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¿Qué es el perdón?
GabrielGonzález Nares
El perdón es una liberación del resentimiento con algún ofensor. En suma, es la renuncia a los resentimientos e indignación que ha causado una ofensa. El perdón surge de la libertad y la caridad. No obstante, la
presencia del perdón no impide la aplicación de la justicia ante el ofensor.
¿El perdón es subjetivo?
El perdón nace en el sujeto que recibió la ofensa, pues sólo en esta calidad puede liberarse de los posibles
resentimientos que tenga contra el agresor. Debemos de saber que el perdón, como liberación, es fruto de
la voluntad de cada individuo. No se puede obligar a perdonar porque esta acción recae en la voluntad,
que aún con castigos, no hace lo que otros decidan sino lo que ella misma delibera hacer. Incluso se puede
decir que esta obligación violenta la naturaleza del perdón. Pues, si el perdón intenta reconstruir y liberar
de un resentimiento, no se puede llevar a cabo en plenitud si no es por medio de la libertad.
El ofensor no puede perdonar, porque la ofensa no recayó en él, sino que de él se originó. Por tanto, el
perdón depende de quien recibe la ofensa y es un acto de la libertad y de la caridad.
Cuando perdonamos ejercemos la caridad en un grado mayor, pues, si la caridad es amor, y el amor es el
deseo del bien del otro, le hacemos un bien a nuestro ofensor cuando lo liberamos de nuestro resentimiento y posible violencia. Esto no significa que haya que renunciar a la justicia o al castigo merecido,
sino que, con el perdón mostramos nuestra disposición a hacer el bien.
Perdón y misericordia
El acercamiento al bien del ofensor por parte del ofendido a través del perdón se entiende mejor si se
confronta la misericordia con el perdón. Parece que una puede llevar al otro en algunas situaciones. El
perdón el la liberación del resentimiento contra el ofensor, y de sus culpas. Con ello se busca ver al ofensor
reintegrado a la plenitud de la dignidad humana, pues si permanece reconocido sólo como ofensor, no hay
una visualización de su plena humanidad, pues no se le considera capaz del bien.
La misericordia es, literalmente, un corazón empobrecido o compadecido. Evoca un corazón lacerado, y
lacerado especialmente por ver la miseria de otro. (1) El perdón puede nacer de considerar al ofensor como
un pecador que ha degradado su dignidad humana. Esta degradación puede lacerar el corazón del ofendido; y en la medida que desee el bien y la superación del ofensor es un hombre caritativo, pues desea el
bien del otro, incluso de un ofensor, sin desear nada más para sí mismo.
¿El perdón es una decisión de abandonar el resentimiento?
Se puede hablar del perdón como una liberación. De hecho, la palabra “perdón” viene de las palabras
latinas “per donare”, que significan “dejar ir”, “dar por” o “dar para”. Cuando ejercemos el perdón “soltamos”
a quien nos ha ofendido o nos ha hecho un mal. En griego esta etimología se entiende mejor, pues, “afesis”,
palabra para perdón, significa liberación.
El cristiano cree en el perdón de los pecados. Y como consecuencia, espera ser aceptado de nuevo en el
seno del Padre a través de la justificación del Hijo, quien ha plenificado la naturaleza humana y hecho
posible que seamos de nuevo hijos de Dios en plenitud. Es así que estamos llamados a ser “hijos en el
Hijo”. El perdón de los pecados es una creencia fundamental del cristianismo, que ha sido expresada en el
credo y en el Padrenuestro. Decimos: “creo en el perdón de los pecados” y “perdona nuestras ofensas”,
respectivamente. Este perdón lo esperamos según la bondad y gracia de Dios y según nuestra naturaleza,
que después de haberse apartado voluntariamente de Dios, es capaz del bien, y en plenitud lo es por la
acción de gracia salvadora de Cristo.
¿El perdón implica dejar de hacer justicia?
El dar el perdón no significa que dejemos de reclamar justicia sobre el que nos ha ofendido. Nos hemos
liberado de la ira y del resentimiento, pero no de la justicia. Abandonar ésta sería un gran mal para el ofensor, pues la justicia acerca al ofensor a una corrección y busca su perfeccionamiento.
Hemos planteado que el perdón es un resultado de la misericordia, que es expresión de la caridad. La
caridad, que es amor, es el deseo del bien del otro. Es así que si somos caritativos con el ofensor, desearemos su bien, y esto es su optimación. Si permitimos que el ofensor permanezca en tal estado, ya sea como
delincuente o criminal, lo apartamos de su optimación en la virtud. Y si permitimos que continúe con una
vida apartada de la virtud, que es expresión del bien, y llena de conductas antisociales, permitimos que
persevere en el mal, ya que estas acciones terminan destruyendo al individuo. Por tanto, si no hacemos
justicia a nuestro ofensor le hacemos un mal, ya que no lo conducimos hacia su perfeccionamiento en la
virtud.
Acercar a la justicia al ofensor le causa un bien, pues reconoce que ha violado la dignidad de otra persona,
y además lo insta a llevar una vida virtuosa, aunque tenga que purgar una justa condena. Al final la justicia
y el perdón no se contradicen porque buscan el mismo fin que es el bien del ofensor. Este bien se puede
mostrar como magnanimidad humana, sin embargo, el cristiano entiende que toda compasión y perdón
participa de la bondad divina y a ella se encamina.
El perdón acerca nuestra vida moral a la perfección de Dios.
Cuando perdonamos nos parecemos más a Dios que en otras ocasiones. Dios, por su perfección es la
bondad, la justicia y la misericordia en sumo grado. A lo largo de la Antigua alianza, Dios se mostró compasivo y misericordioso, pues guiaba al pueblo de Israel perdonando sus pecados y haciendo justicia a los
que caían en pecado. La misericordia y justicia de Dios se han mostrado plenamente en Cristo, quien ha
venido a hacernos hijos del Padre guiándonos hacia Él del mejor modo posible.
Cristo también perdonó a los pecadores y los instó a llevar una vida virtuosa, como en el caso de la mujer
adúltera (Jn. 8 1-11). No obstante la llamada a la conversión y la predicación de la misericordia de Dios,
Cristo también ha mostrado que, llegado su tiempo, hará justicia a los que han llevado una vida alejada
de la virtud. El momento culminante de la expresión de perdón del Hijo es la absolución de sus verdugos
al momento de clavarlo a la cruz. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¿Cómo puede expresarse de tal modo un hombre que es injustamente torturado? Sin duda este momento es elocuente
porque muestra la apertura del corazón de Dios para liberarse del resentimiento y quitar las culpas de los
ofensores. Es tal la magnitud del amor de Dios, que está dispuesto a liberar de las culpas. Sin embargo,
esto no impide que Dios, por su perfección, pueda hacer justicia.
(1) Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica I, q. 21, art. 3