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TEMA 10.- CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
DOCUMENTO DE APOYO
¿Qué quiere decir la Iglesia cuando confiesa: “Creo en el Espíritu
Santo?
Creer en el Espíritu Santo es profesar la fe en la tercera Persona de la Santísima
Trinidad, que procede del Padre y del Hijo y «que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria». El Espíritu Santo «ha sido enviado a nuestros
corazones» (Ga 4, 6), a fin de que recibamos la nueva vida de hijos de Dios.
(Compendio nº 136)
Los cristianos somos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo» (Mt 28,19). Creemos en un Dios que es misterio de Amor porque es comunión
de vida de tres personas: el PADRE que, desde toda la eternidad, engendra al Hijo y se
da totalmente a él; el HIJO que recibe todo su ser del Padre, es su imagen y se entrega
totalmente a aquél de quien recibe el ser; el ESPÍRITU SANTO que procede de la
donación mutua de ambos y es su amor personificado. Creemos, pues, en un Dios
único, pero no solitario; en un solo Dios, pero cuya vida íntima es tan rica que está
constituida por tres personas realmente distintas entre sí.
Y esto que es Dios por dentro, se refleja en todo lo que hace hacia fuera. Toda obra de
Dios es a la vez obra común de las tres Personas y específica de cada una de ellas.
Y así el Padre es el que tiene siempre la iniciativa. El Hijo consiente, es decir, quiere
junto al Padre ser aquél en el cual y por el cual se realiza el proyecto del Padre. Y el
Espíritu Santo es el que nos libera de los límites de la finitud y nos hace capaces de
Dios. Todo, pues, tiene su origen en el Padre, cuya intención es comunicarnos su vida;
el Hijo se ofrece para realizar ese proyecto; y el Espíritu, por su parte, hace que la obra
del Hijo se haga experiencia e historia.
San Atanasio de Alejandría explica esta acción triple a través de dos metáforas
bellísimas. Si comparamos a Dios con la luz, el Padre sería el foco que la produce, el
Hijo el resplandor que procede de él y el Espíritu Santo el que nos da ojos para verla. Y
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si lo comparamos con el agua, el Padre sería el manantial, el Hijo el río que nos la trae
hasta nosotros y el Espíritu Santo quien despierta nuestra sed y nos hace capaces de
beberla.
Principales ideas a resaltar:
* Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este
amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido
dado". (Rom 5,5).
*Cuando San Juan escribe que Dios es Amor (1 Jn 4,8), nos dice una grandiosa verdad:
el Espíritu Santo es el amor personificado entre el Padre y el Hijo, es el amor recíproco
entre las tres Divinas Personas, es Persona-Amor y como tal es Don total, Don
increado, Don eterno del que se deriva toda dádiva a las criaturas como de su fuente:
"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos ha sido dado" (Rom 5,5)
*Este misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de nuestra fe, porque es
la fuente de todos los demás y la luz que los ilumina. Y, por lo mismo, es el secreto y la
explicación última de nuestra vida. Porque hemos sido creados por la Trinidad,
estamos hechos a su imagen y tenemos como destino participar de su propia vida. Y
este misterio nos descubre que la clave de todo es el amor: es lo que une a las tres
divinas personas; a Dios con los hombres; a los hombres entre sí y con Dios. El amor es
la esencia de la realidad.
. ¿Por qué la misión del Hijo y la del Espíritu son inseparables?
La misión del Hijo y la del Espíritu son inseparables porque en la Trinidad indivisible, el
Hijo y el Espíritu son distintos, pero inseparables. En efecto, desde el principio hasta el
fin de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo, envía también su Espíritu, que nos une
a Cristo en la fe, a fin de que podamos, como hijos adoptivos, llamar a Dios «Padre»
(Rm 8, 15). El Espíritu es invisible, pero lo conocemos por medio de su acción, cuando
nos revela el Verbo y cuando obra en la Iglesia. (Compendio nº 137)
Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf.
Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable
de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el
mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e
indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas.
Principales ideas a resaltar:
Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la
que el Hijo
el Espíritu
Santo
sontambién
distintossupero
inseparables. Sin ninguna duda,
*Cuando
Dios yenvía
su Verbo,
envía
Aliento.
Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu
Santo quien lo revela. (Catecismo Iglesia Católica nº 689)
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Principales ideas a resaltar:
*La misión del Hijo y el Espíritu, es una misión conjunta.
*El Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables.
*Cristo es la imagen visible del Dios invisible, pero el espíritu santo es quien lo revela.
APELATIVOS DEL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo» es el nombre propio de la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Jesús lo llama también Espíritu Paráclito (Consolador, Abogado) y Espíritu de Verdad. El
Nuevo Testamento lo llama Espíritu de Cristo, del Señor, de Dios, Espíritu de la gloria y
de la promesa. (Compendio nº 138)
Durante su vida terrena, Jesús, el Ungido y portador del Espíritu, prometió que
comunicaría ese mismo Espíritu a los que creyeran en él. Por eso Jesús transmite su
enseñanza más importante sobre la misión del Espíritu en las horas inmediatamente
anteriores a su pasión.
Comienza presentándolo como Defensor y Espíritu de la verdad: «Yo pediré al Padre y
os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la
verdad, a quien el mundo no lo puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14,16-17). Lo
llama «Paráclito», es decir, el «Defensor», el «Abogado», el que asiste a los
discípulos. Y dice que es «otro Paráclito», porque el primer defensor es el mismo
Cristo, que en la presencia del Padre intercede por nosotros continuamente. Lo llama
también «Espíritu de la verdad», porque va a ser quien revele la verdad y quien haga
vivir en la verdad
Poco después, Jesús nos presenta al Espíritu Santo como el maestro interior del
cristiano: «Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu
Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo
que yo os he dicho» (Jn 14,25-26).
El Espíritu no revelará cosas nuevas, porque la verdad de Dios ya ha sido revelada: es el
mismo Jesucristo. Lo que hará el Espíritu es dar a los discípulos una inteligencia cada
vez más profunda del misterio de Jesús, de su vida, de sus obras y palabras, hasta
llevarnos a la comprensión plena de su persona y mensaje.
Jesús sigue diciendo que en el Paráclito los discípulos encontrarán la fuerza necesaria
para no dejarse encadenar por la mentira del mundo y para permanecer fieles en su
testimonio. Porque el Espíritu de la verdad les dará la certeza de la justicia de Cristo:
«Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré junto al Padre, él dará testimonio de mí.
Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio»
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(Jn 15,26-27). «Él demostrará la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de
justicia y de juicio» (Jn 16,8-9).
Por último, Jesús nos presenta al Espíritu como el agente que nos va introduciendo en
el misterio de la Trinidad: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la
verdad completa, pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga... Todo
lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho: Recibirá de lo mío y os lo comunicará
a vosotros» (Jn 16,12-15)
Símbolos con los que se representa al Espíritu Santo.
Son numerosos los símbolos con los que se representa al Espíritu Santo: el agua
viva, que brota del corazón traspasado de Cristo y sacia la sed de los
bautizados; la unción con el óleo, que es signo sacramental de la Confirmación;
el fuego, que transforma cuanto toca; la nube oscura y luminosa, en la que se
revela la gloria divina; la imposición de manos, por la cual se nos da el Espíritu;
y la paloma, que baja sobre Cristo en su bautismo y permanece en Él.
(Compendio nº 140)
AGUA
“Así dice la Escritura: De sus entrañas manarán ríos de agua viva.
(Se refería al Espíritu que habían de recibir los creyentes en él) (Jn
7,38-39). El agua, elemento necesario para la vida signo de la
renovación obrada por Dios (cf. Ez 47, 1-12) ZA 14-18), se convierte en el Nuevo
Testamento en el signo sacramental del nuevo Bautismo
Principales ideas a resaltar:
*El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo
ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.
FUEGO
“Aparecieron lenguas como de fuego, que se repartieron y posaron
sobre cada uno de ellos» (Hch 2,3). En el A. T., el fuego es signo de la
presencia de Dios, inaccesible y generadora de vida y acción (cf. Ex
3,2; 24,17; Sal 50,3; 97,3).
