Download Meditaciones sobre EL CREDO en el Año de la fe (1)

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EL CREDO EXPRESA
FE DE LA IGLESIA
Y RECOGE LA
Al rezar todos el mismo Credo
expresamos que la fe de la
Iglesia es una y que nos vincula,
nos une a todos.
Que la fe es una quiere decir que
no se puede romper, tomando
sólo aquellas partes que me
interesan y no atendiendo a las otras. Así evitamos construirnos
un Jesús privado, un Dios privado, a nuestra medida.
INVITACIÓN A LA ORACIÓN Y A LA VIDA
El Papa Benedicto XVI nos invita a estudiar y comprender el
Credo. Este conocimiento no debe ser sólo teórico, sino
existencial, debemos vivirlo, rezarlo, celebrarlo y dar testimonio
del Dios en quien creemos, del Dios que nos ama.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (28,16-20)
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron,
pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les
dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os
he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el final de los tiempos».
¿Qué papel ha tenido el Credo hasta ahora en tu vida?
¿Qué podemos hacer para que nuestra profesión de fe
sea más viva y más verdadera?
parroquia de la
natividad de nuestra señora
Meditaciones sobre
EL CREDO
en el Año de la fe
(1)
¿QUÉ ES EL CREDO?
El Credo es la síntesis de
nuestra fe: contiene un
resumen de aquello que
creemos. Por eso, recitar el
Credo es muy distinto a
recitar una poesía, por bonita que sea. De hecho, el Credo no
sólo se recita, sino que se confiesa.
San Agustín decía a sus catecúmenos: «Recibisteis y recitasteis
algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y
repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar
cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando
coméis, de forma que, incluso cuando dormís, vigiléis con el
corazón».
LOS RASGOS DE LA FE
La fe es saber y confiar.
La fe es un puro don de Dios.
La fe es la fuerza sobrenatural que nos salva.
La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del
hombre que acepta.
La fe es del todo cierta, porque tiene la garantía de Jesús.
La fe es incompleta mientas no sea efectiva en el amor.
La fe aumenta si escuchamos la voz de Dios en la oración.
La fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría
del cielo. (Youcat 21).
EL HOMBRE LLEVA EL DESEO DE DIOS IMPRESO EN SU CORAZÓN; ¿LE
BUSCAMOS?
El hambre, la crisis económica y de valores, las migraciones, las
rupturas familiares, las guerras, el terrorismo, los atentados
contra la vida nacen a raíz del olvido de Dios.
El deseo de Dios está inscrito en lo más profundo del corazón del
hombre, creado a su imagen y semejanza (Génesis 1,26-27),
creado por Dios y para Dios. Como dijo san Agustín: «Nos
hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti».
DIOS SALE SIEMPRE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
Dios busca de muchas maneras de acercarse a nosotros. En
cada encuentro humano, en cada aparente casualidad, en cada
reto, en cada dolor, está escondido un mensaje de Dios para
nosotros. De manera más clara aún nos habla cuando se dirige a
nosotros en su palabra o en la voz de la conciencia.
En Jesucristo se nos da a conocer quién es Dios y quién es el
hombre y, por tanto, la grandeza de nuestra vocación. El don de
su Espíritu nos capacita para responderle, conocerle y amarle
más allá de lo que seríamos capaces por nuestras solas fuerzas.
LA
FE ES LA RESPUESTA DEL HOMBRE AL
ENCUENTRO
DIOS
QUE LE SALE AL
La fe cristiana supone una adhesión total a Jesucristo, con todo
el corazón, con todas las fuerzas, con todo el ser. Creer implica
abandonarse en el amor de Dios. La fe así entendida nos hace
gustar con anticipación la alegría del cielo; y está llamada a
crecer permanentemente a lo largo de nuestra existencia hasta
que veamos a Dios cara a cara.
Aunque la fe es un acto personal, no es en absoluto un asunto
privado. La fe personal es siempre fe eclesial, pues el “creo” de
cada creyente es engendrado y está sostenido por el “creemos”
de la comunidad. La fe de los otros me sostiene, así como el
fuego de mi fe enciende y conforta a otros.
EL SENTIDO DEL CREDO EN LA EUCARISTÍA
El Credo forma parte de la celebración de la Eucaristía dominical.
En la Eucaristía, recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, que
es el fruto final de una historia de amor que Dios inició cuando
decidió crear el mundo y al hombre.
Cuando profesamos el Credo nos insertamos en esta historia, en
la Historia de la Salvación, en la Historia que Dios ha entretejido
con los hombres de todos los tiempos. Por eso se nos invita a
rezarlo con el corazón, no sólo con los labios.
CREEMOS EN UN ÚNICO DIOS,
PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO
El corazón de la revelación cristiana
es el misterio del Dios Uno y Trino,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Él es el
origen y la meta del universo y del
hombre.
A lo largo de la Historia de la
Salvación Dios se ha ido dando a conocer progresivamente.
Frente a la idolatría y el politeísmo del entorno, Dios se reveló a
su pueblo Israel como el Único: “Escucha Israel, el Señor nuestro
Dios es el Único Señor” (Deuteronomio 6,4). Por fin, al enviar a su
Hijo único y al Espíritu, nos revela su secreto más íntimo: “Dios
es Amor” (1Juan 4,8.16).
Por medio del Espíritu, derramado sobre la Iglesia en
Pentecostés, Jesús nos ha hecho partícipes de su relación con el
Padre, de modo que podemos dirigirnos a Él diciendo en verdad
“Padre nuestro” o “Abba” (papá, papaíto).
Nuestra vocación consiste en participar de la vida del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Por desproporcionado que parezca, es
posible porque Dios lo ha querido.