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ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO EN ARGENTINA: ¿DONDE
ESTAMOS?
Vicente Barros* ** y Rubén Bejarán**
* CIMA (CONICET) ** Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos,
UBA, Abril de 2005
1. Introducción
El cono sur de América del Sur es una de las regiones sub-continentales del planeta con
mayor tendencia positiva en la precipitación anual durante el siglo XX (Giorgi 2003),
Fig. 1. Al este de los Andes, las tendencias positivas se hicieron más pronunciadas en la
segunda mitad del siglo simultáneamente con el agravamiento del calentamiento global.
Figura 1: Tendencias en la precipitación anual periodo 1900- 2000. Fuente IPCC
2001
Este cambio se registró en los valores medios y también en la mayor frecuencia de
precipitaciones extremas con la secuela de inundaciones de todo tipo, desde las que se
originan en las márgenes de los grandes ríos por las grandes precipitaciones aguas arriba
en Brasil y Paraguay, hasta las de llanura que permanecen en el lugar debido al escaso
drenaje.
Entender como la sociedad argentina reaccionó a estos cambios es muy interesante pues
es una experiencia que trasciende el ámbito local, debido al actual contexto de cambio
climático global. Como los gases de efecto invernadero duran en la atmósfera por
décadas y siglos y el sistema climático se ajusta a ellos con varias décadas de retraso.
Por ello, debido a las emisiones pasadas, el cambio climático para las próximas tres
décadas es ya inevitable. La adaptación es por lo tanto necesaria y como tendrá un costo
altísimo, quizás del mismo orden que el del proceso de mitigación necesario para
amortiguar la velocidad del cambio climático, los países en desarrollo, que no son los
responsables primarios del cambio climático, están pidiendo la cooperación de los
1
países desarrollados (máximos responsables) para afrontarla. Hasta ahora, la respuesta
de estos ha sido muy esquiva y sólo se han comprometido algunos fondos muy
insuficientes.
En el marco de la COP X, la Argentina propuso y logró una declaración, la Decisión
1/CP.10 llamada ¨ El programa de Buenos Aires ¨, sobre adaptación y medidas de
respuesta, que si bien es un instrumento declarativo, traza lineamientos que permitirán
canalizar favorablemente la negociación futura en lo atinente a adaptación.
Los cambios climáticos ocurridos en Argentina y en los países vecinos están muy
probablemente relacionados con el cambio climático global; pero más allá de ello y
cualquiera haya sido su causa, sus efectos han sido importantes y en algunos casos no
pasaron desapercibidos para amplios sectores de la sociedad. En esos casos se pusieron
en marcha mecanismos de respuesta, cuyo estudio ayudará al proceso de adaptación a
los cambios que están aún por llegar según lo indican los escenarios climáticos para el
siglo XXI.
Dentro del proceso de toma de conciencia a la nueva realidad climática e hidrológica, la
inundación de la ciudad de Santa Fe es un punto de inflexión. Las dramáticas
circunstancias que rodearon el evento hidroclimático de abril de 2003, han causado un
fuerte impacto en los distintos sectores involucrados con el manejo y estudio del agua y
el clima y en el público en general. Claramente, este evento, como esta ocurriendo con
otros desastres en el resto del mundo ha contribuido a aumentar la conciencia de que se
está en presencia de cambios climáticos importantes, a los que se necesariamente nos
debemos adaptar para reducir los riesgos y optimizar el uso del recurso clima en sus
múltiples usos.
En este contexto, el objetivo de este trabajo es describir en que medida la Argentina se
está adaptando a las consecuencias de las fuertes tendencias climáticas que parecen estar
relacionadas con el cambio climático global. Se hace al respecto una breve introducción
al problema del cambio climático, seguida de la descripción de los principales cambios
y tendencias observados en el país y zonas vecinas, secciones 2 y 3. La sección 3
también analiza en que medida pueden atribuirse estos procesos de cambio regional al
calentamiento global originado en el aumento de los gases de efecto invernadero. Las
respuestas públicas y colectivas de adaptación a estos cambios son analizadas en la
sección 4. De allí surge que el mayor déficit de adaptación es a la mayor frecuencia e
intensidad de las precipitaciones intensas, por lo que la sección 5 describe algunas de las
características de las precipitaciones intensas en la Argentina y de los sistemas que las
causan. El más impactante de estos episodios fue el que se produjo en abril de 2003 y
que originó la crecida excepcional del Salado y la inundación de la ciudad de Santa Fe.
Por ello, este evento se analiza en detalle en la sección 6 y en la sección 7 se discute el
impacto que ha tenido en el desarrollo del conocimiento y de la conciencia sobre este
tipo de fenómeno en particular, y sobre el cambio climático en general Finalmente en la
sección 8 se hacen algunas conclusiones.
Muchos de los temas y resultados que se muestran en este trabajo han sido desarrollados
por los autores y por colegas con los que trabajan habitualmente. Están publicados o en
proceso de publicación en revistas, informes y libros, aunque esos artículos respondían
a diferentes objetivos del que tiene este documento. De todos modos, vale advertir que
2
en este documento se ha extractado, a veces, material de esos trabajos, por lo que en
cada sección se menciona en pie de página su primer origen.
2. Cambio Climático global1
La Tierra recibe radiación solar que atraviesa la atmósfera con poca absorción. Una
parte es reflejada al espacio exterior por las nubes, la propia atmósfera y por la
superficie terrestre y otra es absorbida en esta última. A su vez, la superficie del planeta
y la atmósfera reemiten energía en forma de radiación pero en otra longitud de onda ya
que están mucho más frías que el Sol. La atmósfera no es transparente a esta radiación
terrestre y la mayor parte es absorbida, excepto en una determinada banda del espectro
de emisión llamada técnicamente la ventana de radiación porque por ella escapa al
espacio la radiación terrestre, Fig. 2. Como la emisión de radiación saliente es
proporcional a la cuarta potencia de la temperatura, la temperatura media del planeta se
ajusta hasta que está se equilibra con la radiación solar absorbida. La opacidad de la
atmósfera en la mayor parte del espectro de la radiación terrestre actúa como un
invernadero y por ello la temperatura del planeta es mayor (unos 30° C) que la que
tendría en su ausencia.
Figura 2: Balance de radiación en el sistema Tierra- Atmósfera
Algunos pocos gases, como el agua y el dióxido de carbono, absorben parte de la
radiación saliente en la banda de la ventana de radiación. Cuando su concentración
aumenta, es menor la radiación saliente al espacio exterior y por lo tanto se produce un
calentamiento del planeta. La mayor temperatura adquirida aumenta la radiación
saliente hasta equilibrar nuevamente la radiación solar absorbida. El metano y el óxido
nitroso son los otros dos gases de invernadero importantes.
1
Extractado de ¨ El Cambio Climático Global ¨, V. Barros, editorial Libros del Zorzal, Buenos Aires
2004, 170 pp. y de El Cambio Climático en el Río de la Plata, capitulo 1 de V. Barros, editores V. Barros,
Á. Menéndez y G. Nagy, CIMA , Buenos Aires 2005, 200 pp.
3
La humanidad es aún incapaz de modificar directamente el contenido de vapor de agua,
porque éste está regulado por la temperatura que condiciona su remoción a través de la
condensación y la congelación. En cambio, hay evidencias incuestionables que las
emisiones de origen antrópico de los otros gases de efecto invernadero (GEI) han
modificado sus concentraciones atmosféricas. Las emisiones de dióxido de carbono por
la quema de hidrocarburos tuvieron un crecimiento de tipo exponencial desde el
comienzo del período industrial, a las mismas se deben sumar las que se originan en la
deforestación, cuya estimación aproximada es de tres o cuatro veces menor que la
anterior.
Parte del dióxido de carbono emitido está siendo captado por los océanos, por la
biosfera y los suelos y casi la mitad se está acumulando en la atmósfera. Esto último
origina el aumento de las concentraciones que se han incrementado un 30 % en los
últimos 150 años, Fig. 3. La concentración de metano aumentó en un 150 % en el
mismo periodo y la del óxido nitroso en un 16 %
Figura 3: Concentraciones atmosféricas de CO2 desde el año 1000 al 2000 a partir de
datos de testigos de hielo y mediciones atmosféricas directas durante los últimos
decenios. Las proyecciones sobre concentraciones de CO2 durante el período 2000–
2100 están basadas en los escenarios del IPCC (Tomado de IPCC 2001)
Las emisiones de GEI tienen una permanencia media en la atmósfera que va desde
alrededor de 15 años en el metano, a 100-150 años en el dióxido de carbono y el óxido
nitroso. Hay otros GEI que son artificiales, afortunadamente de muy baja emisión, para
los que se estiman tiempos de permanencia en la atmósfera antes de su destrucción de
entre 40 y miles de años según de que gas se trate.
El hecho que los tiempos de vida de los GEI sean en muchos casos superiores a los 100
años implica que, aún en el caso que las emisiones antrópicas se redujeran a cero, cosa
totalmente imposible a menos de un cataclismo mundial, la atmósfera continuaría con
concentraciones muy superiores a las del periodo preindustrial por muchas décadas y
decayendo sólo después de un siglo a los valores de principios del siglo XIX. Además,
la capacidad calorífica del sistema climático es enorme, particularmente en los océanos,
donde el equilibrio térmico con las nuevas concentraciones de GEI se alcanza sólo
4
después de 50 a 100 años. En consecuencia, el efecto combinado de la prolongada
permanencia de los GEI en la atmósfera y el retardo con que las temperaturas del
sistema climático se acomodan a las concentraciones de los GEI implica que las
emisiones presentes tendrán su mayor efecto en el futuro no muy inmediato.
A esta problemática se la llama cambio climático. Se trata de un calentamiento global
del planeta que entraña ciertamente un importante cambio climático no sólo en
temperatura sino en otras variables climáticas importantes para la vida y las actividades
productivas como la precipitación, los vientos y la humedad.
