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“Si la iglesia se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”
Servando García Ponce
Esto, en verdad, fue lo expresado por el Libertador Simón Bolívar,
cuando, espada en mano, obligó a los frailes que estaban
azuzando a la multitud contra el movimiento independentista,
responsabilizándolo de haber despertado la ira de Dios por
haberse insurreccionado contra Fernando VII; Rey de de España
por la gracia de Dios, y dueño y señor de las colonias en las
llamadas Indias Occidentales.
El 26 de marzo de 1812, Jueves Santo, a las 4 de la tarde un violento
terremoto grado 8 en la escala de Richter, destruyó prácticamente a Caracas,
Barquisimeto, Mérida, San Felipe, El Tocuyo, precisamente las provincias que
habían declarado su apoyo por liberarse del yugo español. Se estimó que
cerca de 20 mil venezolanos murieron. Este hecho fortuito de que las
provincias afectadas eran las que se declararon en rebeldía, fue
manipulado por la Iglesia Católica, para declarar que todo era un
castigo del Señor.
La iglesia manipula el terremoto de 1812
Los cadáveres eran enterrados en fosas comunes o cremados en plena calle.
La población aterrorizada iba en procesión, algunos se confesaban en alta
voz, mientras gritaban que el mundo se acababa. La gente enloquecida corría
por todas partes, buscando en las ruinas a sus familiares. Más de cuatro mil
En
seguida, la Iglesia Católica, aliada de los realistas, enemiga
a muerte del movimiento emancipador, utilizó el terrible
acontecimiento para desatar una campaña presentando el
suceso como un castigo de Dios por “haberse rebelado
personas murieron tapiadas en los templos, al derrumbarse estos...
contra el más virtuoso de los monarcas, Fernando VII”, el
ungido del señor”.
El propio Arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, publicó una pastoral
culpando de los hechos a los patriotas que despertaron la ira de Dios, igual
que lo ocurrido con Sodoma y Gomorra. La Junta Suprema ordenó el 16 de
junio de 1812 la expulsión del país del Arzobispo, comisionando al padre
Cortés de Madariaga, lo condujese hasta La Guaira y lo entregase al
Comandante Militar. Pero, la caída de la primera República dejó sin efecto tal
orden.
Bolívar enfrenta la manipulación de la iglesia
Según narra el periodista realista, luego Director de la Gaceta de Caracas, al
servicio de los españoles, enemigo mortal del Libertador, enarbolando éste
su espada en la esquina de Las Gradillas, al sur de la entonces Plaza Mayor,
hoy Bolívar, obligó a los frailes a callarse y, a su vez “dirigiéndose a mí,
declaró que era totalmente falso lo dicho por estos... El cielo nada tiene que
ver con nuestro movimiento para liberarnos del poder español. Si la iglesia se
opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.
Los historiadores, temerosos de colocar decididamente a la iglesia al lado de
la corona española, sustituyeron iglesia por naturaleza y así han presentado
el apóstrofe de Bolívar, evitando la denuncia que formuló contra la posición
antipatria de la Iglesia Católica, en todo el devenir republicano, sostén de la
oligarquía y de la penetración estadounidense.
Y esto es así, que el propio José Domingo Díaz, relató el hecho de esta forma,
“en lo más elevado de las ruinas, encontré a D. Simón de Bolívar, que en
mangas de camisa trepaba por ellas. En su semblante estaba pintado el sumo
terror o la suma desesperación –“Me vio y me dirigió esas impías y
extravagantes palabras”-. Díaz era un fanático religioso y no concuerda su
calificativo de impías si Bolívar hubiese hablado de naturaleza y no de iglesia.
Lo de impío lo emplean la iglesia y sus seguidores para calificar cualquier acto
que viole la hermenéutica de la iglesia católica, apostólica y romana.
Según lo señala el diccionario de la Real Academia Española, Impiedad “es
falta de piedad, sentimiento o virtud. Falta de religión Impío. Desprecio u
hostilidad a la religión. Acción o expresión impía”. “Impío, persona contraria,
hostil a la religión”. Y de eso se trata, Bolívar condena la acción del clero no a
la naturaleza, ya que no tiene sentido cuando su objetivo era repudiar la
actitud de la Iglesia de aprovechar ese acontecimiento para sembrar en la
población el terror contra el la creación de la nueva República. El término
impío está vinculado estrechamente a la religión y, repito, no tiene ningún
sentido el que el Libertador se hubiese referido a la naturaleza, cuando su
objetivo era oponerse a la manipulación del clero.
Bolívar, masón
Bolívar había roto con la Iglesia hacía nueve años. En 1803, en Madrid se
afilió a la Logia Lautaro fundada por Miranda cuyo nombre se lo puso en
homenaje a ese líder araucano que en Chile luchó contra los conquistadores
españoles. A esa logia, pertenecían José de San Martín y Bernardo O’higgins.
El Libertador hizo el juramento masónico el 7 de enero de 1805 en la Logia
Saint Alexander D’Ëscossey, en París. Siempre se declaró libre pensador.
El Libertador confronta a la iglesia, que declara la guerra a muerte contra
movimiento emancipador. Los curas utilizan el púlpito en los templos para
denunciar a los patriotas, acusándolos de estar al servicio de Satanás al
atacar al Rey Fernando VII; El papa León XII publica una encíclica en la que
llama a defender el derecho de España a mantener sus colonias. “Se exhorta
a los obispos a encarecer a sus feligreses la defensa en todas las formas de
“nuestro augusto hijo, Fernando VII”.
