a buscar en
tu corazón de Madre, y en el corazón de los tuyos" (CC. 49, 95). De ahí derivará la
necesidad de imitar a María en su fidelidad generosa a su inmolación con Cristo, como así
lo pide Conchita: "Madre mía, Virgen santa, dame tu Corazón y tus latidos para saber amar
a Jesús" (CC. 49, 218). La escuela de este amor e imitación es el mismo Jesús:
"Imítala... es la mejor Maestro de la vida espiritual" (Vida 4,7; CC. 6, 188-193).
"Imita a María en ofrecerme por amor al Padre" (Vida 6, 259; CC. 25, 259).
(María le dijo) "Éste es el mayor favor que te ha hecho mi Hijo" (Vida 3, 200; CC. 4,
167-170).11
Su amor a la Iglesia forma parte de su vocación y carisma específico. Es amor que
se traduce por fidelidad. Se trata de sintonizar con el mismo amor de Cristo (cfr. n. 2, E). La
vida de Conchita será una continua inmolación por el bien de la Iglesia:
"Sacrifícate por la Iglesia... Yo quiero que sean víctima por la Iglesia" (Vida 3, 22-23;
CC. 10, 195-196).
"Ya no te perteneces, eres de la Iglesia y el verbo te utiliza en su favor" (Vida 9, 305;
CC. 35, 27-29).
"Yo quiero que hagas con voluntad el ser toda tú para siempre de la Iglesia" (Vida 9,
316; CC. 35, 57-61).
"La doctrina que te he dado es de la Iglesia" (Vida 4, 258; CC. 18, 220-223).12
Su amor a los sacerdotes es una consecuencia de los demás amores. El amor de
Cristo al Padre en el Espíritu Santo, así como su amor a las almas, a la Iglesia y a María,
papel de Víctima" (Vida 6, 230, 246); "debes vivir de mi vida de Víctima" (Vida 8, 218).
11
Su madre la dedicó a María (Vida 8, 178); desde niña la invoca (Vida 1, 11-12; 8, 75);
su madre le enseñó a amarla (Vida 1, 34.56); a María le debe su pureza (Vida 1, 34) y pone
en sus manos el voto de pureza (Vida 1, 156). Toda la vida está llena de detalles marianos
continuos. De la Virgen aprende a escuchar a Jesús: "Escucha a mi Hijo y no te resistas"
(Vida 1, 372-373. 327).
12
Tenía ardiente celo por darla a conocer (Vida 3, 267); dedicaba los martes a pedir
especialmente por ella (Vida 8, 16); nuestro Señor le pide que la ame y la haga amar (Vida
6, 362); sentía anhelos de dar la sangre por ella (Vida 3, 26). Es la orientación que le dió el
Señor: "Si te arrimas a la Iglesia no te perderás" (Vida 4, 220); "tú irás siempre con mi
Iglesia" (Vida 7, 92).
13
se concreta en un mensaje de amor a los sacerdotes. No se ocultan sus defectos, pero,
sobre todo, se indican los grandes ideales. La vida de Conchita está consagrada a la
santificación de los sacerdotes, como consecuencia de compartir las vivencias y amores de
Cristo Sacerdote. Este fue el encargo que recibió del Señor:
"Tú estás destinada a la santificación de las almas, muy especialmente a la de los
sacerdotes" (Vida 4,257-258; CC. 18, 220-223)
Te he pedido muchas veces que te sacrifiques por ellos, que los recibas como tuyos,
por el reflejo de María en ti" (CC 50, 156). "Porque eres madre con un reflejo de
María, místicamente Mía y de mis sacerdotes" (CC. 50, 175-176).
"Por éstos caí... y tú por éstos tienes mucho que sufrir... pero lloverán gracias" (Vida
4, 152). 13
Es interesante observar en estas vivencias de Conchita dos notas características:
su amor fiel y apasionado por Cristo Sacerdote (el Verbo Encarnado) y la repugnancia
natural a publicar las confidencias del Señor sobre los sacerdotes. Se nota, en el diálogo
con el Señor, ciertos reparos que ella misma manifiesta, como si le costara creer en los
defectos sacerdotales.14
Hay un hecho en la vida de Conchita que, a mi entender, es un signo claro de su
fidelidad y de su verdadera inmolación en aras de los amores de Cristo. Me refiero a la
"noche oscura" de sus últimos días y a la actitud de "abandono" total en unión con el
"abandono" de Cristo en la cruz. Es una nota de autenticidad, como consecuencia madura
de todas las confidencias recibidas.15
13
Su gran ilusión era conseguir, con sus oraciones y sacrrificios, sacerdotes santos (Vida
5, 200; 4, 146.151-161). En carta al P. Rougier dice: "Ser santo, es ser apóstol, como Jesús
lo fue, de cinco maneras: Por su silencio, por sus ejemplos, por sus palabras, derramando
su sangre, dando la vida por los hombres". Cartas al Padre Félix de Jesús Rougier y a
Misioneros del Espíritu Santo, México, Edit. Cimiento 1989, carta n. 2, pp. 15-18.
14
Cfr. Vida 4, 151 y CC, 50, 221. Escribía Mons. Martínez: "Las confidencias están
haciendo mucho bien... deben quedar tales cuales El las ha comunicado. Y si Vd. muere
de vergüenza, ya tendremos cuidado en enterrarla". Tomado de: SACRA CONGREGATIO
PRO CAUSIS SANCTORUM, Mexicana, Beatificationis et Canonizationis servae Dei
Mariae a Conceptione Cabrera Vid. Armida, p.336.
15
"Se fue identificando cada vez más a los sufrimientos íntimos del Corazón de Jesús y
a su abandono en la Cruz... Su oración se refugiaba en la oración de Cristo en Gethsemaní.
Comulgaba con los sentimientos del Crucificado, abandonado por su Padre. Para ella, su
Jesús tan amado había desaparecido totalmente:'Es como si nunca nos hubiéramos
conocido nunca', repetía a sus íntimos"; cfr. M.M. PHILIPON, Diario espiritual de una madre
de familia..., o.c., pp.126.128. Ella misma lo refleja en su Cuenta de conciencia: CC. 65,
125 (20 de julio de 1936, pocos meses antes de su muerte). En los últimos momentos,
14
2ª ponencia: EL MENSAJE QUE CONCHITA TRAE A LA IGLESIA CON SU VIDA Y SU
PALABRA EN TORNO A LOS SACERDOTES
La vida de Conchita es toda ella sacerdotal. Como hemos visto en la primera
ponencia, ella vive de los amores de Cristo Sacerdote o de su Corazón. Es el mismo Señor
quien le contagia del amor a los sacerdotes, explicándole, al mismo tiempo, la razón de ser
del sacerdote ministro, su proceso de transformación en Cristo y sus exigencias de
santidad.
Su "destino" es, pues, convertirse en víctima por la santificación de los sacerdotes
(cfr. Vida 4, 257-258; CC. 18, 220.223). Es una especia de maternidad espiritual, a imitación
de la maternidad de María (CC. 50, 175-176). Por esto siente deseos de que todos los
sacerdotes ardan en celo apostólico (Vida 5, 200), quiere cargar como propios sus pecados
(Vida 4, 146), siguiendo las indicaciones de Jesús (Vida 4, 152). Conchita ofrece su vida
para que haya sacerdotes santos (Vida 4, 151.161) y su más ardiente deseo es el de dar a
Cristo muchos sacerdotes santos para consolarlo (Vida 4, 153).16
En este contexto vivencial y comprometido, Conchita nos transmite el mensaje
recibido del Señor para anunciarlo a toda la Iglesia. Al sacerdote lo ve siempre en relación
con Cristo, como transformado en él para ejercer santamente los ministerios y salvar
muchas almas. Es un sacerdocio participado ontológicamente del de Cristo, profundamente
relacionado con él, para amarle y seguirle, imitarle y ser su transparencia en la Iglesia y en
el mundo.17
1.
Identidad sacerdotal: ser, obrar y vivencia
La realidad sacerdotal se presenta, en los escritos de Conchita, en sentido dinámico:
"Pudiera en cierto modo definirse así el sacerdote: El glorificador del Padre por el sacrificio
de Jesús bajo el impulso del Espíritu Santo" (Cómo es Jesús, Sus sacerdotes). El ser del
sacerdote es participación en el ser de Jesús y en su misterio de Encarnación:
Mons. Martínez le pide se una al abandono de Jesús en la Cruz, indicándole que, aunque
no lo sienta, Jesús está unido a su corazón; ella dio una señal de asentimiento moviendo
los ojos; cfr. M.O. RIBERO, Cruz de Jesús (3 de marzo 1937-1977), p.13-14.
16
Ver la primera ponencia, n. 3 (La vida de Conchita como trasunto de estos amores de
Cristo).
17
Sería interesante hacer un paralelo entre la doctrina sacerdotal del concilio Vaticano II
y el mensaje de Conchita. Baste recordar el esquema del decreto conciliar sobre el
ministerio y la vida de los presbíteros: ser (PO 1-3), obrar (PO 4-6), vivencia (PO 7ss),
santidad (PO 10-14), virtudes (PO 15-17), medios (PO 18ss).
15
"Cuando el Padre engendró al Hijo en la eternidad sin principio, engendró con El, en
cierto sentido, a los Sacerdotes. De allá procede la generación espiritual, y en cierta
manera divina, del Sacerdote, en la del Sacerdote eterno, en el entendimiento, y en
e Corazón del Padre que es su voluntad, que es el Espíritu Santo... Del concurso del
Espíritu Santo en el Padre (aunque procede de él en aquel arrebato de inefable amor
al producir al Verbo, en todo igual a Él) fueron concebidos eternamente la Iglesia y
sus futuros Sacerdotes" (CC. 49, 348).
"Al engendrarme el Padre en el seno purísimo de María, por obra del Espíritu Santo,
engendró Conmigo en Ella el germen de los Sacerdotes, en el Sacerdote eterno; le
comunicó una fibra divina de la fecundación de los Sacerdotes futuros, engendrados
en el seno del Padre, de toda la eternidad" (CC. 50, 170-173).
"Cada sacerdote, eternamente concebido por el Padre, tiene una especie de eterna
generación unida al Verbo" (A mis sacerdotes, 33).
El poder hacer presente a Cristo en la Eucaristía es una consecuencia del hecho de
participar en el misterio de la Encarnación:
"Por la encarnación mística, la cual todo Sacerdote debe tener muy honda, muy
íntima, muy familiar aunque respetuosa, puesto que en el altar la opera diariamente
en el sacrificio de la Misa. Ahí místicamente encarna el Verbo en cada hostia
consagrada que transforma por la transubstanciación de las especies en Jesús. Pero
como entonces, él es Jesús, queda la estela en su alma, la de esa encarnación que
el Sacerdote debiera guardar en su corazón... Encarna el Sacerdote a Jesús en la
hostia, mas como él se vuelve Jesús, se vuelve hostia, y al ofrecer la hostia al Padre,
transformado en Jesús, también es hostia, también es víctima" (CC. 50, 190).
"En razón del sacerdocio conferido y afirmado por el Espíritu Santo, reciben el poder
de concebir en cierto sentido al Verbo hecho carne en la Misa, en donde se renueva
mi Encarnación, Pasión y muerte" (CC. 50, 235).
"En el altar efectúa el sacerdote un facsímil de la Encarnación del Verbo" (Vida 5,
334; CC. 23, 217-227).
El ser y el obrar sacerdotal exige una vivencia consecuente. La participación en el
misterio de la Encarnación debe pasar a ser vivencial por una vida coherente de santidad:
"El reflejo de este misterio de la Encarnación, lo recibe diariamente en la Misa el Sacerdote
en su alma... Pero el alma del Sacerdote que abraza y cultiva con su correspondencia a la
gracia este don de Dios, es el más dispuesto a recibir y a ensanchar la gracia sin precio de
la encarnación mística en el alma, que es gracia sacerdotal en todas sus partes" (CC. 50,
192-193). Así se da una explicación del carácter sacerdotal: "Ante las miradas de mi Padre
existe en ellos el carácter imborrable, el sello santo que los consagró Míos" (CC. 49, 74).18
18
La explicación del teólogo M.J. Scheeben (1835-1888) sobre el carácter sacerdotal,
parte también del misterio de la Encarnación. Es una explicación que ayudaría a
comprender la "encarnación mística" de las confidencias de Conchita: "El misterio del
carácter sacramental empalma de un modo especial con el misterio de la Encarnación y de
16
Este tema es como el punto de partida para comprender la doctrina sacerdotal que
Conchita recibe del Señor. Ella misma lo manifiesta con cierto estupor y miedo, como
queriendo escapar de esas confidencias: "Y me fui, de miedo a que me fuera a hablar de
la encarnación mística... aquellas inmensidades divinas me aplastan. El me perdone" (CC.
50, 221). Jesús mismo le aclara las dudas:
"Señor: Pero si todos los Obispos y Sacerdotes tiene, por el hecho de ser
Sacerdotes, la encarnación mística, entonces ¿por qué me has dicho que es una
gracia escogida y especial para ciertos Sacerdotes? Mira, hija: el germen de esta
gracia insigne la tienen todos... al recibir en su ordenación el Soplo fecundo del
Espíritu Santo... Pero este germen, se desarrollará más y más por las gracias
especiales y gratuitas del Espíritu Santo" (CC. 50, 238-239).
En el altar, hija, se producen las dos cosas: que el Sacerdote encarna al Verbo
hecho hombre; es decir, que reproduce, en cierto sentido, el misterio de la
Encarnación, que atrae al Verbo hacia la tierra para hacerse hombre; y con el DiosHombre, se opera o produce el misterio de la transubstanciación. Mas, como el
reflejo de Dios es Dios mismo, el Verbo hecho carne, en el reflejo que produce en el
alma del Sacerdote, pasa a su corazón, obrando en cierto grado, la encarnación
mística en él" (CC. 50, 298-299).19
2.
