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PSICOTERAPIA DE GRUPO. ENFOQUE PSICOANALÍTICO
Cambios en el encuadre y ruptura de la
GROUP PSYCHOTHERAPY. PSYCHOANALYTIC APPROACH
piel psíquica grupal
PRÁCTICA PSICOTERAPÉUTICA
Cambios en el encuadre y ruptura de la
piel psíquica grupal1
(Rev GPU 2012; 8; 2: 154-162)
Tomás Charlín Fernández2
Durante el proceso inicial de mi primer grupo como terapeuta surgieron fantasías de rotura tan intensas, que llegué a pensar que el grupo no sobreviviría. Sin embargo lo hizo. Un año después decidí
cambiar de consulta e ingresar a un nuevo paciente. Simultáneamente a la realización de estos cambios surgieron nuevas fantasías de rotura, pero esta vez el grupo no sobrevivió. Mi hipótesis es que la
sobrevivencia al proceso inicial se debió a la formación de una Piel Psíquica Grupal, y que su terminación obedeció a la ruptura de esta piel como resultado de los cambios en el encuadre. Para respaldar
clínica y teóricamente esta hipótesis, presento material clínico ilustrativo y su análisis, intentando
integrar las ideas de Bleger respecto al Encuadre Psicoanalítico (1967), con las teorías de Anzieu sobre
la Circulación Fantasmática en Grupo (1998) y la Piel Psíquica Grupal (2000).
INTRODUCCIÓN
A
propósito de lo que observé en el curso de la primera terapia de grupo que realicé como terapeuta,
proceso que pretendo describir en este artículo, es que
me parece necesario comenzar definiendo un fenómeno grupal llamado fantasías de rotura.
Para Anzieu (1998) las fantasías de rotura tienen
la propiedad de acoger e integrar todos los niveles de la
angustia y darles un modo de expresión. Se encuentran
entremezcladas la angustia paranoide de devoración y de
persecución destructora, la angustia esquizoide de fragmentación del cuerpo y del yo, la angustia depresiva de
separación de la madre y la angustia de castración en el
sentido estrictamente fálico del término. Las fantasías de
rotura cumplen una función, pues, unificadora: Proponen
a los miembros del grupo un denominador común para las
angustias personales de naturaleza distinta” (pp. 144-145).
Artículo modificado de la versión original: Charlín T. (2011). Cambios en el encuadre y ruptura de “La piel psíquica grupal”. En:
Morales G, Ortúzar B y Thumala E. Psicoterapia Psicoanalítica de Grupos & Vínculos. Santiago de Chile: Orjikh Editores.
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Médico Psiquiatra de la Fundación Engel, www.fundacionengel.cl
Psicoanalista en Formación, Sociedad Chilena de Psicoanálisis, ICHPA.
Psicoterapeuta Analítico de Grupos, Instituto Chileno de Psicoterapia Analítica de Grupos, ICHPAG.
Miembro de la Asociación Chilena de Psicoterapia Analítica de Grupos, ACHPAG.
Especialista en Psiquiatría, Universidad de Chile, Instituto Psiquiátrico “Dr. José Horwitz Barak”.
Médico Cirujano, Universidad de Los Andes.
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Tomás Charlín Fernández
Los rasgos más significativos del funcionamiento del grupo fueron básicamente los propuestos por
Foulkes (1964) para la Psicoterapia Analítica de Grupo,
es decir, sesiones de una hora y media sentados en
círculo junto a mí, sin entrega de instrucciones o programa, asumiendo todas las comunicaciones como el
equivalente a la asociación libre del individuo (asociación grupal), y manteniéndome como figura transferencial ayudando a esclarecer e interpretar el contenido, el
proceso, el comportamiento y las relaciones.
Además el encuadre grupal implicó: apertura al
ingreso de nuevos pacientes3, confidencialidad, abstención de relacionarse fuera del espacio terapéutico
(Nacher y Camarero, 1985), neutralidad por parte del
terapeuta (Waisbrot, 2002), incompatibilidad con psicoterapias simultáneas con otros terapeutas, periodo de
separación por vacaciones, y cobro de las inasistencias.
El grupo se realizó en mi consulta particular entre
los años 2006 y 2008. Se trataba de un grupo pequeño,
constituido en su mayoría por profesionales de entre 27
y 57 años, de nivel socioeconómico alto, predominantemente neuróticos, que consultaron por la presencia de
síntomas ansiosos vinculados a diversas problemáticas
en sus relaciones interpersonales.
MATERIAL CLÍNICO DEL PROCESO INICIAL
A continuación presento consecutivamente viñetas de
la sexta, séptima y octava sesiones (que, como mencioné en la introducción, contienen muchas e intensas
fantasías de rotura, que fueron las que me llevaron a
pensar que el grupo no sobreviviría, sin embargo lo
hizo). Inmediatamente después analizo el material,
dando a conocer el que me parece es el hilo conductor
de estas tres sesiones, facilitando de ese modo la comprensión de mis intervenciones y su asociación con el
posterior desarrollo teórico.
La Píldora del día después
Olivia: ¿Quién se tira un temita?
Francisca: Hablemos de algo no polémico, de la píldora
del día después.
Carlos: El tema no es la edad, el tema es que los padres
estén involucrados.