Bolívar toma muy en serio la actitud de la Iglesia, responsabilizándola de las
graves dificultades que se presentan en diversos frentes. En carta del 22 de
noviembre de 1812, precisamente unos meses después de haber
desenmascarado la manipulación del terremoto de marzo, dirigida al
Caballero Denis Toubriand en Paris, le dice: “El fanatismo religioso
hipócritamente manifestado por el clero, empeñado en transformar el
espíritu público con sus miras de egoísmos e intereses de partido, terminará
en la pérdida de su preponderancia sobre los pueblos supersticiosos”. Aquí
queda claro que Bolívar sabía distinguir muy bien el papel que jugaba el
clero, aliado de los realistas.
Y en Campo de Techo, en plena campaña el 9 de diciembre de 1814, señala
“Hasta los clérigos tienen armas arrojadizas para destruirnos. Esos cobardes
fanáticos, me llaman irreligioso y me nombran Nerón. Yo seré Nerón, ya que
me fuerzan a serlo”.
Frente al proyecto bolivariano de la Gran Colombia, el clero utilizó los más
infames recursos para destruirlo. “Siempre fui excomulgado por la Iglesia
para poner al pueblo en mi contra. Sobre todo en Bogotá, lo declaran “un
hombre sin Dios ni Patria”.
El Libertador, con ironía declara en la capital colombiana, al derrotar a los
realistas y liberar la ciudad: “El clero dice que yo soy el diablo, cuando estoy
en campaña y oran por mi derrota, pero al obtener la victoria casi me
consideran un Dios”.
Resistió la presión del clero, que tratan de imponerle el concordato, que
venía desde la época de la colonia, dictado por los Reyes Católicos, y
mediante el cual el gobierno tenía el derecho de designar a los obispos y
párrocos de las iglesias. Querían sustituirlo por el llamado patronato, que le
quitaba ese derecho para pasarlo a manos del Vaticano. Bolívar se opuso al
ese propósito y ante las amenazas del Vaticano, declaró que instituiría una
iglesia venezolana, si mantenían esa campaña contra el país. El Vaticano
desistió y fue un siglo después en 1959, cuando el “demócrata” Rómulo
Betancourt despojó al país de ese derecho secular, que hasta el dictador Juan
Vicente Gómez se negó a modificarlo.
El Libertador confirma su “libertad de conciencia”
Proclamaba el Libertador que era necesario separar el estado de la iglesia
como una manera de garantizar las libertades publicas de pensamiento, de
conciencia y de culto. Esta posición le granjeó mayor odio de parte del clero.
En su viaje a Jamaica, el Libertador condena el uso y abuso que hacía la
iglesia con la proliferación de la aparición de la Virgen para cautivar a los
indígenas. En esa oportunidad expresó su respaldo a la denuncia formulada
por el fraile dominico mexicano Fray Servando de Mier y Terán, quien en un
sermón calificó de invención de la iglesia la aparición en México de la virgen
de la Guadalupe, sólo con la intención de captar la credulidad de los aztecas.
Fray Servando fue encarcelado, manteniendo su posición revolucionaria en el
seno del clero. Bolívar conservaba sus escritos.
Ya en Cartagena, en 1830, la vida del Libertador se va extinguiendo. Sus
amigos, acuerdan citar al Obispo de Santa Marta para darle la
extremaunción. Al llegar pasó al cuarto donde agonizaba el Libertador, los
dejaron solos, pero no habían pasado cinco minutos, cuando el Obispo se
retiró visiblemente molesto, en tanto exclamaba: “Su excelencia, no se
confesó”, Fernando Montilla es testigo de la exclamación del prelado. El
Libertador prefirió morir cristiano antes de católico, apostólico y romano, fiel
a sus ideas de libre pensador.
Sin embargo, el historiador José Gil Fortoul afirma que a instancias del
médico Reverend acepta confesarse con el cura de Mamatoco, humilde aldea
de indios cercana de Santa Marta. Y Gil Fortoul se pregunta ¿Era católico
Bolívar? “Apenas cristiano o puramente deísta; impregnado de cómo estaba
de la filosofía francesa del Siglo XVIII. Contra el dogma católico, defendió
siempre la libertad de conciencia y la de cultos. La religión era para él “ley de
la conciencia” individual y recomendó que en la Constitución no se
reconociese ninguna religión de Estado. Que se confesara a última hora, con
el obispo Esteves con el cura de indios, poco importa, revela solamente o
cansancio o suprema indiferencia”.
La realidad fue que la catedral de Santa Marta cerró sus puertas para
cualquier velatorio de los restos de Bolívar. Además, la jerarquía católica se
negó a asistir al sepelio. Su ataúd fue adquirido mediante una colecta. El
doctor Reverend le cedió una de sus camisas, pues la del Libertador estaba
rota. Murió en la mayor pobreza, aquel extraordinario hombre que liberó a
cinco países. El pueblo de Santa Marta acompañó su cortejo fúnebre,
lanzándole flores a su paso.
Leyendas:
Según narra el periodista realista, luego Director de la Gaceta de Caracas, al
servicio de los españoles, enemigo mortal del Libertador, enarbolando éste
su espada en la esquina de Las Gradillas, al sur de la entonces Plaza Mayor,
hoy Bolívar, obligó a los frailes a callarse y, a su vez “dirigiéndose a mí,
declaró que era totalmente falso lo dicho por estos... El cielo nada tiene que
ver con nuestro movimiento para liberarnos del poder español. Si la iglesia se
opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”
Simón Bolívar: “Si la iglesia se opone, lucharemos contra ella y haremos que
nos obedezca”