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P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Hacia un
Nuevo Modelo
de Iglesia
Propuesta-Provocación
* Y las masas católicas, ¿qué?
* La Iglesia: ¿hacia dónde vamos?
* La unidad entre los cristianos: ¿una utopía?
* Análisis de la realidad eclesial
* Dibujando un nuevo modelo de Iglesia
Apóstoles de la Palabra
— México 2006 —
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1
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Introducción General
Sin duda, nuestras conquistas a favor de la justicia, la tolerancia, el diálogo, la paz y la concordia entre los pueblos nos llenan de
gozo y satisfacción. Pero hay algo que nos quita el sueño. A nivel de
Iglesia no sabemos cómo despegar el vuelo, nos sentimos como atorados, nos falta una utopía general, que nos permita despertar del
sopor en que nos encontramos, unifique esfuerzos y nos invite a
soñar con un futuro más alentador.
Ante el surgimiento de nuevas formas de religiosidad y el avance del proselitismo sectario más descarado, tenemos la impresión
de que nuestra actitud de extrema apertura, en lugar de fortalecernos como Iglesia, nos está restando fuerzas, debilitando nuestras
defensas y facilitando en nuestros feligreses la aceptación de las
nuevas propuestas religiosas.
Además, por estar demasiado preocupados por los valores
puramente humanos y poco por los valores sobrenaturales, nuestros feligreses están sufriendo una especie de asfixia espiritual. Por
eso muchos se dejan fácilmente seducir por el canto de las sirenas,
que los lleva al mundo de la ilusión, o a fagocitar por un sinfín de
grupos proselitistas, que han hecho de la religión su razón de vida,
en buena o mala fe.
Aún no nos resignamos a salir del actual paradigma de Iglesia,
gestado en un clima de cristiandad. Nos resulta difícil pensar que
estamos viviendo en una sociedad pagana, que estamos llamados a
cristianizar día tras día, área por área, sector por sector e individuo
por individuo.
Preferimos seguir con el discurso genérico de una sociedad
cristiana, en que la fe se transmite de padre a hijo, sin hacer un
verdadero intento por evangelizar a los paganos que tenemos a la
vuelta de la esquina. En este aspecto, si se excluyen los movimientos que cuentan con una metodología propia, estamos casi completamente en ayunas, totalmente metidos en asuntos de administración, en el aspecto sacramental o económico.
3
Frente a esta realidad, es urgente pensar en un Nuevo Modelo
de Iglesia, dejando a un lado el pesimismo, la rutina y la inercia. Es
tiempo de empezar a ver más allá, a soñar con algo diferente y a dar
pasos concretos. Es tiempo de enfrentar con seriedad el problema
de nuestras masas católicas alejadas y empezar a ensayar algo, para
que también ellas puedan participar plenamente del gran banquete
que Dios tiene preparado para su Pueblo, superando el bache de la
así llamada Religiosidad Popular, que muchas veces raya en el paganismo.
Lo que a continuación se presenta, es una simple “propuesta —
provocación”, una invitación a pensar en un nuevo modelo de Iglesia, más adecuado a los tiempos actuales y con más fidelidad a la
Palabra de Dios y a la auténtica Tradición de la Iglesia. ¿Que podrá
haber riesgos? Claro que sí.
De hecho, hasta la fecha, al dar a conocer a unas cuantas personas estos escritos según iban saliendo (Tuve un sueño, 2002; Comunidades “Palabra y Vida”, 2003; Y las masas católicas ¿qué?,
2004; El Sacramento de la Reconciliación, 2004), no tuve ningún
comentario de parte de la gente más preparada teológicamente. Lo
único que escuché por medio de terceras personas, fue la recomendación a no publicar nada para evitar problemas, una opinión totalmente contraria al sentir de la gente sencilla, que, al leer los mismos
escritos, se llenaba de alegría y esperanza.
Pues bien, para alentar esta esperanza, doy a conocer a un público más amplio mis inquietudes, convencido de que algo se va a
lograr, por lo menos remover un poco las aguas estancadas. Y venga lo que venga, por amor al Pueblo de Dios, a quien estoy llamado
a servir.
“Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha” (Is 62, 1).
México, D.F., a 27 de marzo de 2005.
Domingo de Resurrección.
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap.
4
Presentación
a la Segunda Edición
La sociedad ha cambiado profundamente; también la Iglesia
tiene que cambiar en muchos aspectos, si quiere llevar a cabo su
misión. O queda desfasada y rezagada, dejando a sus miembros en la
incertidumbre y el abandono. Cambiar o morir: es la ley de la vida.
Cambiar o renunciar a cumplir con la propia misión, dejando en
otras manos lo que le es propio. Buscar, por lo tanto, un nuevo modelo de Iglesia, más acorde a los tiempos actuales, se vuelve en una
necesidad improrrogable o se arriesga con fracasar.
Antes se vivía en un régimen de cristiandad o en guetos. Había
una unión muy estrecha entre la Iglesia y el estado. Todos eran
católicos. Todos frecuentaban la Iglesia. Los sacramentos marcaban los momentos más importantes en la vida del individuo como
miembros de la Iglesia y de la sociedad. Excluir a uno de los sacramentos significaba marginarlo de la sociedad. Además, los ministros de la Iglesia eran bastantes para atender a todos los feligreses y
todo el ambiente estaba impregnado del espíritu católico, aunque la
mayor parte de la población carecía de una formación cristiana explícita y sistemática.
Hoy las cosas cambiaron. Se vive en un contexto totalmente
diferente al signo del pluralismo. Con mucha facilidad uno se codea
con gente, que tiene creencias y costumbres muy diferentes: gente
respetuosa y gente fanática, que discrimina y ataca. Además, el número de los ministros de la Iglesia ha disminuido notablemente,
mientras por otro lado todo el ambiente, en lugar de ayudar a vivir
la fe, le pone obstáculos.
Vivimos en una sociedad extremadamente competitiva. Todos tratan de aumentar su membresía o clientela, utilizando todos
los medios posibles: las pizzerías, con el afán de aumentar su clientela, envían los pedidos a domicilio; las fábricas de perfumes, cosméticos, medicina y distintos tipos de utensilios cuentan con todo
un sistema de distribución, hasta la venta de casa en casa; muchos
grupos religiosos tratan de aumentar su membresía utilizando to-
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dos los medios posibles, hasta el visiteo de casa en casa, abordando
a todos uno por uno.
¿Y nosotros? Nada. Al toque de la campana, cada quien decida si quiere o no acercarse al templo. Algo raro nos está pasando:
mientras todas las demás organizaciones religiosas están tratando
de aumentar su membresía, utilizando todos los medios posibles,
nosotros ni nos preocupamos de cuidar y retener a los miembros
que ya tenemos. ¿Por qué? Por falta de organización y estructuras
adecuadas. Y de todos modos seguimos bautizando y casando por la
Iglesia, como si no pasara nada a nuestro alrededor, sabiendo que
muchos, por no estar debidamente atendidos, algún día nos van a
dejar para ir a engrosar las filas de algún grupo proselitista.
Es urgente tomar conciencia de que ya no vivimos en un régimen de cristiandad y por lo tanto es necesario pensar en un nuevo
paradigma o modelo de Iglesia, capaz de formar a verdaderos católicos, realmente convencidos de su identidad y preparados para resistir ante el embate de los antivalores que presenta la sociedad y la
acción demoledora de los grupos proselitistas. Es el momento del
valor y la creatividad.
No tenemos que olvidarnos de que la Iglesia, con todas sus
instituciones, está en función de la misión. Primero la misión y después las instituciones. Las instituciones a servicio de la misión y no
viceversa. Cuando un sistema ya no sirve para llevar adelante la
misión, sino que la estorba, significa que ya caducó y por lo tanto
hay que cambiarlo, buscando uno nuevo. Pues bien, al darnos cuenta que con el sistema actual una gran cantidad de feligreses queda
sin una debida atención pastoral, ¿qué estamos esperando para concluir que es tiempo de pensar en algo nuevo, capaz de responder a
las necesidades actuales? ¿Qué entendemos por “vino nuevo en odres
nuevos”? (Mt 9,17). ¿Tan difícil nos resulta discernir los “signos de
los tiempos”? (Mt 16,3).
¿Hasta cuándo seguiremos con el cuento de que “no nos damos abasto” o seguiremos echando la culpa de todo a los nuevos
tiempos, impregnados de secularismo, hedonismo y un montón de
ismos más? Si otras organizaciones religiosas avanzan, ¿por qué no
podemos avanzar también nosotros? ¿Por qué continuamente hay
católicos que dejan la Iglesia? Evidentemente, hay algo que no está
funcionando en el sistema eclesial, un sistema que es urgente adaptar a los tiempos actuales.
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Desde antes del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965),
ha habido distintas iniciativas, para poner a la Iglesia en grado de
responder a los retos que se le presentan hoy en día en orden a la
realización de su misión. Pues bien, llegó el momento de empezar a
vislumbrar algún proyecto, que abarque todo el ser y quehacer de la
Iglesia, un proyecto global de reestructuración eclesial a la luz del
dato revelado y la historia de la Iglesia, eliminando sobreestructuras
obsoletas, inútiles o dañinas, que le impiden marchar con agilidad y
seguridad. Ya contamos con muchas piezas nuevas; nos falta el diseño general, un diseño que esté en sintonía con el proyecto del Fundador y los tiempos actuales y al mismo tiempo dé sentido a cada
detalle.
De otra manera, lo dejamos todo a la improvisación y a las
teorías y gustos personales, que no tienen nada que ver con los auténticos intereses del Reino, sin contar con un punto de referencia
preciso y seguro. Ojalá que a nivel general se empiece a entrar pronto en esta nueva perspectiva, con miras a fortalecer el papel de la
Iglesia y relanzar la misión, no olvidando el eterno principio “Salus
animarum suprema lex”.
Confío en que estas páginas puedan representar para muchos un estímulo para pensar y actuar, sumándose a nuestra causa,
que consiste precisamente en ir vislumbrando un nuevo modelo de
Iglesia, en la cual todo católico tenga la oportunidad de vivir su fe
en plenitud, seguridad y dignidad, sin que nadie se sienta abandonado por falta de organización o estructuras adecuadas.
El nuevo título del libro, “Hacia un Nuevo Modelo de Iglesia”, nos parece más adecuado para expresar su contenido y al mismo tiempo cumplir con su cometido de “provocar” la reflexión y la
acción, especialmente de parte de los que tienen mayor preparación y responsabilidad.
México, D.F., a 18 de febrero de 2006.
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
- Primera edición, 2005. Título: «Un Nuevo Rostro de Iglesia».
- Segunda edición, 2006.
Se revisó la edición anterior y se añadió: Parábolas, Análisis de
la Realidad Eclesial y Dibujando un Nuevo Rostro de Iglesia.
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8
Primera Parte
Y LAS MASAS CATÓLICAS,
¿QUÉ?
Misión permanente:
“Denles ustedes de comer” (Mc 6,37).
Plan Global de Evangelización Masiva
(PlaGloEM)
Parece que solamente nosotros no estamos interesados en
la suerte de nuestras masas católicas. Según la opinión de muchos “expertos”, es suficiente la Religiosidad Popular para satisfacer su sed de Dios, lo que evidentemente resulta falso, puesto
que con facilidad se salen de la Iglesia, atraídas por las nuevas
formas de religiosidad que están invadiendo nuestros ambientes, anteriormente totalmente católicos.
¿Qué hacer, entonces?¿Dejarlas sin ningún tipo de protección a la merced de los grupos proselitistas o tratar de
fortalecerlas y encaminarlas hacia una vivencia de la fe más
auténtica? ¿Qué nos dice al respecto la Palabra de Dios? ¿Con
qué contamos para empezar?
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10
Capítulo 1
Situación Alarmante
Con relación al problema de los alejados, la situación de la Iglesia Católica no es tan halagadora que digamos. En realidad, la cantidad de los católicos practicantes, es decir, de los que son medianamente atendidos por sus pastores, con misa semanal, una confesión
de vez en cuando y una que otra práctica de piedad, serán unos 510%. Todos los demás viven de puros ritos y algunas creencias religiosas, sacadas del mundo cristiano, indígena y nuevaeriano.
Y mientras pasa esto dentro de la Iglesia, fuera de ella los grupos proselitistas no le dan tregua, haciendo todo lo posible para
desestabilizarla mediante todo tipo de ataques. De hecho, han logrado avances muy significativos que ya superan la cantidad de los
católicos practicantes. Así que actualmente el 90% de los católicos
se queda como tierra de nadie, sumidos en la así llamada Religiosidad Popular, a la merced del primero que logra conquistarlos.
Pues bien, ante esta realidad, ¿cómo está reaccionando el mundo católico?
Desde el quinto piso:
Teólogos y pastoralistas
Según ellos (no todos, evidentemente), puesto que nosotros
no estamos en condiciones de atender debidamente a todos nuestros feligreses, tendríamos que ver con buenos ojos la presencia de
los grupos proselitistas, que en el fondo nos estarían haciendo un
favor, ofreciendo a nuestros hermanos católicos algo que nosotros
no logramos ofrecer. Estando así las cosas, no habría que ver la
presencia de los grupos proselitistas como un problema, sino como
parte de la solución.
Pues bien, ésta es la opinión que circula en muchos seminarios
y demás centros de formación para agentes de pastoral, una opinión que los descarga de toda responsabilidad con relación al problema de los alejados y los hace aparecer modernos, abiertos y tolerantes.
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Para justificar esta toma de posición, ¿presentan alguna razón
de tipo teológico? Ninguna. Les parece algo lógico y nada más, como
parte de una visión ecuménica acerca de las relaciones entre los
distintos productores de bienes espirituales, eliminando todo tipo
de distinción entre verdadero y falso, ortodoxia y heterodoxia, revelación divina o invento humano.
Según ellos, algo es algo. En lugar de quedarse sin ninguna guía
espiritual, es mejor que el católico alejado sea atendido por otros
pastores, sin fijarse en los contenidos religiosos y morales que presentan, si son conformes o están en contra de la doctrina católica.
Un total relativismo religioso y moral. ¡Y se consideran teólogos y
pastoralistas católicos!
En lugar de hacer investigaciones de campo, es decir con la
gente católica diseminada en los centros y en las periferias de las
grandes metrópolis, en las ciudades, los pueblitos, el campo y las
sierras, con sus distintas clases sociales, para conocer la realidad
del pueblo católico y buscar la manera de enfrentarla con valentía,
prefieren divagar en el mundo de los conceptos o inebriarse con los
avance del ecumenismo, considerado como la panacea de todos los
problemas eclesiales. Para ellos, todo lo que huele a masas y apologética es signo de atraso teológico y mental. Sufren de agorafobia e
irenismo.
Definitivamente, el futuro del mundo católico, según ellos, estaría en pequeños grupos de gente bien concientizada, que viviera
su fe en paz ecuménica en medio de otros grupos no católicos, como
si la actitud agresiva y conquistadora de los grupos proselitistas
fuera una reacción natural a otra actitud igualmente agresiva y conquistadora de los católicos. Algo totalmente irreal, inventado para
justificar la propia falta de compromiso con la evangelización de las
masas, considerada como algo totalmente imposible.
En el fondo, ¿de qué se trata? De un pretexto y nada más para
justificar la propia falta de imaginación creativa, aunada a un evidente espíritu de inercia y deseo de seguir conservando los propios
privilegios. Claro, si queremos seguir con el mismo ritmo y estilo de
vida que tenemos actualmente, estamos destinados al fracaso en el
campo de la evangelización de las masas, teniendo en cuenta el espíritu de creatividad y agresividad de los grupos proselitistas.
Pero eso no es el chiste. Si queremos enfrentar con seriedad el
problema de la evangelización de nuestras masas católicas alejadas,
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tenemos que poner todo sobre la mesa y ver si de veras podemos o
no podemos, cambiando lo que hay que cambiar y luchando con
todas nuestras fuerzas para alcanzar la meta. En realidad, de eso se
trata. Los que van a preparar los planes de batalla, no tienen que ser
los fracasados, los indolentes, los cobardes o los traidores, sino los
valientes, los leales y los decididos.
Primero se salieron con el cuento de que no había que tocar la
religiosidad popular, puesto que representa un camino de salvación, igualmente válido como cualquier otro. Una vez constatado
que no resiste frente al embate de los grupos proselitistas, ahora se
salen con otro cuento aún más desastroso, afirmando que nosotros
no nos damos abasto para atender a nuestra gente y que por lo tanto
no hay que ver como un problema la presencia de los grupos proselitistas, sino como una ayuda necesaria y providencial.
Según esa manera de ver las cosas, la comunidad estaría en
función de los pastores y no los pastores en función de la comunidad, lo que bíblicamente es un absurdo. Es suficiente ver la vida de
las primeras comunidades cristianas, cuando todo estaba en función de la misión y para cada necesidad de la comunidad se establecían ministerios adecuados para hacerles frente.
Sería como si un pastor, al no poder atender personalmente a
todas las ovejas, por su gran cantidad, viera con buenos ojos la llegada de los lobos, o un empresario que, al no poder llevar personalmente todos sus negocios, los echara a perder o viera con buenos
ojos que otros se los arrebataran, quedándose con lo que él personalmente pudiera atender.
Según este tipo de gente, lo único que tendríamos que hacer
nosotros católicos, sería observar el curso de los acontecimientos,
sin intervenir para no dar la impresión de ser intolerantes. Así que,
si los demás hacen todo lo posible para conquistar a nuestra gente,
están en su derecho de hacerlo y además representan una ayuda
para nosotros; si nosotros tratamos de preparar a nuestra gente de
manera tal que se integre más a la Iglesia y no se deje arrastrar por
los grupos proselitistas, somos unos fanáticos, intolerantes y atrasados. Según ellos, la fragmentación del catolicismo popular, engullido por los grupos proselitistas, sería un hecho ineludible, que no
podemos ni tenemos que contrastar por ninguna razón.
Pues bien, nosotros no estamos de acuerdo con esta visión de
la realidad y esta actitud frente a los acontecimientos, que nos pare-
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ce puro fatalismo y determinismo histórico. Nosotros estamos convencidos de que podemos y tenemos que enfrentar con valor y decisión el problema de la evangelización de nuestras masas alejadas,
confiando en Cristo y el papel único que tiene la Iglesia en orden a la
salvación del género humano.
Si ellos están acostumbrados al mundo de las ideas, sin un entrenamiento práctico para cimentarse con el mundo real de la evangelización, es su problema. Así fueron educados en el seminario y
así siguen ahora, sin experiencia en inventar cosas para resolver el
problema de la evangelización de las masas. Por un lado, grandes
ideas y razonamientos que rayan en sofismas, y por el otro, pura
rutina sacramentaria, más cómoda y económicamente provechosa,
si se exceptúan algunas chispas especialmente en campo litúrgico.
Lo que les pedimos a esos señores (que no son todos los teólogos, pastoralistas o agentes de pastoral, ¡conste!), es que no estorben y nos dejen trabajar en paz, buscando la manera de evangelizar
y atender debidamente a nuestras masas alejadas. Es lo único que
les pedimos por el momento. Claro que no descartamos la posibilidad de una conversión. Lo que les deseamos de todo corazón.
Desde la calle:
Movimientos apostólicos y pueblo en general
No comparten la opinión de los que ven el asunto desde el
quinto piso. Es más: ni la conocen ni tienen la mínima sospecha de
que esto se pueda dar dentro de la Iglesia, y lo que es peor, de parte
de los responsables de su cuidado espiritual. No me imagino qué
pasaría el día en que el pueblo católico se enterara de esta manera
de pensar de muchos de sus pastores. Por lo menos quedaría fuertemente escandalizado, para no decir profundamente decepcionado.
Al contrario, el pueblo católico tiene la convicción profunda
de que la Iglesia algo puede hacer y ya está haciendo para solucionar el problema de la evangelización y atención pastoral de todos
sus miembros, sin acudir al auxilio de gente con doctrinas y prácticas extrañas.
Esta convicción profunda del pueblo católico se manifiesta de
una manera especial en el esfuerzo que los movimientos apostólicos y eclesiales están haciendo para dar la grande batalla de la evangelización de las masas alejadas, rescatando a cuanta más gente sea
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posible de la ignorancia y el indiferentismo religioso mediante cursillos, visitas domiciliarias y cuantas más iniciativas se les ocurren.
Donde más se nota el desaliento, la rutina y la inercia, es precisamente en el clero, que, mientras desprecia a las masas alejadas y
está dispuesto a dejarlas en manos de otros pastores, vive de ellas
repartiendo sacramentos al por mayor, sin hacer un verdadero esfuerzo por evangelizarlas y atenderlas debidamente. En lugar de
ver qué hacer para que lleguen a todos por lo menos las migajas del
Evangelio, se conforman con lo poco que hacen, descuidando lo
mucho que se podría hacer mediante el auxilio de otros
evangelizadores oportunamente preparados y remunerados.
Aquí precisamente está el meollo de todo el asunto: se quisiera
que los laicos trabajaran en la evangelización, pero sin una adecuada preparación, programada y costeada por la Iglesia, y una adecuada remuneración. Que lo hagan todo “por amor a Dios”, así
nomás, espontáneamente y sin tocar las finanzas oficiales, que están destinadas a sostener el culto con sus ministros ordenados.
En este contexto, evidentemente, menos agentes de pastoral
haya y más se garantiza su adecuado sustento. Todo se ve teniendo
en cuenta la preparación y el sustento de los ministros oficiales. Es
lo primero que hay que salvar. ¿Y el bienestar espiritual del pueblo
católico? ¿Y el mandato misionero? Si hay tiempo y dinero. Que
esperen tiempos mejores o de plano busquen por otro lado.
Algo parecido está pasando con las religiosas: primero su seguridad económica, después la evangelización. Y visto que los colegios garantizan mejor la seguridad económica, se vuelcan hacia la
educación, dejando a un lado la evangelización, que no garantiza
nada ni para el presente ni para el futuro.
Según mi opinión, aquí está la raíz de todo el problema: en la
crisis del clero y la vida consagrada, que representa la crisis de un
modelo eclesial agotado. Por lo tanto, urge plantearse el problema
de la evangelización de las masas católicas y del mundo pagano,
como estímulo para poner al descubierto las causas del actual estancamiento que se nota en la Iglesia católica, camuflado por la
euforia de las visitas papales y la canonización de nuevos santos, y
empezar a vislumbrar alguna posible solución.
La misma acentuación del compromiso con los pobres, buscando en primer lugar la transformación de las estructuras económicas y políticas de la sociedad, en la mayoría de los casos es un
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reflejo del excesivo interés por lo material y la poca sensibilidad
por lo espiritual, en cuyo manejo su incompetencia es demasiado
evidente.
TAREA
1. ¿Es lo mismo pertenecer a la Iglesia Católica o a uno de los
grupos proselitistas, que están haciendo todo lo posible para
convencer a los católicos a cambiar de religión (testigos de
Jehová, adventistas del séptimo día, pentecostales, etc.)?
Sí
No
2. ¿Cuáles diferencias encuentras entre la Iglesia Católica y los
grupos proselitistas?
Iglesia Católica:
Grupos proselitistas:
3. Entre tus parientes, amigos y conocidos, ¿hay algunos que han
dejado la Iglesia Católica para pasarse a otro grupo religioso?
Sí
No
Si la respuesta es afirmativa, señala cuántos se cambiaron de
religión:
4. ¿Se cambiaron de religión solamente los católicos alejados o
también algunos católicos practicantes e incluso católicos que
pertenecían a las asociaciones o movimientos apostólicos?
-Solamente católicos alejados.
-También los católicos de los movimientos apostólicos.
¿Por qué sucede esto, si se trata de personas preparadas en
campo religioso?
5. Por lo general, ¿quiénes se cambian de religión?
-Los católicos
-Los que pertenecen a los grupos proselitistas
6. Los católicos que se cambian de religión ¿lo hacen espontáneamente (por gusto, curiosidad, despecho, venganza o por no
sentirse satisfechos por lo que se les ofrece dentro de la Igle-
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sia) o son inducidos por los que pertenecen a los grupos proselitistas?
-Espontáneamente
-Son inducidos
7. ¿Cómo te sientes cuando llega algún miembro de los grupos
proselitistas para convencerte a cambiar de religión?
-Capaz, preparado bíblicamente y seguro.
-Impreparado, impotente, inseguro y miedoso.
8. ¿Cómo se sienten los que pertenecen a los grupos proselitistas
cuando van de casa en casa, para convencer a los católicos a
cambiar de religión?
-Capaces, preparados bíblicamente y seguros.
-Impreparados, impotentes, inseguros y miedosos.
9. Los que pertenecen a los grupos proselitistas, ¿están realmente
preparados en campo bíblico o se están aprovechando de ka
ignorancia de los católicos?
-Están realmente preparados.
-Se están aprovechando de la ignorancia de los católicos.
10. Tú ¿cómo te sientes ante esta situación?
11. ¿Cómo ves la acción de los grupos proselitistas con relación a
la Iglesia Católica?
-Para nosotros representan un problema, porque confunden
a la gente y la alejan de la Iglesia
-Para nosotros representan una ayuda, puesto que también
ellos están evangelizando. En el fondo, todos estamos buscando al mismo Dios.
12. Con relación al futuro de las masas católicas, ¿qué opinas?
-Puesto que nosotros no estamos en condiciones de
evangelizarlas y atenderlas debidamente, en lugar de quedarse sin nada, es mejor que sean evangelizadas y atendidas
por los grupos proselitistas.
-Con la ayuda de Dios, echándole ganas y organizándonos
mejor, nosotros católicos comprometidos podemos evangelizar y atender debidamente a nuestras masas católicas
alejadas.T
17
13. ¿Es posible enfrentar el problema del proselitismo religioso,
sin aportar ciertos cambios al interior de la Iglesia?
Sí
No
Si la respuesta es negativa, ¿cuáles cambios sugieres?
¿Por dónde se puede empezar?
14. Escribe una Carta a tu Señor Cura, presentándole la situación
en que se encuentra el pueblo católico a causa del proselitismo
religioso, cómo te sientes ante esta situación y qué sugieres
para enfrentar este problema. (Puedes utilizar una hoja aparte).
18
Capítulo 2
Palabra de Dios
¿Qué dice al respecto la Palabra de Dios, secundada por la Tradición y la praxis bimilenaria de la Iglesia? Sin duda, no está de
acuerdo con los que ven las cosas desde el quinto piso.
Huesos secos
Un campo de huesos secos se presenta delante de los ojos del
profeta. Dios le pregunta: “Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos
huesos?”. Respuesta: “Señor Yahvé, tú lo sabes” (Ez 37, 3). Aquí
está la fe del profeta, que se basa, no en los cálculos humanos, sino
en el poder de Dios. Y viene el milagro: el profeta habla y los huesos
secos se juntan, recobran su carne y su espíritu y se transforman en
un ejército.
Explicación: “Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de
Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha
desvanecido nuestra esperanza, todo se ha acabado para nosotros.
Por eso profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahvé: He aquí que yo
abro sus tumbas, pueblo mío: los haré salir de sus tumbas, pueblo
mío, y los llevaré de nuevo a la tierra de Israel. Entonces, sabrán
que yo soy Yahvé cuando abra sus tumbas y los haga salir, pueblo
mío. Infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en
su tierra y entonces sabrán que yo, Yahvé, lo digo y lo hago, oráculo
de Yahvé” (Ez 37, 11-14). Así, en un pueblo desterrado y desanimado, renace la esperanza por la fe en el poder de Dios, una fe centrada
en el profeta que en nombre de Dios habla sobre los huesos secos y
hace posible el milagro.
¿Qué estamos esperando para que esto se haga realidad entre
nosotros? Nuestras masas católicas, frente al avance de los grupos
proselitistas, se sienten desanimadas, frustradas, acomplejadas y
abandonadas. ¿Dónde están los profetas, capaces de reanimarlas en
nombre de Dios? Al contrario, los amigos del quinto piso vienen a
desanimarlas aún más con sus anuncios de mal agüero, asegurando
que no hay nada que hacer para que esos huesos secos puedan tener
vida dentro de la Iglesia. El único camino de salvación que les proponen, se encuentra fuera de la propia Iglesia. ¡Una auténtica locu19
ra en campo bíblico y teológico! ¡Un evidente reconocimiento del
propio fracaso pastoral y de la propia falta de fe e imaginación
creativa! Una señal de alarma acerca de la actual situación de la
Iglesia, muy atenta, respetuosa y abierta hacia fuera y muy descuidada hacia adentro.
Multiplicación de los panes
Frente a un gentío enorme que lo buscaba, Jesús “sintió compasión, pues estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles
muchas cosas” (Mc 6, 34). Haciéndose tarde, “los discípulos se le
acercaron y le dijeron: “Despídelos para que vayan a las aldeas y a
los pueblos del contorno a buscar algo de comer”. Él les contestó:
“Denles ustedes de comer” (Mc 6, 36-37). Y con cinco panes y dos
pescados, hubo comida para todos, hasta sobrar.
Alguien dirá: “Pero esto fue un milagro”. Claro que fue un milagro. ¿Y qué? ¿Acaso en el campo de la fe hay que descartar los
milagros? Sépanlo bien los señores del quinto piso: en el campo de
la fe, creer en los milagros es ser realistas. De otra manera que se
metan de sociólogos, matemáticos o filósofos, no de teólogos o
pastoralistas.
Así que, frente a la gran cantidad de católicos que viven como
ovejas sin pastor, en lugar de repetir las palabras de los discípulos:
“Despídelos”, empiecen a inventar algo para darles de comer, echando mano de lo que tenemos y convencidos de que después intervendrá Dios, que hará lo demás, hasta sobrar.
Ésta es precisamente nuestra visión acerca del papel de los
pastores con relación a las masas católicas alejadas: hacer todo lo
posible para que sean debidamente instruidas y atendidas. ¿Utopía? Claro, de eso se trata. ¿Irrealizable? No. Según nuestra manera
de ver las cosas, con la ayuda de Dios, todo es posible. O de otra
manera nos ponemos a vender pepitas por la calle.
TAREA
1. ¿Ya conocías Ez 37,1-14?
Sí
No
2. Copia lo que te parece más importante de los dos textos:
- Ez 37,
:
20
- Mc 6,
:
3. Según tu opinión, ¿cuál es el plan de Dios acerca de las masas
católicas?
-Que cada quien vea qué hacer para solucionar su problema
de cómo acercarse a Dios
-Que sean evangelizadas y atendidas de parte de la Iglesia
Católica
4. Según tu opinión, ¿a qué se debe tanta apatía en el campo de la
evangelización de parte de muchos agentes de pastoral?
Puedes señalar uno o distintos aspectos:
-Crisis de fe
-Influjo del espíritu mundano
-Desconocimiento de las Escrituras
-Excesiva preocupación por la promoción humana
-Flojera
-Intereses personales
-Otras razones:
5. Tú ¿qué puedes hacer para que cambie esta situación?
21
6. Con relación al futuro de las masas católicas, ¿cuál es tu
utopía (sueño, ideal, meta, deseo)?
22
Capítulo 3
En concreto,
¿Qué podemos hacer?
Algo se puede hacer para empezar. Lo importante es tener bien
claro el objetivo, que consiste en formar y atender adecuadamente
a todo el pueblo católico a nivel masivo, utilizando todos los medios
posibles. Una vez que esté bien claro el objetivo, no faltarán iniciativas para alcanzarlo.
De otra manera, va a pasar en el campo religioso lo que está
pasando en el campo económico: de una parte hay unos cuantos
afortunados, que cuentan con todo tipo de recursos, y de otra parte
hay una enorme masa de desheredados, que no cuentan ni con lo
necesario para una vida digna. Lo extraño es que, mientras muchos
elevan el grito al cielo por las injusticias que se dan en el campo
económico, no mueven ni un dedo para acabar con la enorme desigualdad que se está dando en el seno de la Iglesia.
1.- Religiosidad popular
No es cierto que hay que dejarla así como está. Es necesario
purificarla en todos sus aspectos.
- Prácticas de piedad.
Es necesario aprovecharlas para evangelizar al pueblo católico. ¿Cómo? Haciendo un uso abundante de la Palabra de Dios: Rosario Bíblico, Vía crucis Bíblico, Posadas Bíblicas, Novenario de
difuntos Bíblico, etc. El enorme éxito que está teniendo este tipo de
folletos, es un claro reflejo de la gran sed de Dios, presente en el
pueblo católico.
- Fiestas religiosas populares.
Hay que reestructurarlas en la medida en que sea posible una
intervención de parte de los agentes de pastoral. Por lo menos no
hay que verlas como pretexto para obtener recursos económicos,
23
permitiendo y alentando el consumo de bebidas alcohólicas, distribuyendo sacramentos al por mayor, con escasa o nula preparación,
etc.
Aparte de esto, hay que ver cómo aprovecharlas para evangelizar, promoviendo algún concurso bíblico entre niños, adolescentes, jóvenes y adultos, concurso de teatro, poesía, grupos de música
cristiana, concurso con disfraces de santos, concursos de coros,
carros alegóricos bíblicos o que representen al santo que se está
festejando. Es tiempo de empezar a desmitificar a los santos con sus
relativas imágenes, y todo esto en un contexto festivo y popular,
para poder llegar a las masas.
Si los agentes de pastoral empiezan a ver las fiestas religiosas
populares en una perspectiva de evangelización, no les faltarán iniciativas para su imaginación creativa, propiciando un nuevo despertar en el arte popular, especialmente en el teatro, la danza y la
música. Imagínense cuánto trabajo podrían tener los conjuntos de
música cristiana, si se aprovecharan oportunamente las fiestas religiosas. Se podría dar origen a un nuevo género musical en campo
católico.
2.- Catequesis presacramental
Dijo Jesús: «Denles ustedes de comer» (Mc 6, 37). Pues bien,
por lo pronto, ¿qué tenemos para dar de comer a las masas católicas
alejadas y así empezar a satisfacer su hambre espiritual? La catequesis presacramental.
Es la grande oportunidad que tenemos para transformar el catolicismo a nivel masivo, dándole seguridad y dignidad. Que el católico, a nivel general, en lugar de sentirse acomplejado frente a los
grupos proselitistas, pueda sentirse orgulloso por pertenecer a la
única Iglesia fundada por Cristo (Mt 16, 18). Es urgente hacer algo
para aumentar la autoestima del pueblo católico.
Para lograr esto, es necesario revisar la catequesis desde la
raíz. No se trata de añadir al catecismo algún dibujito o aprender a
manejar uno que otro recurso pedagógico. Antes que nada, es necesario introducir al católico desde la niñez en el mundo maravilloso y
sabroso de la Biblia y ayudarlo a buscar en la misma su auténtico
alimento espiritual y la respuesta a los ataques y los cuestionamientos
de los grupos proselitistas. En segundo lugar, es necesario que se
haga en un clima de oración y en la perspectiva de un verdadero
camino de fe.
24
Solamente así garantizaremos su perseverancia, una vez recibido el sacramento. Y puesto que la mayoría de los católicos acude
a la catequesis presacramental, ésta ofrece una oportunidad única
para fortalecer la fe del católico común y ponerlo en grado de resistir frente a cualquier solicitación que le venga de parte de los grupos
proselitistas.
Si, al contrario, seguimos insistiendo en el aprendizaje de ciertas fórmulas como condición para tener acceso al sacramento, no
tenemos que extrañarnos si, una vez logrado el objetivo, ya no vuelven. En realidad, las fórmulas no entusiasman a nadie. Se necesita,
antes que nada, crear entusiasmo entre los que acuden a la catequesis presacramental, y con la Palabra de Dios se logra esto con creces, y después programar un verdadero entrenamiento para que,
los que acuden a la catequesis, se acostumbren a orar, a respetarse
y a vivir en comunidad como verdaderos discípulos de Cristo.
Es tiempo de acabar con una praxis, que está distorsionando el
sentido del sacramento, considerado como un rito y nada más, delegando a retiros y cursos de evangelización el verdadero encuentro con Dios. Es tiempo de unir la evangelización con el sacramento,
reviviendo el papel del sacramento como instrumento y manifestación del propio encuentro con Dios.
- Primera Confesión
y Primera Comunión.
Antes que nada, hay que separar estos dos sacramentos para
que cada uno sea visto en su función específica y no uno en función
del otro. Que pasen por lo menos unos seis meses entre la Primera
Confesión y la Primera Comunión. Así uno se va entrenando a practicar el sacramento de la confesión y éste no quede oscurecido por
el de la comunión.
En la práctica, ¿qué estamos haciendo y qué proponemos?
Empezar con un breve curso sobre la Historia de la Salvación («Curso
Bíblico para Niños»), para que el niño se vaya familiarizando con la
Biblia. Sigue el curso de preparación para la Primera Confesión y
Primera Comunión («Pan de Vida»), buscando los textos directamente en la Biblia para examinarlos, hacer las tareas y aprender de
memoria los más importantes.
En apéndice se presentan las oraciones más importantes, las
enseñanzas fundamentales y aquellos elementos que no fueron tra25
tados anteriormente, en forma de catecismo tradicional. Dependerá del párroco y el catequista seleccionar lo que considere conveniente para el estudio o el aprendizaje.
Se concluye con un cursillo de apologética («Soy Católico»),
donde se aclara el fundamento de la Iglesia Católica y se da respuesta a los principales ataques de los grupos proselitistas.
La experiencia enseña que, donde esto se está llevando a cabo,
los niños y adolescentes se sienten seguros en su fe y orgullosos de
ser católicos. Ya no tratan de escabullirse, cuando alguien los cuestiona en su fe. ¿Cómo será el catolicismo de aquí a 20 — 30 años,
cuando la mayoría de los católicos contará con este tipo de formación básica?
Después de haber hecho la Primera Comunión, los niños y los
adolescentes se siguen reuniendo como una pequeña comunidad
cristiana, con oración, canto, mesas redondas, reflexiones bíblicas,
vida de santos, etc. Todo depende del grado de fe y madurez cristiana de quienes los dirigen. El teatro bíblico y los juegos bíblicos se
han manifestado como óptimos medios de entretenimiento y al mismo tiempo de profundización de la Palabra de Dios en esta etapa de
la vida cristiana. Para eso contamos con el folleto “Aprender la Biblia Jugando”.
- Confirmación.
Se empieza con un curso bíblico («Historia de la Salvación.
Curso Bíblico Popular»), en que se profundizan los elementos ya
examinados en el curso anterior. Sigue el curso específico para la
Confirmación («Ven, Espíritu Santo»), dividido en tres partes: a)
Cristo, el único Salvador, b) Cristo, el único Señor, c) Cristo manda
su Espíritu. Cada parte se concluye con un retiro espiritual. Lo ideal
sería que el mismo sacramento se confiriera durante el último retiro, en un clima de recogimiento y oración.
Al mismo tiempo, durante el transcurso de la preparación, todos los domingos y fiestas de guardar se tiene que acudir a la celebración eucarística o al encuentro de oración (en caso que no se
cuente con celebración eucarística), se tiene que practicar alguna
obra de misericordia corporal y espiritual, participar en algunas
jornadas vocacionales, etc., y todo esto bien comprobado mediante
testimonios e informes por escrito.
26
De una vez por todas tenemos que olvidarnos de la praxis actual, según la cual basta saberse de memoria algunas nociones de
doctrina cristiana para tener acceso a los sacramentos. Pues bien,
no basta saber, hay que practicar. Teoría y práctica. Buenas intenciones y hechos concretos. Mente, corazón y vida. Conocimiento y
experiencia. Esta es la vida cristiana. Es un caminar, no un simple
saber. Y en este proceso intervienen los sacramentos para sellar un
camino recorrido y marcar el rumbo a seguir para el futuro.
Para completar la formación, antes de la recepción del sacramento de la Confirmación, es oportuno afianzar más la propia identidad como católico, con otro curso de apologética (La Iglesia Católica y las Sectas: preguntas y respuestas), más amplio y completo
que el primero.
- Matrimonio.
En lugar de seguir con alguna plática genérica y masiva acerca
de los contenidos de la fe, ¿no es mejor que una pareja de católicos
bien integrados a la comunidad parroquial se encargue de su preparación? En realidad, no se trata de transmitirles puros conocimientos doctrinales, sino de ayudarlos a crecer como seres humanos e
hijos de Dios, a la luz de la Palabra de Dios y de la sana psicología,
dando amplio espacio al diálogo entre los mismos novios. Es lo que
pretendemos mediante el folleto “Un pacto de Amor”.
Además, ¿por qué no exigir un retiro espiritual como preparación inmediata para la recepción de este sacramento? ¿No será para
evitar protestas de parte de algunos inconformes, con el riesgo de
ver disminuir el número de los matrimonios religiosos con relativa
disminución de los ingresos económicos?
Imagínense qué sucedería el día en que todos los que quisieran
casarse por la Iglesia tuvieran que asistir a un retiro espiritual de
unos dos o tres días. ¡Cuántos agentes de pastoral tendrían trabajo
de sobra con su relativa remuneración, permitiendo, además, un
uso más abundante y constante de las casas de retiro y en general de
las instalaciones de la Iglesia!
3.- Vivir en comunidad
En un mundo tan conflictivo como el nuestro, es difícil vivir la
fe a solas. ¿Dónde encontrar el apoyo necesario para sostenerse y
crecer en la fe? En la comunidad. No una comunidad de tipo admi27
nistrativo y funcional, sino como un espacio donde madurar como
seres humanos e hijos de Dios.
Aquí está la clave de todo y la razón del fracaso de cierto tipo
de comunidad, impuesto desde arriba en función de una ideología o
sencillamente de la parroquia. No. El objetivo de la pequeña comunidad cristiana consiste en procurar el bien de sus miembros a todos los niveles. La verdadera comunidad cristiana es una palestra,
en que uno se entrena a vivir como hijo de Dios, y al mismo tiempo
representa un remanso de paz en que se aprende a saborear los frutos de una vida según el plan de Dios.
En la pequeña comunidad cristiana uno encuentra la oportunidad de desahogarse, abrirse y pedir ayuda. Al mismo tiempo, tiene
la oportunidad de compartir, aprender y prestar ayuda. Se llora con
quien llora y se ríe con quien ríe. Se ora el uno por el otro. Se hace
realidad la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo.
Claro que, una vez fortalecido en la comunidad, cada uno podrá ofrecer un mejor servicio a la parroquia o a la Iglesia en general,
según la propia disponibilidad y el don recibido. (Ver AMATULLI
VALENTE, FLAVIANO, Comunidades “Palabra y Vida”, Ediciones
Apóstoles de la Palabra, México 2006).
4.- Misión: lanzar las redes
Los alejados no se acercarán a la Iglesia por arte de magia. Es
necesario buscarlos y hacerles gustar algo del banquete que la Iglesia les tiene preparado. ¿Cómo? Los grupos proselitistas cuentan
con una larga experiencia en este aspecto. Lo malo es que utilizan al
mismo tiempo métodos lícitos y métodos ilícitos. A nosotros nos
interesan los primeros.
- Catequesis personalizada.
Se necesita un encuentro personal entre el creyente y el alejado. Más que una doctrina, lo que despertará el interés en el alejado
será la esperanza de encontrar una respuesta a las propias inquietudes de superación y felicidad. De ahí la importancia del diálogo personal y el testimonio de vida.
El problema es: “¿Cómo acercar a tanta gente alejada? ¿Por
dónde empezar?” Es que no tenemos experiencia en este tipo de
apostolado.
28
- Preparación para papás y padrinos del bautismo
Lo mismo que para los novios. En casa; si es posible, con la
participación de todos los miembros de la familia. Se trata de palpar
la realidad que se vive en aquel hogar y tratar de ayudar a todos a
dar un paso en adelante con ocasión del nacimiento de un nuevo
miembro de la familia y su inserción en la comunidad eclesial.
Mediante estos encuentros en un clima de familia, es fácil dar
inicio a una relación de amistad, cuyas consecuencias son impredecibles. Los lazos se van estrechando siempre más, hasta volverse
compadres y llegar a compartir los mismos ideales y la misma vida
cristiana. Para eso tenemos el folleto “Hijos de Dios y Herederos de
la Gloria”, en el cual se conjugan oportunamente la Palabra de Dios
y algunas dinámicas de terapia familiar.
- Atención a enfermos graves y moribundos
(Unción de los enfermos)
Se trata de una oportunidad, que nosotros católicos hemos
descuidado demasiado, delegando todo el quehacer al sacerdote,
que no siempre cuenta con el tiempo suficiente y la adecuada disposición de ánimo para llevar al enfermo hacia un verdadero encuentro con Dios. Todo se hace aprisa, limitando enormemente la eficacia del sacramento.
¿Qué tal si la comunidad parroquial cuenta con un ministerio
especial, que se aboque a la atención pastoral de los enfermos graves y moribundos? Esencialmente se trata de crear un clima de oración, en que todo se vuelve posible: el arrepentimiento, la petición
mutua de perdón, el abrazo de paz y la espera confiada del encuentro con el Señor. En este contexto, la presencia del sacerdote viene
a sellar y a dar sentido a un camino ya recorrido, abriendo la posibilidad de nuevos encuentros con los miembros de la familia, que tal
vez viven lejos de la comunidad eclesial. (Ver «Sufrir Con Cristo»,
de nuestras ediciones).
- Atención a los dolientes,
en caso de muerte.
