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El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Rafael Alberti, Marinero en tierra (1924).
Resumen: El poeta sueña con el mar y pregunta a su padre por qué razón vinieron a la ciudad
y abandonaron su pueblo marinero.
Tema: Añoranza del mar (es decir, de su pueblo natal: El Puerto de Santa María, Cádiz).
Organización de ideas: Nos encontramos ante un poema escrito en verso: once versos
estructurados en cinco estrofas, separadas por espacios en blanco (cuatro de ellas son dísticos
y la cuarta tiene tres versos). El primer dístico presenta la idea central del poema: el mar. El 2º,
3º y 5º plantean la pregunta al padre: ¿por qué venir a la ciudad, abandonar el mar, venir acá (la
ciudad)? La cuarta estrofa enlaza con la idea de la primera: aunque los pies estén en tierra, la
mente del poeta permanece en el mar. ¡Sólo la mar!
JMIM
Comentario crítico: Este poema de Rafael Alberti (1902-1999) pertenece a su libro Marinero
en tierra, publicado en 1924 y con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. En esta obra
Alberti presenta el mar como símbolo de pureza y libertad, lugar deseado y añorado al que
quisiera regresar. Se trata de una oposición entre su infancia marinera y su juventud urbana,
entre el mar y la ciudad.
El poema objeto de comentario está formado por once versos de arte menor,
anisosilábicos (con predominio del octosílabo) y rima asonante en á en el último verso de cada
estrofa. Esta métrica irregular y las estructuras paralelísticas sitúan el libro en la línea
neopopularista, de recuperación de la poesía de cancionero de los primeros años de la
generación del 27, a la que el poeta perteneció como uno de sus miembros más activos. Esta
resurrección de las formas tradicionales iniciada en Marinero en tierra la continúa Alberti en La
amante y El alba del alhelí. (Su estética cambia en Cal y canto, obra de influencia gongorina, y en
Sobre los ángeles, 1929, uno de sus mejores libros, lleno de imágenes oníricas. A partir de los
años 30 su poesía se hace más combativa, con una actitud de protesta y denuncia: El poeta en la
calle. De la poesía del destierro destacan Entre el clavel y la espada y Roma, peligro para caminantes.)
Lo que sigue a continuación pertenece al comentario del profesor de la universidad de
Salamanca, Ricardo Senabre, publicado en la Antología comentada de la Generación del 27, EspasaCalpe, colección Austral, pp. 330-332:
«Cuando apenas tenía quince años -ha escrito Alberti-, me arrancaron del mar,
convirtiéndome para siempre, desde entonces, en un marinero de tierra [...] La nostalgia hecha
espuma de aquel mar de mi infancia y años adolescentes se me va a ir convirtiendo poco a
poco en canción.» El presente poema es uno de los más representativos de este sentimiento.
En el Diario de un poeta recién casado (1916), de Juan Ramón Jiménez, este había escrito: «Tus
olas van, como mis pensamientos, / y vienen, van y vienen, / besándose, apartándose, / en un
eterno conocerse, / mar, y desconocerse». Los encabalgamientos, la organización sintáctica y
los tiempos verbales traducían allí no sólo el vaivén de las olas, su continuo movimiento de
avance y retroceso, sino también el vaivén sentimental del poeta en una concreta circunstancia.
En el poema de Alberti, las repeticiones alternantes de los dos primeros versos simbolizan el
mismo movimiento físico y, a la vez, mediante un sutilísimo artificio, expresan también algo
más: el estado de incertidumbre y desasosiego del sujeto lírico. Como es sabido, el sustantivo
mar tiene concordancia masculina en la lengua culta moderna, pero, como resultado de la
vacilación de otros tiempos, pervive la concordancia femenina en el habla de los marineros y
JMIM
de las gentes del litoral. Alberti aprovecha, pues, la diferencia morfológica para expresar su
estado de ánimo. Se trata de un dilema y de una elección. El sujeto lírico –aquí identificable
con el poeta- duda: ¿es ya, después de todo, un hombre del interior que ha renunciado a sus
raíces originarias? ¿Pertenece al mar -expresión de tierra adentro- o todavía debe sentirse
vinculado a la mar, femenino cuya función es la de evocar las raíces gaditanas y, por tanto, la
niñez perdida y las ilusiones truncadas? Este balanceo anímico se expresa mediante la
alternancia morfológica del masculino y el femenino. El sujeto medita, contrasta, sopesa: «El
mar. La mar. / El mar». No hay predominio de una forma sobre otra, ni interrogación;
simplemente el vaivén de la duda, que acaba resolviéndose cuando, en el extremo del segundo
verso, irrumpe con fuerza la decisión final, excluyente y recalcada por el tono exclamativo del
enunciado: «¡Sólo la mar!» Definitivamente, el poeta es, como ya indica el título del libro, un
«marinero en tierra», y su primera obra se nutrirá de la nostalgia de lo que fue y de lo que pudo
haber sido.
