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El arte del oído: educación auditiva
Manuel Báez para Guitarristas.info
En la carrera de un músico existe la tendencia a menospreciar (o
directamente, obviar) ciertas áreas del aprendizaje, bien sea por su
dificultad, bien porque la metodología de aprendizaje resulta tediosa.
Hoy vamos a centrarnos en una de las áreas más infravaloradas en
música moderna, la educación auditiva, esto es, desarrollar nuestro
oído para poder distinguir las relaciones que se establecen entre
las diferentes notas (intervalos, escalas, acordes, extensiones,
inversiones...).
¿Por qué un músico debería educar su oído? ¿Qué ventajas nos
reportará a largo plazo? Una de ellas resulta bastante obvia. Una
persona que carece de educación auditiva será incapaz de sacarse
temas de oído o, como mucho, podrá acercarse a estos temas siempre
que sean fáciles, pero no podrá calcarlos cuando estos tengan pasajes
o acordes poco habituales.
Además, un músico con capacidad de reconocer acordes, inversiones
o extensiones, sabrá intuitivamente qué es lo que busca en un acorde
o una melodía (incluso en un solo a tiempo real) para darle ese “toque”
sonoro que hará que cuadre mejor con la base o que sea de una
factura mucho más bella.
Otra enorme ventaja repercute en el propio aprendizaje; un músico sin oído no puede captar
con facilidad cuándo desafina (en la guitarra un buen ejemplo se da con los bends), cuando
se va de tono, si un vibrato no está bien temperado... o si su elección de notas es incorrecta.
La última fase de la educación auditiva, referente a la distinción de extensiones, intervalos
compuestos (que exceden o sobrepasan la octava de la tónica), inversiones de acordes
(cambio de orden de los intervalos del acorde), y progresiones(sucesiones de acordes),
servirá aún de más ayuda a un músico con cierta destreza, y llegará a marcar la diferencia en
las tareas de improvisación, arreglos, y composición.
Además, permitirá que el músico se “olvide” de lo que sabe, y deje salir su alma, por llamarlo
de algún modo.
Por ejemplo, si somos capaces de distinguir una progresión, también sabremos en cada
momento qué progresión es la que tenemos en la cabeza, y nos ahorraremos el farragoso
proceso de buscar acorde a acorde hasta dar con aquellos que cuadran con nuestra idea.
También nos permitirá distinguir los acordes de una base, y saber qué escalas podemos usar
sobre los mismos, las notas de resolución, las extensiones propias de cada acorde...
Y, por supuesto, conocer todos los intervalos hace que dejemos de improvisar con la famosa
técnica de “que la mano caiga donde quiera y dios me ayude”. Un músico con oído sabe qué
nota es la que busca y, si tiene un buen sistema de visualización, también será capaz de
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encontrarla en el mástil. Lo mismo rige con técnicas como el sweep picking, que no es más
que hacer progresiones de acordes, pero en forma de solos.
Resumiendo, un músico entrenado auditivamente podrá poner la técnica al servicio de su
mente, improvisar lo que piensa en tiempo real, lo cual redunda en el feeling (si pones la
mano aleatoriamente, ¿cómo vas a sentir la nota?), reconocer progresiones, sacar solos o
temas de oído, escoger los acordes... Como podéis imaginar, la diferencia resulta
exponencial.
Los inicios de la educación auditiva
Un clásico error que se comete en academias es empezar la casa por el tejado. He recibido
educación auditiva en diversas academias, y trataron de enseñarme por la vía “rápida”,
echando por tierra mi autoestima, mi confianza en mi capacidad de aprender (fundamental,
ya que la confianza marca diferencias) y mis ganas.
En muchos sitios empiezan identificando acordes, melodías, escalas...
¿Cómo vamos a poder identificar una melodía o un acorde, sino podemos reconocer el
timbre que se produce al tocar solo dos notas? Esta relación entre dos notas, conocida como
“intervalo” (repasar sección de artículos del foro), es la más importante que existen en la
música. Haciendo una analogía con el lenguaje, si las notas son las letras, los intervalos son
las sílabas. Es imposible aprender a leer palabras si no sabes distinguir una sílaba, ¿verdad?
