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D O S REVOLUCIONARIOS.
N A P O L E Ó N I I I Y BISMARCK
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El nuevo orden europeo fue obra de dos colaboradores bastante
insólitos, que luego llegarían a ser archienemigos: el emperador Napoleón I I I y Otto v o n Bismarck. Estos dos hombres pasaro^n^oj^altp los >
antiguos lemas de Metternich: que enTnterés de la estabilidaonabía j
que conservar las cabezas coronadas legítimas de los Estados de Eu- /
ropa; qué había q u e suprimir losjmovimientos nacionales y liberales, y, I
ante todo, q u e ^ ^ x ^ a c i o n e s ^ t r e , los Estados habían d e ser determi- y
nadas p o r cc>rjsr P entre gobernantes de ideas afines. A m b o s basaron /
su política en la Realpolitik: la idea de q u e las relaciones entre los Esta-/ l - n * .
dos_son determinadas p o r la^|ue^z^bnjta, y que eTmas poderoso pre-\r
7
valecerá.
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Sobrino del gran Bonaparte que había devastado a Europa, Napoleón I I I fue, en su j u v e n t u d , m i e m b r o de sociedades secretas italianas
que luchaban contra la dominación austríaca en Italia. Elegido presidente en 1848, Napoleón se declaró emperador tras u n g o l p e de Estado
en 1852. Otto v o n Bismarck era vastago de una eminente familia p r u siana y apasionado adversario de la revolución liberal de 1848 en Prusia. Bismarck llegó a Ministerprasident
(primer ministro) en 1862 sólo
porque el rey, renuente, no v i o otra manera de resolver u n a discusión
c o n u n Parlamento reacio acerca de asignaciones militares.
Entre los dos, Napoleón I I I y Bismarck, lograron, anular los acuerdos \
de Viena; sobre t o d o el sentido de moderación que había emanado de \
una creencia en los valores conservadores compartida p o r ambos. Sería
imposible imaginar dos personalidades más distintas q u e Bismarck y
Napoleón III. El Canciller de Hierro y la Esfinge de las Tullerías sólo estaban unidos p o r su aversión al .sistema de Viena. A m b o s consideraban
que el orden establecido por Metternich en Viena en 1815 era u n i mpedimento. .Napoleón I I I odiaba el sistema de Viena p o r q u e había sido 1
^pr^rnfntpj^^e^^^
r<>n|rni'r . i Fr^pria A u n q u e Napoleón I I I /
n o tuviese las ambiciones megalómanas de su tío, este enigmático gobernante consideró q u e Francia tenía derecho a una ocasional ganancia
territorial, y n o deseaba que una Europa unida la obstaculizara. Además,
creía que el nacionalismo y el liberalismo eran valores q u e el m u n d o
atribuía a Francia, y q u e el sistema de Viena, al reprimirlos, ponía freno
a sus ambiciones. A Bismarck le enfureció la obra de Metternich p o r q u e l ¡
obligaba a Prusia a ser el asociado m e n o r de Austria e n la Confedera-C
ción Germánica, y estaba convencido ¿le que la Confederación con-'* *
servaba a tantos minúsculos soberanos alemanes q u e maniataba a Prusia. & Prusia quería realizar su destino y unificar a Alemania, tenía que Adestruir e< s i ^ f m ^
V-ÍP^-J
ns
V
Dos revolucionarios:
Napoleón I I I y B i s m a r c k
E l . DESPLOME del sistema de M e t t e r n i c h como secuela de la guerra de
Crimea produjo casi dos decenios de conflictos: la guerra del Piamonte
y Francia contra Austria en 1859, la guerra p o r el Schleswig-Holstein de
1864, la guerra austro-prusiana de 1866 y la franco-prusiana de 1870.
De este vórtice surgiría en Europa u n nuevo e q u i l i b r i o del poder. Francia, que había participado en tres de las contiendas y alentado las
demás, perdió su posición de p r e d o m i n i o ante Alemania. Y, de i m p o r tancia mayor aún, desaparecieron los frenos morales d e l sistema de
Metternich. Este tumuTto"qüedó simbolizado c o n el uso de u n nuevo
teTmtnó para una política irrestricta de equilibrio d e l poder: el término
alemán Realpolitik remplazó al término francés raison d'état, sin m o d i ficar, empero, su significado.
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A u n q u e compartieran el mismo desdén p o r el o r d e n establecido, los
dos revolucionarios terminaron en polos diametralmente opuestos en
cuanto a sus realizaciones. Napoleón logró l o contrario de lo que se r l
había propuesto. ImaginanckTser el destructor del acuerdo ele' Viena y V
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el inspirador del nacionalismo europeo, puso la diplomacia europea en
una situación tan confusa que, a la larga, Francia n o o b t u v o nada y
otras naciones sí se beneficiaron. Napoleón hizo posible la unificación
f de Italia e involuntariamente favoreció la unificación de Alemania: dos
acontecimientos qülTctelJiifcrrOT
a Francia y destruyeI r o n la base histórica de la p r e d o m i n a n t e influencia francesa en la Europa central. Frustrar esos acontecimientos habría estado más allá de la
capacidad de Francia, pero la errática política de Napoleón hizo m u c h o
p o r acelerar el proceso que al m i s m o tiempo destruyó la capacidad de
Francia para moldear el nvievo o r d e n internacional de acuerdo c o n sus
I intereses a largo plazo. Napoleón trató de sabotear el sistema de Viena
porque consideró que aislaba a Francia — l o q u e hasta cierto p u n t o era
\ v e r d a d — , y sin embargo, cuando terminó su reinado, en 1870, Francia
I estaba m u c h o más aislada de 10' que e s W V l g h r q j i í m T r é T p é T I ^ o de
V Me^¿e*rYffcTí * *w^<»*^^
f
El legado de Bismarck fue totalmente opuesto. Pocos estadistas h a n
alterado tanto el curso de la historia. Antes'de que Bismarck tornara p o sesión de su cargo, sejssperaba q u e la u n i d a d alemana se lograra p o r
medio d e l t i p o de gobierno p a r l a m e n E ^ y LUllüUlUÜÜñál q u e había
sido^rm&ÍOfTrá
Cinco años después, Bismarck
estaba e n vías de resolver el p r o b l e m a de la unificación alemana, que
había c o n f u n d i d o a tres generaciones de alemanes, pero l o hizo c o n
base en la preeminencia d e l p o d e r prusiano y n o p o r un"proceso de
constitucionalismo democratizó. 'La 'solución de Bismarck nunca la había p r o p u g n a d o u n grupo importante. Demasiado democrática para los
conservadores, d£m¿sja¿^^u|oritaria "para los liberales, demasiado
orientada al poder .para los legitimistas, la nueva Alemania fue hecha a
la medida de u n genio que se p r o p u s o dirigir las fuerzas, exteriores y
nacionales, q u e había desencadenado, m a n i p u l a n d o sus antagonismos:
tarea q u e él dominó, pero q u e sobrepasó la capacidad de sus sucesores.
iMi ,to
Durante su vida, Napoleón I I I fue llamado la Esfinge de las Tullerías,
pues creíase que estaba m e d i t a n d o sobre vastos y brillantes designios,
cuya naturaleza nadie podría discernir hasta que, gradualmente, se
realizaran. Decíase que era enigmáticamente astuto p o r haber puesto
fin al aislamiento diplomático de Francia según el sistema de Viena, y
por haber iniciado la desintegración de la Santa Alianza mediante la
guerra de Crimea. Sólo u n o de los dirigentes europeos, Otto v o n Bismarck, v i o desde el p r i n c i p i o a través de su capa de misterio. E n el decenio de 1850 su sardónica descripción de Napoleón había sido: "Se
sobrestima su inteligencia a expensas de su sentimentalismo".
Como su tío, también Napoleón I I I estaba obsesionado p o r su falta
de credenciales legítimas. A u n q u e se considerara revolucionario, anhe-
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laba ser aceptado p o r los reyes legítimos de Europa. Desde luego, si la
Santa Alianza hubiese conservado sus convicciones originales, habría
intentado derrocar las instituciones republicanas que habían remplazado al gobierno monárquico francés en 1848. Los sangrientos excesos
de la Revolución francesa aún estaban en la memoria de los vivos, p e r o
también l o estaba el hecho de que la intervención extranjera en Francia
había lanzado los ejércitos revolucionarios franceses contra las naciones de Europa e n 1792. A l mismo tiempo, el idéntico temor a una intervención extranjera había hecho q u e la Francia republicana n o deseara
exportar su revolución. De este estancamiento de inhibiciones, las
potencias conservadoras se obligaron, de mala gana, a reconocer a l a l
Francia republicana, gobernada inicialmente p o r el poeta y estadista f
Alphonse de Lamartine, luego p o r Napoleón c o m o presidente elegido, ¡
y por último, p o r Napoleón " I I I " c o m o emperador en 1852, después d e '
su golpe de Estado del anterior diciembre, en que anuló la prohibición
constitucional contra su reelección.
No bien h u b o proclamado Napoleón I I I el Segundo Imperio, volvió a
plantearse la cuestión del reconocimiento. Esta vez se centró en si
debía reconocerse a Napoleón c o m o emperador, ya que el acuerdo de
Viena había proscrito explícitamente a la familia Bonaparte d e l t r o n o
francés. Austria fue la primera e n aceptar l o que n o podía modificarse.
El embajador austríaco en París, el barón Hübner, habló de u n c o m e n tario típicamente cínico de su jefe, el príncipe Schwarzenberg, de fecha
31 de diciembre de 1851, que confirmaba el f i n de la época de Metternich: "Se acabaron los tiempos de los p r i n c i p i o s " .
La siguiente preocupación de Napoleón fue saber si los demás m o narcas se dirigirían a él llamándolo "hermano", c o m o l o hacían entre sí,
o en alguna forma menos ceremoniosa. A la postre, los monarcas austríaco y p a i s i a n o cedieron a la preferencia de Napoleón, aunque el zar
Nicolás I se m a n t u v o firme, negándose a llamarlo más que "amigo".
Dada la opinión q u e el zar tenía de los revolucionarios, sin duda creyó
que ya había d a d o a Napoleón más de lo necesario. Hübner registró la
sensación de ofensa en las Tullerías:
1
Existe la sensación de ser desdeñados por las antiguas cortes continentales.
Esto es lo que corroe el corazón del emperador Napoleón.
2
Estos desdenes, reales o imaginarios, revelaron la brecha que existía
entre Napoleón y los demás monarcas europeos, q u e fue una de las
ra (res psicológicas de los imprudentes y continuos ataques de N a p o león a la d i p l o m a c i a europea.
Lo irónico de la vida de Napoleón es que estaba m u c h o mejor dota-"t
d o para la política interna, que básicamente le aburría, que para las?
aventuras e n el exterior, para las cuales le faltaban audacia y visión.^
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Cada vez que se tomó u n respiro en su autodesignada misión r e v o l u cionaria, Napoleón hizo importantes contribuciones al desarrollo de
Francia. Llevó a su patria la Revolución industrial. Su ayuda a las grandes instituciones de crédito desempeñó u n papel decisivo en el desI arrollo económico de Francia. Y reconstruyó París, dándole su grandiosa apariencia moderna. A comienzos del siglo xix, París aún era u n a
ciudad medieval, c o n callejas estrechas y tortuosas. Napoleón d i o a su
asesor, el barón Haussmann, la autoridad y el presupuesto necesarios
para crear la ciudad m o d e r n a de espaciosos bulevares, grandes edifij i cios públicos y vastos panoramas. El hecho de q u e u n propósito de las
/( grandes avenidas Riese ofrecer una vista despejada a los tiradores, para
\\ combatir a los revolucionarios, n o demerita la magnificencia n i el carácter permanente de esta realización.
Pero la política exterior constituía la pasión de Napoleón, y en ella se
encontraba desgarrado entre emociones conflictivas. Por una parte, c o m prendió q u e nunca podría satisfacer su anhelo de legitimidad, p o r q u e
la legitimidad de u n monarca es u n derecho de nacimiento que n o se
puede conferir. Por otra parte, en realidad n o deseaba pasar a la historia
c o m o legitimista. Había sido u n carbonari italiano (luchador i n d e p e n diente), y se consideraba defensor de la autodeterminación nacional.
\ A l m i s m o tiempo, n o le gustaba correr grandes riesgos. El objetivo últi/
de Napoleón era abrogar las cláusulas territoriales aeHácüefdó de
{ Viena "y alterar el sistema de Estados en el q u e se había basado. Pero
m i ^ ' S ^ f ^ n i m j a ^ n j ^ d t m c ^ i en una
p a e m a m a uniHcaaa, q u e pondría fin para sTt'rflfSty ;rT:is aspiraciones
francesas de d o m i n a r la Europa central.
""""
"""'Por consiguiente, la naturaleza errática de la política de Napoleón
fue u n reflejo de su ambivalencia personal. Desconfiado de sus "hermanos" monarcas, Napoleón se v i o obligado a depender de la opinión
pública, y su política fluctuó c o n su evaluación de l o q u e se necesitaba
para sostener su popularidad. En 1857 el u b i c u o barón Hübner escribió
al emperador de Austria:
m
o
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tras estuvo confinado a la Italia septentrional, y favoreció la i n d e p e n dencia polaca mientras n o entrañara u n riesgo de guerra. En cuanto a
Alemania, simplemente n o sabía de qué lado colocarse. H a b i e n d o es- ^
perado una lucha prolongada entre Austria y Prusia, el p r o p i o Napoleón
se puso e n ridículo pidiendo a la vencedora Prusia que l o compensara /
después de los hechos, p o r su p r o p i a incapacidad para a^vinaLcuál {
sería el vencedor.
