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Diagnóstico clínico de brotes de BVD en granjas comerciales bovinas en España Laura Cogollos1, Susana Astiz1, Juan Manuel Loste2, Gorka Adúriz3, Manuel Cerviño4 y Javier Heras5 1: Reproducción Animal (INIA), Avda. Puerta de Hierro s/n 28040, Madrid; 2: Albaikide S.A. Polígono Akaborro s/n.31860. Irurzun. Navarra; 3: Neiker Tecnalia C/ Berreaga 1. E-48160. Derio, Vizcaya; 4: Boehringer-Ingelheim España S.A. Prat de la Riba, 50. 08174 Sant Cugat del Vallés, Barcelona; 5: VETHER, Mas Ros s/n Veinat de Viella, 17468 Girona, Breve repaso sobre la enfermedad del BVD El ganado bovino tanto de carne como lechero es susceptible de ser infectado en cualquier momento de su vida por el virus de la diarrea vírica bovina (BDV), un virus del género Pestivirus, perteneciente a la familia Flaviviridae, con 2 especies, o genotipos: BVD tipo 1 y BVD tipo 2. En Norteamérica el BVD tipo 2 es muy prevalente (en algunas zonas más del 40%) y clásicamente muy agresivo. En Europa ya hay citas de su presencia en distintos países, incluido España.. Esta enfermedad representa un problema a nivel mundial debido a las bajas, los problemas reproductivos y por ende a los problemas económicos que ocasiona. La enfermedad afecta de diversas formas al ganado bovino dependiendo de la edad del animal, del estado inmunológico así como del momento de la gestación en la que se produzca la infección, por ello se van a encontrar síntomas que van desde la enfermedad subclínica hasta la muerte del animal, pasando por problemas reproductivos como abortos tempranos y tardíos, reabsorciones a problemas de salud en recién nacidos, terneros con neumonía, diarrea o también, aunque mucho menos prevalente, la llamada enfermedad de las mucosas. Infección y transmisión La Diarrea Vírica bovina se transmite principalmente por contacto directo con animales infectados que eliminan el virus, especialmente contacto nariz-nariz o nariz-boca. Los denominados PI o persistentemente infectados, son los animales que más virus diseminan y que más capacidad tienen de infectar a otros animales a su alrededor, ya que eliminan millones de virus durante toda su vida. Los animales no PI que se infectan durante su vida con BVD y pasan la infección eliminan durante un periodo de tiempo, en general corto, el virus, por lo que se consideran, en general menos importantes como fuente de infección. Sin embargo, debemos saber que hay excepciones a estas “reglas”, ya que se ha visto que hay animales no PI que se infectan con el virus de la VBD y cursan infecciones crónicas, con eliminación prolongada de virus. 1 Finalmente, la infección Las a partir de la monta natural o la inseminación artificial a través de semen de machos infectados o a través de la transferencia embrionaria también se ha descrito, aunque epidemiológicamente sea menos importante. Por lo general estos machos suelen ser infértiles o producen semen de baja calidad lo que repercute en la tasa de fertilidad de las exploraciones. Los bovinos de cualquier edad son susceptibles de padecer una infección transitoria que suele durar varios días. Los signos cínicos asociados pueden variar mucho: desde ausencia de signos clínicos (curso subclínico) hasta la muerte del animal (en casos de virus de BVD muy patógenos). Dado el tropismo (o preferencia por parte del virus a replicarse en determinados tejidos) por las células del sistema inmune, la infección provoca imnunodepresión, lo que hace que el ternero sea más susceptible a otros patógenos, y en muchos casos lo que se observa es una mayor incidencia de otras patologías comunes como el síndrome respiratorio bovino (SRB), diarrea neonatal (por rota-corona virus y E. coli), otras diarreas (coccidios) e infecciones por otros gérmenes. En el caso de hembras gestantes, la consecuencia de una infección por BVD depende del estado de gestación. Así pues, en los primeros 30 días de gestación el riesgo de padecer mortalidad embrionaria precoz produciéndose reabsorciones es algo (estos son los casos de vacas que repiten celo a intervalos más prolongados de lo esperado, , reduciendo la tasa de concepción