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Cosmovisión mesoamericana y Mesoamérica
como categorías totalizantes
Arqueólogo Raúl Francisco González Quezada
Centro INAH Morelos
U
na escuela de pensamiento de gran dispersión en la academia mexicana
dedicada a la historia es la que basa parte de sus estudios en la categoría
del pensamiento humano denominada cosmovisión, entendida como “...un
hecho histórico de producción de pensamiento social inmerso en decursos de larga duración;
hecho complejo integrado como un conjunto estructurado y relativamente congruente por
los diversos sistemas ideológicos con los que una entidad social, en un tiempo histórico
dado, pretende aprehender el universo”1.
Aunque se pretende como una categoría con pretensión general, en gran medida se trata de
un planteamiento derivado de la noción general de Mesoamérica como concepto, porque en
realidad la intención es la de su aplicación metodológica respecto a lo que sería propiamente
una “cosmovisión mesoamericana”2.
En una necesidad más epistemológica de enfrentamiento consuetudinario con estos
fenómenos sociales, que ontológica de definir para contrastar y evaluar las categorías
metodológicamente, la llamada cosmovisión ha sido abordada desde calidades de
pensamiento denominadas sistemas ideológicos que serían constituyentes de la propia
cosmovisión3.
Cada sistema es asumido como “particulares formas de acción” ejercidos sobre “particulares
ámbitos del universo”, considerando además que estos se encuentran imbricados en lo
social, y que cada uno mantiene una estructura y una lógica propios4. Sin embargo, sobre la
articulación social de los sistemas ideológicos, acerca de cómo se diferencian y claro está, el
establecimiento de cuál es el criterio de demarcación entre ellos, el estado de las cosas apunta
a desarrollos académicos que resultan más efecto de la tradición de oficio del historiador o
del antropólogo frente a casos concretos, que de la explícita teorización sobre el asunto. Aún
así, se reconoce la existencia de sistemas ideológicos esenciales en el pensamiento humano,
se propone entre ellos el sistema político, el religioso, el moral, el estético, el filosófico, el
mágico, el mítico, las concepciones del cuerpo humano, eventualmente también el ético,
el ritual religioso y la adivinación, etcétera5. Cada uno se convierte en guía temática de
investigaciones particulares que además se centran en singularidades de caso, esto es, se
investiga el ritual religioso w en la sociedad x de tal tiempo y espacio, la adivinación entre el
grupo y, los mitos de la región z, etcétera. Estos funcionan como casos de aplicación de la
categoría en lo que es más parecido al establecimiento de una ciencia normal, con todo el
orden de política académica que rodea este asunto6.
1 Alfredo López Austin, “La cosmovisión Mesoamericana”, en Temas Mesoamericanos, Lombardo, Sonia y Enrique Nalda (coordinadores), Instituto Nacional de Antropología e Historia,
Consejo Nacional para la cultura y las Artes, México, 1996, p. 472.
2 Alfredo López Austin, op. cit.
3 Alfredo López Austin, Cuerpo Humano e Ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas.
Tomos I y II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de
México, México, 1980, pp. 17 y siguientes; Alfredo López Austin, op. cit.
4 Alfredo López Austin dedica un par de libros específicamente a abordar dos sistemas ideológicos, el del cuerpo humano, 1980, op. cit., y el mítico en Mitos del tlacuache, Alianza Editorial
Mexicana, México, 1990.
5 Alfredo López Austin, 1980, pp. 17-18, 473 y siguientes; 1996, pp. 472, 497 y siguientes.
6 La ciencia social en la academia mexicana que ha abordado calidades sociales desde la categoría de cosmovisión se ajustan a lo previsto por Thomas Kunh, Kuhn, Thomas, La Estructura de
las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1971, y La tensión esencial:
estudios selectos sobre la tradición y el cambio en el ámbito de la ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1983; respecto al momento de estabilidad de la ciencia normal y claro está, la
Mesoamérica, tomado de http://radioinah.blogspot.mx/2011/02/los-pueblos-originarios-cinco-ciudades.html
El caso particular de la cosmovisión “mesoamericana” compartiría esencialmente, como
abstracción ampliada, una serie de sistemas ideológicos generalizados en su conceptualización
y singularmente formalizados en su manejo individual; elementos definitorios sobre el
movimiento, estructura y dinámica del cosmos, diferenciación de dos dimensiones en
la realidad entendidas como el ecúmeno y en el anecúmeno, las “cargas” de los seres, el
calendario, etcétera7.