Olivia: ¿Alguien ha pensado en irse?
3
Por tratarse de un grupo abierto el ingreso de un nuevo
paciente técnicamente no constituiría un cambio en el
encuadre; sin embargo, y como se analizará más tarde,
lo considero como tal dada su cercanía con el cambio de
consulta.
Todos: No.
Florencia: ¿Y tú?
Olivia: Yo sí, por eso pongo el tema.
Carlos: ¿Por qué?, ¿no te interesa?
Olivia: Me han pasado muchas cosas que no he contado.
Entonces le cuenta al grupo su larga relación con un
hombre casado, con hijos…
Olivia: Es diez años mayor que yo, con carrete, con cuento,
me sedujo, me conquistó. Nos hemos alejado muchas veces, pero yo siempre vuelvo a él.
Terapeuta: Me parece que existe la duda entre atreverse
a anidar en el grupo y crecer en él, o simplemente usar la
píldora para evitar que eso ocurra.
La vaca descriteriada
Francisca entra estrepitosamente y muestra su nuevo
tatuaje en el hombro, que consiste en las típicas manchas de la piel de vaca. Anteriormente había dicho que
se identificaba con el blanco y el negro de la piel de las
vacas, porque simbolizaban los extremos.
Josefa: Una vez fui con cartera de vaca a la oficina, y justo
una vaca había parido en medio de la ruta 5 y murieron
5 personas, entonces todos mis compañeros me dijeron:
¡trajiste la vaca!, queriendo decir que iba a quedar la
“embarrada”.
Terapeuta: Pienso que ustedes pueden tener miedo de parir aquí en el grupo, miedo de traer al mundo del grupo lo
que “llevan dentro”, por temor a que eso pueda acarrear
consecuencias catastróficas, como las 5 muertes en el
caso de la vaca que parió en la ruta.
Al final de esta sesión Francisca le muestra al resto las
fotos de sus dos hijas. Lo comento porque en la siguiente sesión veremos cómo este hecho pasa a formar parte
de un sueño.
La vaca asesina
Francisca llega atrasada…
Paula: Llegó la vaquita.
Olivia: A propósito de la vaquita, tuve un sueño…
Terapeuta: Podrías contarlo…
Olivia: Lo soñé la misma noche de la última sesión. Veía
a mi amiga Claudia, llegaba a su casa y me mostraba sus
hijos, que eran las hijas de la Fran que me mostró en fotos
la sesión pasada. De pronto una de sus hijas salía gateando y me veía en un fundo, harto campo y la niña se perdía
y de pronto la encontrábamos y se la había comido una
vaca, y la guagua estaba con sus mordidas en el cuerpo
del animal, le faltaban pedazos y la ropa de la guagua
también era de vaca. Después conversábamos y mi amiga asumía dignamente la muerte de su hija, pero yo me
sentía mal, tenía pena y me sentía culpable y responsable
de lo que le había pasado.
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Cambios en el encuadre y ruptura de la piel psíquica grupal
Terapeuta: Le pido al grupo que interprete.
Silencio…
Terapeuta: Pienso que la vaca me representa a mí, que me
están viendo como una madre descuidada, que pare al
medio de una carretera, a la que se le pierden sus niños, y
que los asesina para comérselos, o sea una mamá a la que
no le importan sus hijos.
Posteriormente surgen más sueños…
Francisca: Yo soñé que una de mis hijas se me perdía y
caía a un pantano, y se hundía lentamente.
Carlos: Yo también tuve un sueño. Iba al cine y quería
comprar pop corn, pero la niñita que atendía no me pescaba, entonces llamé al supervisor, un cabro joven que
tampoco me pesca (…) Después voy al estacionamiento
y estaba con mi ex señora, que luego era mi ex polola, el
auto estaba lejos, en mala hora lo dejé en este barrio tan
malo, comienza un tiroteo, nos escondemos en una casa
y cuando salimos el auto tenía las marcas de las balas.
Silencio…
Terapeuta: Vuelvo a pedirle al grupo que interprete.
El grupo se concentra en lo individual de Carlos.
Terapeuta: Creo que este sueño refleja las frustraciones
del grupo, la sensación de no sentirse bien considerados
o gratificados entre ustedes mismos, o por mí, y, lo más
importante, pienso que se pueden estar sintiendo en el
grupo como en un mal barrio, en el que se corre peligro.
Casi al final de la sesión surge otro sueño…
Florencia: Yo soñé que me ponían un jefe incompetente.
ANÁLISIS DEL PROCESO INICIAL: CIRCULACIÓN
FANTASMÁTICA EN EL GRUPO Y FORMACIÓN DE LA
PIEL PSÍQUICA GRUPAL
Tanto la píldora del día después como la vaca me recuerdan a la figura materna. Asocio a la vaca con la
leche, y de esta forma con su dimensión nutricia y de
gratificación o frustración oral (pop corn = comida),
pre-edípica (pre-genital). Anzieu (1998) plantea que
“antes de la fase edípica, diferenciadora e individualizante, existe un protogrupo fantasmático, indiferenciado y reversible, el de los niños, matriz originaria de la que
emergen los sujetos individuales, y a la que los grupos, si
se les deja en libertad, quieren volver (y temen hacerlo)”
(pp. 115-116).