La temperatura promedio en la superficie de la Tierra aumentó 0,6° C en los últimos
150 años, Fig. 4. Ambos hemisferios muestran básicamente las mismas tendencias y
fluctuaciones. Hay toda una serie de indicadores del sistema climático que son
consistentes con esta tendencia, por ejemplo, se observa una retirada general de los
glaciares y la temperatura de la superficie del mar se calentó al menos en 0,6° C. Como
la capacidad calorífica de la capa del mar que se ha calentado es de al menos 35 veces la
de la atmósfera, este calentamiento muestra que ha habido una enorme acumulación de
calor en el planeta. La temperatura nocturna aumentó más rápidamente que la diurna
desde 1950 lo que esta indicando que el aumento de la temperatura es por el efecto
invernadero y no por el aumento de la radiación solar. También hay una aceleración del
ciclo hidrológico, lo que también es consistente con un calentamiento global. Todos
estos y otros indicios son indicativos que hubo un aumento de la temperatura global en
la superficie y las capas bajas de la atmósfera, que sobretodo en los últimos 30 años fue
originado en el aumento de las concentraciones de GEI, como lo es también, aunque
parezca paradójico, el enfriamiento de la estratosfera desde 1980 en más de 0.5° C.
0.8
anomalia de temperatura (°C)
0.6
0.4
0.2
0.0
-0.2
-0.4
-0.6
-0.8
1860
1880
1900
1920
1940
1960
1980
2000
Figura 4: Variación de la temperatura media anual global de superficie en 1860–2000
con respecto al promedio de 1960-1990. La línea roja es el promedio móvil de 20 años.
Sobre la base de estos resultados el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático
(IPCC 2001) en su informe del año 2000 ha concluido que la tendencia al calentamiento
observada en el siglo XX tiene una importante componente de origen humano.
5
En el futuro, el nivel a que llegarán las concentraciones de los GEI va a depender de
varios factores cuya predicción es bastante compleja: el desarrollo económico, el
crecimiento demográfico, los cambios tecnológicos y las respuestas colectivas de la
humanidad para reducir o al menos disminuir la tasa de crecimiento de las emisiones.
El calentamiento global no es ni será uniforme geográficamente. Ello implica cambios
en los actuales gradientes de temperatura y en la circulación de los vientos, la
distribución de las precipitaciones y las corrientes marinas lo que está produciendo, y
producirá en el futuro, cambios climáticos regionalmente diferentes. Para el siglo XXI,
en escala global se espera un aumento de la intensidad del ciclo hidrológico con
mayores precipitaciones, aunque en algunas regiones pueda darse lo contrario. Se espera
también una mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos asociados a las
precipitaciones intensas, cosa que ya está ocurriendo en muchas regiones del globo.
La preocupación internacional sobre el Cambio Climático se plasmó en la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático firmada en 1992 en Río de
Janeiro y en el contexto de la misma, en el Protocolo de Kyoto en 1997. Ambos
instrumentos de política internacional constituyen los primeros pasos hacia una solución
colectiva, integrada y progresiva hacia la mitigación de este grave problema.
3. Las tendencias climáticas de las precipitaciones en Argentina 2
3.1 Las precipitaciones medias
Entre 1956 y 1991, al este de los Andes, entre 20° S y 40° S, el incremento en las
precipitaciones medias anuales fue más del 10 % en la mayor parte del territorio
argentino y en algunas zonas, mayor al 40 % (Castañeda y Barros, 1994). Algunos
ejemplos se ilustran en la Fig. 5.
Las regiones, donde se han producido las mayores tendencias positivas son el oeste de
la Provincia de Buenos Aires y este de La Pampa y en el Noreste. En la diagonal que
une estas regiones (sur de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) las tendencias positivas han
sido muy marcadas, Fig. 6. En algunas zonas, los incrementos fueron de más de 250
mm en los valores medios anuales en apenas 44 años. En el este de la Pampa u oeste de
Buenos Aires el incremento porcentual fue casi del 50 % y allí se han venido
registrando frecuentes inundaciones y algunos campos bajos se han transformado en
lagunas permanentes. En el caso de Corrientes, el estero y lagunas del Iberá han
expandido su superficie notoriamente, excepto este último año en el que por una sequía
prolongada han vuelto a la superficie de la década del 60.
Las mayores tendencias se han registrado en el verano y las estaciones intermedias con
escasa o nula tendencia en el invierno (Castañeda y Barros 1994), pero al oeste de 59º
2
Extractado del capitulo de Tendencias climáticas. Proyecto Agenda Ambiental Regional. Fundación Di
Tella-Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable, de El Cambio Climático en el Río de la Plata,
capitulo 2 de I. Camilloni, editores V. Barros, Á. Menéndez y G. Nagy, CIMA , Buenos Aires 2005, 200
pp y de Interanual variability of the South Atlantic High and rainfall in southeastern South America
during summer months. Inés Camilloni, Moira Doyle y Vicente Barros. Primer Congreso de CLIVAR,
Baltimore.2004
6
W, las tendencias positivas importantes se registraron sólo en el verano y el otoño
(Castañeda y Barros 2001).
a
b
Ceres - Precipitación Anual
Monte Caseros - Precipitación Anual
2400
1600
2200
1400
2000
1200
1800
1000
mm
mm
1600
1400
1200
800
600
1000
400
800
600
1940
200
1900
1950
1960
1970
1980
1990
1920
1940
1960
1980
2000
1980
2000
2000
c
d
Pehaujo - Precipitación Anual
Buenos Aires - Precipitación Anual
2000
1500
1800
1300
1600
1400
mm
mm
1100
900
1200
1000
800
700
600
500
1950
1960
1970
1980
1990
400
1900
2000
1920
1940
1960
Figura 5: Precipitación anual para cuatro localidades: En trazo rojo lleno, el ajuste
lineal. En trazo rojo cortado, las bandas de la media más y menos un desvío estándar.
-15
-20
-25
-30
-35
-40
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
Figura 6: Tendencia lineal en mm/año (1959-2003) (Doyle et al 2005)
3.2 Las precipitaciones extremas
Un completo análisis de las tendencias en las precipitaciones extremas está aún sin
realizar. Sin embargo, hoy sabemos que desde la década de 1970, en el este y centro
de la Argentina, ha habido una tendencia hacia precipitaciones extremas mas frecuentes.
7
Esta tendencia se agudizó en la década de 1990. En la figura 7 se muestra el número de
casos con precipitaciones mayores a 100 y 200 mm, registrados cada 4 años en 16
estaciones del Servicio Meteorológico Nacional de las provincias de Entre Ríos,
Corriente, Santa Fe, Córdoba, Chaco y Santiago del Estero desde 1959 hasta 1992.
Cuando se comparan los tres primeros períodos y los tres últimos períodos de 4 años, se
observa que el número de casos se ha triplicado.
40
35
30
Frecuencia
25
20
15
10
5
0
5 9 /6 2
6 3 /6 6
6 7 /7 0
7 1 /7 4
7 5 /7 8
7 9 /8 2
8 3 /8 6
8 7 /9 0
9 1 /9 4
9 5 /9 8
9 9 /0 2
AÑO S
Figura 7: Número de precipitaciones mayores a 100 mm en no más de dos días de 16
estaciones de la región Centro y Este de Argentina: Provincias de Chaco, Corrientes,
Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Santiago del Estero (Barros et al 2005)
Los eventos que se contabilizan en la Figura 7, son los que eventualmente pueden
causar inundaciones, en especial si las condiciones del terreno no facilitan el
escurrimiento o lo concentran en determinados lugares. Estas precipitaciones son
producidas por sistemas convectivos de mesoescala cuyas principales características se
describen brevemente en la sección 5.
8
Figura 8: Frecuencia anual de precipitaciones de más de 150 mm en dos días. Periodo
1983/2002, (Barros et al 2005)
La frecuencia anual de precipitaciones extremas por encima de 150 mm se muestra en la
figura 8 para el periodo 1983/2002. Gran parte del Litoral está expuesto a
precipitaciones mayores de 150 mm en dos días, con una frecuencia de una o más veces
cada dos años. En Corrientes y Misiones, esta frecuencia supera un caso por año.
Estas condiciones son muy diferentes a las que existían hace varias décadas atrás. La
figura 9 muestra el cociente entre la frecuencia anual de casos con precipitaciones por
encima de 150 mm entre dos períodos de 20 años, al final de la serie 1983/2002 y en
1959/1978. Hay un notable incremento de precipitaciones de características extremas en
todo el noreste del país que se extiende por la mitad norte de las provincias de Santa Fe,
Córdoba y entre Ríos y el este de Santiago del Estero.
Figura 9: Cociente entre la frecuencia anual de casos de dos períodos de 20 años
al final de la serie 1983/2002 y al comienzo de las series 1959/1978, para
precipitaciones con más de 150 mm, (Barros et al 2005)
9
Como muestra la figura 7, las mayores frecuencias de eventos extremos se registraron
en realidad a partir de la década de 1990. Esto se puede apreciar con claridad en la
figura 10 donde se muestra las precipitaciones máximas diarias de cada año para dos
áreas de un grado de longitud por un grado de latitud de la Provincia de Santa Fe. Las
máximas anuales se mantuvieron aparentemente estables hasta 1990, a pesar del cambio
en los valores medios anuales (Fig. 5b). Desde esa fecha, se registra una tendencia muy
positiva en los valores máximos y lo relativamente reciente de este último cambio,
puede haber favorecido que pasara desapercibido hasta el evento de abril de 2003.
Cuando el umbral de precipitación extrema de dos días se toma en 100 mm, todo el
Litoral, gran parte del centro del país y casi toda la provincia de Buenos Aires, excepto
el sudoeste, esta expuesto a precipitaciones mayores de 100 mm en dos días, con una
frecuencia de una o más veces por año. En Corrientes y Misiones, esta frecuencia supera
los 3,2 casos por año. En todo el Litoral, el aumento de la frecuencia de grandes
precipitaciones ha sido de tal magnitud que incrementó la vulnerabilidad social y de la
infraestructura.
250
Sauce Viejo
Ceres
máxima precipitación diaria (mm)
200
150
100
50
0
1955
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Figura 10: Precipitaciones mensuales máximas de cada año: para dos regiones de 1x1
grado de latitud y longitud conteniendo las localidades de la provincia de Santa Fe
indicadas en el panel.
3.3 La vinculación con el cambio climático global
Cabe preguntarse si el mayor nivel de precipitaciones y los cambios en los eventos
extremos de las últimas décadas se mantendrán durante las próximas décadas o si por el
contrario y de acuerdo a una visión extendida en algunos ámbitos profesionales es sólo
un ‘ciclo húmedo’, cuyo fin estaría próximo. El cambio actual está generalizado sobre
una enorme superficie que incluso excede los límites del país y ha durado ya tres
décadas y en algunas zonas cuatro por lo que resulta más propio hablar de un cambio
climático y no de un ciclo húmedo.
