Download Echa un vistazo. - Desclée De Brouwer

Document related concepts

Eucaristía wikipedia , lookup

Mediator Dei wikipedia , lookup

Sacramentum caritatis wikipedia , lookup

Sacramento (catolicismo) wikipedia , lookup

Hostia wikipedia , lookup

Transcript
Timothy Radcliffe O. P.
¿POR QUÉ HAY QUE IR
A LA IGLESIA?
El drama de la Eucaristía
DESCLÉE DE BROUWER
BILBAO – 2009
ÍNDICE
Prólogo
Canterbury . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Acto 1: Fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Escena 1: La
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
del arzobispo de
bienvenida .
Escena 2: “¡Heme
aquí!” . .
Escena 3: “¿Cómo
podrá ser esto?” .
Escena 4: Se
levantó
María
Escena 5, Parte 1: Creemos
y
de la tierra . .
y en el
Escena 6: “Pedid,
y fue con presteza . .
en
Dios,
. . . . . . . . . 75
91
creador del cielo
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
Escena 5, Parte 2: Creemos
de Dios,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . en
Jesucristo,
el
Hijo
único
Espíritu Santo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
y se os dará” . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
10
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
Acto 2: Esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Escena 1: Preparación
Escena 2: La
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
muerte fuera del campamento .
Escena 3: “Las
Escena 4: La
de los dones
. . . . . . . . . . . . . 167
piedras fértiles truenan por todos lados” .
traición convertida en entrega . .
. 183
. . . . . . . . . . . 195
Acto 3: Amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Prólogo: Reconocer
Escena 1: Padre
Escena 2: “La
a
Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
nuestro . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
paz sea con vosotros” .
Escena 3: “Echad
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
la red a la derecha de la barca” .
Escena 4: “Venid
y comed” .
Escena 5: “Como
el
Padre
. . . . . . . 265
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
me envió, así yo os envío” . .
. . . . . 293
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
PRÓLOGO
Arzobispo de Canterbury
“El drama inadvertido tiene lugar en el centro de nuestra condición
humana”: esta sorprendente afirmación aparece en las primeras páginas del atractivo y penetrante libro de Timothy Radcliffe. Y en él se
nos dice que la respuesta a la pregunta que figura en el título demostrará tener que ver con el hecho de que la “iglesia” nos permite ser
humanos de una forma que no hallaremos en ningún otro lugar.
El autor hace uso de una experiencia excepcionalmente amplia del
ministerio sacerdotal. Cuando describe en qué consiste expresar la
gratitud y la alabanza en medio de unas condiciones asociadas al peligro y la pobreza más extremas, sabe de qué está hablando; y uno de los
elementos más conmovedores y distintivos del libro es la forma en que
el autor transmite las penetrantes intuiciones de sus hermanos y hermanas dominicos repartidos a todo lo largo del mundo, en el ejercicio
de sus ministerios tan diversos y con frecuencia desempeñados a costa
de grandes pérdidas y sacrificios.
Mientras nos conduce a través de uno de los dos acontecimientos
más importantes que tienen lugar en la iglesia –la celebración de la
santa comunión− el autor nos muestra que la andadura en dirección al
corazón de la propia entrega de Jesús es también el descubrimiento de
quiénes somos y de lo que llegaremos a ser en Cristo. El drama que
yace en el centro de nuestra condición humana tiene que ver con nuestra reticencia a ser humanos; y el don que nos ofrece la Iglesia es el
12
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
recurso y el coraje de adentrarnos en el mundo de Jesucristo y emprender la tarea de volver a ser humanos −una y otra vez, dado que nuestra
reticencia no dejará de reaparecer. Pero si verdaderamente damos este
paso, el paisaje se transforma: los extraños se vuelven menos amenazantes, se hace más posible vivir con nuestros fracasos y humillaciones, y puede incluso que vislumbremos la vaga idea de lo que significa
afirmar que la vida humana ha sido creada para participar gozosamente de la propia vida de Dios. Y más aún −nos convertimos en embajadores de este nuevo mundo, tratando, dondequiera que nos encontremos,
de hacer saber a los hombres y a las mujeres que la violencia y la muerte no tienen la última palabra por lo que respecta al género humano.
