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EL DESCONOCIDO DARWIN BICENTENARIO
César Villarreal, PhD., Departamento de Fisiología y Comportamiento Animal,
Universidad de Panamá, Ciudad Universitaria Octavio Méndez Pereira, El Cangrejo,
Panamá, Panamá.
E-mail: [email protected]
__________
El 12 de febrero de 2009 se
inició la celebración de los doscientos
años del nacimiento del ilustre biólogo
británico Charles Robert Darwin (18091882), evento que se recuerda
internacionalmente, con simposios y
artículos conmemorativos en las más
importantes revistas científicas del
mundo. A este acontecimiento le
acompaña otra celebración no menos
señera: los ciento cincuenta años de la
publicación del Origen de las Especies
a finales del presente año. Esta obra, a
la cual llamaremos de ahora en adelante
Origen, marca de forma imborrable la
imagen de Darwin como científico
solitario; que luego de recoger una
amalgama minuciosa de datos llega
finalmente al descubrimiento de las
leyes que rigen la transformación de una
especie en otra mediante selección
natural. Esta imagen, adecuada para la
historiografía tradicional, describe a la
ciencia como producto de la acción
intelectual solitaria de prohombres
capaces de desentrañar los misterios del
mundo poniéndolos al servicio de la
humanidad, gracias a su personalidad y
tesón. El resultado de esta forma
equívoca de valorar las contribuciones
científicas es el de convertir al científico
real en un perfecto desconocido.
La notable coincidencia de estos
dos acontecimientos no puede ser
soslayada por los panameños quienes,
por razones múltiples, no éramos
extraños a los intereses científicos de
Darwin. En efecto, la lectura comparada
de las seis ediciones del Origen (1859 –
1872) muestra que, en todas ellas, se
menciona al istmo de Panamá como una
barrera infranqueable que separa
definitivamente la fauna marina
atlántica y pacífica de todo el
continente. En la quinta edición del
Origen, publicada en 1869, se adiciona
que según las observaciones realizadas
por Albert Günther, el ictiólogo del
Museo Británico, el treinta por ciento
las especies de peces marinos
panameños son iguales en ambos lados
del istmo. De esta observación, Günther
infiere que el istmo estuvo abierto en el
pasado. En pocas palabras, Darwin
reconoció el triple carácter
biogeográfico del istmo de Panamá de
puente, barrera y tamiz. Esta sencilla
anotación revela mucho de los
respectivos caracteres del panameño
medio y del biólogo británico. El
presente escrito tiene el propósito de
describir las razones por las cuales los
biólogos del mundo celebramos con
entusiasmo el advenimiento del
bicentenario de Darwin.
Darwin geólogo
El biólogo británico es
recordado por su obra monumental el
Origen, pero este merecido
reconocimiento oculta el hecho de que
la mitad de la vida científica de Darwin
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Acta Biologica Panamensis Vol.1, 6-13
estuvo dedicada a la disciplina que
durante el siglo XIX fue considerada la
cúspide del desarrollo científico: la
geología. El joven Darwin fue reclutado
para el barco H.M.S. Beagle (1831 –
1836) como naturalista y caballero de
compañía del Capitán Robert FitzRoy, a
la edad de 22 años, y su sueño era
convertirse en un nuevo Humboldt y
contribuir a la geología. La geología se
avenía a las inclinaciones del joven
Darwin por su énfasis en la historia
natural y en la posibilidad de teorizar
ampliamente. El viaje de la Beagle
estaba guiado por intereses materiales
económicos importantes. De acuerdo
con FitzRoy, quien había realizado una
misión previa (1830), un geólogo
competente podría confirmar la
presencia de metales en la Tierra del
Fuego. Por otra parte, el hidrobiólogo
de la Marina Francesa Beaufort había
señalado la importancia de
investigaciones geológicas en las Islas
Carolinas (Micronesia), que según él,
producían buenos puertos protegidos
(Herbert 1986, Clark 1984). El viaje,
que se suponía duraría tres años, se
alargó por cinco, cubriendo visitas a las
islas de Cabo Verde, toda la porción
meridional de Suramérica (Brasil, Chile,
Perú) las islas del Pacífico, Nueva
Zelanda, sur de Australia y Sudáfrica.
