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El cerebro necesita de buena comida
( Publicado en Revista Creces, Octubre 1985 )
El descubrimiento fue producto de años. de investigaciones por parte de los científicos
más destacados de los Estados Unidos. Ellos alimentaron a ratas blancas de laboratorio
con extraños compuestos de nombres más bien intrincados. En forma paralela, los
voluntarios humanos ingerían píldoras y placebos (preparados semejantes a
medicamentos, pero que no tienen efecto alguno). Los resultados de las observaciones
eran sometidos a detenido análisis. Investigadores del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) anunciaron algo que muchas mamás ya sabían: un pedazo de
pastel de manzanas puede hacerlo sentirse a uno mucho mejor.
Este descubrimiento es más importante de lo que parece. Lo que los científicos del MIT
y de otros centros han confirmado lleva mucho más allá de que "uno es lo que uno
come". El hallazgo ha confirmado que lo que usted come - los nutrientes, vitaminas y
minerales- afectan directamente el proceso cerebral de pensar. Las funciones
cerebrales que van desde la emoción y sensibilidad hasta el dolor pueden verse
afectadas por la dieta, indican los investigadores.
Durante varias décadas muchos psiquiatras y otros profesionales han sostenido que las
vitaminas afectan la química cerebral y más aun el comportamiento humano, teoría que
no siempre fue aceptada por la comunidad científica. "Lo que ha ocurrido", indica el Dr.
John Crayton, de la Universidad de Chicago, "es que la teoría (de que la alimentación
afecta la química del cerebro) ha sido contrastada con pruebas usando métodos
científicamente sólidos".
El resultado revela que lo aparentemente risible para muchos especialistas hasta hace
pocos años es ahora aceptado como un hecho. Los científicos están ahora sugiriendo
"curas" tales como un poco de galletas para el insomnio o un buen plato de tallarines
para la depresión. Los trabajos realizados hasta la fecha indican que se puede luchar
contra muchos de los síntomas y signos de la senilidad, o mejorar la memoria y otras
funciones de nuestro cerebro sólo con la calidad de los alimentos que ingerimos.
Neurotransmisores
El foco de la investigación sobre la forma cómo el alimento afecta la química del
cerebro, tiene que ver con la producción de neurotransmisores químicos, involucrados
en la conducción de impulsos eléctricos dentro del cerebro. Es a través de tales
impulsos como el cerebro ordena las funciones del cuerpo, evoca recuerdos o procesa
información.
Gran parte del trabajo realizado en los laboratorios está centrado en el aminoácido
esencial llamado triptofano (los aminoácidos son los "ladrillos" con los cuales están
hechas las proteínas). A comienzos de los años setenta los investigadores John
Wurtmann y John Femstrom, del MIT, descubrieron que al alimentar a las ratas con
triptofano puro se producía en sus cerebros un incremento en la cantidad de otro
neurotransmisor llamado serotonina. Tal substancia puede aumentar en las personas su
tolerancia al dolor o hacerlas emocionalmente menos irritables y propensas a la
somnolencia. Los experimentos siguientes involucraron a ratas y seres humanos,
determinando que es factible afectar con la ingesta diaria la cantidad de triptofano que
hay en nuestro torrente circulatorio.
Los experimentos han llevado a otros investigadores del Departamento de Nutrición y
Ciencias de los Alimentos del MIT a sugerir que un aumento de los niveles de
serotonina en el cerebro puede ser tan simple de alcanzar: basta con comerse un
pastel. Ese hecho desencadena un complicado proceso bioquímico, ya que para que el
triptofano logre ingresar al cerebro debe competir con otros aminoácidos que circulan
en la sangre. Cuando - por ejemplo- comemos proteínas (leche, carne, huevos) que
también contienen triptofano, estamos introduciendo a la sangre otros aminoácidos que
bloquean el ingreso del triptofano al cerebro. No obstante, cuando consumimos
hidratos de carbono (azúcares, masas) en el organismo se produce insulina, que
bloquea a los otros aminoácidos y permite que el triptofano llegue por fin al cerebro.
Mientras esta investigación ha demostrado que existe mérito - científico en algunas
creencias - populares que aconsejan "comer para relajarse", se ha difundido también
otra creencia que ha alcanzado gran difusión: un vaso de leche tibia antes de irse a la
cama impedirá que uno sea rápidamente vencido por el sueño.
