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EMBARGADO: 17 DE MAYO 2009
Riesgo y pobreza en un clima cambiante:
Convertir la crisis financiera global en una ventaja para el mundo de mañana
La inestabilidad al igual que el riesgo de desastres tiene muchas caras pero ambos
están vinculados por una única consecuencia duradera, sean los desastres
provocados por un sistema bancario colapsado o por un ciclón tropical de categoría
cinco; son las comunidades pobres y marginales las que más sufren.
Los acuerdos logrados durante la Cumbre de los G20 el mes pasado en Londres
parecen indicar que cualquier optimismo que pueda concluirse de la crisis económica
mundial se centra en la oportunidad futura de implementar reformas financieras e
institucionales muy necesarias y ‘arreglar el sistema’ a largo plazo, y así facilitar el
regreso a la prosperidad percibida de los años recientes.
Las implicaciones más amplias de tal pensamiento requieren una consideración
cuidadosa, especialmente para las 1,4 mil millones de personas en el mundo en
desarrollo (uno en cuatro) que viven con menos de 1,25 USD por día, según cifras
del Banco Mundial.
El crecimiento y la estabilidad fiscal no significan automáticamente desarrollo libre de
riesgos, en particular en naciones de ingresos bajos y medianos. Como
consecuencia del acelerado desarrollo económico y urbano que han experimentado
muchos países asiáticos y latinoamericanos durante las últimas décadas, hay
grandes concentraciones de poblaciones y bienes económicos en ciudades
propensas a amenazas, en valles de ríos fértiles y áreas costeras. La evolución de
asentamientos que crecen rápidamente en áreas vulnerables rurales/costeras y de
asentamientos urbanos informales no están necesariamente acompañados por
capacidades para la reducción del riesgo adecuadas, estructuras de gobernabilidad y
marcos de políticas de planificación y regulatorios apropiados.
Mientras los países menos avanzados y pobres y sus comunidades sufren más en
términos reales y comparativos, sus contrapartes más ricos tampoco son inmunes a
esta tendencia de creciente riesgo como nos hicieron recordar tan trágicamente los
incendios forestales en Australia y el reciente terremoto en Italia a principios de este
año.
Las inundaciones, sequías, tormentas e incendios, cuando están acompañados por
los “impulsores de riesgo” como el creciente desarrollo urbano, medios de vida
vulnerables en poblaciones rurales y el deterioro de los ecosistemas pueden llevar a
una miseria humana masiva y pérdidas económicas catastróficas. Los riesgos
provocados por las consecuencias del cambio climático global como el aumento de
los niveles de la superficie de los océanos conllevan implicaciones graves
adicionales en cuanto a cómo viviremos en el futuro próximo.
El ritmo actual de avance con que se abordan los impulsores de riesgo subyacentes
es inadecuado si queremos lograr una reducción sustancial de pérdidas por
desastres como se indica en el Marco de Acción de Hyogo 2005-2015: Aumento de
la Resiliencia de Naciones y Comunidades ante los Desastres (MAH) y los Objetivos
de Desarrollo del Milenio hasta el 2015. Afortunadamente, sabemos lo que hay que
hacer – como señala el primer Informe de Evaluación Mundial sobre la Reducción del
Riesgo de Desastres. Esta importante publicación de Naciones Unidas lanzada a
EMBARGADO: 17 DE MAYO 2009
mediados de mayo del 2009, revisa y analiza de manera comprensiva la frecuencia,
geografía y los impactos de desastres – y está supuesto a ser el documento de
referencia principal para la comunidad de reducción del riesgo de desastres.
La vulnerabilidad creciente y las amenazas emergentes sólo pueden ser abordadas
de manera eficaz mediante intervenciones de reducción de desastres tanto a nivel
nacional y subregional como manifestaron los Jefes de Estado de la Comunidad
Económica de Estados del África Occidental (ECOWAS por sus siglas en inglés),
cuando adoptaron la Política sobre la Reducción del Riesgo de Desastres de
ECOWAS en el 2007. El beneficio de colaborar en la gestión de riesgos
transfronterizo es evidente por el alcance de este y otros marcos subregionales que
se han adoptado en Europa, Asia y las Américas en los últimos años.
Varios países están fortaleciendo sus capacidades para la reducción del riesgo de
desastres mediante la creación de estructuras de coordinación nacionales; tal como
en el Reino de Bahréin donde en el 2006 fue adoptado el Comité Nacional para la
Gestión de Riesgo (NCDM por sus siglas en inglés) para definir las
responsabilidades para la reducción del riesgo de desastres a diferentes niveles de
gobierno. En Noruega, 96 por ciento de las municipalidades han conducido análisis
locales de riesgo y vulnerabilidad; asimismo el Gobierno de Turquía está
colaborando con el sector privado para introducir un fondo de seguro obligatorio de
terremotos para mitigar las consecuencias potenciales de terremotos.
Colombia, Irán, India, Perú, Vanuatu y Vietnam, por solo nombrar algunos, dan
ejemplos de cómo las consideraciones de reducción del riesgo de desastres pueden
ser explícitamente incluidas en los presupuestos nacionales, adicional a la
asignación regular de fondos de contingencia para la respuesta a emergencias y la
recuperación. Sin embargo, todavía falta camino por recorrer en la mayoría de los
países en cuanto a la integración de consideraciones de reducción del riesgo de
desastres en las políticas, planes e inversiones.
La lección está clara: instituciones que respondan bien y sean capaces, marcos de
políticas y sistemas de planificación integrados sustentados por una mayor inversión
para la reducción de riesgos en el desarrollo y la adaptación al cambio climático
serán de importancia fundamental en los años venideros.
Para tratar los impulsores subyacentes de riesgo: la mala gobernabilidad urbana, los
medios de vida vulnerables en ámbitos rurales, el deterioro de ecosistemas y una
protección social débil, se requiere una mayor inversión. Más que un gasto, debe
considerarse como un requisito previo para la construcción de un futuro más seguro,
estable, sostenible y equitativo.
En el contexto de la crisis económica global, un aumento en los gastos públicos
como catalizador de paquetes de estímulo económico es un beneficio considerable;
siempre que la inversión en infraestructuras que reducen el riesgo, un mejor drenaje,
por ejemplo, u otras iniciativas diseñadas para mitigar los impulsores de riesgo sigan
siendo fundamentales para el paquete entero. Sin embargo, es importante para la
ecuación asegurar que, en cualquier desarrollo nuevo, se tomen en cuenta las
medidas establecidas para la reducción del riesgo de desastres.
Sin embargo, esto sólo será eficaz si se mejoran la gobernabilidad y las capacidades
para la reducción de riesgo de forma adecuada. Siendo así, unos gastos
relativamente pequeños generarán beneficios grandes y directos.
EMBARGADO: 17 DE MAYO 2009
En pocas palabras: invertir hoy para un mañana más seguro.
Margareta Wahlström es la Secretaria General Adjunta para la Reducción del Riesgo
de Desastres de Naciones Unidas y Representante Especial del Secretario General
para la implementación del Marco de Acción de Hyogo.
(1077 palabras)