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Palabra interior, revelación profética, y
soplo inspirador en Jeremías 31, 33
Antonio M. Artola C.P.
La profecía sobre ley interior de Jr 31, 33 ha sido considerada
como la primera reflexión sobre la interioridad religiosa. Al mismo
tiempo constituye “una de las cumbres de la teología véterotestamentaria (J. Coppens). Aplicada por S. Pablo a la predicación cristiana, la
palabra interior alcanzó su culminación teológica en S. Agustín y en el
Maestro Eckhart. Relegada en la actualidad a la literatura mística, ha
perdido gran parte de su antigua relevancia teológica. Ha sido la filosofía contemporánea la que, rompiendo la inercia teológica, ha rehabilitado la palabra interior colocándola como el punto de partida de la
gnoseología1. Sin embargo la palabra interior no es un descubrimiento
filosófico, sino una experiencia del mundo religioso. El interés filosófico del tema lanza a la teología a recuperar el valor originario de la
palabra interior, para estructurar una nueva teología de la Escritura,
distinguiendo en ella la revelación, como palabra interior; la inspiración escrituraria, como su palabra exterior; y el Soplo inspirador como
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Dos filósofos católicos modernos -B. Lonergan y X. Zubiri- son los más famosos filósofos que se han dedicado a estudiar la palabra interior. Bernard J. F. LONERGAN publicó entre
los años 1946 y 1949 en Theological Studies una serie de artículos sobre el Verbo en Santo
Tomás. Estos artículos, presentados como una obra unitaria aparecieron en 1967 con el título
Verbum: Word and Idea in Aquinas, Notre-Dame, 1967. Es la obra más importante dedicada a
rescatar la idea de la palabra en Santo Tomás. Es capital para comprender la noción de Palabra Interior. La investigación más importante de X. Zubiri sobre la palabra interior se contiene
en su obra Inteligencia y Logos, Madrid, 1982 como volumen II de su trilogía La Inteligencia
Sentiente: Madrid, 1981-1983.
Alpha Omega, XIX, n. 2, 2016 - pp. 179-194
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su alma. En este trabajo limitamos nuestro estudio al tema de las relaciones entre la profecía, la palabra interior y el Soplo inspirador, para
avanzar posteriormente hacia la génesis de la Escritura como una trinidad cuyos vértices son: el Soplo inspirador, la palabra interior, y su
expresión en la palabra exterior escrituraria.
I- Contexto histórico del oráculo
El oráculo de Jr 31, 31-34 no surgió de una preocupación sapiencial sobre la palabra de Dios o una especulación teológica sobre el
origen de lo religioso. Fue pronunciado en un momento desesperado
por las trágicas circunstancias de la destrucción de Jerusalén (587
a.C.). Aquella enorme desgracia colectiva reveló las limitaciones de la
alianza del Sinaí. Cada una de las corrientes espirituales del tiempo
trató de aportar su explicación al desastre, y propuso un urgente proyecto de futuro. Frente a los derrotistas que daban por descontada la
desaparición de Judá, como Samaría, Edom, Moab o Amón, la escuela
deuteronómica explicaba la situación culpando de su gravedad y negatividad a las infidelidades históricas de Israel al pacto. Como contrapartida, exigía la reforma total del pueblo, según el modelo de una
alianza en continuidad con el Sinaí. Las soluciones propuestas por esa
mentalidad suponían siempre la continuidad con las instituciones de
Israel debidamente depuradas. Jeremías fue más a fondo en el diagnóstico del mal y la propuesta de las soluciones para atajarlo. Para él,
la alianza del Sinaí había sido algo esencialmente deficiente. Tenía
que darse una reforma de la alianza misma. Era necesaria una alianza
nueva. El elemento principal de la misma consistiría en una ley nueva
grabada en el corazón de los israelitas. Las consecuencias inmediatas
de semejante novedad serían: el conocimiento personal de Dios para
todos los israelitas, y el verdadero perdón de los pecados. El momento
cultural era muy favorable a esta enseñanza, gracias a la superación de
la mentalidad corporativa por el descubrimiento de la individualidad
humana. Este es el contexto histórico-teológico del oráculo.