Otra grande oportunidad desperdiciada. Es el momento mejor
para reflexionar sobre el sentido de la vida, consolar e infundir esperanza. Los grupos proselitistas aprovechan a lo máximo esta cir29
cunstancia para acercarse a nuestra gente y conquistarla. ¿Por qué
no lo hacemos nosotros? ¿Quiénes? Los laicos más comprometidos,
oportunamente preparados y entrenados para este ministerio. Para
este ministerio, se puede aprovechar la celebración del Novenario
de Difuntos ((Ver AMATULLI VALENTE, FLAVIANO, Novenario de
Difuntos, Ediciones Apóstoles de la Palabra, México 2006).
- Visitas domiciliarias.
Algo se está haciendo en este aspecto, pero muy poco y sin un
adecuado entrenamiento. Por lo general, no se visitan las casas de
los que no son católicos. ¿Por qué? Por no sentirse preparados para
entablar un diálogo con este tipo de personas. ¿Y qué pasa? Que, de
todos modos, los católicos alejados presentan las mismas dudas y
las mismas objeciones de los que ya se salieron de la Iglesia. ¿Qué
hacer, entonces? Prepararse adecuadamente para realizar las visitas domiciliarias, estando capacitados para dialogar con todo tipo
de gente: creyente y no creyente, católica o no católica. No se puede ir a la guerra, sin estar debidamente entrenados.
Además, para que las visitas domiciliarias sean provechosas,
es oportuno programar los temas a tratar y llevar un control de los
hogares que se están visitando con la gente que asiste a las charlas,
hasta no lograr su completa integración a la vida parroquial. Claro
que no todos aceptan las visitas con sus relativas enseñanzas. Y,
entre los que aceptan, un porcentaje muy bajo llega a una verdadera
conversión. De todos modos, se le hace la lucha. Algo es algo. Mejor
poco que nada. Lo que importa, es avanzar.
Una reflexión: ¿Qué sería de la Iglesia el día en que los sacerdotes, los diáconos permanentes, los seminaristas, las religiosas y
demás agentes de pastoral empezaran a hacer las visitas domiciliarias? Empezarían a bajar del quinto piso y a ver las cosas de una
manera muy diferente. Sería el inicio de la grande revolución en la
Iglesia, el rompimiento del paradigma actual para dar inicio a un
nuevo paradigma.
- Misiones populares.
Con otro estilo, evidentemente, y con gente preparada para el
caso, los misioneros parroquiales precisamente, en misión permanente. Podrían abarcar un barrio, una ciudad o parte de ella. Según
las necesidades concretas, podrían participar solamente los misio30
neros del mismo territorio u otros de los territorios cercanos. Todo
un estilo nuevo que hay que inventar e implantar dentro de la Iglesia con espíritu de optimismo y creatividad.
- Medios de comunicación masiva.
Otro enorme reto para la Iglesia. En realidad, no se trata simplemente de utilizar de vez en cuando la radio o la televisión para
transmitir algún evento especial o contar con algún programa de
radio o televisión para evangelizar. Se trata de toda una cultura de
los medios de comunicación masiva, que falta en la Iglesia. Mientras la competencia no escatima ni dinero ni esfuerzo para aprovechar estos medios de comunicación masiva en orden a conquistar a
nuevos adeptos, nosotros seguimos invirtiendo nuestro dinero en
salones, santuarios y templos para perennizar el nombre de tal o
cual personaje eclesiástico, como si el dinero gastado en los medios
de comunicación masiva corriera el riesgo de esfumarse en el aire.
Es que no creemos realmente en la evangelización, mucho
menos en la receptividad de las masas en orden a un cambio de vida.
Y seguimos perdiendo gente. El día en que nos decidamos a enfrentar con seriedad el problema de la evangelización de nuestras masas
católicas, bautizadas pero no evangelizadas, todo empezará a cambiar, entrenando en su uso a nuestros pastores desde los años de
seminario y decidiendo invertir en ellos buena parte del presupuesto.
- Actividades y situaciones diferentes
Más la sociedad avanza y más compleja se hace la evangelización, teniendo en cuenta distintos aspectos:
- Lugares.
No es lo mismo trabajar en el campo, el pueblo, la ciudad o la
grande metrópoli. Por lo tanto, es necesario preparar y ensayar diferentes programas de acción pastoral, teniendo en cuenta cada
ambiente concreto.
- Áreas.
Tres áreas fundamentales: profética, litúrgica y social. Para
cada una, hay que establecer iniciativas particulares.
31
- Ambientes.
Campesinos, estudiantes, empleados, políticos, migrantes, enfermos, etc.
- Personas.
Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y tercera edad.
- Preparación.
No basta invitar a la gente a evangelizar. Hay que prepararla
primero. No hay que olvidarse del refrán latino: “Nemo dat quod
non habet” (nadie da lo que no tiene). Primero prepararla y después
enviarla. ¿Cómo prepararla? Mediante cursos a nivel parroquial e
interparroquial, escuelas de evangelización y catequesis, institutos
de teología para laicos, programas de teología a distancia, etc.
Lo importante es que puedan contar con algún tipo de formación sistemática. En este aspecto, los apóstoles de la Palabra tenemos a disposición de los agentes de pastoral y los misioneros
parroquiales dos iniciativas muy concretas: curso de evangelización y catequesis y curso de teología a distancia, algo que ya se está
practicando en nuestros centros de evangelización, abiertos para
todos, y se puede fácilmente implantar en cualquier lugar.
- Movimientos eclesiales y apostólicos.
Son los que más están respondiendo a los retos de la Nueva
Evangelización con una frescura y un entusiasmo realmente envidiables. Ahora bien, en lugar de verlos como competencia o al margen del proceso diocesano o parroquial y tratar de controlarlos,
asignándoles tareas no propias, ¿no sería mucho mejor darles mayor libertad, permitiéndoles recorrer plenamente su itinerario de
fe, incluyendo la celebración de los sacramentos con el apoyo de
sus asesores eclesiásticos?
Haciendo esto, se daría más espacio al florecimiento de los
carismas y se abriría el paso para nuevas experiencias en el campo
de la pastoral, experiencias que en el futuro podrían resultar muy
útiles para toda la Iglesia. En esta línea, sería muy oportuno conferir a los asesores eclesiásticos, con relación a los miembros de la
asociación o movimiento que atienden, las mismas facultades de las
que gozan los párrocos con relación a sus feligreses. ¿Un escándalo? Más bien un intento de abrir nuevas puertas a la evangelización,
haciéndola más ágil y efectiva.
32
Una vez llevado a cabo el proceso de formación y maduración
en la fe según su carisma y estilo propio, estarán en grado de ofrecer
a la parroquia y a la diócesis un servicio más efectivo, de una manera especial a favor de los más alejados.
- Agentes de pastoral y Misioneros Parroquiales.
¿Cuál es la diferencia fundamental entre los agentes de pastoral en general y los misioneros parroquiales? Los primeros se dedican a cuidar a los católicos que de por sí acuden a la Iglesia, mientras los demás se dedican a buscar a los católicos alejados, tratando
de integrarlos a la vida de la Iglesia.
¿De dónde sacar tanta gente para atender a las necesidades
espirituales del mundo católico? Esencialmente de los movimientos apostólicos y eclesiales. Una vez que cuenten con un cierto nivel
de vida cristiana, no es difícil el paso hacia la misión, actuando cada
quien según el don recibido
En esto consiste precisamente el papel de las asociaciones y
los movimientos apostólicos y eclesiales: no vivir la fe al margen de
la masa, sintiéndose superiores a los demás, sino en función de la
masa, como levadura y enviados para anunciarles el Evangelio.
5.- Ministerio diversificado
Alguien podría preguntar: “Todo esto parece muy bonito en el
papel. En la práctica, ¿cómo es posible realizar todo esto, contando
con tan pocos presbíteros, muchas veces ancianos y enfermos?”
Respuesta: “Si para enfrentar todos los problemas de la pastoral
queremos seguir contando solamente con los presbíteros, claro que
no se puede. Por lo tanto, es necesario y urgente poder contar con
otro tipo de agentes de pastoral, dedicados a la cura de almas”.
¿Cómo? Vamos a ver.
- Con ordenación o sin ordenación.
No todo lo que concierne a la pastoral exige el ejercicio del
orden sagrado. Hay muchas actividades que pueden ser realizadas
por laicos: catequesis, consejería, organización, economía, etc. Entonces, ¿por qué no echar mano de un grupo suficiente de laicos,
para desempeñar en la Iglesia todas aquellas funciones que no exigen el ejercicio del sacramento del orden?
33
Claro, primero hay que seleccionarlos, prepararlos debidamente, acompañarlos y darles un verdadero status dentro de la Iglesia.
No se trata de tomarlos así nomás y darles algún encargo, con la
posibilidad de despedirlos en cualquier momento, a veces sin darles
ni las gracias.
Aquí está el punctum dolens (el punto que duele). Y para no
enfrentar este problema con seriedad y sentido de responsabilidad,
se prefiere trabajar a solas, abandonando a su destino a cantidades
enormes de católicos, bajo cualquier pretexto.
- A tiempo completo y a tiempo limitado.
No todos ni siempre es necesario que trabajen a tiempo completo. Muchos podrán trabajar a tiempo limitado, alguna hora diaria o algún día a la semana. Todo depende de la situación concreta
de cada agente de pastoral y el tipo de ministerio que se va a desempeñar.
- Con sueldo o sin sueldo.
Si se trata de una actividad esporádica o de poco compromiso,
evidentemente no se necesitará ningún tipo de remuneración. Cuando, al contrario, se trata de un servicio permanente, que supone una
verdadera preparación y un verdadero compromiso, entonces será
necesario hablar de remuneración, según el tiempo que se dedica al
ministerio y el esfuerzo que implica.
En la práctica, se trata de algo que hay que inventar casi por
completo, estando acostumbrados a pagar un sueldo casi exclusivamente a la secretaria, encargada de la oficina parroquial, y al sacristán. Por lo que se refiere a los demás, gratis et amore Dei (gratuitamente y por el amor de Dios).
Ahora habría que pensar en un sueldo también para los demás
agentes de pastoral, que desempeñan algún servicio en la parroquia. Si se trata de atender algún pueblo o sector, es posible que se
sostenga con las limosnas que dé la gente u otras iniciativas que él
mismo puede llevar a cabo. Es algo que habría que decidir a nivel de
consejo de pastoral y de economía.
34
- Papel de la parroquia territorial
Coordinar fuerzas. Comunidad de comunidades, no iguales,
sino diferentes, cada una según su carisma y estilo propio. Las comunidades eclesiales de base como una opción entre tantas. Unidad
en la diversidad.
Con un párroco, no dictador, sino coordinador. Que todo se
haga en libertad y respeto. Un verdadero taller de humanismo, civilidad y ejercicio de la fe.
TAREA
1. Según tu opinión, ¿cuáles son las dificultades más grandes para
echar andar este programa?
2. ¿Cómo ves la posibilidad de que cada movimiento lleve a cabo
por separado su proceso de maduración en la fe, incluyendo la
recepción de los sacramentos?
Bien
Mal
¿Por qué?
3. ¿Es posible poner a la parroquia en estado de misión permanente?
Sí
No
¿Por qué?
4. ¿Conoces alguna experiencia al respecto?
Sí
No
Si la conoces, habla al respecto:
35
5. ¿Es importante atender a los enfermos y a los moribundos?
Sí
No
¿Por qué?
6. En una parroquia, ¿es posible visitar periódicamente a todos
los católicos alejados?
Sí
No
Si es posible, ¿por qué no se hace?
7.- En concreto, tú ¿qué puedes hacer para ayudar en la evangelización de las masas católicas?
8.- Habla de la catequesis presacramental como se imparte en tu
parroquia. ¿Qué te parece si se empieza a poner en práctica las
sugerencias presentadas en este folleto?
36
OBJECIONES
1.- ¿Régimen de cristiandad?
Este Plan da la impresión de ser un intento para regresar al
antiguo régimen de cristiandad. ¿No sería mejor apostar por la competencia entre los distintos productores de bienes espirituales?
Una cosa es la competencia y otra cosa es la rendición o la
traición. Los amigos de la competencia no necesitan nuestro permiso o apoyo para actuar. Ya lo hacen por su cuenta, con ganas y
tenacidad, logrando éxitos que nunca se hubieran podido imaginar
hace algunos años, debido precisamente a nuestro espíritu de inercia o actitud irresponsable con relación al cuidado de nuestro rebaño.
2.- Diálogo ecuménico e interreligioso
Si se echa a andar este Plan, ¿no se corre el riesgo de perjudicar el diálogo ecuménico e interreligioso, que ya representa una de
las más grandes conquistas de la Iglesia Católica en estos últimos
tiempos?
El diálogo ecuménico e interreligioso no consiste en entregar
en una bandeja de plata nuestras masas católicas a otros grupos
religiosos. Aunque en otras latitudes tiene su razón de ser, para nosotros es algo totalmente abstracto, que no va más allá de una pura
ejercitación académica, sin ninguna relación con la realidad, una
realidad desafiante, que no admite demora.
Además, representa uno de los efectos negativos del fenómeno de la globalización al interior de la Iglesia, olvidándose del principio “pensar globalmente y actuar localmente”. En este caso parece que se esté actuando locamente.
Evidentemente, donde se den las condiciones, hay que actuar
con espíritu de diálogo. Se tratará siempre de excepciones a la regla
general, que es el proselitismo religioso, cuya respuesta tiene que
ser la apologética.
3.- Punto de arranque
Poniendo en marcha este Plan, ¿ya se resuelve el problema de
nuestras masas católicas alejadas?
No. Más que nada, este Plan representa el punto de arranque
37
para tomar conciencia del problema y tratar de enfrentarlo seriamente. Una vez aclarado que no es correcto abandonar las masas
católicas en las manos de los grupos proselitistas o la no creencia,
no faltarán iniciativas para enfrentar con seriedad el problema de la
evangelización de nuestras masas católicas, creando una nueva
manera de ser Iglesia.
Teniendo en cuenta esto, todas las iniciativas prácticas que se
presentan aquí, son simples sugerencias o intentos para dar respuesta a las distintas problemáticas que se presentan en el campo de
la evangelización de las masas. Y no se olvide que es siempre la
misión la que define el ritmo y el estilo de Iglesia para cada tiempo y
cada lugar.
4.- Un paso más
Se trata de avanzar poco a poco, dando un paso tras otro.
No se trata de atacar al mismo tiempo en todos los frentes, declarando una guerra total contra la praxis actual. Se empieza con exigir
ciertos requisitos para acceder a los sacramentos. En la medida en
que la masa católica vaya reaccionando, no todos evidentemente,
se van apretando las tuercas. Y así se avanza poco a poco, hasta
llegar a poner los sacramentos en el lugar que les corresponde en el
conjunto de la vida cristiana.
Naturalmente, en este proceso no faltarán inconformidades,
oposición o rechazo, hasta con la amenaza de dejar la Iglesia. No
pasa nada. Cuando alguien deja la Iglesia por no querer aceptar las
exigencias de la fe, entonces no tenemos que asustarnos, pensando
que lo mismo le pasó a Jesús (Jn 6, 66). Lo malo es cuando alguien
deja la Iglesia por no encontrar en ella el alimento espiritual que
necesita o por algún mal testimonio.
5.- No abaratar la vida cristiana
Con el afán de administrar los sacramentos a todos los católicos, practicantes y no practicantes, se ha abaratado demasiado su
valor, cediendo a la mentalidad mágica del pueblo. Resultado: un
enorme desprestigio para los sacramentos y la misma Iglesia.
Pues bien, llegó el tiempo de poner las cosas en su lugar. No
importa si muchos no van a entender esto. En realidad, no es correcto arrasar las montañas por el hecho que no todos las pueden
escalar.
38
6.- Y después, ¿qué?
Supongamos que algún día lográramos evangelizar nuestras
masas alejadas. Y después, ¿qué? ¿Estaríamos en grado de atenderlas debidamente, teniendo en cuenta la escasez de ministros
ordenados de que disponemos actualmente? ¿No sería injusto
evangelizarlas y después dejarlas sin una adecuada atención pastoral, especialmente por lo que se refiere al sacramento de la reconciliación y a la celebración eucarística?
Respuesta: la evangelización de las masas sin duda aportará
nuevas vocaciones para el ministerio ordenado. De todos modos, el
pertenecer a la Iglesia Católica representa una enorme ventaja con
relación a la pertenencia a otras organizaciones religiosas. ¿O acaso
un ministro de los grupos proselitistas puede dar más que cualquier
agente de pastoral católico no ordenado?
Posiblemente esta duda está a la base de la actitud permisiva
con relación al fenómeno del proselitismo sectario.
7.- ¿Desde arriba o desde abajo?
Para evitar problemas inútiles, ¿no sería mejor que los cambios vinieran desde arriba, pensados y planeados por los pastores
de la Iglesia?
Respuesta: en los asuntos de la Iglesia, nadie tiene el monopolio de la intuición. Todos podemos y tenemos que hacer algo para
resolver los problemas de la Iglesia, cada uno según el don recibido.
Este principio está avalado por toda la experiencia bimilenaria de la
Iglesia.
Una vez aclaradas ciertas ideas por iniciativa de quien sea y
ensayada alguna línea de acción, resulta más fácil para la jerarquía
discernir y señalar el camino a seguir.
39
CONCLUSIÓN
-Nuevo estilo eclesial
Sin duda, la evangelización y atención pastoral de nuestras
masas católicas representan un enorme reto para la Iglesia y al mismo tiempo pone al descubierto grandes deficiencias presentes en su
interior, que le impiden moverse con agilidad y actuar con eficacia.
Es el momento de liberarse de muchas cargas inútiles a la insignia de
la fidelidad al Evangelio.
Es tiempo de pasar de una visión filosófica y científica de la
realidad a una visión de fe, arrancando siempre de la Palabra de
Dios, vista a la luz de la experiencia bimilenaria de la Iglesia. Es
tiempo de ver al hombre, no solamente en su aspecto intelectivo,
sino en su totalidad, alma y cuerpo, inteligencia y corazón. Es tiempo de ser más prácticos en los planteamientos pastorales, poniendo
todo sobre la mesa y pasando de un discurso puramente exhortativo
a un discurso más organizativo con metas bien concretas y
desafiantes.
Es tiempo de creer en el papel único e insustituible de Cristo y
su Iglesia en orden a la salvación del hombre, sin confundir el respeto, la tolerancia y el diálogo con la abdicación a nuestras prerrogativas y nuestros compromisos fundamentales. Es tiempo de regresar a lo esencial en el ser y quehacer de la Iglesia, abandonando
problemáticas, preocupaciones e intereses desviantes.
- Cambio epocal
La situación actual de la Iglesia y el mundo entero nos dan a
entender que nos encontramos frente a un cambio epocal, no
generacional como estábamos acostumbrados antes. En el mundo
profano se habla de nueva era, con matices muy diferentes. En nuestro caso, al hablar de cambio epocal, queremos subrayar el hecho
que, frente a la nueva situación que se ha ido creando, se necesita
una verdadera reestructuración al interior de la Iglesia, que la libere de cargas inútiles y la ponga en grado de vivir el Evangelio en
plenitud y lanzarse a la misión.
En realidad, para eso está la Iglesia. Desde el momento en que
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se nota que no puede cumplir con este cometido, hay que pensar
seriamente en cambios profundos, que le permitan retomar aliento
y ponerse en grado de responder a su vocación original con relación
a sus miembros y a la sociedad entera.
Estas podrían ser algunas líneas de acción, que podrían desencadenar en la Iglesia un proceso de renovación general:
- Primacía de la Palabra de Dios.
Palabra de Dios para todos y para todo. Menos documentos
oficiales y más Palabra de Dios. Los mismos documentos oficiales
tendrían que privilegiar siempre la Palabra de Dios en su inspiración fundamental y en el planteamiento de cualquier problema.
- Comunión y participación.
Menos clericalismo con acaparamiento de bienes y funciones
en orden a la vida de la Iglesia y más protagonismo del laicado.
Misma dignidad para todos los miembros del Pueblo de Dios, fundada en el mismo bautismo y la presencia del mismo Espíritu, evitando cualquier tipo de discriminación.
- Cuidado de la fe.
Debido al acoso constante de parte de otros productores de
bienes espirituales, será necesario de parte de los pastores de la
Iglesia tener un cuidado especial para que el rebaño no se desvíe,
cayendo en el indiferentismo religioso, el sincretismo o el abandono de la fe. Respeto y diálogo con todos, sí; complejo de inferioridad y abandono del rebaño en manos de otros pastores, no.
- Misión.
La Iglesia es misionera por naturaleza. En consecuencia, por
ninguna razón, el aprecio que tiene por otras expresiones culturales
y religiosas, le tiene que impedir el cumplimiento de su misión fundamental, que consiste en “anunciar el Evangelio a toda criatura”
(Mc 16, 15).
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- Creatividad.
Frente a los enormes retos que hoy en día presenta la evangelización, es necesario fomentar a todos los niveles el espíritu de
búsqueda y creatividad. Solamente así es posible salir del bache, en
que nos encontramos con relación a las enormes masas católicas
abandonadas, y avanzar, como sucede con cualquier tipo de empresa u organización de tipo cultural o religiosa. En este aspecto, los
grupos disidentes nos dan ejemplo.
Por lo tanto, no hay que tener miedo a la competencia entre un
método y otro, una línea pastoral y otra, un tipo de espiritualidad y
otro. En la Iglesia Católica hay cabida para todos y para todo, siempre que no se salga de la recta doctrina.
Ya no es tiempo de autoritarismos o represión. Ya el texto
único no tiene sentido. En la sana competencia se ve lo que vale y lo
que no vale, lo que sirve y lo que no sirve. El ipse dixit (lo dijo él) de
por sí no dice nada, a menos que la experiencia no lo confirme con
su eficacia práctica. En realidad, el principio de autoridad de por sí
no resuelve los problemas. Al contrario, su abuso puede complicarlos, en lugar de resolverlos.
- Grito de alarma
Estas breves reflexiones acerca de la suerte de nuestras masas
de creyentes quieren representar un grito de alarma para la conciencia de los responsables de la Iglesia y todo el pueblo de Dios.
Que no se dejen engañar por los futurólogos sin fe. Que se vuelva a
la perspectiva correcta, centrada en la fe.
O seguirá aumentando el éxodo silencioso de nuestras masas
hacia nuevas propuestas religiosas, cuyos méritos son exaltados con
todos los medios posibles por los grupos proselitistas en un afán sin
precedente por conquistar a cuanta más gente se le presente en su
camino. Un día la Historia nos pedirá cuenta, por haber echado a
perder masas enormes de católicos, que costaron sudores y sangre
a millares y millares de misioneros y pastores de almas, que para
atraerlas hacia el redil y cuidarlas no escatimaron ni tiempo ni esfuerzo.
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TAREA
1. ¿Qué prefieres entre estas dos posibilidades?
- Lo mejor es exigir más preparación y compromiso para acudir a los sacramentos, aunque se prevea que algunos estarán
inconformes y se alejarán más de la Iglesia.
- Para que todos sigan recibiendo los sacramentos, aunque
desconozcan su significado y valor, es mejor poner pocos requisitos.
2. Teniendo en cuenta la situación concreta en que se encuentra
tu ambiente, ¿es posible el diálogo ecuménico e interreligioso?
Sí
No
3. Para frenar la salida de los católicos hacia los grupos proselitistas, ¿qué puede ayudar: el diálogo ecuménico e interreligioso
o la apologética?
-Diálogo ecuménico e interreligioso
-Apologética
¿Por qué?
4. ¿Conoces alguna iniciativa al respecto?
Sí
No
Si la respuesta es afirmativa, apúntala aquí:
5- ¿Conoces algún cambio en la Iglesia, que empezó por iniciativa
de alguien que no pertenecía a la jerarquía?
Sí
No
Si la respuesta es afirmativa, apúntala aquí.
6. En orden a una puesta al día de la Iglesia, actualmente ¿quiénes
están dando más chispas?
-El clero
-La vida consagrada
-El laicado
7. ¿Cómo ves la formación que se está dando en los seminarios en
orden a la evangelización de las masas católicas?
Buena
Deficiente
¿Cuáles cambios sugieres?
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8. ¿Qué piensas hacer para que la Biblia se vuelva en tu libro de
cabecera y en el libro de todo creyente?
9. Para que la misión avance, ¿es suficiente obedecer a los pastores de la Iglesia?
Sí
No
En caso negativo, ¿qué habría que hacer, aparte de obedecer?
10. Hasta la fecha, ¿se te ocurrió inventar algo que te ayudó a
evangelizar?
Sí
No
En caso afirmativo, explica de qué se trata:
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Segunda Parte
PARÁBOLAS
No todos están en condiciones para entender ciertas situaciones. La costumbre, la flojera, el miedo al qué dirán y tantas
cosas más muchas veces vuelven a uno ciego ante la realidad.
He aquí unas parábolas que sin duda te ayudarán a reflexionar y a tener una nueva visión acerca de nuestro ser y quehacer
como Iglesia.
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1. La Guerra de los Girasoles
Cuando a cada invasor se le ofrecía un girasol
Había una vez un rey tan bueno, tan bueno, tan bueno, que no
se cansaba de hablar de paz, amor y comprensión.
- Si todos somos hijos del mismo Padre Dios – solía repetir sin
descanso -, ¿por qué no hacemos el esfuerzo por comprendernos,
amarnos y ayudarnos entre todos? Entre nosotros la única ley que
tiene que existir, tiene que ser la ley del amor.
Su grande aspiración era construir un reino de paz, amor y
comprensión, donde no hubiera violencia ni atropello alguno, sino
puro amor y respeto entre todos.
- Y si alguien intenta hacerme algún daño – preguntó en alguna
ocasión un ciudadano de la calle -, ¿cómo tengo que reaccionar?
- Con amor - contestó el rey -, todo y siempre con amor.
- ¿Y si alguien me amenaza con una espada?
- Entrégale un girasol – volvió a contestar el anciano rey-. Con
el amor, todo se vence.
En realidad, en aquella región había muchos girasoles. Por lo
tanto, a nadie le resultaba difícil conseguir algún girasol, para cumplir con la orden del rey, en caso de surgir alguna dificultad. Y así,
poco a poco, en el Reino de los Girasoles fue desapareciendo el ejército, la guardia nacional y la policía. Hasta los tribunales salieron
sobrando.
- Cosas de otros tiempos – contestaban los funcionarios reales, cuando alguien se quejaba por algún atropello recibido o algún
problema que se presentara.
Pareciera que con la nueva ley todo iba a cambiar en el Reino
de los Girasoles, haciendo revivir la mítica Edad de Oro, cuando en
el mundo había solamente gente buena y no existía ningún tipo de
maldad. Pero no fue así. En realidad, las cosas, en lugar de mejorar,
fueron empeorando cada día más. En lugar de haber más paz, armonía y comprensión entre todos, aumentaron los robos y los asesinatos, sin que ninguna autoridad se percatara de ello ni interviniera
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mínimamente. Ya nadie se preocupaba por saber si algo era bueno o
malo, debido o indebido. Todo era lo mismo, a la insignia del girasol.
Y así se llegó al caos más completo, tanto que, hasta la fecha,
cuando se habla de aquellos tiempos, se habla de la época más triste
y desastrosa en la historia de aquel país. Fíjense que en aquellos
años por suma desgracia el Reino de los Girasoles sufrió una grande
invasión de parte de los pueblos vecinos y llegó a perder más de la
mitad del territorio nacional, sin que nadie opusiera resistencia alguna, limitándose todos a ofrecer girasoles a cualquier invasor armado que se les presentara.
Afortunadamente, el día menos pensado, cuando parecía que
ya todo estaba perdido, en el Reino de los Girasoles surgió alguien,
que, arriesgando su propia vida, lanzó el grito: “Girasol con girasol
y espada con espada”. No obstante la apatía general, un puñado de
valientes patriotas siguió su ejemplo, dándose a la ardua tarea de
parar a los invasores, reconquistar los territorios perdidos y devolver el orden en el país. Así empezó una nueva época en la historia
del Reino de los Girasoles, llamada la “Época de los realistas”, en
oposición a la época anterior, llamada la “Época de los soñadores”.
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2. La Sabiduría de Dios
El día en que todo el pueblo tuvo acceso a ella
Había una vez un pueblo, llamado Pueblo de Dios. Su orgullo
más grande consistía en poseer la Sabiduría de Dios, un alimento
muy especial, capaz de curar todo tipo de enfermedad y proporcionar fuerza y salud a cualquiera que tuviera acceso a ella.
Los jefes del pueblo no se cansaban de explicar a la gente la
excelencia y el origen de un alimento tan milagroso, fruto de una
colaboración estrecha entre Dios y algunos ciudadanos eminentes,
escogidos por el mismo Dios, a lo largo de muchos siglos. Como
resultado de esta hazaña divino-humana, quedó en el pueblo una
enorme cantidad de alimento sagrado, depositado en el inmenso
Valle de la Salud, rodeado de murallas y baluartes inexpugnables,
que llegaban hasta el cielo y cuya belleza y fuerza todos querían
contemplar con santo orgullo.
Era tanto el aprecio que la gente le tenía a la Sabiduría de Dios
que de todas partes interminables caravanas de creyentes se dirigían hacia el Valle de la Salud, ansiosos de ver la grande maravilla,
que Dios había entregado a su pueblo y que representaba su tesoro
más preciado. Allá, a las puertas de la enorme fortaleza, las autoridades del pueblo, que al mismo tiempo eran guardianes del sagrado
recinto, atendían a los peregrinos, explicando a todos la historia y
todos los demás pormenores relacionados con la formación del sagrado alimento y su manera de prepararlo para sacar el máximo
provecho.
Sin embargo, eran tantas las recomendaciones que daban acerca
de la manera correcta de alimentarse de la Sabiduría de Dios, que
muy pocos se sentían dignos y capacitados para tener acceso directo a ella. De hecho, raramente se permitía a alguien saborear el sagrado alimento. Normalmente se repartían entre la gente recetas,
que explicaban las distintas maneras de preparar el sagrado alimento, pastillas hechas de pura esencia o pequeñas porciones de la Sabiduría de Dios, mezcladas con otro tipo de alimento. Solamente en
alguna circunstancia especial se entregaba, a quienes lo solicitaban,
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un paquete lleno de Sabiduría de Dios, que por lo general se guardaba en el hogar como recuerdo del acontecimiento.
Con eso se había creado en el pueblo la convicción general
de que solamente algunos eran dignos y estaban capacitados para
alimentarse directamente de la Sabiduría de Dios. Se hablaba de
casos en que alguien quiso alimentarse de ella por su propia cuenta
y, en lugar de mejorar, se había enfermado más, hasta provocar en
el pueblo verdaderas epidemias. Problema de dosis, incompetencia, indisciplina o quién sabe qué.
Por suma desgracia, parecía que los mismos guardianes del
Valle de la Salud se alimentaban muy poco del sagrado alimento. De
hecho, padecían de los mismos males que padecían los demás ciudadanos, por lo cual muchos empezaban a dudar acerca de la bondad de dicho alimento, su origen divino y eficacia en orden a remediar los males y conseguir la salud.
Se preguntaban: “Si es cierto todo lo que nos dicen las autoridades del pueblo, ¿por qué entonces nosotros seguimos con las
mismas enfermedades? ¿Por qué los pueblos vecinos, que no cuentan con un alimento tan especial, se ven más saludables que nosotros y no se cansan de invitarnos a adoptar su tipo de alimentación
y su estilo de vida?”
El desconcierto fue tan grande que mucha gente, movida por
la curiosidad y deseosa de una vida mejor, empezó a emigrar hacia
los territorios cercanos en busca de alivio para sus males y prosperidad. El éxodo de la población fue tan grande, que las mismas autoridades del Pueblo de Dios empezaron a cuestionarse y a preocuparse seriamente, no entendiendo el secreto de un éxito tan rotundo de parte de los pueblos vecinos.
Hasta que no lograron resolver el enigma: los pueblos vecinos se alimentaban precisamente de la Sabiduría de Dios. “¿Cómo
es posible esto? – Se preguntaban intrigados los jefes del pueblo,
encargados de distribuir el sagrado alimento-. ¿Acaso el sagrado
alimento no está bajo nuestro cuidado? ¿Cómo, pues, a los demás
pueblos les llega la Sabiduría de Dios?”. Por fin descubrieron que
los pueblos vecinos, conocedores del valioso tesoro presente en el
Pueblo de Dios, habían hecho un túnel bajo tierra hasta llegar al
Valle de la Salud y alcanzar la Sabiduría de Dios, alimentándose de
ella abundantemente.
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Esto provocó un revuelo entre todos, ciudadanos y autoridades. Mientras algunos encargados seguían con sus explicaciones
acerca del sagrado alimento, otros empezaron a repartirlo a manos
llenas, organizando por todo lado “cocinas y comedores populares”, adonde todos, sin distinción alguna, acudían para alimentarse
de la Sabiduría de Dios, lo que pronto causó una mejoría general
entre toda la gente.
Al constatar este hecho, pronto se reunieron las autoridades
del pueblo y emanaron el siguiente decreto: “Sabiduría de Dios para
todos y Sabiduría de Dios para todo. Todo con la Sabiduría de Dios
y nada sin la Sabiduría de Dios”. Desde entonces una nueva etapa
empezó en la historia del Pueblo de Dios.
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3. Títulos y Títulos
Cuando los maestros se la pasaban
en puras fiestas de graduación
Había una vez un reino, llamado El Edén, que contaba con la
mejor universidad del mundo, llamada Luz de las Naciones. Según
cuentan los mayores, antiguamente dicha universidad reunía a las
mentes más brillantes de todo el universo, que lograron instaurar
un sistema de enseñanza que durante muchos siglos fue el orgullo
del reino y el mundo entero. De todas partes llegaban los alumnos,
deseosos de aprender y transmitir una sabiduría tan elevada y fascinante, que nunca se había visto algo parecido a lo largo de toda la
historia.
Al regresar a su lugar de origen, cada maestro formaba su escuela, en la cual desmenuzaba a la gente los altos conocimientos,
aprendidos en la universidad Luz de las Naciones. Y así, poco a poco,
el nivel cultural del pueblo iba subiendo cada día más, y con el nivel
cultural también el nivel moral y económico. Era tan evidente la
diferencia entre la gente que había frecuentado estas escuelas y la
gente que no las había frecuentado, que todos los ciudadanos quisieron apuntarse en ellas con el afán de alcanzar un nivel de vida
superior o simplemente por no quedarse atrás y ser tachados de
retrógradas e ignorantes.
Y allí empezó el grave problema para el Reino El Edén, pues no
había maestros suficientes para tanta gente y los que había no contaban con el mismo fervor de los antiguos. En lugar de dedicarse a
enseñar lo que habían aprendido en la universidad Luz de las Naciones, empezaron a flojear y a encargar a gente de buena voluntad y
con una escasa preparación una misión tan delicada, importante y
trascendental, que tanto lustro había dado al Reino El Edén.
Así, poco a poco, fue decayendo el nivel cultural, moral y económico del Reino El Edén. A los que se quejaban con los maestros
por un descuido tan perjudicial para los intereses de la nación, contestaban:
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- ¿No ven que somos tan pocos, que apenas nos damos abasto
para las tareas de administración y graduación? ¿Cómo podemos
encargarnos de la enseñanza? De hoy en adelante, que sean los mismos papás o tutores que transmitan a las nuevas generaciones los
conocimientos que necesitan para una vida sana y un trabajo honesto.
- Y para los títulos, ¿cómo vamos a hacer?
- No se preocupen. Nadie quedará sin título. A cambio de una
módica recompensa, cada ciudadano tendrá derecho a recibir de
parte de la universidad Luz de las Naciones el título que necesite, sin
la obligación de poner pie en ninguna escuela oficial. Todo se hará
confiando en la buena fe y sinceridad de los interesados, sus papás,
tutores o gente voluntaria, autorizada para todo tipo de enseñanza.
A todos la solución del problema les pareció realmente genial,
permitiendo a cualquier ciudadano conseguir cualquier título, sin
esfuerzo alguno ni gasto de parte del erario público. Certificado de
primaria, tanto; certificado de secundaria, tanto; certificado de bachillerato, tanto; y así adelante hasta los grados universitarios más
altos.
Así en poco tiempo el Reino El Edén se llenó de médicos, ingenieros, técnicos en computación, contadores, licenciados, etc., sin
ninguna preparación o con un conocimiento muy elemental acerca
de su oficio o profesión. Prácticamente, a nivel popular, se regresó
a la edad de la piedra: brujos y curanderos por todo lado, trueque,
aumento espantoso de mortandad infantil, reducción notable del
promedio de vida... un verdadero desastre. ¿Y la universidad Luz
de las Naciones? Seguía preparando a gente muy ilustrada, metida
en asuntos administrativos del sistema educativo y dedicada a organizar fiestas de graduación.
Frente a un fracaso tan rotundo del sistema educativo que se
había implantado en el Reino El Edén, mucha gente, realmente deseosa de aprender algo, empezó a emigrar hacia los reinos cercanos,
sin preocuparse de títulos ni nada por el estilo. A su regreso, pronto
se volvían en grandes personalidades entre la gente, haciendo alarde de conocimientos y habilidades, que deslumbraban al pueblo en
general, sumido en la más espantosa ignorancia.
Como dice el refrán: “En el mundo de los ciegos, el tuerto es
rey”. Naturalmente hacían todo lo posible para no tener ningún contacto con los verdaderos maestros, que habían estudiado en la uni-
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versidad Luz de las Naciones. Cada vez que los encontraban en su
camino, les sacaban la vuelta.
Al principio la gente no entendía el motivo de tanta decadencia
y confusión en el Reino El Edén. Hasta que alguien les abrió los ojos
y les hizo ver que todo el sistema educativo estaba mal, puesto que,
lo que vale en la vida, no es el título, sino lo que uno realmente sabe
y puede realizar.
No fue fácil para los maestros, ya acostumbrados al nuevo estilo de vida, reconocer su error y regresar a su papel original de ser
verdaderos maestros y guías del pueblo, preocupados del progreso
real de cada alumno y no solamente de entregarle un título y organizarle la fiesta de graduación.
Pero al fin recapacitaron y acordaron todos juntos que cada
maestro, salido de la universidad Luz de las Naciones, se dedicaría a
preparar y asesorar a diez instructores, que a su vez harían lo mismo con otros diez, hasta que en el Reino El Edén no hubiera elementos suficientes para cubrir todas las plaza del sistema educativo,
desde los primeros pasos en el camino del saber hasta las carreras
profesionales más elevadas.
Desde entonces en el Reino El Edén todos tuvieron acceso a la
enseñanza, recibiendo cada uno el título que realmente le correspondía. Y así el Reino El Edén volvió a progresar hasta alcanzar y
rebasar el antiguo esplendor.
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4. El Reino de la Pluma
Cuando se resolvían todos los problemas
mediante documentos
Había una vez un pastor. Su pasión eran las ovejas. Las conocía
a todas una por una y las llamaba por su nombre. Cuando se le perdía alguna, no descansaba hasta encontrarla, y cuando la encontraba, invitaba a vecinos y amigos y organizaba una gran fiesta. Estaba
loco por sus ovejas.
Las cuidaba más que a la niña de sus ojos. Las llevaba a los
mejores pastos, cerca de los arroyos. A las más débiles las cargaba
sobre sus hombros, curaba a las heridas y se desvelaba por atender
a las enfermas. Las acariciaba y mimaba. Las ovejas eran todo para
él.
Cuando se dio cuenta de que ya no las podía atender personalmente con el mismo cuidado, porque su número iba aumentando
cada día más, se rodeó de otros pastores y les enseñó con el ejemplo
y la palabra cómo cuidar a las ovejas. Hasta que un día, en un enfrentamiento con los lobos rapaces, perdió la vida.
Pastores y ovejas lo lloraron amargamente. Pero no se desanimaron. Recordando su ejemplo y su palabra, siguieron adelante hasta
abarcar toda la región y formar un reino, llamado “Reino de los
Pastores”, cuyo emblema era el cayado y cuya Carta Magna unas
cuantas frases, que resumían todas las enseñazas del Pastor y estaban centradas en el precepto del amor.
Fueron años maravillosos para el “Reino de los Pastores” o
“Reino del Cayado” o “Reino del Amor”, como solían llamarlo la
gente de las comarcas vecinas. Su fama llegó a extenderse hasta los
confines de la tierra. No había nadie en el mundo, que no hubiera
oído mencionar su nombre o visto en algún libro su emblema, un
enorme cayado que se elevaba hacia el cielo azul en una extensa
pradera, tapizada de ovejas.
Pasaron los años y las cosas fueron cambiando. Los herederos
de los antiguos pastores poco a poco empezaron a sufrir el embate
de las costumbres de los pueblos vecinos, construyéndose mansio-
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nes e instalándose en ellas, en lugar de seguir acompañando a las
ovejas de un lugar a otro en busca de alimento.
Así empezó la decadencia del “Reino de los Pastores”. Por todo
lado se veían ovejas errantes, enfermas y hambrientas, fácil presa
de los lobos rapaces. De vez en cuando se podía ver uno que otro
rebaño, guiado por algún pastor a sueldo o dueño de las ovejas, en
una continua lucha por defenderse de los lobos y cuidar a las ovejas.
De todos modos, contando cada ciudadano con grandes cantidades de rebaños, no le resultaba difícil conseguir la leche y la carne
para alimentarse y la piel para cubrirse. Y con eso se sentían felices.
Cuando surgía algún problema, se reunían los principales del reino
y estipulaban documentos para preservar el orden y garantizar la
paz.
Con el pasar de los años surgieron montones de documentos,
cuya interpretación exigía la presencia de “expertos en documentos”, que se volvieron en los verdaderos árbitros del reino. Se llegó
al extremo de cambiar el mismo nombre del reino. En lugar de seguir llamándose “Reino de los Pastores”, se llamó “Reino de la Pluma”, cuyo emblema era una pluma gigantesca, que surgía de un cálamo rodeado de libros.
Fueron años difíciles para el antiguo “Reino de los Pastores”.
Por un lado había dueños, bien vestidos y alimentados, y por el otro
ovejas desnutridas y enfermas, que daban lástima al sólo verlas.
Muchas empezaban a emigrar hacia las comarcas vecinas, inducidas por pastores astutos, deseosos de acabar con el antiguo “Reino
de los Pastores”, cuya gloria nunca había dejado de despertar envidia.
Ante una situación tan lamentable, no faltaron ciudadanos valientes, que se dieran a la ardua tarea de buscar las causas de tanta
decadencia, hasta que un día se toparon con la Carta Magna, que
tanto lustro había dado a sus ancestros. Desde entonces su único
propósito fue luchar hasta no hacer de la Carta Magna la ley fundamental del reino, retomar las antiguas costumbres y restablecer el
antiguo nombre, “Reino de los Pastores”, en lugar de “Reino de la
Pluma”, que tanto daño había causado a la nación por la manía de
resolver cualquier problema mediante documentos.
Y el “Reino de los Pastores” volvió a su antiguo esplendor,
siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del Pastor, que dio la vida por
las ovejas.
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5. Enfermedades
que nunca se curan
Cuando el doctor da a cada enfermo lo que le pide
Según cuentan los antiguos, antes la gente era más sana y
longeva que ahora. ¿La causa? Una buena alimentación y un buen
cuidado de la salud. En aquel tiempo no había comida chatarra, como
se usa ahora. Había pura comida buena, que consistía en carne, fruta, verdura, maíz, legumbres, leche y huevo. Además la gente hacía
mucho ejercicio, cultivando los campos o cuidando los rebaños.
No había gente que se pasaba todo el día sentada detrás de un escritorio o manejando algún carro o máquina, como se usa ahora en las
escuelas, las oficinas, los talleres o las fábricas. En aquel tiempo, no
había comida ya preparada, enlatada o precocida, como se acostumbra ahora, ni había restaurantes. Todos tenían que moverse por
aquí y por allá para conseguir el alimento necesario y preparárselo
día tras día.
Y cuando se enfermaba alguien (claro que también entonces la gente se enfermaba), toda la familia acudía al doctor y le explicaba la situación del paciente, dispuesta a hacer todo lo que el
doctor señalara para ayudar al enfermo a sanar. El doctor hacía
preguntas al paciente y a sus familiares para averiguar la causa del
malestar, daba consejos acerca de la manera de evitar ciertos contagios y buscaba las yerbas más apropiadas para resolver cada caso.
En aquel tiempo todos se preocupaban por el bienestar de todos.
Por eso los doctores gozaban de mucho cariño y aprecio de
parte del pueblo y eran considerados como parte de la familia. En
realidad, muchos le debían la vida a los doctores, que eran gente
sumamente sencilla, amable y totalmente entregada al bienestar del
pueblo. Para ellos, procurar la salud de los ciudadanos era lo que
daba sentido a su vida. Todos sus conocimientos y esfuerzos estaban encaminados a cuidar la salud del pueblo. Para ellos el juramento de Hipócrates era un dogma y a nadie se le ocurría actuar en su
contra por ninguna razón.
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De todos modos, no obstante el enorme prestigio de que gozaban los doctores, las autoridades, para garantizar un mejor servicio
en campo sanitario y asegurar un mayor respeto hacia una institución de por sí tan benemérita y aceptada por el pueblo, publicaron
una ley, que obligaba a todos los aspirantes a doctores a prepararse
en las universidades y a ser todos vegetarianos.
Con eso, su prestigio se elevó a tal grado que los doctores se
volvieron en unos seres totalmente superiores al común de los mortales por sus modales más refinados, su lenguaje más apropiado y su
apariencia con un tinte de ascetismo a causa su sistema alimenticio.
No faltaba quien se postrara a su paso y les pidiera que les tocara la
cabeza, convencidos de que con eso podía recobrar la salud perdida
o asegurar la protección del cielo.
