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Transcript
CONMEMORACIÓN LITÚRGICA
SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES Y 24 COMPAÑEROS MÁRTIRES
21 de mayo
2015
INTRODUCCIÓN
El testimonio de la sangre es el más alto testimonio de la fe, porque “nadie tiene mayor amor que
el que da su vida por sus amigos” (Jn. 15,13). El Señor Jesús pregunta una y otra vez a sus
discípulos si están dispuestos a “beber el cáliz que yo he de beber” (Mc. 10,33-40); establece
como condición de seguimiento y salvación, la disponibilidad a dar la vida por el Evangelio (Mc. 8,
34-35).
Nada tiene de extraño que desde los orígenes de la Iglesia, el testimonio del martirio fuese
tan altamente valorado, tanto por los cristianos como por aquellos que, sin serlo, se cuestionaban
respecto a una fe que llevaba a tanto heroísmo. San Ignacio de Antioquía es uno de los primeros
mártires cristianos que asocian específicamente el martirio a la Eucaristía, pues ven en el trigo
que se muele, un símil de la vida que se inmola; bajo esta comprensión, el trigo anhela ser el pan
eucarístico, y así mismo el cristiano anhela ser inmolado, para estar con Cristo, sabiendo desde
siempre que esto es, sin embargo, una gracia. La sangre de los cristianos surge entonces como
la semilla fértil de nuevos cristianos; los mártires de los primeros tiempos comienzan a iluminar,
con su vida y con su muerte, el extraordinario don del Evangelio, siendo de inmediato sujetos de
la admiración y devoción de los creyentes.
Fue así que nació el culto a los santos, a partir del culto a los mártires, y fue así que la
teología de los santos padres asoció de inmediato el martirio de los cristianos al sufrimiento
redentor del Mesías. Y puesto que el sacrificio del Calvario se actualiza en la celebración de la
Eucaristía, pronto se introdujo la costumbre de colocar sobre la mesa del altar, las reliquias de los
mártires, hasta convertirse en una norma para el acto de la consagración de los altares, que
decía mucho a la comunidad católica acerca del sentido profundo de su fe y de las exigencias
que profesarla tenían.
Celebrar a los mártires en el día de su aniversario, celebrando la Eucaristía, se convierte
en un acto de catequesis continuo al que serán muy asiduos todos los cristianos; fiesta en que la
fuerza ejemplar de los mártires se destaca, y fortalece a la comunidad en el empeño diario por
ser fieles al Señor, aún en la persecución, como lo han sido estos campeones de la fe.
Los Santos Mártires Mexicanos eran conscientes de esta sabiduría martirial cristiana; lo
eran quienes, además, ejercían el sacerdocio, como se ve en el afán de celebrar este divino
misterio incluso en las situaciones de peligro para su vida temporal; en la profunda devoción con
que lo celebraban, y en tantas de las meditaciones que hicieron y escribieron en torno a la
Eucaristía y al martirio.
Esta misma fe y profunda devoción, la profesan y testifican los mártires laicos de nuestra
tierra, quienes viven realmente de la celebración eucarística y alimentan en ella su compromiso
de dar la vida en servicio del Evangelio.
En nuestro tiempo experimentamos el efecto que produce en nosotros el extraordinario
ejemplo de amor a la Eucaristía y el empeño en el esfuerzo cotidiano por construir la sociedad y
el Reino de Dios en muchos miembros de la Iglesia, tanto laicos como consagrados; lo vemos en
la adoración del Santísimo en tantas parroquias, en los grupos de la Adoración Nocturna, en la
atracción que ejercen los sacerdotes al celebrar la Misa como un verdadero “misterio” que hace a
los participantes sentir y vivir el paso del Señor por sus vidas; como en el relato de Emaús, los
cristianos sienten que su corazón arde en esas celebraciones.
Pero también observamos como para muchos de nuestros hermanos, tanto la Eucaristía,
fuente de vida, como la Presencia Real del Señor, en los sagrarios, pasa desapercibida. Tienen
“ojos y no ven, oídos y no oyen”, o bien celebran, viven o reciben este sacramento, “de manera
indigna”.
Ambas realidades piden de nosotros compromisos concretos ¿Qué actitudes debemos
asumir para aprovechar lo bueno que tenemos y cuáles para superar nuestras deficiencias?
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CEREMONIA DE CANONIZACIÓN
Domingo 21 de mayo de 2000
1. "No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad" (1 Jn 3, 18). Esta
exhortación, tomada del apóstol Juan en el texto de la segunda lectura de esta celebración, nos
invita a imitar a Cristo, viviendo a la vez en estrecha unión con Él. Jesús mismo nos lo ha dicho
también en el Evangelio recién proclamado: "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (Jn 15,4).
A través de la unión profunda con Cristo, iniciada en el bautismo y alimentada por la
oración, los sacramentos y la práctica de las virtudes evangélicas, hombres y mujeres de todos
los tiempos, como hijos de la Iglesia, han alcanzado la meta de la santidad. Son santos porque
pusieron a Dios en el centro de su vida e hicieron de la búsqueda y extensión de su Reino el
móvil de su propia existencia; santos porque sus obras siguen hablando de su amor total al Señor
y a los hermanos dando copiosos frutos, gracias a su fe viva en Jesucristo, y a su compromiso de
amar como Él nos ha amado, incluso a los enemigos.
2. Dentro de la peregrinación jubilar de los mexicanos, la Iglesia se alegra al proclamar
santos a estos hijos de México: Cristóbal Magallanes y 24 compañeros mártires, sacerdotes y
laicos; José María de Yermo y Parres, sacerdote fundador de las Religiosas Siervas del Sagrado
Corazón de Jesús, y María de Jesús Sacramentado Venegas, fundadora de las Hijas del Sagrado
Corazón de Jesús.
Para participar en esta solemne celebración, honrando así la memoria de estos ilustres
hijos de la Iglesia y de vuestra Patria, habéis venido numerosos peregrinos mexicanos,
acompañados por un nutrido grupo de Obispos. A todos os saludo con gran afecto. La Iglesia en
México se regocija al contar con estos intercesores en el cielo, modelos de caridad suprema
siguiendo las huellas de Jesucristo. Todos ellos entregaron su vida a Dios y a los hermanos, por
la vía del martirio o por el camino de la ofrenda generosa al servicio de los necesitados. La
firmeza de su fe y esperanza les sostuvo en las diversas pruebas a las que fueron sometidos.
Son un precioso legado, fruto de la fe arraigada en tierras mexicanas, la cual, en los albores del
Tercer milenio del cristianismo, ha de ser mantenida y revitalizada para que sigáis siendo fieles a
Cristo y a su Iglesia como lo habéis sido en el pasado.
3. En la primera lectura hemos escuchado cómo Pablo se movía en Jerusalén "predicando
públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega,
que se propusieron suprimirlo" (Hch 9, 28-29). Con la misión de Pablo se prepara la propagación
de la Iglesia, llevando el mensaje evangélico a todas las partes. Y en esta expansión, no han
faltado nunca las persecuciones y violencias contra los anunciadores de la Buena Nueva. Pero,
por encima de las adversidades humanas, la Iglesia cuenta con la promesa de la asistencia
divina. Por eso, hemos oído que "la Iglesia gozaba de paz [...] Se iba construyendo y progresaba
en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo" (Hech 9,31).
Bien podemos aplicar este fragmento de los Hechos de los Apóstoles a la situación que
tuvieron que vivir Cristóbal Magallanes y sus 24 compañeros, mártires en el primer tercio del siglo
XX. La mayoría pertenecía al clero secular y tres de ellos eran laicos seriamente comprometidos
en la ayuda a los sacerdotes. No abandonaron el valiente ejercicio de su ministerio cuando la
persecución religiosa arreció en la amada tierra mexicana, desatando un odio a la religión
católica. Todos aceptaron libre y serenamente el martirio como testimonio de su fe, perdonando
explícitamente a sus perseguidores. Fieles a Dios y a la fe católica tan arraigada en sus
comunidades eclesiales a las cuales sirvieron promoviendo también su bienestar material, son
hoy ejemplo para toda la Iglesia y para la sociedad mexicana en particular.
Tras las duras pruebas que la Iglesia pasó en México en aquellos convulsos años, hoy los
cristianos mexicanos, alentados por el testimonio de estos testigos de la fe, pueden vivir en paz y
armonía, aportando a la sociedad la riqueza de los valores evangélicos. La Iglesia crece y
progresa, siendo crisol donde nacen abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas, donde se
forman familias según el plan de Dios y donde los jóvenes, parte notable del pueblo mexicano,
pueden crecer con esperanza en un futuro mejor. Que el luminoso ejemplo de Cristóbal
Magallanes y compañeros mártires os ayude a un renovado empeño de fidelidad a Dios, capaz
de seguir transformando la sociedad mexicana para que en ella reine la justicia, la fraternidad y la
armonía entre todos.
4. "Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos
amemos unos a otros tal como nos lo mandó" (1 Jn 3, 23). El mandato por excelencia que Jesús
dio a los suyos es amarse fraternalmente como él nos ha amado (cf. Jn 15,12). En la segunda
lectura que hemos escuchado, el mandamiento tiene un doble aspecto: creer en la persona de
Jesucristo, Hijo de Dios, confesándolo en todo momento, y amarnos unos a otros porque Cristo
mismo nos lo ha mandado. Este mandamiento es tan fundamental para la vida del creyente que
se convierte como en el presupuesto necesario para que tenga lugar la inhabitación divina. La fe,
la esperanza, el amor llevan a acoger existencialmente a Dios como camino seguro hacia la
santidad.
Este se puede decir que fue el camino emprendido por José María de Yermo y Parres,
que vivió su entrega sacerdotal a Cristo adhiriéndose a Él con todas sus fuerzas, a la vez que se
destacaba por una actitud primordialmente orante y contemplativa. En el Corazón de Cristo
encontró la guía para su espiritualidad, y considerando su amor infinito a los hombres, quiso
imitarlo haciendo la regla de su vida la caridad.
El nuevo Santo fundó las Religiosas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los
Pobres, denominación que recoge sus dos grandes amores, que expresan en la Iglesia el espíritu
y el carisma del nuevo santo. Queridas hijas de San José María de Yermo y Parres: vivid con
generosidad la rica herencia de vuestro fundador, empezando por la comunión fraterna en
comunidad y prolongándola después en el amor misericordioso al hermano, con humildad,
sencillez y eficacia, y, por encima de todo, en perfecta unión con Dios.
5. "Permaneced en mí y yo en vosotros [...] El que permanece en mí y yo en él, ése da
fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 4.5). En el evangelio que hemos
escuchado, Jesús nos ha exhortado a permanecer en Él, para unir consigo a todos los hombres.
Esta invitación exige llevar a cabo nuestro compromiso bautismal, vivir en su amor, inspirarse en
su Palabra, alimentarse con la Eucaristía, recibir su perdón y, cuando sea el caso, llevar con Él la
cruz. La separación de Dios es la tragedia más grande que el hombre puede vivir. La savia que
llega al sarmiento lo hace crecer; la gracia que nos viene por Cristo nos hace adultos y maduros
a fin de que demos frutos de vida eterna.
Santa María de Jesús Sacramentado Venegas, primera mexicana canonizada, supo
permanecer unida a Cristo en su larga existencia terrena y por eso dio frutos abundantes de vida
eterna. Su espiritualidad se caracterizó por una singular piedad eucarística, pues es claro que un
camino excelente para la unión con el Señor es buscarlo, adorarlo, amarlo en el santísimo
misterio de su presencia real en el Sacramento del Altar.
Quiso prolongar su obra con la fundación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, que
siguen hoy en la Iglesia su carisma de la caridad con los pobres y enfermos. En efecto, el amor
de Dios es universal, quiere llegar a todos los hombres y por eso la nueva Santa comprendió que
su deber era difundirlo, prodigándose en atenciones con todos hasta el fin de sus días, incluso
cuando la energía física declinaba y las duras pruebas que pasó a lo largo de su existencia
habían mermado sus fuerzas. Fidelísima en la observancia de las constituciones, respetuosa con
los obispos y sacerdotes, solícita con los seminaristas, Santa María de Jesús Sacramentado es
un elocuente testimonio de consagración absoluta al servicio de Dios y de la humanidad doliente.
6. Esta solemne celebración nos recuerda que la fe comporta una relación profunda con el
Señor. Los nuevos santos nos enseñan que los verdaderos seguidores y discípulos de Jesús son
aquellos que cumplen la voluntad de Dios y que están unidos a Él mediante la fe y la gracia.
Escuchar la Palabra de Dios, armonizar la propia existencia, dando el primer espacio a
Cristo, hace que la vida del ser humano se configure a Él. "Permaneced en mí y yo en vosotros",
sigue siendo la invitación de Jesús que debe resonar continuamente en cada uno de nosotros y
en nuestro ambiente. San Pablo, acogiendo este mismo llamado pudo exclamar: "vivo yo, pero
no soy yo; es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). Que la Palabra de Dios proclamada en esta
liturgia haga que nuestra vida sea auténtica permaneciendo existencialmente unidos al Señor,
amando no sólo de palabra sino con obras y de verdad (cf. 1 Jn 3,18). Así nuestra vida será
realmente "por Cristo, con Él y en Él".
Estamos viviendo el Gran Jubileo del Año 2000. Entre sus objetivos está el de "suscitar en
cada fiel un verdadero anhelo de santidad" (Tertio millennio adveniente, 42). Que el ejemplo de
estos nuevos Santos, don de la Iglesia en México a la Iglesia universal, mueva a todos los fieles,
con todos los medios a su alcance y sobre todo con la ayuda de la gracia de Dios, a buscar con
valentía y decisión la santidad.
Que la Virgen de Guadalupe, invocada por los mártires en el momento supremo de su
entrega, y a la que San José María de Yermo y Santa María de Jesús Sacramentado Venegas
profesaron tan tierna devoción, acompañe con su materna protección los buenos propósitos de
quienes honran hoy a los nuevos Santos y ayude a los que siguen sus ejemplos, guíe y proteja
también a la Iglesia para que, con su acción evangelizadora y el testimonio cristiano de todos sus
hijos, ilumine el camino de la humanidad en el tercer milenio. Amén.
REFLEXIONES, A MANERA DE PROPUESTA DE HOMILÍA
EL SUFRIMIENTO
LUGAR DONDE SE APRENDE LA ALEGRIA Y LA ESPERANZA
P. Elías Castro Martínez
En los últimos años, es mucho más frecuente encontrar personas que aun siendo creyentes en
Jesucristo el Señor, experimentan sentimientos de tristeza, soledad, abandono y desilusión. No
es raro encontrar ancianos de 16 años que le han perdido el sabor y el para qué a la vida. Ya no
esperan en nada ni en nadie, ni siquiera en Dios, y deciden separase de él y de la Iglesia,
tomando, en algunos casos, la decisión de quitarse la vida.
También encontramos cristianos que, ante la enfermedad y los problemas de la vida, se
sienten desesperados y sin aparente solución. En el marco de la celebración litúrgica de San
Cristóbal Magallanes y Compañeros, Mártires de Cristo Rey, pareciera que en coro grita a los
creyentes de hoy, especialmente a los jóvenes, a los enfermos, ancianos y a quienes están
pasando por un momento difícil, que vale la pena todo lo que podamos padecer por Cristo con tal
de ganar la vida eterna, la que no se acaba, la que dura para siempre. Los mártires de la Iglesia,
no sólo de palabra sino también de obra, y sellando con su sangre el amor a Cristo, nos animan a
mantenernos firmes en la esperanza y en la alegría aun en medio de las adversidades.
No olvidemos que con su entrega generosa y alegre al Señor, nos dicen juntamente con
san Pablo “Estén alegres, se los repito estén alegres”, sabiendo que nada nos puede apartar del
amor de Cristo, ni el hambre, ni el sufrimiento, ni la muerte, ni la persecución, pues de todo esto
salimos más que librados por aquél que nos ha amado primero: Cristo, nuestro Dios y Señor.
Frente al dolor, la tristeza y el sufrimiento, tenemos dos caminos: el de rechazarlo y
quererlo eliminar por completo de nuestra vida y caer en la desesperación; o bien, aceptar que “el
sufrimiento forma parte de nuestra existencia humana” que si bien hemos de paliar o disminuir en
lo posible el dolor humano, no debemos olvidar que jamás podremos suprimirlo. Hay que aceptar
que “lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir frente al dolor, sino la capacidad
de aceptar la tribulación, madurar en ella, encontrar en ella un sentido mediante la unión con
Cristo, que ha sufrido con amor infinito”. 1
Los mártires de la Iglesia, como Cristóbal Magallanes y Compañeros, nos aleccionan con
su vida y con su muerte, ya que nos enseñan la virtud de la esperanza a través del sufrimiento
que padecieron por amor a Cristo y a la Iglesia, convirtiéndose en cántico de alabanza para Dios.
En nuestra vida personal y social existe el dolor y el sufrimiento; no hay que rechazarlo, el
padecimiento que se experimenta con desánimo es doblemente sufrimiento; en cambio, el dolor y
1
S.S. Benedicto XVI. Spe Salvi.
la cruz que se aceptan por amor, son purificación, amor que duele, dolor que ama, amor que
redime, cruz que salva; unidos al dolor y a la cruz de Cristo son escuela que enseña la alegría y
ejercicio espiritual que nos alecciona en la esperanza. Nada de tristezas inútiles. Si el Señor es
nuestra luz y nuestra salvación, si el Señor es la defensa de nuestra vida ¿quién nos hará
temblar, qué nos hará entristecer? (Cfr. Sal. 26.)