1. Palabra interior y alianza nueva
La actitud anímica de Jeremías estaba dominada por una radical
crítica de la Alianza Antigua y su Ley escrita en tablas de piedra. A
esa teología contrapuso una utópica Nueva Alianza fundada en una ley
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interior, una revelación profética, y un soplo inspirador (Jr 31, 33). La
causa profunda de la reacción profética de Jeremías se atribuye al
hecho de que el pacto del Sinaí fue violado por los israelitas con
múltiples infracciones (Jr 31, 32) y Yahvé ofrece una oportunidad
nueva para restaurar la alianza rota. Esta iniciativa misericordiosa de
Yahvé, revelada en Jr 31, 33-342 comportaba tres elementos concretos: 1º- Una ley nueva (escrita en el corazón); 2º- El conocimiento
universal de Dios; 3º- El perdón de los pecados.
Esta profecía ofrecía un concepto nuevo de palabra de Dios. El
vaticinio de Jeremías añadía a las dos variedades tradicionales de la
Palabra de Dios -la palabra proferida y la palabra escrita- la palabra
interior escrita en el corazón. Las dos primeras coincidían en que eran
exteriores al hombre, y tenían como destinatario al ser humano en su
condición formalmente colectiva. La tercera introducía una realidad
personal, capaz de vivificar las palabras precedentes, tanto la oral como la escrita. Todos estos elementos se articulaban en torno a la
Alianza. Esta permanecerá como la columna vertebral de las relaciones de Dios con su Pueblo, tanto en la Antigua como en la Nueva
Alianza. Lo característico de la futura alianza era la novedad, que
afectaba esencialmente a la alianza misma en sí, y, derivadamente, a
los elementos que la integran: la palabra, la interioridad y el culto. Pero el aspecto de la novedad no era el decisivo. Lo unificante de los
elementos nuevos era la interioridad. La palabra de ley estará inscrita
en el corazón. El conocimiento universal de Dios será interior. El
perdón verdadero de los pecados será también interior. Con esto el
contenido del vaticinio se reducía a una única realidad fundamental: la
interioridad. Quedarán abolidas la alianza exterior, la palabra exterior,
la ley exterior y el perdón exterior (ritual). Este elemento esencial de
la interioridad era el más difícil de determinar. El texto, en este punto,
es vago e indeterminado. Será una alianza nueva, es decir: diferente a
_____________
2
“He aquí que días vienen -oráculo de Yahveh- en que yo pactaré con la casa de Israel
(y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos -oráculo de Yahveh-. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de
Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahveh-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus
corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar
más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conoced a Yahveh”, pues todos
ellos me conocerán del más chico al más grande -oráculo de Yahveh- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme”.
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la alianza anterior en lo esencial que la configura. La interioridad parece ser lo esencial de la aportación del oráculo jeremiano. La naturaleza de esa interioridad quedaba determinada solo por la mención del
espacio en que se realizaría: el corazón.
2. La palabra en el corazón
El descubrimiento de la individualidad humana al tiempo de Jeremías y Ezequiel encontró un espacio muy significativo en el corazón, para situar allí la nueva ley. A primera vista esta localización
era suficientemente clara para comprender la naturaleza de la nueva
ley. En efecto desde la más remota antigüedad semítica la palabra leb
(corazón) significaba lo interior: todo lo que está dentro del hombre.
En la Biblia la acepción que domina es la realidad del corazón como
interioridad profunda de donde parten y a donde confluyen todos los
movimientos del mundo síquico. Entre las funciones espirituales que
al corazón se le atribuyen de modo singular está el conocimiento,
además de todas las actividades que en nuestras lenguas se adjudican a
la voluntad como lugar y principio de todo lo volitivo, decisorio, afectivo, sentimental. Se puede decir, por tanto, que el corazón en el mundo hebreo significa todas las dimensiones de la existencia humana, en
cuanto referidas a lo interior de la misma. Esta es la realidad escogida
por Jeremías para designar el lugar o el material sobre el cual será
grabada la ley nueva. La fórmula escribir «sobre» los corazones está
tomada de la analogía con las escrituras materiales, en las cuales las
letras se escriben sobre una superficie más o menos resistente. En el
caso del corazón, los referentes semánticos están en la oposición exterior-interior de la nueva inscripción. En el Sinaí la ley se escribió en
las tablas de piedra, es decir: una materia exterior al hombre. La nueva
ley se escribirá en el interior mismo del hombre: en su corazón. Esa
ley será el conocimiento nuevo de Dios que tendrán todos. Lo que el
profeta quiere dar a entender en este juego de contraposiciones es que
la alianza del Sinaí no afectó al hombre israelita en lo más profundo
de su ser. Por eso las garantías de su éxito fueron exiguas, como lo
demostró la historia. Una realidad exterior al hombre no le podía mejorar en lo profundo de su humanidad. El resultado fue que dicha
alianza no trajo la verdadera reforma del hombre sino que las transgresiones más graves de la alianza abundaron en todo el curso de la
histona israelita. Ante una realidad tan deficiente, el profeta anuncia
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un cambio religioso total. Se iniciará una nueva etapa en la historia de
la salvación con una alianza nueva. En este singular texto profético Jeremías logró la eficacia que estaba destinada a producir con la novedad y la insistencia de su lenguaje sobre el corazón. El lenguaje de la
interioridad, centralidad y profundidad antropológica no lograron
promover todos los cambios cualitativos necesarios para que el hombre pudiera anudar unas relaciones totalmente nuevas con Yahvé. Señalado así el ámbito nuevo del corazón para las relaciones entre
Yahvé y su pueblo, el pacto primitivo sigue en pie: «Yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo» (Jr 31, 3-3).