Transformación en Cristo
Es una consecuencia del hecho de participar ontológicamente en el sacerdocio de
Cristo. La transformación del propio ser debe hacerse moral y vivencial, consciente y
responsable, con todas las consecuencias de santificación personal. La "encarnación
mística", aplicada al sacerdote, tiene dos aspectos: 1º) La gracia sacerdotal recibida en la
ordenación como "soplo fecundo del Espíritu Santo"; 2º) el desarrollo de esta gracia
("germen") a través de una fidelidad consecuente (cfr. CC. 50, 238-239).20
la prolongación de la misma en el misterio de la Iglesia"... "El sacerdocio ha de dar
nuevamente a luz a Cristo en el seno de la Iglesia, en la eucaristía y en el corazón de los
fieles mediante la virtud del Espíritu Santo que opera en la Iglesia, y de esta manera formar
orgánicamente el cuerpo místico, así como María, por virtud del Espíritu Santo, dio a luz al
Verbo en su propia humanidad y le dio su cuerpo verdadero" (M.J. SCHEEBEN, Los
Misterios del cristianismo, Barcelona, Herder 1953, VII).
19
Ver otros textos sobre la "encarnación mística" del sacerdote: CC. 50, 170-173. 190-
193.
20
La palabra "germen" o "fibra" (que aparece en los escritos de Conchita) puede
interpretarse a la luz de los textos bíblicos sobre nuestra participación en la vida divina: 1Pe
1, 4.23.
17
Muchas veces, en las confidencias de Jesús a Conchita, el Señor se identifica con
el sacerdote como su "otro yo": "El sacerdote que cumpla con su misión, será otro Yo" (Vida
6, 345-346; CC. 25, 259-265). "Identificado Conmigo es otro Yo! es decir, es entonces Yo
mismo al consagrar, en ese misterio de amor que se efectúa en la transubstanciación" (CC.
49, 181).
Esta transformación moral o espiritual se realiza bajo la acción y los dones del
Espíritu Santo:
"Y si los Sacerdotes deben ser otros Jesús, los Obispos con más deber, y con más
razón deben estar transformados e identificados Conmigo, pero con una
transformación tan íntima, tan real y tan profunda, que desaparecen en Mí, viviendo
y obrando y amando Yo en ellos, con el Espíritu Santo" (CC. 49 122).
"Porque no es el Sacerdote el que vive, sino Yo en él, con todas mis virtudes,
carismas y dones, y aún, esplendores eternos de la Trinidad, comunicados" (CC. 50,
204).
De esta transformación espiritual dependerá el fruto del trabajo apostólico:
"Sólo un Sacerdote, transformado en Mí, puede transformar a las almas; y a la
medida de su transformación en Mí, será la que reciban las almas" (CC. 50, 182).
"Yo en ellos quiero obrar, hablar, vivir y hacerme sensible a las almas... transformar
el mundo por la transformación perfecta de los sacerdotes en el gran Sacerdote, en
el único Sacerdote de donde todos proceden" (A mis sacerdotes 51).
"Las almas sacerdotales imprescindiblemente tienen que ser víctimas; tienen que
convertirse en don, ofreciéndose puras a mi Padre en mi unión, y entregándose
también en donación a las almas, como Yo" (A mis sacerdotes 55).
"Si mis sacerdotes son otros Yo, podrán también tomar la valiosa moneda de la
comunión de los santos... y así me ayudarán poderosamente a salvar a las almas"
(A mis sacerdotes 109).
Es transformación que abarca todos los momentos de la vida, como testimonio de
autenticidad, a modo de signo o transparencia de Jesús:
"Deben no sólo parecer Jesús, sino ser Jesús, solos o acompañados, en la calle y
en el Templo, en su ministerio o fuera de él" (CC. 49, 185).
"Sólo un Pastor Yo, puede crear en su Iglesia hijos Yo, porque sólo el transformado,
tiene virtud para transformar" (CC. 50, 244).
Las confidencias sobre los sacerdotes tienen como objetivo principal ayudarles a
vivir el misterio trinitario como transformación de vida. La unidad del corazón, como reflejo
de la Trinidad, será el fundamento de la unidad entre todos los sacerdotes: "Estas
Confidencias han tenido por objeto, unir a todos los Sacerdotes en la unidad de la Trinidad,
pero transformados en Mí; llevan el fin de hacer de todos ellos un solo Jesús; Yo en ellos;
18
no muchos Jesús, sino uno solo" (CC. 50, 292).21
La eucaristía es siempre el momento culminante de esta transformación: "Soy yo en
él quien mira al Padre, quien le da gracias anticipadas, por el misterio que se va a obrar en
el altar... siquiera entonces, esos momentos siquiera, que fueran ellos, Yo" (CC. 49, 32). "Al
consagrar, somos uno; él desaparece en Mí, y quedo Yo en él, como dos en uno" (CC. 49,
59). "Lo absorbo en mi Divinidad, y sin que lo sienta, lo transformo en Mí... no tan sólo para
ofrecerme a mi Padre, en el sacrificio del altar, sino también para darme a las almas" (CC.
49, 60). "Baja el Verbo al altar transformando al Sacerdote en Mí mismo; por eso lo mira el
Padre, le sonríe el Padre, lo envuelve el Padre con su Sombra" (CC. 50, 62).
El amor del Padre a los sacerdotes es la fuente de la transformación:
"Ya se recreaba desde aquella eternidad el Padre al ver a su Hijo amadísimo en los
sacerdotes, y por eso mismo los amaba" (A mis sacerdotes 34).
Entonces Cristo comunica sus amores a sus sacerdotes:
"Por eso amo tanto la gracia de la encarnación mística... quiero desarrollar esa
gracia en el corazón de los sacerdotes, para asegurar su fidelidad, su heroísmo y
sentir en ellos algo de las fibras fecundas del amor de mi Padre, cuya Paternidad
han recibido de El. Quiero con esa gracia infundirles - transformarles en Mí - mi amor
21
"Necesito otros Yo en la tierra, formando un solo Yo en mi Iglesia por su unidad de
miras, de intenciones y de ideales, formando un solo Cuerpo místico Conmigo, un solo
querer con la voluntad de mi Padre; una sola alma con el Espíritu Santo; una unidad en la
Trinidad, por deber, por justicia, por amor" (CC. 50, 102). Es frecuente encontrar textos
parecidos con matices diversos. La unidad entre los sacerdotes es una de las
preocupaciones de las confidencias: "Y el fin de la Iglesia en su parte íntrinseca, es formar
en la tierra un solo Jesús Salvador de las almas; un solo Sacerdote en el Sacerdote eterno,
por su unión, parecido e identificación con El" (CC. 50, 126). "Así, Yo en ellos y ellos en Mí,
glorificaremos al Padre en una sola alabanza; y con las almas, formaríamos esta unidad
perfecta en la Iglesia, y que debe honrar a la Trinidad" (CC. 50, 253). "Estas Confidencias
han tenido por objeto, unir a todos los Sacerdotes en la unidad de la Trinidad, pero
transformados en Mí; llevan el fin de hacer de todos ellos un solo Jesús; Yo en ellos; no
muchos Jesús, sino uno solo" (CC. 50, 292). "Quiero a todos mis Obispos y Sacerdotes
absorbidos en la unidad de la Trinidad, para que sean fecundos en las almas, para que
engendren en la Iglesia virgen, almas para el cielo" (CC. 50, 4). "El Padre, constantemente
está engendrando a su Verbo en Sí mismo, y obrando el misterio de la Trinidad... y
eternamente está complaciéndose en Sí mismo en su unidad de la Trinidad. Todo lo quiere
atraer a esa unidad; para esto formó su Iglesia única, en donde todas las almas deben
formar unidad en el Verbo, por el Espíritu Santo, y la misión del Sacerdote consiste en traer
a las almas a esa unidad" (CC. 50, 88).
19
a mi Padre, el amor de mi Padre a Mí" (A mis sacerdotes, 98). "Sentirán los pecados
ajenos con la delicadeza con que Yo los siento... transformación en mí... porque ese
dolor de las ofensas que recibo y que sentirán como propias, tiene una especial
virtud para alcanzar las gracias del cielo... Concluye el buscarse a sí mismos... No
le importan entonces al alma sus penas, sino las mías... Otros Yo, todos en Mí, que
sientan lo que Yo siento, que quieran lo que Yo quiero, que amen lo que Yo amo...
Sentirán como Yo, amarán como Yo y se perderán en la unidad como me pierdo Yo,
que sólo vivo de mi Padre, y en mi Padre, y en unión del Espíritu Santo" (A mis
sacerdotes 106).
3.
Prolongar la acción de Cristo
La acción del sacerdote se presenta siempre como identificación y prolongación de
la acción de Cristo Sacerdote, especialmente en la celebración eucarística (cfr. n. 6). Es allí
donde aparece más clara la identidad sacerdotal (n. 1) y la necesidad de transformación en
Cristo (n. 2). Toda la acción sacerdotal tiende a la salvación de las almas (cfr. n. 7), como
trasunto de la acción redentora de Cristo: "Otros Yo, que continuaran la misión que me trajo
a la tierra, y que fue llevar a mi Padre lo que de Él salió; almas que lo glorificaran
eternamente" (CC. 50, 200).
La predicación debe estar centrada en Cristo: "Que me prediquen a mí, el Verbo
hecho carne, crucificado" (CC 49, 224; cfr. 1Cor 1,23; 2,2). "La misión de los Sacerdotes es
sembrar mi doctrina; mover a arrepentimiento, ilustrar los espíritus, convertir las almas,
hacer reaccionar los corazones y no echar el anzuelo para sacar alabanzas... Debe buscar
no brillar, sino convertir; y sólo el que es santo, santifica. Para este ministerio (de la
predicación), necesita el sacerdote ser hombre de oración; porque para dar a las almas, es
preciso recibir de lo alto; y no se recibe, si no se ora, si no se es mortificado" (CC. 49, 221).
El servicio de los sacramentos requiere santidad de vida. El sacerdote es ministro
del perdón en nombre de Jesús (Vida 9, 363-364). "Todos mis Sacramentos purifican,
porque llevan algo divino; llevan mi Sangre... Los Sacerdotes que apliquen estos
sacramentos, deben estar sin mancha, porque... ponen mi sello divino en los corazones;
lavan con mi Sangre" (CC. 49, 171).
Esta acción pastoral debe ser trasunto del modo de actual del Señor, especialmente
en su cercanía a los pobres": "Yo vine a salvar a todos sin distinción: a pobres y a ricos, u
mi caridad prefirió a los menesterosos, a los desvalidos, a los pobres, y Yo mismo fui pobre
para atraerlos a Mí sin que se avergonzaran. Y si los sacerdotes tienen que ser Yo, la
misma caridad, abnegación y humildad tienen que tener, y el mismo sentir que Yo... Yo
amo mucho a los pobres; y falta en mi Viña, en mi Iglesia, quien los ame como Yo... Todas
son almas; todas me costaron la Sangre y la Vida" (A mis sacerdotes, 27).
20
4.
Amistad con Cristo
El amor profundo de Cristo a sus sacerdotes es un llamado a la unión con él,
traducida en amistad, en transformación y sintonía con sus amores (cfr. 1ª ponencia, 2, F).
Cuando se señalan defectos de los sacerdotes, siempre destaca la misericordia y el
ofrecimiento de un amor incondicional, personal y único. Muchas veces este tema se
expresa con la terminología del "Corazón" de Jesucristo: "Los sacerdotes son fibras de mi
Corazón, su esencia, sus mismos latidos" (A mis sacerdotes 33). "En ese costado abierto
por la lanza tuvieron su cuna los sacerdotes de la Iglesia" (ibídem 34). "Nada hay tan íntimo
a mi Corazón como los sacerdotes" (ibídem 120).
La expresión "mis sacerdotes" tiene un tono cariñoso y se repite con frecuencia: "Mis
sacerdotes... esos pedazos de mi mismo Corazón" (CC. 49, 151; cfr. A mis sacerdotes 72
y 98). Los sacerdotes son invitados a volver constantemente al amor de Cristo.
La vida sacerdotal recobra su sentido a partir de la declaración de amor por parte de
Cristo (cfr. Jn 15, 9). El amor que Cristo ofrece tiene sus raíces en el amor eterno de Dios:
"El amor forma a los Sacerdotes, que si fueron engendrados desde la eternidad en el
entendimiento del Padre, nacieron, hija, a impulso de los latidos amorosos y dolorosos de
mi Corazón en la Cruz, y consumados en su principio y en su fin por el amor" (CC. 49, 384).
Jesús continúa ofreciendo a sus sacerdotes un amor de amistad profunda. La
respuesta debe ser de confianza e intimidad: "Es preciso a toda costa, que los Sacerdotes
se acerquen a Mí en la intimidad de sus corazones. Díles que no teman, que... en Mí tienen
un hermano... una madre, un Padre, un Dios-hombre, que los ama con las entrañas más
tiernas... que quiere estrecharlos contra un Corazón que se dejó romper par que en él
cupieran todos los Sacerdotes, para transformarlos en Mí, su Jesús, todo misericordia y
bondad" (CC. 50, 315).
5.
Seguimiento e imitación de Cristo
La transformación en Jesús equivale a vivir en sintonía con su amor. Este amor es
exigente, pero hace posible la entrega: "¿Cómo se opera esta transformación
prácticamente? AMANDO: que del amor se deriva la generosidad, la abnegación, el olvido
propio, el sacrificio, el ardoroso celo por mi gloria, la fe, la esperanza, y el tener una sola
voluntad con la de mi Padre, por una entrega absoluta y total a todas sus disposiciones...
Que estudien, hija, a mi Corazón incomprensible, en donde caben todas las ingratitudes,
todas las lágrimas y dolores ajenos" (CC. 50, 339).
La existencia sacerdotal consiste en compartir la vida con Cristo, asumiendo todas
sus exigencias: "No me ofrezco en las Misas Yo solo, sino que Conmigo ofrezco a todos
los Sacerdotes del mundo, porque todos están en Mí, único Sacerdote, en razón de mi
Unidad. Desde que me encarné en María, desde que me puse a la disposición amorosa de
mi padre diciéndole: "Aquí estoy", no me puso a su disposición solo para cualquier sacrificio,
21
sino con todos los Sacerdotes en Mí" (CC. 51, 30). El seguimiento de Cristo comporta
inmolar a Cristo dejándose inmolar por él y con él (cfr. Vida 5, 221).
