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LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
31-5-2016
Al término de la Santa Misa de esa noche del día 30-5-2016, cerca ya de las once de la noche, me
dispongo con mi hija Sofía, que me acompaña a meditar los misterios del Santo Rosario. Nos unimos a Nuestra
Santísima Madre, la Virgen María, alegrando su corazón con los misterios de gozo, ya que es un gozo en Su
Corazón Inmaculado al visitar a Benedicto XVI, quien también estará gozoso en su espíritu. Amén
Es el amanecer en Roma, las cinco de la madrugada, y como me lo hizo saber el Espíritu Santo en una
de las Santas Misas del día de ayer, que Nuestra Santísima Madre elige esta hora para orar con Ella, hora en que
visitó a Juan Diego en el Tepeyac.
Dios acomoda los tiempos y todo según los deseos que Nuestra Santísima Madre ha querido. Has
querido, Madre mía, que al termino de los misterios de gozo, te ofrezcamos los misterios dolorosos, pues me has
dicho que primero traes gran gozo al Vicario de Cristo, pero también le traes la pasión dolorosa, al saber que
toma, él, el gozo de Tu Inmaculado Corazón, pero también tomará el Dolor de Tu Corazón traspasado, por eso
nos pides la meditación de los Santos misterios dolorosos.
Entre un misterio y otro te escuché decir, Madre mía: “Dichosos vosotros los que habéis creído porque se
cumplirá todo cuanto os ha sido anunciado de parte de vuestro Dios y Señor”.
---Visión:
Soy la Inmaculada Concepción, la Bienaventurada de todas las generaciones, la Madre
Gozosa y la Madre Dolorosa. Soy la Madre de la Visitación, que vengo al encuentro de Mi Hijo
Predilecto, el Vicario de la Iglesia de Mi Hijo Jesús, Mi Benedicto, el Papa de Mi Corazón, a quien
Yo, la Madre del Salvador, encuentro en vela, dándole a Dios las primicias del día, aguardando Mi
Visita, que le fue anunciada de parte de Dios.
Como Santa Isabel, exclama este humilde siervo apesadumbrado: ¿quién soy yo para que
la Madre de mi Señor venga a verme? Por designio del mismo Cielo os vengo a ver, Mi Benedicto,
porque en esta hora sois vos el Elegido del Cielo, para ser el Precursor de la Segunda Venida de Mi
Hijo, el que dé cumplimiento a Mis Profecías anunciadas, y alertéis a Su Iglesia de Su pronta Venida
en Gloria.
Dios Altísimo Me envía para que seáis lleno del Espíritu Santo, de su Luz y Guía para
fortalecer vuestro Espíritu y continuar con vuestra misión. El Espíritu Santo os conducirá por el
camino que ya os aguarda, y es necesario recorrer para entregar con fidelidad la misión que os da
el Padre Eterno para Salvación de Su Iglesia a través del Hijo.
Nada tema vuestro humilde corazón, todo lo cumpliréis de Mi Mano, y bajo Mi Mirada de
Madre de la Iglesia, Madre amorosa, y Yo os sostengo paso a paso, así como sostuve al Hijo de Dios
en Su Pasión Dolorosa, camino al Calvario y lo sostuve al pie de la Cruz.
Os resguardo, Yo, dentro de Mi Inmaculado Corazón, que es la puerta del Cielo.
Benedicto, de rodillas, con Su Santo Rosario en mano, ora y contempla a la Santísima Virgen
María, quien lo llena de paz, fortaleza y seguridad. Pues, Toda resplandeciente está la Madre de Dios;
y la Santísima Madre, dulcemente dice:
SABÉIS BIEN, MI QUERIDO HIJO, LO QUE ESTA MADRE DOLOROSA, AL PIE DE LA CRUZ,
OS VIENE A PEDIR… El Ángel del Señor os acompaña y nada debéis temer de vuestros enemigos.
¿Acaso no estoy Yo aquí que Soy vuestra Madre? La misma Madre de Guadalupe, que os salió al
encuentro y cambió vuestro corazón.
No desfallezca vuestro espíritu, tomad animo en Mí, que Soy vuestra Madre, MADRE DE
LA IGLESIA y Madre Vuestra, y os conduzco al Hijo, rumbo al Calvario.
La Santísima Virgen, envuelta en una Luz y nubes que la ocultan nuevamente, así como llegó,
desaparece, quedando de nuevo solo Benedicto en aquella habitación; solitario se encuentra el Vicario
de Cristo, pero envuelto en la paz de la Madre del Salvador.