3. La palabra de ley
La palabra interior que anuncia Jeremías es una palabra de ley; y
en esa ley interior el elemento más problemático es la comprensión de
la ley misma. ¿De qué ley habla Jeremías: de la Torah? Hay quien
piensa que sí: que Jeremías, al pronunciar este oráculo tiene en su
mente la Torah del Sinaí que es el Decálogo. Sin embargo, se supone
generalmente que en tiempos de Jeremías no había alcanzado el
término el valor técnico de los siglos siguientes. De ahí que se deba
preferir el sentido genérico de ley, y no el de decálogo. La nueva ley
que quedará grabada es esa totalidad del querer de Dios matizado en el
AT como palabras, normas, mandamientos, amonestaciones, etc.,
según la variada sinonimia que en Jeremías tiene la expresión “torah”.
El contexto del oráculo mismo aclara los matices que el profeta utiliza
al hablar de la palabra interior de la ley. Además del matiz esencial de
la normatividad escrita, la ley incluye el sentido del conocimiento que
de la voluntad de Dios procura como se deduce de la afirmación: «Todos ellos me conocerán» (31, 34). Es el conocimiento de Dios y de su
querer, que antes se comunicaba mediante la ley grabada en las Tablas. Ahora esa ley es conocida como interior manifestación del querer de Dios en su totalidad.
También el Deuteronomio afirmó que la Ley ya estaba en el corazón del hombre (Dt 9, 4; 30, 12s). Esa ley era la norma de Dios bajo
la forma de la voz de la conciencia comprensible desde el descubrimiento de la individualidad humana y su mundo propio. La presencia
del pecado deformaba la palabra que ya estaba dentro del hombre. Lo
que Jeremías anunciaba era un nuevo estado de cosas, en que todo
hombre escuchará la voz interior de la ley. Por eso la profecía denun-
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ciaba la vaciedad del culto por la ineficacia realmente expiadora de los
ritos litúrgicos. Así, del concepto de ley pasa al de conocimiento, dando a la ley un sentido inclusivo. Significa la ley normativa o moral,
pero es también toda palabra mediante la cual Dios da a conocer sus
designios.
La locución interior con la cual Yahvé dicta su ley se explicita
como un “escribir”. ¿Qué se entiende por ese “escribir” en el corazón?
En este tema hay un elemento que es fundamental: el hecho de la inscripción. “Escribir” significa una acción específica que otorga a la palabra hablada unas cualidades nuevas como son: la fijación, la durabilidad nueva, la posibilidad de la lectura y la repetición, lo mismo que
el valor de la inalterabilidad jurídica de lo escrito. Sobre este elemento
propio de la impresión material de la palabra, el oráculo de Jeremías
añade la peculiaridad de una inscripción no material. La palabra de la
ley nueva modifica el corazón mismo. Siendo el escrito exterior mero
signo de la palabra interior en cuanto expresada, al darse un conocimiento en lo profundo del corazón de los individuos, ese conocimiento se universaliza y se hace personal. Antes era menester que el prójimo adoctrinara desde el exterior a su prójimo, o el hermano a su hermano (Jr 31, 34) porque ninguno de ellos tenía la palabra en su interior. La tenían únicamente los profetas, los sabios, los sacerdotes, los
mediadores entre la Palabra de Dios y los carismáticos destinatarios de
la misma. La ley escrita era la ley cuyo elemento cognoscitivo era poseído por cada israelita merced a la enseñanza de los maestros de la
misma. Por eso era exterior. En contraposición a ella, se daría una
manera nueva de grabación de la palabra en el interior que procuraría
el conocimiento personal e interior del querer de Dios poseído inmediatamente por cada hombre.
