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Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
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El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
Alejandro José Molina Mendoza
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Resumen
En el siguiente artículo intentaremos mostrar cómo el Libertador Simón Bolívar realizó sus
contactos políticos y diplomáticos con la alta jerarquía de la Iglesia Católica. En primer lugar,
veremos la conducta conflictiva entre Bolívar y sus roces con el Arzobispo de Caracas,
Monseñor Coll y Pratt en el tiempo que va desde 1812 hasta 1816. En segundo lugar
repasaremos el cambio de actitud del Libertador en este aspecto, hacia una actitud de
acercamiento hacia la Iglesia Católica, en el caso de las vacantes de la Diócesis de Guayana.
En tercer lugar observaremos sus relaciones con el Obispo de Mérida, Mons. Lasso de la
Vega y con el Obispo de Popayán, Mons. Jiménez de Enciso, entre los años 1820 y 1824. En
cuarto lugar, observaremos cómo por medio de los Obispos de Mérida y Popayán, los
contactos con Mons. Muzi y las gestiones de Monseñor Texada, en mayo de 1827 el Vaticano
nombró directamente Arzobispos y Obispos para la Gran Colombia, hiriendo de muerte el
Patronazgo Eclesiástico español. Finalmente haremos referencia a la conducta totalmente pro
clerical del Libertador durante sus dos últimos años de vida. En todo el texto iremos
observando como los objetivos políticos, primero por la guerra y segundo en la construcción
de las nuevas repúblicas, predominaron en las posturas diplomáticas del Libertador frente a
sus relaciones con el clero católico.
Palabras clave: Política, Simón Bolívar, Iglesia Católica, Historia hispanoamericana, Siglo XIX.
El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica
La idea de escribir sobre el Libertador Simón Bolívar, y específicamente sobre las
relaciones de orden diplomático y político que sostuvo con la alta jerarquía de la Iglesia
Católica, se debe a la investigación que se ha adelantado con motivo de nuestro Trabajo Final
de Grado (cuyo Tutor es el Dr. González Ordosgoitti), el cual estamos culminando en la
Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, y que se ha denominado: “El
Concepto de Libertad en el Libertador Simón Bolívar”. A su vez, esta temática se ha venido
reflexionando y elaborando desde el año 2005 mediante los distintos cursos y seminarios que
han sido dictados por los Profesores Enrique Alí González Ordosgoitti y Gabriel José Morales
Ordosgoitti, ambos de la misma Escuela de Filosofía.
Ahora bien, en el presente artículo queremos desarrollar, de manera muy sucinta, cuál
fue la conducta del Libertador Simón Bolívar, en materia política y diplomática, frente a la alta
jerarquía de la Iglesia Católica. Esto nos pone en el camino de una reflexión desde una
perspectiva filosófico-política, ya que el Libertador fue ante todo un hombre de acción y
pensamiento guiados por un fino olfato político. Con esto queremos dejar sentado que no
vamos a escribir sobre los sentimientos del Libertador en materia religiosa, los cuales nos
parecen, sin embargo, apegados a la religión católica de sus padres y de su sociedad a pesar
de las vicisitudes de la guerra y el problema de tipo internacional que generaba el Patronato
Eclesiástico ejercido por la monarquía española sobre Hispanoamérica.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
2
Antes de entrar en materia consideramos necesario aclarar lo siguiente. La política,
según serios pensadores de esta temática,1 tiene dos aristas muy visibles. La primera es la de
la política entendida como lucha y guerra contra los enemigos. Esta postura es la que
sostienen todos aquellos que toman las banderas de una revolución, es decir, un grupo de
personas que persigue como objetivo la defenestración de un sistema o grupo político y su
sustitución por otro. Se intenta, generalmente, anular todo vestigio del pasado argumentando
que el fuego (guerra) depurador de la revolución limpiará el mal que expele el sistema político
y social que se desea sustituir.
La otra cara de la moneda es la política entendida como un estado de paz y mantenimiento
del orden establecido. En este sentido, por ejemplo, los dirigentes de toda revolución
triunfante cambian el “status” de la política como lucha al de la política como orden que debe
mantenerse para el “supuesto” bien de la sociedad. Por supuesto, esta tendencia de la política
no se aplica sólo en tiempos posbélicos.
El Libertador, como hábil estratega político no fue ajeno a estas dos caras de la praxis
política. Esto lo podemos ver reflejado basándonos en la gran cantidad de documentos que
Bolívar dejó para la posteridad. Al principio de su carrera política y militar, su objetivo fue el
reemplazo del sistema monárquico y colonial existente en la Capitanía General de Venezuela
por un sistema de gobierno republicano. Como sabemos, la manera de realizar esta
sustitución no fue otra sino la guerra y la destrucción. Así, Bolívar, entre los años 1812 y 1819,
aproximadamente, fue un político dedicado casi exclusivamente a la guerra. A partir de 1820,
comienza a perfilarse fuertemente su faceta de político conservador del nuevo orden que se
establece con la institución de las nuevas repúblicas y la expulsión del poder monárquico de
las hoy denominadas naciones bolivarianas. Esta tendencia hacia el conservadurismo político
en el Libertador fue acentuándose a medida que pasó el tiempo.
Las relaciones que Bolívar cultivó con la Iglesia Católica siguieron, a nuestro juicio, una
conducta similar. Aunque no podemos establecer un total paralelismo cronológico en este
sentido, sí podemos observar ciertas tendencias en su conducta política y diplomática. En un
principio, según los documentos consultados, Bolívar quiso subordinar a la jerarquía
eclesiástica hacia sus propósitos revolucionarios y bélicos, aunque fuese a base de presiones
e intimidación. Sin embargo y posteriormente, se observa claramente como el Libertador
paulatinamente, y también acentuándose cada vez más con el paso de los años, hace
grandes esfuerzos por poner de su lado a la alta jerarquía de la Iglesia, pero esta vez en un
tono distinto, de diferente manera y con diversos recursos. Diplomáticamente el Libertador usa
toda su influencia para que la Iglesia Católica aceptase y reconociese la nueva realidad de
relaciones de poder político que la guerra terminó por imponer, es decir que la república fuese
tolerada por la Iglesia.
Por supuesto, la sagacidad política del Libertador le llevó con rapidez a reconocer que
lo más conveniente era no seguir confrontando a la jerarquía eclesiástica ya que esa antigua
institución tenía una poderosa y amplia influencia sobre los habitantes de las nuevas
repúblicas; y aparte de esto, la Iglesia podía fungir también como un importante provisor de
recursos económicos para ayudar a subsanar la permanente escasez de recursos fiscales. 2
1
Para mayor información sobre la teoría política hay una amplia variedad de escritores y formas de enfocar esta temática. Sin
embargo, para este artículo se han tomado los textos de García-Pelayo, Manuel. (2004) Idea de la Política. (1ª reimpresión
de la 6ª edición.) Caracas. Fundación Manuel García-Pelayo. Cuadernos de la Fundación, Nº 1 y de Romero, Aníbal.
(1990/2005) Aproximación a la Política. (2ª ed.) Caracas, Editorial Panapo.