**
**—--'
Lo que más habría convenido al estilo de Napoleón era u n congreso
europeo q u e modificara el mapa de Europa, pues ahí él podría lucirse
con riesgo mínimo; tampoco tenía Napoleón u n a idea clara de cómo
deseaba alterar las fronteras. Sea c o m o fuere, ninguna otra gran p o t e n cia estaba dispuesta a organizar semejante foro para conveniencia de ,
las necesidades internas de Napoleón. Ninguna nación acepta modifi^)
car sus fronteras (especialmente e n su perjuicio) si n o existe, una.abso-1
luta necesidad de hacerlo. Como resultaron las cosas, el único congreso!
que Napoleón presidió — e l Congreso de París, q u e puso f i n a la guerra
de C r i m e a — n o alteró el mapa de Europa; simplemente ratificó l o q u e
se había conseguido en la guerra. Se prohibió a Rusia mantener u n a
armada e n el Mar Negro, q u e d a n d o así privada de capacidad defensiva
contra o t r o ataque británico; Rusia también fue obligada a devolver a
Turquía la Besarabia y el territorio de Kars, en la costa oriental d e l M a r
Negro. Además, el zar tuvo que renunciar a su pretensión de ser el p r o tector de los cristianos otomanos, q u e había sido la causa directa de la
guerra. El Congreso de París simbolizó la escisión de la Santa A l i a n z a !
pero n i n g u n o de los participantes estuvo dispuesto a emprender la i
revisión d e l mapa de Europa.
Napoleón nunca logró reunir o t r o congreso q u e modificara el mapa
de Europa, p o r una razón básica, q u e le señaló el embajador británico, *
l o r d Clarendon: u n país Que busca grandes cambios y n o está dispuesto*
a correr g r a n d e s r i j j ^ ^
A sus ojos [de Napoleón], la política exterior sólo es un instmmento que
emplea para asegurar su gobierno en Francia, para legitimar su trono, para
fundar su dinastía [...] No retrocedería ante ningún medio, ante ninguna
combinación que le conviniera para hacerse popular en su patria.
Veo que la idea de un congreso europeo está germinando en la mente del
emperador, y con ella el arrondissement de la frontera francesa, la abolición
de tratados caducos y otros remaniements que pudieran ser necesarios. Yo
improvisé una extensa lista de los peligros y dificultades que entrañaría ese
congreso, a menos que sus decisiones fuesen unánimes, lo que no era
probable, o que una o dos de las más grandes potencias entraran en guerra
por lo que deseaban.
En este proceso, Napoleón quedó prisionero de las crisis que él mism o había causado, porque le faltaba una brújula interna que le indicara
el r u m b o . Una y otra vez fomentó una crisis — y a en Italia, ya en Polonia, después en A l e m a n i a — sólo para retroceder ante sus últimas c o n secuencias. Poseía la ambición de su tío, pero n o su valor n i su genio
n i , para el caso, su fuerza bruta. Apoyó el nacionalismo italiano m i e n -
En cierta ocasión Palmerston resumió la capacidad de Napoleón
como estadista diciendo: "[...] las ideas proliferaban en su cabeza c o m o
conejos e n una conejera". Lo m a l o era que estas ideas n o estaban relacionadas c o n ningún concepto p r i m o r d i a l . E n el desorden que siguió al
desplome d e l sistema de Metternich, Francia se encontró ante dos o p ciones estratégicas: podía llevar adelante la política de Richelieu y
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esforzarse p o r mantener dividida a la Europa central. Esto habría requerido que Napoleón abandonara sus convicciones revolucionarias, al
menos dentro de Alemania, en favor de los gobernantes legítimos, deseosos de mantener la fragmentación de la Europa central. O que Napoleón se hubiese puesto a la cabeza de una cáizada republicana, c o m o
lo hiciera su tío, c o n la esperanza de que así Francia se ganara la gratitud de los nacionalistas y, acaso, el liderazgo político de Europa.
Para desdicha de Francia, Napoleón aplicó ambas estrategias a la vez.
C o m o defensor de la autodeterminación nacional, pareció olvidar e l
riesgo geopolítico q u e esta actitud entrañaría para Francia en la Europa
central. A p o y ó la Revolución polaca, pero retrocedió ante sus consecuencias. Se opuso al acuerdo de Viena como afrenta para Francia, sin
comprender hasta q u e fue demasiado tarde q u e el o r d e n m u n d i a l d e
Viena era, asimismo, la mejor garantía de seguridad para Francia.
Y es que la Confederación Germánica fue planeada para actuar c o m o
u n i d a d sólo contra u n abrumador peligro exterior. Los Estados que la
formaban tenían explícitamente p r o h i b i d o unirse c o n propósitos ofensivos, y nunca se habrían puesto de acuerdo en una estrategia ofensiva,
c o m o l o demostró el hecho de que ese tema nunca fue siquiera m e n cionado en el m e d i o siglo que duró la Confederación. La frontera francesa d e l Rin, inviolable mientras se mantuviese intacto el acuerdo de
Viena, n o resultaría segura durante u n siglo tras el desplome de la Confederación, que la política de Napoleón hizo posible.
Napoleón nunca captó este elemento clave de la seguridad francesa.
Todavía al estallar la guerra austro-prusiana en 1866 — c o n f l i c t o que puso
fin a la Confederación— escribió Napoleón al emperador de Austria:
Debo confesar que no sin cierta satisfacción he presenciado la disolución
de la Confederación Germánica, organizada principalmente contra Francia.
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El Habsburgo respondió, c o n m u c h o mayor agudeza: "[...] la Confederación Germánica, organizada c o n motivos p u r a m e n t e defensivos,
durante su m e d i o siglo de existencia n o d i o a sus vecinos ninguna
causa de alarma". La alternativa a la Confederación Germánica n o era
la Europa central fragmentada de Richelieu, sino una Alemania unificada, c o n población superior a la de Francia y capacidad industrial q u e
p r o n t o la dejaría atrás. A l atacar el acuerdo de Viena, Napoleón estaba
transformando u n obstáculo defensivo en una potencial amenaza ofensiva a la seguridad francesa.
Para u n ffijjd&a.. ^ J?.£y,,ba de fuego consiste e n ver si, entre el torbellino de üeasiones* tácticas, puede percibir los ai^ér^i^^ntereses de
s u n a t r i a a largo plazo e inventar una estrategia a p r o p i a d a para favorecerlolT"Napoleón habría p o d i d o gloriarse en la aclamación con que se
recibieron sus sagaces tácticas durante la guerra de Crimea (ayudadas
7
a
e
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p o r la miopía austríaca), y en las crecientes opciones diplomáticas que
entonces se abrían ante él. El interés de Francia habría consistido en
mantenerse al lado de Austria y de la G r a n Bretaña, los dos países que
probablemente apoyarían más el arreglo territorial de la Europa central.
En cambio, la política del emperador fue en gran parte idiosincrásica
e impulsada p o r su caprichosa naturaleza. Siendo u n Bonaparte, n u n c a )
se sintió a sus anchas cooperando c o n Austria, a u n o u e e s Q je^djctara l a f
^¡^S^^jStat. En 1858 dijo Napoleón a u n diplomático piamorMsf^uListria es u n gabinete p o r el que siempre he sentido y aún siento la más
viva repugnancia". Su amor a los proyectos revolucionarios le hizo entrar en guerra c o n Austria por causa de Italia en 1859. Napoleón se enajenó la v o l u n t a d de la Gran Bretaña al anexarse a Saboya y Niza en la
secuela de la guerra, así como p o r sus repetidas propuestas de u n congreso europeo que modificara las fronteras de Europa. Para completar
su aislamiento, Napoleón desaprovechó la posibilidad de aliar a Francia c o n Rusia p o r apoyar la Revolución polaca en 1863. H a b i e n d o puesto
la diplomacia europea en constante estado de cambio, bajo las banderas de la autodeterminación nacional, d e p r o n t o Napoleón se encontró
aislado cuando, saliendo del t o r b e l l i n o al que él tanto había contribuid o , se materializó una nación alemana para poner f i n a la supremacía
francesa en Europa.
8
El emperador h i z o su primera jugada —después d e C r i m e a — e n
Italia, en 1859, tres años después d e l Congreso de París. Nadie había
esperado q u e Napoleón volviera a la inclinación de su juventud, tratand o de liberar a la Italia septentrional d e l yugo austríaco. Francia habría
tenido p o c o que ganar en semejante aventura. Si ésta triunfaba, crearía
u n Estado en una posición m u c h o más fuerte, q u e podría bloquear la
tradicional ruta francesa de invasión; en caso de fracasar, la humillación
sería mayor aún, dada la vaguedad d e su objetivo. Y triunfara o fracasara, los ejércitos franceses en Italia inquietarían a Europa.
Por todas estas razones, el embajador británico, l o r d H e n r y Cowley,
estaba convencido de que una guerra francesa en Italia n o era probable.
" N o está e n su interés entablar una guerra", dijo Cowley, según el informe de Hübner: "La alianza c o n Inglaterra, aunque se tambaleara p o r u n
m o m e n t o , y aún h o y esté d o r m i d a , sigue siendo la base d e la política
de Napoleón I I I " . Unos tres decenios después proponía Hübner estas
reflexiones:
9
Apenas podíamos comprender que este hombre, que había llegado al pináculo de los honores, a menos que estuviese loco o fuese víctima de la locura de los jugadores, pensara seriamente, sin un motivo comprensible, en
participar en otra aventura.
10
Y sin embargo Napoleón sorprendió a todos los diplomáticos, c o n
excepción de su némesis última, Bismarck, q u i e n había predicho una
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DOS REVOLUCIONARIOS:
NAPOLEÓN I I I Y BISMARCK
guerra de Francia contra Austria y que, en realidad, tenía puestas sus
esperanzas en ella, c o m o m e d i o de debilitar la posición de Austria e n
Alemania.
En julio de 1858 Napoleón llegó a u n entendimiento secreto c o n
Camillo Benso d i Cavour, p r i m e r ministro del Piamonte (Cerdeña), el
Estado más poderoso de Italia, para cooperar e n una guerra contra
Austria. Ésta era una jugada puramente maquiavélica, en que Cavour
unificaría el norte de Italia y Napoleón, como recompensa, recibiría d e l
Piamonte a Niza y Saboya. Para mayo de 1859 se había encontrado u n
buen pretexto. Austria, siempre espantadiza, se dejó provocar p o r el
acoso piamontés y declaró la guerra. Napoleón h i z o saber que esto
equivalía a u n a declaración de guerra contra Francia, y lanzó sus ejércitos sobre Italia.
De manera u n rapto extraña, en tiempos de Napoleón, cuando los
franceses hablaban de la consolidación de las naciones-Estados c o m o
la ola del futuro, pensaban oásicamente en Italia > > y ¿ n la m u c h o más
poderosa AlemafTíáT Los franceses tenían una simpatía y una afinidad
cultural c o n Italia, que les faltaban para c o n su o m i n o s o vecino del Este.
Además, el gran auge económico que llevaría a Alemania a la primera
fila de las potencias e u r o p e a s _ a q ^ 2 ^ d e empezar;~por tanto, aún n o
era o b v i o q u e Italia sería menos pcraerosaque Alemania. La cautela
de Prusia durante la guerra de Crimea confirmó a Napoleón en la idea de
que Prusia era la más débil de las grandes potencias, incapaz de una
acción enérgica sin el apoyo ruso. Por t o d o ello, según el parecer de
Napoleón, una guerra en Italia que debilitara a Austria reduciría el poder
del más peligroso oponente alemán de Francia y aumentaría la influencia de Francia en Italia: terrible error de juicio e n ambos puntos.
n
Napoleón mantuvo abiertas dos opciones contradictorias_En el mejor
d e j o s casos, Napoleón podría jugar al estadista europeo, la Italia septentrional se libraría del y u g o austríaco, las potencias europeas se reunirían e n u n congreso bajo la égida de Napoleón y aceptarían las m o dificaciones territoriales e n gran escala que él n o había logrado e n el
Congreso de París, fin p r p r de los casos, la guerra caería en u n estancamiento y Napoleón sería el maquiavélico m a n i p u l a d o r de la raison
d'état, o b t e n i e n d o de Austria ciertas ventajas a expensas del Piamonte,
a cambio de poner f i n a la guerra. Nar^león^buscó ambos objetivos
simultáneamente. Las armas francesas o b t u v i e r o n vTeToTftrTeri Magenta
y en Solferino, pero desencadenaron una oleada de sentimiento antitrancés en Alemania y, p o r u n tiempo, pareció c o m o si los más pequeños
Estados alemanes, temiendo u n ataque napoleónico, fueran a obligar a
Prusia a ponerse del lado austríaco. Alarmado p o r esta primera señal
del nacionalismo alemán y aterrado p o r su visita IffTámpo de' bata lia de
Solferino, Napoleón firmó u n armisticio c o n Austria en Villafranca, el
11 de julio de 1859, sin informar a sus aliados piamonteses.
