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Transcript
EN EL JUBILEO EXTRAORDINARIO
DE LA MISERICORDIA
INDICE
Presentación
1
Vivencia de la Eucaristía en la
parroquia
5
Decoro de la celebración eucaristíca
11
La Eucaristía, fuente de unidad y de
vida en la parroquia
19
La Eucaristía, fuente de misión y de
caridad
29
María, primer sagrario del Señor
39
Eucaristía, fuente de comunión
47
3
4
HACIA EL CONGRESO EUCARÍSTICO
ARQUIDIÓCESANO
EN EL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA
MISERICORDIA
“LA EUCARISTÍA, MANANTIAL
Y
CUMBRE DE TODA LA VIDA
DE LA
IGLESIA ARQUIDIOCESA”
Presentación
El Papa Francisco con motivo de los 50 años de
la clausura del Concilio Vaticano II nos ha convocado
para celebrar en este año el Jubileo Extraordinario de la
Misericordia, que celebraremos del 8 de diciembre del
2015 al 20 de noviembre del 2016 culminando con la
fiesta de Cristo Rey.
El Señor Arzobispo monseñor Oscar Julio
Vian Morales sdb ha decidido por ese motivo
celebrar un Congreso Eucarístico Arquidiocesano
de la Misericordia y además, para dar gracias por los
200 años de la bendición de la Santa Iglesia Catedral
Metropolitana de la Arquidiócesis de Santiago
de Guatemala. Jesucristo Eucaristía es el rostro
misericordioso del Padre en medio de nosotros, y es
quien nos acompaña en nuestro Peregrinar.
1
El Padre Misericordioso prepara un plan de
salvación para los hombres, y en la plenitud de los
tiempos envía a su propio Hijo nuestro Señor Jesucristo
para que por amor misericordioso se ofreciese por
todos nosotros como expiación por nuestros pecados
y muriese en la cruz para salvarnos.
2
El momento culminante de esta acción
misericordiosa del Padre ha quedado plasmado en
la Institución de la Santa Eucaristía donde Jesucristo
mismo se ofrece al Padre como expiación por
nuestros pecados. De manera que cada vez que
celebramos la Santa Eucaristía, renovamos el sacrificio
misericordioso de Jesucristo que se ofrece al Padre y
se hace presente en la celebración Eucarística y en la
Hostia consagrada.
Por todos es conocido, nuestro profundo amor
a Jesús Eucaristía y las manifestaciones de fe y devoción,
de nuestras comunidades como son la Santa misa, las
Horas Santas y las Jornadas de Adoración Eucarística
los jueves, las Capillas de Adoración Perpetua que
han surgido en distintas parroquias, como verdaderos
santuarios de fe, oración y adoración.
La Comisión del año de la Misericordia, les
presenta esta guía con 6 temas como apoyo para
los Congresos Eucarísticos a nivel parroquial que se
celebrarán del jueves 26 al domingo 29 de mayo, como
preparación al Congreso Eucarístico Arquidiocesano,
que se celebrará del martes 31 Mayo, al sábado 4 de
Junio del presente año.
Estas guías están organizadas de la siguiente manera,
un objetivo, oración, líneas de presentación del tema,
y sugerencia de preguntas para talleres.
La jornada de cada día puede desarrollarse de la
siguiente manera:
-Celebración Eucarística
– adoración al Santísimo.
-Bienvenida y cantos eucarísticos.
-Exposición del tema
-Talleres en grupos
-Plenaria de las conclusiones
-Oración final
-Ágape fraterno
De los seis temas pueden escoger uno para
cada día o bien si disponen de tiempo, pueden elegir
dos para cada día. Esto a discreción del párroco y su
comisión organizadora. Esperamos este aporte les sea
de utilidad.
Guatemala de la Asunción, Marzo del año de la
Misericordia del 2016.
3
ORACIÓN INICIAL
4
Padre Misericordioso que por el
misterio pascual de tu Hijo realizaste
la redención de los hombres,
concédenos avanzar por el camino de
la salvación a quienes, celebrando los
sacramentos, proclamamos con fe la
muerte y resurrección misericordiosa
de Jesucristo, Él que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
OBJETIVO
Proponer actitudes, formas de comportamientos
adecuados para vivir la celebración eucarística de
una forma que nos permita participar del gozo que
supone asistir a ella y la necesaria comprensión de
tan gozoso tiempo de vivencia espiritual.
VIVENCIA DE LA EUCARISTÍA
EN LA
PARROQUIA
Relación entre Eucaristía y fieles
L
os fieles laicos, parte esencial de la Iglesia
comunión, son convocados a la santa asamblea
para participar en la celebración eucarística.
La encarnación del Verbo, en el cual Dios Padre
Misericordioso se ha hecho visible, ha inaugurado el
culto espiritual, conforme a la acción, que cumple en
el Espíritu Santo; el culto ya no puede ser una serie
de «preceptos enseñados por los hombres» (Is 29,13).
El culto cristiano nos relaciona profundamente con
Cristo y repercute positivamente en nuestra vida:
por ello, la participación de los fieles en la liturgia,
sobre todo en la celebración eucarística, consiste
esencialmente en entrar en este culto, en el cual
Dios viene hacia el hombre y éste va hacia Dios. La
Eucaristía misma, memorial del Hijo, es el culto de
adoración que en el Espíritu se eleva al Padre: este es
el fundamento de la renovación litúrgica propiciada
por el Concilio Vaticano II.
La participación nace de la fe en Jesús, es el acto
principal de la vida de la Iglesia, comunión con la vida
trinitaria, con el Padre que es fuente de todo don, con
5
el Hijo encarnado y resucitado, con el Espíritu Santo
que realiza la transformación y divinización de la vida
humana.