2
El padre Pedro de Leturia, s. j. indica en cuatro pasajes distintos de su obra “La Acción Diplomática de Bolívar ante Pío
VII”, entre otros, la importancia, desde el punto de vista económico, que tenía la Iglesia en ese tiempo, más aún para ejércitos
que constantemente estaban necesitados de medios económicos para sostener el esfuerzo bélico (todos los subrayados en los
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Por lo tanto, era un grave error, desde la perspectiva de la praxis política, oponerse a
un poder tan grande que tenía dos enormes recursos: la ideología y la economía; y más aún
cuando la guerra estaba ganada por los republicanos, éstos debían establecer el nuevo orden
político y hacerlo viable manteniendo el orden y la paz, o mejor dicho, la estabilidad política de
la nación que se intentaba fundar. Bajo este marco se circunscriben las relaciones que Bolívar
cultivó con la jerarquía de la Iglesia Católica en general.3
Los primeros tiempos: La guerra a muerte y el frenesí arrasador de la revolución
Veamos entonces uno de los documentos más famosos expedidos por el Libertador, el
Manifiesto de Cartagena, y su fuerte referencia contra el clero católico. Empezamos a
observar las ideas extremas que Bolívar tenía para todo aquel que no cooperase en la
edificación de la nueva república, en los primeros tiempos de su vida pública:
“La influencia eclesiástica tuvo después del terremoto [en marzo de 1812], una parte muy
considerable en la sublevación de los lugares, y ciudades subalternas; y en la introducción de
los enemigos en el país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio a favor de
los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente que estos
traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se
les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta (…)
Es muy probable que al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de
todas clases; y particularmente de cardenales, arzobispos, obispos, canónigos y clérigos
revolucionarios, capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidos estados, sino de
envolver el Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio
de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios pueden obrar sobre el espíritu humano,
serán otros tantos instrumentos de que se valdrán para someter estas regiones.” 4
textos siguientes son nuestros): “…El Obispo [hablamos de Mons. Lasso de la Vega], que fuera de sus deberes de Pastor,
tenía, conforme al juramento prestado al aceptar la mitra, el de defender los derechos reales, no creyó poder permanecer
neutral como padre de ambos bandos, sino que mostró una vez más su lealtad al Rey, contribuyendo a organizar la
recolección de fondos para la guerra…” (p. 118); “…Fuera de las felicitaciones de los Cabildos de Bogotá y Medellín, y de
los cuantiosos donativos particulares de los sacerdotes publicados con frecuencia en la Gaceta oficial, el Capítulo
metropolitano dio el 27 de septiembre de 1819 un paso de mayor trascendencia: mientras duraban las exigencias de la guerra,
y se lograba consultar de ello a la Santa Sede, cedió al gobierno republicano los frutos de los beneficios vacantes de la mitra y
prebendas y aquella parte de los diezmos llamados “Novenos de Su Majestad”, que en la leyes de Indias se reservaban a las
cajas reales. El lector puede conjeturar qué a gusto aprovecharía el nuevo gobierno este rasgo de deferencia…” (pp. 126-127);
“Los nuevos Gobiernos habían surgido con el título y los derechos de representantes del Rey cautivo Fernando, en ejercicio
legítimo por consiguiente a nombre suyo, de los derechos patronales de S. M. ¿Cómo exigir que esos gobiernos, después de
acostumbrados al manejo de los resortes eclesiásticos, tan beneficiosos para las cajas del Estado y tan eficaces para el
engranaje político, renunciasen desinteresadamente a sus ventajas al independizarse de la corona…?” (p. 141); A
continuación veremos la respuesta que realizó el Vicepresidente de la Gran Colombia Francisco de Paula Santander en 1820
al Obispo Lasso de la Vega, sobre la posibilidad de que los diezmos le fuesen devueltos formalmente a la Iglesia Católica ya
que no existía en Colombia la figura de quien usufructuaba ese dinero legalmente hasta ese momento, los reyes de España:
“…El Gobierno republicano (…) al erigirse sobre los escombros del trono español, había heredado su soberanía con cuanto a
ella pertenecía; por tanto, con los diezmos, que eran de su posesión “con dominio pleno e irrevocable”…” (p. 146).
Esperamos que estas citas sean suficientes para demostrar que la Iglesia manejaba un importantísimo poder económico que
luego será un factor adicional, y podemos decir que casi fundamental, que hizo que Bolívar hiciera grandes esfuerzos para
atraerse al clero católico hacia su esfera de influencia.
3
Es importante resaltar también que los distintos sacerdotes que conformaban a la Iglesia Católica en la Capitanía General de
Venezuela, al inicio de la guerra, tomaron tres posturas: neutral, realista o republicana. La Iglesia no fue ajena a este conflicto
y muchos de sus miembros se involucraron directamente en este terrible conflicto. Para más información sobre este aspecto
puede consultarse el estudio preliminar que hace el Dr. Manuel Pérez Vila en los Memoriales escritos por Mons. Narciso Coll
y Pratt, citado en este escrito, y en Donís Ríos, Manuel Alberto. (2008) “Sotanas con Fusiles y Lanzas en la Mano.” Revista
El Desafío de la Historia: Iglesia e Independencia (Caracas, Venezuela) Editorial Macpecri, 2(1): 64-69.
4
Bolívar, Simón. (1812/1968) “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño.” En Escritos del
Libertador. (Tomo IV, pp. 116-127) Caracas. Sociedad Bolivariana de Venezuela, Documento Nº 112.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
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Podemos tener una idea entonces de cómo fueron las ideas que tenía en mente el
Libertador contra los eclesiásticos realistas. Así tenemos lo que consideramos que fueron los
primeros pensamientos de Bolívar con el alto clero católico. En general este texto es de un
extremismo que permite anticipar lo que vendría en los próximos años. El tono, a grosso
modo, de esta manifestación de Bolívar iba en consonancia de lo que fue posteriormente su
más radical texto, el cual escribiría seis meses después: “El Decreto de Guerra a Muerte”. Por
otra parte, también pudiésemos inferir que ya Bolívar comenzaba a darse cuenta de la
importancia, desde la perspectiva política, de tener a la jerarquía católica de su lado.
Ahora bien, un documento de primera mano que también nos parece muy bueno para
tomar en cuenta son los “Memoriales sobre la Independencia de Venezuela” escrito por el
entonces Arzobispo de Caracas, Dr. Narciso Coll y Prat, cargo que ejerció efectivamente entre
el 31 de julio de 1810 y el 7 de diciembre de 1816.5 Este texto nos dará una idea más clara
sobre las relaciones que Bolívar mantuvo con el alto clero de la Iglesia Católica.
Las relaciones del Arzobispo con Bolívar, según se ha podido leer en estos Memoriales,
no fueron las mejores. Existieron entre ambos muchos roces y conflictos, debido sobretodo al
tiempo de frenesí bélico dentro del cual le tocó actuar al Arzobispo, además de su tendencia
claramente realista. Fueron los tiempos del Decreto de la Guerra a Muerte de Bolívar, y
también el tiempo en que José Tomás Boves actuó a sus anchas. Fueron los años más
arduos y crueles de la contienda ya que la guerra no estaba regularizada, cuestión que ocurrió
en 1818.
Bajo este terrible panorama se dieron las relaciones entre el General en Jefe de las
tropas republicanas y el Arzobispo de Caracas. Por un lado, el Libertador, supeditando todo
esfuerzo y toda acción hacia la guerra y el final exitoso de la revolución. Por otro, el Arzobispo
de Caracas, teniendo en mente a su grey, a su iglesia y a su rey.6
Las palabras y opiniones que el Arzobispo tuvo para Bolívar en sus Memoriales nunca
fueron positivas para el General. Se observa el constante conflicto entre Bolívar y Coll, donde
éste expresaba en sus pastorales la defensa de los derechos políticos de la corona y
reclamaba la actuación insurreccional de los republicanos:
“(…) El quince de Julio [de 1813] dirigí una pastoral (…) y hasta el veinte y tres del mismo
Julio se estuvo circulando la mencionada Pastoral: Pastoral que en su misma circulación o
después de otro modo cayó en manos de Bolívar, y me fue origen de sorpresas y muy
grandes temores (…) no estaba yo en América para consolidar el poder usurpador, sino para
sostener el de V. M. en tanto que me fuese dado, y apartar de mi Diócesis todos los males…”
7
Este conflicto sobre las pastorales iba a ser, según Coll, motivo de constante polémica
entre Bolívar y el prelado. Es entendible que para Bolívar estos textos fuesen un constante y
5
Navarro, Nicolás (1951) “Arzobispo.- Dr. Dn. Narciso Coll y Prat.” En Anales Eclesiásticos Venezolanos. (pp. 205-275)
Caracas. Tipografía Americana.
6
Es preciso mencionar aquí que en la guerra que tuvo lugar en la Capitanía General de Venezuela entre 1812 y 1821 la
Iglesia Católica se vio envuelta de lleno por dos razones principales. La primera era la enorme influencia que tenía la Iglesia
sobre la población; nada más y nada menos que se encargaba de la educación de todos los que podían recibirla en esa época.
Y por si fuera poco, era la guía espiritual del mundo hispánico. En segundo lugar, los sacerdotes apostados en estas latitudes
del imperio hispano, en general, tomaron postura por uno y otro bando. Es así como veremos sacerdotes defendiendo al rey y
veremos sacerdotes defendiendo la república.
7
Coll y Prat, Narciso. (1818/1960) Memoriales Sobre la Independencia de Venezuela. (p. 250) Caracas. Academia
Nacional de la Historia, Serie Sesquicentenario de la Independencia, Nº 23. Otros ejemplos de la confrontación por el motivo
específico de las pastorales lo podemos hallar en las páginas 265, 266, 269, 288, 289 de la misma obra.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
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terrible dolor de cabeza precisamente por la ya mencionada influencia de la Iglesia sobre la
sociedad a la cual iba dirigido. Era una terrible propaganda política contra los republicanos
que estos mensajes del Arzobispo de la provincia más importante de la Capitanía General
estuviesen llegando a todas partes, por lo menos dentro de su jurisdicción eclesiástica, lo cual
no es poco decir.