En consonancia con lo anterior Anzieu (1998) señala que “la situación de grupo en general, y en particular
la del grupo libre, provoca una regresión al sadismo oral,
con la angustia correlativa de la pérdida de identidad personal y una búsqueda compensatoria de la fusión con la
imago de la madre buena” (pp. 107).
Pero, ¿qué de buena puede tener una madre a la
que se le ocurre desubicada y descriteriadamente parir
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en una carretera donde será atropellada?, o ¿qué de
buena puede tener una madre asesina que además
despedaza y se come a sus hijos?
Anzieu (1998) observa que el niño que mama mira
al mismo tiempo la boca de su madre que le habla de
su amor por él. El grupo nutricio representaría esta
boca-pecho que el niño devora con los ojos. Pero la escisión del objeto provocaría que al mismo tiempo que
el niño experimenta la succión, imagine la mordedura
y el despedazamiento. Estas vivencias se resumirían “en
dos fórmulas inversas y complementarias: «el grupo nos
alimenta», «el grupo nos devora»” (pp. 117).
El sadismo oral de los miembros del grupo, la mordedura y el despedazamiento, ha sido proyectado en el
grupo, el cual es vivenciado como una “Madre-grupo”
mala, infanticida, que cual boca/pantano se traga a sus
hijos, que pare en un lugar donde la muerte acecha, y
que tal vez hubiera preferido optar por la anticoncepción de emergencia para no ser madre. Según Anzieu
(1998), en la etapa pre-genital, en la que existe angustia de separación, “el niño que ha crecido reprocha a su
madre su dependencia de ella y proyecta sobre ella su deseo de eliminarla; la fantasea como mala madre deseosa
de rechazar a sus hijos, convertidos para ella en malos
objetos” (pp. 144).
Claramente la experiencia en grupo está siendo
registrada como peligrosa. Tan peligrosa como un mal
barrio en el cual el fuego cruzado está a la orden del día,
y en donde la madre protectora brilla por su ausencia.
Toda esta fantasmática correspondería a protofantasías4 de rotura que fueron muy intensas en el grupo,
prueba de ello es que Olivia anunció su retiro en la
sesión número diez, seguida un tiempo después por
Josefa, que decide no continuar luego de la primera
separación por vacaciones.
Hasta ahora mi análisis del proceso inicial ha considerado al grupo como un todo, la “Madre-grupo”,
como principal objeto de la proyección de una oralidad escindida (incorporación v/s sadismo); sin embargo una mirada transferencial me resulta necesaria e
inevitable, especialmente por mi experiencia contratransferencial durante esta etapa de la vida del grupo.
Efectivamente, sentí al grupo como un montón de
niños hambrientos, insaciables, y muy demandantes,
desesperados por que les diera de comer y por que los
acunara para aliviar sus angustias. Sentí que me mostraban su insatisfacción, su crítica y su rabia trayendo
4
“Las protofantasías responden a esta doble condición: son
fantasías y son comunes a todos los humanos” (Laplanche
y Pontalis en Anzieu, 1998, pp. 143).
Tomás Charlín Fernández
imágenes que desde el punto de vista transferencial
me dejaban como una mala madre, asesina, descriteriada, y sin un genuino interés por embarazarse de ellos
y darlos a luz cuidadosamente. Los sentí en permanente tránsito entre el supuesto básico5 de dependencia6 y
el de lucha y fuga7 (Bion, 1963; Grinberg, Sor y Taback,
1991).
Hoy me doy cuenta que experimenté la partida de
Olivia como un aborto espontáneo, como una hija que
se fuga denunciando de ese modo la incompetencia
de su madre. Esto lo asocio con lo dicho por Carlos en
la sesión La Píldora del Día Después: “el tema es que los
padres estén involucrados”; y con el sueño de Florencia
en la sesión de La Vaca Asesina: “Yo soñé que me ponían
un jefe incompetente”. Temí la desintegración del grupo.
Pero no fue así, el embarazo prosperó, “prendió”. Paula-
Los supuestos básicos, según Grinberg, Sor y Taback
(1991), “se refieren al contenido de la opinión grupal”…
“están configurados por emociones intensas de origen
primitivo, considerados como básicos por estos motivos”
(p 23). Son los impulsos emocionales subyacentes en el
grupo, que expresan algo así como fantasías grupales, de
tipo omnipotente y mágico, acerca de cómo resolverán
sus dificultades y obtendrán la satisfacción de sus deseos. “Estos impulsos, que se caracterizan por lo irracional
de su contenido, tienen una fuerza y realidad que se manifiesta en la conducta del grupo. Es importante destacar
que las suposiciones básicas son inconscientes, y muchas
veces opuestas a las opiniones conscientes y racionales de
los miembros que componen el grupo” (p. 24). “Todos los
supuestos básicos son estados emocionales tendientes a
evitar la frustración inherente al aprendizaje por experiencia, aprendizaje que implica esfuerzo, dolor y contacto con
la realidad” (pp. 24-25).
6
En el caso del supuesto básico de dependencia, según
Grinberg, Sor y Taback (1991), “en términos narrativos
el grupo sustenta la convicción de que está reunido para
que alguien, de quien el grupo depende en forma absoluta,
provea la satisfacción de todas sus necesidades y deseos.