Los especialistas sostienen que la leche tiene demasiadas proteínas ( y por lo tanto
gran cantidad de aminoácidos), en tanto comer algunas galletas o beber un vaso de
jugo de fruta podrán ayudar a la persona a dormirse con más facilidad. La razón es que
contienen muchos más hidratos de carbono.
¿Qué puede hacer el triptofano? Los experimentos sugieren muchas cosas. En un
estudio del MIT se sometió a un grupo de voluntarios a leves dolores provocados por la
acción de ampolletas encendidas de 100 Watts en los brazos. Se les pidió que
evaluaran el nivel del dolor a diferentes intensidades de calor. Luego de habérseles
administrado una dosis de triptofano, los voluntarios demostraron un aumento bastante
significativo en la tolerancia del dolor al calor moderado.
En una experiencia realizada en la Universidad de Temple, Filadelfia, EE.UU, a
pacientes que padecían de dolor facial crónico, se les administró una dieta con alto
contenido de hidratos de carbono y baja materia grasa. A una parte del grupo se les dio
adicionalmente triptofano y al resto sólo placebos. Los pacientes con dieta de hidratos
de carbono más triptofano informaron de un marcado descenso del dolor, e incluso el
grupo que consumió hidratos de carbono más placebos también refirió cierto descenso
en el nivel del dolor.
Investigaciones realizadas en la Escuela de Medicina de la Universidad de Tufts, Boston,
EE.UU., demostraron que a la gente le da más sueño después de consumir una comida
con gran concentración de hidratos de carbono que luego de un menú rico en proteínas
(un asado, por ejemplo). Incluso los pacientes con insomnio se quedan dormidos más
fácilmente después de una sola dosis de triptofano. En otro experimento realizado en el
MIT se pasó a los estudiantes una serie de pruebas psicológicas luego de ingerir
triptofano, advirtiéndose en ellos un descenso en el estrés y un aumento en la
relajación.
Algunas personas han llegado a sostener que los hidratos de carbono los hacen sentirse
felices, sin embargo no hay bases científicas para tal afirmación. Las pruebas del MIT
demostraron que los sentimientos de felicidad o tristeza de los sujetos no fueron
afectados por el triptofano. Lo que sí hacen los hidratos de carbono es ayudar a las
personas a sobreponerse.
Si una persona debe hacer una llamada telefónica que no necesariamente desea
realizar, o cualquier otra cosa que no le viene en ganas, lo encontrará un poco más
fácil de emprender luego de consumir algunos hidratos de carbono. A éstos se les llama
alimentos reponedores.
Consumir hidratos de carbono es la única manera de crear niveles suficientes de
triptofano en el torrente sanguíneo, haciendo que el cerebro produzca serotonina un
neurotransmisor fundamental. Debido a esto, los investigadores han determinado que
nuestra necesidad de hidratos de carbono es algo más que una conducta aprendida,
como la de tener ganas de un dulce o de comer pan. No obstante, muchas personas
tratan de huir de los hidratos de carbono por el temor a que su ingesta indebida
agregue varios kilos de más a su anatomía.
Los científicos durante mucho tiempo no pudieron creer que algo tan vital para la
función del cerebro como la serotonina- pudiera no tener un mecanismo que la
proveyera. No podían creer que el cerebro estuviese cautivo de lo que la persona
eligiera o se le antojara comer. Las investigaciones que siguieron demostraron que las
ansias de hidratos de carbono son una necesidad metabólica específica.
Vitaminas
Cuando las necesidades metabólicas del cerebro no son satisfechas pueden desatarse
problemas mentales y emocionales. Esa es la hipótesis sostenida por muchos
psiquiatras y otros investigadores de la psicología. De acuerdo con un informe del
propio MIT y preparado por el Dr. D.C. Campbell, un grupo de pacientes que sufría de
pérdida de la memoria, depresión. ansiedad y otros desórdenes, mostraron notable
mejoría luego de la ingesta de altas dosis de vitamina B, prescrita durante varios
meses. La vitamina B, indica el documento, tiene la propiedad de transformar los
hidratos de carbono en neutrotransmisores en el cerebro.
Esta teoría se ha puesto cada vez más en boga en las últimas décadas. El Dr. Roger J.
