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Revista de Administración, Finanzas y Economía (Journal of Management, Finance and Economics) vol. 7, núm. 1 (2013), pp. 69-79.
Vulnerabilidad de la Producción de
Alimentos en México a Factores
Naturales Sistémicos Adversos
Luis Manuel González de Salceda Ruiz*
Recibido 07 de Octubre de 2012. Aceptado 09 de Diciembre de 2012.
Resumen
El presente estudio estima el nivel de vulnerabilidad que presenta la producción agrícola en México ante la ocurrencia de factores naturales sistémicos adversos. Para ello se utiliza información
sobre superficie sembrada y siniestrada de 148 cultivos que, en conjunto, representan más del
noventa por ciento de la superficie sembrada en el ciclo primavera – verano. Con base en los
niveles de siniestralidad presentados en cada uno de los años de 1980 a 2011 se estima la beta
financiera de cada uno de los cultivos que componen esta cartera. Esta medida permite ubicar
a los cultivos más sensibles a la ocurrencia de factores sistémicos adversos como, por ejemplo,
el fenómeno de “El Niño”. También, al comparar esta medida con la prima que se paga actualmente por adquirir una cobertura catastrófica contra eventos climáticos extremos se identifican
aquellos precios que pudieran ser sujetos a revisión.
Abstract
This study estimates the level of vulnerability of agricultural production in Mexico in case of the
occurrence of systemic adverse natural factors. It uses information of 148 crops which together
account for over ninety percent of the area planted in the spring – summer cycle. Based on loss
severity levels presented in each of the years of 1980-2011, financial beta is estimated for each
of the crops that belong to this portfolio. The most sensitive crops to the occurrence of adverse
systemic factors such as "El Niño" are identified using this financial measure. Also, betas of all
crops are compared with the current insurance market premiums against natural catastrophes to
identify those prices may be subject to revision.
Clasificación JEL: Q54
Key words: riesgos sistémicos, vulnerabilidad, beta, El Niño.
* Profesor de tiempo completo, Escuela de Negocios, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de
Monterrey, Campus Ciudad de México. Correo Electrónico: [email protected]
70 Revista de Administración, Finanzas y Economía
1. Introducción
El proveer de servicios de seguro a los pequeños agricultores en México y en otros países en
vías de desarrollo ha sido un reto importante durante mucho tiempo. El gobierno de México
ha intentado diferentes esquemas para intentar resolver esta problemática. Así, desde hace una
década aproximadamente ha establecido y consolidado un programa de coberturas catastróficas
en el cual la prima de riesgo es pagada ya sea por el gobierno Federal o algún estatal (o ambos)
en representación de los agricultores de la región, recibiendo una compensación en caso de que
ocurra un siniestro de proporciones catastróficas a la agricultura y con ello contar con recursos
para ayudar a los productores afectados, González de Salceda y Nuñez (2012).
A principios de este año 2013, el gobierno Federal anunció que su objetivo es que la cobertura de este programa sea nacional, considerando todos los cultivos y todas las regiones. De
ser así, se estará en posición de aprovechar al máximo el potencial de diversificación de riesgos
que ofrece el país. Sin embargo, aun esta cartera de máxima diversificación es susceptible a experimentar pérdidas con niveles catastróficos debido a la ocurrencia de factores sistémicos. Al
respecto, es ampliamente conocido que aún una cartera bien diversificada en acciones y valores puede experimentar pérdidas catastróficas ante la ocurrencia de un factor sistémico adverso
como, por ejemplo, una variación importante en el tipo de cambio. A semejanza de esto, la
cartera de coberturas agrícola nacional también puede experimentar pérdidas catastróficas si se
presenta un factor adverso de esta naturaleza. Este factor sistémico en este caso se conoce como
el fenómeno de “El Niño”.
El presente estudio estima la sensibilidad de los diferentes cultivos en las diferentes regiones
del país a la ocurrencia de un factor sistémico usando la beta financiera como medida. Para ello,
se usa información de 148 cultivos en el país que en conjunto representan más del noventa
por ciento de la superficie sembrada nacional en el ciclo de producción más relevante que es
el primavera – verano. También, aunque el propósito del estudio no es establecer una relación
causa - efecto del El Niño – siniestralidad observada, sí se considera necesario presentar las
razones por las cuales dicho fenómeno climático es el principal factor sistémico. En este sentido
también se consideró relevante presentar cuales son las perspectivas del comportamiento de
dicho fenómeno en el futuro y con ello hacer énfasis en la relevancia de obtener parámetros de
sensibilidad de los cultivos (betas) ante la ocurrencia de factores naturales sistémicos adversos.