El aumento de las precipitaciones en la Argentina subtropical se ha intensificado en los
últimos 30/40 años coincidiendo con la aceleración del calentamiento global (ver figura
3) y con cambios en la circulación atmosférica regional. Parece ser parte de un patrón
global y particularmente del Hemisferio Sur, observado a lo largo del siglo XX. En la
figura 1 se ve que los dos continentes que se extienden hasta latitudes medias, América
10
del Sur y Australia, comparten el mismo patrón con tendencias positivas en el este y
negativas en el oeste. Esto es resultante, en parte, del desplazamiento de los anticiclones
subtropicales hacia latitudes más altas, proceso que también se está registrando en el
Hemisferio Norte.
En algunos MCGs, la simulación de los campos de presión al nivel del mar en América
del Sur es tan buena que además de reproducir correctamente los campos medios
anuales y su ciclo anual, reproducen las tendencias observadas del desplazamiento hacia
el sur del anticiclón del Atlántico Sur. Ello permitió atribuir dicho desplazamiento a las
emisiones antrópicas de los GEI y los sulfatos, ya que estas emisiones son el único
forzamiento de estos experimentos (Escobar et al 2003). Además, todos los MCG que
reproducen satisfactoriamente el campo de presión al nivel del mar en la región indican
que durante el presente siglo continuará la tendencia del centro de alta presión del
Atlántico Sur a desplazarse hacia latitudes más altas.
Las tendencias de las precipitaciones están vinculadas en algunas zonas del país a este
desplazamiento de los anticiclones, pero en otras, esta relacionada con el aumento de la
temperatura de la superficie del mar en el Atlántico Sur y en gran parte del noreste a que
el fenómeno del Niño se ha hecho más intenso en las últimas décadas. Hay también una
coincidencia en tiempo entre el calentamiento de la Antártida y al aumento de las
precipitaciones en Argentina.
Resumiendo, las nuevas condiciones de precipitación están relacionadas con tres
procesos que probablemente estén vinculados entre sí: la mayor intensidad y frecuencia
de eventos El Niño, el aumento de la temperatura de la Antártida y el desplazamiento
del anticiclón del Atlántico Sur, esto último causado por el aumento de las
concentraciones de GEI, es decir, que está vinculado al cambio climático global.
4. Adaptaciones a las tendencias de la precipitación Argentina3
4.1 El corrimiento de la frontera agropecuaria
En los últimos 40 años, simultáneamente con la aceleración del calentamiento global se
han registrado varios cambios climáticos en la Argentina, tales como el retroceso de los
glaciares cordilleranos y de los caudales de los ríos de Cuyo, Comahue y la Patagonia y
el aumento de nivel del mar en las costa Atlántica y del Río de la Plata. Aunque las
respuestas o la falta de ellas a estos cambios son interesantes, en este trabajo se
discutirán sólo las respuestas relacionadas con las tendencias en la precipitación,
dejando las restantes para un futuro trabajo.
Como consecuencia del aumento de la precipitación media anual y de los cambios
tecnológicos se ha extendido hacia el oeste la frontera agrícola en lo que antes era parte
de la zona semiárida del país, generándose así una considerable renta agropecuaria
adicional. En contraste, otras áreas han comenzado a inundarse con frecuencia o en
ciertos casos están bajo inundación permanente. Esto ocurre en parte de Santa Fe, oeste
y centro de Buenos Aires y en Corrientes. La figura 11 muestra la posición de las
isoyetas para dos periodos, al comienzo del cambio y en los últimos años
3
Extractado de Adaptation to climate trends: lessons from the Argentine experience de V. Barros, del
libro en preparación del Proyecto AIACC ¨ Synthesis on adaptation processes ¨
11
Figura 11: Isoyetas en mm. 1950-1969 in negro y
1980-1999 en rojo
La figura 11 muestra un corrimiento de unos 100 Km hacia el oeste de las isoyetas que
son consideradas el límite de la agricultura extensiva, es decir 600 mm en el sur y 800
mm en el norte.
En el sector agropecuario se produjo una adaptación autónoma muy rápida, bastante
efectiva en términos de beneficios económicos inmediatos. La figura 12 muestra las
áreas bajo cultivo en seis provincias. En los últimos 20 años no hubo mayores cambios
en el caso de Buenos Aires y La Pampa, y una tendencia positiva y permanente en las
otras 4 provincias. Esto es consistente con las tendencias de precipitación observadas.
El aumento de las precipitaciones no fue simultáneo sobre todo el sudeste de América
del Sur. En el sur de Brasil y norte de Argentina, las tendencias más positivas se
iniciaron a partir de mediados de la década de 1970 y están correlacionadas con la
mayor intensidad y frecuencia del fenómeno de El Niño (Barros y Doyle 1996; Barros
et al 2000). En las provincias de Buenos Aires y la Pampa el cambio se inicia antes, en
la década de 1960, Fig. 5c y d. Consecuentemente, la expansión de la agricultura en las
provincias de Buenos Aires y La Pampa ya había tenido lugar antes de 1983.
12
Figura 12: Áreas bajo cultivo en hectáreas par seis provincias
(Escofet y Menéndez 2004)
Esta adaptación fue autónoma y no planificada por el gobierno u otra organización
centralizada. Resultó de un gran número de decisiones individuales que fueron tomadas
aún antes que los técnicos se dieran cuenta de que las nuevas condiciones climáticas
permitían la agricultura exitosa en tierras que eran consideradas antes sin aptitud
agrícola. Desde luego, esta adaptación siguió las tendencias climáticas con una demora
de una o dos décadas, después que los productores se dieron cuenta que las nuevas
condiciones climáticas eran persistentes.
La expansión de la agricultura en algunas áreas, aunque exitosa desde el punto de vista
económico se realizó a expensas del medio ambiente afectando los ecosistemas y la
biodiversidad. Pero en ciertas regiones, aún los resultados económicos han sido
dudosos. En el norte del país, algunos productores han sufrido grandes pérdidas porque
en los últimos 40 años, no solo aumento la precipitación media anual, sino también su
variabilidad interanual, Fig. 13. Este cambio incrementó la vulnerabilidad de la
agricultura, que en el caso de la tecnología moderna requiere considerable inversiones y
por lo tanto es sumamente riesgosa cuando la probabilidad de sequías es alta. El cambio
en las medias anules fue rápidamente percibido por los productores, pero no así el del
aumento de la variabilidad interanual, lo que condujo a numerosos fracasos.
13
Figura 13: Cambio porcentual de la variabilidad interanual de la precipitación media
(Desvío estándar / valor medio) del período 1980-1999 con respecto de 1950-1969
El desmonte para la conversión de la tierra a la agricultura está causando la pérdida de
los ecosistemas en el norte del país. Aún si el reciente tren positivo en la precipitación
fuera sólo originado en el proceso de calentamiento global, se podría revertir en el
futuro, dado que la relación entre la precipitación en Argentina y la temperatura global
puede no ser necesariamente lineal. En tal caso, la pérdida de la cobertura vegetal
natural puede llevar a un proceso de desertificación. Atento a ello, hace muy poco, la
intervención federal en la Provincia de Santiago del Estero decretó una moratoria que
prohíbe nuevos desmontes.
Las consecuencias no deseadas de la rápida adaptación autónoma del sector
agropecuario muestran que la adaptación autónoma tiene que ser asistida con
investigación y consejo técnico para morigerar sus impactos negativos y ayudar a la
elección de mejores opciones, tanto desde el punto de vista económico como ambiental.
4.2 Respuesta a la mayor frecuencia de inundaciones de los grandes ríos del Litoral
El aumento de las precipitaciones estuvo acompañado de una tendencia similar en los
caudales de los ríos. En todos los casos se aprecia el inicio de una marcada tendencia
positiva desde mediados de la década del 70. Este hecho fue documentado en varios
trabajos, como por ejemplo García y Vargas (1998) y Genta et al 1998).
En las sub cuencas del Plata, la amplificación porcentual en los cambios de los caudales
resultó dos a tres veces mayor que la de la precipitación (Berbery y Barros 2002). Esta
gran amplificación de los caudales de los ríos a los cambios en la precipitación ha
llevado a concluir erróneamente que gran parte del cambio en los caudales se debían al
cambio de uso de suelo por los avances de la agricultura y la urbanización (Fuschini
Mejía, M. 1986). Hoy se sabe que este efecto es menor que el del cambio en las
precipitaciones y que esta amplificación es inherente a la naturaleza de estas cuencas
(Berbery y Barros 2002: Tucci 2004).
14
En los valles aluviales de los tres grandes ríos de la cuenca del Plata se producen
inundaciones por crecidas casi siempre originadas por precipitaciones extraordinarias en
territorio brasileño y paraguayo. Estas inundaciones se han hecho más frecuentes desde
mediados de la década del 70. Como estos eventos se prolongan durante varios meses y
se propagan lentamente aguas abajo, su pronóstico es posible (con algunas excepciones)
con uno o varios meses de anticipación y con bastante precisión.
Aunque los grandes caudales se originan en territorio brasileño y paraguayo, las más
grandes inundaciones ocurren en la Argentina a lo largo de las riberas del Paraná. La
figura 14 muestra un conjunto de imágenes de satélite, provistas por la CONAE, que
corresponde a la inundación de 1997-1998 y combina la máxima área inundada en cada
mosaico. El área inundada alcanzó 45.000 Km2. equivalente a la superficie de Misiones.
La figura es representativa de similares inundaciones en 1992 y 1983.
Figura 14: La inundación de 1998. En celeste, las aguas permanentes y en azul, las
inundadas en esa ocasión. (Proyecto sobre inundaciones-UBA)
Una clara indicación del cambio de frecuencia de estas inundaciones es que 4 de las 5
mayores crecidas del siglo XX en el Paraná ocurrieron durante los últimos 20 años,
Tabla 1.
Fecha y fase ENSO
Junio 1983 El Niño
Junio 1992 El Niño
Junio 1905 El Niño
Mayo 1998 El Niño
15
Anomalías en los
caudales(m3 /s)
38335
26787
24153
22999
Sep 1989 Neutral
16698
Tabla 1: Mayores anomalías mensuales en los caudales en Corrientes (m3/s) donde el
caudal medio es 18,000 m3 /s
Una situación similar se ha dado en los ríos Paraguay y Uruguay. En este último la
frecuencia de las mayores crecidas tuvo una marcada tendencia durante los últimos 50
años. Por ejemplo, en Salto, las crecidas que superaron la media más tres veces el
desvío estándar fueron 1 durante la década de 1950, 2 en las de 1960 y 1970, 5 en la de
1980 y 6 en la de 1990.