Desgraciadamente todo eso duró poco tiempo. De hecho, pronto la gente empezó a decepcionarse de los doctores, al escasear su
número por la cantidad de requisitos que se exigían para acceder a
tal profesión y al notar una cierta incompetencia de su parte, y hasta fobia, en todos los asuntos relacionados con la carne, perjudicando grandemente la salud del pueblo. A veces daban la impresión de
que para ellos la carne representara el enemigo número uno a combatir. Al mismo tiempo, empezaron a circular habladurías acerca de
algunos doctores, cuyo platillo preferido era a base de carne.
La situación fue empeorando a tal grado que solamente algún
grupo selecto de la población podía gozar de una verdadera atención médica, mientras la gran mayoría de la población quedaba
desprotegida, casi completamente al margen del sistema sanitario.
Cuando uno tenía algún malestar, acudía al doctor y le decía: “Doctor, tengo esto y esto. Quiero que me recete esta medicina”. Y el
doctor, sin averiguar nada a causa de la prisa, recetaba lo que el
paciente le pedía. Por eso la gente nunca se curaba, volviéndose
crónicas muchas enfermedades.
Frente a esta situación tan desoladora, algunos decidieron buscar alivio acudiendo a los doctores de los pueblos vecinos, mientras
otros decidieron regresar a las antiguas costumbres de los brujos y
curanderos, los adivinos o echadores de cartas. Cada quien empezó
a buscar la salud como pudo, al verse desplomar casi por completo
el sistema sanitario oficial, mientras por otro lado aumentaba el
riesgo de enfermarse cada día más a causa de la vida sedentaria que
se llevaba, la pérdida de los antiguos valores y el contagio de extrañas enfermedades, debido al fenómeno de la globalización.
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Lo peor del caso fue que todo esto les parecía como algo normal sea a las autoridades que al pueblo en general, puesto que poco
a poco se fueron acostumbrando a vivir en esta situación y por lo
tanto a nadie se le ocurría ni siquiera soñar con algo diferente. Le
echaban a culpa de todo a la escasez de los doctores, a la degeneración de las costumbres y a tantas otras causas más. Prácticamente
todos se habían resignado a vivir en esta situación, sin hacer nada
por cambiarla. Los ciudadanos más piadosos llegaron a convencerse de que sencillamente se trataba de un designio de Dios.
Pasaron los años y por fin alguien empezó a pensar en la posibilidad de un nuevo sistema sanitario, logrando que otros siguieran
su ejemplo, hasta que la inconformidad se volvió ley. Muchos se
dedicaron estudiar desde la raíz el problema de la salud pública
hasta no encontrar la solución y lograr un cambio de la ley, no obstante las múltiples resistencias de los ambientes más conservadores: para los especialistas, preparación universitaria y régimen alimenticio vegetariano; para todos los demás doctores, solamente el
juramento de Hipócrates y mucho entrenamiento práctico para tratar las enfermedades más comunes.
Así se regresó a la antigua praxis, cuando cada ciudadano gozaba de una atención médica personalizada, contando además con
el apoyo de toda la familia y toda la comunidad. Teniendo en cuenta
los nuevos tiempos, poco a poco se fue estableciendo un sistema de
prevención de las enfermedades a base de cuidados higiénicos, deporte y vacunación, un sistema de curación contando con todos los
adelantos de la ciencia y un sistema de rehabilitación en caso de
traumas causados por algún accidente.
Y con eso la situación del pueblo empezó a mejorar notablemente, alcanzando niveles de salud nunca sospechados anteriormente, no obstante los peligros representados por el nuevo tipo de
sociedad, esencialmente sedentaria y globalizada.
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6. El Reino de la Paz
Cuando se puso de moda el chaleco antibalas.
Había una vez un reino, llamado “Reino de la Paz”. En realidad, en aquel reino todo era paz, amor y concordia. Hasta que un
día gente extraña empezó a infiltrarse en el país. Su objetivo era
organizar una rebelión general contra el rey y apoderarse de toda la
región. Al enterarse el rey del grave peligro que lo amenazaba, ordenó al ejército su pronta intervención, para impedir que los invasores pudieran llevar a cabo sus perversos designios.
Pero, ¿qué pasó? Que, contrariamente a lo esperado, el ejército empezó a fraternizar con los invasores, haciendo caso a sus
extraños planteamientos según los cuales era urgente implantar un
nuevo sistema de gobierno, más acorde a los tiempos presentes. De
hecho, en lugar de intervenir para fortalecer la defensa de parte de
los ciudadanos, se limitó a observar el continuo avance de los invasores, como si no se tratara de enemigos sino de aliados.
Cuando el rey se enteró del extraño comportamiento de sus
soldados, mandó a llamar a los altos oficiales del ejército y les preguntó el porqué.
- Es que los que usted llama invasores – contestaron – en realidad no son tan malos, como los pintan. Al contrario, son gente
buena, con costumbres y leyes muy parecidas a las nuestras. A veces parecen más educados y refinados que nosotros mismos. Entonces pensamos: “¿Para qué oponernos? ¿No es mejor dejar a cada
ciudadano decidir por su cuenta si quiere seguir obedeciendo a usted o prefiere irse con ellos?” En el fondo, se trata de lo mismo. Por
eso no hicimos nada para impedir que los que quisieran se pasaran
al bando de los extranjeros.
- Quedan inmediatamente destituidos – gritó el rey enojadísimo
-. Merecen la pena de muerte por alta traición.Y nombró a nuevos oficiales, más fieles y decididos, encomendándoles la seguridad del reino. “Que todo ciudadano – rezaba el
decreto de emergencia nacional – cuente con su chaleco antibalas y
que todos los miembros de las fuerzas armadas sean debidamente
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entrenados para hacer frente a los invasores y garantizar la paz en
todo el territorio nacional”.
Lo que se logró sin mayores dificultades. En realidad, una vez
que los altos mandos militares, descubrieron el secreto del éxito,
que estaban teniendo los invasores, no les resultó difícil neutralizar
su acción, utilizando la siguiente estrategia:
1.- Rastrear palmo a palmo todo el territorio nacional, en busca
de invasores.
2.- Una vez encontrados, hacerlos inofensivos, quitándoles el disfraz y regalándoles un espejo.
En realidad, los invasores, al no contar con ningún apoyo de
parte de la gente del lugar, se sintieron perdidos y fácilmente optaban por rendirse una vez descubiertos. Después, al mirarse en el
espejo, poco a poco se fueron convenciendo de que no eran tan
perfectos y diferentes, como iban pregonando. Y se fueron volviendo en mansos corderos, respetando a todos y siendo respetados por
todos. Y la paz volvió al “Reino de la Paz”.
TAREA
1.- Presenta el significado de cada parábola:
1)
2)
3)
61
4)
5)
6)
2.- ¿Cuál parábola te gusta más?
¿Por qué?
62
Tercera Parte
TUVE UN SUEÑO
“Dime qué sueñas y te diré quién eres”, reza un refrán que
acabo de inventar. Así que, si quieres saber quién soy yo, lee
estos sueños y te darás cuenta. Sueños, no pesadillas. Sueños
que estoy plasmando desde hace años. Sueños cuya plena realización depende de una infinidad de factores y circunstancias.
Sueños, en fin, no proyectos concretos.
De todos modos, estos sueños me han ayudado a dar sentido a mi vida y a la vida de cuantos me rodean. Me permiten
respirar a mis anchas, llenando de oxígeno mis pulmones. Soñando, me olvido de tantos sinsabores, recupero mis fuerzas y
me lanzo a la lucha con nuevos bríos.
Ojalá que, al darte cuenta de mis sueños, tú también puedas
aprender a soñar y a disfrutar de tus sueños. Y no te olvides de
enviar tu adhesión al “club de los soñadores”.
63
64
Presentación
Viví la génesis de este libro tan particular y he seguido paso a
paso cada una de sus etapas. Me deleité leyendo el manuscrito y
escuchándolo en la voz del Padre Amatulli. Lo he disfrutado también durante la corrección y la diagramación.
Yo mismo he soñado a partir de su ritmo, cadencia y contorno,
y mis sueños están tejidos de la misma sustancia.
¿Cómo clasificarlo? ¿Novela corta? ¿Cuento? ¿Apuntes preliminares para un guión cinematográfico? Quien sabe.
Se trata de algo muy intenso, conformado por cinco “sueños”.*
El hilo conductor es la posibilidad de un mundo diferente y de una
comunidad eclesial distinta, más acorde con el Evangelio.
La perspectiva es la de un misionero, involucrado completamente en un apostolado de frontera, que hace ya muchos años decidió recorrer los caminos del mundo como un peregrino del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
A partir de ahora parece decidido a ser un cuenta cuentos, un
tejedor de sueños, un juglar que sueña, narra, entusiasma, despierta
sueños, comparte ideales... y desconcierta.
Es el sueño de un nuevo modelo de Iglesia, puesto que el modelo vigente parece que haya caducado. Se trata, pues de un cambio
de paradigma. Es el llamado a una verdadera revolución en la Iglesia.
Se propone un modelo en el que el papel del Obispo de Roma
no sea tan avasallador y se haga realidad la Colegialidad Episcopal,
tan querida por los Padres Conciliares, que intervinieron en el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965).
* El primer sueño, con el título: «¿QUIÉN QUIERE MATAR A MISTER
KUNC? BUSCANDO UN NUEVO ORDEN MUNDIAL», por su contenido y
amplitud, se edita por separado.
65
Pero también se señalan nuevos rumbos para los discípulos de
Cristo, en la perspectiva de la Misión, encomendada por Jesús en el
Evangelio.
Desde esta óptica, los problemas que aquejan a la Iglesia pueden tener solución. Algunas propuestas son sumamente atrevidas y
necesarias: el celibato opcional y, por tanto, la existencia de sacerdotes casados, la elección de los Obispos con la participación de
todo el Pueblo de Dios, una nueva manera de administrar los sacramentos, reservándolos para los católicos practicantes, suspensión
del bautismo a los niños...
Evidentemente, para que este nuevo modelo se haga realidad
es indispensable el diálogo y, por tanto, la creación de canales adecuados para que este diálogo sea posible. Lo que no puede olvidarse
es que en este nuevo modelo de Iglesia, los laicos tienen un papel
relevante, al estilo de la Iglesia que nos presenta el Nuevo Testamento.
En la Iglesia del Siglo XXI coexisten distintos modelos de Iglesia, distintos paradigmas, que parecen irreconciliables. Todavía es
común en la Iglesia la disyuntiva progresistas-conservadores, que
refleja una serie de etiquetas que nos sobreponemos unos a otros,
en lugar de propiciar una reflexión más seria y un conocimiento
más profundo de las distintas posturas.
Hoy pareciera que la tendencia dominante es la construcción
de islas al interior de la comunidad eclesial, en lugar de tender puentes al interior de la Iglesia. Sólo se dialoga con los que son afines;
hacia los demás hay franco rechazo, sin un debate de ideas y con
una multitud de prejuicios; en el peor de los casos, existe la más fría
indiferencia.
Mientras se habla mucho de diálogo, pareciera que los posibles interlocutores evitan dialogar con los que disienten y tienen
una perspectiva distinta de la realidad, auto excluyéndose mutuamente y agrandando profundamente las distancias, en lugar de acortarlas.
Estos sueños son una propuesta y una provocación. Una propuesta para que se sueñe en un nuevo modelo de Iglesia. No todo
está trazado. El P. Amatulli no pretende tener la última palabra. Se
trata, pues, de una provocación, para soñar juntos y modelar hom-
66
bro a hombro el rostro de la Iglesia del tercer milenio. Y todo mediante el diálogo y la corresponsabilidad, conscientes de que todos
somos discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia, iguales en dignidad, pero cada uno prestando un servicio distinto.
Espero que leyendo estos sueños, tú también te atrevas a soñar. No importa sí no estás completamente de acuerdo con lo que
aquí se propone. Lo importante es que tú también te decidas a decir
tu palabra, mediante el teatro, el cuento, la novela, la poesía, el
ensayo literario, el artículo periodístico o el guión cinematográfico,
televisivo o radiofónico.
Sueña y déjanos conocer tu sueño.
México, D.F.; a 3 de diciembre de 2002.
Fiesta de San Francisco Xavier,
Patrono de las Misiones.
Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap.
Papa por un año
Si fuera papa por un año,
haría una grande revolución
en toda la Iglesia.
Publicaría un decreto
más o menos en estos términos:
“Por cada hora que un sacerdote dedique
a enseñar la Palabra de Dios,
recibirá la cantidad de diez mil pesos.
Al finalizar el año,
que cada uno envíe a Roma un informe completo
y recibirá su cheque correspondiente.”
Estoy seguro de que esta noticia
causaría un revuelo en toda la Iglesia.
67
Ya no se verían curas
celebrar hasta diez misas de difuntos
una tras otra, como un tiroteo de metralleta.
Al contrario, habría cursos por acá y cursos por allá,
en las ciudades, los barrios
y hasta en las aldeas más apartadas.
Todos los católicos tendrían su Biblia
y nada se haría sin acudir a ella.
La Biblia se volvería
en la ley suprema de la Iglesia.
Al finalizar el año, todos enviarían a Roma
el informe detallado, indicando las horas de trabajo,
número de asistentes y gastos extra.
Según lo establecido en el decreto,
a todos les llegaría pronto
el cheque correspondiente
“cobrable en el Banco de San Pedro,
allá en el cielo, el día de la muerte”.
Estoy seguro de que,
hasta entre los más celosos predicadores de la Palabra,
no faltaría quien llegara a mentarme la madre.
De todos modos,
ya muchas costumbres seculares habrían cambiado
y la gran revolución estaría en acto.
Claro que de inmediato
un servidor presentaría sus dimisiones irrevocables
para que la Iglesia de Cristo pudiera contar de veras
con un jefe a la altura de su investidura,
que no acudiera a trampa
ni a bromas de mal gusto
en asuntos de tanta importancia.
(AMATULLI, FLAVIANO, Luchando por el Reino, Ediciones Apóstoles de la Palabra, 1984).
68
1.- La Iglesia:
¿Hacia dónde Vamos?
Sueños locos
Como saben, los sueños son locos. Hay algo de verdad, algo de
imaginación y algo totalmente irreal. A veces expresan también lo
que se encuentra reprimido en el subconsciente, según lo que afirman los sicólogos.
De todos modos, he aquí “mi sueño”, así como lo recuerdo.
Aclaro que estoy por cumplir mis 64 años de edad y creo que estoy
afectado por una ligera forma de arteriosclerosis. Así que posiblemente “mi sueño” era mucho más amplio y algo diferente de lo que
recuerdo.
Hay partes que han sido reconstruidas, otras omitidas... Bueno, cada uno tome y piense lo que quiera. En el fondo, se trata de un
sueño. ¿Por qué darle demasiada importancia?
Cónclave
Me encontraba acostado en una carreta, como cuando era niño
e iba al campo con mi papá y mi hermano Vicente. A un cierto momento, el conductor me habló, diciéndome que me levantara, puesto que ya habíamos llegado.
Me encontraba en las afueras de Roma y una discreta multitud
me esperaba ansiosa. Sin muchas explicaciones, me llevaron al Vaticano, donde estaba por abrirse el cónclave.
De buenas a primeras, resulto electo Papa.
—Un momento— le contesté al encargado de solicitar mi aceptación—. Antes de aceptar, quiero saber si de veras ustedes están
dispuestos a ayudarme o se van a lavar las manos y me van a dejar
solo, como ha sucedido tantas veces en el pasado. En este caso, a
ver qué hacen ustedes, yo no acepto.
Consistorio
No recuerdo qué pasó ni cuánto tiempo demoró el forcejeo. Lo
que recuerdo es que, vestido como siempre con mis huaraches y mi
suéter, me encuentro en un salón, como cuando imparto alguna con69
ferencia. Solamente que en este caso estoy hablando a los Señores
Cardenales, sin nada escrito en las manos, como es mi costumbre.
—My friends— empiezo (esto tal vez se debe al hecho que tuve
este sueño en Denver, Colorado, USA, el 7 de mayo de 2002)—,
como ustedes saben, no soy un gran teólogo ni un gran organizador.
Soy un misionero. Así que lo que más me preocupa es la misión,
aquella misión que Jesús encomendó a los apóstoles, antes de subir
al cielo, y que ahora incumbe llevar a cabo a cada uno de nosotros
de una manera especial.
Ahora bien, con toda franqueza, digan qué opinan acerca de
este tema tan importante y qué podemos hacer para relanzar la misión. Quiero cosas prácticas. Ya les dije que no soy ni un gran teólogo ni un filósofo ni un gran organizador.
Así que no me vayan a pedir encíclicas o cosas por el estilo. No
soy bueno para la pluma. Lo que se ha escrito hasta la fecha, es ya
suficiente para arrancar. En la marcha, iremos viendo si se necesita
alguna aclaración o rectificación.
Como les decía, quiero cosas prácticas para relanzar la misión,
cosas sencillas que hagan fermentar toda la Iglesia y ¿por qué no?,
toda la sociedad.
Ustedes saben cómo van las cosas. Si queremos mejorarlas, no
nos queda más que la fuerza del Evangelio. Para eso estamos nosotros. Con toda humildad, pero al mismo tiempo con toda autoridad
(acuérdense que somos los sucesores de los apóstoles) y confiando
totalmente en el poder de Dios, que nos acompaña continuamente,
tenemos que repetir aquellas palabras que el apóstol Pedro dirigió
al tullido: “No tengo ni oro ni plata. Lo que tengo te lo doy: En el
nombre de Jesús, levántate y anda” (Hech 3,6).
Sí, mis queridos hermanos, esto tenemos que hacer: invocar el
poder de Jesús resucitado, como hizo San Pedro en aquella ocasión,
y van a ver como esta humanidad decaída se va a levantar, empezando por nuestra Iglesia. ¿O no creen ustedes que esto sea posible?
Entonces, ¿dónde está nuestra fe?
Un nuevo Concilio Ecuménico
Al terminar mi primera alocución a los señores cardenales,
noté una que otra lágrima por algunas mejillas surcada por los años.
Todos estaban ansiosos por saber adónde iba a parar todo esto.
70
Todo les parecía irreal, fuera de toda expectativa. Algo como un
sueño. Claro que era todo un sueño: un sueño en el sueño.
Por fin un cardenal norteamericano rompió el hielo:
—My Brothers—, empezó con cierta turbación, pero al mismo
tiempo con decisión —. Nuestro hermano, el obispo de Roma y sucesor de Pedro, habló. Ahora nos toca a nosotros.
Y dirigiéndose a mí directamente, siguió en un lenguaje muy
pintoresco, entre inglés, italiano y latín. Habló de disminución alarmante de vocaciones sacerdotales, escándalos provocados por sacerdotes con problemas sexuales y puntualmente aprovechados por
los enemigos gratuitos de siempre, cierta oposición al interior de la
misma Iglesia por su doctrina acerca del matrimonio, el control de
la natalidad y en general el problema de la sexualidad, para concluir:
—Holy Father, frente a todo esto, muchas veces he sido tentado a renunciar y retirarme en un monasterio o en un pueblito apartado como simple párroco. En distintas ocasiones, comenté esto
con el Señor Nuncio Apostólico, que me animó a seguir adelante
hasta cumplir los 75 años, según las normas establecidas.
Así que sigo adelante sin entusiasmo, en el más grande desamparo y en la más grande incertidumbre, sin saber qué aconsejar a los
que se acercan a mí en busca de orientación.
Aquí la cinta se me borró. Tengo la impresión que siguió hablando un buen rato más entre uno que otro aplauso de parte de sus
colegas norteamericanos, que entendían más su mentalidad y su
lenguaje, salpicado de un humor y unos chistes misteriosos para
muchos.
Por fin recuerdo que lo interrumpí, diciendo:
—Mi querido hermano en Cristo, por favor, diga qué sugiere
Usted en concreto para poner fin a toda esta incertidumbre y desaliento, y relanzar la misión.
—Un Concilio Ecuménico —contestó el cardenal norteamericano sin titubeos.
Colegialidad episcopal
Al principio, quedamos todos sin palabras, como petrificados,
hasta que se me ocurrió esbozar un aplauso, que pronto se volvió en
71
una marea de gritos, aplausos, palmadas en las espaldas, abrazos...
que hizo cimbrar la sala del Consistorio.
—Bueno. Se hará el Concilio —concluí en forma solemne—,
aunque esta idea nunca se me había ocurrido antes. Ni modo. Esta
es la Colegialidad episcopal y la vamos a poner en práctica hasta las
últimas consecuencias.
Otros cardenales intervinieron en la conversación, dando sugerencias concretas para despertar al pueblo católico de su pasividad y hacerlo más consciente acerca de su dignidad como pueblo de
Dios.
El proselitismo religioso
—Es tiempo de poner cada cosa en su lugar —afirmó un cardenal de una de las más grandes ciudades de América Latina—. Es inútil que sigamos hablando de Ecumenismo entre nosotros, cuando
nos encontramos frente al más descarado proselitismo religioso. Es
necesario insistir en nuestra identidad como católicos, para hacer
frente a esta enorme avalancha de sectas, que están confundiendo y
destruyendo gran parte de nuestras comunidades católicas. Es necesario que en todos los seminarios y centros de estudio católicos
se implante la Apologética, que enseña a enfrentar con realismo el
problema del proselitismo religioso.
—No para pelear —añadió otro cardenal de Portugal—, sino
para fortalecer la fe del católico frente a la ola de desprestigio levantada por nuestros enemigos de siempre.
No faltó quien mencionó la necesidad de hacer frente a la nueva Leyenda Negra, que están creando muchos medios masivos de
comunicación, manejados por gente anticatólica y sin escrúpulo.
-Es tiempo — subrayó un cardenal latinoamericano -, de hacer
algo para levantar los ánimos de nuestro pueblo católico, que se
siente sumido en la más grande desesperanza frente al avance de las
sectas. Es tiempo de darle seguridad y dignidad, aumentar su
autoestima.
Concilio Ecuménico de Jerusalén
Cuando pareció que las ideas estaban lo suficientemente claras (¿cuánto tiempo pasó? ¿Dos días? Quien sabe), concluí:
72
—Hermanos, es tiempo de nombrar una comisión para redactar un documento, que vamos a dar a conocer al pueblo católico,
que está ansioso de saber cuál será el rumbo que va a llevar la Iglesia
en los próximos años. El documento va a empezar con estas palabras: “Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros...” (Hech 15,28).
—Como el documento del primer Concilio de Jerusalén —interrumpió un cardenal—.
—Precisamente, y aclaro que lo vamos a firmar todos, empezando por mí. Así que veamos quiénes pueden formar parte de esta
comisión.
—Que sea un documento breve y claro, para que todos lo puedan entender con facilidad— comentó otro cardenal.
—Algo que fácilmente pueda ser publicado por entero en los
periódicos y transmitido por radio y televisión —añadió otro.
—¿Cómo se llamará el próximo Concilio? —preguntó un cardenal africano—.
Después de unos momentos de reflexión y mientras todas las
miradas se apuntaban sobre mí, declaré en forma solemne:
—El próximo Concilio se llamará: “Concilio Ecuménico de Jerusalén”.
—¡Viva el Papa!, —gritaron todos, completamente sorprendidos por una decisión tan inesperada.
—¿Y la guerra entre israelíes y palestinos? —preguntó un cardenal.
—¿Y el problema de la seguridad? —añadió otro.
—Ni modo. Acuda al Concilio el que pueda. Será el Concilio de
los valientes. Así podremos conocer más de cerca la realidad de la
guerra, la pobreza y la incomodidad. Además, quien quita que la
celebración del próximo Concilio ayude a resolver más pronto los
problemas de Oriente Medio y a restablecer la paz en una región tan
conflictiva y sufrida.
—Esto puede ayudar también a restablecer la unidad con los
hermanos ortodoxos— contestó un cardenal, entre la euforia general.
Para preparar el documento, se solicitó la presencia de algunos obispos y sacerdotes que trabajan en el Vaticano y algunos laicos expertos en asuntos de comunicación.
73
Comentarios de la Prensa
Contando con su valiosa experiencia en estos asuntos, pronto
salió el documento, que en pocos minutos dio la vuelta al mundo,
despertando por todas partes el más grande entusiasmo y poniendo
al mundo católico en una grande efervescencia.
Los titulares de los periódicos y los noticieros de radio y televisión se hicieron eco del júbilo general ante un acontecimiento tan
importante y tan oportuno para la Iglesia Católica y la humanidad
entera.
“Concilio Ecuménico de Jerusalén: La Iglesia vuelve a sus orígenes”; “El Papa de los huaraches abre puertas y ventanas”; “Euforia Católica: más identidad y más apertura”, etc.
Todos los comentaristas eran unánimes en subrayar la novedad del estilo que se estaba imprimiendo a la Iglesia, hablando de
Colegialidad episcopal, confianza en los destinos de la Iglesia, fortalecimiento interno y nuevas perspectivas para el diálogo ecuménico.
Entre los intelectuales tuvo mucha resonancia una entrevista,
concedida por un famoso teólogo a un semanario católico muy conocido. El título de la entrevista era: “Una Iglesia siempre joven” y
hablaba de un agotamiento del actual modelo de Iglesia, manejado
desde hace siglos, en busca de un nuevo modelo, menos centralizado y autoritario y más carismático y variado, al estilo de los primeros siglos del cristianismo.
—“Es necesario —afirmaba el teólogo— regresar a la simplicidad evangélica, definiendo aquellos valores básicos que pueden dar
sentido a la vida del cristiano en el mundo de hoy, y luchar para que
se vuelvan en patrimonio común para todo católico. Hay que señalar a los católicos comprometidos un camino sencillo para poder
vivir siempre en paz con Dios, consigo mismos y los hermanos. Hay
que liberar el Evangelio de tantas añadiduras, que, en lugar de hacerlo más inteligible, lo ocultan más y lo alejan más de nuestra vida”.
Otro teólogo subrayó el papel fundamental de la Biblia en la
vida del creyente y de la Iglesia en general. “Primero la Biblia y
después el catecismo —afirmó con énfasis en un programa de radio—. Y todo esto, empezando desde la preparación a la Primera
Comunión”.
74
Comisiones preparatorias
Hecho esto, se empezó a pensar en una clausura del Consistorio, en espera de que los acontecimientos fueran madurando para
tomar otras medidas según la necesidad. El cardenal secretario de
Estado se hizo intérprete del sentir común de los miembros de la
asamblea:
—Hermanos, Dios nos ha concedido presenciar un acontecimiento de gracia sin precedentes. Con esto volvemos al espíritu de
los orígenes de nuestra fe. De seguir así, no me extrañaría que yo
fuera el primero en quedar sin trabajo. (Una risa general, acompañada por algunos aplausos, mientras yo le hacía señas para que siguiera adelante y que no se preocupara demasiado por la posibilidad de perder su empleo).
Antes que nada, agradezcamos a Dios una gracia tan grande y
pidámosle con fe que nos acompañe en una tarea tan importante y
trascendental, que pesa sobre nuestros hombros, a veces bastante
fatigados.
No se olviden de estar continuamente en contacto con la comisión o las comisiones, que se van a hacer cargo de la preparación del
magno acontecimiento.
Habló de aspectos logísticos, doctrinales y pastorales, y del
aspecto económico, “que no hay que sobrevaluar ni tampoco minimizar, tratándose de un acontecimiento que sale fuera de las perspectivas normales de la Iglesia”.
Reformas inmediatas
A un cierto momento un anciano cardenal, lo interrumpió:
—Como siempre, una vez terminada la fiesta, que cada quien
regrese a su lugar con la rutina de siempre. A mí me falta un año para
dimitir como arzobispo residencial. Posiblemente, cuando se abra
el Concilio, ya estaré muerto y enterrado. ¿Qué me importa todo
esto que Usted está diciendo? Hasta siento ganas de dimitir hoy
mismo, para que alguien más joven tome mi lugar y dé seguimiento
a todo este proceso que estamos empezando y que va a culminar
con el Concilio.
Un coro de aprobación acompañó el sentir del anciano cardenal. De hecho un buen porcentaje de cardenales se encontraba en la
misma situación.
75
Otro cardenal se dirigió directamente a mí y me preguntó:
—¿Cuándo se empezarán a dar las reformas que Usted quiere
promover dentro de la Iglesia?
Yo le contesté de inmediato, ante el estupor de todos:
—Hoy mismo se empezarán a dar estas reformas. No hay que
esperar ningún Concilio para empezar el cambio en la Iglesia. Hoy,
hoy, hoy. —Repetí con insistencia y algo exaltado—. ¿O no nos entendemos?
—¿Qué tipo de cambios podemos empezar a realizar hoy mismo?
—Cualquier tipo de cambio que tenga que ver con la misión.
—¿Cambios de tipo pastoral?
—Claro. No se metan en asuntos doctrinales. Esto es más complicado y lo vamos a ver en el Concilio, si será necesario abordar
este aspecto.
—¿Podemos decidir el asunto de los sacerdotes casados?
—Claro. Todo depende de la Conferencia Episcopal local, de
su manera peculiar de ver las cosas. Si todos los obispos de una
región están de acuerdo en algo, ¿qué más queremos?
—¿Entonces habrá distintas disciplinas al respecto, según las
decisiones de las diferentes conferencias episcopales?
—Claro que sí.
—Y esto, ¿no puede representar un peligro con el tiempo? ¿No
se puede crear una Iglesia en espíritu de competitividad entre las
diferentes conferencias episcopales?
—¿Qué hay de malo en todo esto? ¿No pasa lo mismo en otros
aspectos de tipo disciplinario o pastoral? Si en una región se pueden
resolver los problemas pastorales mediante la actual disciplina de
presbíteros célibes, que sigan. Sin embargo, donde esto no es posible, que cambien la disciplina al respecto, introduciendo la posibilidad de sacerdotes casados. Acuérdense del antiguo principio: “In
necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas”. Y acuérdense también del otro principio fundamental, que tiene que regir
la actividad de toda la Iglesia: “Salus animarum suprema lex”.
—Esto me pone los pelos de punta, pensando en los cambios
tremendos que podrán darse en la Iglesia en poco tiempo y en la
posibilidad de que muchos aspirantes al sacerdocio se vayan a formar en regiones donde se permita el sacerdocio casado.
76
—¿Y cuál es el problema? Acuérdense: donde hay libertad, hay
creatividad y, donde hay creatividad, hay progreso. Por favor, no
hagamos del celibato el eje fundamental del ser y quehacer de la
Iglesia. Sin duda se trata de un grande valor y un don que Dios concede a ciertas personas. Pues bien, en un clima de libertad, se verá
quiénes lo tienen y quiénes no lo tienen. Pero al mismo tiempo, no
hagamos depender de este don la atención pastoral del pueblo católico, que sin duda representa una responsabilidad ineludible para
nosotros los pastores de la Iglesia y un derecho de parte del rebaño
que nos ha sido confiado.
Ley por unanimidad
Todos quedaron altamente sorprendidos por el giro que estaban tomando las cosas. Nadie se hubiera imaginado nunca la posibilidad de cambios tan radicales y rápidos. Y continué:
—Lo que importa es que para cualquier asunto haya una base
bíblica y tradicional. Que todo se haga en la perspectiva de la más
completa ortodoxia, partiendo siempre de la Biblia y la Tradición.
Una vez salvado esto, se puede realizar cualquier cambio que sirva
para relanzar la misión. Repito: “Salus animarum suprema lex”.
Otro principio importante: “Una vez que haya unanimidad acerca
de algún asunto, tratado por una conferencia episcopal a nivel nacional, regional o continental, ipso facto, se transforma en ley”. En
este caso no se necesita ninguna aprobación de parte de Roma. Basta avisar. ¿Son o no son ustedes sucesores de los apóstoles, directos
responsables de la Misión? Adelante, entonces, con ánimo.
Sínodos
—¿No sería conveniente que como preparación al Concilio Ecuménico, se realizaran primero sínodos diocesanos, regionales y continentales?— sugirió un cardenal de Asia.
—Perfecto. A ver, llamen a los expertos de la Curia para que
preparen un documento, parecido al que hicieron el otro día: breve,
sencillo y claro. Como siempre, lo vamos a firmar todos. Y que sea
enviado de inmediato a los nuncios apostólicos para que lo hagan
llegar a todos los obispos, superiores mayores y dirigentes de los
movimientos laicales. Que todos nos sintamos comprometidos en
esta tarea.
77
—¿No sería bueno enviarlo también a los representantes de las
Iglesias hermanas?
—Claro. En el fondo, se trata de relanzar la Misión. Cualquiera
nos puede dar sugerencias al respecto.
De inmediato otro cardenal tomó la palabra en nombre de un
grupo de colegas:
—¿Podemos abordar también el asunto del nombramiento de
los obispos?
—Claro. Si en algún lugar los miembros de la Conferencia
Episcopal están de acuerdo en aportar algunos cambios con relación a la praxis actual, que se proceda. Yo insistiría en estos dos
criterios fundamentales: sana doctrina y experiencia pastoral. Queremos obispos que sean verdaderos apóstoles. Excelencia pastoral,
más que excelencia académica. Si se juntan los dos aspectos, mejor:
excelencia académica y excelencia pastoral.
-¿No sería conveniente que desde un principio a un obispo se
le asignara un determinado período, por ejemplo diez años, de servicio a una diócesis? Después podría haber un año sabático para
descansar o participar en algún curso de aggiornamento (puesta al
día). Una vez cargadas las pilas, podría ponerse a disposición de la
Conferencia Episcopal para lo que se ofrezca (por ejemplo, presidir
o trabajar en las comisiones episcopales) y la Santa Sede para un
servicio más amplio o sencillamente ser cambiado de diócesis. Así
se evita el peligro de tener obispos residenciales, que se encuentran
casi siempre fuera de su diócesis para desempeñar cargos asignados
por la Conferencia Episcopal o la Santa Sede. Por otro lado, gobernar una diócesis por treinta o cuarenta años, me parece demasiado
problemático, con el riesgo de caer en la rutina, echando a perder lo
que se logró en los primeros años.
-Que todo esto se vea en las distintas Conferencias Episcopales.
Una vez llegados los canonistas de la curia y los expertos en
comunicación, les expliqué el asunto en pocas palabras, dándoles
toda la tarde para preparar el documento. Y continué:
—Hermanos, ya que estamos bastante cansados del trabajo que
hemos realizado en estos días. Ahora démonos un agasajo. ¿Qué les
parece esta sugerencia? Mientras los expertos preparan el documento, ¿por qué no salimos de la Ciudad para descansar un poco en
algún lugar en las afueras de Roma?
78
Paseo
De inmediato se formaron unos corrillos para definir los detalles de la fiesta de despedida, en un clima de hermandad y sano esparcimiento.
—Que esté cerca de una pizzería— comentó un cardenal.
—Sí, cerca de una pizzería—, añadieron los demás.
Unos minutos después ya estábamos de viaje, mientras los expertos se quemaban las pestañas con los artículos del Derecho Canónico.
Una tarde encantadora entre chistes, recuerdos de los años
mozos en las distintas universidades de la Ciudad Eterna, promesas
de seguir en contacto por Internet...
Nadie se fijó que entre aquellos alegres ancianitos se encontraba el Papa en persona. Es que aún no me lograban identificar
(apenas una vez había aparecido en público, saludando a la gente
desde la fachada de la Basílica de San Pedro).
A las altas horas de la noche, poco a poco cada uno fue tomando su rumbo para descansar unas horas antes de concluir el Consistorio y emprender cada quien el viaje de regreso a sus comunidades. Nos despedíamos una y otra vez para volver a juntarnos por
grupitos y contar el último chiste. Es como si quisiéramos parar el
tiempo, para que el sueño no terminara nunca.
El día siguiente regresamos todos a la Asamblea. Los expertos
habían hecho un buen trabajo. Bastaron unos cuantos retoques y a
firmar todos. Algo inolvidable. Se respiraba aire de Pentecostés.
Un cardenal sugirió:
- ¿Por qué no hacemos lo mismo con los documentos oficiales,
que emiten la Santa Sede y las Conferencias Episcopales?
- Habría que hacer documentos para los obispos y los teólogos
y documentos para el pueblo en general — aclaró otro cardenal.
- ¡Cuántos cambios tenemos que hacer para ponernos al día!
Una tarea de nunca acabar — concluí - . Ni modo. En estos asuntos
nada es definitivo. Lo importante es no cerrarse a la voz del Espíritu, que continuamente nos cuestiona.
79
Despedida
Antes de clausurar definitivamente el Consistorio, me permití
hacer una breve alocución:
—Hermanos, estamos al final de esta experiencia, tan enriquecedora para todos. Sin embargo, antes de separarnos, quiero que
sepan ustedes, y que quede entre nosotros, que no es mi intención
seguir en este cargo toda la vida. Quiero ser un papa de transición,
como el papa Juan XXIII, ya beato. Si no muero antes, es mi firme
intención dimitir puntualmente a los 75 años de edad, es decir de
aquí a tres años, abriendo yo mismo el Cónclave, de donde saldrá el
nuevo sucesor de Pedro. En realidad, no es lo mismo abrir caminos
que gobernar. A cada quien lo suyo. Yo me conozco bastante bien a
mí mismo y sé hasta dónde puedo llegar. Así que no me pidan más de
lo que no pueda dar. Lo que tenemos que hacer ahora, es fijarnos en
aquellos elementos del episcopado bien empapados en este nuevo
estilo de gobierno, para que los pueda nombrar cardenales y así
estar en condiciones de tomar las riendas de la Iglesia.
—Y Usted ¿qué piensa hacer, una vez renunciado al cargo de
Obispo de Roma? ¿Se va a recluir en un monasterio? —preguntó un
cardenal.
—Ni pensarlo. Estoy seguro que me moriría de inmediato. Lo
que pienso hacer, es regresar con mis inditos de la sierra de Oaxaca,
México, donde empecé mi aventura como misionero y pasar con
ellos los últimos años de mi vida. Es que cuando a uno le entra el
gusanito de la misión, nunca se le quita, hasta la muerte.
Un cierto velo de tristeza cubrió el rostro de muchos cardenales, que al despedirse no dejaban de expresarme todo su cariño y
espíritu de solidaridad.
Cuando todos los cardenales se fueron y quedé solo con el secretario de Estado, éste me preguntó:
—¿No le parece que nos estamos embarcando en una aventura?
—Claro que sí. Todo lo que tiene que ver con el Espíritu es
siempre una aventura. No se le olvide nunca.
¿Cuánto tiempo duró todo esto? ¿Una hora? ¿Dos horas? ¿Tres
horas? ¿O un solo instante, como afirman algunos expertos? El hecho es que todo lo demás se quedó borroso en mi memoria.
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Sínodos
A un cierto momento me encuentro en un sínodo africano ¿nacional, regional o continental? Quien sabe. Me entero de asuntos
totalmente desconocidos para mí, como el del matrimonio consuetudinario. Se insiste en la necesidad de una liturgia más conforme al
sentir del pueblo africano, con ritmos, danzas y tradiciones propias
del pueblo. También se nota mucha preocupación por el fenómeno
de las sectas y el sincretismo religioso.
En un sínodo norteamericano, por primera vez en la historia
de la Iglesia, se intenta enfrentar con seriedad el problema de la
evangelización, rebasando el nivel puramente exhortativo de los
documentos oficiales y entrando en todos los detalles de una verdadera planificación pastoral de gran envergadura, haciendo un abundante uso de los medios masivos de comunicación e invirtiendo una
enorme cantidad de recursos humanos y económicos.
“Cuidado con la Iglesia Católica— fue el comentario del más
prestigioso periódico de Estados Unidos—. El gigante adormecido
empieza a despertar”. Y otro periódico añadía: “La organización
pastoral de la Iglesia Católica se apresta a ser la más grande empresa
a escala mundial”. Era tanto el entusiasmo que estaba despertando,
que ya se hablaba de ramificaciones de dicha organización a nivel
continental y mundial.
—Es tiempo de modernizarnos —afirmaba el dirigente de un
Movimiento Apostólico Laical—. No podemos seguir como antes, a
la buena de Dios. Si para tener éxito en cualquier cosa, tenemos que
programarnos, ¿por qué no tenemos que hacer lo mismo en la Iglesia, por lo que se refiere a la evangelización?
Alguien me preguntó cómo veía esta mezcla entre Dios y el
dólar, la confianza en el poder de la Palabra y la confianza en la
organización. Mi respuesta fue muy sencilla:
—Acuérdense que somos “católicos”. ¿De dónde viene la palabra «católico»? Del griego Kata holon, que quiere decir «según el
todo». Así que es propio de nosotros católicos abarcar todo, sin
excluir nada, y poniendo cada cosa en su lugar: Dios y el hombre, el
don de Dios y la colaboración del hombre, lo antiguo y lo nuevo... Si
fuera de la Iglesia hay algo bueno, ¿por qué no aprovecharlo? Por lo
tanto, estoy completamente de acuerdo en que se utilicen todos los
medios posibles y se monte la mejor organización posible para
relanzar la misión, que representa la razón fundamental de nuestro
existir como Iglesia.
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Al mismo tiempo un grupo de teólogos bastantes serios empezaron a debatir el asunto de la moral sexual para ver qué hay de
definitivo en la legislación actual y que hay de provisional. Algunos
opinaban que, en las relaciones conyugales (lo que realmente preocupa a nosotros como creyentes), en caso de necesidad, por ejemplo cuando uno de los cónyuges está afectado por el sida, se podría
permitir el uso del condón, la práctica del onanismo u otro método
que no fuera en ningún modo abortivo.
Mi opinión al respecto (aclaro que no soy experto en la materia) fue muy sencilla:
- Estudien bien el asunto y envíen todo a Roma, puesto que se
trata de un problema que tiene muchas implicaciones de orden doctrinal. Allá veremos. Posiblemente en el mismo Concilio se podría
tratar el tema y buscar alguna solución.
En otro sínodo asiático, se insistía en recrear una teología católica conforme a la idiosincrasia local. Altos vuelos pindáricos,
que me dejaban sin entender casi nada. Por otro lado, todos sabían
que soy un misionero, metido de un momento a otro a la cabeza de
la Iglesia, con una preparación cultural común. Por eso nadie me
exigía que entendiera todo lo que ellos decían
Lo que más me llamaba la atención era la conciencia general de
estar viviendo un momento excepcional en la historia de su pueblo,
en la que todos están llamados a intervenir como actores.
—Los misioneros nos trajeron el Evangelio, enfrascado entre
muchos elementos culturales extraños a nuestra manera de ser—
decía un anciano sacerdote chino—. Ahora toca a nosotros liberarlo
de toda esta sobreestructura para recrear un cristianismo a nuestra
medida.
Lo que más me impactó fue el entusiasmo, manifestado en un
sínodo latinoamericano, no recuerdo a qué nivel. Se insistía en la
necesidad de que interviniera toda la Iglesia en la elección de los
obispos: consejos parroquiales, dirigentes de las asociaciones y los
movimientos apostólicos, religiosas, clero, obispos de la región,
conferencia episcopal nacional y Santa Sede. Al mismo tiempo, se
debatía la cuestión de los diáconos casados, que pudieran pasar,
después de unos diez años de servicio y a petición del pueblo, de
permanentes a transitorios, para resolver el grave problema de la
escasez de sacerdotes. También en este caso, se consideraba determinante la opinión de todas las fuerzas vivas de la Iglesia local: clero, vida consagrada y laicado comprometido.
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—En realidad, —afirmaba un famoso teólogo que trabajaba desde hacía mucho tiempo en la periferia de una grande ciudad— no es
lo mismo realizar la Celebración de la Eucaristía que la Celebración
de la Palabra, en la que se distribuye la comunión. La Celebración
de la Eucaristía corresponde a la esencia propia del catolicismo desde sus orígenes. Una de las tareas fundamentales de cada pastor de
la Iglesia consiste precisamente en reunir y alimentar la comunidad
cristiana alrededor de la Eucaristía, centro y culmen del ser y quehacer de toda la vida de la Iglesia. Ahora bien, cuanto más tiempo
una comunidad cristiana queda sin la celebración de la Eucaristía,
tanto más se va protestantizando, es decir, se va acostumbrando a
una manera de ser que no es propiamente católica, sino protestante.
Y concluía de una manera enfática:
—Tratándose de algo esencial para la vida de la Iglesia, ningún
obstáculo tiene que impedir a cada comunidad contar con los ministros idóneos para la celebración eucarística, teniendo presente
su propia realidad.
Espíritu de comprensión
Evidentemente, no todo era euforia, besos y abrazos. No faltaban momentos de alta tensión. Lo bueno era que, terminados los
debates, todos se volvían como mansos corderos, especialmente al
momento de celebrar la Eucaristía, presidida siempre por un servidor, cuando estaba presente.
En distintas ocasiones noté grupitos de gente, que practicaba
la corrección fraterna y la revisión de vida. Posiblemente se trataba
de gente de la misma parroquia o diócesis, que buscaba la manera
de “cargar las pilas” para que su intervención fuera más eficaz.
Llevado por este nuevo estilo, que se iba creando en los distintos sínodos, yo mismo empecé a practicarlo con mis colaboradores
más allegados. Esto sirvió para impregnar de espiritualidad toda
nuestra actividad, que muchas veces se parecía más bien a la dirección y administración de una transnacional. No faltó alguien que
habló de regreso a la Iglesia de los Hechos de los Apóstoles.
Todo era iniciativa, apertura y entusiasmo, entre uno que otro
chisme, golpe bajo o verdadera calumnia. Era como si se hubiera
abierto una válvula de escape y saliera todo lo que durante largo
tiempo hubiera quedado reprimido. Muchos se preguntaban: “Si
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esto está sucediendo en los sínodos, ¿qué será en el Concilio? Se ve
que el Espíritu está soplando fuerte”.