Veamos ahora la opinión de Coll respecto a Bolívar en el desarrollo de la denominada
Campaña Admirable y el inicio de la guerra a muerte, opinión que se mantendrá a lo largo del
Memorial:
“(…) Insolente con las victorias que había conseguido en el Nuevo Reino de Granada (…)
autorizado por éste [el Congreso de Tunja] para el exterminio de los pueblos, después de
haber recibido de él los decretos de la guerra a muerte (…) ensoberbecido con la propia
sangre que había mandado inicuamente a derramar (…) pisó osadamente este suelo infeliz,
creyendo que su imperio iba a ser eterno. El terror y la muerte le habían precedido desde sus
primeras invasiones; el pavor y la desolación le seguían, y parece que con la presencia de
aquel monstruo, la provincia toda cayó como en un repentino desfallecimiento…” 8
En otro episodio de esta confrontación entre el poder político encarnado en el
Libertador y el poder religioso encarnado en el Arzobispo, observemos como éste se quejaba
de la intromisión de los republicanos en los asuntos internos de la Iglesia:
“(…) [Bolívar] me exigió por oficio (…) una nota general de todos los Sacerdotes de la
Diócesis, de su antigüedad, empleos y residencias, y de los curas que yo tenía temporalmente
separados de sus parroquias (…) habiéndosela pasado, porque no podía resistirle, con una
providencia atroz trastornó toda mi administración eclesiástica (…) vi en breves días
inhabilitados a una multitud de eclesiásticos (…) dejando en la principales poblaciones a otra
multitud de Eclesiásticos prohibidos para poder ejercer sus poderes de confesar y predicar;
siendo bien digno de observación, que no se tuvo pudor de inhabilitar a toda la Comunidad de
religiosos mercedarios, y a una gran parte de la de San Francisco (…) Es conveniente a la
tranquilidad pública, era la fórmula y la poderosa razón que encubría la arbitrariedad…” 9
Sin embargo, tal vez lo peor y más complicado de las relaciones entre estos dos
personajes estaba por venir. El texto que veremos a continuación es un testimonio de Coll
cuando Bolívar, presuntamente, ordena ejecutar a un sacerdote entre fines de 1813 y
principios de 1814:
“Bolívar voló de Caracas a Valencia donde le llamaba la ocasión de estrechar el sitio de
Puerto Cabello, y en esta ciudad aprisionó la primera víctima que cobardemente sacrificó en la
Guaira (…) echó mano del presbítero Don Juan Felipe Rodríguez, remitióle como un
malhechor, y sin participar cosa alguna a la autoridad eclesiástica a quien su persona
pertenecía, encerró en un castillo, donde ocultamente y en el silencio de la noche le hizo
quitar la vida…” 10
Este hecho, simplemente, fue terrible y no podía esperarse que la alta jerarquía de la
Iglesia Católica estuviese dispuesta, en ese momento, a percibir a los republicanos como
personas en las cuales se podía negociar, e incluso llegar a acuerdos.
En febrero de 1814, el Arzobispo envió al General una carta intercediendo por los
presos y heridos realistas en las bóvedas y hospital de la Guaira:
8
Coll y Prat, p. 255.
Ibíd., p. 259-260.
10
Ibíd., p. 264.
9
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6
“(…) ¡oh cruel suerte de los desvalidos puesta a merced de sus principales y calumniosos
enemigos¡ Acabo de saber que a tales españoles y canarios se les va a pasar por las armas,
hoy mismo, indistintamente, y que la orden firmada de U. estaría ya entregada para su
ejecución (…) esta sangre de tantas víctimas inocentes (…) clamará, si U. no recoje (sic) de
pronto la orden, contra la de U. (…) Sírvase, no obstante, entrar en virtud de la presente en la
cristiana y política reflexión (…) y abra su generosos corazón para salvarles por lo menos sus
vidas, y luego destiérrelos de estas provincias, si su presencia es incompatible con la
tranquilidad pública…” 11
La ejecución masiva de los heridos y presos españoles quizás sea uno de los hechos
más desafortunados cometidos por el Libertador:
“(…) No menos que a V. S. Illma. me es doloroso este sacrificio. La salud de mi patria que lo
exige tan imperiosamente podría sólo obligarme a esta determinación. Si yo no viera que en
este caso la indulgencia aumentaría el número de las víctimas y frustraría los mismos
sentimientos de piedad que mueven a V. S. Illma. a interceder, yo apresuraría a darle en esta
ocasión un testimonio en mi deseo de complacerle. Mas vea V. S. Illma. la dura necesidad en
que nos ponen nuestros crueles enemigos (…)
Nada me sería más grato que entrar en esta ocasión en las miras de V. S. Illma. y ceder a mis
propios sentimientos de humanidad. Pero la salud de mi patria me impone la imperiosa ley de
adoptar medidas opuestas, y crea V. S. Illma. que la piedad misma las exije (sic); pues
pequeños sacrificios ahora, evitarán mayores en lo sucesivo….” 12
Nos parece sumamente interesante el hecho de que la carta del Arzobispo
intercediendo por los españoles presos en la Guaira13, la carta de Bolívar respondiéndole14 y
la orden de ejecución15 de los mencionados españoles tengan oficialmente todas las mismas
fechas: 8 de febrero de 1814.
Un último testimonio al cual aludiremos en referencia a las relaciones entre Bolívar y
Coll es la orden de confiscación de los bienes en metálico de la Iglesia por parte de los
republicanos:
“(…) [Bolívar, en vista de la inminente llegada de Boves a Caracas] publicó la Ley marcial,
hizo alistamientos; y sostenido por el propio terrorismo de sus providencias, levantó un nuevo
ejército que aparentaba defensa; pero su intención era otra, y a título de provisiones y
necesidades, erigió una Junta que llamó de arbitrios y seguridad. A ésta reservó la colección
de las alhajas, sin que tuviese que intervenir con la Municipalidad, ni con la potestad
eclesiástica, ni con persona alguna sino valiéndose únicamente de la guerra armada [estamos
hablando de mayo y junio de 1814] (…) A la misma junta reservó los ofrecimientos que bajo la
pena de ser tratado como traidor o sospechoso, ordenó hacer a cada habitante, y mientras
que los obcecados vocales de aquélla iban citando a aquellos a quienes más podían quitar, y
obligándolos con amenazas a despojarse aun de las prendas del uso propio, circulaban
severas órdenes por medio de los militares a los mayordomos de cofradías y de las iglesias
para la entrega de sus alhajas que debían hacer en el acto…” 16
Estos, en líneas muy generales, fueron los temas por los que los dos personajes en
mención polemizaron durante los terribles años de 1812 y 1814.
11
Navarro, (1951) pp. 223-224.
Bolívar. Escritos… (Tomo VI, pp. 127-128, Documento Nº 686)
13
Navarro, (1951) p. 224.
14
Ibìd., (1951) p. 224 y Bolívar. Escritos… (Tomo VI, p. 127, Documento Nº 686)
15
Bolívar. Escritos… (Tomo VI, p. 127, Documento Nº 685)
16
Coll y Prat, p. 296.
12
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De lo que podemos inferir que el Libertador había supeditado todo a la consecución del
fin bélico, es decir, a la sustitución del gobierno español por uno criollo, así tuviese que lidiar
duramente contra el alto clero católico. En cambio, podemos observar que el Arzobispo tenía,
principalmente, como objeto de sus acciones la defensa de los derechos políticos de la corona
y la defensa de los derechos eclesiásticos en la Capitanía General de Venezuela.
Ahora bien, debemos señalar lo siguiente. Los Memoriales fueron escritos como un
informe al rey de España. Este informe, y la destitución de Coll del Arzobispado caraqueño,
fue pedido por el rey debido a las acusaciones que Pablo Morillo realizó contra el eclesiástico
referidas a sus supuestas simpatías hacia los republicanos. De tal manera que los Memoriales
fueron escritos como una defensa a su actuación durante el ejercicio del Arzobispado, lo cual
nos dice que muy probablemente hubo episodios donde el clérigo pudo exagerar sus
actuaciones, en pro de su defensa y posturas realistas.
Sin embargo, en el estudio preliminar que el Dr. Pérez Vila realiza de los Memoriales le
otorga crédito y veracidad a las palabras del Arzobispo, a pesar de la gran cantidad de malas
actuaciones que le atribuye a Bolívar, donde inclusive, como ya hemos visto, le insulta.