Este seguimiento evangélico del sacerdote equivale a unificar la propia voluntad con
la suya: "una entrega total y absoluta de la voluntad de los sacerdotes con la Mía" (CC. 50,
295). El seguimiento generoso y desprendido sólo se explica a partir del amor: "Su vocación
debe ser todo amor..., amor de generosidad para los sacrificios..., amor de unión.. y de
estrechamiento conmigo" (CC. 51, 5-7). Imitar a Cristo equivale a vivir en obediencia
continua a la voluntad del Padre (cfr. CC. 50, 200) y en pobreza (cfr. CC. 49, 281).
Nota característica del seguimiento evangélico sacerdotal es la imitación de Cristo
en su amor esponsal, es decir, en la castidad o celibato. En las confidencias a Conchita
esta virtud aparece como desposorio y fecundidad paterna:
"Es tan cándida mi Iglesia, que sólo la doy por Esposa a los que juran ser puros...
Esta es una de las razones principales por la que los sacerdotes no deben ser
casados, porque deben ser el reflejo del Padre virgen y cuya Paternidad
representan. Su fecundidad en las almas debe ser la misma del Padre con la que
engendró a su Verbo, con la santa y virgen fecundidad del Espíritu Santo, que
produjo en María al Verbo hecho hombre... Los sacerdotes son el lazo de unión que
une a los cristianos con Cristo; y son padres porque representan al Padre, par
producir en las almas la extensión del Verbo, la transformación en Mí" (A mis
sacerdotes 147).
La castidad sacerdotal es, pues, fecundidad apostólica, a imitación de la fecundidad
del Padre, para "formar a Jesús en las almas" (A mis sacerdotes 130). "Tienen los
Sacerdotes el deber de reflejar al Padre virgen, para poder cumplir con su purísima y
sagrada misión, de engendrar, a su vez, almas santas" CC. 50, 33). Es también
participación en los "desposorios" de Cristo con su Iglesia (A mis sacerdotes 84).
La virginidad o castidad evangélica, que debe adornar la vida del sacerdote, se
transforma en fecundidad a imitación de María Virgen y como prolongación de la fecundidad
del Padre al engendrar al Verbo en el amor del Espíritu Santo: "María recibió directamente
del Padre, por el Espíritu Santo, esta sublime y santísima fecundidad, nada menos que
dándole a su verbo, a la segunda Persona de la Santísima Trinidad, para hacerlo hombre
en su purísimo seno... Por eso la virginidad encanta al Padre, porque en ella se retrata; y
no hay en la tierra fecundidad más grande que l de las almas vírgenes, que reflejan en sí
mismas al Padre, y que copian... Ahora bien, si el Padre comunica a los sacerdotes su
fecundidad divina, deben ser luz, deben ser luz, porque han recibido, en el germen divino
de la fecundidad del Padre, su ser de luz, de virginidad, de limpidez, de pureza que los hará
verdaderos padres que tienen que engendrar en la Iglesia almas de luz, de claridad, de
pureza... Por eso, si los sacerdotes son padres, deben ser puros... deben ser el reflejo del
Hijo hecho hombre, puro con la fecundidad del Padre al engendrarlo, y puro al hacerse
hombre tomando la vida virgen en María Virgen" (A mis sacerdotes 132). La celebración
22
eucarística hace al sacerdote semejante a María Virgen (cfr. CC. 50, 152).
El seguimiento e imitación de Cristo tiene dimensión trinitaria y conlleva frutos de
fecundidad apostólica: "Al Padre, debe el Sacerdote imitarlo, siendo padre, en su purísima
fecundidad y caridad con las almas... Debe imitar al Hijo que soy Yo, el Verbo hecho
hombre, transformándose en Mí, que es más que imitarme, siendo otro Yo en la tierra, sólo
para glorificar al Padre en cada acto de su vida, y darle almas para el cielo. Y debe imitar
al Espíritu Santo, siendo amor, transfundiendo amor, enamorando a las almas del Amor"
(CC. 49, 377).
Esta vida evangélica hace del sacerdote una "hostia viviente":
"El Sacerdote debe ser una hostia viviente que me contenga; o más bien, una hostia
Yo, transformado en Mí. Y todos los Sacerdotes del mundo, formando un solo Jesús"
(CC. 50, 202).
"Pide, hija, porque los Sacerdotes sean Sacerdotes; víctimas con la Víctima, Yo, y
con las mismas cualidades de la Víctima" (CC. 49, 62).
6.
Una vida centrada en la Eucaristía
La identificación del sacerdote con Cristo se realiza de modo especial en la
celebración eucarística. Pero esta celebración debe hacerse consciente y coherente. La
"mirada" de gratitud y de amor de Cristo al Padre es la pauta de la vivencia eucarística del
sacerdote: "Soy yo en él quien mira al Padre, quien le da gracias anticipadas, por el misterio
que se va a obrar en el altar... siquiera entonces, esos momentos siquiera, que fueran ellos,
Yo" (CC. 19, 32).22
La celebración eucarística es fuente de vida espiritual y apostólica, como momento
culminante de identificación con Cristo. "En la Santa Misa... reciben destellos de mi mismo
Ser, que los purifica y fortifica" (Vida 7,53; CC. 25, 358-364).
El sacerdote, por el ministerio eucarístico, se hace instrumento de la Trinidad para
realizar la transubstanciación y para que Cristo se prolongue en las almas. Todo ello es
obra del Espíritu Santo. "Es la Persona del Amor, la que inspiró al Verbo hecho carne el
estupendo milagro eucarístico, para perpetuar de esta manera, con la fecundidad del Padre,
la encarnación en las almas... La Trinidad misma, por decirlo así, se pone a las órdenes del
sacerdote para realizar la transubstanciación eucarística" (A mis sacerdotes 140).
El misterio de la Encarnación se prolonga de algún modo por el ministerio eucarístico
22
Son muy sugestivos los textos en los que se habla de esta "mirada" de Cristo al Padre,
que deben imitar los sacerdotes. "Los Sacerdotes levantan su mirada a mi Padre... Ese
momento de la mirada a mi Padre es el más doloroso para Mí" (CC. 49, 28).
23
del sacerdote. Este es como "otra eucaristía ambulante" o "eucaristía viviente". Pero esto
exige una vida de coherencia con la eucaristía que se ha celebrado y una vida de unión
progresiva con Cristo. El sacerdote se hace entonces "todo para todos" (1Cor 9,22):
"Miren cuál fue el principal motivo de la Encarnación del Verbo: purificar al mundo y
perpetuar su estancia en él de dos maneras, en la Eucaristía y en el sacerdocio, que
es como otra eucaristía ambulante... perpetuarán, como la Eucaristía, en ellos
mismos, mi estancia en la tierra... eucaristías vivientes... No acaba la misión del
sacerdote en el altar, sino que ahí empieza, por decirlo así; ahí comienza la perfecta
unión con el Sacerdote eterno, que tiene que ir creciendo día por día, hora por hora
- por el amor y por el dolor - hasta la consumada transformación en Mí... Que refleje
a la Eucaristía en su alma, que se asemeje a Jesús en esa universal caridad, todo
para todos y dándose totalmente entero en el ejercicio santo de su apostolado en
favor de las almas" (A mis sacerdotes 112).
En la eucaristía aparece la relación del sacerdote con María. Es relación de
semejanza, por el hecho de hacer presente a Cristo por obra el Espíritu Santo: "María me
engendró en su virginal seno por medio del Espíritu Santo con la fecundación del Padre; y
el Sacerdote en la Misa reproduce este misterio sublime que se perpetuará en los altares
hasta el fin de los siglos. María Virgen, quiere sacerdotes vírgenes" (CC. 50, 152). Es
también relación filial, por la identificación con Cristo a modo de "encarnación mística":
"En razón del sacerdocio conferido y afirmado por el Espíritu Santo, reciben el poder
de concebir en cierto sentido al Verbo hecho carne en la Misa, en donde se renueva
mi Encarnación, Pasión y muerte" (CC. 50, 235).
"Al transformarse los Sacerdotes en Mí, en la Misa, pasan a ser más íntimamente,
más completamente... hijos de María Inmaculada, al ser Yo mismo en ellos... Y
María entonces tiene para ellos, toda la ternura que tuvo y que tiene para Conmigo,
porque ve, en cada Sacerdote, otro Yo, y los mira complacida, y los envuelve en su
calor, y los estrecha en su seno, y lo acaricia y los ama, porque me ve en ellos a Mí"
(CC. 49,90).23
A partir de la eucaristía, el sacerdote encuentra continuamente a Cristo presente en
toda su vida ministerial: "Vivo (dice el Señor en las confidencias) en constante roce con
ellos, no tan sólo en la Eucaristía, en unión más que íntima en los deberes de mi ministerio"
(CC. 50, 269).
7.
Al servicio de las almas
Como hemos ido viendo en los apartados anteriores, el amor de Cristo a su Padre,
a María, a la Iglesia y a los sacerdotes, se traduce en amor ardiente a la humanidad entera
23
Ver otros textos parecidos: CC. 50, 170-173, 190-193. 298-299.
24
(a "las almas"). La crucifixión de Cristo fue querida por el Padre por amor a las almas (cfr.
Vida 8, 7).
El objetivo del ministerio sacerdotal es el de "formar a Jesús en las almas, rasgo a
rasgo, en transformarlas en Mí" (A mis sacerdotes 130). Ahí radica la paternidad sacerdotal:
"Son padres porque representan al Padre, para producir en las almas la extensión del
Verbo, la transformación en Mí" (ibídem, 147).
El cuidado de las almas supone guiarlas por el camino de la perfección, como "vuelo
de espíritu": "No quiero almas paralizadas por el temor, sino confiadas por el amor. Ese
vuelo de espíritu quiero que mis Sacerdotes infiltren en las almas... mi yugo es suave" (CC.
50, 328). Para ello se requiere que el mismo sacerdote se transforme en Cristo: "A medida
de su transformación en Mí, será la mies que recojan, y no serán estériles, sino fecundos,
en gracia y en virtudes, dándole almas a mi Padre Celestial" (CC. 50, 396).
La figura del sembrador se aplica a la acción sacerdotal en bien de las almas, con
sus aspectos de paciencia y acompañamiento. Esta acción pastoral consiste en dar la
propia vida para transmitir una vida nueva en el Espíritu:
"El Sacerdote es sembrador, y su misión es arrojar la semilla en las almas,
preparadas con su trabajo y oración; regar esas almas, cultivarlas y presentarlas a
mi Padre como maduros frutos que a Él toca cosechar. Por eso los Sacerdotes, que
tienen la misión en la Iglesia de dar vida a las almas, y de formarlas para el cielo, de
infundirles lo divino..., más que nadie deben vivir unidos al Espíritu Santo" (CC. 50,
160-161).
El equilibrio entre acción y contemplación se encuentra en una entrega verdadera y
completa al bien de las almas: "Debe ser todo para las almas, sí; pero primero todo para
Mí, dando la primacía al trato Conmigo, salvo circunstancias de mayor gloria de Dios" (CC.
49, 183). "Las almas sacerdotales imprescindiblemente tienen que ser víctimas; tienen que
convertirse en don, ofreciéndose puras a mi Padre en mi unión, y entregándose también en
donación a las almas, como Yo" (A mis sacerdotes 54).
El cuidado de las almas consiste en una actitud de respeto y fidelidad al agente
principal que es el Espíritu Santo: "Y tocando este punto, hija, del Espíritu Santo, te diré que
lo contristan mis Sacerdotes muy frecuentemente en muchas cosas. En adelantarse en su
acción en las almas, abrogándose derechos que no tienen; en querer ser más que El, en
cierto sentido, no esperando que obre en los corazones; atropellando su acción...
disponiendo de los corazones" (CC. 49, 196).
El celo apostólico lleva a un sentido de totalidad: todas las almas, "muchas almas",
como el celo de Buen Pastor que no desmaya hasta encontrar a todas las ovejas: "Un
Sacerdote a quien anime el ardor amoroso del Espíritu Santo, no debe conformarse con un
puñado de almas, que lo rodean, sino lanzarse con santo pero discreto celo a salvar
25
muchas almas" (CC. 49, 245).
El no buscarse a sí mismo en el secreto de la acción pastoral, como la del Bautista:
"Que no aparezcan ellos, sino Yo en ellos, encantando a mi Padre y atrayendo las almas
hacia El para glorificarlo" (CC. 50, 287). La fecundidad apostólica es fruto de la virginidad:
"Tienen los Sacerdotes el deber de reflejar al Padre virgen, para poder cumplir con su
purísima y sagrada misión, de engendrar, a su vez, almas santas" (CC. 50, 33). "Yo al mirar
eternamente a un Sacerdote, vi en él a un escuadrón de almas, por él engendradas por la
fecundación del Padre, por él redimidas en unión de mis méritos" (CC 49, 338).
El servicio a las almas es una prolongación y comunicación de la vida trinitaria: "Al
Padre, debe el Sacerdote imitarlo, siendo padre, en su purísima fecundidad y caridad con
las almas... Debe imitar al Hijo que soy Yo, el Verbo hecho hombre, transformándose en
Mí, que es más que imitarme, siendo otro Yo en la tierra, sólo para glorificar al Padre en
cada acto de su vida, y darle almas para el cielo. Y debe imitar al Espíritu Santo, siendo
amor, transfundiendo amor, enamorando a las almas del Amor" (CC. 49, 377). Ello
dependerá de la propia sintonía y participación en la vida trinitaria: "Quiero a todos mis
Obispos y Sacerdotes absorbidos en la unidad de la Trinidad, para que sean fecundos en
las almas, para que engendren en la Iglesia virgen, almas para el cielo" (CC. 50, 4).
8.
El amor de María al sacerdote y de éste a María
El aspecto mariano de la espiritualidad sacerdotal es también una característica
clara del mensaje que Conchita trae a la Iglesia en torno a los sacerdotes. La doctrina sobre
la "encarnación mística" fundamenta el amor de maría al sacerdote y de éste a María. Por
una parte, los sacerdotes fueron "engendrados en el seno del Padre, (desde) de toda la
eternidad", cuando el Padre engendró al Verbo en el amor del Espíritu Santo (CC. 50, 170173; cfr. CC. 49, 339). Por otra parte, los sacerdotes fueron también engendrados en el
seno de María por su unión con el Verbo, hecho hombre, Cristo Sacerdote: "al engendrarme
el Padre en el seno purísimo de María, por obra del Espíritu Santo, engendró Conmigo en
Ella el germen de los Sacerdotes, en el Sacerdote eterno" (CC. 50, 170-173).