Williams, que fuera Director del Instituto de Bioquímica de la Fundación Clayton, en la
Universidad de Texas en 1941, descubrió hace treinta años el ácido pantoténico, una
llave importante en la síntesis de la vitamina B. En su libro "Nutrition in a Nutshell"
(Nutrición en pocas palabras), Williams estableció que varios tipos de vitamina B son
vitales para el cerebro. La deficiencia de vitamina B1 en el ser humano dio como
resultado muchos casos de irritabilidad, ansiedad, aumento de la sensibilidad al ruido y
otros estímulos de dolor. Una mayor confirmación es que la deficiencia de niacina,
como se observa en la pelagra (enfermedad de la piel), genera exactamente estos
mismos síntomas junto a otros más severos.
El uso de vitaminas y nutrientes en el tratamiento de desórdenes emocionales se ha
incrementado en los últimos años. En el Centro Bío Cerebral de la Universidad de
Princeton, Nueva York, a los pacientes que sufren de depresión, ansiedad y otros
problemas emocionales se les toman muestras de sangre, orina y cabello para
analizarlos y detectar alteraciones en sus valores químicos normales. Cuando ellos
existen, se les prescribe vitaminas y nutrientes ricos en determinados compuestos. Las
deficiencias de nutrientes y vitaminas que afectan al cerebro pueden ser resultado de
dietas pobres o inadecuadas. El Dr. Gideon Seaman, autor del libro "Women and the
crisis in sex hormones" (Las mujeres y la crisis en las hormonas sexuales), indica que
las píldoras anticonceptivas pueden ocasionar deficiencia de la vitamina B6 en algunas
mujeres, pudiendo acarrear estados de ansiedad y depresión. Seaman recomienda
dosis de dicha vitamina o el consumo de alimentos que la contengan, como el hígado,
carne de salmón, germen de trigo o arroz integral. Buena parte de los médicos
previenen a sus pacientes de ingerir grandes dosis de vitamina B, de lo que se infiere
una vez más que nada es bueno en exceso. Sin ir más lejos, un reciente estudio
publicado por el New England Joumal of Medicine (1984) da cuenta de que los
desórdenes en el sistema nervioso se pueden deber, en muchos casos, a sobredosis de
vitamina B6.
Existen también ciertas personas que padecen de un desequilibrio químico cerebral
debido a que ingieren alimentos a los cuales son alérgicos. Se ha podido comprobar,
por ejemplo, que ciertos pacientes han padecido ataques epilépticos como resultado de
su alergia a la carne de vacuno. Los científicos recién están iniciando trabajos
destinados a conocer cómo funciona la reacción inmune del cuerpo hacia ciertos
alimentos y de qué manera se ve involucrada y afectada en ello la función cerebral.
Un área de esperanza para la gente que sufre de desórdenes en su memoria o de
senilidad temprana radica en la investigación sobre la calidad de los alimentos que se
recomiendan para aumentar el número de neurotransmisores del tipo acetilcolina en el
cerebro. Las drogas que bloquean la acetilcolina se ha visto que dañan el proceso de
memoria en los voluntarios examinados. Las drogas con propiedades similares a la
acetilcolina parecen, en cambio, mejorarla. Richard Wurtman y sus colegas del MIT
descubrieron que la lecitina (presente, por ejemplo, en el huevo) aumenta la cantidad
de acetilcolina en el cerebro.
La investigación sobre la manera de restaurar la memoria a través de la dieta que se
consuma está lejos de haberse concluido. Hoy es posible comprar en un supermercado
un frasco de lecitina, pero no se puede tomar una cantidad tal como para modificar a
gusto los niveles de acetilcolina en el cerebro. Todavía no se sabe cómo restaurar la
memoria a través de medios dietéticos y parece inapropiado dar falsas esperanzas a la
gente que está buscando curas milagrosas. Muy por el contrario, la investigación sobre
la vinculación entre alimento y cerebro está recién comenzando. Lo realmente
asombroso es que anualmente tragamos toneladas y toneladas de sustancias de poca o
nula utilidad y realmente sabemos muy poco de lo que ocasionan en nuestro
organismo.
Rowland Stiteler.
Modificado de American Way 1984.
Artículo extraído de CRECES EDUCACIÓN - www.creces.cl