Download Descargar pdf - Instituto de investigaciones en Ciencias del

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Instituto de Investigaciones en
Ciencias del Comportamiento
“IICC”
Documento de trabajo Noviembre/2013
ENFOQUE SISTÉMICO DE LA PSICOPATÍA
Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.*
Universidad Católica Boliviana “San Pablo”
*bpintot.ucb.edu.bo
La Paz – Bolivia
2013
ENFOQUE SISTÉMICO DE LA PSICOPATÍA
Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento (IICC)
Universidad Católica Boliviana “San Pablo”
RESUMEN
El estudio de los psicópatas se ha realizado desde enfoques causales dando énfasis a un
factor. El enfoque sistémico permite la comprensión de la interacción de los factores
genéticos, neurofisiológicos, neuropsicológicos, cognitivos, familiares y sociales. La
comprensión sistémica define la configuración del trastorno psicopático como una
excepción de la condición humana, debido justamente a la intrincada relación de los
factores que son indispensables para su formación. Se pone énfasis en la importancia de
la empatía como proceso indispensable para el desarrollo moral, ausente en los
psicópatas. Se añade la organización de identidad a partir de un estilo de apego inseguro
por lo que se plantea la hipótesis de la incapacidad de manejar la angustia de separación,
asociada a las experiencias amorosas, por lo que se plantea como precipitante de las
conductas destructivas.
Palabras clave: Psicopatía, enfoque sistémico, neuropsicología de los trastornos
antisociales, psicología evolutiva, juicio moral.
ABSTRACT
The study was carried out psychopaths from approaches emphasizing causal factor. The
systemic approach enables the understanding of the interaction of genetic factors,
neurophysiological, neuropsychological, cognitive process, family, and social factors.
The systemic understanding defines the configuration of psychopathic disorder as an
exception to the human condition, precisely because of the intricate relationship of the
factors that are essential for their formation. Emphasis is placed on the importance of
1
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
empathy as essential to the moral development process, absent in psychopaths.
Organizational identity is added from an insecure attachment style so the hypothesis of
the inability to manage separation anxiety associated with love experiences, so it is seen
as precipitating destructive behavior arises .
Keywords: psychopathy, systemic approach , neuropsychology of antisocial disorders,
developmental psychology , moral judgment.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
1. Introducción
El enfoque sistémico hace referencia a una manera de pensar (Bateson, 1976) considera
que el todo no es la suma de sus partes, sino que se establece a partir de las relaciones
entre sus componentes (Bertalanffy, 1995). Se opone a la concepción secuencial de la
realidad, según la cual existe una causa que explica la definición de un determinado
fenómeno (Pinto, 2007).
Desde la mirada sistémica se pretende ofrecer una explicación relacional de los
fenómenos universales y de la conducta humana en particular. Interesa cómo se
relacionan los elementos que componen un sistema para comprender sus funciones a
partir de la finalidad de su organización (Pinto, ob.cit.). Es en ese sentido que pretendo
ofrecer un modelo que pueda favorecer el análisis del comportamiento psicopático a la
luz del enfoque sistémico.
En 1801 la Psicopatía fue descrita por primera vez como un trastorno mental por
Philippe Pinel (1745-1826) definiéndola como una manía sin delirio. Observó que estas
personas poseían un normal funcionamiento de sus facultades mentales, sin embargo
eran violentos e impulsivos sin que reconocieran el mal que producían, a la incapacidad
de conciencia del daño la denominó delirio racional (Hauck, Teixeira & Dias, 2009).
En 1888 el médico alemán Koch construye el concepto de Psicopatía haciendo
referencia a las deficiencias mentales que ocasionan alteraciones en la concepción
moral, siguiendo la línea de mentalidades inferiores asociadas a los trastornos mentales
(Schneider, 1980).
En 1907 Kraepelin introduce el término Psicopatía para referirse a los trastornos que no
eran psicóticos ni neuróticos, se trataría de una especie de psicosis frustrada. Determina
cuatro tipos: el criminal nato, el inestable, el mentiroso o tramposo mórbido, y el pseudo
quejumbroso. Se trata claramente de la configuración de una patología de la moral; sin
embargo, su propuesta dio lugar a que se utilice la palabra Psicopatía como sinónimo de
trastorno de personalidad.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
En 1930 Partridge reemplaza el término Psicopatía por sociopatía. Asume que las
conductas antisociales son concomitantes al aprendizaje, mientras que la postura
alemana era biologista (Partridge, 1930; Pinto, 2002).
Cleckley (1941) identificó dieciséis criterios para identificar los rasgos de personalidad
que caracterizan al psicópata, sobresaliendo el encanto superficial, la tendencia a la
falsedad, la incapacidad de remordimiento, la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno y
la presencia de comportamientos antisociales.
Karpman (1961) describió al psicópata como alguien insensible, emocionalmente
inmaduro, con emociones elementales incapaz de integrarlas, incapaz de sentir miedo, y
sin que disminuya sus conductas destructivas a partir del castigo.
Hare y Frazelle en 1980 desarrollan los criterios básicos para evaluar la presencia de
rasgos de personalidad presentes en la Psicopatía. Posteriormente Hare (1991) publica la
Escala de Calificación de la Psicopatía. La fundamenta en la propuesta de Cleckley pero
abandona la visión clínica global por información obtenida a partir de entrevistas semi
estructuradas y archivos institucionales, de esa manera establece veinte ítems que
abarcan los rasgos, conductas, indicadores y contra indicadores que ofrecieron mayor
consistencia interna y fiabilidad. Los criterios elegidos son los siguientes: encanto
superficial, egocentrismo, necesidad de estimulación, mentira patológica, manipulación,
falta de remordimiento y culpabilidad, escasa profundidad de los afectos, falta de
empatía, estilo de vida parásito, falta de control conductual, sexualidad promiscua,
problemas de conducta desde la niñez, falta de metas realistas a largo plazo,
impulsividad, irresponsabilidad, incapacidad para aceptar la responsabilidad de las
propias acciones, varias relaciones maritales breves, delincuencia juvenil, revocación de
la libertad condicional, versatilidad criminal.
Cleckley pone énfasis en la incapacidad de empatía que afecta las relaciones
interpersonales del psicópata, mientras que Hare se concentra en los efectos delictivos
consecuentes con el egocentrismo. Todos los investigadores están de acuerdo con la
incapacidad de remordimiento o la ausencia de conciencia moral que ciñe la estructura
básica de la psicología psicopática (Hare, 2003).
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Si bien, existe relación entre la Psicopatía y los asesinos en serie (Ressler &
Sachtchman, 2005), la tendencia actual es considerar que no se trata de una categoría
discreta, sino continua. Por ello es factible referirnos a un espectro psicopático. Los
psicópatas independientemente a la gravedad de sus acciones (estafadores y asesinos),
poseen como rasgos comunes: la insensibilidad o falta de empatía, la ausencia de
remordimiento, la presencia de emociones elementales, el egocentrismo y la tendencia a
la manipulación (Marcus, John & Edens, 2004). Es posible afirmar que del 15 al 20%
de los convictos violentos tienen características que corresponden a este trastorno y que
es probable que corresponda al 1% de la población en general (Hare, 1991).
Dutton (2012) señala que las diez profesiones con mayor probabilidad de albergar
psicópatas adaptados en orden de prioridad son las siguientes: gerente ejecutivo,
abogado, comunicadores de televisión y radio, comerciante, cirujano, periodista, policía,
sacerdote, chef de cocina, burócrata.
Actualmente se encuentra interés en la descripción y detección de los psicópatas
manipuladores (Garrido, 2000, Vicente, 2006, Marietan, 2011, Ronson, 2012). La
divulgación del mito del psicópata como asesino despiadado a través del cine y la
televisión1, lo que ha permitido que aquellos que no asesinan pasen desapercibidos a
pesar del daño que pueden perpetrar.
La Asociación Psiquiátrica Americana prefirió el término “Trastorno de Personalidad
Antisocial”, (TPA). En el DSM IV (1994) y el DSM IV-TR (2000), establece las
siguientes pautas diagnósticas más sobresalientes: presencia de un patrón general de
desprecio y violación de los derechos de los demás que se inicia en la adolescencia,
fracaso de adaptación ante las normas sociales, deshonestidad, impulsividad e
incapacidad de planificación, irritabilidad y agresividad, imprudencia, irresponsabilidad
persistente, falta de remordimiento. Se enfatiza en que la persona debe tener por lo
1
La película más conocida sobre un psicópata ha sido “El silencio de los inocentes” (The silence of the
lambs) con la extraordinaria actuación de Anthony Hopkins como un asesino despiadado. La serie Dexter
también ofrece una excelente actuación en la personificación que hace Michael Hall, otra serie es
Breaking Bad con un psicópata adaptado, personificado por Bryan Crastorn. Por otra parte han
proliferado los documentales al respecto, por ejemplo:” Mujeres asesinas”, “Índice de Maldad”, “En la
mente del asesino”, “Dementes”, etc.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
menos dieciocho años, antecedentes de trastorno disocial y ausencia de psicopatologías
asociadas a la psicosis.
El DSM V, reformula la definición de Trastorno de Personalidad, reemplazando la
concepción de “patrón dominante de pensar, sentir y comportarse” que predomina en el
DSM IV-TR, por el criterio de “fracaso en la adaptación” en dos áreas: deterioro en la
identidad personal
y/o fracaso en las relaciones interpersonales. Abandona la
clasificación de los trastornos mentales agrupados en ejes, de tal manera que el Eje II al
que pertenecían los Trastornos de Personalidad ha desaparecido. (DSM V, 2013)
Antes de la publicación del DSM V, se discutía la pertinencia de los Trastornos de
Personalidad, se propuso considerarlos variantes de inicio precoz del Eje I (Trastornos
clínicos y otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica). En relación al
TPA se pensaba incluirlo en una nueva agrupación clínica: Trastornos de Relaciones
Interpersonales. En la misma se incluirían también el Trastorno Histérico y el
Narcisista. (Esbeck & Echeburúa, 2011)
El DSM V al definir los criterios del TPA toma en cuenta los componentes de
desinhibición e irresponsabilidad y mezquindad, rasgos asociados con
la falta de
remordimiento, la manipulación y la agresión depredadora, descritos como básicos en la
Psicopatía.
Por su parte el CIE 10 (F60.2) en lugar de utilizar el término antisocial para esta
patología, la designa como Trastorno Disocial de la Personalidad. Enfatiza el desprecio
por las normas sociales y la ausencia de empatía. Menciona la resistencia al cambio ante
situaciones adversas y al castigo, asimismo plantea la tendencia a la agresividad y a la
violencia, para terminar comentando acerca de la incapacidad de remordimiento.
Incluye a los siguientes trastornos de personalidad: amoral, antisocial, asocial,
psicopático y sociopático. (O.M.S., 1996).
Surge un problema de clasificación, si se entiende a los trastornos de personalidad como
una alteración que afecta a los demás (Dimaggio y Semerari, 2008), indudablemente la
Psicopatía puede ser considerada el paradigma de ello. Sin embargo si revisamos la
postura cognitiva, plantea que el factor más importante en los trastornos de personalidad
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
es la crisis consigo mismo, lo que significa una identidad en crisis. Agrega además que
se trata de individuos que no entienden cómo contribuyen a crear sus propios problemas
y que tampoco saben cómo cambiar (Beck, & Freeman1999) Aspectos que no
encontramos en los psicópatas, quienes al contrario tienen una fuerte imagen de sí
mismos y una clara identidad.
A esos planteamientos se debe añadir el hecho de que la Psicopatía no es una categoría
taxonómica discreta, sino continua (Marcus, John, & Edens, 2004). Es posible pensar en
la Psicopatía como un continuo que comprende a los psicópatas funcionales, los
adaptados o cotidianos (Maritan, 2011) y los psicópatas criminales.