SANGRE DE MÁRTIRES Y ENTREGA COTIDIANA
P. Elías Castro Martínez
Sangre-Martirio
Estas dos palabras son hermosas y significativas para un cristiano enamorado de Dios, estas
palabras debieron resonar profundamente en el corazón de los mártires de Cristo Rey.
Sangre
Lugar donde reside la vida que sólo pertenece a Dios, según el pensamiento hebreo. Martirio:
testimonio que da el que vio, oyó, palpó, estuvo presente o experimentó algo, en este caso,
mártires que dan testimonio del Verbo de la Vida, Cristo Jesús.
Los santos mártires mexicanos han unido muy bien estos dos vocablos: sangre y martirio;
pues con la sangre, símbolo de la vida, han rubricado el amor por Cristo y por la Iglesia, siendo
testigos, hasta la muerte, de que han conocido y amado a Jesucristo el Señor.
¿Acaso podrá alguno dar la vida por alguien que no ama o que no conoce? Difícilmente.
Sólo quien conoce y ama a Dios, sólo quien lo ha experimentado y lo ha sentido presente,
actuante y operante en su propia historia de salvación es capaz de dar la vida por él.
Quizá en estos tiempos de “relativa paz” no tengamos la gracia y el regalo de dar la vida
por Cristo cruentamente; sin embargo, debemos recordar que Dios, a nuestros mártires les
concedió este regalo como coronación de una vida santa y virtuosa que tuvieron sin lugar a
dudas antes del mismo martirio.
El derramamiento de su propia sangre es la cumbre victoriosa de la vida normal y
ordinaria, hasta llegar a lo extraordinario del martirio. Si nosotros no tenemos el regalo del
martirio cruento, sí tenemos el deber de ser testigos de Cristo con nuestras palabras, obras, vida
y actitudes, de modo que nuestras palabras digan que somos de Jesús, que nuestras obras
proclamen que deseamos a Dios, que nuestra vida grite que pertenecemos a Cristo y que
nuestras actitudes manifiesten que Dios es el Señor de nuestra existencia.
Quizá Dios no nos conceda la palma del martirio cruento, pero a ninguno de los cristianos
nos está permitido no ser santo. Podemos y debemos desgastarnos todos los días como un cirio
que se va diluyendo bajo el calor del fuego. Así debe ser nuestra vida cristiana: que el fuego del
amor a Cristo nos encienda a tal grado que nada le neguemos a Dios. Que él nos encuentre al
final de nuestra vida contentos por no haberle negado nada, que podamos decir, ¡Señor estoy
contento, estoy en paz!. A tus órdenes, cuando tú quieras. Y recibir el denario que el Señor
prometió a quienes hayan trabajado en su viña. Denario que tiene sabor a gloria y a eternidad.
Como quiera que suceda, ya sea que Dios nos concediera la gracia del martirio o no, para dar la
vida por Cristo se necesita conocerlo, porque sólo conociéndolo es como se le ama, y amándolo
no se le puede negar nada, ni nuestro tiempo, ni nuestras capacidades, ni la propia vida, porque,
al final de cuantas, ya nada de eso nos pertenece, todo es de Cristo, todo es para el Señor.
FORTALEZA, DON DEL ESPÍRITU
QUE SOSTIENE LA VIDA DE LOS MÁRTIRES
P. Elías Castro Martínez
Celebramos con gozo la fiesta de San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires. Entre ellos
contemplamos la vida y muerte de 22 sacerdotes, y tres fieles laicos, de los cuales uno era
casado (San Manuel Morales) y dos jóvenes pertenecientes a la ACJM. (San David Roldan y
Salvador Lara) sin lugar a duda cuando leemos y conocemos sus vidas, viene a nuestra mente la
pregunta ¿de dónde les vino la fortaleza para soportar con entereza y gallardía tormentos tan
crueles que incluso les causaron la muerte? La respuesta no se hace esperar, es Dios quien los
hizo fuertes, él es quien al hombre débil robustece para que sea testigo suyo, como bien dice el
prefacio de los santos mártires.
Ese don de la fortaleza que recibieron en su confirmación los hizo realmente varones,
soldados de Cristo que con palabras, vida y muerte defendieron la fe, no con las armas de la
violencia fratricida, sino que con su propia sangre supieron vencer al mal a fuerza de bien, como
dice el Apóstol.
Seguramente el don de la fortaleza, venido del Espíritu Santo, estuvo presente en sus
vidas para mantenerse fieles a Cristo hasta el último momento de su existencia terrena;
indudablemente con la gracia, venida de lo alto, supieron decir no a todo aquello que los podía
separar del amor de Dios y siempre decir sí a todo aquello que los pudiera acercar más a él.
El mártir no se improvisa, si se mantuvieron firmes en la fe hasta la muerte es porque
desde antes, en toda su vida, se entrenaron y se dispusieron a la gracia y a la práctica de la
fortaleza. Dios va preparando a los mártires para que a la hora de la prueba final y sanguinaria,
cuenten con su ayuda para amar a Cristo y a su Iglesia hasta la muerte, con la firmísima
esperanza de estar a su lado eternamente. Muy bien entendieron los mártires de Cristo que esta
vida no es la Vida, que la que aquí experimentamos es sólo un suspiro, es como una nube
mañanera que, con los vientos se disipa, que es como una rama cercenada del un árbol que con
el calor del medio día se marchita y se seca; entendieron que ganar esta vida es perder la eterna
y perder ésta por Cristo, es ganar aquélla que no se acaba y que dura para siempre, entendieron
que la vida es Cristo.
Hermanos, ojalá que la vida y la muerte de los mártires que celebramos hoy muevan
nuestros corazones para amar a Cristo y a la Iglesia sin medida, sin mediocridad y sin reservas.
Que la sangre de los mártires sea semilla de nuevos cristianos, como bien decía Tertuliano,
escritor de los primeros siglos de la Iglesia. Cristianos que seamos capaces de testimoniar con
ánimo, juventud viril y fortaleza inquebrantable que Cristo es el Señor de la Vida, que El es el
único camino que conduce a la Esperanza, y que Cristo es la fuente de la Alegría eterna. Que
comprendamos que con Cristo todo y sin Cristo nada.
LOS SANTOS MÁRTIRES,
SOLÍCITOS SERVIDORES DEL SEÑOR EN SUS HERMANOS
Pbro. Lic. J. Guadalupe Miranda Martínez
Después de la resurrección de Lázaro, Cristo es visto como el vencedor de la muerte y el Señor
de la vida. Nada tiene de raro que la multitud –y los mismos apóstoles– lo consideren también rey
de Israel, o sea, la persona que, al igual que en la época de los Macabeos, une el poder espiritual
y el temporal. Y será precisamente este segundo aspecto el que más interesa y preocupa a sus
apóstoles; al respecto, recuérdese la petición hecha por la madre de Santiago y Juan y la
discusión de los otros diez apóstoles, no por la osadía de los hijos del Sebedeo, sino más bien
porque se les adelantaron ante Jesús, para plantearle una petición que también ellos venían
acariciando (Mt. 20, 30-23; Mc. 10,35–40; 41-45).
Naturalmente que Jesús protesta contra estas falsas expectativas de la multitud y de sus
apóstoles y, por medio de signos vivos y expresiones claras, en repetidas ocasiones, buscará
presentar el concepto claro de su mesianidad.
Por principio, la entrada a Jerusalén la lleva a cabo montado sobre un pollino, símbolo de
la paz y la laboriosidad y no sobre un animal de guerra. Luego, las expresiones que usa son
directas y tajantes: “Si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo, pero si
muere, producirá mucho fruto. El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté,
también esté mi servidor”
Por tanto, Jesús al hablar de esta forma y en esas circunstancias, es consciente de que ya
ha llegado su hora; ahora bien, las circunstancias son de gran riesgo, incluso cruciales. Sin
embargo, decididamente vuelve a optar por hacer la voluntad del Padre y a no sucumbir ante la
gran tentación que ahora le presenta, no el príncipe de este mundo, sino las multitudes que lo
proclaman su rey.
A Jesús, por lo mismo, no le escandaliza el camino de la humillación, de silencio y de la
cruz para cumplir su ministerio sino que luego lo recomienda encarecidamente a todo aquel que
quiera ser en plenitud su discípulo.
Por fortuna, con esta recomendación y ejemplo Jesús ha hecho escuela a lo largo de
todos los siglos ya que son tantos los mártires que enriquecen a la Iglesia y, en esta ocasión son
nuestros mártires los que decidieron entrar por el camino seguido por su maestro.
En efecto, en momentos cruciales para el país y en circunstancias dramáticas y de alto
riesgo en sus destinos donde desempeñaban su ministerio, ellos optaron por permanecer al lado
de su rebaño. De antemano sabían cuál era la consecuencia de esta decisión: perder la vida.
Pero como Jesús, sintieron compasión por aquellas ovejas que en esos momentos, no solamente
estaban abandonadas por quienes debían de asistirlas, sino que también eran hostigadas,
presionadas y luego orilladas a defender su fe luchando por la libertad religiosa.
En concreto, los sacerdotes mártires de esta época que ahora celebramos, acatando las
leyes meramente humanas, tuvieron la oportunidad de ponerse a salvo (salvar su vida)
estableciéndose en las grandes ciudades o saliendo del país y hasta de desempeñar allí un
apostolado cómodo y abreviado. De hecho, la mayoría de los sacerdotes acató la disposición
gubernamental y hasta hubo algunos que pudieron desempeñar funciones cultuales en la casa de
alguna matrona piadosa cuyo marido se desempeñaba como general del Ejército en el campo de
batalla.
Pero no se piense que estos sacerdotes permanecieron en sus destinos durante la
persecución solamente porque experimentaban una gran compasión por sus fieles, también
desde hacía tiempo, que se habían configurado con Cristo y asimilado su ejemplo y, por si fuera
poco, en el momento de la prueba supieron disponerse a recibir la gracia del martirio venida
siempre de lo alto.
En otras palabras, fueron servidores solícitos del Señor en sus hermanos, por eso donde
Él está también están ellos, el Padre los honra y nosotros los veneramos, los tenemos como
intercesores y ojalá también los sepamos imitar, así como ellos fueron imitadores de Cristo, en
las circunstancias que nos ha tocado vivir.
TEMAS CATEQUÉTICOS
LA VOCACIÓN UNIVERSAL A LA SANTIDAD
Pbro .Abogado Tomás de Híjar Ornelas
Objetivo general
Actualizar la triple dimensión a la santidad: sacerdotal, profética y regia, conferida por el vínculo
sacramental que une a los bautizados con Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia.
I.- Oración inicial
Preparar en un lugar apropiado un retablo decoroso donde se expongan: al centro, un Crucifijo; a
los lados, una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y de alguno de los santos mártires. Ese
retablo servirá los siguientes días como punto de convergencia visual.
Puestos de pie y hecha la señal de la cruz, quien dirige invita a los presentes recita el
Padrenuestro, Avemaría y Gloria al Padre. Acto continuo, dice en voz alta:
Padre celestial, que en Jesús, tu Hijo amado, nos muestras el camino para llegar a Ti,
concédenos seguir las huellas de quien pasó haciendo el bien y alcanzar la vida plena a imitación
de tus santos, Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
II. Motivación
El hombre contemporáneo ha perdido de vista el ideal a la santidad, como si este adjetivo
implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos « genios » de la
santidad. Santidad es, en términos humanos, felicidad. Así lo da a conocer el Señor Jesús en los
inicios de su vida pública, en el sermón del monte cuando convoca, con criterios distintos a los
del mundo, a quienes viven desdeñados por el poder, la ambición y las riquezas materiales. Los
caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. La Iglesia, al
beatificar y canonizar a sus santos proclama que la santidad es patrimonio común de todos los
hombres, y que son muchos los que han alcanzado la santidad en las circunstancias más
ordinarias de la vida, pues esta vida cristiana ordinaria posee un « alto grado » de virtud.
Los caminos de la santidad son personales. Exigen una pedagogía de la santidad
verdadera y propia, capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe
enriquecer la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de
grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos
reconocidos por la Iglesia. (Cf. Novo millennio ineunte Nº 31)
III. Iluminación
He aquí una transcripción del decreto por el que se otorgó a Cristóbal Magallanes y a veinticuatro
compañeros el honor de los santos:
JUAN PABLO OBISPO, Siervo de los Siervos de Dios, para perpetua memoria.
Los cristianos, castigados de muerte cada día, se multiplican más y más. Tal es el puesto que
Dios les señaló y no les es lícito desertar de él
[de la carta a Diogneto, N. 6]
Durante los primeros treinta años del siglo XX, las autoridades civiles en la nación
Mexicana, impulsadas por el liberalismo y la masonería, promulgaron leyes anticlericales para
acabar con la Iglesia y sus instituciones. Junto con ello se fomentó una cruel persecución contra
los cristianos, quienes con ánimo esforzado y firme defendieron la fe y la libertad de cultos.
Muchos sacerdotes y laicos, conscientes del gran peligro que corrían, permanecieron en sus
puestos y entregaron su vida por sus hermanos en el martirio, convirtiéndose en ejemplo de
caridad heroica.
Entre aquellos que siguieron a Cristo en el camino de la cruz, se cuentan veintidós
clérigos diocesanos, entregados a las obras pastorales y tres laicos que colaboraban en el
apostolado. Estos son los ministros:
Cristóbal Magallanes, quien ejerció el ministerio parroquial en su pueblo natal, Totatiche, Jal., y
fue fusilado el 25 de mayo de 1927 en Colotlán, Jal.
Agustín Caloca, vicario cooperador de la parroquia de Totatiche y al mismo tiempo prefecto y
profesor del seminario de ese lugar. Fue fusilado junto con Cristóbal Magallanes en Colotlán.
José María Robles, ministro en las parroquias de Nochistlán, Zac. y de Tecolotlán, Jal.; fundador
de la Congregación de Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado, quien fue ahorcado
cerca del poblado de Quila, Jal., el 26 de junio de 1927.
David Galván, quien fue profesor del seminario y después vicario de la parroquia de Amatitán,
Jal.; fue fusilado cerca del Hospital Civil de Guadalajara, Jal., el 30 de enero de 1915 .
Justino Orona, quien desempeñó algunos oficios en la curia diocesana, y desde 1926 el de
párroco de Cuquío, Jal., y fue asesinado el 1º de julio de 1928 en el poblado de Las Cruces, en el
municipio de Cuquío.
Atilano Cruz, vicario coadjutor de Cuquío, asesinado junto con el presbítero Justino Orona el 1º
de julio de 1928.
Román Adame, el cual se ocupó de varios ministerios, el último de ellos la cura de almas en la
parroquia de Nochistlán, Zac., antes de su fusilamiento en el cementerio de Yahualica, Jal., el 21
de abril de 1927.
Julio Álvarez Mendoza, párroco de Mechoacanejo, Jal., fusilado en San Julián, Jal., el 30 de
marzo de 1927.
Pedro Esqueda, vicario cooperador de San Juan de los Lagos, Jal., encarcelado y torturado en
Teocaltitán, Jal., el 22 de noviembre de 1927.
Rodrigo Aguilar, párroco de Unión de Tula, ahorcado en la plaza de Ejutla, Jal., el 28 de octubre
de 1927.
Tranquilino Ubiarco, vicario de Moyahua, Zac., y después párroco sustituto de Tepatitlán, Jal.,
colgado en un árbol a la entrada de esta población, el 5 de octubre de 1928.
Jenaro Sánchez, capellán de Tamazulita, Jal., hecho prisionero el 17 de enero de 1927, y el
mismo día ahorcado en La Loma, cerca de Tecolotlán, Jal.
José Isabel Flores, ministro en varias parroquias, y desde 1900 capellán de Matatlán, Jal.,
donde permaneció hasta su muerte, acaecida el 21 de junio de 1927, en el cementerio de
Zapotlanjeo, Jal.
Sabás Reyes, quien ejerció su ministerio en Tototlán, Jal., donde fue capturado el 13 de abril de
1927, y después de padecer crueles tormentos, fue fusilado en el cementerio del mismo lugar.
Toribio Romo, ministerio con funciones de párroco en Tequila, Jal., acribillado a tiros en su
residencia, el 25 de febrero de 1928.
Luis Batis, párroco del mineral de Chalchihuites, Zac., fusilado el 15 de agosto de 1926 en las
inmediaciones de la cabecera parroquial.
Mateo Correa, diligente ministro, párroco de Valparaíso, Zac., fusilado el 6 de febrero de 1927 en
el cementerio de Durango, Dgo.
Pedro Maldonado, párroco de Santa Isabel, Chih., hecho prisionero y atormentado cruelmente,
falleció el 11 de febrero de 1937, en el Hospital principal de Chihuahua, Chih., a consecuencia de
las heridas recibidas.
Jesús Méndez, párroco de Valtierrilla, Gto., fusilado en ese lugar el 5 de febrero de 1928.
David Uribe, quien desempeñó varios ministerios pastorales antes de hacerse cargo de la
parroquia de Iguala, Gro. Fue asesinado el 22 de abril de 1927 cerca del poblado San José Vidal,
Gro.
Margarito Flores, párroco de Atenango del Río, Gro., donde fue hecho prisionero y fusilado, el
12 de noviembre de 1927, en el poblado de Tulimán, Gro.
