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CHINA: MITO Y GLOBALIZACIÓN
Lic. Martín Morgante1
Prof. Héctor Dupuy2
La experiencia político-ideológica de Mao
El siglo XX fue testigo de un proceso de transformación inédito en el cual, un Imperio
milenario, en decadencia debido a diversas y consecutivas frustraciones bélicas –Guerras
del Opio de 1839 y 1856, Guerra con Japón de 1895- y socioeconómicas -imposiciones
imperialistas
europeas,
establecimiento
de
“concesiones”,
derechos
de
“extraterritorialidad”, libre navegación de los ríos...- llegó a estar a punto de convertirse en
una de las mayores potencias del planeta. Más asombroso resulta aún si pensamos que ese
mismo gran Estado pasó por situaciones de extrema penuria, dominación semicolonial,
situación de subdesarrollo e instancias bélicas de gran magnitud.
Más allá de los intentos realizados por diversas experiencias liberal democráticas o
dictatoriales de derecha, el actual Estado chino, un monstruo de 9,5 millones de km2 y
1.300 millones de habitantes, se constituye con el triunfo de la revolución socialista de
1950. Los 40 años previos, desde la Revolución del Dr. Sun Yat-sen, significaron una
situación de caos institucional y político y, en varios momentos, una auténtica guerra civil.
Las fuerzas desatadas con la caída del Imperio sólo pudieron ser controladas con la
aparición de dos proyectos político-ideológicos, el marxismo de Mao Tse-tung y el
nacionalismo de Chiang Kai-shek. Estas dos fuerzas representaron, a partir de la década de
1920, el principal freno a las apetencias expansionistas japonesas en el continente y, a la
vez, los dos sectores en pugna más poderosos de China. El triunfo del Ejército Popular del
Partido Comunista, en 1950, significó el corolario de toda esta etapa de luchas y el
establecimiento definitivo de la República Popular China.3
Sin embargo, la China socialista de Mao no significaba, en 1950, una experiencia nueva
para Asia ni para el mundo. En el ámbito internacional, la Revolución Rusa de 1917 ya
había impulsado un Estado Comunista –o de “socialismo real” como lo llamó Stalintransformado con el tiempo en la gran potencia mundial que fue la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. Esta experiencia inédita fue el modelo que adoptaron muchos otros
países, como las denominadas “democracias populares” de Europa oriental, China, Cuba,
Vietnam, etc.
Incluso, en la propia China, Mao había realizado una serie de experiencias previas, como la
República Soviética China en Jiangxi, trasladada, luego de la Larga Marcha, a Shaanxi
(1931 a 1937). Incluso durante el transcurso de la guerra civil que sucedió a la derrota
1
Universidad Nacional de La Plata; Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Universidad Nacional de La Plata.
3
Tras su derrota, las fuerzas nacionalistas, ya diezmadas por la corrupción y las deserciones masivas, se
refugiaron mayoritariamente en la isla de Taiwan, donde crearon un gobierno en el exilio con el nombre de
República Nacionalista China, actualmente República de China.
2
japonesa (1945 a 1950), los comunistas pusieron en práctica una serie de transformaciones
económicas, sociales y territoriales en las zonas que iban ocupando.
A lo largo de todas estas experiencias, los dirigentes comunistas, con Mao a la cabeza,
elaboraron un planteo ideológico basando la revolución en las masas campesinas y no en la
clase obrera industrial, como lo habían planeado los bolcheviques. Así el proceso de
construcción de la China socialista tuvo, por una parte, elementos propios de la experiencia
soviética, tales como la colectivización de los medios de producción –tierra, industrias,
servicios- mediante su apropiación por el Estado, la implantación de una dictadura
revolucionaria regida por el Partido Comunista, una economía basada en la planificación
centralizada desde el propio Estado y un proceso de industrialización acelerada a fin de
generar las bases de un desarrollo autónomo.