Los psicópatas funcionales son aquellos que a pesar de poseer rasgos de personalidad
coincidentes con la Psicopatía no son dañinos para la sociedad ni para ellos mismos. Se
encuentran en actividades donde sus características pueden ser valoradas por la
sociedad, como por ejemplo en los deportes de alto riesgo, en la actuación teatral, en
trabajos arriesgados como en los bomberos, etc. (Dutton, 2012)
Psicópatas
criminales
convictos
Psicópatas
funcionales
PELIGROSIDAD
Psicópatas
criminales
adaptados
Figura 1: Continuo de la Psicopatía
El psicópata adaptado en cambio, es una persona maligna que se esconde entre personas
relativamente normales, es más, puede inclusive asumir un cargo que exige una moral
impecable. Se trata de alguien con quien convivimos, esta relación, que al comienzo
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
parece ideal, se va transformando en traumática porque terminamos siendo maltratados.
Los psicópatas en general y los adaptados en particular no pueden vernos como
personas, se aprovechan de nuestras debilidades y de nuestras necesidades. Su
capacidad de seducción hace con que muy difícilmente podamos detectarlos (Molina,
2011).
Finalmente el psicópata convicto es aquél que debido a sus fechorías fue encarcelado,
los delitos oscilan entre la estafa y el asesinato, en casi todos los casos, una vez
cumplida la sentencia reinciden en sus delitos (Barbosa, 2011).
La categoría que sitúa a los psicópatas crueles también puede ser comprendida como un
continuo. Stone (2009) ha sugerido un sistema de clasificación que denomina “’índice
de maldad”, consiste en un sistema que califica la maldad del 1 al 22. En el polo de
menor crueldad sitúa a quien mata en legítima defensa, no muestra rasgos psicopáticos.
En el puntaje 10 identifica a quienes asesinan a personas que le estorban para alguna
acción, por ejemplo, testigos personalidad egocéntrica pero no psicótica; en el 22 a los
psicópatas que infligen torturas extremas a sus víctimas y luego los asesinan. Este
investigador establece con precisión que los asesinos pueden o no corresponder a la
categoría de psicópatas, asume además que los rasgos psicopáticos se asocian a
comportamientos más aberrantes y perversos que en aquellos que no los poseen.
Lykken en 1954 estudia las respuestas psicofisiológicas de un grupo control con 15
prisioneros diagnosticados como sociópatas (Lykken, 1957), posteriormente postula que
tres son los rasgos predominantes en estas personas: la búsqueda de sensaciones, la
impulsividad y la ausencia de miedo (Herrero & Colom, 2006). Concluye que existen
alteraciones en la organización psicofisiológica que se exacerban en el proceso de
socialización.
Posteriormente establece una clasificación de los psicópatas considerando la presencia o
no de alteraciones fisiológicas. Es así que propone a la sociopatía como caracterizada
por la ausencia de trastornos biológicos, por lo tanto respondería fundamental a la
influencia del entorno. La Psicopatía primaria se restringe al grupo de psicópatas con
dificultades para comprender las sensaciones del miedo, consecuencia de déficits en los
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
núcleos amigdalinos. Finalmente la Psicopatía secundaria representa a los psicópatas
impulsivos (Lykken, 1996; 2000).
Tabla 1: Diferencias y similitudes entre las Psicopatías de la taxonomía de Lykken
Psicopatía
Primaria
Secundaria
Sociopatía
Empatía
Inexistente
Inexistente
Inexistente
Impulsividad
Controlada
Presente
Presente
Sensaciones del miedo
Inexistentes
Presentes
Presentes
Remordimiento
Inexistente
Presente
Depende de la E.P.*
Egocentrismo
Presente
Depende de la E.P.*
Presente
Manipulación
Presente
Depende de la E.P.
Depende
Emociones
Fingidas y controladas
Explosivas
Depende de la E.P.
Rasgo
* E.P. = Estructura de la personalidad
Blair (2003) indica que no se puede considerar a la Psicopatía como sinónimo de
Trastorno de Personalidad debido a que existen causas diferentes. La Psicopatía se
relaciona más con aspectos biológicos, mientras que el Antisocial se correspondería con
la sociopatía por la influencia predominante del entorno (Sánchez, 1995)
Según la Teoría General del Crimen (TGC) (Gottfredson & Hirschi, 1990) se enfatiza
como núcleo de las personalidades criminales la falta de autocontrol definiendo sus seis
particularidades fundamentales:
a) Las personas con falta de autocontrol tienden a buscar la gratificación inmediata,
al estar orientados hacia el ahora y no hacia el futuro.
b) Los actos antisociales son consecuencia de la satisfacción inmediata de los
deseos.
c) Existe tendencia al riesgo y a la búsqueda de experiencias excitantes.
d) Los jóvenes antisociales desarrollan problemas en sus relaciones interpersonales
y pierden oportunidades de trabajo.
e) Poseen poca habilidad de planificación y baja tolerancia a la frustración.
f) Están centrados en sí mismos, son indiferentes hacia el sufrimiento y las
necesidades del otro, sobre todo hacia las víctimas de sus actividades criminales.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Monahan, Steinberg, Cauffman,
Bismarck Pinto Tapia
& Mulvey (2009) investigan el desarrollo de
actividades criminales en 1170 jóvenes entre los 14 y 22 años durante cinco años
después de su liberación de centros de rehabilitación en dos ciudades estadounidenses
(Phoenix y Philadelphia).
Siguiendo los criterios de la TGC, hacen cinco evaluaciones durante el periodo de
seguimiento, encuentran que durante los cinco años del estudio 37, 3 % de los jóvenes
de la muestra vuelven a cometer pequeñas faltas antes de abandonar por completo sus
conductas antisociales, 18,7 % continúan con delitos leves, 14,6 % mantienen sus
felonías hasta los 16 años y luego las abandonan, 23,7 % incrementan sus conductas
delictivas y paulatinamente las eliminan, 5,7 % las incrementan y mantienen.
Según los investigadores de este estudio, la madurez se asocia con el decremento de las
conductas antisociales, coincidiendo con la existencia de un pico etario (alrededor de los
17 años) a partir del cual disminuyen. Sin embargo el 5,7% no se ve afectado por el
paso de los años. Este grupo es el que podemos asociar con el trastorno psicopático.
Es pertinente señalar por lo tanto, que una de las características indispensables para el
diagnóstico de la Psicopatía es la incapacidad de rehabilitación y la tendencia a la
reincidencia en los actos delictivos.
2. Factores biológicos en la Psicopatía
Los estudios acerca de la relación entre la psicopatía y los factores biológicos enfatizan
la importancia de la genética, por ejemplo Denno (2013) hace la revisión de diez
investigaciones que muestran la presencia de una alta relación entre los factores
genéticos y los rasgos de personalidad presentes en los psicópatas.
Rhee y Waldman (2002) indican que existe suficiente evidencia en el estudio de
adopciones y herencia para afirmar que la Psicopatía es consecuencia de factores
genéticos. Ferguson (2010) lleva a cabo una meta análisis sobre la relación entre genes,
personalidad y comportamiento antisocial. Halla que el 56% de la varianza muestra la
relación con los genes, mientras que el 11% presume la influencia no genética, y el 31%
la interacción genética con otras variables.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Un interesante estudio que consideró a 240 niños con déficit atencional y trastorno
hiperactivo, identificó a niños con presencia de valina/metionina una variante del
catecol 0-metiltransferase (COMT), un gen presente en el comportamiento antisocial de
los niños con conductas violentas y no en aquellos que no las manifiestan (Thapar y
cols., 2005). Sadeh, Javdani y Verona (2013) confirman la importancia de los genes
monoaminérgicos con la predisposición a la expresión de comportamientos violentos.
Viding y McCrory (2012) establecen que los niños con rasgos de insensibilidad
emocional tienen más probabilidades que otros para desarrollar estructuras de
personalidad psicopáticas, porque sustancialmente tienen problemas para modificar su
comportamiento ante el castigo y en reconocer las emociones en los rostros lo cual
deriva en dificultades para ser empáticos. Estos autores asumen que la insensibilidad
emocional es consecuente con factores genéticos antes que sociales.
Caspi y colaboradores (2002) encontró disminución de la monoamino oxidasa (MAOA)
en el cromosoma X de niños víctimas de maltrato familiar quienes al convertirse en
adultos tuvieron más probabilidades de manifestar conductas criminales y ser
arrestados. Nilsson y sus colaboradores (2007) confirmaron ese hallazgo, al encontrarlo
en niños maltratados con alto riesgo de conductas disociales. Borja y Ostrosky (2013)
confirman el anterior estudio al verificar la baja de MAOA en niños víctimas de
maltrato físico y sexual, al estudiar los antecedentes familiares de 194 reos mexicanos y
la aplicación del Early Trauma Inventory.
Desde la perspectiva metabólica, la
MAOA es responsable por la regulación de
dopamina, indispensable para la organización del sistema de recompensa. Ruckholtz y
sus colaboradores (2010) encontraron que el comportamiento impulsivo de los
psicópatas es predecible a partir de las disfunciones del núcleo accumbens regulador y
predictor de la actividad neural encargado de la activación de la dopamina.
Soderstrom, Blennow, Sjodin y Forsman, (2003) estudian la presencia de metabolitos
responsables para la regulación dopaminérgica en 28 agresores sexuales, identifican que
el ácido indolacético (5-HIAA) precursor del ácido homovanílico (HVA) podría ser un
determinante en la manifestación de conductas violentas.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Si bien está suficientemente documentada la influencia de la testosterona en el
comportamiento violento (Dabbs, y Dabbs, 2000) se ha encontrado evidencia que señala
su participación en los procesos empáticos. Por ejemplo Hermans, Putman y Van Honk
(2006) administran testosterona a un grupo de mujeres y comprueban que disminuye su
capacidad de reconocer emociones en rostros.
Por otra parte, Terburg, Morgan y van Honk (2009) encuentran que la testosterona se
asocia con la expresión agresiva en los psicópatas a partir del manejo inadecuado del
estrés. Esta es la razón por la cual existen más psicópatas varones que mujeres, en una
proporción de 3 a 1.
Glenn, Raine, Schug, Gao y Granger, (2011) encontraron que el cortisol (hormona
que se segrega ante la presencia de estrés) en el caso de los psicópatas activa la
producción de testosterona, por ello es posible conjeturar que el estrés deriva en
conductas violentas en la Psicopatía.
Glenn y Rainer (2008) consideran que los procesos neurobiológicos en la psicopatía se
relacionan fundamentalmente con la desregulación de la dopamina y la disminución del
ácido hidroxiindoleacético (5-HIAA) principal metabolito de la serotonina. Moul,
Dobson, Brennan, Hawes y Dadds (2013) identifican vínculos entre la serotonina, la
regulación de las regiones prefrontales y el comportamiento violento en los psicópatas.
Los estudios realizados por Higley y Mehlman (1996) relacionan las falencias de la
serotonina y el incremento de testosterona presentes en los psicópatas con la expresión
de las conductas violentas.
3. Neuropsicología de la Psicopatía
La evidencia de los estudios genéticos y neurológicos, promueven que Krupp, Sewall,
Lalumière, Sheriff y Harris (2013) elaboren un modelo de la Psicopatía resultante de
mecanismos neurológicos deficitarios que ocasionan graves deterioros en los procesos
de adaptación social. Las falencias del sistema nerviosos de los psicópatas promueven
una organización inadecuada del procesamiento cognitivo de la información. En la
Tabla 2 se presenta una síntesis de los vínculos entre los rasgos psicopáticos y los
desarreglos neuroquímicos.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Tabla 2. Rasgos psicopáticos y su relación con las disfunciones neuroquímicas
Rasgo psicopático
Disfunción neuroquímica
Violencia
5-HIAA
(+)Testosterona
(+)
Serotonina (-)
Impulsividad
COMT (+)
Insensibilidad
Dopamina (-)
Ausencia de empatía
Testosterona (+)
Manejo
Cortisol (+) Testosterona (+)
inadecuado
del estrés
Resistencia al castigo
Dopamina (-)
+= incremento - = decremento
Patterson y Newman, (1993) plantean que el deterioro cognitivo más importante en los
psicópatas es la incapacidad de regulación o modulación de la actividad psíquica,
asociada a disfunciones prefrontales. Varios estudios confirman esa tesis (Gorenstein,
1982; Shamay-Tsoory, Harari, Aharon-Peretz y Levkovitz, 2010; Munro y cols. 2007;
Dolan, 2012; Angrilli, Sartori y Donzella, 2013).