Miguel de la Mora, capellán de coro de la Catedral de Colima, Col., director diocesano de la
Propagación de la Fe y director espiritual del colegio La Paz, fusilado el 7 de agosto de 1927 en
las caballerizas del cuartel de Colima.
En la misma persecución religiosa fueron asesinados también muchos laicos, entre los
que se cuentan tres jóvenes de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana [A.C.J.M.], que
colaboraban en la pastoral parroquial y que el 15 de agosto de 1926 sufrieron el martirio
tranquilos y con entereza, junto con su párroco Luis Batis, a quien intentaron defender de los
sicarios. Ellos son:
Manuel Morales, de 28 años de edad, laico eximio que hizo mucho por la libertad religiosa.
Salvador Lara, de 24 años de edad, secretario local de la Liga Nacional Defensora de la Libertad
Religiosa y presidente local de la A.C.J.M.
David Roldán, de 24 años, presidente de la A.C.J.M. y secretario local de la Liga Nacional
Defensora de la Libertad Religiosa; cercano colaborador en las actividades de su parroquia.
Estos beatos, originarios de diversas diócesis mexicanos fueron tenidos por verdaderos
mártires de la fe desde el momento de su muerte. Cursados los trámites que prescribe la
Congregación para las Causas de los Santos, el 22 de noviembre de 1992 los ornamos con el
honor de beatos.
Posteriormente se atribuyó a su intercesión un milagro, acerca del cual se realizó la
debida investigación en la Curia de Guadalajara. Este hecho fue revisado por la Congregación
para las Causas de los Santos con resultado favorable y el 28 de junio de 1999 se expidió ante
Nos el Decreto del milagro. Teniendo en cuenta, además, los sufragios favorables de los
Cardenales y de los Obispos reunidos en el Consistorio del 10 de marzo de 2000, determinamos
que el rito de la canonización se celebrara el 21 de mayo del mismo año.
Por tanto hoy, en la Plaza de San Pedro, durante la celebración de la Santa Misa
pronunciamos estas palabras:
Para honor de la Santa e Indivisa Trinidad, para la exaltación de la fe católica y para
incremento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los
beatos Apóstoles Pedro y Pablo y de la Nuestra, después de madura deliberación y
habiendo implorado muchas veces el auxilio divino, y oído el consejo de muchos
Hermanos Nuestros, decretamos y definimos que son santos los beatos Cristóbal
Magallanes con sus 24 compañeros, José María de Yermo y Parres y María de Jesús
Sacramentado Venegas de la Torre y los inscribimos en el catálogo de los Santos, y
mandamos que sean venerados en toda la Iglesia Universal con piadosa devoción. En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Deseamos que este decreto entre en vigor ahora y para la posteridad, sin que obste nada
en contrario.
Dado cerca de San Pedro, el 21 de mayo del año del Señor dos mil, XXII de Nuestro
Pontificado.
Juan Pablo II
IV. Situación en que vivimos
Es asombroso lo acontecido en buena parte de la humanidad en los últimos veinticinco años.
Basta ver reflejado en el ceño adusto de la generación de adolescentes y jóvenes nacidos
después de 1980 la desilusión y la apatía para asomarnos a un drama trágico: el hombre se ha
rebasado a sí mismo. Hoy por hoy la ausencia de un liderazgo convincente provoca que muchos
hermanos nuestros busquen un poco de alivio narcotizándose de una y mil formas, desde las
ilícitas hasta las socialmente aceptadas. Lo acontecido en un lapso de tiempo tan corto no es
obra de la casualidad, sino del hartazgo y de la falta de testigos.
V. Compromiso con la vida
En el idioma griego mártir significa testigo, y la integridad de la vida de estos santos que hoy se
presentan para edificación y crecimiento espiritual de los tiene, la integridad de la vida de estos
santos mártires va más allá de las circunstancias mismas de su muerte. De hecho, la efusión de
la sangre fue para ellos, por así decirlo, la corona de una vida abnegada y transparente. Los
cristianos debemos recuperar la capacidad de ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 5, 13–14).
Las circunstancia en las que perdieron la vida estos mártires mexicanos.
VI. Celebración
De pie, ante el Crucifijo, los fieles entonan el canto: Somos un pueblo que camina… El tema se
concluye invocando a Santa María de Guadalupe con la antífona Salve Regina.
MÁRTIR, TESTIGO DE LA FE HASTA LA EFUSIÓN DE LA SANGRE
Pbro. Lic. Armando González Escoto.
Objetivo general
Presentar el perfil del santo con una motivación y un compromiso específicos: vivir el Evangelio.
I.- Oración inicial
Ante el retablo del día anterior se medita el primer misterio doloroso, la oración en el Huerto, y
luego se recita un Padrenuestro y una decena de Avemarías.
II. Motivación
Su Santidad el Papa Juan Pablo II, canonizó el 21 de mayo del año 2000, en el marco del Año
Santo de la Encarnación, a 25 mártires mexicanos. Los esfuerzos realizados para concluir la
causa, el anuncio de la canonización y la ceremonia misma, despertaron diversas reacciones en
la comunidad nacional, civil y eclesiástica, generalmente positivas, incluyendo posturas críticas y
hasta parciales. Las circunstancias mismas en que se desarrollaron estos hechos generaron
confusiones aún no del todo disipadas, a veces por falta de voluntad e intereses ideológicos. Es
el caso de aquellos que consideran la canonización de los mártires mexicanos fruto del
“revanchismo clerical”, signo de “triunfalismo católico”, de afán “político” y otros calificativos
semejantes.
Es cierto que la muerte de estos mártires ocurrió en circunstancias de enfrentamiento,
pero no entre dos instituciones en competencia, Iglesia-Estado, sino entre la comunidad nacional,
el pueblo y la actitud arbitraria de algunos gobernantes, cegados en su afán de imponer, a pesar
del régimen constitucional democrático, estructuras políticas opuestas a la voluntad de las
mayorías.
El marco histórico en el que perdieron la vida estos mártires fue en su contexto inmediato,
la lucha por defender dos derechos humanos elementales: la libertad de credo y la misma
soberanía popular, hecha visible no en cuanto concepto teórico, sino en la más concreta de sus
manifestaciones: la resistencia activa del pueblo.
III. Iluminación
Léase el texto Jn 15, 8–19.
Compártanse estas preguntas:
a)
b)
c)
d)
¿Cuáles son las características del amor genuino y cuáles las del amor aparente?
¿Qué quiere decir dar la vida por los amigos?
Jesús ¿a quién llama amigo?
¿Por qué el mundo aborrece a los amigos de Cristo?
IV. Situación en la que vivimos
Todos, aun los más jóvenes, hemos oído hablar de la guerra cristera, o, simplemente, la cristiada.
Fue un episodio acontecido hace relativamente poco. La historia oficial no se dignó tomarlo en
cuenta porque lo juzgó despreciable, arguyendo que de él no se derivó ningún beneficio social.
Este juicio es ligero y precipitado. En torno a estos hechos es necesario aclara que contra el
dicho reiterado de algunas autoridades públicas de la época, sí hubo persecución religiosa en
México. Casi todos estos mártires murieron durante esta etapa, algunos por el simple hecho de
ser ministros de culto. Otros, por administrar los sacramentos; otros, por el simple hecho de ser
católicos o por negarse a renegar con los labios el nombre de Cristo.
La conversión de los ideales de la Revolución Francesa en una ideología apta para
alcanzar el poder y desde él poder imponer a la sociedad una cosmovisión nueva. Fue el origen
de tan amargos conflictos, por otra parte inevitables, ya que la radicalización de la ideología
liberal produjo la radicalización en sus oponentes, con las siguientes posturas absolutistas: todo
bueno o todo malo, juicio difícil y hasta abstracto, de terribles consecuencias.
En México, la experiencia de las luchas entre liberales y conservadores, patriotas los
primeros porque ganaron y traidores los segundos porque perdieron, demostró cuán erradas
fueron las estrategias y cuán perjudiciales los resultados. Se hizo necesaria reconquistar el suelo
patrio, la soberanía, aún pagando tributo a la ideología convertida en partido, eso fue el porfiriato.
Acierto político, pero acierto híbrido, marginador de la legalidad, de la educación y de las
orientaciones permanentes de la política en pro de la consecución del bien común.
El caos surgido de la legítima revolución maderista, fue cambiado por las metas del
caudillismo partidista, el cual permitió que se restaurara el imperio de la ideología por encima del
de la democracia, y así, la Constitución de 1917 asumió el tipo de separación Iglesia - Estado,
entendiéndolo como Estado contra Iglesia. La persecución religiosa se hizo inevitable cuando
ocupó la suprema magistratura, por los caminos de siempre, un presidente al servicio de la
ideología, no de la comunidad.
Llegadas las cosas a este punto, la comunidad católica, hasta ahora unidad en su actitud
orante, solidaria en su defensa, pronta a manifestarse en todo evento religioso y partícipe de la
misma indignación y temor, se ve sacudida hasta la división. Surgen así dos importantes
reacciones que no conviene olvidar por su significado y trascendencia: la resistencia pacífica y el
belicismo, el primero fruto maduro de las corrientes católicas más actuales y renovadoras de la
mente y el compromiso cristiano de la época; y el segundo, eco por una parte del espíritu de
conquista del Medievo, acaso la última cruzada como han dicho algunos, pero también recuso
desesperado de una comunidad que soportaba ya medio siglo de juegos persecutorios cada vez
más enardecidos.
Ambas reacciones se dieron en Jalisco, ambas carecieron de líderes eclesiásticos, por
más que éstos apoyaran y aun alentaran ésta o aquella postura. Se trata pues de un primer
surgimiento del compromiso laical. Los líderes y animadores de dichas respuestas fueron laicos
formados en el clima creado en la Iglesia por el pontificado de León XIII y gobierno episcopal
diocesano de don Pedro Loza y de don José de Jesús Ortiz.
A nosotros interesa destacar la primera postura, la resistencia pacífica, pues en esta
corriente se enclava la postura de nuestros mártires: ni ideólogos, ni políticos, ni líderes
guerrilleros, sencillamente pastores. Conscientes de sus deberes sacerdotales, conscientes por
igual de sus derechos, pero desechando la vía veterotestamentaria de los Macabeos, se ciñen
por entero a la vía de Jesús, el cual predica libremente y sabe caminar con dignidad de un
juzgado a otro, sin oponer resistencia pero sin renunciar a la verdad.
Resistencia pacífica, experiencias exitosas en las diócesis de Colima y de Guadalajara en
1918, hábilmente difundidas y sostenidas por el gran católico Anacleto González Flores hasta
que las circunstancias lo permitieron. Manantial de inspiración fueron las sociedades católicas de
Irlanda, Bélgica y Alemania que amenazadas por gobiernos persecutorios, habían conquistado
por los caminos de la democracia, su libertad y derechos. Ciertamente los gobiernos liberales de
Europa eran coherentes cuando hablaban de democracia o lo debieron ser por la conciencia
misma que tenían de la dignidad. ¿Sería el caso mexicano?
Conocemos los hechos, la parte más sensible de la comunidad no soportó más las
repetidas vejaciones y se levantó en armas en 1927, había comenzado la guerra cristera. ¿Era
todavía posible hablar de resistencia pacífica? ¿Fracasaba pues el ideal evangélico de la paz
como medio para conquistar la libertad y el derecho? Es aquí donde toman la palabra nuestros
mártires, no para lanzar arengas, sino para ser testigos sin publicidad de los valores perennes del
cristianismo. Su postura de servicio pastoral en medio del riesgo inminente de perder la vida no
se instaura en medio de polémicas. ¿Pacifismo o lucha armada? ¿Contemporizar o imponerse?
¿Izquierda o derecha? Se instaura como respuesta como el eco fuerte de la respuesta de Pedro:
“Señor, tu sabes que te amo”, como el eco de un mandato siempre actual “apaciente mis ovejas”.
Son ciertamente seguidores de la resistencia pacífica en cuanto su discernimiento les ha hecho
ver en ella la concreción contemporánea de los ideales evangélicos, pero no por ello condenan o
maldicen a los que piensan de maneras diversas. Los mártires, en cuanto propagadores de la
realeza de Cristo, tienen anidada en el alma la esencia de la democracia.
Cuán errados andan pues, quienes miran en la canonización de los mártires mexicanos la
legitimación de posturas belicistas, de revanchismos políticos o parcialidades ideológicas de las
cuales los mártires habrían sido prototipos, emblemas o gritos sublevadores. Cuán necesario
analizar a fondo los hechos y su contexto, para finalmente descubrir la altura inconmensurable de
estos hombres que supieron ser testigos de Cristo en las peores circunstancias, no tanto las que
de fuera venían y a las cuales el corazón de la Iglesia está ya acostumbrado, sino a las que
surgían de dentro de la misma comunidad, la tentación de otros caminos, escapar a la seguridad
de la ciudad o el extranjero, refugiarse en el anonimato o enrolarse en las filas audaces de la
rebelión armada.
Es evidente que una actitud así no se improvisa, de allí que la gracia del martirio no
irrumpe de golpe, sin antecedentes, se viene preparando en la cotidianidad de la vida, de la
constante y renovada respuesta a Dios en las cosas pequeñas de la existencia. El martirio es el
rayo que sorprende a los espectadores por su imprevisión pero no al mártir, es la rápida e
instantánea iluminación de un rostro que nos pasaba desapercibido y de pronto descubrimos
como poseedor de una antigua relación de intimidad con Dios. Nuestra Iglesia en México ha
tenido ya el privilegio de mirar de cerca de estos hombres, que a partir de su canonización serán
para nosotros modelo de vida, intermediarios ante Dios y centro de nuestra pública devoción.
EL MARTIRIO ¿VIA FACIL?
Pbro. Lic. Armando González Escoto.
El inicio de la sexta centuria cristiana en América se abre para la Iglesia con la primavera del
testimonio. Veinticinco hijos de la Iglesia que peregrina en México llegan a los altares por la
senda del martirio, la senda del privilegio divino, la más rápida y la más difícil, la que sorprende
siempre las expectativas humanas, pues allí donde la mirada horizontal del hombre no veía más
que seres ordinarios, la acción misteriosa de Dios venía a tiempo fraguando el prodigio, esa
paulatina y sublime apertura a una generosidad sin límites.
En el habla ordinaria de las gentes se oye decir con frecuencia que el martirio es una
manera cómoda de alcanzar el honor de los santos: Basta un instante –dicen- y un proceso
canónico más bien breve y ya son beatos, para luego convertirse en santos. Otros, en cambio,
deben bregar de por vida para fin de llegar al mismo lugar de aquellos ¡y que procesos han de
afrontar y cómo se suceden los años interminables! Pues quien sin ser mártir tuvo en vida fama
de santidad, con la vida debe demostrarlo sin que medie privilegio alguno.
La experiencia cristiana sin embargo discurre por otras veredas. En primer lugar los
santos huyen de su fama como del pecado, no es el aparato externo de su santidad y de su culto
lo que deslumbra sus afanes. Persiguen todos por igual la más preciada de las presas: amar a
Dios y amar al prójimo, al estilo de Jesús. Esta, que es la meta de todo bautizado, no es por
todos pretendida con la misma intensidad, ni todos la alcanzan en el mismo lapso de tiempo. Hay
entre nosotros siempre gentes enamoradas de Dios y de sus obras y en tal manera que en breve
tiempo maduran para la cosecha de la vida plena y sufren en su anhelo tanto cuanto puede
padecer un espíritu igualmente enamorado pero inconstante en sus afectos. No es que a los
mártires pronto los declaren santos, es que ellos muy pronto han entendido que no hay amor más
grande que dar la vida por el amigo, y ellos, también, muy pronto han sido amigos de Dios.
Constatar esta generosidad de Dios para con el hombre y la realidad de la respuesta
humana, difícil pero posible, es cometido de los procesos de beatificación, máxime cuando se
trata del martirio pues la sangre de los mártires siempre ha sido semilla de nuevos cristianos,
como sabiamente dijera Terturliano. Pero a través de esta solemne acción también se evidencia
el paso de Dios por la historia de nuestro pueblo: la preocupación evangelizadora de Isabel de
Castilla, la heroicidad de los primeros misioneros de la tierra americana, la callada acción
pastoral de cinco siglos, la constancia inquebrantable de la fe recibida y conservada, no sin
dificultades de todo género, toda esta aventura de fidelidad cristiana no ha sido estéril, ha
producido fruto apenas el Señor de la historia se acercó en su busca.
Pensaron los perseguidores de todos los tiempos que el viento de la violencia extinguiría
la flama del Espíritu y para sorpresa suya no han hecho sino incrementarla. Desde los tiempos
antiguos hasta los presentes, el testimonio del martirio ha sido irrefutable porque toca la fibra más
sensible del alma humana, la posesión de esta vida cuya egoísta conservación a tantos pierde y
cuya donación sincera, pronta, espontánea, a tantos salva.
Quiera Dios conceder a nuestra comunidades cristianas una recta y profunda comprensión de lo
que significa la beatificación, ya inminente de nuestros mártires mexicanos.
ESPIRITUALIDAD DE LOS SANTOS MÁRTIRES MEXICANOS
Pbro. Dr. Antonio Gutiérrez Cadena
Ahora que la Iglesia ha regalado a México el don excelente de veinticinco mártires canonizados,
ahora que sus nombres y sus vidas comienzan a hacer mella en los fieles cristianos de esta
porción geográfica; ahora que la ausencia de líderes genuinos adjudica a no pocos oportunistas
una palestra para figurar, podemos los cristianos degustar con cierto reposo los frutos de
santidad de estos mártires. Es indiscutible que su legado generoso es la efusión misma de su
sangre, pero no es únicamente éste. Además de su fin cruento, provocado por odio a su fe y
perdonando a sus verdugos, lo que les concede el honor de los altares, reservado a muy pocos,
es su vida misma. El martirio fue la culminación, no el comienzo, de su santidad.