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Napoleón n o sólo no había alcanzado n i n g u n o de sus objetivos, sino
que debilitó gravemente la posición de su país e n la arena internacional. En adelante, los nacionalistas italianos llevarían los principios
abrazados p o r él hasta u n p u n t o que jamás p u d o imaginar. El objetivo
de Napoleón (establecer u n satélite de mediano tamaño en una Italia
dividida tal vez en cinco Estados) irritó al Piamonte, que n o estaba dispuesto a abandonar su inclinación nacional. Austria se mostró tan resuelta a conservar a Venecia c o m o Napoleón a devolverla a Italia, creando así otra disputa insoluole e n q u e n o había ningún interés concebible
de Francia. La Gran Bretaña interpretó la anexión de Saboya y de Niza
como el p r i n c i p i o de otro p e r i o d o de conquistas napoleónicas, y rechazó todas las iniciativas francesas de celebrar u n congreso de Europa (la
obsesión predilecta de Napoleón). Y mientras tanto, los nacionalistas
alemanes veían en el desorden de Europa una o p o r t u n i d a d para sus aspiraciones de u n i d a d nacional.
La conducta de Napoleón durante la rebelión polaca de 1863 l o dejó
más aislado. Reviviendo la tradición bonapartista de amistad c o n Polonia, Napoleón intentó, primero, convencer a Rusia de que hiciera algunas concesiones a sus rebeldes subditos. Pero el zar n o quiso hablar
siquiera de tal propuesta. Luego, Napoleón trató de organizar u n esfuerzo c o n j u n t o c o n la Gran Bretaña, pero Palmerston desconfiaba demasiado d e l veleidoso emperador francés. Por último, Napoleón se
volvió a Austria, c o n la propuesta de que abandonara sus propias p r o vincias polacas en favor de u n Estado polaco aún inexistente, y cediera
Venecia a Italia, mientras buscaba compensación en Silesia y e n los Balcanes. La idea n o fue, evidentemente, m u y d e l gusto de Austria, a la
que se pedía arriesgarse a una guerra c o n Paisia y Rusia p o r el p r i v i l e gio de ver surgir u n satélite francés e n sus fronteras.
La f r i v o l i d a d es u n lujo costoso para u n estadista, que acabará p o r
pagarlo caro. Las acciones emprendidas p o r el capricho del m o m e n t o y
sin relación c o n una estrategia general no p u e d e n sostenerse indefini-/
clámente. C o n Napoleón™III Francia perdió influencia sobre los acuer^
dos internacionales de Alemania, q u e había sido el principal bastión de
la política francesa desde los tiempos de Richelieu. Mientras que Richelieu había c o m p r e n d i d o que u n a débil Europa centraTera la clave de la
seguridad francesa, en cambio la^oírtlca^ue Napoleón, impulsada p o r
su e x h i b i c i o n i s m o , se concentró P T J fe.pgjjfkriA de Europa: único lugar
en que podían obtenerse ganancias c o n riesgos mínimos. Mientras el
i
r e n r r o He g r a v e d a d d e la pnlírira e n r n p e a se d e s p l a z a b a h a r i a
Alemán
nia F r a n H a se encontró sola.
U n acontecimiento ominoso ocurrió en 1864. Por primera vez desde
el Congreso de Viena, unidas Austria y Prusia perturbaron la t r a n q u i l i dad de la Europa central i n i c i a n d o una guerra e n n o m b r e de una causa
alemana contra una potencia n o alemana. La cuestión fue el futuro de
D O S REVOLUCIONARIOS: N A P O L E Ó N I I I Y HISMARCK
D O S REVOLUCIONARIOS: N A P O L E Ó N I I I Y BISMARCK
los ducados de Schleswig y Holstein, sobre el Elba, dinásticamente v i n culados c o n la corona de Dinamarca pero que también eran miembros
de la Confederación Germánica. La muerte del gobernante danés había
suscitado tan complejo e m b r o l l o de cuestiones políticas, dinásticas y
nacionales, q u e Palmerston, e n broma, llegó a decir q u e sólo tres personas lo habían c o m p r e n d i d o antes: de ellas, u n a estaba muerta; la segunda, en u n m a n i c o m i o , y la tercera era él m i s m o , pero l o había o l vidado.
| La sustancia de la disputa fue m u c h o menos importante que la coalición de dos importantísimos Estados alemanes q u e declaraban la guerra a la minúscula Dinamarca para obligarla a abandonar dos antiguos
territorios alemanes unidos a la corona danesa. Demostró que después
de todo Alemania era capaz de u n a acción ofensiva y que, si la m a q u i naria de la Confederación resultaba demasiado incómoda, las dos s u perpotencias alemanas simplemente se olvidarían de ella,
k * Según las tradiciones del sistema de Viena, e n este p u n t o las grandes
potencias habrían d e b i d o reunirse e n congreso para restaurar auno,ue
fuese en parte t^statuquo.
Y s i n ^ r n h a r y o . ya Europa estaba en desorBf n . t l r b k k ) rn PffliTTlilrte a las acciones deiefljaaaclor francés.
r i o estaba dispuesta a echarse en contra el antagonismo de los dos países
que se habían m a n t e n i d o al margen mientras ella sofocaba la revuelta
polaca. La Gran Bretaña se mostró preocupada p o r el ataque a Dinamarca, pero necesitaría u n aliado continental para intervenir, y Francia, el
único aliado posible, n o le inspiraba confianza.
R
u
s
i
a
La historia, la ideología y la raison d'état habrían d e b i d o advertir a
Napoleón q u e los acontecimientos n o tardarían e n desarrollar su i m pulso p r o p i o . Y s i n embargo, vaciló entre sostener los principios de la
tradicional política exterior francesa, destinada a mantener d i v i d i d a a
Alemania, y apoyar el p r i n c i p i o de nacionalidad, q u e había sido la inspiración de su j u v e n t u d . El ministro francés d e l Exterior, D r o u y n de
Lhuys, escribió a La Tour d'Auvergne, embajador francés e n Londres:
Colocados entre los derechos de un país con el que hace mucho hemos
simpatizado, y las aspiraciones de la población alemana, que también habremos de tomar en cuenta, tendremos que actuar con mayor circunspección que Inglaterra.
11
Sin embargo, es responsabilidad de los estadistas resolver la c o m p l e jidad, y n o limitarse a contemplarla. Para los dirigentes incapaces de
elegir entre opciones, la circunspección se convierte e n simple excusa
de la inacción. Napoleón se había convencido de la sabiduría de la
inacción, p e r m i t i e n d o así a Prusia y a Austria sellar el futuro de los d u cados del Elba. A p a r t a r o n a Schleswig y Holstein de Dinamarca y los
ocuparon conjuntamente mientras el resto de E u r o p a se quedaba a la
109
expectativa: solución que habría sido inimaginable e n tiempos d e l sistema de Metternich. Se concretaba la pesadilla de Francia: la u n i d a d alemana, que Napoleón había estado e l u d i e n d o desde hacía una década.
Bismarck n o iba a participar e n el liderazgo de Alemania. Convirtió
la guerra conjunta que se entabló p o r Schleswig-Holstein e n otro de la
serie de errores de Austria, aparentemente interminables, que durante
u n decenio marcaron la gradual erosión de su posición c o m o gran
potencia. El m o t i v o de estos errores fue siempre el m i s m o : Austria aplacaba a u n autodesignado adversario ofreciéndose a colaborar c o n él. La
estrategia de pacificación n o funcionó mejor c o n Prusia de l o que l o
hiciera u n decenio antes, durante la guerra de Crimea, frente a Francia.
Lejos de liberar a Austria de las presiones prusianas, la victoria conjunta
sobre Dinamarca ofreció u n n u e v o y m u y desventajoso foro para ser
acosada. Austria dejó entonces de administrar los ducados del Elba c o n
u n aliado prusiano cuyo p r i m e r ministro, Bismarck, estaba resuelto a
aprovechar la o p o r t u n i d a d para provocar el tan deseado enfrentamiento e n u n territorio situado a cientos de kilómetros d e l suelo austríaco, y
que lindaba c o n las principales posesiones de Prusia.
A l aumentar la tensión la H u d a de Napoleón se h i z o más manifiesta?
T^nía
qnifír^ción-alamana p e r o sityjpatiyaha r n n p] n a c i o n a l i s m o
l a
y¡ ^ ^ ^ ^ ^ m ^ ' m ' ^ ^ ^ ^ ^ ^
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a Prusia el Estado alemán más auténticamente nacional, y e n 1860j
escribió:
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á
n
C
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n
S
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d
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r
a
Prusia personifica la nacionalidad alemana, la reforma religiosa, el progreso
comercial, el constitucionalismo liberal. Es la mayor de las monarquías auténticamente germánicas; tiene más libertad de conciencia, más ilustración
y concede más derechos políticos que casi todos los otros Estados alemanes.
12
Bismarck habría suscrito cada palabra de esta declaración. Y sin e m bargo, el hecho de que Napoleón afirmara la posición única de Prusia
era para Bismarck la clave de su t r i u n f o final. A la postre, la confesada
admiración de Napoleón p o r Prusia equivalía a o t r o pretexto para n o
hacer nada. Creyendo que la indecisión era una hábil maniobra, Ñapo
león de hecho favoreció la guerra austro-ppis.iana. -en-parte—fiórqiie
estaba convencido de. q i i e A u ^ a l ^
En diciembre de 1865 dijo
a ÁTexandre Walewski, su ex mimstroaeTExterior: "Créame, m i q u e r i d o
amigo, la guerra entre Austria y Prusia constituye u n a de esas inesperadas eventualidades que p u e d e n traernos más de u n a ventaja". D e
manera sorprendente, pese a t o d o el a p o y o que Napoleón d i o a la guerra, nunca parece haberse p r e g u n t a d o p o r qué Bismarck estaba tan dispuesto a la guerra si Prusia probablemente saldría vencida.
Cuatro meses antes de que empezara la guerra austro-prusiana, Napoleón pasó de l o tácito a l o explícito. E n efecto, p i d i e n d o guerra, dijo
13
110
nOS
RF.VOI.t I C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
al embajador de Prusia en París, el conde V o n der Goltz, en febrero de
1866:
Os pido decir al rey [de Prusia] que siempre podrá contar con mi amistad.
En caso de conflicto entre Prusia y Austria, yo mantendré la más absoluta
neutralidad. Deseo la reunión de los ducados [Schleswig-Holstein] con Prusia (...] Si la lucha tomara dimensiones que no pueden preverse, estoy convencido de que siempre podré llegar a un entendimiento con Prusia, cuyos
intereses en gran número de cuestiones son idénticos a los de Francia, y en
cambio no veo terreno alguno en el que pudiese estar de acuerdo con
Austria.
14
¿Qué deseaba en realidad Napoleón? ¿Creía en u n probable estancamiento que mejorara su posición para negociar? Sin duda esperaba
algunas concesiones de Prusia a cambio de su neutralidad. Pero Bismarck conocía este juego. Si Napoleón permanecía neutral, él ofrecía
adoptar una actitud benévola c o n Francia para q u e se anexara a Bélgica,
lo que habría tenido la ventaja adicional de indisponer a Francia c o n la
Gran Bretaña. Lo probable es que Napoleón n o tomara m u y en serio
esta oferta, pues esperaba q u e Prusia perdiera; sus pasos estaban destinados más a mantener a Prusia e n guerra q u e a negociar beneficios.
Varios años después reconoció el conde A r m a n d , p r i n c i p a l ayudante
del ministro d e l Exterior francés:
La única preocupación que teníamos en el Ministerio del Exterior era que
Prusia fuese aplastada y excesivamente humillada, y estábamos resueltos a
impedirlo mediante nuestra oportuna intervención. El emperador deseaba
que dejáramos derrotar a Prusia, para luego intervenir y construir a Alemania de acuerdo con sus fantasías.
15
En lo que pensaba Napoleón era en actualizar las maquinaciones de
Richelieu. Esperaba que Prusia ofreciera a Francia tina compensación
en Occidente p o r salvarla de la derrota; Venecia sería cedida a Italia, y
una nueva disposición en Alemania redundaría e n la creación de u n a
confederación nortealemana bajo los auspicios de Prusia, y u n agrupamiento sudalemán apoyado p o r Francia y Austria. Lo único malo d e l
plaro_era que, mientras que el cardenal sabía cómo juzgar la relación de
tuerzas y estaba resuelto a luchai p u l sTísIdeas, Napoleón n o estaba
disrjuesto a hacer ninguna de las dos cosas.
'
"NapoIe"óii dlóHargas al asunto, espetando u n g i r o de los acontecimientos que realizara, sin riesgo de su parte, sus deseos más caros. El
recurso de q u e se valió fue el habitual: convocar a u n congreso e u r o peo para evitar la amenaza de guerra. La reacción fue, asimismo, la
habitual. Las otras potencias, temerosas de los designios de Napoleón,
se negaron a asistir. Se volviese hacia donde se volviese, le aguardaba
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
111
este dilema: él podía defender el statu quo si dejaba de apoyar el p r i n c i p i o de nacionalidad, o podía favorecer el revisionismo y el nacionalismo, y al m i s m o tiempo comprometer los intereses nacionales de
Francia tal c o m o habían sido históricamente concebidos. Napoleón
buscó una salida insinuando a Prusia ciertas "compensaciones" sin especificar cuáles serían, lo que convenció a Bismarck de que la neutralid a d francesa sólo era cuestión d e precio y no de p r i n c i p i o . Goltz escribió a Bismarck:
La única dificultad que el emperador encuentra en el frente común de Prusia, Francia e Italia en un congreso es la falta de una compensación que se
ofrezca a Francia. Sabemos qué deseamos, sabemos qué desea Italia, pero
el emperador no puede decir lo que Francia desea, y no podemos hacerle
ninguna sugerencia al respecto.