A su regreso a Londres, Darwin
era considerado un geólogo consumado
y, junto con Charles Lylle, fue sin duda
la máxima e indiscutible autoridad en la
geología de su tiempo. Sus cartas desde
la Beagle habían sido leídas por figuras
tan relevantes como el profesor Adam
Sedgwick en la Sociedad Geológica de
Londres, y por su mentor, el profesor
John Henslow en la Sociedad Filosófica
de Cambridge. De esta forma, las
figuras más relevantes de la geología
británica rápidamente lo reconocieron
como uno de sus miembros; de manera
que a la edad de 28 años fue admitido
en la Sociedad Geológica de Londres,
donde tomó una de sus secretarías. Un
año después (1838), expresa en forma
explícita su satisfacción profesional al
escribir en uno de sus cuadernos de
notas, “Yo un geólogo, poseo una
noción mal definida de la tierra
cubierta por océanos, de animales
primitivos, de las lentas fuerzas que
fraccionan la superficie etc. (Keynes
2002, Darwin 1987, Herbert 1986)”
Dos son las contribuciones más
importantes de Darwin a la geología
contemporánea: la extensión de las
ideas originales de Lylle a las
bastedades continentales, y la
explicación de los orígenes y
transformación de los arrecifes
coralinos y de los atolones. Darwin
aplicó de forma elegante los conceptos
lylleanos locales de levantamiento
(elevación) y hundimiento (subsidencia)
del suelo a todo el continente
americano. De acuerdo con Lylle la
superficie terrestre está sometida a dos
fuerzas, de elevación y subsidencia, de
manera que mientras una porción del
suelo se eleva otra se hunde. Durante su
estancia en la Patagonia, llamó la
atención de Darwin, su enorme
extensión y permanencia, observación
que solo podía ser interpretada como el
resultado de la elevación de todo el
continente sudamericano y la posible
subsidencia del océano Pacífico. La
moderna teoría de la deriva continental
confirma, de manera inequívoca, las
teorías geológicas continentales de
Darwin. Mientras, su teoría sobre el
origen de los arrecifes coralinos es
impartida en todas las aulas de geología
del mundo entero.
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Revisiones
Su anhelo de convertirse en un
Humboldt inglés se vio coronado, en
1839, cuando fue publicado su libro
Viajes de un naturalista, que le hizo
enormemente popular y es referencia
apropiada en los más exigentes círculos
ilustrados de la Inglaterra de la
revolución industrial. Éste libro, junto
con el Origen y El origen del Hombre,
constituye la trilogía más leída de este
autor.
Darwin botánico
Si Darwin no hubiera escrito el
Origen, aún sería recordado por los
biólogos como botánico. La persona que
más influyó en su formación durante sus
vida estudiantil en la Universidad de
Cambridge fue el botánico John
Henslow, y durante toda su vida,
mantuvo una activa relación amical y
científica con el director del Jardín
Botánico Real de Kew, Sir Joseph D.
Hooker y con el padre de la botánica
americana -el profesor Asa Gray.
Cuatro temas ocuparon el interés de
Darwin en referencia a las plantas, tanto
en su aspecto experimental como
evolutivo: la distribución geográfica de
las plantas, la estructura y función
floral, la reproducción y el movimiento
de las plantas. A cada uno de estros
grandes temas dedicó cuatro de sus
obras mayores, sobresaliendo: Acerca
de los diversos dispositivos mediante
los cuales las orquídeas son fertilizadas
por insectos (1862) y La capacidad de
movimiento de las plantas (1880). Sus
trabajos botánicos fueron tan
sobresalientes que en 1878 fue elegido
miembro de la Academia Francesa en la
sección Botánica.
Darwin Zoólogo
No menos descollantes son los
intereses zoológicos de Darwin. Como
resultado de su viaje en la Beagle, edita
una obra suntuosa en cinco partes entre
febrero de 1838 y octubre de 1843, con
la colaboración de las mayores
autoridades zoológicas del Museo de
Historia Natural de Londres, que lleva
por título: La zoología del viaje de la
HSM Beagle.
Durante el interregno que va de
1844 a 1857, ocupará su mente y
esfuerzo en la revisión de los cirrípedos
(crustáceos) del mundo, lo que le
convertirá en la mayor autoridad de ese
grupo. El resultado final fueron dos
gruesos volúmenes denominados Una
monografía sobre la subclase
cirrípedos. Dicha obra, junto con sus
publicaciones sobre la geología
sudamericana (La geología de los viajes
de la Beagle, 1842 - 1846), le valieron
la Medalla de la Real Sociedad de
Londres en 1853. El trabajo sobre los
cirrípedos es de especial importancia
pues separa la anatomía comparativa
moderna, basada en el estudio de las
condiciones de existencia a la que se
ven sometidos los seres vivos, de
aquella que pretende, siguiendo al poeta
J.W. Goethe (1749 – 1832), el
descubrimiento de los patrones
abstractos y puros de la forma animal.