2. El Fenómeno de El Niño – Oscilación del Sur (ENOS) y su Efecto Sistémico en el Clima
Mundial
El fenómeno ha sido comúnmente asociado con la ocurrencia anual de una corriente marina
cálida en el hemisferio sur a lo largo de las costas de Perú y Ecuador que da inicio aproximadamente en la tercera semana de diciembre, razón por la cual se le relaciona con la navidad, de
ahí el nombre de “El Niño (Jesús)”. La definición propiamente científica de este fenómeno se
refiere al calentamiento anormal del centro y este de la zona ecuatorial del Océano Pacífico. En
específico, se considera que El Niño está presente cuando la temperatura de la superficie del mar
ha sido superior 0.5o C o más a su temperatura media en la zona comprendida en las coordenadas: 4 o N - 4 o S, 150o W - 90o W, durante al menos seis meses consecutivos. En contraste,
se considera que La Niña ha ocurrido cuando la temperatura de la superficie del mar ha sido
inferior 0.5o C o más a su media, al menos seis meses, en la zona comprendida por las mismas
coordenadas. En términos más amplios a esto se le conoce como el fenómeno “El Niño – Oscilación del Sur” o ENOS por la interacción que existe entre las temperaturas de la superficie del
mar y las oscilaciones en la presión atmosférica, definiéndose una fase positiva de ENOS (El
Niño) caracterizada por temperaturas de la anormalmente elevadas, una fase negativa de ENOS
(La Niña) con temperaturas anormalmente bajas y una fase neutral de ENOS o de temperaturas
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dentro de un rango normal. En ese sentido y dado que el clima de una región del mundo puede
influir en el clima de zonas lejanas (tele conexión), el fenómeno ENOS no sólo tiene efectos en
la propia zona del Pacífico ecuatorial sino que tiene un impacto global. Su presencia influye en
el clima de zonas tan lejanas como Norteamérica, Sudáfrica, Australia, Brasil o Mongolia, por
citar algunos ejemplos. De hecho, la variación que el clima de México manifiesta año con año
se debe en gran medida a la ocurrencia de ENOS. Así, aunque no es una regla, se puede esperar
que para la zona comprendida entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio, la presencia de la fase positiva de ENOS propicie una menor cantidad de lluvia de lo normal y la fase
negativa del ENOS una mayor cantidad de lluvia de lo normal. La relación ENOS con cantidad
de precipitación no es tan estrecha para las otras zonas del planeta debido a que la respuesta
climática de las distintas regiones puede ser muy diferente. Esto último debido a que la relación
entre la condición climática que se observa en el océano y la que presenta la atmosfera no es
lineal, Trenberth (1997) y Magaña (2004).
3. El Clima en México y la Influencia del ENOS en la Cantidad de Lluvia y Otros Factores
Climáticos
Los conceptos encontrados en Magaña y Gay, Magaña (2004) y Zitácuaro, et al (2011) pueden
ser usados para describir, en forma resumida, el clima de México y el efecto que ENSO tiene
sobre éste:
Dada su posición geográfica (sólo una parte está situada por debajo de la línea del Trópico de Cáncer) y compleja orografía (por ser parte del Cinturón de Fuego), México presenta
una gran variedad de climas. Sin embargo, en términos generales, se puede definir al clima de
México como de tipo monzónico, el cual se caracteriza por presentar lluvias en verano y condiciones secas en invierno. A su vez, en el verano se presentan una gran variedad de condiciones
climáticas desde el caluroso y seco, con precipitaciones pluviales menores a los cien milímetros anuales en promedio, hasta el tropical en donde puede llover más de 3,500 milímetros al
año en promedio. En la mayor parte del país las lluvias se concentran en el período de junio a
septiembre. Sin embargo, en algunas regiones del sur este período es más amplio, esto es, de
mayo a octubre. Al respecto, el régimen pluvial en el país está determinado por cuatro factores:
1) la llamada zona de convergencia intertropical (franja de aire cálido y húmedo en la zona del
Ecuador), 2) el monzón mexicano (viento húmedo que sopla del mar a la tierra), 3) las ondas
del este (área alargada de aire caliente y húmedo orientada de Norte a Sur en el Atlántico) y 4)
los ciclones tropicales (depresiones tropicales, tormentas tropicales o huracanes), cuyo nivel de
actividad ciclónica tropical influye de forma muy importante en la cantidad de precipitación que
se presente durante el verano. En este sentido, por su ubicación geográfica el clima de México
está influenciado por dos regiones ciclónicas muy activas: Pacífico del este y Mar Caribe. Por
ello, la variación interanual del clima se explica en gran parte por la ocurrencia de ENOS, debido
a que afecta la actividad ciclónica, particularmente la formación de huracanes.
