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RECORDANDO
Emilio Marín Tortosa, un enguerino.
La memoria es incierta e inconstante. A veces viaja por los recuerdos alguna
imagen antigua en blanco y negro sobre papel color sepia, y siempre nos surge la duda
de si será de verdad algo propio del pasado, o tan solo se trata de algo escuchado o leído
en alguna parte. Para no entrar en disquisiciones sobre materia de recuerdos, siempre
prefiero creer que forma parte de la historia personal, pues todos tenemos una historia
detras: toda nuestra vida pasada. A la hora de escribir sobre el pasado, en formato
biográfico, esta reflexión es útil para rellenar los huecos de olvidos con alguna dudosa
fabulación. Pero siempre respetando la veracidad de los hechos. Y a eso vamos.
Mi nombre es Emilio Marín Tortosa, nací en
Enguera una fría madrugada de Febrero de 1944, en el
número 30 de la calle Molina. Mi niñez debió ser como
la de cualquier niño nacido en una casa de trabajadores,
en una época de tantas carencias como era aquella. La
pobreza dicen que agudiza el ingenio, es posible, pero
yo prefiero pensar que mi afición, y mi posible ingenio,
por la lectura, y la transición de ésta hacia el teatro,
tienen otro origen. En mi casa había un libro en el que
descubrí la belleza de la lectura: “El Buen Hablista”. El
libro estaba editado a finales del siglo diecinueve, y era
una joya que le regalaron a mi padre en su época
escolar. De él recuerdo, siempre lo he hecho, unos
versos que mi padre, cuando los domingos por la
mañana me metía en su cama, me recitaba de memoria. Decía así:
Era una noche de invierno,
De un invierno crudo y frío.
Era más de media noche,
Y a las puertas del castillo
Resonaba el duro golpe
Del buen aldabón macizo.
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Mucho aqueja al castellano
La visita y el ruido,
Pues allá está junto al fuego
Bebiendo con sus amigos,…
Aquellos versos, dichos con cariño sobre el oído de un niño, marcaron mi
respeto por la lectura procurando buscar siempre la belleza en ello. Luego, en mi época
escolar, fue un Maestro: Don Octavio Aurelio del Castillo Juan, (así le gustaba llamarse
aunque Don Octavio le llamábamos todos) además de Maestro de profesión, era un
verdadero artista de vocación. La música, y la poesía, eran sus verdaderas pasiones. Al
menos esas eran las visibles. Y fue, este Maestro Artista, quien fijó, para siempre, mi
afición por el teatro. Los jueves por la mañana, (por las tardes ese día no había escuela)
en la Emisora de Radio que había en los bajos de la Casa del Cura, había un programa
para escolares dirigido por Don Octavio, a algunos de sus alumnos nos hacía participar
leyendo cuentos, o declamando alguna poesía. Como al parecer, según se dijo, esa
actividad fue un éxito, (lo hacíamos muy bien) me “enganché” a lo de interpretar.
También pudo ayudar a ello, un festival en el Cine Del Rullo, y en la celebración de
algún “Misacantano”, donde tuve que participar recitando sendos poemas.
Los grandes Maestros de mi infancia
Después vino el pisar el escenario del “Teatro de la Música”. Mi primera intervención
fue en un sainete corto llamado “Sangre Gorda”, bajo la dirección de Fina Jiménez, y
como acompañante de Natalia Abad. ¡Un éxito! Y siguió el “enganche”. Luego vinieron
más sainetes: “El contrabando”, “Pulmonía doble”,… Comedias como “El chico de la
tienda”, “Don José Pepe y Pepito”, o, “La Princesa Maribel”,… Dramas como “La
muralla”, “Todo un hombre”, o, “Marianela”. Un repertorio variado que me sirvió como
escuela para posteriores empresas de mayor envergadura.
Entonces tuve como referencia a actrices y actores de mucha valía y experiencia,
como: Inés Tárrega, Carmen Aparicio, Manolita Vélez, Danielito Simón, Miguel Giner,
y alguno más que no está ahora en mi mala memoria. (¡Lo siento!) Por encima de todos,
Emilio Granero, que, aunque fuera de Enguera en esos momentos, ya era faro luminoso
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para cualquier enguerino que se acercase a estos menesteres. En el grupo estaban,
Maruja Muñoz, Pepe Giner, Pilarín Cabanes, Merceditas Pastor, Conchín Francés,
Fernando Garrigós, Batiste Simarro, Enrique Fuentes, Eduardo Amorós, Paquito
Santonja, Rafael Palop, mi hermano Paco, Lolita Calatayud, Inesita Marín, y un largo
etcétera de meritorios que compartimos buenos momentos encima del escenario, y
amargos tragos mientras esperábamos el momento de salir a escena.