Como condición de existencia de la “cosmovisión mesoamericana” tendríamos que asumir
también, la implicación de la noción heredada de la descripción del Mundo Mediterráneo
que realizó Fernand Braudel valiéndose de esa dimensión denominada longue durée (larga
duración). En este proceso “largo”, el momento de estructuración primera de los elementos
articuladores de esta cosmovisión habría comenzado en algún momento entre la génesis
de las comunidades de cazadores recolectores pre-tribales, pero tendría su momento de
estructuración definitiva durante la revolución tribal, esto es, con el desarrollo de la agricultura
y las sociedades tribales sedentarias hacia el período Preclásico Temprano y Medio (del 2500
al 1200 a. d. n. e.), y dependería de la existencia de una llamada tradición cultural8.
Es preciso asumir entonces que cosmovisión así entendida, en el marco de la academia
mexicana, para que se asuma corrección y se le dote de certeza, debería ser correcta
también la noción misma de “Mesoamérica”. Sin embargo, es preciso reconocer que desde
la ausencia de discusiones sistemáticas a la propuesta primera de 1943 de Kirchhoff9 , en
realidad nos hemos mantenido en condiciones de indefensión ontológica al respecto10. Claro
está, que también sería un error considerar que la categoría primera de Kirchhoff permaneció
inmutable desde su propuesta inicial hasta la muerte de su autor décadas después.
La categoría “Mesoamérica” como efecto del particularismo histórico era solamente una
pretensión identificatoria de dispersión de formas culturales y no pretendía en un inicio nada
más que eso, al menos académicamente hablando. El entorno en que Kirchhoff la propone,
es en el de la cristalización de ideas provenientes por un lado del historicismo alemán con un
marcado principio difusionista, mientras que en América campea el particularismo de Franz
Boas; ya desde 1929 Miguel Othon de Mendizabal y Wigberto Martínez Moreno (quien
en realidad acuña el término de Mesoamérica) se habrían enfrentado a considerar “áreas
culturales” en torno a los mapas lingüísticos del Museo Nacional, y el tema habría sido
tratado en particular en el Congreso Internacional de Americanistas de 1939 en la Ciudad
de México11.
En 1964 con la reedición del ensayo de 1943 de Kirchhoff, éste mismo se lamenta por la
ausencia de críticas a su propuesta inicial. En 1985 será puesta a prueba la supuesta “validez
teórica del concepto Mesoamérica”; en 1997 en el marco del Coloquio Mesoamérica.
Una polémica científica, un dilema histórico se vuelve a revelar la polarización entre los
mesoamericanistas y aquellos que se mantienen en la disidencia12.
En 2007 se realizó un Taller denominado Signos de Mesoamérica donde se debatió
fundamentalmente la idea de la unidad y de la diversidad integrada en el concepto de
Mesoamérica13.
La correlativa categoría de “cosmovisión mesoamericana” no ha corrido con la misma
magnitud de discusiones pero es ampliamente probable que los próximos debates sobre
Mesoamérica la incluyan, todos sus aspectos le son concomitantes.
Más allá de las adolescencias de construcción y justificación epistemológica que contiene
“Mesoamérica” como categoría, donde si bien se ha avanzado en las críticas que informan
sobre la circularidad identificatoria que hace de Mesoamérica una categoría innecesaria, pues
es imposible de refutar si lo que se busca es identificar qué es mesoamericano y qué no14. De
las reincidentes descalificaciones ideológicas de resultar compás de medida ideológica que
se ajustó y continúa ciñéndose a las pretensiones de los grupos nacionales mexicano15. Acá
destacaremos que amén de resultar una dimensión epistemológica identificatoria formal, en
el fondo lo más grave es que pretende erigirse como una categoría totalizante.