En una formulación más modelizada la creencia colectiva
es que existe un objeto externo cuya función es proveer
seguridad al grupo, “organismo inmaduro”. En otra terminología, es la creencia en una deidad protectora cuya bondad, potencia y sabiduría no se cuestionan” (p. 24). “Para
Bion los supuestos básicos son construcciones crudas,
fundamentales y primitivas. Así, por ejemplo, el de dependencia podría expresarse también con la imagen de la boca
cerca del pecho o succionando del mismo” (p. 29).
7
El supuesto básico de ataque-fuga, según Grinberg, Sor
y Taback (1991), “consiste en la convicción grupal de que
existe un enemigo, y que es necesario atacarlo o huir de
él. En otros términos, el objeto malo es externo, y la única
actividad defensiva frente a este objeto es su destrucción
(ataque) o evitación (huida)” (p. 24). “En los grupos terapéuticos el enemigo puede ser un miembro del grupo, la
persona del terapeuta, sus palabras, la enfermedad física o
mental, etcétera” (p. 27).
5
tinamente fui observando el desarrollo de un ambiente
grato, suficientemente contenedor y facilitador de un
nivel de vinculación más profundo.
Ahora, ¿Cómo nos explicamos que el grupo lograra “sobrevivir”? Pienso que la sobrevivencia del grupo a
estas angustias de rotura tuvo que ver con el aspecto
nutricio de la “Madre-grupo”, en este caso buena. Anzieu (1998) describe una contra-protofantasía llamada
ilusión grupal, en la que “las diferencias entre los miembros son negadas y la fusión renarcisizante de todos, en el
buen pecho del grupo, se afirma”. Según Anzieu (1998)
“la pareja antagonista ilusión grupal-fantasías de rotura,
constituye el resorte dialéctico fundamental de la vida inconsciente de los grupos” (pp. 145).
Para Anzieu (1998) la ilusión grupal puede entenderse de diversas maneras. Desde el punto de vista
dinámico “responde a un deseo de restauración de la unidad yoica amenazada; por eso, reemplaza la identidad
del individuo por una identidad de grupo: a la amenaza
dirigida hacia el narcisismo individual, responde instaurando un narcisismo grupal” (pp. 102). Desde el punto
de vista económico se entiende como una defensa hipomaníaca y como un estado en el cual la pulsión de
muerte es «proyectada» fuera del grupo (Béjarano en
Anzieu, 1998). “Desde el punto de vista tópico, la ilusión grupal ilustra el funcionamiento del Yo ideal8 en los
grupos” (pp. 102).
Y por último, desde el punto de vista genético clásico, Anzieu plantea que la situación grupal devuelve
al aparato psíquico de sus participantes a una etapa
intermedia entre la pura fusión fantasmática con el pecho y el reconocimiento de la realidad como tal. Alude
a Winnicott, señalando que “en la ilusión grupal, los participantes se dan un objeto transicional común, el grupo,
que para cada uno es realidad externa y a la vez es sustituto o, mejor aún, simulacro del pecho” (Anzieu, 1998,
p. 102). “Aunque el fenómeno transicional constituye
un paso hacia la relación de objeto propiamente dicha,
aporta también al individuo algo fundamental para la
continuación de su desarrollo; a saber, la presencia de un
terreno neutro entre la realidad externa y la realidad interna, (…) el campo de la ilusión” (Winnicott en Anzieu,
1998, p.102).
Desde un punto de vista biológico un buen representante del fenómeno transicional es la piel, dado su
8
El Yo ideal “está constituido por la interiorización de la relación dual del niño con su madre, de la que depende y por
la que es protegido. Es la imagen que exalta la omnipotencia narcisista, imagen arcaica con la cual el sujeto quiere
mantener una relación al modo fusional de la identificación primaria” (Anzieu, 1998, pp. 103).
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Cambios en el encuadre y ruptura de la piel psíquica grupal
permanente contacto con la realidad externa y la realidad interna. Anzieu (1994) desarrolla el concepto de
Yo-Piel. La piel constituye el límite del esquema corporal, y su asociación con el “Yo” facilita la representación
de una envoltura psíquica. Para Anzieu (2000) “el grupo
desprende las pieles psíquicas individuales y las sutura en
una envoltura narcisista grupal” (p. 70), la “piel psíquica
grupal” (p. 71). Describe una piel psíquica grupal imaginaria, constituida fundamentalmente por las fantasías
que envuelven al grupo (por ejemplo la ilusión grupal y
las fantasías de rotura), y una piel psíquica grupal real
que “delimita un territorio de grupo (espacio ocupado,
lugares, temporalidad grupal, ritmo de las reuniones)”
(Anzieu, 2000, p. 71). También describe diversas funciones para esta Piel Psíquica Grupal, dentro de las cuales
me resultan particularmente importantes las funciones
de mantenimiento, continencia, para-excitación e individuación.