Ecumenismo
Frente a esta realidad, muchos hermanos separados se preguntaban: “Si esta es la Iglesia Católica, ¿qué nos impide pensar en
una pronta reconciliación? ¿No será ésta una hora de gracia, que no
tenemos que desperdiciar?”
Y empezaron a llover las solicitudes para participar en los
sínodos y después en el Concilio. La pregunta era: “¿Participarán
como simples observadores o como miembros activos de los mismos”? Respuesta: “Esto se verá después. Por mientras participen
en las comisiones, opinen, busquen todos juntos la respuesta a los
enormes desafíos, que se presentan a la fe en el mundo de hoy. Lo
demás vendrá después. No vayamos a vendarnos la cabeza antes
que llegue la pedrada”.
Otro problema: —¿Quiénes podrán participar totalmente en la
Eucaristía?
—Respuesta: Los que creen en la Eucaristía como nosotros católicos y de hecho están luchando por la completa unidad querida
por Cristo bajo la guía de Pedro y los apóstoles con sus sucesores.
Los ministros válidamente ordenados pueden concelebrar con los
ministros católicos. Poco a poco la unidad de los corazones y sacramental llevará a la unidad completa. Es un camino de reconciliación. Que nadie hable de regreso o cosas por el estilo. Hablemos
más bien de reconciliación. Es más conforme al dato bíblico e histórico.
Concilio
Acerca del Concilio no recuerdo casi nada. Lástima que se me
borró la cinta casi por completo, precisamente en el momento culminante.
Lo único que recuerdo es que la mayoría de los participantes
era de Oriente en una gran variedad de ritos, razas y vestuarios.
¿Será que, para sanar la grande herida, se hará necesario regresar a
celebrar en Oriente los Concilios Ecuménicos, como sucedió en el
primer milenio de la historia de la Iglesia?
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TAREA
1. ¿Cómo ves la idea de un Concilio Ecuménico?
Buena
Mala
¿Por qué?
2. Para hacer frente al avance de las sectas, ¿qué se necesita?
-El diálogo ecuménico e interreligioso
-La apologética
¿Por qué?
3. ¿En qué consiste la simplicidad evangélica?
4. ¿Qué te parece la aprobación de una ley por unanimidad?
5. ¿Cuáles podrían ser los criterios fundamentales para el nombramiento de los obispos?
6. ¿Cómo te parece la figura del Papa, dibujada en este sueño?
Buena
Mala
¿Por qué?
7. ¿Qué sucedería si algún día de veras la Iglesia Católica se pusiera en un plan de evangelización? Expresa tu opinión al respecto.
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86
2.- La Unidad
entre Los Cristianos:
¿Una Utopía?
Complejo de soñador
Quién sabe cómo se me ocurrió contar mi sueño a un amigo
muy íntimo, con la recomendación de no contarlo a nadie. Es como
si lo hubiera empujado a contarlo a todos. Fíjense que llegó al descaro de meterlo en el Internet.
Bastaron pocos días para que todos se enteraran de mi sueño.
Para algunos yo estaba de plano completamente chiflado, soñando
con cosas totalmente irreales; para otros se trataba de un sueño
premonitor. “De aquí a cincuenta años —me decía un amigo teólogo—, todo esto será realidad”.
De todos modos, para mí se había vuelto en una verdadera
pesadilla. Cada vez que salía de la casa, tenía el temor que alguien
fuera a burlarse de mí: “Ahí viene el soñador”; “Disculpe: ¿cuándo
llegará el fin del mundo?”; “¿Qué soñó esta noche?”; “¿De cuál fuma
usted?”, y cosas por el estilo.
Enviado secreto del Vaticano
Con el pasar del tiempo, se fueron creando verdaderas leyendas alrededor del dichoso sueño. Algunos llegaron a inventar que el
mismo Papa en persona o algunos cardenales muy allegados al Papa
me habían encargado la redacción del mismo, para sondear el ambiente eclesial y ver qué tipo de cambios eran más urgentes para
arrancar una Verdadera Reforma dentro de la Iglesia, antes que
fuera demasiado tarde.
—Fíjense en la historia -afirmaba un conocido historiador y
teólogo.- El 1054 se da el Cisma de Oriente. Quinientos años después se da la Reforma Protestante. A quinientos años de distancia
nos enfrentamos al fenómeno de las sectas, la Nueva Era y el
satanismo. ¿Qué hacemos frente a todo esto? Es necesario que reaccionemos a tiempo. O corremos el riesgo de otra grande tragedia
para la Iglesia. Los signos premonitores son muy evidentes: demasiada gente nos está abandonando, sea en el antiguo que en el nuevo
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mundo, en las antiguas comunidades cristianas que en las nuevas.
Es que algo ya no funciona.
Y concluía:
—No nos vaya a pasar lo que pasó en la Edad Media: mientras
la Iglesia estaba preocupada por sanar la herida del Cisma de Oriente, no se fijó en los nuevos problemas que se estaban suscitando,
hasta que la situación explotó en la Reforma Protestante. Que por
lo menos una vez logremos llegar a tiempo
Otros sencillamente me comparaban con Julio Verne.
—Así son las cosas —comentaba un columnista de la sección
religiosa—. Primero hay que soñar para después realizar. No se puede llegar a la luna o a las profundidades del mar, sin haber primero
soñado con ello, como pasó con Julio Verne. Lo peor que le puede
suceder a un ser humano, es impedirle soñar. Es como ponerlo en la
antesala de la locura.
Debido a todos estos comentarios, muchos me consideraban
como una especie de “enviado secreto del Vaticano”. Con mucha
frecuencia me invitaban a impartir conferencias o asistir a congresos, sínodos diocesanos, etc. No se resignaban a ser tachados de
retrógradas. Querían estar sobre la cresta de la ola, ser progresistas,
estar a la moda. Y la moda del momento era “soñar”. Por eso todos
querían soñar con el nuevo tipo de Iglesia, hasta afirmar verdaderas barbaridades.
No faltaron personas de renombre, que querían asociarse a mi
misión, haciéndome preguntas confidenciales acerca de sueldos,
contactos con personalidades de altura... Al darse cuenta de que el
mío no era más que un simple sueño, se alejaban decepcionados o
fastidiados por mi terquedad y egoísmo, al no querer compartir con
otros mi nueva posición de notoriedad y privilegio.
Así que me pasaba largos días entre encuentros eclesiales, congresos y entrevistas en mi papel de “enviado secreto del Vaticano”.
Una experiencia interesante y algo riesgosa por tener que jugar un
papel irreal y ajeno a mi manera de ser. De todos modos, esto me dio
la oportunidad de medir el alcance del sentido profético de mi sueño.
Asamblea ecuménica
Hasta que volví a soñar en un papel muy diferente del anterior,
como conferencista en una asamblea ecuménica de altura, con la
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participación de los altos jerarcas del mundo católico, ortodoxo,
anglicano y luterano. El mismo Papa (¿León XIV o XV?) estaba presente, acompañado por un buen número de obispos, llegados de los
cinco continentes.
De buenas a primeras, me encuentro frente a todos con el micrófono en la mano, en un ambiente sumamente tenso. Parece que
todos tienen el dedo apuntado contra el Papa.
Realmente no sé qué hacer. Me gustaría con toda el alma poder
defender al Papa en una circunstancia tan delicada. Pero siento que
no puedo. Quisiera escapar, despertar del sueño, hacer algo para
evadir una responsabilidad tan densa de consecuencias.
Por fin, tengo que soltar la lengua y empiezo:
—A decir la verdad, mi especialidad no es el ecumenismo, sino
la apologética. De todos modos, si quieren una opinión sincera de
mi parte acerca del tema que están tratando, hela aquí con toda
sencillez, aunque estoy seguro de que con esto voy a decepcionar a
muchos.
Según mi manera de ver las cosas, el obstáculo principal que
impide el avance del ecumenismo, no es la doctrina del primado
pontificio, sino el ejercicio del mismo, que se parece más a un poder
que a un ministerio, es decir “servicio”.
Fíjense en la misma manera como ustedes están dispuestos en
esta asamblea: allá arriba está el Papa solo, en un trono; y aquí abajo
todos ustedes, cada uno en su silla como si fueran seminaristas o
peregrinos en visita a la tumba de San Pedro.
Pues bien, ¿es esto el Colegio Apostólico? ¿Es así como Pedro
se relacionaba con los demás apóstoles? ¿Fue esta la voluntad de
Cristo al establecer el primado de Pedro?
No, hermanos; estamos muy lejos de entender y vivir la doctrina de la Colegialidad episcopal. Aquí estamos frente a un grande
desequilibrio, que ha ido desfigurando cada día más el rostro de la
Iglesia a lo largo de la historia.
Siguiendo con esta dinámica, se multiplican los desequilibrios:
el obispo se aísla del presbítero, el presbítero se aísla de los demás
ministros de la Iglesia, y estos del pueblo.
Más que pastores de la Iglesia, parecen reyes, príncipes o caciques, cada quien tratando de manejar las cosas a su antojo.
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Se ve que le había dado al clavo. De hecho, a medida que iba
aclarando mi punto de vista, notaba que los rostros de los presentes
se iban serenando. Hasta que volteé hacia el Papa y lo vi con la
cabeza totalmente sumida entre los hombros y el rostro cubierto
con las manos.
Al notar esto, me desorienté por completo. Traté de seguir
adelante, balbuceando algunas palabras, hasta que se me cayó el
micrófono de las manos entre las risas de no pocos asistentes, acompañada de una que otra carcajada. Estaba perdido. Sabiendo que
estaba soñando, hice todo el esfuerzo posible para despertar. Nunca había tenido una pesadilla tan horrible.
Y sin embargo, el sueño siguió. Miré hacia el Papa y noté que
me hacía señas de acercármele. Miré a un lado y a otro para ver si
había algún monseñor o secretario que pudiera auxiliarme, y nada.
Entonces empecé a moverme hacia el Papa como un autómata
o un fantasma. Fueron momentos de angustia extrema: yo y el Papa
cara a cara, en una circunstancia tan desagradable, y en una actitud
tan poco cristiana, como de verdugo frente a su víctima.
Cuando ya estuve cerca de él, me puse de rodillas, en espera de
alguna orden. Me parecía que al Papa le estaban dando unas tremendas convulsiones. Por fin apartó las manos de la cara: estaba
hecho un mar de lágrimas.
Me hizo señas de levantarme. Él mismo se empezó a levantar
de su asiento, apoyándose en mi persona. Y poco a poco los dos nos
movimos hacia la asamblea, tambaleando. Un silencio sepulcral se
apoderó de toda la asamblea. Todas las miradas estaban apuntadas
hacia el Papa, que parecía desecho bajo el peso de los años y la carga
de la historia.
A un cierto momento, recobrando todas sus fuerzas, se incorporó, me hizo señas de quedarme ahí, avanzó unos pasos más adelante, hacia la asamblea, abrió los brazos y balbuceó entre lágrimas
y sollozos: “Perdón, hermanos, perdón; he pecado”.
En un instante, todos los presentes se levantaron y explotaron
en un aplauso irrefrenable. Por todos lados se oían gritos de “Viva el
Papa”, “Viva el sucesor de Pedro”... Nadie quería quedarse sin abrazarlo, borrando con este gesto siglos de historia y abriendo una nueva página en las relaciones entre el Papa y los miembros de la Asamblea, impregnada del más puro espíritu cristiano.
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Pasaron algunos minutos (¿días? ¿años?) y la Asamblea reanudó sus trabajos, en otro clima y perspectiva. En la mesa directiva se
encontraban siempre el Papa, rodeado por algunos patriarcas ortodoxos, un obispo luterano, otro anglicano (algunos los llamaban
“patriarcas y cardenales in pectore”) y alguna otra personalidad del
mundo cristiano.
El patriarca de Moscú nunca se le despegaba. Parecía que tenía
muchos asuntos que tratar con el obispo de Roma. Y el Papa asentía
siempre con la cabeza. Una que otra vez aclaraba algún asunto, que
puntualmente el patriarca anotaba en una libreta.
La Santa Misión
A un cierto momento el Papa tomó la palabra:
-No nos olvidemos, hermanos, que nuestra prioridad absoluta
es la misión. Todo tiene que estar enfocado a la misión, ¿Recuerdan
aquellas palabras, que pronunció Jesús el jueves santo, en víspera
de su pasión? “Oh Padre, que todos sean uno... para que el mundo
crea que tú me has enviado” (Jn 17,21)?
En la Iglesia, todo tiene sentido relacionado con la misión y sin
la perspectiva de la misión nada tiene sentido. Así que, al hablar de
unidad, estamos despejando el camino a la misión, eliminando uno
de los más grandes obstáculos que se le oponen, que consiste en el
escándalo de la división.
Sí, hermanos, hagamos el esfuerzo por salir de aquí completamente reconciliados y sacramentalmente unidos en la celebración
eucarística. Lo demás vendrá después, poco a poco con el auxilio de
los peritos. Claro, si alguien no comparte la fe común en la Eucaristía, que espere, hasta no aclarar este aspecto tan importante de la fe
cristiana.
Un fuerte aplauso selló la intervención papal. Todos estaban
de acuerdo con su manera de ver y manejar los asuntos.
Apologética y Ecumenismo
En un descanso, se me acercaron algunos obispos no católicos
para intercambiar conmigo algunas opiniones:
—Fíjese, padre, que su intervención nos sacó completamente
de quicio —empezó un obispo luterano—. Nadie se imaginaba que
un apologista como usted se iba a salir con lo que dijo.
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—Es que no existe ninguna oposición entre el Ecumenismo y la
Apologética. El Ecumenismo es para buscar la unidad perdida y la
Apologética es para evitar que siga habiendo más divisiones. Yo
creo que por no haberse entendido esto, se ha dejado al pueblo católico, y en general a todos los miembros de las Iglesias Históricas,
indefensos ante la agresión sistemática de las sectas de origen cristiano y los nuevos movimientos religiosos, que son una mezcla entre cristianismo, religiones orientales, sicología, esoterismo, etc.
—Lo que estamos viendo con la Nueva Era—, añadió un obispo
anglicano.
—Precisamente. Todos hablan de religión, todos tratan de dar
testimonio acerca de la eficacia del nuevo credo para dar sentido a
la propia vida, arrastrando tras de sí a muchísima gente, mientras
nosotros nos quedamos callados, dizque para no ofender. Nos hemos vuelto perros mudos, cobardes...
—¿Qué hay que hacer entonces frente a esta dura realidad?
—Primero fortalecernos interiormente como Iglesia y como
auténticos discípulos de Cristo y después nos vamos al ataque con
el Evangelio en la mano. ¿O creen ustedes que el Evangelio no nos
puede dar la pauta para que el hombre de hoy encuentre la respuesta que espera a los grandes interrogantes que se le presentan?
—Es cierto —comentó un obispo ortodoxo—. Nos faltan agallas. Nos parecemos a un club de viejitos, que mientras revivimos
antiguas gestas gloriosas, no tenemos la fuerza ni para dar un paso
en adelante.
Casi todos estaban de acuerdo con esta nueva manera de ver
las cosas, expresando con toda franqueza su punto de vista:
—Necesitamos ser más realistas.
—Y más aventados.
—Y más confiados en nuestro papel como embajadores de Cristo, el hijo de Dios hecho hombre y salvador del mundo, en una sociedad tan sedienta de valores, que den sentido a la vida.
Su entusiasmo era desbordante. Parecía que habían vuelto a
las aulas del seminario, llenos de ilusiones y decididos a transformar el mundo con la fuerza del Evangelio.
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Rueda de Prensa
Mientras el Papa y los altos jerarcas de las distintas Iglesias se
reunían para programar las actividades sucesivas, un servidor con
algunos miembros de la Asamblea fuimos invitados a una rueda de
prensa. Como siempre, los periodistas se salieron del huacal, haciendo preguntas que no tenían nada que ver con la misión propia
de la Iglesia y el tipo de encuentro que se estaba realizando.
De todos modos, algunas preguntas tuvieron el mérito de estimular la reflexión común sobre aspectos focales de la vida de la
Iglesia. Un periodista preguntó:
—¿Cómo explican ustedes la situación religiosa en Polonia,
que, con la caída del comunismo y la llegada de la democracia y la
libertad, se ha ido deteriorando cada día más?
La pregunta nos tomó a todos de sorpresa. Así que nadie se
atrevía a aventurar alguna explicación plausible acerca de un fenómeno bastante común en la Iglesia: grande capacidad de resistencia
en los momentos de persecución y extrema debilidad cuando hay
bienestar y arrecian las tentaciones del placer y el poder.
Por fin, todas las miradas se dirigieron hacia mí, invitándome
a romper el hielo:
—Bueno —empecé con cierta turbación—. No se trata de un
problema sencillo. En cierta manera para Polonia la Iglesia Católica
representa como una madre, a la que acuden los hijos de una manera especial cuando hay problemas. Apenas las cosas empiezan a cambiar, fácilmente se olvidan de ella, convencidos de que nunca les
faltará su protección en caso de volverse a presentar algún peligro.
En muchas familias sucede lo mismo.
—Es que nosotros católicos —añadió un teólogo— estamos
acostumbrados a cerrar filas cuando nos amenaza un peligro común, encontrando en la fe la fuerza para resistir. Cuando al contrario, no existe ninguna amenaza externa bien definida, fácilmente
nos dispersamos, confundiendo la apertura y el respeto para con
todos con la ingenuidad y prestando atención a cualquier canto de
sirena, que nos proponga caminos más fáciles y placenteros.
—Según mi opinión, —concluyó otro miembro de la Asamblea—
el problema fundamental para nosotros católicos consiste en buscar la manera de conciliar la fe con la modernidad. Estamos acostumbrados a vivir nuestra fe en una situación de renuncia y sufri-
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miento; tenemos que aprender a vivirla también en una situación de
bienestar y disfrute, con una vida de calidad. Ya asimilamos las sombras y los rigores del Viernes Santo; ahora nos falta asimilar las
luces y los gozos de la Resurrección. Un enorme reto para el futuro
de la Iglesia, si quiere volverse en protagonista en la construcción
del nuevo mundo que se perfila.
—Un reto enorme también para nosotros ortodoxos, que estamos saliendo de un largo invierno bajo la égida del totalitarismo
comunista —comentó un obispo ortodoxo—. Si queremos hacer frente a la modernidad o postmodernidad, como la llaman ahora, necesitamos muchos cambios. Tenemos que dar el paso de una cultura
de tipo campesina a una cultura de tipo industrial, en un clima de
libre competencia y total libertad, que muchas veces se vuelve en
auténtico libertinaje, con fenómenos tan complejos como son la
corrupción, las mafias, la prostitución organizada, la drogadicción,
el más descarado proselitismo religioso y tantas otras cosas que nos
sacan completamente de quicio. Hermanos, les confieso con toda
sinceridad que anhelo la unidad con toda el alma, porque estoy convencido de que todos vamos a salir ganando, al realizar una obra tan
sagrada y necesaria para el fortalecimiento de la herencia de Cristo.
Sí, nosotros necesitamos su apoyo para poder enfrentar con éxito
toda esta problemática, que se nos vino encima de un momento a
otro, con el derrumbe del comunismo.
—Y nosotros occidentales necesitamos aprender de ustedes
los grandes valores de la espiritualidad. Muchas veces nos sentimos
asfixiados, metidos hasta el copete en todo un mundo de organización e ideologías —concluía un obispo católico.
Se habló también de una posible visita del Papa a distintas comunidades ortodoxas, más sensibles al problema de la unidad.
—No nos vaya a pasar —comentaba un obispo ortodoxo— que,
mientras a nivel político se están logrando grandes avances hacia la
unificación, en el campo religioso nos quedemos rezagados. Que no
nos vayan a acusar de representar un obstáculo para el entendimiento y la colaboración entre los pueblos. Sería un duro golpe para
el cristianismo y la religión en general.
—Si seguimos con nuestras querellas teológicas e históricas —
concluía un obispo católico—, corremos el riesgo de que otros tomen nuestro lugar mediante mensajes religiosos de dudosa procedencia. Es urgente que nos unamos y hagamos oír nuestra voz clara
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y decidida acerca de las grandes causas que afectan a la humanidad:
la paz, la justicia, la dignidad del ser humano, la ecología y el destino
terrenal y eterno del hombre. Y todo esto a la luz del Evangelio. Aún
hay mucha gente que confía en nosotros y espera de nosotros una
palabra y un gesto clarificador. No la decepcionemos.
Apenas estábamos para abordar el tema de la globalización,
cuando el Papa y los representantes de las distintas iglesias salieron
de la reunión y se dirigieron directamente a la prensa. Estaban
desbordantes de alegría. Tomó la palabra el patriarca de Moscú:
—Gaudium magnum anuntio Vobis —exordió en un latín bastante inteligible, aunque con marcado acento oriental—: El Papa irá
a Moscú.
Los mismos periodistas casi no creían a sus oídos. Lo que unos
días antes parecía imposible, ya era una realidad. Un verdadero
milagro, “el milagro del amor”, comentaban muchos.
Después el sueño se me paró de golpe. El bendito despertador
vino a recordarme que la vida no es puro sueño y que, solamente
enfrentando con sentido de responsabilidad la realidad de cada día,
se pueden transformar los sueños en realidad.
TAREA
1. ¿Qué quiere decir que primero hay que soñar para después realizar?
2. ¿Para qué sirve el ecumenismo?
3. ¿Para qué sirve la apologética?
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4. ¿En qué sentido la unidad entre los cristianos puede ayudar a
los:
-Católicos?
-Ortodoxos?
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3.- Sacramentos
Y Vida Cristiana
La magia de los sueños
¿Qué hace el sueño? Toma ciertas ideas sueltas y las pone en
orden, dando a cada una un sentido particular en un contexto más
amplio y lógico. Después el “sueño” se puede volver en el motor de
toda la vida, alcanzando así su máxima realización. De otra manera,
se trata de “sueños fatuos”, a imitación de los “fuegos fatuos”, que
no prenden nada, siendo pura apariencia de unos instantes.
Ahora bien, ¿cuáles serían las “ideas sueltas»que probablemente influyeron en el “sueño” que voy a relatar?
• El problema de los católicos “alejados”, hacia los cuales no
existen planes concretos de evangelización.
• El desprestigio en que han caído los sacramentos, recibidos
por gente inconsciente, hasta poderse hablar de auténticos sacrilegios.
• La costumbre de prepararse para la Primera Comunión y, al
hacerla, dejar de frecuentar la Iglesia. Lo mismo por lo que se
refiere a la Confirmación.
• El alto índice de matrimonios eclesiásticos “anulados”, etc.
Como se ve, se trata de problemas normales, que desde hace
tiempo afectan a la vida de la Iglesia y que en distintas ocasiones no
han dejado de quitar el sueño a uno que otro clérigo o laico comprometido, en busca de una solución.
La chispa que, según mi opinión, desencadenó el mecanismo
del sueño fue la opinión de un párroco de Algeciras (Andalucía—
España), según el cual, para acabar de una vez con la actual confusión existente en la Iglesia Católica, es necesario dejar de bautizar a
los niños. Esto sucedió a mediados de octubre del año 2002.
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Al momento no le di mucha importancia por su radicalidad.
Pero después la idea siguió haciendo mella en mi mente, hasta dar
origen al “sueño”que voy a relatar y que tuve en Évora (Portugal)
unos días después.
Toma de conciencia
Todo empezó en un sencillo programa radiofónico, en que alguien preguntó por teléfono por qué no se deja de bautizar a los
niños, para poner un poco de orden en la Iglesia Católica.
—En realidad, —afirmó— la mayoría de los católicos entran en
un templo dos veces en toda la vida: la primera vez para el bautismo
y la segunda para el funeral y las dos veces llegan cargados por
otros, no con sus propios pies ni por su libre voluntad. ¿Es suficiente esto para que alguien sea considerado católico? Por eso el catolicismo está tan devaluado.
De inmediato un evangélico aprovechó la oportunidad para
dar su “testimonio” acerca de su nueva experiencia religiosa:
—Antes yo era católico. Nunca iba a la iglesia. No rezaba ni
conocía la Palabra de Dios, me emborrachaba seguido, me peleaba
con la gente... era un verdadero desastre. Hasta que conocí la Palabra de Dios mediante un hermano, que fue a visitarme en mi casa.
Pues bien, desde entonces mi vida cambió por completo. Casi todos
los días voy al culto, estudio la Biblia, me porto bien con todos y
pago puntualmente el diezmo. Después de esta experiencia, me he
convencido de que el catolicismo no sirve para nada.
Un católico practicante le contestó, acusándolo de no haber
sido nunca católico, desatando con esto un montón de protestas.
—Entonces, si no era católico, ¿qué era? ¿Budista, musulmán
o ateo? Claro que era católico, como la mayoría de los católicos.
Para evitar que se encendieran los ánimos y se creara una mala
impresión entre los oyentes, opté por atender las llamadas fuera del
aire, mientras se pasaba la publicidad. Ahí pude darme cuenta de
que entre los católicos existe una enorme confusión acerca de su
identidad.
Una señora así manifestó su inconformidad con la opinión del
católico practicante:
—Si no soy católica ¿qué soy entonces? ¿Acaso soy un animal?
Claro que en mi pueblo todos somos católicos.
98
Otra anciana que se creía muy piadosa, reclamaba su derecho
a ser considerada católica por su devoción al santo patrono del pueblo:
—Ningún año falto a la fiesta patronal, siendo presidenta de la
cofradía de la Virgen de los Remedios. Si no soy católica yo, ¿quién
entonces es católico en mi pueblo? Lo de la misa, la confesión y la
comunión son puras tonterías, que no sirven para nada. Pura moda
de ahora.
Y otra señora, muy joven por cierto, quiso cortar por lo sano:
—Nosotros somos católicos de hueso colorado, porque seguimos la costumbre de nuestros antepasados. Si ahora hay algunos
que quieren estudiar la Biblia y abandonar las antiguas costumbres,
es su problema. Que hagan sus templos aparte y allá hagan todo lo
que quieran. Que a nosotros nos dejen en paz con nuestras imágenes
y nuestras fiestas.
Terminada la publicidad y entrando al aire, quise cambiar de
tema, pero no fue posible. El católico comprometido de antes retomó
la palabra:
—El problema es que la gran mayoría de los católicos desconoce su identidad y no tiene sentido de pertenencia. Por eso, una vez
que la sociedad se abre hacia el pluralismo religioso, cada quien con
facilidad acepta cualquier creencia. Teniendo presente esta nueva
realidad, veo muy bien la posibilidad de suspender la praxis actual
de bautizar a los niños y dar inicio a una nueva legislación al respecto.
A este punto, nuestro programa logró la máxima audiencia, un
rating nunca logrado anteriormente. Parecía que todos los radioescuchas se hubieran concentrado en nuestra señal. Se saturaron las
líneas telefónicas. Tuvo que intervenir el director de programación:
—Amables radioescuchas, por lo visto, se trata de un tema que
está despertando el máximo interés en todo el público en general,
pertenezca o no a la Iglesia Católica. ¿Qué les parece si durante toda
la próxima semana nos abocamos al tema del bautismo de los niños
para sondear la opinión de los católicos sobre este asunto?
Y dirigiéndose a mí directamente, me preguntó si estaba dispuesto a dirigir el programa, teniendo en cuenta las distintas reacciones que pudieran surgir, no siempre agradables. Acepté de inmediato:
99
—¡Qué bueno que el pueblo católico empieza a tomar conciencia acerca de una problemática, que afecta profundamente la vida
de la Iglesia! Me siento muy honrado de dirigir el debate sobre un
asunto de tanta importancia para la vida de la Iglesia.
—Siendo sacerdote, —continuó el director de programación—
¿no corre el riesgo de tener algún problema con la jerarquía eclesiástica?
—¿Por qué? En la Iglesia hay más libertad de expresión de la
que usted se puede imaginar.
—Disculpe mi ignorancia. El bautismo de los niños ¿no es un
dogma en la Iglesia Católica?
—No. Es una simple praxis, como alguien del público mencionó anteriormente. Una vez que cambian las circunstancias concretas que le dieron origen, puede cambiar.
—Así que, según su opinión, ¿es posible que algún día cambie
la praxis actual de bautizar a los niños?
—Claro que sí.
—¡Qué bueno! De otra manera, nuestro debate radiofónico se
quedaría en pura especulación, sin ninguna posibilidad de influir en
la vida concreta de la Iglesia. ¡Qué bueno que aclaró este aspecto!
Así que... amables radioescuchas, lunes próximo a las 7 de la tarde
sintonicen con nuestra señal y empezará la grande aventura. Aquí,
como de costumbre, en la cabina habrá expertos y simpatizantes de
uno y otro bando. Todos podrán intervenir, presentando su punto
de vista. Por mientras, vayan pensando en los pro y contra de la
praxis actual de bautizar a los niños. Estoy seguro de que todo esto
servirá para crear entre los católicos (aclaro que yo soy católico,
aunque poco practicante a causa de mi profesión que me absorbe
por completo) un mayor interés por las cosas de la Iglesia. ¿Qué le
parece, Padre?
—Claro que sí. En la medida en que se toma en cuenta la opinión del pueblo católico, en la misma medida aumentarán su interés
y su participación en las cosas de la Iglesia. Como pasa en la política.
En la medida en que se respeta el voto, en la misma medida la gente
acude a votar. De otra manera, ¿para qué votar?
El director parecía eufórico por la nueva iniciativa que de una
manera tan inesperada ponía su estación de radio al centro de la
atención general. Mencionó los grandes logros que por este medio
había tenido en el pasado: el nuevo hospital, el tele bachillerato, el
100
campo deportivo... Nunca se había imaginado llegar a incursionar
en el campo religioso con tanto éxito. Parecía que con este programa iba a infligir un duro golpe a la competencia.
—Así que... lunes próximo, todos al pendiente de nuestro nuevo programa “Bautismo de los niños, Sí; bautismo de los niños,
No”.
Era viernes. Nunca me habría imaginado en qué lío me acababa de meter con mis declaraciones. Toda la ciudad estaba alarmada
por el asunto del bautismo de los niños. El día siguiente (sábado)
distintos periódicos me solicitaron una entrevista sobre el tema.
Nadie quería quedar atrás en un asunto que se había vuelto tan popular: la conveniencia o menos de seguir bautizando a los niños.
Catecumenado
Ni modo. Estaba metido en el lío y tenía que hacerle frente a
como diera lugar. Ya no había manera de zafarme. Sin quererlo, ya
me encontraba en el ojo del huracán. Son cosas que pasan en la vida
pocas veces y en el momento menos esperado. Así que pronto empecé a dar vueltas en mi mente para tener algo seguro que decir en el
encuentro con los periodistas.
En efecto, para evitar repetir lo mismo a cada periodista, establecí una hora para la rueda de prensa, en la que iban a participar los
responsables de los medios de comunicación masiva, escritos y
hablados. De hecho, nadie faltó a la invitación. Hasta el canal
televisivo y la prensa amarillista de la ciudad hicieron su aparición.
Todos estaban interesados en informar a su público acerca de la
novedad del momento: si convenía o no seguir con la costumbre de
bautizar a los niños.
Todos los periodistas estaban muy ansiosos de no dejarse escapar ningún detalle de lo que se iba a tratar, buscando algo que
pudiera llamar más la atención del público, prestarse a distintas
interpretaciones o se pudiera aprovechar para suscitar algún escándalo. Por eso traté de ser muy cauteloso en mi manera de expresarme. Hasta preparé por escrito un boletín de prensa que entregué
a cada reportero.
En pocas palabras sugerí restablecer la antigua praxis del
catecumenado. En lugar de realizar el bautismo todo de una vez, en
una misma ceremonia, se tendría que hacerlo por etapas. A cada
etapa tenía que corresponder una determinada catequesis con un
101
determinado compromiso. Este compromiso tenía que ser personal
tratándose de adultos y, tratándose de niños, tenía que ser de parte
de los padres y padrinos. De todos modos, tratándose de niños, la
etapa conclusiva tendría que corresponder a lo que en la actual
praxis es la Primera Comunión y, tratándose de adultos, que por su
libre voluntad solicitaran el bautismo, tendría que realizarse no antes de los quince años.
Como era de preverse, todo esto cayó como una bomba, sea en
el campo eclesial que en el campo profano. Desde la noche del sábado y por todo el domingo siguiente no se hablaba más que del
catecumenado, una palabra desconocida por la mayoría de la gente,
que iba a dar al traste con siglos y siglos de tradición católica.
El canal televisivo, en su noticiario de la noche, fue el que lanzó el grito de alarma: “Tiempos difíciles se acercan para la feligresía católica: o católicos comprometidos o nada” y trató de explicar
el problema del catecumenado. Se veía claramente que el mismo
reportero no había entendido casi nada. Lo único que logró fue alarmar más a la gente acerca de un peligro inminente, que amenazaba
al pueblo católico: el catecumenado.
El pueblo en general, católico y no católico, pronto se pegó a
los aparatos de radio para tratar de entender algo más acerca del
asunto. Muchos empezaban a llamar directamente a los locutores
de radio.
—Por favor ¿nos pueden explicar quién es exactamente este
catecumenado, de dónde viene, qué hace y qué quiere de nosotros?
—¿Existe algún consejo o alguna receta para defenderse del
catecumenado?
Evidentemente, cada uno, tomado por sorpresa, trató de explicar las cosas a su manera, asegurando mayores luces en programas sucesivos. Muchos se pasaron la noche sin conciliar el sueño,
pensando:
—No bastan los problemas que ya tenemos. Ahora, hasta la
Iglesia nos quiere crear problemas con este catecumenado.
—Posiblemente los curas inventaron esto para ganar más dinero.
—Ya somos pocos los que acudimos a la iglesia. Si ahora se
salen con el catecumenado, sin duda los católicos iremos disminuyendo siempre más.
102
El domingo algunos periódicos, para evitar problemas, publicaron por entero el boletín de prensa, tratando de añadir alguna
explicación, cada uno según su ideología. “Por fin el gigante adormecido empieza a despertar”, rezaba el encabezado, a ocho columnas y en primera plana de uno de los más importantes periódicos de
la región. Subrayaba las grandes dificultades presentes en el catolicismo a causa del mal testimonio ofrecido por muchos feligreses,
que por su conducta parecen verdaderos paganos. El articulista,
muy inclinado a favor de la iniciativa, concluía sus reflexiones:
—Ojalá que con este cambio, el catolicismo empiece a despegar. Para tiempos nuevos, nuevas ideas y nueva organización, como
dijo Jesús: “Vino nuevo en odres nuevos”.
Otro periódico se manifestó totalmente contrario a la iniciativa. Su encabezado en primera plana, a cuatro columnas, rezaba:
“Reaparece el integrismo católico: el catecumenado”. Hablaba de
una grave amenaza para la paz en el campo religioso con el resurgimiento de un catolicismo militante. Conclusión:
—Dejemos al mundo como está. Que todos los niños sigan bautizándose como antes y cuando sean adultos, cada uno escoja la
religión que más le agrade. ¿Qué es esta discriminación, en el mismo
catolicismo, entre catecúmenos y bautizados? O todos hijos o todos
entenados.
Como era de esperarse, aquel domingo aumentó sobremanera
el aflujo de los feligreses a las misas y a las celebraciones de la Palabra. Algunos curas, que no estaban al tanto del asunto, quedaron
sorprendidos. Al preguntar a los feligreses la causa de tanto alboroto, más se sorprendieron:
—El catecumenado —contestó alguien.
—¿Qué catecumenado?
—Que ya no se van a bautizar los niños.
—¿¡!?
—Es lo que están diciendo por radio.
—También salió en el periódico.
—Queremos una explicación. ¿Por qué ya no quieren bautizar
a los niños?
Tomados por sorpresa, los curas por lo general trataron de
calmar los ánimos:
103
—No se preocupen —contestó alguien—. Todo seguirá como
antes. Lo del catecumenado es la idea de algún teólogo y nada más.
Siempre en la Iglesia ha habido y habrá mentes calenturientas.
—¿El catecumenado? Una experiencia de la Iglesia primitiva y
ya. Posiblemente se tratará de apretar un poco más las tuercas en la
preparación para los sacramentos.
—Se trata de una posibilidad muy remota. Primero se tiene
que discutir entre los sacerdotes, después entre los obispos y solamente después el Papa podrá tomar una decisión al respecto. Por lo
tanto, no se alarmen. Si habrá algún cambio, lo que yo dudo, yo se lo
voy a comunicar.
Conclusión: por el simple anuncio de un cambio tan radical
dentro de la Iglesia con relación al bautismo de los niños, muchos
padres se apresuraron a bautizar a sus hijos. ¿Por qué?
—Por lo de las dudas. No vaya a suceder que de veras cambie el
sistema y tengamos que ir más seguido a la Iglesia para poder bautizar a nuestros hijos.
—Mejor aprovechar ahora que esperar, arriesgando con quedar con los niños sin bautizar.
Un periódico llegó a definir la situación como “La última y
más grande barata bautismal”.
No a la simulación
De un momento a otro me encuentro en la Pontificia Facultad
Teológica de Milán (Venegono Inferiore, Varese, Italia), ya no como
seminarista, sino como sacerdote y anciano misionero. Estoy impartiendo una conferencia, que deja a todos altamente sorprendidos. Pensaban encontrarse frente a un misionero, que les iba a hablar de los inditos del continente americano, solicitando alguna ayuda
para llevar adelante ciertas obras sociales, como es costumbre entre los misioneros, y de pronto se encuentran ante un “pastoralista”
que cuestiona radicalmente la manera de llevar adelante la evangelización en el continente americano, en el continente europeo y
en el resto del mundo.
—Es tiempo de poner el dedo sobre la llaga —grité a un cierto
momento—. Basta de auto engaños. Que se sepa de una vez que,
cuando hablamos de paganos, no podemos pensar solamente en
África y Asia, como si aquí no hubiera paganos. Aquí hay también
104
paganos, auténticos paganos. Y no estoy refiriéndome solamente a
los que se proclaman ateos o agnósticos o que no están bautizados.
Me atrevería a decir que aquí la mayoría de los bautizados son auténticos paganos. ¿Se han preguntado alguna vez qué idea tienen
acerca de Dios, la Trinidad y Jesucristo como verdadero Dios y
verdadero hombre, y único salvador del mundo?
Fui interrumpido por un coro de aplausos, acompañado también por algún chiflido. Había de todo entre el público: sacerdotes,
seminaristas, laicos comprometidos y gente popof, que había llegado para dar su limosna al misionero, sin entender ni papa de lo que
es la fe católica, orgullosa por pertenecer a un pueblo católico y
ayudar a las misiones.
Todos se veían exaltados, por uno u otro motivo, manifestándose en pro o en contra de lo que acababan de escuchar. Pude distinguir solamente algunos comentarios:
—Por fin alguien habla claro.
—Esta es la verdadera misión.
—Adelante.
—Silencio.
—Siga, Padre.
Proseguí:
—Para muchos ¿en qué consiste ser católicos? Bautizar a sus
hijos, acudir a misa de vez en cuando, encomendarse a Dios (¿cuál
Dios?), participar o asistir a una procesión, casarse por la Iglesia...
A propósito de las imágenes, la mayoría de los católicos ¿qué piensan acerca de ellas? ¿No se han dado cuenta de que muchos tienen
un concepto pagano de ellas? ¿Por qué de una vez no se habla claro
acerca de las imágenes? A ver ¿qué opinan ustedes acerca de este
asunto?
—Es peligroso aclarar al pueblo en general el sentido de las
imágenes —contestó uno de los oyentes—. Muchos tienen un concepto mágico de las imágenes y no falta gente que llega a pensar que
se trata de verdaderas divinidades, al estilo pagano. Si se les presenta el concepto católico de imagen, o lo rechazan rotundamente o se
sienten decepcionados por haber sido engañados por tanto tiempo.
—Por eso los grupos proselitistas insisten tanto en el tema de
las imágenes —siguió otro de los presentes.
105
—¿Qué me importa a mí lo que digan los que no son católicos?
—contraatacó un católico a la antigüita—Yo creo en las imágenes y
basta. Si ellos no creen, es su problema.
Con dificultad logré restablecer el orden. Y continué:
—¿Han pensado alguna vez en el asunto de los matrimonios
mixtos? Generalmente la parte católica se cambia de religión, cuando se trata de casarse con gente que pertenece a grupos proselitistas, como son los testigos de Jehová, los pentecostales, los
adventistas del séptimo Día, etc. Y ¿qué pasa cuando una mujer
católica se casa con un musulmán? Normalmente va a parar en algún lugar de África o Asia, compartiendo al hombre con tres o cuatro esposas más y obligada a cambiar de religión.
—No siempre sucede esto —interrumpió un líder del diálogo
interreligioso.
—¡Faltaría más! El problema es: ¿Por qué devaluar tanto el
sentido del bautismo y el matrimonio cristiano, permitiendo con
tanta facilidad matrimonios, que de antemano se sabe que van a
fracasar?
—Lo mismo pasa entre católicos. Muchos matrimonios fracasan.
—Claro que fracasan. ¿Por qué? Porque se celebran así nomás,
a la ligera, como si se tratara de una ceremonia y nada más. Los más
listos o los que tienen más dinero, logran su anulación, con la posibilidad de volver a casarse por la Iglesia y hacer otra payasada,
mientras la mayoría queda amarrada por algo que en su momento
no entendió plenamente. ¿Han pensado en la gran cantidad de sacrilegios que se cometen continuamente, consintiendo el sacramento del matrimonio a gente que de por sí ni frecuenta la Iglesia ni
piensa frecuentarla en el futuro? ¿Cuál es el sentido de la confesión,
que hacen antes de casarse? ¿Hay acusa de los pecados, arrepentimiento y propósito de enmienda? ¿O todo esto se vuelve en pura
farsa? Y de todos modos se les da la comunión. ¿Cómo llaman ustedes a todo eso?
Volvieron los gritos con el alboroto de antes:
—¡Sacrilegio!
—¡Payasada!
—¡Teatro!
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—Pura simulación —seguí a manera de conclusión—. Se sabe
que los papás no van a cumplir con el compromiso de educar a los
hijos en la fe católica, puesto que ellos mismos ni conocen ni practican la fe. Y de todos modos se sigue bautizando a sus hijos. Se sabe
que la mayoría de los católicos, al hacer la Primera Comunión, confirmarse o casarse por la Iglesia, ya no vuelven. Y se les sigue administrando estos sacramentos. Se sabe que tantos católicos nunca
frecuentaron la Iglesia y hasta lucharon en contra de ella. Y de todos modos, antes de morir (a veces se espera el momento en que
pierden la conciencia) se les imparte el sacramento de la Unción de
los Enfermos. Y todo esto ¿para qué? Para seguir apantallando que
“aquí todos somos católicos”.
—¿Qué hacer entonces? —gritó alguien.
—No seguir dando las perlas a los cochinos. Cortar por lo sano.
Y hablé del proyecto del catecumenado en la Iglesia. Hubo
pros y contras. Mucha hesitación. Al terminar el evento, nadie se
acordó de darme ni un centavo para el pasaje. ¡Cómo hubiera sido
diferente, si hubiera hablado de niños pobres, hambre, guerrillas o
ecología! Será para otra vez.
Fin de la era constantiniana
¡Cómo son los sueños! El día anterior había dedicado más de
una hora a revisar mi correo electrónico. Pues bien, por la noche se
me presenta la misma escena. Mismas caras, mismo lugar... Única
diferencia: se trata solamente de comentarios a la conferencia que
había impartido unos días antes en la Pontificia Facultad Teológica
de Milán.
—Lo felicito, Padre, por sus ideas. Es tiempo de entender que
ya pasó la era constantiniana, cuando toda la sociedad era católica.
Entonces no se podían evitar tantos abusos e incoherencias. Pero
ahora llegó el tiempo de poner las cosas en claro. Ya vivimos en una
sociedad plural. Si seguimos así, muchos optarán por otros caminos.
—Acabo de enterarme por Internet de la conferencia que impartió en Italia. Interesantísima. Siga adelante. Por lo menos, se
empieza a mover las aguas estancadas. Algo bueno saldrá de todo
esto.
—Realmente lo que leí en el periódico acerca de su conferencia
sobre el restablecimiento del catecumenado me ha dejado muy con107
fundida. Entonces ¿son ciertas algunas acusaciones que nos hacen
los testigos de Jehová? El asunto está muy gordo.
—Le agradezco, padre, la claridad de sus planteamientos. Desde hace tiempo iba pensando en lo mismo, pero nunca me atreví a
compartirlo con los demás miembros del presbiterio. Estoy convencido de que es inmoral seguir bautizando a los niños, y en general seguir administrando los sacramentos, cuando se sabe que no
habrá ninguna preocupación para que sigan creciendo en la fe. Me
parece una forma de paternidad irresponsable.
—Soy un joven sacerdote. Desde hace algunos años le estoy
siguiendo la pista. Al principio, como muchos de mis compañeros,
lo había etiquetado como un fanático conservador. Con el pasar del
tiempo me fui dando cuenta de que es todo lo contrario. Sus
cuestionamientos miran hacia cambios muy profundos en la Iglesia. Adelante.
—Me acaba de escribir un amigo de Italia acerca de la conferencia que impartió en el Seminario Mayor de Milán. Sus planteamientos me han impactado muchísimo. Lo invito a venir a impartir
una conferencia en mi seminario para profundizar el mismo tema.