Hay que conocer los tipos de intervalos, ya que su reconocimiento auditivo es bastante
diferente. Pasamos a enumerarlos.
Intervalos melódicos y armónicos
Un intervalo melódico es aquél en el que solo suena una nota por vez, lo que quiere decir
que nunca pueden sonar dos notas a la vez. Por lo tanto, en los intervalos melódicos, antes
de tocar una nota, debemos apagar el sonido de la anterior. Ejemplo: sweep picking.
Un intervalo armónico es aquél en el que suenan las dos notas a la vez. Las notas pueden ser
tocadas simultáneamente (un acorde), o podemos dejar que la primera nota siga sonando
mientras pulsamos la segunda (un acorde arpegiado, finger picking...).
La forma de reconocimiento resulta mucho más compleja cuando los intervalos son
armónicos, por lo que siempre debemos empezar por el reconocimiento de intervalos
melódicos en todas sus variantes, antes de comenzar con los armónicos.
Intervalos ascendentes y descendentes
Esta clasificación es bastante sencilla. Un intervalo es ascendente cuando tocamos primero la
tónica, y después la otra nota del intervalo, que será más aguda (asciende de grave a agudo)
y será descendente cuando comencemos por la nota del intervalo, y terminemos con la
tónica (desciende de agudo a grave).
En este caso, resulta más complejo escuchar un intervalo que está “del revés”, en forma
descendente, por lo que siempre debemos comenzar por la distinción de intervalos
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ascendentes.
Una excepción son las inversiones, que son el último paso a estudiar en un intervalo, puesto
que la tónica pasa a ser la nota aguda, y la nota del intervalo la grave. Por ejemplo, si un
intervalo de 5ª justa de C es G, la inversión de C5 sería G (grave)- C (agudo). Realmente,
tendríamos que pensar en ese intervalo como en una cuarta, por lo que no resulta tan difícil
saber qué sonido tendría (G4).
Intervalos simples y compuestos
Intevalos simples son aquellos en los que ambas notas están en la misma octava. En cambio,
los intervalos compuestos exceden la octava, lo que quiere decir que, en un C5, el G (quinta
justa de C), estaría una octava más alto de lo normal (o más de una octava).
Resulta evidente que esto lo complica todo, por lo que debemos aprender primero a
distinguir un intervalo simple de uno compuesto.
Por último, las llamadas “tensiones” (tritonos o 4#/5b, segundas menores o intervalos
desemitono, extensiones...) deben ser estudiadas como los demás intervalos, pero resultará
mucho más fácil aprender primero los intervalos más comunes, que escuchamos día a día
(una tercera mayor es común, ya que aparece en todos los acordes comunes).
Como curiosidad, muchos de mis alumnos reconocían mejor las tensiones que los intervalos
“normales”, ya que escuchan metal progresivo, death, jazz... lo cual demuestra que escuchar
música ya es un ejercicio de educación auditiva.
Y ahora, una vez explicados los tipos de intervalos, vamos a desarrollar un método para
educar nuestro oído.
Metodología y ejemplos
La metodología debe empezar, como ya hemos comentado, por la distinción de intervalos.
Lo ideal es coger un grupo de intervalos mayores y justos, por ejemplo, segundas, terceras,
cuartas y quintas, y tratar de distinguirlos. Hay programas diseñados a tal efecto
(personalmente, recomendaría el Ear Master), pero podemos hacerlo nosotros mismos,
grabando baterías con la guitarra, con y sin distorsión, ya que un problema común es que, si
nos acostumbramos a escuchar las notas en piano o guitarra en limpio, podemos tener
dificultad cuando escuchemos la distorsión.
La idea sería grabar muchísimos intervalos, casi sin saber lo que estamos tocando, en
diferentes octavas por todo el mástil, y luego, escuchar los intervalos, apuntar nuestra
respuesta, y comprobar guitarra en mano si hemos acertado.
Primero, debemos grabar los intervalos en forma melódica ascendente. Es muy importante
cantar el intervalo, para poder memorizar su sonido. Posteriormente, incluiremos intervalos
en forma melódica descendente y, finalmente, pasaremos a los intervalos armónicos.