Darwin evolutista
El Origen de las especies (1859)
es indudablemente la obra cumbre de
Darwin y a la cual se asocia el término
darwinismo. Darwinismo, por otra
parte, tiene una serie de connotaciones
que comprenden, cuando menos, cinco
teorías distintas, a saber: la selección
natural, la descendencia con
modificación, el gradualismo, la
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Acta Biologica Panamensis Vol.1, 6-13
inconstancia de las especies y la
especiación (Mayr 2001). El Origen
comprende las dos primeras, la de
descendencia con modificación y la de
selección natural. A ellas nos
dedicaremos a continuación por cuanto
describen en forma extraordinaria la
metodología científica de Darwin.
La teoría de la descendencia,
asume que todos los organismos vivos
somos similares por el hecho de
descender de un antepasado común. El
método darwinista consiste en someter a
contrastación, experimental u
observacional, una proposición
consecuentemente derivada de un
postulado general o antecedente. Así
tenemos, que es de esperar que todos los
vertebrados tengan esqueleto axial y dos
cinturas anexas, la escapular y la
pélvica, pues todos los vertebrados son
tan similares que su existencia solo
puede ser interpretada como
proveniente de un antepasado común
con el cual comparten las mismas
características morfológicas. En
realidad es esto lo que se observa, pero
lo más interesante son las excepciones
representadas por aquellos vertebrados
que les falta una, o ambas, cinturas (e.g.
las ballenas o las culebras). Tales
organismos excepcionales presentan
remanentes de la cintura pélvica como
las ballenas y las boas. Argumentos
como éstos son analizados y descritos
minuciosamente por Darwin en el
Origen, aplicándolos a ejemplos
derivados de la biogeografía,
embriología, paleontología y ecología
de animales y plantas. Podría argüirse
que evidencias como estas son
accidentales e inconexas; no obstante,
es éste carácter el que hace de ellas
pruebas científicas. Como quiera que
cada prueba se basa en asunciones y
metodologías absolutamente diferentes,
y como todas arriban a los mismos
resultados; cada una de ellas es prueba
objetiva e independiente de la otra. Por
las mismas razones, no son hechos
accidentales o azarosos sino que están
asociados causalmente.
La teoría de la selección natural,
por otra parte, es el mecanismo
propuesto por Darwin para explicar la
transformación de las especies a partir
de una especie ancestral común. Según
el razonamiento, los individuos se
reproducen en forma proporcional a la
cantidad de recursos que han sido
capaces de acumular durante la
temporada de abundancia. De tal forma,
los individuos que han cosechado más
recurso, se reproducirán en abundancia
pues tienen un mayor número de células
gonadales o flores y la energía necesaria
para atraer pareja o polinizador y
defender un territorio. Los individuos
que han conseguido mayor recurso, lo
obtienen porque poseen características
orgánicas aparecidas espontáneamente
que le dan ventajas con respecto a
cualquier otro competidor de la misma
especie, dejando entonces un mayor
número de descendientes iguales a él a
la próxima generación. A este proceso
es al que se denomina supervivencia del
más apto. Los más aptos, con sus
características ventajosas, en un sitio y
momento específico, las heredarán a la
posteridad creando nuevas variedades
cada vez más acusadamente distintas.
Este proceso es inconciente, y la
selección la ejercen los factores
ambientales, como las condiciones
climáticas o la competencia con otros
seres vivos (contrincantes de la misma
especie u otra), parásitos o
depredadores.
9
Revisiones
Darwin teólogo
Se ha acusado a Darwin de no
aportar pruebas de la evolución y de
defender el materialismo ateo. La
primera acusación es infundada, las
evidencias anteriormente descritas son
conocidas con la denominación de
pruebas independientes, objetivas e
indirectas. Se conocen en la actualidad
cientos de pruebas evolutivas de
carácter directo. Se describen con este
término a las pruebas en las cuales el ser
humano es testigo del cambio evolutivo
o de los resultados de la
experimentación. Entre este tipo de
pruebas se cuenta la resistencia de las
bacterias de la sífilis, gonorrea y
tuberculosis a los nuevos antibióticos,
puesto que somos testigos de que éstos
microorganismos han evolucionado
rápidamente, desde la segunda guerra
mundial a nuestros días, de formas
altamente sensibles a otras muy
resistentes a los antibióticos. Otro caso
de evidencia directa es la formación de
una nueva especie de planta en
laboratorios rusos hace poco menos de
un siglo. El experimento consistió en el
cruce de dos especies distintas de
plantas y su estabilización mediante
alopoliploidía. La especie así formada,
Raphanobrassica spp (Karpechenko
1927), habita hoy día en las estepas
rusas de forma silvestre. Por último, los
fósiles de animales y plantas son
pruebas directas de la evolución pues
los fósiles son ellos mismos testigos de
su permanencia y desaparición sobre la
faz de la Tierra.