Un estudio del Banco Mundial indica que las pérdidas económicas asociadas a
inundaciones llegan a causar en la Argentina costos superiores al 1 % del PBI anual. La
magnitud del área inundada y el número de personas afectadas ayudaron a crear una
rápida conciencia pública sobre las inundaciones de los grandes ríos y la necesidad de
actuar en consecuencia. Puesto que las mayores inundaciones estuvieron relacionadas
con el fenómeno de El Niño, tabla 1, se generó la creencia pública de que este era un
fenómeno nuevo. En realidad, lo que si era nuevo era la mayor intensidad de estos
eventos y sus impactos sobre la hidrología de la región. Esta conciencia pública creó las
condiciones para la acción gubernamental que contó con importante financiación
internacional.
Como resultado de esta conciencia pública, se desarrolló una política de adaptación
después de la gran inundación de los grandes ríos del Plata en 1983 y su reiteración en
1992. Después de 1983 se creó un sistema de alerta hidrológico que se implementó con
foco en los grandes ríos de la cuenca del Plata. Luego de la crecida de 1992, el sistema
de alerta fue mejorado y se hicieron importantes obras de reconstrucción de la
infraestructura y de defensa contra las inundaciones
Aunque los caudales y la duración de las crecidas fueron diferentes en cada caso, las
áreas inundadas en 1983 y 1998 fueron similares. Sin embargo, debido a las defensas
construidas, el número de evacuados fue considerablemente menor en 1998, alrededor
de 100.000, contra 234.000 en 1983. Desafortunadamente, esta es la única medida
objetiva de la adaptación exitosa aunque aún incompleta, aparte de la directa estimación
cualitativa hecha inmediatamente después de la inundación de 1998. Ello se debe a que
todavía no se ha hecho una estimación nacional de las perdidas económicas de la
inundación de 1998 comparable a la hecha para la de 1983.
Lo que este caso tiene en común con el anterior discutido en la sección 4.1, fue que los
actores claves pudieron percibir rápidamente el cambio ocurrido. En el primer caso, la
reacción de los agricultores se adelantó a la del gobierno y a la de los sectores técnicos,
mientras que en el segundo fue percibido por toda la sociedad, lo que llevó en ambos
casos a relativamente rápidas acciones de adaptación.
4.3 Demora en la respuesta a la mayor frecuencia de precipitaciones extremas
El aumento de la frecuencia en las precipitaciones extremas, ha sido importante desde
fines de la década de 1970. Esta tendencia se aceleró considerablemente desde 1990, lo
que incrementó los daños a la infraestructura, las propiedades y las personas. Sin
embargo, a diferencia de lo ocurrido con los dos casos anteriores, el conocimiento
experto y la conciencia pública demoraron mucho más en percibir el cambio, aunque
16
estos eventos producen devastadores efectos tanto en ambientes rurales como urbanos.
Como se verá en la próxima sección, cada caso individual afecta un área limitada y se
produce en diferentes tiempos y en diferentes lugares. Probablemente, estas
características no ayudaron a que el incremento de la frecuencia de estos eventos fuera
percibido como un fenómeno único de toda la región.
Los daños causados por estos eventos se magnifican por la infraestructura inadecuada
que no fue diseñada para responder a las nuevas condiciones climáticas. Pero lo que es
aún peor es que hasta muy recientemente, quienes estaban a cargo de los diseños de la
nueva infraestructura hídrica para el manejo del drenaje y otros usos de los recursos
hídricos no estaban enterados de los cambios producidos.
La adaptación en este caso también se vio demorada, como se verá en la sección 7, por
la falta de conocimiento técnico de lo que estaba pasando, por la falta de una apropiada
red pluviométrica oficial y por las dificultades que el Servicio Meteorológico pone a la
diseminación rápida y libre de toda su información. Sin embargo, es posible que, aún
con la información suficiente no se hubieran desarrollado medidas de adaptación antes
de que se registrara una gran catástrofe como la de abril del 2003 en la ciudad de Santa
Fe. En esto, como ocurre en casi todo el mundo, las medidas preventivas sólo siguen a
las grandes catástrofes, y difícilmente se anticipan como lo muestra el caso de la ola de
calor del año 2003 en Europa.
La población urbana en el área donde las precipitaciones de más de 150 mm se
duplicaron durante al segunda mitad del siglo XX (Fig. 9) es de 2,5 millones. Esta
población sólo tiene una idea difusa del cambio y aunque los pobres, que suelen ser los
más perjudicados, pueden haber tenido cierta percepción del mismo, lo cierto es que no
existían reclamos de medidas de adaptación antes de abril del 2003. A partir de entonces
se han iniciado algunas medidas de adaptación como un nuevo sistema de alerta a ser
implementado en Santa Fe y un programa del INA para desarrollar nuevas técnicas para
el diseño de la infraestructura relacionada con los recursos hídricos que contemplen los
cambios climáticos e hidrológicos.
5. Características de las precipitaciones extremas en la Argentina4
En la región subtropical de la Argentina, la precipitación se alimenta del vapor de agua
que proviene fundamentalmente del continente tropical y en menor medida del
Atlántico (Wang y Paegle 1996; Doyle y Barros 2002). La mayor parte de la lluvia se
origina en nubes convectivas, especialmente en el verano, primavera y otoño. Estas
nubes convectivas, denominadas cumulunimbus, alcanzan un espesor vertical de varios
miles de metros. La precipitación que originan es intensa, asociada frecuentemente con
actividad eléctrica y con vientos muy fuertes. Su dimensión típica es del orden de 10
Km de diámetro y alcanzan alturas de hasta 15.000 m. Pueden presentarse en forma
aislada, pero lo más común es que formen parte, en gran número, de sistemas de mayor
escala como los frentes o ciclones extra-tropicales.
4
Extractado de Climatology of extreme precipitations in southeaster South America. Camilloni, I. y V.
Barros 2004: Enviado al Theor. and Applied Climatology.
17
Un sistema convectivo de gran importancia en el sudeste de América del Sur son los
llamados sistemas mesoconvectivos (SMCs) (Velasco y Fritch 1987). Estos sistemas
son de una dimensión menor que la de los ciclones extra-tropicales y los frentes, pero
pueden estar asociados a estos últimos. Su radio característico es de alrededor de 200
Km y la precipitación que producen puede alcanzar enorme intensidad, más de 100 mm
en pocas horas. Su duración es del orden de 6 a 18 horas. Algunos autores estiman que
en el nordeste del país, estos sistemas pueden ser responsables de hasta el 70 % del total
de la lluvia estival. Sin suscribir esta cifra en particular, es cierto que las precipitaciones
de los SMCs en la Argentina subtropical son responsables de gran parte de la
precipitación y sobre todo de aquellas que tienen un enorme potencial destructivo por
su intensidad sobre superficies de hasta 50 000 Km².
El sudeste de América del Sur es una de las dos regiones del mundo donde estos
fenómenos son mas frecuentes; la otra es la zona sur del medio oeste de los Estados
Unidos (Nesbitt y Zisper 2000). Se cree que esto se debe a la presencia en ambas
regiones de una intensa corriente de aire húmedo y cálido proveniente del trópico. Esta
corriente se encuentra en las capas bajas de la atmósfera y aporta la enorme cantidad de
vapor de agua necesaria para alimentar los SMCs. En Argentina, estos sistemas se
suelen originar en el oeste del país, en algunos casos en las laderas orientales de las
sierras, y se propagan normalmente en dirección noroeste sudeste, es decir en dirección
perpendicular a la de la propagación de los frentes fríos. Inicialmente, se trata de apenas
algunos cúmulos aislados que se van aglomerando hasta dar lugar al SMC. En la
próxima sección se comentarán las imágenes satelitales de un par de situaciones con
SCMs que dieron lugar a la inundación de abril de 2003 en Santa Fe.
La predicción de las grandes precipitaciones cuando son causadas por SMCs, no es
posible con mucha anticipación, pero si es factible identificar con esa antelación, las
situaciones meteorológicas que podrían favorecer su desarrollo. En esas condiciones, se
puede alertar acerca de su probable (no segura) ocurrencia con unos pocos días de
antelación. Su pronóstico requiere de mucha capacidad computacional, una densa red de
radiosondeos y una red radares meteorológicos, todos elementos con los que no se
cuenta en la Argentina. Estos elementos estuvieron disponibles durante un corto tiempo
durante el South American Low Level Jet Experiment (SALLJEX) que se llevó a cabo
entre noviembre de 2002 y febrero de 2003 en el este de Bolivia, Paraguay y el norte de
Argentina para generar una base de datos que permitiera comprender la estructura
espacial y vertical de la corriente en chorro en niveles bajos y la relación existente entre
este sistema y los SMCs. Estos datos están siendo estudiados y se espera que de ellos
surja información relevante sobre los SMCs.
La presencia de los SMCs se refleja en los valores mensuales como puede observarse
en la figura 15. En ella se muestra la anomalía en varios meses de abril con respecto a la
precipitación media mensual. Se aprecia que en muchos casos se registran uno o dos
centros con anomalías de más de 200 mm con una escala espacial que es la típica de los
SMCs. La presencia inferida de estos sistemas abarca toda la región subtropical del este
de América del Sur, lo que implica que se producen casi indistintamente en cualquier
zona de la misma.