El amor materno de María a los sacerdotes procede de esta unión e identificación
con Cristo como "otros Jesús":
"Por eso María es más Madre de los Sacerdotes, por estar Conmigo, en su seno
inmaculado aquella fibra sacerdotal unida a mi naturaleza humana divinizada. Y por
eso María tiene mucho de sacerdote, y por eso María busca por justicia a su Jesús,
en cada Sacerdote, concebido Conmigo en su virginal seno, al encarnarse el Verbo
en sus entrañas purísimas" (CC. 50, 170-173).
"Tienen los Sacerdotes un sitio especial en el Corazón de María, y los latidos más
amorosos y maternales en Ella, después de consagarlos a Mí, son para los
Sacerdotes. Ellos son la parte predilecta y consentida de su alma, en el mundo" (CC.
50, 153).
26
"María es feliz cuando comunica a su Verbo hecho carne; y si, conjuntamente
concibió en su casto seno, al concebir a Jesús, en El, el germen sacerdotal, los
Sacerdotes son para Ella, otros Jesús, y más que nadie, quiere transformarlos en
Jesús, místicamente en sus almas" (CC. 50, 195).
"Como el Padre ama en mí, su Verbo humanado a todas las cosas..., así María; en
Mí, su Jesús divinizado y divino, ama a todos sus hijos, especialmente a los
Sacerdotes; y más ama a los que se asimilan a su Hijo divino; a los que llevan los
rasgos de su fisonomía más marcados, a la medida de su transformación en Mí"
(CC. 50, 149).
El amor del sacerdote a María consistirá en vivir la transformación en Cristo con su
ayuda y ejemplo: "María anhela verme a Mí en cada Sacerdote (como debiera ser) y no tan
sólo en el acto sublime de la Misa, sino siempre, siempre; y si los Sacerdotes la aman,
deben darle gusto reproduciendo ellos a los que más ama esa Madre incomparable: a Mí
en todos los actos de mi vida y de su vida" (CC. 50, 170). De este modo sabrán imitar el
amor de Jesús a su Madre y se fieles al encargo de Jesús de recibirla como Madre: "Los
sacerdotes deben amar a María con el mismo amor, con la misma ternura, respeto,
obediencia y fidelidad, gratitud y pureza con que Yo la amé... A María deben recurrir los
sacerdotes, y rogarle y suplicarle que los modele, rasgo por rasgo, conforme a su Hijo
Jesús... Al dejar Yo el mundo... le dejé a María, que me representaba en sus virtudes, en
sus ternuras, en su Corazón, eco fiel del Mío... En María se apoyaba la naciente Iglesia...
la protección de una Madre y que Ella fuera el conducto por donde pasar toda la gracia del
Divino Espíritu para las almas... al pie de la Cruz. Ahí pronunció María el segundo 'fíat' y
aceptó como hijos a la humanidad entera; pero, sobre todo, a los sacerdotes en San Juan"
(A mis sacerdotes 96).
Se recalca el paralelismo entre le Encarnación del Verbo en el seno virginal de María
y el ministerio eucarístico del sacerdote: "María me engendró en su virginal seno por medio
del Espíritu Santo con la fecundación del Padre; y el Sacerdote en la Misa reproduce este
misterio sublime que se perpetuará en los altares hasta el fin de los siglos. María Virgen,
quiere sacerdotes vírgenes" (CC. 50, 152).
La consecuencia de esta semejanza y relación con María será, por parte de los
sacerdotes, un sentido de maternidad y una exigencia de transformación en Cristo: "Cómo
los Sacerdotes deben pagar a María su ser de hijos, que los engendró a la vez que a Mí
me engendró... Si aman a su Madre María, no pueden obsequiarla con mayor presente,
que con su transformación en Mí" (CC. 50, 175). "Cada Obispo, cada Sacerdote, goza en
cierto grado y sentido, de la maternidad de María, de la Paternidad del Padre, del
asombroso prodigio, obrado por el amor, solo por el amor, del Espíritu Santo.
Así es que, todo Sacerdote reproduce a Cristo, lleva el reflejo de María más marcado que
nadie" (CC. 50, 236).
María se hace íntimamente presente y activa como Madre amorosa en la vida del
sacerdote:
27
"María debe ser la luz que los conduzca al Padre, a Mí, y al Espíritu Santo; María la
que los lleva a las almas, María su vida y la atmósfera que respiran; María su
consuelo, su descanso, su aliento, su Madre, en la que depositan, después de Mí,
sus dificultades, sus penas y sus lágrimas" (CC. 49, 155-156).
"Al transformarse los Sacerdotes en Mí, en la Misa, pasan a ser más íntimamente,
más completamente... hijos de María Inmaculada, al ser Yo mismo en ellos... Y
María entonces tiene para ellos, toda la ternura que tuvo y que tiene para Conmigo,
porque ve, en cada Sacerdote, otro Yo, y los mira complacida, y los envuelve en su
calor, y los estrecha en su seno, y lo acaricia y los ama, porque me ve en ellos a Mí"
(CC. 49, 90).
Es interesante atraer la atención sobre una faceta importante de esta dimensión
mariana del sacerdocio. Se trata de la asociación de María al sacrificio de Cristo (cfr. LG
58):
"María me ofreció al eterno Padre para ser crucificado y éste era su mayor tormento"
(Vida 6, 206; CC. 24, 124-129).
"Éste fue el papel de María, crucificarme" (Vida 6, 218; CC. 25, 138-141).
"María fue altar y víctima en mi unión y siempre me sacrificó" (Vida 6, 255; CC. 25,
175).
9.
Marcado con la cruz
La transformación en Cristo comporta correr su suerte de crucificado. Aunque la cruz
parezca que está ola, de hecho está siempre con Jesús (Vida 1, 218; 2, 76; 3, 70). Se trata
propiamente de la actitud inmolativa o victimal de Jesús, que ya comenzó en la Encarnación
(vida 4, 210; 6, 106; cfr. Heb 10, 5-7). Es el fuego que vino a traer el Señor a la tierra (Vida
3, 177-178.345). La cruz se identifica con el amor (Vida 6, 240). Jesús quiere compartir su
cruz con los sacerdotes y almas consagradas (Vida 1, 260; 4, 120). No se entiende el tema
de la cruz, si no es a partir del Corazón o de los amores de Cristo: "Mi Corazón y mi cruz
son inseparables" (Vida 2, 322; CC. 1, 446). Los sacerdotes "tuvieron su cuna" en el
costado de Cristo muerto en cruz (A mis sacerdotes 34).
El valor espiritual y apostólico de una vida sacerdotal dependerá de los quilates de
su crucifixión con Cristo (cfr. Gal 2,19). "Todo puede fracasar, menos un sacerdote
crucificado por mi amor en sus deberes..., en su intimidad Conmigo (olvidado de sí mismo),
en su esfuerzo para glorificar, en sí mismo y en las almas, a esa Trinidad inefable de donde
vino y a donde va" (A mis sacerdotes 34).
El sentido del dolor solamente se manifiesta compartiendo realmente la cruz de
Cristo (cfr. Salvifici Doloris 19-24). El mensaje cristiano de la cruz necesita sacerdotes
testigos de la cruz: "Si el Sacerdote tiene el deber de enamorar a las almas de Jesús
Crucificado, debe primero él crucificarse, porque sólo crucificándose puede apreciar el valor
28
del sacrificio y sus dulces consecuencias" (CC. 50, 144). La predicación tiene esta
orientación hacia la cruz (cfr. 1Cor 2,2): "Que se predique a Mí, el Verbo hecho carne,
crucificado" (CC. 49, 224).
La formación sacerdotal, ya desde el Seminario y Noviciado, debe estar marcada
por la cruz, sin ocultar los sacrificios de la vida ministerial: "Hay que hacerles ver claramente
los calvarios a los que van a subir por mi amor" (CC. 49, 226). "Y cómo anhelo, hija,
Sacerdotes según el ideal de mi Padre... Sacerdotes puros, dulces, santos y crucificados.
Obispos yo; seminaristas iniciados a ser Jesús. Todos enamorados como Yo del Padre y
de las almas; todos crucificados por el Padre y por las almas" (CC. 49, 272).
Sólo el apostolado sellado con la cruz no fracasa, a pesar de las apariencias:
"Pueden fracasar muchos apostolados, menos del de la Cruz que fue el Mío" (CC. 49, 335).
La "cruz" significa el amor de donación total, de Cristo y de sus sacerdotes. Por esto
toda la formación sacerdotal está orientada por el amor y por la cruz. El sacerdote ha nacido
del amor del Corazón de Cristo, muerto en cruz. "El amor forma a los Sacerdotes, que si
fueron engendrados desde la eternidad en el entendimiento del Padre, nacieron, hija, a
impulso de los latidos amorosos y dolorosos de mi Corazón en la Cruz, y consumados en
su principio y en su fin por el amor" (CC. 49, 364).
Al sacerdote se le puede definir por su relación con la cruz. Esta sería su identidad:
"Mis sacerdotes..., es decir, el grupo de mi Iglesia que debe tener la fisonomía y el corazón
mismo de su Rey crucificado por amor" (CC. 49, 336). Entonces el sacerdote prolonga y
complementa los sufrimientos de Cristo (cfr. Col 1,24): "Los dolores y los sufrimientos de
un Sacerdote transformado en Mí, son dolores y sufrimientos salvadores, porque están
unidos con los míos" (CC. 51, 13). Esta es la definición del sacerdote: "Sacerdote quiere
decir que se ofrece y ofrece, que se inmola e inmola" (CC. 50, 141). Así es "víctima con la
Víctima" (CC. 49, 62).24
Si el sacerdote vive crucificado, deja de lado sus intereses personales, ambiciones
y envidias: "Si todos forman una sola cruz, si son astillas de esa cruz, ¿qué más les da estar
arriba o abajo, si todos son mi cruz?" (CC. 50, 85).
10.
Amor a la Iglesia
El amor entrañable de Cristo a su Iglesia (cfr. 1ª ponencia, 2,E) debe ser también
vivencia profunda del sacerdote. Es un amor esponsal, de dar la vida por ella (cfr. Ef 5,2527) y, por tanto, de servirla sin servirse de ella para los propios intereses personalistas. "Al
darles mi Padre por el Espíritu Santo, a esa Esposa pura, santa e inmaculada, a la vez que
fecunda en su virginidad, sólo les pidió, para merecerla, el precio mismo que Yo di por Ella:
24
Ver otros textos sobre el tema "víctima": CC. 50, 202; 49, 62 y 216.
29
el poner todo mi amor y toda mi voluntad en la voluntad siempre amorosa de mi Padre...
Un sacerdote que posponga los intereses de la Iglesia por los del mundo, no ha
comprendido su vocación" (A mis sacerdotes 84).
La unión del sacerdote con Cristo, el Verbo Encarnado, hace partícipe de su
desposorio con la Iglesia (Vida 6, 344 y 346). La Iglesia, juntamente con sus sacerdote,
"fueron concebidos eternamente", cuando el Padre engendró al Verbo en el amor del
Espíritu Santo (cfr. CC. 49, 348). Por esto, los "amores" de Cristo son el Padre, María, los
sacerdotes, la Iglesia, las almas (cfr. CC. 49, 92). La Iglesia es la "Esposa muy amada del
Cordero" (CC. 49, 307).
La unidad entre los sacerdotes edifica la unidad de la Iglesia: "formando un solo Yo
en la Iglesia..., formando un solo Cuerpo Místico" (CC. 50, 102). Esta unidad es reflejo de
la unidad trinitaria (cfr. Jn 17, 21-23). "Así, Yo en ellos y ellos en Mí, glorificaremos al Padre
en una sola alabanza; y con las almas, formaríamos esta unidad perfecta en la Iglesia, y
que debe honrar a la Trinidad" (CC. 50, 253; cfr. 50, 4).
La misión del sacerdote en la Iglesia es la de "dar la vida a las almas..., de infundirles
lo divino" (CC. 49, 161). Precisamente por esto, los sacerdotes "más que nadie deben vivir
unidos al Espíritu Santo" (ibídem). La unión sacerdotal hace entrar a la humanidad en la
unidad de Dios Amor: "El Padre, constantemente está engendrando a su Verbo en Sí
mismo, y obrando el misterio de la Trinidad... y eternamente está complaciéndose en Sí
mismo en su unidad de la Trinidad. Todo lo quiere atraer a esa unidad; para esto formó su
Iglesia única, en donde todas las almas deben formar unidad en el Verbo, por el Espíritu
Santo, y la misión del Sacerdote consiste en traer a las almas a esa unidad" (CC. 50, 88;
cfr. encíclica Sollicitudo rei socialis 40).
La realidad materna de la Iglesia urge a los sacerdotes a tener "entrañas de madre"
para con todos y, de modo especial, "para con los pobres" (CC. 49, 281). El Verbo ha venido
al mundo para salvarlo por medio de la Iglesia (cfr. CC. 49, 307).
11.
Santidad y medios de santificación
El deseo más ardiente del Corazón de Cristo y el más frecuentemente manifestado
en las confidencias, es el de que sus sacerdotes sean santos: "Mi corazón desea con ardor
sacerdotes" (Vida 4, 115), santos en cuerpo y alma (Vida 5, 336 y 342); "mis sacerdotes...
esos pedazos de mi Corazón, que los quiero santos por el Espíritu Santo y María" (CC. 49,
151; cfr. CC. 49, 272); "¡Oh hija! ¡Cuánto ansío el perfecto reinado del Espíritu Santo en el
corazón de los míos" (CC. 50, 212). Y éste es también el deseo del Espíritu Santo para
poder actuar expeditamente en el mundo y en la Iglesia: "Necesito sacerdotes santos" (Vida
1, 271-272; CC. 6,110).
La santidad sacerdotal es una exigencia del amor y se debe expresar en una
transformación en Cristo para unirse a la Trinidad y para entregarse al celo de las almas:
30
"Ya verán si es mucho lo que a los sacerdotes les pido en la tierra. Apenas un deber de
gratitud y de amor. Celo ardiente por las almas... y la unificación con la Trinidad por su
perfecta transformación en Mí" (A mis sacerdotes 140). "Y en aquel espejo del Verbo,
iluminado, diré, por... el Espíritu Santo, sonreía el Padre al contemplar a sus Sacerdotes
santos, como nacidos, como transformados en lo que El más ama, en lo único que ama, en
el Verbo, en donde todas las cosas ama" (CC. 49, 349).