El problema fundamental que pretendemos destacar es que la categoría de Mesomérica
y su concomitante cosmovisional no definen desde el contenido de las sociedades que
pretende enlazar en un conjunto, sino desde algunos de los fenómenos más aparentes de
imposibilidad de diálogo interparadigmático.
7 Alfredo López Austin 1980, pp. 58 y siguientes; Alfredo López Austin “La religión, la magia y
la cosmovisión”, en Historia Antigua de México. Volumen III. El horizonte Posclásico y algunos
aspectos intelectuales de las culturas mesoamericanas. Manzanilla, Linda y Leonardo López Lujan
(coordinadores), Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad nacional Autónoma
de México, Editorial Porrúa, México, 1995, pp. 431 y siguientes; y Alfredo López Austin 1996).
8 Alfredo López Austin, “El núcleo duro, la cosmovisión y la tradición mesoamericana”, en Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México, Broda, Johanna y Félix Báez-Jorge (coordinadores), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica,
México, 2001, pp. 51 y siguientes.
9 Paul Kirchhoff, “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales” en Revista Tlatoani. Suplemento 3, 1967.
10 Pueden considerarse algunas críticas a la categoría de Mesoamérica en las exposiciones que
hace de ello por un lado López Aguilar, Fernando, “En la mirada del arqueólogo, una Mesoamérica ciega (entre mesoamericanistas te veas)”, en Dimensión Antropológica 19, 2000, pp. 97–119; y
por otro lado Rodríguez García, Ignacio, “Mesoamérica, ese oscuro objeto del deseo”, Dimensión
Antropológica 19, 2009.
11 Medina, Andrés, “Unidad y diversidad en Mesoamérica. Reflexiones desde la historia y la
etnografía, Introducción”, en Diario de Campo 92:74-79
12 Ídem.
13 Medina, Andrés, “Unidad y diversidad en Mesoamérica. Reflexiones desde la historia y la etnografía, Introducción”, en Diario de Campo 92:74-79. Neurath, Johannes, “Unidad y diversidad
en Mesoamérica: una aproximación desde la Etnografía”, en Diario de Campo 92:80-86. Millán,
Saúl, “Unidad y diversidad etonográfica en Mesoamérica: una polémica abierta” en Diario de
Campo 88-97. López Austin, Alfredo, “Unidad y diversidad en el estudio etnográfico en México”
en Diario de Campo 92:98-101. Trejo Barrientos, Leopoldo, “Unidad y diversidad de los pueblos
de tradición mesoamericana” en Diario de Campo 92:102-107.
14 López Aguilar 2000, op. cit.
15 Rodríguez García, Ignacio 2009, op. cit.
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lo que ellas eran en un momento específico que difícilmente podemos llevar desde el siglo
XVI que propone a Kirchhoff su construcción, hasta las sociedades coincidentes hacia el
1500 a.d.n.e. por ejemplo, o incluso antes, y no abarca con precisión todo tipo de sociedad
esencialmente distintas.
De ahí la idea pertinaz necesidad de creer en la noción de una “larga duración”, que más que
explicar algo, muestra la reticente construcción de una creencia con alegatos formales y no
de contenido. Y aunque no podemos soslayar que la partida difusionista y culturalista desde
donde se proyecta el concepto “Mesoamérica” mantiene sustento formal de compartición
lógica de elementos sígnicos formales, de elementos culturales arquitectónicos, artefactuales,
de prácticas sociales, etcétera, no por eso podemos hablar de un conjunto unitario social,
donde lo que prevalece son más bien la distinciones esenciales.
Quizá el punto más débil de la pretendida categoría y nunca antes abordado por la
Antropología y la Arqueología, es que como categoría totalizante, “Mesoamérica” obnubila
la dis-tinción. Entendemos acá a la dis-tinción como la estrategia meta-física que va más allá
de la di-ferencia y de la identidad intrasistémica, la cual se queda en el lógos de la totalidad.
