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Mentiras para dormir mejor
Intereconomia.es – 12 enero 2010
Uno de cada tres españoles padece insomnio, un trastorno del sueño que precisa de
diagnóstico y tratamiento médico. Entre el 8 y el 12% lo sufre de manera crónica. Pero la
proporción de personas con un mal dormir, aunque sea de manera transitoria, es mucho
mayor. Se calcula que entre el 50 y el 80% de la población del país tendrá problemas
ocasionales para conciliar el sueño en algún momento de su vida, fundamentalmente por
dificultades familiares, laborales, de salud y, cada vez más, por la situación económica. “La
crisis ha podido acentuar los problemas de sueño”, asegura el doctor Eduard Estivill, director
de la Clínica del Sueño que lleva su nombre en el Instituto Universitario Dexeus de Barcelona.
“La ansiedad acumulada durante el día, especialmente por problemas laborales, afectivos y
sociales, es la causa más importante de insomnio. Los periodos de dificultades económicas
van acompañados de un aumento de ansiedad que condiciona mayor insomnio”, añade el
creador del famoso método Duérmete niño.
El ritmo de vida actual dificulta el sueño reparador. Para empezar, los horarios de trabajo de los
españoles no lo ponen fácil. Salen muy tarde de la oficina, llegan a casa con la pila puesta, lo
que hace prolongar la vigilia durante más tiempo, y no se desconecta lo suficiente. El resultado:
la cabeza que ponen sobre la almohada está en plena ebullición y no pueden relajarse.
Esta situación ha ido empeorando en los últimos años y a la mañana siguiente pasa factura:
una de cada tres personas se levanta cansada y sin energía o con dolores musculares, según
el Estudio sobre Salud y Descanso realizado por Asocama -Asociación Española de la Cama- y
Fundadeps -Fundación de Educación para la Salud del Hospital Clínico San Carlos-.
Negocio millonario
En estas circunstancias, muchas personas recurren a fármacos de prescripción médica o a
otros remedios alternativos. Y como a excepción de contar ovejas, todas las ayudas para
dormir cuestan dinero, la industria se frota las manos. Para empezar, la farmacéutica. Según
datos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios del Ministerio de
Sanidad y Política Social, el consumo de hipnóticos y ansiolíticos se triplicó entre 1992 y 2006.
Y a pesar de que sólo se dispensan con receta médica, la realidad muestra que existe una
amplia autonomía en su uso, a través de prescripción inducida y requerida.
Como promesa para el futuro en la lucha farmacológica contra el insomnio, en la actualidad los
científicos trabajan en un medicamento llamado Tasimelteon, que funciona cambiando los
patrones naturales que marca en el cuerpo la melatonina (la hormona que ayuda al cuerpo a
saber cuándo es hora de irse a la cama y cuándo la de levantarse). Por el momento ya ha
mostrado su efectividad en ensayos clínicos: ayudó a los pacientes insomnes a caer dormidos
y a mantener el sueño durante más tiempo.
Pero en paralelo a los fármacos tradicionales, el marketing de los medicamentos que no
precisan prescripción médica y de productos que ayudan a conciliar el sueño marcha a toda
máquina y no para de presentar propuestas: colchones de aloe vera, sprays que perfuman la
ropa de cama, almohadas cervicales, sábanas y velas aromatizadas, pulseras, antifaces,
tapones para los oídos, aceites esenciales para el baño, camas vibratorias, tisanas
revolucionarias... En EE UU, sólo para los medicamentos sin prescripción médica que ayudan a
dormir, la empresa de estudios de mercado Packaged Facts estima que el negocio rondará los
759 millones de dólares para el año 2013.
Pero, ¿de verdad son efectivos? “El problema es que los medicamentos de no prescripción
médica no se consideran fármacos, sino remedios, y como tal no han sido sometidos a los
mismos controles y evaluaciones que se exigen a los medicamentos”, explica el doctor Diego
García-Borreguero, director del Instituto de Investigaciones del Sueño, centro de referencia en
el ámbito de los trastornos del sueño. “Respecto al resto de productos y objetos de consumo,
gotas, brebajes, pulseras para dormir, etc., su toxicidad tampoco ha sido evaluada de manera
suficientemente rigurosa, porque muchos son productos naturales y no se consideran nocivos.
Pero el problema no es tanto su toxicidad como su eficacia, que tampoco ha sido probada y al
final el que paga el pato es el paciente-consumidor, porque es quien asume las consecuencias:
o el precio o la falta de eficacia o las dos cosas”, advierte el especialista.
Sin embargo, el efecto placebo es muy importante y está demostrado en todas las
medicaciones y especialmente en las del sueño. “Se cree que entre un 20 y un 30% de la
eficacia de la mayoría de estas sustancias es debido a este efecto psicológico. Esto es
especialmente cierto para el sueño, ya que para poder dormir es imprescindible una
desconexión mental que la persona puede creer que la consigue consumiendo estos
productos”, indica el doctor Estivill. “No existen estudios científicos homologados por
especialistas y sociedades científicas del sueño sobre todos esos productos. Por lo tanto, los
especialistas en medicina del sueño no podemos recomendarlos como forma seria para
combatir el insomnio”, añade.
Hierbas legales
La realidad es clara. Para ayudar a conciliar el sueño con un determinado producto, “sólo hay
que confiar en lo que diga el médico o el farmacéutico”, advierte Alberto Sacristán, especialista
en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Centro de Investigación sobre Fitoterapia
(Infito), la ciencia que estudia la utilización terapéutica de las plantas medicinales.
Amapola, parsiflora, lavanda, tila o valeriana son algunas de las recomendaciones con
efectividad analgésica y ansiolítica y sus ventas han crecido. El año pasado se consumieron en
España 27 millones de unidades (envases) de preparados de plantas medicinales por un valor
de 217 millones de euros. En 2000 eran 24 millones de unidades por un valor de 115 millones.
La valeriana es una de las más vendidas. “Provoca un leve efecto sedante y es adecuado
usarla, sobre todo durante el día, como preparación para una mejor entrada en sueño”, indica
Estivill. Sin embargo, “tampoco hay por el momento base científica suficiente para aprobarla
como fármaco”, recuerda por su parte el doctor García-Borreguero.
Pero, cuidado, aunque las plantas medicinales tienen menos efectos secundarios que los
psicofármacos, también son medicamentos, aunque sean verdes. “Pese a que su procedencia
sea natural, tienen una reacción química en el organismo”, explica Sacristán. Por eso subraya
la importancia de comprarlo en las farmacias antes que en herbolarios, porque de ese modo se
tendrá la seguridad de que han sido controlados por el Ministerio de Sanidad y Política Social.