Medios imprescindibles de santidad sacerdotal son la fidelidad al Espíritu Santo y la
devoción mariana: "Para esto los poderosos e inefables medios son el Espíritu Santo y
María" (A mis sacerdotes 140). "Solo el Espíritu Santo hace santos a los sacerdotes... Sólo
El es capaz, con su soplo de impulsar a las almas sacerdotes a los heroico, a lo sublime de
su vocación" (CC. 50, 210).
La transformación del sacerdote con Cristo acontece principalmente en la eucaristía
celebrada con amor25 y en una acción apostólica que nazca del amor:
"Este es el gran secreto de las transformaciones en Mí; amar, ser amor para con
Dios y para con las almas por Dios" (A mis sacerdotes 146).
"No acaba la misión del sacerdote en el altar, sino que ahí empieza, por decirlo así;
ahí comienza la perfecta unión con el Sacerdote eterno, que tiene que ir creciendo
día por día, hora por hora - por el amor y por el dolor - hasta la consumada
transformación en Mí... Que refleje a la Eucaristía en su alma, que se asemeje a
Jesús en esa universal caridad, todo para todos y dándose totalmente entero en el
ejercicio santo de su apostolado en favor de las almas" (A mis sacerdotes 112).
La vida de oración es imprescindible y debe armonizarse con una entrega generosa
a la acción apostólica: "Debe ser todo para las almas, sí; pero primero todo para Mí, dando
la primacía al trato Conmigo, salvo circunstancias de mayor gloria de Dios" (CC. 49, 183).
La santidad sacerdotal es necesaria para que en la Iglesia se realice una gran
renovación, a modo de "nuevo Pentecostés": "Pide esta reacción, este nuevo Pentecostés,
que mis Iglesia necesita sacerdotes santos por el Espíritu Santo" (CC. 49, 250). Los males
de la humanidad son debidos, en gran parte, a la falta de santidad sacerdotal:
"Mira que el mundo se hunde porque faltan Sacerdotes santos que lo detengan; mira
que las almas se pierden por falta de Sacerdotes transformados en Mí" (CC. 50,
256).
"El mundo se desmorona... y sólo el Sacerdote santo, el Sacerdote Yo, el sacerdote
Salvador, el Sacerdote divinizado y transformado en Mí, puede salvarlo" (CC. 51,
26).
25
Ver más arriba, el n. 6 (una vida centrada en la Eucaristía) y n. 3 (prolongar la acción
de Cristo).
31
El fruto de esta santidad será la santificación y perfección de las almas para glorificar
al Padre: "Quiero Sacerdotes que me vean a Mí, y no se busquen a sí mismos... Quiero
reinar, hija, por mis Sacerdotes santos; quiero millones de almas que me amen, pero
atraídas por sus corazones puros, sin más interés que el de consolarme glorificando al
Padre y al Espíritu Santo. La gloria del Padre es mi mayor consuelo" (CC. 49, 273).
Encontramos una descripción detallada de la santidad sacerdotal: "El sacerdote que
corresponde a su vocación debe ser todo amor, y todo pureza... el amor divino por medio
del Espíritu Santo, y la pureza, por medio de María... Amor de celo, con las almas todas;
amor de generosidad para los sacrificios; amor de humildad para con Dios y para con las
almas; amor de unión, caridad universal, y olvido propio, y de estrechamiento Conmigo.
Amor al Padre, hasta llegar a amarlo con el mismo amor con que Él se ama, con el Espíritu
Santo" (CC. 51, 5-7).
Es santidad a modo de vida nueva en el Espíritu Santo: "He tocado el corazón del
Sacerdote en todas sus fibras principales, en estas amorosas Confidencias... abriendo ante
sus ojos, un horizonte de perfección... Un cristal debe ser el alma del Sacerdote, que refleja
al Espíritu Santo en todos sus actos; pero sobre todo, debe amarle con el mismo Espíritu
Santo" (CC. 50, 306-312). Debe llegar hasta las últimas etapas de la mística: "¡Qué deber
tienen los Sacerdotes de recorrer las etapas de la escala mística que los transforma en Mí!"
(CC. 49, 165).
El proceso de santidad sacerdotal tiene una etapa decisiva: los Seminarios. Se
necesitan "seminaristas iniciados a ser Jesús" (CC. 49, 272). Conchita aboga por una
atención privilegiada respecto a Seminarios y Noviciados: "Una vigilancia mayor en los
seminarios, en los cuerpos y en los espíritus, educando Sacerdotes dignos, ilustrados,
humildes, compasivos, y llenos de amor al Espíritu Santo y a María" (CC. 49, 268).
12.
Oración y sacrificio por la santificación de los sacerdotes
Desde las primeras confidencias, el Señor pidió a Conchita su oración e inmolación
por la santificación de los sacerdotes. Estamos en un aspecto clave de su carisma. Su
propio proceso de santificación influirá en la santificación de los ministros sagrados (Vida
9, 356-359 y 366; 10, 30).
El llamado de Jesús es claro y concreto: "Porque salvar almas de Sacerdotes, es el
mayor obsequio que se le puede hacer a mi Iglesia, y, por tanto, al Padre, al Espíritu Santo,
y a mi Corazón todo caridad" (CC. 49, 127). El Señor busca "almas sacerdotales" que
comprendan y vivan esta vocación.
El llamado se dirige de modo particular a Conchita y a las Obras de la Cruz: "Mi sed
de descanso en mis Obras de la Cruz, en tu corazón maternal" (CC. 49, 82). Cristo espera
de estas almas el mismo calor materno que encontró en María: "Pues esa ternura, derivada
de la de María, vengo a buscar en tu corazón de Madre, y en el corazón de los tuyos" (CC.
32
49, 95).
La vida de Conchita es una respuesta generosa al llamado del Señor para
sacrificarse por los sacerdotes: "Pues eso quiero, Jesús del alma... ¡Consolarte! y aquí
estoy, yo nada valgo, pero utiliza esa nada, rómpela y sacrifícala, de la manera que fuere
de tu agrado, si para algo sirve, en favor de esas amadas almas sacerdotales que tanto
quieres y que tanta gloria te han de dar" (CC. 50, 335).
Muchas "almas sacerdotales" se han ofrecido al Señor como víctimas para la
santificación de los sacerdotes: "Muchas víctimas en la tierra tienen su origen en mi amor
a los sacerdotes, porque las hago Yo víctimas y me valgo de ellas para salvarlos" (A mis
sacerdotes 95). Estas almas víctimas deben vivir en sintonía con Cristo: "Las almas de mis
sacerdotes se compran con la Sangre de mi Corazón, es decir, con sus espinas y sus
dolores íntimos, que son el precio de mis sacerdotes amados" (A mis sacerdotes 120).
Estas almas sacerdotales, que oran y se sacrifican por la santificación de los
sacerdotes, participan, de modo especial, en los amores sacerdotales de Cristo y colaboran
eficazmente en el ministerio sacerdotal. Gracias a ellas, han surgido muchas vocaciones y
han perseverado en su camino de generosidad y entrega (cfr. A mis sacerdotes 54 y 115).
A estas almas se refería Juan Pablo II en la homilía de la ordenación sacerdotal
celebrada en Durango: "En esta ordenación de sacerdotes, en la que estamos participando,
vislumbro la emoción de todos los presentes. Confluyendo sobre cada uno de estos
queridos candidatos al presbiterado, adivino -cual insondables torrentes de gracia- las
oraciones y los trabajos de tantos padres y madres, de tantos educadores, de tantas
personas consagradas, de tantos enfermos, de tanta gente sencilla, de tantos
bienhechores".26
A MIS SACERDOTES (frases que no leí en "Confidencias")
II
Estos son dos martirios de mi ternura, mi Padre y el hombre, Dios y su justicia. Amor
IV
Yo, el Verbo, víctima siempre en favor del mundo.
XXVII Yo vine a salvar a todos sin distinción: a pobres y a ricos, u mi caridad prefirió a los
menesterosos, a los desvalidos, a los pobres, y Yo mismo fui pobre para
atraerlos a Mí sin que se avergonzaran. Y si los sacerdotes tienen que ser
Yo, la misma caridad, abnegación y humildad tienen que tener, y el mismo
sentir que Yo... Yo amo mucho a los pobres; y falta en mi Viña, en mi Iglesia,
quien los ame como Yo... Todas son almas; todas me costaron la Sangre y
26
Juan Pablo II, Segunda visita pastoral a México, 1990, pp. 91-97.
33
la Vida. Pobres
XXXIII Cada sacerdote, eternamente concebido por el Padre, tiene una especie de eterna
generación unida al Verbo. Transformación
Id
Los sacerdotes son fibras de mi Corazón, su esencia, sus mismos latidos. Corazón
XXXIV Ya se recreaba desde aquella eternidad el Padre al ver a su Hijo amadísimo en los
sacerdotes, y por eso mismo los amaba. Amor (cf.Jn 17)
Id
Por eso valen tanto las almas, por venir de la Trinidad para volver a Ella y glorificarla
eternamente. Almas
Id
En ese costado abierto por la lanza tuvieron su cuna los sacerdotes de la Iglesia,
siglos antes anunciada, pero cuyo principio fue mi sacrificio de la Cruz, en lo alto del
Calvario, a la sombra de María. Corazón Iglesia María
Id
Todo puede fracasar, menos un sacerdote crucificado por mi amor en sus deberes...,
en su intimidad Conmigo (olvidado de sí mismo), en su esfuerzo para glorificar, en
sí mismo y en las almas, a esa Trinidad inefable de donde vino y a donde va. Cruz
Trinidad
XXXV El medio práctico para lograrlo es unificar todas las voluntades íntima y sinceramente
en mi voluntad, en donde reside la unidad.
LI
Yo en ellos quiero obrar, hablar, vivir y hacerme sensible a las almas... transformar
el mundo por la transformación perfecta de los sacerdotes en el gran Sacerdote,
en el único Sacerdote de donde todos proceden. Cristo Sacerdote
LIV
Las almas sacerdotales imprescindiblemente tienen que ser víctimas; tienen que
convertirse en don, ofreciéndose puras a mi Padre en mi unión, y entregándose
también en donación a las almas, como Yo. Víctima
LV
La identificación de ellos en Mí debe ser perfecta. Y ¿cómo? Por medio de su
transformación en Mí, por parecido interior con mi Madre de quien son hijos, más
que todos los hijos... María
Id
...la transformación en Mí... Aquí está también el secreto de la atracción del
sacerdote respecto a las almas.
LXV
El Padre se los dedicó eternamente al Espíritu Santo; porque yo, el Hijo, los
conquisté por mis infinitos méritos; porque el mismo Espíritu Santo, cuando encarnó
al Divino Verbo en María, se gozó también en divinizar la vocación sacerdotal con el
contacto del Verbo, el Sacerdote eterno, y puso en esa vocación una fibra de la
34
fecundación del Padre y un reflejo de la pureza de su Inmaculada Esposa, imagen
de la Iglesia. Cristo Sacerdote Espíritu Santo
Id
Nunca está sólo el sacerdote, sino que la Trinidad misma lo acompaña a todas
partes de una manera especial. Trinidad
LXXII Mis sacerdotes en la tierra, después de María, son la obra perfecta del Padre, por
ser reflejo de su Hijo único... El padre sólo ve un Sacerdote en la multitud de
sacerdotes; sólo me ve a Mí en los sacerdotes simplificados en Mí.
Transformación
LXXVII
Desde que encarné en María; desde que me puse a la disposición amorosa
de mi Padre, diciéndole: Aquí estoy; no me puse a su disposición solo, sino
con todos los sacerdotes en Mí, creados por mi Padre, por obra del Espíritu
Santo, en María... viendo a todos los sacerdotes en Mí, con ellos nací en
Belén, trabajé en Nazaret, convertí en Galilea, sufrí en Jerusalén, morí en el
Calvario y resucité... Siempre he llevado en mi Corazón esa fibra santa y
fecunda de mi Padre, mis sacerdotes... En mí están los sacerdotes
místicamente transformados desde que mi Padre ideó mi Iglesia, que fue
eternamente. El posó en mí su mirada de infinita ternura; y en esa mirada
eterna, que Yo vi y sentí, germinaron los sacerdotes en el Sacerdote eterno,
y desde entonces los amo en Mí mismo, como Dios; y al venir Conmigo, como
he explicado en la Encarnación, los amé y los amo como Dios hombre. Amor
Cristo Sacerdote Transformación Encarnación mística
LXXXIV
Al participar a mis amados sacerdotes los desposorios de mi Iglesia teniendo en cuenta su transformación en Mí -; al darles mi Padre por el
Espíritu Santo, a esa Esposa pura, santa e inmaculada, a la vez que fecunda
en su virginidad, sólo les pidió, para merecerla, el precio mismo que Yo di por
Ella: el poner todo mi amor y toda mi voluntad en la voluntad siempre amorosa
de mi Padre... Un sacerdote que posponga los intereses de la Iglesia por los
del mundo, no ha comprendido su vocación.
LXXXVII
Para darme mi Padre a la Iglesia como Esposa, primero me crucificó. En la
Cruz fueron mis desposorios con Ella... Ahí fueron también los desposorios
de los sacerdotes con la Iglesia... Desde la eternidad estaba destinada para
mis sacerdotes esa Esposa, la Iglesia, brotada de mi Corazón en la Cruz.
XCV Muchas víctimas en la tierra tienen su origen en mi amor a los sacerdotes, porque
las hago Yo víctimas y me valgo de ellas para salvarlos. Víctima
XCVI Desde aquel instante (Encarnación), la Madre Virgen... no ha cesado de ofrecerme
a El (al Padre) como Víctima que venía del cielo a salvar el mundo... Siempre María
me ofreció al Padre... Acabó la Encarnación real y siguió la encarnación mística
35
en su Corazón, para ofrecerme siempre al Padre y atraer las gracias sobre la Iglesia,
es decir, en favor de los sacerdotes, y por ellos, en favor de las almas.