Este conocimiento, a modo de impresión interior, sería posible
desde el verdadero perdón de los pecados. Este es otro elemento típico
de Jeremías. Otros profetas, como Ezequiel, hablarán solo de la «purificación del pecado», no de su perdón. Resumiendo esta compleja
doctrina del oráculo jeremiano podemos concluir diciendo que los tres
elementos que se mencionan en el oráculo se completan e integran sin
ninguna prioridad ni de tiempo ni de excelencia. La presencia de Dios,
que graba su ley en lo más íntimo del hombre, lo transforma elevándolo a unas condiciones antropológicas nuevas susceptibles de tal presencia. Es esa misma presencia la que produce la transformación espi-
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ritual que se describe como el perdón de los pecados. Al mismo tiempo, la presencia de la ley en lo íntimo del hombre le da a conocer en
una manera personal e íntima el querer de Dios. Es el conocimiento de
Dios que posee cada individuo, procurándole una experiencia muy superior al adoctrinamiento exterior que proviene de terceras personas.
Es como una ley inmanente al alma, al modo como las leyes físicomatemáticas, que penetran la materia y le son intrínsecas. Así será la
ley nueva como realidad interior y personal grabada en el fondo de los
espíritus humanos. Fácilmente se ve que esta presentación de la ley
nueva y sus elementos integrantes señala el punto más elevado de la
religiosidad del AT; y el verdadero comienzo de la religión interior, al
menos a nivel de visión profética del futuro. Por eso la profecía de Jeremías fue una anticipación oracular de un futuro que tardaría mucho
en llegar. De hecho, hasta la venida de Cristo no se puede hablar de
realización del vaticinio de Jeremías.
4. Ley y palabra interior
Lo interior y el corazón determinan el espacio de presencia y actuación de la ley. Pero ¿qué se entiende por ley en el interior? ¿Cuál
es su naturaleza? La referencia al corazón parece aludir a una ley de
tipo moral, mas luego el oráculo avanza hacia una palabra interior de
un conocimiento universal. ¿En qué relación se encuentra la palabra
de ley y la palabra interior en general? En este punto la claridad viene
del testimonio personal del profeta. En efecto, su decidida afirmación
de una palabra interior de ley va acompañado implícitamente de un
testimonio a favor de una palabra interior de sentido universal: el conocimiento divino poseído por los fieles. Por tanto es una palabra de
tipo fundamentalmente cognoscitivo, de la realidad normativa de la
ley. En efecto, hay un salto de un concepto de ley como norma, a una
realidad de conocimiento. La palabra será de tipo profético universal.
Y en este ámbito, hay otra novedad. Se trata de la existencia de la palabra interior dentro del mismo profeta. Aunque Jr 31, 31-34 se presenta simplemente como una promesa profética, en realidad revela
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implícitamente que la palabra interior ya estaba en él mismo . Lo nuevo del texto jeremiano no es la primera irrupción de una futura palabra
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3
Baste recordar la interioridad clara de la palabra divina de su vocación (Jr 1, 4-10).
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interior. La palabra interior ya la tiene Jeremías. Si el profeta no
hubiera tenido una palabra interior que le revela el sentido de las locuciones divinas, jamás las hubiera anunciado. Por tanto, el oráculo sobre la palabra interior, además de su valor profético de futuro, contie4
ne otro implícito de presente como audición de una palabra profética .
Lo nuevo está en la extensión que alcanzará dicha palabra, otorgada a
todo el Pueblo de la Nueva Alianza: “Pues todos ellos me conocerán
del más chico al más grande” (Jr 31, 34). Estas palabras autobiográficas demuestran que Jeremías, además de la iluminación interior que le
llevó a profetizar sobre la palaba interior de ley, recibió de Yahvé palabas interiores reveladoras de su propia persona, en el orden de sus
actuaciones proféticas, todas ellas propias de una palabra interior
profética. Este hecho nuevo nos introduce en la temática de la palabra
interior profética que constituye lo esencial de la revelación por la palabra en el AT.
II- Predicación profética y palabra interior
1. Profecía y palabra interior
El oráculo de Jeremías sobre la alianza nueva y la palabra interior
tiene unas enseñanzas indirectas de gran alcance. Para poseer la palabra interior no habría que esperar a la realización de la Nueva Alianza.
En efecto, dicha palabra era ya una realidad al tiempo de Jeremías. Si
no la hubiera poseído personalmente, con dificultad habría podido vaticinar una cosa de la cual no tuviera una idea. Esta suposición genera
numerosas preguntas. ¿Solo Jeremías poseyó una palabra interior? ¿La
palabra del corazón no era ya una realidad vivida por los profetas? Para aclarar la cuestión advertimos que lo singular de la profecía de Jeremías se refiere solamente a la posesión de la palabra interior como
un don colectivo del Pueblo de Dios, al tiempo de la Nueva Alianza.