Me comprometo a llenarle el auditorio del seminario. ¿Será posible? ¿Cuándo? Espero una pronta respuesta. Existe mucha inquietud acerca de esta misma problemática.
—Soy un cura cuarentón. Sinceramente, sus planteamientos
me asustan. Prácticamente tendría que haber un cambio radical en
la manera de llevar adelante mi acción pastoral. Me estoy dando
cuenta de que estoy sembrando en el mar. Misas, bautismos, ceremonias de quince años, matrimonios... tanto trabajo con gente que
vive al margen de la fe. Ahora empiezo a preguntarme si conviene
seguir adelante así o más bien es más sensato dar un giro de ciento
ochenta grados en mi acción pastoral. ¡Ahora entiendo porqué nunca se habla de esas cosas en los encuentros que tenemos los curas a
nivel de parroquia, decanato o diócesis! Claro, ponen en peligro
nuestras finanzas y exigen más compromiso.
Evidentemente no faltaron las críticas y los ataques:
—Sin duda, a nivel pueblerino su propuesta ha causado un grande revuelo. ¿No sería mejor elevar el tono del debate a nivel teológico, antes de asustar al pueblo con propuestas apocalípticas?
—Es fácil hablar de cambios radicales. La pregunta es: ¿Son
factibles? ¿No corremos el riesgo de que el remedio sea peor que la
enfermedad?
108
Algo interesante noté en todo el asunto: la ausencia de los grandes “teólogos”. ¿Miedo a bajar del quinto piso y pisar un terreno
resbaladizo? ¿Miedo a lo desconocido? ¿Intento de descalificar todo
el asunto con el silencio? ¿Política del miedo? ¿Política del avestruz?
El gran reto
Pasaron los días (¿los meses? ¿los años?) y por fin alguien lanzó el gran reto: un diálogo abierto sobre el asunto del restablecimiento del catecumenado dentro de la Iglesia con la participación
de los mejores teólogos del momento. El gran reto fue dado a conocer por todos los medios de comunicación masiva: periódicos, radio, televisión... volantes. Todos estaban invitados a participar con
encuestas, ponencias o preguntas. La convocatoria terminaba con
estas palabras: “llegó el tiempo de tomarse cada quien su propia
responsabilidad. Mañana no se vayan a quejar si algo les molesta. Es
el momento de hacer oír la propia voz. Habla hoy o calla para siempre”.
Y llegó el gran día. Un enorme salón repleto de millares y millares de gente. Un montón de reporteros. Gente común y gente
culta. Religiosas, seminaristas, sacerdotes y obispos. Había aire de
fiesta y gran expectativa. Algo realmente importante estaba por
suceder. Micrófonos por todos lados. En la tarima estaba un servidor con algunos «expertos» en distintas áreas, todos preocupados
por sacar a la Iglesia católica del gran «impasse» en que se encuentra: seguir o no con la era constantiniana, pensar o no en un nuevo
modelo de Iglesia. Algo histórico. Oportunidades que pocas veces
se presentan. El moderador dio inicio al encuentro:
—Damas y caballeros, católicos comprometidos y católicos
simpatizantes, laicos, religiosas, presbíteros, obispos, creyentes y
no creyentes. Llegó el gran día. La historia se encuentra en una encrucijada. Todos, en una manera o en otra nos veremos afectados
por lo que hoy vamos a tratar aquí y el jurado va a decidir después a
puertas cerradas. Así que adelante. Primero vamos a escuchar la
opinión de los expertos que se encuentran frente a ustedes, y después daremos la palabra al público en general. Adelante.
Tomó la palabra un teólogo de cierto renombre.
—Por lo que entiendo —dijo dirigiéndose a mí—, usted no cree
109
en la eficacia del sacramento, poniendo en tela de juicio la doctrina
del ex opere operato. Para usted sería lo mismo ser un pagano a
secas que ser un bautizado que desconozca los contenidos de la fe y
viva como pagano. Pues bien, se trata de un error, puesto que el
sacramento de por sí es válido y en cierta manera de por sí actúa en
el interior del hombre.
—Bueno. Como he repetido en distintas ocasiones, no soy un
gran teólogo ni me interesan mucho sus reflexiones, demasiado alejadas de la realidad. Aquí el problema es: “¿Conviene o no seguir
con el actual modelo de Iglesia, estructurado esencialmente en un
régimen de cristiandad? ¿No es posible pensar en un nuevo modelo
de Iglesia, reestructurado en un mundo plural, al estilo de los primeros siglos del cristianismo?”
—¿Tiene conciencia usted de lo que está diciendo? —arreció
otro teólogo de mayor altura— ¿No se da cuenta de los enormes
problemas que esto suscitaría al interior de la misma Iglesia? ¿Cree
usted que los “paganos bautizados” aceptarían fácilmente ser relegados a un nivel de segunda categoría?
—Claro que estoy consciente. Y no me extrañaría que estos
cambios causaran dentro de la Iglesia un tal revuelo que se llegara
hasta el martirio de parte de los ministros más celosos de su misión
como profetas y pastores. Siempre sucedió esto en el pasado y seguirá sucediendo en el futuro. ¿Nunca usted oyó hablar del “Martirio” de sacerdotes, que tuvieron el valor de enfrentarse a los políticos corruptos, a las mafias o a cualquier otro tipo de injusticia? El
martirio representa la perspectiva normal en la vida del auténtico
discípulo de Cristo. Por lo tanto, solamente poniéndose en esta perspectiva el apóstol podrá cumplir cabalmente con su misión. De otra
manera buscará siempre el acomodo, hasta que se vuelva ley. Y es
lo que está sucediendo actualmente en la Iglesia. La sal ya no tiene
sabor. Se prefiere el rito al anuncio, la rutina al fervor, confundido
muchas veces con el fanatismo, y el museo a la plaza. Es tiempo de
cambiar. Es tiempo de que la fe se vuelva noticia y haga historia,
incidiendo en lo más vivo y profundo del ser humano y la sociedad
entera. Es tiempo de hacer del encuentro con Dios un acontecimiento.
Como es fácil de suponer, en pocos minutos el ambiente se
volvió tenso. Ya se hablaba de “martirio”, oposición radical entre
los auténticos discípulos de Cristo y los cobardes, que hacen de la
religión su modus vivendi, una manera como cualquier otra para
110
resolver el problema del pan de cada día. Qué bueno que alguien
pidió la palabra y bajó el tono del debate:
—Disculpen, señores, aún no logro entender de qué estamos
hablando, cuáles son los cambios concretos que se quieren aportar
a la actual disciplina de la Iglesia con relación a los sacramentos.
¿Nos pueden aclarar esto, por favor?
Otra vez todas las miradas se dirigieron hacia mí. Empecé:
—No queremos ningún tipo de simulación. Que los sacramentos adquieran en la vida del discípulo de Cristo el papel que les corresponde como signos y alimento de la fe. Por lo tanto, no hay que
administrar los sacramentos nunca, ni en fin de vida, a gente que no
tiene conciencia de lo que representa para la vivencia de la fe. Haciendo esto, podemos poner las bases para llevar el Evangelio a los
alejados, sean o no bautizados, tratando de hacerlos discípulos de
Cristo. Sacramentos para los practicantes y para los demás un proceso de conversión.
—Óptimo el propósito —comentó un pastoralista muy conocido —, pero ¿qué pasos hay que dar para realizar un cambio tan trascendental al interior de la Iglesia?
—He aquí algunas sugerencias concretas —contesté de inmediato:
1. Suspender la práctica de administrar el bautismo a los niños.
2. En su lugar, empezar un proceso catecumenal, con ritos especiales para los niños y compromisos especiales para los papás
y padrinos.
3. Si todo marcha bien, a los siete-ocho años, se completa el proceso, echándole el agua al niño y ungiéndolo con crisma, después de haber participado en la catequesis y en los encuentros
de oración reservados para ellos.
4. Con el bautismo, el niño es admitido a participar en la Santa
Misa, sin comulgar, y entra a formar parte de una pequeña
comunidad cristiana guiada por algún adulto, donde sigue viviendo y profundizando la fe.
5. Cuando se ve conveniente, el neófito es admitido a la confesión y a la comunión (9-10) años.
6. De inmediato, entra en la comunidad de los que se preparan
para la confirmación (15 años). Aquí aprende a madurar en la
fe. Teoría y práctica.
111
—Creo que será mejor poner la confirmación en el lugar de la
Primera Comunión —aclaró el teólogo de renombre.
—No hay problema. Se trata de detalles, que poco a poco hay
que ir afinando.
—Esto sería para los niños que reciben el bautismo bajo la responsabilidad de sus padres y padrinos —intervino alguien del público—. ¿Qué se haría con los niños que no cuentan con el apoyo de sus
padres?
—Apenas toman la decisión de ser cristianos, dan inicio al camino catecumenal, siempre integrados en una comunidad, guiada
por cristianos comprometidos. Evidentemente no participan de la
santa Misa, sino en un encuentro de oración aparte o participan
solamente en la primera parte de la santa Misa. Reciben el bautismo
no antes de los 15 años, a menos que no haya peligro de muerte,
como sucede con los niños antes de llegar al uso de razón.
—¿Por qué habría que esperar tanto tiempo para recibir el bautismo? —preguntó una religiosa— ¿No basta la fe de la Iglesia para
bautizar a un niño?
—Una cosa es la validez del bautismo y otra cosa la conveniencia. En realidad, el bautismo es algo serio. Si nadie se hace cargo de
cuidar y hacer crecer el germen de la fe que se siembra en el corazón
del niño, existe el peligro de que con el tiempo se eche a perder,
teniendo en cuenta de una manera especial el fenómeno del proselitismo religioso. Por eso, es mejor esperar hasta que no haya garantías suficientes para pensar que esto no vaya a suceder. Basta ver la
experiencia de la Iglesia primitiva. Al principio, cuando se convertía un adulto, se bautizaba con toda la familia (Hech 16,31). Sin embargo, una vez que empezaron las persecuciones, se dejó esta costumbre, para no meter en problemas a gente que no había aceptado
a Cristo libremente. Una vez que cambian las circunstancias, se tiene que cambiar la norma.
—Como pasa en la sociedad —agregó un abogado presente en
el público—. Hasta que uno no llegue a la mayoría de edad, queda
bajo la responsabilidad de sus padres o de algún tutor, que en el caso
del bautismo sería el padrino o la madrina. Después puede actuar
bajo su propia responsabilidad. En la Iglesia habría la ventaja de
llegar a la mayoría de edad a los 15 años en lugar de los 18 ó 21 años,
como se acostumbra en la sociedad civil.
112
—Si esto se lleva a cabo, bajará notablemente el número de los
católicos en todo el mundo —opinó alguien del público.
—Más fácilmente algunos cambiarán de religión —opinó otro.
—¿Qué se haría con la gran cantidad de católicos no practicantes y de toda la gente que se quedaría sin bautizar? —preguntó una
catequista.
—Se trataría de organizar para ellos una verdadera acción misionera, luchando por acercarlos a Cristo y a la Iglesia, mediante un
proceso catecumenal.
—Con relación al matrimonio, ¿cómo habría que comportarse? —siguió el catequista, muy interesado en el asunto.
—Nada de misa, confesión y comunión. Solamente una celebración de la Palabra. Lo mismo por lo que se refiere a la preparación para bien morir y consiguiente funeral: pura celebración de la
Palabra.
—En el fondo, si se trata de personas realmente alejadas, ni se
darán cuenta de la diferencia —opinó un sacerdote.
—De esta manera —confirmó otro—, se respetarán más los sacramentos y se abrirá la puerta a una verdadera acción misionera
también en los países de tradición católica.
—Conclusión —comentó un periodista, muy conocido en el
mundo de la televisión—: globalización también en la Iglesia Católica. Nada de países católicos y países de misión. Toda la Iglesia en
estado de misión, en todas partes.
Aplauso general. Una que otra sonrisa. Cierto nerviosismo.
Manos levantadas por todos lados. Muchos piden la palabra:
—Disculpe la indiscreción: Usted ¿pertenece al Movimiento
Neocatecumenal?—, preguntó un reportero.
—No es un Movimiento —aclaró alguien—, sino un Camino.
—No. No pertenezco a ese Movimiento o Camino.
—Se trata de algo muy difícil para la mayoría de los católicos.
Es muy absorbente. No deja espacio para la política, la actividad
deportiva o humanitaria. Yo pertenezco a una ONG (Organización
no gubernamental). Si se estableciera como obligatorio este tipo de
catecumenado, muchos quedaríamos para siempre marginados de
la Iglesia.
113
—El Camino Neocatecumenal es algo particular en la Iglesia,
uno de tantos. No es el único camino para llegar a ser verdaderos
discípulos de Cristo.
—¿Cómo se haría entonces?
—La jerarquía de la Iglesia establecería los pasos a seguir con
sus contenidos, sea en el caso de los niños que de los adultos. Después, en la práctica, habría muchas maneras de dar estos pasos,
bajo la directa responsabilidad de la jerarquía o injertados en algún
Movimiento Eclesial.
—Todo esto —opinó un anciano párroco— me parece utópico.
De todos modos, si se llevara a cabo, creo que muchos de nosotros
quedaríamos sin trabajo.
—Como también quedarían sin trabajo —añadió otro párroco— muchos miembros de los tribunales eclesiásticos, encargados
de juzgar acerca de la validez de muchos matrimonios religiosos
fracasados.
—De hecho —comentó otro presbítero— normalmente estos
problemas surgen entre católicos no practicantes.
Objeción de conciencia
Se levantó el Padre José, un párroco muy conocido en la región por su compromiso con los pobres y sus realizaciones en campo social. Para muchos presbíteros era un ejemplo a seguir por su
desprendimiento personal, su fuerte espiritualidad y su impacto en
la sociedad. Parecía un volcán en erupción. De inmediato fue rodeado por los reporteros con sus micrófonos y sus cámaras
televisivas.
—Señores, ya me conocen. Según muchos de ustedes, soy un
hombre de éxito. Mis realizaciones hablan claro a mi favor. Sin
embargo, reflexionando sobre lo que se acaba de tratar aquí, me
doy cuenta de que soy un auténtico fracaso como sacerdote. En
realidad, ¿en qué ha consistido mi éxito hasta la fecha? En construir
el templo con sus anexos, el asilo de ancianos, el albergue para los
drogadictos, todas obras sociales. ¿Y la evangelización? Me he dedicado a bautizar, confesar y casar a gente con una vivencia cristiana muy raquítica y dudosa. Muchos de ellos ya no son católicos y
ahora no se cansan de fastidiarme con el cuento de siempre: “Cuando era católico, era borracho, etc., etc.” Me siento realmente frus-
114
trado, pensando en todo esto. He trabajado en vano. Tengo la impresión de haber sembrado en el mar.
Un coro de protestas se levantó de entre el público. En realidad, sus palabras cayeron sobre los oyentes como un balde de agua
fría. Muchos pensaron que estaba atravesando un momento de crisis.
—Calma, señores —siguió P. José—. Quiero aclarar que me siento frustrado, pero no deprimido. En mi diccionario no existe la palabra “depresión”. De hoy en adelante, voy a cambiar de rumbo. Basta de administrar sacramentos a gente no-practicante. Que
respinguen. Seré inflexible. Y también, basta con las obras sociales.
Dejaré todo en manos del Consejo de Administración. Yo me dedicaré sólo a lo mío: oración y predicación de la palabra de Dios, como
hicieron los apóstoles al nombrar a los siete diáconos (Hech 6,4).
En pocas palabras, me dedicaré totalmente a la evangelización.
El público estaba altamente sorprendido. La mayoría no lograba entender el motivo de un cambio tan radical, con el riesgo de
echar a perder una labor que le había costado tantos sacrificios y
que tanto prestigio había traído a la Iglesia.
Alguien gritó:
—No puede haber evangelización sin promoción humana.
—Claro —contestó P. José—. El problema es: ¿Qué tipo de promoción humana tiene que realizar la Iglesia como tal? ¿La educación? ¿La salud? No, señores. Se trata de pura suplencia y emergencia. Su manera propia de promover al hombre es la evangelización.
Para la Iglesia evangelizar es promover al hombre. Lo demás lo puede hacer el Estado o la sociedad civil
—Si se pone en este plan —opinó un joven presbítero—, su parroquia se volverá un desastre, con un montón de protestas por
todos lados.
—No hay problema. Renuncio a la parroquia y me dedico solamente a la evangelización.
—Y para vivir, ¿qué hará?
—No pienso que me voy a morir de hambre. No faltará alguien
que me invite a comer en su casa o me regale alguna ropa usada.
Protestas y señales de aprobación:
—Así tienen que vivir los sacerdotes.
115
—Basta de carros último modelo.
—Viva el P. José.
—¿Dónde está la confianza en Dios?
Tomó la palabra un diácono permanente casado.
—Posiblemente no soy el más indicado para hablar en este
momento. De todos modos, voy a decir con toda claridad lo que
pienso acerca de este asunto, aunque mi párroco —y miró hacia
cierto lugar— no esté de acuerdo con mi manera de pensar y posiblemente me despida. Creo que aquí está el grande obstáculo para la
evangelización: la falta de confianza en la Providencia y el amor al
dinero. Todos empiezan bien: sacerdotes, religiosas, diáconos...
Mucho entusiasmo, mucha ilusión. Pero después viene el demonio,
que mete el gusano en la cabeza: “¿Cómo asegurar el futuro?” y se
lanzan a las misas, las fiestas patronales, las rifas, las kermesses y
los sacramentos al por mayor. Las religiosas se lanzan a los colegios
y demás obras sociales. ¿Y la evangelización? ¿Y el espíritu misionero? Adiós. No hay tiempo. Y el pueblo se queda abandonado,
frío, débil frente a otras propuestas religiosas y decepcionado de su
Iglesia. Pues bien, no podemos seguir así. Se necesita un cambio
urgente en la Iglesia. Por mi parte siento que no debo, no puedo y no
quiero seguir así. Por lo tanto, me asocio al P. José.
—Yo también —gritó otro diácono permanente casado.
—Yo también.
—Yo también.
Unas treinta personas se pararon, entre presbíteros, diáconos
permanentes y religiosas. Por todos lados se oían señales de protestas o de aprobación. Por fin, el P. José retomó la palabra:
—Señores, no se alboroten. Nadie está obligado a seguir nuestro ejemplo. Cada quien actúe según su conciencia.
—¿Entonces ustedes se declaran objetores de conciencia? —
preguntó un periodista.
—Precisamente... objetores de conciencia.
—¡Qué vergüenza! —protestó una señora popof— ¡Hasta qué
punto ha llegado la Iglesia!
Y se salió.
Con ella un buen grupo de personas abandonó la asamblea.
Por fin tomó la palabra el moderador:
116
—Cálmense, señores. Ya nos dimos cuenta de los distintos puntos de vista. Ahora toca al jurado tomar la decisión.
Se levantaron unas treinta personas entre obispos, sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos y se encerraron en un cuarto
para tomar la grande decisión. Entre tanto se formaron corrillos
por todos lados, comentando los acontecimientos que acababan de
presenciar. Muchos discutían acerca de la legitimidad de la objeción de conciencia dentro de la Iglesia.
—¿Adónde va a parar, entonces, la obediencia? —se preguntaban algunos.
Otros estaban totalmente de acuerdo:
—La objeción de conciencia es legítima y necesaria dentro y
fuera de la Iglesia. ¡Pobres curas y monjas, si se les obliga a actuar
contra conciencia!
—La objeción de conciencia es la primera forma de profetismo
en la Iglesia. Estar en contra de la objeción de conciencia es estar en
contra del ABC del profetismo, una forma más de dictadura.
—Entonces habría curas para evangelizar y curas para...
—¿Para qué? —preguntó uno.
—Para vivir del presupuesto —contestó otro.
—¡Nunca me había imaginado que se llegaría hasta este punto!
—comentó una religiosa muy piadosa—. ¡Pobre Iglesia! Hay qué
orar mucho.
—Sí —contestó otra— hay que orar mucho para que esto siga
adelante y se logre un verdadero cambio en la Iglesia.
Conclusión
Por fin, se abrió la puerta y salieron los miembros del jurado,
exactamente como se ve en las películas. El moderador dio la palabra al presidente del jurado, que se acercó a los micrófonos de la
prensa y leyó las conclusiones:
1. Se nombra una comisión de peritos, que profundicen el asunto
del catecumenado y presenten distintas alternativas para enfrentar el problema de los alejados dentro de la Iglesia.
2. Por lo que se refiere al matrimonio, habrá misa con confesión
y comunión solamente para los católicos practicantes. Para
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los demás, hay que limitarse a la celebración de la Palabra.
3. Se admite la objeción de conciencia.
Aplausos. Gritos. Protestas... parecía el fin del mundo. El moderador tomó la palabra:
—Señores, cálmense. Acuérdense que se trata de un sueño y
nada más. Dejen de agitarse tanto. Voy a contar hasta tres. Al decir
el número tres, cada quien abra los ojos y vuelva a la normalidad, a
su vida diaria... Ojalá que lo logre.
Contó hasta tres. Desperté. Pero no logro olvidar aquel sueño.
TAREA
1. Por lo general, los católicos ¿tienen una idea clara acerca de su
identidad?
Sí
No
2. ¿Cuál es la identidad del católico?
3. ¿Qué te parece la idea del catecumenado?
4. Cuando hay un matrimonio mixto, por lo general ¿quién se
cambia de religión?
-El (la) católico (a)
-El (la) no católico (a)
5. ¿Por qué fracasan muchos matrimonios celebrados por la Iglesia?
6. Si alguien se confiesa, sin deseo de conversión, ¿recibe el perdón de los pecados?
Si
No
118
7. Según tu experiencia personal, cuando un agente de pastoral
quiere hacer las cosas según la voluntad de Dios, por lo general
¿cómo es visto de parte de los que no quieren cambiar de actitud?
Bien
Mal
¿Por qué?
8. Cuando los papás no conocen ni practican la fe, ¿es conveniente seguir bautizando a sus hijos?
Sí
No
¿Por qué?
9. En lugar de dar la misa con la comunión a los que se casan por la
Iglesia sin conocer ni practicar la fe, ¿no sería mejor hacer una
celebración de la Palabra?
Sí
No
11. ¿Cómo ves la objeción de conciencia dentro de la Iglesia?
Bien
Mal
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120
4. ANÁLISIS DE LA
REALIDAD ECLESIAL:
el valor de mirarse en el espejo.
INTRODUCCIÓN
El huracán
Me despierto sobresaltado y empapado de sudor. Miro el reloj: son las seis de la mañana del 10 de julio de 2005 en la ciudad de
México. El huracán Emily está en su apogeo, sembrando a su paso
pánico y destrucción. Prendo el radio para enterarme de las primeras noticias: ya entró en territorio mexicano. Qué bueno que ya con
anticipación Protección Civil había puesto en guardia a toda la población acerca de los daños, que este fenómeno natural podía causar, y de las precauciones, que habría que tomar para hacerle frente
en la mejor manera posible.
No obstante todo, ya se habla de daños considerables a las
viviendas, a los medios de comunicación y a las personas. Hay heridos que deben ser llevados a los hospitales, hay algunos desaparecidos y muchísima gente traumatizada, que también hay que atender
sicológicamente. Todo el mundo está al pendiente de lo que ocurre
en el sureste de México, en un clima de solidaridad que rebasa las
fronteras. La radio, la televisión y los periódicos no hablan más que
del huracán Emily y del esfuerzo que toda la sociedad está haciendo
para aminorar sus consecuencias.
Y las masas católicas, ¿qué?
Una vez que he tomado contacto con la realidad y me he serenado, empiezo a reflexionar acerca del sueño que ha provocado la
pesadilla. Llego a la conclusión que sin duda los sueños, con sus
relativas reacciones en el campo psicosomático, tienen mucho que
ver con los temores, las ansiedades o los anhelos que se esconden en
el subconsciente. Por un proceso sicológico inexplicable, todo lo
que se encierra en el subconsciente de una manera confusa, mediante el sueño adquiere forma, orden y sentido, abriendo el camino hacia posibles soluciones.
121
En el caso concreto que estoy por relatar, es muy probable que
al origen de todo están el huracán Emily y las primeras reacciones a
un artículo que publiqué hace poco acerca de la suerte de las masas
católicas, que se encuentran completamente desprotegidas y están
siendo fagocitadas por los grupos proselitistas, algo que, desde hace
algún tiempo, «no deja de quitarme el sueño».
Evidentemente me resulta imposible relatar el sueño así como
lo viví. Hay demasiados huecos que llenar para darle sentido pleno.
Es como si tratara de unir las puntas de un montón de icebergs,
diseminados en un inmenso océano en agitación. Ni modo. Haré
todo lo posible para salvar lo que me queda de un sueño gigantesco,
que me ha provocado enormes satisfacciones pero, al mismo tiempo, unas terribles pesadillas.
Y ¿para qué esperar más? De una vez entremos en el vivo de la
historia «soñada».
122
Capítulo 1
Juan Pablo II:
Parteaguas
Un reto:
La evangelización de los católicos
Un grupo de sacerdotes y seminaristas nos encontramos frente al televisor a la hora del noticiero. No se habla más que del huracán Emily, un acontecimiento que acapara todas las preocupaciones de las autoridades y del pueblo en general. Nosotros estamos
particularmente preocupados por contar con apóstoles de la Palabra en los estados de Yucatán y Quintana Roo, los más afectados
por el tremendo siniestro natural.
A un cierto momento aparece el Papa Benedicto XVI leyendo
un documento. Se trata de unos cuantos segundos. El locutor explica que el Papa acaba de confiar al cardenal prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Católicos la encomienda de procurar con todos los medios posibles la evangelización de todo el
pueblo católico.
La noticia cae como un rayo a cielo sereno.
–¿Evangelización de los católicos? –comenta un seminarista
–. Sin duda, se tratará de un error. Seguramente se tratará de la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos, es decir de los
paganos.
–Así son los locutores – añade otro –: cuando no entienden,
componen.
–No es cierto. – intervengo –. Yo escuché muy bien. El Papa
habló de la evangelización de los Católicos.
–Imposible. Es que no existe esta Congregación – insiste el
seminarista que tomó la palabra primero.
–Y ¿cuál es el problema? – replico –. Se ve que este Papa la
acaba de instituir.
El día siguiente los periódicos aclaran que efectivamente se
trata de la Congregación para la Evangelización de los Católicos,
123
«una iniciativa del nuevo Papa que mira a ubicar la Iglesia Católica
en el nuevo contexto histórico, que se ha ido perfilando a raíz de los
cambios trascendentales que se han ido dando en los últimos decenios» (comentario de un analista de la sección religiosa).
En el fondo se trata de instrumentar una serie de estrategias
que den consistencia a la iniciativa del Papa Juan Pablo II acerca de
la Nueva Evangelización, «un grande proyecto que quedó en puras
generalidades, sin nunca aterrizar en acciones concretas» (comentario de un profesor del seminario). Algunos no están de acuerdo
con esta manera de ver las cosas. Es como si se quisiera rebajar la
grande figura del Papa recién fallecido. Para otros la iniciativa de
Benedicto XVI está totalmente en sintonía con la línea marcada por
su predecesor, «al querer dar seguimiento a una de sus más grandes
intuiciones» (comentario del Sr. Arzobispo).
Algo que me llama la atención en el documento pontificio es su
extrema brevedad (apenas tres cuartillas) y la insistencia en la necesidad de poner como base del nuevo plan de pastoral «un exhaustivo análisis de nuestra realidad eclesial». Muchos ni se percatan de
estos detalles. No faltan seminaristas y sacerdotes que se sienten
totalmente decepcionados frente a un documento tan fuera de lo
común, sea por el contenido que por la forma. Sin duda, se esperaban algo más acorde a su fama de grande teólogo.
Realidad eclesial
De un momento para otro me veo en la Villa del Carmen de
Catemaco, en el estado mexicano de Veracruz, durante un encuentro eclesial. Antiguas escenas vuelven a presentarse delante de mis
ojos, relacionadas con la formulación del primer plan de pastoral.
Una confusión de fechas, contenidos y personajes.
Toma la palabra el Vicario de Pastoral:
–Antes que nada se trata de hacer un buen análisis de la realidad. Solamente así será posible una verdadera evangelización, que
tenga presente al hombre concreto, sumido en la más espantosa
pobreza, sin fuentes de trabajo, a la merced de caciques explotadores, cuya única salida es migrar hacia el vecino país del norte, entre
peligros y riesgos de todo tipo, cazados como si fueran venados. Y
una vez llegados allá, ¿qué les espera? Humillación y explotación,
sin ningún tipo de garantías, acorralados y sacados del país como
perros, cuando ya no les queda nada por exprimir.
124
–Esto ya lo vimos la otra vez – interrumpe el P. Toño.
–Bueno. Ahora se trata de retomar lo que ya vimos la otra vez,
teniendo en cuenta los posibles cambios que se hayan dado en los
últimos años, cambios que sin duda han ido empeorando la situación. Como ya se dieron cuenta, en esta región ya se cerraron casi
todas las fábricas de puros. Pobre gente, sin fuentes de trabajo y sin
futuro. Es aquí donde se tiene que levantar la voz profética de la
Iglesia, denunciando tantas injusticias, que están a la vista de todos.
Es tiempo de gritar nuestra inconformidad contra las estructuras
injustas, que rigen nuestra sociedad y están oprimiendo a nuestro
pueblo. Es tiempo de ir pensando en un nuevo proyecto de sociedad, asumiendo como propia la causa de los más desprotegidos y
rechazando todo compromiso con los poderosos de este mundo, los
verdaderos asesinos del pueblo como un día asesinaron al mismo
Jesús.
–Párale, por favor – insiste el P. Toño –. Ya estamos cansados
de tanta demagogia. ¿Qué tienen que ver los ricos con la muerte de
Cristo? ¿Nunca oyó hablar de los pecados de toda la humanidad
como la causa de la muerte de Cristo?
Teología de la Liberación
Una vez más salen a relucir los postulados de la Teología de la
Liberación. Parecen los últimos estertores antes de la muerte. Intervienen unos cuantos presbíteros, religiosas y laicos comprometidos en lo social, manejando un discurso ya agotado, hecho de puras quejas y sin propuestas concretas.
Cuando parece que ya esgrimieron todos sus argumentos, toma
la palabra el rector del seminario:
–¿No se dan cuenta de que ya pasó a la historia la Teología de
la Liberación? Hizo lo que pudo y ya. Tuvo el mérito de bajar la
teología de las nubes a la tierra, al tomar en cuenta al hombre concreto y de una manera especial a las masas populares oprimidas.
Pero al mismo tiempo cometió el grave error de emparentarse o por
lo menos juguetear demasiado con el marxismo, considerando como
realidad solamente lo económico, lo político y lo social y descuidando lo espiritual, que es lo que más nos interesa a nosotros como
Iglesia.
–Además, por su misma inspiración marxista, –interviene un
servidor –muchos seguidores de dicha teología se involucraron en
125
las guerrillas, causando enormes daños al pueblo que pretendieron
ayudar. Según ellos, era necesario involucrarse en los procesos históricos y no se dieron cuenta de que la historia estaba cambiando.
La santa alianza
–¿Qué nos dice acerca del acuerdo que hubo entre el Papa
Juan Pablo II y Ronald Reagan, el presidente de los Estados Unidos
de Norteamérica, lo que se llamó «la santa alianza»? – rebate el
vicario de pastoral, como si sacara un as de la manga, convencido
de que con esa revelación iba a destruir todas las argumentaciones
en su contra. –Por eso la Teología de la Liberación fue tan atacada
por el Vaticano.
–Y ¿cuál es el problema? Esta es la historia, éstos son los procesos históricos en los cuales hay que involucrarse. A Reagan le
preocupaba el problema de América Latina; a Juan Pablo II le preocupaba Polonia. Llegan a un acuerdo y la historia cambia. El Papa
interviene en América Latina, pacificando la región al detener la
Teología de la Liberación, uno de los más grandes soportes de las
guerrillas, y Reagan interviene en los asuntos europeos, dando su
espaldarazo a la causa de Solidarnosc (Solidaridad) en Polonia, lo
que causó el derrumbe del sistema soviético. Con esto tiene que ver
el famoso Escudo Nuclear o la Guerra de las Galaxias, de lo que
tanto se habló en aquellos años.
–Esto no quiere decir que el Vaticano atacó la Teología de la
Liberación por motivos políticos –aclara el rector del seminario –.
No. Sus razones fueron esencialmente teológicas.
El Reino de Dios
–¿En qué quedamos, entonces, con el legado de Cristo y los
profetas en su lucha a favor de la justicia y la causa de los pobres? –
insiste el vicario de pastoral.
–El objetivo fundamental de toda la acción de Cristo y los profetas fue el establecimiento de una relación correcta entre Dios y el
hombre. De ahí viene todo lo demás. En realidad, nunca Jesús intentó levantar al pueblo contra el imperio romano, lo que estaba en
las expectativas del pueblo judío. Por eso, no lo reconocieron como
Mesías.
126
–Y ¿qué tal su predicación encaminada al establecimiento del
Reino de Dios?
–Para ustedes, hablar del Reino de Dios quiere decir hablar de
los valores puramente humanos, como son la justicia, la dignidad, el
respeto mutuo, la economía, la política, etc., excluyendo los valores estrictamente espirituales o dándoles poca importancia. Sería
como hablar del Reino de Dios, sin Dios. De hecho, las comunidades, en las que más se ha manejado este tipo de teología, se han
distinguido por su compromiso en el campo social y político y su
poco interés por lo espiritual.
Proselitismo religioso
–Hasta provocar en el pueblo una verdadera «asfixia espiritual» –remata el rector del seminario –, lo que ha dejado sin defensa al católico, volviéndolo en fácil presa de los grupos religiosos
proselitistas. Es suficiente ver lo que está pasando en la diócesis de
San Cristóbal de Las Casas: prohibido cualquier movimiento apostólico, sólo comunidades eclesiales de base, pura política, intolerancia, fanatismo... unos 25 curas, dizque «liberadores», que lo único
que saben hacer es reprimir a los que no piensan como ellos. ¿Con
qué resultado? Que más del 50% de la población ya no es católica.
¡Qué bueno que poco a poco muchos seguidores de esta corriente
pseudo-teológica están recapacitando y dejando su radicalismo.
El vicario de pastoral, con su grupo de seguidores, manifiesta
su completa insatisfacción acerca del rumbo que están tomando las
cosas:
–Si vamos a seguir así, es mejor que dejemos las cosas como
están, en lugar de enfrascarnos en polémicas estériles. Ya contamos
con un buen plan de pastoral. ¿Qué más necesitamos?
–Como era de preverse, reapareció el fundamentalismo católico cuando ya parecía muerto y enterrado para siempre – añade
uno de sus acólitos.
–Es que ustedes están demasiado atrasados. No leen los documentos de la Iglesia. ¿No se han dado cuenta de los enormes avances que desde el Concilio se han dado en el terreno ecuménico? –
remata uno de los más fanáticos seguidores de la Teología de la
Liberación.
Una vez más me toca a mí tomar la palabra:
127
–Los documentos de la Iglesia son como las recetas de los doctores. Para cada enfermedad, su receta. No podemos aplicar la receta ecuménica para el caso del proselitismo religioso, que mira no
a unir al pueblo cristiano, sino a dividirlo más. En el caso del proselitismo religioso, que tanto está afectando a nuestras masas católicas especialmente en América Latina, se necesita poner en marcha
un plan de fortalecimiento y preservación de la fe mediante las normas de una sana apologética.
–¿No se dieron cuenta de que la apologética ya pasó de moda?
– rebate un profesor del seminario, recién regresado de Roma, que
en el fondo es el verdadero líder de la Teología de la Liberación. –
Ya es tiempo de diálogo, comprensión y amor entre todos.
–¿Cómo que la apologética ya pasó de moda? Se ve que usted
vive en un mundo imaginario. Trate de bajar al mundo real y verá
que es muy diferente de lo que se imagina. Por lo tanto, mientras
haya ataques contra la fe, tiene que haber apologética, es decir,
defensa de la fe.
–Ya pasó el tiempo de las cruzadas. Ya vivimos en otros tiempos, de mayor apertura, tolerancia y libertad. ¿Qué es eso de «defensa de la fe»? La fe se vive, no se defiende. Cada quien busque a
Dios como pueda. En el fondo, todos buscamos al mismo Dios y
todos los caminos llevan a Dios.
–No creía que usted, que parece tan preparado teológicamente
y es profesor del seminario, hubiera llegado tan lejos. Por eso, su
parroquia está tan perdida. ¿Recuerda lo que le dije cuando empezó
a juguetear con aquel cura dizque ortodoxo, llegado de Francia o
quién sabe de dónde? Ahora ya está construyendo su templo
parroquial, contando con el apoyo del «Departamento Ecuménico», que usted mismo formó y entrenó para el diálogo. Por lo que se
sabe, algunos de sus miembros ya se integraron a la nueva parroquia, hablan mal del catolicismo y están haciendo un fuerte proselitismo a favor de la nueva manera de vivir la fe cristiana. Hasta asegura el dichoso cura ortodoxo que pronto lo van a nombrar obispo.
–Efectivamente este cura me está sacando las canas – confiesa
con un velo de tristeza el profesor del seminario –. Al principio,
parecía tan humilde, amable y atento, y ahora se volvió intrigante,
irrespetuoso y chocante como nadie. Ni modo. Así son las cosas.
Uno trata de seguir las normas de la Iglesia y a la mera hora se mete
en un montón de problemas que uno nunca se imaginaba.
128
–Hay que entender que una cosa es la situación en los ambientes con mayoría protestante y otra cosa es la situación en los ambientes con mayoría católica, como el nuestro. Los señores que llegan aquí de otros países que no son católicos, no buscan el
ecumenismo, sino el proselitismo, es decir, la conquista de nuestra
gente, para compensar las pérdidas que están teniendo en sus países. No hay que olvidarse que todas las iglesias históricas están en
crisis. Entonces, para ellos el ecumenismo es un puro pretexto para
acercarse a uno y envolverlo. Y lo peor del caso es cuando el mismo
pastor de la comunidad cae en la trampa y se vuelve en anzuelo para
que caigan otros.
–Es que yo me llevo bien con los pastores de otros grupos
religiosos. De vez en cuando, me reúno con ellos. Nos respetamos
mutuamente. En el fondo, ¿no es esto lo que Cristo nos enseñó?
–No sea ingenuo. Fíjese que el lobo no se come al pastor, sino
a las ovejas. Si esos señores se ufanan de ser sus amigos, no es por el
respeto que le tienen, sino para debilitar las defensas de los católicos y enredarlos. ¿Se ha fijado alguna vez en la labor que están haciendo para robarle «sus» ovejas? Y usted tan campante, considerándolos como sus «amigos» y haciendo propaganda en su favor.
¿O acaso usted prefiere su amistad al cuidado de las ovejas? Por
otro lado, si usted quiere ser realmente ecuménico, ¿por qué se
manifiesta tan cerrado e intolerante hacia los que manejamos la
apologética, que mira a fortalecer la fe del católico? ¿Acaso nosotros no merecemos el mismo respeto, que según ustedes merecen
los que no son católicos y están tratando de confundir y conquistar
a nuestros hermanos católicos más débiles?
Juan Pablo II y su imagen
Todos se ven sumamente interesados en el diálogo que estoy
teniendo con el profesor del seminario. Poco a poco van cayendo
en la cuenta de que es importante hablar para aclarar las cosas,
hablar no solamente con los que piensan de una manera diferente,
sino también con los que tienen una manera de pensar diferente.
Solamente así es posible lograr una visión de las cosas más acorde a
la realidad, evitando el peligro de imaginarse cosas que otro nunca
había pensado o dicho.
129
–Sinceramente – reconoce el profesor del seminario – nunca
había visto las cosas de esa manera. Por otro lado, esa manera de
ver las cosas me intriga más. Me pregunto: «Si es cierto todo eso,
entonces ¿cómo hay que interpretar la actitud del Papa Juan Pablo
II con relación a los que tienen otras creencias?»
–Antes que nada, hay que fijarse en el hecho que nunca el Papa
Juan Pablo II tuvo algún encuentro con este tipo de gente que conocemos nosotros, que lo único que buscan es conquistar a los católicos. Después hay que distinguir entre lo que realmente el Papa Juan
Pablo II pretendía con esos gestos tan inusuales y lo que la gente
entendió o quiso entender. Estoy convencido de que a un cierto
momento el Papa Juan Pablo II quedó preso de su propia imagen.
Al escuchar esto, toda la asamblea queda como sacudida, en
espera de alguna aclaración, que dé respuesta a muchos
interrogantes acerca de la figura del sumo pontífice, recién fallecido. El rector del seminario rompe el hielo:
–Disculpe: ¿qué quiere decir usted al afirmar que el Papa Juan
Pablo II quedó preso de su propia imagen?
–Desde un principio el Papa Juan Pablo II manejó un doble
lenguaje: uno para la masa en general, hecha de católicos practicantes y no practicantes, cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, y el otro para el interior de la Iglesia, especialmente para los
pastores y los feligreses católicos más comprometidos. Dos discursos muy diferentes: el primero «políticamente correcto», más abierto y lleno de esperanzas, manejando las grandes utopías de la humanidad, como son la paz mundial, la unidad, la tolerancia, el diálogo y
la comprensión entre todos; el segundo, más matizado y preciso, a
veces incómodo y hasta molesto, debido a las mismas exigencias
del Evangelio. Y ¿qué pasó en la práctica? Que los mismos miembros de la Iglesia más comprometidos se fueron con la finta: en lugar de fijarse más en el segundo tipo de discurso, más conforme al
Evangelio, se quedaron con el primero, más vago y susceptible de
las interpretaciones más variadas, y de ahí cada uno sacó las conclusiones que más le convenían, comportándose en campo teológico como cualquier profano, al imaginarse una Iglesia y una doctrina, totalmente nuevas, desconectadas de dos mil años de historia.
–Bueno – pregunta el rector del seminario –, ¿qué tiene que
ver todo eso con lo que estamos tratando?
130
–Claro que tiene que ver. En un mundo tan convulsionado y a
la zaga, Juan Pablo II poco a poco fue descubriendo su vocación y
misión de líder mundial y se lanzó a esta tarea, creando la imagen de
un Papa diferente, preocupado no tanto por la misión de la Iglesia
Católica cuanto por los intereses de la humanidad entera, luchando
por sanar heridas, derribar barreras y crear puentes a todos los
niveles, un hombre superior a las partes, confiable y comprometido
con las verdaderas causas de la humanidad. Pues bien, en esta perspectiva desentonaba la problemática de las sectas o del proselitismo religioso y no la abordó públicamente. Cuidó su imagen, hasta
volverse preso de ella.
–¿Cómo se explica, entonces, el documento «Dominus Iesus»,
que vino a aclarar toda la confusión que, según su opinión, se había
originado a causa de la imagen que poco a poco todo mundo se fue
creando acerca del Papa?
–Se trató de un documento tardío, que llegó cuando las cosas
ya se habían complicado demasiado, hasta considerar el
ecumenismo y el diálogo interreligioso como la nueva carta magna
de la Iglesia Católica, a la luz de la cual habría que redefinir su papel
en el mundo de hoy. De hecho, aunque el documento «Dominus
Iesus» presentara la doctrina clásica de la Iglesia Católica, fue rechazado en muchos ambientes católicos, hasta por sedicentes teólogos, sin hablar del malestar que creó en los ambientes no católicos, que se consideraban «ecuménicos». Muchos no se resignaban
a ver ese documento como algo salido de la mente y del corazón de
Juan Pablo II. Lo veían más bien como un documento espurio, debido a una especie de chantaje de parte del cardenal Ratzinger, aprovechándose de las graves dificultades en que se encontraba el Papa
a causa de su salud muy deteriorada: «Si quieres que siga en el cargo, cuidándote el changarrito, me tienes que firmar este documento».
–Y el Papa ¿qué?
–No obstante todas las interpretaciones que se estaban dando,
siguió cuidando su imagen, haciendo una defensa muy débil del documento. En esto se vio como muchos llegaron hasta idolatrar a
Juan Pablo II, sin conocerlo en su profunda realidad, viendo en él
más bien la encarnación de sus deseos e ideales, que no siempre
coincidían con los deseos e ideales de Juan Pablo II, y en definitiva
del mismo Evangelio.
131
Me doy cuenta de que esta visión acerca del Papa Juan Pablo
II desconcierta a muchos. Ya no saben qué pensar acerca de un
personaje, que durante años ha sido un líder indiscutible a nivel
mundial, elevando la figura papal a niveles que no se habían visto
durante siglos.
Pregunta un seminarista:
–¿Hizo bien o hizo mal el Papa Juan Pablo II al comportarse de
esa manera?
–Solamente él y Dios lo saben. En realidad, se trató de un problema que él tuvo que enfrentar a solas, delante de Dios, a nivel de
conciencia. Tuvo que escoger como prioritario entre el papel de
líder mundial y el otro como jefe de la Iglesia Católica. Y se inclinó
por el primero, logrando éxitos impresionantes a favor de toda la
humanidad. De hecho, con su enorme perspicacia política, causó el
derrumbe del sistema soviético y logró evitar el enfrentamiento
entre el mundo musulmán y el mundo cristiano (llamado «choque o
enfrentamiento de civilizaciones»), que se perfilaba desde hacía tiempo por motivos históricos y que estaba por volverse realidad a causa de la actitud irresponsable de Bush y Bin Laden, ambos movidos
por intereses personales e imperialistas.
–Y todo esto, a fin de cuentas ¿no favoreció a la Iglesia Católica? – pregunta otro seminarista.