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Principales ideas a resaltar:
El Fuego: simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. Sabemos que
Juan Bautista anunciaba en el Jordán; “El (Cristo) os bautizará en Espíritu Santo y
fuego” (Mt 3,11) el bautismo en Espíritu y fuego indica el poder purificador del fuego:
De un fuego misterioso que expresa la exigencia de santidad y de pureza que trae el
Espíritu de Dios.
UNCIÓN .
El simbolismo de la unción con el óleo es también
significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha
convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En
la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación.
Principales ideas a resaltar:
La unción simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo.
En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser
testigo de Cristo.
NUBE
La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las
manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del
Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras
luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia
de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de
Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10,
1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas
figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la
Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1,
35). En la montaña de la Transfiguración es El quien "vino en una nube y cubrió con su
sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y "se oyó una voz desde
la nube que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35). Es, finalmente,
la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión
(Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su
Advenimiento (cf. Lc 21, 27).
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MANO
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (cf. Mc
6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (cf. Mc 10, 16).En su Nombre, los
Apóstoles harán lo mismo (cf. Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más
aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu
Santo nos es dado. Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19)
La paloma. El relato en los evangelios en el bautismo de nuestro Señor Jesucristo ha
hecho de la paloma un símbolo del Espíritu Santo.
“…y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.” (Mt. 3:16).
La paloma como símbolo del Espíritu Santo, representa la paz, la pureza, la benignidad
y el amor que Dios demanda y hace patente en nosotros por la obra gloriosa de su
Santo Espíritu.
¿Qué significa que el Espíritu «habló por los Profetas»?
Con el término «Profetas» se entiende a cuantos fueron inspirados por el Espíritu Santo para
hablar en nombre de Dios. La obra reveladora del Espíritu en las profecías del Antiguo
Testamento halla su cumplimiento en la revelación plena del misterio de Cristo en el Nuevo
Testamento. (Compendio nº 140)
Durante el tiempo del Antiguo Testamento, Dios escogió hombres y mujeres que se
dejaban usar por El para consolar, guiar y exhortar a su Pueblo. Y el Espíritu Santo
hablaba a través de ellos. Isaías, Jeremías, Ezequiel son algunos de los Profetas, pero
hay muchos más.
Aunque aparece reseñado en el libro del Nuevo Testamento, San Juan Bautista es el
último de los Profetas del Antiguo Testamento, porque habló antes de Cristo. El
Espíritu Santo actuó en él para que fuera el Precursor del Mesías, preparando el
camino antes de que Jesús iniciara su predicación.
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¿Cuál es la obra del Espíritu Santo en Juan el Bautista?
El Espíritu colma con sus dones a Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo
Testamento, quien, bajo la acción del Espíritu, es enviado para que «prepare al Señor un
pueblo bien dispuesto» (Lc 1, 17) y anunciar la venida de Cristo, Hijo de Dios: aquel sobre el
que ha visto descender y permanecer el Espíritu, «aquel que bautiza en el Espíritu» (Jn 1,
33). (Compendio nº 141)
Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los
profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (Cf. Mt 11, 13-14).
Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn
1, 23; Cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar
testimonio de la luz” (Jn 1, 7; Cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma
así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél
sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el
Espíritu Santo... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios... He ahí el
Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36). (CIC 719)
Con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y
en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era
para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (Cf. Jn
3, 5) (CIC 720)
Principales ideas a resaltar:
*Fue Juan el Precursor de Cristo, el que vino para preparar y alumbrar los caminos del
Señor
*Vino como testigo para dar testimonio de la “luz”
*El bautismo del agua será un nuevo nacimiento.*
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EL BAUTISMO DE JUAN Y EL BAUTISMO CRISTIANO. En este punto también es posible
ver la diferencia que hay entre el bautismo cristiano y el de Juan, que era un simple
rito externo, aunque con un simbolismo purificatorio que podía captar fácilmente la
gente como una invitación a una renovación interior. Es lo que nos indica
expresamente el evangelio de Marcos: "Juan Bautista se presentó en el desierto
bautizando y predicando un bautismo para la conversión y el perdón de los pecados"
(Mc 1,4).