16
La Gran Bretaña hizo que su asistencia al congreso dependiera de u n
acuerdo francés c o n el statu quo. En vez de aprovechar esta consagración de las disposiciones alemanas, que debía tanto al liderazgo francés,
y a la que Francia debía su seguridad, Napoleón se desdijo, insistiendo
e n que "para mantener la paz es necesario tomar en cuenta las pasiones
y las necesidades nacionales". E n suma, Napoleón estaba dispuesto a
arriesgarse a una guerra austro-prusiana y a una Alemania unificada para
obtener vagos despojos en Italia q u e n o afectaban los verdaderos intereses de Francia, y unas ganancias e n la Europa occidental que se mostraba renuente a especificar. Pero e n Bismarck encontró a u n maestro
que insistía en el peso de las realidades, y que explotaba para sus p r o pios fines esas maniobras de d i s i m u l o en que sí sobresalía Napoleón.
17
N o faltaron gobernantes franceses que c o m p r e n d i e r o n los riesgos
que Napoleón estaba corriendo y se dieron cuenta de q u e la llamada
compensación a la que aspiraba n o favorecía los intereses básicos de
Francia. En su brillante discurso d e l 3 de mayo de 1866, A d o l p h e Thiers,
encarnizado adversario republicano de Napoleón y después presidente
de Francia, predijo atinadamente q u e l o más probable era que Prusia
surgiera c o m o la fuerza dominante e n Alemania:
Veremos un regreso del imperio de Carlos V, que antes residía en Viena y
que ahora residirá en Berlín, el cual estará más cerca de nuestras fronteras
y hará presión sobre ellas [...] Tenéis derecho a oponeros a esta política en
nombre del interés de Francia, pues Francia es demasiado importante para
que esa revolución no constituya una grave amenaza. Y cuando ha luchado
durante dos siglos [...] por destruir a este coloso, ¿estará dispuesta a ver que
se restablezca ante sus propios ojos?
18
Thiers argüyó que, en vez de las vagas meditaciones de Napoleón,
Francia debía adoptar una clara política de oposición a Prusia e i n v o -
112
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
car, c o m o pretexto, la defensa de la independencia de los Estados ale\ manes: la antigua fórmula de Richelieu. Francia, afirmó Thiers, tenía
/ derecho a oponerse a la unificación de Alemania, " p rim e ro en n o m b r e
k de la independencia de los Estados alemanes [...] segundo, en nombre de
\ su propia independencia y, p o r último, en n o m b r e d e l equilibrio euroJpeo, que beneficia a todos, interesa a la sociedad universal [...] H a y
' q u i e n e s tratan de ridiculizar el término ' e q u i l i b r i o europeo' [...] pero,
¿qué es el e q u i l i b r i o europeo? Es la independencia de Europa". ^
Apenas había tiempo para i m p e d i r la guerra entre Prusia y Austria,
que alteraría irremediablemente el e q u i l i b r i o europeo. El análisis de
Thiers era el correcto, pero las premisas de su política tenían q u e haberse establecido u n decenio antes. Aún ahora se habría p o d i d o c o n tener a Bismarck si Francia hubiese lanzado la enérgica advertencia de
que n o permitiría la derrota de Austria n i la destrucción de principados
tradicionales c o m o el reino de Hannover. Pero Napoleón rechazó esa
acción, pues esperaba que Austria venciera y parecía desear la ruina
del acuerdo de Viena y la realización de la tradición bonapartista, p o r
encima de t o d o análisis de los intereses nacionales históricos de Francia. Respondió a Thiers tres días después: "Detesto esos tratados de
1815, que h o y la gente desea convertir en la única base de nuestra
política".
20
i
Poco más de u n mes después d e l discurso de Thiers, Prusia y Austria
l estaban en guerra. Contra las expectativas de Napoleón, Prusia venció,
(pronta y decisivamente. Según las reglas de la d i p l o m a c i a de RicKelieu,
Napoleón tenía q u e haber ayudado al vencido e i m p e d i r una absoluta
victoria prusiana. Pero aunque movilizó u n cuerpo de ejército de " o b servación" hasta el Rin, volvió a vacilar. Bismarck concedió a Napoleón
la o p o r t u n i d a d de mediar en la paz, aunque este gesto vano n o p u d o
oscurecer el hecho de que Francia tenía cada vez menos que ver en los
I acuerdos de Alemania. Por el Tratado de Praga, de agosto de 1866, se
' obligó a Austria a retirarse de Alemania. Dos Estados, Hannover y
i Hesse-Cassel, q u e habían intervenido en favor de Austria durante la guerra, f u e r o n anexados p o r Prusia j u n t o c o n Schleswig-Holstein y la
! ciudad libre de Francfort. C o n el derrocamiento de sus gobernantes,
Bismarck puso en claro que Prusia, que en otro t i e m p o fuera pieza clave de la Santa Alianza, había abandonado la legitimidad como p r i n c i p i o
rector del o r d e n internacional.
Los Estados de la Alemania septentrional q u e conservaron su independencia f u e r o n incorporados a la nueva creación de Bismarck, la
Confederación d e l Norte de Alemania, sometida al d o m i n i o de Prusia
en todo, desde la legislación comercial hasta la política exterior. A los
Estados alemanes d e l sur: Baviera, Badén y Wurtemberg, se les p e r m i tió conservar su independencia al precio de unos tratados c o n Prusia
que dejaban sus ejércitos bajo el m a n d o militar prusiano en caso de
D O S REVOLUCIONARIOS:/NAPOLEÓN III Y B I S M A R C K
113
guerra c o n una potencia extranjera] Sólo faltaba una crisis más para llegar a la unificación de Alemania.
**~'~~~~~~~*~~~
———
— A fueran de nUlll6biá"~TVapole6n había llevado a su país a u n callejón sin salida, del que fue imposible escapar. Demasiado tarde buscó
una alianza c o n Austria, a la que había expulsado de Italia mediante las
armas, y de Alemania, p o r su neutralidad. Pero Austria había perdido
t o d o interés en recuperar alguna de esas posiciones y prefirió concentrarse antes en reedificar su i m p e r i o c o m o doble monarquía basada e n
Viena y en Budapest, y luego en sus posesiones e n los Balcanes. La
Gran Bretaña se apartó, debido a los designios de Francia sobre Luxemburgo y Bélgica, y Rusia nunca perdonó a Napoleón su conducta e n
Polonia.
Entonces, Francia t u v o que intentar, p o r sí sola, remediar el desplome de su preeminencia histórica e n Europa. Cuanto más desesperada
era su posición, más intentaba Napoleón recuperarse mediante alguna
jugada brillante, c o m o u n apostador q u e dobla su apuesta después de
cada pérdida. Bismarck había alentado la neutralidad de Napoleón e n
la guerra austro-prusiana, manteniendo ante sus ojos la perspectiva de
adquisiciones territoriales: p r i m e r o e n Bélgica y luego e n Luxemburgo.
Estas perspectivas se desvanecían cada vez que Napoleón trataba de
cristalizarlas, p o r q u e quería que se le diera en la m a n o su "compensación", y porque Bismarck n o veía razones para correr riesgos cuando
ya había cosechado los frutos de la indecisión napoleónica.
H u m i l l a d o p o r estas demostraciones de impotencia, y sobre todo p o r
la inclinación cada vez más obvia de la balanza europea contra Francia,
Napoleón trató de compensar su error de cálculo de q u e Austria ganaría la guerra austro-prusiana, d a n d o gran importancia a la sucesión al
t r o n o español, q u e había quedado vacante. Exigió a l rey de Prusia la
garantía de que ningún príncipe H o h e n z o l l e r n (la dinastía prusiana)
ascendería al t r o n o . Éste fue otro gesto vano, capaz de otorgar cuando
m u c h o algo de prestigio, sin importancia alguna para las relaciones de
poder en la Europa central.
Nadie manipuló jamás en cuestión de diplomacia a Bismarck, q u i e n
e n una de sus jugadas más astutas aprovechó las poses de Napoleón
para inducirlo a declarar la guerr^_^Erusia en 1870. La exigencia francesa' de que e T i w ^ e T r m ^ ^ e n u n c i a r a a que algún m i e m b r o de su,
familia búscasela corona española era, en realidad, unajjroyocación.
Pero el viejo y m a i e s t ^ s o j e x G u i U e f r n o . en vez de enfurecerse, c o n
i-nHa paripncja y.^orrarción rechalzo*la propuesta d e l embajador francés enviado a buscar esa garantía. El rey d i o cuenta d e l asunto a Bismarck, q u i e n a g j p g ^ j t e j ^ ^ n i a , despojándolo de t o d o el lenguaje
que demostraba la paciencia y cortesía con que el rey había tratado en
realidad al embajador francés. B j s m a r c j k ^
su
época, recurrió entonces a una técrucalqué ulteriores estadistas conver21
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
tirían en u n a forma de arte: dejó que el llamado Despacho de Ems se
" f i l t r a r a l a la prensa. La versión amañada del telegrama del'rey fiaTecía
onxlesaire d e l monarca a Francia. Indignado, el público francés exigió
la guerra, y Napoleón se agjtsskH^-*'eoroplacerlo.
" i l i i i r l r j ° " f*n f^ ™~ pronta y decisiva c o n ayuda de todos los
demás Estados alemanes. El camino ya estaba despejado para c o m p l e tar la unificación de Alemania, proclamada c o n m u y p o c o tacto p o r los
gobernantes prusianos el 18 de enero de 1871, en el Salón de los Espejos enVersajies.
Napoleón había logrado la revolución que tanto buscara, aunque sus
consecuencias fueron precisamente opuestas a las que él había aspirado. Sí se modificó el mapa de Europa, p e r o el nuevo arreglo debilitó
irreparablemente la influencia de Francia, sin dar a Napoleón el r e n o m bre tan codiciado.
Napoleón había favorecido la revolución sin comprender su p r o b a ble resultado. Incapaz de evaluar la relación de fuerzas y de aprovecharla para alcanzar sus objetivos a largo plazo, Napoleón n o pasó la
prueba. Su política exterior se desplomó, n o porque le faltaran ideas,
sino porque fue incapaz de poner algún o r d e n entre sus muchas aspiraciones, o alguna relación entre ellas y las realidades que surgían a su
alrededor. En busca de publicidad, Napoleón nunca tuvo una sola línea
política q u e l o guiara. En cambio, se dejó impulsar p o r toda u n a r e d de
objetivos, algunos de ellos absolutamente contradictorios. Y al enfrentarse a la crisis decisiva de su carrera, sus diversos impulsos se a n u l a r o n
entre sí.
Napoleón consideró que el sistema de Metternich era humillante para
Francia y u n freno a sus ambiciones. Logró r o m p e r la Santa Alianza
metiendo u n a cuña entre Austria y Rusia durante la guerra de Crimea;
pero n o supo qué hacer c o n su triunfo. De 1853 a 1871 prevaleció u n
caos relativo, mientras se reorganizaba el o r d e n europeo. A l terminar
este periodo, Alemania surgió c o m o la mayor potencia en el c o n t i n e n te. La l e g i t i m i d a d — e l p r i n c i p i o de u n i d a d de los gobernantes conservadores q u e había limado asperezas d e l sistema de equilibrio d e l p o d e r
durante los años de M e t t e r n i c h — se convirtió en u n término hueco. El
p r o p i o Napoleón había c o n t r i b u i d o a todos estos acontecimientos. Sobrestimando la potencia de Francia, había favorecido todo desorden,
convencido de q u e podría aprovecharlo para su beneficio.
y revisar el mapa de Europa. Napoleón pidió u n congreso después de
la guerra de Crimea en 1856, antes de la guerra italiana en 1859, d u rante la rebelión polaca en 1863, durante la guerra danesa en 1864, y
antes de la guerra austro-prusiana en 1866, buscando siempre obtener
e n la mesa de conferencias u n a revisión de fronteras que nunca definió
c o n precisión y p o r la cual n o estaba dispuesto a arriesgarse a u n a
guerra. El p r o b l e m a de Napoleón consistió en que n o era l o bastante
fuerte para insistir y en q u e sus planes eran demasiado radicales para
obtener u n consenso.
La propensión de Francia a asociarse: c o n países dispuestos a aceptar
su hegemonía ha sido factor constante"cTé la política extenor trancesa,
desde la guerra de Crimea. Incapaz de dominar en u n a alianza c o n la
Gran Bretaña, Alemania, Rusia o los Estados' Unidos, y considerando
que la condición de~3ocio m e n o r e s i n c o m ^ p b l e c o n su concepto de
la grandeza nacional y !>U fllfl^loiilne^ianjca en el m u n d o , Francia ha
buscado ún papel preponderante en pactos c o n potencias menores:
c o n Cerdeña, Rumania y los Estados d e l centro de Alemania en el siglo
xix; c o n Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania e n el periodo de entre
guerras.
Tj2_rpisma actitud p u d o verse en la política exterior francesa posterior
a D e Gaulle. U n siglo después de la guerra franco-prusiana, e l p r o b l e rña d é una Alemania más poderosa sionió sienrjp la pesadilla francesa.
