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Coordinación Nacional de la Renovación Carismática Católica del Perú
Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza
Seminario de Alabanza y Adoración: “Mi Alma Glorifica al Señor”
Queridos hermanos es motivo de mucho gozo compartir con ustedes el último tema
del Seminario de Alabanza y Adoración “Mi Alma Glorifica al Señor”, en esta última
enseñanza nos acercaremos a una de las mayores fuentes de bendición para nuestra
Iglesia: La presencia de Jesús Vivo en el Santísimo Sacramento del Altar a quien
acudimos de manera individual y comunitaria en actitud de adoración y
contemplación.
Tema 09:
LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA
Para empezar a profundizar en el misterio de la adoración
eucarística recordaremos la siguiente frase del evangelio
de San Juan: “El Maestro está ahí y te llama” (Juan 11,
28). Estas palabras las dirige Marta a María en un
momento muy difícil para ellas pues recientemente había
muerto su hermano Lázaro. En medio de este dolor, las
dos ven en Jesús al único consuelo, y Marta, después de
hablar con Jesús, hace un acto de fe, declara quien es
Jesús: Le dice ella: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.”
(Juan 11, 27) y esta seguridad de no estar sola en estos
momentos la reconfortaba y quería que su hermana comparta la alegría y la paz que le ha dejado su
conversación con el Maestro. Nosotros podemos decir lo mismo: El Maestro está en la Eucaristía y
desde ahí nos llama. Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía como alimento y apoyo en
nuestro peregrinar hacia el Padre. Él es también nuestro único consuelo en muchos momentos de
nuestra vida y también nos pide un acto de fe para reconocerlo en el pan que se expone a nuestra
vista. Si con sinceridad lo buscamos a Él por encima de todo, podemos decir que también hemos
elegido la mejor parte, que nunca nos será quitada: “Le respondió el Señor: Marta, Marta, te
preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha
elegido la parte buena, que no le será quitada.” (Lc 10 41,42)
Historia de la Adoración Eucarística
La Adoración Eucarística se considera unida siempre a la Santa Misa, como prolongación de ella, y
constituye una de las formas de adoración más importantes de la vida de la Iglesia; incluso hay
congregaciones religiosas que se dedican exclusivamente a la adoración eucarística perpetua,
mujeres que consagran toda su vida a orar ante Jesús Sacramentado. Desde el inicio de la historia de
la Iglesia, había certeza de la presencia de Cristo en las especies eucarísticas, pero fue desde el siglo
XI cuando comenzó la adoración eucarística tal y como la vivimos hoy en nuestras comunidades.
En 1264, el Papa Urbano IV, con la Bula Transiturus, extendió a todo el mundo la fiesta del
“Corpus Christi”. Santo Tomás de Aquino (1224-1274) celebraba todos los días la misa a primera
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hora y luego asistía a otra; era un enamorado de la Eucaristía y compuso para su adoración himnos,
que se han hecho famosos a lo largo de los siglos como Pange Lingua, Lauda Sion o Sacris
Solemniis. A partir de este siglo, la adoración eucarística va creciendo más y más en todo el mundo
católico. En ese tiempo, tiene su origen la devoción de Las Cuarenta Horas, que comienza en Roma.
En 1279, en Alemania, se celebró la primera procesión eucarística. Los primeros datos que tenemos
de la exposición de la Eucaristía en un sagrario aparecen en el relato de la vida de santa Dorotea
(1394), pero parece que ya para entonces era una costumbre bastante extendida en la Iglesia.