Pero la suya era sólo una fase transitoria, en espera de la definitiva, en la que habría de
darse el don del Espíritu: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo... Yo os
bautizo con agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo"
. También la tradición joanea, aunque recogiendo diversos materiales, confirma la
presencia particular del Espíritu en el bautismo cristiano. Esto es lo que declara el
Bautista al ver a Jesús que acude a hacerse bautizar: "Yo no lo conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua me dijo: Sobre el que veas descender y posarse el Espíritu,
ése es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo le he visto y doy testimonio de que éste
es el Hijo de Dios" (Jn 1,33-34). El agua seguirá siendo indispensable por su carácter
significativo de purificación y de fecundación vital, pero lo determinante será el
Espíritu. Y es precisamente en fuerza del Espíritu, que es don de Cristo, como los
futuros bautizados participarán de lo que es típico de Cristo, esto es, de su filiación
divina. Es lo que nos dirá más ampliamente san Pablo.
¿Cuál es la obra del Espíritu Santo en María?
El Espíritu Santo culmina en María las expectativas y la preparación
del Antiguo Testamento para la venida de Cristo. De manera única la
llena de gracia y hace fecunda su virginidad, para dar a luz al Hijo de
Dios encarnado. Hace de Ella la Madre del «Cristo total», es decir, de
Jesús Cabeza y de la Iglesia su cuerpo. María está presente entre los
Doce el día de Pentecostés, cuando el Espíritu inaugura los «últimos
tiempos» con la manifestación de la Iglesia. (Compendio nº 142)
Principales ideas a resaltar:
*María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión
del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos.
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*El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia"
la madre de Aquel en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente"
*Al término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva
"madre de los vivientes", Madre del "Cristo total". Así es como ella está presente con
los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en el
amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de
Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
¿Qué relación existe entre el Espíritu y Jesucristo, en su misión en la tierra?
Desde el primer instante de la Encarnación, el Hijo de Dios, por la unción del
Espíritu Santo, es consagrado Mesías en su humanidad. Jesucristo revela al
Espíritu con su enseñanza, cumpliendo la promesa hecha a los Padres, y lo
comunica a la Iglesia naciente, exhalando su aliento sobre los Apóstoles después
de su Resurrección. (Compendio nº 143)
Principales ideas a resaltar:
*Toda la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en
que el Hijo es el Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el Mesías.
(CIC727)
*Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que él mismo no ha sido
glorificado por su Muerte y su Resurrección
*Solamente cuando ha llegado la Hora en que va a ser glorificado Jesús promete la
venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el cumplimiento
de la Promesa hecha a los Padres.
*El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para siempre,
permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo
nos ha dicho y dará testimonio de él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a
Cristo. En cuanto al mundo lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio. (CIC
729)
*Por fin llega la Hora de Jesús (Cf. Jn 13, 1; 17, 1): Jesús entrega su espíritu en las
manos del Padre (Cf. Lc 23, 46; Jn 19, 30) en el momento en que por su Muerte es
vencedor de la muerte, de modo que, "resucitado de los muertos por la Gloria del
Padre" (Rm 6, 4), enseguida da a sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos
su aliento (Cf. Jn 20, 22). A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se
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convierte en la misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn
20, 21; Cf. Mt 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8). (CIC 730)
¿Qué sucedió el día de Pentecostés?
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en
un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el
de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa
en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas
las naciones que hay bajo el cielo”. (Hechos de los Apóstoles 2, 1-5)
En Pentecostés, cincuenta días después de su Resurrección, Jesucristo glorificado
infunde su Espíritu en abundancia y lo manifiesta como Persona divina, de modo
que la Trinidad Santa queda plenamente revelada. La misión de Cristo y del
Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia, enviada para anunciar y difundir el
misterio de la comunión trinitaria. (Compendio nº 144)
En el Credo Apostólico confesamos a la Iglesia en el artículo sobre el Espíritu Santo: «Creo en
el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica...». Y es que la Iglesia es obra del Espíritu Santo.