Al fallar el proceso de regulación cognitiva se altera la planificación y las funciones
ejecutivas (Snowden, Gray, Pugh, yAtkinson, 2013; Pinto y Elena, 2013), por lo que es
posible identificar falencias en la actividad práxica de los psicópatas (Pham,
Vanderstukken, Philippot, y Vanderlinden, 2003).
Es notable la afección de la emotividad en la Psicopatía (Domes, Hollerbach, Vohs,
Mokros y Habermeyer, 2013). Entendemos a la emoción como las reacciones
conductuales y subjetivas producidas por estimulación del ambiente o del organismo
que se acompaña de procesos neurovegetativos (Delgado y Mora, 1998). En ese sentido
la psicología psicopática procesa la emotividad de manera peculiar, siendo el efecto más
notable la alteración de las relaciones interpersonales debido a la incapacidad empática.
La palabra empatía es utilizada para responder dos preguntas: ¿cómo saber lo que el
otro piensa y siente? ¿Qué lleva a que alguien se preocupe para aplacar el sufrimiento
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
de otra? La respuesta conlleva a la capacidad humana de colocarse en el lugar del otro
(Decety e Ickes, 2009)
En 1996 el equipo de investigación neurológica de la Universidad de Parma dirigido por
Giacomo Rizzolatti descubrió la existencia de neuronas responsables por el
comportamiento imitativo en monos. En 2004 publican un artículo que hace referencia a
la presencia de las mencionadas neuronas en el cerebro humano y el postulado de la
empatía, asociada a este sistema neuronal (Rizzolatti y Craighero, 2004)
Poco tiempo después se evidenció que en el cerebro psicopático existe déficits de las
neuronas espejo (Fecteau, Pascual-Leone y Théoret, 2008), lo que explicaría la
incapacidad de empatía. Hétu, Taschereau-Dumouchel, y Jackson, (2012) estudian la
estimulación de neuronas espejo en cerebros de psicópatas
Existe evidencia entre la actividad del cerebelo y la capacidad empática (Roldan
Gerschcovich, Cerquetti, Tenca y Leiguarda,
2011). Los primeros estudios con
neuroimágenes de cerebelos en psicópatas mostró alteraciones anatómicas importantes
(Deeley, Daly, Surguladze, Tunstall, Mezey, Beer y Murphy, 2006). Posteriormente se
halló coincidencia entre los errores de juicio moral de los psicópatas y disfunciones
cerebelosas (Demirtas-Tatlidede, y Schmahmann, 2013).
Otra región del cerebro afectada en psicópatas es la región medial del lóbulo temporal
derecho. Esta zona es la responsable por la conciencia emocional (Corradi-Dell'Acqua,
Hofstetter y Vuilleumier, 2013). Sabemos que su actividad se relaciona con la
recuperación de las emociones en los procesos nemónicos (Denkova y cols. 2013).
Como también su enlazamiento con el sistema límbico lo que lo convierte en un
procesador cognitivo de las emociones (Coccaro, Sripada, Yanowitch y Luan Phan,
2012)
En el estudio de pacientes con epilepsia de lóbulo temporal se ha observado la presencia
de conductas impulsivas agresivas (Helmstaedter y Witt 2012). Boccardi y cols. Han
encontrado evidencia entre las lesiones de las regiones mediales del lóbulo temporal y la
alteración emocional, Analizando los lóbulos temporales en psicópatas se han
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
encontrado disfunciones, lo que se puede relacionar con la labilidad emocional y con la
violencia (Anderson y Kiehl, 2012; Juárez y cols. 2012;
Una característica sorprendente de la psicología de los psicópatas es la incapacidad de
reconocer el miedo (Cleckley, 1941; Lykken, 1957, Hare, 1991, 2003). El sustrato
fisiológico del miedo es la ansiedad, presente en distintas especies, cumple la función de
activar al organismo para la huida ante la presencia de una amenaza. Ante la posibilidad
de peligro, los organismos ejecutan un sistema de respuestas que se denomina
evaluación de riesgo (Becerra-García y cols. 2007).
La ansiedad asociada a la evaluación de riesgo es producto de la incertidumbre. El
origen las emociones que acompañan dicha evaluación se encuentra en la interrupción
de los planes. (Caballero y cols. 2007). Es importante señalar que el proceso evaluativo
no requiere necesariamente de la participación de las emociones, puede hacerse de
manera racional y voluntaria, además de contemplar un complejo sistema de procesos
emocionales (Giner-Sorolla, 2001).
El síndrome Klüver-Bucy se manifiesta en la enfermedad de Alzkheimer, la de Pick y
en el herpes encefalítico, se caracteriza por graves alteraciones de la emotividad además
de hiperoralidad, agnosia visual, amnesia, hipermetamorfosis y abulia. Los estudios
neurológicos demostraron que existe disfunción en las regiones internas de los lóbulos
temporales y en la actividad del núcleo amigdalino (Lilly, Cummings, Benson y Frankel
1983).
Kapp, Frysinger, Gallagher y Haselton (1979) se interesaron en el síndrome y
elaboraron una serie de experimentos para identificar las funciones de la amígdala.
Comprobaron que su núcleo central se relaciona con el condicionamiento del miedo, al
ser lesionado en cerebros de monos, éstos eran incapaces de asociar los estímulos
amenazantes con la respuesta de ansiedad.
Posteriormente Kapp Pascoe y Bixler (1984) establecieron que las lesiones en el núcleo
central de la amígdala (NCA) impedían el condicionamiento aversivo. En otro
experimento, a conejos se los condicionaba a responder con conductas de evitación ante
un sonido que se asociaba con choque eléctrico; aquellos a los que se les lesionó el
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
NCA eran incapaces de evitar la descarga (Pascoe y Kapp 1985). Posteriores
investigaciones han demostrado que el NCA está relacionado con la incapacidad de
provocar varias respuestas del miedo (inmovilidad, dolor y estrés) (Davis, 1992; Cohen
y Eichenbaum, 1993; LeDoux, 2003; Li, Penzo, Taniguchi, Kopec, Huang y Li, 2013).
En síntesis, el NCA es el responsable por el condicionamiento de las respuestas de
ansiedad que ocasionan parálisis muscular, incremento de la presión sanguínea, estrés y
reflejo de alarma (LeDoux, 2000). Entonces, es una estructura mediadora entre la
corteza cerebral y el sistema nervioso autónomo: el estímulo aversivo se constituye en
estímulo emocional , se dirige al tálamo que no hace una selección enviando la
información amplia a la amígdala done se realiza el procesado de la diferenciación a
partir inicialmente por el núcleo lateral de la amígdala y derivado a los núcleos basal, al
basal accesorio y finalmente al NCA, el cual se conecta con las regiones responsables
del control emocional.
CORTEZA SENSORIAL
camino principal
TÁLAMO
SENSORIAL
ESTÍMULO EMOCIONAL
NÚCLEO
AMIGDALINO
RESPUESTAS EMOCIONALES
Figura 2. Camino principal y secundario del núcleo amigdalino (Fuente: LeDoux,
1999, p. 183).
LeDoux (2000) establece que el sistema emocional recorre dos vías neurales, la primera
mediata incide en los procesos corticales permitiendo darle significado a la experiencia
perceptual, por una parte y emocional por la otra; la otra, secundaria el estímulo
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
aversivo se dirige a través del tálamo de manera inmediata a la amígdala. Por ello existe
coincidencia con el modelo diferencial de la evaluación del riesgo, es posible analizar
una situación amenazante sin el recurso de las emociones cuando se inhiben las
funciones reguladoras del NCA.
Cleckley (1941) considera que la ausencia de ansiedad es el rasgo predominante de la
psicopatía. Lykken (2000) añadirá que el Psicópata Primario se caracteriza por su
incapacidad de sentir miedo. Es interesante agregar que Matthies (2012) encontró
vícnulos entre las funciones de la amigdala y las conductas violentas.
Koenigs, Baskin-Sommers, Zeier y Newman (2010) realizan una revisión sobre los
estudios neurobiológicos de la Psicopatía durante los últimos años, identifican los
siguientes correlatos neuroanatómicos: malformaciones en el sistema límbico y
alteraciones afectivas (Kiehl, 2001); anormalidades en el cuerpo calloso (Raine, 2003);
amígdala y su relación con el condicionamiento del miedo; hipocampo anormal y la
activación de la violencia (Laakso, 2001; Birbaume, 2005); cambios en la materia gris
del giro temporal superior derecho (Muller, 2008); malformaciones en el interior de la
amígdala (Yang, 2009); la producción deficiente de la dopamina por las regiones
mesolímbicas y su relación con el sistema de recompensa-castigo (Buckholtz, 2010);
lóbulo temporal y reconocimiento emocional en los rostros (Kiehl, 2004; Deeley, 2006);
los lóbulos frontales y el juicio moral (Glenn, 2009); malformaciones en el núcleo
estriado (Glenn, 2010).Tabla 3. Zonas cerebrales disfuncionales en la Psicopatía y las
funciones alteradas.
Zona cerebral disfuncional
Función alterada
Núcleo central de la amígdala
Condicionamiento del miedo
Prefrontal
Control de impulsos, violencia y juicio moral
Sistema límbico
Emocionalidad
Hipocampo
Control de la violencia
Regiones mediales del lóbulo temporal
Sistema de recompensa-castigo
Lóbulo temporal derecho
Reconocimiento emocional en los rostros
Núcleo estriado
Déficits psicomotores
Cerebelo
Empatía
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Culpa
Ineficacia
del castigo
Control de
impulsos
Psicopatía
Emocionalidad
Violencia
Emociones
en rostros
Ausencia de miedo
Empatía
Figura 3. Modelo relacional de los procesos cognitivos disfuncionales en la Psicopatía
En la Tabla 3 se presenta una síntesis de las zonas cerebrales alteradas y sus relaciones
con las disfunciones cognitivas. Las diversas falencias en el procesamiento cognitivo de
la información se relacionan con la manifestación de las conductas antisociales. La
incapacidad de empatía, la alteración en el reconocimiento de las emociones en los
rostros, la falta de miedo y la ineficacia del castigo, conlleva a las conductas frívolas y
desconsideradas con sus víctimas, además de generar la imposibilidad de
remordimiento. Las falencias en el control de impulsos y regulación emocional junto a
las anteriores condiciones promueven la manifestación de conductas violentas (Figura
3).
4. Factores psicosociales en la Psicopatía
Los estudios que enfocan los factores psicosociales vinculados a la psicopatía (v.g.
Blair, Peschardt, Budhani, Mitchell, y Pine, 2006; Farrington, 2007) enfatizan
principalmente los vínculos familiares y el desarrollo de la conducta moral (Kohlberg y
Herssh, 1977; Walker y Taylor, 1991; Coles, 1998; White, 2000; Smetana y cols. 2012;
Malti, Eisenberg, Kim y Buchmann, 2013) que definirían las bases antisociales en la
Psicopatía (Marshal y Cook, 1999; Frías, López y Díaz, 2003; Farrington, 2006;
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Farrington, Ullrich y Salekin, 2010; Cadena, de la Rubia, Armenta, Valdivia y Díaz,
2010).
Uno de los factores que obtiene correlación positiva con la psicopatía es el maltrato
físico o sexual recibido en la familia (Gelles, 1973; Dodge, Pettit, Bates y Valente,
1995; Weiler y Widom, 1996; Lang, Klinteberg y Alm, 2002; Gao, Raine, Chan,
Venables y Mednick, 2010; Kolla y cols. 2013).
Desde la perspectiva sistémica se sostiene que la negligencia, el abuso sexual, el
maltrato físico y psicológico conllevan estados depresivos en la organización
psicológica de los hijos (Linares, 2012). Se trata de un juego relacional familiar en el
cual los hijos son triangulados por los padres para mantener la homeostasis familiar, en
detrimento de la valoración y la satisfacción de las necesidades afectivas (Pinto, 2011).