Sin embargo, Mao también aportó otra visión del socialismo: la idea de una construcción
revolucionaria basada en pasos sucesivos y continuos, los cuales llevarían a China a
recorrer un camino muy complejo y plagado de contradicciones. A diferencia del
comunismo soviético, los sucesivos planes impulsados por el maoísmo fueron
acompañados por nuevos programas revolucionarios que tendían a profundizar los cambios
introducidos y las contradicciones entre los diversos sectores del poder. Así, a los primeros
planes de reforma de estilo soviético (reforma agraria, nacionalizaciones de propiedades
extranjeras, lucha contra las plagas tradicionales del país, medidas para transformar la
sociedad), siguieron la campaña para instaurar el socialismo (1953 a 1957, primer plan
quinquenal), el período de las “Cien Flores” (1957, para atraer a los intelectuales), el “Gran
Salto Adelante” (1958 a 1965, intento de desarrollo acelerado) y la “Revolución Cultural”
(1966 a 1976, defenestración de todas las ideas anteriores, occidentales, tradicionales
chinas y socialistas burocráticas).
Cada una de estas experiencias implica un hecho verdaderamente traumático para una
población que, en su gran mayoría, había apoyado el proceso revolucionario. Al término de
la gestión –y de la vida- de Mao Tse-tung, en 1975, China es un territorio de profundas
contradicciones, acelerado en sus reformas sociales pero deprimido en su economía y
estancado en cuanto a su régimen político.
Por otra parte y tras un período de profundo aislamiento, China Popular se catapulta al
plano internacional como un Estado socialista crítico del régimen soviético y nuevo modelo
para los movimientos revolucionarios del convulsionado Tercer Mundo de los ’60 y los
’70. Además, su entrada al “club nuclear” a partir de su primer experiencia atómica en
octubre de 1964 la ubicó en una posición relevante y muy particular en el contexto de la
Guerra Fría.
La transformación “posmaoísta”
El surgimiento de un nuevo grupo de dirigentes, amparados bajo la figura rehabilitada de
un dirigente comunista antimaoísta, Deng Xiaoping, le dio un nuevo giro al proceso vivido
por China. Se puso un énfasis acentuado en un ambicioso programa de desarrollo
económico, bajo el lema de las “cuatro modernizaciones” (agricultura, industria, defensa y
ciencia y tecnología) y se iniciaron una serie de reformas a largo plazo basadas en un fuerte
pragmatismo.
Todo este contexto, sumado a los sucesivos cambios en la conducción del Estado, del
Partido y de la Administración, fue el marco para la realización de paulatinas reformas que
fueron desmantelando muchas de las premisas ideológicas maoístas, a pesar del
sostenimiento de su figura como “padre de la revolución”.
En el plano económico, las principales reformas se manifestaron en una amplia apertura del
comercio exterior, un gran desarrollo en la faz productiva y una notoria liberalización en
cuanto a la introducción de inversiones y la aparición de territorios industriales costeros
segregados del contexto socialista, con una notoria modernización tecnológica y de
infraestructura y servicios. En este último aspecto no debe olvidarse el extraordinario
esfuerzo realizado en algunos puntos clave como la medicina, marcada por el eclecticismo
entre la ciencia occidental y las tradiciones chinas, la tecnología de punto y el inicio de un
amplio desarrollo de la infraestructura turística.
En lo social, las transformaciones no fueron menores. China, en contra de las tesis
maoístas, inició un camino sin retorno hacia el consumismo capitalista. En este aspecto, el
ingreso de productos importados y la descentralización y flexibilización laboral
profundizaron las diferencias sociales, atenuadas por la revolución. Entre ellas, las más
notorias son las relacionadas con la brecha creciente entre los sectores rural y urbano y la
reaparición de serios problemas de diferencias de género y desatención de la minoridad al
intentar paliar la crónica presión demográfica generada por el crecimiento vegetativo.
El proceso posmaoísta, por el contrario, presentó una faceta fluctuante y contradictoria en
cuanto a la apertura política e institucional. Por una parte, el Estado siguió férreamente
ligado al Partido Comunista, manteniendo el sistema político institucional típico de esta
clase de regímenes: encuadramiento político de la población en estructuras institucionales
rígidas y con complejos sistemas de representación; recambios gubernamentales vinculados
a acuerdos o desplazamientos en la cúpula, avalados por los Congresos del Partido y las
estructuras del Estado; una compleja división de tareas -rígido poder político interno,
manejo internacional del Estado de tipo flexible, poder administrativo liberal reformista-.
Sin embargo, el sistema se presenta mucho más fluctuante en lo que hace al tratamiento de
la libertad de expresión y el desarrollo de las libertades públicas y los derechos humanos.
Cambios y aperturas políticas periódicas (Primavera de Beijing, apertura del “muro de la
democracia”) se intercalaron con hechos represivos y manifestaciones diezmadas (Plaza
Tiananmen, 1989).