La dis-tinción descubre al otro que el sistema hegemónico16. No se trata de la di-ferencia
política entre tlaxcaltecas y mexicas por ejemplo, que se ha abordado como anatémico
del concepto “Mesoamérica”17, que se queda en una queja aún intrasistémica, sino del
des-encubrimiento del olvidado en la historia y por la Historia. De las amnesias temáticas
sobre los grupos subalternos, de la dis-tinción del rostro del otro que en la explotación y
la exclusión no produjo la pirámide escalonada, o no desarrolló discursos en papel amate
o piel de venado. Del que no asistió al Calmecac, del que no sabía de la existencia de la
Coyolxauhqui. De todos aquellos que son sometidos a las serias conclusiones del erudito
que argumentan que todo el mundo nahua pensaba que…, o que la cosmovisión de los
mixtecos era compartida homogéneamente por la clase hegemónica, al igual que por la
subalterna. Que todos los grupos de edad e interés mantenían una cosmovisión única,
pétrea, lapidaria, mesoamericana.
Al considerarse “Mesoamérica” como unívoco por universal en América Media, impide la
expresión de la multivocidad del otro siempre otro del pasado que no se descubre y de
hecho, permanece casi deliberadamente encubierto.
Y es que el argumento de que “Mesoamérica” es poco más de cuarenta elementos
culturales presentes hacia el siglo XVI en un “área cultural” asociados a sus prácticas sociales
fundamentalmente de carácter agrícola, y que por lo tanto es más mesoamericana una
sociedad cuando más de estos elementos presenta, y cuando la presencia es nula, pues
no se está en “Mesoamérica”, es un argumento identificatorio sin posibilidad de refutación,
pues no establece órdenes de causalidad. Amén de que cuando existen elementos culturales
que no apuntalan lo “mesoamericano” al interior de las “áreas” que deberían serlo, pues se
consideran anatémicos o deleznables.
16 Consúltese sobre esto a Enrique Dussel, Método para una Filosofía de la Liberación. Superación
analéctica de la dialéctica hegeliana. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1974, pp. 26 y siguientes.
17 Véase sobre esto a Ignacio Rodríguez García, op. cit.
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En el orden metodológico además, se parte siempre viendo al universo totalizante, donde
solo se describen diferencias de grado y la dis-tinción no se observa. En cada caso se asume
si la sociedad que se investiga es o no mesoamericana, pero no se explica el porqué en el
fondo. Esto es, que si se tiene por ejemplo un juego de pelota en zonas marginales del centro
mesoamericano, pues se entienden grados de mesoamericanidad, pero no se pretende
explicar qué implicaciones de contenido en la estructura y función social tiene este tipo de
efecto cultural en ese orden social específico.
Pensamos que el uso de categorías de contenido y no formales como “Mesoamérica” definiría
órdenes esenciales de la estructura y función de las sociedades concretas pretéritas, y salvaría
la condición formal. Definir si son comunidades primitivas de cazadores recolectores pretribales; comunidades primitivas tribales; sociedades clasistas iniciales; sociedades feudales
o capitalistas, y no diferenciarlas por la presencia de chinampas o cultivo de cacao. Esto no
implica que estas manifestaciones culturales no concuerden con órdenes de contenido y
que solamente las sociedades clasistas manifiesten alguno de los elementos tradicionalmente
aceptados para “Mesoamérica”. Y es que la “Mesoamérica” tradicionalmente aceptada
coincidiría fundamentalmente con sociedades clasistas, consideramos que existirían otros
niveles de definición de lo social, como los modos de vida18.
Sin embargo, la definición del modo de vida o de la sociedad concreta no pretende solamente
la explicación de especificidades en la organización social cualificadas por condiciones del
medio o por las relaciones entre sociedades dentro de una sociedad concreta determinada
en el caso de la primera, y de los contenidos de las relaciones sociales fundamentales de
producción con respecto a la segunda. Sino que descubre desde una postura crítica al otro
que el sistema hegemónico pretérito19. Para la explicación, interpretación e incluso desde la
descripción de formas y funciones sociales que se pretendan trans-mesoamericanas20, no
solo deberíamos atender a definiciones de contenido de lo social, sino también trascender
la visión totalizante que incluye al otro como otro inserto en el sistema. Es preciso realizar la
dis-tinción del otro como otro que el sistema hegemónico pretérito.