Entonces, si uno de los acérrimos defensores del bolivarianismo le otorga crédito a las
palabras de Monseñor Coll, a pesar de sus ofensas a Bolívar, entonces podemos pensar que
el testimonio del Arzobispo es verosímil y digno de crédito.17
El cambio de actitud:
La diplomacia bolivariana en acción ante la Iglesia Católica de la Gran Colombia
Según los datos que nos proporciona Mons. Nicolás Navarro, la primera intervención
del Libertador en los asuntos internos de la Iglesia Católica de forma positiva para ésta, se dio
en la Diócesis de Guayana en 1817.18 Y lo más sorprendente de todo, fueron los mismos
sacerdotes quienes llamaron al Libertador para que les ayudara. De esta forma hay un par de
dudas que nos llaman poderosamente la atención. En primer lugar, ¿por qué ese cambio de
actitud en el Libertador?, y la segunda, ¿por qué ese cambio de actitud del alto clero católico?
Observemos la situación por la cual atravesó la provincia de Guayana en el año de
1817, durante su primer semestre. La ocupación de Guayana por parte de las tropas
republicanas fue la primera victoria realmente consolidada de la revolución. Guayana sería la
base para la libertad y la secesión de España, de las futuras naciones bolivarianas. Después
de la batalla contra los realistas, las tropas republicanas lograron finalmente apoderarse de
esta plaza fuerte. En un episodio bastante obscuro, de cuarenta y un sacerdotes catalanes
pertenecientes a las famosas Misiones del Caroní, veinte fueron ejecutados por los
republicanos, catorce murieron en prisión y sólo siete lograron escapar. 19
Por otra parte, el Ordinario de la Diócesis de Guayana, el Sr. D. José de Ventura y
Cabello moría el 21 de agosto del año en mención. Esto ocasionó un grave problema al clero
guayanés porque de las tres maneras que había para proveer un nuevo Ordinario, ninguna
era posible debido a la guerra.20 Entendamos entonces la decisión del clero guayanés que
17
Para mayores datos el lector puede revisar el Estudio Preliminar que realiza el Dr. Manuel Pérez Vila de los Memoriales
del Arzobispo Coll, pp. 11-41.
18
Navarro, Nicolás. (1933) “El Caso Guayana”. En La Política Religiosa del Libertador. (pp.7-11) Caracas. Tipografía
Americana.
19
Para este terrible hecho véase: Lynch, John. (2006) “La Piedra de Toque de la Revolución” En Simón Bolívar. (pp. 139140) Barcelona (Esp.) Editorial Crítica, Serie Mayor; y Leturia, Pedro. S. j. (1925/1984) “Congreso de Angostura: Sus
Causas y Carácter, 1818-1819”. En La Acción Diplomática de Bolívar ante Pío VII. (2ª ed., pp. 81-82) Caracas. Ediciones
de la gran Pulpería del Libro Venezolano.
20
Para más detalles sobre este problema ver: Navarro (1933), pp. 7-11 y pp. 35-38.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
8
había sobrevivido al solicitar los buenos oficios del Libertador para proveerse de un Ordinario,
acción impensable en el antiguo régimen. Los sacerdotes debían haber tenido un muy
fundado temor sobre posibles represalias por el episodio de la ejecución de los clérigos
catalanes, porque eran los republicanos los que mandaban de hecho en Guayana a pesar de
que continuaban siendo rebeldes e insurrectos a los ojos del mundo, es decir, los republicanos
eran una fuerza militar sin reconocimiento político alguno.
Ahora bien, analicemos la otra cara de la moneda. El Libertador no podía
desaprovechar la oportunidad de anotarse un importante éxito político. Veamos la solución
que propone al clero de Guayana para eliminar la acefalía de la jerarquía católica en esa
diócesis, el día 8 de noviembre de 1817:
“Animado por tan inmortales monumentos, y por los repetidos ejemplos que nos presenta la
historia eclesiástica de las Asambleas Generales de la Iglesia convocadas por las potestades
del siglo, no menos que por mi ardiente celo y amor a la causa de la Religión Cristiana, me
atrevo, como Jefe Supremo de la República, a excitar, llamar y convocar con todo el afecto de
mi corazón, y en caso necesario con el poder de la autoridad, a todos y cada uno de los que
componen el muy respetable clero de esta Diócesis, para que se presenten por sí o sus
legítimos poderes en esta capital en el preciso término de cincuenta días, a deliberar sobre las
necesidades de esta Santa Iglesia, y muy particularmente a nombrar un superior eclesiástico
que la administre.
Tal es el plan que he creído adaptable a nuestras circunstancias y a la grave y urgente
necesidad de esta Iglesia. Yo lo propongo al muy venerable clero que espero se congregue en
esta capital; pero el mismo clero, usando de su plena libertad y de sus luces y conocimientos
en las materias eclesiásticas, podrá discutir, acordar y llevar a efecto el que juzgue más
conducente a remediar los males en que se están precipitando él y los fieles.” 21
Y efectivamente,22 se reunió el Sínodo en la Catedral de Guayana el día 25 de enero de
1818 y se nombró al Gobernador de la Diócesis de Guayana, bajo una especie de
“Patronazgo de la República”. Bolívar había logrado, desde la perspectiva política, una
importante victoria. En primer lugar, que el clero católico de Guayana haya recurrido a la
autoridad de Bolívar para solucionar un problema interno de la Iglesia indica el
reconocimiento, de esa parte del clero, de la victoria militar de los republicanos y por ende de
las nuevas relaciones de poder que quedaban establecidas. En segundo lugar, se daban los
primeros pasos para que los republicanos dejasen de ser considerados como unos insurrectos
y rebeldes ante la comunidad internacional. Empezaba a tener eco la fuerza política y militar
de los republicanos lo que les permitiría posteriormente negociar desde una posición más
ventajosa.
Probable y verosímilmente Bolívar pudo haber pensado la posibilidad de establecer las
primeras bases para la transición del Patronazgo Eclesiástico que poseía el Estado español
hacia la nueva república. Ahora bien, ¿qué es un Patronato Eclesiástico? Hagamos entonces
un breve paréntesis para clarificar esto. La palabra Patronato proviene del verbo patrocinar y
significa “defender, proteger, amparar, favorecer”23. Veamos qué nos dice José Gil Fortoul al
respecto:
“En materia eclesiástica los Reyes de España ejercieron siempre el derecho de “Patronazgo”,
y lo fundaban, primero, en haber descubierto y conquistado la América, y edificado y dotado
sus iglesias y monasterios, y además en habérselos concedido expresamente el Sumo
21
Bolívar. Escritos… (tomo XII, p. 38, Documento Nº 2325)
Navarro (1933) p. 10.
23
Real Academia de la Lengua Española. (2001) “Patrocinar” (tomo II, p. 1703). En Diccionario de la Lengua Española.
Madrid. Espasa-Calpe.
22
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
9
Pontífice. Conforme al Patronato, no se erigía ni fundaba sin licencia del Rey iglesia catedral
ni parroquial, monasterio, hospital, iglesia votiva ni otro lugar pío ni religioso; los arzobispados,
obispados y abadías se proveían por presentación del Rey a Su Santidad; las dignidades y
prebendas de las iglesias catedrales, por presentación de sus prelados al Rey; y los beneficios
curados, así en los pueblos de españoles como en los de indios, por oposición, escogiendo
los arzobispos y obispos tres de los candidatos aprobados, para presentarlos a los Virreyes,
Presidentes de Audiencia o Gobernadores, quienes hacían la elección definitiva…” 24
Lo que esto significaba en los hechos era que el gobierno de la Santa Sede, transfería
su potestad y su prerrogativa política de instituir iglesias y nombrar sacerdotes para los
diferentes cargos de la jerarquía eclesiástica al gobierno de España en el Nuevo Mundo. Esto
se instituyó en varias Bulas papales, pero la que lo estableció con mayor fuerza jurídica fue la
del Papa Julio II emitida el 28 de julio de 1508, denominada Universalis Ecclesiae.25 Esto nos
indica también la fuerte relación que existió en España y sus dominios entre el poder temporal
y el poder espiritual; ambos estuvieron amplia y estrechamente vinculados.
Teniendo en mente este panorama, para 1817, el hecho de que el clero de Guayana
haya solicitado a Bolívar sus buenos oficios para intentar restablecer el orden jerárquico
interno de la Iglesia, era de ese tipo de oportunidades que se presentan muy pocas veces. Y
desde el punto de vista político el Libertador no la dejó pasar.