Ahora bien ¿es posible sintetizar el magisterio espiritual de los santos mártires mexicanos
recién canonizados? Lo es, y con ese fin se ha redactado esta nota. Las características
fundamentales de la espiritualidad de los mártires mexicanos se pueden reducir a cinco notas:
1. Como preparación al martirio
Amor ardiente a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Ellos lucharon por los derechos de Cristo
Rey, por el advenimiento de su reino en el mundo y especialmente en México, y muchos de ellos
murieron al grito de “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!” Muchos de ellos
tuvieron una especial devoción a la Eucaristía, guardándola en casas particulares, llevándola a
los enfermos, celebrándola en los campos de batalla. Uno de ellos, San José María Robles,
fundó una congregación religiosa de “Hermanas de Jesús Sacramentado”, San Pedro Esqueda
centró todo su apostolado en la Eucaristía, fundando la asociación “Cruzada Eucarística”.
2. Amor a la Iglesia
Nuestros mártires, sacerdotes y laicos, han luchado contra el totalitarismo jacobino y masónico
que intentaba quitarle los derechos a la Iglesia. Defendieron la libertad religiosa. La Ley Calles,
de por sí, no prohibía bautizarse y oír misa, pero sí obstaculizaba la libertad de la Iglesia en sus
funciones y derechos. Nuestros mártires amaron a la Iglesia, defendieron su doctrina social y
dieron su sangre por ella. San Margarito Flores, cuando oyó la noticia del martirio de su
cohermano sacerdote el Padre David Uribe, dijo: “Ya mataron al Padre David y voy a Guerrero a
seguir su ejemplo muriendo por la Iglesia Católica”.
3. Deseo del martirio
En nuestros mártires se manifiesta además el ardiente deseo del martirio, junto con la conciencia
de su propia fragilidad y la consiguiente confianza en el Señor. San Luis Batis le decía a una de
sus feligreses: “Pídale a Dios que yo sea uno de los mártires de la religión. ¡Ojalá yo sea uno de
los escogidos! San Jenaro Sánchez repetía: “Creo que en esta persecución van a morir muchos y
¡quizá sea yo el primero! Y San Román Adame exclamaba: “¡Qué dicha ser mártir, dar mi vida
por mi parroquia!”. La debilidad humana, expresada por algunos de ellos era sostenida por la
confianza en Cristo. Así San Toribio Romo decía: “Yo soy cobarde, pero si algún día Dios quiere
que me maten, nomás le pido que me mande una muerte rápida, con sólo el tiempo necesario
para pedir por mis enemigos”.
4. La paciencia ante las acusaciones y las torturas
Nuestros mártires hubieran podido salir de sus parroquias, ocultarse en las grandes ciudades,
huir al extranjero. Prefirieron quedarse, aunque con todas las precauciones de no exponerse,
moviéndose de un lugar a otro, escondiéndose en casas particulares, acordándose del precepto
del Señor (Mt. 10, 23). Llevados ante los jefes y generales del gobierno sufrieron con heroísmo
crueles martirios: quemaduras en los pies, hambre y sed durante días, objeto de vejaciones y
burlas de los verdugos. A San Rodrigo Aguilar los perseguidores lo levantaban con la soga
amarrada al cuello y lo bajaban, preguntándole: “¿Quién vive?” y el Padre contestaba: “Cristo
Rey” y lo subían otra vez haciéndole este juego cruel hasta que gritara: “Viva el Gobierno
Supremo”. Pero el mártir resistió hasta el último respiro, gritando: “¡Viva Cristo Rey!”.
5. Perdón a los enemigos
A imitación de Cristo que perdonó en la cruz a sus verdugos, también nuestros mártires murieron
perdonando. Admirable el ejemplo de San Jenaro Sánchez. Teniendo ya la reata al cuello, les
dijo a sus perseguidores: “Bueno, paisanos, me van a colgar; pero yo les perdono y que también
mi Padre Dios les perdone”. San Cristóbal Magallanes les pide la palabra a sus verdugos: “Les
perdono de todo corazón y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de México”. Otros les
regalaron a los ejecutores sus pertenencias y hasta el rosario. San José Isabel Flores estuvo
bromeando con sus verdugos, que no conseguían acabar con él: “Así no me van a matar –les
dijo– yo les voy a decir como”.
6. Conclusión
Aunque hoy en día no haya la ocasión de derramar nuestra sangre, como lo hicieron nuestros
mártires, tenemos igualmente el gran reto de promover aquellos valores humanos y cristianos
que ellos defendieron. En este sentido es válida y actual también hoy la espiritualidad de nuestros
mártires: el amor ardiente a la Eucaristía y a la Virgen María, el amor a la Iglesia y al Santo
Padre, la paciencia en los quehaceres cotidianos de nuestra vida, el perdón fraterno, la defensa
de los derechos humanos y cristianos.
LOS MÁRTIRES, TESTIGOS DE LA FE HASTA DERRAMAR SU SANGRE.
Pbro. Abogado Tomás de Híjar Ornelas
Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu
sangre has comprado para Dios hombres de toda raza, pueblo, lengua y nación.
Ap. 5, 9
1.- Objetivo general
Presentar la vida ejemplar de los Santos Mártires como motivación y compromiso de vivir el
Evangelio con todas sus consecuencias.
2.- Oración inicial
Ante el pequeño altar y las Santas Imágenes, se reza el primer Ministerio Doloroso del Rosario,
meditando “La Oración de Jesucristo en el Huerto de los Olivos”, se dice el Padre Nuestro y diez
Aves Marías.
3.- Motivación
La declaración que el Papa hace al canonizar a los Santos y elevarlos a los altares, es para que
sirvan de modelo, de vida cristiana, a todos los bautizados e intercedan por sus fieles devotos.
La Canonización de los 27 Santos Mexicanos, celebrada en Roma el 21 de mayo del año
2000, desde que fue anunciada por el Papa, despertó, gran entusiasmo y aprobación en la gran
mayoría de la población mexicana. Es cierto que hubo personas de otras creencias religiosas, o
que, por motivos políticos o sociales, mostraron su inconformidad y disgusto por la Canonización.
En el período del tiempo de los años de 1915 a 1937, en que fueron victimados los
Mártires Mexicanos, especialmente de 1926 a 1929, nuestra Patria Mexicana padeció la
persecución religiosa y se tuvo el enfrentamiento entre el pueblo católico y sus gobernantes,
debido a leyes injustas que imponían para reprimir la libertad de creencias y de prácticas
religiosas de los católicos. Esta actitud del gobierno civil, endureció las relaciones entre la Iglesia
y el Estado. Después de muchos intentos por arreglar las dificultades pacíficamente mediante el
diálogo y la comunicación, no se llegó a ningún arreglo y estalló la lucha armada.
En esas circunstancias perdieron la vida los mártires, en su afán y propósito de apoyar los
derechos humanos fundamentales de todo el pueblo, como es la libertad religiosa y la libertad de
expresión, que son la expresión máxima de dichos derechos.
4.- Iluminación
Lectura del Evangelio de San Juan: (Jn. 15,12-15).
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ¡Este es mi mandamiento que se amen unos a otros
como Yo les he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes
son mis amigos si hacen lo que yo les mando. No los llamo ya siervos, porque el siervo no sabe
lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi padre, se
los he dado a conocer!, Palabra del Señor.
Habiendo escuchado con atención el mensaje del Santo Evangelio, tratemos de compartir
nuestras reflexiones con las siguientes preguntas:
a).- ¿Cuáles son las cualidades del amor verdadero?
b).- ¿Qué es dar la vida por los amigos?
c).- ¿A quiénes llama el Señor amigos?
d).- ¿Cómo dieron su vida los Santos Mártires?
5.- Situación en que vivimos
Hemos oído a nuestros mayores los comentarios de la guerra Cristera o la Cristiada, que
aconteció hace setenta y cinco años de 1926. Los textos oficiales de Historia Patria en las
escuelas públicas no quisieron mencionar nada de esta guerra interna de México, porque los
gobernantes pensaban que no habían traído a la Patria beneficio social; o simplemente negaban
que hubiera habido persecución religiosa contra las creencias del pueblo. La verdad es que sí se
dio esa lucha y muchos cristianos católicos, laicos, religiosos y sacerdotes fueron victimados por
las armas del Ejército Federal, por orden de sus jefes y simplemente por ser ministros del culto,
por celebrar la Santa Misa, por confesar su fe católica y no renegar del nombre de Cristo. Los
veinticinco Mártires Mexicanos por eso sufrieron la muerte heroicamente, sin tomar las armas y
perdonando, de corazón, a sus perseguidores y verdugos.
Al comienzo de este nuevo milenio, ya no hay declarada persecución contra la Iglesia,
porque las leyes se han modificado, pero durante 200 años desde 1821 se aplicaron los criterios
y los enunciados de la Revolución Francesa, se ocasionaron graves conflictos a nuestra patria
por las luchas internas entre dos grupos contrarios de mexicanos, así sucedió desde la Guerra de
Independencia y continuó en la Guerra de la Reforma y los años del presidente Porfirio Díaz, en
la Revolución de Madero y en la promulgación de las leyes de la Constitución Mexicana que tenía
artículos que limitaba la libertad religiosa especialmente de los católicos.
Esto provocó que muchos católicos se unieran en la Liga de Defensa de la Libertad
Religiosa y en forma pacífica, se opusieran a las arbitrariedades de los gobernantes. No
habiendo logrado que se quitaran esas leyes y sintiéndose atropellados en sus legítimos
derechos, surgió el movimiento armado de los Cristeros, que fue dirigido principalmente por
cristianos seglares.
Los Santos Mártires no se levantaron en armas, ni promovían la lucha violenta, ni la
aceptaban, ellos sólo apoyaron la resistencia pacífica, contra las injusticias.
San Cristóbal Magallanes dijo claramente de palabra y por escrito: “Ni Jesucristo, ni los
Apóstoles, ni la Iglesia han empleado la violencia con este fin, sino el convencimiento y la
predicación por medio de la Palabra. La Religión ni se propagó ni se ha de conservar por medio
de las armas”.
Los obispos mexicanos dieron la orden de que se cerraran al culto público todos los
templos católicos, para impedir que los sacerdotes fueran obligados por el Gobierno a registrarse
como empleados públicos, bajo el mando de los gobernantes en el ejercicio de sus funciones
religiosas.
Algunos sacerdotes salieron fuera del país, los Obispos fueron desterrados de la patria.
Muchos sacerdotes permanecieron en los mismos lugares y po9blaciones que tenían confiadas
para no abandonar a sus fieles y atenderlos espiritualmente con los Sacramentos, aunque en
forma oculta durante la noche, en las barrancas, en las casas particulares, con muchas
precauciones; porque el Gobierno Civil había ordenado que fueran castigados severamente hasta
con la pena de muerte los sacerdotes que no se sometieran a sus normas.
Estos sacerdotes prefirieron exponer su vida por la salvación de sus hermanos, imitando a
Cristo, Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas.
El párroco de Cuquío, San Justino Orona, cuando le aconsejaban los vecinos de Cuquío
que se retirara de la parroquia, les contestaba: “Yo con los míos vivo o muerto”.
San Ramón Adame, cuando le preguntó una señora que si no tenía miedo que lo mataran
en Nochistlán, Zacatecas, el contestó: “que dicha ser mártir y dar mi vida por la Parroquia”.
El Santo Mártir Sabás Reyes, en Tototlán, dijo a los vecinos, que le aconsejaban que se
fuera a otro lugar a esconderse: “A mí me dejaron de encargado y no sale bien irme. Dios sabrá...
aquí esperamos a ver que Dios dispone”.
En Guadalajara a San Tranquilino Ubiarco, dos días antes de su martirio, cuando vino a
confesarse con su compañero sacerdote; le decían que ya no volviera a Tepatitlán, pero él
contestó: “Ya me voy a mi parroquia, a vez qué puedo hacer; y si me toca morir por Dios, Bendito
sea”.
6.- Compromiso
Es un honroso compromiso de los católicos mexicanos conocer a nuestros Santos que brillan por
sus heroicas virtudes y su testimonio martirial. Debemos saber sus nombres y sus biografías,
invocar su protección e imitar sus buenos ejemplos. Podemos visitar en devota peregrinación, los
lugares de su nacimiento, donde vivieron, donde fueron sacrificados y en donde se guardan sus
restos...
7.- Celebración
Se canta: “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey, que impere doquiera triunfante su ley”. Se reza el
Padre Nuestro y se termina con la súplica: “Viva Cristo Rey en mi corazón, en mi casa y en mi
patria”. Amén.
“¡SANTOS MÁRTIRES MEXICANOS, INTERCEDAN POR NOSOTROS!”.
EL MARTIRIO, CAMINO DE LA CRUZ EN EL SEGUIMIENTO DE CRISTO.
Pbro. Abogado Tomás de Híjar Ornelas
“Dichosos ustedes, cuando los insulten y persigan por mi causa.
Alégrense y regocíjense porque su recompensa será grande en los cielos”.
Mt. 5,11-12.
1.- Objetivo
Contemplar la vida de los Mártires Mexicanos como ejemplo acabado de seguimiento de Cristo.
2.- Ambientación
Ante la mesa adornada con flores y luces, con las imágenes de Cristo y de los Santos, se entona
el canto “Juntos como hermanos, miembros de la Iglesia vamos caminando al encuentro del
Señor”.
3.- Oración
El coordinador del grupo inicia la recitación del Himno y si tienen copias lo dicen en coros.
Testigos de la sangre (copiar todo).
4.- Motivación
En nuestro tiempo, al comenzar este siglo XXI se abre una nueva primavera cristiana, veinticinco
mexicanos bautizados en la Iglesia Católica, llegaron a los altares para ser venerados como
Santos declarados por el Papa. Estos santos alcanzaron es altura en la Iglesia, por el camino del
martirio, que es morir violentamente heridos por los perseguidores que odiaban la fe cristiana y
los santos sufrieran pacientemente por amor a Dios y perdonaron a sus verdugos.
Algunos piensan que los Mártires fácilmente llegaron al cielo y también que con trámites
más sencillos y en más corto tiempo fueron declarados primero: Beatos y pronto Santos
Canonizados.
Es cierto que el martirio es un regalo privilegiado de Dios concediendo algunos para que
puedan padecer la muerte violenta con heroísmo sin flaquear en su fe cristiana y poder perdonar
a los autores de su muerte. Pero esta gracia singular del martirio fue preparada con otras gracias
que Dios les concedió desde el bautismo y aumentó con otros sacramentos y la práctica de la
oración y la escucha de la palabra de Dios. Fue muy largo recorrer de la vida siguiendo a Cristo
con la Cruz de cada día y cumpliendo sus mandatos, especialmente el que dice: “amarás a Dios
sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.
La verdad, es que es largo y minucioso proceso de investigación y estudio, que hace el
Tribunal de la Iglesia en cada obispado y en la ciudad de Roma para conocer la verdad de la vida
y del martirio de las personas presentadas para que sean canonizadas o declaradas santas.
Para los Mártires Mexicanos los trámites empezaron desde el año 1934 y se tuvieron que
hacer muchas investigaciones y recabar muchos testimonios y documentos durante casi sesenta
y cinco años por muchos dedicados a este trabajo.
5.- Iluminación
El Obispo y Mártir San Cipriano escribió una sentida carta a los cristianos que estaban presos y
los habían sentenciado a morir. Consideremos sus palabras:
“Procuren, hermanos muy queridos que lo que ocupe su corazón y su mente sean los
preceptos divino y los mandatos celestiales, con los que el Espíritu Santo nos animó
siempre a tolerar el martirio. Que nadie piense en la muerte, sino en la inmortalidad, ni en
el sufrimiento temporal, sino en la gloria imperecedera, ya que está escrito”. “Es cosa
preciosa a los ojos del Señor la muerte de sus fieles” y también “mi sacrificio es un espíritu
quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tu no lo desprecias” y también cuando
habla la Escritura Santa de los tormentos que consagran a los mártires de dios y lo
santifican con la prueba del sufrimiento”; “Aunque a juicio de los hombres, hayan sufrido
castigo, su esperanza estaba llena de inmortalidad. Juzgarán a las naciones y dominarán
a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente”. Si pensáis, pues, que habéis de
juzgar y reinar con Cristo, el Señor por fuerza tenéis que alegraros y despreciar los
presentes suplicios, con el gozo de lo que os espera, sabedores de que así está
establecido desde el principio del mundo, que en esta tierra la justicia tenga que
esforzarse siempre en una lucha secular, como lo demuestra el hecho de la muerte del
justo HSEL ya en los orígenes de la humanidad y, después de él, también los demás
justos, profetas y apóstoles que fueron enviados”.
La experiencia cristiana manifieste siempre que los santos hayan del pecado de van a
gloria, y no buscar ser honrados con culto, ni ser reconocidos, ellos anhelan como el más
preciado tesoro amar a Dios y al prójimo al estilo de Jesús.
Esta es la meta que todos los bautizados debemos buscar, algunos la alcanzan en poco
tiempo con mucha intensidad y son verdaderos enamorados de Dios y de su santa voluntad.
