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Transcript
Como aquellos libros que narran una historia dentro de otra, donde
un relato contiene el germen del siguiente y así sucesivamente: de
este modo hemos imaginado nuestra propuesta, un proyecto que en
realidad es la suma de varios diferentes, un conjunto urbano de
piezas de distinta escala y programa que reflejan la propia condición
discontinua y fragmentada de la ciudad. Como una versión escalada
de la vida ciudadana, en donde espacios para habitar, estudiar y
enseñar, comprar, divertirse, hacer deporte, pasear o descansar
forman parte de una escena común, los nuevos edificios y áreas al
aire libre conforman un puzzle en el que cada elemento distinto
acaba cobrando sentido solo cuando todos ellos han sido ubicados
en su lugar preciso.
El solar hasta ahora ocupado por el actual mercado se articula en
tres volúmenes independientes y un vacío. Un amplio espacio verde
longitudinal conecta la nueva edificación del mercado con un edificio
de viviendas que conforma una manzana con el colegio Isabel La
Católica. El Mercado de Barceló, núcleo y origen de toda la
operación, se expresa como volumen autónomo, situado en la
confluencia de las calles Mejía Lequerica y Beneficencia a las que
se abre en sus distintas fachadas. Tiene como protagonista una
calle-galería interior de acusada proporción vertical que evoca
algunos grandes espacios comerciales urbanos del pasado y
concentra las circulaciones verticales y horizontales del conjunto. El
pabellón polideportivo se asoma en vuelo por encima del mercado,
cuya cubierta es en realidad una gran plaza elevada desde la que
se divisan los tejados de Madrid. Esta amplia plataforma sobre la
calle refleja en su geometría la nueva configuración de la plaza de
Barceló, sobre cuyo aparcamiento, como un tapiz plegado, se
define un espacio abierto cuadrangular que actúa como soporte de
los módulos del mercado temporal. La pequeña escuela, como una
pieza desgajada de este inesperado puzzle urbano, comparte
materiales y volumetría con las viviendas y mercado.
El lejano parentesco geométrico y formal que poseen los distintos
volúmenes y sus cerramientos anuncian veladamente que las
nuevas edificaciones pertenecen a un mismo tiempo y lugar… Los
casi imperceptibles planos plegados de las plazas y calles del
entorno -desde Alonso Martínez hasta Barceló- su común
pavimentación y mobiliario urbano, inducen al ciudadano a percibir
la radical y a un tiempo sutil transformación que ha tenido lugar en
su barrio.
El tráfico de vehículos se mantiene únicamente
en el eje de la calle, creando un amplio salón
urbano muy arbolado. Las ligeras pendientes
superficiales -en función de las cotas de las
calles- definen planos pavimentados de granito,
con áreas de juegos y descanso, entre las que
surgen los árboles actualmente existentes y las
nuevas plantaciones. El mobiliario urbano
responde al mismo sistema geométrico con que
se ha proyectado el mercado temporal de
Barceló, estableciéndose así lecturas paralelas
en todo el ámbito de actuación que el paseante
reconoce inconscientemente.
El eje del nuevo mercado es una elevada
galería cubierta de 18 metros de altura, donde
esbeltas escaleras mecánicas suben y bajan
hacia la terraza y los comercios de las plantas
superiores, invitando a los paseantes a
atravesar el edificio desde la calle Mejía
Lequerica hacia la nueva plaza posterior.
Grandes paños de vidrio dejan ver los puestos
de mercado que se disponen en bandas
paralelas de amplias calles interiores. Tanto si
se entra al mercado desde la calle como si se
hace desde la plaza, un vacío vertical hace
percibir al usuario la dimensión espacial en las
tres plantas que abarca el local. Un conjunto de
escaleras paralelas a la galería conecta los
diferentes niveles, mientras que un núcleo
compacto de montacargas, ascensores y aseos
comunica las plantas en altura, incluso hasta los
sótanos de almacenes, carga/descarga, cantón
de limpieza y aparcamiento. Solados continuos
de fácil limpieza y mantenimiento unifican el
plano horizontal y constituyen el soporte de
puestos de venta construidos con materiales
metálicos y traslúcidos, en donde el colorido de
verduras, frutas, pescados y otros productos se
contrapone al luminoso y abierto espacio
comercial. Los planos interiores del perímetro
son de vidrio con una piel exterior formada por
paneles de GRC perforado, a través de los que
se intuyen las calles y los edificios circundantes.