Su historia reciente también le ha permitido iniciar la marcha hacia su consolidación
territorial. La recuperación de Hong Kong y Macao en el marco del declamado lema “un
país, dos sistemas” ha dado credibilidad a su moderación en materia expansionista. La
resolución del conflicto con Taiwan se encuentra todavía en una situación más compleja,
debido a la identidad económica alcanzada por este “dragón industrial” y por el ambiguo
respaldo estadounidense que la sostiene.
En el plano internacional, el inicial aislamiento maoísta fue seguido, en plena Guerra Fría,
por una apertura tercerista y pragmática que le valió el ingreso a la ONU y su Consejo de
Seguridad en 1971, en reemplazo de la China Nacionalista y su reconocimiento por Estados
Unidos, en 1976. Su oposición ideológica a la Unión Soviética, iniciada en la década del
’60, le permitió posicionarse en el contexto mundial con un perfil propio, acentuado por su
crecimiento en materia industrial, tecnológica y bélica. En la actualidad, es proverbial su
actitud firmemente crítica ante los hechos más notorios de la hegemonía estadounidense,
con claras manifestaciones como su oposición a los bombardeos en Kosovo, la invasión a
Iraq o el conflicto del avión espía.
Esta posición internacional le ha permitido generar, en pleno mundo globalizado regido por
el nuevo orden internacional, una política exterior basada en su ya tradicional pragmatismo
y una incesante búsqueda de áreas en las cuales desarrollar su influencia de potencia
naciente. Su presencia en las regiones a las cuales pertenece4 la posiciona con un peso muy
particular, en especial por su dominio exclusivo del mar Meridional y su relación con los
países vecinos. Unos vínculos muy particulares con el régimen de Corea del Norte le dan a
esta última un cierto respaldo ante una posible aventura bélica norteamericana. En cuanto a
la rivalidad regional con Japón, las asimetrías políticas y económicas entre ambas potencias
no dejan en claro cuál podría ser el ámbito en que se diriman tales diferencias.
La presencia en el resto del mundo tiende a incrementarse a partir de sus relaciones
comerciales, sus acuerdos estratégicos con el mundo islámico, y una creciente presencia en
América Latina. De esta manera, China es ya una potencia política central en un mundo en
el cual, a pesar de una presencia hegemónica unipolar, sobrevuela el fantasma de la
multipolaridad.
Evolución económica de China
En 1978, a comienzos del viraje hacia la transformación exitosa impulsada por Deng
Xiaoping, tuvo en su etapa inicial problemas y múltiples resistencias. Con el tiempo, la
sorpresa fue el rápido crecimiento económico que tuvo el país. Durante veinte años
experimentó una dinámica sorprendente que la convirtió en actor central de la economía
mundial.
Así la comunidad internacional se pregunta ¿China será la potencia del siglo XXI? De
hecho la transición está en pleno proceso de desarrollo y a la vista no hay turbulencias. La
crisis asiática de 1997 no la afectó debido a que no siguió las recetas del Fondo Monetario
Internacional respecto a la ortodoxia monetaria. Sin lugar a dudas, China es un actor clave
del sistema financiero y económico internacional. Por primera vez participó como
observador del Grupo de los Siete –las potencias financieras más importantes del mundo-.
En 2004, la economía debería tener un incremento del Producto Interno Bruto de entre el 8
y el 9%. Se ha convertido en destinataria mundial de inversiones extranjeras directas, que
podrían alcanzar una cifra superior a los 50.000 millones de dólares. En este contexto,
El territorio chino se ubica tanto en el Extremo Oriente como en el Sudeste asiático y Asia central. Incluso
compite por territorios en el subcontinente indio.
4
¿China es el responsable de la destrucción de empleos en Occidente?. Las exportaciones se
han diversificado y mantienen un ritmo muy alto. En cuanto a las importaciones, en
particular de petróleo, acero y otros bienes, su incremento de debe en parte a la alta
urbanización y la industrialización que se está dando en la zona costera.
Durante este proceso, la instalación de empresas japonesas, europeas y norteamericanas ha
sido una constante, en parte porque el Estado controla y permite la radicación de
inversiones a largo plazo. Esta instalación de grandes corporaciones está regulado por
tratados especiales de inversión que tienen como función principal motorizar las
exportaciones. Para el año 2003, el comercio exterior trepó a los 258.000 millones de
dólares y las importaciones están creciendo a un ritmo superior al de ese año, por encima
del 43%. El superávit comercial con Estados Unidos fue en 2003 de 124.000 millones de
dólares. Actualmente, el comercio se concentra en equipos, máquinas, bienes de capital y
productos electrónicos.