Y en tercer lugar, al haber sido nombrado en enero de 1818 el Gobernador de la
Diócesis de Guayana, Bolívar sentaba el precedente de que, aparte de haber visto cómo de
cierta forma fue reconocido el poder de las fuerzas republicanas, el hecho de que estas
fuerzas hubiesen ayudado a poner orden y restablecer el orden interno de la Iglesia en
Guayana, hacía que dentro de la Iglesia se corriese la voz de que los republicanos no eran los
herejes que se hubiese podido pensar. Esto lo que podía generar era un poderosísimo aliado
a la hora de reconstruir el país al finalizar la guerra y a la hora de estabilizar políticamente al
nuevo régimen republicano. Y a la vez, para también crear un foco de opinión importante
contra la Encíclica Etsi longissimo terrarum de 1816 emitida por el Papa Pío VII y tan
desfavorable a los republicanos de América.26
De aquí en adelante, bajo esta tendencia, transcurrirá la diplomacia que Bolívar aplicó a
la hora de tratar con la alta jerarquía de la Iglesia Católica, es decir, conciliador y dispuesto a
ayudarla para mantenerla a su lado como aliada. Ya tuvo la experiencia de tener al clero
católico de enemigo y aprendió que el poder de la Iglesia era demasiado fuerte, y a la vez, la
fuerza de los acontecimientos hizo ver a los prelados que no era en absoluto conveniente
oponerse a la nueva instancia de poder que se instauró en el país, más aún si esta instancia
estaba dispuesta a pactar y acordar el trabajo mancomunado.
Ahora bien, no podemos de dejar de tener en cuenta que a pesar de los gestos
positivos de la república hacia el clero católico de Guayana, el poder político de aquélla era
aún muy débil como para poder impresionar a la Iglesia Católica, y no podía tener ningún
crédito internacional frente a más de trescientos años de Patronazgo de España en América,
sin contar que en ese momento en Europa dominaba el criterio político eminentemente
monárquico de la Santa Alianza, es decir, no era siquiera pensable el que la Santa Sede
reconociera a las nuevas repúblicas como nuevas naciones. De hecho, las monárquicas
24
Gil Fortoul, José. (1979) “Capítulo IV. Organización del Gobierno”. En Historia Constitucional de Venezuela. (4ª ed.,
tomo IX de la Biblioteca Simón Bolívar, p. 121) México. Editorial Cumbre S. A.
25
Navarro, Nicolás. (1931) Disquisición Sobre el Patronato Eclesiástico en Venezuela. Caracas. Editorial Suramericana.
26
Leturia (1984), p. 80.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
10
tropas francesas habían restaurado en España a la monarquía absoluta de las manos de los
constitucionalistas de 1815.
Es por esto que la misión encomendada por el Congreso de Angostura a Peñalver y
Vergara en 1819 hacia Londres y Roma terminará en el más rotundo fracaso, al igual que la
de Zea en 1820. Los tres personajes fueron encargados de, por un lado, resolver problemas
económicos y políticos con la Gran Bretaña, la nación europea menos hostil a los americanos,
y por otro, de buscar el reconocimiento de la Santa Sede a la nueva república a través del
nombramiento de nuevos Obispos y Arzobispos en la Nueva Granada y Venezuela. Para la
Santa Sede se complicaba más aún el caso porque se mezclaba el problema político de las
relaciones con Hispanoamérica y los países de la Santa Alianza y el grave problema de la
falta de religiosos para las Diócesis de Hispanoamérica.27
Sin embargo, aparece en escena el personaje que por primera vez iba a poner a la
nueva república en contacto con el Vaticano: Mons. Rafael Lasso de la Vega, Obispo de
Mérida. En principio, Mons. Lasso fue de tendencia marcadamente realista, pero los
acontecimientos sucedidos en España debido a la revuelta constitucionalista y liberal de Riego
y posteriormente la de las Cortes hicieron cambiar la actitud de Mons. Lasso. Primero por la
indiferencia con que los constitucionalistas españoles vieron a los hispanoamericanos y
segundo por el carácter antirreligioso y anticlerical que aquéllos adoptaron. 28 De hecho,
Monseñor Lasso terminará siendo un apasionado republicano y el mismo Santander dirá, en
correspondencia a Estanislao Vergara, el 9 de octubre de 1821: “El Obispo está más patriota
que Bolívar. Ha tenido cuatro conferencias conmigo: es una fortuna loca tenerlo en la
República.” 29
Para atraer a Lasso al bando republicano, el Libertador estaba dispuesto a concederle,
incluso, el símbolo de la sumisión de la república a las órdenes de la Iglesia en materia
religiosa. Esto es especialmente patente si tomamos en cuenta que en la nueva república
habían sólo tres Obispos: el de Popayán, el de Panamá y el de Mérida.30 En vísperas de la
primera entrevista entre ambos personajes, solicitada por Bolívar, donde Mons. Lasso le pedía
que saliese a recibirle en la puerta de la iglesia y hacer acto de sumisión religiosa a la Iglesia,
el padre Leturia nos comenta lo siguiente:
“La contestación fue [a la entrevista pedida por Bolívar], refiere el mismo Lasso en un escrito
publicado tres años más tarde en Bogotá, presentárseme a dicha puerta, teniendo yo el mayor
gozo de verle edificar a todo aquel pueblo, arrodillándose a besar la Cruz, y luego a las gradas
del presbiterio, hasta que concluidas las preces di solemnemente la bendición.” 31
De esta manera observamos como el Libertador no tuvo problemas para realizar todos
estos actos simbólicos del poder espiritual sobre el poder terrenal antes de realizar la
entrevista. El objetivo valía la pena. Bolívar sumaba así a las filas republicanas al Obispo de
Mérida. Posteriormente Lasso sería Diputado ante el Congreso de Cúcuta. Podemos inferir
entonces la gran victoria política del Libertador en este momento, la Iglesia empezaba a
ponerse del lado republicano.32
27
Ibíd., pp. 89-108.
Leturia (1984), pp. 116-124.
29
Ibíd., p. 131.
30
Ibíd., p. 129.
31
Ibíd.
32
Para mayores datos sobre la vida, actividad y ambiente en el que actuó Mons. Lasso de la Vega véase: Straka, Tomás.
(2008) “El Obispo Realista que se Hizo Republicano.” Revista El Desafío de la Historia: Iglesia e Independencia (Caracas,
Venezuela) Editorial Macpecri, 2(1): 58-63; y Medina, Carlos. (2002) “El Obispo Lasso de la Vega en la Confrontación de
28
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
11
Bajo este marco podemos entender la confluencia de intereses. A la república le
interesaba el acercamiento a Roma para sentar robustamente las bases del poder del nuevo
gobierno, desde una perspectiva internacional, por medio de un posterior reconocimiento de
las nuevas repúblicas por parte del Vaticano y así anular la poderosa influencia que aún le
quedaba a España en Europa en materia de política internacional. En materia de política
interna, ya se ha expuesto tal interés por parte de los republicanos. El encargado del
acercamiento de la república al Vaticano en materia eclesiástica fue Mons. Lasso, en un
principio.
Por otra parte, a la iglesia hispanoamericana le interesaba el acercamiento al Vaticano
para no quedar acéfala y para no perder el fundamental y poderoso apoyo de una institución
que poseía casi dos mil años de antigüedad. Y en ese momento quienes podían ayudar en
esto eran los republicanos, no los españoles.
De esta forma Mons. Lasso envió una misiva directamente al Papa Pío VII explicando el
penoso estado de su Diócesis. También hizo propaganda a favor de la república, explicando
sus bondades e instando al Papa sobre la necesidad de reconocer al nuevo gobierno. El
Vaticano respondió rápidamente. Fue una respuesta cordial y muy concreta donde el Papa
expresaba la necesidad de poseer mayores y detallados informes sobre la situación de la
Diócesis para poder tomar decisiones más acertadas al respecto.
Sin embargo, a pesar de esta parca y neutra respuesta, los republicanos la tomaron
como una gran victoria de su diplomacia e hicieron propaganda de ella por toda la nueva
república. Incluso, los republicanos de casi toda Hispanoamérica, tomaron la carta de
respuesta del Papa a Monseñor Lasso para hacer propaganda de sus causas, en sus
respectivos territorios.33
Ahora bien, en la geografía de lo que fue la Gran Colombia, a finales de 1820, la
gravedad de la guerra la había dejado exhausta en lo que se refiere a sacerdotes efectivos
para realizar actividades eclesiásticas. De hecho, sólo existían tres obispos en estos
territorios: Mons. Lasso, Obispo de Mérida; Mons. Salvador López de Enciso, Obispo de
Popayán y Mons. Higinio Durán, Obispo de Panamá. 34
El caso de Mons. Jiménez fue el más complicado de los tres, desde la perspectiva
política, por varias razones. La primera era que el Prelado era oriundo de España, los otros
dos eran americanos. La segunda es que Mons. Jiménez no sólo ejercía sus funciones de
sacerdote, sino que tenía experiencia militar de las guerras contra Napoleón en la península
ibérica y esta experiencia castrense la ejerció contra los republicanos. La tercera, y tal vez
más importante, era su recalcitrante concepción a favor del Rey y sus derechos políticos y
eclesiásticos.