Francia decidió, valerosamente.;, h n ^ a i ],a . a r a i s t ^ d ^ ^ temida y a d m i radayecina. N o obstante, la lógica geopolítica habría dictado que Francia intentara estrechar nexos c o n los Estados Unidos, aunque sólo fuese para aumentar el número'de'sus opciones. Sin embargo, el o r g u l l o
francés se l o impidió, y Francia t u v o que buscar, a veces qUffCJlBscamellie ,UlfUja^Uipación — e n ocasiones casi cualquier
agrupación—
que equilibrara a los Estados Unidos c o n u n consorcio europeo, a u n al
precio de una eventual preeminencia germánica. En el periodo moderno, Francia actuó a veces c o m o una especié de oposición parlamentaria al p r e d o m i n i o norteamericano, tratando de hacer de la C o m u n i d a d Europea otro guía m u n d i a l y cultivando nexos c o n naciones a las
que pudiera dominar, o q u e creía poder dominar.
114
p
A
r
A la postre, la política internacional llegó a basarse en la fuerza b m ta. Y en ese ambiente se abrió una brecha insalvable entre la imagen
que Francia tenía de sí misma c o m o nación predominante en Europa y
su capacidad |7á"fá "estar a la altura de esa imagen: brecha giip_ha obstac'uÜzadoT'a" política fláTTcesa hasta nuestros d í j ^ P u r a n t e el reinado de
^ p ó T e ^ ñ é s © " ^ ' T ñ á r i Í t é s t o ' p o r ^ a incapacidad del emperador para
realizar sus interminables propuestas de celebrar u n congreso e u r o p e o
-
115
1
Desde el f i n d e l reinado de Napoleón I I I , Francia ha carecido d e l
poder necesario para i m p o n e r las aspiraciones universalistas que heredó de la Revolución francesa, o de u n ámbito e n el cual encontrar u n
canal apropiado para su celo misionero. Durante más de u n siglo, Fran-*
cia ha tenido dificultades para aceptar el hecho de q u e las condiciones,
objetivas de faH5réeminencia q u e Richelieu le d i o desapareci6«an en|
cuanto se logro e n Europa la consolidación nacional, L O quisquülosoj
de su diplomacia se ha debido, en parte, a los intentos de sus gobernantes p o r perpetuar su papel c o m o centro de la política europea e n
u n medio cada vez más hostil a dichas aspiraciones. Resulta irónico
116
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y H I S M A K C K
que el país q u e inventó la raison d'état tuviera q u e ocuparse, durante
la mayor parte de u n siglo, en tratar de poner sus aspiraciones en armonía con sus capacidades.
La destrucción d e l sistema de Viena, q u e Napoleón comenzara, la c o m pletó Bismarck. Éste logró la p r o m i n e n c i a política c o m o adversario
archiconservador de la Revolución liberal de 1848. También fue e T p r i mer d i r i g e n t e j q u e introdujo el sufragio universa^ v a r o n i l e n Europa,
junto c o n e T m a T é o m p ^
que el m u n do vería duTantróarinoS. ffn IS-fo'fksnlarEK flarñEattoTon d e n u e d o la
propuesta del Parlamento elegido de ofrecer la corona imperial alemana al rey de Prusia. Pero p o c o más de dos decenios después él m i s m o
entregaría esa corona imperial a u n rey de Prusia, al término del proceso de unificación de la nación alemana, c o n base e n su oposición a los
principios liberales y de la capacidad de Prusia para imponer su v o l u n tad p o r la fuerza. Esta asombrosa realización hizo q u e el orden internacional volviera a las pugnas irrestrictas d e l siglo xvm, pero ya más p e l i grosas p o r la tecnología industrial y p o r la capacidad de m o v i l i z a r
vastos recursos nacionales. N o volvió a hablarse de la u n i d a d de las testas coronadas o d e una armonía entre los antiguos Estados de Europa.
De acuerdo c o n la Realpolitik de Bismarck, la política exterior se volvió
una prueba de fuerza.
Los logros d e Bismarck fueron tan imprevistos c o m o su p r o p i a personalidad. El h o m b r e de "sangre y h i e r r o " escribía e n una prosa d e extraordinaria sencillez y belleza, amaba la poesía y copió e n su d i a r i o
páginas de B y r o n . El estadista q u e ensalzó la Realpolitik poseía u n extraordinario sentido de la proporción, que convirtió el poder e n u n
instrumento de d o m i n i o de sí m i s m o .
¿Qj¿é_es
revolucionario? Si la respuesta a esta pregunta n o fuese
ambigua^ pocos revolucionarios triunfarían, pues los revolucionarios
casi siempre parten de una posición de inferioridad de fuerzas. Prevalecen porque el o r d e n establecido n o es capaz de comprender su p r o p i a
vulnerabilidad. Esto puede decirse especialmente cuando el desafío
revolucionario n o comienza c o n u n ataque a la Bastilla, sino que se p o n e
un atuendo conservador. Pocas instituciones tienen defensa contra
jquienes despiertan la esperanza de que efIos~vTiy;m rdereTtderftflT
Y así ocurrió a Otto v o n Bismarck. Su vida comenzó en el p l e n o florecimiento del sistema de Metternich, e n u n m u n d o que constaba d e
tres elementos principales: el e q u i l i b r i o europeo d e l poder, u n e q u i l i brio alemán i n t e r n o entre Austria y Prusia, y u n sistema de alianzas basado en la u n i d a d de los valores conservadores. Durante la generación
posterior a los acuerdos de Viena las tensiones internacionales f u e r o n
escasas, p o r q u e todos los grandes Estados veían u n interés en su supervivencia común, y porque las llamadas Cortes Orientales de Prusia, A u s u
n
117
D O S R E V O L U C I O N A R I O S . N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
tria y Rusia estaban comprometidas c o n los valores q u e todas ellas
compartían.
Bismarck desafió cada una de estas premisas. Estaba convencido
de que Prusia ya era el más poderoso Estado alemán, y n o necesitaba la
Santa Alianza c o m o nexo c o n Rusia. A sus ojos, unos intereses nacionales compartidos constituirían el n e x o adecuado, y la Realpolitik p r u siana podría sustituir a la u n i d a d conservadora. Bismarck vio a Austria
c o m o obstáculo para la misión alemana de Prusia, y n o c o m o asociada
a ella. Contra las opiniones de casi todos sus contemporáneos, salvo t a P
vez del primer m i n i s t r o piamontés Cavour, Bisjxiafí;k ttató la Inquieta
dn2k5m¿ciajieJi^^
una amenaza.
Cuando Bismarck, e n 1850, pronunció u n discurso e n que atacaba la
idea ya tradicional de que la u n i d a d alemana requería e l establecimiento de instituciones parlamentarias, sus partidarios conservadores n o
comprendieron, al p r i n c i p i o , q u e l o que estaban o y e n d o era ante t o d o
u n desafío a las premisas conservadoras del sistema de Metternich.
22
El honor de Prusia no consiste en que desempeñemos en toda Alemania el
papel de Don Quijote para irritadas celebridades parlamentarias, que ven
amenazada su Constitución local. Yo busco el honor de Prusia en mantenerla apartada de toda lamentable conexión con la democracia, y en no admitir
que nada ocurra jamás en Alemania sin la autorización de Prusia [.. . ]
23
En apariencia, e l ataque de Bismarck al liberalismo era una aplicación de la mentalidad de Metternich. Y sin embargo, tenía una diferencia de enfoque decisiva. El sistema de Metternich se había basado e n la
premisa de q u e Prusia y Austria compartían u n c o m p r o m i s o c o n las
instituciones conservadoras y se necesitaban u n a a otra para contener
las tendencias democráticas liberales. Bismarck daba a entender q u e
Prusia podría i m p o n e r unilateralmente sus preferencias; que Prusia p o día ser conservadora e n el interior sin atarse a Austria o a ningún o t r o
Estado conservador e n política exterior, y q u e n o necesitaba alianzas
para hacer frente a sus trastornos internos. En Bismarck, los Habsburgo
se enfrentaron a l m i s m o desafío q u e les había presentado Richelieu:
una política divorciada de t o d o sistema de valores, excepto la gloria d e l
Estado. Y, c o m o ante Richelieu, n o supieron cómo hacerle frente o s i quiera comprender su naturaleza.
Pero, ¿cómo sosten-jija Ppjsja, la Rfnlfin/jHh
sola, en el centro d e l
continente? Desde 18157 la respuesta de Prusia Había sido pertenecer a
laTañra-Alianza, casi a cualquier precio; la respuesta de Bismarck fue
exactamente l o contrario: forjar alianzas y relaciones en todas direcciones para que Prusia estuviese siempre más cerca d e una de las partes
contendientes d e lo que éstas estarían entre sí. D e este m o d o , u n a p o -
11H
119
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
sición de aparente aislamiento permitiría a Prusia m a n i p u l a r los c o m promisos de las demás potencias y vender su apoyo al mejor postor.
| En opinión de Bismarck, PriLsja^e.A;nt;.ojatra ría en una posición fuerte
para aplicar semejante política p o r q u e tenía p o c o s intereseTde"política
|exterior, aparte del de fortalecer su posición dentro de Alemania. Todas
las demás potencias tenían compromisos más complejos: la Gran Bretaña había de preocuparse n o sólo p o r su imperio, sino p o r el equilibrio
general del poder; Rusia estaba presionando simultáneamente en la Europa oriental, e n Asia y e n el I m p e r i o otomano; Francia tenía e n sus
manos u n nuevo i m p e r i o , ambiciones e n Italia y una aventura e n México. Austria se preocupaba p o r Italia y los Balcanes, y p o r su papel dirigente e n la Confederación Germánica. C o m o la política de Prusia estaba
tan centrada e n Alemania, en realidad n o tenía mayores desacuerdos
c o n n i n g u n a otra potencia, excepto c o n Austria, y e n ese p u n t o el desacuerdo c o n Austria se hallaba, básicamente, en el cerebro del p r o p i o
Bismarck. La n o alineación, para emplear u n término m o d e r n o , era el
e q u i v a l e n t e f u n c i o n a l de la política de Bismarck, consistente e n v e n uer la cooperación de Prusia e n l o q u e percibía c o m o u n mercado favorable:
Proponer a Napoleón c o m o potencial interlocutor de Prusia fue más
de l o que podían tolerar los conservadores votantes de Bismarck, quienes habían lanzado y favorecido su carrera diplomática. Sus antiguos
partidarios recibieron la nueva filosofía de Bisjüaxck c o n la misma
escandalizada i n c r e d u l i d a d c o n que Richelieu había tropezado dos siglos" antes, al plantear la tesis entonces revolucionaria de que la raison
d'état debía tener precedencia sobre la religión, y la misma c o n que e n
nuestro t i e m p o se recibió la política de Rjcharcl N i x o n de distensión
c o n la Unión Soviética. Para los consenadores. Napoleón I I I significaba la amenaza de u n a nueva racha de expansionismo francés y, lo que
era aún más importante, simbolizaba la reafirmación de los aborrecidos
principios de la Revolución francesa.
-
La situación actual nos obliga a comprometernos antes que las demás
potencias. No podemos forjar las relaciones de las grandes potencias entre
sí como lo quisiéramos, pero sí podemos mantener la libertad de acción
para aprovechar, en nuestro beneficio, las relaciones que vayan surgiendo
1...] Nuestras relaciones con Austria, la Gran Bretaña y Rusia no constituyen
un obstáculo a un acercamiento a cualquiera de estas potencias. Sólo nuestras relaciones con Francia requieren cuidadosa atención para que mantengamos abierta la opción de llevarnos con Francia con tanta facilidad
como con las demás potencias [.. J
I
I
/
f
L
F
2 4
. Esta insinuación de acercamiento a la Francia de Bonaparte implicaI ba la buena disposición de mandar la ideología a los cuatro vientos para
/ dejar a Prusia libre de aliarse c o n cualquier país (fueren cuales fuesen
sus instituciones internas) que pudiera favorecer sus intereses. La política de Bismarck constituyó u n retorno a los principios de Richelieu quien,
a u n q u e cardenal de la Iglesia, se había opuesto al sacro emperador r o m a n o cuando así l o r e q u i r i e r o n T o s íñteTCs^-'dfc Trancia De manera
similar, BismarckT aunque conservador e n sus convicciones personales,
* - p
de sus guías conservadores c u a n d o le pareció q u e s u s p r i n c i piosleglurnisT^^
Este desacuerdo implícito se volvió colisión cuando7 e n TB56*, Bismarck, entonces embajador de Prusia ante la Confederación Germánica, se explayó e n su opinión de q u e Prusia debía mostrarse más amistosa c o n Napoleón I I I , q u i e n a los ojos de los conservadores prusianos
era u n usurpador de las prerrogativas d e l rey legítimo.
1
e
s e
a r ó
Bismarck no refutó el análisis conservador de Napoleón, así c o m o
N i x o n n o rechazó la interpretación conservadora de los motivos c o m u nistas. Bismarck v i o e n el inquieto soberano francés, c o m o N i x o n v i o
en el decrépito p r e d o m i n i o soviético (véase el capítulo X X V T I I ) , una
o p o r t u n i d a d y a la vez u n peligro. Consideró que Prusia era menos v u l nerable que Austria al expansionismo francés o a la revolución. Tamp o c o aceptó Bismarck la opinión prevaleciente sobre la sagacidad de
Napoleón, y observó sarcásticamente q u e la capacidad de admirar a los
demás n o era su mejor característica. Cuanto más temiera Austria a Napoleón, más concesiones tendría que hacer a Prusia, y mayor se volvería
la flexibilidad diplomática de ésta.