Aunque la Iglesia tuvo su inicio y primera configuración en los Doce y en el grupo de
discípulos que reunió Jesús antes de su muerte, no nació como consecuencia de la
intimidad de los apóstoles con Jesús, ni de la afinidad entre los mismos apóstoles, ni de
su decisión de continuar la obra de Jesús. Lo que hizo y constituyó como Iglesia a los
que «estaban reunidos en el mismo lugar» el día de Pentecostés, es que «todos
quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según
el Espíritu Santo les movía a expresarse» (Hch 2,4). Ese día se manifestó al mundo la
Iglesia. Así como en el Jordán, una vez ungido por el Espíritu y acreditado por la voz del
Padre (cf. Mt 3,15), comenzó la vida pública de Jesús como Mesías, así, en Pentecostés,
el mismo Espíritu puso en marcha la historia del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia o
comunidad cristiana.
El Espíritu, que desde siempre ha actuado y continúa actuando en el mundo, residió y
actuó de forma plena en Jesús, el Ungido. Ahora, enviado por él, reside y actúa en la
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Iglesia, como ámbito de su presencia permanente. La Iglesia es, en primer lugar,
templo del Espíritu, lugar en el que él otorga el perdón de los pecados y comunica la
vida eterna, como confesamos también en el Credo. Pero, a su vez, la Iglesia es
instrumento del Espíritu, porque todo lo que la Iglesia vive, anuncia, celebra y
testimonia, es siempre gracias al Espíritu de Jesús. Los apóstoles definían a la Iglesia
como «el Espíritu Santo y nosotros» (cf. Hch 15,28), una realidad con dos caras: una
visible, la comunidad de los discípulos, y otra invisible, la acción del Espíritu Santo.
Por eso se compara la Iglesia al misterio del Verbo encarnado. Pues, así como la
naturaleza humana sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de salvación unido
indisolublemente a él, de modo semejante la realidad social de la Iglesia sirve al
Espíritu Santo, que la vivifica para acrecentar el cuerpo de Cristo. En realidad, lo que
sucede es que Cristo, gracias al Espíritu, continúa su misión a través de la Iglesia. Lo
que Jesús ha dicho y ha hecho antes de su muerte, lo dice y lo hace por el Espíritu
Santo en la Iglesia ahora. Gracias al envío del Espíritu Santo, la Iglesia es «sacramento
universal de salvación», por medio de cual Jesucristo sigue manifestando y
comunicando el amor de Dios al hombre.
Sin embargo, la Iglesia y Cristo no se identifican, ni mucho menos se confunden. Cristo,
santo e inocente, no conoció el pecado; en cambio, la Iglesia encierra en su seno a los
pecadores y está necesitada siempre de purificación. Y tampoco se identifican ni
confunden el Espíritu Santo y la Iglesia: no todos los actos de la Iglesia son
automáticamente actos del Espíritu. Existe entre los dos una especie de tensión: la
Iglesia debe tender a la fidelidad total, y el Espíritu Santo la anima y ayuda a
conseguirlo.
Principales ideas a resaltar:
*El día de pentecostés se manifiesta al mundo la Iglesia
* El día de pentecostés se pone en marcha el nuevo Pueblo de Dios.
* En el Credo Apostólico confesamos a la Iglesia en el artículo sobre el Espíritu Santo: «Creo en
el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica...». Y es que la Iglesia es obra del Espíritu Santo.
*Ahora, enviado por Jesucristo, reside y actúa en la Iglesia, como ámbito de su
presencia permanente.
*la Iglesia es instrumento del Espíritu, porque todo lo que la Iglesia vive, anuncia,
celebra y testimonia, es siempre gracias al Espíritu de Jesús.
*la realidad social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica para acrecentar el
cuerpo de Cristo. En realidad, lo que sucede es que Cristo, gracias al Espíritu, continúa
11
su misión a través de la Iglesia. Lo que Jesús ha dicho y ha hecho antes de su muerte, lo
dice y lo hace por el Espíritu Santo en la Iglesia ahora.
* Gracias al envío del Espíritu Santo, la Iglesia es «sacramento universal de salvación»,
por medio de cual Jesucristo sigue manifestando y comunicando el amor de Dios al
hombre.
*la Iglesia es «sacramento universal de salvación», por medio de cual Jesucristo sigue
manifestando y comunicando el amor de Dios al hombre.
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