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Una vez dominados todos estos, pasaremos a los rangos de intervalos compuestos, en más
de una octava. No trates de memorizarlos, date cuenta de que son los mismos que ya has
estudiado, y su timbre es exactamente el mismo.
Ahora bien, podemos ir un paso más allá, y utilizar unas melodías guía para así poder
distinguir los intervalos, y relacionarlos con un sonido que ya conocemos.
Estas son algunas melodías guía de ejemplo (pulsa aquí para bajar los intervalos en formato
Guitar Pro):
Segunda menor. Suena como... El principio de un ejercicio cromático, el típico 1-2-3-4.
Segunda mayor. Suena como... El principio de la escala mayor natural (un tono, C-D...)
Tercera menor. Suena como... La canción de cuna que llevas escuchando desde que eras un
niño, o el principio de un acorde menor.
Tercera mayor. Suena como... Un acorde mayor. De hecho, mentalmente puedes rellenarlo
con la quinta, es un truco que utilizo mucho. Do, mi, sol. Prueba a cantarlo.
Cuarta justa. Miles de canciones populares, como “Pepito fue a pescar”. Puedes buscarlo en
youtube, tal vez en tu país cambie la letra, pero la melodía es la misma.
Cuarta aumentada/quinta disminuída. Sorpresa. Es el comienzo de The Simpsons. Una
gran burla de su creador, poner el intervalo “diabolus in musica” como comienzo de una serie
de dibujos animados.
Quinta justa. El comienzo de Star Wars, Superman, Indiana Jones... John Williams es adicto a
este sonido.
Sexta menor. Bossa nova pura y dura. Orfeo negro.
Sexta mayor. My way, de Sinatra. Te resultará facilísimo si lo relaciones con esta melodía. Y si
no te gusta Frank, siempre puedes pensar en los Sex Pistols.
Séptima menor. Es el grado dominante. La séptima mayor te lleva a la tónica, te pide que
corras hacia la octava. Piensa en ella así, como un paso para caminar hacia la tónica.
Séptima mayor. ¿Alguien ha dicho tensión? Por si solo, sin la mediación de una tríada mayor,
es una segunda invertida, un intervalo que suena como los demonios en una mañana de
resaca. No debería costarte mucho si lo piensas como un 1-2-3-4 descendente...
Esto debería ser una buena ayuda para detectar los diferentes intervalos. Es mucho más
divertido si lo tomas como un juego, una especie de test, y vas apuntando resultados. Por
supuesto, una vez que lo tengas un poco dominado, intenta sacar pasajes de oído, o ideas o
solos propios que tengas en la cabeza, y verás que la diferencia es abismal.
Acordes y progresiones
Los acordes pueden ser más complicados, pero si has conseguido estudiar todos los
intervalos, es un proceso que termina siendo natural. Sobre todo, si eres capaz de distinguir
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intervalos en su forma armónica.
Empieza siempre por las tríadas, tratando de distinguir algo tan simple como una tríada
mayor de una menor (lo conseguirás si te fijas en el intervalo de tercera, que marca la
diferencia). Básate siempre en los intervalos que son diferentes en los acordes, y procura
distinguir ese intervalo.
Por ejemplo, entre un acorde menor y un disminuído, deberás distinguir el intervalo que se
forma entre tónica y quinta, ya que es el más característico, y entre un aumentado y un
mayor ocurriría lo mismo.
Poco a poco deberás ir aumentando la complejidad, incluyendo otros acordes de tres notas
(suspendidos), e introduciendo las séptimas.
No es conveniente acudir a las progresiones (sucesiones de acordes) si no eres capaz de
distinguir los propios acordes, construye primer los cimientos antes de levantar las paredes.
Si te cuesta mucho distinguir varios acordes seguidos, piénsalos como intervalos (un I-V es
como un intervalo melódico ascendente de quinta, solo que con acordes), pero este truco
solo es conveniente si ya distingues el tipo de acorde que está sonando (no es lo mismo un V
dominante, que un V menor).
Otra buena idea es comenzar con parejas de acordes y cadencias. Los movimientos
cadenciales son las relaciones más simples que se dan entre los acordes, pero es un tema que
ya trataremos en posteriores ocasiones. Normalmente, no entran en juego más de 2 o 3
acordes, lo que facilita sobremanera la tarea.