Es un gran placer poder presentar la obra de uno de los predicadores más vivaces y creativos del evangelio dentro de la Iglesia católica
romana actual; y espero que estas páginas nos recuerden a todos que,
al margen de las tensiones y de los asuntos pendientes que todavía
persisten entre nuestras iglesias históricas, el compromiso esencial es
idéntico. Y no es otro que permitir que el Dios de la Santa Trinidad, a
través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, toque el corazón
de nuestra humanidad y, como dice Timothy en las últimas palabras
de su libro, “nos haga libres de ser enviados” en el nombre de Dios, a
anunciar la sanación y la alegría a la totalidad de la creación.
Sólo una visión semejante puede hacernos salir de la cama los
domingos por la mañana, como acertadamente nos recuerda el autor.
“Nuestro deber y nuestra dicha” tienen que afirmarse conjuntamente,
para que vengamos a adorar a Dios con la confianza de que es aquí
donde estamos más enteramente en nuestra casa, con nuestro Creador y Redentor −y también más plenamente con nosotros mismos.
† Rowan Cantuar:
Lambeth Palace
Fiesta de San Miguel Arcángel, 2008
INTRODUCCIÓN
Una mañana de domingo una madre sacude a su hijo para despertarle, informándole de que tiene que ir a la iglesia. No surte el menor
efecto. Pasados diez minutos, la madre insiste de nuevo: “Sal inmediatamente de la cama y ve a la iglesia”. “Madre, no tengo ganas. ¡Es tan
aburrido! ¿Por qué tengo que molestarme en ir?”. “Por dos razones:
porque sabes que tienes que ir a la iglesia los domingos, y en segundo
lugar, porque eres el obispo de la diócesis”.
No son solamente los obispos los que a veces no sienten el menor
deseo de ir a la iglesia. Las encuestas ponen de relieve que un elevado
porcentaje de personas en Occidente creen en Dios, pero la asistencia a
los servicios dominicales está cayendo en picado. A la gente le interesa
más la espiritualidad que la religión “institucional”. Dicen “sí” a Jesús,
pero “no” a la Iglesia. Un amplio espectro de personas tienen la impresión de que la asistencia a la liturgia pública les aleja de Dios; desde
John Wayne −“No me hace demasiada gracia Dios cuando se pone
debajo de un techo”− al secretario privado del rey Jorge VI: “Por lo
que se refiere a ir a la iglesia −he renunciado a ir con regularidad
porque descubrí por propia experiencia que, lejos de hacerme ningún
bien, me perjudicaba; me hacía ser más materialista, espiritual y mentalmente, y con frecuencia me hacía sentirme físicamente incómodo”.1
1.Hart-Davis, King’s Cousellor, p. 20s.
14
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
John Lennon, el Beatle, decía que había dejado de ir a la iglesia a
raíz de que el párroco lo expulsara por reírse. En lo sucesivo siguió
yendo a la iglesia todas las mañanas, en el templo dentro de su cabeza.2 El ritual es vivido por muchas personas como algo vacío, falto de
espontaneidad, aburrido e impersonal. Joseph de Maistre cuenta la
anécdota de un obispo que estaba diciendo una misa bautismal en las
cercanías de San Petersburgo a principios del siglo XIX. Cuando uno
de los bebés se le escurrió de las manos y desapareció en las gélidas
aguas del río Neva, el obispo se limitó a gritar: “Dadme otro niño”, y
siguió adelante con la ceremonia.3 La anécdota puede ser ficticia, pero
refleja los modernos recelos respecto de la ceremonia. Nuestra era se
caracteriza por ser un tiempo de “creer sin pertenecer”.4 La religión es
un asunto privado entre mi Dios y yo, y lo que pasa los domingos en la
iglesia no hace al caso. ¿Por qué tengo que ir?