La postura de Mons. Jiménez fue tan pronunciadamente realista que tuvo un fuerte
intercambio de palabras con el Vicepresidente Santander y éste terminó destituyéndolo del
cargo que poseía y desterrándolo de la Gran Colombia. Por supuesto Santander no tenía
ninguna prerrogativa para ejercer estas acciones porque no podía inmiscuirse, siendo militar,
Universos Simbólicos en la Época de Independencia” Revista Ágora (Trujillo, Venezuela) Universidad de los Andes 5(10):
153-177, julio-diciembre.
33
Leturia (1984), pp. 148-155. En estas páginas el lector curioso podrá aumentar el conocimiento de los detalles de estos
sucesos.
34
Ibíd., pp. 213
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
12
en los asuntos internos de la Iglesia, y además las tropas republicanas no tenían aún el
control de Popayán, es decir, la Diócesis de Mons. Jiménez estaba en territorio realista. Con
esto lo que queremos es dejar sentado el escenario que enmarcó el encuentro entre Mons.
Jiménez y el General Bolívar.
Debido a que la guerra había sido muy dura durante los diez años que llevaba de
duración y que Bolívar vislumbraba un probable escenario de victoria, empezó con más fuerza
su política de restauración del orden y la fundamentación de la futura estabilidad, incluso en
pleno conflicto. Y, además, aprovechando la información de que las tropas de Morillo habían
sido especialmente crueles con los habitantes de la Nueva Granada en general, el fino olfato
político del Libertador hizo que ofreciera a los realistas amplias garantías, en lo que respecta a
sus vidas y propiedades para intentar lograr que no lucharan, y aún para aquellos que lo
hiciesen, estas garantías también les eran ofrecidas.
Veamos el cuadro antes del enfrentamiento de las tropas patriotas contra los pastusos
y payaneses, en enero de 1822, los cuales eran enconados realistas.35
En este mismo cuadro entra Mons. Jiménez, el cual estaba activamente del lado de los
realistas: “No contento con emplear todas sus rentas en vestir y organizar las tropas realistas
(…) publicó un decreto terrible, en el que excomulgaba a cuantos feligreses suyos prestasen
auxilio a los republicanos…”36 Sin embargo, Bolívar intenta ponerle de su lado:
“V. S. I. Puede informarse por los recién venidos de España, cuál es el carácter antirreligoso
que ha tomado aquella revolución; y yo creo que V. Ilma. debe hacernos justicia con respecto
a nuestra religiosidad, con solo echar la vista sobre esta constitución [promulgada en Cúcuta]
que tengo honor de dirigirle, firmada por el santo Obispo de Maracaibo [se refiere aquí Bolívar
a Mons. Lasso], cuya conciencia delicada es un testimonio irrefragable de la buena opinión
que hemos sabido inspirarle por nuestra conducta.” 37
Podemos observar cómo el Libertador, convencido de que si hacía pasar al Obispo al
bando republicano la guerra estaría ganada. Además, podemos observar también como
Bolívar echa mano de un poderoso argumento al comparar a los españoles con los
republicanos y colocar a estos últimos como paladines de la religión católica. Pero, Mons.
Jiménez no escuchó la propuesta de Bolívar y se dio la batalla el 7 de abril de 1822.38 A pesar
de las grandes bajas en ambos bandos, el Libertador ofreció una generosa capitulación a los
españoles, pastusos y payaneses realistas39, los cuales aceptaron por lo comprometido de su
posición militar.
Sin embargo, el Libertador tenía entre ceja y ceja hacer al Obispo un aliado para
ganarse la voluntad de estos difíciles y obstinados realistas. Veremos como el Libertador le
otorga una importancia política capital a que el Obispo se quede en Colombia para ayudar a la
reconstrucción posterior a la guerra y especialmente para ayudar a mantener el orden y la
estabilidad de la nueva república:
“El Coronel Zambrano está nombrado de comandante político y militar para atraer a esas
gentes [pastusos y payaneses realistas], que sin duda, plegarán bajo la influencia del Obispo
35
Bolívar, Simón (1979) “Testamento, Proclamas y Discursos”. En Obras Completas de Bolívar. (4ª ed. Tomo VI, pp. 357358, Documento 117) México. Editorial Cumbre S. A.
36
Leturia (1984), p. 215.
37
Bolívar. Escritos… (Tomo XXII, p. 78, Documento 6598)
38
Leturia (1984), p. 223.
39
Bolívar. Escritos… (Tomo XXII, pp. 275-278, Documento 6764)
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
13
(…) Al Obispo pienso instar para que se quede en el país, porque un obispo es un personaje
útil entre nosotros.” 40
En este mismo sentido, el Libertador le reitera a Santander la importancia política que el
Obispo tenía para la República:
“El Obispo de Popayán se ha rendido a mis instancias, a la razón y sobre todo al bien propio
general. Es hombre de mucho talento; tiene una lógica muy militar; es locuaz y dice bien: creo
que nos será muy útil en esa capital (…) creí que era mejor que hiciese una visita espiritual en
el Arzobispado de Bogotá, acordándose del empeño que usted tenía en que viesen esos
pueblos un obispo en tiempo de la república, y también porque esa iglesia necesita de una
cabeza que aparezca con alguna importancia en la capital de Colombia.
Crea usted que no me engaño. El obispo de Popayán nos será muy útil, porque es hombre
susceptible de todo lo que se puede desear a favor de Colombia: es hombre entusiasta y
capaz de predicar nuestra causa con el mismo fervor que lo hizo a favor de Fernando VII;
apoyando sus opiniones con principios de derecho público de mucha fuerza. En fin, nuestro
obispo es muy buen colombiano ya.
He mandado que se le asista en todo el tránsito por cuenta del gobierno porque él está aquí
miserable. Con seis mil u ocho mil pesos que se le pasen anualmente, él estará demasiado
contento, y dice que si le dan la mitad también lo estará.
Concluyo esta carta por decir a usted que yo soy el protector nato de mis conquistas, y que
veo al Obispo de Popayán como una de ellas.” 41
Podemos observar claramente el fin político del Libertador: el Obispo será capaz de
argumentar a favor de la república mejor que nadie. Recordemos que la Iglesia Católica era la
institución educativa de ese momento, y por tanto, su alta jerarquía era el grupo social
intelectual por excelencia de España y sus posesiones ultramarinas. Se entiende entonces la
insistencia del Libertador en tener a la Iglesia de su lado, especialmente a su jerarquía más
elevada, porque era una de las instituciones más eficaces para mantener el orden y la
estabilidad en la nueva república.42
Sin embargo, era de esperarse que Mons. Jiménez le pidiera a Bolívar un
salvoconducto para regresar a España43, precisamente por su postura realista, lo cual hizo el
7 de junio de 1822. La respuesta del Libertador fue la famosa carta que le remitió a los tres
días, donde nos muestra una vez más su faceta de hábil político. Esta carta va en sintonía,
desde la perspectiva política, con la anterior que se ha citado y dirigida a Santander. Ambas
fueron fechadas el mismo día por lo que podemos inferir con seguridad que El Libertador ya
había calculado cuáles argumentos podría utilizar para que Mons. Jiménez se quedase
definitivamente en América y, aunque no lo menciona en esta misiva explícitamente, por la
carta dirigida a Santander sabemos que su intención final es que el Obispo tome posiciones a
favor de la nueva república:
“(…) yo no sé si todos los hombres pueden entrar en la misma línea de conducta sobre una
base diferente. El mundo es uno, la religión otra. El heroísmo profano no es siempre el
heroísmo de la virtud y la religión; un guerrero generoso, atrevido y temerario es el contraste
más elocuente con un pastor de almas (…) yo me atrevo a pensar que V.S.I., lejos de llenar el
curso de su carrera religiosa en los términos de su deber, se aparta notablemente de ellos,
40
Ibíd. (Tomo XXII, pp. 282-283, Documento 6767)
Bolívar. Escritos… (Tomo XXII, pp. 284-285, Documento 6768)
42
Conde Tudanca, Rodrigo (2008) “La Iglesia en los Albores de la Independencia” Revista El Desafío de la Historia.
(Caracas, Venezuela) Editorial Macpecri, 2(1): 37.
43
Leturia (1984), p. 226.
41
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
14
abandonando la iglesia que el cielo le ha confiado, por causas políticas y de ningún modo
conexas con la viña del Señor.