En relación con lo anterior, se ha observado que en los años que no se presenta la fase positiva del ENOS los ciclones tropicales son en promedio más intensos y cercanos a las costas
del país. De hecho, se ha demostrado que hay una relación estadísticamente significativa entre
la ocurrencia de la fase positiva y un menor número de huracanes en el Atlántico. En contraste,
se ha observado que en aquellos años donde hay fase negativa las lluvias son normales o anormalmente intensas, debido a que hay una mayor propensión a la formación de huracanes en el
verano en el Atlántico. Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible pronosticar con exactitud el
lugar donde se formarán, su trayectoria e intensidad. En adición, se ha observado que con fase
positiva existe una mayor propensión a la formación de huracanes intensos en el Pacífico pero
con trayectorias alejadas de las costas. De hecho, cuando esta fase prevalece, inhibe la entrada
de humedad por las costas del Pacífico y además se presenta un inicio tardío del monzón en el
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Atlántico, causando que haya menos lluvias en noroeste (Veracruz, Tamaulipas y Coahuila) y
zona centro. Por ello, a la fase positiva de ENSO se le asocia con una disminución de la precipitación promedio en la mayor parte del país, acentuándose este efecto en la segunda parte del
verano. Esto propicia menores rendimientos agrícolas en ese ciclo y tiene repercusiones negativas en la producción del siguiente (invierno) debido a que se reduce de forma significativa la
cantidad de agua que escurre a las presas en la zona del noroeste del país. También la menor presencia de humedad, en forma de nubes, aumenta la probabilidad de heladas con efectos dañinos
a los cultivos.
Los efectos adversos que produce la fase positiva de ENSO no afectan exclusivamente a
México. Indonesia, el noroeste de Brasil, África del Sur y Australia, por mencionar algunos
ejemplos, son regiones también afectadas por la sequía. En los últimos treinta años la fase positiva ha ocurrido en: 1982 – 1983, 1986 – 1987, 1991 – 1995 y 1997 – 1998. Siendo las fases
positivas de 1982 – 1983 y 1997 – 1998 las más fuertes de que se tenga registro, ocasionando
sequías muy severas. La fase positiva que se presentó de 1991 a 1995 no fue tan intensa pero
provocó una sequía muy prolongada en el norte de México. Los años en que la fase negativa se
ha presentado son: 1988 – 1989, 1995 – 1996 y 1998 – 1999.
Así, en resumen, la ocurrencia de El Niño tiene los siguientes efectos en México: 1) aumenta
la precipitación total en invierno afectando esto principalmente al noreste y noroeste, disminuyendo en verano, 2) aumenta el número de frentes fríos afectando a las zonas norte y centro,
dando lugar a inviernos más fríos y, 3) en el verano menor número de huracanes en el Atlántico
y mayor probabilidad de presentarse poca precipitación, propiciando temporadas más secas y
cálidas, particularmente en la parte central del país.