La función biológica de mantenimiento se ejerce
por el holding, es decir, por la forma en que la madre
sostiene el cuerpo del bebé, especialmente entre sus
manos, manteniendo un estado de unidad y solidez
(Winnicott en Anzieu, 1994). Esta función de mantenimiento de una unidad y solidez en los grupos está dada
“por su capacidad de organizarse como «grupo de trabajo9» apoyándose sobre un «supuesto básico» inconsciente
y cambiándolo según las circunstancias” (Bion en Anzieu,
2000, p. 72).
La función biológica de continencia se ejerce por el
handling materno: “la sensación-imagen de la piel como
saco se despierta en el bebé por los cuidados del cuerpo
que, de acuerdo con sus necesidades, le procura la madre”
(Winnicott en Anzieu, 1994, p. 112). Esta función en los
grupos consiste en una envoltura/bolsa que contiene a
los adherentes y expulsa a los disidentes, constituye el
borde que delimita el adentro y el afuera del grupo (con
una zona transicional), y es la “interfase que pone en
contacto el intra-grupo con el out-grupo, con frotamien-
9
Según Grinberg, Sor y Taback (1991) “el grupo de trabajo
requiere de sus miembros capacidad de esfuerzo; no se da
por valencia sino por una cierta madurez y entrenamiento
para participar en él. Es un estado mental que implica contacto con la realidad, tolerancia a la frustración, control de
emociones; es análogo, en sus características, al Yo como
instancia psíquica descrito por Freud” (p. 30). Este nivel de
funcionamiento coexiste siempre con el nivel de funcionamiento primitivo del grupo de supuesto básico. Esta
coexistencia determina un conflicto permanentemente
planteado y siempre recurrente dentro del grupo. “La actividad del grupo de trabajo es perturbada por el grupo de supuesto básico; la tendencia a la diferenciación del individuo
se contrapone a su tendencia regresiva a no hacerlo” (p. 31).
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tos, erosiones y fisuras en la zona de contacto” (Anzieu,
2000, p.73). La función biológica de para-excitación es
ejercida por la capa superficial de la piel, la epidermis,
que cubre las capas más profundas de la piel, en donde
se encuentran las terminaciones nerviosas libres relacionadas con el dolor y los corpúsculos del tacto, protegiéndolas contra las agresiones físicas, las radiaciones
y el exceso de estímulos (Anzieu, 1994). En los grupos
esta función de la piel psíquica grupal protege de la
violencia de los estímulos externos y de las excitaciones
pulsionales, ejerciendo una regulación por homeostasis y feed-back (Anzieu, 2000). La función biológica de
individuación tiene que ver con que la piel humana presenta diferencias individuales considerables a nivel de
granulación, color, textura y olor, las cuales son narcisísticamente investidas, lo cual asegura el sentimiento de
ser único (Anzieu, 1994). La Piel Psíquica Grupal asegura
este sentimiento de Sí-mismo, de ser un grupo único,
que se diferencia de los otros grupos en una misma estructura (Anzieu, 2000).
En Simbiosis y ambigüedad (1967), Bleger incluye
dentro del encuadre psicoanalítico “el rol del analista,
el conjunto de factores espacio (ambiente) temporales y
parte de la técnica (en la que se incluye el establecimiento
y mantenimiento de horarios, honorarios, interrupciones
regladas, etc.)” (pp, 234). En el mismo texto señala la
existencia de “dos encuadres”: uno, “el que propone y
mantiene el psicoanalista”, aceptado conscientemente por el paciente, y otro, el del “mundo fantasma del
paciente”, constituido por su primitiva relación simbiótica con la madre, que deposita en el encuadre propuesto por el analista, el cual serviría de sostén o de
marco.
El Yo-Piel y la Piel Psíquica Grupal propuestos por
Anzieu (1994, 2000) son conceptos complementarios a
las ideas de Bleger respecto al encuadre. La descripción
que hace Bleger (1967) del encuadre propuesto y mantenido por el analista es muy parecida a lo que Anzieu
(2000) describe y denomina como piel psíquica real. Por
otra parte, el encuadre que Bleger describe como propuesto por el paciente, el de su “mundo fantasma”, recuerda lo que Anzieu (2000) describe y denomina como
la piel psíquica imaginaria.
Podemos entonces figurarnos el encuadre psicoanalítico grupal como una Piel Psíquica Grupal de doble
hoja, cuya capa superficial sería el encuadre propuesto
por el analista, posibilitador del surgimiento de las funciones de mantenimiento, contención, y para-excitación
en y sobre una capa profunda, la del encuadre de los pacientes y su “mundo fantasmático grupal”, representante
de su individualidad, que le aporta el sentimiento de ser
un grupo único.
Tomás Charlín Fernández
Esta función de individuación planteada por Anzieu en su concepto de la Piel Psíquica Grupal (2000),
recuerda lo descrito por Bleger (1967) en relación con la
identidad y los grupos o instituciones. Este autor señala
que “la identidad siempre, total o parcialmente, es grupal
o institucional, en el sentido de que siempre, por lo menos
una parte de la identidad se configura con la pertenencia
a un grupo, una institución, una ideología, un partido,
etc.” (p. 235).
Bleger (1967) define como institución a una relación que se prolonga en el tiempo con el mantenimiento de un conjunto de normas y actitudes. Agrega
además que “las instituciones funcionarían siempre (en
grado variable) como los límites del esquema corporal y el
núcleo fundamental de la identidad” (pp. 235).
