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FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD LA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE MODELO Y MAESTRA DE ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN PRIMERA PARTE E Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega. l Amor es la fuente inagotable de la Espiritualidad verdadera, su camino de realización y su plenitud infinita. El Amor no tiene límites, es el que da sentido a la existencia toda, el que da sentido al ser humano y al cosmos (cfr.1 Cor. 13,). El Amor es Dios mismo como Comunidad de Amor, como Trinidad de Personas divinas. Por eso la Espiritualidad que de Ella brota y se expande se llama Espiritualidad de Comunión. La Virgen Santa María de Guadalupe es toda Ella una imagen preciosa, un símbolo riquísimo y un modelo verdaderamente pedagógico de la Espiritualidad de Comunión, una obra perfecta del amor del Padre, de la gracia del Hijo y de la comunión del Espíritu Santo. La Virgen María, como la perfecta discípula de Jesús, se nos presenta en su imagen de Guadalupe plena del Misterio de Comunión trinitaria. «Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1,3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Cor 13,13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de BOLETÍN • 2013 • 21 mientos, deseos, actitudes y acciones) sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de Comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece », para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. (ibid. 43). la Iglesia” (cfr. DA 155). “Si el Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium, presenta a la Iglesia llamada a ser Misterio de Comunión; es decir, «como un sacramento, signo e instrumento de la unión íntima con Dios Trinidad y de la unidad de todo el género humano», esta realidad mística se configura plenamente en la Mujer por designio divino es Madre y modelo de la Iglesia, “plenitud” de Iglesia”(Ib.151). El Amor es Dios mismo como Comunidad de Amor, como Trinidad de Personas Divinas. 22 • BOLETÍN • 2013 Santa María de Guadalupe desea, en su mensaje central del Nican Mopohua, que la Iglesia se construya como LA CASA Y LA ESCUELA DE LA COMUNIÓN. “Hace falta promover una Espiritualidad de Comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades” (JUAN PABLO, “Novo Millenio Ineunte”, 43). “Espiritualidad Comunión significa ante todo una mirada del corazón (de donde brotan todos los pensa- Y como la Iglesia, la “Casa” que María quiere que construyamos, no es el espacio físico ni la construcción material, simplemente un templo, sino el Pueblo de Dios, la construcción espiritual y humana de la Comunión formada de piedras vivas (Efesios 2:20-22; 1 Pe. 2,4-5; cfr. PAPA FRANCISCO, “Catequesis” 26/06/2013). (para las culturas indígenas mesoamericanas los templos o pirámides eran el símbolo sagrado del Pueblo), es necesario salir de cualquier espacio cerrado o cercado, sea templo o vivienda a las periferias, al encuentro de los hombres, a la vida de la sociedad: “Esta vertiente ético-social” debe proponerse “como una dimensión imprescindible de la Espiritualidad de Comunión y del testimonio cristiano”. Juan Pablo tiene el coraje de rechazar como “tentación” una “espiritualidad oculta e individualista”. Su propuesta es una Espiritualidad de Comunión, una espiritualidad que tiene en cuenta la dimensión social del hombre. La otra, individualista y oculta, “poco tiene que ver con las exigencias de la Caridad, con la lógica de la Encarnación y con la tensión escatológica del cristianismo”. (PAPA FRANCISCO: DSI, Espiritualidad de comunión y de trabajo, mayo 09, 2013). “Es verdad que la esperanza del cielo nos hace conscientes “del carácter relativo de la historia”. Pero esto “no nos exime en ningún modo del deber de construirla”. Es muy actual a este respecto la enseñanza del Concilio Vaticano II: “El mensaje cristiano, no aparta a los hombres de la tarea de la construcción del mundo, ni los impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que los obliga más a llevar a cabo esto como un deber” (ib. JP II). La Espiritualidad de Comunión no es una evasión, tampoco una pura devoción y menos un sentimentalismo, no es una de tantas espiritualidades, sino La Espiritualidad Esencial de la que brotan los verdaderos carismas de las espiritualidades; es la profunda y plena inserción en Dios Trinidad, en la Iglesia, en la humanidad de la que formamos parte y en el universo entero; por eso mismo es también esencialmente Misión. Santa María de Guadalupe es educadora de la Espiritualidad de Comunión al llamar, en la persona de Juan Diego, al pobre, a desplazado, al que se siente no ser capaz y despreciado, para ser protagonista en comunión con la Jerarquía Eclesiástica en la construcción de la Iglesia. Educadora de la Iglesia: “también de la capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios, un “don para mí”. La Espiritualidad de Comunión nos exige “llevar la carga de los otros” (en griego bastázō: “cargar”/ báros: “carga”) (Gálatas 6,2). Esta expresión de JUAN PABLO II (cfr. NMI 43) es de San Pablo, y éste la emplea cuando le pide a los gálatas que «se ayuden mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la ley de Cristo»; expresión de una auténtica Espiritualidad de Comunión. Santa María de Guadalupe se hace simbólicamente Ayate de Juan Diego, ayate que servía, entre otros usos, sobre todo para cargar, y así Ella lleva maternalmente nuestras penas y trabajos, nos lleva a nosotros. “Llevar las cargas del otro” es un acto “materno”: la madre “carga” o “lleva” a su hijo en su seno, procurándole vida y crecimiento (Lc 11,27, el mismo verbo que Gál 6,2), y por lo mismo, mira a la gestación de la vida, imitando así el acto creador del Padre celestial. Ella nos lleva en su abrazo maternal, en el cruce de sus brazos, en el pliegue de su manto (cfr. NM 119-123). Que la Iglesia se construya como la casa y la escuela de la comunión. El deseo de la Virgen de Guadalupe, proyecto de Evangelio, es “comunicar y compartir bienes (materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cfr. 2 Co 8, 1-15)”. (CIC, N° 2833). Esta comunión consiste en BOLETÍN • 2013 • 23 “una relación extraordinaria de interioridad recíproca, al modo de la Trinidad Santísima: “el prójimo en mí y yo en él”. (cfr. JUAN PABLO II, 08.11.2000). Y Santa María de Guadalupe nos da el ejemplo de estar abiertos a la diversidad: comunión no es igual a homogeneidad: “El misterio de la Trinidad nos invita a vivir una comunidad de iguales en la diversidad” (DA 451). La Virgen de Guadalupe nos educa en la Comunión de Iglesia.“No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirán los instrumentos externos de la comunión. Se convertirán en medios sin alma, máscaras de comunión, más que modos de expresión y crecimiento” (Ib. NMI 43); “seríamos un club más, una ONG filantrópica más, y la Iglesia no es eso” (PAPA FRANCISCO, en varias homilías). Santa María de Guadalupe, educa a Juan Diego y a nosotros en la comunión eclesial. “La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la Comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella “nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión”. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa» (DA 155-156). 24 • BOLETÍN • 2013