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Creer Celebrar Vivir
LA EUCARISTÍA
Asamblea
Durante este tiempo para creer, celebrar y vivir la Eucaristía, todos tenemos la oportunidad de reflexionar en los grandes misterios de nuestra fe,
con un enfoque en la oración
por excelencia, la Misa. Como
es de esperarse empezaremos
en orden con: la reunión de la
asamblea, la procesión de entrada y el canto inicial.
Llamado al Culto
“Es domingo en la mañana.
Usted decide ir a Misa. O, mejor dicho Dios decide por usted. Dios nos saca de la soledad y aislamiento, nos hace un pueblo que vive de fe y cuya
unidad es Cristo,” escribe el Cardenal Jean-Marie
Lustiger, arzobispo de París recientemente fallecido. “Sí, debemos considerar que es gracia de Dios
el haber sido `elegidos' como miembros de su
pueblo, `para servir en su presencia,' ser convocados en su iglesia, el cuerpo de Cristo” (Lustiger,
La Misa, pg. 11).
Vamos a Misa no porque tenemos tiempo, porque
nos provoca, o porque es un deber. Vamos en respuesta a un llamado. Al ir a Misa cada domingo, le
estamos permitiendo a Dios que nos convoque.
Cuando el pueblo de Dios se reúne, la Iglesia de
Dios se hace visible. Muchos y diversos individuos
unidos se convierten en algo nuevo. Se convierten
en una comunidad a la cual le ha sido confiada una
tarea que nadie podrá cumplir por ellos: Ser el
Cuerpo de Cristo en este lugar, en este momento.
La unidad es realmente más poderosa que las partes individuales.
La entrada
¡La procesión no comienza con
el canto de entrada! Usted
podría decir que comienza
cuando alguien llega para encender las luces y abrir las puertas. Esta procesión tiene lugar
con la llegada de los fieles de
toda dirección -a pie, en carro,
en autobús, en taxi, en la van y
quizá también en barco- para
saludarse y tomar sus lugares en
la Iglesia. Ésta es la verdadera
procesión de entrada, los ministros ordenados
simplemente la cierran. La entrada formal es un
emblema de lo que ya ha comenzado a suceder.
Vemos aquí a un pueblo que deja de ser un grupo
cívico u otro tipo, para convertirse en una comunidad litúrgica. Pero hay algo más, porque la procesión no se trata solo de nosotros. Es ante todo
la presencia viva de Cristo entre nosotros. Cuando
la cruz entra a la iglesia, nos ponemos de pie, el
más sencillo de los gestos, pero un poderoso signo
de atención y respeto. Hemos visto ya que es el
Dios vivo quien nos reúne aquí, aunque pensemos
que hemos llegado por iniciativa propia. La cruz
nos conduce y su paso solemne nos recuerda que
el pueblo peregrino de Dios no tiene nada que temer. Su destino es seguro y su guía no puede perderse. Las velas son símbolo de una presencia viva, las velas al lado de la cruz nos recuerdan que
adoramos una cruz viva, un árbol floreciente, vivo
y dador de vida.
La procesión señala otros signos de Cristo: Los
ministros llevan velas junto al libro de los Evangelios, porque, según el concilio Vaticano II, “Es
Cristo quien habla cuando son proclamadas las
Escrituras en la Iglesia” (Constitución sobre la sagrada
liturgia [CSL] #7).
El sacerdote que preside la celebración es otra muestra de la presencia
de Cristo. Esto es quizá más obvio en
las vestiduras que usa. En el siglo IV
un comentarista cristiano escribió,
“Su traje externo es más sublime que
él mismo”; el sacerdote que preside
“no usa vestidos comunes y corrientes, ni su traje externo es ordinario; lo
envuelve una vestidura de lino fino y
brillante” (Martimort, Principios de la
liturgia, p. 189). La vestidura exterior
nos muestra una realidad interior, el
sacramento por el cual el sacerdote puede actuar
en persona Christi, en la persona de Cristo, durante
la celebración Eucarística. El sacerdote es el último en entrar, significando que cuando él “se integra a la comunidad que celebra, la Iglesia, el Cuerpo del Señor resucitado, con su cabeza y sus
miembros, alcanza la totalidad” (Deiss,The Mass, p.
17).
Canciones potentes
La canción que acompaña la entrada de los ministros es una parte esencial de la reunión del pueblo
de Dios. No solamente propone el tono o explica
el tema del día (puede ser ambos), sino que logra
algo. La canción es la primera actividad de la comunidad reunida en Cristo, que está presente
cuando la Iglesia ora y canta (CSL #7). El canto
comunitario suena como unidad, y también ayuda
a crearla. Mientras el pueblo se une en la
canción, dice el cardenal Lustiger, “una
comunión de oración y alabanza se forma entre los hombres y las mujeres que
se encontraban hasta entonces separados
y a menudo extraños entre sí. Juntos,
con un solo corazón, comienzan a cantarle a Dios, la misma aclamación o
súplica” (Lustiger, P. 31). Algunos cantamos con belleza profesional, la mayoría
cantamos con belleza natural, pero en la
Misa todos cantamos. Como dijo en sus
“direcciones para cantar” (1761) el gran
predicador y compositor Metodista John Wesley:
“Cante… no permita que el mínimo grado de debilidad o cansancio sea de obstáculo. Si el canto es
una cruz para usted, tómela, cárguela y se le convertirá en bendición. Cante con energía y ánimo” (prefacio para Melodía Sagrada). Wesley sabía
que quienes cantan y oran juntos ya no son desconocidos: empiezan a experimentar la unidad en
Cristo. San Agustín sentía igual: ¡“Cómo lloré,” él
escribió, “movido profundamente por sus himnos,
cantos y voces que hicieron eco a través de la Iglesia! ¡Cuánta emoción experimenté en ellos! Esos
sonidos llegaron a mis oídos, destilando la verdad
en mi corazón. Una sensación de devoción surgió
dentro de mí y las lágrimas corrieron por mis mejillas - lágrimas que me hicieron bien” (Confesiones,
citado en el Catecismo de la Iglesia Católica #1157).
Preguntas para reflexión y discusión
• ¿Qué le hace venir a misa cada domingo? ¿Dónde y cuándo empieza usted la "procesión"? ¿Qué espera
usted de la misa dominical?
• ¿Puede recordar algún momento en que una canción le haya conmovido profundamente o le haya hablado de una manera especial?
• Describa una Misa que lo haya empeñado plenamente. ¿Qué la diferenció de otras?
• ¿Se siente conectado, uno en Cristo con su Comunidad? Si lo hace, ¿qué le ayuda a sentirse conectado? Si
no, ¿qué es lo que falta? ¿Puede recordar un momento en el cual haya visto la presencia de Cristo en la comunidad que le rodea?
• ¿Generalmente qué espera usted de la Misa? ¿Qué espera la Misa de usted?
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