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Dios es mi refugio Salmo 31 (30) Por: Nildy Vilella Vda. Sambolín - Profesora Emérita, UIPR - San Germán Los Salmos constituyen uno de los medios más efectivos de alabar a Dios. Son la voz de todos los que claman, adoran, dan gracias y piden perdón. Todos los salmos terminan en paz, esa paz que surge del abandono a la voluntad de Dios y de la entera confianza en su amor. El Salmo 31, seleccionado para esta reflexión Cuaresmal, se conoce como la oración de un siervo de Dios que se siente perseguido, pero a la vez confiando en nuestro Padre. Algo importante que debemos mencionar, es que Jesús, en la cruz, recitó este Salmo, pues sus últimas palabras son exactamente las del versículo 6 (v.6) de éste. Los primeros cinco versículos (vv.2-5), nos muestran al salmista ansioso, inseguro, temeroso al expresar: “no quede yo nunca defraudado”; date prisa en librarme”, “Tú me librarás del lazo que me tiendan, porque eres mi refugio”. Sin embargo, en el versículo 6 (v.6), el salmista despierta de su ansiedad, y salta a otro estado de ánimo al expresar: “A tus manos encomiendo mi espíritu”. Experimenta a Dios como roca y fuerza, demuestra confianza y seguridad. Pierde el miedo, se libera. Continúa:”…yo en cambio confío en el Señor (v.7)’, “Yo gozaré y me alegraré de tu bondad…” (v.8) Luego de esa etapa de confianza en el Señor, de momento se encierra nuevamente en sí mismo y vuelven sus temores. En los vv.10-14 tiene una recaída y se siente otra vez perseguido (atormentado) y vive escenas de horror, como una pesadilla en la noche. Despierta en el v.15 y se lanza nuevamente en los brazos del Padre: “…Señor, confío en ti, recuerdo que eres mi Dios” Este es un acto de adoración, de confianza y vuelve a sentir la libertad en forma definitiva y a brillar la alegría en su corazón. Por eso, en los versículos finales (vv.20-25), queda envuelto en la presencia Divina que se transforma en su refugio, y el salmista pierde todo temor. Finalmente, lo invade un grito de esperanza, una paz profunda y nos invita “¡Vamos! Fortalezcan su corazón quienes esperan en el Señor” (v.25).