Trataré de responder a esta pregunta preguntando: “¿Por qué hay
que ir a la Eucaristía?”. Vamos a la iglesia para toda otra clase de servicios religiosos: para los cánticos vespertinos o vísperas, para los bautismos, las bodas y los funerales, para los servicios de los himnos y las
lecturas. En mi comunidad religiosa, por ejemplo, vamos a la iglesia
cuatro veces al día, si bien sólo una para celebrar la Eucaristía. Pero
la Eucaristía contiene en su propio núcleo la razón de que tengamos
que ir. El término griego correspondiente a “iglesia”, ekklesia, significa
“reunión” y la Eucaristía es la base fundamental de toda reunión cristiana. Jesús se sentó a cenar junto con los discípulos la noche antes de
morir. La comunidad se estaba desmembrando. Judas lo había traicionado; Pedro estaba a punto de negarle; el resto se disgregarían en
2.Lennon, entrevista concedida en 1969, radiada en el programa Sunday de la
BBC correspondiente al 13 de julio de 2008.
3.Burleigh, “Poder terrenal” [Earthly Powers], p. 126.
4.Davie, Religion in Modern Europe, p. 3.
INTRODUCCIÓN
15
distintas direcciones. En este momento de dispersión y de desintegración, Jesús les dio la comunidad de su propio cuerpo. De ahí que toda
asamblea cristiana se base implícitamente en este momento, que
recordamos en la Eucaristía. Y de ahí que mi pregunta, “¿Por qué hay
que ir a la iglesia?”, adopte esencialmente la forma de “¿Por qué hay
que ir a la Eucaristía?”. Aun en el caso de que no vayamos a la Eucaristía, sino que únicamente podamos soportar los cánticos vespertinos
o los villancicos de Navidad, o de que nos sintamos marginados o
excluidos de alguna forma [por alguna razón], tengo la esperanza de
que todavía podamos conservar algún vestigio respecto de por qué
merece la pena ir a la iglesia, incluso aunque sólo sea para estar un
rato solos en el templo.
Este libro retoma la cuestión donde mi último libro, ¿Qué sentido
tiene ser cristiano?,5 la había dejado. En él analicé el atractivo de la
esperanza, la libertad y la alegría cristianas, y concluí con una reflexión
sobre nuestra participación en el descanso de Dios, el šabbat.* Ello
conduce inevitablemente a la pregunta que abordaremos en este libro:
“¿Pero por qué hay que ir a la iglesia?”. ¿Por qué no podemos participar en el descanso de Dios desde nuestras casas y metidos en nuestras
camas? Sería mucho más descansado. No es necesario, pues, haber
leído el libro anterior primero, dado que este libro también acaba donde el otro comenzaba.
La madre del obispo soñoliento trata de sacarle de la cama apelando
a su sentido del deber. El obispo debe ir a la iglesia porque es domingo.
¿Pero por qué? Es verdad que Jesús nos invitó a revivir la Última Cena,
“Haced esto en memoria mía”, y así tenemos que hacerlo. Pero, ¿por
5.Radcliffe, “¿Qué sentido tiene ser cristiano?” [What Is the Point of Being a
Christian?].
*N. del T.: Esto es, el día de descanso, consagrado al Señor: sábado entre los judíos, domingo entre los cristianos.
16
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
qué nos pediría Jesús que hiciéramos algo que suele ser tan tedioso y
aparentemente infructuoso? Muchas personas fueron en otro tiempo
porque temían que Dios los castigara si no iban. Pero esta amenaza
difícilmente va a llenar nuestras iglesias en el siglo XXI. ¿Quién se va a
creer que nuestro Dios es un Dios de amor si nos tienen que forzar con
la amenaza de la condenación para que vayamos a adorarle?