Una vez proclamado el apego a la raíz originaria, brota, como lógica consecuencia, el
reproche: «¿Por qué me trajiste, padre, / a la ciudad? / ¿Por que me desenterraste / del mar?».
En los cuatro versos se repite el motivo de los dos primeros. La contraposición entre la costa
y el interior, expresada antes por la oposición masculino / femenino de mar, aparece ahora con
nitidez en la alternancia ciudad / mar; cuyos elementos revelan, además, inequívocamente su
correlación gracias a su posición equivalente -al final de sus respectivas secuencias- y con la
ayuda de la rima que los une. Además, la conexión de estos cuatro versos con los dos primeros
no se logra tan sólo por la reiteración de las nociones, sino por su ordenación análoga: el mar
(concordancia «ciudadana» )-la mar (concordancia «marítima») / ciudad-mar. Hay una
cuidadosísima composición. Pero esto no es todo. Alberti escribe «¿por qué me trajiste... ?». La
elección del verbo denota la absoluta irresponsabilidad del sujeto, sometido a un proceso de
desarraigo por la voluntad de quien, como padre, debe ser obedecido. La mención del padre al
final del verso obedece a tres razones. La primera es biográfica; responde a una realidad y
carece de interés poético. Las otras dos son de distinta naturaleza: por un lado, la mención del
padre suscita la noción correlativa del «hijo», ser indefenso, todavía inmaduro, que ha sido
arrancado de su ambiente por una voluntad impuesta; por otro, el sustantivo, colocado en el
extremo del verso y entre dos pausas, alarga considerablemente el verso y, sobre todo,
distancia más las nociones «traer» y «ciudad» -que ya se hallaban en versos distintos- y traduce
así físicamente una distancia: la que existe entre la costa y el interior, entre la niñez recordada y
la juventud actual, entre las ilusiones intactas y las renuncias y decepciones ya experimentadas.
JMIM
Esta distancia espacial y anímica es también temporal. La elección del tiempo verbal trajiste
subraya que, real o sentido, ha transcurrido mucho tiempo desde que aconteció la segregación
evocada. A pesar de ello, el sujeto no ha olvidado sus años iniciales y reafirma su voluntad de
arraigo en ellos. El recuerdo y la infancia resultan así decisivamente potenciados. La
coherencia es absoluta en el interior del poema.
La segunda pregunta -«¿Por qué me desenterraste / del mar?»- se vincula a la anterior
por su disposición métrica similar, por la rima y por diversas semejanzas formales en las que
no es preciso insistir. La metáfora «desenterrar del mar» sólo en apariencia es incongruente. Lo
que se desentierra y se trasplanta son las raíces, y el mar originario -la mar- era la verdadera
tierra del sujeto lírico. Se insiste de este modo en el arraigo marinero, y lo anecdótico queda
desarticulado por la inversión del orden cronológico de los hechos -ya que primero se evoca el
traslado a la ciudad y luego el alejamiento del mar- y porque todo se centra en una queja íntima
sin el más leve asomo narrativo.
«En sueños, la marejada / me tira del corazón. / Se lo quisiera llevar.» Se sueña lo que
no se posee y, tal vez, lo que se desea. En conexión con las nociones marítimas anteriores, la
marejada -con su acepción de «resaca, corriente que arrastra hacia el mar»- «tira del corazón».
Es decir: la fuerza de los recuerdos del mar -y de lo que el mar representa en este mundo
poético ya maduro-- arrastra los sentimientos y los afectos -que tradicionalmente hacemos
residir en el corazón- hacia la infancia perdida. Pero no es más que sueño. La forma verbal en
subjuntivo -quisiera- delata que se trata de algo irrealizable. De ahí que brote la tercera
apelación al padre, reproche encubierto que reitera con mínimas variantes la primera pregunta
del poema, de acuerdo con la técnica paralelística aprendida en los cancioneros, en la lírica
tradicional y en poetas como Gil Vicente.
Conclusión: El uso de un vocabulario sencillo, de exclamaciones, de repeticiones... sitúan este
hermoso poema en la línea de la poesía cancioneril de la lírica española de los siglos XV y
XVI. Alberti acierta con la forma idónea para expresar la nostalgia del mar, de ese mar
conocido y vivido -el de su ciudad natal-, y que se convierte desde su obligado traslado a
Madrid en un “paraíso perdido” que sueña recuperar.
JMIM