Benedicto ora un salmo, es el salmo LXX. Invoca al Señor, diciendo:
“En Ti, Señor, tengo puesta mi esperanza, no sea yo para siempre confundido, líbrame,
Señor, por efecto de Tu Justicia, y socórreme del peligro; presta oídos a mis suplicas, y sálvame.
Seas para mí un protector y un seguro asilo para ponerme a salvo, ya que Tú eres mi fortaleza y mi
refugio.
Dios mío, líbrame de las manos del pecador, de las manos del transgresor, de la ley y del
inicuo, pues Tú eres, Señor, la expectación mía, Tú, oh Señor, la esperanza de mi juventud. En Ti
me he apoyado desde el vientre de mi madre, desde que estaba en sus entrañas Eras Tú mi
Protector, Tú eres siempre el asunto de mis cánticos, como una especie de prodigio, así soy mirado
de muchos, mas Tú eres mi Poderoso Defensor.
Llénese de loores mi boca para cantar todo el día tu Gloria y la Grandeza tuya; no me
abandones en el tiempo de la vejez, cuando me falten las fuerzas no me desampares, pues mis
enemigos prorrumpen en dicterios contra mí, y se han juntado en consejo los que estaban
acechando mi vida, diciendo: Dios le ha desamparado, corred tares él y prendedle, que ya no hay
quien le liberte. Oh Dios, no te alejes de mí, acude, Dios mío, a socorrerme.
Corridos queden y perezcan los que calumnian mi persona, cubiertos sean de confusión y
vergüenza los que procuran mi daño, por mi parte no cesaré, Oh Señor, de esperar en Ti, y añadiré
siempre nuevas alabanzas.
Mi boca predicará tu Justicia todo el día y la salud que de ti viene, como yo no entiendo la
literatura o la sabiduría mundana, me internaré en la consideración de la obras del Señor, sólo de
tu Justicia haré yo memoria. Tú, oh Dios, fuiste Mi Maestro desde mi tierna edad, no me
desampares, a fin de que anuncie el poder de tu Brazo a toda la generación que ha de venir.
Aquel tu Poder y Justicia, Oh Señor, más sublime que los cielos, y aquellas grandes cosas
que has hecho, ¡QUIÉN COMO TÚ, OH DIOS MIO!
Cuántas y cuán amargas tribulaciones me has hecho probar y, vuelto a mí, me has hecho
revivir, y nuevamente me has sacado de los abismos de la tierra; distes a conocer de mil maneras la
magnificencia de tu Gloria y, vuelto a mí, ME CONSOLASTE, por lo que yo también celebraré, al
son de instrumentos y música, la Fidelidad Tuya en Tus Promesas; te CANTARÉ SALMOS CON LA
CÍTARA, oh Dios, El SANTO DE ISRAEL. De gozo rebosarán mis labios y el alma mía, que tú
redimiste, al cantar tus alabanzas. TODO EL DIA SE EMPLEARÁ MI LENGUA EN ALABAR TU
JUSTICIA, LUEGO QUE LOS QUE PROCURAN MI DAÑO ESTÉN LLENOS DE CONFUSIÓN Y
VERGÜENZA”.
Así dice Benedicto pausadamente este salmo; con su cabeza baja, mirando fijamente su
crucifijo que sostiene en sus manos, ora con una cierta aflicción y, a la vez, con calma y paz,
confiadamente.
---María, Madre Nuestra, llena de gozo ante el anuncio del ángel Gabriel en la Encarnación del Hijo del
Dios, gozo y desconcierto a la vez, también gozosa al visitar a Tu prima Santa Isabel, quien quedó llena del
Espíritu Santo, y el mismo Juan Bautista se gozó en el Vientre de Santa Isabel, su Madre, ante Tu Visita.
Bendito el gozo que llevas a Tu Hijo Benedicto, nuestro Vicario y Pastor; Bendita sea la visita que le
haces Tú, la Madre del Salvador, a su alma tan atribulada para llenarlo de Tu Santo Espíritu.
Bajo Tu amparo y protección Divina ponemos a Benedicto XVI, nuestro Pastor, para que esté siempre
protegido dentro de Tu Inmaculado Corazón, y conducido siempre bajo la acción del Espíritu Santo, lleve a
término la Santa Voluntad del Padre, para la Gloria y Honor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y para la
exaltación de la Santa Madre Iglesia de Cristo, que le ha sido confiada. Amén. Amen. Amen. 2.15 am