Las razones de la ruptura de Bismarck c o n los conservadores p r u sianos fueron m u y similares a las del debate de Richelieu c o n los clérigos que l o criticaban; la principal diferencia era que los conservadores
prusianos insistían e n unos principios políticos universales, y n o e n
unos principios religiosos universales. Bismarck afirmó que el poder^ *
llevaba consigo su p r o p i a legitimidad; los c o n s e r v a d o r e s ^ ^
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]^Tr^^F^WPn\^WA
u n valor que estaba
t^s^^áe,lg%^¡c¡úos
de poder.^ismarckcreía que una evaluación cc^reasi^ael
poder i m p l i caba la doctrina de autQpmfacián^los
.ponseMmf^'^^^^j^ue
solo ciertos p r l n c l p ' i o T m Q r a J e s , . . p o d í a n ^ n ^ f ^ e n / u ^ ^ ^ ^ i ^ ó , las
Este conflicto causó u n intenso intercambio de cartas, a fines del decenio de 1850, entre Bismarck y su viejo mentor, L e o p o l d v o n Gerlach,
edecán militar del rey de Prusia, a quien Bismarck le debía todo: su primer
n o m b r a m i e n t o diplomático, su acceso a la corte y toda su carrera.
El intercambio epistolar entre ambos empezó cuando Bismarck e n vió a Gerlach la recomendación de q u e Pmsia creara u n a opción d i p l o mática para Francia, junto c o n una carta explicativa e n q u e colocaba la
u t i l i d a d p o r encima de la ideología:
120
n o s R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
No puedo librarme de la lógica matemática del hecho de que la actual Austria no puede ser nuestra amiga. Mientras Austria no acepte una delimitación de las esferas de influencia en Alemania, habremos de prever una
pugna con ella, por medio de diplomacia y mentiras en tiempos de paz,
aprovechando cada oportunidad para asestarle el conp de gráce. ^
2
Sin embargo, Gerlach n o p u d o resignarse a aceptar la proposición de
que la ventaja estratégica podía justificar el abandono de los principios,
especialmente cuando e n el asunto intervenía u n Bonaparte. Pidió aplicar el remedio de Metternich: q u e Prusia uniera más a Austria y Rusia y
restaurara la Santa Alianza para lograr el aislamiento de Francia.
Lo que Gerlach consideró aún más incomprensible fue otra propuesta de Bismarck e n el sentido de q u e se invitara a Napoleón a las maniobras de u n cuerpo d e l ejército prusiano porque "esta prueba de buenas
relaciones c o n Francia [...] aumentaría nuestra i n f l u e n c i a e n todas
las relaciones diplomáticas".
La sugerencia de que u n Bonaparte participara e n las maniobras p r u sianas provocó la explosión de cólera de Gerlach: "¿Cómo puede u n
h o m b r e de vuestra inteligencia sacrificar sus principios a u n i n d i v i d u o
c o m o Napoleón? Napoleón es nuestro enemigo n a t u r a l " .
Si Gerlach
hubiese visto la cínica anotación de Bismarck al margen — " ¿ Y qué c o n
ello?"—, b i e n podría haberse ahorrado la siguiente carta, e n la que reiteró los principios antirrevolucionarios de toda su vida, q u e le habían
llevado a apoyar a la Santa Alianza y patrocinar la carrera de Bismarck
en sus comienzos:
26
27
28
Mi principio político es y seguirá siendo la guerra contra la revolución. No
convenceréis a Napoleón de que no está del lado revolucionario. Y no estará en ningún otro lado porque claramente obtiene de ello ventajas [...]
Así, si m i principio de oponerse a la revolución es correcto [...] también
habrá que adherirse a él en la práctica.
29
Y sin embargo, Bismarck disintió de Gerlach, n o p o r q u e n o l o comprendiera, c o m o supuso éste, sino p o r q u e lo comprendía demasiado
bien. Para Bismarck, la Realpolitik
dependía de la flexibilidad y de la
capacidad de explotar toda opción q u e se tuviera sin el freno de la ideología. Así c o m o l o habían hecho los defensores de Richelieu, Bismarck
transfirió el debate al único p r i n c i p i o q u e él y Gerlach compartían, y
que dejaría a éste e n manifiesta desventaja: la importancia suprema del
patriotismo prusiano. Según Bismarck, la insistencia de Gerlach e n la
u n i d a d de los intereses conservadores era incompatible c o n la lealtad a
su patria:
Francia sólo me interesa en la medida en que afecta la situación de mi país,
y sólo podemos hacer política con la Francia que ya existe [...] Como ra-
121
mántico, puedo derramar una lágrima por el destino de Enrique V (el pretendiente Borbón); como diplomático, yo sería su servidor si fuera francés;
pero como están las cosas, Francia, quienquiera que, por accidente, la gobierne, para mí es un peón inevitable en el tablero de la diplomacia, donde
no tengo otro deber que el de servir a mi rey y a mi patria [las cursivas son
de Bismarck]. No puedo conciliar mis simpatías y antipatías personales por
otras potencias con m i sentido del deber en asuntos exteriores; en realidad,
veo en ellas el embrión de una deslealtad al soberano y el país a los que
sirvo.
30
¿Cómo había de responder u n prusiano tradicional a la proposición
de que el patriotismo prusiano trascendía el p r i n c i p i o de legitimidad y
que, si las circunstancias así l o exigieran, la fe de toda u n a generación
en la u n i d a d de los valores conservadores pudiese lindar e n la deslealtad? Bismarck, implacable, cortó toda vía de retirada intelectual rechazando de antemano el argumento de Gerlach de que la legitimidad era
el interés nacional de Prusia y que, p o r tanto, Napoleón era el enemigo
permanente de Prusia:
[...] Yo podría negar eso; pero aunque tuvierais razón, yo no consideraría
políticamente sabio hacer que otros Estados supieran de nuestros temores
en tiempos de paz. Mientras no suceda la ruptura que predecís, yo consideraré útil fomentar la creencia [...] de que la tensión con Francia no es una
falla orgánica de nuestra naturaleza [.. .p
1
En otras palabras, la Realpolitik exigía flexibilidad táctica, y el interés ¡
nacional prusiano pedia "mantener la opción de llegar a u n trato c o n c
Francia. La posiciónJl£gQciadora. de u n país clenende de las opciones \
que se v e a ~ g u £ j j £ O ^ R e d u c i ^
yi
reduce los de los practicanfés"BeTaK*«^//í2¿.
La ruptura entre Gerlach y Bismarck fue irremediable e n 1860 p o r la
actitud de Prusia hacia la guerra de Francia c o n Austria a causa de
Italia. Según Gerlach, la guerra había disipado toda duda de q u e el verdadero propósito de Napoleón era preparar el escenario para una agresión al estilo del primer Bonaparte. Por consiguiente, Gerlach pidió que
Prusia apoyara a Austria. Bismarck, e n cambio, v i o la oportunidad: que si
Austria se veía obligada a retirarse de Italia, esto también podía ser presagio de su final expulsión de Alemania. Para Bismarck, las convicciones
de la generación de Metternich se habían convertido e n u n peligroso
conjunto de inhibiciones:
Yo me sostendré o caeré con mi propio soberano, aunque en m i opinión se
arruine estúpidamente; mas para mí Francia seguirá siendo Francia, ya esté
gobernada por Napoleón o por San Luis, y Austria es para mí un pais
extranjero [...] Ya sé que replicaréis que no se pueden separar el hecho y el
derecho, que una política prusiana debidamente concebida exige modera-
122
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
ción en asuntos exteriores, aun desde el punto de vista de la utilidad. Estoy
dispuesto a discutir con vos la cuestión de la utilidad; pero si planteáis antinomias entre el derecho y la revolución, entre el cristianismo y la infidelidad, entre Dios y el diablo, yo no discutiré más tiempo y me limitaré a decir:
"Yo no soy de vuestra opinión, y vos juzgáis en mí lo que no os corresponde juzgar".
&
32
}
Esta amarga declaración de fe fue el equivalente funcional de la afirmación de Richelieu de que, puesto q u e el alma es inmortal, el hombre
debe someterse al juicio de Dios, pero que los Estados, siendo mortales, sólo p u e d e n ser juzgados, por lo. QjjeJGÚQCtone bien. Bismarck,
c o m o Richelieu, n o rechazó ias opiniones morales ele Gerlach c o m o
artículos personales de fe; probablemente las compartía e n su mayor
parte; pero sí negó q u e fuesen aplicables a los deberes d e l estadista
haciendo la distinción entre la creencia personal y la Realpolitik:
Yo no busqué el servicio del rey [...] El Dios que inesperadamente me puso
en él quizá me mostrará el camino, en vez de dejar perecer mi alma. Yo
exageraría extrañamente el valor de esta vida [...) si no estuviera convencido de que dentro de treinta años no me importarán los triunfos políticos
que yo o mi país hayamos logrado en Europa. Hasta puedo pensar que
algún día unos "jesuítas incrédulos" gobernarán la Marca de Brandeburgo
[el corazón de Prusia] con un absolutismo bonapartista [...] Soy hijo de diferentes tiempos que vos, pero tan de corazón de los míos como vos de
los vuestros.
33
Esta misteriosa premonición d e l destino de Prusia u n siglo después
nunca recibió respuesta d e l h o m b r e a q u i e n Bismarck debía su carrera.
En efecto, Bismarck era hijo de una época distinta d e la de su ex
mentor. Bismarck pertenecía a la época de la Realpolitik: Gerlach fue
| formado p o r e l p e r i o d o de Metternich. E l sistema d e Metternich había
/ reflejado la concepción que e l o g i o xviir había tenido d e l universo co/ m o una pran |||)iÉW^ ^e partes q u e se engranaban complejamente
" i y e n la q u e lá^oaificación d e u n a parte significaba alterar e l funcionamiento de todas las demás. Bismarck representaba la nueva época,
tanto en ciencia c o m o en política. Concebía el universo n o como u n
equilibrio mecánico sino en su versión moderna: consistente e n partículas e n m o v i m i e n t o cuyo choque entre sí crea lo q u e percibimos c o m o
realidad. Su filosofía biológica afín era la teoría darviniana de la evolu\ ción, basada e n la supervivencia d e l más apto.
m
G u i a d o p o r esas convicciones proclamó Bismarck la relatividad d e
tocia creencia, incluso la creencia e n la perdurabilidad de su propia
patria. En el m u n d o de la Realpolitik era deber del estadista evaluar las
ideas c o m o fuerzas en relación c o n todas las demás fuerzas pertinentes
cuando se adoptaba una decisión; y había q u e juzgar los diversos ele-
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
123
mentos p o r l o bien q u e pudieran servir al interés nacional, n o p o r ideologías preconcebidas.
Sin embargo, p o r m u y encallecida q u e pudiese parecer la filosofía
de Bismarck, estaba edificada sobre u n artículo de fe tan indemostrable
c o m o las premisas de Gerlach, a saber.- q u e un análisjs minucioso de
u n conjunto de circunstancias p o H [ u j ; ^
Jo,s„est.a.dJstas
a las rriismas conclusionesTAsí c o m o para Gerlach era inconcebible
que el p r i n c i p i o de legitimidad pudiese inspirar más de u n a interpre- i
tación, así también estaba fuera de la comprensión de Bismarck q u e los
estadistas pudiesen diferir e n su m o d o de evaluar el interés nacional.
Por su magnífica captación de los matices del poder y de sus ramifica- ,
ciones, Bismarck p u d o remplazar los frenos filosóficos d e l sistema de (
Metternich p o r una política de moderación. Pero c o m o estos matices \
n o f u e r o n tan evidentes para los sucesores e imitadores d e Bismarck,
laljÉJl^
.exceso
déTpoder militar "y lanzarse ,a Ja, carrera, armamentista
J
El éxito es a m e n u d o tan elusivo q u e los estadistas q u e l o persiguen
rara vez se molestan e n considerar q u e pueda acarrear sus propios castigos. Así, al principio de su carrera Bismarck se preocupó principalmente
por aplicar la Realpolitik pava destruir e l m u n d o q u e había encontrado,
que en gran parte aún estaba dominado p o r los principios de Metternich.
Esto exigió apartar a Prusia de la idea de q u e el p r e d o m i n i o austríaco en
Alemania era vital para la seguridad d e Prusia y para e l mantenimiento
de los valores conservadores. Por m u y cierto que esto hubiese sido en '
la época d e l Congreso de Viena, a mediados d e l siglo xix Prusia ya n o
necesitaba d e la alianza austríaca para mantener la estabilidad interna o
la tranquilidad europea. En efecto, según Bismarck, la ilusión de que se
necesitaba la alianza austríaca sólo servía para disuadir a Prusia de buscar su objetivo último: unificara A l e m a n i a
C o m o Bismarck veía las cosas, la historia de Prusia rebosaba de hechos que apoyaban su fe e n su supremacía dentro de Alemania y en su
capacidad de mantenerse p o r sí sola, pues Prusia n o sólo era o t r o Estad o alemán. Cualquiera que fuese su política interna conservadora, ésta
n o podría empañar e l lustre nacional q u e había cobrado c o n sus enormes sacrificios e n las guerras para liberarse d e Napoleón. Era c o m o si
el p r o p i o c o n t o r n o de Prusia — u n a serie de enclaves, de extraña forma, q u e se extendían a través de la llanura d e l norte de Alemania, d e l
Vístula al oeste d e l R i n — la hubiese destinado a encabezar la búsqueda
de la u n i d a d alemana, aun a ojos de los liberales.
