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Discurso de la Embajadora, Enikő Győri, con motivo del 59 aniversario de la Revolución húngara de 1956 Lunes, 26 de octubre de 2015 RESIDENCIA Estimados Invitados; Queridos Amigos: En primer lugar quisiera agredecerles de corazón que hayan venido. Les pedíría que reflexionaramos juntos por un segundo sobre el pasado, que no solo significa recuerdos, sino también tendría que servir cómo guía para todos nosotros. Estoy plenamente convencida de que saber celebrar con dignidad es igualmente importante en el siglo XXI. Conmemoremos el sacrificio de nuestros antepasados, quienes en muchas ocasiones han sacrificado incluso sus vidas, cuando Europa vivía alguno de sus momentos de crisis. Hace unos días estuve en Budapest. La capital húngara ha querido honrar el recuerdo del diplomático español, Ángel Sanz Briz – quien ofreció un ejemplo de humanidad en Budapest durante el Holocausto – dando nombre a una calle en su memoria. En el acto de inauguración del monumento estuvieron presentes el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ignacio Ibañez, en nombre y representación del Gobierno español, así como los familiares del diplomático, y las principales organizaciones judías de España. Por consiguiente, ahora, una calle lleva el nombre de Ángel Sanz Briz precisamente allí, donde hace setenta años el fin del trayecto ofrecía para muchos una bifurcación entre la vida o la muerte. En la historia moderna de Hungría, España ocupa un lugar prominente en el corazón del pueblo húngaro, en lo que a la compasión o al afán de ayudar se refiere. Sin embargo, nuestra fiesta de hoy conmemora otro acontecimimiento extraordinario que ha ocurrido hace 59 años y que claramente ha influido en el destino de Europa. Incluso los más jóvenes deben saber que las nuevas relaciones de poder establecidas tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, han empujado a Europa Central a la zona de influencia soviética. La ocupación soviética, el comunismo forzado y la dictadura se establecieron en las regiones menos afortunadas de Europa. El continente fue dividido en dos, por lo que el anhelo de la unión y de la libertad sólo ha podido sobrevivir en los corazones. La protesta contra la opresión soviética se manifestó con mayor intensidad en Budapest y es allí donde una revolución de chicos jóvenes ha podido triunfar, aunque haya sido por un breve espacio de tiempo. Grupos de revolucionarios lucharon contra la intervención soviética, con el pleno apoyo de la población. El mundo occidental libre, además de los mensajes de radio que instaron a la perseverancia, no brindó ningún otro tipo de ayuda a los jóvenes húngaros en su lucha por la existencia y finalmente la enorme superioridad soviética consiguió vencerlos. Nosotros, ahora, con motivo del aniversario de nuestra Revolución y Lucha por la Libertad de 1956, debemos estar plenamente conscientes de que Europa, y especialmente en los momentos de crisis, solamente puede construir sus bases sobre su propio sistema de valores, libertad, dignidad humana, respeto y comprensión mútua. Nunca olvidaremos que en 1956 únicamente un país nos ofreció asistencia militar en apoyo de la lucha contra la intervención soviética y ese país fue España. Sin embargo, siendo el único, no pudo ayudarnos. La revolución húngara abandonada a su suerte ha fracasado, con ello el destino de los revolucionarios también llegó a una bifurcación: tras la lucha les esperaban las represalias o la muerte y solamente los más afortunados tuvieron la posibilidad de escaparse. En el año 1956, de todos nuestros vecinos, únicamente Austria pertenecía al mundo libre. 200.000 compatriotas húngaros huyían de su propio gobierno hacia el primer lugar seguro, a Viena. Allí, la gran mayoría de ellos tenían que esperar pacientes y de una manera disciplinada en campamentos cerrados, durante meses o incluso años, hasta que algún país decidió acogerles. Dondequiera hayan llegado, estaban agradecidos por haber encontrado un nuevo hogar y se convirtieron en ciudadanos honrados y respetuosos de la ley en ese país nuevo. Doy las gracias a aquellos que tuvieron que vivir esa experiencia y hoy están aquí con nosotros. Nos sentimos orgullosos de nuestros predecesores, luchadores por la libertad de 1956. Nos han ofrecido un ejemplo de coraje, de amor por la libertad, así como de tolerancia, de esmero y de lealtad hacia sus países de acogida, cualidades de los que dieron fe después de la victoria de la superioridad soviética. Confío de corazón en que el próximo año, con motivo del sexagésimo aniversario de nuestra revolución, la Excelentísima Alcaldesa de Madrid, los representantes del pleno municipal, así como el pueblo de la Ciudad de Madrid hagan posible que podamos alzar un monumento en la capital madrileña a los héroes y mártires de la revolución húngara. Tanto a nivel profesional, como por convicción personal apoyo la iniciativa de que exista en Madrid un lugar conmemorativo público donde la comunidad húngara residente en España pueda despositar sus coronas de flores. Ojalá Dios nos permita que dicho monumento pueda el año que viene, igual que en todos los años venideros, reflejar nuestra cohesión y que podamos recargar nuestras fuerzas del recuerdo de nuestros antepasados a través del mismo, correspondiendo así a los desafíos y retos de nuestro mundo actual.