Los mártires no son pronto declarados santos, pero sí entendían ellos que no hay amor
más grande que dar la vida por el amigo y pronto se hicieron amigos de Dios y por El dieron su
vida.
Para comprobar que realmente los mártires dieron su vida por Dios y que los
perseguidores los mataron por odio a la fe que ellos profesaban. Los Tribunales establecidos en
la Iglesia hacen investigaciones serias y minuciosas de testimonios y documentos en los
procesos de Canonización y se manifiesta claramente que Dios está presente en la historia de
nuestra Patria muy en especial por la gran obra de los misioneros y la acción constante de
Evangelización, que la Iglesia realizó hasta dar frutos abundantes de santidad.
Compromiso
Si os perseguidos de la Iglesia creyeran que con a violencia acabarían con la fe de los católicos,
sucedió todo lo contrario, más aumentó porque “la sangre de los mártires es semilla de nuevos
cristianos”, como afirmó el historiador Tertuliano, porque el martirio es el más valioso testimonio,
porque dar la vida por la causa cristiana salva a muchos, mientras muchos se pierden por
conservar con egoísmo para sí mismos la vida.
Jesús nos dice el que pierde su vida por mí, y por el Evangelio la ganará.
Siguiendo el ejemplo de los Santos Mártires Mexicanos debemos tomar cada uno la cruz
de cada día y gastar nuestra vida en el servicio de Dios y de nuestros prójimos.
EL MARTIRIO, TESTIMONIO PERDURABLE
Pbro. Lic. Armando González Escoto
Los antiguos romanos asistían a la pública ejecución de los cristianos como quien asiste a la más
sofisticada de las diversiones, por más que fuera una diversión abierta a todo el público. Con la
prolongación de esta práctica algunos se hastiaron de asistir, sobre todo porque los cristianos
expuestos a las fieras o a cualquier otro tipo de tormento no daban espectáculo, no gritaban, no
corrían de manera grotesca, no maldecían, no injuriaban. Pero también es cierto que muchos de
estos “felices” espectadores acabaron por sentarse a meditar en el significado de esta nueva fe
por la cual tanta gente era capaz de dar la vida tan serenamente.
Cuando Jesús, interrogado por Pilato, declara haber venido a dar testimonio de la verdad,
el Procurador pregunta ¿y qué es la verdad? La sociedad romana había dejado de creer en la
verdad desde hacía buen tiempo, se tratara de verdades morales, religiosas o filosóficas; su
única verdad era el poder político, la ganancia económica y el logro del placer. Por lo mismo,
estar dispuesto a morir por una verdad, en este caso religiosa, les parecía un absurdo total, que,
sin embargo, a la larga se volvió un cuestionamiento contundente a su forma de vivir y de pensar.
La sociedad contemporánea ha ido manifestando los mismos síntomas de la romana, su
misma crisis de valores y de creencias, su obsesión por vivir una vida ajena a todo compromiso,
su opción permanente por el relativismo de todo, su decisión por un vivir inestable que halla en su
misma inestabilidad un motivo de orgullo. A una sociedad así el testimonio de los mártires les
resulta escandaloso, en principio, pero, en la medida que se detienen a analizarlo, acaba
siéndoles cuestionante.
La voz de nuestros mártires se escuchó hace ya casi cien años, en ese tiempo el pueblo
fiel se arremolinaba en torno a los cuerpos torturados de estos santos, con el afán de participar
de algún modo de su hazaña, de beneficiarse en el orden de la gracia por la intercesión que con
toda certeza esperaban obtener en sus vidas. Beatificados primero y posteriormente
canonizados, lucen hoy en los altares de la Iglesia, muchos buscan, como es natural, su valiosa
intercesión, pero son tal vez pocos los que encuentran en ellos un estímulo para un vivir cristiano,
en tiempos difíciles.
Esta situación puede explicarse por dos posibles razones: no son muchos los cristianos a
quienes realmente les interesa mantenerse fieles y coherentes con su fe, o no ha sido
suficientemente predicada esta dimensión del testimonio martirial en orden a fortalecer las
propias convicciones y llevarlas a la vida cotidiana de los muchos cristianos que luchan por ser
consistentes con sus creencias.
Es muy probable que la verdadera falla se deba a la segunda razón, hace falta una
catequesis más explícita y concreta sobre la verdadera dimensión del testimonio de los mártires,
una catequesis que podría versar, entre otros aspectos, sobre los siguientes:
La convicción religiosa de los mártires
Los mártires han tenido el don y la capacidad de creer en profundidad sin necesidad de ser
teólogos o peritos en doctrina cristiana. El acerbo básico de la fe recibida por el testimonio de sus
padres o de sus catequistas, un acervo que por esos años expresaba suficientemente bien el
catecismo de Ripalda, y que, una vez recibido, el mártir lo asume, lo vive, lo ama, de manera
integral y absoluta, sin resquicios, sin dudas, sin regateos. La fe es el patrimonio propio, personal
e indiscutible del mártir, y nada lo puede separar de ella, actitud que contrasta con las conductas
sociales del presente en que la fe se hace relativa, se mezcla con creencias contradictorias o se
intercambia con pasmosa simplicidad.
El amor y fidelidad a la Iglesia
Esta fe, profundamente asumida, es inseparable del amor y la fidelidad a la Iglesia. Para los
mártires la pertenencia a la Iglesia no es negociable, formar parte de la Iglesia no solamente es
garantía de salvación, sino que nace y se vive desde el concepto de la familiaridad, de la misma
forma en que no se puede cambiar la familia a la que se pertenece por ley de la naturaleza,
tampoco se puede cambiar a la Iglesia por ley de la gracia. La Iglesia no es entonces una simple
prestadora de servicios religiosos que compite con otras religiones, de forma que el feligrés
pueda comparar y quedarse con la que le dé mejor precio, la Iglesia es uno mismo, injertado en
la gran familia fundada por Cristo, de ahí que la fe en Jesús sea inseparable de la pertenencia a
su única Iglesia.
La vivencia cristiana de los valores humanos de los mártires
Pero por lo mismo que la gracia supone la naturaleza, es claro que los mártires han cultivado un
natural humano valioso, apto para recibir la gracia y conducirse de acuerdo a ella. La lealtad a la
palabra dada, la valentía para anunciar las propias convicciones sin componendas, la capacidad
para tener una sola cara, el rechazo permanente a toda hipocresía o fingimiento, la fortaleza en
medio de las tribulaciones, la generosidad constante en el servicio a la comunidad, la amistad leal
para con laicos y presbíteros, la obediencia y la constancia en el compromiso asumido, todos
valores humanos, pero vividos desde el ámbito de la fe cristiana.
La capacidad de los mártires para ir contra corriente
Obviamente el mártir sabe remar contra corriente, no es precisamente alguien que se ajusta a
hacer lo que hacen los demás, ni sus creencias ni sus actuaciones se deciden por mayoría de
votos. Frente a una sociedad muy preocupada por el qué dirán, o muy asustada por las
consecuencias que le puede traer el hacer profesión explícita y pública de lo que cree, el mártir,
sin ser provocativo, sabe perseverar en privado y en público en la construcción de un existir
cristiano. No presume su condición, pero tampoco la oculta cuando es interrogado. El padre
Magallanes supo responder con sencillez y firmeza “soy el párroco de Totatiche”, aunque quienes
le preguntaban eran precisamente los perseguidores. Mientras muchos cristianos se ocultaban o
se mantenían al margen, los mártires fueron contra corriente, en cuanto que se mantuvieron
fieles al servicio de sus comunidades, expresión de su fe y de sus valores.
La valentía de los mártires para expresar sus convicciones
El cristiano de por sí, y el mártir en particular, se define por ser una persona siempre dispuesta a
dar razón de su fe a quien se la pida, como enseña el apóstol Pedro. Pero en la medida que el
cristiano es un testigo, no es alguien que se calla, sino que va por todas partes divulgando sus
convicciones, sin que le amedrente la opinión contraria o la franca y abierta oposición. Anacleto
González Flores es un singular ejemplo de esta labor abierta, pública y apostólica, pues lo mismo
con la pluma que con la voz, anuncia y declara por todas partes sus convicciones, lo mismo para
divulgar su fe, que para defenderla, para exhortar, que para denunciar. Sabe decirle al poderoso
la verdad aunque deba, por ello, perder la cabeza, sabe, como los Apóstoles, que primero se
debe obedecer a Dios, y que la palabra de Dios está por encima de cualquier otra cosa.
La cotidiana coherencia del testimonio cristiano de los mártires
Pero, aunque parezca paradójico, el martirio no se improvisa, siendo como es un don, Dios lo
otorga a quienes pronto o a través del tiempo, se hacen merecedores, llegado el momento.
Soporte de este don es el testimonio ordinario, constante y sostenido de una vida de seguimiento
de Cristo y búsqueda honesta y sincera de la santidad en las pequeñas cosas de todos los días,
en las pequeñas y las grandes renuncias que suelen pasar desapercibidas para el observador
común, pero que el Señor va anotando en su libro; es, en definitiva, un ejercicio de las virtudes
teologales que día tras día logra su calificativo, acumula experiencia, aquilata a la persona y le va
dando la condición necesaria.
Instruir a la comunidad cristiana en el ejemplo de los mártires es mucho más exigente y
relevante que fomentar solamente su culto; supone aprender la pedagogía de los santos para
asumir la vida de todos los días, particularmente cuando el ser cristiano no está de moda, que es
justamente cuando más urge serlo.
El testimonio de la sangre es el más alto testimonio de la fe, porque “nadie tiene mayor
amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn. 15,13).
El Señor Jesús pregunta una y otra vez a sus discípulos si están dispuestos a “beber el
cáliz que yo he de beber” (Mc. 10,33-40); establece como condición de seguimiento y salvación la
disponibilidad a dar la vida por el Evangelio (Mc. 8, 34-35).
Nada tiene de extraño que desde los orígenes de la Iglesia, el testimonio del martirio fuese
tan altamente valorado, tanto por los cristianos como por aquellos que, sin serlo, se cuestionaban
respecto a una fe que llevaba a tanto heroísmo.
San Ignacio de Antioquía es uno de los primeros mártires cristianos que asocian
específicamente el martirio a la Eucaristía, pues ven en el trigo que se muele, un símil de la vida
que se inmola; bajo esta comprensión, el trigo anhela ser el pan eucarístico, y así mismo el
cristiano anhela ser inmolado, para estar con Cristo, sabiendo desde siempre que esto es, sin
embargo, una gracia.
La sangre de los cristianos surge entonces como la semilla fértil de nuevos cristianos; los
mártires de los primeros tiempos comienzan a iluminar, con su vida y con su muerte, el
extraordinario don del Evangelio, siendo de inmediato sujetos de la admiración y devoción de los
creyentes.
Fue así que nació el culto a los santos, a partir del culto a los mártires, y fue así que la
teología de los santos padres asoció de inmediato el martirio de los cristianos al sufrimiento
redentor del Mesías. Y puesto que el sacrificio del Calvario se actualiza en la celebración de la
Eucaristía, pronto se introdujo la costumbre de colocar sobre la mesa del altar, las reliquias de los
mártires, hasta convertirse en una norma para el acto de la consagración de los altares, que
decía mucho a la comunidad católica acerca del sentido profundo de su fe y de las exigencias
que profesarla tenían.
Celebrar a los mártires en el día de su aniversario, celebrando la Eucaristía, se convierte
en un acto de catequesis continuo al que serán muy asiduos todos los cristianos; fiesta en que la
fuerza ejemplar de los mártires se destaca, y fortalece a la comunidad en el empeño diario por
ser fieles al Señor, aún en la persecución, como lo han sido estos campeones de la fe.
Los Santos Mártires Mexicanos eran conscientes de esta sabiduría martirial cristiana; lo
eran quienes, además, ejercían el sacerdocio, como se ve en el afán de celebrar este divino
misterio incluso en las situaciones de peligro para su vida temporal; en la profunda devoción con
que lo celebraban, y en tantas de las meditaciones que hicieron y escribieron en torno a la
Eucaristía y al martirio.
Esta misma fe y profunda devoción, la profesan y testifican los mártires laicos de nuestra
tierra, quienes viven realmente de la celebración eucarística y alimentan en ella su compromiso
de dar la vida en servicio del Evangelio.
En nuestro tiempo experimentamos el efecto que produce en nosotros el extraordinario
ejemplo de amor a la Eucaristía y el empeño en el esfuerzo cotidiano por construir la sociedad y
el Reino en muchos miembros de la Iglesia, tanto laicos como consagrados; lo vemos en la
adoración del Santísimo en tantas parroquias, en los grupos de la Adoración Nocturna, en la
atracción que ejercen los sacerdotes al celebrar la Misa como un verdadero “misterio” que hace a
los participantes sentir y vivir el paso del Señor por sus vidas; como en el relato de Emaús, los
cristianos sienten que su corazón arde en esas celebraciones.
Pero también observamos como para muchos de nuestros hermanos, tanto la Eucaristía,
fuente de vida, como la Presencia Real del Señor, en los sagrarios, pasa desapercibida. Tienen
“ojos y no ven, oídos y no oyen”, o bien celebran, viven o reciben este sacramento, “de manera
indigna”.
Ambas realidades piden de nosotros compromisos concretos ¿Qué actitudes debemos
asumir para aprovechar lo bueno que tenemos y cuáles para superar nuestras deficiencias?
EVANGELIZAR CON EL TESTIMONIO,
A EJEMPLO DE LOS SANTOS MÁRTIRES MEXICANOS
MONS. J. GPE. RAMIRO VALDÉS SÁNCHEZ
Oración inicial
“Señor Dios, Padre misericordioso que suscitas en nuestra Patria valientes testigos de tu
Hijo Jesucristo, haz que nosotros que en Él creemos, sepamos anunciar con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida, que lo acojamos como don
siempre nuevo, que lo celebremos con gozo y gratitud durante toda nuestra vida, y
tengamos la valentía de dar testimonio del Evangelio con solicita constancia, siguiendo el
ejemplo de nuestros Santos Mártires Mexicanos. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo
nuestro Señor”. Amén.
Introducción
“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la buena nueva a todos los ambientes de la
humanidad, y con su influjo, transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad. Pero la
verdad es, que no hay humanidad nueva si no hay hombres nuevos con la novedad del bautismo
y de la vida según el Evangelio (E.N., n.18).
La Iglesia evangeliza cuando por la fuerza divina del mensaje que proclama, trata de convertir al
mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están
comprometidos, su vida y ambiente concretos, transformándolos con los valores del Evangelio (E.
N.18).
La Nueva Evangelización es el conjunto de medios y actitudes para colocar el Evangelio en
diálogo activo con los hombres de hoy. La Evangelización es la llamada a la conversión y a la
esperanza, que se apoya en las promesas de Dios y tiene como certeza inquebrantable la
resurrección de Jesucristo, primer anuncio y raíz de toda evangelización.
La Evangelización es nueva, porque partiendo de los ricos y abundantes valores de la primera
evangelización que partió del mandato de Cristo a sus apóstoles, con la fuerza del Espíritu,
responde a los nuevos desafíos y a las nuevas interpelaciones que hoy se hacen los cristianos y
les presenta luces nuevas para los nuevos problemas del mundo actual. Para formar hombres y
comunidades maduros en la fe en la situación de la vida moderna, la Evangelización de hoy debe
ser nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión para convertir a los hombres de
corazón a Dios y formar comunidades iluminadas con los criterios y enseñanzas del Evangelio.
Ver con los ojos del Padre
El Creador del cielo y de la tierra creó al hombre a su imagen y semejanza, y quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Si por la desobediencia del primer
hombre entró el pecado en el mundo y vino la muerte y resultaron todos los males, Dios Padre
misericordioso quiere librar a los hombres creados por Él, y por eso “Cuando se cumplió el
tiempo Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatarlos y hacerlos
hijos adoptivos de Dios y herederos” (Gal. 4, 4-5). Este proyecto divino el Señor ya lo había
anunciado desde la caída del primer hombre ADÁN, es el Proto-Evangelio: “Dijo Dios a la
Serpiente, pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu linaje y el linaje de la Mujer y él te pisará
la cabeza” (Gen. 3,15)
El Señor ratificó su promesa: “He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo -EmmanuelDios con nosotros” (Isaías 7,14). Promesa cumplida en la Encarnación del Hijo de Dios en el
purísimo seno de la Virgen María, como lo expresa el Evangelio en el anuncio del Ángel Gabriel
con las palabras dirigidas a la doncella de Nazaret: “Alégrate llena de gracia, concebirás y darás
a luz un Hijo, el Salvador” (Lc. 2, 26-30).
El Padre Dios quiere para todos los hombres la liberación completa de todas las ataduras del
pecado, de la muerte, del demonio y que se establezca en la tierra el reino de la verdad de la
justicia, del amor, de la paz, y que donde abundó el pecado, sobreabunde la gracia por su Hijo
Jesucristo.
Juzgar con los criterios del Hijo
“Por eso Cristo al entrar al mundo dijo a Dios Padre, no te agradaron los sacrificios ni ofrendas
para quitar el pecado, pero a mí me has dado un cuerpo, he aquí que vengo a hacer tu voluntad,
Oh Dios” (Heb. 10, 5-7).