de la explotación). En fases posteriores de gestación, cuando el feto es capaz de hacer frente a la infección, pueden ocurrir abortos de fetos que presentan distintas malformaciones congénitas en articulaciones, piel, sistema nervioso central y/o globo ocular, y en casos de infección durante el último tercio de gestación, puede observarse el nacimiento de terneros sanos pero seropositivos (han luchado y vencido a la infección del virus de BVD) o nacimiento de terneros débiles que mueren en las primeras 48h de vida (mortinatos). Pero el hecho más importante ocurre en el primer tercio de gestación, aproximadamente entre el día 30 y 120, cuando el feto se infecta antes de adquirir la competencia inmunológica (es decir antes del día 120 de gestación aproximadamente), en este periodo el ternero no reconoce al BVD como un antígeno extraño y no lucha contra él. Entonces, el virus se reproduce a sus anchas en todos los tejidos del feto, derivando en una infección persistente (PI). El feto continúa su desarrollo y nace aparentemente normal en muchos casos y en otros tienen poco peso, menor tasa de crecimiento y desarrollo, mayor tendencia a padecer otras enfermedades… la mayoría de estos terneros morirán en su primer año de vida pero se ha observado que hasta un 10% de ellos puede llegar a la vida adulta (ser vacas) y reproducirse. Una vaca PI siempre parirá un ternero PI. Lo que sí es constante en todos los animales PIs es que excretan grandes cantidades de virus durante toda su vida. La presencia de estos PI supone que el resto de animales de la explotación estén constantemente expuestos al virus del BVD. El amplio abanico de síntomas que produce el virus de BVD hace que sea una enfermedad difícil de diagnosticar. El cuadro más conocido es la llamada enfermedad de las mucosas que ocurre generalmente entre los 6 y 24 meses de edad en animales PI, comenzando con anorexia y continuando con 2 erosiones en las mucosas de la lengua, boca tracto gastrointestinal y produciendo una diarrea hemorrágica que termina con la muerte del animal. Diagnóstico de la enfermedad El diagnóstico de le enfermedad es complicado ya que como hemos dicho anteriormente muchas veces pasa desapercibo por tener los animales infectados síntomas muy inespecíficos o simplemente padecer más incidencia de otros procesos víricos, parasitarios o bacterianos. Por ello hay que realizar el diagnóstico diferencial con otros muchos procesos, según la clínica que observemos. Sin embargo, se ha reflejado también en la literatura científica que a medida que las poblaciones están más y más en contacto con el virus, la clínica se va a haciendo más leve, cursando de manera muy frecuentemente subclínica: es decir, no vemos nada en nuestros rebaños. Hay citas que dicen que hasta un 90% de infecciones cursan así, subclínicamente.. Por lo tanto el diagnóstico se basa en la recopilación de información del estatus sanitario, productivo y reproductivo así como en una correcta observación del animal y de la explotación como conjunto. El segundo paso consiste en la recolección de muestras, sangre, suero, plasma, fluidos fetales, semen, vísceras, donde analizar la presencia de antígeno viral y anticuerpos específicos, según la clínica observada, y siempre, asesorados por expertos veterinarios de laboratorios de diagnóstico, junto con el veterinario clínico de la granja. Tratamiento y prevención de la enfermedad Al ser una infección vírica no hay tratamiento descrito. El éxito para el control y/o erradicación a nivel de granja del virus BVD reside en tres pilares. El primero es la identificación y eliminación de los animales con infección persistente, de esta manera se reduce la constante exposición al virus por el resto de animales de la exploración, por ello han de establecerse controles serológicos periódicos para detectar a estos animales. El segundo paso es evitar la entrada del virus a través de nuevos animales PI (vacas compradas gestantes pueden ser ellas mismas portadoras de un PI lo que no podemos descartar hasta el nacimiento y análisis del ternero), o de producir en nuestras vacas otros PI (mediante utilización de material