Esto da a entender que, en forma individual, la palabra interior era poseída por no pocos individuos en Israel, especialmente los mensajeros
de la Palabra como lo eran los profetas, los legisladores y los sabios.
Por tanto, la novedad no está en que antes de la Nueva Alianza no
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4
El valor testimonial de Jeremías no se reduce al vaticinio puntual de la palabra de ley,
sino que -desde el comienzo de su misión profética- nos informa de la génesis de su carisma,
en forma de palabra interior, expresada en palabras exteriores (Jr. 1,5-19).
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haya palabra interior, sino que en la etapa de la Antigua Alianza solo
se da una palabra interior individual. Esto ofrece la posibilidad de estudiar la naturaleza de la palabra interior como un hecho vivido ya
desde tiempo atrás por los profetas. Incluso constituiría lo característico del carisma profético. Con esta hipótesis empezamos a estudiar la
realidad de la palabra interior como algo ya vivido personalmente por
los profetas. De esta palabra interior, al presente, nos interesa profundizar su génesis.
2. La fenomenología de palabra profética
Para un estudio fenoménico de la génesis de palabra profética,
no tenemos actualmente más que las narraciones consignadas en la
Biblia. Estas narraciones describen el momento genético en una forma fija de fenómenos visuales y auditivos. Concediendo al hecho su
parte al género literario profético, resulta aceptable que lo esencial
de las narraciones sea verídico en esta descripción. Pero una lectura
crítica descubre que las cosas no podían suceder con el realismo ingenuo con que se narran. Dios no habla ni se deja ver al modo
humano.
Poniendo entre paréntesis el problema de la realidad de las visiones y locuciones, fijémonos ahora en las características de dichos
fenómenos proféticos iniciales, recurriendo al material oracular del
mismo Jeremías
Fijemos la atención en sus descripciones autobiográficas. Ante
todo, insistimos en que Jeremías es un testigo de singular valor para
analizar la génesis de la palabra interior identificada con la experiencia de la vocación profética. Por tanto, el oráculo sobre la palabra interior, además de su valor profético sobre la realidad de la palabra interior de ley, contiene otro implícito sobre la génesis de la palabra exterior profética en general. En efecto, su clara afirmación externa de
una palabra interior de ley incluye implícitamente un testimonio a favor de una palabra interior que está en el origen de todo oráculo. Esta
persuasión se confirma con las confesiones del mismo profeta sobre la
interacción de la palabra profética interior y exterior. Los primeros
oráculos atribuidos a Dios por el profeta, consisten en palabras que le
fueron dirigidas por Yahveh en estos términos: “Antes de haberte
formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te
tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. Yo dije:
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“¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.” Y me dijo Yahveh: No digas: “Soy un muchacho”, pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les
tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-.
Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh:
Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy
autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir,
para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: “¿Qué estás viendo, Jeremías?” “Una rama de almendro estoy viendo.” Y me dijo Yahveh:
“Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla.” Nuevamente me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: “¿Qué estás viendo?” “Un puchero hirviendo estoy viendo, que
se vuelca de norte a sur”. Y me dijo Yahveh: “Es que desde el norte se
iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra. Porque en
seguida llamo yo a todas las familias de los reinos del norte -oráculo
de Yahveh- y vendrán a instalarse a las mismas puertas de Jerusalén, y
frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las ciudades de
Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme dejado
a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus propias manos. Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás
todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo
desmayar delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente
a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de
sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra, mas no
podrán contigo, pues contigo estoy yo -oráculo de Yahveh- para salvarte.” (Jr 1, 5-19)
Esta larga secuencia en forma de palabra exterior, describe lo interior experimentado por Jeremías en un diálogo mudo con Dios. Haya oído o no externamente las palabras de Yahvé, hay en Jeremías una verdadera comprensión de lo que es el diálogo divino que le revela su misión profética. La correspondencia perfecta entre lo exterior y lo interior
es clara en Jeremías Para el profeta es evidente que la acción de Dios es
inmediata, cierta y eficaz. Pero esa comprensión realista necesita en
nuestros días un complemento de crítica fenomenológica.