Los hijos generan procesos inadecuados para la definición de su identidad por lo que
asumen sentimientos de odio y desamparo que en el caso de los psicópatas deviene en
violencia.
Desde la psicología cognitiva la experiencia de abuso y maltrato se integra a un sistema
de condicionamiento, base para la organización de esquemas cognitivos en los cuales se
establecen lazos entre el placer y la violencia (Blair, 1995; Seager, 2005; Lobbestael y
Arntz, 2010 Wilks-Riley y Ireland, 2012). Durante las experiencias traumáticas del
abuso, el cerebro del niño genera procesos de protección asociados a la desrealización y
a la despersonalización, aprendiendo a inhibir el dolor, la vergüenza y el miedo. Al
mismo tiempo asocia las estructuras de estímulos presentes en el entorno y en su
organismo. Willemsen, De Ganck y Verhaeghe, (2012) plantean que los psicópatas
devienen de la manifestación del estrés postraumático consecuente con las experiencias
infantiles de abuso y maltrato, confirmando el proceso de aprendizaje condicionado al
cual hice referencia.
La otra hipótesis en relación al aprendizaje de la violencia, proviene de la teoría del
modelaje (Bandura y Ross, 1961; Bandura, 1977; Bapat y Tracy, 2012; Jennings y
cols., 2013; Moul y Dadds, 2013). Según esta teoría las conductas violentas son
resultado de la observación de otros ejerciéndolas, se inicia con la atención hacia el otro
violento, se retiene la secuencia de sus conductas, luego se las ejecuta siempre y cuando
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
sean reforzadas para generar la motivación indispensable para ejecutarlas. Como
consecuencia de esta teoría se vienen realizando investigaciones sobre la relación entre
los video juegos y la violencia (v.g. Anderson y cols. 2010), los programas televisivos
violentos y su imitación (v.g. Wilson y cols. 2012) y la influencia de la música en las
conductas antisociales (v.g. Ter Bogt y cols. 2013).
Minuchin (1986) se aproximó al problema del comportamiento antisocial desde el
análisis estructural de la familia, definiéndolo como resultado de la desorganización
jerárquica y la permeabilidad o rigidez excesivas de las fronteras entre los subsistemas
parentales y filiales. En ese sentido los comportamientos antisociales se fomentan en
familias rígidas con hijos que asumen el rol dominante sobre los padres (hijos
parentales), más probable aún en familias migrantes con procesos de desculturización
(Minuchin, Chamberlain y Graubard, 1967; Deković, Wissink y Marie Meijer, 2004;
Sobral Fernández, J., Gómez-Fraguela, J., Romero, E., & Villar)
En 1999 Marshal y Cook identificaron entre los factores predictores de las conductas
psicopáticas la importancia del control parental, los psicópatas carecieron de él. Otros
estudios confirmaron este hallazgo (Salihovic, Kerr, Özdemir y Pakalniskiene, 2012).
Se entiende por “control parental” al "… conjunto de conducta de los padres que
implican atención a y el seguimiento del paradero de los hijos, actividades, y
adaptaciones " (Stattin y Kerr, 2000, p. 1072). El control parental efectivo es un factor
fundamental para evitar la manifestación de conductas antisociales (Vieno, Nation,
Pastore y Santinello, 2009).
Otro factor influyente en el desarrollo de la psicopatía es la relación con la madre, Wells
(1982) observó que en las familias de psicópatas la madre no protegió a los hijos del
maltrato perpetrado por el padre o los hermanos. Gao, Raine, Chan, Venables y
Mednick (2010) estudiaron las familias de 333 psicópatas, encontrando como elemento
común conflictos graves en la relación conyugal de sus padres, además de la presencia
de separación marital durante los tres primeros años de vida de los participantes del
estudio, lo que conllevó desprotección ante la violencia de los padres.
Se han desarrollado investigaciones acerca de la importancia del maltrato ejercido por
los hermanos en la historia familiar de algunos psicópatas (Farrington, Ullrich y
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Salekin, 2010; Whiteman, Jensen y Bernard, 2012; Levesque, 2012; Khan y Cooke,
2013).
Fuera de la familia, existe relación entre las experiencias de rechazo social en la niñez y
la adolescencia (implica, insultos, bromas pesadas, acoso escolar (bullying), maltrato
físico, etc,) con el desarrollo de conductas antisociales en las víctimas (Dodge, 1983;
Dodge, Lansford, Burks, Bates, Pettit, Fontaine y Price, 2003; Hess y Picket, 2010;
Light, Rusby, Nies, y Snijders, 2013). Otro factor relacionado con el desarrollo de
comportamientos antisociales es el fracaso escolar (Dishion, Patterson, Stoolmiller y
Skinner, 1991; McEvoy y Welker, 2000; Algozzine, Wang y Violette, 2011).
Es probable que los déficits de afrontamiento de los problemas sociales presentes en la
historia de los psicópatas sea parte del manejo inadecuado del estrés (Krupp, Sewall,
Lalumière, Sheriff y Harris, 2013).
Se ha encontrado relación entre el apego inseguro y la psicopatía (Saltaris, 2002).
Arrigo y Griffin (2002) analizan el caso de la asesina en serie estadounidense Aileen
Wuornos. Parten de la hipótesis según la cual las pérdidas no resueltas hacen probable
la manifestación de conductas violentas (Bowlby, 1980, p.7), comprueban su
consolidación en la historia de Wuornoss al identificar un estilo de apego
ansioso/huidizo.
Fagot y Kavanagh (1990) siguen el desarrollo de 109 niños con apego inseguro
ansioso/huidizo según la “situación extraña” de Ainsworth, evaluados cuando tenían 18
meses. Los padres manifestaron que los niños presentaron problemas de conducta desde
los dos años de edad. Este estudio confirma la predominancia de conductas violentas
asociadas al apego inseguro. Lyons (1996) identifica estilos de apego desorganizados en
niños agresivos en su escuela, asociados con la adversidad familiar, la hostilidad
parental, presencia de depresión de los padres.
Deklyen y Greenberg (2008) proponen un modelo para explicar la desadaptación en los
niños, comprende cuatro áreas deficitarias: apego inseguro, ineficacia parental, alto
nivel de adversidad familiar y la presencia de rasgos atípicos en el niño. Centrándose en
el apego inseguro, plantean que existen tres causas determinantes para el desarrollo de
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
la desadaptación: primero, la alteración de la regulación emocional en la díada
cuidador-niño; segundo, el desarrollo de estrategias manipulativas para conseguir la
protección a las que recurre el hijo (v.g. berrinches, aislamiento, agresiones, etc.);
tercero, el pequeño organiza esquemas cognitivos rígidos asociados a los patrones de
conducta que aprende para protegerse de la angustia.
La angustia es el sentimiento que evocamos ante la pérdida, se trata de una sensación de
vacío y desesperación. Swogger, Walsh, Homaifar, Caine y Conner (2012) encontraron
que existe relación entre la angustia y la psicopatía. Llegan a esa conclusión después de
relacionar los resultados de la escala de Hart (PCL: SV) para identificar rasgos
psicopáticos con la Novaco Anger Scale (NAS) que identifica señales de angustia en
una muestra de 851 pacientes psiquiátricos.
La incapacidad de manejar la angustia resultante de las experiencias de pérdida
conllevan el surgimiento de la desesperación que el psicópata no es capaz de canalizar
hacia la búsqueda de consuelo y protección, lo cual deriva en la manifestación de
conductas violentas. Mills, Kroner y Forth (1998) evalúan a 204 convictos con rasgos
psicopáticos a través de la NAS, encuentran altos niveles de relación entre la angustia y
el comportamiento violento. Este estudio valida la hipótesis de Novaco (1994).
La angustia puede ser incrementada por el consumo de alcohol (Leibsohn, Oetting, y
Deffenbacher, 1994) y drogas (Rewls, 1994). Es indudable que las adicciones a las
drogas y al alcohol subyacen en las conductas violentas (Rivas y cols. 2010; Birkley,
Giancola y Lance, 2012; Hansson, M., & Rosengren, S. 2013).
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Familia
disfuncional
Maltrato físico y
sexual
Angustia y
Violencia
Estrés post
traumático
Control parental
ineficaz
Apego
inseguro
Desprotección
materna
Rechazo social
Modelamiento de la
violencia
Fracaso escolar
Manejo
inadecuado
del estrés
Maltrato de
los hermanos
Drogas y
alcohol
Figura 4. Modelo relacional de los factores psicosociales en la Psicopatía.
La Figura 4 muestra una síntesis de las relaciones entre los factores psicosociales y la
incapacidad de manejar la angustia que es transformada en violencia en las
personalidades psicopáticas. La disfuncionalidad familiar, ya sea organizada de manera
rígida, disgregada o amalgamada promueve la expresión del incesto, a su vez favorecido
por la ineficacia del control parental y la desprotección de la madre. Esta configuración
relacional facilita el maltrato por parte de los hermanos y la falta de vínculos amorosos
que promuevan la búsqueda de protección ante el rechazo social y los problemas de
adaptación escolar. La familia proporciona modelos de violencia que pueden
condicionarse en los patrones conductuales del psicópata, además, claro está de producir
sentimientos de odio que se dirigirán hacia imágenes similares a las vividas en las
primeras experiencias afectivas.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
En un entorno disfuncional el niño no puede organizar recursos de afrontamiento ante
las situaciones estresantes, además por el estilo de apego inseguro carece del refugio
emocional indispensable para procesar sus experiencias de pérdida. Es probable que las
vivencias
traumáticas
establezcan
patrones
conductuales
propios
del
estrés
postraumático que se pueden exacerbar por el uso de drogas y alcohol.
5. Modelo relacional sistémico de la Psicopatía.
El análisis causal de la Psicopatía no permite la comprensión cabal del fenómeno,
porque los factores biológicos, neuropsicológicos, familiares y sociales son insuficientes
por si solos de producir los rasgos psicopáticos. No todos los portadores de los genes
encontrados en asesinos son asesinos, ocurre lo mismo con los indicadores hormonales
o las lesiones cerebrales (Lykken, 2000).
El desarrollo de investigaciones sobre la resiliencia y el comportamiento antisocial (v.g.
Cicchetti y Garmezy, 1993; Gardner y cols., 2013), realizado generalmente desde
perspectivas psicosociales, demuestran la existencia de personas que coinciden con la
mayoría de los factores que predisponen comportamientos psicopáticos y que sin
embargo no los manifiestan.
Me atrevo a formular que la psicopatía es resultado de la interacción entre los cuatro
factores identificados. Siguiendo el razonamiento de Haley al explicar la esquizofrenia
(Haley, 2005), para forjar una persona psicopática se requiere un bagaje genético que
produzca alteraciones en la producción de determinadas hormonas, disfunciones
cerebrales asociadas a la incapacidad de procesar ciertas emociones y determinados
procesos cognitivos. La persona tiene que pertenecer a una familia disfuncional que
favorezca el maltrato de los progenitores y hermanos, además de propiciar la
manifestación del incesto. Se requiere una familia con padres ineficaces en el control y
en la protección, además debe poseerse un estilo de apego inseguro que impida el
procesamiento funcional de las pérdidas. No es suficiente el cúmulo de factores
biológicos, neuropsicológicos y familiares, sin la presencia del rechazo social, además
del fracaso escolar. La interacción de esos elementos se exacerba con la imposibilidad
de manejar el estrés lo que suele estar acompañado del abuso de alcohol y drogas. La
Figura 5 sintetiza el modelo.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Biología
Neuropsicología
Psicopatía
Organización
familiar
Entorno social
Figura 5. Modelo relacional sistémico de la organización de la personalidad psicopática.
La presencia de los factores mencionados debe activarse a partir de una situación que
produzca angustia para que la persona exprese su crueldad en las formas más bizarras de
la psicopatía exhibidas en los asesinatos seriales (Stone, 2009).