Pero Bismarck fue más allá. Desafió la convencional sabiduría q u e
identificaba el nacionalismo c o n el liberalismo, o al menos c o n la p r o posición de q u e sólo podría lograrse la u n i d a d de Alemania mediante
instituciones liberales:
Prusia no se ha engrandecido por medio del liberalismo ni por la libertad de
pensamiento, sino por una sucesión de regentes poderosos, decididos y sabios que administraron minuciosamente los recursos militares y financieros
del Estado y los mantuvieron en sus manos para echarlos, con temerario
valor, en la escala de la política europea en cuanto se presentó la oportunidad favorable [.. . ]
34
Bismarck n o se basó en principios conservadores, sino en el carácter
distintivo de las instituciones prusianas; fundamentó la pretensión p r u siana de encabezar a Alemania en su fuerza, y n o e n valores universales.
En opinión de Bismarck, las instituciones prusianas eran tan inmunes a
la influencia exterior que Prusia podía explotar las corrientes democráticas de la época c o m o instmmentos de su política exterior, amenazando
con fomentar una mayor libertad de expresión interna, sin importar
que ningún rey p m s i a n o hubiese practicado tal política durante decenios, o nunca:
La sensación de seguridad de que el rey sigue siendo señor de su país aunque todo el ejército se encuentre en el extranjero, no la comparte Pnisia con
ningún otro Estado del continente y, ante todo, con ninguna otra potencia
germánica. Ofrece la oportunidad de aceptar un desarrollo de los asuntos
públicos, mucho más de conformidad con las necesidades presentes [...] La
autoridad real en Prusia está basada tan firmemente que el gobierno puede
promover, sin ningún riesgo, una actividad parlamentaria mucho más viva
y, con ello, ejercer presión sobre las condiciones de Alemania.
35
Bismarck rechazó la idea de Metternich de que u n a sensación c o m partida de su v u l n e r a b i l i d a d interna requería la asociación directa de
las tres cortes del Este. En realidad, era todo l o contrario. Puesto q u e
/ Í^-1£2JE^^^^
su cohesión mis>UPa^gdÍa^eryirJe..de arma paraloravar e\ a m e r d o de Viena amenazanJ d o a las otras potencias, especialmente a Austria, c o n u n a política q u e
/ provocara disturbios internos. Para Bismarck, l a j t j e j 2 a . d e j a s . i n s t ^
I nes gubernamentales, militares y financieras de Prusia allanaba el camino
L la supremacía prusiana en Alemania.
A l ser n o m b r a d o embajador ante la Asamblea de la Confederación
en 1852 y embajador en San Petersburgo en 1858, Bismarck ascendió a
jpuestos que le permitían defender su política. Sjusjnfarmes, brillanteimente escritos y de notable congruencia, exigían una p o l i t i c a e x t e r i o r
< q u e j i o se .basara e n el sentimiento n i e n j ^ j e ^ i t i m i d a d , sino en una
IJ
a
\T^m &t^Mfnimém\
siglo xvin como Luis X I V y Federico el
Grande. Aumentar la influencia del Estado se volvió el objetivo p r i n c i pal, si n o el único, contenido tan sólo p o r las fuerzas q u e se hubiesen
aglutinado contra él:
r
125
R O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
D O S HKVOI.l J C I O N A R I O S : N A l ' O I . F Ó N III Y B I S M A R C K
[...] Una política sentimental no conoce reciprocidad. Es una peculiaridad
exclusivamente prusiana.
36
[...] ¡Por Dios!, nada de alianzas sentimentales en que la conciencia de haber hecho una buena acción sea la única recompensa por nuestro sacrificio.
37
[...] La política es el arte de lo posible, la ciencia de lo relativo.
38
Ni siquiera el rey tiene derecho a subordinar los intereses del Estado a sus
simpatías o antipatías personales.
39
Según la estimación de Bismarck, la política exterior tenía una base
casi científica que hacía posible analizar el interés nacional de acuerdo
c o n normas objetivas. En semejante cálculo, Austria aparecía como u n
país extranjero, n o fraterno y, ante t o d o , c o m o u n obstáculo para que
Prusia ocupara el lugar que le correspondía p o r derecho e n Alemania:
"Nuestra política n o tiene otro c a m p o de desfiles que Alemania, y éste
es precisamente el q u e Austria cree q u e necesita urgentemente [.. .1 Nos
privamos u n o al otro del aire que necesitamos para respirar [...] Éste es
u n hecho que n o se puede pasar p o r alto, p o r m u y desagradable que
sea".
El p r i m e r rey de Prusia a q u i e n Bismarck sirvió c o m o embajador, Federico G u i l l e r m o IV, se sintió atrapado entre el conservadurismo legitimista de Gerlach y las oportunidades inherentes a la Realpolitik de
Bismarck. Éste insistía en que el respeto personal de su rey al Estado
alemán, que p o r tradición era preeminente, n o debía i n h i b i r la política^
prusiana. Como Austria jamás aceptaría la hegemonía prusiana en Ale-"
mania, la estrategia d e Bismarck consistía en dfi^ilir.irjLAUfitria COJoda/
ocasión. En 1854, durante la guerra de Crimea, Bismarck pidió que P n /
s l i explotara la ruptura de Austria c o n Rusia y atacara al q u e aún era
asociado de Prusia e n la Santa Alianza, s i n otra justificación q u e l o p r o picio del momento:
40
Si lográramos llevar a Viena al punto en que no considerara un ataque de
~Pfusia a Austria' como algo fuera de toda posibilidad, pronto oiríamos de ahí
cosas más sensatas [.. . ]
41
E n 1859, durante la guerra de Austria c o n Francia y el Piamonte,
volvió Bismarck al m i s m o tema:
Esta situación nos ofrece de nuevo una gran recompensa si dejamos que la
guerra entre Austria y Francia eche raíces y si, tras avanzar al sur con nuestro ejército, metemos en nuestras mochilas los hitos fronterizos, decididos a
no volver a clavarlos en tierra mientras no hayamos llegado al lago de Cons-
12(>
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
tanza, o al menos a las regiones donde ya no predomine la confesión protestante/'
2
Metternich habría considerado que se trataba de una herejía, pero
Federico el Grande habría aplaudido esta adaptación de u n discípulo
sagaz a su p r o p i a razón para conquistar Silesia.
Con toda sangre fría, Bismarck sometió el e q u i l i b r i o europeo d e l
poder al mismo análisis relativista al que sometió la situación interna de
Alemania. En plena guerra de Crimea esbozó Bismarck las principales
opciones de Prusia:
Disponemos de tres amenazas: 1) Una alianza con Rusia; y es disparatado
jurar, de antemano, que nunca estaremos con Rusia. Aun si esto fuera cierto, deberíamos conservar la opción de emplearlo como amenaza. 2) Una
política en que nos arrojemos en brazos de Austria y logremos compensación a expensas de los pérfidos confederados [alemanes]. 3) Un cambio
de gabinetes hacia la izquierda, con el cual pronto nos volveremos tan "occidentales" que podremos sobrepujar completamente a Austria.^
En el m i s m o despacho se enumeraban c o m o opciones prusianas
igualmente válidas: una alianza c o n Rusia contra Francia (puede suponerse que c o n base en una c o m u n i d a d de intereses conservadores); u n
acuerdo c o n Austria contra los Estados alemanes secundarios (y, puede
suponerse, contra Rusia); y u n giro hacia el liberalismo, dirigido internamente contra Austria y Rusia (puede suponerse q u e en combinación
I con Francia). C o m o Richelieu, también Bismarck se sintió libre de eleJ gir a sus asociados, estando dispuesto a aliarse c o n Rusia, Austria o
( Francia^La_ele_cción dependería p o r completo de quién sirviera mejor
-¿iJSterejy^
A u n siendo enconado aniversario de Austria, Bismarck estabadlspuesto a estudiar el acuerdo c o n Viena a cambio de una compensación apropiada en Alemania. Y aunque fuera archiconservador en asuntos internos, Bismarck n o v i o ningún obstáculo
) en desviar la política interna de Prusia hacia la izquierda, siempre q u e
/ ello sirviera a u n propósito de política exterior, pues también lájpolítica
ifiterog^^jr^ yy^ gnpg- d e j a ^ g ^ t e f c
*'^H~j
^ p ú e s ' t o ^ a l í a u i p l e ^ ó T p o g e o d e l sistema de Metternich se "
habían hecho
d e l poder. Pero e n t o n ces se habría tenido que hacer todo e s l u e t g o ^ J ^ r n ^ e J ^ m b i o
por medio de u n consenso europeo. El sistema de Metternich buscó
ajustes p o r m e d i o de los congresos europeos v n o mediante Ta política
i^leíEjS^
Bismarck h'apríá^iclo el u l t i m o
ejLüggar la eficacia d e l consenso moral. Pero, según él. esterólo era u n
d e m e ^ L p d e ^ d ^ e n t r e otros muchos, L^esj^bjjidad cfeToru^TrícerfTac?o^rtaraepen(Juapre
de este discreto matiz. Presionar en favor del cambio sin respetar, n i a u n cíe dientes para afuéTáTlas rela-
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
127
ciones de los tratados existentes, los valores compartidos o el Concierto
de EuropaTccTjastl^^
convertir la tuerza, en .inuifJlCO criterio, nizo q u e rooas ras n a c i o n e s
erfljrrerieneran carreras,¿írn^flflffitistas y siguieran políticas exteriores de
confrontación.
,,
_—
—'• •
— C 3 s opiniones de Bismarck siguieron siendo académicas mientras se
mantuvo intacto el elemento clave del acuerdo de Viena — l a u n i d a d de
las cortes conservadoras de Prusia, Austria yJRusia— y mientras la p r o pia Prusia n o se atrevió a r o m p e r p o r si sola dicha u n i d a d . La. Santa
Alianza se desintegró inesperadamente y c o n gran rapidez después dé
fa guerra de Crimea, cuando Austria abandonó el diestro anonimato
c o n el cual Metternich había desviado las crisis de su ya vacilante i m p e rio y, después de muchas vacilaciones, se había puesto del lado de los
enemigos de Rusia. Bismarck comprendió al p u n t o que la guerra de
Crimea había constituido una revolución diplomática. Comentó: "El día
del ajuste de cuentas llegará c o n toda seguridad, aunque pasen unos
cuantos años".
En efecto, tal vez el más importante documento relacionado c o n la
guerra de Crimea fuese u n despacho de Bismarck en que analizaba la situación surgida al concluir la guerra en 1856. Característicamente, e n
ese despacho se presuponía^ n a .aejiecla. fl exihilidad.¿lid.a^^
plomárico y u n a total falta de escrúpulos en busca de u n a o p o r t u n i d a d .
La historiografía alemana ha bautizado c o n p r o p i e d a d el despacho de V i
Bismarck c o m o el "Prachtbericht"o
" D e s p a d i o j Q ^ s ^ y ' , pues ahí se /
encontraba condensada la esencia de Wkmi^Uttfk
a u n cuando f u e s e '
demasiado audaz para su destinatario, el primer ministro prusiano O t t o
v o n Manteuffel, cuyos muchos comentarios al margen indican que distó m u c h o de dejarse convencer.
Bismarck comenzó c o n una demostración de la posición extraordinariamente favorable de Napoleón al terminar la guerra de Crimea. En
adelante, observó, todos los Estados de Europa correrían a buscar la
amistad de Francia, n i n g u n o de ellos c o n mayores perspectivas de éxito que Rusia:
44
U
Una alianza entre Francia y Rusia es demasiado natural para que no ocurra [...]•
Hasta hoy, la firmeza de la Santa Alianza [...] ha mantenido aparte a los dos
Estados; pero ya muerto el zar Nicolás y disuelta por Austria la Santa Alianza,
nada impide el acercamiento natural de dos Estados que no tienen intereses
en conflicto.
45
Bismarck predijo que Austria n o podría escapar de la trampa en q u e
había caído n i llevando al zar a París, pues para conservar el apoyo de
su ejército Napoleón necesitaría algún asunto q u e pudiese darle de u n
m o m e n t o a otro " u n pretexto n o demasiado arbitrario n i demasiado
I2H
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D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
injusto para intervenir. Italia es ideal para desempeñar ese papel. Las
ambiciones de Cerdeña y los recuerdos de Bonaparte y de Murat ofrecen excusas suficientes y el o d i o a Austria p r o n t o les allanará el
c a m i n o " . Desde luego, esto fue exactamente l o q u e ocurrió tres años
después.
¿Cómo había de colocarse Prusia, dado l o inevitable de una tácita
cooperación franco-rusa y la p r o b a b i l i d a d de u n conflicto franco-austriaco? Según el sistema de Metternich, Prusia habría debido estrechar
su alianza c o n la conservadora Austria, fortalecer la Confederación Germánica, establecer relaciones directas c o n la Gran Bretaña y tratar de
apartar a Rusia d e Napoleón.
