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Hermandades de Gloria.
Año de la Fe
1
Queridos hermanas y hermanos:
1. Al dirigirme, una año más, al
numeroso grupo de fieles que, en toda
la geografía diocesana, celebráis pronto
vuestras fiestas titulares, siguiendo
arraigadas costumbres locales y familiares, debo, antes de nada, animaros y
compartir vuestra alegría y la de vuestras familias. Dios les sonríe en sus
devociones a través de la Santísima
Virgen y los Santos de vuestra devoción. Os bendice y escucha vuestras
súplicas. Pedid también por mí, como lo
hago por vosotros.
2. El Papa Pablo VI en Evangelii
nuntiandi, nos dice que en la piedad
popular se manifiesta “una sed de Dios
que sólo pueden conocer los sencillos y
los pobres”. Por otra parte, subraya,
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esta religiosidad“hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo,
cuando se trata de manifestar la fe.
Comparte un hondo sentido de los atributos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y
constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse
en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana,
desapego, aceptación de los demás,
devoción” (Evangelii nuntiandi, 48).
3. Acerquémonos también en su
vigésimo aniversario al Catecismo de la
Iglesia Católica, podemos leer que:
“Además de la liturgia sacramental y
de los sacramentales, la Catequesis
debe tener en cuenta las formas de
piedad de los fieles y de religiosidad
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popular. El sentido religioso del pueblo
cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas narradas de
piedad en torno a la vida sacramental
de la Iglesia: tales como la veneración
de las reliquias, las visitas a los santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el vía crucis, las danzas religiosas,
el rosario, las medallas, etc.” (n, 1674).
Esta doctrina procede de los Concilios de Nicea y de Trento, con la advertencia siempre de que estas ricas
expresiones de religiosidad nunca deberían sustituir a la vida litúrgica, sino ser,
más bien prolongación de la misma,
como se indica asimismo en el Concilio
Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, nº 13.
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4. Os invito y exhorto para que
desde la preparación conveniente de
estas fiestas religiosas aflore y se acreciente la fe de cada bautizado y la de
todo el pueblo de Dios.
En este Año de la Fe nos indica el
Papa emérito Benedicto XVI: “Por la
fe, hombres y mujeres de toda edad…
han confesado a lo largo de los siglos
la belleza de seguir al Señor Jesús allí
donde se les llamaba a dar testimonio
de su ser cristianos: en la familia, la
profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que
se le confiaban. También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento
vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vida y en nuestra historia” (Porta
fidei, nº 13).
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Finalmente, en la Homilía del Santo
Padre Francisco, el reciente regalo del
Señor a nuestra Iglesia, el día de la
inauguración de su Pontificado, nos
decía a todos los católicos del mundo:
“Hoy, ante tantos cúmulos de cielo
gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismo esperanza.
Custodiar la creación, cada hombre y
mujer, con mirada de ternura y de
amor, abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes, llevar el calor de
la esperanza… para nosotros los cristianos la esperanza que llevamos tome
el horizonte de Dios, que nos ha abierto
en Cristo y está fundado sobre la roca
que es Dios” (Homilía, Día de S. José).
Fe y esperanza, que se traduce en
amor a nuestros hermanos. Bajo coor6
denadas tan seguras celebremos la alegría de nuestra fe, compartiendo con los
demás.
Con mi saludo y bendición.
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ,
OBISPO DE JAÉN
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