El ingreso a la Organización Mundial de Comercio, en diciembre de 2001, obligó a China a
disminuir los aranceles a la importación del 41 al 12% en 2004. Actualmente forma parte
del sistema multisectorial de comercio. Esta integración al comercio internacional implica
ventajas y problemas. Participa activamente de las rondas de negociaciones y adhiere a los
mecanismos de solución de disputas comerciales para resolver potenciales conflictos.
China se encuentra actualmente en un proceso lento de reforma de las empresas estatales,
impulsando la asociación con capitales nacionales o extranjeros. De igual manera, el
gobierno acaba de aprobar una enmienda constitucional sobre la propiedad privada, donde
una nueva clase de agricultores podrá acceder a la tierra y asociarse con empresas mixtas
para flexibilizar el ingreso al mercado interno.
La expansión económica de Asia y, en particular, de China ha significado el alza en la
demanda global del petróleo, lo cual a su vez ha originado un incremento en el precio del
barril, despertando los temores de una nueva crisis energética. China está adoptando
medidas para desacelerar su economía; así lo espera Estados Unidos para cerrar su déficit
comercial. Una mayor demanda en Asia y en China podría ayudar a estimular el
crecimiento global. Las importaciones del crudo crecieron un 41%; asimismo los precios de
los productos primarios se recuperaron en parte por la estabilidad de la economía china y
porque ésta regula el ingreso de ciertos comodities agrícolas –cereales, soja, etc.-.
Cabe aclarar que algunos países asiáticos, como Tailandia y tal vez China, podrían frenar la
demanda flexibilizando los subsidios que los gobiernos ofrecen actualmente, lo que implica
que en el mercado interno el precio de los combustibles y del petróleo es bajo y pr ende
promueve el consumo.
Un tema complejo en las relaciones entre China y Estados Unidos es la política monetaria.
La vinculación del yuan al dólar está en el ojo de la tormenta. Washington acusa a Beijing
de los males de la economía estadounidense y sobre todo de la destrucción de 2,5 millones
de puestos de trabajo. La Reserva Federal –FED- sostiene que la moneda china se ha
depreciado mucho y ha abaratado las exportaciones del gigante asiático.
En cada foro internacional China se hace eco del reclamo de los Estados Unidos para que
revalorice su moneda. El gobierno chino mantiene al yuan sujeto a un tipo de cambio fijo
con el dólar desde hace ocho años y no permite que la moneda se pueda vender o comprar
fuera del país. Como el dólar se ha devaluado frente al euro un 12% y un 6% frente al yen,
el yuan se ha depreciado, abaratando los productos que se fabrican en las plantas
industriales chinas. En realidad la mayor parte de las exportaciones chinas hacia EE.UU.
procede de empresas estadounidenses que tienen plantas de producción en las zonas
económicas especiales de la China costera.
Lo curioso es que ninguna de estas empresas se ha quejado de la devaluación del yuan.
Estas compañías venden fuera de China y dentro del país. Existe un auge de radicación de
empresas informáticas en suelo chino que fabricará sistemas de información dentro del
mercado interno. Compañías europeas también se están beneficiando de la depreciación del
yuan ante el dólar, el euro y el yen y, además, aprovechando el bajo coste de la mano de
obra.
En realidad, el bajo coste de la mano de obra hace, en parte, que la economía china sea
competitiva. Actualmente es la sexta economía mundial y tiene alrededor de 800 millones
de trabajadores, seis veces lo que tiene EE.UU.. El trabajador de una empresa
manufacturera china gana un salario muy bajo, si lo comparamos con EE.UU. o Europa.
Esto hace que las empresas norteamericanas, en particular del sector de microprocesadores
del mundo, se trasladen a los territorios chinos.
La posibilidad de que el yuan se revalorice es mínima. En este sentido, convencer al
gobierno en las actuales circunstancias internacionales de imponer, de un día para el otro,
un cambio en el sistema monetario –de la paridad a la libre fluctuación- es casi una misión
imposible. Una política aperturista en el tipo de cambio –revalorización del yuan- tendría
un impacto mínimo en el comercio. En el peor momento de la crisis asiática de 1997, la
comunidad internacional le pidió al gobierno chino que mantuviese sobre control la moneda
para que no se desplome, sin embargo el yuan se mantuvo firme y no se devaluó.