En esto, la cosmovisión como categoría secundaria también se vería impactada, porque
implica en mucho, una perspectiva también totalizante, donde se asume que el otro
explotado, nulificado, excluido del sistema pretérito no son más que anatemas desde una
perspectiva que intenta unificar y minimizar el disenso. La investigación tradicional de la
cosmovisión mesoamericana no es como práctica, una de la dis-tinción, resulta más una de
la unicidad, de lo unívoco y cuando más, de la di-ferencia intrasistémica.
18 Luis Felipe Bate, “Sociedad Concrete y Periodización Tridimensional”, en Boletín de Antropología Americana 32, 1998, pp. 41-56.
19 Raúl Francisco González Quezada, “Ética de la arqueología”, en Boletín de Antropología
Americana 37, 2001, pp. 35-83.
20 Por trans-mesoamericano, nos referimos puntualmente a la propensión de incluir las propuestas de análisis mesoamericano y trascenderlas, ir más allá. Es una intención de subsumir, de
explicar desde lo planteado y acceder a ese excedente empírico de la marginalidad que no da
cuenta la categoría tradicional de “Mesoamérica”.
Entierros identificados en la Zona Arqueológica
El Tlatoani, Tlayacapan
Mtra. Lilian Ivette García Maya
Centro INAH-Morelos
C
omo parte del trabajo en el Proyecto de Investigación y Conservación
de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos, 2012 que se
viene realizando hasta la fecha en Tlayacapan Morelos a cargo del Arqueólogo
Raúl Francisco González, se vienen trabajando una serie de entierros encontrados dentro del
marco de las excavaciones.
Los dos individuos, que aparecieron el miércoles 18 de julio del presente año, se refieren
primeramente al cráneo de un individuo adulto, masculino, que presentaba parte de los
huesos de las extremidades inferiores, así como las costillas; el segundo de ellos fue un infante
de aproximadamente 8 años, edad que se pudo determinar con mayor precisión porque su
dentadura se encontró en buenas condiciones y ésta es uno de los mejores indicadores para
saber la edad en niños.
Para el miércoles 19 de julio se procedió a excavar en el mismo cuadro el tercer individuo del
entierro, éste perteneciente a un hombre de aproximadamente 50 años que fue encontrado
Foto 1. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT
flexionado, en posición fetal con sus brazos entre las piernas y con un jarrito en la parte de los
pies. Parte del material que ya ha sido limpiado y reconstruido en laboratorio se presenta en
la foto núm.1 donde podemos observar las extremidades superiores, muslo y pierna derecha,
así como parte de los huesos de la mano derecha.
La investigación que se realiza con el resto óseo es de gran importancia ya que tenemos la
posibilidad de conocer directamente, a través de sus restos, a algunas de las personas que
estuvieron en vida cuando la zona El Tlatoani estaba ocupada. De modo que es, al analizar
sus vestigios óseos que podemos preguntarles directamente y conocer así un poco más sobre
Foto 2. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, vértebras lumbares con proceso
infeccioso
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la vida de los antepasados de los actuales habitantes de Tlayacapan y de México.
Podemos acercarnos al conocimiento de algunas de las enfermedades que se quedan
registradas en el resto óseo, podemos, así mismo, conocer sobre la intensidad de su actividad
física e incluso sobre su alimentación.
El primer paso después de llevar el material óseo a un lugar seguro y fuera de la exposición
directa de los rayos solares, es llevar a cabo una adecuada limpieza y reconstrucción del
material. El siguiente paso consistió en un examen visual de cada uno de los componentes
del individuo en cuestión.
De tal forma que, tras un primer acercamiento es posible observar algunos procesos
infecciosos, que en vida, este hombre, el tercer individuo excavado del entierro, de
aproximadamente 50 años presentó en su espalda baja, esto es en las llamadas vértebras
lumbares, tal como se ve en la foto núm. 2.