Podemos sentirnos obligados a ir a la iglesia simplemente porque
ello forma parte de nuestra identidad como cristianos. Como miembros de una familia, tenemos el deber de asistir a los eventos familiares, desde las fiestas de cumpleaños a los funerales, por tediosos que
puedan ser. Todo el mundo reconocerá la obligación de celebrar los
cumpleaños de nuestras madres. En nuestra condición de miembros
de la familia de Cristo, de ser uno de sus hermanos y hermanas, también se espera de nosotros obviamente que tomemos parte en las
reuniones cristianas. Seguramente esto es verdad. Cristo llamó a sus
discípulos a sentarse y comer con Él. Eran sus amigos. No tendría
sentido practicar una espiritualidad cristiana y no tener nada que ver
con el resto de los cristianos. Vendría a ser como pretender jugar al
fútbol uno solo. En palabras del viejo dicho latino: “Unus christianus,
nullus christianus”, “Un cristiano solo no es un cristiano”.
¿Pero qué comunidad? ¿Por qué me tengo que molestar en salir de
la cama para ir a una parroquia y sumarme a una congregación de
personas a las que no conozco y por las que no siento ningún apego?
Dentro de nuestra sociedad, elegimos a las personas a las que pertenecemos. Nuestros antepasados nacían en el seno de unas comunidades
que venían dadas. Vivían y morían rodeados de unas personas a las
que no habían elegido, pero que eran sus prójimos. Estas eran las personas con las que tenían que aprender a convivir y a las que tenían que
aprender a querer, sus vecinos. La iglesia de la localidad era el lugar
donde confluía la propia comunidad natural. Pero hoy en día nuestras
INTRODUCCIÓN
17
vecindades no tienen nada que ver con la geografía. Podemos sentir
lealtad por nuestros compañeros ornitólogos, abogados o aficionados
al jazz, pero ello no significa que nos reunamos con ellos, ni que los
conozcamos personalmente. Internet alberga millones de comunidades, de blogs y de websites, YouTube y FaceBook, a través de los cuales
las personas se relacionan con otras personas sin compartir jamás el
mismo espacio físico, ni tan siquiera verse las caras. ¿Por qué razón
no podemos pertenecer nosotros también a una comunidad cristiana
virtual? ¿Por qué tenemos que ir a la iglesia? Vamos a la iglesia para
recibir el don del cuerpo de Cristo, y por ello procede que estemos
físicamente presentes. Por supuesto, las otras formas de comunicación −websites, blogs, comunidades virtuales− están muy bien, pero no
pueden sustituir nuestra participación corporal conjunta más de lo
que los e-mails y las llamadas de teléfono pueden ser la base de un
matrimonio.
Tal vez nuestro amodorrado obispo habría saltado de la cama si
hubiera pensado que ir a la iglesia podría ser divertido. La guía del
autoestopista galáctico, un libro de culto de los años 80 del pasado
siglo, sugiere que todas las sociedades pasan por tres fases: supervivencia, indagación y sofisticación. “La primera fase, por ejemplo, se
caracteriza por la pregunta ¿Cómo podemos comer? La segunda, por la
pregunta ¿Por qué comemos? Y la tercera, por la pregunta ¿Dónde
vamos a comer?”.6 Dentro de nuestra sociedad “sofisticada”, es el
entretenimiento lo que atrae a las masas. Comprar es un entretenimiento, nos dicen. Los sacerdotes y los pastores, al igual que los profesores, los escritores y los futbolistas, tienen la obligación de entretener
si pretenden conservar a sus seguidores. Cuando fui capellán de la
universidad en Londres, la Eucaristía de los domingos era una delicia.
6.Adams, “Guía del autoestopista galáctico” [The Hitchhiker´s Guide to the Galaxy], capítulo 32.
18
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
La pequeña capilla estaba llena de jóvenes radiantes y atractivos; estudiantes del Royal College of Music interpretaban una música maravillosa; todos parecían estar enamorados de todos. La gente disfrutaba de
estar allí. Pero cuando aquellos estudiantes dejaron aquel entorno tan
acogedor y asistieron a una “celebración” desangelada, acompañada
en el mejor de los casos de una música espantosa, y se sintieron inadvertidos y no bien recibidos, ¿por qué razón habrían de ir? El jesuita
Dan Berrigan dijo en cierta ocasión: “Nuestra fe raramente está donde
tenemos la cabeza, y rara vez donde tenemos el corazón. ¡Nuestra fe
está donde tenemos el culo!”7 ¿Pero por qué tendríamos que mover el
culo,* en el sentido americano, y llevarlo a ninguna iglesia?