La pérdida obliga a la expresión del estilo de apego, el seguro suscita la búsqueda de
consuelo, el inseguro la agresividad y la huida (Bowlby, 1984; Ainsworth, 1989;
Pedrry, 2009). En el Psicópata la experiencia de pérdida no puede ser procesada por la
carencia de un sistema de apego seguro que dirija la angustia de separación a la
búsqueda de consuelo y protección (Lovelace y Gannon, 1999). Por ello es que se
convierte en rabia y se dirige hacia la destrucción de las personas que se asocian con las
experiencias traumáticas (Leyton, 2005). El modo de actuar tiene que ver con los
patrones de conducta condicionados también el pasado crítico, como si al repetirse una
y otra vez se pudiera resolver lo pendiente. La persona no siente remordimiento por sus
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
acciones, considera que sus víctimas merecen lo que reciben, incapaz de empatía y de
detenerse, asocia la venganza con el placer (Hare, 2003).
El amor obliga a la activación de nuestro sistema de apego (Hazan y Shaver, 1987;
McCarthy y Maughan, 2010) porque necesariamente se liga a la posibilidad de pérdida.
Cuando se produce la ruptura amorosa se la experimenta como una pérdida ambigua
(Boss, 2009, Pinto, 2013), por lo que el sufrimiento excede a las vivencias de duelo por
muerte (Pinto, ob.cit.). En el caso del Psicópata, es incapaz de soportar la ruptura
amorosa porque ha idealizado el amor al no poseer referentes amorosos en su familia de
origen, además sitúa la esperanza de ser reconocido en el vínculo romántico. La Figura
6 sintetiza el modelo de la precipitación violenta ante la pérdida amorosa.
El caso de Aileen Wuornos (1956-2002) puede servir como ejemplo. Esta asesina serial
perteneció a una familia disfuncional, su padre se suicidó, su madre fue negligente con
ella. Su abuelo la abusó sexualmente una vez que su madre la abandonó junto a su
hermano con él y la abuela. Aileen se embarazó a los catorce años y abandonó a la
criatura. Durante su adolescencia se dedicó a la prostitución y a cometer diversos delitos
por los que varias veces fue encarcelada. Establece un vínculo amoroso tormentoso con
Tyria Jolenne Moore, en una clara colusión (Pinto, 2011) son incapaces de manejar sus
conflictos que los canalizan a través de frecuentes asaltos y otras felonías. Después de
una disputa con su pareja comete su primer asesinato, después matará a seis hombres
más (Shipley y Arrigo, 2004; Wuornos y Berry-Dee, 2006).
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Idealización
amorosa
Apego
inseguro
Desesperación
Incapacidad
de manejar
la ruptura
Rabia en vez
de
sufrimiento
Figura 6. Modelo de la precipitación de la conducta violenta ante la pérdida amorosa en
el Psicópata.
El caso de Wuornos es un claro ejemplo de la interacción de los factores involucrados
en la organización de la personalidad psicopática. Su personalidad se caracterizaba por
impulsividad, violencia, ausencia de miedo y remordimiento, antecedentes de conductas
antisociales precoces, manipulación y mentiras, falta de empatía, sexualidad promiscua,
irresponsabilidad, crueldad con sus víctimas debido a la ausencia de empatía (Wuornos
y Berry-Dee, ob.cit.)
Es difícil asegurar la presencia de factores genéticos asociados a su maldad, sin
embargo, llama la atención la inestabilidad emocional del padre, las conductas
incestuosas del abuelo y la negligencia de la madre, que marcarían antecedentes
familiares antisociales. Lo que sí es posible confirmar es el entorno familiar
disfuncional, la ausencia de control y la carencia de protección, asociados, claro está a
un estilo de apego inseguro (Arrigo y Grigffin, 2004).
Otro caso ejemplar es el del asesino múltiple colombiano Campo Elías Delgado. A los
seis años presencia el suicidio de su padre. Se pasó el resto de su vida culpando a su
madre por la muerte de su padre por lo que la golpeaba y humillaba con frecuencia. Se
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
alista en el ejército estadounidense y participa en las Fuerzas Especiales durante la
guerra de Vietnam. Al regresar a Colombia se dedica a dar clases particulares de Inglés
mientras continua viviendo con su madre. Su vida transcurre con monotonía y
aislamiento, se enamora de una estudiante, cuando ésta lo rechaza es presa de la
desesperación, asesina a la joven y a la madre de ésta. Posteriormente se dirige al
edificio donde vivía mata a su madre y a varios vecinos, luego se dirige al restaurante
Pozzetto donde dispara despiadadamente y asesina a más de veinte personas (Olaya,
2007).
Carvajal (2008) al respecto de este asesino escribe: “se concentran las ambigüedades de
un ser atormentado, definido en su odio hacia el mundo que le ha tocado vivir, acosado
por sus fantasmas; él ve como única salida la muerte, la destrucción del mundo y de los
seres que lo habitan, incluyendo a él mismo”(p. 122).
Si bien este asesino responde al perfil de la personalidad esquizoide no deja de poseer
rasgos psicopáticos: egocentrismo, falta de remordimiento y culpabilidad, falta de
empatía, estilo de vida de parásito, falta de control conductual, problemas en su vida
sexual, impulsividad.
Los antecedentes familiares son insuficientes para aseverar la presencia de factores
biológicos. Sin embargo, la influencia de la formación como soldado en el ejército, hace
probable una personalidad sociopática (Ray, 1972; Fontana y Rosenheck, 2005; Booth,
S., Larson, G. E., Highfill, R., Garland, C., & Gaskin, 2010; MacManus, Dean, Al
Bakir, Iversen, Hull, L., Fahy y Fear, 2012).
Llama la atención la precipitación de su conducta asesina a partir del rechazo amoroso,
al apuñalar salvajemente a su estudiante muestra la ira contenida hacia las mujeres en
general y a su madre en particular, impulsándolo a matarla.
Finalmente, otro caso famoso fue el del estudiante surcoreano Cho Seung-Hui,
perpetrador de la masacre de Virginia Tech. A los ocho años migra a Estados Unidos,
fue víctima de maltrato y abuso sexual en su familia. Se lo ha descrito como solitario,
violento y con tendencias piromaníacas (Gómez, 2007). Este muchacho fue víctima de
segregación y acoso escolar (Glaze, 2013)
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Estaba obsesionado por una muchacha quien claramente le advirtió que no podía esperar
nada de ella. Este fue el precipitante para que decida disparar contra los alumnos del
establecimiento educativo, mató a 32 e hirió a 17 antes de suicidarse.
6. Conclusiones
Independientemente a la fascinación que genera el estudio científico de la maldad
(Zimbardo, 2008), es imprescindible la comprensión de las conductas violentas para
prevenirlas y desarrollar programas de rehabilitación (v.g. Horstkötter y de Wert, 2013;
Ogloff y Davis, 2004).
Aún se mantiene el debate entre el Trastorno de Personalidad Antisocial y la Psicopatía,
al parecer un conflicto inocuo, pero que en el trasfondo responde a ideologías e
intereses económicos (Pilecki, Clegg y McKay, 2011). Para la investigación científica
es preferible asumir los criterios desarrollados por los pioneros en la descripción de la
Psicopatía (Clecley 1941, Hare, 1980 y Lykken 2000) porque permiten establecer
referentes objetivos para establecer con precisión la presencia de los rasgos
indispensables para el diagnóstico.
El razonamiento causal impide comprender la interacción de factores, situación que no
ocurre con la visión sistémica que pretende comprender los fenómenos de la naturaleza
como procesos ecológicos (Bateson, 1976). Aplicada esa lógica al comportamiento
humano ha sido posible desarrollar sistemas diagnósticos tanto en la Neuropsicología
(Christensen, 1978) como en la Psicología Clínica (Cancrini y La Rosa, 1996).
He revisado investigaciones actuales sobre la Psicopatía y el comportamiento antisocial,
cada una de ellas aborda rigurosamente la relación entre algún factor y la manifestación
de las conductas psicopáticas. Los estudios se concentran en cuatro áreas: biológica,
neuropsicológica, familiar y social. Siguiendo el razonamiento empleado por Haley
(2005) para explicar la esquizofrenia, hice lo mismo con la Psicopatía.
Ha sido evidente que un solo factor no es suficiente para explicarla, como tampoco es
posible afirmar tácitamente cuál de ellos es el más importante, la propuesta hecha aquí
es que la interacción de los factores promueve la manifestación del cuadro sindrómico
psicopático.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Sin embargo, ha quedado claro que no es suficiente la inmersión de la persona en los
cuatro factores, si no existe una precipitante motivacional externo que desencadene su
furia criminal. La teoría del apego se presenta como una alternativa explicativa ante la
experiencia de pérdida. En el caso de los psicópatas el estilo de apego
indispensablemente es inseguro, de tal manera que no posee los recursos suficientes
para elaborar y superar las experiencias de duelo (Dozier, Stovall-McClough y Albus,
2008).
Probablemente la experiencia de pérdida más difícil de superar sea la ruptura amorosa
(Pinto, 2013) al poseer características de pérdida ambigua (Boss, 2009). He planteado
la siguiente hipótesis: al ser incapaz de manejar la angustia de separación, el psicópata
asesino ante la ruptura amorosa desespera y por ello desencadena una furia que la
canaliza hacia el asesinato.
He examinado tres casos famosos, que me han servido como ejemplo para ilustrar la
hipótesis vertida, sin embargo es imprescindible que se proceda con investigaciones que
permitan su confirmación o refutación. Es obvio que la pérdida ambigua no es el único
proceso que precipita la maldad en los criminales psicópatas, tal vez se aplique a los
asesinos seriales, múltiples y a los despiadados, pero no necesariamente puede referirse
a los violadores pederastas, a los torturadores y a los asesinos sicarios entre otros.
Al analizar las motivaciones psicopáticas he marcado un referente lógico, la
aproximación relacional sistémica y la búsqueda de precipitantes de las conductas
violentas. Esta manera de reflexionar será útil para el Psicólogo Forense y el Clínico, el
primero podrá obtener recursos que le permitirán mayor precisión en su trabajo de
perfilación y en la evaluación de los criminales psicopáticos (Aristizabal y Amar, 2012).
Por su parte el investigador en Psicología Clínica podrá ubicar el factor de su interés
para profundizar sus estudios, mientras que el Psicoterapeuta sabrá indagar en todas las
áreas influyentes en el desarrollo de conductas antisociales para elaborar un diagnóstico
diferencial adecuado y proponer un sistema de intervención eficaz.
Por último, y considero lo más importante del presente estudio, es partir de la visión
relacional sistémica de los factores involucrados en la generación de conductas
antisociales para elaborar programas de prevención integrados.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
Referencias
1. Ainsworth, M. S. (1989). Attachments beyond infancy. American psychologist, 44(4),
709-715.
2. Algozzine, B., Wang, C., & Violette, A. S. (2011). Reexamining the relationship
between academic achievement and social behavior. Journal of Positive Behavior
Interventions, 13(1), 3-16.
3. American Psyachiatric Association (1994) DSM IV Manual Diasgnóstico y Estadístico
de los Trastornos Mentales, Barcelona: Masson
4. American Psychiatric Association (2000) DSM IV-TR Manual diasgnóstico y
estadístico de los trastornos mentales revisado. Barcelona: Masson.
5. American Psychiatric Association (2013) DSM V Diagnostic and statistical manual of
mental disorders. Washington, DC /Londres: American Psychiatric Publishing.
6. Anderson, C., Shibuya, A., Ihori, N., Swing, E., Bushman, B., Sakamoto, A., & Saleem,
M. (2010). Violent video game effects on aggression, empathy, and prosocial behavior
in eastern and western countries: a meta-analytic review. Psychological bulletin, 136(2),
151.
7. Anderson, N. E., & Kiehl, K. A. (2012). The psychopath magnetized: insights from
brain imaging. Trends in cognitive sciences, 16(1), 52-60.
8. Angrilli, A., Sartori, G., & Donzella, G. (2013). Cognitive, emotional and social
markers of serial murdering. The Clinical neuropsychologist, 27(3), 485-494.
9. Aristizabal, E., & Amar, J. (2012) Psicología Forense: Estudio de la mente criminal.
Barranquilla: Editorial Universidad del Norte.