En el siglo XVI en el concilio de Trento se marcó un hito que dió aún más impulso a la adoración
Eucarística en toda la Iglesia: El Concilio declara: “El Hijo Unigénito de Dios debe ser adorado en
el Santísimo Sacramento de la Eucaristía con la adoración de latría (adoración exclusiva a Dios),
incluyendo el culto externo. El sacramento, por lo tanto, debe ser honrado con extraordinarias
celebraciones festivas y solemnemente llevadas de un lugar a otro en las procesiones, según el rito
universal digno de alabanza y la costumbre de la santa Iglesia. El Sacramento debe ser
públicamente expuesto para la adoración de la gente” (Aprobado por el Papa Julio III-1551). Con
esta declaración del Concilio de Trento, comenzó una nueva era en la devoción de los fieles en la
Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, y motivó la consolidación y difusión de las devociones
eucarísticas: En el siglo XVI se multiplican las asociaciones y obras eucarísticas como Hora Santa,
Jueves Sacerdotales, Cruzada Eucarística, Guardia de Honor, Visitas al Santísimo, Procesiones
Eucarísticas y Congresos Eucarísticos diocesanos, regionales o nacionales.
El Papa Pablo VI, en la encíclica Mysterium Fidei, decía que Cristo está presente en la Palabra de
Dios y en la Iglesia: “Pero es muy distinto el modo verdaderamente sublime con el que Cristo está
presente en el Sacramento de la Eucaristía. Tal presencia se llama real; no por exclusión, como si
las otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y sustancial, ya que
por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Por eso, podemos
decir: Las devociones de la Iglesia Católica son todas bellas, todas santas, pero la devoción al
Santísimo Sacramento es, entre todas ellas, la más sublime, la más tierna y la más eficaz (N° 2122).
El Papa Juan XXIII, en su Diario de un alma, declara que tenía la costumbre de hacer frecuentes
visitas al Santísimo, es decir, a Jesús sacramentado. Y eso lo convirtió en el Papa tan alegre que el
mundo entero llegó a amar. Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, cuando le preguntaban por qué
sonreía tanto y por qué era tan alegre, respondía: Porque Jesús en el Santísimo Sacramento me ama
mucho.
El Papa Juan Pablo II se pasaba dos horas diarias ante Jesús sacramentado y hacía frecuentes visitas
a Jesús Eucaristía. Él en su encíclica Ecclesia de Eucharistia (EE) nos dice con respeto a la
adoración eucarística y la procesión del Corpus Christi: Actualmente, en muchos lugares, la
adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se
convierte en fuente inagotable de santidad. La participación de los fieles en la procesión
eucarística en la solemnidad del Corpus Christi es una gracia de Dios, que cada año llena de gozo
a quienes toman parte en ella (EE 10). Asimismo nos hace recordar: San Alfonso María de Ligorio
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escribió: Entre todas las devociones ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de
los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros (EE 25).
La beata Madre Teresa de Calcuta, cuando le preguntaban qué será lo que convertirá al mundo,
decía sin dudar: la oración. Y añadía: En cada parroquia es preciso orar delante del Santísimo
Sacramento en horas santas de adoración.
El misterio de amor del Sagrario
No olvidemos que: En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdaderamente,
real y sustancialmente el cuerpo y la sangre junto con el alma y la divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo y, por consiguiente, Cristo entero (Cat 1374). La Eucaristía es el corazón y la cumbre de
la vida de la Iglesia (Cat 1407). Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar
particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la
verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento (Cat 1379).
Es así que el sagrario se convierte en el Trono de Dios en la tierra, es el lugar más hermoso del
mundo. Allí el Dios omnipotente, el autor de toda la creación, está habitando en un pequeño recinto
de cuatro tablas, humilde como el pequeño pesebre de Belén al alcance de reyes y pastores, al
alcance de todo aquel que con el corazón sincero quieran venir a adorarlo. El sagrario es presencia
de Dios en medio de los hombres. Es su casa, siempre con las puertas abiertas para nosotros, y a la
que estamos invitados a acompañarlo todos los días de nuestra vida.