Nosotros los cristianos solemos hacer grandes arengas en favor de
nuestras liturgias. El jesuita J. Glenn Murray dice que “la liturgia
debería cogernos por los pelos y arrojarnos en dirección al misterio de
Dios”. Coincido con él, pero lo normal es que nos solamos quedar firmemente apalancados en el suelo. Dom Jeremy Driscoll afirma que en
la Eucaristía “¡Dios mismo está obrando! Actúa para salvarnos. Se
trata de un acontecimiento prodigioso. De hecho, no existe nada más
grande. Dios ha concentrado la totalidad de Su amor salvador hacia el
mundo bajo la forma de las palabras y los actos rituales de la liturgia
eucarística”.8 La gran mayoría de los cristianos durante los últimos
2.000 años habrían coincidido con él, pero por lo general la Eucaristía
no transmite la sensación de ser “un acontecimiento prodigioso”. En
una ceremonia de confirmación, un muchacho al que el obispo le preguntó si tenía intención de ir a la iglesia todos los domingos, contestó:
“¿Iría usted a ver la misma película todas las semanas?”.
7.Rolheiser, “Faith Today”, p. 6.
*N. del T.: Ass en el original inglés, esto es, “burro, asno, imbécil” en inglés británico, y “culo” en inglés americano; de donde la aclaración subsiguiente.
8.Driscoll, What Happens at Mass, p. v.
INTRODUCCIÓN
19
Me acuerdo de las celebraciones de la Eucaristía en Ruanda,
Burundi y el Congo, cuando el sufrimiento de las gentes, la amenaza
de la violencia, la posibilidad de morir, hacían intensamente viva la
representación de los últimos días de Cristo, enfrentado a la perspectiva de su pasión y crucifixión. Este suele ser con menos frecuencia el
caso en Gran Bretaña, aunque en cierta ocasión celebré una boda en
la que el celoso primer novio de la chica había amenazado con aparecer y disparar a la pareja durante la ceremonia. Me puse nervioso ante
la idea de que pudiera apuntar mal y me alcanzara a mí en lugar de a
los novios. Pero la mayoría de las veces, cuando nos reunimos en torno a la mesa del Señor no parece suceder gran cosa: unas pocas personas, principalmente ancianos, reunidos en un edificio frío, escuchando unos sermones con frecuencia tediosos, y preguntándose
cuándo acabará y podrán volver a sus casas. Si el cristianismo pretende florecer dentro de nuestra sociedad, en lugar de convertirse en la
práctica de una minoría en decadencia, tenemos que recuperar parte
de su sentido en tanto que “acontecimiento prodigioso” que nos da
vida, y al que sencillamente tenemos que ir.
¿Qué entendemos por “acontecimiento prodigioso”? Vivimos en
una sociedad de experiencias prefabricadas. La gente ya no sólo se
limita a comprar. Queremos tener “la experiencia de comprar”. Airlines nos invita a tener “una experiencia aerodinámica” si viajamos a
San Francisco, donde una vez en el Muelle del Pescador, podremos
vivir la “experiencia San Francisco”. Escribe Terry Eagleton: “Es
importante que reflexionemos sobre el hecho de que muchas personas
con importantes carencias visitaban en el pasado el Gran Cañón sin
saber que estaban viviendo la experiencia del Gran Cañón. Lo que
ahora consumimos no son objetos ni eventos, sino nuestra experiencia de unos y otros. Al igual que no tenemos necesidad de bajar de
nuestros coches, tampoco tenemos necesidad de salir de nuestras pro-
20
¿POR QUÉ HAY QUE IR A LA IGLESIA?
pias seseras. La experiencia ya la tenemos ahí, tan lista para consumir
como una pizza preparada, tan crudamente objetiva como un canto
rodado, y lo único que tenemos que hacer es recibirla”.9
Algunas comunidades cristianas ofrecen vivir “la experiencia eucarística”, acompañada de intensas emociones y enérgicos cánticos.