Bajo la definición blegeriana me parece indudable
que el encuadre psicoanalítico grupal es una institución
en sí mismo. Como tal pienso que define los límites
del esquema corporal grupal, constituyéndose de esta
forma en el continente de su imaginario. La identidad
grupal, por su parte, surgiría naturalmente a partir de
la combinación de ambos aspectos, el físico o “real” propuesto por el terapeuta, y el psíquico o “imaginario” o
“fantasmático” de los pacientes.
En mi opinión, lo que permitió la sobrevivencia del
grupo al proceso inicial fue la suficiente contención, por
parte del encuadre por mí propuesto, del encuadre imaginario de los pacientes, cargado de una “fantasmática”
en continua dialéctica entre la ilusión grupal e intensas
fantasías de rotura. De esta forma, se logró el desarrollo
de una Piel Psíquica Grupal única e irrepetible, entre cuyas capas externa/“real” e interna/“imaginaria” se creó
un campo transicional idóneo para el florecimiento,
mantenimiento y contención de la fantasía, la ilusión, la
transferencia y la contra-transferencia.
Carlos, al sentarse, pasa a llevar con su silla un enchufe
que está roto.
Terapeuta: ¡Cuidado!, ese enchufe está roto.
Roberto: Está peligroso.
Florencia: Ya no te importa porque te vas.
Silencio…
Terapeuta: Quizás ven en el cambio de consulta una falta
de preocupación o consideración hacia ustedes.
Florencia: Obvio, la otra consulta me queda lejísimo. Es un
cacho.
Carlos: Para mí también.
Terapeuta: Puede que estén experimentando el cambio de
consulta como una ruptura en el enchufe, o como un desenchufe, y por lo mismo pueden estar sintiendo mucha
incertidumbre respecto a si luego del cambio de consulta
podremos o no mantenernos enchufados.
A continuación presento viñetas de las sesiones posteriores al ingreso de Roberto y al cambio de consulta,
realizadas cuando el grupo tenía un año de vida, y en
las cuales vuelven a surgir fantasías de rotura, relacionadas con las del proceso inicial, pero con la diferencia
de que en esta oportunidad el grupo no pudo sobrevivir a ellas.
La Tienda Estaba Cerrada (sesión # 46)
Primera sesión en la nueva consulta. Ya avanzada la sesión…
Terapeuta: ¿De qué estaremos hablando?, ¿qué pasa con
Carlos que esta tan callado?
Carlos: Nos estamos acomodando a este nuevo lugar y
hablando cosas superficiales.
Terapeuta: Han estado hablando de las diferencias, y Carlos está aludiendo a que estamos en un lugar nuevo, tal
vez por eso han estado hablando de las diferencias.
Florencia: No me gusta que esté lejos.
Carlos: Yo me siento desambientado.
Francisca: Son otros los olores y otros los cuadros…
Silencio…
Florencia: Tuve un sueño. Necesitaba comprar una polera
sin mangas. La tienda estaba cerrada, tuvimos que irnos.
Era un callejón muy oscuro. Afuera estaba mi papá y se
fue.
A continuación surgen abundantes recuerdos en los
que los padres fueron despreocupados o desconsiderados, recuerdan especialmente escenas en que sintieron
que sus padres prefirieron o favorecieron a un hermano.
Terapeuta: Creo que toda esta molestia con los padres y
las diferencias entre hermanos pueden también tener que
ver conmigo, con este “padre” que cierra la tienda y se va a
otra, haciéndolos andar solos por un callejón oscuro. Además ha incorporado a otro hermano. Pienso que todos estos cambios han hecho que se sientan abandonados por
mí, y que no me crean preocupado de proporcionarles las
poleras sin mangas que tanto necesitan.
Desenchufe (sesión # 45)
Esta sesión es la que sigue al ingreso de Roberto y es la
última en la consulta antigua.
Extranjería (sesión # 47)
Carlos se ausenta sin previo aviso. Francisca llega contando que echó a su nana peruana.
CAMBIOS EN EL ENCUADRE, CIRCULACIÓN
FANTASMÁTICA EN EL GRUPO Y RUPTURA DE LA
PIEL PSÍQUICA GRUPAL, REAL E IMAGINARIA
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Cambios en el encuadre y ruptura de la piel psíquica grupal
Francisca: Ahora tengo a una señora agradable y chilena.
El tema con las peruanas es más complicado por todo eso
de extranjería.
Roberto: He tenido peruanos trabajando, son buenos trabajadores, pero si hay un problema son complicados, se
saben todas las leyes.
Terapeuta: ¿Quién es el peruano?
Roberto: ¿Seré yo? (lo dice con acento argentino).
Terapeuta: ¿Se sabrá defender?
Roberto: A propósito de defender, tuve un sueño: soñé
que construía una casa y estaba todo bien, pero luego me
doy cuenta de que la hice de madera, entonces pienso en
por qué mierda la hice de madera, ¡se me puede quemar!,
y la cerca era muy baja y extensa, me pregunto en qué
minuto me embarqué en esto, cuánto me va a costar. Y
después me doy cuenta que el terreno no es mío, y que
alguien se lo puede comprar…
Más tarde, hacia el final de la sesión…
Francisca: Como todo es nuevo (la consulta) y tú también
(Roberto), es como partir de nuevo. El espacio aquí es más
grande, y no has colgado los cuadros (refiriéndose a mí).