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3. La realidad de lo aparicional en la profecía
La interpretación de los textos formalmente proféticos ha estado
sometido a dos comprensiones de signo contrario: una hermenéutica
realista que entiende todos estos textos en un sentido literal crudo, y
una lectura crítica que pretende abordar la realidad verdadera que en
tales pasajes se oculta. Junto a estas dos lecturas, se da una tercera que
consiste en la comprensión meramente subjetiva a base de explicaciones sicológicas o simplemente simbólicas. En la actualidad se ha entrado por un recurso interpretativo basado en la fenomenología que intenta dar razón de tales fenómenos en un sentido más aceptable. Es la
hipótesis de las apariencias-apariciones, que ha lanzado la fenomenología como explicación filosófica de las interacciones entre la Divinidad y el ser humano.
Según la comprensión fenomenológica de lo profético, la realidad
de cuanto el profeta percibe como la palabra de Dios, en una forma directa e inmediata, no responde estrictamente a la acción misma reveladora de Dios en el interior del profeta. Lo que el profeta capta como
una especial forma de locución interior no es unívocamente atribuible
a la acción de Dios. Dios no habla al modo humano, sino al modo de
Dios. Entonces ¿en qué consiste, en realidad, ese tipo de comunicación entre Dios y el profeta que la Biblia presenta como real y verdaderamente locucional? Lo primero que se debe advertir sobre el realismo e inmediatez del hablar de Dios que percibe el profeta, es que se
trata de un fenómeno sumamente complicado. Por esto, es de gran utilidad tener en cuenta -entre las tres formas de hermenéutica indicadaslas posibilidades que ofrece una variante de la lectura crítica, basada
en la fenomenología de las apariciones y apariencias. Esta lectura distingue entre la acción divina y la recepción del profeta, un hecho que
puede llamarse de “refracción” o de “espectro”5 Es una hermenéutica
nueva que matiza el realismo de las comunicaciones proféticas,
tomándolas como casos de experiencia del orden de las apariciones_____________
5
No se trata del espectro como el fantasma de un muerto, sino en el sentido del espectro luminoso en física, como banda matizada de los colores del arco iris, que resulta de la descomposición de la luz blanca cuando atraviesa un prisma u otro cuerpo refractor. Sobre el
“espectro” en filosofía, ver X. Zubiri, Sobre la esencia, p. 397. También El hombre. lo real y
lo irreal, Alianza Editorial, Madrid, 2005, p. 32.
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apariencias6. Desde esta explicación se llega a la conclusión de que,
en tales fenómenos -milagrosos o no- lo que los profetas perciben no
es la verdadera realidad divina en sí, cuando se afirma que habla, se
revela o se aparece, sino una presencia diferente de su propio modo de
ser, que en el vidente provoca percepciones concretas de tipo de visión
o audición. Tales percepciones no corresponden a la realidad divina
como tal. Por tanto, la descripción de la locución y sus formas concretas no es una verdadera y estricta palabra pronunciada por Dios como
tal palabra, sino la percepción real de una presencia divina misteriosa,
que produce en el hombre unos efectos, formalmente humanos, de locución y de comunicación por vía de palabra. Estas observaciones fenomenológicas son de gran utilidad para entender las analogías de la
palabra de Dios. Atribuir a Dios el habla humana, como lo hace el
profeta, no es sino referir en vocabulario de locución lo que en la realidad solo es una refracción locucional de lo divino transcendente a
través de un medio de naturaleza desconocida para el hombre. Es palabra interior en el sentido de una inmediatez de contacto real entre lo
divino y el profeta entendido en su sentido de mensaje que debe ser
transmitido a los hombres. El momento de la captación del sentido de
lo percibido en la “apariencia” de la visión, es la palabra interior. La
palabra exterior surge de esta experiencia directa e inmediata, cuando
se logra llevar a cabo la comunicación a los demás hombres en medios
de lenguaje hablado. Así fue la experiencia de la palabra interior vivida por Jeremías, cuando anunció un futuro maravilloso en que todo el
pueblo poseería en su interior la percepción personal de lo divino.
Esta intervención directa y superior de Dios en la persona del
profeta es la que produce la certeza de una experiencia cognoscitiva,
al interior del profeta, que le hace decir dentro de sí mismo: “Esto dice
_____________
6
Ha sido X. Zubiri el que ha introducido en la fenomenología este tema de singular importancia para la teología de las visiones, las locuciones y las revelaciones del mundo profético. La presencia experimental que vive de la palabra de Dios el profeta es un modo propio de
la percepción en apariencia/aparición, -y no en la realidad propia de su divinidad- y es lo que
constituye la apariencia. Su punto de partida histórico-filosófico es la creencia griega de que
Júpiter aparecía como auriga: “Júpiter -dice se aparecía a los griegos como un auriga […].