Se constata la necesidad de ayudar a los fieles a
comprender la naturaleza de la Eucaristía y el nexo
con la encarnación del Verbo, para participar en el
misterio eucarístico con el corazón y la mente, antes
que con actos externos, sobre todo ofreciéndose a sí
mismos.
6
Al respecto, se sugiere explicitar la relación esponsal de
la Eucaristía y de la Nueva Alianza, como modelo de
las vocaciones del cristiano: matrimonio, virginidad,
sacerdocio. Todo esto tiene como objetivo formar
personas y comunidades eucarísticas, que aman y
sirven, como Jesús en la Eucaristía.
Además, sería oportuno potenciar los medios de
comunicación ya existentes, especialmente para
facilitar la participación de los fieles que, por
diversos motivos, se encuentran impedidos de
asistir personalmente a la iglesia en las celebraciones
eucarísticas, como recomienda el Concilio Vaticano II
Sombras en la celebración de la
Eucaristía
La comunión eclesial es gravemente
turbada y herida por las sombras en la celebración
eucarística. El tema, ya tratado por el Papa Juan
Pablo II en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, y más
particularmente abordado en la instrucción de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos, Redemptionis Sacramentum, es una
invitación a dirigir una mirada atenta y serena, pero
no menos crítica, al modo en el cual la Iglesia celebra
este Sacramento, que es la fuente y cumbre de su vida
y su misión.
Dichas observaciones no deberían ser consideradas
solamente como meras trasgresiones a las rúbricas y a
la praxis litúrgica, sino más bien como expresiones de
actitudes más profundas.
Se nota una disminución de la participación en la
celebración del Dies Domini, en los domingos y en los
días de precepto, a raíz de una falta de conciencia del
contenido y del significado del misterio eucarístico, y
también a causa del indiferentismo, en particular en
los países con relevante proceso de secularización,
donde a menudo el domingo se transforma también
en un día de trabajo.
Se difunde la idea que es la comunidad quien produce
la presencia de Cristo, en vez de ser Cristo la fuente
y el centro de nuestra comunión, y la Cabeza de su
cuerpo que es la Iglesia. Se está alterando el sentido
de lo sagrado en relación a este grande Sacramento,
como efecto de un debilitamiento de la oración,
de la contemplación y de la adoración del Misterio
eucarístico.
Son escasamente conocidos los documentos de la
Iglesia y, en particular, del Concilio Vaticano II, las
grandes encíclicas sobre la Eucaristía, incluso la
Ecclesia de Eucharistia, la Carta Apostólica Mane
nobiscum Domine, y otros. Falta un justo equilibrio
en la celebración: se va desde un ritualismo pasivo
a una creatividad excesiva, que algunas veces
7
alcanza expresiones de protagonismo del celebrante
de la Eucaristía, caracterizado frecuentemente de
locuacidad, de muchos y largos comentarios, sin
permitir que hable el misterio a través del rito y de las
fórmulas de la liturgia.
8
Puntos prácticos que se deben considerar de cara a los
fieles: muchas veces la manera en que se participa de
la misma: con poca atención, distraídos, sin participar
de las respuestas o cantos, más pendientes del celular,
impuntualidad, confesiones rápidas solo para poder
comulgar, la falta de cuidado hacia los niños que
pueden distraer, posturas litúrgicas inadecuadas,
buena atención y acogida de quienes reciben, siempre
enlazar con la caridad hacia el prójimo y el compromiso
social, etc., son algunos puntos que se pueden evaluar.
TALLER
Para compartir en grupos:
1. ¿Conocen algunos medios de comunicación que
ayudan a la Eucaristía? Como, de que manera, y
conque fin?
2. ¿Qué sombras encontramos en la celebración
Eucarística de nuestra parroquia? ¿Cómo es la
participación de la comunidad, y que podemos
mejorar?
3. ¿Vivimos la actitud misericordiosa del Padre que ha
tenido con nosotros al entregarnos a su propio Hijo
para salvarnos y dejárnoslo en la Eucaristía? ¿Cómo lo
vivimos en nuestra Eucaristía?
“Acercaos a Dios y él
se acercará a vosotros”
Santiago 4,8
ORACIÓN
10
Padre Misericordioso, tu Hijo
nos ha mandado celebrar este
sacrificio en conmemoración
suya; haz que, cuantos en él
participamos, seamos con Cristo
ofrenda de eterna alabanza a tu
divina majestad. Por Jesucristo
nuestro Señor.
OBJETIVO
Reflexionar sobre la preparación y la
celebración digna de la Eucaristía en todos
sus elementos, poniendo énfasis en el amor
y dedicación a todos aquellos elementos que
permiten y posibilitan que ponga en relieve
en gran Misterio que se celebra, a modo
de resaltar la belleza de su celebración y
procurar una mejor vivencia del mismo.
DECORO DE LA CELEBRACIÓN
EUCARÍSTICA
¿Qué significa la palabra decoro?
Deriva de la palabra latina “decorus”, en su
acepción de “conveniente”. Pero el término “decorus”
también significa adornado, bello, hermoso, elegante,
magnífico.
Este adjetivo remite al sustantivo “decor” (el cual, a
su vez, hace referencia a “deceo”, usado en la forma
impersonal “decet”) para indicar lo que es conveniente
o decoroso; para indicar ornamento, gracia, belleza,
nobleza.
Analizando el desarrollo semántico del término,
considerado en sus diversas acepciones, se deducen
dos líneas de significado. En primer lugar, el término
denota una actitud de dignidad que, en el aspecto,
en los modales, en el actuar, conviene a la condición
de una o varias personas (vivir, comportarse, vestir...
con decoro). En segundo lugar, el término alude al
sentimiento de la propia dignidad, a la conciencia de
lo que conviene y es debido al propio grado, a la propia
función o condición.