18
Abril 1981
Abril 1980
-10
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-75
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-75
-40
-70
-65
Abril 1982
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-75
-70
-65
Abril 1984
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-60
-55
-50
-45
-40
-50
-45
-40
Abril 1985
-10
-75
-55
Abril 1983
-10
-75
-60
-50
-45
-40
-75
19
-70
-65
-60
-55
Abril 1987
Abril 1986
-10
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-75
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-75
-70
-65
Abril 1988
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-75
-70
-65
-10
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-60
-55
-50
-45
-40
-50
-45
-40
Abril 1991
Abril 1990
-75
-55
Abril 1989
-10
-75
-60
-50
-45
-40
20
-75
-70
-65
-60
-55
Abril 1993
Abril 1992
-10
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-75
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-75
-40
-70
-65
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-75
-40
-70
-65
Abril 1996
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-60
-55
-50
-45
-40
-50
-45
-40
Abril 1997
-10
-75
-55
Abril 1995
Abril 1994
-10
-75
-60
-50
-45
-40
-75
21
-70
-65
-60
-55
Abril 1998
Abril 1999
-10
-10
-15
-15
-20
-20
-25
-25
-30
-30
-35
-35
-75
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
-75
-70
-65
-60
-55
-50
-45
-40
Figura 15: Exceso de precipitación por encima de la media para meses de abril en mm
(Fuente: Camilloni y Barros 2005)
La mayor fuente de variabilidad interanual de la precipitación en la Argentina
subtropical es la fluctuación de la temperatura superficial del Océano Pacífico tropical
donde se desarrolla el fenómeno conocido como El Niño (EN) (Ropelewsky y Halpert
1987; Kiladis y Díaz, 1989; Barros y Silvestri 2002) Se han realizado importantes
progresos en el pronóstico del desarrollo del Niño, que ya puede ser anticipado con
algunos meses de antelación. Además, se conoce la respuesta de la precipitación
regional al fenómeno del Niño en términos estadísticos (Grimm et al 2000). Sin
embargo, si bien prácticamente toda la Argentina es vulnerable a la ocurrencia de
intensas lluvias y probables inundaciones durante EN, es aún difícil anticipar para cada
evento en que zona se desarrollarán las tormentas más intensas. Ello se debe a que
apenas uno o dos SMCs suelen definir la zona de mayor precipitación para cada fase
del evento El Niño en una forma bastante aleatoria, aunque siempre dentro de la gran
región subtropical del este de América del Sur, Fig.15. Esta figura muestra también
que en el mes de abril hay una incidencia de núcleos de precipitación positiva anómala
(probablemente SMCs) durante casi todos los eventos El Niño, esto es en los meses de
abril de 1980, 1983, 1987, 1991,1992, 1993, 1995 y 1998. Pero esos núcleos también
ocurrieron en durante periodos no Niños como 1985, 1986 y 1990.
La característica predominantemente convectiva de las precipitaciones en la Argentina
subtropical, y primordialmente su origen en SMCs de gran intensidad, contribuyen a
agravar los efectos negativos de las mismas cuando caen sobre zonas donde las
condiciones de escurrimiento no son propicias para la evacuación de las aguas
superficiales dentro de los cauces normales. De esta forma, su secuela son las
inundaciones con efectos destructivos. En función de los resultados mostrados en la
sección 3.2 es muy probable que la frecuencia de ocurrencia de estos sistemas haya
estado en aumento durante las últimas décadas.
6. El evento meteorológico de abril de 2003 en Santa Fe
Dada la trascendencia que este evento ha tenido, tanto por sus consecuencias directas
como las indirectas al generar conciencia en todos los sectores sobre las nuevas
condiciones climáticas, se analiza el mismo con cierto detalle.
6.1 Características de la cuenca del Salado
El río Salado del Norte tiene un régimen de escaso escurrimiento superficial y una
cuenca favorable a los estados de inundación por su escasa densidad de drenaje y baja
22
pendiente. A estos dos factores fisiográficos se suman las características meteorológicas
de la región, propensas a la generación de SMCs de gran intensidad.
6.2 Situación sinóptica
La situación sinóptica durante los primeros días del mes de abril se presentó con
presiones altas, cielos mayormente despejados y sin mayores singularidades.
El día 8 un sistema frontal débil atravesó la provincia de Santa Fe y posteriormente se
instaló un anticiclón postfrontal en el centro de la Argentina generando por varios días
flujo del sector sur en todas las provincias del Litoral. Esta advección del sector sur
generó bajas temperaturas durante los días 9, 10, 11, 12, 13 y 14.
Con el fin de estudiar con más detalle lo ocurrido a partir del 15 de abril, se va a hacer
referencia a la Figura 16 en varias partes el texto. En ella se muestra la evolución de
variables de gran importancia para poder explicar lo ocurrido: la temperatura para
entender que tipo de masa de aire fue la que domino en este periodo, la temperatura de
rocío para tener una primera aproximación de la capacidad de esta masa de aire a
generar nubosidad que desemboque en precipitaciones y por otro lado la capacidad de
este aire de favorecer al proceso de evaporación del agua precipitada. Por ultimo
también se muestra la presión reducida al nivel del mar con el objeto de evaluar si los
sistemas precipitantes pudieron provenir de sistemas frontales o de masa de aire.
El día 15 la temperatura recuperó los valores normales para esta época del año, producto
de cielos mayormente despejados y algo de viento del sector norte.
Figura 16: Evolución de la temperatura, de la temperatura de rocío y la presión de una
estación próxima a la Ciudad de Santa Fe. Periodo 15 al 26 de abril 2003. Fuente
Weather Underground
El día 16, la Baja del Noroeste Argentino (BNOA), Fig. 17, se empezó a insinuar,
producto de esto la presión en Santa Fe comenzó a descender 3 hPa, tabla 1. Con escaso
viento y una temperatura de rocío (Td) cercana a los 13 0C pero en aumento, la
atmósfera presentaba índices que sugerían estabilidad.
23
Figura 17: Campo de altura neopotencial de 1000 hPa del día 16 de abril de 2003.
Fuente NOAA/CIRES
El día 17 ingresó una importante vaguada en 500 hPa que se aproximaba desde el Oeste
favoreciendo los ascensos del aire en el centro norte de Argentina en los niveles medio
y superior de la atmósfera, Fig. 18. Mientras tanto, un frente frío proveniente del sur se
situaba sobre la Provincia de Buenos Aires.
Figura 18: Altura de 500 hPa del día 17 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES
La profundización de la BNOA, el pasaje de la depresión en altura y la convergencia de
masas de aire contribuyeron a un importante desarrollo de actividad convectiva en la
masa de aire caliente. En la imagen satelital de la figura 19 es posible apreciar el
comienzo de dicha actividad.
La actividad que comenzó en la provincia de Salta con núcleos convectivos aislados se
fue propagando y desarrollando hacia la cuenca del Salado con importantes actividad
convectiva que generó precipitaciones muy abundantes en el norte de Santa Fe.
24
Figura 19: Imagen Satelital GOESS-12. IR 2 del 17/04/2003 06:39 UTC. Fuente
CPTEC/INPE
Día 18. La fuerte advección cálida intensificó la zona frontal sobre la cual se produjo
una intensa ciclogénesis con centro en Entre Ríos, Fig.20, cuyas precipitaciones
alcanzaron una amplia zona, incluyendo el norte de Santa Fe. La ciclogénesis fue
consecuencia de la gran advección de vorticidad en altura. El sistema ciclónico así
formado se intensificó rápidamente y se acopló con la baja de altura desplazándose
hacia el sudeste. Simultáneamente y por la acción de este sistema, el frente se movió
hacia el norte como frente frío.
Figura 20: Imagen GOESS-12. IR 2 del 18/04/2003 06:39 UTC. Fuente CPTEC/INPE
Día 19. Mejoró transitoriamente el tiempo sobre el centro y este de Argentina,
mientras el frente progresó hacia Brasil y Paraguay.
Día 20. Un centro de baja presión ya maduro ingresó desde el Pacifico por Santa Cruz,
mientras se establecía una intensa zona baroclínica sobre la Patagonia norte, La Pampa
y Provincia de Buenos Aires. Esta zona baroclínica persistió durante los días siguientes.
25
Día 21. La baja semipermanenrte del noreste argentino se restableció aportando otra
vez aire cálido y húmedo desde el continente tropical sobre el centro y este de
Argentina. La baja que provenía del Pacifico cruzó la Patagonia y se reforzó la zona
baroclínica en la latitud de la Provincia de Buenos Aires
Día 22. En la Figura 21 se aprecia como se profundizo considerablemente la BNOA.
En consecuencia, se hizo más intensa la advección cálida y húmeda sobre el centro y
este de Argentina. Esto favoreció, a su vez, la intensificación de la zona frontal en la
Provincia de Buenos Aires y la baroclinicidad asociada que permaneció estacionaria
sobre la misma. Si bien no es posible apreciar inestabilidad atmosférica en el
radiosondeo de las 12UTC de Córdoba, durante este día la atmósfera se fue
inestabilizando apreciablemente, de modo que al finalizar el día en la imagen GOES de
la 21: 09,hora local, se puede ver el primer desarrollo convectivo, Fig. 22.
Figura 21: Campo de Altura geopotencial de 1000 hPa. Del 22 de abril de
2003. Fuente NOAA/CIRES
Figura 22: Imagen GOESS-12. IR 2 del 23/04/2003 00:09 UTC. Fuente CPTEC/INPE
26
Día 23. Persistió una circulación de la atmósfera sobre Argentina parecida a la de los
dos días anteriores tanto en capas bajas como altas. Sin embargo al oeste de Chile, la
circulación en altura se alteró para generar una intensa vaguada. Como consecuencia de
esto, se intensificó la advección de vorticidad sobre la Argentina central y se formó un
intenso SMC sobre parte de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos que progresó con dirección
Sudeste-Noroeste, dando lugar a intensas precipitaciones en esa zona, Figuras 23 y 24.
Figura 23: Imagen GOESS-12. IR 2 del 23/04/2003 09:09 UTC. Fuente
CPTEC/INPE
Figura 24: Imagen GOESS-12. IR 2 del 24/04/2003 00:09 UTC. Fuente
CPTEC/INPE
Día 24. Siguió persistiendo la misma circulación atmosférica del día anterior, pero la
zona baroclínica progresó hacia el norte abarcando Entre Ríos y el sur de Santa Fe. El
SMC se desplazó hacia el noreste pero como la inestabilidad más al sur se mantuvo, se
generó un nuevo SMC en el centro de la provincia de Santa Fe, Fig. 25. La situación de
ese día presentaba índices de inestabilidad Lifted y velocidades verticales propias de
27
sistemas convectivos en gran parte de la región centro y noreste de Argentina. Esto
puede ser apreciado en la Figura 26 a y b.
Día 25. El desplazamiento de la vaguada de altura hacia el este, favoreció el
desplazamiento de la mayor actividad convectiva prefrontal hacia el este, produciéndose
un mejoramiento temporario en el centro y este de Argentina.