El amor de Jesús se proyecta desde el sagrario sobre todos los que vienen con fe a visitarlo. Su amor
es como un soplo de brisa fresca en las horas de intenso calor, como un rayo de luz en los días fríos
de invierno del alma. Del sagrario sale una luz poderosa que ilumina nuestra vida para ver el
camino que debemos seguir, eliminando así las tinieblas y las dudas. El amor de Jesús Eucaristía no
tiene comparación con nada de este mundo. Podemos juntar en una caricia todos los cariños de los
padres a sus hijos, todos los besos que han brotado de los labios de las madres para sus hijos a lo
largo de los siglos, o todo el fuego de amor de todos los corazones amantes que han existido en la
tierra. Y todo ello no será ni una sombra de todo lo que nos ama Jesús. Jesús, en el sagrario, tiene
un corazón que palpita de amor por nosotros, tiene ojos que nos miran con amor y tiene oídos para
oír nuestras súplicas. ¡No lo dejemos abandonado! ¡No nos perdamos tantas bendiciones que tiene
reservadas para nosotros!
Como diría el Papa Juan Pablo II: Jesús Eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia. Por eso, ir
todos los días al sagrario es como ir a un mundo de infinitas maravillas, pues nos encontramos con
Jesús, el Dios Amor, el Dios de las maravillas y de las divinas sorpresas. Cada día tendrá un regalo
especial para nosotros, aunque no nos demos cuenta de cuál es. Pero, sin duda alguna, cada día
recibiremos inmensas bendiciones, que no hubiéramos recibido de haber faltado a la cita con Jesús.
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Él espera que tú seas como una lámpara ardiente, que está siempre vigilando ante el sagrario, para
decir a todos los que pasen: Aquí está Jesús. Debes ser un ángel del sagrario, asociándote a todos
los ángeles que lo adoran y asemejarte a ellos en la pureza, alegría y amor.
Sí, Jesús está esperándonos todos los días y todas las noches. ¿No tendremos al menos cinco
minutos cada día para ir a visitarlo? ¡Qué solo se encuentra Jesús en tantos sagrarios del mundo,
donde se pasa horas y horas sin que nadie lo visite! ¡Qué pocos se dan cuenta del enorme deseo que
tiene de ser visitado y amado en este Santísimo Sacramento del altar! Santa Margarita María
Alacoque escuchó aquella frase del Corazón de Jesús: ¡Al menos tú, ámame!, desgarrador llamado
de amor de nuestro mismo Señor, llamado a no dejar solo a Jesucristo, presente en la Sagrada
Eucaristía y a corresponder a su amor amándolo a diario.
El mismo Papa Benedicto XVI decía: Dios nos espera en Jesucristo, presente en el santo
sacramento. ¡No le hagamos esperar en vano! No pasemos de largo... Tomémonos algún tiempo
durante la semana, entremos al pasar y permanezcamos un momento ante el Señor que está tan
cerca. Nuestras iglesias no deberían ser durante el día casas muertas, que están ahí vacías y,
aparentemente, sin ninguna finalidad. Siempre sale de dentro de ellas una invitación de Jesucristo.
Lo más hermoso de las iglesias católicas es, justamente, que en ellas siempre hay liturgia, porque
en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor (J.Ratzinger: Eucaristía centro de la
vida).
El sagrario es, en una palabra, la locura de un Dios omnipotente que ha querido vivir entre los
hombres con un corazón humano. Y Jesús te sigue diciendo desde el sagrario: Dame, hijo mío, tu
corazón y que tus ojos hallen deleite en mis caminos (Prov23, 26). Jesús no necesita cosas
materiales, Jesús sólo busca nuestro cariño y nuestro amor. ¡Cuán consoladores y suaves son los
momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a
echarte a sus plantas y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí y hallarás un
amigo, que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? Aquí es donde vas a hallar las
armas más seguras y terribles para vencer al enemigo. ¿Temes el juicio de Dios? ¿Estás oprimido
por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus
bienes son tuyos. ¡Cuántos, en el silencio del sagrario, han encontrado la fe perdida! ¡Cuántos han
regresado a la fe católica abandonada!
La contemplación Eucarística: Él me mira yo lo miro
Juan María Vianney, el santo cura de Ars, le preguntó en una ocasión a un
campesino que diariamente pasaba horas frente al sagrario:- ¿Qué haces tanto
rato quieto en la iglesia, junto al sagrario?-El anciano responde:- Yo le miro y
El me mira.
