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29. JESÚS EN CASA DEL FARISEO 103 venite ET vide 2 venite ET vide 2 Josep Maria Torras 104 Uno de los fariseos le rogaba que comiera con él; y entrando en casa del fariseo se recostó en la mesa. (Lc 7,36) Hace tiempo que quiere salir del agujero en el que se encuentra atrapada. Muchas son las lágrimas que ha derramado en su soledad. Desea volver a aquella pureza e inocencia que, en su infancia, la llevaba a gozar de las cosas pequeñas y sencillas. Recuperar la risa sonora y limpia que llenaba los días de su niñez. Quiere romper cadenas pesadísimas que no la dejan volar y mirar con ojos limpios el cielo azul. Quiere encontrar un amor auténtico que la haga dichosa y que llene de sentido su vida y de gozo su corazón. Ansía el perdón de Dios. Buscaba un amor, pero se tropezó con amoríos. Lo que prometía felicidad se convirtió en amargura. La pasión, la necesidad, la búsqueda ciega del amor la hizo caer por una pendiente terrible que la ha llevado a un pozo profundo del que no sabe cómo salir. No encuentra a nadie que la ayude a recomenzar una vida nueva. Además, la vergüenza le impide pedir ayuda y volver a Dios. El Rabbí, Jesús de Nazaret, es huésped de un miembro importante de la secta de los fariseos. A los ojos de estos hombres, tan celosos de la Ley, ella es una desgraciada, una impura, una meditaciones venite ET vide 2 pecadora. A sus ojos es un animal despreciable, como uno de esos cerdos que tienen prohibido comer, un cadáver viviente. Ella ha sido juzgada por ellos y, según ellos, repudiada por Dios, porque es una pecadora pública. Pero en su corazón hay una lucecita de esperanza. No ha olvidado el viejo salmo de David, que reza con frecuencia. Esa oración expresa el dolor del rey ante su pecado y para ella es una manera de extender la mano, pidiendo Misericordia: «Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad; según tu inmensa compasión, borra mi delito. Lávame por completo de mi culpa y purifícame de mi pecado, pues yo reconozco mi delito y mi pecado está de continuo ante mí. Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo que es malo a tus ojos.» (Sal 51,36) Ha oído hablar del Rabbí Jesús. Han llegado a sus oídos cosas maravillosas que se dicen de Él. Comentan que hace prodigios, que no desprecia a nadie, que sus enseñanzas son sencillas y a la vez llegan al alma empapándola como el rocío de la mañana. Algunos incluso dicen que es el Mesías de Dios, el Esperado, el Hijo de David. Pero lo más maravilloso es que con 105 venite ET vide 2 Josep Maria Torras 106 frecuencia repite a los que se acercan a Él: -Tus pecados te son perdonados. Vete en paz. La paz. Hace mucho tiempo que no está en paz ni consigo misma, ni con Dios, ni con nadie. Si pudiera volver a empezar, si fuera capaz de atreverse… Pero ¿qué podría hacer para no ser rechazada?, ¿cómo conseguir que el Maestro la perdonara?, ¿cómo podría exponer su pecado, si se moría de vergüenza y tristeza? Y ahora el Señor estaba muy cerca, en casa de uno de aquellos fariseos que la miran con desprecio y asco… Y entonces una mujer pecadora que había en la ciudad, al enterarse de que estaba recostado en la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume, y por detrás se puso a sus pies llorando; y comenzó a bañarle los pies con sus lágrimas, y los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con perfume. (Lc 7,37-38) Un frasco de alabastro. En él pondría su mejor perfume. Se lo entregaría a Jesús. Nadie podría detenerla. Como un ciclón imparable entra en la casa. Ella lo reconoce al instante. No hay dudas de quién es Jesús. Y entonces, en su corazón, se da cuenta de quién es realmente Él. Sólo Él la puede perdonar. En el Rabbí de Nazaret reconoce meditaciones venite ET vide 2 al Mesías. Temblando y llorando, se pone de rodillas, sus lágrimas caen abundantes sobre los pies del Maestro, su linda y larga cabellera se los seca, y sus finas manos cogen el precioso perfume para ungir los pies del Señor. Sus labios besan los pies del Maestro y su corazón se siente feliz y libre, igual que cuando era una niña inocente. Para ella todo ha desaparecido. Tan sólo ella y Jesús. Al ver esto el fariseo que le había invitado, se decía: «Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es una pecadora.» (Lc 7,39) Jesús, me siento más pecador que esta pobre mujer. Porque yo, a pesar de conocerte, te he ofendido muchas veces. Ella al verte se convierte y aprende a amarte con todas sus fuerzas. Te muestra su amor con pinceladas de cariño, te trata lo mejor que puede, dándote su pena, su dolor…, confiando totalmente en Ti. Hoy aprendo de ella a demostrarte mi amor con detalles pequeños, a no tratarte de cualquier manera -por cumplir- sino a poner amor en lo que hago: al asistir a la Santa Misa, en el rezo de las oraciones diarias, al saludar una imagen tuya o de tu Madre y sobre todo al recibirte en el Pan de la Eucaristía. Es en la Comunión donde puedo, de una manera más íntima, besar tus pies, ungírtelos con mi amor, 107 venite ET vide 2 Josep Maria Torras 108 llorar mis miserias y abandonarme en Ti. Es con amor como podré alcanzar la limpieza de mi sucio corazón. «Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Aquél a quien menos se perdona menos ama.» Entonces le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» (Lc 7,47-49) «Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios mío, infinitamente amable, y prefiero morir amándote que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Dios mío, y sólo deseo ir al Cielo para tener la felicidad de amarte perfectamente. Te amo, Dios mío, y sólo temo el infierno porque en él no existirá nunca el consuelo de amarte. Dios mío, si mi lengua no puede decir en todo momento que te amo, al menos quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro. ¡Ah! Dame la gracia de sufrir amándote, de amarte en el sufrimiento y de expirar un día amándote y sintiendo que te amo. A medida que me voy acercando al final de mi vida, te pido que vayas aumentando y perfeccionando mi amor. Amén.» (Acto de Amor a Dios, del Santo Cura de Ars)