Bismarck demolió, una p o r una, estas opciones. Las fuerzas de tierra
británicas eran demasiado insignificantes para ser útiles contra u n a
alianza franco-rusa. Austria y Prusia acabarían teniendo que soportar el
peso de la lucha. Y la Confederación Germánica n o podría añadir verdadera fuerza:
46
Ayudada por Rusia, Prusia y Austria, la Confederación Alemana probablemente se mantendría porque confiaba en la victoria aun sin su apoyo; pero
en caso de una guerra de dos frentes, hacia el Este y el Oeste, los príncipes
que no estuvieran dominados por nuestras bayonetas tratarían de salvarse
haciendo declaraciones de neutralidad, si no se presentaban en el campo
de batalla contra nosotros [.. . ]
47
A u n q u e Austria había sido la principal aliada de Paisia durante más
de una generación, ya resultaba u n asociado bastante incongruente a
ojos de Bismarck. Se había vuelto el principal obstáculo al crecimiento
\de Pmsia: "Alemania es demasiado pequeña para nosotros dos [...]
-^mientras aremos el mismo surco, Austria será el único Estado contra e l
I cual podamos obtener una ganancia permanente y ante el cual p o d a / mos sufrir una pérdida p e r m a n e n t e " .
I
Cualquier aspecto de las relaciones internacionales que Bismarck
Jconsiderara,
l o resolvía con el argumento de que Prusia necesitaba r o m \ per su nexo d~eTonfederado c o n "Austria"e invertir la política del p e r i o Jdo de Metternich para"~d~éBiIitáfI T s í T e x aliada e n cada o p o r t u n i d a d :
/ "Cuando Austria engancha u n caballo al frente, nosotros enganchamos
unoatrás".1?
•—
...
El azote de los sistemas internacionales estables es su casi absoluta
48
Así ocurrió a Bismarck. Cinco años después de llegar al poder e n \
1862 eliminó el obstáculo austríaco a la u n i d a d alemana aplicando s u Z
p r o p i o consejo del decenio anterior. Mediante las tres guerras descritas
e n este capítulo, expulsó de Alemania a.Austria y disipó los vestigios de
las ilusiones de Richelieu en Erancia. ... ,
.. ,
amó los ideales de las
La Alemania feciérTüñTrícada n
a edificar u n Estado demoraciones de alemanes que habí:
aspira
crático constitucional. D e h e c h o n
^ o reflejó n i n g u n a gran corriente
.
anterior del pensamiento alemán, l^^^^SIS^^^^mMJXJtíaS£y
di
ploma tico entre soberanos alemanes y np^m^expresióojde^Ja v o l u n
tad popular. S j n ^ m ^ á ^ ^ ^ & ^ o ^ e ^ ^ ^ a , n o del p r i n c i p i o de autodeterminaciófii^ÍDnáT^rMc|iie Bismari±ÍQjgKUQ»me se
había propue_s.tQjjacjei^
el
futuro d e ^
Desde
luego, era tan moderado al concluir sus guerras c o m o implacable había
sido al prepararlas. E n cuanto Alemania llegó a los límites que él consideraba vitales para su seguridad, Bismarck s i g u i c T u r a T ^ ^
~
Realoolitikw
Y la difección e n que avanzan n o p u e
[jas_declaracionesjie sus partidarios.
j
fílsrñarcK
j™¿l]PJj''
se
e n beneficio de la paz de E u r o p a . — -
a h ^ ^ n l a F p o r simples actos de malabarismo, por m u y espectaculares o
rnoa^rMosqüT
unificada c o m o resultad o de cierta diplomacia que presuponía una adaptabilidad infinita. Y sin
embargo, el triunfo m i s m o de esta política privó de toda flexibilidad al
sjstema^ injte^cTonál. Ya había menos participantes. Y cuando el núm e r o d e jugadores se reduce, tamicen disminuye la capacidad de hacer
ajusjssT Él nuevo sistema internacional contenía r^enQS_corñponentes,
pero r s á ^ s a S ü S ^ ^
mente aceptable o sostenerlo sin constantes pruebas de fuerza.
— E M O S prubleilláij esüuctuiaTeinuli^
de la victoria de Prusia en la guerra franco-prusiana, y p o r la naturaleza de
la paz c o n que concluyó. La anexión alemana de..Alsagjft-T.orena suscitó \
u n irreconciliable antagonismTTfrarfcgCque suprimió toda opción d i - j
plómatica alemana para c o n Francia.
En el decenio de 1850 Bismarck había considerado t a n esencial la
opción francesa q u e sacrificó su amistad c o n Gerlach para promoverla.
Tras la anexión de Alsacia-Lorena la enemistad de Francia se convirtió J
e n "la falla orgánica de nuestra naturaleza'', contraria q u e Bismarck I
había aév€rtide--een~raiua lnslsTéiiTIaTlmp^
'
c1^1naést>c)", d e m í i n t e r ^ ^
hasta que otras potencias se
hubiesen comj^omeu^cVr^u^goveíider el apoyo de Prusia a la que
más ofreciera.
La Confederación Germánica había logrado actuar c o m o u n i d a d sólo
s
j a s de sus,, objetivos c o n l o mejor de l o mismo q i l e "está n clerroca n d o
129
130
y--I
ante amenazas tan abrumadoras q u e hubiesen s u p r i m i d o las rivalidades
entre los diversos Estados; y una acción ofensiva conjuntae£a_estructur a k G ^ t e k n o c ^ j b l e . Loj^idebleTdeestoS acuerdos era, e n e f e c t o , u n a
fcle la^Tra*zoire!Pcle q u e Bismarck hubiese insistido e n q u e la unificación
alemana se o r g a n i z a r a b a i o l j . ^
pagó
Bismarck u n precio p o r la nueva disposición. TTna vez q u e j M e m a n i a
I pasó de potencial víctima de la agresión a s(£jixa&em9:á. para eTequilibrio europeo, la" remota contingencia de que los otros Eflajd^sde Europa
\se umeran contra, A l g i n a n i a ^ c ^ y y ^ ^ y n a ^ y ^ n j j p j ^ ^ i l i d a d .
esa pesadilla, a su vez, fomentó una política a l e m a n a ^ u e p r o n t o
ívidiría a Europa en dos bandos hostiles.
E l p r i m e r estadista europeo q u e comprendió los efectos de la u n i f i c a d o n a l e m a n a rué Beniamin PÍ^ftferfT^^qulen estaba a p u n t o d e ser
nombrado p r i m e r ministro dé"la Gran"r5retaña. En 1871 dijo lo siguiente
acerca d e la guerra franco-prusiana.-
^ í|~^ ) I^Lgueria representa la revolución alemana, un acontecimiento político más
\r
/ importante que la Revolución francesa del siglo pasado [...] No hay tradii
| iritrn f¡linj£¡mática que no haya sido barrida. Tenéis un mundo nuevo [...] El
Q
' equilibrio del poder tía sícToaes'truido por completo.
'
50
Bismarck al timón, estos dilemas fueron oscurecidos p o r su
djriQjnacia intrincada y s u t i l . Y sin embargo, a la l a r ^ l " l a c o m p l e i i d a d
misma d e j o s arreglos de BismarckJos condenó. Disraeli tenía toda la
razón. Bismarck había modificado éTtTTappe Europa y la pauta de las
relaciones íilleTfÜIclóhales, pero a la postre i n o logró establecer u n p l a n
que sus sucesores pudiesen seguir. Una
v^mM^rñov&hd^ehs
tácticas de Bismarck
letidores buscaron su seguridad n ^ l i m l i c
I C T f e ^ . n t k x u M ^ Q & ^ e los
Ie¿a5m€rram^ JVftó ngi
¿£i^áipíomacia. La incapacidad d e l " c a n C
9
o
n
ciller de H i e r r o para, institucionalizar
' «alizar suipolítica
su política"metió
Imetió a ÁfemanTa
Alemania
la fuerza, e n unlsméfrmfiSimmWfiiTe sólo p u d o escapar
^ mero, poruña carrg
l£ÍSJa, y h
\~ TambierTl!fr^1T política interna fue i n r a p ^ H m a r T k d e esn£l^f~r
u n trazo q u e sus sucesores pudieran seguir. Bismarck, figura solitaria
durante toda su" vida, fue aún menos c o m p r e n d i d o cuando salió d e l escenario y alcanzó proporciones míticas. Sus compatriotas recordaron
las tres guerras que habían creado la unidad alemana, pé^,ofvl3^|n los
íaponosos preparativos q u e las habían hecho posibles y la moderación
necesa7ia^afa"recoger sus ffnioij. Hablan visto aiarcj^.de poder, pero
sin discerniré! sujil análisis e n q u e se"habían fundamentado.
La Constimcion que Bismarck planeó para Alemania combinaba estas
tendencias. A u n q u e basada e n el primer sufragio universal v a r o n i l de
Europa, e l Parlamento (el Reichstag) n o controlaba al gobierno, q u e
,c
10
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y M S M A K l . K
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
era nombrado p o r e l emperador y sólo p o r él podía ser destituido. El
canciller estaba más cerca d e l emperador y d e l Reichstag q u e éstos e n tre sí. Por tanto, dentro de ciertos límites Bismarck p u d o enfrentar unas
contra otras las instituciones internas de Alemania, casi c o m o enfrenta- x
ba a otros Estados c o n su política exterior. N i n g u n o d e los sucesores de I
Bismarck tuvo la h a b i l i d a d o la audacia d e hacerlo. El resultado fue q u e /
el nacionalismo n o fermentado e n la democracia se volvió cada vez ¡
más chauvinista, mientras una democracia sin responsabilidad se volvía J
J
estéril. Tal vez la mejor expresión de la esencia de la vida de Bismarck
fuese del p r o p i o Canciller de Hierro, e n una carta q u e había escrito a su
futura esposa:
Todo lo que es imponente aquí en la tierra [.. .1 siempre tiene algo de la calidad del ángel caído, que es hermoso, pero no tiene paz; grande en sus concepciones y sus esfuerzos, pero sin éxito, orgulloso y solitario.
51
^^^"^s revolucionarios q u e surgieron al comienzo d e l sistema esta- í
tal "contemporáneo europeo encarnaron muchos de los dilemas d e l \
periodo m o d e r n o . Napoleón, revolucionario renuente, representó la '
tendencia de uni£ la"5ólítíca a las relacionespúblicas. Bjsunacck, revolucionario conservador, reflejó la teridenciaUe identificar la política c o n
'tisis del .ooder.
"~"
^a^oíe^fTtttvo ideas revolucionarias, pero retrocedió ante sus c o n secuencias. Después de pasar su j u v e n t u d en lo q u e el siglo xx llamaría
la protesta, nunca pasó d e la concepción de una idea a su aplicación.
Inseguro de sus propósitos y, e n realidad, de su l e g i t i m i d a d , dependió
de la opinión pública para salvar la brecha. Napoleón dirigió su política \
exterior e n e l estilo d e los dirigentes políticos m o d e r n o s q u e j j i i d e p sus /
éxitos por la reacción de los noticiarios de televisión. C o m o ellos, N a ; /
poleón quedó prisionero d e l o f u r a m e n t e tácdco: enfocancjo n b j ' ' Y V
a corto plazo v resultados i n m e d i a t ^ ^ f f a t o de impresionar a su público /
exagerando las presiones q u e se había propuesto crear. Y e n tal p r o - /
ceso confundió la política exterior c o n los pases d e u n prestidigitador. /
A la postré
la realidad, v n o la publicidad, la q u e determina si u n /
dirigente ha "establecido una diferencia.
A la larga, e l público n o respeta a los dirigentes q u e reflejan sus pro-—>
pias inseguridades o q u e sólo v e n los síntomas d e las crisis y n o las tendencias a largo plazo. El papel d e l dirigente consiste e n aceptar la carea J
deactuar con base en la confianza e n su propio cálculo de. la dittxdón de í
los hechos v en cómo se " p y e d p ^ f j i i i r i S p b r g . ellos. E n su defecto, las ?
crisis se multiplicarán, l o q u e es otro m o d o de decir q u e el dirigente ha *
perdido el d o m i n i o de los acontecimientos. Napoleón fue a su vez ebr*
pj^-n^or de
extraño fenómeno moderno: la figura política que j n - \
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n
n s
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eTnpargo acaba sienaó re^nazada y tal vez hasta despreciada p o r este. /
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4
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132
D O S R E V O L U C I O N A R I O S : N A P O L E Ó N III Y B I S M A R C K
Bismarck n o careció de confianza para actuar siguiendo sus propios
u
l
crosTCor^^
analizó la realidad subyacente y la o p o r t u
juicio;
de
Prusia.
Edificó
tan
b
i e n q u e la Alemania creada por é^|otujevinídad
la
derrota,
en
d
o
s
"yi^p^s
mun^tlesTT^o*s ocupaciones extranjeras
vió-a
dos
generaciones
.romopafecnvTdido.
EajfaUa de B i s m a r c k fue ha
fTd
b e r
^jaadsaffi
ha'- '
delante si en cada ger
id
re. E j ^ p j g j ^ ^ y ^ o Q ^ r e y, ademas, las msütucionesde la Alemania
'
En este sentido, Bismarck sembró las semillas
no sólo a e ias"reálízácíones de su patria sino de sus tragedias en el siglo
xx. "Nadie come impunemente el fruto del árbol de la i n m o r t a l i d a d " ,
.escribió su amigo Von Roon acerca.de Bismarck, .
Lx t r a g é d | a j ¿ ^
sus
capacidades: la tragedia de Bismarck fue que sus t^fepjtq^oprepasaron
la capacidad de su sociedad para absorbeH'osTTn^gado de Napoleón a
Francia fue u n a p y ^ l i s ^ ejitrajegiea: el legado de Bismarck a Alemania
fue u n a .
'
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J
52
A