Figura 25: Imagen GOESS-12. IR 2 del 24/04/2003 12:10 UTC. Fuente
CPTEC/INPE
a)
b)
Figura 26: a) Campo del índice de inestabilidad Lifted, y b) velocidad vertical Omega
del 24 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES
Día 26. La baja presión en superficie con centro en el limite entre las provincias de
Santa Fe y Chaco fue la responsable en aportar aire húmedo del este que generó
nubosidad baja de tipo estratiforme que dio lluvias y lloviznas durante gran parte del
28
día: Esto se vio favorecido por una difluencia en 250 hPa que perduró hasta el día 27,
obviamente estas condiciones inhibieron la evaporación del agua precipitada los días
anteriores y por el contrario tendió a agravarla.
Día 27. La baja presión en superficie permaneció en el mismo lugar, pero algo mas
intensa. En el centro y norte de Santa Fe dominó un persistente viento del sector sudeste
con muy alto contenido de humedad. Esta humedad y las condiciones de convergencia
en niveles bajos fueron condiciones propicias para la generación de núcleos de tormenta
que afectaron a la región durante la mañana y parte de la tarde, el resto del día
permaneció con lloviznas o cielo nublado.
Día 28. Como muestra la figura 27 la existencia de una vaguada en 500 hPa sobre la
costa chilena y la baja presión en superficie que permaneció en el mismo lugar incluso
hasta el día 30 produjeron lloviznas durante todo el día sobre la cuenca del Salado.
Día 29. Las condiciones sinópticas se mantuvieron y por lo tanto el día se mantuvo con
lluvias durante todo el día. En las primeras horas de la mañana, producto de la
inestabilidad de la atmósfera se desataron tormentas convectivas que pueden apreciarse
en la figura 28.
b)
a)
Figura 27: a) Campo de altura de 500 hPa (mpg), y b) Campo de altura de 1000 hPa
(mpg) del 28 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES
Figura 28. Imagen GOESS-12. IR 2 del 29/04/2003 11:39 UTC. Fuente
CPTEC/INPE
29
Día 30. Un leve corrimiento hacia el este de la baja presión en superficie permitió el
ingreso de viento del sector sudeste, la masa de aire advectada estaba totalmente
saturada (ver figura 16) como la de los siete días anteriores. Llovizno en las primeras
horas del día y luego el cielo permaneció nublado el resto del día con nubosidad de tipo
estratiforme de niveles bajos.
Día 1 de mayo. El avance hacia el este de la baja presión en superficie que había
permanecido durante cinco días centrada en la provincia del Chaco, el pasaje de la
vaguada en niveles medios a través de la cordillera de los Andes y el retiro de una
corriente en chorro en 250 hPa hacia el Océano Atlántico permitieron la entrada de un
anticiclón por el centro del país que trajo una masa sensiblemente diferente a la que
había permanecido durante ocho días. Como se aprecia en la figura 16, la temperatura
de rocío descendió a los valores normales y en las primeras horas de la mañana el cielo
se encontraba mayormente despejado con el viento soplando del sector sur con humedad
en franco descenso y la presión aumentó hasta alcanzar los 1024 hPa.
6.3 Las precipitaciones registradas
Un hecho que confirma la distinta naturaleza del evento de lluvia del 17 de abril por un
lado y del 22/24 por el otro, es la variabilidad espacial de las precipitaciones. Es posible
apreciar en la Tabla 2 que para el día 17, la lluvia fue producto de una ciclogénesis y
posterior pasaje de un sistema frontal dando lluvias cuya distribución fue más uniforme
espacialmente y sin extremos conspicuos, mientras que en las lluvias del 22/24 existe
una gran diferencia en la cantidad de precipitación entre localidades muy próximas (ver
diferencias entre la máxima y mínima lluvia). Esto es típico de los SMCs.
Estación
22 de
17 a 19 de abril abril
23 de
abril
24 de
abril
28 de
abril
Total
Tostado
70
0
11
60
0
141
Vera
59
0
17
150
32
258
Ceres
75
30
9
32
3
149
Margarita
102
0
24
328
3
457
Arrufó
80
38
90
34
6
248
San Cristóbal
69
23
60
58
4
214
La Penca
80
0
78
310
0
468
Suardi
34
36
140
30
5
245
Palacios
36
75
160
0
3
274
30
San Justo
75
50
35
35
6
201
Rafaela
40
10
87
13
2
152
Esperanza
66
34
65
12
11
188
Candioti
42
30
100
10
20
202
Máxima
34
0
9
0
0
141
Media Aritmética
63.7
25.1
67.4
82.5
7.3
245.9
Máxima
102
75
160
328
32
468
Tabla 2: Precipitaciones sobre la Cuenca Baja del Río Salado entre el 17 y el 28/04/03
[mm] Fuente: Dirección de Comunicaciones de la Prov. de Santa Fe
Otro elemento que requiere nuestra atención es que en la región de estudio se estaba en
presencias de persistentes anomalías positivas en la precipitación como es posible
apreciar en la Tabla 3. En algunas localidades entre febrero y abril se superaron los
1000 milímetros. Este punto no es menor si se tiene en cuenta que la Cuenca del Salado
posee una escasa escorrentía y en el mes de abril la evaporación se reduce
sensiblemente a algo menos de 3 milímetros por día. Es decir que una enorme masa de
agua estaba disponible para escurrir hacia Santa Fe
Estación Febrero
115
Tostado
489
San
Cristobal
482
La
Penca
293
San
Justo
Marzo
24
33
Abril
253
478
Total
392
1000
40
565
1087
12
238
543
Tabla 3: Precipitaciones de los meses previos sobre la Cuenca Baja del Río Salado
[mm]. Fuente: Dirección de Comunicaciones de la Prov. de Santa Fe
A ello se han sumado circunstancias de carácter excepcional, en cuanto las
precipitaciones se produjeron con una distribución espacial y un timing que favoreció la
intensificación de la onda de crecida en el río Salado. En efecto, las precipitaciones del
17 al 19 de abril que se originaron en actividad convectiva pre-frontal pero también en
una ciclogénesis seguida de un pasaje frontal frío se distribuyeron sobre toda la cuenca
con valores muy altos sobre la parte norte de la misma en la provincia de Santa Fe, Fig.
27. Gran parte del núcleo de mayor precipitación que se registro el 23 y 24 de abril fue
ya aguas abajo del máximo registrado en la semana anterior, Fig. 28. Esto contribuyó a
incrementar la onda de crecida con enormes volúmenes debido a la circunstancia poco
frecuente de que dos SMC hayan seguido uno tras otro con pocas horas de diferencia los
días 23 y 24 descargando sus mayores precipitaciones prácticamente en la misma zona.
31
Figura 27: Estimación de precipitación por satélite (mm) del día pluviométrico 17 de
abril 2003. Fuente: Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (Daniel
Barrera), UBA
Figura 28: Estimación de precipitación por satélite (mm) del día pluviométrico 23 de
abril 2003. Fuente: Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (Daniel
Barrera), UBA
La conclusión que se puede extraer tanto de las figuras 27 y 28 como de la Tabla 2 es
que los dos SMCs del día 23 y 24 responsables de las intensas y excepcionales
32
precipitaciones sobre la cuenca baja del Salado, el primero y sobre toda la cuenca
santafesina el segundo, fueron el factor determinante de la crecida del Salado que el día
28 comenzó a inundar la ciudad de Santa Fe. La media de las estaciones en la tabla 2
par los días 22, 23 y 24 es 174 mm, lo que es un valor enorme y excepcional. A ello se
sumó la lluvia del día 28 que tuvo valores muy altos en Candioti, localidad cercana a la
ciudad de Santa Fe. Las precipitaciones del 17 al 19 de abril y el estado probable de
saturación de la cuenca han contribuido seguramente a agravar la situación, pero fueron
de menor peso y por si mismas no hubieran ocasionado una crecida del orden de la que
ocurrió.
7. El impacto del evento de Santa Fe en el proceso de adaptación.
La importancia del evento de Santa Fe comenzó a modificar la percepción de distintos
sectores en la Argentina respecto de las tendencias en las precipitaciones extremas y del
cambio climático en general.
7.1 En el sector científico
A principios de 2003, existía un conocimiento científico incompleto sobre los aspectos
del cambio en las precipitaciones en la Argentina. El estado de ese conocimiento en este
tipo de tema, puede ser analizado fácilmente por cuanto el mismo se documenta en
publicaciones.
Existía un buen conocimiento desde la década de 1990 sobre las tendencias
extraordinariamente positivas de las precipitaciones medias (Castañeda y Barros 1994;
Barros y Doyle 1996; Hoffmann et al 1997; Tucci y Clarke 1998; Barros et al 2000;
Castañeda y Barros 2001). Sin embargo, poco se había avanzado hasta el año 2004 en la
comprensión de las causas de estos cambios y de su posible vinculación con el
calentamiento global. Sólo desde ese año se ha comenzado a lograr algún avance en ese
sentido.
Además, estos resultados solían ser confrontados por opiniones presuntamente expertas
que argumentaban que el cambio observado no era más que un ciclo húmedo como
otros observados en el pasado. Estos argumentos nunca se cristalizaron en trabajos en
revistas con referato internacional como las que citamos previamente, pero influyeron
negativamente en la percepción de la nueva realidad en la sociedad y aún en los medios
técnicos especializados.
La relación de los eventos El Niño (EN) con las inundaciones también conocida, incluso
fuera del ámbito científico, debido a lo ocurrido con los eventos de 1983 y en 1998.
Ello llevó incluso a la construcción de numerosas obras de defensa con el auxilio de
créditos del BID y del Banco Mundial.
Desde el punto de vista científico, había ya varios trabajos que mostraban una relación
entre EN y los caudales medios anuales o de ciertas épocas del año (Aceituno 1988;
Amarasenka et al 1997, Depetris et al 1998, Camilloni y Barros 2000; Berri et al 2002),
pero no en forma explícita con las mayores crecidas.
Recién a principios de 2003, se publicó un trabajo sobre los forzamientos climáticos de
las mayores inundaciones en el Río Paraná (Camilloni y Barros 2003) y en el 2004,
33
otro sobre el río Paraguay, (Barros et al 2004). Un trabajo con similar objetivo ha sido
enviado para su publicación por Camilloni y Caffera (2005) en el caso del río Uruguay.
Sobre los cambios en las inundaciones de llanura y sus causas no se tiene conocimiento,
hasta el presente, sobre literatura científica.