XCVI Los sacerdotes deben amar a María con el mismo amor, con la misma ternura,
respeto, obediencia y fidelidad, gratitud y pureza con que Yo la amé... A María deben
recurrir los sacerdotes, y rogarle y suplicarle que los modele, rasgo por rasgo,
conforme a su Hijo Jesús... Al dejar Yo el mundo... le dejé a María, que me
representaba en sus virtudes, en sus ternuras, en su Corazón, eco fiel del Mío... En
María se apoyaba la naciente Iglesia... la protección de una Madre y que Ella fuera
el conducto por donde pasar toda la gracia del Divino Espíritu para las almas... al pie
de la Cruz. Ahí pronunció María el segundo 'fíat' y aceptó como hijos a la humanidad
entera; pero, sobre todo, a los sacerdotes en San Juan.
XCVIII ¿Cómo no pensar en dejarles a mis sacerdotes - después de dejarme a Mí mismo
en ellos - a los que más amaba, a lo que ellos debían más amar, al Corazón
más tierno y delicado y puro y santo en la tierra, a María, para que fuera su
consuelo, su sostén, su calor, su Madre, el canal mismo por donde les
vendrían todas las gracias?... vería en ellos no a otros, no a hombres solos,
sino a Mí en ellos.
Id
Y por eso mi Iglesia tiene calor; porque es Madre y porque tiene por Madre a María.
Por eso tiene Mediadora y en Ella un alma pura que suplique, alegre y consuele y
endulce los sacrificios y los calvarios de los sacerdotes... Después de Mí, María
debe ser todo para el sacerdote. Ella es la que prepara a las almas sacerdotales
para recibir la gracia sin precio de la transformación, que continuamente se opera
en el altar... Y así, formando los rasgos de Jesús, uno a uno, en el corazón de los
sacerdotes que presten a ello, le ayuda al Espíritu Santo con sus cuidados
maternales a la perfecta transformación en Mí... María es mártir del sacerdote, la
Madre del dolor... Por eso María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de
Madre, porque comunica a cada sacerdote el germen eterno del Padre que está en
el Verbo, y que por el Espíritu Santo se hace fecundo en cada alma sacerdotal, para
formar en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús
Sacerdote. No es María una Madre inactiva, no es sólo como una imagen a quien
se debe honrar; es una Madre, Madre activa y sin descanso... prestando
continuamente sus servicios a las almas, pero muy especialmente a las almas de
los sacerdotes. Encarnación Mística Cristo Sacerdote
Id
Por eso amo tanto la gracia de la encarnación mística... quiero desarrollar esa
gracia en el corazón de los sacerdotes, para asegurar su fidelidad, su heroísmo y
sentir en ellos algo de las fibras fecundas del amor de mi Padre, cuya Paternidad
han recibido de Él. Quiero con esa gracia infundirles - transformarles en Mí - mi
amor a mi Padre, el amor de mi Padre a Mí. Amores de Cristo
CVI
Sentirán los pecados ajenos con la delicadeza con que Yo los siento...
36
transformación en mí... porque ese dolor de las ofensas que recibo y que sentirán
como propias, tiene una especial virtud para alcanzar las gracias del cielo...
Concluye el buscarse a sí mismos... No le importan entonces al almas sus penas,
sino las mías... Otros Yo, todos en Mí, que sientan lo que Yo siento, que quieran lo
que Yo quiero, que amen lo que Yo amo... Sentirán como Yo, amarán como Yo y se
perderán en la unidad como me pierdo Yo, que sólo vivo de mi Padre, y en mi Padre,
y en unión del Espíritu Santo. Amores de Cristo
CIX
A todo se resisten los corazones menos al amor, porque llevan en ellos una fibra de
amor que responderá siempre, más o menos tarde, al Amor de un Dios: que todo lo
que puede ese Dios lo ha hecho para salvarlos... Si mis sacerdotes son otros Yo,
podrán también tomar la valiosa moneda de la comunión de los santos... y así me
ayudarán poderosamente a salvar a las almas.
CXII
Uno de los fines principales que persiguió el Verbo al hacerse hombre fue el de
formar, en El y con El, al sacerdote, haciéndole semejante a El... Miren cuál fue el
principal motivo de la Encarnación del Verbo: purificar al mundo y perpetuar su
estancia en él de dos maneras, en la Eucaristía y en el sacerdocio, que es como
otra eucaristía ambulante... perpetuarán, como la Eucaristía, en ellos mismos, mi
estancia en la tierra... eucaristías vivientes... No acaba la misión del sacerdote en
el altar, sino que ahí empieza, por decirlo así; ahí comienza la perfecta unión con el
Sacerdote eterno, que tiene que ir creciendo día por día, hora por hora - por el amor
y por el dolor - hasta la consumada transformación en Mí... Que refleje a la
Eucaristía en su alma, que se asemeje a Jesús en esa universal caridad, todo para
todos y dándose totalmente entero en el ejercicio santo de su apostolado en favor
de las almas.
CXV El Espíritu Santo busca… almas sacerdotales que se dilate y lo llamen, lo invoquen,
lo reciben, lo comunican, lo den; porque Él es el Don de Dios... el único capaz de
renovar almas y mundos... Él es la acción divina del sacerdote... [a] quien todo
deben... Sólo el Espíritu Santo hace un Jesús de cada alma y la simplifica en la
unidad.
CXX Las almas me costaron el precio de mi Sangre y sólo con ese precio se las puede
redimir, porque es la moneda con que se compran las gracias; y las almas de mis
sacerdotes se compran con la Sangre de mi Corazón, es decir, con sus espinas y
sus dolores íntimos, que son el precio de mis sacerdotes amados.
Id
... los dolores íntimos de mi Corazón... son el origen y la cuna del sacerdocio, y
serán siempre la fuente de las vocaciones... Nada hay tan íntimo en mi Corazón
como los sacerdotes...
Id
Allá eternamente sonrió el Padre en su mente divina al contemplar, extasiado en Sí
mismo y en sus perfecciones infinitas, un rasgo de El mismo en la tierra, unos seres
37
predilectos que lo prolongarían creados expresamente para su gloria.
Id
Por eso muy principalmente, el Verbo se hizo carne, como para formar en la tierra
esa legión santa de los sacerdotes, ideal del Padre, engendrados en su mente, frutos
del Espíritu Santo en su fruto Jesús, primer Sacerdote, formados y crecidos y
envueltos en mi Corazón de Hombre-Dios.
Ahí está su cuna, repito: engendrados en la mente del Padre, formados en Mí en el
seno de María - con la fibra sacerdotal del Padre en sus vocaciones - por el Espíritu
Santo.
CXXX La fecundidad del Padre nunca está ociosa; y como la fecundidad del sacerdote
procede del Padre, debe producir frutos para el cielo. Y ¿en qué consiste esta santa
fecundidad? En formar a Jesús en las almas, rasgo por rasgo, en transformarlas en
Mí... Todo lo divino que encierra la Iglesia se debe a la santa fecundidad del Padre,
fecundidad asombrosa que El ama y que, comunicándola a los sacerdotes, no quiere
verla inactiva y olvidada... Por eso mismo es tan indispensable la transformación de
los sacerdotes en Mí, y en cierto modo en la Trinidad, para ser padres, por la
fecundidad del Padre.
CXXXII
María recibió directamente del Padre, por el Espíritu Santo, esta sublime y
santísima fecundidad, nada menos que dándole a su verbo, a la segunda
Persona de la Santísima Trinidad, para hacerlo hombre en su purísimo
seno... Por eso la virginidad encanta al Padre, porque en ella se retrata; y
no hay en la tierra fecundidad más grande que l de las almas vírgenes, que
reflejan en sí mismas al Padre, y que copian... Ahora bien, si el Padre
comunica a los sacerdotes su fecundidad divina, deben ser luz, deben ser
luz, porque han recibido, en el germen divino de la fecundidad del Padre, su
ser de luz, de virginidad, de limpidez, de pureza que los hará verdaderos
padres que tienen que engendrar en la Iglesia almas de luz, de claridad, de
pureza... Por eso, si los sacerdotes son padres, deben ser puros... deben ser
el reflejo del Hijo hecho hombre, puro con la fecundidad del Padre al
engendrarlo, y puro al hacerse hombre tomando la vida virgen en María
Virgen.
CXXXIII
El Padre, por el Espíritu Santo, fecundó a María, y en ella Dios se hizo
hombre, el Verbo se hizo carne, para el dolor. Esa fue mi vida: inmolación
constante en la cual glorificaba a mi Padre y adoraba su fecundidad en Mí,
dolorosa en favor del mundo. Por eso el dolor santifica, el dolor salva, por la
virtud de la fecundidad divina en Mí... En el mundo de las almas el amor es
dolor, y el dolor es amor... Si los sacerdotes son Yo, si se transforman en Mí,
deben también emplear esa fecundidad en bien de las almas, deben amar el
dolor y sacrificarse de todas maneras siempre por la gloria del Padre en las
almas.
38
CXXXIV
El Espíritu Santo tuvo parte activa en la creación del mundo. Al Espíritu
Santo, que personifica al Amor, le fue dada la fecundidad realizada en
María... Con el soplo del Espíritu Santo, fundé a mi Iglesia en mis sacerdotes
amados; por eso la Iglesia también es fruto de amor, fecundación de amor en
sus sacerdotes.
Id
Por eso el Verbo se hizo carne, con el fin principal de la extensión o prolongación de
El mismo en sus sacerdotes, y por medio de sus sacerdotes, en las almas... El Padre
sólo busca a su Verbo en sus sacerdotes, en las almas y en todas las cosas creadas;
no conoce sino a su Verbo en ellas.
CXL
Es la Persona del Amor, la que inspiró al Verbo hecho carne el estupendo milagro
eucarístico, para perpetuar de esta manera, con la fecundidad del Padre, la
encarnación en las almas... La Trinidad misma, por decirlo así, se pone a las
órdenes del sacerdote para realizar la transubstanciación eucarística. Eucaristía
Id
Ya verán si es mucho lo que a los sacerdotes les pido en la tierra. Apenas un deber
de gratitud y de amor. Celo ardiente por las almas... y la unificación con la Trinidad
por su perfecta transformación en Mí. Para esto los poderosos e inefables medios
son el Espíritu Santo y María.
CXLVI Este es el gran secreto de las transformaciones en Mí; amar, ser amor para con
Dios y para con las almas por Dios.
CXLVII
Es tan cándida mi Iglesia, que sólo la doy por Esposa a los que juran ser
puros... Esta es una de las razones principales por la que los sacerdotes no
deben ser casados, porque deben ser el reflejo del Padre virgen y cuya
Paternidad representan. Su fecundidad en las almas debe ser la misma del
Padre con la que engendró a su Verbo, con la santa y virgen fecundidad del
Espíritu Santo, que produjo en María al Verbo hecho hombre... Los
sacerdotes son el lazo de unión que une a los cristianos con Cristo; y son
padres porque representan al Padre, por producir en las almas la extensión
del Verbo, la transformación en Mí... Castidad Virginidad
Tomo XLIX
15
Quiero amor en almas sacerdotales.
21
Quiero hacer de cada pecho un nido para el Espíritu Santo.
28
Los Sacerdotes levantan su mirada a mi Padre... Ese momento de la mirada a mi
Padre es el más doloroso para Mí.
39
30
Que esas miradas sean puras, sean castas, amorosas...
32
Soy yo en él quien mira al Padre, quien le da gracias anticipadas, por el misterio que
se va a obrar en el altar... siquiera entonces, esos momentos siquiera, que fueran
ellos, Yo. Transformación
35
(... yo... sólo sufría con El... Sus dolorosas confidencias hacían eco en lo más hondo
de mi alma)
52-53 Por qué no te has quejado antes..., ¿por qué no me dijiste antes esta pena, esto que
rompía tu Corazón? "Porque necesitaba un grado más del color de madre en
tu corazón"
59
Al consagrar, somos uno; él desaparece en Mí, y quedo Yo en él, como dos en uno.
Transformación
60
Lo absorbo en mi Divinidad, y sin que lo sienta, lo transformo en Mí... no tan sólo
para ofrecerme a mi Padre, en el sacrificio del altar, sino también para darme a las
almas. Transformación
62
Pide, hija, porque los Sacerdotes sean Sacerdotes; víctimas con la Víctima, Yo, y
con las mismas cualidades de la Víctima.
74
Ante las miradas de mi Padre existe en ellos el carácter imborrable, el sello santo
que los consagró Míos.
82
Mi sed de descanso en mis Obras de la Cruz, en tu corazón maternal.
90
Al transformarse los Sacerdotes en Mí, en la Misa, pasan a ser más íntimamente,
más completamente... hijos de María Inmaculada, al ser Yo mismo en ellos... Y
María entonces tiene para ellos, toda la ternura que tuvo y que tiene para Conmigo,
porque ve, en cada Sacerdote, otro Yo, y los mira complacida, y los envuelve en su
calor, y los estrecha en su seno, y lo acaricia y los ama, porque me ve en ellos a Mí.
92
Pues mi primer amor, después de mi Padre, es María, y después mis Sacerdotes,
mi Iglesia, y en ella las almas. Esos son mis amores, y en estos inmensos amores,
están también mis dolores.
95
Pues esa ternura maternal, derivada de la de María, vengo a buscar en tu corazón
de Madre, y en el corazón de los tuyos.
112
Un Sacerdote, ya no se pertenece, es otro Yo, y tiene que ser todo para todos, pero
santificándose primero, que nadie da lo que no tiene.
40
117
(Hoy no habló Jesús; sólo lo amé mucho, sólo sentía también su amor hacia mí)
122
Y si los Sacerdotes deben ser otros Jesús, los Obispos con más deber, y con más
razón deben estar transformados e identificados Conmigo, pero con una
transformación tan íntima, tan real y tan profunda, que desaparecen en Mí, viviendo
y obrando y amando Yo en ellos, con el Espíritu Santo. Transformación
127
... porque salvar almas de Sacerdotes, es el mayor obsequio que se le puede hacer
a mi Iglesia, y, por tanto, al Padre, al Espíritu Santo, y a mi Corazón todo caridad.
151
Mis Sacerdotes... esos pedazos de mi mismo Corazón, que los quiero santos por el
Espíritu Santo y por María.
155-156
María debe ser la luz que los conduzca al Padre, a Mí, y al Espíritu Santo;
María la que los lleva a las almas, María su vida y la atmósfera que respiran;
María su consuelo, su descanso, su aliento, su Madre, en la que depositan,
después de Mí, sus dificultades, sus penas y sus lágrimas.