10. Arrigo, B. A., & Griffin, A. (2004). Serial murder and the case of Aileen Wuornos:
Attachment theory, psychopathy, and predatory aggression. Behavioral Sciences & the
Law, 22(3), 375-393.
11. Bandura, A. Ross, D., & Ross, S. A (1961). Transmission of aggression through the
imitation of aggressive models. Journal of Abnormal and Social Psychology, 63, 575582.
12. Bandura, A. (1977). Social Learning Theory. Englewood Cliffs, Nueva Jersey: Prentice
Hall.
13. Bapat, M., & Tracey, T. J. (2012). Coping with dating violence as a function of violence
frequency and solution attribution: a structural modeling approach. Violence and
victims, 27(3), 329-343.
14. Barbosa, B. (2011) Mentes peligrosas. México DF: Aguilar/Fontanar.
15. Bateson, G. (1976) Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Carlos
Lohlé.
16. Becerra-García, A. M., Madalena, A. C., Estanislau, C., Rodríguez-Rico, J. L., Dias, H.,
Bassi, A., ... & Morato, S. (2007). Ansiedad y miedo: su valor adaptativo y
maladaptaciones. Revista Latinoamericana de Psicología, 39(1), 75.
17. Beck, A., Freeman, A. (1999) Terapia cognitiva de los trastornos de la personalidad.
Buenos Aires: Paidós.
18. Bertalanffy, L. (1995) Teoría general de sistemas. Madrid: FCE.
19. Birkley, E. L., Giancola, P. R., & Lance, C. E. (2012). Psychopathy and the prediction
of alcohol-related physical aggression: The roles of Impulsive Antisociality and
Fearless Dominance. Drug and Alcohol Dependence.
20. Blair, R. J. R. (1995). A cognitive developmental approach to morality: Investigating
the psychopath. Cognition, 57(1), 1-29.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
21. Blair, R. (2003). Neurobiological basis of psychopathy. The British Journal of
Psychiatry, 182 (1), 5-7.
22. Blair, R., Peschardt, K., Budhani, S., Mitchell, D., & Pine, D. (2006). The development
of psychopathy. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 47(3‐4), 262-276.
23. Booth, S., Larson, G., Highfill, R., Garland, C., & Gaskin, T. (2010). Factors associated
with antisocial behavior in combat veterans. Aggressive behavior, 36(5), 330-337.
24. Boss, P. (2009). Ambiguous loss: Learning to live with unresolved grief. Boston:
Harvard University Press.
25. Boccardi, M. (2013). Structural brain abnormalities and psychopathy. Handbook on
Psychopathy and Law. Oxford: Oxford University Press.
26. Borja, K., & Ostrosky, F. (2013). Early traumatic events in psychopaths. Journal of
forensic sciences, 54(2), 927-931.
27. Bowlby, J. (1980). Attachment and loss: Vol. 3. Loss: Sadness and depression. New
York: Basic.
28. Bowlby, J. (1984). Violence in the family as a disorder of the attachment and
caregiving systems. Association for the Advancement of Psychoanalysis. 44(1), 9-27.
29. Buckholtz J., Treadway M., Cowan R., Woodward N., Benning, S., Li R et al. (2010)
Mesolimbic dopamine reward system hypersensitivity in individuals with psychopathic
traits. Nat Neurosci 13, 419–421.
30. Caballero, A., Carrera, P., Sánchez, F., Muñoz, D., & Blanco, A. (2003). La experiencia
emocional como predictor de los comportamientos de riesgo. Psicothema, 15(3), 427432.
31. Cadena, C., de la Rubia, J., Armenta, M. , Valdivia, J., & Díaz, H. (2012). Family and
socio-demographic risk factors for psychopathy among prison inmates. The European
journal of psychology applied to legal context, 4(2), 119-134.
32. Cancrini, L., La Rosa, C. (1996) La caja de Pandora. Manual de psiquiatría y
psicopatología. Buenos Aires: Paidós.
33. Carvajal, G. (2008). Fatalismo e infierno en La Vorágine y Satanás. Logos, 13, 115127.
34. Caspi, A., McClay, J., Moffitt, T., Mill, J., Martin, J., Craig, I., et al. (2002). Role of
genotype in the cycle of violence in maltreated children. Science, 297, 851–854.
35. Christensen,A. (1978) El diagnóstico neuropsicológico de Luria. Pablo del Río:
Madrid.
36. Cleckley, H. (1941). The mask of sanity. St. Louis, Missouri: Mosby.
37. Cicchetti, D., & Garmezy, N. (1993). Prospects and promises in the study of resilience.
Development and psychopathology, 5, 497-497.
38. Coccaro, E. F., Sripada, C. S., Yanowitch, R. N., & Luan Phan, K. (2012). Función
corticolímbica en la conducta agresiva impulsiva. Psiquiatría Biológica. 8, 1-8.
39. Cohen, N., & Eichenbaum, H. (1993). Memory, amnesia, and the hippocampal system.
Minessota: The MIT Press.
40. Coles, R. (1998). The moral intelligence of children. Family Court Review, 36(1), 9095.
41. Corradi-Dell'Acqua, C., Hofstetter, C., & Vuilleumier, P. (2013). Cognitive and
affective theory of mind share the same local patterns of activity in posterior temporal
but not medial prefrontal cortex. Social Cognitive and Affective Neuroscience.
42. Dabbs, J., & Dabbs, M. (2000). Heroes, rogues, and lovers: Testosterone and Behavior.
Nueva York: McGraw-Hill.
43. Davis, M. (1992). The role of the amygdala in fear and anxiety. Annual review of
neuroscience, 15(1), 353-375.
44. Davis, M. (1997). Neurobiology of fear responses. The neuropsychiatry of limbic and
subcortical disorders, 71, 86-92.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
45. Decety, J., Ickes, W. (2009) The social neuroscience of empathy. Massachusetts:
Massachusetts Institute of Technology.
46. Deeley, Q., Daly, E., Surguladze, S., Tunstall, N., Mezey, G., Beer, D., & Murphy, D.
(2006). Facial emotion processing in criminal psychopathy Preliminary functional
magnetic resonance imaging study. The British Journal of Psychiatry, 189(6), 533-539.
47. Deković, M., Wissink, I., Marie Meijer, A. (2004). The role of family and peer relations
in adolescent antisocial behaviour: comparison of four ethnic groups. Journal of
Adolescence, 27(5), 497-514.
48. Delgado, J. y Mora, F. (1998). Emoción y Motivación. Sistema Límbico. En: Delgado,
J.M., Ferrús, A., Mora, F., Rubia, F. (Eds.) Manual de Neurociencias. Madrid: Síntesis.
49. Denkova, E., Dolcos, S., & Dolcos, F. (2013). The Role of Retrieval Focus and Valence
on Medial Temporal Lobe Activity during Recollection of Emotional Autobiographical
Memories. Frontiers in Behavioral Neuroscience, 7, 109-114.
50. Denno, D. (2013) What real-world criminal cases tell us about genetics evidence.
Hastings Law Journal, 64, 1591-1618.
51. Demirtas-Tatlidede, A., & Schmahmann, J. (2013). Morality: incomplete without the
cerebellum?. Brain.
52. Dimaggio, G., Semerari A. (2008) El mantenimiento de los trastornos de la
personalidad: un modelo, En: Semerari, A., Dimaggio, G. (2008) Los trastornos de la
personalidad, Modelos y tratamiento. Barcelona: Desclée de Brouwer.
53. Dishion, T. J., Patterson, G. R., Stoolmiller, M., & Skinner, M. L. (1991). Family,
school, and behavioral antecedents to early adolescent involvement with antisocial
peers. Developmental psychology, 27(1), 172.
54. Dodge, K. A. (1983). Behavioral antecedents of peer social status. Child Development,
54(6), 1386-1399.
55. Dodge, K.A., Pettit, G.S., Bates, J.E., & Valente, E. (1995). Social informationprocessing patterns partially mediate the effect of early physical abuse on later conduct
problems. Journal of Abnormal Psychology,104, 632–643.
56. Dodge, K. A., Lansford, J. E., Burks, V. S., Bates, J. E., Pettit, G. S., Fontaine, R., &
Price, J. M. (2003). Peer rejection and social information‐processing factors in the
development of aggressive behavior problems in children. Child development, 74(2),
374-393.
57. Dolan, M. (2012). The neuropsychology of prefrontal function in antisocial personality
disordered offenders with varying degrees of psychopathy. Psychological medicine,
42(8), 1715-1722
58. Domes, G., Hollerbach, P., Vohs, K., Mokros, A., & Habermeyer, E. (2013). Emotional
empathy and psychopathy in offenders: An experimental study. Journal of personality
disorders, 27(1), 67-84.
59. Dozier, M., Stovall-McClough, K. C., & Albus, K. E. (2008). Attachment and
psychopathology in adulthood. En: Cassidy, J., Shaver, Ph. (Ed) (2008). Handbook of
attachment: Theory, research, and clinical applications, pp. 637-665. Nueva York:
Guilford Press.
60. Dutton, K. (2012) The wisdom of psychopaths: what saints, spies, and serial killers can
teach us about success, Nueva York: Scientific American/Farrar, Straus, and Giroux.
61. Esbec, E., & Echeburúa, E. (2011) La reformulación de los trastornos de personalidad
en el DSM V. Actas Españolas de Psiquiatría, 39 (1), 1-11.
62. Fagot, B., & Kavanagh, K. (1990). The prediction of antisocial behavior from avoidant
attachment classifications. Child Development, 61(3), 864-873.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
63. Farrington, D. P. (2006). Family background and psychopathy. Handbook of
psychopathy, 229-250.
64. Farrington, D. P. (2007). Social origins of psychopathy. International handbook on
psychopathic disorders and the law, 1, 319-334.
65. Farrington, D. P., Ullrich S., & Salekin, R. T. (2010). Environmental influences on
child and adolescent psychopathy. Handbook of child and adolescent psychopathy, 202230.
66. Fecteau, S., Pascual-Leone, A., & Théoret, H. (2008). Psychopathy and the mirror
neuron system: preliminary findings from a non-psychiatric sample. Psychiatry
research, 160(2), 137-144.
67. Ferguson (2010) Genetic contributions to antisocial personality and behavior: a metaanalytic review from an evolutionary perspective, The Journal of Social Psychology,
150 (2), 160-180.
68. Fontana, A., & Rosenheck, R. (2005). The role of war-zone trauma and PTSD in the
etiology of antisocial behavior. The Journal of nervous and mental disease, 193(3),
203-209.
69. Frías, M., López, A., & Díaz, S. (2003). Predictores de la conducta antisocial juvenil:
un modelo ecológico. Estudos de Psicologia, 8(1), 15-24.
70. Gao, Y., Raine, A., Chan, F., Venables, P. H., & Mednick, S. A. (2010). Early maternal
and paternal bonding, childhood physical abuse and adult psychopathic personality.
Psychological Medicine, 40(6), 1007.
71. Gardner, T. W., Dishion, T. J., & Connell, A. M. (2008). Adolescent self-regulation as
resilience: Resistance to antisocial behavior within the deviant peer context. Journal of
abnormal child psychology, 36(2), 273-284.
72. Garrido, V. (2000) El Psicópata: un camaleón en la sociedad actual, Barcelona: Algar.
73. Gelles, R. J. (1973). Child abuse as psychopathology: A sociological critique and
reformulation. American journal of Orthopsychiatry, 43(4), 611-621.
74. Giner-Sorolla, R. (2001). Affective Attitudes are not always faster: the moderatin role
of extremity. Personality and Social Psychology Bulletin, 27, 666-677.
75. Glaze,
A.
(2013)
Epifanías
adolescentes.
Disponible
en:
http://pepsic.bvsalud.org/pdf/rel/v1n2/v1n2a12.pdf
76. Glenn, A. L., & Raine, A. (2008). The neurobiology of psychopathy. Psychiatric
Clinics of North America, 31(3), 463-475.
77. Glenn A., Raine A., Schug R. (2009) The neural correlates of moral decision-making in
psychopathy. Mol Psychiatry 14: 5–6.