Respecto a la mayor intensidad y frecuencia de precipitaciones extremas, no existía a
principios del 2003 ningún tipo de publicaciones, y sólo algunos miembros dentro de la
comunidad científica sospechaban que eso estaba ocurriendo, pero no por trabajos
técnicos, sino por la información de los medios de comunicación sobre las
consecuencias desastrosas de estos eventos. Recién en mayo de 2003 se hizo pública en
una conferencia internacional, la tendencia hacia mayores frecuencias de eventos de
lluvia mayores a 100 mm en la provincia de Buenos Aires (Canziani 2003). Es posible
que esta información estuviera publicada en alguna memoria técnica del autor, pero sin
difusión en el ámbito científico. Toda la información presentada en la sección 3.2 se
desarrolló precisamente con motivo del interés que generó la inundación de Santa Fe.
Tampoco la comunidad científica internacional tenía conocimiento de esta tendencia.
En un informe síntesis elaborado por el Panel Intergubernamental para el Cambio
Climático (IPCC, 2003) se estima que como consecuencia del calentamiento global se
debe esperar en el futuro una intensificación del ciclo hidrológico con mayor frecuencia
de precipitaciones intensas en algunas zonas. En la revista que se hace de de lo ocurrido
en la segunda mitad del siglo XX sólo se indica que ello fue observado en algunas zonas
de latitudes medias del Hemisferio Norte, tabla 4.
Confianza en los
cambios observados
(segunda mitad del
siglo XX)
Probable
Muy probable
Muy probable
Probable en muchas
zonas
Probable, en muchas
zonas terrestres de
latitudes medias a
altas del Hemisferio
Norte
Probable, en unas
pocas zonas
No se observa en los
Cambios en los fenómenos
Confianza en los cambios
proyectados (para el siglo
XXI)
Aumento de las temperaturas máximas y de la
cantidad de días calurosos en casi todas las
zonas terrestres
Aumento de las temperaturas mínimas y
disminución de la cantidad de días fríos y días
de heladas en casi todas las zonas terrestres
Reducción del rango de variación de la
temperatura diurna en la mayoría de las
zonas terrestres
Aumento del índice de calor en las zonas
terrestres
Más episodios de precipitaciones intensas
Muy probable
Aumento de la desecación continental durante
el verano y riesgo consiguiente de sequía
Probable, en la mayoría de
las latitudes continentales
interiores de las latitudes
medias (ausencia de
proyecciones uniformes
respecto de otras zonas)
Probable, en algunas zonas
Aumento de la intensidad máxima de los
34
Muy probable
Muy probable
Muy probable, en la
mayoría de las zonas
Muy probable, en muchas
las zonas
pocos análisis
disponibles
No hay datos
suficientes para hacer
una evaluación
vientos de los ciclones tropicales
Aumento de la intensidad media y máxima de
las precipitaciones de los ciclones tropicales.
Probable, en algunas zonas
Tabla 4: Estimaciones de la confianza en los cambios observados y proyectados en los
fenómenos meteorológicos y climáticos extremos. Tomado de IPCC 2003
Entre las razones por las cuales este tema no había sido tratado previamente, se
encuentran las dificultades para acceder a los datos diarios de precipitación. Por una
parte, existen dificultades en el acceso a los datos disponibles en el organismo oficial, el
Servicio Meteorológico Nacional (SMN), y por otra parte, el mismo no ha digitalizado
aún toda su información. Peor aún, el SMN no coloca libremente su información
digitalizada en Internet como lo hacen, con criterio moderno, la Subsecretaría de
Recursos Hídricos de la Nación y numerosas agencias del Brasil. Por otra parte, las
estaciones de observación meteorológica de la red oficial son muy pocas y presentan
importantes falencias. Sólo muy pocas estaciones meteorológicas tienen registros
diarios de precipitación completos de al menos 50 años. Tampoco han existido
esfuerzos para compilar otros registros de precipitación que se toman en el país, ya sea
en otros ámbitos oficiales o en el sector privado.
De los eventos que causan las más extremas precipitaciones había cierta información
académica. Velasco y Fritsch (1987) mostraron la existencia de sistemas convectivos
de mesoescala (MCS) en América del Sur e incluso Nesbitt y Zisper (2000) hicieron
estadísticas de estos eventos. A pesar de ello, recién en el año 2002, con la tesis de PHD
de un alumno de Zisper en EE.UU., se había llegado a comprender la enorme
importancia de estos sistemas en las precipitaciones extremas. Los eventos de Santa Fe
de abril de 2003 llevaron también a explorar el efecto de los SCMs en las
precipitaciones extremas. De esta exploración surgen las figuras de los paneles de la
figura 15, información aún no publicada en el ámbito científico.
7.2 En la comunidad profesional
Antes de abril de 2003, algunos estudios habían ya tenido en cuenta los cambios
hidrológicos registrados. Pero estos trabajos se referían a los caudales de los grandes
ríos y no a las precipitaciones intensas, como por ejemplo el estudio llevado a cabo por
el INA (Hopwood et al 1991), en el que se propone utilizar como series temporales de
niveles, sólo los registros a partir de 1970, es decir, ignorar lisa y llanamente los datos
anteriores a esa fecha debido, precisamente, a la clara diferenciación y persistencia del
nuevo “período húmedo ¨. Sin embargo, ésta actitud ha sido la excepción más que la
regla.
En la comunidad profesional en general, se interpretaba al cambio observado en el
régimen hidrológico desde inicios de la década del 70 como un “ciclo húmedo”, similar
al registrado en la década de 1910. Cabe señalar que este viejo ciclo sólo duró 6 ó 7
años, afectó únicamente la zona húmeda del país y sus precipitaciones promedio
estuvieron muy por debajo de las registradas en estas últimas décadas. La consecuencia
errónea de esta visión fue asumir que el cambio observado se revertiría en cualquier
momento y por lo tanto se siguiera creyendo que las estadísticas del pasado
representaban adecuadamente las condiciones actuales y futuras. También se acreditaba
35
erróneamente que las tendencias hidrológicas eran causadas fundamentalmente por el
cambio de uso de suelo como ya se mencionó en la sección 4.2. Ambos conceptos han
contribuido negativamente en el abordaje de las actividades relacionadas con los
recursos hídricos, desde el diseño de las obras al manejo de situaciones de emergencias
como la ocurrida en abril de 2003 en Santa Fe.
En síntesis, no existía en la comunidad profesional, y probablemente aún falta, el
adecuado conocimiento acerca del cambio climático y de la naturaleza de las tendencias
climáticas observadas en la región que son las mayores responsables del cambio
observado en el régimen hidrológico. La ocurrencia de algunos períodos secos, propios
de la variabilidad climática aún dentro de tendencias a largo plazo hacia mayores
precipitaciones, contribuye a confundir a los profesionales más escépticos acerca de los
cambios registrados.
A partir de la inundación de abril de 2003, la comunidad hidrológica se hizo más
receptiva a la idea de que las condiciones climáticas e hidrológicas habían sufrido un
importante cambio en la región. Se empezó a buscar alternativas y en algunos casos se
propusieron márgenes de seguridad mayores en los diseños de la infraestructura para
contemplar las nuevas condiciones extremas que no son fácilmente estimables por los
métodos tradicionales.
7.3 En la aceleración de la adopción del nuevo conocimiento
Es difícil estimar un tiempo medio en la difusión del conocimiento científico a las
esferas profesionales. Ello depende de varias circunstancias, pero en el caso que aquí se
trata, la experiencia y el conocimiento personal nos lleva a estimar que ese tiempo
medio no parece bajar de los cinco años. En el caso particular que se analiza, un aspecto
no desdeñable para entender la lentitud con que el nuevo conocimiento es finalmente
utilizado, es la resistencia que muchas veces ofrecen algunos profesionales a modificar
sus puntos de vista y las técnicas que han estado usando por muchos años. De todos
modos, este pudo haber sido el caso respecto de la actitud profesional sobre el aumento
de las precipitaciones medias y de los caudales de los grandes ríos, pero no sobre la
intensificación de las precipitaciones extremas. En este último aspecto, vimos que ni
siquiera el sector generador del conocimiento había documentado el cambio, sino hasta
después de abril de 2003.
El transcurso de varios años entre la generación del conocimiento y su uso por el área
profesional es moneda corriente en todas las ciencias y no privativo de la climatología y
la hidrología. El conocimiento científico no se difunde en las esferas técnicas llamadas a
utilizarlo en forma inmediata. En algunos casos el proceso se facilita cuando los autores
de un descubrimiento son a la vez los encargados de su aplicación. En general, ello es
más la excepción que la regla. En otros casos, en las áreas del conocimiento muy
vinculadas a la producción de bienes, la adopción del conocimiento científico suele
abreviarse por razones urgencias comerciales.
Una vez establecido un conocimiento mediante la investigación, este suele publicarse en
revistas científicas, lo que no lleva menos de uno o dos años por el proceso de arbitraje
que tienen estas publicaciones y por las demoras posteriores de tipo editorial. Para
abreviar este lapso, se suelen adelantar los resultados en congresos, talleres o
conferencias científicas, pero en general lo que en ellos se muestra es lo que ya está en
36
vías de publicación, y por otra parte, a menos de ser algo muy excepcionalmente
valioso, la comunidad científica no lo tiene demasiado en cuenta hasta su publicación en
revistas con arbitraje internacional. La participación en talleres y conferencias del sector
profesional por parte de los autores u de otros profesionales conocedores de los
resultados es quizás la vía más rápida, pero esto no ha sido muy frecuente en la
Argentina en el caso que nos ocupa. La recopilación del conocimiento actualizado en
libros es otro camino al igual que su inclusión en las clases universitarias. Esto último,
está, en general, orientado a la formación de futuros profesionales, a menos que se trate
de cursos de actualización.
Cuando se produce un hecho que, como en el caso de las catástrofes, captura la atención
pública, si el conocimiento relativo al mismo esta disponible, el proceso de transferencia
al sector profesional y al público abrevia sus tiempos y omite algunas de las etapas
mencionadas. Eso es lo que ocurrió a partir de 2003 en la Argentina, donde no solo se
desarrolló el conocimiento faltante, sino que el concepto del cambio de las condiciones
climáticas e hidrológicas pasó a ser mucho más aceptado, e incluso vinculado con el
cambio climático global. Además, como se mencionó en la sección 7.2, comenzó la
búsqueda de alternativas para el manejo de los recursos hídricos, tema que será tratado
en más detalle en la próxima sección.
8. Necesidades en materia de investigación y observación para hacer factible la
adaptación a las nuevas condiciones climáticas
Para el análisis de riesgo derivado de las precipitaciones extremas se ha operado en
general utilizando las técnicas clásicas desarrolladas sobre la hipótesis de que las
condiciones climáticas son estacionarias. Esta es una hipótesis que, a la luz de las
tendencias climáticas observadas en la Argentina y en el contexto del cambio climático
global, resulta totalmente inadecuada.