Hacia la calle Barceló abren locales comerciales
no alimentarios: tiendas que venden flores,
libros, prensa, moda. El piso cuarto del edificio,
con acceso independiente desde la galería
cubierta es un centro comercial: su planta libre y
flexible admite múltiples configuraciones para
locales de mayor tamaño.
El inmueble residencial se adosa a las
medianeras del colegio Isabel La Católica
cerrando una nueva manzana. Cuatro cajas de
escaleras dividen la planta en ocho viviendas
con una superficie media de 98 m2. En las
esquinas con las calles Beneficencia y Barceló
las casas son mayores: de 3 o 4 dormitorios. 45
viviendas, una planta baja comercial, y tres
plantas de garaje con 82 plazas de
aparcamiento son solo una de las diferentes
alternativas combinatorias que permite el
volumen de 11 metros de fondo y siete plantas
de altura que configura el edificio. Los
habitantes de las viviendas se asoman tras las
celosías de sus habitaciones hacia el nuevo
espacio verde que ha aparecido en el barrio: ven
el edificio del mercado enfrente, y sobre él, la
inesperada plaza elevada que, a 13 metros de
altura, ha recuperado el uso público del solar
edificado.
El nuevo polideportivo de Barceló está situado sobre los tejados de Madrid.
La cubierta del mercado es en realidad una gran plaza de 1400 m2 en la que
los niños juegan, los jóvenes hacen deporte, los mayores toman el sol, o
simplemente se asoman a observar el perfil de la ciudad. Un núcleo de
comunicación independiente y una larga rampa mecánica han permitido
llegar directamente a este nivel, donde también se ubican vestuarios, aseos,
control y acceso a la zona deportiva. Los escolares del colegio Isabel La
Católica acceden directamente desde el patio de la escuela atravesando el
edificio de viviendas y la plaza por una ligera pasarela elevada. En horas no
lectivas ese paso está siempre cerrado. Un café acristalado queda bajo una
gran losa sobre la que se ha construido el pabellón cubierto. El núcleo de
escaleras y ascensores llega hasta el último nivel (y lo hace desde el
aparcamiento), dividiendo el espacio en dos áreas: las salas de gimnasia
hacia la calle Barceló y el pabellón polideportivo propiamente dicho, que se
ha abierto en un gigantesco ventanal de 32 metros de largo y 7 de alto hacia
las azoteas de la ciudad.
Al pequeño edificio dotacional se llega desde la
calle San Mateo, por donde acceden los coches
al aparcamiento que alberga bajo el nivel del
suelo. También desde la calle Beneficencia ahora peatonal- pueden los escolares entrar al
colegio atravesando un patio arbolado que
establece una separación con el edificio escolar
colindante. Una rampa lineal es protagonista del
espacio interior alrededor de la que se organizan
las áreas docentes y de servicio. La piel porosa
que define el volumen hacia el exterior establece
en la geometría de sus perforaciones un diálogo
con la escala y tamaño de los pequeños
usuarios de las aulas y las áreas de juegos.
La plaza es una superficie de suaves pliegues que recogen las distintas cotas que el
aparcamiento subterráneo ha impuesto. Dos planos triangulares se levantan en uno de sus
vértices para permitir el paso de camiones desde la calle Beneficencia, liberando espacios
necesarios para almacenes, carga/descarga y servicios. Los puestos de mercado son
módulos prefabricados que surgen de la combinación de tres tipos básicos de planta
poligonal. Como si de un puzzle se tratase, las posibles agrupaciones, hasta un total de 120
puestos, se van uniendo en cadenas en función de los tipos de productos y de sus diferentes
tamaños. Los módulos están construidos con paneles revestidos de metal y materiales
plásticos traslúcidos de diferentes colores. Estos colores expresan en sus variaciones y
permutaciones la variedad de mercancías que venden y manifiestan a un tiempo su condición
temporal y ligera. Una vez finalizadas las obras del nuevo edificio, los puestos se
desmontarán con la misma facilidad y rapidez con que se implantaron -como sucede con los
mercados tradicionales semanales- y la plaza, con sus planos plegados y nuevas
plantaciones, retornará a su vacío original.
El barrio ha recuperado nuevos espacios para
los peatones. Los coches han sido limitados a
dos vías en la calle Barceló y Mejía Lequerica,
mientras que pavimentos de granito y zonas
ajardinadas tapizan las calles Beneficencia, la
nueva plaza, y los espacios urbanos
intersticiales. Los accesos de vehículos a los
aparcamientos se independizan separando los
que corresponden a carga y descarga, mercado
y viviendas. Árboles de gran tamaño se alinean
en la acera de las calles y dan sombra a los
vecinos que disfrutan de la nueva plaza.