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LA TORRE LATINOAMERICANA: IMPONENTE EMBLEMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO El familiar perfil de la torre Latinoamericana, de 40 pisos, es un emblema de la ciudad de México. Fue construida por un visionario que rechazo el miedo de los escépticos sobre los terremotos y sobre el subsuelo de la ciudad. El proyecto fue concebido después de la segunda guerra mundial por Miguel S. Macedo y José A. Escandón, directores de la compañía de seguros de Vida Latinoamericana. Querían revitalizar la imagen cosmopolita de la ciudad y opacar a la compañía rival, la Nacional compañía de seguros, cuyo edifico de doce pisos situado en la calle de enfrente, había sido el más alto de la ciudad durante muchos años. La torre Latina, como se le conoce popularmente, se localiza en la esquina de Francisco I. Madero y General Lázaro Cárdenas, frente al Palacio de Bellas Artes; si se incluye una antena de televisión de 44 metros de altura, la estructura se eleva 181.33 metros sobre el transitado cruce. La primera persona que se contrató para el ambicioso proyecto fue el asesor en arquitectura Augusto H. Álvarez, quien realizó el trabajo de diseño inicial. El arquitecto fue Alfonso González Paullada, quien trabajó estrechamente con el director del proyecto Luis Cuevas Barajas y con el supervisor del proyecto Adolfo Zeevaert Wiechers. El ingeniero Eduardo Espinoza estuvo a cargo de los cálculos estructurales. El doctor Leonardo Zeevaert Wiechers, hermano del supervisor, fue el asesor en la mecánica de suelos y el doctor Nathan M. Newmark de la Universidad de Illinois asesoró sobre los aspectos anti-sismo del proyecto. El diseño original era de un edificio de 27 pisos para oficinas, con estructura de acero y concreto reforzado apoyado en una base de pilotes de madera. Posteriormente el proyecto se amplió a 40 pisos, lo que, según los arquitectos, dio al edificio proporciones más armoniosas. Una buena parte de la ciudad de México se encuentra sobre el fondo de un lago que fue secado durante el tiempo de la colonia. La antigua ciudad sufría constantes y devastadores inundaciones, la que duró de 1926 a 1929 que redujo los 30, 000 habitantes de la ciudad a sólo 400; el área del centro de la ciudad está situada sobre una capa de lodo de 48 metros de profundidad, con una capa sólida de 4 metros a una profundidad de 33 metros. El subsuelo inestable ha causado que el área del centro de la ciudad se haya hundido hasta 8 metros en los últimos 100 años. Cuando comenzaron las excavaciones exploratorias, quedaron al descubierto los cimientos del convento colonial de San Francisco, en ese lugar, una gigantesca cruz de madera, la más alta de la ciudad, había servido como guía para los viajeros en el valle. La nueva señal fue construida sobre la anterior; la idea inicial era apoyar al rascacielos en pilotes dirigidos al lecho de la capa de lodo, pero finalmente se decidió apoyar al edificio al nivel de los 33 metros debido a los prohibitivos costos: Se decidió usar un sistema de pilotes que había sido utilizado desde el tiempo de los aztecas. Los trabajadores hundieron 361 pilotes fondo a fondo, patentados por la Western Foundation Corp., a 33 metros de profundidad para soportar las 13 000 toneladas del peso del edificio, mientras que las restantes 12, 000 toneladas se apoyaron en una plancha en forma de olla de concreto reforzado que podía flotar sobre un sistema hidráulico presurizado por agua. El sistema no sólo regula el peso ejercido sobre los pilotes, sino que también puede usarse para mantener la verticalidad del edificio mediante ajustes en la plancha de cimientos. Adolfo Zeevaert fue el primer ingeniero en el mundo que diseño dinámicamente edificios. Eduardo Espinoza realizó los cálculos para determinar los distintos modos en que la construcción podía vibrar. Utilizó el terremoto de 1911 como base para sus cálculos. Bethlehem Steel de acero proporciono los materiales de la estructura y en 1951 comenzó la construcción de la torre. Se propuso una antena de televisión de 60 metros de alto como toque final practico de arquitectura y las especificaciones se modificaron de acuerdo con esto. Se reforzó la estructura de los pisos 37 a 40 y la antena se redujo a 44 metros. En 1952 la estructura de acero ya se encontraba en su sitio durante 1953 se vaciaron los pisos de la plancha, lo que daría al edificio su rigidez final. Las planchas se vaciaron de un modo poco usual: del 1° al 9° piso, después de 14° al 10° en orden descendente y finalmente del 40° al 15°. Una vez que se terminaron los pisos, los constructores enfrentaron otros problemas prácticos. La ventanas, por ejemplo, tenían que resistir desplazamientos horizontalmente a 2.65 cm en cada piso sin que se rompiera el vidrio. Se instalaron ventanas de panel doble para resistir los fuertes vientos, reducir el ruido y controlar la temperatura; se instalaron así mismo tomas de aire para unidades de aire acondicionado. El edificio se terminó en abril de 1958, pero sólo se ocupó parcialmente. La compañía de seguros y la Nacional de Drogas fueron las compañías que ocuparon el edificio hasta 1957, cuando el terremoto demostró al público que la torre podía resistir estos movimientos sin sufrir daño alguno. No se rompieron ventanas, no hubo daños en los muros y los elevadores no dejaron de funcionar en ningún momento. No hubo fugas de agua ni cortos circuitos y por tanto tampoco hubo gastos por reparaciones; como consecuencia, las oficinas vacantes se llenaron rápidamente. Un informe de 1982 sobre el estado del edificio indicó: “el hundimiento de la torre Latinoamericana en relación con un punto de referencia situado a 70 metros de profundidad, ha sido de 1.5 metros en 26 años; el edificio tiene una inclinación de 12 cm, lo cual para una altura de 180 metros es despreciable. Consideramos que el edificio tiene una verticalidad perfecta, por tanto certificamos que los cimientos y la estructura han funcionado de acuerdo con lo proyectado y se encuentran en perfecto estado” Éste mismo informe hizo un análisis económico: “La inversión total fue de 63, 758, 560.63 pesos, incluyendo el costo del terreno, en 1982 produjo ingresos de 4, 409, 122.00 pesos al mes, de modo que, la inversión original ya se recuperó ampliamente y ha sido rentable”. La torre Latinoamericana que resistió también los fuertes terremotos de septiembre de 1985, se ha convertido en un laboratorio para el estudio de las relaciones cimientos-subsuelo en la ciudad de México y para la observación del comportamiento de las estructuras durante los terremotos. “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU” Ciudad Universitaria, D.F.