biológico susceptible de estar contaminado como semen, instrumental…), por lo tanto debemos establecer unas correctas medidas de bioseguridad, como el control y cuarentena de animales comprados, control de entradas y salidas de personal y material “de y a” la granja. Y el tercer paso es establecer protocolos de vacunación en el rebaño para reducir la capacidad de infección y circulación vírica en caso de reintroducirse. Todo esto se complica cuando hablamos de explotaciones extensivas donde el control es mucho más difícil y siempre hay un mayor retraso en la identificación de la enfermedad y por tanto el riesgo y la probabilidad de encontrar el virus en estas poblaciones es superior. Es por ello que en estos sistemas la vacunación es el principal pilar. 3 Descripción del estudio Una vez revisada brevemente la enfermedad de la BVD queríamos describir los resultados obtenidos a raíz de un estudio efectuado por nuestro grupo. Como hemos comentado anteriormente se ha descrito que hasta un 90% de las infecciones por BVD pueden cursar de manera subclínica, sin producir ninguna alteración en los animales. Este hecho, junto con la gran variedad de síntomas que se pueden asociar, cuando sí provoca clínica, hace que el diagnóstico clínico específico de BVD sea difícil, y que los clínicos, con mucha frecuencia lo tengan que incluir como diagnóstico diferencial. Por todo esto, junto con la importancia de esta enfermedad tanto a nivel mundial como nacional, quisimos describir la capacidad clínica que tenemos en el campo de diagnosticar brotes activos de BVD. Es decir, de casos clínicos en los que sospechamos de BVD, o lo incluimos entre los diagnósticos diferenciales ¿cuántas veces se trata realmente de BVD? Para ello, y promovido por Boehringer Ingelheim SA, se estableció una denominada “red de vigilancia” de veterinarios en 22 comunidades autónomas e incluyendo las tres aptitudes productivas (leche, nodrizas y cebo), desde mayo de 2013 a diciembre de 2014, para identificar posibles casos clínicos de BVD. Así pues, en el momento en que uno de los veterinarios de la red tenía sospecha de que podía estar frente a un brote de BVD (basado en la clínica, junto con el historial y analíticas previas de las granjas) contactaba con nuestro grupo y se diseñaba un plan de muestreo para determinar si había o no infección activa de BVD y qué cantidad y tipo de muestras efectuar. Además se efectuaron una serie de encuestas para recopilar información en cada caso acerca de la sintomatología concreta observada. Se realizaron distintos tipos de análisis dependiendo del tipo de muestra enviada, que fueron suero, sangre, plasma, leche y distintos tejidos como tejido auricular, timo, ganglios, bazo y otras vísceras. Se obtuvo información procedente de 167 rebaños (45 casos de cebo, 36 de nodrizas y 86 de leche) con un total de 1203 muestras analizadas. A nivel preventivo hay que destacar que de todas las exploraciones de cebo sólo el 13,3% vacunaban frente a la diarrea vírica bovina y la vacunación en nodrizas y en explotaciones de leche es de era de un 50% y 45,3 % respectivamente. El porcentaje de explotaciones con infección activa de BVD (en donde se encontró uno o más animales positivos) fue 40,0% en cebo, 30,6% en granjas de vacas nodrizas y 33,7 % en rebaños de leche. Los síntomas que más frecuentemente inducían a la sospecha de BVD fueron: - En cebo: destacaron los problemas de salud en general (mal aspecto, retraso en el crecimiento y diarrea inespecífica) y en segundo lugar la sospecha de enfermedad de las mucosas en las necropsias realizadas. 