No te preocupes si esto te resulta difícil, sobre todo si incluyes extensiones. Estamos
hablando del punto álgido de la educación auditiva, ya que si eres capaz de distinguir las
progresiones, no habrá nada que se te resista. Cuando escuches un tema, solo sabiendo la
tonalidad, podrás desgranar toda su armonía, saber qué acordes toca, a dónde van esos
acordes, qué tipo de extensiones utiliza... En definitiva, combinando tu oído con tus
conocimientos de armonía, serás un músico capaz, y te ahorraras esos tediosos procesos de
seleccionar una tablatura de entre las cientos que están mal hechos, para encima, no
aprender nada nuevo...
La excepción: el oído absoluto
Hasta este momento, hablamos del oído relativo. El oído relativo necesita relacionar varias
notas entre si, por eso se llama relativo. Necesita un tono de referencia. Las personas con
oído relativo desarrollado pueden, a partir de un tono dado, deducir qué intervalos se tocan.
Sabiendo la tonalidad (escuchando el tono central), pueden deducir qué movimientos
armónicos se han realizado y qué notas y acordes se tocan en cada momento.
Incluso pueden saber qué progresiones se tocan sin saber la tonalidad, siempre que sepan el
punto de partida. ¿Qué quiere decir esto? Si alguien les indica una nota, sin decir su nombre,
y les explica que es, por ejemplo, el II grado de una escala mayor, pueden deducir el resto,
aunque no pueden saber en qué tonalidad se encuentran.
El oído absoluto es un talento innato, entrenable, pero, según parece, imposible de
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desarrollar para la mayoría de los seres humanos. Una persona con oído absoluto memoriza
la frecuencia en la que suena una determinada nota y, sin necesidad de ninguna referencia,
puede distinguir las notas en cada momento.
Esto quiere decir que, si ha escuchado y memorizado el tipo de sonido que hace un C, puede
distinguir, por ejemplo, si el timbre de una puerta es un C, independientemente de las otras
notas. No necesita saber la tonalidad, ni tener una referencia.
Por supuesto, esto conlleva una notable ventaja, ya que no le es necesario aprender a
relacionar los intervalos de forma auditiva; su cerebro lo hace por él. Esa persona no tendrá
que pensar “un intervalo de 6M es como el principio del my way”, ya que su cerebro
procesará automáticamente ambas notas, y por lo tanto, si sabe música, ya será consciente
de cuántos semitonos hay entre ellas.
¿Puedo ser un gran músico sin oído absoluto? Sí. La mayoría de los grandes músicos de la
historia no lo han necesitado. Si eres capaz de distinguir progresiones, solos, movimientos de
modulación, intervalos y acordes y extensiones... ¿por qué va a ser necesario saber que un A
está en 440Hz y que tu cerebro lo detecte? Por ejemplo, puedes sacar una melodía que se te
ocurra con sus notas, sin necesidad de saber la tonalidad, y luego, al trasladarlo al
instrumento, buscar la tónica para saber en qué escala estaba en tu cabeza. A efectos
prácticos, un músico con un gran oído relativo es igual de bueno que uno con oído absoluto.
En una situación real, lo lógico es que sepas en qué tonalidad estás tocando, o si no, que
tengas un instrumento para, al menos, poder tocar una nota, y deducir qué intervalo es, con
lo que ya tendrías la tonalidad.
Epílogo
Una vez visto esto, solo queda practicar. Recomiendo práctica de, al menos, tres días
semanales, y que no quede en nociones teóricas. Sacar solos, procurar reconocer
progresiones de acordes, fijáos bien en cómo suena cuando tocáis... no lo dejéis en un mero
ejercicio, sino en una aplicación que puede llevaros a otra dimensión musical.
Al final estamos en la música para expresar, y podemos expresarnos mucho mejor si lo que
suena en nuestra cabeza, o en nuestro corazón musical, tiene correspondencia con lo que
tocamos sobre el mástil.
Combinar esto con una correcta visualización para poder asimismo conocer la localización
de los intervalos sobre el mástil.
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