161
...identificado Conmigo es otro Yo! es decir, es entonces Yo mismo al consagrar, en
ese misterio de amor que se efectúa en la transubstanciación. Eucaristía
Transformación
165
¡Qué deber tienen los Sacerdotes de recorrer las etapas de la escala mística que los
transforma en Mí! Transformación
171
Todos mis Sacramentos purifican, porque llevan algo divino; llevan mi Sangre... Los
Sacerdotes que apliquen estos sacramentos, deben estar sin mancha, porque...
ponen mi sello divino en los corazones; lavan con mi Sangre...
180
Más que padres, deben ser madres con entrañas de tales, para atraer, para
compartir las penas, para compadecer, perdonar y alentar. Paternidad
183
Debe ser todo para las almas, sí; pero primero todo para Mí, dando la primacía al
trato Conmigo, salvo circunstancias de mayor gloria de Dios. Oración
185
Deben no sólo parecer Jesús, sino ser Jesús, solos o acompañados, en la calle y en
el Templo, en su ministerio o fuera de él. Transformación
196
Y tocando este punto, hija, del Espíritu Santo, te diré que lo contristan mis
Sacerdotes muy frecuentemente en muchas cosas. En adelantarse en su acción en
las almas, abrogándose derechos que no tienen; en querer ser más que El, en cierto
sentido, no esperando que obre en los corazones; atropellando su acción...
disponiendo de los corazones...
41
216
Pasé por todo, con tal de que el hombre tuviera un Jesús-hostia, sacrificado por su
amor. Víctima
218
(Madre mía, Virgen santa, dame tu Corazón y sus latidos para saber amar a Jesús)
221
La misión de los Sacerdotes es sembrar mi doctrina; mover a arrepentimiento,
ilustrar los espíritus, convertir las almas, hacer reaccionar los corazones y no echar
el anzuelo para sacar alabanzas... Debe buscar no brillar, sino convertir; y sólo el
que es santo, santifica. Para este ministerio (de la predicación), necesita el sacerdote
ser hombre de oración; porque para dar a las almas, es preciso recibir de lo alto; y
no se recibe, si no se ora, si no se es mortificado.
223
Que no haya sermón, hija, en el que dejen de nombrar a María... Que enamoren a
los corazones del que es Amor, y tan poco conocido y tan menos predicado, del
Espíritu Santo.
224
Que me prediquen a Mí, el Verbo hecho carne, crucificado. Predicación Cruz
245
Un Sacerdote a quien anime el ardor amoroso del Espíritu Santo, no debe
conformarse con un puñado de almas, que lo rodean, sino lanzarse con santo pero
discreto celo a salvar muchas almas...
249
Así quiero Sacerdotes, hija, poseídos del Espíritu Santo, y olvidados de sí mismos,
todos para Dios, todos para las almas.
250
Pide esta reacción, este nuevo Pentecostés, que mi Iglesia necesita sacerdotes
santos por el Espíritu Santo.
266
(Seminarios y noviciados) Hay que hacerles ver claramente los calvarios a los que
van a subir por mi amor... Cruz
268
Una vigilancia mayor en los seminarios, en los cuerpos y en los espíritus, educando
Sacerdotes dignos, ilustrados, humildes, compasivos, y llenos de amor al Espíritu
Santo y a María.
272
Y cómo anhelo, hija, Sacerdotes según el ideal de mi Padre... Sacerdotes puros,
dulces, santos y crucificados. Obispos yo; seminaristas iniciados a ser Jesús. Todos
enamorados como Yo del Padre y de las almas; todos crucificados por el Padre y
por las almas. Cruz
273
Quiero Sacerdotes que me vean a Mí, y no se busquen a sí mismos... Quiero reinar,
hija, por mis Sacerdotes santos; quiero millones de almas que me amen, pero
atraídas por sus corazones puros, sin más interés que el de consolarme glorificando
al Padre y al Espíritu Santo. La gloria del Padre es mi mayor consuelo.
42
281
Mi Iglesia es madre, y sus Sacerdotes deben tener para con los pobres, entrañas
maternales.
307
Yo vine al mundo para salvarle por el divino medio de mi Iglesia, Esposa muy amada
del Cordero...
308-310
Yo, a tu modo de hablar, puse mis cinco sentidos en formar esa Iglesia
amada... En mi Iglesia tengo mi asiento en la tierra; en la Iglesia tiene sus
delicias un Dios humanado... Nada existe para Mí en la tierra más bello, que
mi Iglesia.
335
Pueden fracasar muchos apostolados, menos el de la Cruz que fue el Mío.
336
Mis Sacerdotes... es decir, el grupo de mi Iglesia que debe tener la fisonomía y el
corazón mismo de su Rey crucificado por amor. Transformación
338
Yo al mirar eternamente a un Sacerdote, vi en él a un escuadrón de almas, por él
engendradas por la fecundación del Padre, por él redimidas en unión de mis
méritos...
339
Cada Sacerdote, eternamente concebido por el Padre, tiene una especie de eterna
generación unida al Verbo... tiene algo de infinito procedente del Padre, y su
fecundidad comunicada que le dé almas.
348
Cuando el Padre engendró al Hijo en la eternidad sin principio, engendró con El, en
cierto sentido, a los Sacerdotes. De allá procede la generación espiritual, y en cierta
manera divina, del Sacerdote, en la del Sacerdote eterno, en el entendimiento, y en
e Corazón del Padre que es su voluntad, que es el Espíritu Santo... Del concurso del
Espíritu Santo en el Padre (aunque procede de él en aquel arrebato de inefable amor
al producir al Verbo, en todo igual a El) fueron concebidos eternamente la Iglesia y
sus futuros Sacerdotes. Trinidad
349
Y en aquel espejo del Verbo, iluminado, diré, por ... el Espíritu Santo, sonreía el
Padre al contemplar a sus Sacerdotes santos, como nacidos, como transformados
en lo que El más ama, en lo único que ama, en el Verbo, en donde todas las cosas
ama.
364
El amor forma a los Sacerdotes, que si fueron engendrados desde la eternidad en
el entendimiento del Padre, nacieron, hija, a impulso de los latidos amorosos y
dolorosos de mi Corazón en la Cruz, y consumados en su principio y en su fin por el
amor.
377
Al Padre, debe el Sacerdote imitarlo, siendo padre, en su purísima fecundidad y
43
caridad con las almas... Debe imitar al Hijo que soy Yo, el Verbo hecho hombre,
transformándose en Mí, que es más que imitarme, siendo otro Yo en la tierra, sólo
para glorificar al Padre en cada acto de su vida, y darle almas para el cielo. Y debe
imitar al Espíritu Santo, siendo amor, tranfundiendo amor, enamorando a las almas
del Amor. Trinidad Paternidad
Tomo L
4
Quiero a todos mis Obispos y Sacerdotes absorbidos en la unidad de la Trinidad,
para que sean fecundos en las almas, para que engendren en la Iglesia virgen,
almas para el cielo.
33
Tienen los Sacerdotes el deber de reflejar al Padre virgen, para poder cumplir con
su purísima y sagrada misión, de engendrar, a su vez, almas santas. Fecundidad
Paternidad
56
Quiero, hija, que mis Sacerdotes tengan en cuenta esta Sobra fecunda del Padre
que los envuelve desde la eternidad, para comunicarles el germen santo de la
fecundidad santa y virginal de la Trinidad. Espíritu Santo
57
Esa Sombra es Dios que los ama con toda la ternura del Espíritu Santo, y que los
mira siempre.
60
Las encarnaciones místicas, vienen también de esta Sombra divina, tan poco
meditada y agradecida; de la mirada fecunda del Padre que al posarse de esa
especial manera sacerdotal en el alma, le comunica a su Verbo, lo único que El
puede comunicar, por ser con El, una sola Divinidad. Como en María, se vale, diré,
del Espíritu Santo; pero la Sombra que proyecta el Espíritu Santo en el alma, es la
Sombra del Padre.
62
Baja el Verbo al altar transformando al Sacerdote en Mí mismo; por eso lo mira el
Padre, le sonríe el Padre, lo envuelve el Padre con su Sombra. Transformación
85
Si todos forman una sola cruz, si son astillas de esa cruz, ¿qué más les da estar
arriba o abajo, si todos son mi cruz? (contra envidia)
88
El Padre, constantemente está engendrando a su Verbo en Sí mismo, y obrando el
misterio de la Trinidad... y eternamente está complaciéndose en Sí mismo e su
unidad de la Trinidad. Todo lo quiere atraer a esa unidad; para esto formó su Iglesia
única, en donde todas las almas deben formar unidad en el Verbo, por el Espíritu
Santo, y la misión del Sacerdote consiste en traer a las almas a esa unidad.
(95 y 99: confesarse y tener director espiritual santo)
44
102
Necesito otros Yo en la tierra, formando un solo Yo en mi Iglesia por su unidad de
miras, de intenciones y de ideales, formando un solo Cuerpo místico Conmigo, un
solo querer con la voluntad de mi Padre; una sola; una sola alma con el Espíritu
Santo; una unidad en la Trinidad, por deber, por justicia, por amor. Unidad
126
Y el fin de la Iglesia en su parte íntrinseca, es formar en la tierra un solo Jesús
Salvador de las almas; un solo Sacerdote en el Sacerdote eterno, por su unión,
parecido e identificación con El. Unidad
141
Sacerdote quiere decir que se ofrece y ofrece, que se inmola e inmola. Víctima
144
Si el Sacerdote tiene el deber de enamorar a las almas de Jesús Crucificado, debe
primero él crucificarse, porque sólo crucificándose puede apreciar el valor del
sacrificio y sus dulces consecuencias. Cruz
149
Como el Padre ama en mí, su Verbo humanado a todas las cosas..., así María; en
Mí, su Jesús divinizado y divino, ama a todos sus hijos, especialmente a los
Sacerdotes; y más ama a los que se asimilan a su Hijo divino; a los que llevan los
rasgos de su fisonomía más marcados, a la medida de su transformación en Mí.
152
María me engendró en su virginal seno por medio del Espíritu Santo con la
fecundación del Padre; y el Sacerdote en la Misa reproduce este misterio sublime
que se perpetuará en los altares hasta el fin de los siglos. María Virgen, quiere
sacerdotes vírgenes... Eucaristía
153
Tienen los Sacerdotes un sitio especial en el Corazón de María, y los latidos más
amorosos y maternales en Ella, después de consagarlos a Mí, son para los
Sacerdotes. Ellos son la parte predilecta y consentida de su alma, en el mundo.
156
(Te he pedido muchas veces que te sacrifiques por ellos, que los recibas como tuyos,
por el reflejo de María en tí).
160
El Sacerdote es sembrador, y su misión es arrojar la semilla en las almas,
preparadas con su trabajo y oración; regar esas almas, cultivarlas y presentarlas a
mi Padre como maduros frutos que a El toca cosechar.
161
Por eso los Sacerdotes, que tienen la misión en la Iglesia de dar vida a las almas, y
de formarlas para el cielo, de infundirles lo divino..., más que nadie deben vivir unidos
al Espíritu Santo.
162
Sólo un Sacerdote, transformado en Mí, puede transformar a las almas; y a la
medida de su transformación en Mí, será la que reciban las almas.
45
170-173
María anhela verme a Mí en cada Sacerdote (como debiera ser) y no tan sólo
en el acto sublime de la Misa, sino siempre, siempre; y si los Sacerdotes la
aman, deben darle gusto reproduciendo ellos a los que más ama esa Madre
incomparable: a Mí en todos los actos de mi vida y de su vida.
Mira: Te voy a decir un secreto; y es que, al engendrarme el Padre en el seno
purísimo de María, por obra del Espíritu Santo, engendró Conmigo en Ella el
germen de los Sacerdotes, en el Sacerdote eterno; le comunicó una fibra
divina de la fecundación de los Sacerdotes futuros, angendrados en el seno
del Padre, de toda la eternidad.
Por eso María es más Madre de los Sacerdotes, por estar Conmigo, en su seno
inmaculado aquella fibra sacerdotal unida a mi naturaleza humana divinizada.
Y po reso María tiene mucho de sacerdote, y por eso María busca por justicia
a su Jesús, en cada Sacerdote, concebido Conmigo en su virginal seno, al
encarnarse el Verbo en sus entrañas purísimas...
Oye, y si los hijos deben parecerse a las madres, y gozar de sus prerrogativas, no
adivinas, hija, que los Sacerdotes deben ser también Marías, también
madres, y llevar en sus almas la encarnación mística del Verbo en su Madre,
y por esto el más estricto deber de parecerse a Mí, o más bien, de
transformase en Mí.
175-176
Cómo los Sacerdotes deben pagar a María su ser de hijos, qu elos engendró
a la vez que a Mí me engendró... Si aman a su Madre María, no pueden
obsequiarla con mayor presente, que con su transformación en Mí... Porque
eres madre con un reflejo de María, místicamente Mía y de mis Sacerdotes,...
al obrarse la encarnación mística en tu corazón, el Espíritu Santo, por la
fecundidad del Padre, puso en tu alma al Verbo, y con El, hija, también a sus
Sacerdotes.
181
Si los Sacerdotes fueran otros Yo, quedaría resuelto el problema de tantas cosas
qeu afligen a mi Iglesia.
188
A las almas Sacerdotales son a las que más amo en la tierra, por el reflejo que en sí
llevan de la fecundación de mi Padre; en El las amo, y por El las salvo. Ellas llevan
en sí el germen comunicado del cielo para reproducirme a Mí en las almas.
Fecundidad
190
Por la encarnación mística, la cual todo Sacerdote debe tener muy honda, muy
íntima, muy familiar aunque respetuosa, puesto que en el altar la opera diariamente
en el sacrificio de la Misa.
Ahí místicamente encarna el Verbo en cada hostia consagrada que transforma por
la transubstanciación de las especies en Jesús. Pero como entonces, él es Jesús,
queda la estela en su alma, la de esa encarnación que el Sacerdote debiera guardar
en su corazón... Encarna el Sacerdote a Jesús en la hostia, mas como él se vuelve
Jesus, se vuelve hostia, y al ofrecer la hostia al Padre, transformado en Jesús,
46
también es hostia, también es víctima... Eucaristía Transformación
192-193
El reflejo de este misterio de la Encarnación, lo recibe diariamente en la Misa
el Sacerdote en su alma... Pero el alma del Sacerdote que abraza y cultiva
con su correspondencia a la gracia este don de Dios, es el más dispuesto a
recibir y a ensanchar la gracia sin precio de la encarnación mística en el alma,
que es gracia sacerdotal en todas sus partes.