4. Efectos de El Niño en la Agricultura Mundial
El fenómeno de ENOS tiene un importante impacto en la variabilidad climática de muchas partes del mundo y en consecuencia en los rendimientos de los cultivos. El impacto de las
perturbaciones que ocurren en la temperatura de la superficie del mar en la zona del Pacífico
ecuatorial puede observarse en otras regiones del mundo de uno a doce meses después, Chen,
et al (2002). Por ejemplo, en Sudáfrica se ha observado que existe una relación entre la ocurrencia de ENOS y cambios en los niveles de precipitación pluvial, aumentando la variabilidad
con la presencia del fenómeno, detectándose una propensión a menor precipitación en la fase
positiva y en consecuencia menores rendimientos agrícolas, Phillips, et al (1998). En Argentina
la ocurrencia de la fase positiva del fenómeno propicia mayores niveles de precipitación pluvial,
mientras que, la fase negativa está asociada a menores niveles de precipitación, sobre todo en
los meses de noviembre y diciembre. Esto resulta en mayores rendimientos agrícolas en años
de fase positiva, específicamente en maíz, soya y sorgo, con rendimientos más bajos en años
de fase negativa, Podesta, et al (1998) y Ferreira, et al (2001). En contraste con lo que ocurre
en Argentina, la fase positiva del fenómeno causa pérdidas económicas relevantes en Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú en orden ascendente. Para Asía del Este se ha observado que el ENSO junto con el Monzón del Este de Asía influyen en el rendimiento de los cultivos ya que
determinan la variabilidad climática de esa región, Tao, et al (2004). También se ha observado
que ENSO tiene influencia significativa en el desarrollo vegetativo y foresta en amplias regiones
(con mayor o menor magnitud) de Estados Unidos, Solow, et al (1998), Jones, et al (2000) y
Peters, et al (2003), con daños estimados de entre seis y siete mil millones de dólares anuales,
Adams, et al (1999). En ese sentido se ha observado que la predicción y consecuente ajuste en
el patrón de cultivos puede ayudar a disminuir los daños de forma significativa aunque no se
pueda eliminarlos completamente, Chen et al (2001) y otros. En Europa la influencia del ENSO
es débil, teniendo algún efecto en el sur del continente como mayores niveles de precipitación
durante años de fase positiva y menores niveles durante años de fase negativa. El clima de éste
Vulnerabilidad de la Producción de Alimentos en México a Factores Naturales 73
continente está más influenciado por el fenómeno conocido como la Oscilación del Atlántico
del Sur, Gimeno, et al (2002).
Los efectos de El Niño en la agricultura mexicana son importantes debido a la menor precipitación en el verano afectando a los cultivos de ese ciclo y a la menor disponibilidad de agua
en las presas necesaria para el próximo ciclo de invierno, Adams, et al (2003). En ese sentido,
debe de considerarse que la definición de sequía es diferente para cada zona ya que depende de
la cantidad promedio de agua que precipita cada año. También depende de las necesidades de
humedad que cada cultivo requiere en sus distintas etapas de desarrollo, Prieto, et al (2007).
En resumen, se puede decir que el fenómeno del ENSO es el que más influye en el desempeño de la producción agrícola en México como factor sistémico afectando principalmente la
actividad ciclónica y con ello la cantidad de precipitación que se presenta en las diferentes regiones del país. A esto, los distintos cultivos que conforman la cartera nacional de producción
responden de forma específica. Dicha respuesta potencial puede estimarse con el coeficiente de
beta.
5. Cambio Climático y El Niño
Existen divergencias acerca del efecto que tiene el calentamiento global sobre El Niño. Se coincide en el hecho de que se ha observado que la fase positiva de ENSO ha sido más frecuente,
persistente e intensa desde mediados de la década de 1970, comparado con los cien años anteriores, Trenberth (1997) e IPCC (2001). Sin embargo, las diferencias radican en la consecuencia
futura. Por ejemplo, algunos señalan que un incremento de gases de invernadero en la atmosfera
propiciará las condiciones para Niños más frecuentes y Niñas más fuertes, Timmerman (1999)
y Reilly, et al (2003). Por su parte, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático toma una
postura más moderada indicando que la variabilidad de la temperatura de la superficie del mar
en la zona del El Niño difiere de modelo a modelo invitando a pensar que no hay una conclusión
definitiva sobre el futuro comportamiento del fenómeno. Sus propias proyecciones muestran poco cambio en la fortaleza del fenómeno en los siguientes cien años. Sin embargo, se señala con
énfasis que, aun sin cambio en comportamiento de El Niño, el calentamiento global, considerado ya una realidad propiciará que los fenómenos climáticos extremos que lo acompañan como
escases o exceso de precipitación se agudicen incrementando los riesgos de sequías e inundaciones, IPCC (2002 y 2007). Más recientemente algunos autores no sólo insisten en el aumento
de la frecuencia e intensidad del fenómeno sino que además señalan que una nueva clase de
El Niño se ha presentado en los últimos años del siglo veinte, el cual se caracteriza por aguas
superficiales cálidas en el centro del Pacífico ecuatorial rodeadas por aguas más frías tanto al
este como al oeste, Yeh, et al (2009).
6. Riesgos no Sistémicos, Sistémicos y Beta
Al considerar que la variable de desempeño individual de los activos financieros que constituyen
un portafolio de inversiones se distribuye normalmente, entonces, la medida más adecuada para
la medición del riesgo del propio portafolio es su varianza. Es conocido, que la magnitud de este
indicador de riesgo tiende a disminuir a medida que se incluyen más activos en el portafolio.