–Desgraciadamente, no. Al contrario, con su actitud de extrema apertura hacia los demás grupos religiosos, debilitó las defensas
de los católicos, que, con suma facilidad e ingenuidad y sin contar
con una preparación específica al respecto, establecieron relaciones amistosas con gentes de otras creencias, hasta quedar cautivados por los nuevos credos y aceptarlos sin pestañear. Dicho de otra
manera, el Papa Juan Pablo II no supo, no quiso o no pudo capitalizar para la Iglesia Católica el enorme caudal de simpatía y prestigio,
que había logrado para sí mismo.
Un laico comprometido, teniendo en cuenta todo lo anterior,
así resume la figura de Juan Pablo II: fue como un grande artista,
investigador o estadista, que, por estar metido en su papel específico en beneficio de la humanidad, descuidó su propia familia. Prefirió el bien común a los propios intereses particulares.
–Como me está pasando a mí – comenta otro laico comprometido –, que, por estar tan metido en los asuntos de la Iglesia, descui-
132
do los deberes de mi hogar, hasta arriesgar con echar a perder mi
matrimonio.
Todos acompañan su comentario con risas y palmadas, al estar enterados de su gran equilibrio como padre de familia, esposo y
católico practicante. De todos modos, esta reflexión nos pone a todos a recapacitar, puesto que esta actitud sigue representando un
peligro real para los pastores de la Iglesia, que en muchas ocasiones, para seguir el ejemplo del gran Juan Pablo II, no dejan de meterse en todo, menos en lo que es su misión específica, que consiste
en guiar al pueblo de Dios, y además sin contar con la preparación y
el carisma del Papa, recién fallecido.
Por fin el rector del seminario trata de explicitar una intuición
que se está haciendo presente en la mente de muchos:
–Creo que con un Juan Pablo II ya tenemos bastante. No vaya
a pasar ahora que todos queramos imitar su ejemplo, metiéndonos
demasiado en los asuntos políticos, económicos y sociales, y descuidando nuestro papel específico como pastores o miembros comprometidos de la Iglesia. Si no entendemos esto, corremos el riesgo
de defraudar tantas esperanzas, cifradas en nosotros como depositarios y heraldos de un mensaje que va más allá de lo efímero de este
mundo. En este aspecto, creo que habría mucho que reflexionar de
parte de los obispos y presbíteros, que a veces se la pasan metidos
en todo, excepto en lo propio, que es el anuncio del Evangelio, que
representa nuestra manera propia de intervenir en la búsqueda del
bien común.
Toca la campana. Es hora de tomar el café. Todos se dispersan, comentando en corrillos lo sucedido. Parece que el encuentro
empezó bien. Estamos pisando tierra firme, avocándonos a lo nuestro. Solamente un detalle ensombrece el clima de satisfacción general: los «liberadores» poco a poco se retiran para planear, como de
costumbre, alguna «estrategia» para boicotear, desviar o manipular el encuentro con el objetivo de llevar el agua a su molino.
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Capítulo 2
¿Cuál rumbo?
Benedicto XVI
Como pasa en los sueños, de un momento a otro me encuentro
en un escenario totalmente distinto, delante de las cámaras
televisivas y acompañado de algunos teólogos de peso. Los periodistas quieren una respuesta clara acerca del rumbo que va a tomar
la Iglesia con el nuevo Papa. Quieren saber si habrá adelantos, retrocesos o estancamiento.
–Todo depende del aspecto que se quiere considerar – contesta el decano de la facultad de teología, acostumbrado a esquivar las
estocadas de los periodistas.
–Queremos saber si el nuevo Pontífice seguirá reuniendo a
multitudes de jóvenes, como ha sucedido con el Papa Juan Pablo II
–aclara un reportero.
–¿Cuál será la posición del Papa acerca del pluralismo religioso? En este aspecto, ¿no existe un peligro real de retroceso? –pregunta otro.
–¿Es cierto que con el nuevo Papa la Iglesia entrará en un invernadero? – insiste un tercero.
Todos están ansiosos de conocer la línea de pensamiento de
Benedicto XVI. Los pocos ejemplares de sus obras, que se encontraban en las librerías al momento de su elección, se esfumaron en
un instante. Ahora se están haciendo reimpresiones a todo vapor. A
todos les interesa saber qué pasará con la Iglesia Católica bajo la
guía del nuevo timonel.
Los teólogos tratan de balbucear alguna respuesta a cada pregunta. En realidad, nadie sabe a ciencia cierta cuál será el programa
de Benedicto XVI. Posiblemente ni el mismo Pontífice aún lo tiene
claro en su mente.
–En realidad – comenta el decano de la facultad de teología –
, no es lo mismo ser cardenal que ser Papa. Una cosa es ver la realidad desde un dicasterio romano y otra cosa es verla desde la cátedra de Pedro.
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–¿Cómo explica usted la celeridad en la elección de Benedicto
XVI? – insiste un periodista.
–Según mi opinión, la pronta elección de Benedicto XVI obedece a dos preocupaciones fundamentales de los señores cardenales: confirmar su gestión anterior como encargado de salvaguardar
la pureza de la fe y privilegiar el compromiso pastoral al interior de
la Iglesia con relación a cualquier otro compromiso ad extra.
–En otras palabras – comenta el periodista –, primero poner
orden en la casa y después preocuparse por los asuntos del barrio.
–Así es.
–En concreto, según ustedes que están muy metidos en estas
cosas, –insiste el periodista –¿qué habría que hacer para poner orden en la casa?
El decano de la facultad de teología pasa la palabra al profesor
de pastoral.
Reinventar la Iglesia
De su larga disertación recuerdo apenas unos conceptos básicos. Habla de «desmitificar» instituciones y personajes, «explorar
posibilidades», «ensayar métodos» y resucitar dentro de la Iglesia
«el auténtico espíritu misionero, que fue la gloria de nuestros
ancestros». Concluye su intervención de una manera enfática: «Hay
que reinventar la Iglesia. Como el Evangelio se encarnó en el mundo greco–romano, ahora se tiene que encarnar en el mundo contemporáneo, sin perder su fuerza y su sabor».
–¿Cómo será posible realizar una tarea, realmente titánica,
como la que usted propone? – le pregunta un periodista en nombre
de todos.
–Con el aporte de todos los miembros de la Iglesia, manejando
oportunamente los conceptos de comunión y participación – contesta el catedrático –. Para eso están los sínodos diocesanos, que
están teniendo lugar en todas las diócesis del mundo por disposición de la Santa Sede.
No faltan periodistas a la antigüita que se escandalizan y lanzan el grito al cielo ante afirmaciones tan provocadoras. Al día siguiente los periódicos se hacen eco de esta situación: «La Iglesia
Católica a la deriva», es el título en primera plana del diario de mayor circulación. Habla de teorías descabelladas acerca del futuro de
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la Iglesia, «olvidando que se trata de una institución eterna, que
nadie ni nadie podrá nunca cambiar ni en los más mínimos detalles». En el mismo diario otro comentarista presenta la línea opuesta, poniendo en guardia contra el peligro del «integrismo y el
fundamentalismo católico, que siempre han estado en asecho y que
hoy en día pueden tener unos momentos de gloria».
Otros diarios ven con buenos ojos el nuevo rumbo que está
tomando la Iglesia. «Ahora sí, o cambiar, adecuándose a los tiempos actuales, o desaparecer – comenta un periodista experto en
asuntos eclesiales –. Es tiempo de despertar y mirar alrededor. Todos avanzan, mientras la Iglesia Católica retrocede. Fíjense en las
estadísticas. Necesitamos menos palabrería, menos demagogia y
más gestos concretos, que lleguen al corazón del hombre moderno
y lo lleven hacia Dios. Ojalá que con Benedicto XVI la Iglesia Católica logre tomar el rumbo correcto, que marcará la historia del futuro. No importa si se tratará de reinventar la Iglesia, reestructurarla
o sencillamente de actualizarla. Lo que importa es que esté en grado
de cumplir con su misión de vivir y anunciar el Evangelio a todo el
mundo, según el mandato de su divino Fundador. Si ante esta perspectiva algunos se escandalizan o asustan, es su problema. Nosotros, como creyentes y ciudadanos de este mundo, vemos con simpatía el esfuerzo que está haciendo el Papa Benedicto XVI, al querer
poner al día la Iglesia, partiendo precisamente de una toma de conciencia de la realidad eclesial, que no es tan halagadora como quisiéramos».
Un Nuevo Concilio Ecuménico
Concluye su perorata, haciendo votos que pronto podamos
contar con un nuevo Concilio Ecuménico. «Son tan profundos y
rápidos los cambios que se están dando en la sociedad actual – observa el periodista – que cuarenta años de ahora (lo que nos separa
del Concilio Ecuménico Vaticano II) corresponden a doscientos años
en épocas pasadas».
Un reportero televisivo se presenta a mi residencia y me solicita un comentario al respecto. Tomado de sorpresa, trato de expresar algunas ideas, que desde hace tiempo me he ido formando
acerca del papel, que ha jugado y sigue jugando el Concilio Ecuménico Vaticano II en la historia de la Iglesia durante los últimos decenios (No hay que olvidar el hecho que estudié teología y me ordené
sacerdote en pleno Concilio).
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- Sin duda, el Concilio Ecuménico Vaticano II no nos ayuda a
resolver la gran cantidad de problemas, que aquejan a la Iglesia de
hoy. En realidad, se trata de situaciones muy diferentes. En concreto, lo que intentó hacer el Concilio Ecuménico Vaticano II fue una
puesta al día (aggiornamento) de la Iglesia, teniendo en cuenta de
una manera especial su actitud ante los movimientos políticos, sociales y culturales del pasado, que muchas veces fueron de incomprensión y rechazo. Su objetivo fue ponerse en paz consigo misma,
aclarándose su papel con relación a sociedad en un espíritu de servicio, diálogo y extrema apertura. Esta nueva manera de situarse
frente a la sociedad en general, y especialmente frente a los que
tuvieran otro tipo de creencias, fue dictada de una manera especial
por la necesidad de unir a todos los creyentes y a la gente de buena
voluntad ante la amenaza del totalitarismo y el ateismo militante,
representados por el marxismo y el mundo comunista, sin tener en
cuenta el hecho que dentro del mismo mundo cristiano había fuerzas disgregadoras, animadas por un activismo sin precedentes. Así
que, mientras nosotros hablábamos de diálogo y comprensión, los
grupos proselitistas seguían conquistando a nuestros feligreses, sin
que nadie moviera un solo dedo para ayudarlos a salir del apuro. Lo
peor del caso fue cuando, no obstante la caída del mundo comunista, se siguió con la misma línea de acción, sin cambiar de perspectiva, no obstante los grandes reveses que estábamos teniendo a causa
de la agresividad de los grupos proselitistas.
- Entonces, usted ¿ve necesario un nuevo Concilio Ecuménico?
- En cierta manera, sí. En realidad, se trata de empezar a ver las
cosas de una manera diferente, teniendo en cuenta la realidad concreta en que estamos viviendo, muy diferente de la situación en que
se encontraba la Iglesia hace cuarenta años. Según mi opinión, con
el Concilio Ecuménico Vaticano II y el Papa Juan Pablo II se cierra
una época histórica y se empieza a vislumbrar una nueva, que exige
un nuevo modelo de Iglesia, algo totalmente ausente en la perspectiva anterior. En concreto, se trata de corregir ciertas desviaciones, causadas por una mala interpretación y aplicación de los principios sobre el Ecumenismo y el Diálogo Interreligioso, y buscar
caminos concretos para reestructurar el aparato pastoral de la Iglesia, para ponerla en condiciones de atender debidamente a todos
los bautizados y cumplir con el mandato de Cristo de anunciar el
Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15).
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- Entonces, usted ¿ve como urgente la convocación de un nuevo Concilio Ecuménico?
- No tanto. En realidad, ni los papas ni los concilios hacen milagros. No son como una varita mágica, que todo lo resuelve en un
abrir y cerrar de ojos. Un concilio representa la culminación de
todo un proceso de reflexión teológica y experimentación pastoral,
que lleva a una toma de decisiones que van a marcar el futuro de la
Iglesia. Más atinados sean los análisis que se hagan y más atinadas
resultan las decisiones que se toman, con más provecho para toda la
Iglesia.
- ¿Qué habría que hacer, entonces?
- Reflexionar y ensayar nuevos métodos pastorales, para ir
dibujando un nuevo rostro de Iglesia, más acorde a su misión en el
momento actual, como portadora de un mensaje y una salvación
que van más allá de todo horizonte humano y temporal.
Veo que el reportero empieza a dar signos de insatisfacción
por el rumbo que está llevando la entrevista. Posiblemente se esperaba algo más sensacional, que pudiera despertar una cierta polémica al interior de la Iglesia. Al no encontrar lo que esperaba, trata
de cambiar de tema, haciendo preguntas sobre los candidatos presidenciales, los curas pederastas y tantas otras cosas que no vienen al
caso. Conclusión: no sale nada al aire, como si nunca hubiera habido entrevista alguna. Será para otra vez, cuando haya algo más sabroso para ciertos paladares, acostumbrados a bebidas demasiado
fuertes y comidas muy picosas.
Pensar la pastoral
Como pasa en los sueños, otra vez hay cambio de escenario.
Esta vez me encuentro en mi pueblo natal, que es Conversano, provincia de Bari (Italia). En el contexto del sínodo diocesano, estoy
invitado a presentar una ponencia sobre el tema «PENSAR LA PASTORAL». Ya sé que todo lo que digo será visto como algo extraño, ajeno
a su realidad. Repetirán la frase de siempre: «Se trata de teología
latinoamericana; nuestra realidad es muy diferente». Ni modo. Lo
mismo me pasa en México y los demás países del continente americano. Al no encontrar argumentos válidos para menoscabar el valor de mi postura o rechazarla, se salen con el cuento de que tengo
una mentalidad «europea».
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Contrariamente a lo acostumbrado, me veo frente a una inmensa asamblea de participantes, mientras leo unas hojas con toda
la formalidad del caso. En realidad, se trata de una conferencia magistral. Exordio invitando a todos los presentes a ponerse en una
actitud activa frente a la realidad, como actores, desterrando de
nuestros ambientes toda actitud pasiva, «sin ilusiones ni chispas, en
una rutina sin fin». Hago notar como normalmente en la Iglesia los
más capacitados se dedican a la reflexión teológica, no a la pastoral,
volviéndose «más amigos de los libros que de la gente».
«Se trata de una actitud frente a la vida – insisto –, encaminada a superar toda pereza mental y a arriesgar personalmente, no de
enviar gente al matadero; recorrer un camino, no de enseñarlo a
otros y quedarse mirando; pensar y experimentar con el riesgo de
equivocarse». «Pensar la pastoral significa desentrañar la realidad,
buscando la verdad de las cosas, ir más allá de las apariencias, llegar
al fondo de los problemas, las situaciones y los acontecimientos, no
dar nada por descontado, practicar la duda sistemática, no tener
miedo a ir contracorriente, aprender a cimentarse con la realidad,
aceptar ser anticonformista y estar dispuestos a enfrentarse al ostracismo».
«En el momento actual, es preciso pasar de un estado de somnolencia y apatía general a un estado de lucidez y acción, de un
estado de inconciencia a un estado de conciencia para examinar la
realidad eclesial desde todas las perspectivas posibles y tratar de
descifrar todas sus deficiencias y todas sus potencialidades. Solamente así será posible dar un salto de calidad en nuestro quehacer
eclesial, a la altura de los tiempos en que nos tocó vivir y en plena
sintonía con sus exigencias».
Esto supone una suficiente seguridad interior, que le permite a
uno «dejarse cuestionar y estimular por la realidad y volverse más
agresivo hacia ella, buscando su transformación». Cuando, al contrario, no hay ideas claras acerca del quehacer eclesial, surge el
miedo al cambio y «refugiarse en la costumbre se vuelve ley».
–Ahora bien – concluyo mi ponencia –, esta será la tarea del
sínodo que estamos iniciando: poner las bases para construir un
nuevo tipo de Iglesia, más evangélica, más libre de ataduras seculares y más idónea para cumplir con su misión en el nuevo tipo de
sociedad, que apenas estamos vislumbrando. Para lograr esto, es
extremadamente necesario dejar la actitud del avestruz, que esconde su cabeza bajo la arena para no ver la realidad, y tomar la actitud
139
del explorador o el investigador, cuya única preocupación es descubrir nuevas posibilidades y nuevos caminos. Solamente haciendo esto, es posible garantizar la salida de un buen plan de pastoral,
que sea concreto y factible. De otra manera, nos quedaremos en el
puro mundo de los propósitos o los deseos, como ha sucedido muchas veces en el pasado.
Un débil aplauso acompaña mis últimas palabras, un aplauso
de compromiso, más que de convicción. Veo que el ambiente es
esencialmente hostil, feliz en su mundo, cerrado al cuestionamiento
y acostumbrado a echar la culpa de todos los males «a los tiempos
difíciles en que nos ha tocado vivir». Mi manera de ver las cosas
incomoda a casi todos los presentes, con excepción de algunas personas poco metidas en los asuntos de la Iglesia, que posiblemente se
dejan fascinar más por la envoltura que por el contenido, casi completamente ajeno a su experiencia personal.
Al empezar la sesión de preguntas, nadie pide la palabra. Cuando parece que ya vamos a concluir el evento, un sacerdote cuarentón con modales de intelectual se levanta y hace un breve comentario a la ponencia, invitando a todos a ser más respetuosos, tolerantes y comprensivos especialmente con los más débiles, evitando ser
agresivos e impositivos.
–De otra manera –concluye –, se corre el riesgo de conseguir
un resultado totalmente contrario al que se pretende.
Se ve claramente que no le gustó nada mi manera de ver las
cosas. Contesto aclarando mi posición al respecto:
–Aquí no se trata de imponer nada a nadie, sino simplemente
de presentar una manera diferente de ver las cosas, en un espíritu
de sinceridad y radicalidad evangélica, más allá de cualquier conformismo. Que si todo esto, en lugar de estimular, molesta a ciertas
personas, encontrando en mis palabras algún reproche para su vida,
hecha de pura rutina y privada de todo ideal, será su problema.
De inmediato, un cura anciano toma la palabra:
–¿A qué se refiere usted, cuando habla de pura rutina? ¿Sabe
usted que mis múltiples compromisos no me dejan ni un momento
para respirar?
–Aquí precisamente está el problema: trabajar sin pensar. ¿Ha
reflexionado usted alguna vez en qué consiste su trabajo pastoral?
En ofrecer a los feligreses puros satisfactores, sin preocuparse de
darles lo que realmente los puede ayudar a crecer en la fe. ¿Con qué
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resultado? Que hasta los católicos, que se consideran más practicantes, a la mera hora carecen de los elementos más elementales de
la vida cristiana, como son el gusto por la Palabra de Dios, la práctica de la oración y el deseo de una vida santa. En su mayoría parecen
paganos bautizados, confirmados y casados por la Iglesia, con una
vida totalmente al margen de los valores cristianos.
–¿Qué habría que hacer, entonces?
–Aprender a pensar la pastoral, como acabo de expresar en mi
charla. En lugar de permitir que otros llenen nuestra agenda, somos
nosotros quienes tenemos que llenarla, organizando nuestras actividades y sin perder de vista nuestra tarea evangelizadora.
–Esta es pura utopía –grita alguien de entre el público.
–Y ¿cuál es el problema? –le contesto –. Si ésta es mi utopía,
¿cuál es la suya?
–Yo no tengo ninguna utopía – replica la misma voz en tono
sarcástico.
–Entonces, es mejor que se vaya a vender pepitas por la calle –
concluyo.
Un nutrido aplauso sella la conclusión del evento. Se ve que
mis palabras están haciendo mella en la mente y el corazón de un
buen número de presentes. No falta gente que me pide un autógrafo. No todo está perdido. Cuando parece que estoy sembrando en el
mar, no falta alguien que queda cuestionado por mis palabras y
empieza a ver las cosas de otra manera.
Un breve artículo, que sale el día siguiente en el periódico local, así expresa el sentido de mi presencia en mi pueblo natal al
arrancar las labores del sínodo diocesano: «La misión rebota. ¿Quién
se hubiera imaginado que un hijo de nuestra tierra, misionero en
América Latina desde hace unos cuarenta años, ahora nos viniera a
dar una lección de aggiornamento (puesta al día), invitándonos a
cambios tan radicales en un terreno tan complicado como es la pastoral? No cabe duda que también en el campo eclesial el fenómeno
de la globalización es ya un hecho».
Alguien me enseña el artículo y pide mi opinión al respecto.
–La globalización – comento –¡un verdadero problema! No es
que yo sea globalifóbico. Es que en realidad la globalización tiene
aspectos muy contrastantes. En algunos casos puede representar
un estímulo y en otros puede engendrar confusión y desaliento. Y
141
como siempre, los más débiles son los que pagan el pato. Ojalá que
en este caso no pase lo mismo.
–Creo que no. En realidad, aunque su postura sea bastante
provocadora, de todos modos no va a causar ninguna tragedia, ni en
los jóvenes ni en los más ancianos. Aquí todos estamos curados de
espanto, acostumbrados a tomar las cosas cum grano salis, como
decían los antiguos romanos, o con sano humorismo, como prefieren los ingleses. Tomamos lo que nos interesa y dejamos a un lado lo
que nos parece demasiado raro, difícil, arriesgado o inaplicable.
Lluvia de ideas
De un momento a otro regreso al escenario de la Villa del Carmen de Catemaco, Veracruz. Me encuentro en el mismo salón con
unos doscientos delegados al sínodo entre presbíteros, religiosas y
laicos. Se trata de calendarizar los trabajos que van a culminar con
la formulación del nuevo plan de pastoral. Habla un experto en el
asunto, encargado de la coordinación general.
–Lo que tenemos que hacer en esta primera etapa, es tratar de
tomar conciencia de nuestra realidad eclesial así como es, sin miedos ni tapujos. Es el momento de ver lo que somos, con qué contamos y qué podemos hacer en concreto para cumplir con nuestra
misión evangelizadora en esta porción de la Iglesia, que es la diócesis de San Andrés Tuxtla, Veracruz.
–Como siempre – añade otro miembro de la mesa directiva–,
usaremos el método del «ver, juzgar y actuar». Ver nuestra realidad
como Iglesia, reflexionar sobre nuestras fallas y la manera de eliminarlas, y actuar para crear un nuevo rostro de Iglesia, más atractivo
y capaz de dar esperanza al hombre de hoy. Solamente una Iglesia
renovada interiormente podrá lanzarse con entusiasmo a la tarea
evangelizadora.
Muchos intervienen para aclarar la finalidad del sínodo y las
distintas etapas que hay que establecer para llevarlo a cabo. Se habla de fortalezas y debilidades, estructuras de evangelización, huecos que hay que llenar para adecuar la Iglesia a las necesidades del
mundo actual, etc.
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Hacia un catolicismo
con seguridad y dignidad
Retoma la palabra el coordinador general:
–Vino nuevo en odres nuevos. Aquí está todo el asunto. Tenemos que tomar conciencia del hecho que estamos entrando en una
nueva época histórica. Ya no vivimos como al tiempo de la abuelita,
cuando toda la población era católica. Entonces, había pocos peligros para la fe. De hecho nadie se cambiaba de religión. Ahora las
cosas son diferentes. Muchos se dedican a cuestionar a nuestra gente, por radio, televisión y todo tipo de propaganda. No dejan de
visitar a nuestra gente de casa en casa, invitándola a cambiar de
religión. En esta situación, es urgente ver qué tenemos que hacer
para pasar de un catolicismo de tradición a un catolicismo de convicción, sin perder las masas. Ya no podemos seguir perdiendo gente todos los días con el pretexto de que no nos damos abasto. Si
seguimos así, poco a poco nos vamos a quedar sin nada. Es urgente
dar un salto de calidad en nuestro quehacer eclesial, para estar a la
altura de los tiempos actuales y estar en condiciones de hacer frente
a los nuevos retos que cada día se nos van presentando. No podemos seguir actuando como si no existiera el fenómeno del proselitismo religioso, que está teniendo un enorme éxito en nuestros ambientes.
–En esta situación – interviene el encargado de la catequesis –
, veo extremadamente importante utilizar una serie de estrategias,
encaminadas a fortalecer la fe del pueblo católico de tal manera que
ya no se sienta acomplejado ante los demás grupos religiosos. En
realidad, actualmente lo que está pasando es que, no obstante que
somos mayoría católica, en la práctica nos sentimos acomplejados
frente a una minoría no católica, a causa de su mayor conocimiento
de la Palabra de Dios, su mayor compromiso cristiano y su extraordinario empuje misionero, que muchas veces raya en el fanatismo.
Es tiempo de empezar a tomar más en serio el factor espiritual y
elevar nuestra manera de vivir la fe. Solamente así el católico podrá
salir de su complejo de inferioridad ante los demás grupos religiosos y crecer en autoestima y seguridad. Que no vaya a pasar que
alguien, para dar un paso adelante en su camino hacia Dios o en
general hacia la vivencia de los valores espirituales, se sienta empujado a seguir otros caminos en grupos no católicos o no cristianos,
como por ejemplo en el budismo, o en la amplia gama de posibilida-
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des que ofrece el New Age, como son el esoterismo, el ocultismo y
tantos otros ismos más.
–O sencillamente –concluye un laico comprometido–, por falta
de una verdadera educación en la fe, se deje llevar por un cierto
espíritu de autosuficiencia, que lo empuja a vivir como si Dios no
existiera, lo que es conocido como ateísmo práctico o indiferentismo religioso.
Asociaciones
y movimientos apostólicos
Cuando parece que todo está marchando sobre ruedas, algunos manifiestan su inconformidad con los trabajos del sínodo. Es
que se sienten seguros en el camino que están siguiendo y les parece
incorrecto dejar algo seguro por algo incierto. Delante de mis ojos
aparecen muchas caras de personas conocidas en distintos países y
en distintas épocas de mi vida. Fíjense que aparecen caras hasta de
compañeros de seminario. Ni modo. Así son los sueños.
–Sería como si quisiéramos dejar a un lado un tesoro, descubierto por gracia de Dios y adquirido a costa de tantos sacrificios,
para volver a buscar otro, supuestamente más precioso, sin contar
con ninguna garantía – confiesa con toda sinceridad el dirigente de
un movimiento apostólico, muy cuestionado en el ambiente –. Una
vez que uno ya cuenta con un camino, ya experimentado y seguro,
¿para qué buscar más?
–Yo, por ejemplo – sigue otro miembro del mismo movimiento apostólico –, antes vivía como un pagano bautizado. Prácticamente vivía como si Dios no existiera. Una vida sin sentido. Hasta
que encontré al hermano que acaba de hablar y mi vida cambió. En
efecto, la vida cristiana no es una filosofía o un conjunto de nociones, que se aprenden en los libros, sino un encuentro con Dios, que
se profundiza cada día más, viviendo en una comunidad bajo la guía
de personas experimentadas, que ya recorrieron el camino y que
por lo tanto están capacitadas para enseñarlo a otros.
De por sí los miembros de este movimiento ya están fichados,
por contar con un método muy peculiar de formación y seguimiento, totalmente hermético, bajo la guía de presbíteros propios, con
misas reservadas para ellos y tantas cosas raras. Ante esta postura,
el ambiente explota.
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–Así que a ustedes nos les interesa nada lo que estamos haciendo nosotros – rebate un párroco –, por contar con su propio camino de vida cristiana. Si todos pensáramos lo mismo, ¿qué sería de la
unidad de la Iglesia? Por eso yo nunca permití que ustedes entraran
en mi parroquia
–Hay que acabar con los movimientos – añade un miembro de
las comunidades eclesiales de base –. Ya basta de sectas en la Iglesia
Católica.
Se calientan los ánimos. Protestas de parte de los miembros de
otros movimientos, que se sienten completamente integrados en la
vida de la Iglesia a todos los niveles. Protesta e inconformidad de
parte del líder del movimiento mencionado.
–Quiero aclarar – sigue en tono mesurado y manifestando plena seguridad – que nuestro movimiento cuenta con la aprobación
pontificia. Así que no somos ninguna secta en la Iglesia. El apoyo y
la presencia constante de los papas en todos nuestros eventos más
importantes, manifiestan el grande aprecio que nos tienen. Además, los frutos hablan claro: contamos con más de cincuenta seminarios propios, esparcidos por todo el mundo y todos al servicio de
la Iglesia local; tenemos millares de parejas que se trasladan de un
lugar a otro en un plan misionero; hemos formado millares y millares de comunidades fervorosas en lugares completamente
descristianizados, donde parecía que la fe había muerto para siempre...
–Lo mismo está pasando con nosotros – añade un miembro de
otro movimiento apostólico muy parecido –. Estamos presentes en
casi todos los países del mundo. Hasta contamos con aldeas propias, donde se vive la fe en toda su plenitud, contando con sacerdotes propios y un método propio de santificación. Me pregunto: «Una
vez que uno ha experimentado todo esto, ¿cómo puede resignarse a
compartir su fe con gente superficial y casi pagana? Es como dar un
paso atrás. Por favor, déjennos vivir la fe a nuestro modo. Por otro
lado – concluye en tono enfático –, a nadie se le cierra la puerta.
Todos los que quieren, pueden entrar a formar parte de nuestro
movimiento y así tener acceso, como cada uno de nosotros, a los
enormes tesoros de vida cristiana, que se encierran en nuestro carisma.
- ¿Y qué pasa con los ex, es decir, con los miembros de su
movimiento, que por alguna razón abandonan sus filas? – Pregunta
un párroco que ha tenido algún contacto con este tipo de movi-
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miento -. Fíjense que no son pocos. En muchos casos, son la mayoría de los que con ustedes empiezan su camino hacia Dios. ¿Acaso
hay que abandonarlos a su suerte?
- Nunca hemos dicho esto – contesta el líder que dio origen al
debate.
- No lo han dicho abiertamente, pero con su actitud dan a entender que ésta es su manera de pensar.
- Es que nosotros somos muy estrictos en cuanto al compromiso cristiano.
- No hay problema. Lo que queremos saber es si quieren vivir
la fe por su cuenta o quieren vivirla como miembros de la comunidad parroquial y diocesana, con todas las consecuencias que esto
implica. En realidad, a veces ustedes dan la impresión de ser una
Iglesia en la Iglesia, con una práctica cristiana y una visión de la
vida muy particulares. Parecen bloques o arcas de salvación. Contando con la aprobación oficial, se sienten los grandes de la Iglesia,
los poderosos, los santos, los que han encontrado el camino. ¿Y los
demás? Sálvese el que pueda. Pleno neoliberalismo dentro de la
Iglesia. Los ricos y los pobres, los que cuentan con todo y los que no
cuentan con nada, los satisfechos y los hambrientos. Y mucho cuidado con el asunto del carisma. Sepan que cada carisma surge en
una situación concreta y está destinado a resolver problemas concretos. No se puede trasplantar un carisma de un lugar a otro, por el
simple hecho que cuenta con la aprobación oficial de parte de la
Iglesia. Hay que ver si, en un determinado ambiente o situación,
ayuda a resolver los problemas o a complicarlos más. En el caso
concreto de la apologética, ustedes dicen que no se necesita, porque así les enseñaron en su movimiento, debido al hecho que surgió
en otro lugar, donde no se vive la misma problemática que estamos
viviendo nosotros. Lo mismo con relación al anuncio del Evangelio
a los hermanos que lo desconocen. Según ustedes, basta el testimonio. ¿Por qué? Porque así les enseñaron. Así que, mientras todos
andan enseñando «su» evangelio de casa en casa, confundiendo a
nuestros hermanos en la fe, nosotros tenemos que callar, puesto
que «basta el testimonio». ¿Testimonio de qué? ¿De flojera y cobardía?
Ninguno de los interpelados toma la palabra. Todos parecen
muy cuestionados y no saben qué pensar.
Interviene el coordinador del sínodo:
146
–Hermanos y hermanas, no nos metamos en honduras, desviándonos de los propósitos del sínodo y entrando en asuntos que
rebasan nuestras competencias. Si algunos de ustedes, por alguna
razón especial, piensa retirarse, que lo haga con toda libertad. Nosotros seguiremos adelante con el programa establecido.
Toma la palabra el obispo:
–Nadie tiene que retirarse. Una vez elegidos como delegados
al sínodo, todos están obligados a participar en él hasta el final, para
no defraudar las esperanzas de los que les han dado el voto. Opinen,
hablen con toda libertad, presenten sus experiencias y hagan sus
sugerencias para el bien de toda la comunidad diocesana. Acuérdense bien: nadie es tan rico que no tenga nada que recibir y nadie es
tan pobre que no tenga nada que dar. Al final se verá, a mayoría de
votos, lo que quedará en el documento conclusivo.
Para evitar este tipo de situaciones, alguien sugiere que se
prepare un documento en que se aclare «el papel de las asociaciones
dentro de la Iglesia, de una manera especial en su relación con la
jerarquía y los demás miembros del pueblo de Dios». La sugerencia
es aceptada a unanimidad.
147
Capítulo 3
Las Comisiones en Acción
Actitud activa
Con la intervención del obispo y la decisión de aclarar la situación de las asociaciones dentro de la Iglesia, regresa la calma a la
asamblea (¿Cuál asamblea? ¿Dónde?), una calma aparente, puesto
que muchos están ansiosos de hablar, hacer oír su voz y presentar
sus proyectos acerca del quehacer eclesial. Es la primera vez que se
ofrece a todos la oportunidad de intervenir y expresarse con toda
libertad. Por eso muchos mueren de las ganas de aprovechar este
evento para presentar sus puntos de vista sobre distintos aspectos
de la vida eclesial, conscientes de estar viviendo un momento trascendental en la vida de la Iglesia.
Por lo visto, ya no se va a repetir lo que se ha hecho en otras
ocasiones anteriores, cuando los miembros de la mesa directiva eran
verdaderos maestros en el arte de la manipulación, puesto que siempre lograban lo que se proponían desde un principio, moviéndole
por aquí y por allá, al estilo de los políticos que tanto desprecian.
Esta convicción general permite a todos los delegados ponerse
ante el sínodo en una actitud activa, no pasiva, como ha sucedido
tantas veces en el pasado. En efecto, si uno sospecha que su opinión
no será tomada en cuenta, lógicamente trata de no calentarse mucho la cabeza ante los diferentes problemas que se le presentan.
Cuando, al contrario, uno sabe que su opinión es tomada en cuenta,
entonces hace todo lo posible por pensar y expresar lo que piensa,
dando a conocer la propia opinión acerca los distintos asuntos que
se van tratando y sugerir alguna solución a los problemas que se
presentan.
Aparte de esto, hay algunos grupos de delegados, bien organizados y con propuestas bien concretas, que ya empiezan a conseguir simpatizantes para sus proyectos. Algunos delegados parecen
verdaderos maestros en el arte del cabildeo. No desperdician ninguna oportunidad para abordar a los delegados más influenciables
y convencerlos acerca de la bondad de sus propuestas.
148
Espíritu de caridad
Para hacer un verdadero análisis de la realidad, de común acuerdo se establece la constitución de algunas comisiones de estudio,
que se avoquen a examinar los distintos aspectos de la vida eclesial:
clero, vida consagrada, seminario, asociaciones y movimientos
apostólicos, pastoral social–cáritas, liturgia, ecumenismo, apologética, pastoral de los alejados, pastoral bíblica, catequesis
presacramental, etc. Cada uno de los delegados puede integrarse a
la comisión que más le interesa y aportar sugerencias a las demás
comisiones. Al mismo tiempo todos pueden sugerir nuevas comisiones. Es suficiente que cinco delegados quieran formar parte de
una nueva comisión para que ésta quede formalmente establecida.
Alguien pregunta al obispo si se puede abordar cualquier tema
o existe algún tema tabú:
– Pueden abordar cualquier tema – contesta el obispo –. Lo
importante es que se haga todo con prudencia y humildad y, sobre
todo, movidos por un auténtico espíritu de caridad.
Con relación a la manera de constituir las comisiones, alguien
sugiere que para la comisión del clero haya puros clérigos y lo mismo se haga para la comisión de la vida consagrada con el pretexto
de que «los trapos sucios se lavan en casa».
Alguien toma la palabra:
– Si todos somos Iglesia, todos tenemos el derecho y el deber
de intervenir en todos los aspectos de la vida eclesial. Todos tenemos que preocuparnos por el bien de todos. Es una consecuencia
lógica de la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo (1Cor 12). Por lo
tanto, todos tenemos que opinar sobre la marcha del clero y de la
vida consagrada y sugerir algo para que mejore su situación en beneficio de toda la Iglesia.
Aplauso general. A mayoría de votos se rechaza la propuesta.
Algunos clérigos y algunas almas devotas se escandalizan. No les
parece correcto. Demasiada apertura. Un cura que conocí cuando
era niño (Fíjense que actualmente tengo 67 años. Ni modo. Son los
milagros de los sueños.), por ser rector de la capilla de San Leonardo,
que se encuentra a unos cincuenta metros de la casa paterna, donde
viví toda mi niñez y adolescencia, pregunta asustado:
–¿También las mujeres pueden participan en la comisión del
clero?
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–Claro – contesta el coordinador general –. Todos pueden
participar.
El cura se ruboriza, se confunde, mira alrededor como pidiendo ayuda y, sintiéndose solo, se aleja de la asamblea entre el silencio
general, un silencio respetuoso por el dolor ajeno ante situaciones
que rebasan la propia capacidad de entendimiento y aceptación.
Pascual, el cuentacuentos
Hechas estas aclaraciones, cada uno se inscribe en la comisión, que más le interesa, excepto Pascual el cuentacuentos, un hombre indefinido en todos los aspectos. Muchos lo llaman el aguafiestas. A veces se queda en alguna parroquia como sacristán durante
unos meses; otras veces se va a evangelizar en alguna comunidad
muy apartada, sin el permiso de nadie. Todos lo conocen y tratan de
llevarse bien o por lo menos hacen todo lo posible para no entrar en
conflicto con él, no obstante todas sus extravagancias. Algunos lo
compadecen y otros lo envidian por su manera de vivir, completamente libre, sin ninguna preocupación especial.
No cuenta con un lugar fijo donde vivir. Se queda en cualquier
lugar para comer, dormir o entretenerse. Si se enferma, lo atienden
en cualquier consultorio médico o clínica. ¿Y para pagar? Nada.
Pascual nunca paga, porque no tiene dinero ni lo ambiciona. Sencillamente no le interesa. Cuando alguien no se preocupa por su futuro o se mete en asuntos que no le interesan, la gente dice: «Tú te
pareces a Pascual, el cuentacuentos». En realidad, ésta es la especialidad de Pascual: meterse en todo sin ser invitado y contar cuentos. Cuentos aprendidos y cuentos inventados, cuentos breves y
cuentos largos. A petición de la gente o por su espontánea voluntad,
según el tiempo disponible.
Sus cuentos a veces representan una respuesta precisa a las
preguntas o inquietudes de la gente y a veces parecen reflejos de
alguna problemática que se vive en otros planetas, totalmente incomprensible para la mayoría de la gente, como si hablara en clave.
«Entienda el que pueda; yo cuento lo que veo», es su comentario
habitual, cuando alguien le objeta que no entiende nada acerca de lo
que está contando. Nunca se detiene a ampliar más o explicar mejor
lo que dice. Cuando alguien insiste en tener una respuesta más clara
a su problema, contesta invariablemente: « ¿Y la cabeza para qué la
tienes? Si no te sirve para pensar, lo mejor es que te la quites y en su
lugar te pongas una calabaza».
150
No falta gente que lo cree brujo o adivino, tan acertadas a veces resultan sus respuestas. Muchos creen que estudió en algún seminario. No falta quien asegura que llegó a ordenarse sacerdote y
por algún motivo pronto dejó el ministerio. Pascual, el
cuentacuentos, un misterio para todos, un amigo inseparable para
muchos y un alter ego para otros. Todos lo conocen y lo tratan.
Nadie puede prescindir de él. Parece la sombra o la conciencia del
pueblo, en la que todos de una manera u otra se reflejan y encuentran la explicación de algún enigma.
Las travesuras de Pascual,
el cuentacuentos
Una vez constituidas las comisiones, cada uno se dirige al lugar que le corresponde, salones o pasillos, según la cantidad de los
que integran cada comisión. Novedad: bajo el título de cada comisión, en letras grandes, se encuentra otro letrero explicativo con
letras más chiquitas. ¿El autor? Todos están de acuerdo: Pascual, el
cuentacuentos. Algunos explotan en carcajadas, otros sencillamente sonríen y otros se enojan. ¿Y Pascual? Bien campante, paseando
por el patio, como si estuviera descubriendo la ley de la gravitación
universal, completamente ausente del pandemonio causado por su
invento.
Abajo del título «VIDA CONSAGRADA», por ejemplo, se encuentra un letrero que dice: «Especie en peligro de extinción». El comentario a la «COMISIÓN DEL CLERO» es: «Se están ahogando y no
piden ayuda. Déjennos trabajar: todos tenemos derecho». Como
subtítulo a la palabra «ECUMENISMO» vemos las palabras «Sin dejarse quitar las ovejas». La «COMISIÓN DE LOS ALEJADOS» lleva como
comentario «Tierra de Nadie» y la «COMISIÓN DE LOS COLEGIOS CATÓLICOS», «De nombre».
Las paredes del salón, donde se reúnen los que van a examinar
el tema de la «RELIGIOSIDAD POPULAR», se encuentran tapizadas de
fotografías, dibujos y letreros, alusivos a las manifestaciones religiosas del pueblo, mezcladas con un sinfín de supersticiones. Por
encima de todo, se ve un enorme letrero que dice: «Manicomio».
En el auditorio, donde se realizan las asambleas generales, hay
una cartulina que tiene como título general: «¿QUÉ ES LA IGLESIA?»
Debajo siguen las palabras: «Señala la respuesta correcta» entre
estas tres opciones: «1.– Una ONG (organización no gubernamen151
tal), encargada de la ayuda humanitaria», «2.– Una agencia de ceremonias, para bodas, cumpleaños, funerales, etc., etc.», 3.– La familia de Dios para hacer de cada hombre un hijo de Dios».
Antes de dar inicio a los trabajos, todos se entretienen un rato,
viendo y comentando la obra de Pascual. Alguien lo invita a expresar más detalladamente su pensamiento acerca de tal o cual aspecto. Nada. Pascual sigue paseando, completamente absorto en su
mundo. No falta quien propone sacarlo a patadas. No tiene éxito.
Pascual cuenta con sus fans, que lo defienden a capa y espada.
Él lo sabe y se aprovecha. De vez en cuando se aparece, enseñando algún letrero, pegando en las paredes algún recorte de periódicos, repartiendo fotocopias de algún escrito suyo o sacado de algún libro o revista, gritando por el patio slogans o frases tomadas de
la Biblia, como si se tratara de un antiguo profeta. Pascual es toda
una institución, que goza de fuero propio, sin que nada ni nadie lo
pueda detener, siempre listo para cuestionar a todos y poner todo
en tela de juicio.
Muchos se preguntan: «¿Qué sería de nuestro sínodo sin
Pascual, el cuentacuentos?» Ojalá que siempre y en todas partes
hubiera un Pascual, sin padre ni madre, como caído del cielo, para
mover las conciencias y recordar a todos que «no sólo de pan vive
el hombre» (Lc 4,4).
Vida consagrada
A este punto el sueño se hace todo una revoltura, cambiando
de escenario a cada rato. Son recuerdos, sueños, pesadillas, charlas, conversaciones, conferencias, reflexiones personales y lecturas, que se sobreponen y luchan por encontrar su lugar en el tema
en cuestión, es decir, el análisis de la realidad eclesial.
Regresan a mi mente los encuentros sobre el papel de la vida
consagrada en el mundo de hoy, donde se habla de todo, menos de
lo propio. Y las preguntas vuelven a revolotear en mi mente: «En
lugar de dedicarse a promover a ciertos políticos, generalmente de
izquierda, o enseñar a sembrar o hacer letrinas, muchas veces sin
contar con una verdadera experiencia al respecto, ¿por qué las religiosas no se dedican a visitar las familias, para detectar sus verdaderos problemas, que muchas veces son de convivencia entre esposos y entre padres e hijos, y ayudarlas a encontrar alguna solución a
la luz de la fe, como verdaderos creyentes? ¿Cuál es el papel que
152
realmente les corresponde: trabajar en lo material o lo espiritual,
enseñar el camino de la tierra o el camino del cielo? ¿Qué está pasando con la vida consagrada? ¿Hasta cuándo seguirá llenando los
vacíos que deja el estado, para seguir creando nuevos vacíos, que
están llenando un sinfín de organizaciones, desde el más descarado
proselitismo religioso, hasta la Nueva Era, el esoterismo, la brujería, la magia, etc.? ¿Por qué la vida consagrada no se dedica a lo
propio y sigue picando por aquí y por allá, metiéndose en asuntos
que no le corresponden?»
Se trata de una enfermedad muy generalizada, que está afectando a la vida consagrada en todas las latitudes. Parece que fuera
del magisterio, la salud y la asistencia a los más necesitados, no
sepan qué hacer. De hecho, una vez que los gobiernos logran cubrir
estas áreas, como está pasando en los países del primer mundo, quedan sin trabajo. Es algo realmente preocupante. Existe una verdadera alergia hacia los valores estrictamente espirituales. Entonces,
viene la pregunta: «Si está pasando esto en la vida consagrada, ¿qué
nos esperamos de parte de la sociedad en general?» Sin duda, nos
encontramos ante un signo premonitor, bastante alarmante.