Todo esto fue posible, principalmente, por el empeño, la dedicación, y la entrega
de un hombre, (así lo recuerdo yo) Miguel Santonja, peluquero de profesión, y teatrero
de vocación. Cuantas horas invertidas. Cuantas noches llegando tarde a casa. Cuanta
dedicación. Cuantos disgustos domésticos por culpa de la afición al teatro. Pero para él,
en su abnegación, valía la pena. No hacía falta más que oírle hablar tan
apasionadamente cuando tomaba entre sus manos el libreto que pensaba representar, y
su fe se nos contagiaba a todos, y desde ese mismo momento se ponía en marcha el
nuevo proyecto. Y no era fácil su trabajo: buscar un libreto representable, buscar a los
actores necesarios, hacer el reparto de papeles y procurar que a todos nos cuadrase el
que nos tocaba en suerte, que no siempre era así. En ese momento no era extraño asistir
a deserciones por un: ¡Yo quiero ese papel que me va mejor que a él! Y Santonja
siempre trataba de arreglar las cosas diciendo: “Pero es que tú puedes hacer cualquier
papel y ella no. Por eso siempre guardo para ti el que nadie puede hacer por que sé que
tú sí puedes hacerlo. ¡Eres la mejor! ¡Era un buen entrenador!
Una de las “Misacantá”…
“El Musical”, como teatro ha sido una institución en Enguera, que estaba
situado en el antiguo Palacio del Conde, (de ahí el nombre de “Placeta del Palacio” que
se le daba a la calle) En aquellos momentos era el lugar donde tenía su sede, y lugar de
ensayo, la Banda de Música “Santa Cecilia” de Enguera. Por allí pasaban muchas
compañías de variedades, con artistas muy conocidos. También se celebraban festivales
artísticos con artistas de la localidad. Siempre el local se llenaba. El público respondía
como se esperaba: “Llenando hasta la bandera”.
Allí, en el viejo “Teatro de la Música”, se vivía el arte. Tal vez un arte si quieren
menor, provinciano, pero con una verdad y un sentimiento profundo. Por las vigas del
techo se podían ver, (quien así quisiera verlo) entrelazadas las notas de un pasodoble y
el triste sentir de un tango, con los poemas de un afamado poeta. Allí resonaron las
desgarradoras notas de una soleá, las más sentidas coplas, los gorgoritos de alguna
vicetiple, y también las canciones de los más modernos. Un solo de trompeta, un
clarinete brillante, una delicada oboe, una trompa, un fiscorno, un trombón, un bajo, el
redoble de una caja, y los bien templados platillos que dejaban en aquel Templo de Arte
los sucesivos músicos enguerinos. Todo un amasijo de estilos, todos unidos por un amor
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a su arte. Al que llevaban dentro, encendido por aquellos artistas a quienes admiraban, y
a quienes se quería parecer. Algunas imitaciones merecían el calificativo de originales.
Así vivimos muchos sueños. Sueños que fueron a morir convertidos en vapor de agua
por la cruda realidad del día a día.
Y este aspirante a actor, como tantos enguerinos, un día tuvo que hacer la maleta
rumbo a lo desconocido, llevando sobre sus hombros sus raíces y su afición al teatro.
No olvidemos que Enguera ha sido siempre una madre que ha visto marchar a muchos
de sus hijos hacia la emigración: Argentina, Tarrasa, Francia, Alemania, Holanda,…
Recordemos.
¡Ay Campanario de Enguera!
¡Ay torre de San Miguel!
Desde Tarrasa a Argentina,
Que bien os oyen. ¡Que bien!
Mi destino era Tarrasa.
Una vez instalado en mi nuevo hogar, busqué el contacto con algún paisano con
quien compartir la afición al teatro, y así encontré a Teodomiro Rovira, gran enguerino,
y gran hombre de teatro. Con él comencé mi andadura teatral en “La Agrupación
Cultural del Teatro”. Un grupo teatral que jugaba en la Primera División del Teatro
Aficionado. Aquello supuso un gran esfuerzo para mí, pues fue subir algunos peldaños
en cuanto a seriedad y calidad en la interpretación. Mi debut fue en el papel protagonista
de “La Barca sin Pescador”, una hermosa y difícil obra de Alejandro Casona. Aquella
prueba, pues eso fue para mí, satisfizo al grupo que me acogió definitivamente entre sus
miembros. Y no fue fácil, la llegada de alguien nuevo, siempre despierta recelos, y ese
no fue el caso.