Los grandes maestros de La Iglesia han definido a la contemplación como
“una mirada libre, penetrante e inmóvil” (Hugo de San Víctor), o bien
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como“una mirada amorosa sobre Dios” (San Buenaventura). Por eso, aquel campesino de la
parroquia de Ars que pasaba horas y horas inmóvil, en la iglesia, con su mirada fija en el sagrario
realmente estaba contemplando; y cuando el santo cura le preguntó por qué estaba así todo el día,
respondió: -Nada, yo lo miro a él y él me mira a mí-. Es así como en la contemplación cristiana son
siempre, dos miradas que se encuentran: La Mirada de Dios y la mirada del hombre; aunque a veces
la nuestra baje los ojos, la de Dios no. A veces, la contemplación se reduce a darle tan sólo la
alegría de contemplarnos, ya que siendo indignos pecadores, incapaces de mirarle de frente, al
mismo tiempo somos el motivo y fruto de su pasión y por nosotros dio su vida. Él nos mira y esa
mirada nos abre grandes posibilidades de llegar a ser como Dios nos pensó antes de nacer, de que se
realice su sueño en nosotros, una aventura de un Dios loco de amor que nos transforma por la
manifestación de amor de su mirada, tal como la madre contempla al hijo mientras lo amamanta y
eso le permite al niño crecer y desarrollarse, así mismo, El, nos nutre con sus rayos de amor y de
gracia para cambiar nuestra agua en vino, para cambiar nuestro corazón.
Según el Padre Rainiero Cantalamessa, la Contemplación Eucarística, no es otra cosa que: “la
gracia o el don de saber establecer un contacto de corazón a corazón con Jesús, presente
realmente en la Hostia y, a través de Él, elevarse hasta el Padre en el Espíritu Santo”. Todo esto,
en silencio. Un silencio tanto exterior como interior. “El silencio - dice el Padre Cantalamessa - es
el esposo de la contemplación que la custodia, tal como José custodiaba a María”. Contemplar a
Jesús, es abrazarlo con nuestra mirada y amarlo con nuestra vida.
San Juan María Vianney vio en una ocasión con sus propios ojos cómo Jesús tomaba con cariño en
sus manos la cara de cada persona que lo visitaba en el Santísimo Sacramento y le daba un tierno
beso de amor y agradecimiento. Como si quisiera cumplir lo que dice Oseas: Con cuerdas humanas,
con lazos de amor los atraía… Era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla y se baja
para darle de comer (Os 11, 4). Decía la Madre Teresa de Calcuta: Cuando mires un crucifijo,
piensa en cuánto te amó Jesús para morir por ti; pero, cuando mires a Jesús Eucaristía, piensa en
cuánto te ama ahora mismo.
Contemplando a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar, realizamos la profecía pronunciada en
el momento de la muerte de Jesús en la cruz y que muestra que se estaban cumpliendo las
escrituras: “mirarán al que traspasaron” (Jn 19, 37), aún más, la contemplación es en sí misma una
profecía ya que es una anticipación de lo que haremos por toda la eternidad en la Jerusalén celestial;
es la actividad más profética que se puede realizar en la Iglesia. Al final de los tiempos, no habrá
más inmolación del Cordero ni banquete en el que se coma su carne; cesarán la consagración y
también la comunión, pero nunca se acabará la contemplación del Cordero inmolado por cada uno
de nosotros. Esto es lo que hacen todos los ángeles y santos en el cielo (Ap 5,8).
La oración de adoración Eucarística
La oración de adoración se puede realizar, sea personalmente, haciendo una pausa en
recogimiento ante el tabernáculo, o ya sea en forma comunitaria, también con salmos y cantos,
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pero siempre privilegiando el silencio, en el cual escucha interiormente al Señor vivo y presente en
el Sacramento. La Virgen María es maestra también de esta oración, porque nadie mejor que ella
ha sido capaz de contemplar a Jesús con los ojos de la fe, y acoger en el corazón la íntima
resonancia de su presencia humana y divina. (Palabras del papa Benedicto XVI al iniciar el rezo
del Ángelus el domingo 10 de junio 2012).