Si realmente en la eucaristía estamos celebrando,
actualizando, haciendo presente el misterio pascual,
con qué respeto y dignidad debemos tratar este
misterio, no sólo internamente, es decir, trayendo
nuestra alma en gracia, sino también externamente:
11
cantos, lectores, guía, arte, flores, limpieza, objetos
sagrados, manteles, vestimenta, fidelidad a los textos
litúrgicos, sin quitar ni añadir nada. (Hay que entender
que el Misal Romano en sí, provee de todos aquellos
elementos de diversidad y creatividad para darle esa
viveza que necesitamos para la celebración)
Decoro del lugar sagrado
12
El decoro de todo lo que se refiere a la
celebración de la Eucarística manifiesta nuestra fe
en el misterio y contribuye eficazmente a mantenerla
viva, tanto en los ministros sagrados como en los fieles.
Esta actitud puede ser expresada tanto en la adecuada
ordenación del espacio sacro, como en una apropiada
colocación del Sagrario y de la Sede, así como también
en la atención dispensada a ciertos particulares como
lo son la limpieza, los objetos usados en la decoración,
en las flores, etc. En efecto, para la formación de los
fieles en la doctrina eucarística es importante no sólo
lo que ellos escuchan sino también lo que ven. Por el
contrario, el descuido de estas cosas puede mostrar
que la fe es débil.
La Iglesia nos motiva a mantener siempre un gran
cuidado en todo lo relativo al culto litúrgico. En todo
debemos tener cuidado que se facilite la vivencia y el
sentido de lo sagrado, junto a una vivencia personal y
comunitaria viva y participativa.
Si vamos a las indicaciones de la Ordenación General
del Misal Romano descubriremos que han sido
tomadas diversas iniciativas para que el espacio
sagrado de los templos sea un verdadero lugar de
oración y adoración, donde el arte y la iconografía
sean instrumentos al servicio de la liturgia. Conviene
13
conocer esas indicaciones para tratar siempre de
armonizar la cercanía del celebrante al pueblo y la
sacralidad del misterio de Dios, al mismo tiempo
presente y trascendente.
Decoro antes, durante y después de la
celebración.
a. Antes de la celebración
14
Este decoro se demuestra en la preparación
inmediata de la celebración, en la formación y en
la actitud. Primero en la preparación, pues nada
debe ser improvisado. Segundo, en la formación,
es decir, que nos ayude a comprender el significado
de lo que celebramos y cuál es el papel de cada uno
de los que participan. Y tercero, la actitud interior
de recogimiento y atención antes de comenzar la
celebración.
b. Durante la celebración
Habrá decoro si se respeta el orden, la armonía, el
equilibrio y la proporción en las partes de dicha
celebración.
c. Después de la celebración
El “después” celebrativo también es importante. El
misterio celebrado se hace vida en nuestro día a
día, mediante el ofrecimiento a Dios de nuestro que
hacer y mediante el servicio a nuestros hermanos,
especialmente a los más pobres.
Algunas precisiones sobre el decoro en la
celebración eucarística
Conviene que consideremos algunos aspectos
más actuales que nos pueden servir para nuestras
celebraciones.
• Es verdad, la Eucaristía es convite: indudablemente
que este convite nos inspira familiaridad y alegría,
pero la Iglesia nos pide estar atentos a nunca caer en
la tentación de banalizar esta “cordialidad” con su
Esposo, olvidando que Él también es su Dios y que el
“banquete” sigue siendo siempre, después de todo, un
banquete sacrificial, marcado por la sangre derramada
en el Gólgota. Por tanto, debemos ayudar todos a que
haya la necesaria contención, equilibrio y moderación
en las manifestaciones de alegría en este banquete,
pues es un banquete sagrado.
15
• En cuanto a otras culturas, ¿cómo celebrar con
decoro el misterio de la Eucaristía, respetando las
formas, estilos y sensibilidades de esos pueblos? San
Juan Pablo II sugería: “El tesoro es demasiado grande
y precioso como para arriesgarse a que se empobrezca
o hipoteque por experimentos o prácticas llevadas
a cabo sin una atenta aprobación por parte de las
autoridades eclesiásticas competentes”.
16
•
Pidamos y exhortemos siempre a nuestros
sacerdotes, a pesar de su cansancio y múltiples tareas
pastorales, a que cuiden este decoro y dignidad, sin
permitir abusos y reformas arbitrarias, innovaciones
innecesarias y fuera del tono sagrado, e invitar a que
todos conozcan y procuren vivir las diversas normas
litúrgicas de la celebración eucarística.
TALLER
Para compartir en grupos:
1. ¿Cuánto se conocen en nuestra comunidad las
indicaciones del Ordenamiento General del Misal
Romano? Sugerencia: llevar un Misal Romano y leer
en grupo las rubricas de la Misa.
2. ¿Cómo podemos contribuir de manera práctica
en nuestra parroquia al decoro de la Celebración
Eucarística? Cosas que debemos revisar, que debemos
mejorar, que debemos quitar…
3. En el contexto del Año de la Misericordia: ¿Qué
estamos haciendo para que el decoro externo de
nuestros templos ayuden a vivir la celebración del
mismo?
“El verdadero efecto
de la Eucaristía es la
transformación del hombre
en Dios”
Santo Tomás de Aquino
18
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno,
que reúnes lo que está disperso
y conservas lo que has unido,
mira con amor al pueblo de tu
Hijo, para que, cuantos han
recibido un mismo bautismo y
participan de un mismo pan,
vivan unidos en una misma
fe y por el mismo amor. Por
Jesucristo nuestro Señor.