Para que este tipo de infecciones queden marcadas en los huesos, y finalmente, cientos o miles
de años después podamos saber en el presente que esta persona padeció de cierta patología,
es necesario que el individuo haya vivido un período considerable con la enfermedad.
En cuanto al tercer individuo rescatado de este primer entierro del Tlatoani, se puede observar
también como la infección se extendía hacia su mano izquierda, en la parte proximal de lo
que fuese su muñeca izquierda, esto lo podemos ver a detalle en la foto núm. 3.
Reflexionando en cuanto al terreno y al esfuerzo físico para subir a la zona de El Tlatoani
y considerando que una persona de 50 años en la época prehispánica ya era un adulto
mayor, podemos llegar a hacer inferencias sobre la calidad de vida de este personaje que
fue enterrado en compañía de tres individuos más. Lo que se muestra en la foto núm. 4
es la formación de osteofitos o calcificaciones del hueso en zonas donde originalmente no
deberían estar, la causa, ya sea por un trabajo físico continuo y pesado cuyo peso recae sobre
las vértebras, en este caso torácicas, o bien por procesos degenerativos propios de edades
avanzadas y que en la actualidad se ven en personas mayores de 60 años. Un ejemplo de
osteofitos en la parte superior del proceso espinoso encontrado en el entierro 1 se observa
en la foto núm. 4.
La persona de la cual hemos estado platicando, y que técnicamente se le conoce como
entierro 1 individuo 1, fue el personaje principal de este primer entierro en la zona El Tlatoani
y se encontró asociado, además de los dos individuos mencionados al principio de este
relato, un adulto medio y un infante de 8 años aproximadamente, a un neonato que fue
considerado como el individuo núm. 4 del cual se puede ver sus carillas auriculares del hueso
iliaco en la foto núm. 5, estas carillas y la forma que tengan es uno de los métodos cualitativos
más certeros para determinar la edad biológica a la muerte.
Dentro del material rescatado de este individuo existen huesos de animal quemado, una
cuenta de cerámica y navajillas de obsidiana entre otras cosas.
Lo que faltaría por decir es que este breviario sobre el primer entierro en la zona arqueológica
del cerro El Tlatoani en este año 2012, es solo un primer acercamiento llevado a cabo durante
el proceso de limpieza del material y que seguramente, ya en un análisis más exhaustivo,
todavía tendremos varias cosas por decir de esta persona que fue enterrada en posición fetal
y acompañada por un neonato, un infante y un adulto promedio.
Foto 3. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, huesos del pié con proceso infeccioso (tarsos izquierdos)
E
534
Foto 4. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, vértebras toráxicas con prescencia
de osteofitos en proceso espinoso
Foto 5. Entierro 1 Individuo 4 Proyecto 12PICZAT, carillas auriculares hueso, liaco de
neonato
Modelando el cerro El Tlatoani en Tlayacapan
n muchas de las culturas del mundo antiguo las primeras grandes
civilizaciones se abrieron paso con mucho esfuerzo a pesar de su poco
dominio de los metales, sin lugar a dudas cuanto la metalurgia alcanzó un
nivel elevado, con sus herramientas, cincel y mazo, esculpieron en roca magníficos monumentos
que nos maravillan en la actualidad, pero ¿y qué hay de lo equivalente a Mesoamérica? Es
sabido que los metales tuvieron un desarrollo muy tardío en comparación con Sudamérica y
que preferentemente se trabajaron los metales preciosos como el oro y la plata, y para otras
piezas se empleó el cobre. El mundo mesoamericano se abrió paso empleando rocas duras
y abrasivos y nos maravillan diversas piezas elaboradas desde épocas muy tempranas, desde
pequeñas piezas que sirvieron como adornos corporales hasta impresionantes esculturas en
altares o estelas monolíticas. Con esta aparente facilidad del trabajo lapidario se elaboraron
distintos trabajos escultóricos sobre las laderas de cerros o afloramientos de roca, pero sin
lugar a dudas son pocos los lugares de donde se tiene noticia que se le dio forma o esculpió
directamente sobre la roca madre con fines urbanísticos o arquitectónicos.