La contribución conjunta más
importante que Jean-Baptiste de
Lamarck (1744-1829) y Charles
Darwin han hecho consiste en instituir
la Ciencia biológica. El primero, por
darle un objeto a la disciplina y el
segundo por brindarle un contenido
unitario. De hecho, el término
“biología” fue acuñado en 1802 por
J.B. Lamarck e, independientemente,
por Gottfried Reinhold Treviranus
(1776 – 1837)1. Las ciencias naturales
son materialistas e irreligiosas en el
sentido que todas asumen la existencia
de la materia, independiente y anterior a
todo conocimiento, y que no se
satisfacen con la autoridad de verdades
reveladas. La última disciplina natural
en aceptar estos dos postulados fue la
biología, y más recientemente la
psicología, gracias, en ambos casos, a
las contribuciones de Darwin. La teoría
evolutiva darwinista es materialista de
la misma forma que lo son el conjunto
de las ciencias, y por tanto, está
sometida a los mismos principios y
procedimientos metodológicos.
Al final de sus días el gran
biólogo se declaró agnóstico
(Lamoureux 2004, Darwin 1958), pero
las razones nada tienen que ver con la
teoría de la selección natural. Es un
hecho cierto, sin embargo, que hasta
1859 la teoría creacionista del origen de
las especies era enseñada en todas las
universidades del mundo como una
teoría científica (Limoges 1976). La
misma considera que las especies
fueron creadas, una vez y para siempre,
por un ser superior. Si este concepto se
aplica en forma coherente a las
poblaciones naturales de plantas y
animales se notará de inmediato la
flagrante contradicción entre los
postulados del creacionismo y la
realidad material que nos circunda. Un
1
Se ha indicado que el término
“biología” fue utilizado anteriormente
por el médico alemán Karl F. Burdach
(1800), pero para referirse al estudio
del hombre o antropología.
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Acta Biologica Panamensis Vol.1, 6-13
ejemplo sencillo tomado de la lectura
del Origen demuestra que los seres que
habitan regiones del globo muy
distantes, pero ecológicamente
equivalentes, están pobladas por
especies distintas, aunque similares.
Mientras que las que habitan en
localidades aledañas, aunque
ecológicamente diferentes, están
normalmente emparentadas y son
morfológicamente muy distintas. Estas
observaciones, fácilmente explicables
en términos darwinistas son
inconsistentes con la teoría de la
creación especial; pues sugieren que el
ser superior hace especies distintas para
ecosistemas equivalentes. Por otra parte,
si el ser superior hace uso de la
selección natural para realizar los
cambios biológicos, significa que se
equivoca al copiar la información
hereditaria, pues la fuente de la
variación está en la mutación y en la
recombinación azarosa (Wiener 1967).
El Origen, es pues un alegato contra las
inconsistencias manifiestas de la teoría
creacionista para explicar los
fenómenos biológicos y no un discurso
ateísta. Se puede demostrar que hay en
Darwin una seria atención a los
problemas de carácter religioso
habiéndose preparado en la Universidad
de Cambridge para párroco rural, y por
la enorme correspondencia dedicada a
este menester (Darwin 1887).
Darwin, por confesión propia, no
era ciertamente un ardiente creyente,
pero las razones que arguye para
justificar su débil fe son el resultado de
la aplicación de la lógica deductiva;
como el caso en que cuestiona la
asunción de que los evangelios pudieron
ser escritos simultáneamente con los
eventos que narra o en la aceptación de
la Biblia como autoridad suprema en
asuntos de moralidad (Darwin 1887).
Esta y otras dudas acerca de la
salvación a través de Cristo fueron
planteadas por Darwin mucho antes de
la formulación completa de la teoría de
la selección natural en 1842 (Darwin
1909). Su pérdida de fe fue lenta, de
manera que no dejó marcas importantes
en su espíritu, en especial cuando
descubre que los procesos que llevaron
a la aparición de la conciencia humana
están gobernados por las leyes fijas de
la selección natural (Darwin 1887).
Por otra parte, sus primeras
especulaciones sobre la transmutación
de las especies son de origen teológico.