Entonces diríamos que [Júpiter visto como auriga] es una apariencia, una aparición en el sentido más estricto del vocablo. Una apariencia de Júpiter Y decimos que es apariencia de Júpiter, porque los caracteres de auriga con que se presenta Júpiter no le pertenecen de suyo. Júpiter tiene una forma suya propia, que no es la de auriga. La de auriga es algo distinto” (X. Zubiri, en El hombre. Lo real y lo irreal, Alianza Editorial, Madrid, 2005, p. 32).
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el Señor”. Esta es la palabra interior que el profeta trasmite al pueblo
en la palabra exterior de la predicación.
4. Palabra y Soplo en la revelación profética
El oráculo de Jeremías no menciona la intervención del Soplo en
la génesis de la palabra interior. Es sabido que los grandes profetas del
AT privilegiaban la palabra en el carisma profético, descuidando en
ella la presencia del soplo, como concepto excesivamente relacionado
con los excesos carismáticos. Fue Ezequiel quien completó el silencio
de Jeremías7, aclarando las relaciones entre el Soplo y la Palaba interior. Ante todo atribuyó al Soplo el perdón verdadero del pecado por el
“soplo”8. En cuanto a la palabra profética, la puso -desde su irrupciónbajo la acción del Soplo9.
Este complemento de Ezequiel es esencial para fundar en la palabra interior de Jeremías una teología de la Escritura. La palabra interior está suscitada por la acción primordial del Soplo. Formada ya la
palabra, su expresión recibe la forma de palabra exterior, que es doble:
la predicación y la fijación escrita. En la revelación profética, primero
es el Soplo inspirador, luego la palabra interior. En la expresión ésta
se muda en palabra exterior. En los textos no proféticos de la Escritura, el Soplo de la redacción escrituraria se identifica con el impulso
primero a escribir, mantenido a todo lo largo de la elaboración escrituraria. Hay dos fenómenos de palabra interior, y también dos formas de
Soplo. La primera es el Soplo que suscita la palabra interior del profeta; la segunda la del Soplo que hace de un escritor un hagiógrafo y le
lanza a componer la Escritura. Hay también dos formas de palabra exterior: la del profeta que anuncia, y la del escritor que redacta un libro.
Esta es la base de una teología bíblica de la profecía y de la Escritura
inspirada.
_____________
7
M. GREENBERG, Ezechiel, 21-36. Herder, 2005, pp. 432-447.
Ezequiel fue el que puso en relación el verdadero perdón del pecado con el “soplo”, y
el que introdujo la idea del cambio del corazón “Y os daré un corazón nuevo, infundiré en
vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón
de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y
observéis y practiquéis:” (Ez 36, 26-27).Ver también Ez 11, 19; 18, 31
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Desde Ez 2, 1-2 el profeta utiliza frecuentemente la expresión: “Entró en mí el Espíritu”, para iniciar el relato de una experiencia profética.
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5. La revelación profética y la teología de la Escritura
La experiencia profética es capital para entender la interioridad
de la locución divina puesta por escrito. Desde Filón hasta el Vaticano
I, la revelación profética fue la categoría más utilizada para entender
teológicamente el origen de la palabra bíblica. En la actualidad la presencia de la revelación profética es prácticamente nula en las teologías
de la inspiración. No obstante en 2012 el P. Pietro Bovati, S.I, y el sacerdote Pasquale publicaron un libro que ofrece una buena actualización de las posibilidades que encierra la palabra profética como base
de una nueva Propedéutica que no sea pura hermenéutica10. Su punto
de partida metodológico es el “deseo de saber, y de verdad” (pp. 1743). Al deseo de saber responden los maestros “que saben”, y los que
saben en materia religiosa son los profetas, cuyo representante supremo es el Maestro Jesús (pp.27-29). En la presentación de “los que saben” se tiene la impresión de que el oculto principio inspirador de todo el discurso está en el De Magistro de S. Agustín, con su doctrina de
una palabra interior que procura al hombre el verdadero saber, frente a
la palaba exterior que no puede comunicar el saber verdadero. Esta intuición primera del P. Bovati parece insinuar que todo el tratado de la
inspiración está anhelando un comienzo nuevo, pero no con una metodología que parte de las meras palabras exteriores, sino de la palabra
interior. Los maestros “que saben” son -según S. Agustín- los que han
conocido las cosas por la palabra interior, y no de oídas. Pero esta enseñanza se remonta al profeta Jeremías. La palabra interior es la única
que procura el saber, que el P. Bovati propone como el ansia más profunda de toda ser humano. El tratado del P. Bovati parece insinuar que
se requiere un cambio total en el planteamiento de la inspiración, desde el ”maestro”. Pero del maestro interior, añadimos nosotros. La palaba interior profética es palabra inspirada, ya antes de su expresión
externa, y su consignación inspirada en un libro es consecuencia de la
inspiración de la palabra interior. Estos son los principios que señalan
el nuevo punto de partida que está pidiendo el tratado de la Inspiración.