"Es un encuentro del alma y de todo nuestro ser con Jesús. Es la criatura que se encuentra con el
Creador. Es el discípulo junto al Maestro divino. Es el enfermo con el Médico de las almas. Es el
pobre que recurre al Rico. Es el sediento que bebe en la Fuente. Es el débil que se presenta al
Omnipotente. Es el tentado que busca Refugio seguro. Es el ciego que busca la Luz. Es el amigo
que se dirige al Amigo verdadero. Es la oveja descarriada buscada por el Pastor divino. Es el
corazón desorientado que encuentra el Camino. Es el ignorante que encuentra la Sabiduría. Es la
esposa que encuentra al Esposo de su alma. Es la nada que encuentra el Todo. Es el afligido que
encuentra al Consolador. Es el joven que encuentra orientación para su vida." (Beato Santiago
Alberione).
No se trata de hablar mucho sino de amar mucho y manifestarle nuestro amor siendo dóciles a la
acción de Su Gracia: Por amor Señor estás aquí en la Eucaristía; por amor Señor estoy de rodillas
ante Ti; por amor me llamas; por amor te respondo; por amor me escuchas y me contestas; por amor
te cuento mis pobrezas y mis necesidades; por amor me llenas de felicidad y de esperanza; por amor
Señor recibo tu don con la mayor gratitud.
Acudamos a adorar al sagrario y digámosle: ¡Aquí estamos Señor, porque nos amas! Jesús nos amó
primero y Él es el que inyecta en nuestros corazones el deseo, la premura, el anhelo de ir a visitarle.
¡Aquí estoy Señor porque nos amas!, porque nos llamas, nos atraes, nos consuelas, nos seduces, nos
sonríes, nos santificas…y nos haces las personas más felices del mundo.
Al visitar el Santísimo decimos calladamente al Señor: Reconocemos que Tú nos llamas y nos
invitas a pasar estos minutos contigo. Nos sentimos extremadamente agradecidos, y nuestra
presencia aquí quiere decirte, con voz fuerte y emocionada: Gracias Jesús por brindarnos ésta
oportunidad de estar contigo y experimentar tu paz y tu serenidad que nos ayudan a ser esforzados y
enérgicos en amarte a Ti, y por Ti, a nuestros hermanos.
¡Qué dicha para nosotros saber que Jesús, para estar con nosotros, no escogió el rayo, que es la
fuerza cumbre de la naturaleza y que sólo aparece de vez en cuando y no en todas partes; tampoco
escogió el diamante, cuyo brillo cautiva los ojos. No escogió la rosa ni ninguna otra bella flor.
Quiso escoger un pedazo de pan y algunas gotas de vino para que todos los días pudiera estar con
nosotros y pudiéramos estar con Él!. Por eso, aunque escasee el tiempo, aunque solo dispongamos
de unos minutos, no dejemos de entrar cada día a visitar a Jesús. Él estará ahí esperando para
abrigarnos e iluminarnos con el fuego de su Espíritu y dispuesto a alimentarnos con su gracia para
finalmente con ojos de misericordia preguntarnos: ¿Me amas?.
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Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza
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En tu sagrario, Señor, hay plenitud de vida. ¿Qué haces ahí solitario tantos días y tantas noches?
¿Esperándome? ¿Tanto me quieres? Señor, yo te amo y quiero amarte con todo mi ser. Te ofrezco
mi amor, con todos los besos y flores de mi corazón.
Para el desarrollo del presente tema se han tomado en cuenta las enseñanzas del libro “La Adoración Eucarística” del R.P. José
María Iraburu, “La Eucaristía El Tesoro más Grande del Mundo” del R.P. Angel Peña y el libro “Esto es mi Cuerpo” del R.P.
Rainiero Cantalamesa.