Pinta ahí una mancha de vaca.
Hipopótamos en el Tatami (sesión # 49)
Florencia: Lo estoy pasando pésimo, siento el pecho apretado, duermo mal, no alcanzo ni a hacer pipí. Voy a tener
que despedir gente.
Francisca: ¿Por qué la reducción?
Florencia: Compramos una empresa que representa el 5%
del mercado. No me sirve una doble estructura. Tengo que
echarlos prácticamente a todos.
Terapeuta: Como que no pudiera haber fusión sin exclusión…
Silencio…
Terapeuta: Parece que la doble estructura es inconveniente e insostenible…
Silencio…
Terapeuta: Me pregunto cómo andamos por casa.
Carlos: En alguna medida la llegada de Roberto me bajó
el nivel de apertura. No digo que no se pueda retomar,
pero cambian las cosas.
Florencia: ¿Por qué?
Carlos: A él lo siento distinto a mi forma de ser.
Florencia: ¿No somos todos distintos?
Carlos: Sí, pero nosotros tenemos una historia, eso me
produce a mí una cierta barrera.
Francisca: Puede ser que te afecte más porque antes
eras el único hombre del grupo, porque Tomás es como
el martillero de la justicia. En el fondo te encuentras con
una persona distinta pero también con un rival. Tal vez
te sientes como invadido y con pocas ganas de dejarlo
160 | Psiquiatría universitaria
entrar. Las mujeres somos más acogedoras. Para mí no es
una nueva etapa.
Florencia: A mí no me chocó la forma de Roberto. Su claridad me produce admiración.
Roberto: Yo sentí tu distancia. Si fuera tú creo que habría
sentido lo mismo. Creo que igual podemos ser un buen
grupo.
Paula: Creo que de nosotras te puedes defender diciéndote “son mujeres”, pero en ese sentido la opinión de un
hombre puede ser más amenazante.
Florencia: En todo caso, no porque le tengamos admiración a este caballero (Roberto) dejamos de quererte a ti.
Francisca: Y desde mucho antes.
Carlos: Creo que hay una cosa territorial.
Francisca: Es como el perro que anda haciendo pipí.
Roberto: ¡Y nadie ha hecho pipí aquí porque está nuevo!
Florencia: Como los hipopótamos, que mascan y escupen
al fulano porque son herbívoros.
Paula: En verdad es un Tatami.
Francisca: ¿Qué es un Tatami?
En la sesión anterior, a la que sólo asistieron Roberto
y Paula, Roberto habló de sus ansiedades a la hora de
combatir en el Tatami (nombre del lugar físico en el que
se practica el Kung-Fu). Paula da a conocer brevemente
al resto lo que se habló en esa sesión.
Roberto: Sí, fui campeón nacional de Kung-Fu. Siempre
esperaba, hacía amagues hasta recibir el primer golpe,
después con uno lo dejaba liquidado.
Terapeuta: ¿Eso fue un golpe?…
Silencio…
Roberto: Pero soy super friolento.
DISCUSIÓN
“Como los hipopótamos, que mascan y escupen al fulano
porque son herbívoros”
Esta frase me recuerda nuevamente la fantasmática
oral descrita por Anzieu (1998). Me parece que esta potente imagen ofrecida por el grupo representa la mordedura y el despedazamiento. Se trataría de un animal
que masca no para incorporar, sino que para rechazar
o mejor dicho para echar y proteger su territorio. Interpreto que el grupo se sintió en peligro de rotura y despedazamiento, fenómeno que va en la misma línea de
lo observado en el proceso inicial, y que se comprueba
en el comentario de Francisca: “Pinta ahí una mancha
de vaca”, comentario que trae a colación a la Vaca, símbolo inequívoco de las fantasías de rotura del proceso
inicial, y que demuestra que la “fantasmática grupal”
entró nuevamente en ese registro.
Tomás Charlín Fernández
En todas las viñetas es posible reconocer que se alude, por una parte, a algún aspecto externo, ambiental,
espacial o físico, y por otra parte, a un quiebre o ruptura,
a lo inconveniente, a lo peligroso o doloroso. Ejemplos
de lo anterior son: un enchufe roto, la mayor distancia a
la nueva consulta, una tienda cerrada, un callejón oscuro,
la complicación que implica emplear a una extranjera,
una casa que se puede incendiar y que está construida
en un terreno que no es propio, cuadros distintos y descolgados en la nueva consulta, dos empresas en fusión
donde la doble estructura resulta inconveniente, un Tatami donde existe competencia y violencia.
Todas estas imágenes son posteriores a los cambios
de encuadre hechos por mí, y me llevan casi inevitablemente a considerar más realista el término “rupturas”
del encuadre, que el término “cambios” en el encuadre.
Para Bleger (1967) las rupturas del encuadre por
parte del analista son siempre, aunque en grado variable, situaciones catastróficas, porque en estas rupturas
se produciría una “grieta” por la que se introduciría la
realidad, que resultaría catastrófica para el paciente:
“su” encuadre, su “mundo fantasma” quedaría sin depositario poniéndose en evidencia que “su” encuadre no
es el encuadre psicoanalítico.