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10
P. BOVATI – P. BASTA, «Ci ha parlato per mezzo dei profeti». Ermeneutica biblica, –
San Paolo, Roma – Cinisello Balsamo (MI) 2012 (pp. 7-177).
Palabra interior, revelación profética, y soplo inspirador en Jeremías 31, 33
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6. La palabra interior como principio fundante de la Hermenéutica
El impulso más fuerte para un planteamiento teológico de la palabra interior viene, actualmente, de la gnoseología. Este impulso externo de la filosofía se completa en el interés de la hermenéutica por la
palabra interior. Nos referimos a la famosa retractación del más ilustre
de los hermeneutas modernos que fue Hans Georg Gadamer. El gran
hermeneuta alemán, muerto en Heidelberg el 13 de marzo de 2002,
afirmó, a la edad de 88 años (1988), que lo universal de la hermenéutica estaba en la palabra interior11.
Este posicionamiento filosófico de Gadamer otorga una singular
actualidad al estudio de la palabra interior, no solo en la Hermenéutica, sino también en la teología, pues la forma primera que revistió la
palabra interior, en sus orígenes, fue la revelación profética
Summary: The destruction of Jerusalem by Nebuchadnezzar led, in 587 B.C., to the burning
of the Temple, the loss of national independence and the end of all the institutions, both civil
and religious, of Juda. It was then that Jeremiah proclaimed his famous speech about the future of Israel and of Juda on the basis of a new covenant, rooted in a law which would be an
interior law. With this prophecy there arises the first interiorisation of religion. The ‘interior
word’ of that oracle suggests to the author a new understanding of revelation, of scriptural
inspiration and of the exterior word of Scripture.
Key words: Jeremiah (the prophet), prophecy, new covenant, interior law, interior word, biblical revelation, prophetic revelation, scriptural inspiration.
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11
A finales de 1988 [...] me reuní con Hans-Georg Gadamer en un restaurante de Heidelberg para discutir con él [...] De manera muy esquemática y torpe le pregunté en qué consistía en realidad exactamente el aspecto universal de la hermenéutica. Como consecuencia de
todo lo que había leído, en aquel momento estaba preparado para escuchar una respuesta larga
y algo vaga. Pero, después de reflexionar sobre la cuestión, él dijo escuetamente y sin rodeos:
“En el “Verbum interius”. Me froté los ojos. Pero esto no estaba en ninguna parte de Verdad y
Método y mucho menos en la bibliografía secundaria. ¿Ahí se encontraría la pretensión universalista de la hermenéutica? ¿en esa “palabra interior” de la que había tratado Agustín y a la
que Gadamer había dedicado un capítulo poco atendido de su obra principal? Un tanto perplejo seguí preguntando qué querría decir eso: “La universalidad -continuó- se encuentra en el
lenguaje interior, en el hecho de que no se pueda decir todo. No se puede expresar todo lo que
hay en el alma, el logos endiáthetos. Es algo que adoptó de Agustín, de su De Trinitate. Esta
experiencia es universal: el actus signatus nunca se recubre con el actus exercitus” (Jean
GRONDIN, Introducción a la hermenéutica filosófica. Traducción de Ángela, Ackermann Pilári, Herder, 1999, p. 15).
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Antonio M. Artola C.P.
Sommario: La distruzione di Gerusalemme da parte di Nabucodonosor nel 587 a.C., portò
con sé l’incendio del tempio, la perdita dell’indipendenza nazionale e la fine di tutte le istituzioni civili e religiose di Giuda. Allora Geremia pronunciò un famoso oracolo sul futuro di
Israele e di Giuda in conformità a una nuova alleanza fondata su una legge interiore. Con questa profezia è arrivata la prima interiorità religiosa. La “parola interiore” di quell’oracolo suggerisce all’autore una nuova comprensione della rivelazione biblica, dell'ispirazione scritturistica e della parola esterna della Scrittura.
Parole chiave: Geremia (il profeta), profezia, nuova alleanza, legge interiore, parola interiore,
rivelazione biblica, rivelazione profetica. ispirazione scritturistica.