OBJETIVO
Concientizar como la participación
eucarística debe ser fuente de unidad,
comunión afectiva y efectiva entre todos
los que participamos de un único pan y que
éste es quien verdaderamente nos comunica
su vida, pero que debe experimentarse
en su dimensión comunitaria para ir
construyendo la parroquia como comunión
de comunidades, carismas y personas.
LA EUCARISTÍA, FUENTE DE
UNIDAD Y DE VIDA
EN LA
PARROQUIA
La Eucaristía, fuente y culmen de la
vida eclesial
L
a Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida
cristiana" (LG 11). "Los demás sacramentos, como
también todos los ministerios eclesiales y las obras
de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se
ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo
mismo, nuestra Pascua" (PO 5).
"La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo
de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se
significan adecuadamente y se realizan de manera
admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la
vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios
santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo
los hombres dan a Cristo y por él al Padre" (Instr.
Eucharisticum mysterium, 6).
Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos
ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna
cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28).
En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma
de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar armoniza con
la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra
manera de pensar" (San Ireneo de Lyon, Adversus
haereses 4, 18, 5).
19
Misterio eucarístico, expresión de
unidad eclesial
20
Al exhortar a los fieles a huir de la idolatría, evitando
comer carne inmolada a los ídolos, San Pablo
demuestra el estrecho vínculo existente entre la
comunión de los cristianos y la Sangre y el Cuerpo
de Cristo, que tienen la capacidad de formar, de la
multitud de los fieles, una sola comunidad, una sola
Iglesia (cf. 1 Co 8, 1-10).
Las Eucaristías presididas por el Santo Padre
y concelebradas por los Pastores de las Iglesias
particulares en celebraciones litúrgicas vividas en
Roma y en sus visitas pastorales , expresan en modo
excelso la unidad de la Iglesia, tal concelebración
permite ver que en cada Eucaristía se celebra en
comunión con el propio Obispo de Roma y con el
Colegio Episcopal, y a través de ellos, con los fieles de
cada Iglesia particular de toda la Iglesia; de modo que
la Iglesia universal está presente también en la Iglesia
particular, y ésta se inserta, junto con las demás Iglesias
particulares, en la comunión de la Iglesia universal».
Eucaristía y unidad.
En la plegaria eucarística, la Iglesia pide a Dios
omnipotente el don de la unidad. Dicho don se
relaciona con la naturaleza misma de la Iglesia, según
la voluntad de Jesucristo que, precisamente, se define
en sus atributos esenciales como una, santa, católica y
apostólica.
El Señor Jesús, antes de aceptar el sacrificio de la cruz,
ha rezado por la unidad de sus discípulos: «Padre
santo, cuida en tu nombre a los que
me has dado, para que sean uno
como nosotros» (Jn 17,11). En esta
«oración sacerdotal» están presentes
los cristianos de todos los tiempos.
En efecto, Jesucristo ha orado tanto
por la unidad de los apóstoles, como
por la unidad de aquellos que por la
palabra de ellos habrían creído en
Él (cf. Jn 17,20). La unidad de los
discípulos del Señor Jesucristo nace
de la misma naturaleza de la Iglesia.
La unidad es, además, uno de los
motivos de su credibilidad: «Como
tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos
también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has
enviado» (Jn 17,21).
21
22
Lamentablemente, los pecados contra la unidad han
acompañado la vida terrestre de la Iglesia. Además
del hijo de la perdición (cf. Jn 17,12), la comunidad
primitiva ha debido confrontarse con falsos profetas
(cf. 1 Jn 4,4) y con aquellos que salieron de la
comunidad porque, en realidad, no le pertenecían
sinceramente (cf. 1 Jn 2,19). San Pablo ha debido
alertar contra los que suscitan divisiones y escándalos
contra la doctrina» (Rm 16,17). Él mismo ha debido
intervenir claramente en la comunidad de Corinto,
para sanear en ella las divisiones (cf. 1 Co 1,12),
provocadas por gente materialista, que no tenían el
Espíritu (S. Judas 19).
Desgraciadamente, también en la Iglesia actual no
falta el escándalo de las divisiones a diversos niveles.
La Eucaristía debería representar para todos un fuerte
llamado a custodiar la unidad dentro de las familias,
de las comunidades parroquiales, de los movimientos
eclesiales, de las Órdenes religiosas, de las Diócesis.
La Eucaristía, además, ofrece la gracia para restablecer
la unidad de los cristianos, miembros de cuerpo de
Cristo: «Porque aun siendo muchos, un solo pan y un
solo cuerpo somos, pues todos participamos de un
solo pan» (1 Co 10,17).
La «oración sacerdotal» de Jesucristo se extiende
a todos aquellos que creen en Él (cf. Jn 17,20).
Lamentablemente, a través de la historia, el
cristianismo ha conocido dolorosas divisiones en
varias iglesias y comunidades eclesiales. Ante ese
pecado, que es fuente de escándalo para el mundo, es
necesario rezar y actuar para que sea reconstituida la
única túnica sin costuras de Jesús (cf. Jn 19, 23-24)
y sea mantenida íntegra la red de los pescadores de
“Dios nos habría dado algo
mayor, si hubiera tenido
algo mayor que él mismo”
San Juan María Vianney
24
hombres (Cf. Mt 4,19; Jn 21,11). Se trata de la obra
de Dios, a cuya realización están llamados todos los
cristianos, según la propia vocación y responsabilidad.
Todos, sin embargo, tienen el deber de rezar para que
se cumpla la palabra de Jesucristo: «Tengo otras ovejas
que no son de este redil; también a ésas las tengo que
conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño,
un solo pastor» (Jn 10,16). A esta Palabra del Señor se
une la oración de toda la Iglesia, que por boca de su
Pastor Universal eleva la súplica: «Señor, acuérdate de
lo que prometiste: ¡Haz que seamos un solo pastor y
un solo rebaño! No permitas que se rompa tu red y
ayúdanos a ser servidores de la unidad!».