Por otra parte, Illmo. Señor, yo quiero suponer que V.S.I. está apoyado sobre firmes y
poderosas razones, para dejar huérfanos a sus mansos corderos de Popayán; mas no creo
que V.S.I. pueda hacerse el sordo al balido de aquellas ovejas afligidas, y a la voz del
gobierno de Colombia que suplica a V.S.I. que sea uno de sus conductores en la carrera del
cielo. V.S.I. debe pensar cuántos fieles cristianos y tiernos inocentes, van a dejar de recibir el
sacramento de la conformación por falta de V.S.I.; cuántos jóvenes alumnos de la santidad
van a dejar de recibir el augusto carácter de ministro del Creador, porque V.S.I no consagra su
vocación al altar y a la profesión de la sagrada verdad. V.S.I. sabe que los pueblos de
Colombia necesitan curadores y que la guerra les ha privado de estos divinos auxilios por la
escasez de sacerdotes. Mientras su santidad no reconozca la existencia política y religiosa de
la nación colombiana, nuestra iglesia ha menester de los ilustrísimos obispos que ahora la
consuelan de esta orfandad, para que llenen en parte esta mortal carencia.
Sepa V.S.I. que una separación tan violenta en este hemisferio, no puede sino disminuir la
universalidad de la iglesia romana, y que la responsabilidad de esta terrible separación
recaerá muy particularmente sobre aquellos que, pudiendo mantener la unidad de la Iglesia de
Roma, hayan contribuido, por su conducta negativa, a acelerar el mayor de los males, que es
la ruina de la Iglesia y la muerte de los espíritus en la eternidad.” 44
Esta extraordinaria pieza oratoria, aparte de los gestos positivos de Bolívar y los
republicanos para con la institución eclesiástica, terminaron por desarmar totalmente a
Monseñor Jiménez. Pero veamos de manera inequívoca el sentimiento del Obispo después de
leer este texto y podremos medir mejor el impacto del cálculo político del Libertador.
Citaremos a continuación el informe que Mons. Jiménez le envió al Papa Pío VII en 1823
relatándole el estado de su Diócesis, los sucesos y su conducta frente a los terribles hechos
de 1822. Por supuesto comenta también las razones para su adhesión a la nueva república:
“Confieso a V.S. [el Papa Pío VII] que al leer su comunicado [el que Bolívar le dirigió a Mons.
Jiménez y que citamos antes], mi alma se conmovió con el recuerdo de mi grey que clama por
su pastor, y resolví no abandonarla en su desolación. Consideraba además los males que
podrían suceder después de mi salida, sobre todo que el mismo jefe de la república me dijo
que de mi marcha se seguiría necesariamente la disminución de la universalidad de la Iglesia
Romana; más aún: la pérdida misma de la unidad con ella, haciéndome así reo ante Dios si se
perdiera por mi partida. Consideraba además que la república colombiana se hallaba ya
emancipada, si no de derecho, al menos de hecho por las insignes y repetidas victorias por las
que dominaba ya todo el continente, excepto la población llamada Puerto Cabello (…) que los
ejemplares y doctísimos obispos de Maracaybo y Panamá se habían sometido de igual modo
a la república colombiana. Consideraba finalmente que nuestra España amenaza, no sólo
males políticos, sino espirituales, que parecen haber sobrevenido ya, a juzgar por la carta de
V.S. a mi dignísimo hermano el obispo de Maracaybo, en la que se queja V.S. de las heridas
causadas a nuestra religión en ese reino.
(…) cuando el Excmo. Libertador se dignó visitarme y exponerme de nuevo dos argumentos
fortísimos que había tocado en su carta, al momento determiné volver a mi diócesis y prestar
sumisión y obediencia a la república de Colombia, para poder así emprender nuevamente los
trabajos de ministerio apostólico.” 45
Y así continuó la política de Bolívar para con los Prelados americanos: actos de ayuda
particularmente desde la perspectiva económica, gestos positivos como el respeto de la
soberanía interna de la Iglesia en sus asuntos, palabras de encomio, etc. Por ende, no podían
44
45
Bolívar. Escritos… (Tomo XXII, pp. 285-287, Documento 6769)
Leturia (1984), p. 229.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
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los clérigos sino hablar bien del Libertador y de la república. Ahora tenía Bolívar una poderosa
herramienta para aumentar el poder de las nuevas repúblicas y su poder como jefe de
gobierno de la Gran Colombia. Podía contactar directamente con el Vaticano como república
por medio de los Obispos americanos ganados para la causa republicana.
Antes se había intentado y no se había logrado, como ya se mencionó en las misiones
de Peñalver, Vergara y Zea. Ahora, con los obispos gran colombianos al lado de la república,
era mucho más fácil que se llegara directamente a la Santa Sede. Esto allanaba
grandiosamente el camino del reconocimiento de la Gran Colombia como una nación
independiente, por parte de un país europeo tan influyente como el Vaticano. El Libertador fue
enfático y perseverante en esto y por ello alentaba constantemente a los obispos
grancolombianos a pedir por el nombramiento oficial de obispos para estas tierras.46
Esta era la gran jugada del Libertador. Al nombrar el Vaticano a Obispos, Arzobispos,
sacerdotes, curas, etc. para estas tierras, que como ya se mencionó estaba tan necesitada de
ellos por la escasez generada por la ingente cantidad de muertos por la guerra, por medio de
los prelados de la república, y a su vez las súplicas de los altos mandos republicanos en esta
misma vía, se estaba reconociendo de hecho la existencia de una nueva realidad política: las
repúblicas de Hispanoamérica. De allí al reconocimiento formal no había sino unos pocos
pasos. De hecho, veamos las palabras del Libertador en materia política referente a las
acciones que desarrollaba frente a los sacerdotes, el 30 de junio de 1826:
“(…) No disputemos con los eclesiásticos que llaman siempre en su auxilio a la religión y
hacen causa común con ella. Las desavenencias con éstos son siempre funestas, la amistad
con ellos es siempre ventajosa. Ellos persuaden en secreto y manejan las conciencias, y el
que posee estas armas casi está seguro del triunfo.” 47
La diplomacia bolivariana en acción ante el Vaticano
Ahora bien, el movimiento político y diplomático de Chile hizo que el Papa León XII
enviara por vez primera un delegado suyo a tierras hispanoamericanas para tener impresiones
más fidedignas de la nueva situación. De esta manera llegaba a las costas de Chile el Vicario
y Delegado Apostólico Mons. Juan Muzi.48 Lamentablemente la misión apostólica fue un
absoluto fracaso debido a diversas causas que por razones de espacio no podemos
mencionar en este escrito.
Entre las enormes dificultades políticas y militares que Bolívar atravesaba en ese
momento en el Perú, tenía la gran oportunidad de dirigirse directamente a un alto
representante de Roma. De esta manera, le dirigió una carta por intermedio de su Secretario
General Carrión, el 13 de julio de 1824:
“(…) manifestando (…) a su V.S. Illma. los ardientes deseos que animan a S. Exc. [el General
Bolívar] de entrar en relaciones con la Cabeza de la Iglesia, por demandarlas urgentemente la
salud espiritual de estos pueblos, el estado de orfandad a que se hallan reducidas sus Iglesias
y el espíritu de fidelidad a la doctrina ortodoxa depositada en la Religión santa que profesa la
República.
(…) desea vivamente que su régimen espiritual se determine conforme a los cánones, y que
se arregle un Concordato sobre todos aquellos puntos que podrían causar alteraciones entre
ambas potestades, por no reconocerse otra base respecto a ellos que los de un convenio
explícito, en consecuencia de la variedad de la disciplina eclesiástica, de los diversos usos y
46
Leturia, Pedro de. S. j. (1931) “Táctica del Libertador en Colombia y Bolivia.” En Bolívar y León XII. (pp. 17-32)
Caracas. Parra León Hnos. Editores.
47
Bolívar. Obras Completas… (Tomo V, p. 446, documento 1140)
48
Leturia (1931), p. 53.
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
16
prerrogativas de los Estados y, sobre todo, de la necesidad que compele a los miembros de
una misma comunión de procurar y sostener entre sí la más cordial armonía.
(…) el Gobierno del Perú, por obligación y por sentimientos personales, no omitirá medio
alguno de los que sean conformes a las máximas evangélicas, para proteger el esplendor de
la Iglesia y evitar que sean escarnecidas sus instituciones y vejada la dignidad del augusto
depositario de sus llaves…” 49
Observamos como Bolívar nuevamente insiste en la transición del Patronazgo
Eclesiástico de España a las repúblicas. Por esto es que el Libertador pide la firma de un
Concordato, para regularizar las relaciones entre Estado e Iglesia, y a la vez tomar el puesto
que España ocupaba como Patrona de la Iglesia en América. Aunque no lo mencionó
expresamente, esto con mucha seguridad estaba en el pensamiento del Libertador.