Chalcatzingo es uno de los sitios más tempranos que tienen trabajo escultórico en muchos de
sus monumentos y en la misma roca madre, siendo su monumento 1 un bello ejemplo del
Preclásico. Aunque éste resulta un buen ejemplo no es tanto a lo que me quiero referir sino a lo
que se catalogó como MCR (Miscellaneous Carved Rock, por sus siglas en inglés). Los 1, 2, 3,
10, 11, 17, 19, 20, 21, 22, 23, 36, 37 y 38 (Grove, 1987:159-170). Afloramientos de roca fueron
trabajados para formar algunos rectángulos u otro donde se le dio forma de tres escalones para
llegar a la parte alta de una pequeña plataforma.
Saltamos al Posclásico donde Malinalco llama nuestra atención no solo por la estructura circular
con sus bellas tallas antropomorfas al interior, sino por sus cuartos con paredes de más de dos
metros de altura ganados al cerro. También en el Estado de México sobresale Tezcutzingo por
su arquitectura monolítica trabajada en la roca madre.
En el Distrito Federal el Cerro del Judío presenta una interesante y polémica figura antropomorfa
en la parte frontal del edificio principal y parte de sus cinco escalones de la escalinata principal.
El cerro de Chapultepec, aparte de sus petrograbados, tenía lo que parecía ser un cuarto, al
menos con tres paredes ganadas, también, a la roca madre.
En el marco de las investigaciones arqueológicas que se llevan a cabo en el Proyecto de
Investigación y Conservación de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos, se ha
Arqueólogo Enrique Méndez Torres
Centro INAH Morelos
Fig. 1.- Dos rocas-rostro en un pasillo de paso obligado para el ascenso. Foto Enrique
Méndez, 2012.
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domingo 2 de septiembre de 2012
espacios de difícil acceso (Fig 2).
En la parte alta existen un espacio donde se puede apreciar la panorámica del pueblo de
Tlayacapan y su valle hacia el Noreste, pero si uno pone atención en el piso podrá encontrar
oquedades que fueron ampliadas para colectar agua, quizás un equivalente al agua sagrada de
las cavernas en el área maya y no tanto para fines nutritivos. En algunas secciones se observa
que se niveló la roca para derivarla a un espacio en específico e irla encausando a otros orificios
(Fig. 3).
Se localizan también en éste espacio tres petrograbados de difícil interpretación, por su ubicación
hay uno que está sujeto al pisoteo de todos los visitantes a dicho mirador.
El trabajo con fines arquitectónicos bien podría estar también influido por el aspecto ideológico,
pero a lo que haremos referencia en este apartado es a la modificación del espacio físico con
fines de provecharlo para adecuaciones arquitectónicas.
Así tenemos que en distintas terrazas donde afloraba la roca ésta fue rebajada y modelada para
Fig. 4.- Pared Este que fue trabajada previa construcción del muro Este. Foto Enrique
Méndez, 2012.
Fig. 2.- Tercer pasillo de ascenso con rocas rastro. Foto Enrique Méndez, 2012.
encontrado evidencia de que los primeros habitantes de éste espacio adecuaron el terreno a sus
diversas necesidades, incluso al grado de trabajar la roca madre.
En los recorridos de superficie del mismo se detectaron diversos petrograbados, algunos de
ellos mostrando espirales, pero hubo dos aspectos que llamaron más la atención, el hecho de
hacer algunas horadaciones circulares en algunas rocas y el labrado de pequeños escalones en
algunas laderas de las paredes del cerro, donde la huella no excedía de los 20 cms y el peralte
no rebasaba los 15 cms.
Conforme uno va ascendiendo a la parte alta por las terrazas se pueden observar afloramientos
de la roca. Sin embargo en la temporada de excavación de mayo a agosto del presente año,
al excavar en algunas de ellas la roca madre se encontró a menos de 20 cms de profundidad y
en el caso más extremo se retiró un relleno de tierra, y piedras grandes, de más de dos metros.