Lamentablemente, los pecados contra la unidad han
acompañado la vida terrestre de la Iglesia. Además
del hijo de la perdición (cf. Jn 17,12), la comunidad
primitiva ha debido confrontarse con falsos profetas
(cf. 1 Jn 4,4) y con aquellos que salieron de la
comunidad porque, en realidad, no le pertenecían
sinceramente (cf. 1 Jn 2,19). San Pablo ha debido
alertar contra los que suscitan divisiones y escándalos
contra la doctrina» (Rm 16,17). Él mismo ha debido
intervenir claramente en la comunidad de Corinto,
para sanear en ella las divisiones (cf. 1 Co 1,12),
provocadas por gente materialista, que no tenían el
Espíritu (cf. Judas 19).
Desgraciadamente, también en la Iglesia actual no
falta el escándalo de las divisiones a diversos niveles.
La Eucaristía debería representar para todos un fuerte
llamado a custodiar la unidad dentro de las familias,
de las comunidades parroquiales, de los movimientos
eclesiales, de las Ordenes religiosas, de las Diócesis.
La Eucaristía, además, ofrece la gracia para restablecer
la unidad de los cristianos, miembros de cuerpo de
Cristo: «Porque aun siendo muchos, un solo pan y un
solo cuerpo somos, pues todos participamos de un
solo pan» (1 Co 10,17).
La «oración sacerdotal» de Jesucristo se extiende
a todos aquellos que creen en Él (cf. Jn 17,20).
Lamentablemente, a través de la historia, el
cristianismo ha conocido dolorosas divisiones en
varias iglesias y comunidades eclesiales. Ante ese
pecado, que es fuente de escándalo para el mundo, es
necesario rezar y actuar para que sea reconstituida la
única túnica sin costuras de Jesús (cf. Jn 19, 23-24)
y sea mantenida íntegra la red de los pescadores de
hombres (Cf. Mt 4,19; Jn 21,11) .
Se trata de la obra de Dios, a cuya realización están
llamados todos los cristianos, según la propia vocación
y responsabilidad.
Todos, sin embargo, tienen el deber de rezar para que
se cumpla la palabra de Jesucristo: «Tengo otras ovejas
que no son de este redil; también a ésas las tengo que
conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño,
un solo pastor» (Jn 10,16). A esta Palabra del Señor se
une la oración de toda la Iglesia, que por boca de su
Pastor Universal eleva la súplica: «Señor, acuérdate de
lo que prometiste. (Haz que seamos un solo pastor y
un solo rebaño! (No permitas que se rompa tu red y
ayúdanos a ser servidores de la unidad!».
25
TALLER
1. ¿Conoces las causas de la división que han existido
en la Iglesia Universal? ¿y en la local?
2. ¿En este año de la misericordia, ¿qué tendremos
que hacer para dar pasos a la unidad?
26
3. ¿Qué es lo que nos pide el Papa Francisco para
mantener la unidad en nuestras comunidades y con
los hermanos separados? (EG 224-258).
27
“Tomad y recibid todo mi
haber y mi poseer”
San Ignacio de Loyola
ORACIÓN
28
Oh Dios, que quieres que todos los
hombres y mujeres se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad, mira
tu inmensa mies y envíale operarios,
para que sea predicado el Evangelio a
toda criatura, y tu grey, congregada
por la palabra de vida y sostenida por
la fuerza de los sacramentos, camine
por las sendas de la salvación y del
amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
OBJETIVO
Llevar a la comprensión de los fieles
que la Eucaristía no se limita a la
celebración de la misma, sino que
tiene implicaciones eminentemente
misioneras y de caridad, haciendo
de nuestra iglesia, una comunidad
en permanente estado de salida y
con corazón solidario, samaritana de
todos los que sufren.
LA EUCARISTÍA, FUENTE DE
MISIÓN Y DE CARIDAD
La Eucaristía, fuente del compromiso
misionero de la Iglesia.
“
Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es
el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el
amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable
Sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquél
que impulsa a “dar la vida por los propios amigos” (cf.
Jn 15,13). En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo”
(Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta
el gesto de infinita humildad y misericordia de Jesús:
antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una
toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo,
en el Sacramento Eucarístico Jesús sigue amándonos
“hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su
sangre!”(ESC 1)
Fuente de Misión
La Eucaristía se hace “misión” como encargo de
comunicarla a toda la humanidad. “Bebed de ella
todos, porque esta es mi sangre de la alianza, que es
derramada por muchos, para perdón de los pecados”
(Mt 26,28). Por esto, “los trabajos apostólicos se
ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y
el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio
de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena
del Señor” (SC 10).
29
Por la celebración de la Eucaristía, se evangeliza a la
comunidad eclesial y se la hace evangelizadora “No se
edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como
raíz y quicio la celebración de la santísima eucaristía...
Esta celebración, para que sea sincera y cabal, debe
conducir lo mismo a las obras de caridad y de mutua
ayuda que a la acción misional y a las varias formas del
testimonio cristianos (PO 6). (Mons. Juan Esquerda
Biffet)
30
¿Por qué es fuente de misión?
1. La Iglesia y todos los creyentes encuentran en la
Eucaristía la fuerza indispensable para anunciar y
testimoniar a todos el Evangelio de la salvación. La
celebración de la Eucaristía, sacramento de la Pascua
del Señor, es en sí misma un acontecimiento misionero,
que introduce en el mundo el germen fecundo de la
vida nueva.