A los hombres, Jesucristo manifestó: ”He venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn. 10,10) “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 8, 12). “Como mi Padre me
amó, así los amo yo a ustedes” (Jn. 15, 9), permanezcan en mi amor. “Ámense unos a otros
como yo los he amado, en eso se conocerá que son mis discípulos, éste es el mandamiento
nuevo que les doy, que se amen mutuamente” (Jn 13, 34-35). “Para entrar al reino de los cielos
se necesita nacer de nuevo por el agua y el Espíritu Santo” (Jn. 3,1), claramente le dijo Jesús a
Nicodemo, y a los apóstoles les ordenó “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio,
bauticen a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enséñenles a
obedecer todo lo que les he mandado” (Mt. 28, 19-20), el que creyere y fuere bautizado se
salvará, el que se resista a creer será condenado. No basta decir Señor, Señor. El que escucha
mi palabra y la cumple, es mi hermano, mi hermana, mi madre, edifica su casa sobre roca”, que
no la destruyen las corrientes de las aguas ni los golpes de los vientos.
En la sinagoga de Nazaret Jesús indica que en Él se cumple el anuncio del Profeta Isaías “Yo
soy el ungido del Señor, el Espíritu del Señor está sobre mí, he venido para anunciar la Buena
Nueva a los pobres, anunciarles a todos el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 16-20). Es Jesucristo
el primer evangelizador, el Evangelio del Padre. Él afirma: Es necesario que anuncie el reino de
Dios en otras ciudades. Además, envía a sus discípulos a cumplir esta tarea diciéndoles, ustedes
serán mis testigos hasta los últimos confines de la tierra; prediquen mi Evangelio.
Actuar bajo el influjo del Espíritu Santo
Bautizado Jesús en el Jordán, movido por el Espíritu se retiró al desierto a orar y a ayunar; y
enseguida a llevar la buena nueva de salvación haciéndose acompañar de los discípulos a
quienes enseñó su doctrina, realizó ante ellos milagros y pasó por el mundo haciendo el bien,
comprobando que era Él el Enviado del Padre, el Mesías prometido. Antes de predicar el Sermón
de las Bienaventuranzas, Jesús puso por obra, en la práctica su enseñanza, curando enfermos,
ayudando a los necesitados como Buen Samaritano.
La Buena Nueva del Evangelio debe ser proclamada ante todo con el testimonio de vida. Los
creyentes en Cristo, que en forma espontánea y sencilla irradian los valores del Evangelio en su
comunidad con respeto, amor, comprensión y solidaridad, trabajo y esfuerzo, como los primeros
cristianos lo hicieron, que al mirarlos en su forma de vivir, los vecinos exclamaban “miren cómo
se aman, tienen un solo corazón y una sola alma”.
“No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo, en su fuerza Jesús
inaugura en Nazaret su predicación. Solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de
Pentecostés, los Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra
de la Evangelización de la Iglesia. Pedro, lleno del Espíritu Santo habla al pueblo acerca de
Jesús, Hijo de Dios. “Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas
podrán reemplazar la acción discreta del Espíritu Santo. La preparación más refinada del
Evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. El Espíritu Santo es el agente principal de
la Evangelización, es Él quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio” (E.N., 75).
Con la fuerza del Espíritu Santo los Mártires Mexicanos fueron testigos auténticos del Evangelio,
lo anunciaron con palabras, con su vida y con su sangre. “El mundo, en nuestros días, siente sed
de autenticidad; los jóvenes sufren horrores ante lo ficticio, ante la falsedad y ellos son decididos
partidarios de la verdad y la transparencia (E.N. 76).
A los evangelizadores, tácitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza, se les pregunta:
¿Creéis verdaderamente lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo
que vivís? Los Mártires Mexicanos dieron la respuesta veraz y clara con el testimonio de su
sangre, de la fe que tenían en Jesucristo y que vivieron hasta dar la máxima prueba de amor.
Los Sacerdotes Mártires Mexicanos, como buenos pastores, se entregaron a su comunidad
encomendada y como evangelizadores les hablaron de Dios, a quien ellos mismos conocían y
trataban en familiaridad con la sencillez de vida, el espíritu de oración, la caridad para con todos y
especialmente para los pequeños y los pobres. San Cristóbal Magallanes visitaba a los huicholes
con frecuencia, e iba a los poblados rurales para enseñarles el catecismo y administrarles los
sacramentos. El 21 de mayo de 1927 iba San Cristóbal al Rancho Santa Rita y lo aprendieron los
enemigos. Los Mártires con obediencia y humildad, desapego de bienes materiales y de sí
mismos, realizaron la obra evangelizadora. Con un amor fraternal siempre creciente hacia los que
evangelizaban y con fervor consagraron su vida al apostolado, quedándose en las parroquias,
aunque eran perseguidos de muerte.
Cuando los familiares y los fieles de las comunidades aconsejaban a sus sacerdotes que eran
perseguidos a muerte por el Gobierno Federal y Estatal, a que se ausentaran, ellos prefirieron
quedarse en sus parroquias para atender su ministerio pastoral. Ellos contestaban:
Párroco San JUSTINO ORONA: “Yo con los míos, vivo o muerto”.
Párroco San ROMÁN ADAME: “Qué mayor dicha que morir por mi parroquia”
San DAVID GALVÁN: “Si por atender a los soldados heridos me matan, sin haber desayunado, me
iré a comer con Dios”!
Santo TORIBIO ROMO dijo ante los niños de la Primera Comunión, teniendo la Santa hostia en las
manos, ¿Aceptarás, Señor, mi vida que yo te ofrezco por la paz de los mexicanos? y pocos días
después lo fusilaron los enemigos.
En el momento de ser fusilados: San CRISTÓBAL MAGALLANES pronuncio sus últimas palabras:
“Muero inocente, perdono de corazón a los autores de mi muerte, ofrezco mi vida por la paz y la
unión de los mexicanos”
San AGUSTÍN CALOCA dijo en ese momento: ¡Nosotros por Dios vivimos y por Él morimos!
Los Mártires supieron superar los obstáculos que se oponían a la evangelización. “Los obstáculos
que aún perduran en nuestro tiempo, son la falta de fervor, que se manifiesta en la fatiga,
desilusión, en la acomodación al ambiente y en el desinterés y sobre todo en la falta de alegría y
de esperanza de algunos evangelizadores. Por tanto, los que tenemos la obligación de
evangelizar, debemos alimentar siempre el fervor del espíritu” (E.N. 80).
Ojalá en el mundo actual se pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes
y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio cuya vida irradia
el fervor que ellos han recibido de Cristo y así consagran su vida a anunciar el reino de Dios.
Oración conclusiva
Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que nos has consagrado en la Ordenación Sacerdotal
para que seamos maestros de la Palabra, Ministros de los Sacramentos y Pastores de la
Comunidad y nos envías a anunciar tu Evangelio a todos los hombres, enseñándoles tu nombre,
tu doctrina, tu vida, tus promesas, la llegada de tu reino, y el misterio de tu Ser de Dios y Hombre
verdadero; danos, Oh Jesús de Nazaret, tu Espíritu Santo con abundantes carismas y dones para
que con el testimonio de vida, seamos auténticos evangelizadores con obras y palabras, que
extendamos tu reino para gloria de Dios y salvación de los hombres, con la protección y el
ejemplo de los Santos Mártires Mexicanos.
Que la Santísima Virgen de Guadalupe, Estrella de la Evangelización, nos acompañe y proteja
siempre, pues somos tus embajadores dignos de confianza. Amén.
21 de Mayo
SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES PRESBÍTERO
Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Fiesta
ANTÍFONA DE ENTRADA
Varones santos,
que por el Señor derramaron su sangre gloriosamente;
amaron a Cristo en su vida,
lo imitaron en su muerte;
por eso han merecido la corona de triunfo. (T.P Aleluya)
ORACIÓN COLECTA
ios todopoderoso y eterno,
que a los santos Cristóbal Magallanes y compañeros
hiciste fieles a Cristo Rey hasta el martirio
concédenos por su intercesión
ser perseverantes en la confesión de la fe verdadera,
y cumplir siempre con amor tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
D
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
cepta, Señor, la ofrenda de tu pueblo,
en honor de tus santos mártires Cristóbal Magallanes y compañeros
y, ya que la Eucaristía les dio fortaleza en la persecución,
a nosotros nos dé constancia en la adversidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
A
PREFACIO: De los santos mártires (MR 349)
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Mt 10, 28
No temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma, dice el Señor. (T.P Aleluya)
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
e suplicamos, Señor,
que el sacramento que hemos recibido
nos dé la misma fortaleza
con la que tus santos mártires Cristóbal Magallanes y compañeros,
fueron fieles en tu servicio
y generosos en el sufrimiento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
T
21 de Mayo
SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES PRESBÍTERO
Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Fiesta
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
“Ni la muerte, ni la vida podrán apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús”
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
8, 31-39
ermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo
todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios mismo es quien los
perdona, ¿Quién será el que los condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de
Dios para interceder por nosotros?
H
¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La
persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Como dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día; nos tratan como
ovejas llevadas al matadero.
Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; puestos
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni
los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha
manifestado Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
R: Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. Aleluya.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar:
entonces no cesaba de reír nuestra boca,
ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho cosas grandes por su pueblo el Señor. R.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
Sal 125
cambia también ahora, nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo,
cosecharán aquellos que siembran con dolor. R.
Al ir, iban llorando,
cargando su semilla;
al volver, cantando
vendrán con sus gavillas. R.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R. Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos a ti nuestra alabanza.
A ti, Señor, el ejército glorioso de los mártires te aclama
R. Aleluya.
EVANGELIO
“Los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa, así darán testimonio de mi ante ellos. Todos los
odiaran a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, ese se salvará”
+
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
10, 17-22
n aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los
tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así
darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen
por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de
decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
E
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus
padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se
salvará”.
Palabra del Señor.
HORA SANTA
EN HONOR DE JESUCRISTO REY DE LOS MARTIRES
P. Elías Castro Martínez.
NOTAS PRELIMINARES:
1. Reunida la comunidad, el sacerdote revestido de Alba, Estola y Capa Pluvial, expone el
Santísimo Sacramento; entre tanto, se entona algún canto eucarístico.
2. De rodillas y habiendo hecho la debida incensación, se rezan tres Padres nuestros y Ave
Marías, intercalando algunos cantos eucarísticos.
3. Se da lectura al texto de 1 Re 19, 1-8. Luego se sugiere entonar un canto de meditación
que ayude a la oración de la comunidad.
4. Enseguida se entona el canto de Aleluya, y se disponen a escuchar, con atención, el texto
del evangelio Jn 6 34-51.
REFLEXIÓN
Los textos de las Sagradas Escrituras que acabamos de proclamar nos ofrecen la oportunidad de
hacer una reflexión acerca de la importancia que tiene la Eucaristía en la vida de los santos y en
el caminar de la Iglesia.
En el libro de los Reyes se nos narra cómo el profeta Elías, que huye hacía el Horeb para
escapar de la reina Jezabel que lo había amenazado de muerte, se mantiene firme en la fe y en
la esperanza gracias a que el ángel del Señor le tocó y le dijo: “Levántate y come”.
El profeta era perseguido, estaba amenazado de muerte, había caído en cierta
desesperación, cuando el ángel del Señor se aparece para animarlo y sostenerlo en el camino,
que era demasiado largo.
En nuestra vida cristiana también sale al encuentro de nuestra existencia, ya no un ángel,
sino el mismo Jesucristo el Señor que nos dice “Levántate y come, porque el camino es
demasiado largo para ti”, ahora ya no es una torta de pan cocida entre las piedras del desierto la
que nos dará fortaleza, sino Jesús Eucaristía que se hace comida y alimento del peregrino, del
viajero de este mundo que va de paso, es él, en su Cuerpo y en su Sangre, quien se nos da para
fortalecernos y animarnos, para sostener nuestra vida cristina, para alegrar, como dice el profeta,
las manos temblorosas y las rodillas vacilantes.
Es Jesús Eucaristía quien siempre sostiene, hasta el heroísmo, la fe de los santos, la
valentía y la virtud hasta la muerte de los mártires. Es Jesús Eucaristía quien sostiene a las
vírgenes y a los castos en una total entrega a Cristo y a su Iglesia en una actitud de alegría y
generosidad a prueba de todo, con una virtud inquebrantable. Con toda razón podemos decir que
la Eucaristía es, para los cristianos, el Pan que sostiene y fortalece a los mártires, y el Vino que
engendra virginidad y virtud.
El Evangelio que hemos proclamado nos da la certeza de que nuestros mártires
mexicanos, como nuestros familiares y amigos, y nosotros mismos, tendremos acceso a la vida
eterna si tenemos un grande amor por la Eucaristía, y dejamos que ella sea alimento de nuestra
existencia. Él nos lo dice: “Este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que
yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,50-51).
Sabemos que nuestros mártires mexicanos tuvieron un grande amor por Jesucristo
presente en la Eucaristía, sabemos que están vivos, celebramos su vida en Dios y su victoria en
Cristo. Pidámosle al Señor de la vida que nos conceda la gracia de tener mucho amor a la
Eucaristía a fin de que los niños, jóvenes y adultos podamos en Ella sentirnos plenos de esa vida
que sólo Dios nos puede dar.
Que la vida y muerte de nuestros mártires sea para nosotros motivo de orgullo y
motivación a ser santos. Ellos ya hicieron lo que debían en su momento y lo hicieron muy bien, a
nosotros corresponde, ahora, dar testimonio de que Cristo vive y que se encuentra actuante y
operante en medio de nuestra comunidad cristiana y católica, a fin de que el mundo crea en Dios
y en los cristianos.
Se pueden hacer, después de un breve espacio de silencio, algunas peticiones.
Todos de rodillas entonan un canto, mientras el sacerdote inciensa a Nuestro Señor,
presente en la Eucaristía.
Bendición
Oremos: Oh Señor, que nos dejaste en este Sacramento admirable el memorial de tu pasión,
concédenos a cuantos veneramos los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, recibir
abundantemente los frutos de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la bendición se sugiere hacer las siguientes alabanzas al Sagrado Corazón
de Jesús.
 Bendito sea el Corazón que nos revela el amor de Dios.
(La comunidad responde: Bendito sea el Sagrado Corazón)
 Bendito sea el Corazón que tanto amó al Padre.
 Bendito sea el Corazón que tanto amó a los hombres.
 Bendito sea el Corazón que proclama las bienaventuranzas.
 Bendito sea el Corazón suave y humilde que aligera nuestra carga.
 Bendito sea el Corazón que ofrece el perdón a los pecadores.
 Bendito sea el Corazón que recibió tanta ingratitud a cambio de su amor.
 Bendito sea el Corazón abierto por la lanza.
 Bendito sea el Corazón de donde surgió el agua del bautismo.
 Bendito sea el Corazón de donde surgió la sangre de la nueva alianza.
 Bendito sea el Corazón de donde nació la Iglesia.
 Bendito sea el Corazón que nos ha dado a María por madre.
Se termina con algún canto eucarístico
NOVENA EN HONOR A
LOS VEINTICINCO SANTOS MARTIRES MEXICANOS
Por Juan José Gloria
En la primera mitad del siglo XX, la Iglesia que peregrina en México sufrió una sangrienta persecución y
muchos cristianos alcanzaron la corona del martirio. A este grupo pertenecen San Cristóbal Magallanes y
veinticuatro compañeros, de los cuales veintidós son sacerdotes diocesanos y tres laicos que fueron
victimados por odio a la fe entre los años 1915 a 1937. Con admirable constancia perseveraron fieles a
su compromiso bautismal y a su identidad sacerdotal y ofrecieron su vida por Cristo Rey y Santa María de
Guadalupe.
PRIMER DIA
Señor, tu nos has bendecido con el ejemplo valiente de los veinticinco Santos Mártires Mexicanos,
sacerdotes y laicos; te pedimos que por su intercesión hagas que nuestra fe crezca y nuestro
espíritu de caridad se desarrolle lo suficiente para poder sentir por el prójimo lo que los mártires
sintieron por ti: un gran amor a tu hijo Jesucristo que comparte con nosotros su sacerdocio, su
carácter profético y su realeza santa, que nos emparenta con tu familia celestial y nos hace hijos e
hijas herederos del cielo.
Por intercesión de tus santos Cristóbal Magallanes, Román Adame Rosales y Rodrigo
Aguilar Alemán te pedimos nos bendigas en este día y nos concedas lo que ahora te pedimos.
(Se guarda un momento de silencio para hacer la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
SEGUNDO DIA
Eterno Padre, tú que reinas en el cielo y que por virtud de tu hijo Jesucristo, reinarás también en la
tierra, te pedimos que no tomes en cuenta nuestros pecados y debilidades, sino que por los méritos
de los veinticinco Santos Mártires Mexicanos nos concedas ser humildes y sabios como lo fueron
ellos, para que, inspirados por tu bondad, seamos capaces de discernir lo que es tu voluntad en
nuestra vida.
Te pedimos, por la sangre derramada por los mártires Julio Álvarez Mendoza, Agustín
Caloca y Luis Batis, en nombre de Cristo Rey, que nos bendigas en este día y nos concedas lo que
ahora te pedimos.
(Se guarda un momento de silencio para hacer la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
TERCER DIA
Señor Dios eterno, qué bueno y dulce es el Corazón Sacratísimo de tu Hijo que siempre está
atento a los sufrimientos de los enfermos y abandonados. Haz que, por la intercesión de los veinticinco Santos Mártires Mexicanos, podamos imitar a Nuestro Señor Jesucristo, trabajando por los
encarcelados, los enfermos y los que no tienen qué comer.