Posteriormente invitó a Mons. Muzi para que viajara al Perú, pero la misiva llegó tarde y ya
éste había embarcado a Europa.50 La estrategia del Libertador y los republicanos, muy eficaz
por cierto, era que el Papa debía nombrar a los obispos americanos porque la Iglesia, como
institución en Hispanoamérica debía seguir la línea de conducta que tenía signada desde la
época colonial.
La perseverancia del Libertador en el asunto eclesiástico rendiría más frutos ocho años
después. El enviado especial por parte de la república a Roma, con motivo de interceder en el
nombramiento de los obispos para la Gran Colombia fue Mons. Ignacio Texada, el cual
expuso que la república postulaba a los siguientes obispos para las siguientes Diócesis, el día
11 de octubre de 1826:
“(…) para el Arzobispado de Bogotá a Don Fernando Cayzedo y Flórez, para el de Caracas a
Ramón Ignacio Méndez51, para el Obispado de Santa Marta a José Mariano Estévez, para el
de Antioquía a Fray Mariano de Garnica O. P., para el de Quito a Don Manuel Santos Escobar
y para el de Cuenca a Don Félix Calixto Miranda (…) Y aún pocos días después agregó
iguales súplicas para la Sede de Charcas en Bolivia…” 52
La cuestión fue que el Papa nombró oficialmente, en mayo de 1827, a todos los
Obispos para cada una de las sedes vacantes, tal cual como la república los postuló. El
impacto y alcance de este logro de la política de Bolívar y la república puede medirse por la
gran molestia del gobierno español y todo el aparataje diplomático que la Santa Sede montó a
fin de tener el menor roce posible con España. El gobierno español desaprobó totalmente esta
medida y llegó a tener un fuerte conflicto diplomático con el Vaticano durante algunos días.53
El regocijo del Libertador, precisamente porque tenía plena conciencia de este logro políticodiplomático que abría más aún las puertas al futuro reconocimiento de la república como
nuevo Estado ante la comunidad internacional, y que a la vez le servía para reafirmar el poder
político en materia de estabilidad y orden interno en la nueva república, fue expresado
oficialmente en el banquete que ofreció a los Obispos en octubre de 1827:
“La causa más grande nos reúne en este día, el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una
cadena más sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente con la
Iglesia de Roma, que es la fuente del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre
nuestros Padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos, como el cordero que bala en
vano por la madre que ha perdido. La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al redil: ella
nos ha dado Pastores dignos de la Iglesia y dignos de la República.
49
Ibíd., pp. 58-59.
Leturia (1931), pp. 66-67.
51
Es de hacer notar que el Padre Leturia menciona que Mons. Méndez era el capellán de Bolívar.
52
Leturia (1931), p. 90.
53
Ibíd., pp. 98-112.
50
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
17
Estos ilustres Príncipes y Padres de la grey de Colombia son nuestros vínculos sagrados con
el cielo y con la tierra. Serán ellos nuestros maestros y los modelos de la Religión y de las
virtudes políticas. La unión del incensario con la espada de la Ley es la verdadera arca de la
Alianza.
Señores yo brindo por los santos aliados de la patria, los Ilmos. Arzobispos de Bogotá y
Caracas, Obispos de Santa Marta, Antioquia y Guayana.” 54
A partir del atentado de septiembre de 1828, según el padre Leturia, la unión que el
Libertador proclamó con la Iglesia desde hacía más de una década se acentuó enormemente.
Vio el Libertador que ante la enorme crisis política, económica y social en la que entraba la
Gran Colombia sólo podría tener como aliada segura a la Iglesia Católica porque, como ya se
ha mencionado antes, era la institución más influyente a nivel educativo y religioso, y por ende
era la institución mejor dotada para calmar los ánimos y ayudar al Estado en la estabilidad
política que tanto iba a necesitar de allí en adelante. Esta afirmación se puede mostrar si
revisamos los siguientes textos del Libertador:
Carta al General J. A. Páez (30-06-1828)55
Sobre convenios y misiones de infieles (11-07-1828)56
Carta a J. R. Arboleda (29-07-1828)57
Oficio del Secretario del Interior sobre misiones de infieles (30-07-1828)58
Carta a C. Mendoza (22-08-1828)59
Carta al General J. A. Páez (23-08-1828)60
Carta a Mons. Lasso de la Vega (24-08-1828)61
Circular del Secretario del Interior sobre Reforma del plan de Estudios (20-10-1828)62
Decreto sobre Enseñanza y Carrera Eclesiástica (30-10-1828)63
Contra las Sociedades Secretas (8-11-1828)64
Carta a Estanislao Vergara (22-11-1829)65
Mensaje al Congreso de Colombia (20-01-1830)66
Carta al General P. B. Méndez (1-09-1830)67
Testamento68
Conclusiones: Lo político prima sobre lo religioso
Para concluir, es de hacer notar que el Libertador, casi hasta el final de su vida pública
y a pesar del constante apoyo que siempre le brindó, tuvo ciertas reservas contra la Iglesia
Católica, o tenía ciertos resquemores del poder que tenía la Iglesia sobre la sociedad, o
también podía ser simplemente adhesión a los principios enciclopédicos y filosóficos de sus
autores favoritos. No sabemos cuál de estas razones o cuáles otras pudieron haber privado en
el ánimo del libertador para que nunca le diera el status de religión oficial del Estado al
catolicismo.
54
Bolívar. Obras Completas… (Tomo VIII, p. 430, Documento 172)
Ibíd. (Tomo VI, p. 443, Documento 1722)
56
Leturia (1931), pp. 173-176.
57
Bolívar. Obras Completas… (Tomo VI, p. 465, Documento 1747)
58
Leturia (1931), pp. 177-178.
59
Bolívar. Obras Completas… (Tomo VI, p. 489, Documento 1775)
60
Ibíd. Obras Completas… (Tomo VI, p. 490, Documento 1776)
61
Ibíd. (Tomo VI, p. 490, Documento 1777)
62
Leturia (1931), pp. 170-173.
63
Ibíd., pp. 168-169.
64
Ibíd., pp. 166-168.
65
Bolívar. Obras Completas… (Tomo VII, p. 381, Documento 2171)
66
Ibíd. (Tomo VIII, p. 458, Documento 183)
67
Ibíd. (Tomo VII, p. 464, Documento 2263)
68
Ibíd. (Tomo VIII, p. 87, Documento 2343)
55
Alejandro José Molina Mendoza.-El Libertador y sus relaciones con la Iglesia Católica.
18
Para verificar esto veamos en el discurso ante la Asamblea Constituyente de Bolivia en
1826, como el Libertador argumenta contra uno de los principales principios políticos por los
que abogaba la Iglesia Católica ante los poderes públicos de las nuevas repúblicas: la
exclusividad de ser la religión oficial del Estado:
“Legisladores ¡ Haré mención de un artículo que, según mi conciencia, he debido omitir. En
una constitución política no debe prescribirse una profesión religiosa (…) me parece a primera
vista sacrílego y profano mezclar nuestras ordenanzas con los mandamientos del Señor.
Prescribir, pues, la Religión no toca al Legislador…” 69
Sin embargo, la Asamblea Constituyente aprobó finalmente la exclusividad del
catolicismo como la religión de la república de Bolivia en la Constitución. Esto entra en
contradicción con lo expresado por el Libertador anteriormente, pero se dio así porque la
Asamblea rechazó la posición del Libertador y sancionó a favor de la Iglesia Católica. En este
mismo orden de ideas, en las constituciones de Angostura y de Cúcuta no se hizo ninguna
mención a la religión, lo que muestra que en el Libertador, a nuestro juicio, la postura política
siempre predominó sobre la religiosa, incluso en los dos años finales de su vida. El Libertador
vio a la Iglesia Católica como una excelente aliada en la construcción de las nuevas repúblicas
hispanoamericanas.
Finalmente, se ha podido observar entonces como fue decantando la personalidad del
político revolucionario y confrontacional hacia la personalidad del político conservador del
orden establecido del Libertador Simón Bolívar, a medida que iba obteniendo triunfos militares
y que iba convirtiéndose más en estadista que en General.
Así mismo pasó con su postura hacia la Iglesia, aunque el comportamiento del
Libertador con respecto a los altos jerarcas católicos rápidamente devino hacia el apoyo de las
actividades de la Iglesia, siempre y cuando ésta se supeditara a la república y no entorpeciera
sus acciones. Por supuesto queremos señalar que estas conclusiones no son de ninguna
manera terminantes ya que nuestra investigación continúa. Sin embargo y hasta los
momentos esto es lo que se ha podido inferir de los textos revisados.
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