San Pablo, en la primera carta a los Corintios, recuerda
explícitamente esta característica misionera de la
Eucaristía: “Cada vez que coméis este pan y bebéis este
cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga”
(1 Co 11, 26).
2. La Iglesia recoge esas palabras de San Pablo en la
doxología después de la consagración. La Eucaristía es
sacramento “misionero”, no sólo porque de ella brota la
gracia de la misión, sino también porque encierra en sí
misma el principio y la fuente perenne de la salvación
para todos los hombres. Por tanto, la celebración del
sacrificio eucarístico es el acto misionero más eficaz
que la comunidad eclesial puede realizar en la historia
del mundo.
31
Toda misa concluye con el mandato misionero “id”,
“ite, missa est”, que invita a los fieles a llevar el anuncio
del Señor resucitado a las familias, a los ambientes
de trabajo y de la sociedad, y al mundo entero.
Precisamente por eso la carta Dies Domini invita a los
fieles a imitar el ejemplo de los discípulos de Emaús,
los cuales, después de reconocer “en la fracción del
pan” a Cristo resucitado (cf. Lc 24, 30-32), sienten la
exigencia de ir inmediatamente a compartir con todos
sus hermanos la alegría de su encuentro con él (cf. n.
45). El “pan partido” abre la vida del cristiano y de
toda la comunidad a la comunión y a la entrega de sí
por la vida del mundo (cf. ]n 6, 51). Es precisamente
la Eucaristía la que realiza ese vínculo inseparable
entre comunión y misión, que hace de la Iglesia el
sacramento de la unidad de todo el género humano
(cf. Lumen Gentium, 1).
Hoy es particularmente necesario que, mediante la
celebración de la Eucaristía, todas las comunidades
cristianas adquieran la convicción interior y la fuerza
espiritual para salir de sí mismas y abrirse a otras
comunidades más pobres y necesitadas de apoyo en
el campo de la evangelización y de la cooperación
misionera, favoreciendo el fecundo intercambio de
dones recíprocos que enriquece a toda la iglesia.
32
También es muy importante discernir, a partir de la
Eucaristía, las vocaciones y los ministerios misioneros.
Siguiendo el ejemplo de la primitiva comunidad
de Antioquía, reunida “en la celebración del culto
del Señor”, toda comunidad cristiana esta llamada
a escuchar al Espíritu y aceptar sus inspiraciones,
reservando para la misión universal las mejores
fuerzas de sus hijos, enviados con alegría al mundo
y acompañados por la oración y el apoyo espiritual y
material que necesitan (cf. Hch 13, 1 -3).
La Eucaristía es, además, una escuela permanente
de misericordia, de caridad, de justicia y de paz,
para renovar en Cristo al mundo que nos rodea.. La
presencia del Resucitado proporciona a los creyentes
la valentía para ser promotores de misericordia, de
solidaridad y de renovación, contribuyendo a cambiar
las estructuras de pecado en las que las personas,
las comunidades y, a veces, pueblos enteros, están
sumergidos (cf. Dies Domini, 73). (S.S. JUAN PABLO
II)
Fuente de Caridad
El cuerpo de Cristo en la Eucaristía se identifica con el
cuerpo necesitado de nuestros hermanos. La Eucaristía
tiene que ser fuente de caridad y misericordia para con
nuestros hermanos. Es decir, la Eucaristía nos tiene
que lanzar a todos a ser misericordiosos, cuyo rostro
es Jesucristo, y a practicar la caridad con nuestros
hermanos, con las obras de misericordia materiales y
espirituales. Y esto por varios motivos.
¿Cuándo nos mandó Jesús “amaos los unos a los otros”,
es decir, cuándo nos dejó su mandamiento nuevo, en
qué contexto? En la Última Cena, cuando nos estaba
dejando la Eucaristía. Por tanto, tiene que haber una
estrecha relación entre Eucaristía y el compromiso de
misericordia y caridad.
En ese ámbito cálido del Cenáculo, mientras estaban
cenando en intimidad, Jesús sacó de su corazón este
hermoso regalo de la Eucaristía, en ese ambiente fue
cuando Jesús nos pidió amarnos. Esto quiere decir que
la Eucaristía nos une en fraternidad, nos congrega en
una misma familia donde tiene que reinar la caridad.
Hay otro motivo de unión entre Eucaristía y caridad.
¿Qué nos pide Jesús antes de poner nuestra ofrenda
sobre el altar, es decir, antes de venir a la eucaristía
y comulgar el Cuerpo del Señor? “Si te acuerdas allí
mismo que tu hermano tiene una queja contra ti,
deja allí tu ofrenda, ante el altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano, y después vuelve y
presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).
33
Esto nos habla de la seriedad y la disposición interior
con que tenemos que acercarnos a la Eucaristía. Con
un corazón limpio, perdonador, lleno de misericordia
y caridad. Aquí entra todo el campo de las injusticias,
atropellos,
calumnias,
maltratos,
rencores,
malquerencias, resquemores, odios, murmuraciones.
Antes de acercarnos a la Eucaristía tenemos que
limpiarnos interiormente en la confesión. Asegurarnos
que nuestro corazón no debe nada a nadie en todos los
sentidos.
34
En este motivo hay algo más que llama la atención.
Jesús nos dice que aún en el caso en que el otro tuviera
toda la culpa del desacuerdo, soy yo quien debo
emprender el proceso de reconciliación. Es decir, soy
yo quien debo acercarme para ofrecerle mi perdón.
¿Por qué este motivo?
Mi ofrenda, la ofrenda que cada uno de nosotros
debe presentar en cada misa (peticiones, intenciones,
problemas, preocupaciones, etc.) no tendría valor
a los ojos de Dios, y no la escucharía Dios si fuese
presentada con un corazón torcido, impuro, resentido,
lleno de odio.