COORDINACIÓN NACIONAL DE LA RCC DEL PERÚ
EDUARDO OCAMPO LUDEÑA
CAROL AZABACHE RODRÍGUEZ
EDDY PÉREZ SIFUENTES
PROYECTO: ESCUELA NACIONAL DE ALABANZA
Coordinación Nacional de la Renovación Carismática Católica del Perú
Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza
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APLICACIÓN VIVENCIAL DEL TEMA 09
A continuación se propone una serie de actividades que complementarán el desarrollo del
tema. El equipo de servicio deberá estar atento a lo que el Espíritu Santo inspire para
enriquecer y complementar estas actividades propuestas.
Actividades a desarrollar
1. A nivel personal:
Realizar visitas al Santísimo Sacramento cada semana, durante 15 minutos la
primera semana, 30 minutos la segunda semana y una hora la tercera semana, dando
siempre un espacio a la adoración en silencio. La frecuencia de visitas será como
mínimo una vez por semana y será permanente.
2. A nivel comunitario:
Visitar al Santísimo Sacramento como comunidad, permanecer con Él mínimo una
hora dando un espacio a la adoración en silencio. La frecuencia de visitas como
comunidad será como mínimo una vez al mes y será permanente.
A continuación se sugieren 3 de las múltiples oraciones al Santísimo Sacramento como
ayuda durante las visitas personales o comunitarias. Se pueden buscar más oraciones guías
como ayuda sin dejar de lado la oración espontánea y dejándose guiar en todo momento por
el Espíritu Santo.
Oración de San Alfonso Mª Ligorio
Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día en este sacramento,
lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte:
creo que estás presente en el sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te
doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu
mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre
y haberme llamado a visitarte en esta iglesia.
Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción
de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias
que recibes de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta
visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y
abandono.
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Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza
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Oración al Santísimo Sacramento de Santo Tomas de Aquino
¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios escondido; concededme desear
ardientemente, buscar prudentemente, conocer verdaderamente y cumplir perfectamente en
alabanza, y gloria de vuestro nombre todo lo que os agrada. Ordenad, ¡oh Dios mío!, el
estado de mi vida; concededme que conozca lo que de mí queréis y que lo cumpla corno es
menester y conviene a mi alma. Dadme, oh Señor Dios mío, que no desfallezca entre las
prosperidades y adversidades, para que ni en aquellas me ensalce, ni en éstas me abata. De
ninguna cosa tenga gozo ni pena, sino de lo que lleva a Vos o aparta de Vos. A nadie desee
agradar o tema desagradar sino a Vos. Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y
preciosas todas las eternas. Disgústeme, Señor, todo gozo sin Vos, y no ambicione cosa
ninguna fuera de Vos. Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por Vos, y enojoso el
descanso sin Vos. Dadme, oh Dios mío, levantar a Vos mi corazón frecuente y
fervorosamente, hacerlo todo con amor, tener por muerto lo que no pertenece a vuestro
servicio, hacer mis obras no por rutina, sino refiriéndolas a Vos con devoción. Hacedme, oh
Jesús, amor mío y mi vida, obediente sin contradicción, pobre sin rebajamiento, casto sin
corrupción, paciente sin disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin inconstancia,
temeroso de Vos sin desesperación, veraz sin doblez; haced que practique el bien sin
presunción que corrija al prójimo sin soberbia, que le edifique con palabras y obras sin
fingimientos. Dadme, oh Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento
curioso se aparte de Vos; dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se
desvíe; dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante; dadme un
corazón libre que ninguna pasión violenta le domine. Otorgadme, oh Señor Dios mío,
entendimiento que os conozca, diligencia que os busque, sabiduría que os halle,
comportamiento que os agrade, perseverancia que confiadamente os espere, y esperanza
que, finalmente, os abrace. Dadme que me aflija con vuestras penas aquí por la penitencia,
y en el camino de mi vida use de vuestros beneficios por gracia, y en la patria goce de
vuestras alegrías por gloria. Señor que vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los
siglos. Amén.
Al Amor de los Amores Jesús Sacramentado. Oración de Santa Teresa de Lisieux
Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío,
y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo
es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo
para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles;
y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y
escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la
Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San
Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya
que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.