Esta es la razón de que estén floreciendo algunas iglesias negras independientes en Gran Bretaña. Si asistimos a alguno de sus cultos, no
nos quedará la menor duda de que allí está pasando algo. No pretendo
de ninguna forma minusvalorar esta experiencia carismática. Para
muchas personas, se trata de un profundo encuentro con Cristo y de
un salvavidas en medio del inhóspito desierto de la Gran Bretaña
urbana. Pero en este libro quiero alegar que el “acontecimiento prodigioso” de la Eucaristía obra en nuestras vidas de distintas formas profundas, pero a menudo apenas perceptibles y que apenas se viven
como ninguna experiencia como tal. Es maravilloso que la celebración de la Eucaristía sea una experiencia hermosa, emotiva y estética.
Así debe ser, pero esta es sólo la punta del iceberg. La liturgia obra en
las profundidades de nuestras mentes y de nuestros corazones una
transformación muy gradual, apenas perceptible, respecto de lo que
somos, tan suavemente que sería fácil pensar que no está pasando
nada en absoluto. La Eucaristía es una experiencia emocional, pero
habitualmente de una naturaleza discreta. Romano Guardini afirma
que “la emoción fluye en sus profundidades [de la liturgia]… como el
corazón ardiente del volcán. La liturgia es emoción, pero una emoción
bajo el control más estricto”.10
El dominico Herbert McCabe compara el fruto de la oración con
los sutiles efectos de vivir en una habitación hermosa. No tiene el pasmoso efecto inmediato de un whisky irlandés, pero actúa a un nivel
9.Eagleton, How to Read a Poem, p. 18.
10.Duffy, “Benedict XVI and the Eucharist”, p. 199.
INTRODUCCIÓN
21
más profundo. Hay personas, dice McCabe, “que verdaderamente no
tienen la sensación de haber celebrado una Eucaristía, a menos que
no tengan algún tipo de experiencia inmediata de calidez personal y
de riqueza sensorial… Coincido con aquellos que dicen que la Missa
Normativa (la moderna Eucaristía católica postvaticana) les parece
un poco sosa, salvo que yo no pienso que se trate en absoluto de una
crítica. Una habitación amueblada con buen gusto resulta un tanto
apagada por contraste con otra empapelada de pósters psicodélicos
con leyendas del tipo de: ‘Dios es amor’ y ‘María, el tomate más maduro de entre todos”.11
Nuestra transformación en virtud de la gracia de Dios es un proceso lento. A una generación acostumbrada a la inmediatez de la comunicación cibernética, le puede resultar difícil creer en algo semejante.
Se ha inventado una nueva versión del Monopoly que no dura más de
veinte minutos, o de lo contrario los jugadores perderán el interés y
empezarán a mandar mensajes de texto a sus amigos. Dice Lucy en
una de las tiras de Peanuts: “Estaba rezando para que Dios me diera
paciencia, pero me detuve… Me asustó la idea de que pudiera concedérmelo”. La Eucaristía es ciertamente un “acontecimiento prodigioso”, pero con frecuencia tiene lugar a un nivel de nuestro ser del que
apenas somos conscientes, tan imperceptible como el crecimiento de
un árbol. Esto es a lo que John Henry Newman llama “la labor silenciosa de Dios”.12 Podemos ser como los tíos y el gordo primo de Harry
Potter y vivir unas vidas aburridas, inconscientes de las batallas que se
están librando en el cielo por encima de ellos entre magos y grifos,
sólo que en nuestro caso el drama inadvertido tiene lugar en el centro
de nuestra condición humana.
1.McCabe, God Matters, p. 216.
1
12.Strange, John Henry Newman, p. 1.