En concordancia con la visión minimizadora de la magnitud del cambio hidrológico
observado se han seguido calculado los periodos de recurrencia de las condiciones
extremas con las series climáticas o hidrológicas desde fechas en que las condiciones
eran muy diferentes a las actuales. Esto ha llevado a tener que efectuar correcciones
significativas en la cuantificación del riesgo a posteriori de cada nuevo evento extremo,
bajándose entonces significativamente la estimación de la recurrencia esperada de ese
evento, lo cual constituye una clara ilustración de la fragilidad del método utilizado. A
título de ejemplo, el caudal pico de alrededor de 4000 m3/s asociado a la crecida del
2003 en Santa Fe, de acuerdo a los estudios del INA-UNL, tenia una recurrencia de más
de 1000 años al considerar la serie completa hasta 1998, y de 580 años si se consideraba
sólo la serie desde 1971 por ser más representativa del nuevo estado hidrológico; pero,
cuando se incluye el evento del 2003 iniciando la serie en 1971, la recurrencia pasa a ser
algo menos de 100 años. Pero lo más probable es que ni aún esta última recurrencia sea
la correcta debido a la tendencia creciente en la frecuencia de grandes precipitaciones.
Los encargados de la toma de decisiones, que generalmente forman parte de la
comunidad profesional, no ha estado recibiendo informes técnicos con premisas claras
en cuanto al análisis de riesgo debido a que las técnicas clásicas de análisis son ahora
inadecuadas y a que no se han desarrollado nuevas herramientas de análisis por la falta
del conocimiento científico que el tema requiere.
37
Mientras tanto, la creciente conciencia acerca de nuevos niveles de riesgo hidrológico
está llevando a que se efectúen recomendaciones para adoptar mayores márgenes de
seguridad que los que surgen de los análisis estadísticos clásicos. Ello suele chocar con
los límites impuestos por los incrementos de los costos asociados, difíciles de asumir
por los tomadores de decisión sin una justificación técnica universalmente aceptada. Por
lo tanto es preciso convenir que esta aproximación metodológica debe ser superada lo
antes posible ya que las presiones por controlar las inundaciones o mitigar sus efectos
mediante obras de infraestructura no permiten esperar mucho tiempo.
Asimismo, para asegurar una adaptación exitosa a las precipitaciones medias anuales
en la agricultura, en la generación de energía y en otros usos del agua, sería importante
saber cuales serán las condiciones climáticas de las próximas décadas.
En el contexto del cambio climático global, la única forma aceptada por la comunidad
científica internacional para estimar las condiciones climáticas futuras en términos
cuantitativos es el desarrollo de escenarios climáticos. La metodología más extendida
para ello es el uso de MCGs combinados con modelos regionales de alta resolución. Sin
embargo, estos modelos presentan serias falencias en la simulación de las
precipitaciones medias y extremas en la región de la Cuenca del Plata y zonas vecinas.
Estas falencias se deben entre otras causas a su incapacidad para representar los MSCs y
a la subestimación de la frecuencia de las perturbaciones atmosféricas como los pasajes
frontales.
Por lo tanto, es necesario desarrollar el conocimiento sobre los SMCs, mejorar la
parametrización de los procesos de precipitación en los modelos e investigar las causas
de las falencias de estos en la región sudamericana. En última instancia, todo ello solo
podrá ser desarrollado mediante la cooperación regional, en particular con la comunidad
científica de Brasil.
Otra línea de trabajo que debería ser profundizada es la de los tratamientos matemáticos
en la estimación de valores extremos de series aleatorias no estacionarias, línea en la
que apenas hay algunas publicaciones aplicadas a la hidrología (Clarke 2003). Estos
trabajos puramente matemáticos suelen asumir tendencias lineales y deberían ser
complementados con hipótesis sobre la evolución futura de las series provenientes del
conocimiento del sistema físico.
Desde el punto de vista operativo, existen fuertes limitantes para poder anticipar con un
mínimo tiempo las precipitaciones extremas derivadas de la actividad convectiva, en
especial de los SMCs, en parte porque hay severas limitantes ene el sistema nacional de
observación. La densidad de estaciones meteorológicas y sus condiciones operativas se
han ido deteriorando desde hace por lo menos 30 o 40 años. Particularmente
insuficiente, es la red de observación oficial del SMN. Esto llama la atención en un país
que depende fuertemente de su producción agropecuaria y en el cual la evolución de
esta red ha seguido un camino inverso a la de no sólo países desarrollados como
Australia o Canadá, sino incluso la de países vecinos como Brasil.
Los radiosondeos son una importante herramienta para medir la estabilidad de la
atmósfera, pero en la Argentina la red de radiosondeos resulta insuficiente ya que en la
actualidad se realiza un solo radiosondeo en Ezeiza a las 21 horas y solo 8 a las 9 horas
en las estaciones Salta, Resistencia, Córdoba, Mendoza, Ezeiza, Santa Rosa, Neuquén y
38
Comodoro Rivadavia. En el momento del evento de abril de 2003 la cantidad de
radiosondeos era aún menor.
Desde el punto de vista del pronóstico, hasta fines del año 2003 el SMN no contaba con
un modelo de mesoescala. En estos momentos se dispone de un modelo más apropiado
que los que había entonces para predecir con cierta y exactitud las grandes tormentas.
Sin embargo, aún este modelo dista mucho de ser aceptable en la predicción del inicio
de los SMCs, su localización, el área afectada y la cantidad de milímetros de
precipitación.
Este es un problema generalizado de los modelos, y debido a ello se recurre a redes de
radares y otras técnicas modernas como los sistemas de detección de descargas
eléctricas. En el caso argentino, no existen estas herramientas y en el caso de los
radares, hay uno sólo operativo en Ezeiza, cuyo alcance eficiente es menor a los 300
Km. La falta de una red de radares es por lo tanto otra limitante importante para
localizar y alertar sobre los SMCs y otras formas de precipitación convectiva.
Hay pocas mediciones de humedad en suelos que sólo se hacen en muy pocos lugares
del país. Por ello, a pesar de que hay muy buena información sobre la estructura de los
suelos, que se dispone de numerosos modelos de humedad en suelo y a que se cuenta
con sensoramiento satelital, no se cuenta con sistemas operativos de diagnóstico y
pronóstico cuantitativos de la humedad en el suelo que puede ser en ciertas
circunstancias muy importante para el desarrollo de inundaciones en las llanuras.
Debido a las limitaciones mencionadas, el sistema de alerta hidrológico, con algunas
excepciones en zonas montañosas, esta fuertemente volcado a las predicciones de las
inundaciones de los grandes ríos del Litoral, en los que la lenta propagación de la onda
de crecida permite su anticipación con varios días e incluso meses. Cabe aclarar que
tampoco las provincias cuentan con un sistema de alerta hidrológica temprana en tiempo
real con los medios adecuados.
Conclusiones
El evento meteorológico que afectó a la ciudad de Santa Fe entre los días 23 y 24 de
abril de 2003 puso de manifiesto una serie de debilidades que hacen que el país sea
vulnerable a este tipo de eventos. El mismo tuvo como característica que fue el producto
de una sincronía en el tiempo y espacio de dos eventos, una ciclogénesis precedida de
un SMC que afectó toda la cuenca del Salado y luego de unos días de dos SMCs
consecutivos en el término de dos días con intensísimas y excepcionales precipitaciones
en la cuenca baja del mismo río. Estos sistemas son difíciles de detectar y peor aún de
predecir en la Argentina por motivos que pueden resumirse en la insuficiente
observación de las variables meteorológicas y la falta de conocimiento científico sobre
los mismos, productos ambos de la deficiente asignación de recursos a la meteorología
y la climatología, tanto en el área operativa como en la científica.
Los cambios en las precipitaciones han puesto en crisis mucha de la infraestructura
hídrica y vial que fuera dimensionada para un clima que ya no existe. Ante esta
circunstancia, es necesario modificar las técnicas de diseño, planificación y manejo que
se basaban en la hipótesis de clima estacionario. Como el diseño y la planificación son
39
obviamente para el futuro, se requiere de métodos que permitan manejar la
incertidumbre sobre el clima futuro.
Sin embargo, para ello faltan aún técnicas suficientemente precisas como para estimar
las condiciones del clima futuro en un contexto no estacionario, sobretodo porque los
modelos climáticos globales (MCG) no reproducen adecuadamente los campos y las
características de la precipitación como ocurre en el sur de América de Sur. Este es el
mayor desafío de la climatología para la presente década como lo anunciará un
reconocido climatólogo al iniciarse la misma (Trenberth 2000).
En la Argentina, a pesar de los avances que se han realizado en materia de pronósticos
hidrometeorológicos, los daños por inundaciones de todo tipo han ido en aumento
durante las últimas décadas. Esto es una consecuencia tanto de la mayor frecuencia de
eventos climáticos extremos como de la ocupación territorial de zonas que no fueron
anegadizas sino hasta las últimas décadas. Este proceso de ocupación territorial es
difícilmente reversible por lo que se impone una nueva adecuación del territorio a las
nuevas condiciones climáticas ya que la mayoría de la infraestructura existente fue
diseñada para el clima del pasado que, en cuanto a lluvias intensas, era más benigno que
el actual.
Hay otro factor menos evidente que aumenta considerablemente la vulnerabilidad a las
precipitaciones intensas. Se trata del desconocimiento sobre el cambio operado en el
clima por parte de la comunidad técnica. Cabe sin embargo, advertir que este
desconocimiento comenzó a revertirse, especialmente después del evento de abril de
2003. A ello se agregan falencias en el conocimiento científico como surge del balance
del estado del conocimiento hecho en la sección anterior, especialmente en lo atinente a
las técnicas que permitan manejar adecuadamente las estimaciones de las
precipitaciones extremas y sus consecuencias hidrológicas en el contexto de un clima no
estacionario. Esto último reviste gran importancia práctica para la definición de los
parámetros de diseño de las obras de infraestructura y su manejo
Los temas pendientes presentan grandes dificultades objetivas por su complejidad, pero
a ello se suma la falta de recursos humanos y financieros, producto no sólo de los
magros presupuestos del sector científico-tecnológico, sino también de dificultades en la
gestión de algunos sectores de esas áreas.
Referencias
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