Pienso que el encuadre propuesto por mí llegó a
constituirse en el depositario del “mundo fantasmático grupal”, manteniendo de esta forma silenciados los
aspectos simbióticos de la relación del grupo conmigo, herederos de la primitiva relación simbiótica con
la madre. En esta línea considero que las rupturas del
encuadre provocadas por mí efectivamente crearon
una situación catastrófica, una grieta por la que se
introdujo una realidad negada, la de un Otro diferente, rompiendo de esta forma la simbiosis y dejando al
“mundo fantasmático grupal” sin depositario. Esto explica su emergencia en la forma de un sinnúmero de
libres asociaciones y material onírico reveladores de
que el encuadre para el grupo, al menos en términos
inconscientes, no era el propuesto por mí. La posibilidad de un cambio de sede no era parte de los planes
en el “mundo fantasmático grupal”, menos aún luego
del ingreso de un nuevo paciente dos semanas antes (a
pesar de ser un grupo abierto).
“Nosotros tenemos una historia”, “creo que hay una cosa
territorial”
El material clínico presentado evidencia y demuestra que las rupturas del encuadre hechas por mí, específicamente los cambios físicos, muy cercanos al ingreso
de un nuevo miembro, atentaron y lesionaron el límite
del esquema corporal grupal, la Piel Psíquica Grupal,
tanto la “real” como la “imaginaria”, con el consecuente decaimiento de sus funciones, particularmente las
de mantenimiento, contención, para-excitación e individuación (Anzieu, 1994), constituyéndose en graves
amenazas contra el territorio o tejido interno imaginario, subjetivo y fantasmático del grupo, como también
para su ambiente o territorio externo al cual estaban
aclimatados. En otras palabras, creo que las rupturas
que provoqué en el encuadre destruyeron la identidad
grupal, lo cual habría llevado a que las fantasías de rotura, ya sin contención ni contrapeso, tomaran cuerpo
en la figura de un grupo deshecho.
Por último, y en forma casi inevitable, no puedo
dejar de referirme a algunas características de los hipopótamos. Son las bestias que anualmente matan a
más personas en África. Ciertamente son animales muy
primitivos. A lo largo de su evolución natural fueron
creciendo en envergadura, pero dicho crecimiento no
se vio acompañado por un desarrollo proporcional del
encéfalo. El resultado es un animal que, como si fuera
del tamaño de una laucha, se siente amenazado por
cualquier cosa, pero que responde con una agresividad brutal, y altamente letal, dado que no son precisamente del tamaño de un roedor. Extraordinariamente
comen carne, pero siempre que lo hacen es carroña,
nunca matan a otro animal por la natural necesidad
de nutrirse, sólo matan debido a su desproporcionada
tendencia a defenderse, es decir, por miedo. Por esta
misma razón es que son altamente territoriales. Territorio en el cual reina sólo un macho, el dominante,
que es el único con derecho a aparearse con las hembras. Ahora bien, el monarca no es el hijo heredero del
anterior, sino el que ha ganado su derecho como soberano a través de la lucha despiadada con sus pares,
lucha que ocasionalmente termina con la muerte del
contendor o del monarca. Rara vez la muerte es inmediata, lo habitual es que acontezca en los días sucesivos
como consecuencia de la complicación de una herida
de batalla. Ésta es la razón que explica que frente a un
contendor joven y fuerte el macho dominante, si se encuentra debilitado, decida retirarse para salvar su vida.
Los seres humanos no somos tan distintos. A pesar
de nuestro desarrollo encefálico es fácil que nos sintamos amenazados, y a propósito de nuestra vida en grupos, o en sociedad, la lucha por el poder es evidente. No
me refiero a la desviada inclinación humana a buscar
el poder para poder dominar. Me refiero a la natural y
necesaria tendencia humana a buscar e incluso luchar
por el poder para poder proteger, para poder establecer
un adentro y un afuera, lo interno y lo externo, lo idéntico y lo ajeno, para poder establecer un territorio, un
cuerpo, una existencia. El grupo terapéutico al cual me
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Cambios en el encuadre y ruptura de la piel psíquica grupal
he referido en este artículo nunca supo mejor que era
grupo, que cada uno era miembro de un cuerpo, que
la antigua consulta era su territorio, su piel, su nación
(porque los vio nacer), que cuando como terapeuta
tomé decisiones que hicieron que “su” encuadre cambiara. El resto de la historia ya es conocida.
3.
4.
5.
6.
7.
Referencias
8.
1.
2.
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Anzieu D. (1998). El Grupo y el Inconsciente. Lo Imaginario Grupal. Cuarta edición. Madrid: Ed. Biblioteca Nueva
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9.
Anzieu D. (2000). El Yo Piel Familiar y Grupal. En: Rev. AAPPG,
XXIII. 1. 67-81
Bion WR. (1963). Dinámica de Grupo. En: Experiencias en Grupos
(pp. 115-154). Buenos Aires: Paidós
Bleger J. (1967). Psicoanálisis del Encuadre Psicoanalítico. En:
Simbiosis y ambigüedad (pp 233-248). Buenos Aires: Paidós
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