Un previo análisis de este trabajo lapidario en la misma roca que conforma este cerro del
Tlatoani ha vislumbrado dos tipos diferentes de propósitos: el ideológico y el arquitectónico.
La primera hace alusión a ideas relacionadas con el pensamiento indígena de su cosmovisión.
Para llegar a la sección terraceada del cerro se tiene que pasar por cuatro espacios angostos
escalonados artificialmente, aquí se aprovecharon algunas rocas salidas de la pared de una
consistencia más sólida para labrar lo que podemos interpretar como “rostros”. Consistentes
en tres horadaciones principalmente, las cuales hacen alusión a dos ojos y lo equivalente a una
boca. Es en uno de estos encajonados donde se pueden llegar a apreciar más de 15 rocas-rostro
en un espacio no mayor a los 10 metros (Fig. 1).
Aunque pueden existir varias propuestas interpretativas por el momento nos limitaremos solo
a mencionar estos rostros que se localizan en el tercer pasillo de ascenso. Se localizaron más
en otras partes del cerro donde se apreció que fue un lugar de tránsito para el hombre, y no en
Fig. 3.- Mirador donde se localizan pozashoradadas para captar agua de lluvia o de
sereno. Foto Enrique Méndez, 2012.
conformar algunas banquetas, escalones, esquinas de edificaciones, emparejamiento de una
pared, nivelación de suelo y elaboración de horadaciones para captar volúmenes bajos de agua
más que nada con fines rituales y no alimenticios o como reservorios.
El caso por demás interesante es el que nos ocupa de la estructura principal, el cuál en sus
primera etapa constructiva, quizás en el Posclásico Temprano sea el claro ejemplo de cómo se
adecuó la roca madre a las necesidades arquitectónicas, claro que con fines ideológicos. Parte
de sus últimos escalones y la plataforma se modelaron sobre este estrato volcánico.
Se observa que esta estructura fue construida en el peñasco cercano a la “punta del cerro” y
parte de su pared Norte fue constituido por esta piedra rebajada formando un ángulo de 90
grados. Se aprovecharon algunas oquedades quizás para agrandarlas y captar o derivar agua
de lluvia. En otro cuarto se aprecia que para levantar el muro Este, previamente se rebajó la
piedra y su parte superior no solo fue nivelada en distintas secciones sino que se le horadó un
rectángulo con un pequeño canal para derivar el agua (Fig. 4).
Por el símil actual con un mueble de baño se le ha denominado Tina de Moctezuma a un
espacio labrado en la roca, de consistencia más suave, del mismo cerro. Éste elemento quizás
sirvió para captar agua en algún momento. En la actualidad se encuentra incompleto pero
alguna poca gente ha mencionado que lo llegó a ver completo y que tenia forma de tina. En su
parte norte se puede apreciar en su cara superior bastante trabajo y un canal que quizás tuvo la
función de desaguar excedente de agua. Desgraciadamente las partes faltantes pudieron haber
informado de cómo esta “tina” se debió de haber llenado o haber captado agua (Fig. 5).
Comentarios finales
Resulta llamativo que en la primera fase habitacional de este cerro se le haya invertido bastantes
horas de trabajo para ir adecuando a sus necesidades este cerro conocido como El Tlatoani y
que con el paso del tiempo parte de este esfuerzo queda oculto y quizás existido en la memoria
colectiva de los abuelos.
Aunque los trabajos arqueológicos están en su primera etapa se ha encontrado poco material
que pudiera haber servido para cincelar la roca madre y aunque ésta pudiera parecer muy dura
se ha observado que con la humedad se reblandece y resulta más fácil su tallado, por lo que
la época de lluvias pudiera haber sido un momento que se dedicara para la transformación y
adecuación de la roca madre del cerro.
Bibliografía
Grove, David C.
1987
Miscellaneous Bedrock and Boulder Carvings. En Ancient Chalcatzingo. Editado por
David Grove. The Texas Pan American Series. University of Texas Press. Austin. :159-170
Fig. 5.- La llamada “Tina de Moctezuma”, que pudiera haber servido para captar y derivar agua. Foto Enrique Méndez, 2012.
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