Permítenos que, por la intercesión de los Santos Mártires Mexicanos, podamos ser
personas generosas, sin ambición de lucro y posesiones materiales de esta tierra. Más bien,
oriéntanos para que empleemos nuestro tiempo y talentos en hacer el bien a nuestro prójimo que
más lo necesita.
Que por la sangre derramada por tus Santos Mártires: Mateo Correa, Atilano Cruz Alvarado
y Miguel de la Mora seamos lavados de todo egoísmo y superficialidad.
(Se guarda un momento de silencio para hacer la petición que se desee). Padre Nuestro,
Ave María, Gloria al Padre.
CUARTO DIA
Padre santo, todopoderoso, gracias te damos por darnos como ejemplo de caridad y de entrega
total a los veinticinco Santos Mártires Mexicanos que con su martirio han edificado todo un pueblo y
han dado santo orgullo a los pueblos que los vieron nacer y crecer. Te pedimos por todos aquellos
que tienen a su cargo la formación espiritual de los niños y jóvenes, los sacerdotes y catequistas,
para que pongan en nuestros niños y jóvenes la llama del amor divino y que por el ejemplo de los
Santos Mártires Mexicanos, crezcan en la entrega de su vida a la causa de Cristo Rey y Santa
María de Guadalupe.
Por la intercesión de tus Santos Mártires Pedro Esqueda Ramírez, José Isabel Flores y
Margarito Flores, te pedimos nos concedas esta petición.
(Se guarda un momento de silencio para hacer la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
QUINTO DIA
Dios todopoderoso, tú que permitiste que la Iglesia en México fuera perseguida para darnos el
ejemplo de los veinticinco Santos Mártires Mexicanos, concédenos que, por los méritos de estos
valientes santos, México siga siendo un país auténticamente católico y cristiano. Que su gente sea
ejemplo de virtud y generosidad. Que el continente americano se una al fervor de nuestro pueblo
mexicano por nuestra Señora de Guadalupe a quien los mártires veneraron con singular amor.
Concédenos que, por medio de los mártires David Galván Bermúdez, Pedro de Jesús
Maldonado y Jesús Méndez Montoya, nosotros también logremos ser fieles servidores y amantes
de nuestra Santa Madre Iglesia.
(Se guarda un momento de silencio para hacer la petición que se desee). Padre Nuestro,
Ave María, Gloria al Padre.
SEXTO DIA
Señor Dios eterno, tú sabes y conoces los sentimientos que lleva un sacerdote en su corazón. Tú
lo has elegido de entre los hombres para ser tu representante aquí en la tierra y ofrecer el Sacrificio
sagrado, junto con el pueblo de Dios. Concede a todos los sacerdotes, que, por la intercesión de
estos Santos Sacerdotes Mártires, logren ganar la batalla diaria contra las asechanzas del enemigo
y que deseen vivir siempre una vida santa y digna de ti y de su ministerio.
Te pedimos que, por la sangre derramada por Justino Orona Madrigal, Sabás Reyes
Salazar y José María Robles, concedas a todos los sacerdotes, en especial a los mexicanos, un
alto grado de pureza, entrega y caridad para que así edifiquen y construyan el Reino de Dios aquí
en la tierra y gocen con todos los mártires y santos en el cielo.
(Se guarda un momento de silencio y se hace la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
SEPTIMO DIA
Dios Padre eterno, tú sabes que entre los veinticinco Santos Mártires Mexicanos hubo también tres
jóvenes laicos que, unidos a su párroco, no vacilaron en dar sus vidas por la causa de Cristo Rey y
que, siendo solidarios con su pastor, fueron también llevados al matadero por ser fieles
trabajadores del Reino de Dios.
Concédenos, Señor, que por la intercesión de estos santos jóvenes Mártires Mexicanos se
siembre en muchos jóvenes el compromiso de luchar por un mundo más justo donde los pobres
tengan pan y los desamparados casa. Que por su intercesión nuestros jóvenes mexicanos sean
ejemplo de virtud y pureza para todos los jóvenes del continente americano.
Te pedimos que, por la intercesión de los Santos Mártires Manuel Morales, Salvador Lara
Puente y David Roldán, más laicos jóvenes, hombres y mujeres, se entreguen al trabajo de la
Iglesia, mano a mano con sus sacerdotes, religiosos y obispos.
(Se guarda un momento de silencio y hace la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
OCTAVO DIA
Señor, Dios Padre, tu Iglesia santa se construye y edifica a diario por los esfuerzos generosos de
todos aquellos que trabajan en tu viña por amor a Ti. Te damos gracias por el legado de nuestros
Santos Mártires Mexicanos.
Te pedimos hacer nuestras las características de su espiritualidad: su amor ardiente a la
Sagrada Eucaristía y a la Santísima Virgen; su amor a la iglesia y al Santo Padre; su paciencia en
los quehaceres cotidianos, el perdón fraterno y la defensa de los derechos humanos y cristianos.
Por intercesión de los Santos Mártires Toribio Romo González, Jenaro Sánchez, Tranquilino
Ubiarco y David Uribe Velázquez, podamos un día gozar con ellos en el cielo de la visión beatífica
de tu Santo Rostro.
(Se guarda un momento de silencio y se hace la petición que se desee). Padre Nuestro, Ave
María, Gloria al Padre.
NOVENO DIA
Dios Santo y Bendito, nos has permitido llegar hasta este día. Bendícenos juntamente con todas
aquellas personas que veneran la memoria de estos Santos Mártires Mexicanos. Bendice
especialmente a todas las personas que trabajan en la promoción de las causas de beatificación y
canonización, para que nuestros Santos sean reconocidos universalmente y se les dé el honor y
culto como es debido, porque su sangre no fue derramada en vano.
Te pedimos, además, que perdones, en tu misericordia infinita, a todos los que martirizaron
a estos Santos Mártires, ya que nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que ese debe ser el carácter
del verdadero cristiano. Su pérdida es nuestra ganancia.
(Se guarda un momento de silencio y se hace la petición que se desee). Padre Nuestro,
Ave María, Gloria al Padre.
VIACRUCIS EUCARISTICO
Escrito por San José María Robes Hurtado,
en Nochistlán, Zac., septiembre de 1916.
Prólogo
Uno de mis acerbos suplicios, dice santa Margarita María, era cuando se me aparecía el divino
Corazón y me decía estas palabras: "tengo sed, pero sed tan ardiente de ser amado de los
hombres en el Santísimo Sacramento, que me consume, y no encuentro a nadie que se esfuerce,
según mis deseos, en refrigerarme devolviéndome algo a cambio de mi amor".
Para responder a esta dolorísima queja del divino Prisionero del Sagrario, debemos dar a
nuestros actos de piedad, sean los que fueren, una forma tal, que pueda llamarse, en vigor,
Eucaristía. Es decir, que así nuestros pensamientos como nuestros afectos, lo mismo que
nuestras palabras que nuestras acciones, tanto nuestras alegrías como nuestras tristezas y
dolores, absolutamente todo, tenga su realización en Jesús, con Jesús y por Jesús en el
Santísimo Sacramento.
Si de esta manera debemos proceder en todos nuestros actos, con mayor y singular razón
tratándose del excelente y provechoso ejercicio del Viacrucis.
Los ultrajes, los sacrilegios y las abominaciones que se cometen contra Jesús
Sacramentado, ¿no exigen una especial reparación, cuando no son otra cosa, por desgracia, que
una nueva Pasión a la continuación de los padecimientos infinitos del Redentor, en su vida
mortal?
El mismo Jesús, en sus tiernas y frecuentes revelaciones a santa Margarita, su Discípula
predilecta, nos va a descubrir su Pasión en la Eucaristía. Contemplémosle con el alma transida
de pena y resueltos a consolarle.
"Mi Soberano me hizo ver el mal tratamiento que recibe de un alma que comulgaba
indignamente, donde le vi como atado, pisoteado y despreciado, diciéndome: "Mira cómo me
tratan los pecadores y cómo me desprecian".
"Un día, por unas almas que le recibían, no indignamente, pero sí con tibieza, mi Salvador
se me apareció todo desgarrado y desfigurado y me dijo: "He sido introducido a fuerza de
cordeles en sitios estrechísimos, guarnecidos por todos lados de puntas, de clavos y de espinas
que me han reducido a este estado". "Sentí muy vivo deseo de saber la explicación de aquellas
palabras, entonces nuestro Señor me dio a entender:
"Que los cordeles eran la promesa que nos hizo de darse a nosotros; la fuerza, su amor;
los sitios estrechos, son los corazones mal dispuestos, y las puntas del espíritu de orgullo".
"Otra vez oí una voz que me decía: "Mira, hija mía, el mal tratamiento que me da esa alma que
acaba de recibirme. Ella ha renovado todos los dolores de mi Pasión".
"Yendo un día a comulgar, distinguí la Sagrada Hostia resplandeciente como un sol cuyo
brillo, sin embargo, podía soportar. Nuestro Señor está en medio de una corona de espinas".
"Otra vez, en la Hostia, nuestro Señor se presentó a mí después de la santa Comunión, bajo la
figura de un ‘ecce homo’ cargado con su Cruz, todo cubierto de llagas y cadenas. Su sangre
adorable manaba por todas partes, y decía con voz dolorosamente triste: ¿No habrá nadie que
tenga compasión de mí y que quiera acompañarme y tomar parte de mi dolor, en este lastimoso
estado en que me han puesto los pecadores?
Tan sentidas quejas y estado tan lastimoso de Jesús en la Eucaristía ¿no nos han
revelado ya la Pasión cruelísima que sufre en su Cautiverio de amor? Jesús sufre mucho,
infinitamente, en el Sagrario.
Escuchemos aún otras de sus quejas, para más y mejor determinarnos a vivir una vida
toda eucarística.
"Verdad es, hija mía, que mi amor me ha hecho sacrificarlo todo por los hombres, sin que
ellos me den nada en cambio; lo cual me es mucho más sensible que cuanto he sufrido en mi
Pasión; tanto, que si me devolvieran algún amor en retorno, estimaría en poco todo lo que por
ellos hice, y querría hacer aún más si fuera posible; pero no tienen para corresponder a mis
desvelos en hacerles bien, sino frialdades y repulsas".
"He aquí el Corazón que ha amado a los hombres con tanto extremo, que no ha
perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles su amor, y por toda
correspondencia sólo recibe de la mayor parte de ellos, ingratitudes, significadas en los
desprecios, desacatos, sacrilegios y frialdades con que me tratan en este Sacramento de Amor.
Pero lo que más me lastima es que sean corazones consagrados a mi servicio los que obran así".
¿Permaneceremos fríos, nos cruzaremos de brazos ante estas quejas de Jesús,
resumidas en la que profiere el Profeta: "Busqué quien se afligiera conmigo y me consolara y no
le hallé".
"No, nos responde una santa religiosa y gran apóstol del Corazón Eucarístico, "las
personas consagradas a honrar al Sagrado Corazón de Jesús, deben reparar cuanto puedan,
con sus adoraciones, homenajes y alabanzas, los oprobios y desprecios a los cuales tuvo
expuesto el amor al Hijo de Dios, durante todo el curso de su santa vida y Pasión, y a los que aún
le expone todos los días en el Santísimo Sacramento del Altar. Deben, pues, aplicarse con
cuidado a honrar las penas interiores de este Corazón adorable, que le fueron más sensibles que
todos los dolores exteriores de su santa Humanidad".
De los conceptos anteriormente vertidos se desprende la poderosa razón de la existencia
del presente Viacrucis, escrito al pie del Sagrario, consagrado a las Almas Víctimas del Corazón
Eucarístico de Jesús, y sin otro fin que abrasar y consumir mi pecho y el de mis hermanos con el
fuego ardiente, con la caridad infinita del que sin cesar nos dice: "Mis delicias son estar con los
hijos de los hombres".
¡Jesús Hostia, divino Esposo de nuestras almas, haced que vivamos en el Sagrario y que
muramos de amor por Vos!
En el presente Viacrucis contémplase a nuestro Salvador así en su Pasión sangrienta
como en su Pasión eucarística. Los sufrimientos de Jesús en la ciudad deicida y sus sufrimientos
en el solitario o ultrajado Tabernáculo, constituyen una sola materia de meditación.
Con la Verónica, con las piadosas mujeres, con Magdalena y con María, nuestra afligida
Madre, acompañamos a Jesús desde el Pretorio hasta el Gólgota, ora enjugando su Faz divina,
ora llorando su Pasión, ya abrazándonos a su Cruz, ya ofreciéndole a su eterno Padre por
nuestra redención; más no nos detenemos aquí, sino que, de hinojos y con un corazón todo
amante y sacrificado, consolamos a nuestro Dios desde sus penas del Sagrario, hasta su nueva
Crucifixión en el pecho sacrílego que indignamente le recibe.
Nochistlán, Zac., viernes primero de septiembre de 1916.
Pbro. José María Robles Hurtado
ORACION PREPARATORIA
Creo firmemente, Dios mío, que estoy en vuestra presencia divina; os adoro desde el abismo de
mi nada y os doy gracias con todo mi corazón por los incontables beneficios que os dignáis
concederme.
Me humillo y confundo por lo mucho que os he ofendido. "He pecado, Padre mío, contra el
cielo y en vuestra presencia, no soy digno de llamarme hijo vuestro, pero admitidme siquiera
como uno de vuestros esclavos". "Señor, tened piedad de mí por vuestra misericordia infinita". Yo
os prometo con todo mi corazón y ayudado de Vos mismo, nunca más volver a ofenderos.
¡Perdón, Señor, misericordia!
Os suplico, Jesús mío, me otorguéis la gracia de practicar digna, atenta y devotamente
este santo ejercicio, imprimiendo en mi alma vuestros dolores infinitos y las virtudes de las cuales
sois ejemplar divino en vuestra sacratísima Pasión y en el Santísimo Sacramento.
Abrasad con vuestro amor mi helado corazón; obligadme a corresponderos ya con una
vida santa y unidme estrechamente con Vos, en la Eucaristía.
A Vos acudo también, Madre afligidísima, a Vos que fuisteis la primera en recorrer esta
senda del dolor, para ofreceros mi tierna compasión, y para que llenéis mi alma de los mismos
sentimientos que entonces experimentasteis.
Padre eterno, uno este santo ejercicio a los méritos infinitos de vuestro Hijo y a los dolores
de mi adorada Madre, y así unido, me atrevo a presentarlo a vuestra soberana Gracia. Dignaos
aceptarlo según las intenciones del Corazón Eucarístico de mi Salvador, y aplicad, os ruego
humildemente, todas las indulgencias que ganare en sufragio de las almas del Purgatorio. Así
sea.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
PRIMERA ESTACION
V.
R.
Adorámoste Cristo y bendecímoste.
Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Contemplación
Contempla, alma mía, a tu divino Redentor en el Pretorio. Es cruelísimamente azotado, coronado
con agudas espinas, burlado y sentenciado a muerte. Jesús todo lo sufre por tí en silencio y con
amor infinito.
Vuelve ahora tu mirada al Sagrario. Considera el silencio de Jesús y el amor sin medida
que te tiene, no obstante que con tus irreverencias, pensamientos malos, afectos pecaminosos y
demás crímenes, de continuo lo azotas, escarneces, coronas con bárbara crueldad y sentencias
a muerte.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Vos inocentísimo, y yo el abominable reo que merece sentencia de muerte eterna; pero no la deis
contra quien tanto os ha costado, os prometo no más pecar, imitaros en vuestro silencio en medio
de mis penas y volveros amor por amor.
Madre llena de dolor...
Jesús mío, misericordia.
Las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
SEGUNDA ESTACION
V.
Adorámoste....
Contemplación
Jesús es cargado con la pesadísima cruz de tus iniquidades. Con qué alegría, con cuánto amor la
recibe, la abraza, la estrecha contra su divino Corazón y la lleva por tí.
También en el Sagrario, ¡qué cruces tan pesadas cargas sobre Jesús: tus frialdades,
ultrajes y tal vez sacrilegios! Y Jesús abraza estas cruces con amor infinito y las aceptaría aún
más pesadas con tal de ganarte, alma mía.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Es cierto que os he cargado con las cruces de mis iniquidades; pero yo os prometo aliviaros con
mi respeto, alabanzas, amor y reparaciones a Vos en el Sagrario, y con la aceptación amorosa
de todas las cruces que os dignéis mandarme.
Madre llena de dolor...
TERCERA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús cae por primera vez bajo el peso de la Cruz. Tu Salvador yace por tierra, su rostro divino,
encanto de los cielos, confundido con el asqueroso polvo.
A Jesús en la Eucaristía no le faltan mortales caídas. Muchas veces habrá tenido que
descender, por fuerza de la obediencia a sus ministros, a tí, mal dispuesto a recibirle. Jesús se ha
visto entonces obligado a unir su Corazón Santísimo contigo, tierra sucia y hedionda, charca de
vicios. ¡Qué humillación, qué caída, qué amor de Jesús!
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Cómo me angustio, Dueño mío, al considerar vuestra caída bajo el peso de la Cruz y las
incontables que habéis sufrido, con tanta paciencia, viniendo Sacramentado a mi corazón.
Perdónadme, Señor, y ya me apresuro a levantaros con mi arrepentimiento y a consolaros con el
firme propósito de jamás acercarme a la Mesa de los Ángeles sin una fervorosa y digna
preparación.
Madre llena de dolor...