Existen también interrogantes sobre si China mantendrá el crecimiento o se frenará. Las
opiniones están divididas en el sistema económico mundial. Washington ve signos de
incapacidad para competir con el gigante asiático, sobre todo en ciertos sectores claves del
comercio global. Para financiar su déficit exterior, Estados Unidos se endeuda emitiendo
títulos que compra el Banco Central chino y, para mantener su consumo, importa productos
baratos que vienen desde China.
En esta China capitalista actual están emergiendo los nuevos ricos, una nueva clase
dirigente de negocios, así como en el otro extremo está la China real –rural o urbana- que
todavía no encuentra un lugar en la globalización. Por lo tanto, el Estado y el Partido
Comunista en el poder estudian cuidadosamente las reformas a realizar a futuro. El gran
compromiso es asimilar a los viejos agricultores que quedaron fuera de los procesos de
reforma y apertura iniciados en 1978; el desafío es integrarlos y asociarlos a estas nuevas
formas de producción. Queda por ver si esta China está en condiciones de ser la locomotora
de la economía mundial o la potencia anunciada.
El objetivo reformista de Deng Xiaoping hizo emerger un modelo diferente, todavía
inconcluso; por ahora está en las primeras filas del capitalismo global en materia de
comercio exterior, inversiones y relación con los mercados internacionales. Falta mucho
todavía para lograr las segundas reformas –la cohesión social y la integridad territorial-.
Son las asignatruas que seguramente irán emprendiendo de ahora en adelante.
China y sus mitos
Dentro de este verdadero coloso, infinidad de grupos étnicos y de lenguas quedaron
envueltos bajo el manto del poder del Imperio, del maoísmo o del actual Estado ecléctico.
A pesar de las transformaciones ideológicas, política y económicas no podemos negar que
allí está la base histórico-espacial de la actual potencia china.
Es muy probable que esas creencias y concepciones culturales se encuentren prácticamente
intactas debajo de los diversos aportes ideológicos impuestos por la modernidad europea, el
nacionalismo, el marxismo y el actual consumismo inducido por el mercado global. Estos
verdaderos relictos culturales se encuentran latentes debajo de los diversos estratos
occidentales y pueden resurgir, resurgen de hecho, a cada momento o en las diversas
instancias de la vida social y política china.
Pero en el espacio político imperial también se encontraba incluido el oeste árido pastoril.
Pueblos caracterizados por sus sentimientos nómades y libertarios, como los mongoles o
los uigures septentrionales o los budistas dogmáticos y estamentados del Tíbet, claman hoy
por su soberanía perdida, sabiendo que su pedido se dirige a uno de los regímenes más
poderosos del planeta.
Y, a pesar de estas diferencias y particularidades, China se asienta sobre un territorio
político fuertemente construido y férreamente amalgamado. Una de sus características
históricas es, precisamente, su dinamismo y vitalidad, en especial a la hora de las crisis y
los desencuentros.
Por otra parte, los medios y la información internacional insiste en la presentación de China
como una gran potencia “comunista”. En realidad, el actual sistema político, económico y
social chino sólo participa de esta denominación en sus definiciones institucionales, en
algunos de los mecanismos de su régimen político, en el férreo control de algunas
cuestiones sociales y en la pervivencia de características colectivistas en la estructura
agraria y en la propiedad estatal de algunas ramas de la industria y de la investigación
científica y tecnológica. Por lo demás, China se maneja, cada vez más, como una gran
potencia capitalista,
China es, así, una gran potencia mundial y regional y mantiene una de las economías más
dinámicas del planeta, ubicada en el sexto lugar en la actualidad, estaría destinada a superar
a la de Estados Unidos a mediados de este siglo. Desde hace tiempo un gran exportador, es
hoy, además, un importador de primer línea, merced al volumen de su mercado potencial y
a la expansión del consumo entre la población media. Tal como lo plantea Ramonet, es
admirada por la Organización Mundial del Comercio y está en condiciones de hacer frente
a las otras potencias en diversos campos, entre ellos el diplomático y el bélico.
Mantiene, es cierto, una lista importante de deudas con su población y su territorio, pero, en
este sistema capitalista global, qué potencia tendría la autoridad moral para reprochárselo.
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