Sin embargo, también se conoce que cuando se alcanza un número suficientemente amplio de
activos en la cartera, la magnitud de la varianza tiende a estabilizarse. Es así que por el efecto
de la diversificación sólo parte de la variabilidad del desempeño del portafolio desaparece, a la
cual se le conoce como riesgo no sistémico. A la variabilidad que persiste aun después de que el
portafolio ha sido ampliamente diversificado se le conoce como riesgo sistémico.
Específicamente, se sabe que el riesgo específico, no idiosincrático o no sistémico está asociado con aquel tipo de eventos que solamente afectan el desempeño de una sola empresa (o
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activo financiero) o a solo un grupo pequeño de empresas (o activos financieros). Por ejemplo,
las noticias que ocurran sobre los ejecutivos de una empresa, las novedades que surjan en relación a su programa de investigación y desarrollo o sobre su nivel de ventas, afectarían sólo al
desempeño de la propia empresa. En contraste, es conocido que el riesgo sistémico está asociado
a aquellos factores que afectan el desempeño de todas o un gran número de empresas (o activos
financieros) cada uno en mayor o menor medida. Por ejemplo, una devaluación de la moneda,
incrementos en las tasas de interés o en el precio de los energéticos son todos eventos sistémicos.
No obstante, ésta clara diferencia entre ambos riesgos, debe de resaltarse que la separación entre
ellos no es absoluta, debido a que aunque un evento afecte a una sola empresa de forma muy
específica tendrá eventualmente un efecto, aunque sea muy pequeño, en el resto de la economía.
Así, una característica de los riesgos no sistémicos es que no se relacionan o correlacionan
entre ellos. Por lo cual, si se incluye un número suficientemente amplio de activos en el portafolio, su efecto desaparecería. Sin embargo, a diferencia de esto, el riesgo sistémico no desaparece
con la diversificación. Por lo tanto, un inversionista bien diversificado debe preocuparse solamente por el riesgo sistémico de cada activo financiero en su portafolio y en muy poca o ninguna
medida por el no sistémico. En otras palabras, dado que el riesgo no sistémico disminuye al diversificarse, el riesgo total del portafolio también disminuye, pero no desaparece. Esto último
debido a la persistencia del riesgo sistémico. Así, la ventaja que ofrece la diversificación, en
cuanto a la disminución de riesgos, está limitada por la existencia del riesgo sistémico.
Es conocido que todos los activos financieros son sensibles a la ocurrencia de eventos de
carácter sistémico. Sin embargo, la magnitud en la cual son afectados es distinta, por lo que la
sensibilidad que manifiesta el desempeño de un activo financiero, en específico, ante la ocurrencia de un evento sistémico se puede medir con su coeficiente beta, el cual es considerado como
el mejor indicador del riesgo que contiene dicho activo, cuando el portafolio al cual pertenece
ya está bien diversificado. Esto es, la varianza, es la medida adecuada para medir el riesgo
de un portafolio ya sea que este diversificado o no. En el caso de que el portafolio contenga
un número reducido de activos y se considere que esté no diversificado, la medida de riesgo
individual de los activos que componen el portafolio sigue siendo la propia varianza. Pero, en el
caso de que el portafolio incluya un número importante de activos y se considere diversificado,
entonces la medida de riesgo adecuada para los activos financieros que en específico componen
este portafolio será ahora su beta. La beta de un activo financiero se define como:
βi =
Cov(Ri , Rp)
Var(Rp )
Dónde:
βi: Beta del activo financiero.
Rp: Rendimiento del portafolio en su conjunto.
Ri: Rendimiento del activo financiero i.
Cov(Ri , Rp): Covarianza entre los rendimientos del activo i con los rendimientos del portafolio
en su conjunto.
Var(Rp ): Varianza de los rendimientos del portafolio en su conjunto.
Tal como lo indica la ecuación que la define, la beta de un activo financiero es la covarianza
que existe entre el desempeño de dicho activo y el desempeño del portafolio al cual pertenece,
medida en términos relativos a la propia varianza total del portafolio. La covarianza expresada
en esta forma es considerada como el parámetro más adecuado para medir la aportación de un
activo financiero específico al riesgo total de un portafolio diversificado.