Siendo tripulante de la Beagle, Darwin
leyó los Principios de Geología de
Charles Lylle. El segundo volumen de
dicha obra analiza en forma
pormenorizada la teoría de la
transmutación de las especies, la cual
era adversada por Lylle. Este tema es
relevante desde el punto de vista
geológico por su relación con la
extinción de las especies. Durante la
década de 1830s existían dos maneras
de encarar los problemas geológicos: la
catastrofista una y uniformitarista la
otra (Hallan 1985). La teoría
catastrofista era sostenida, entre otros,
por el brillante paleontólogo francés
George Cuvier, quién consideraba que
las especies eran extintas por actos
súbitos y catastróficos que borraban
todo rastro de vida, el creador las
reponía mediante creaciones sucesivas.
A esta elucubración se le conoce, en
geología, como catastrofismo, pues
asume que las transformaciones
geológicas son causadas por cambios
dramáticos en las condiciones de vida,
como diluvios universales o acentuados
incrementos de la temperatura. Lylle,
por otro lado creía que las especies eran
aniquiladas en forma lenta o gradual,
mediante diminutos y lentos cambios en
11
Revisiones
las condiciones de vida. A esta doctrina
se le llama uniformitarismo. Darwin, el
mejor discípulo de Lylle, asumió una
posición gradualista. Darwin llega a esta
conclusión por la lenta elevación de las
pampas argentinas, donde no se
observan cambios súbitos del paisaje
geológico, por ende los fósiles
encontrados por él, en esta localidad,
debieron extinguirse tan lentamente
como el paisaje geológico que les
acompañaba. Siguiendo a Lylle, asumió
que las especies extintas debieron ser
remplazadas por otras nuevas. Pero la
causa del reemplazo es considerada
milagrosa al afirmar que “ ‘La aptitud
la cual el Autor de la Naturaleza ha
establecido ahora’…sería contradicha
si las especies extintas no fueran
remplazadas” (Herbert 1986).
Darwin y nosotros
La capacidad para resolver el
problema de la transformación de las
especies, que en su tiempo se denominó
el misterio de los misterios, es
indudablemente la contribución más
grande que el genio de Darwin aportó a
las generaciones venideras. Muchos
problemas quedan por resolver, entre
ellos el origen del sexo y de la célula
eucariota mediante selección natural.
Otros problemas que quedaron por
resolver, según Darwin, fueron los de la
evolución de la conducta social y el
origen de la variación. Nosotros, sus
herederos, podemos afirmar con orgullo
que muchos de estos problemas han
sido resueltos en forma total, o parcial,
mediante la aplicación continuada del
método desarrollado por Charles
Darwin (Okasha 2006; Ghiselin 2003).
Al inicio del presente ensayo nos
quejamos de la actitud del panameño
medio al ignorar la atención que el
investigador británico prestó a nuestro
país. La explicación de este desinterés
tiene que ver, probablemente, con
nuestra naturaleza histórica dual:
transitista y profunda. La primera
naturaleza se asocia a los cambios
económicos internacionales,
acompañado de repentinos auges de
riqueza en el istmo y su subsiguiente
postración luego del apogeo. La
segunda, en cambio, está relacionada
con la construcción y perfeccionamiento
del estado nacional. Octavio Méndez
Pereira formuló esta teoría de la
nacionalidad panameña percibiendo una
especie de neurosis del ser panameño,
cónsona con la visión positivista de las
postrimerías del siglo XIX. Aunque esta
dualidad representa, más bien, la fusión
dialéctica de nuestro ser con el medio
que nos circunda: puente, barrera y
tamiz. Así reconocemos, que con la
creación del estado nacional se funda la
primera institución educativa
verdaderamente republicana y
democrática -el Instituto Nacional. En
sus aulas impartió clases el maestro
Federico Calvo quién presenta por
primera vez las ideas de Charles Darwin
en el istmo (Calvo 1925). Más tarde, en
1936, desde las aulas de la recién creada
Universidad de Panamá se impartirá la
teoría científica del origen de las
especies mediante selección natural por
el Dr. Erich Graetz (Graetz 1944). Estas
dos instituciones educativas, con el
devenir de los años, han permitido
nuestra transformación en sujetos y
objetos de nuestro destino. El
aniversario del nacimiento de Charles
Darwin nos permite reconocer en
nosotros el destino de otros seres
humanos y de la naturaleza.
La aspiración máxima de
Darwin fue la de crear una ciencia
12
Acta Biologica Panamensis Vol.1, 6-13
dedicada al estudio del misterio de los
misterios, esa aspiración es hoy día una
realidad que denominamos Biología
Evolutiva. Esta disciplina y su cultivo
son el mejor tributo que podemos dar a
la celebración del bicentenario del
nacimiento de Charles Robert Darwin.
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