195
María es feliz cuando comunica a su Verbo hecho carne; y si, conjuntamente
concibió en su casto seno, al concebir a Jesús, en El, el germen sacerdotal, los
Sacerdotes son para Ella, otros Jesús, y más que nadie, quiere transformarlos en
Jesús, místicamente en sus almas. Transformación
200
... otros Yo, que continuaran la misión que me trajo a la tierra, y que fue llevar a mi
Padre lo que de El salió; almas que lo glorificaran eternamente.
Los Sacerdotes, por su origen divino, en el seno de mi Padre, y por su fraternidad
divina Conmigo en el seno de María, son mis consentidos en la tierra en la tierra, y
aún en el cielo.
202
El Sacerdote debe ser una hostia viviente que me contenga; o más bien, una hostia
Yo, transformado en Mí. Y todos los Sacerdotes del mundo, formando un solo Jesús.
Víctima Transformación
203
Conmigo, se transforma en la Trinidad, es decir, en la fecundación consumada del
Padre, en los sentimientos del Hijo, en la caridad incendiable del Espíritu Santo.
204
... porque no es el Sacerdote el que vive, sino Yo en él, con todas mis virtudes,
carismas y dones, y aún, esplendores eternos de la Trinidad, comunicados.
Transformación
210
Sólo el Espíritu Santo hace santos a los Sacerdotes;... Sólo El es capaz, con su
Soplo, de impulsar a las almas sacerdotales a lo heroico, a lo sublime de su
vocación.
212
¡Oh hija! ¡Cuánto ansío el perfecto reinado del Espíritu Santo en el corazón de los
míos!
221
(Y me fuí, de miedo a que me fuera a hablar de la encarnación mística... aquellas
inmensidades divinas me aplastan. El me perdone.
226
... Si los Sacerdotes se transformaran en Mí... brillaría el Sol de mi Iglesia.
235
... en razón deñ sacerdocio conferido y afirmado por el Espíritu Santo, reciben el
poder de concebir en cierto sentido al Verbo hecho carne en la Misa, en donde se
47
renueva mi Encarnación, Pasión y muerte. Eucaristía
236
Cada Obispo, cada Sacerdote, goza en cierto grado y sentido, de la maternidad de
María, de la Paternidad del Padre, del asombroso prodigio, obrado por el amor, solo
por el amor, del Espíritu Santo.
Así es que, todo Sacerdote reproduce a Cristo, lleva el reflejo de María más marcado
que nadie. Fecundidad
238
(Señor: Pero si todos los Obispos y Sacerdotes tiene, por el hecho de ser
Sacerdotes, la encarnación mística, entonces por qué me has dicho que es una
gracia escogida y especial para ciertos Sacerdotes?)
Mira, hija: elgermen de esta gracia insigne la tienen todos... al recibir en su
ordenación el Soplo fecundo del Espíritu Santo...
Pero este germen, se desarrollarámás y más por las gracias especiales y gratuitas
del Espíritu Santo.
239
242
(El Papa y los Obispos) Nadie más padre que ellos, pero también más madres que
ellos. Esa maternidad espiritual, derivada de la Paternidad divina, debe hacerlos
dulces, tiernos, amorosos para con sus hijos los Sacerdotes.
244
Sólo un Pastor Yo, puede crear en su Iglesia hijos Yo, porque sólo el transformado,
tiene virtud para transformar. Transformación
253
Así, Yo en ellos y ellos en Mí, glorificaremos al Pade en una sola alabanza; y con las
almas, formaríamos esta unidad perfecta en la Iglesia, y que debe honrar a la
Trinidad.
256
Mira que el mundo se hunde porque faltan Sacerdotes santos que lo detengan; mira
que las almas se pierden por falta de Sacerdotes transformados en Mí.
269
Vivo en constante roce con ellos, no tan solo en la Eucaristía, en unión más que
íntima en los deberes de su ministerio.
287
...que no aparezcan ellos, sino Yo en ellos, encantando a mi Padre y atrayendo las
almas hacia El para glorificarlo.
292
Estas Confidencias han tenido por objeto, unir a todos los Sacerdotes en la unidad
de la Trinidad, pero transformados en Mí; llevan el fin de hacer de todos ellos un solo
Jesús; Yo en ellos; no muchos Jesús, sino uno solo. Transformación
293
Volveré a la tierra más visiblemente, más sensiblemente en mis Sacerdotes que se
presten a esta reacción espiritual, y el mundo recibirá el impulso divino, y mi Iglesia
dará más frutos de vida eterna glorificando con esto a la Trinidad.
48
295
Con la cruz y con María, con mi Corazón y con el Espíritu Santo, ¿qué temer? ¡Valor
y confianza! y una entrega total y absoluta de la voluntad de los Sacerdotes
con la Mía.
298-9 En el altar, hija, se producen las dos cosas: que el Sacerdote encarna al Verbo
hecho hombre,; es decir, que reproduce, en cierto sentido, el misterio de la
Encarnación, que atrae al Verbo hacia la tierra para hacerse hombre; y con
el Dios-Hombre, se opera o produce el misterio de la transubstanciación.
Más, como el reflejo de Dios es Dios mismo, el Verbo hecho carne, en el
reflejo que produce en el alma del Sacerdote, pasa a su corazón, obrando en
cierto grado, la encarnación mística en él. Eucaristía
(Todavía no pasé a fichas)
L.299s Todos los misterios se reflejan en el corazón del Sacerdote, y aún, se producen en
él, a la hora de la Misa!... Participa del misterio de la Encarnación, de
muchos modos... y de otros misterios adherentes a Mí.
L.305 Nunca está solo el Sacerdote, sino que la Trinidad misma lo acompaña a todas
partes de una manera especial.
L.306s He tocado el corazón del Sacerdote en todas sus fibras principales, en estas
amorosas Confidencias... abriendo ante sus ojos, un horizonte de
perfección.
L.312 Un cristal debe ser el alma del Sacerdote, que refleja al Espíritu Santo en todos sus
actos; pero sobre todo, debe amarle con el mismo Espíritu Santo.
L.315s (contra la desconfianza) Es preciso a toda costa, que los Sacerdotes se acerquen
a Mí en la intimidad de sus corazones. Diles que no teman, que... en Mí tienen
un hermano... una madre, un Padre, un Dios-hombre, que los ama con las
entrañas más tiernas... que quiere estrecharlos contra un Corazón que se
dejó romper par que en él cupieran todos los Sacerdotes, para transformarlos
en Mí, su Jesús, todo misericordia y bondad.
L.328 No quiero almas paralizadas por el temor, sino confiadas por el amor. Ese vuelo de
espíritu quiero que mis Sacerdotes infiltren en las almas... mi yugo es suave...
L.335 (Pues eso quiero, Jesús del alma,,, ¡Consolarte! y aquí estoy, yo nada valgo, pero
utiliza esa nada, rómpela y sacrifícala, de la manera que fuere de tu agrado,
si para algo sirve, en favor de esas amadas almas sacerdotales que tanto
quieres y que tana gloria te han de dar.)
L.396 A medida de su transformación en Mí, será la mies que recojan, y no serán estériles,
sino fecundos, en gracia y en virtudes, dándole almas a mi Padre Celestial.
49
L.399 ¿Cómo se opera esta transformación prácticamente? AMANDO: que del amor se
deriva la generosidad, la abnegación, el olvido propio, el sacrificio, el ardoroso
celo por mi gloria, la fe, la esperanza, y el tener una sola voluntad con la de
mi Padre, por una entrega absoluta y total a todas sus disposiciones... Ques
estudien, hija, a mi Corazón incomprensible, en donde caben todas las
ingratitudes, todas ls lágrimas y dolores ajenos...
LI.5
El sacerdote que corresponde a su vocación debe ser todo amor, y todo pureza... el
amor divino por medio del Espíritu Santo, y la pureza, por medio de María...
LI 6-7 Amor de celo, con las almas todas; amor de genrosidad para los sacrificios; amor
de humildad para con Dios y para con las almas; amor de unión, caridad
universal, y olvido propio, y de estrechamiento Conmigo.
Amor al Padre, hasta llegar a amarlo con el mismo amor con que El se ama, con el
Espíritu Santo.
LI 13 Los dolores y los sufrimientos de un Sacerdote transformado en Mí, son dolores y
sufrimientos salvadores, porque están unidos con los míos.
LI 26 ... el mundo se desmorona... y sólo el Sacerdote santo, el Sacerdote Yo, el sacerdote
Salvador, el Sacerdote divinizado y transformado en Mí, puede salvarlo.
LI 30 No me ofrezco en las Misas Yo solo, sino que Conmigo ofrezco a todos los
Sacerdotes del mundo, porque todos están en Mí, único Sacerdote, en razón
de mi Unidad.
Desde que me encarné en María,desde que me puse a la disposición amorosa de
mi padre diciéndole: "Aquí estoy", no me puso a su disposición solo para
cualquier sacrificio, sino con todos los Sacerdotes en Mí... Cristo Sacerdote
LI 32 El (el Padre), con su mirada amorosa de infinita ternura, puso en Mí, su Verbo, su
inteligencia o entendimiento, su potencia, su amor; y en aquella mirada
eterna que yo comprendí y sentí, germinaron los Sacerdotes en el
Sacerdote... Mira, hija: Yo no puedo estar separado de lo que es Mío. Cristo
Sacerdote
COMO ES JESUS
RETRATO DE JESUS
Jesús no es conocido, por eso no es amado... Amor
¡Oh Padre Santo! Jesús Te amó sacrificándose ansioso de darte gloria, y mi alma
50
necesita, Padre mío, dártela también.
¡Oh María!... Que estas meditaciones de "Cómo es Jesús", escritas al calor de tu
Corazón de Madre, sirvan para darlo a conocer en su amor y en su dolor.
SU AMOR AL PADRE
(cita muchos pasajes evangélicos)
El Padre era su vida y en El se recreaba el Verbo hecho carne; era su pensamiento
constante, y en servirlo y en complacerlo encontraba Jesús todas sus delicias...
Jesús, bajo el impulso del Espíritu Santo, ordenaba todo al Padre en su vida mortal;
por eso la consumación de los misterios de Jesús fue su Ascensión al Padre. El se
ofreció por el Espíritu Santo en medio de inmensos dolores a su Padre celestial...
Muchas almas no amarán al Padre, pero Jesús amará por ellas...
Y ese amor de Jesús al Padre es un amor sacerdotal, esto es, un amor que
glorifica, un amor que se inmola, un amor que redime y salva; un amor que tuvo su
coronamiento en el Calvario y que se perpetúa en las Misas y en las almas...
A ejemplo de Jesús, amaremos al Padre por todas las almas que no lo aman...
Debemos sufrir siempre, porque debemos amar siempre. Debemos sufrir por todos,
porque debemos amar por todos.
SU AMOR AL ESPIRITU SANTO
El Espíritu Santo era la vida de Jesús, y no se movía sino bajo su moción divina.
SUS DOS AMORES
¡Su Padre y las almas! fueron la preocupación constante de Jesús, su pasión
dominante, por decirlo así, sus amores sublimes. Como olvidado siempre de Sí
mismo, cumplía primero que nada con la voluntad santísima de su Padre amado y
corría también tras la oveja descarriada hasta ponerla sobre sus hombros divinos
para devolverla a su Padre.
SUS SACERDOTES
Pudiera en cierto modo definirse así el sacerdote: El glorificador del Padre por el
sacrificio de Jesús bajo el impulso del Espíritu Santo.
SU AMOR A MARIA
(Como si hablara Jesús) En Ella deposité mis confidencias más íntimas y, absorta
en mis desahogos filiales, seguía una a una las palpitaciones de mi Corazón, mártir
de amor por los hombres, de mis dolores internos, de mi celo por la gloria de mi
Padre, de mis ansias de morir para dar la vida y con ella la eterna dicha de los
hombres.
51
BIBLIOGRAFIA
-
Confidencias a los sacerdotes. Cuenta de conciencia de Concepción Cabrera de
Armida, 23 de septiembre de 1927 al 28 de enero de 1931 ("manuscrito").
-
A mis sacerdotes. Edición privada, estrictamente reservada a los sacerdotes,
México, Edit. "La Cruz".
-
CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Cómo es Jesús, Meditaciones, México,
Edit. "La Cruz".
-
M.M. PHILIPON, Diario espiritual de una madre de familia, Concepción Cabrera de
Armida, Bilbao, Declée de Brouwer 1987 (sexta edición)
pág. 128: (últimos días de su vida). Su oración se refugiaba en la oración de Cristo
en Gethsemaní. Comulgaba con los sentimientos del Crucificado,
abandonado por su Padre. Para ella, su Jesús tan amado había desaparecido
totalmente: "Es como si nunca nos hubiéramos conocido", repetía a sus
íntimos.
pág. 126: se fue identificando cada vez más a los sufrimientos íntimos del Corazón
de Jesús y a su abandono en la Cruz.
-
CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Cartas al Padre Félix de Jesús Rougier y
a Misioneros del Espíritu Santo, México, Edic. Cimiento 1989.
(carta n. 2 al P. Félix, 1903?): "Ser santo, es ser apóstol, como Jesús lo fue, de cinco
maneras: Por su silencio, por sus ejemplos, por sus palabras, derramando su
sangre, dando la vida por los hombres." (pp. 15-18 del libro)
-
SACRA CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Mexicana, Beatificationis et
Canonizationis servae Dei Mariae a Conceptione Cabrera Vid. Armida.
Iudicium prioris theologi censoris: "Ep. Martínez qui legit "confidencias", notat quam
magnum bonum sit hoc scriptum pro animis et vult ut edantur tales quales
quia dictis Christi nihil addi nihil subtrahi potest" (p.336)
(ibidem cita a Mons. Martínez: "Las confidencias están haciendo mucho bien... Las
Confidencias de Jesús deben quedar tales cuales El las ha comunicado. Y si
Vd. muere de vergüenza, ya tendremos cuidado en enterrarla") (!!!)
-
CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Vida, t. I-X, México, Religiosas de la Cruz,
1990.