Ahora bien, si presentamos la ofrenda teniendo en el
corazón esta voluntad de armonía, será bien aceptada
por Dios.
Hay otro motivo de unión entre Eucaristía y
compromiso de caridad. En el discurso escatológico,
habló muy claro de nuestro compromiso con los más
pobres.
Jesús en la Eucaristía nos dice “Esto es mi Cuerpo que
será entregado por vosotros”. Y aquí, en este discurso
solemne, nos pide que ese cuerpo se iguale con el
prójimo más pobre, y por eso mismo es un cuerpo de
Jesús necesitado que tenemos que alimentar, saciar,
vestir, cuidar, respetar, socorrer, proteger, instruir,
aconsejar, perdonar, limpiar, atender.
San Juan Crisóstomo tiene unas palabras
impresionantes: “¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo?
No permitas que Él esté desnudo y no lo honres sólo
en la Iglesia con telas de seda, para después tolerar,
fuera de aquí, que ese mismo cuerpo muera de frío y de
desnudez”.
Él que ha dicho “Esto es mi cuerpo”, ha dicho también
“me habéis visto con hambre y no me habéis dado de
comer” y “lo que no habéis hecho a uno de estos mis
pequeños, no me lo habéis hecho a Mí”.
TALLER:
1. Al acercarme a la Eucaristía, ¿percibo que en ella
encuentro la fuente que llena mi vida para la misión?
2. Encuentro en la Eucaristía el amor caridad de
Jesús, que me empuja hacia la misión?
3. ¿Busco trasmitir, en lo cotidiano de la vida, la
alegría de encontrarme con Jesús en la Eucaristía?
35
37
“Habiendo amado a
los suyos... Los amó hasta el
extremo”
Juan 13, 1
ORACIÓN
38
Oh Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, nuestro Salvador,
que en Santa María, Virgen y
Madre, nos has dado la imagen
de la Iglesia, envía tu Espíritu
en ayuda de nuestra debilidad,
para que, perseverando en
la fe, crezcamos en el amor y
caminemos juntos hasta la meta
de la bienaventurada esperanza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
OBJETIVO
Presentar a la Virgen María como
mujer eucarística, destacando las
características de entrega, servicio,
siendo quien llevó al Señor en su
seno, se convirtió en primer sagrario
del Señor.
MARÍA PRIMER
SAGRARIO DEL SEÑOR
María, mujer eucarística
Entre todos los santos sobresale la Santísima Virgen
María, modelo de santidad y de espiritualidad
eucarística. Según la viva tradición de la iglesia, su
nombre es recordado con veneración en todos los
cánones de la Santa Misa y con particular énfasis en
las Iglesias orientales católicas.
María está tan unida al misterio eucarístico que
ha merecido ser justamente denominada «Mujer
eucarística» en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia.
En la existencia de María de Nazaret se manifiesta en
modo sublime no solo la exclusiva relación entre la
Madre y el Hijo de Dios, el cual ha tomado Cuerpo
y Sangre de su cuerpo y de su sangre, sino también la
íntima relación que vincula la Iglesia a la Eucaristía,
puesto que la Santísima Virgen es modelo y figura
de la Iglesia, cuya vida y misión tienen la fuente y la
cumbre en el Cuerpo y Sangre del Señor Jesucristo.
La orientación eucarística de María madre de
misericordia deriva de una actitud interna que
determina toda su vida, más que de participación
activa al momento de la institución del sacramento.
Su existencia, que tiene un profundo sentido eclesial,
asume también esta nota eucarística. María ha vivido
con espíritu eucarístico aún antes que este sacramento
fuera instituido, por el hecho de haber ofrecido su
39
“En la sagrada Eucaristía nos
hacemos uno con Dios como el
alimento con el cuerpo”
San Francisco de Sales
seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios.
Durante nueve meses ella ha sido el tabernáculo
viviente de Dios. Después ella realizó un gesto
eucarístico, y al mismo tiempo eclesial, cuando
presentó al Niño Jesús a los pastores, a los Magos y
al Sumo Sacerdote en el templo, en cuanto ofreció el
Fruto bendito de su seno al Pueblo de Dios y también
a los gentiles para que lo adoraran y lo reconocieran
como el Mesías. Análogo acto fue su presencia y su
solícita intercesión en Caná, en la hora del primer
signo que el Hijo realizó ofreciéndose a través de un
milagro. Otro gesto similar cumplió la Virgen Madre
a los pies de la cruz, participando en los sufrimientos
de su Hijo y acogiendo entre sus brazos el cuerpo y
deponiéndolo en la tumba como una semilla escondida
de resurrección y de vida nueva para la salvación del
mundo. Fue aún un ofrecimiento de índole eucarística
y eclesial su presencia durante la efusión del Espíritu
Santo, primer don del Señor resucitado a la Iglesia
naciente.
Por otra parte la Virgen María tuvo conciencia de
haber concebido a su Hijo para la salvación de todos
los hombres. Tal conciencia se hace más evidente en su
participación en el misterio pascual misericordioso
de su hijo, cuando le dice estas palabras «Mujer,
ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26) le confía a través del
apóstol Juan a todos los fieles, pero además la hace
madre de la misericordia, para que continúe con la
misión misericordiosa que en ese preciso momento
tenia Jesús al morir misericordiosamente por todos
nosotros en la cruz para salvarnos.
Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo
del amor, es testigo de las palabras de perdón que
salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido
41
a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde
puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua
que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites
y alcanza a todos sin excluir ninguno. La Iglesia
haciéndose Como la Virgen María, también hace
presente al Señor Jesús a través de la celebración de
la Eucaristía y lo ofrece misericordiosamente a todos
para que tengan vida en abundancia (cf. Jn 10,10).