Seminario
Lo mismo pasa en los seminarios. Por lo visto, lo que vale es el
estudio y un cierto equilibrio como persona, sustentado en una espiritualidad que tiene poco que ver con su papel específico de futuro pastor de almas. ¿Y la pastoral? Poco o nada. Lo que importa es la
excelencia académica, como si se tratara de formar a filósofos o
teólogos. ¿Y la formación específica como futuros pastores de la
Iglesia? Cada quien haga lo que pueda. Por eso después tenemos a
pastores de la Iglesia desubicados, que no saben comunicarse con
los feligreses, expertos en hacer dormir a la gente con sus homilías,
desconectadas de la realidad y pronunciadas sin ganas, por puro
compromiso, lo que sin duda influye en crear una imagen negativa
acerca del clero y aleja a la juventud de este tipo de opción.
También en este caso habría que repetir lo anterior: primero
lo primero, es decir la preocupación por formar a verdaderos pastores de almas, y después todo lo demás. El no entender esto, nos
está acarreando grandes problemas desde la selección de los candidatos, eliminando a veces a jóvenes con verdadera vocación pero
carentes de la capacidad intelectual, que se exige para una licenciatura en filosofía o teología.
153
Con frecuencia me pregunto: «¿A qué se debe la escasez de
vocaciones: a la flojera de nuestra gente, a la voluntad de Dios o a un
capricho nuestro, por exigir a nuestros jóvenes requisitos innecesarios, para que puedan aspirar al sacerdocio?» Alguien podría objetar: «Entonces, nuestros futuros sacerdotes ¿no tendrían que estudiar filosofía y teología para poder desempeñar mejor su ministerio, una vez ordenados?» Mi respuesta es muy sencilla: claro que
tienen que estudiar filosofía y teología. El problema es: a qué nivel y
para qué. No para enseñar filosofía o teología en los seminarios o las
universidades. Para eso hay expertos, que tendrán que dedicarse a
esto de una manera especial, con estudios más especializados.
Lo que se tiene que exigir al futuro pastor de almas es lo necesario para que pueda entender la complejidad del ser humano y el
dato revelado, para vivirlo y transmitirlo a los demás de una forma
correcta. Esto supone el manejo de un lenguaje más adaptado a la
realidad en que vivimos. En efecto, no se trata de arrancar al
seminarista del mundo en que se encuentra, para catapultarlo en el
pasado, transculturándolo, lo que después causa el fenómeno de la
incomunicación entre el pastor y los feligreses. Que se entienda bien:
una cosa es el estudio de la filosofía y la teología a secas, para formar a filósofos o teólogos profesionales, y otra cosa es el estudio de
la filosofía y la teología para formar al futuro pastor de almas.
Según mi opinión, si queremos un verdadero cambio en la Iglesia, es esencial resolver primero el problema de la formación de los
fututos presbíteros, puesto que esta formación es paradigmática
dentro de la Iglesia. Como se forman los seminaristas, así se formará después a los demás agentes de pastoral. Si la formación es esencialmente teórica, así será también la formación de las religiosas y
los laicos comprometidos. Y con eso no se resuelve el problema de
la evangelización. En la formación de los futuros presbíteros está la
clave del cambio que esperamos en la Iglesia. A casi 500 años del
Concilio de Trento se exige un cambio radical en todo el sistema
formativo dentro de la Iglesia católica.
Otro problema: ¿basta la filosofía, la teología y algo de humanidades para formar al futuro presbítero? ¿Y la sociología, la
sicología, la ciencia de la comunicación y el vasto mundo de la cultura, hecho de literatura, cine, teatro y tantas otras cosas más? En
realidad, el hombre no es sólo razonamiento. Es también sentimiento, intuición y arte. ¿No se dan cuenta de que nuestro sistema educativo, en lugar de ubicar al futuro pastor de almas, lo está
154
desubicando? Por eso estamos como estamos. Por lo tanto, es urgente una revisión general en este aspecto, para adecuar la formación del clero a las exigencias del mundo actual. Es tiempo de bajar
del quinto piso, salir de la oficina y dejar el escritorio, para entrar en
el mundo real, acercándose al hombre de la calle y desde allí replantear todo el quehacer de la Iglesia en una perspectiva esencialmente
evangelizadora y misionera.
Según mi opinión, desde antes de poner pié en un seminario, el
futuro pastor de almas tiene que dar prueba de contar con las aptitudes necesarias, habiendo ya hecho sus pininos en el campo de la
evangelización. No basta haber sido monaguillo, ser muy piadoso o
sacar buenas calificaciones en la escuela. Como pasa en cualquier
oficio, nadie puede llegar a ser maestro, sin haber sido primero
aprendiz. En nuestro caso, nadie tiene que llegar a ser pastor de
almas, sin un paulatino entrenamiento en el arte de transmitir a
otros los valores evangélicos y orientarlos en el camino del seguimiento de Cristo. Solamente haciendo esto, será posible pasar de
una visión puramente cultual del papel del presbítero a una visión
pastoral.
Que el futuro pastor de almas, durante los años de preparación, dé prueba de celo apostólico, entrenándose en las visitas domiciliarias y en la catequesis presacramental, impartiendo retiros
espirituales, dirigiendo encuentros juveniles y orientando a los agentes de pastoral. Que por lo menos haya logrado acercar a Dios algunas personas alejadas, aclarar las dudas a gente confundida o ayudar a regresar al redil a gente descarriada. Al no contar con este tipo
de experiencia, ¿qué garantía ofrece un seminarista para que podamos estar seguros de que mañana será un buen presbítero, es decir,
un buen pastor de almas?
Mientras tanto, para resolver el problema de la escasez de vocaciones al sacerdocio, se puede empezar a incursionar en el mundo
de los adultos y especialmente de la tercera edad. Tratándose de
gente madura, el problema no es tan complicado. Lo que se tiene
que exigir es el testimonio de vida y una larga experiencia de participación en los asuntos de la Iglesia. Sin duda, la tercera edad ofrece
oportunidades insospechadas, especialmente si ya los posibles candidatos realizan algún ministerio instituido dentro de la Iglesia o
son diáconos permanentes. Una vez que el mismo pueblo pida su
servicio como presbíteros, ¿para qué negárselo, a costa de dejar
enteras comunidades sin pastores?
155
El buen pastor y el mercenario
A un cierto momento aparece Pascual, el cuentacuentos, repartiendo entre todos una carta abierta, dirigida al clero. Lleva la
firma de los delegados, que integran la comisión de apologética o
defensa de la fe. ¿Es obra suya o de todos los miembros de la comisión? Sin duda, se ve la mano de Pascual. La transcribo literalmente.
EL BUEN PASTOR Y EL MERCENARIO
Carta Abierta a los Señores Curas
Muy Señores Nuestros:
Permítannos que les hablemos con toda franqueza, de
ovejas a pastores.
Admiramos la entrega de muchos de ustedes, su celo
apostólico, su espíritu de sacrificio y la aceptación serena de su
soledad e incomprensión de parte de muchos.
Pero al mismo tiempo no logramos entender cierto
desaliento y falta de visión con relación a nuestras masas
católicas, que se sienten como desamparadas ante el acoso
constante de los lobos rapaces.
Claro, también los lobos son criaturas de Dios, como los
zancudos o las víboras venenosas, y por lo tanto merecen cierta
consideración. Sin embargo, no por eso no nos tenemos que
cuidar para no quedar perjudicados.
Una cosa es el respeto al derecho ajeno y otra cosa es la
rendición incondicional a los caprichos de cualquiera que se
nos pare enfrente o el abandono indiscriminado de nuestras
masas católicas a la merced del primero que trate de
conquistarlas.
¿Acaso no les dice nada la comparación que hace Jesús
entre el verdadero pastor y el mercenario (Jn 10, 11–13)? El
verdadero pastor, cuando ve llegar al lobo, se le enfrenta, a
costa de perder la vida. El mercenario, al contrario, huye,
porque no le importan las ovejas. Pues bien, cada uno de ustedes
¿ha pensado alguna vez a quién se parece, al buen pastor o al
mercenario?
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Claro que no basta la buena voluntad. No basta la
disposición interior a dar la vida por las ovejas. Es necesario
dar pasos concretos para estar en condiciones de enfrentar con
éxito a los lobos rapaces y así defender a las ovejas.
En concreto, ¿cómo se comportan ustedes con un
feligrés, que se siente acosado por los grupos proselitistas, que
ya le metieron muchas dudas acerca de la fe o se encuentra
entre amigos y parientes que ya se cambiaron de religión y lo
invitan a seguir su ejemplo?
¿Es suficiente aconsejarle que tenga paciencia, respete
a los que tienen otras creencias y no hagan caso a lo que le
dicen? ¿No se dan cuenta de que el feligrés tiene derecho a recibir
una orientación precisa de parte de su pastor, que aclare sus
dudas y lo ponga en grado de resistir frente al acoso de los grupos
proselitistas?
¿Qué les impide entender que el ecumenismo no tiene
nada que ver con esta realidad y es un puro pretexto para no
hacer nada y dejar que se pierdan las ovejas? ¿Cuándo van a
dejar la demagogia para volverse más sensibles hacia los
intereses reales del rebaño que está bajo su cuidado? (Cfr. Ez
34).
¿Acaso no le tienen miedo al juicio de la historia y, peor
aún, al juicio de Dios, pensando en el enorme daño que están
causando a sus feligreses, al dejarlos sin ninguna protección
frente a los que continuamente están tratando de confundirlos
y conquistarlos?
¿A qué se debe el hecho que su manera de ver las cosas
esté tan alejada del sentir del pueblo católico, que se siente
abandonado por ustedes, por no saber manejar adecuadamente
una problemática, que se les está escapando de las manos y lo
está perjudicando gravemente?
¿Qué esperan, entonces, para ponerse al día y estar en
condiciones de ayudar a sus feligreses a fortalecer su fe ante el
acoso constante de los lobos rapaces? ¿Acaso les preocupa que
alguien los acuse de estar en contra del ecumenismo o de estar
induciendo a sus feligreses a pelearse con la gente de otras
creencias?
Algunos de ustedes podrán objetar que están conscientes
del problema y están haciendo lo que está de su parte para
157
enfrentar con sentido de responsabilidad el fenómeno del
proselitismo religioso. En este caso, no se preocupen; esta carta
no es para ustedes.
Otros le echarán la culpa a la formación que recibieron
en el seminario: «Es que en el seminario no me enseñaron esto».
Pues bien, no todo se aprende en el seminario. Hay libros, hay
cursos, hay muchas maneras de prepararse en el campo de la
apologética. Todo es cuestión de voluntad.
Y no se olviden: si en algo les podemos servir, nos tienen
siempre a sus órdenes.
Con todo respeto, aprecio y cariño.
LA COMISIÓN DE APOLOGÉTICA.
¿Los comentarios? Casi todos positivos. Ni modo. Ésta es la
realidad, aunque a muchos les duela. Solamente los ecuménicos a
ultranza no están de acuerdo. Les parece un reflejo de la mentalidad
preconciliar, puesto que para ellos el problema del proselitismo religioso no existe, desde el momento en que cada uno con toda libertad puede optar por la religión que prefiere, sin ninguna consecuencia de tipo moral. Las almas demasiado devotas ven el documento
demasiado duro y no se cansan de alabar la entrega incondicional
de muchos miembros del clero, lo que está a la vista de todos.
Reviviendo el pasado
La mente sigue brincando de un lugar a otro, recordando escenas que parecían olvidadas para siempre, todas enfocadas al análisis de la realidad eclesial. Conferencias, diálogos entre amigos de
confianza, discusiones muy acaloradas, etc. Algo que se me presenta a la mente de una manera muy nítida y fuerte es la escena en que
una mujer, al escuchar mi punto de vista con relación al papel de la
Biblia en la vida del cristiano y de la Iglesia, explotó en un grito
acusatorio: «Aquí se está gestando un nuevo Lutero».
En otra ocasión, al hablar de la existencia de un solo Dios en
una aldea de la parroquia de San Felipe Usila, Oax., casi me
linchaban, acusándome de querer cambiar sus creencias, puesto que
para mucha gente de aquella región el sol, la luna, el fuego, el agua y
tantos elementos más de la naturaleza son dioses. Una aventura que
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nunca olvidaré y que siempre se presenta a mi mente, cuando se
trata del tema de la religiosidad popular o de la pastoral indígena.
Por lo que se refiere a la pastoral social y la cáritas diocesana o
parroquial, me veo envuelto en una tremenda discusión acerca del
problema de las prioridades, es decir, si se tiene que insistir más en
el aspecto asistencial o de desarrollo. Vuelven a mi mente antiguas
polémicas acerca del papel de las huertas familiares, la cría de animales domésticos, las cooperativas, la alfabetización, los
microcréditos y tantas iniciativas más en orden a involucrar a los
mismos pobres en su proceso de promoción. De otra manera, al no
contar con propuestas concretas, en lugar de apoyar la causa de los
pobres, se arriesga con perjudicarla más, creando en ellos un complejo de inferioridad siempre más profundo, que, en lugar de mover
hacia la acción, la paraliza.
En el fondo, se trata de experiencias pasadas, que estoy reviviendo en un contexto nuevo. Así son los sueños. Basta un estímulo,
para que todo lo pasado vuelva a resurgir con un rostro nuevo, como
respuesta a las inquietudes presentes. Ahora entiendo porque muchos se resisten a decidirse por un verdadero análisis de la realidad, sea a nivel personal que comunitario. La razón es muy sencilla:
el análisis supone siempre un deseo de cambio, dejando costumbres
arraigadas para intentar caminos nuevos. Por eso en mi mente se
asociaron el análisis de la realidad y la evangelización de los católicos con el huracán Emily.
Los alejados
Existen regiones alejadas, parroquias, rancherías, familias,
personas y sectores de la sociedad, que no cuentan con los elementos necesarios para que pueda haber una verdadera evangelización.
En un análisis de la realidad, es importante aclarar todo esto. De
otra manera, se dan golpes al aire.
Por lo tanto, si se hace un análisis de la realidad eclesial a
nivel nacional, hay que detectar aquellas regiones o diócesis más
necesitadas; si se trata de una diócesis, hay que ver cuáles son las
parroquias más difíciles y porqué; a nivel parroquial, hay que conocer los sectores, los pueblitos o rancherías más necesitadas. En este
caso, es suficiente marcar cada localidad con algún símbolo especial, para señalar si cuenta o no con una capilla, un simple curato o
también con salones anexos para la catequesis, si hay catequesis
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presacramental, si hay grupos, asociaciones o movimientos apostólicos, etc.
Solamente así es posible organizar una verdadera pastoral,
desarrollando al interior de la misma nación, diócesis o parroquia
un estilo misionero, encaminado a hacer presente la Iglesia en cada
lugar, sector y persona.
Todo esto ya lo había expresado hace más de veinte años, cuando se empezó a hablar de planes de pastoral. Pero todo fue inútil. Lo
que importaba, era analizar la realidad en su aspecto económico,
social y político y enseñar al pueblo cómo organizarse para gritar la
propia inconformidad contra el sistema establecido y, donde fuera
posible, lograr la toma de poder, aunque fuera en las pequeñas poblaciones o los municipios. ¿Con cuáles resultados? Que casi siempre los agentes de pastoral, que se metían en la política activa, poco
a poco se iban apartando de la Iglesia y caían en los mismos defectos
de los demás políticos.
«Que bueno que por fin – sueño pensando – llegó el momento
de tomar las cosas más en serio, haciendo un verdadero análisis de
nuestra realidad eclesial» y me veo repartiendo entre todos los delegados al sínodo la propuesta, que presento a continuación y que
ya los apóstoles de la Palabra hemos ensayado en algunos lugares
con óptimos resultados.
PLAN MÍNIMO DE ANÁLISIS
Y EVANGELIZACIÓN CAPILAR
PRIMERA ETAPA
Elaborar un croquis o un mapa de cada ranchería,
pueblito, cuadra, colonia o barrio, señalando con distintos
colores las familias católicas, protestantes o no creyentes.
a) Detectar a los católicos practicantes, es decir,
perseverantes, que llegan periódicamente a la Iglesia
(capilla, grupo, asociación o movimiento), señalándolos
con un color fuerte, por ejemplo, rojo.
b) Detectar a los católicos no practicantes, es decir, no
perseverantes, que no se acercan a la Iglesia o lo hacen
solamente con motivo de algún acontecimiento especial
(fiesta patronal, boda, difunto, bautismo, quince años,
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etc.), señalándolos con un color más suave, por ejemplo,
rosa.
c) Detectar a los hermanos separados, señalando cada
grupo con un color diferente (testigos de Jehová,
Mormones, Adventistas del Séptimo Día, pentecostales,
etc.).
d) Detectar a los no creyentes, con otro color especial.
SEGUNDA ETAPA
Preparar gente capacitada para atender a las distintas
categorías de personas, empezando por los católicos.
a) Católicos practicantes.
Es suficiente darles breves temas en la catequesis
presacramental antes de la Santa Misa o la celebración de la
Palabra, en la reunión del grupo, etc.
b) Católicos no practicantes.
Hay que visitarlos en su casa, tratando de aclararles la diferencia entre la Iglesia católica, fundada por Cristo, y las sectas, fundadas por hombres. Además, es importante ir aclarándoles las dudas que les vayan poniendo las sectas proselitistas. En la manera de lo posible, hay que ir despertando en
ellos el deseo de acercarse más a Dios, acercándose más a la
Iglesia.
c) Hermanos separados.
Contar por cada grupo con agentes de pastoral especializados.
d) No creyentes.
Mediante un sistema de visitas domiciliarias, tratar de acercar a los alejados y no creyentes, dándoles el primer anuncio
de la salvación (Kerigma) a los que lo acepten.
Conclusión
Primero hay que atender a los que están dentro de la Iglesia,
es decir a los católicos, sean practicantes o no.
Después hay que preocuparse por los que están fuera de la
Iglesia, es decir los que se salieron de la Iglesia y se encuentran en
los grupos proselitistas. No vaya a suceder que, por querer convencer a los de afuera, descuidemos a los de adentro y los vayamos
perdiendo.
161
Capítulo 4
Perspectivas para el Futuro
Resistencia
Me parezco a Pascual, el cuentacuentos, siempre en movimiento, pasando de una comisión a otra con los oídos bien atentos
para detectar cualquier novedad que se presente, algo fuera de lo
común, digno de ser tomado en consideración. Y a un cierto momento llega lo inesperado: una airada protesta de parte de un agente
de pastoral contra su párroco, en la comisión del clero.
–Disculpe mi atrevimiento, señor cura –prosigue el agente de
pastoral algo exaltado –. Ya estamos cansados de tratarlo como a
un niño malcriado, dándole siempre por su lado para evitar que se
enoje. Y usted sigue golpeando por aquí y por allá, deshaciendo
grupos, enojándose a cada rato, humillando a todos, menos a sus
consentidos. En un mundo dominado por la violencia, ¿qué imagen
usted está proyectando entre nosotros? La del cacique, que hace lo
que le dé la gana, sin preocuparse del daño que puede causar a los
demás. En lugar de ser un factor de superación, usted con su manera de comportarse, está afianzando en la sociedad actitudes negativas, de autoritarismo irracional. Para cualquier iniciativa, ya sabemos cuál es su respuesta de siempre: «No se puede. Ya lo intenté
otra vez en la otra parroquia. Yo conozco bien a mi gente: al principio mucho entusiasmo y después me dejan solo. Será para otra ocasión; yo les diré cuándo». Pasan los días, pasan los meses y pasan los
años, sin nada. Pura tomada de pelo. Por eso la gente se va alejando
siempre más de la Iglesia.
Interviene otro agente de pastoral, encarando la dosis:
–Señores curas, no sé si por decir esto me voy a condenar. De
todos modos, es la pura verdad. Tengo la impresión que ustedes en
muchos aspectos de la actividad pastoral, en lugar de empujar para
adelante, jalan para atrás. Será por querer trabajar solos, será por
no querer cambiar su ritmo de vida... el hecho es que ustedes hoy en
día representan un factor de resistencia en la Iglesia, mirando hacia
el pasado más que hacia el futuro. ¡Cuántas veces he tenido la tentación de dejarlo todo por la paz y retirarme! Si no lo he hecho, ha sido
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por puro milagro. Es que a un cierto momento uno se fastidia y se
cansa, al encontrar los mayores obstáculos, donde se supone que
tendría que encontrar más apoyo.
Como siempre no faltan quienes de inmediato toman la defensa de los curas, haciendo hincapié en su vida sacrificada por no
contar con una familia propia, por estar lejos de su tierra, por alguna realización en campo social, por haber construido algún templo,
etc. El ambiente se pone tenso, no obstante las intervenciones del
coordinador de la comisión que invita a la cordura. Según algunos
delegados, los curas son los culpables de todos los males presentes
en la Iglesia. Ni modo. Ahora o nunca. Están conscientes de que o
hablan ahora o se quedan callados para siempre. En realidad, es
difícil que se atrevan a decir lo mismo una vez regresados a sus
parroquias.
Por fin un cura toma la palabra en nombre de todos, el más
aventado y preparado intelectualmente:
–Así que, según ustedes, nosotros seríamos los culpables del
actual atraso, en que se encuentra la Iglesia. ¿No se dan cuenta de
que están diciendo puras barbaridades? ¿Quiénes los están formando? ¿Acaso no somos nosotros los curas? ¿Quiénes les están administrando los sacramentos? No cabe duda que tiene razón el proverbio que dice: «Cría cuervos y te sacarán los ojos».
–Por eso –interviene otro cura –yo nunca mandé a mi gente a
dizque prepararse en el centro diocesano de pastoral. Ya me imaginaba qué tipo de formación les iban a dar. En lugar de enseñarles a
ser dóciles y obedientes a los señores curas, les enseñan a criticar y
exigir. Por eso yo nunca quise tener en mi parroquia ningún tipo de
ministros laicos instituidos y menos diáconos permanentes. Pronto
le quieren quitar el lugar a uno, como aquí mismo podemos comprobar. Mi política es: «Mejor solo que mal acompañado».
Seguridad económica
Cambio de escenario. Habla un amigo catequista de España
(los milagros de los sueños):
–Lo único que ustedes están buscando es su seguridad económica. Por eso le dan tanta importancia a su enseñanza en las escuelas del gobierno. Por el sueldo. En realidad, su eficacia es casi nula.
¿Qué pasaría si algún día el gobierno les quitara la enseñanza de
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religión en las escuelas oficiales con el relativo sueldo y pensión,
una vez jubilados?
–¿Y qué quieren ustedes –contesta el cura intelectual–, que
muramos de hambre? ¿Qué creen ustedes, que con las míseras limosnas que nos dan en las misas y con el estipendio podríamos tener una vida no digamos totalmente satisfactoria, sino por lo menos
digna de nuestro estado social? ¿Para qué nos quemamos las pestañas durante años y años de estudio?
–Muchos de ustedes, no todos evidentemente, ven su actividad como una profesión cualquiera o una carrera, no como una
vocación. Hasta hay curas que, aparte de los estudios eclesiásticos,
dedican tiempo y esfuerzo para prepararse en otra profesión como
cualquier otra persona. ¿Y para qué? Para tener un futuro más seguro. Me pregunto: ¿Acaso el ejercicio de su ministerio como presbíteros no le permitiría vivir digna y honestamente?
–Es inútil seguir discutiendo sobre este tema – comenta una
hermana, que pertenece a un movimiento eclesial –. Es un cuento
de nunca acabar. Una verdadera enfermedad en la Iglesia. Es convicción general entre los curas y las religiosas que no se puede vivir
sin un sueldo fijo, venga de donde venga, con seguro social y derecho a la pensión. Por eso nos invitan continuamente a enseñar en
algún colegio o atender algún kinder, asilo de ancianos o alguna otra
obra social. Según ellos, es imposible vivir dedicándose exclusivamente al apostolado. Y sin embargo, se puede. Por lo menos ésta es
mi experiencia personal y la de los demás miembros del movimiento al que pertenezco. Haciendo visitas domiciliarias, impartiendo
cursos bíblicos en las parroquias y repartiendo literatura formativa
entre la gente, logramos vivir satisfactoriamente.
–¿Y cuando hay alguna enfermedad? –rebate una religiosa,
que se siente muy cuestionada.
–No falta alguien que nos ayude a resolver el problema. De
hecho en alguna ocasión hemos estado hospitalizadas.
–¿Y la comida diaria?
–Cuando estamos en alguna misión, la gente nos invita a compartir los alimentos en sus casas. Cuando vivimos en nuestra residencia, que casi siempre es prestada, la gente nos lleva de todo.
–¿Y para vestir?
–También la gente nos regala ropa. De hecho, nunca nos ha
faltado nada.
164
–¡Increíble!
–Pero cierto. ¿Acaso no han leído la Biblia?
–¡¿?!
–Aquí está el problema: creer o no creer en la Palabra de Dios.
Tomarla en serio o...
Simulación
Arrebata la palabra un seminarista, muy liberal pero al mismo
tiempo bien metido en el sistema:
–Ustedes andan siempre con la Biblia en la mano y en la punta
de la lengua. ¿No se dan cuenta de que el fundamentalismo bíblico
es un grave error, que puede causar grandes problemas en la Iglesia?
–Todo depende de qué tipo de fundamentalismo se trata.
–Todo fundamentalismo es malo. ¿Qué tiene que ver la situación de los tiempos bíblicos con la nuestra? Además, no se puede
tomar la Biblia al pie de la letra.
–Por eso estamos como estamos. Por eso hay tantas cosas
chuecas y tan poco fervor dentro la Iglesia. Se hace todo a la buena
de Dios, sin fijarse si está bien o mal, pensando: «Si todos hacen así,
quiere decir que está bien». Es nuestro pecado como Iglesia. Lo
mismo que pasa con los males presentes en la sociedad: nadie es
responsable y todos somos responsables. Cada uno le echa la culpa
a los demás de la situación en que se vive. Como dice el refrán:
«¿Adónde va la gente? Adonde va Vicente. ¿Adónde va Vicente?
Adonde va la gente». Y con esa mentalidad, se dedica la mayor parte del tiempo en cosas intrascendentes, ajenas a nuestra misión o
que afectan la pureza de la fe. De otra manera, ¿cómo se podría
explicar el hecho que se sigue bautizando a todos, sin ninguna garantía de perseverancia, casando por la Iglesia al que quiera, sin una
verdadera preparación y un verdadero compromiso, y celebrando
misas por los difuntos al por mayor? Y todo esto ¿para qué? Para
que haya más entradas. No hay tiempo para impartir un curso de
formación, visitar las familias o escuchar y aconsejar a la gente,
como tendría que hacer un verdadero pastor de la Iglesia, y hay
tiempo para todo los demás, aunque se den cuenta de su casi nula
eficacia espiritual. Haciendo eso, se está abaratando todo, dando
las perlas a los cerdos. Con las consecuencias que ya todos conoce-
165
mos. Una vez que la sal pierde su sabor, ya no sirve para nada, sino
para ser tirada y pisada (Mt 5,13). Y es lo que está pasando en muchos casos. El sacramento es despreciado, por ser administrado a
gente que no está consciente de su valor.
–Pura simulación – interviene la encargada de la catequesis a
nivel diocesano –. Se sigue administrando los sacramentos, a
sabiendas de que la gente ni entiende su sentido ni mucho menos
está dispuesta a vivir de acuerdo a lo que significa y expresa. ¿No se
dan cuenta de que no es lícito administrar los sacramentos por pura
costumbre, sin que haya una verdadera conciencia de lo que se está
recibiendo? Y todo esto ¿por qué está pasando? Por el maldito dinero y la flojera. Según mi manera de ver las cosas, aquí está la
causa de todo el enredo en que estamos metidos: la falta de fe, en el
clero y la vida consagrada. Nos encontramos frente a una enorme
crisis de fe. Ahora bien, si eso pasa con el leño verde, ¿qué será con
el seco?
Los pocos curas, presentes en la comisión del clero, se sienten
como acorralados. No saben qué contestar. Solamente uno, posiblemente el más sincero o ingenuo entre todos, logra balbucear algunas palabras, pronto silenciado por una avalancha de protestas:
–Si con eso ya son pocos los que frecuentan la Iglesia, imagínense qué pasaría si nos pusiéramos más estrictos.
Propuestas concretas
Otro cambio de escenario. Asamblea general con la participación de todos los delegados al sínodo (¿la segunda, tercera o cuarta
asamblea general?). Terminando los informes, habla el coordinador general:
–Los felicito. Realmente han hecho un buen trabajo. Solamente quiero repetir la observación que les hice el otro día: no somos un
departamento de quejas. Por lo tanto, tenemos que ahondar más en
el análisis de la realidad eclesial, fijándonos también en lo positivo
que hay entre nosotros. Al mismo tiempo, tenemos que ser más
prácticos, presentando a la asamblea propuestas concretas, que
miren a dibujar un nuevo rostro de Iglesia, así como nos gustaría
que fuera en el futuro. No tengan miedo de hablar, digan lo que
piensan, aunque a veces alguna idea les pueda parecer descabellada
o se trate de una simple intuición. Si es algo que tiene algún fundamento, no faltará quien lo desentrañe y le dé su pleno sentido.
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Hay un murmullo general. Casi todos están de acuerdo. Solamente algunos delegados se muestran contrariados, sintiéndose
mover el tapete bajo los pies. Aunque le cueste pedir la palabra, uno
de los delegados, más refractarios al cambio, se decide y toma el
micrófono:
–Hermanos, les confieso con toda sinceridad que, de seguir
así, temo que pronto me va a dar un infarto. ¡Tantas cosas raras me
ha tocado escuchar en estos días! Por favor, déjenme vivir en paz
estos últimos años o días de mi vida.
Se levanta otro delegado en apoyo a su petición, insistiendo
sobre el respeto que se debe a los ancianos, que no están acostumbrados a ciertas críticas.
–Según ustedes – concluye –, todo lo que se ha hecho en el
pasado, ha estado equivocado... hasta que llegaron ustedes, que han
descubierto cómo se tienen que llevar las cosas en la Iglesia. ¡Pobres ilusos! No se olviden del refrán: «Nihil sub sole novi» (No hay
nada nuevo bajo el sol).
Ni modo. No todos entienden el significado de lo que se está
intentando hacer ahora dentro de la Iglesia. No se dan cuenta de
que muchas cosas cambiaron en la sociedad y por lo tanto muchas
cosas tienen que cambiar también dentro de la Iglesia, si no queremos quedar fuera de la jugada.
Doctores honoris causa
No sé si con anterioridad hayan recibido el encargo de parte
del obispo o la mesa directiva del sínodo o están actuando por su
cuenta, sin haber recibido encomienda alguna. El hecho es que pronto
pasan adelante algunos delegados, con carpeta en las manos, listos
para intervenir. Todos se sorprenden. En realidad, se trata de presbíteros y laicos, que no cuentan con ninguna preparación especial,
gente normal, diríamos, gente de buena voluntad, que se ha hecho
en el campo de trabajo, más que en las aulas universitarias. Y sin
embargo impactan a todos por la novedad y frescura de sus intervenciones, y más aún, por la manera sencilla de expresarse, fácil de
captarse de parte de todos.
Todos los delegados no se pierden una sola palabra de lo que
dicen y tratan de apuntar lo máximo que puedan, aunque a veces
haya algo que desborde totalmente la propia capacidad de comprensión o posibilidad de realización. Se tiene la impresión general
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de que ya empezamos a aterrizar en algo concreto, aunque desafiante o puramente utópico en algunos casos. Al terminar sus intervenciones, Pascual, el cuentacuentos, levanta un letrero calificando cada ponencia. En alguna ocasión aparecen las palabras: «Doctor honoris causa».
Evidentemente no puedo recordar todo. No hay que olvidarse que se trata de un sueño. De todos modos, voy a relatar lo más
sobresaliente de sus ponencias, lo que más me ha impactado y que
posiblemente marcará el resto de mis años, hasta que este sueño no
se vuelva realidad.
Pan de Vida
y Palabra de Vida
Después de haber hecho un rápido excursus (recorrido) histórico acerca de la manera de vivir la fe de parte del pueblo católico en
el pasado, una vivencia de la fe basada esencialmente en «devociones», el primer ponente hace notar como el siglo XX ha representado para toda la Iglesia un paso en adelante muy significativo, al
descubrir el papel del Espíritu Santo en la vida del creyente y favorecer el acceso al Sacramento de la Eucaristía para todos los miembros del pueblo de Dios, desde la más tierna edad.
–Ahora –afirma con toda seguridad, con voz fuerte y deletreando cada palabra –llegó el momento de pasar a otra etapa de la
historia de la Iglesia. No sé si será la etapa definitiva. Solamente
Dios lo sabe. Para mí es suficiente saber que se trata de la próxima
etapa, en la cual yo puedo, tengo y quiero involucrarme completamente. ¿En qué consiste esta nueva etapa? En hacer de Cristo la
Palabra de Vida para todos los creyentes.
Para lograr esto, propone una estrategia muy sencilla: «Biblia
para todos y Biblia para todo; todo con la Biblia y nada sin la Biblia»,
empezando por la catequesis presacramental, desde la preparación
a la Primera Comunión, y tomando la Biblia siempre como texto
fundamental y todo lo demás como subsidio, «algo demasiado sencillo, aunque los grandes y sabios de nuestros tiempos nunca lo vayan a entender». Aplauso general.
Habla de rosario bíblico, vía crucis bíblico, posadas bíblicas,
novenario de difuntos bíblico, etc. Invita a todos a llevar la Biblia a
cualquier tipo de reunión y a la Misa. Como iniciativas prácticas
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para cambiar la mentalidad de nuestras masas católicas y
entusiasmarlas por la Palabra de Dios, sugiere hacer monumentos a
la Biblia, llevar de casa en casa la Biblia Peregrina, hacer desfiles
con carros alegóricos bíblicos, etc.
Concluye su ponencia de manera enfática:
–Como en el siglo pasado logramos hacer de Cristo el Pan de
Vida para la masa de los católicos practicantes, ahora tenemos que
luchar para hacer de Cristo la Palabra de Vida para todo católico,
que tenga algún contacto con la Iglesia, desde el más pequeño hasta
el más anciano, desde el más ignorante hasta el más sabio y desde el
más pecador hasta el más santo. De hoy en adelante, conocer, amar
y vivir la Palabra de Dios escrita ya no tiene que ser un privilegio
para pocos, sino un derecho y una obligación para todos. En realidad, como justamente afirmó san Jerónimo, «La ignorancia de las
Escritura es la ignorancia de Cristo». Por lo tanto, para nosotros,
pastores del pueblo de Dios y católicos comprometidos, dar a conocer a todos la Palabra de Dios, ya no tiene que representar un lujo,
sino una obligación y una exigencia fundamental de nuestro compromiso pastoral.
Aplauso y griterío general. Muchos se levantan y se acercan al
ponente para felicitarlo. Es un verdadero placer ver a un buen número de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos, alegres y
satisfechos, con una grande ilusión en el corazón, que se transparenta por todos los poros.
Atención pastoral:
el consejo de Jetró
Pasa otro ponente, un laico comprometido. Habla del consejo, que Jetró dio a Moisés para la organización del pueblo de Israel,
poniendo a personas de confianza al frente de grupos de mil, cien,
cincuenta y diez (Ex 18,21). Y arenga a los presentes, de una manera
especial a los miembros de la jerarquía:
–Señores, no nos hagamos de la vista gorda. La realidad es que
nuestro pueblo católico se siente solo y abandonado, «como ovejas
sin pastor» (Mc 6,34), en medio de todo tipo de peligros y tentaciones. Algo raro está pasando con nosotros: mientras los demás están
haciendo todo lo posible para conquistar a nuestras ovejas, nosotros las estamos regalando, con el pretexto de que no contamos con
los pastores suficientes. Nuestras parroquias se parecen a feudos o
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encomiendas: cada uno hace y saca lo que puede, sin preocuparse
del bienestar de toda la gente.
¿Qué hacer, pues, ante esta situación? ¿Es suficiente «pedir al
dueño de la cosecha que mande más obreros»? (Lc l0,2) ¿Por qué
no nos decidimos de una vez a echar mano donde sea para encontrar a los obreros del Evangelio que necesitamos? ¿Es correcto dejarlo todo en las manos de Dios, como si nosotros no tuviéramos
nada que ver en el asunto, o seguir pidiendo solamente por las vocaciones sacerdotales, como si no nos interesara otro tipo de obreros
del Evangelio?
Siguiendo el ejemplo de Jetró, invita a los miembros de la jerarquía a establecer planes concretos para una debida atención pastoral de todo el pueblo católico. ¿Qué no hay suficientes presbíteros? ¿Y cuál es el problema? Que se eche manos de los diáconos
permanentes o de laicos comprometidos, que se dediquen a la pastoral a tiempo completo o tiempo limitado, contando con una debida remuneración económica.
Concluye, proponiendo algo muy concreto:
–Lo ideal sería que hubiera por cada mil habitantes por lo menos un ministro ordenado, presbítero o diácono. Que se tenga esto
como meta a lograr dentro de diez o quince años y por mientras se
establezcan metas intermedias con un ministro ordenado por cada
diez, ocho, seis, cuatro y dos mil habitantes. Además, que a nivel
parroquial, cuando se trate de parroquias con una feligresía bastante numerosa, un diácono permanente esté al frente de la catequesis,
la pastoral penitenciaria, la pastoral juvenil, la pastoral de enfermos, la pastoral de alejados, etc. y que en cada pueblo de unos 500
habitantes para arriba haya un diácono permanente como coordinador general para dar más dignidad a la presencia de la Iglesia
Católica en aquella localidad. ¡Qué pena da a veces ver en un pueblo
a un simple catequista, con escasa preparación, representar a la
comunidad católica en los asuntos que se refieren a la escuela, la
salud, la administración civil y las relaciones con los demás grupos
religiosos! Imagínense como se siente este catequista frente al director de la escuela, el doctor o la enfermera del centro de salud y
los pastores de los demás grupos religiosos, que muchas veces cuentan con un diplomado o una licenciatura en teología. Es tiempo de
pensar seriamente en este problema y empezar a preparar planes
concretos para darle solución. En realidad, ningún plan de pastoral
170
podrá arrancar seriamente sin resolver primero el problema de la
organización interna de la Iglesia, hasta poder atender a todos los
católicos uno por uno. Este es el grande reto que la jerarquía tiene
que enfrentar sin demora, aunque le cueste bajar del mundo de los
conceptos al mundo de la acción. De una vez tenemos que desechar
la idea de la parroquia como un feudo o una encomienda, de donde
sacar lo máximo que se pueda y empezar a ver la acción pastoral
como un servicio. En este sentido, como Iglesia estamos muy atrasados. Teniendo en cuenta la complejidad de la situación, según mi
opinión, habría que pensar en la creación de una nueva figura, que
se dedicara exclusivamente a la organización pastoral a nivel
parroquial, zonal o diocesano, una especie de manager de pastoral u
organizador de pastoral.
Ante esta perspectiva con relación a la manera de atender adecuadamente al pueblo católico, todos quedan callados, en un silencio cargado de reflexión. El asunto parece realmente grave y requiere una solución urgente. Alguien se atreve a exteriorizar alguna
perplejidad:
–Todo lo que usted acaba de decir es correcto. El problema es:
¿Dónde encontrar los medios económicos suficientes para preparar a tanta gente y mantenerla?
–Cuanto más y mejor se atiende al pueblo, tanto más y mejor
será su respuesta para solventar los gastos, que implica su adecuada
atención pastoral. Fíjense en lo que está pasando con los demás grupos religiosos. Un pastor cuenta con apenas unas 20 – 30 familias y
logra sacar lo necesario para su sustento. Ahora bien, si ellos pueden lograr esto, ¿por qué nosotros no lo vamos a lograr? Como ven,
no se trata de un problema de dinero, sino de una actitud mental
frente a nuestro quehacer pastoral y frente al futuro. En lugar de
seguir con una pastoral sin ninguna perspectiva para el futuro, que
mira esencialmente a resolver los problemas que se presentan al
momento, dándole a la gente lo que pide, a sabiendas de su escaso
valor en orden a una vida realmente cristiana, pensemos en invertir
mejor nuestro tiempo y nuestros recursos, dando a nuestros feligreses un alimento realmente sustancioso, que los ayude a realizar
un verdadero encuentro con Dios. Esto seguramente va a redituar
en una mayor garantía para el futuro, al contar la Iglesia con gente
realmente identificada con los ideales cristianos y consciente de sus
obligaciones en orden a proporcionar a sus pastores los medios necesarios para llevar adelante su misión. Además, en muchos casos
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es cuestión de ver cómo administrar los recursos, evitando fugas,
especialmente en las parroquias más pudientes.
Diferentes tipos de católicos
Un débil aplauso y sigue otra intervención. Es un cura español,
posiblemente de Sevilla. Presenta una problemática propia de España, que sin embargo tiene algo que ver también con ciertas situaciones presentes en México y algunos otros países de América Latina.
–En mi tierra –explica – existen las hermandades, que cuentan con una gran cantidad de miembros y un cierto poder económico. Toda su religiosidad se desarrolla alrededor de alguna imagen
con romerías, procesiones y tantas otras cosas, que saben más de
folclor que de fe auténtica. Frente a esta situación, me pregunto:
¿Es correcto seguir administrando los sacramentos a esa gente? ¿No
sería mejor tratar primero de acercarla poco a poco a Dios, en un
verdadero proceso de conversión?
Según su opinión –afirma –, habría que dividir al pueblo católico en tres categorías:
–Primera categoría: católicos a su modo.
Son los católicos metidos en la pura religiosidad popular, muy
parecida a la religiosidad natural con un barniz cristiano, sin un
verdadero conocimiento y una práctica cristiana. Se sienten satisfechos por lo que son y no tienen ningunas ganas de dar un paso
adelante. Pues bien, al faltarles lo esencial de la vida cristiana y al no
tener ningún interés por adquirirlo, no sería lícito administrarles
los sacramentos, que son lo específico de la vida cristiana. Entonces, habría que pensar en algo sustitutivo, para que no se alejen
completamente de la Iglesia.
–Segunda categoría: católicos de buena voluntad.
Son los católicos que están conscientes de su situación de alejados y, valorando su sentido de pertenencia a la Iglesia, están dispuestos a cumplir con los requisitos necesarios para acceder a los
sacramentos.
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–Tercera categoría: católicos practicantes.
Son los católicos, que conocen suficientemente los contenidos
de la fe y tratan de vivir en consecuencia.
Ahora bien, para los miembros de cada una de estas categorías
habría que desarrollar una pastoral especial, con miras a impulsarlos a dar un paso adelante. Lo importante es no revolverlo todo,
confundiendo los distintos niveles de religiosidad y pidiéndole a
uno lo que no puede dar o dándole algo que no está en grado de
apreciar por desconocer su sentido.
– Esto está canijo –es el comentario de un catequista, interpretando el sentir general de la asamblea –Es un verdadero problema, que de todos modos algún día habría que enfrentar.
– Y si no se les dan los sacramentos, ¿cómo se van a salvar? –
pregunta un delegado medio espantado, convencido de que basta
recibir los sacramentos para salvarse, como si se tratara de algo
mágico.
– Si hubiera sabido que las cosas iban a llegar tan lejos, mejor
me quedaba en mi asilo de ancianos – concluye una anciana religiosa.
Simplicidad evangélica
A dos mil años de distancia desde cuando Jesús anunció su
Evangelio por los caminos de Palestina, ¡cuán complicado se ha
vuelto su mensaje! Todo se ha vuelto asunto de expertos. ¿Y las
masas, que Jesús tanto amaba y a las cuales dedicó gran parte de su
tiempo? Quedan marginadas. Pocos se dedican a transmitirles su
mensaje y muy poca gente logra entenderlo por la manera como le
viene anunciado.
Alguien se hace eco de esta inquietud:
– Hermanos y hermanas, ¿han pensado alguna vez en la triste
situación en que se encuentran nuestras masas católicas? Mucha
gente de buena fe, pero acomplejada, sin ninguna seguridad interior. Los asuntos de la fe se han vuelto para ellas realmente misteriosos por el lenguaje que se maneja y la complejidad de sus contenidos. ¿Por qué no hacemos el intento de regresar a la simplicidad
evangélica, con contenidos precisos, sencillos y claros, reservando
a los expertos su profundización, utilizando las categorías que consideren más convenientes?
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Como siempre, no faltan pros y contras. Muchos no perciben
la diferencia entre el lenguaje que se está manejando, casi siempre
filosófico, y el contenido. No saben distinguir entre el trigo y la
paja. Piensan que, al cambiar el lenguaje, cargado de tecnicismos
propios de expertos, se arriesga con cambiar también el contenido.
Por eso quedan perplejos o asustados. Prefieren que no se cambie
nada y se deje todo como está. Ni modo. Lo bueno es que no falta
quien empieza a pensar. En realidad, de eso se trata, de estimular la
reflexión. Solamente así algún día, después de muchos intentos, se
podrá llegar a encontrar alguna solución, liberando el mensaje de
un sinfín de envolturas, que lo han hecho siempre más imperceptible, y presentándolo lo más simple posible en toda su frescura, riqueza y pureza. Que el vehículo no se transforme en un obstáculo
para llegar al meollo de la fe.