CUARTA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
María encuentra al Hijo de sus entrañas en la calle de la amargura. ¿Cómo le ve? Sangre, lodo y
esputos velan su encantadora Faz. Agudas espinas ciñen sus sienes; su cuerpo es una fuente de
sangre. La Madre sufre el más cruel de los martirios, contemplando de esta suerte a su Hijo
Divino.
El Sagrario es frecuentemente calle de amargura para María; ahí contempla a su Jesús de
nuevo perseguido, llagado, agonizante por los crímenes de sus mismos hijos.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Virgen dolorosa y Madre tiernísima, cese vuestro llanto, cese vuestra agonía. El verdadero
culpable y verdugo, así como de Jesús, os ofrece sus lágrimas y su dolor; y os promete no olvidar
vuestras penas, amaros con todo el corazón y, unido a Vos, amar sin medida a vuestro Hijo en la
Eucaristía.
Madre llena....
QUINTA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Los sayones obligaron al Cireneo a llevar la Cruz del moribundo Salvador, no porque la
compasión los moviera a ello, sino para tener el infernal capricho de contemplarle crucificado en
el Gólgota.
Desde el Tabernáculo, Jesús está continuamente pidiendo un Cireneo que le consuele y
repare con amor y servicio las ingratitudes de sus hijos. ¿No habrá un alma que quiera
sacrificarse por mí? Busco una víctima para mi Corazón, ¿dónde la hallaré?
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Si hasta ahora he sido vuestra cruz, de hoy para siempre seré vuestro Cireneo; he oído vuestras
angustiosas quejas y me determinan a deciros desde lo íntimo de mi alma: Yo quiero sacrificarme
por Vos, Víctima vuestra quiero ser, dadme vuestra cruz, dadme vuestro amor, nada más os pido.
Madre llena...
SEXTA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
La Verónica enjuga con su velo el rostro de Jesús. No la retraen de acto tan piadoso, ni la
ferocidad de los verdugos, ni el temor de aparecer ella sola como la única que no se avergüenza
del divino Sentenciado a la muerte en cruz.
Aunque pocas, pero no faltan almas abrasadas de amor por la Eucaristía; almas que,
hollando el infierno, el funesto qué dirán del mundo y su propia flaqueza, tienen su morada en el
Sagrario y ahí, como otras Verónicas dulcifican las amarguras de Jesús con sus constantes
reparaciones. Alma mía, ¿no envidias morada y ocupación tan santas?
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Bien conocéis y sufrís hondamente mi debilidad y bajeza al obrar a impulsos de mis pasiones y
del respeto humano. ¡Cuántas veces, a la sombra del qué dirán, os he abandonado y he
renegado de Vos! ¿Qué hacer ahora? Venceré mis pasiones, pisotearé el respeto humano y
viviré con Vos en el Sagrario.
Madre llena...
SEPTIMA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús cae por segunda vez en tierra. Sus dolores son más intensos que en su primera caída.
Con qué dificultad se levanta, le falta el aliento. Y a medida que decrece su fortaleza, se
multiplica el encarnizamiento de sus verdugos. A golpes y fuertes sacudidas, como si tu Dios
fuera una bestia, le obligan a proseguir.
Así de crueles y humillantes son las segundas caídas de Jesús Hostia, al ser recibido
sacrílegamente por aquellos corazones que han gustado las delicias de su amor, y a quienes
incontables veces ha dado el abrazo y el ósculo del perdón. ¿Has sido tú del número de estas
almas verdugos?
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
He abusado de vuestro amor paciente; me he escudado con vuestra misericordia para ofenderos
con más saña y libertad. Perdón, mil veces perdón, y haced que vuestras misericordias las
aproveche en lo venidero para reparar con todos mis actos, los sacrilegios que sufrís en el
Santísimo Sacramento.
Madre llena....
OCTAVA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús consuela a las hijas de Israel. ¡Oh caridad incomparable del Salvador! Hállase sumergido
en el mar amargo de todas las angustias y de todos los dolores y, no obstante, como que olvida
sus propios tormentos para consolar a las afligidas mujeres que lloraban por Él.
No de otra suerte, sino como Consolador divino, aparece Jesús en el Sagrario. A los que
sufren, a los que lloran, a los fatigados por la Cruz, a todos sin excepción llama y dice: "Venid a
Mí y yo os aliviaré". Ve, alma mía, vuela al Corazón de Jesús que te espera en su prisión de
amor. El te dará paz, consuelo, fortaleza y perseverancia.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Consoladme, Jesús mío; Vos no ignoráis mis necesidades y mis angustias; y enseñadme, como
a las hijas de Jerusalén, a llorar primero mis pecados que se han multiplicado sobre los cabellos
de mi cabeza, para llorar después, con un corazón muy puro, vuestra sacratísima pasión.
Madre llena...
NOVENA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús cae por tercera vez en tierra. Si su omnipotencia y el deseo infinito de padecer aún más
por tí, no le animaran, no hubiera podido levantarse. Tan lastimoso fue la caída de tu Salvador.
¡Se levanta por fin! contempla la cumbre del Calvario y agonizante, pero gozoso sigue subiendo.
Estas terceras, mortales caídas y dolorosas sobre toda ponderación, las sufre Jesús en la
Eucaristía al descender al criminal corazón de las personas que le están especialmente
consagradas. "Si mi enemigo me ultrajase, los sufriría ciertamente", pero que tú, hijo mío, que te
sientas conmigo a la Mesa, que tú me ultrajes, ¡Ah! no lo puedo sufrir.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Os agradezco con vuestro mismo amor infinito la paciencia que me habéis tenido. ¡Cuánto me
amáis y a qué precio tan subido me habéis rescatado! A vuestro ejemplo, os prometo levantarme
siempre que tenga la desgracia de caer, subir gozoso el Calvario que me preparéis y reparar con
especialidad las ofensas que recibís de vuestras almas predilectas.
Madre llena de dolor....
DECIMA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Bárbaramente arrancan a Jesús sus vestiduras, renovando todas sus llagas y exacerbando todos
sus dolores. Pero sobre todo considera, alma mía, la afrenta que recibe tu Redentor y la
vergüenza que sufre al quedar desnudo ante la soldadesca. ¡Cómo satisface por las
deshonestidades! Mil cruces le hubieran sido menos duras que este ultraje a su santidad.
Contempla la desnudez de Jesús en el Sagrario. ¡Qué pobreza! Los palacios de los
hombres recubiertos de oro y seda; mientras que él, olvidado Tabernáculo carece, a las veces,
aún de los blancos pañales de Belén. Es más pobre que la pobre choza del mendigo.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Me avergüenzo y arrepiento de mis impurezas, causa de vuestra afrentosa desnudez; y os pido,
por esta vuestra pena, imprimáis en mi alma un odio constante e inmenso a vicio tan detestable y
bestial. Desnúdame de todo apego a las criaturas y cubridme con el ropaje de vuestra gracia,
para abrigaros con él siempre que tenga la felicidad de recibiros en mi pecho.
Madre llena...
UNDECIMA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús es clavado en la Cruz. Le mandan los verdugos se tienda sobre ella y obedece al punto.
"Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz". Taladran después con gruesos clavos
sus santísimos pies y manos. Contempla alma mía, a tu Padre; te espera con los brazos abiertos.
El amor tiene como clavado a Jesús en la Eucaristía. "Estaré con vosotros hasta la
consumación de los siglos" "Mis delicias son estar con vosotros, hijos de los hombres". Y la
obediencia de Jesús en este Sacramento, ¡qué incomprensible es! Aunque el sacerdote sea otro
Judas, le obedece ciegamente ¿Qué responderás de tu falta de sujeción, de tu habitual
desobediencia a tus superiores?
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia, yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Para enseñarme a obedecer, Vos, nuestro Dios, os sujetáis a vuestros verdugos; y yo, vilísima
criatura, a Vos mismo desobedezco, como otro ángel rebelde. Pero, Salvador y modelo mío, ya
no será así; os prometo sujetarme pronta, voluntaria y ciegamente a todos mis superiores, sean
quienes fueren.
Madre llena...
DECIMASEGUNDA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Jesús muere en la Cruz. "E inclinando su cabeza entregó su espíritu". Alma mía, contempla, si
puedes, tu obra. No los sayones, sino tus propios pecados han arrancado la vida a tu Salvador.
¿Aún no estás satisfecha? Jesús no puede hacer nada más por ti; su Inmaculada Madre, su
sangre, su vida, todo te ha entregado.
La muerte de Jesús se repite sin cesar en nuestros altares. Bajo las especies de pan y de
vino es inmolado por el Sacerdote y ofrecido al Padre como Hostia de propiciación por los
pecados. También aquí se entrega totalmente a sus hijos: cuerpo, sangre, alma y divinidad, todo
se da a quien le quiere recibir. Jesús en el Sagrario ¿qué más puede hacer por tí?
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Yo, inhumano, os he dado la muerte, y Vos, misericordiosísimo, me habéis dado la vida y vida
terna. "¿Qué volveré al Señor por todos sus beneficios?" Aquí estoy, Señor, dispón de mí, según
vuestra divina voluntad. Más, no sé ni puedo deciros.
Madre llena de dolor...
DECIMATERCERA ESTACION
V.
Adorámoste...
Contemplación
Bajan de la Cruz el cuerpo divino del Salvador y le depositan en los brazos de su afligidísima
Madre. ¿No conocéis a vuestro Hijo, Señora? Es el mismo "hermosísimo entre los hijos de los
hombres que llevabais a vuestros pechos virginales. Su amor lo ha desfigurado. Y tú eres, alma
mía, el reo y eres también el verdugo.
El sacerdote puede bajar algunas veces a Jesús, Hostia del Sagrario donde ha sido
ultrajado, al corazón de verdaderos amantes, de almas que saben, como María, compadecer a su
Dios y lavar y ungir su destrozado cuerpo con lágrimas de arrepentimiento y con besos de amor.
Sé tú, alma mía, no ya verdugo, sino del número dichoso de estas almas reparadoras.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Virgen dolorosa, yo quiero reparar mi crimen y así mitigar vuestro quebranto; para conseguirlo,
adóptame por hijo, hacedme participante de vuestros dolores y dadme con largueza vuestra
compasión y amor siempre que tenga la felicidad de recibir a vuestro Jesús en la Eucaristía, para
consolarle y amarle dignamente.
Madre llena....
DECIMACUARTA ESTACION
V.
Adorámoste....
Contemplación
La Santísima Virgen deja el cuerpo de su Hijo en el sepulcro y ahí deja también su purísimo y
lacerado Corazón, como guardia fiel que cuida el más rico de los tesoros. María tiene que volver
a la ciudad deicida. "¡Grande como el mar es su quebranto!", "¡Oh vosotros que cruzáis por el
camino de la vida, atended y ved si hay dolor semejante a su dolor!"
El Sagrario es, ¡ay! por el abandono en que se halla, un sepulcro para el Corazón amante
de Jesús. Ahí está Él, por el amor infinito que te tiene, real y verdaderamente presente, de día y
de noche y siempre esperándote. Alma mía, enciérrate con Jesús en el Sagrario, haz ahí tu
morada eterna. Jesús es tu tesoro, tu corazón, tu bienaventuranza.
Oración
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Recibid, en reparación de mis crímenes que claman venganza al cielo, mi última y la más
fervorosa y humilde de mis promesas: llorar mis pecados, nunca más ofenderos, vivir con Vos en
el Tabernáculo y trabajar cuanto pueda, por vuestra gloria.
Corazón Eucarístico de mi Dios, si tengo que separarme del Sagrario por mis deberes,
concededme el inmerecido don de que mi alma jamás se separe de este divino Nido, testimonio
el más elocuente del infinito amor que me tenéis. Ahí, en el Sagrario quiero vivir eternamente.
Madre llena de dolor...
ORACION FINAL
Amabilísimo Redentor mío, con el alma transida de dolor os he seguido, paso a paso, en vuestros
sufrimientos infinitos; he visto vuestro rostro ensangrentado, vuestras sienes heridas, vuestros
hombros surcados, vuestra espalda desgarrada, vuestros pies y manos atravesados, vuestro
Corazón abierto de par en par, y todo vuestro cuerpo exangüe y sin parte sana: desde la coronilla
de la cabeza hasta la planta de los pies, sois una llaga y "más parecéis gusano que hombre".
Mis pecados, con furia infernal, os han destrozado a Vos, Víctima inocentísima y divina.
A la vez que os contemplaba en el Pretorio, en la calle de la amargura y en el Gólgota, os
veía también en el Sagrario, y pude descubrir, Jesús mío, que aquí, donde no debíais de tener
sino gratitud, el servicio y la alabanza de vuestros hijos, tenéis de ellos y particularmente de mí,
cruces, espinas, clavos, azotes, hiel y vinagre de nuestras frialdades, ultrajes, sacrilegios y mil
otras abominaciones que sólo Vos, de paciencia y misericordia infinitas, podéis tolerar.
¡Ah!, cuánto me pesa haberos ofendido y con qué profunda e inmensa gratitud quiero
corresponder a vuestras finezas. Ahora, especialmente, os agradezco las gracias que en este
santo ejercicio me habéis otorgado, y las resoluciones que me habéis hecho formar; dadme
vuestro auxilio poderoso para cumplirlas fielmente.
No tengo, Señor, sino este miserable corazón, pero animado de muy buenos deseos, os lo
entrego para siempre. Recibidlo con agrado y dignaos imprimir en él, os ruego nuevamente,
vuestra Pasión, vuestras virtudes, un odio a muerte al pecado y hambre y sed insaciables de vivir
con Vos en el Sagrario y de recibiros así diaria como dignamente.
Y Vos, Madre mía, reina de los mártires, aceptad una vez más mi tierna compasión y no
me olvidéis.
sea.
Asistidme en mi postrera agonía y, en vuestras manos, presentad mi alma a Jesús. Así
ORACIÓN DE LOS FIELES I
Al celebrar a los Santos Mártires Cristóbal Magallanes y Compañeros, que hicieron de su vida
una entrega generosa al Evangelio, invoquemos la ayuda divina sobre la Iglesia y sobre todos los
hombres.
1. Para que la Iglesia promueva, en todos los niveles, la fidelidad al Evangelio, como signo
de amor a Dios y a los hombres. Roguemos al Señor.
2. Para que el Señor ayude a los obispos y sacerdotes a guiar a sus comunidades con su
vida y ejemplo, como lo hicieron los Santos Mártires Cristóbal Magallanes y Compañeros.
Roguemos al Señor.
3. Para que todos los cristianos aprendamos a resolver nuestros problemas, a la luz de la fe.
Roguemos al Señor.
4. Para que el ejemplo de los Santos Mártires de Cristo Rey contribuya a que los jóvenes
descubran su vocación cristiana. Roguemos al Señor.
5. Para que cuantos celebramos la santidad de Cristóbal Magallanes y Compañeros,
recibamos el auxilio de su intercesión. Roguemos al Señor.
Dios todopoderoso, te rogamos que derrames sobre nosotros tu gracia salvadora y nos concedas
servirte con entrega generosa, amando a nuestros hermanos, con amor incansable. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES II
Celebrando a nuestros Santos Mártires Cristóbal Magallanes y Compañeros, que con la sangre
sellaron su fe en Cristo, imploremos humildemente al Padre que con su gracia les hizo fuertes en
el combate.
1. Por los pastores y fieles de la Iglesia: para que sus vidas sean testimonio de fe y estén
dispuestos a confesar a Cristo con su sangre. Roguemos al Señor.
2. Por los perseguidores de la Iglesia: para que la sangre de los mártires les obtengan la
conversión, y puedan unirse a ellos en el reino eterno. Roguemos al Señor.
3. Por los sometidos a prueba y los perseguidos: para que la fuerza del Señor, que hizo
triunfar la debilidad de los mártires, les dé también a ellos valor en su tribulación.
Roguemos al Señor.
4. Por cuantos estamos aquí reunidos: para que, lavados en la sangre del Cordero, seamos
contados entre los elegidos, y con los mártires de Cristo Rey, participemos del reino
eterno. Roguemos al Señor.
Escucha, Dios de bondad, nuestras súplicas y, por la intercesión de tus Santos Mártires Cristóbal
Magallanes y compañeros, concédenos con bondad cuanto te hemos pedido con fe. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES III
Recordando a los santos Cristóbal Magallanes y Compañeros que supieron amar a Dios y a los
hermanos hasta dar su vida en testimonio de la fe, pidamos al Padre celestial que escuche la
oración de su Iglesia.
1. Por la santa Iglesia: para que sea siempre fiel a Dios y atenta al bien de todos los
hombres. Roguemos al Señor.
2. Por el Papa y los obispos: para que Dios les infunda su Espíritu para que proclamen con
valentía el evangelio de Jesucristo. Roguemos al Señor.
3. Por los pobres, los que lloran, los perseguidos, los que trabajan por la paz, que tengan la
gozosa certidumbre de que el Reino de los cielos les pertenece. Roguemos al Señor.
4. Por los servidores de la fe, de la justicia, del amor a los hermanos: para que encuentren
apoyo y comprensión en los creyentes. Roguemos al Señor.
5. Por cuantos celebramos la Eucaristía: para que reafirmemos nuestra capacidad de beber
el cáliz del Señor en los sufrimientos que nos exija nuestra fidelidad a Jesucristo.
Roguemos al Señor.
Concédenos, Padre, ser testigos fieles del Evangelio de tu Hijo en el mundo; haz que sepamos
servir a nuestros hermanos en la verdad, el amor y el cumplimiento de tu voluntad. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.