.(M.V. 24)
42
Ninguno como María ha conocido la profundidad del
misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue
plasmado por la presencia de la misericordia hecha
carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en
el santuario de la misericordia divina porque participó
íntimamente en el misterio de su amor.(M.V. 24)
Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María
estuvo preparada desde siempre para ser Arca de la
Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su
corazón la divina misericordia en perfecta sintonía
con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral
de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia
que se extiende “de generación en generación” (Lc
1,50).
También nosotros estábamos presentes en aquellas
palabras proféticas de la Virgen María
Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración
del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a
nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos
de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo
Jesús en la Eucaristía.
TALLER
1. ¿Que has comprendido sobre María como mujer
Eucarística o Sagrario del Señor?
2. ¿Qué actitudes nos heredó la Virgen María como madre
de la Misericordia?
3. ¿De qué manera podemos imitar a María en su devoción
a la Santa Eucaristía y como madre de misericordia en
nuestra parroquia capilla o sector?
43
44
45
ORACIÓN
46
Señor, Dios nuestro, que amas
a los hombres y mujeres, te
rogamos que derrames sobre
nosotros la gracia abundante
de tu Espíritu, para que,
caminando en santidad según
la vocación a que nos llamas,
demos a todos testimonio de la
verdad y busquemos la unidad
de todos los creyentes en el
vínculo de la paz verdadera.
Por Jesucristo nuestro Señor.
OBJETIVO
Reflexionar cómo el misterio
eucarístico es fuente de comunión
con Dios, con la Iglesia, con todos
los hermanos bautizados, es desde
ella que se da y se construye este don
que nos hará testigos creíbles del
Resucitado.
EUCARISTÍA, FUENTE DE
COMUNIÓN
Comunión con Dios.
L
a Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está
llamada a mantener y promover tanto la comunión
con Dios trinitario como la comunión entre los fieles.
Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos,
sobre todo la Eucaristía, de la cual "vive y se desarrolla
sin cesar", y en la cual, al mismo tiempo, se expresa a
sí misma. No es casualidad que el término comunión
se haya convertido en uno de los nombres específicos
de este sublime Sacramento.
La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de
todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la
comunión con Dios Padre, mediante la identificación
con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo. La
celebración de la Eucaristía, presupone previamente la
comunión, para consolidarla y llevarla a perfección. El
Sacramento expresa este vínculo de comunión, sea en
la dimensión invisible que, en Cristo y por la acción
del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros,
sea en la dimensión visible, que implica la comunión
en la doctrina de los Apóstoles, en los Sacramentos y
en el orden jerárquico.
La comunión invisible, aun siendo por naturaleza un
crecimiento, supone la vida de gracia, por medio de la
cual se nos hace "partícipes de la naturaleza divina" (2
Pe 1, 4), así como la práctica de las virtudes de la fe,
de la esperanza y de la caridad. En efecto, sólo de este
modo se obtiene verdadera comunión con el Padre,
47
el Hijo y el Espíritu Santo. No basta la fe, sino que
es preciso perseverar en la gracia santificante y en la
caridad, permaneciendo en el seno de la Iglesia con el
"cuerpo" y con el "corazón"; es decir, hace falta, por
decirlo con palabras de san Pablo, "la fe que actúa por
la caridad" (Ga 5, 6).
48
El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber
con la advertencia: "Examínese, pues, cada cual,
y coma así el pan y beba de la copa" (1 Co 11, 28).
San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia,
exhortaba a los fieles: "También yo alzo la voz, suplico,
ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a
esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y
corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá
llamarse comunión, por más que toquemos mil veces
el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor
castigo".
Precisamente en este sentido, el Catecismo de la
Iglesia Católica establece: "Quien tiene conciencia de
estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar". Deseo,
por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre
en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento
ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo,
al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía,
"debe preceder la confesión de los pecados, cuando
uno es consciente de pecado mortal".
“No comulgar es como
cuando alguien muere de
sed junto a una fuente”
San Juan María Vianney
La Eucaristía crea comunión y educa a
la comunión.
50
San Pablo escribía a los fieles de Corinto
manifestando el gran contraste de sus divisiones en las
asambleas eucarísticas con lo que estaban celebrando,
la Cena del Señor. Consecuentemente, el Apóstol les
invitaba a reflexionar sobre la verdadera realidad de
la Eucaristía con el fin de hacerlos volver al espíritu de
comunión fraterna (cf. 1 Co 11, 17-34).
San Agustín se hizo eco de esta exigencia de manera
elocuente cuando, al recordar las palabras del Apóstol:
"vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros
cada uno por su parte" (1 Co 12, 27), observaba: "Si
vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre
la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros
mismos y recibís el misterio que sois vosotros". Y, de esta
constatación, concluía: "Cristo el Señor [...] consagró
en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad. El que
recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de
la paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino
un testimonio contra sí".
Si en ningún caso es legítima la concelebración si falta
la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto
a la administración de la Eucaristía, en circunstancias
especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o
a Comunidades eclesiales que no están en plena
comunión con la Iglesia católica. En efecto, en este caso
el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual
para la salvación eterna de los fieles, singularmente
considerados, pero no realizar una intercomunión,
que no es posible mientras no se hayan restablecido
del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial.
“Oh Dios, crea en mí un
corazón puro, renuévame
por dentro con espíritu
firme”
Salmo 51, 12
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53
54
Fotografías internas
Catequesis por:
Mario A. López
3,16 Producciones
Fotografías Portada y
contraportada de CD por:
Nelo Mijangos
Arzobispado de Guatemala
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