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TIEMPO NAVIDAD
Día 3 enero
LECTURA:
“Juan 1, 29-34”
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de
mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo
conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo
como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar
con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el
que ha de bautizar con Espíritu Santo."
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
MEDITACIÓN:
“Éste es el Cordero de Dios”
Juan se sigue asomando a nuestras lecturas para ir perfilando la persona de Jesús,
al mismo ritmo que a él se le va perfilando y manifestando. Como testigo se presentó y
como testigo sigue acercándonos y abriéndonos al misterio de este Dios que se nos va
revelando íntimo, cercano, caminando como uno más en medio de nuestra historia, pero
al que, al mismo tiempo, se le puede ir descubriendo, no sólo externamente sino en su
realidad profunda.
La voz que clama en el desierto, la voz de Juan, que empezaba a llamarnos a
allanar los caminos del que debía venir, sigue allanándonos el acceso a él, y nos va a ir
marcando lo que tal vez sin ser consciente del todo, pero que él va descubriendo en su
apertura al misterio del amor de Dios, aprende, y así nos lo va a presentar con esa figura
que es la que Jesús asumirá rompiendo los esquemas de quien esperaba un Mesías
guerrero, identificándolo con el Cordero llevado al matadero que anunciaba la figura del
siervo de Yahvé
.
Hay mucho fondo histórico para ese pueblo y de esperanza en esas imágenes que
a nosotros tal vez nos quedan lejanas o en todo caso con sones poéticos o dramáticos.
Tampoco tenemos por qué encajarlos tal cual, porque estamos insertos en otra
sensibilidad. Pero hay algo que sí podemos entender y que, además, estamos llamados a
acoger e incluso a asumir en nuestras propias personas.
Y lo más significativo en ese cruce de imágenes, es que Jesús, el Mesías, el Hijo
de Dios que nos viene, que se ha encarnado, no llega a nosotros amenazante, como así
resonaba la primera voz del propio Bautista. Jesús no viene con la amenaza del lobo, no
viene a despedazar nada ni a nadie. Viene con un mensaje de paz, de amor, de
reconciliación, de humanidad, por parte de Dios. Si le podemos poner una imagen es la
del cordero. La del cordero que no tiene capacidad de quitar la vida de nadie, en todo
caso tiene la debilidad de aquel a quien pueden quitarle la vida a él con facilidad.
Pero eso no significa que viene sin fuerza. No viene a doblegarse, porque si algo
pretende es que todos, absolutamente todos, pueden vivir de pie, con la cabeza
levantada, con la dignidad de hijos de Dios. Y eso lo llevará, lo gritará, con los gestos de
su propia vida y de su cercanía al hombre atropellado por la vida y, sobre todo, por el
propio hombre. Es un Cordero que inquietará tanto que tendrán que quitarlo de en medio.
Y hoy, la fuerza de este Cordero de Dios, sigue inquietando y molestando con su
palabra de paz y de amor; con su llamada a respetar la dignidad de todo ser humano,
criatura de Dios aún en medio de su pecado, pero con capacidad de que su corazón
pueda dar un vuelco en algún momento de su vida, para convertir en corazón de carne
ese corazón de piedra que nos empeñamos en cultivar y manifestar.
Y nosotros, como Juan, llamados a ser testigos. Testigos de una experiencia
profunda a la que estamos llamados a abrirnos, a adentrarnos, a dejarnos quemar desde
dentro por la llama de su amor prendida en nuestro interior. Sencillos como palomas y
corderos, pero sagaces como serpientes para no dejarnos vencer ni por el desánimo ni
por la fuerza del mal. Él, el Cordero de Dios camina con nosotros.
ORACIÓN:
“Mi grano de arena”
Señor, tenemos el riesgo en hacernos todos un tanto lobos y, de hecho, estamos
creando una especie de sensación y de distancia porque ya no se puede confiar en nadie.
Hacemos tan mal las cosas que parece que estamos distorsionando la historia y la propia
grandeza del ser humano que parecemos empeñados en reducir a su mínima expresión.
Sé que no te pilla de sorpresa porque tú lo palpaste en tu carne, y qué poco hemos
cambiado. Miramos complacidos nuestros avances, pero asistimos con una impotencia
tremenda a esta especie de pérdida de conciencia de lo que es un ser humano, de lo que
es un hombre y una mujer. Señor, hemos hablado de anhelos de esperanza al comenzar
un nuevo año. Sabemos que la realidad es lenta en su transformación, también en mi
propia vida, pero ayúdame a seguir aportando mi grano de arena y de vida en este
empeño tuyo. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Hacen falta corderos”
Sobran lobos, Señor,
hacen falta corderos,
pero no fuera, sino
en mi propio corazón.
Sobra la agresividad
del que se siente vacío
y no le queda más que eso,
el dolor desbordado de su nada;
y nos falta paz.
La paz que tapamos
con nuestros miedos
y con nuestros engaños.
La paz que sembrada en mí
sigue pujando por salir.