78. Glenn, A. L., Raine, A., Schug, R. A., Gao, Y., & Granger, D. A. (2011). Increased
testosterone-to-cortisol ratio in psychopathy. Journal of abnormal psychology, 120(2),
389.
79. Gómez, J. (2007) La masacre de Virginia Tech. Madrid: El Andén.
80. Gorenstein, E. E. (1982). Frontal lobe functions in psychopaths. Journal of Abnormal
Psychology, 91(5), 368.
81. Gorman-Smith, D., Tolan, P. , Zelli, A., & Huesmann, L. (1996). The relation of family
functioning to violence among inner-city minority youths. Journal of Family
Psychology, 10(2), 115.
82. Gottfredson, M., & Hirschi, T. (1990). A general theory of crime. Stanford, CA:
Stanford University Press.
83. Haley, J. (2005) Tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos. Barcelona: Paidós
Ibérica.
84. Hansson, M., & Rosengren, S. (2013). Impulsivity, irresponsibility, alcohol and
substance use differ between “unsuccessful” and “successful” individuals with high
levels of psychopathic personality traits (Tesis doctoral, Örebro University).
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
85. Hare, R.D., & Frazelle, J. (1980). Some preliminary notes on the use of a research scale
for the assessment of psychopathy in criminal populations. Vancouver: Unpublished
manuscript, University of British Columbia.
86. Hare, R.D. (1991). The Psychopathy Checklist- Revised. Toronto: Multi Health
Systems.
87. Hare, R.D. (2003). Sin conciencia: el inquietante mundo de los psicópatas que nos
rodean, Barcelona: Ediciones Paidós.
88. Hauck F. N., Teixeira M.A., & Dias A. (2009) Psychopathy: The construct and its
assessment. Avaliacao Psicologica, 8 (3), 337-346.
89. Hazan, C., & Shaver, P. (1987). Romantic love conceptualized as an attachment
process. Journal of personality and social psychology, 52(3), 511.
90. Helmstaedter, C., & Witt, J. A. (2012). Multifactorial etiology of interictal behavior in
frontal and temporal lobe epilepsy. Epilepsia, 53(10), 1765-1773.
91. Hermans, E. J., Putman, P., & Van Honk, J. (2006). Testosterone administration
reduces empathetic behavior: a facial mimicry study. Psychoneuroendocrinology, 31(7),
859-866.
92. Herrero, O., & Colom, B. (2006) ¿Es verosímil la teoría de la delincuencia de David
Lykken?, Psicothema 18 (3), 374-377.
93. Hess, Y. D., & Pickett, C. L. (2010). Social rejection and self-versus other-awareness.
Journal of Experimental Social Psychology, 46(2), 453-456.
94. Hétu, S., Taschereau-Dumouchel, V., & Jackson, P. (2012). Stimulating the brain to
study social interactions and empathy. Brain Stimulation, 5(2), 95-102.
95. Higley J, Mehlman P. (1996) CSF testosterone and 5-HIAA correlate with different
types of aggressive behaviors. Biological Psychiatry, 40, 1067–1082.
96. Horstkötter, D., & de Wert, G. (2013). The Prevention of Psychopathy: What We Owe
to Young People. AJOB Neuroscience, 4(2), 19-20.
97. Jennings, W. G., Richards, T. N., Tomsich, E. A., Gover, A. R., & Powers, R. A.
(2013). A critical examination of the causal link between child abuse and adult dating
violence perpetration and victimization from a propensity score matching approach.
Women & Criminal Justice, 23(3), 167-184.
98. Juárez, M., Kiehl, K. A., & Calhoun, V. D. (2012). Intrinsic limbic and paralimbic
networks are associated with criminal psychopathy. Human Brain Mapping. 34 (8),
1921–1930.
99. Khan, R., & Cooke, D. J. (2013). Measurement of Sibling Violence A Two-Factor
Model of Severity. Criminal justice and behavior, 40(1), 26-39.
100. Kapp, B. S., Frysinger, R. C., Gallagher, M., & Haselton, J. R. (1979). Amygdala
central nucleus lesions: effect on heart rate conditioning in the rabbit. Physiology &
Behavior, 23(6), 1109-1117.
101. Kapp, B. S., Pascoe, J. P., & Bixler, M. A. (1984). The amygdala: A neuroanatomical
systems approach to its contribution to aversive conditioning. The neuropsychology of
memory, 473-488.
102. Karpman, B. (1961). The Structure of neurosis: with special differentials between
neurosis, psychosis, homosexuality, alcoholism, psychopathy and criminality. Archives
of Criminal Psychodynamic, 4, 599-646.
103. Kiehl KA, Smith AM, Hare RD, Mendrek A, Forster BB, Brink J et al (2001 Limbic
abnormalities in affective processing by criminal psychopaths as revealed by functional
magnetic resonance imaging. Biological Psychiatry, 50, 677–684.
104. Koenigs, M., Baskin-Sommers, A., Zeier, J., &Newman, J. (2010) Investigating the
neural correlates of psychopathy: a critical review. Molecular Psychiatry 1(8), npg.
105. Kohlberg, L., & Hersh, R. H. (1977). Moral development: A review of the theory.
Theory into practice, 16(2), 53-59.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
106. Kolla, N., Malcolm, C., Attard, S., Arenovich, T., Blackwood, N., & Hodgins, S.
(2013). Childhood maltreatment and aggressive behaviour in violent offenders with
psychopathy. Canadian journal of psychiatry. Revue canadienne de psychiatrie, 58(8),
487-494.
107. Krupp, D., Sewall, L., Lalumière, M. Sheriff, C., & Harris, G. (2013). Psychopathy,
adaptation, and disorder. Frontiers in psychology, 4, 139-145.
108. Laakso M., Vaurio O., Koivisto E., Savolainen L., Eronen M., Aronen H., et al. (2003)
Psychopathy and the posterior hippocampus. Behavior Brain, 118, 187–193.
109. Lang, S., Klinteberg, B., & Alm, P. (2002). Adult psychopathy and violent behavior in
males with early neglect and abuse. Acta Psychiatrica Scandinavica, 106(s412), 93-100.
110. La Rosa, Cancrini (1996) La Caja de Pandora. Manual de Psiquiatría y Psicopatología.
Buenos Aires: Paidós.
111. LeDoux, J. (1999) El cerebro emocional. Barcelona: Ariel/Planeta
112. LeDoux, J. E. (2000). Emotion circuits in the brain. Annual Review of Neuroscience,
23(1), 155-184.
113. LeDoux, J. (2003). The emotional brain, fear, and the amygdala. Cellular and
molecular neurobiology, 23(4-5), 727-738.
114. Leibsohn, M. T., Oetting, E. R., & Deffenbacher, J. L. (1994). Effects of trait anger on
alcohol consumption and consequences. Journal of Child & Adolescent Substance
Abuse, 3(3), 17-32.
115. Levesque, R. J. (2012). Sibling Rivalry. En: Encyclopedia of Adolescence. Springer,
pp. 2725-2726.
116. Leyton, E. (2005) Cazadores de humanos. El auge del asesino múltiple moderno.
Barcelona: Alba.
117. Li, H., Penzo, M. , Taniguchi, H., Kopec, C., Huang, Z. , & Li, B. (2013). Experiencedependent modification of a central amygdala fear circuit. Nature neuroscience, 16(3),
332-339.
118. Light, J. M., Rusby, J. C., Nies, K. M., & Snijders, T. A. (2013). Antisocial Behavior
Trajectories and Social Victimization Within and Between School Years in Early
Adolescence. Journal of Research on Adolescence. doi: 10.1111/jora.12055.
119. Lilly, R., Cummings, J. L., Benson, D. F., & Frankel, M. (1983). The human
Klüver‐Bucy syndrome. Neurology, 33(9), 1141-1141.
120. Linares, J. (2012) Terapia familiar ultramoderna. Barcelona: Herder.
121. Lobbestael, J., & Arntz, A. (2012). The state dependency of cognitive schemas in
antisocial patients. Psychiatry research, 198(3), 452-456.
122. López, M., & Nuñez, M. (2009) Psicopatía versus Trastorno Antisocial de la
Personalidad, Revista Española de Investigación Criminológica, 1 (7), 1-17.
123. Lovelace, L., & Gannon, L. (1999). Psychopathy and depression: mutually exclusive
constructs?. Journal of behavior therapy and experimental psychiatry, 30(3), 169-176.
124. Lykken, D. (1957) A study of anxiety in the sociopathic personality. The Journal of
Abnormal and Social Psychology, 55(1), 6-10.
125. Lykken, D. (1978) The Psychopath and the Lie Detector. Psychophysiology, 15(2),
137–142.
126. Lykken, D. (1996) Psychopathy, Sociopathy, and Crime. Society, 34(1), 29-38.
127. Lykken, D. (2000) Las Personalidades Antisociales. Barcelona: Herder.
128. Lyons, K. (1996). Attachment relationships among children with aggressive behavior
problems: The role of disorganized early attachment patterns. Journal of consulting and
clinical psychology, 64(1), 64-70.
129. MacManus, D., Dean, K., Al Bakir, M., Iversen, A. C., Hull, L., Fahy, T., & Fear, N.
(2012). Violent behaviour in UK military personnel returning home after deployment.
Psychological medicine, 42(08), 1663-1673.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
130. Malti, T., Eisenberg, N., Kim, H., & Buchmann, M. (2013). Developmental
Trajectories of Sympathy, Moral Emotion Attributions, and Moral Reasoning: The Role
of Parental Support. Social Development.
131. Marcus, D., John, S., & Edens, J. (2004). A taxometric análisis of psychopathic
personality. Journal Of Abnormal Psychology, 113 (4), 626-635.
132. Marietan, H. (2011) El Complementario y su Psicópata. Buenos Aires: Ananké.
133. Marshall, L., & Cooke, D. (1999). The childhood experiences of psychopaths: A
retrospective study of familial and societal factors. Journal of Personality Disorders,
13(3), 211-225.
134. Matthies, S., Rüsch, N., Weber, M., Lieb, K., Philipsen, A., Tuescher, O., ... & van
Elst, L. T. (2012). Small amygdala-high aggression? The role of the amygdala in
modulating aggression in healthy subjects. World journal of biological psychiatry,
13(1), 75-81.
135. McCarthy, G., & Maughan, B. (2010). Negative childhood experiences and adult love
relationships: The role of internal working models of attachment. Attachment & human
development, 12(5), 445-461.
136. McEvoy, A., & Welker, R. (2000). Antisocial Behavior, Academic Failure, and School
Climate A Critical Review. Journal of Emotional and Behavioral Disorders, 8(3), 130140.
137. Mills, J. F., Kroner, D. G., & Forth, A. E. (1998). Novaco Anger Scale: Reliability and
validity within an adult criminal sample. Assessment, 5(3), 237-248.
138. Minuchin, S., Chamberlain, P., & Graubard, P. (1967). A project to teach learning
skills to disturbed, delinquent children. American journal of orthopsychiatry, 37(3),
558-569.
139. Minuchin, S. (1986) Familias y Terapia Familiar. Buenos Aires: Gedisa.
140. Molina, F. (2011) El Psicópata adaptado: un lobo entre ovejas. Buenos Aires Salerno.
141. Monahan, C., Steinberg, L., Cauffman, E., & Mulvey, E. (2009) Trajectories of
antisocial behavior and psychosocial maturity from adolescence to young adulthood.
Developmental Psychology. 45 (6), 1654–1668.
142. Mora Teruel, F. (2013). ¿ Qué es una emoción?. Arbor, 189, 759- 804.
143. Moul, C., Dobson-Stone, C., Brennan, J., Hawes, D., & Dadds, M. (2013). An
exploration of the serotonin system in antisocial boys with high levels of callousunemotional traits. PloS one, 8(2).
144. Muller J., Ganssbauer S., Sommer M., Dohnel K., Weber T., Schmidt- Wilcke T., et al.
(2008) Gray matter changes in right superior temporal gyrus in criminal psychopaths.
Evidence from voxel-basedmorphometry. Psychiatry Res, 163, 213–222.