4 - - En explotaciones de vacas nodrizas: se observó mayor incidencia de enfermedad en general en la recría como mayor incidencia de problemas de diarrea neonatal, menor crecimiento o problemas respiratorios. En explotaciones lecheras: principalmente destacaron problemas de fertilidad en vacas, incidencia de mortinatos así como una mayor incidencia de enfermedad general en la recría más joven. La incidencia general, a nivel individual que determinamos fue del 7,7 % lo que indica que la sospecha clínica de los veterinarios sí era muy acertada, ya que la prevalencia estimada general de animales persistentemente infectados en un país como el nuestro con una gran prevalencia de BVD y sin programa de erradicación y/o control nacional se considera que puede ser del del 1-2 %; por lo tanto, podemos afirmar que la selección de las muestras basada en las sospechas clínicas observadas por parte de los veterinarios eleva la probabilidad de detectar animales positivos frente a la diarrea vírica bovina. En cuanto a la incidencia a nivel de rebaño, con un 40, 30,6y 33,7 % en cebo, nodrizas leche, respectivamente, también podemos afirmar que las infecciones activas de BVD no cursan en su mayoría de manera subclínica, siendo una herramienta adecuada la sospecha clínica de los veterinarios de campo para localizar los animales infectados por el virus. Aquí, además, hay que hacer la salvedad de que sólo hemos considerado explotaciones positivas aquéllas en donde hemos determinado un animal antígeno positivo (con virus). Sin embargo, desconocemos cuándo se pudo infectar, cuándo se originó el PI, incluso, si los animales detectados eran realmente PI o no (se sacrificaban inmediatamente tras el diagnóstico; para diferenciar un PI de un animal infectado transitoriamente habría que haber repetido el análisis a cada animal 21 d después, y no pudimos efectuar este análisis). Esto hace que puede que hayamos infravalorado parcialmente el resultado, ya que, algunas granjas en donde que calificamos como negativas sí pudieran haber sufrido una infección por BVD, pero ya el PI ha muerto, o se ha eliminado, antes de efectuar nosotros los análisis. Por otro lado, otra información interesante del presente trabajo es la diferencia entre la sintomatología observada en las explotaciones con infección activa respecto de las que finalmente no tenían BVD. Así pues, observamos que en general, en las explotaciones de cebo de terneros, hubo una mayor morbilidad de problemas diarreicos y/o respiratorios (P=0,065) (Figura 1). En granjas de leche, la infertilidad de las vacas (P=0,068), la prevalencia de mortinatos (P=0,055) y problemas de salud en general de la recría (P=0,003) eran más frecuentes en las granjas con infección activa de BVD respecto de las que no tenían BVD (figura 2). Finalmente, en nodrizas, sólo la salud de los terneros era numéricamente mayor en rebaños positivos, aunque sin significación estadística. Esto lo podríamos explicar porque en rebaños de nodrizas el seguimiento de los animales es más complicado, con menos detalle quizá de su clínica de rebaño; también, por el hecho de que aún nos enfrentamos a otros problemas endémicos, 5 frecuentemente subestimados, como tricomonosis y campilobacteriosis que provocan problemas reproductivos y que no están asociados al BVD. 80 70 60 50 40 30 20 10 0 CEBOCEBO+ Figura 1: cuadros clínicos observados en explotaciones bovinas de cebo en las que se sospechaba de brote de BVD. Las barras rojas indican las grajas en las que realmente se detectaron animales portadores de virus (explotaciones infectadas). Las azulas las granjas en donde se sospechó BVD, pero donde no se pudo demostrar la infección activa. Las barras marcadas con asterisco indican una diferencia con tendencia a la significancia (P<0,1) 60 50 40 30 20 10 0 LECHELECHE+ Figura 2: cuadros clínicos observados en explotaciones bovinas de aptitud láctea en las que se sospechaba de brote de BVD. Las barras rojas indican las grajas en las que realmente se detectaron animales portadores de virus (explotaciones infectadas). Las azulas las granjas en donde se sospechó BVD, pero donde no se pudo demostrar la infección activa. Las barras marcadas con asterisco indican una diferencia con tendencia a la significancia (P<0,1). 6 Referencias consultadas Collantes-Fernández, E., Mendoza-Ibarra, J.A., Pedraza-Díaz, S., Rojo-Montejo, S., NavarroLozano, V., Sánchez-Sánchez, R., Ruiz-Santa-Quiteria, J.A., Ortega-Mora, L.M., Osoro, K., 2014. Efficacy of a control program for bovine trichomonosis based on testing and culling infected bulls in beef cattle managed under mountain pastoral systems of Northern Spain. 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