Carmen Aparicio, Manolita Vélez, Danielito Simón…
La actividad en el grupo era frenética, pues no hay que olvidar, que todos
éramos trabajadores, y que por lo tanto, los ensayos siempre eran tras una dura jornada
de trabajo. Los miembros del grupo manteníamos al día nuestra preparación con
cursillos de interpretación. También nos entrevistábamos con los actores y actrices que
encabezaban los repartos en los teatros de Barcelona, buscando los consejos de su
experiencia. Varios locutores de radio nos descubrían técnicas de vocalización. Día a
día, el grupo iba perfeccionando su técnica de interpretación, lo que hacía posible
nuestra participación en la programación de los teatros locales.
“La Barca sin Pescador”, “Esta noche es la víspera”, “Cena de matrimonios”,
“Aprobado en inocencia”, “El casado casa quiere”, “La cuerda”, “Ejercicio para cinco
dedos”, fueron montajes que daban la talla de la calidad del grupo. Con la comedia, “El
Gorrinillo”, de nuestro paisano Emilio Granero, el grupo consiguió, para esta obra, el
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primer premio en el Certamen de Teatro Ciudad de Tarrasa 1967. Un gran éxito que
permitió que el grupo fuese conocido en otras ciudades donde fuimos llamados a actuar.
Por entonces tomé contacto con la compañía que iba a montar la obra “Cara de Plata”,
de Valle Inclán, para inaugurar el Teatro Moratín como sede del Teatro Nacional en
Barcelona. Entonces conseguí el carné de Actor Profesional.
*
*
*
La etapa de mi residencia en Tarrasa, llegó a su fin, y mi nuevo destino fue
Manises.
En Manises tuve la suerte de llegar de la mano de Emilio Granero. El me facilitó
las cosas para mi instalación allí. También de su mano entré en contacto con el ambiente
cultural del cual él formaba una parte muy importante. Fui invitado a dirigir el Teatro
Patronato, que se había quedado sin director, y que aprovecharon mi llegada para tapar
aquel agujero. Era el 1969. Terminé el montaje de “La Sangre de Dios”, que era la obra
que se había quedado viuda de dirección. Seguí en esa tares de dirección en algunos
sainetes. Y de pronto me llegó una prueba de gran dificultad. Se me requirió, por parte
de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento, para formar parte de la misma, y
participar en la organización de los “Festivales de España”, que iban a llegar a Manises
durante las fiestas de Julio. “Los Festivales de España” era un evento a escala nacional
con la participación de las mejores Compañías de Teatro, de Zarzuela, de Espectáculo
Flamenco, y de grandes Orquestas Filarmónicas. Se consiguió completar una
programación con una Compañía de Teatro de Cataluña, con la obra “Los delfines”; una
famosa Compañía de Zarzuela, con “La Tabernera del Puerto”; la “Orquesta Municipal
de Valencia” con un extraordinario concierto, y la “Compañía Flamenca del Maestro
Escudero”, uno de los más grandes bailaores flamencos. Para finalizar se me colocó la
puntilla en mi escasa preparación para tales tareas: se me pidió, sin posibilidad de
negativa, que fuese el presentador de los Festivales. Acepté, y no salió del todo mal.
Teodomiro Rovira
Por entonces dejé mi participación en el Teatro Patronato. Tras un corto espacio
de tiempo de descanso, se presentó la oportunidad de participar en la “Obra Cultural de
la Caja de Ahorros de Valencia”, donde Emilio Granero había conseguido una serie de
Conferencias Escenificadas. El me lo pidió, y junto a algunos de los miembros de aquel
grupo del “Patronato”, decidimos que, con esa excusa, era la hora de formar nuestro
propio grupo de teatro. Así nació “Teatro Escuela Menecil”.
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Una vez terminada nuestra participación en aquella serie de conferencias,
comenzamos nuestra propia actividad teatral. Esta se basaba, principalmente, en la
captación y preparación de nuevos miembros. Era necesario, entes de meternos en las
representaciones, tener, dentro del grupo, todo lo necesario para llevar a feliz termino
una representación teatral. Alguien que se cuidase de las luces, de los montajes, de la
música, del maquillaje, etcétera. Y sobre todo, un buen número de actores y actrices. En
estas estábamos, cuando se nos presentó una nueva oportunidad. Con motivo de la
celebración de las “Jornadas Nacionales de Adoración Nocturna”, que se iban a celebrar
en Manises, fuimos invitados a participar. El reto: montar, en el Altar de la Iglesia
Mayor de Manises, el Auto Sacramental “El Gran Teatro del Mundo”, de Don Pedro
Calderón de la Barca.