145. Munro, G. E., Dywan, J., Harris, G. T., McKee, S., Unsal, A., & Segalowitz, S. J.
(2007). Response inhibition in psychopathy: the frontal N2 and P3. Neuroscience
letters, 418(2), 149-153.
146. Nilsson, K., Sjoberg, R., Wargelius, H., Leppert, J., Lindstrom, L., & Oreland, L.
(2007). The Monoamine Oxidase A (MAO-A) gene, family function and maltreatment
as predictors of destructive behaviour during male adolescent alcohol consumption.
Addiction, 102, 389–398.
147. Novaco, R. W. (1994). Anger as a risk factor for violence among the mentally
disordered. En: Monahan,J., Steadman, H. (Comp.) Violence and mental disorder,
Developments in risk assessment, Chigago: University of Chicago Press, 21-59.
148. Ogloff, J. R., & Davis, M. R. (2004). Advances in offender assessment and
rehabilitation: contributions of the risk–needs–responsivity approach. Psychology,
Crime & Law, 10(3), 229-242.
149. Olaya, E. (2007) Pozzetto: tras las huellas de Campo Elias Delgado. Bogotá: Librería
Jurídica.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
150. O.M.S.: CIE-10. (2006) Trastornos Mentales y del Comportamiento. Décima Revisión
de la Clasificación Internacional de las Enfermedades. Descripciones Clínicas y pautas
para el diagnóstico. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.
151. Partridge, G. E. (1930) Current conceptions of Psychopathic Personality. The
American Journal of Psychiatry. 10, 53-99.
152. Pascoe, J. P., & Kapp, B. S. (1985). Electrophysiological characteristics of amygdaloid
central nucleus neurons during Pavlovian fear conditioning in the rabbit. Behavioural
brain research, 16(2), 117-133.
153. Patterson C. M., Newman J. P. (1993). Reflectivity and learning from aversive events:
toward a psychological mechanism for the syndromes of disinhibition. Psychological
Review, 100, 716–736.
154. Perry, A. (2009). Insecure attachment and its consequences. Healthcare Counseling &
Psychotherapy Journal, 9, 3-7.
155. Pham, T. H., Vanderstukken, O., Philippot, P., & Vanderlinden, M. (2003). Selective
attention and executive functions deficits among criminal psychopaths. Aggressive
Behavior, 29(5), 393-405.
156. Pilecki, B. C., Clegg, J. W., & McKay, D. (2011). The influence of corporate and
political interests on models of illness in the evolution of the DSM. European
Psychiatry, 26(3), 194-200.
157. Pinto, B. (2002) Emoción, cognición y relaciones interpersonales en la psicopatía
primaria de lykken. Ajayu: Órgano de Difusión Científica del Departamento de
Psicología de la Universidad Católica Boliviana San Pablo, 1(1), 1-20.
158. Pinto, B. (2007) Cuando el pensamiento racional es irracional. Cuadernos de
Investigación. Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento de la
Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, 1 (1), 1-14.
159. Pinto, B. (2011) Porque no sé amarte de otra manera. Estructura individual, familiar y
conyugal de los trastornos de la personalidad. SOIPA/ Universidad Católica Boliviana
San Pablo.
160. Pinto, B., Elena, E. (2013) Neuropsicología de las funciones ejecutivas en el trastorno
antisocial de la personalidad. Tesis de Grado de Psicología. Universidad Católica
Boliviana San Pablo (no publicada).
161. Pinto, B. (2013) Terapia de la ruptura amorosa. En: García, F. (Compilador) Terapia
Sistémica Breve. Fundamentos y aplicaciones. Universidad de Santo Tomás/RiL
editores: Concepción – Chile, pp. 319-336.
162. Powers, S. I. (1988). Moral judgement development within the family. Journal of
Moral Education, 17(3), 209-219.
163. Raine A., Lencz T., Taylor K., Hellige J., Bihrle S., Lacasse L., et al. (2003) Corpus
callosum abnormalities in psychopathic antisocial individuals. Arch Gen Psychiatry 60,
1134–1142.
164. Rawls, B. (1994). Drugs and Anger. Nueva York: The Rosen Publishing Group.
165. Ray, J. J. (1972). Militarism, authoritarianism, neuroticism, and antisocial behavior.
Journal of Conflict Resolution, 319-340.
166. Ressler, R., & Schachtman, T. (2005) Asesinos en serie, Ariel: Barcelona.
167. Rhee, S., & Waldman, I. (2002). Genetic and environmental influences on antisocial
behavior: a meta-analysis of twin and adoption studies. Psychological Bulletin, 128:
490–529.
168. Rivas, M. J. M., Guadix, M. G., Gómez, J. L. G., & González, L. F. (2010). Violencia
en el noviazgo y consumo de alcohol y drogas ilegales entre adolescentes y jóvenes
españoles. Adicciones: Revista de socidrogalcohol, 22(2), 125-134.
169. Rizzolatti, G., & Craighero, L. (2004). The mirror-neuron system. Annual Rev.
Neurosci., 27, 169-192.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
170. Roldan Gerschcovich, E., Cerquetti, D., Tenca, E., & Leiguarda, R. (2011). The impact
of bilateral cerebellar damage on theory of mind, empathy and decision making.
Neurocase, 17(3), 270-275.
171. Romero, E., Luengo, M., Gomez-Fraguela, J.A., Sobral, J., & Villar, P. (2006)
Evaluación de la Psicopatía Infantojuvenil: Estudio en una Muestra de Niños
Institucionalizados. Anuario de Psicología Jurídica, 15: 23-40.
172. Ronson, J. (2012) ¿Es usted un Psicópata? Barcelona: Grupo Zeta.
173. Ruckholtz, J., Treadway, M., Cowen, R., Woodward, N., Benning, S., Li, R., Ansari,
M., Smith, E., Cole, D., Kessler, R., Hald, D. (2010) Mesolimbic dopamine reward
system hypersensitivity in individuals with psychopathic traits. Nature America, 13(4),
419-421.
174. Sadeh, N., Javdani, S., & Verona, E. (2013). Analysis of monoaminergic genes,
childhood abuse, and dimensions of psychopathy. Journal of abnormal psychology,
122(1), 167-174.
175. Salihovic, S., Kerr, M., Özdemir, M., & Pakalniskiene, V. (2012). Directions of Effects
between Adolescent Psychopathic Traits and Parental Behavior. Journal of abnormal
child psychology, 40(6), 957-969.
176. Saltaris, C. (2002). Psychopathy in juvenile offenders: Can temperament and
attachment be considered as robust developmental precursors?. Clinical Psychology
Review, 22(5), 729-752.
177. Sánchez, M.L. (1995). Los trastornos de personalidad y el modelo de los cinco
factores: relaciones empíricas. Clínica y Salud, 6 (2), 175-188.
178. Schneider, K. (1980) Las Personalidades Psicopáticas. Madrid: Morata.
179. Shamay-Tsoory, S. G., Harari, H., Aharon-Peretz, J., & Levkovitz, Y. (2010). The role
of the orbitofrontal cortex in affective theory of mind deficits in criminal offenders with
psychopathic tendencies. Cortex, 46(5), 668-677.
180. Shipley, S. L., & Arrigo, B. A. (2004). The female homicide offender: Serial murder
and the case of Aileen Wuornos. Nueva York: Prentice Hall.
181. Seager, J. A. (2005). Violent Men The Importance of Impulsivity and Cognitive
Schema. Criminal Justice and Behavior, 32(1), 26-49.
182. Smetana, J. , Rote, W. , Jambon, M., Tasopoulos‐Chan, M., Villalobos, M., & Comer,
J. (2012). Developmental changes and individual differences in young children’s moral
judgments. Child development, 83(2), 683-696.
183. Snowden, R. , Gray, N., Pugh, S., & Atkinson, G. (2013). Executive function as a
function of sub-clinical psychopathy. Personality and Individual Differences. 55 (7),
801–804
184. Sobral Fernández, J., Gómez-Fraguela, J., Romero, E., & Villar, P. (2010).
Adolescentes latinoamericanos, aculturación y conducta antisocial. Psicothema, 22(3),
410-415.
185. Soderstrom, H., Blennow, K., Sjodin, A. K., & Forsman, A. (2003). New evidence for
an association between the CSF HVA: 5-HIAA ratio and psychopathic traits. Journal of
Neurology, Neurosurgery & Psychiatry, 74(7), 918-921.
186. Stattin, H., & Kerr, M. (2000). Parental monitoring: A reinterpretation. Child
development, 71(4), 1072-1085.
187. Stone, M. H. (2009). The anatomy of evil. Nueva York> Prometheus Books.
188. Swogger, M. T., Walsh, Z., Homaifar, B. Y., Caine, E. D., & Conner, K. R. (2012).
Predicting self-and other-directed violence among discharged psychiatric patients: the
roles of anger and psychopathic traits. Psychological medicine, 42(02), 371-379.
189. Ter Bogt, T. , Keijsers, L., & Meeus, W. (2013). Early Adolescent Music Preferences
and Minor Delinquency. Pediatrics, 131(2), e380-e389.
Enfoque sistémico de la Psicopatía
Bismarck Pinto Tapia
190. Terburg, D., Morgan, B., & van Honk, J. (2009). The testosterone–cortisol ratio: A
hormonal marker for proneness to social aggression. International journal of law and
psychiatry, 32(4), 216-223.
191. Thapar, A., Langley, K., Fowler, T., Rice, F., Turic, D., & Whittinger, N. (2005).
Catechol O-Methyltransferase gene variant and birth weight predict early-onset
antisocial behavior in children with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder. Archives
of General Psychiatry, 62, 1275–1278.
192. Vicente, J. C. (2006) Manipuladores cotidianos. Bilbao: Desclée de Brouwer.
193. Viding, E., & McCrory, E. J. (2012). Genetic and neurocognitive contributions to the
development of psychopathy. Development and Psychopathology, 24(3), 969.
194. Vieno, A., Nation, M., Pastore, M., & Santinello, M. (2009). Parenting and antisocial
behavior: a model of the relationship between adolescent self-disclosure, parental
closeness, parental control, and adolescent antisocial behavior. Developmental
psychology, 45(6), 1509.
195. Yang Y., Raine A., Narr K., Colletti P., Toga A. (2009) Localization of deformations
within the amygdala in individuals with psychopathy. Arch Gen Psychiatry, 66: 986–
994.
196. Walker, L., & Taylor, J. (1991). Family interactions and the development of moral
reasoning. Child Development, 62(2), 264-283.
197. Weiler, B. L., & Widom, C. S. (1996). Psychopathy and violent behaviour in abused
and neglected young adults. Criminal Behaviour and Mental Health, 6(3), 253-271.
198. Wells, L. A. (1981). Family pathology and father–daughter incest: Restricted
psychopathy. Journal of Clinical Psychiatry, 42(5), 197-202.
199. White, F. (2000). Relationship of family socialization processes to adolescent moral
thought. The Journal of social psychology, 140(1), 75-91.
200. Whiteman, S. D., Jensen, A. C., & Bernard, J. M. B. (2012). Sibling Influences. En:
Encyclopedia of Adolescence. Springer, pp. 2713-2717
201. Willemsen, J., De Ganck, J., & Verhaeghe, P. (2012). Psychopathy, traumatic
exposure, and lifetime posttraumatic stress. International journal of offender therapy
and comparative criminology, 56(4), 505-524.
202. Wilks-Riley, F., & Ireland, J. (2012). Cognition and psychopathy: identifying negative
and positive schemas in general and forensic samples. Journal of Forensic Psychiatry &
Psychology, 23(4), 466-484.
203. Wilson, C., Robinson, T., & Callister, M. (2012). Surviving Survivor: A Content
Analysis of Antisocial Behavior and Its Context in a Popular Reality Television Show.
Mass Communication and Society, 15(2), 261-283.
204. Wuornos, A., & Berry-Dee, Ch. (2006) Monster: my true story. Londres: John Blake
Publishing
205. Zimbardo, P. (2008). The Lucifer effect: Understanding how good people turn evil.
M.E. Sharpe, 10 (3), 287-295