Debido a que el valor de la beta del portafolio que representa al total mercado financiero es
uno, entonces también se puede definir a la beta de un activo financiero en específico pertene-
Vulnerabilidad de la Producción de Alimentos en México a Factores Naturales 75
ciente a ese mercado, como su elasticidad financiera. Esto es, su respuesta individual potencial,
en términos porcentuales, ante un cambio de uno por ciento en el desempeño del mercado en su
conjunto.
En la práctica, una beta de 1 se puede interpretar en el sentido de que el desempeño del “activo financiero” muestra tanta sensibilidad a factores sistémicos como el portafolio que representa
al “mercado en su conjunto”; una beta menor a 1 indicará que el desempeño del activo financiero
presenta menor sensibilidad a factores sistémicos que el portafolio del mercado y consecuentemente una beta mayor a 1 señala una mayor sensibilidad del activo a factores sistémicos que el
mercado. Bodie, et al (2005) y Ross, et al (2010).
7. Resultados
Para estimar las betas por cultivo y región se utilizó información anual de la Secretaría de Agricultura de México (SAGARPA) sobre las superficies sembrada y siniestrada de 148 cultivos
que representan en conjunto más del noventa por ciento de la superficie sembrada. El resto de
los cultivos no se consideró por contar con sólo escasa información. La serie de datos que se
considera contempla los ciclos agrícolas de 1980 a 2011.
Al dividir la superficie siniestrada entre la sembrada se obtiene un índice de siniestralidad
que oscila entre cero y cien por ciento. Así, a mayor índice mayor pérdida en determinado año.
Se obtuvo la varianza del índice de siniestralidad del portafolio y la beta individual como el
cociente que resulta de la división de la magnitud de la covarianza del índice de siniestralidad
de cada cultivo con el portafolio entre la varianza de este último.
Los resultados de las betas obtenidas por cultivo y región se presentan en el cuadro 1 y
reflejan: 1) como se esperaba, una respuesta muy diversa a la presencia de factores sistémicos,
dada la variedad de cultivos y zonas climáticas, 2) una tendencia de los estados ubicados en la
zona centro – norte y norte del país a tener betas mayores que aquellas ubicadas en el centro - sur
y sur del país. La explicación a esto último puede ser que los estados en la primera región están
ubicados principalmente en la zona subtropical (latitudes por encima del Trópico de Cáncer)
que tiende a ser más inestable climáticamente y con menores precipitaciones promedio que la
región tropical (entre el Ecuador y el Trópico de Cáncer) donde se encuentran los estados del
segundo tipo y que tiende a ser más húmeda y más estable climáticamente, 3) al comparar la beta
estimada por cultivo con la prima de riesgo pagada en la actualidad por el gobierno de México
por adquirir la cobertura catastrófica de éste (también cuadro 1), se puede observar que en la
medida en que la beta disminuye aparecen más cultivos que no están asegurados (ND). Esto
tiene sentido ya que la contratación del seguro la realiza voluntariamente ya sea el gobierno
Federal o el local. Así, cultivos que se perciben con poco riesgo tienden a no ser cubiertos.
También, un resultado interesante es que para algunos cultivos en determinadas regiones
se cobra una prima muy baja comparada con su respectiva beta. Lo anterior pudiera indicar un
cálculo inadecuado del precio del riesgo y una revisión de la tarifa. El mismo razonamiento
puede aplicar para los casos donde la beta es muy baja y su tarifa respectiva es muy alta.
Los resultados permiten ubicar a aquellos cultivos que son más sensibles a factores sistémicos adversos. Así, y considerando que los pronósticos de la ocurrencia de “El Niño” se encuentran disponibles con meses de anticipación entonces se puede, hasta donde sea técnicamente
posible, cambiar la composición de cultivos.
76 Revista de Administración, Finanzas y Economía
Cuadro 1: Vulnerabilidad por Cultivo a Factores Sistémicos, Medida por su Beta
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8. Conclusiones
Los resultados obtenidos en la presente investigación permiten medir el riesgo individual
que representa cada cultivo dentro de la cartera de coberturas a nivel nacional que pretende
contratar el gobierno de México. Esto permitirá identificar aquellos cultivos que requieren de
revisión de la prima de riesgo que actualmente se está pagando y asimismo le permitirá ubicar los cultivos que pudieran ser muy sensibles a factores naturales sistémicos adversos como
ENSO y con ello replantear en el corto plazo el patrón de cultivos y en el largo plazo instrumentar acciones que mitiguen el efecto de dichos fenómenos como, por ejemplo, desarrollo de
infraestructura hidráulica o desarrollo de variedades resistentes a la sequía.
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