Para esta representación, el trabajo y el esfuerzo del grupo, bajo mi dirección,
fue tremendo. Hubo que salvar, con ingenio, las dificultades técnicas que representaba
actuar en una iglesia. La iluminación, el sonido, y sobre todo el hacer llegar con claridad
la voz de los actores hasta un público que llenaba la nave central. Todo ello se salvó con
éxito. Aquel día llegó a Manises el Cardenal Tavera, Nuncio del Vaticano en España,
con todo el séquito de acompañantes y seguridad. Esto añadió una dificultad más en
nuestros movimientos, pues la iglesia, y sus alrededores, estaban tomados por la
seguridad. Pero el acto fue un éxito, y su repercusión llegó a la prensa. A los pocos días
me pidieron colaborar con la compañía Teatre Popular de Valéncia, que entonces dirigía
Amparo Calatayud.
De Valentín Paños, en El Gorrinillo
Mi primera colaboración, como actor, fue en “La Casa de los Siete Balcones”,
de Alejandro Casona. Luego vino una temporada en el Teatro de Torrente,
representando “El Juicio a Jesús”. El papel del Fiscal en estas representaciones, me dio
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definitivamente la seguridad que todo actor necesita para creer en sus posibilidades, y
yo me sentí preparado para cualquier reto. Seguí colaborando con ellos, cuando me
volvieron a llamar para sustituir a un actor que se puso enfermo ocho días antes del
estreno de “Medea” de Eurípides, en versión valenciana, en el Teatro Talía de Valencia,
bajo la dirección esta vez de Alfonso Gil Albórs. Lo hice, y mi intervención en el papel
del Rey Creón resultó creíble para el público. Intervine también en el sainete de
Escalante, “La Escaleta del Dimoni”, también en valenciano, y en el mismo teatro.
Retomo mi actividad en “E. M. T.”, para dirigir, dentro del Programa Oficial de
Fiestas de Manises, de la obra de Emilio Granero, “El Gorrinillo”. Esta obra ya la
conocía yo de mi etapa en Tarrasa, si bien entonces lo hice como actor, y ahora lo hacía
como director, con el reto de ser una representación en una plaza al aire libre. Tras esta
actuación, debido a las dificultades para mantener un grupo de gente con sus problemas
de trabajo, o de estudio, decidimos tomarnos un tiempo de descanso.
En Ejercicio para cinco dedos
En el año 1985, con motivo de la creación de la “Fundación de Cultura” del
Ayuntamiento de Manises, retomamos la actividad, ahora bajo el nombre de “Menecil
Teatre”. Participamos en los actos de inauguración de dicha Fundación, con el montaje
de “Polín” (El inadaptado) de Emilio Granero, junto a Compañías de tanto prestigio
como el “Teatro Negro de Praga”, y otros. A partir de entonces, y de forma
ininterrumpida, participamos en todas las temporadas de la “Casa de Cultura”, sede de
la Fundación Municipal. Mención especial merece nuestra participación en las
Campañas de Teatro en la Calle, organizadas por la Concejalía de Fiestas del
Ayuntamiento de Manises durante varios veranos. “El Casado Casa Quiere”, y “Aquí no
Paga Nadie”, fueron las obras elegidas para participar en esas campañas por cuatro
barrios de la ciudad.
“Julieta tiene un desliz”, “Una noche de primavera sin sueño”, “De profesión
sospechoso”, “La pereza”, “Olvida los tambores”, “Pappas y el Oráculo”, con estos
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montajes estuvo el grupo ocupado cinco años. Como una prueba de máxima dificultad,
hice una adaptación para teatro de la novela “Barras y Estrellas” de Emilio Granero,
primer premio de Novela Blasco Ibáñez 1971, con el título de “El Héroe”. A
continuación, buscando un estilo totalmente diferente, escribí la comedia “Beniben se
monta una juerga”, y dando un paso más allá, una historia absurda: “Y… ¿Por qué no?
Con estos montajes terminó mi actividad relacionada con el teatro, tanto como actor,
como en la dirección.
Toda una vida dedicada a satisfacer mi afición por el teatro. Tal vez, tanta
dedicación, pudo perjudicar otros aspectos de mi vida, pero en cualquier caso lo doy por
bien empleado. Una colaboración, durante dos temporadas, en la Radio Municipal de
Manises, y el escribir algunos folios, han ido ocupando mi tiempo. Espero seguir así.
Estamos en 2011.
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