Cómo vivir siempre en paz con Dios
En esta misma línea de pensamiento y estimulado por la reflexión anterior, toma la palabra un perito, salido quién sabe de
dónde:
–Veamos en qué enredo, con el pasar de los años, nos hemos
metido con relación al Sacramento de la Reconciliación. Nadie niega que la Iglesia tiene el derecho y el deber de establecer la manera
práctica de celebrar los sacramentos. El problema es saber si la praxis
actual, tan diferente de la de los primeros siglos de la Iglesia, sea
hoy adecuada en orden a conseguir el perdón de Dios de parte de un
miembro de la Iglesia, que ha pecado y se siente arrepentido. Pensemos en la enorme escasez de presbíteros, que existe en América
Latina. De hecho la mayoría de nuestros católicos tiene poca oportunidad de acudir a este sacramento. Pues bien, teniendo en cuenta
esta realidad, ¿no sería conveniente ver la posibilidad de regresar a
la praxis de la Iglesia primitiva en orden a garantizar el perdón de
los pecados de una manera más factible y generalizada?
Otra vez los ánimos vuelven a calentarse. Para algunos, es increíble que un teólogo profesional se salga con este tipo de barbaridades, poniendo en tela de juicio asuntos ya aclarados y definidos
por la Iglesia. Otros ven una posibilidad de resolver tantos problemas en la vida de la Iglesia actual y piden al perito que, si es posible,
aclare mejor su postura, sugiriendo algunas líneas de solución.
–En pocas palabras –sigue el perito –, ésta es mi opinión al
respecto y la voy a expresar con toda franqueza y humildad, siem174
pre dispuesto a escuchar otras opiniones, que posiblemente pueden
ofrecer mayores luces sobre un tema tan actual y controversial.
Ahora bien, estos serían los pasos a dar, una vez que uno tome conciencia de su pecado y quiera conseguir el perdón de Dios:
1. Arrepentirse y pedir perdón a Dios, como hicieron el
rey David y el hijo pródigo (2Sam 12,13; Sal 51(50); Lc
15, 11–32).
2. Reconciliarse con los demás (Mt 5,23–24) y perdonar
las ofensas recibidas (Mt 6,14–15).
3. Orar, ayunar, hacer actos de penitencia y obras de
misericordia.
4. Todo esto a nivel individual y comunitario (Stgo 5,16–
20).
Ahora bien, suponiendo todo este proceso, ¿no sería
conveniente conferir un valor sacramental al acto
penitencial, que se hace al dar inicio a la celebración
eucarística? En orden a la purificación y la conversión
que se exige al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo
(1Cor 11, 27-29), ¿no sería más pedagógico y efectivo
que la praxis actual, que cada día se está haciendo siempre
más problemática?
Por otro lado, ¿no estaría más en sintonía con la praxis
de las primeras comunidades cristianas y el verdadero
sentido de la Eucaristía, vista como culminación de todo
el proceso de conversión? A este propósito, es suficiente
ver lo que encontramos al respecto en la Didajé
(enseñanza) de los doce apóstoles: «En cuanto al
domingo, una vez reunidos, partan el pan y den gracias,
después de haber confesado sus pecados para que su
sacrificio sea puro» (Didajé 14,1). En el primer prefacio
de la Eucaristía, se dice: «Cuando comemos su carne,
inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando
bebemos su sangre, derramada por nosotros, quedamos
limpios de nuestros pecados.» Así la celebración
eucarística adquiere su pleno sentido, al reconciliar
plenamente con Dios y la comunidad.
No hay que olvidar que, una vez que se den ciertas condiciones
y se realiza un verdadero encuentro con Dios, todo esto de por sí
175
implica el perdón de los pecados y el otorgamiento de la ayuda necesaria para que uno pueda cumplir con la misión, que Dios le haya
asignado (cf Is 6, 1-13).
Estoy convencido de que, solamente si se resuelve este problema, será posible dar paz y tranquilidad a la conciencia de los
católicos practicantes y ponerlos en un camino de verdadera maduración espiritual, sin la necesidad de una dependencia constante de
los presbíteros, que de por sí escasean y no siempre están dispuestos para un ministerio tan desgastante, especialmente cuando tiene
que ver con asuntos que no tienen relevancia en orden al crecimiento espiritual.
Esto explica porqué los ejemplos del pasado y las repetidas
recomendaciones de la jerarquía acerca de la importancia de la confesión frecuente han caído en el vacío. Es que el problema es más
profundo de lo que uno se pueda imaginar a primera vista. Además,
lo que en un principio pareció una solución segura y fácil al asunto
de la penitencia, mediante un encuentro personal con el ministro,
hoy se está volviendo en un grande problema precisamente por la
escasez de los ministros. Lo barato nos está costando caro.
–Esto evidentemente se puede hacer, cuando se trata de pecados leves – interviene uno de los presentes. – El problema es cómo
comportarse, cuando se trata de pecados graves.
–Pecados leves y pecados graves. No pecados de muerte =
pecados contra el Espíritu Santo, que de por sí no tienen perdón (Mt
12,32;1Jn 5,16). Ni aquellos pecados para los cuales la Iglesia establece un tratamiento especial, con una intervención directa del obispo o del presbítero ( véase la praxis de la Iglesia primitiva).
Dos medidas
Posiblemente no todos los participantes están en grado de captar el verdadero sentido de lo que se está tratando. De hecho, muchos quedan desorientados, no sabiendo qué pensar. Interviene un
laico comprometido, que cuenta con un diplomado en teología:
–Sin duda, todo esto me intriga y fascina. Al mismo tiempo me
ayuda a entender cómo posiblemente ciertos curas resuelven este
tipo de problemas, cuando no cuentan con una posibilidad real de
acudir al sacramento de la reconciliación.
–Bueno –contesta otro laico comprometido –, se trata de casos de extrema necesidad. ¿O prefieren que, al encontrarse en de176
terminadas situaciones de conciencia, los curas dejen de administrar los sacramentos? Acuérdense de que se trata de un ministerio,
es decir, de un servicio a favor de la comunidad y no de un asunto
personal.
–El problema no es esto. El problema es saber si vamos a utilizar una sola medida para todos o dos medidas diferentes: una para
el pueblo en general y otra para los pastores. Me temo que en estos
casos se esté cayendo en lo mismo que reprochó Jesús a los escribas
y maestros de la ley de aquel tiempo: «Ustedes a los demás imponen
cargas pesadas, que ustedes no tocan ni con un solo dedo» (Lc 12,46).
Los comentarios de Pascual,
el cuentacuentos
Con estas reflexiones llegamos al clímax de nuestros trabajos
sinodales. Ahora se trata de profundizar el análisis de la realidad
eclesial y ver en concreto qué podemos hacer, para salir del bache
en que nos encontramos. Mientras tanto, nos tomamos un momento de respiro, empezando por echar un vistazo a lo que nos ha preparado Pascual, el cuentacuentos, que nunca pierde tiempo.
En el fondo del auditorio hay letreros y dibujos, pegados a las
paredes, con mensajes siempre más provocativos. «Adiós, mariquita» dice un letrero arriba de un dibujo, que presenta a un joven
despidiéndose de un seminarista. Como comentario a un artículo
sobre el caso de los curas pederastas en Estados Unidos, se encuentra otro letrero que dice: «Cuando veas la barba de tu vecino rapar,
pon tu barba a remojar». A la entrada del auditorio, bajo las palabras: «Análisis de la realidad eclesial», se lee: «Mejor tarde que nunca». En otro lugar se ve dibujada una enorme alcancía con un letrero que dice: «Limosna para el culto» y cerca de la alcancía se ve a un
cura con la llave en la mano en actitud de sacar el dinero, mientras
dice: «Aquí el único culto soy yo».
En el comedor, adonde acuden todos para tomar café, sigue
presente la mano de Pascual, el cuentacuentos. Entre todos sus
mensajes, prevalece uno que dice: «Vacas gordas y vacas flacas» y
alrededor de estas letras se ven dibujadas, en la manera más ridícula
que uno se pueda imaginar y aludiendo a casos muy concretos, personas demasiado gordas y personas demasiado flacas, entre curas,
monjas y demás agentes de pastoral. Es el centro de la atención y
177
nadie falta a la cita con la obra maestra de Pascual, observando los
distintos personajes y soltándose en carcajadas.
Después del huracán...
Viene la calma. El mismo obispo (¿quién? ¿dónde? ¿cuándo?
No nos olvidemos que se trata de pura imaginación, sueños... ¿Qué
son los sueños?) toma la palabra y da por concluida esta etapa del
proceso sinodal.
–Hermanos y hermanas en Cristo, ya pasó el huracán. Cada
quien tuvo la oportunidad de soltar la lengua y sacar lo que tenía
dentro. Ahora viene lo más delicado y sabroso: delante del sagrario
y a la luz de la Palabra de Dios, tenemos que reflexionar sobre todo
lo que hemos escuchado y ver en concreto qué nos pide el Señor en
este preciso momento de la historia y en el lugar donde estamos
desempeñando nuestro servicio a favor de la porción del pueblo de
Dios, que nos ha sido encomendada. Sigan sesionando las comisiones según la necesidad de cada una; sigan teniéndose reuniones periódicas para compartir los avances y despejar las dudas. Siempre
unidos, apoyándonos los unos a los otros. Que de una vez se destierre de nuestros ambientes aquella actitud negativa, que tanto daño
nos ha causado hasta la fecha y que se puede resumir en aquel refrán popular, por todos conocido: «Que cada quien se rasque con
sus uñas».
Sigue hablando de libertad, colaboración y aprecio entre todos, sin distinción alguna, a nivel de personas, categorías y grupos,
«resistiendo a la tentación de querer imponer a los demás las propias ideas, método de trabajo o estilo de vida, pensando que se trata
de lo mejor».
–Aquí no se trata de saber qué es lo mejor, sino de tomar conciencia del don, que el Espíritu ha depositado en cada uno de nosotros y ponerlo al servicio de la comunidad. En este momento tan
trascendental en la historia de la Iglesia y la humanidad, tenemos
que apostar por la libertad, condición esencial para que haya más
creatividad, y desde ahí empezar a vislumbrar y dibujar un nuevo
rostro de Iglesia. Que a nadie se le ocurra soñar con un tipo de
Iglesia a la propia medida, toda volcada en lo social o completamente metida en el asunto de la salvación del alma. En la Iglesia hay
muchos carismas; además, el Espíritu Santo sigue suscitando nuevos carismas. Adelante, pues en la libertad del Espíritu, dando cada
uno lo mejor de sí.
178
Como signo concreto de este espíritu de colaboración, que tiene que reinar entre todos, el obispo sugiere que en cada parroquia o
capilla se establezca un sistema de rotación en la animación litúrgica
de manera que todos tengan la oportunidad de darse a conocer a la
comunidad: movimientos apostólicos, comunidades eclesiales de
base, grupos de catequistas, etc. La idea a todos parece estupenda y
viene saludada con un prolongado aplauso.
Y concluye:
–Hermanos y hermanas en Cristo, si de veras queremos cumplir con nuestro papel dentro de la Iglesia, necesitamos evitar dos
actitudes igualmente dañinas: la del instalado, que no quiere cambiar nada por miedo a perder la propia seguridad, y la del aventurero, que busca la novedad por la novedad, sin importarle el resultado
concreto de su acción. Haciendo las cosas con sentido de responsabilidad y movidos por un genuino espíritu de servicio, cada uno de
nosotros logrará dar su aporte concreto a la causa del Evangelio.
Yo, por lo que a mí se refiere, he decidido lo siguiente: antes de
dimitir (me faltan apenas tres años), quiero hacer una verdadera
experiencia misionera, tratando de evangelizar personalmente, uno
o dos días a la semana, las colonias más abandonadas de la cabecera
diocesana. Mediante una serie de visitas domiciliarias, trataré de
sensibilizar a la gente acerca de los valores espirituales, introduciéndola en el rico y maravilloso mundo de la Biblia. Cuando vea
que las cosas estén maduras, es mi intención concluir este proceso
de acercamiento a Dios mediante retiros espirituales, que sirvan
como base para dar inicio a pequeñas comunidades cristianas. Ni
modo. Lo que no tuve el valor de hacer durante tantos años con el
pretexto de la falta de tiempo, lo voy hacer ahora. Como dice el
dicho: «Ahora o nunca». A ver: ¿quién de ustedes quiere acompañarme en esta aventura? Levante la mano.
Todos se miran en la cara como espantados. Se dan cuenta de
que las cosas van en serio y no se quieren aventar. Alguien empieza
a pasar la voz, sugiriendo el nombre del secretario del obispo, hasta
provocar un alboroto general: «Lupe», «Lupe», «Lupe» .... El P.
Lupe se pone rojo como un tomate, se levanta y balbucea:
-Es que estoy preparando la tesis...
-No le saques – le grita uno se sus compañeros de ordenación . No vas de dejar solo al señor obispo cuando más te necesita.
179
-Ni modo – concluye el obispo -. Se ve que les va a tocar acompañarme a los diáconos permanentes y transitorios. Y quede bien
claro: de hoy en adelante no voy a ordenar a nadie, sin que haya
hecho primero un verdadero tirocinio pastoral, acompañándome
en la misión.
Prolongado aplauso de parte de todos, pero de una manera
especial de parte de los laicos que pertenecen a los movimientos
apostólicos. Entre estos, algunos matrimonios de la tercera edad
expresan su deseo de acompañar al obispo en su aventura misionera.
Se lo merece. Antes de dispersarnos, alguien pregunta cuándo
se prevé la conclusión del sínodo con el plan de pastoral. La respuesta del obispo es cuánto más inesperada:
–Nunca va a terminar este sínodo. De hoy en adelante, estaremos en sínodo permanente. Y nunca habrá un plan de pastoral definitivo. Mano a mano vayamos experimentando iniciativas concretas, las iremos incluyendo en el plan de pastoral. ¿Hasta cuándo?
Hasta que Dios quiera.
Otro aplauso más fuerte y más prolongado. De veras que el
obispo no deja de sorprendernos. Y me despierto. No se olviden que
se trata de un sueño. De todos modos, una pregunta sigue intrigándome: «¿Es propio necesario que haya un huracán dentro de la Iglesia, para que despertemos y nos demos cuenta de que estamos viviendo en un mundo muy diferente del que nos estamos imaginando
y que por lo tanto necesitamos realizar cambios profundos, que vayan más allá de un simple maquillaje?»
Madrid, España, a 14 de octubre de 2005.
180
TAREA
1. ¿Qué te parece el análisis de la realidad eclesial, que se acaba de
presentar:
a) Bueno
b) Exagerado
c) Excelente
2. ¿Qué aspecto te impactó más?
¿Por qué?
3. ¿Qué aspecto te parece que no responde a la realidad?
¿Por qué?
181
4. ¿Hay algunos aspectos importantes de la realidad eclesial, que
no han sido analizados?
Sí
No
Si la respuesta es afirmativa, señala algunos aspectos importantes de la realidad eclesial, que sería bueno analizar:
182
Cuarta Parte
DIBUJANDO UN NUEVO
ROSTRO DE IGLESIA
A todos los niveles y en todas las latitudes se está constatando que una gran cantidad de católicos queda sin atención
pastoral y está dejando la Iglesia. Al mismo tiempo se están señalando algunas causas. ¿Cuándo empezaremos a pensar en una
estrategia global para enfrentar seriamente estos problemas y
resolverlos? ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Qué es lo que nos
está atorando?
¿No será que le tenemos demasiado miedo a descubrir que,
para resolver estos problemas, se necesita meter sobre la mesa
todas las cartas, es decir, que se necesitan muchos cambios dentro de la Iglesia, cambios que nos afectan profundamente, prefiriendo la vida del instalado a la vida del pionero, la seguridad al
riesgo, la flojera y la cobardía a la búsqueda valiente de soluciones?
183
184
Primera Parte
Un cambio urgente
1.- UNA TAREA DE TODOS
Un modelo eclesial agotado
Nos encontramos en las postrimerías de un modelo eclesial ya
agotado. Todo nuestro sistema doctrinal y pastoral se encuentra
sobrecargado de elementos propios de épocas pasadas. Nuestra organización ya no responde a las exigencias del mundo actual. Todos
nos sentimos nerviosos, pastores y ovejas. Nos sentimos superados
por los acontecimientos, amarrados a un mundo que ya no existe,
desfasados.
No podemos caminar con agilidad. Nuestros pasos se vuelven
pesados. Nos sentimos cansados y fastidiados por la multitud de
documentos que continuamente nos llegan para aclarar tal o cual
aspecto doctrinal o pastoral. Añoramos la frescura y la simplicidad
evangélica. Y mientras tanto, perdemos gente.
Cómo reaccionar
¿Qué hacer frente a esta situación? ¿Aguantar, pensando que
de parte nuestra no podemos hacer nada para cambiar las cosas?
¿Refugiarnos en la oración, dejándolo todo en las manos de Dios y
esperando algún signo, que venga de arriba?
¿O aventar la toalla, convencidos de que todo esfuerzo humano es inútil? ¿O pasar al otro bando, que parece contar con mejores
herramientas para enfrentar los retos que presenta el mundo actual?
Podemos hacer algo
Nada de todo esto. Todos somos Iglesia. Todos podemos y
debemos hacer algo para ir cambiando las cosas, convencidos de
que el Papa y los obispos no tienen la exclusividad de la intuición ni
del carisma. Todos podemos y tenemos que hacer algo para ir eliminando por lo menos alguna arruga, que está desfigurando el rostro
de la Iglesia. Sin resentimientos contra nadie. Sin rebeldías fuera de
lugar. Sin fanatismos de ningún signo.
185
Tratando de ver las cosas desde otro punto de vista. Empezando a vislumbrar otra manera de vivir la fe, más actual y más conforme al Evangelio. Con más entusiasmo. Con más radicalidad y autenticidad. En plena ortodoxia. Así, poco a poco, todos juntos, cada
uno desde su trinchera, iremos dibujando un nuevo rostro de Iglesia, más juvenil y atractivo, que inspire confianza. ¿Qué les parece?
Espacios abiertos
En realidad, existen muchos espacios abiertos para satisfacer
nuestra imaginación creativa y permitirle cimentarse con la realidad. ¿Por qué no aprovecharlos? ¿Por qué no ir construyendo piezas, que algún día puedan ayudar a construir el gran edificio de una
Iglesia renovada, con los bríos de la juventud, al estilo de los profetas, los apóstoles, los mártires y tanta otra gente, enamorada de
Cristo y apasionada por la humanidad, que tanto esplendor han dado
al pueblo de Dios a lo largo de tantos siglos?
La historia nos juzgará
A trabajar, entonces, con ganas, abriendo brechas o ensanchando veredas. Podemos y tenemos que dar la gran batalla con
valentía, sabiendo que la historia de la Iglesia ni empieza ni termina
con nosotros. No nos olvidemos de que hubo otros momentos parecidos al que estamos viviendo nosotros, en que nuestros antepasados tuvieron que enfrentar los mismos retos, con actitudes y resultados muy diferentes.
Ahora bien, ¿cómo queremos ser juzgados nosotros por las
generaciones venideras? ¿Cómo los cobardes que se dejaron amedrentar por las circunstancias y quedaron paralizados o como los
valientes que supieron dar la gran batalla y revirtieron la situación,
pasando de una Iglesia estática a una Iglesia dinámica, de una Iglesia en picada a una Iglesia en subida, liberándose de todas las amarras inútiles y despegando el vuelo como en los inicios de su gran
aventura?
2.- DOS MANERAS DIFERENTES
DE SENTIR Y VIVIR LA FE
Para poder ubicarnos correctamente en orden a la construcción de un nuevo modelo de Iglesia, considero de suma utilidad el
186
manejo de la siguiente clave, que nos puede ayudar a interpretar
correctamente la realidad eclesial.
Régimen de cristiandad
Se trata de un sistema eclesial, que se ha ido estructurando a lo
largo de muchos siglos en una sociedad completamente católica e
impregnada de espíritu religioso, con características muy peculiares.
Se da más importancia a lo exterior que a lo interior. La fe se
aprende con la vista: santuarios, peregrinaciones, hábitos llamativos para las religiosas y los ministros de culto (parecen desfiles de
moda), monumentos, estatuas, fiestas religiosas con mucho dispendio de energías y recursos económicos, etc. Todo mira a impactar.
Puesto que todo tiene que ver con la sociedad, se pide el apoyo del
Estado.
Por el mismo atraso en que vive la sociedad, la Iglesia se avoca
a las obras asistenciales, que le permiten alcanzar un alto prestigio.
Normalmente las congregaciones religiosas suplen las deficiencias
del estado. En lo espiritual, reflejan el estilo general, intimista y
providencialista. Todo se resuelve mediante la oración. Los mismos títulos de las congregaciones reflejan este aspecto. La práctica
religiosa es vista esencialmente como obediencia a Dios y búsqueda
de su gloria, más que como plena realización del ser humano.
Con relación a la autoridad, se prefiere la actitud sumisa y pasiva. No se habla de derechos, sino de deberes. Se enaltece demasiado el papel del ministro ordenado, visto como un ser superior por
los poderes de los que goza. Se habla más de poder que de servicio.
Aunque se reconozca la importancia de la participación del hombre
en la búsqueda de la propia salvación, de hecho se confía demasiado
en la doctrina del ex opere operato, hasta hacer de los sacramentos
unos ritos mágicos.
Sociedad plural
En una sociedad caracterizada por el pluralismo cultural y religioso, evidentemente muchas cosas tienen que cambiar. Pues bien,
¿qué tipo de sistema eclesial se está perfilando en este nuevo contexto histórico? ¿Qué nos está diciendo la experiencia al respecto?
Se da más importancia a lo interior, que tiene como base una
187
conversión y un encuentro personal con Cristo. La fe se aprende
con el testimonio, el estudio y la reflexión, y se vive. Vale en la
medida en que influye en la propia vida, haciéndola más llevadera y
satisfactoria. Para eso el papel de la Palabra de Dios y el pastoreo se
vuelven fundamentales. En una sociedad, dominada por la incertidumbre, la mentira, el engaño y el abuso (hasta de parte del clero),
se hacen necesarias una referencia segura, que se puede encontrar
solamente en la Biblia, libro sagrado aceptado por todos los que
creen en Cristo, y al mismo tiempo una atención personalizada de
parte de gente más preparada y con más experiencia en el camino
de la santidad (asesoría espiritual).
Y todo esto se da mediante el estudio sistemático de la Palabra
de Dios, los retiros y ejercicios espirituales, los encuentros y congresos con predicación y oración, diálogos personales, los programas de radio y tv, audio y videocassettes, dvd, discos compactos,
libros, folletos, etc. De ahí la extrema urgencia hoy en día de reestructurar todo el sistema eclesial para poder proporcionar a todos
los feligreses dicha ayuda espiritual, que se ha vuelto imprescindible para una auténtica vivencia de la fe.
En este contexto, los movimientos eclesiales toman el relevo
de las congregaciones religiosas y se comprometen directamente
con la evangelización. Ya no interesa el hábito, sino la efectividad
evangelizadora; no importa apantallar, sino actuar. Los nombres de
dichos movimientos son muy reveladores al respecto y marcan un
cambio profundo de estilo: Cursillos de Cristiandad, Escuela de la
Cruz, Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, El Camino, Sistema Integral de la Nueva Evangelización, Apóstoles de la Palabra,
etc.
Frente a la autoridad, surge la actitud crítica, que muchas veces lleva a la decepción y a la rebeldía abierta, si los problemas no
encuentran dentro de la Iglesia cauces de solución. De la actitud
pasiva en los asuntos religiosos, se pasa a la actitud activa, cuestionando la manera de llevar las cosas de parte del clero y buscando
opciones más apropiadas. Las religiosas y los laicos quieren ser colaboradores del clero, no servidores.
Época de crisis
Actualmente nos encontramos en una época de crisis. El antiguo mundo palmo a palmo se nos está desmoronando delante de
188
nuestros ojos, sin saber el porqué. Muchos sienten pudor o miedo a
pensar en algo diferente de lo que siempre se ha hecho. Un complejo de culpa y derrotismo está invadiendo nuestros ambientes. No se
vislumbra ninguna salida viable a la actual situación.
Para muchos, pensar en un nuevo paradigma o modelo de Iglesia parece el fin del mundo. Su perspectiva es el pasado. No se dan
cuenta de que la historia va para adelante y no para atrás. Solamente unos cuantos nos atrevemos a mirar hacia delante y expresar lo
que pensamos. Ante un mundo que muere y un mundo que nace,
muchos quedan como paralizados, sin saber por qué optar, aunque,
para ocultar este vacío y darse ánimo, se refugian en un mundo
imaginario de apertura, diálogo, supuesto progresismo y pietismo.
Ejemplos prácticos
Ahora veamos algunos ejemplos prácticos, que nos pueden
ayudar a entender en qué mundo cada uno está viviendo y desde
qué perspectiva está actuando. Solamente así será posible afinar
mejor la puntería para no dar golpes al aire.
- Iglesia y Estado.
¿Cómo se ven las relaciones entre la Iglesia y el Estado? Según
sea la respuesta, se ve si uno sigue soñando con un régimen de cristiandad o tiene conciencia de vivir en una sociedad plural y desde
esta perspectiva está viendo todo el quehacer de la Iglesia.
Régimen de cristiandad.
Apoyo mutuo. Privilegios para la institución eclesiástica.
Sociedad plural.
Se pide libertad religiosa para todos. Igualdad de derechos y
deberes de parte de todas las asociaciones religiosas. El mayor o
menor influjo de cada asociación religiosa en la sociedad depende
del número de sus integrantes y la efectividad de sus propuestas.
Más independencia de parte del Estado se pide y más se está
viviendo en una sociedad plural; más privilegios se exigen y más se
está soñando con un régimen de cristiandad.
189
- Ejercicio de la autoridad.
Régimen de cristiandad.
Al estilo monárquico: “Así es, así se hará, porque lo mando
yo”. No hay ley para los de arriba. Un párroco dice sí y otro no. En
un lugar se permite algo y en el otro no. Cada párroco tiene su estilo
propio y sus preferencias. Todos tienen que bailar al ritmo que les
marquen desde arriba. Hoy un movimiento resulta ideal, mañana,
con el cambio de párroco, es considerado como una secta. Hay que
ver las cosas con los lentes de los de arriba. Estos se consideran
dueños de sus feligreses. Para todo hay que pedir permiso, dentro o
fuera del templo. Los feligreses no pueden tomar ninguna iniciativa. Para hacer algo fuera de la parroquia, hay que pedir permiso.
Control total y autoritarismo.
Sociedad plural
Hay leyes, iguales para todos. Todos tenemos derechos y deberes. Nadie puede rebasar los límites marcados por la ley. Hasta el
católico menos ilustrado y practicante tiene su dignidad, que hay
que respetar.
Nadie me puede impedir conseguir un libro, asistir a un evento
o dar a conocer algo propio de la Iglesia, aunque sé que esto no
comulga con las preferencias de mi párroco. El párroco me puede
impedir enseñar algo oficialmente en su parroquia, pero a nivel privado puedo hacer todo lo que está permitido en la Iglesia, aunque a
mi párroco no le guste. Nadie tiene el derecho de dominar mi conciencia o de coartar mi libertad, cuando sé que algo es bueno y se
puede pensar y practicar en otros lugares. Una vez que algo esté
aprobado o permitido en la Iglesia, ningún párroco tiene derecho
de prohibirme que me adhiera a un movimiento, adquiera algún
tipo de literatura, participe en alguna actividad o haga propaganda
de algo que a él no le guste. De gustibus non est disputandum (por lo
que se refiere a los gustos, no hay que discutir), mucho menos se
pueden imponer.
Libertad, creatividad, derechos y deberes de parte de todos,
misma dignidad fundamental, basada en la condición de hijos de
Dios, adquirida mediante el bautismo. Tolerancia. Unidad en la diversidad. Competencia entre un método y otro, un movimiento y
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otro, una línea pastoral y otra. Apertura y aceptación de las diferencias, vistas como una riqueza y no como una amenaza.
- Revelaciones privadas
y revelación pública.
Régimen de cristiandad.
Predominan las revelaciones privadas alrededor de algún santuario, alguna orden, congregación o asociación religiosa, que las
promueven y les dan credibilidad. Se trata de cumplir con ciertas
prácticas de piedad, “reveladas” a tal o cual santo o santa, para conseguir una salvación más fácil y segura.
Infantilismo religioso, pietismo e intimismo. Competitividad
entre una forma de devoción y otra. Sincretismo religioso. Por mayor seguridad, algunos tratan de cumplir con la mayor cantidad de
devociones particulares posibles, llenándose de escapularios, rezos
y demás ejercicios de piedad. Parecen verdaderos “Paquetes de Seguro Espiritual”.
Pregunta: ¿A qué se debe el enorme repunte, que actualmente
están teniendo las devociones particulares, ligadas a revelaciones
privadas, que son propias de épocas pasadas, cuando a nivel masivo
no se manejaba la Biblia y por lo tanto no había otra manera de
conocer el plan de Dios y procurar la salvación de la propia alma?
¿Se trata de pura espontaneidad o se trata de una “santa” competencia entre un grupo y otro, una versión light de la devoción a tal o
cual santo o santa, con su relativa estatua y alcancía? En la viña del
Señor hay de todo.
Sociedad plural
La gente se vuelve más crítica y quiere saber el porqué de todo.
Cuanto más se acerca a la Palabra de Dios, tanto más encuentra en
ella la inspiración para una vida de fe y le da menos importancia a
todo lo demás.
- Entrega a Dios.
Supongamos que una muchacha le manifieste a su párroco su
deseo de ponerse al servicio de Dios con más generosidad. De la
191
respuesta que el párroco le dé a la muchacha, nos damos cuenta en
qué mundo está viviendo.
Régimen de cristiandad.
Antes que nada le aconseja entrar en un convento, con hábito
y todo. Si esto no responde a las inquietudes de la muchacha, le
habla de rosario por la conversión de los pecadores, misa diaria,
visitas al Santísimo, alguna práctica de penitencia, etc. en un continuo crescendo.
Sociedad plural.
Como expresión de la propia entrega hacia Dios, el párroco le
sugiere a la muchacha alguna forma práctica de apostolado para
ayudar a los más necesitados a dar pasos concretos hacia Dios: diálogo con gente confundida o alejada, que puede encontrarse en la
mima casa, la escuela o el trabajo, visitas domiciliarias, apoyo en la
catequesis, los retiros, etc.
- Donativo.
Alguien quiere dar un donativo a la Iglesia. Veamos por dónde
se inclina. Así nos daremos cuenta en qué mundo está viviendo.
Régimen de cristiandad.
Lo destina para la construcción de un templo o un colegio católico, la compra de una estatua, una imagen o algún adorno para el
templo.... o para fundar una beca para un seminarista, etc.
Sociedad plural.
Sin excluir lo anterior, quiere apoyar iniciativas, relacionadas
con la evangelización: una campaña bíblica, un periódico católico,
programas de radio y televisión...., algo que rebasa la perspectiva
anterior y está relacionado con la evangelización.
192
- Influjo de la familia
en la educación cristiana de los hijos.
¿Hasta qué punto se considera determinante el influjo de la
familia en la educación cristiana de los hijos?
Régimen de cristiandad.
Para los que viven en esta perspectiva, el influjo de la familia es decisivo para transmitir la fe a las nuevas generaciones. Evidentemente, están viviendo en un mundo pasado, que ya no existe.
En realidad, ¿cómo muchos papás van a tomarse el compromiso de
educar a sus hijos en la fe católica, si ellos mismos ni la conocen
suficientemente ni la practican? Pura simulación. Se toman un compromiso que de antemano saben que no van a poder cumplir.
En el fondo, se trata de un pretexto para eludir las propias
responsabilidades en orden a la transmisión de la fe a las nuevas
generaciones. Conclusión: una catequesis desencarnada, puramente teórica, sin una verdadera convicción y un entrenamiento práctico en la vivencia de la fe.
Sociedad plural.
Puesto que no siempre los miembros de la familia son católicos practicantes, la comunidad cristiana tiene que hacerse cargo de
la transmisión de la fe a las nuevas generaciones y cuidarla. En realidad, la experiencia enseña que muchas veces en la misma familia
puede haber personas con distintos grados de pertenencia a la Iglesia y vivencia de la fe, e incluso personas que no pertenecen o están
en contra de la Iglesia. Estando así las cosas, se da más importancia
a la responsabilidad personal y al apoyo de la comunidad cristiana,
para que alguien pueda volverse en verdadero discípulo de Cristo,
aprendiendo a superar todas las dificultades que mano a mano se
vayan presentando en su camino.
No se preparan a las nuevas generaciones de católicos, como si
vivieran en un ambiente y en una familia completamente cristiana.
Su perspectiva es diferente. Aunque todo el ambiente estuviera en
su contra, su preparación tiene que ser tal que puedan resistir a
todas sus amenazas y seducciones para vivir la fe con autenticidad.
Se trata de regresar a la perspectiva de los inicios, es decir, de las
193
primeras comunidades cristianas, que vivían en un ambiente hostil.
Solamente así se puede garantizar su perseverancia en la fe.
Ahora bien, una vez formadas familias verdaderamente cristianas, mediante un proceso de conversión personal de los cónyuges, solamente entonces se podrá hablar de un verdadero compromiso de parte de los papás en orden a la preparación cristiana de los
hijos.
Conclusión: hoy en día, es fundamental entrar en la perspectiva correcta, para poder formar seriamente a las nuevas generaciones de cristianos, sin exigir a las familias lo que no pueden dar y
tomándonos como comunidad la responsabilidad de garantizar a
las nuevas generaciones la recta transmisión y vivencia de la fe.
Pues bien, entrar en esta nueva perspectiva es ir dibujando un nuevo rostro de Iglesia, más acorde a los tiempos actuales y totalmente
fiel a las expectativas del Fundador.
- Necesidades pastorales.
Colonias, pueblos, aldeas..., estudiantes, enfermos, presos,
mundo de la cultura..., sin una debida atención pastoral. ¿Qué hacer?
Régimen de cristiandad.
“Pedir a Dios vocaciones para el sacerdocio y la vida consagrada. Si Dios no las manda, ¿qué le podemos hacer? Lo único que
podemos hacer, es pedir. Lo demás depende de Dios”.
Los más atrevidos, en lugar de analizar la situación y ver cómo
hacerle frente con sentido de responsabilidad, se lanzan a fundar
una congregación religiosa, confiando en que el hábito, con el relativo respeto que se le debe, atraerá a la juventud hacia una entrega
total. Después, contando con más religiosos y religiosas, será más
fácil solucionar cualquier problema, relacionado con la evangelización.
Pero ¿qué pasa en la práctica? Que se trata de llamaradas de
petate, puesto que hoy en día a la gente le interesa más la sustancia
que las apariencias. Y por lo tanto, surgen congregaciones, que languidecen por falta de humus y aire. Su grande preocupación consiste en buscar vocaciones para sobrevivir, prestando al mismo tiempo algún servicio a la Iglesia o a la sociedad. Esto sucede por buscar
194
simples paliativos y no tratar de analizar y solucionar los problemas
desde la raíz.
Sociedad plural.
“Todos somos Iglesia. Todos podemos y tenemos que hacer
algo para resolver los problemas de la Iglesia”.
Basándose en este principio y en un esfuerzo constante por
discernir los signos de los tiempos, se crean nuevos ministerios como
respuesta a las distintas necesidades de la Iglesia, a menos que no
exista alguna institución, que de por sí esté capacitada para solucionar tal o cual problema. En este caso, es suficiente adherirse a ella o
apoyarla con todos los medios posibles.
- Alejamiento de las masas católicas.
Ahora ya no es como antes. Muchos ya no acuden a la Iglesia.
Viven y mueren como si Dios no existiera, aunque se declaren católicos y cuenten con algún sacramento. ¿Qué hacer en esta situación?
Régimen de cristiandad.
Política de la espera: “Ni modo. Nosotros estamos en la mejor
disposición para recibirlos. Pero ellos no quieren acercarse a la Iglesia. ¿La culpa? Los nuevos tiempos, la televisión, la cultura actual,
el hedonismo, el materialismo, etc. ¿Qué hacer, en concreto? Orar
por ellos.”.
Quejas y quejas. Parálisis. Pura oración por los “pobres pecadores”.
Sociedad plural
Política de la búsqueda: “Esta es la realidad. Fieles al mandato
de Cristo de ir y anunciar el Evangelio, tenemos que inventar cualquier cosa para salvar al hombre de hoy. Tenemos que buscar a los
alejados y tratar de acercarlos a Dios”.
Creatividad. Espíritu misionero. Acción.
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- Moribundos.
¿Qué hacer, cuando alguien está próximo a morir?
Régimen de cristiandad.
Suponiendo que todos sean católicos y por lo tanto sepan como
comportarse en tal circunstancia, se llama al sacerdote. Ellos sabrán cómo arreglar las cosas.
Sociedad plural.
Se parte del presupuesto que no todos son católicos y no todos
saben qué hacer en un momento tan difícil y trascendental de la
propia vida. Por lo tanto, se empieza por averiguar la situación religiosa del moribundo: si es creyente o no, si sabe confesarse, etc.
Después, se pasa a ver si es posible encontrar algún sacerdote disponible, lo que muchas veces representa una verdadera hazaña.
De todos modos, cualquiera que sea la situación del moribundo, haya o no la posibilidad de encontrar algún sacerdote disponible, todos pueden ayudar a uno a bien morir, invitándolo a tomar
conciencia de la propia situación y a prepararse al encuentro con
Dios, dándole gracias por el don de la vida, pidiéndole perdón por
las faltas cometidas y confiando plenamente en su misericordia.
Muchas veces el moribundo se limita a seguir las oraciones
que hacen los demás y con eso van entrando en un clima de apertura
y confianza en Dios.
- Documentos de la Iglesia.
Todo depende desde qué perspectiva se mira la realidad: desde una perspectiva realista o puramente imaginaria, suponiendo un
mundo que no existe.
Régimen de cristiandad.
Al suponer una sociedad completamente católica, se dirigen a
interlocutores genéricos y por lo tanto son vagos e imprecisos. A
veces parecen ejercitaciones académicas, sin un verdadero análisis
de la realidad y una verdadera búsqueda de soluciones. Pura doctrina y exhortación. Su influjo es muy limitado.
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Sociedad plural
Cuando, al contrario, se toma en cuenta la sociedad así como
es, antes que nada se hace un buen análisis de la realidad, para
dirigirse a interlocutores bien precisos: clero, vida consagrada,
laicado comprometido, católicos practicantes, católicos alejados,
creyentes, no creyentes, mundo de la cultura, sociedad en general,
etc., señalando objetivos precisos y la manera de alcanzarlos.
Solamente así se vuelven efectivos. Y es lo que estamos esperando: menos documentos y mejor enfocados. Menos generalidades y más precisión. Algo evaluable. En el fondo, se trata de ver
cómo, contando con los recursos de que disponemos, podemos llevar adelante la misión que nos ha confiado Cristo.
- El laico en la Iglesia.
¿Cuál es su papel?
Régimen de cristiandad
Escuchar, acatar y cumplir. Una Iglesia como reflejo de la sociedad civil en un contexto monárquico: señores y servidores, los
de arriba y los de abajo, los que mandan y los que obedecen. Muchos problemas que actualmente existen en la Iglesia, tienen como
fondo esta mentalidad, propia de una época pasada.
Sociedad plural
Todos, clero y laicado, tenemos la misma dignidad, al contar
todos con la presencia del mismo Espíritu. La diferencia está en el
tipo de servicio, que cada uno está llamado a ofrecer a la comunidad
(1Cor 12). Por lo tanto, el laico tiene todo el derecho y el deber de
hacer todo lo que esté a su alcance, para que la comunidad cristiana
crezca y madure y para que el Evangelio se extienda siempre más en
el mundo. Su ámbito de acción no se reduce solamente a las realidades temporales.
Teniendo en cuenta el don recibido y su situación concreta
como empresario, escritor, artista, político, locutor de radio, presentador televisivo, etc., el laico tratará de hacer realidad los ideales evangélicos, sin pedir permiso a nadie y sin depender de nadie.
Los hechos dirán si uno le atinó o se equivocó, tomándose cada uno
su responsabilidad. A la jerarquía le corresponderá discernir acer197
ca del contenido de su acción y su eficacia concreta en orden a la
afirmación de los valores cristianos.
Si se entiende esto, de antemano quedan resueltos muchísimos problemas a nivel eclesial. En lugar de quejarse por tantas deficiencias presentes en el mundo católico, ¿por qué cada uno, laico,
clérigo o consagrado, no se pregunta qué puede hacer en concreto
para resolver tal o cual problema, sin esperar que todo venga desde
arriba, como si se tratara de niños o atrasados mentales?
¿Que falta un determinado programa de radio? Lo hacemos.
¿Que es oportuno poner en guardia al pueblo católico o a la sociedad en general acerca de tal o cual peligro? Adelante. ¿Que es necesario organizar una campaña para llevar adelante ciertos valores
cristianos? ¿Qué esperamos? El que tenga más saliva que trague
más pinole.
¿Y qué dirá el señor cura? ¿Qué dirá el obispo? ¿Qué dirá la
Jerarquía? Antes de la pedrada, ya quieren amarrarse la cabeza. No
quieren dejar de aferrarse a la sotana de los curas. Que cada quien se
asuma su responsabilidad como verdadero adulto, dispuesto a pagar personalmente si algo no resulta como se quería. Por otro lado,
¿no pasa lo mismo en cualquier otro ámbito de la vida? Hay que
saber arriesgar para poder avanzar.
Claro que no faltarán curas a la antigüita, que no van a entender ciertas actitudes y van respingar. Ni modo. ¿Acaso no pasa lo
mismo en cualquier familia, donde hay ancianos, jóvenes y niños?
Se trata de situaciones que no se pueden evitar, aunque se cuente
con toda la buena voluntad de parte de todos. Por lo tanto, no queda
otra que aventarse, superando la tentación del miedo o del quieto
vivir.
- El fin del hombre.
¿Para qué Dios nos ha creado? ¿Cuál es el objetivo de nuestra
vida en este mundo?
Régimen de cristiandad.
Conocer, amar y servir a Dios en este mundo, para después
gozar de Él en la otra vida. Se busca en un supuesto plan de Dios la
justificación de las enormes carencias presentes en la Iglesia y la
sociedad, reservando la felicidad para después, en la vida futura.
198
El lema de San Ignacio de Loyola “Ad maiorem Dei gloriam”
(por la mayor gloria de Dios) representa la máxima expresión de
esta manera de ver las cosas, que tiene mucho que ver con la mentalidad propia del Antiguo Testamento (Ez 36, 22ss) y la de su tiempo,
forjada en un contexto monárquico.
Sociedad plural.
Desde ahora tenemos que saborear los frutos del Espíritu (Gál
5, 22s), puesto que Cristo vino para que tengamos vida abundante
(Jn 10, 10b). De ahí viene la importancia que hoy en día se da a la
experiencia gratificante, que viene de un verdadero encuentro con
Dios, en contraste con la frialdad con que se reciben los sacramentos, cuando se vuelven en puros ritos.
No faltan los riesgos, evidentemente. ¿Cuáles? Confundir la
acción de Dios con el sentimiento, crear artificialmente estados de
ánimo alterados como signos de la presencia de Dios, pensar que la
entrega a Dios sea el mejor seguro contra todo tipo de enfermedades o desavenencias, que puedan ocurrir en la vida.
De todos modos, aclarado esto, no se ve porqué la entrega a
Dios no tenga que llevar consigo un tipo de vida más llevadera y
feliz, aunque entre dificultades y problemas, como advirtió el mismo Jesús. Las dificultades propias del seguimiento de Cristo no tienen que hacer olvidar la recompensa del ciento por uno en esta vida
(Mc 10, 30).
Posiblemente aquí está una de las causas más importante de
nuestro fracaso con las masas católicas, al querer impactarlas utilizando categorías propias de épocas pasadas, exaltando demasiado
el papel de las postrimerías. A la luz de esta intuición, es necesario
revisar todo, desde los catecismos hasta los ejercicios espirituales y
las misiones populares. Una enorme tarea en un contexto totalmente nuevo.
- ¿Cantidad o calidad?
¿Qué vale más: la cantidad o la calidad? ¿Qué es mejor: impartir a todos los sacramentos a todos los que se consideran católicos, aunque no estén dispuestos a cumplir con sus exigencias, o
impartir los sacramentos solamente a los católicos, que estén dispuestos a dar pasos concretos en su camino de acercamiento a Dios?
199
- Régimen de cristiandad.
Que todos los que se consideran católicos, sigan recibiendo
los sacramentos. No importa si de antemano se sepa que muchos, al
no contar con un verdadero conocimiento y compromiso, fácilmente van a volverse en motivo de escándalo para la comunidad cristiana y posiblemente llegarán a negar los mismos sacramentos, al no
aprovecharlos en nada o al aceptar otro credo religioso.
- Sociedad plural.
¿Para qué seguir administrando los sacramentos a los que viven completamente al margen de la fe? ¿No sería mejor dedicar más
tiempo y energía para preparar mejor a los católicos de buena voluntad, que estén dispuestos a dar un paso adelante con tal de seguir
recibiendo los sacramentos?
La experiencia enseña que impartir los sacramentos a todos
los católicos de una manera indiscriminada, sean o no practicantes,
acepten o no un mínimo de preparación y compromiso, es como
sembrar en el mar. Aparte del aspecto económico, no existe ninguna ventaja. Se pierde tiempo y nada más.
¡Y pensar que disponemos de tan poco tiempo, al tener que
atender a un número tan grande de feligreses! Mejor dedicarse a la
formación y seguimiento de los que expresen un verdadero interés
por los asuntos de la fe. Estos con el tiempo se pueden volver en
levadura para fermentar toda la masa.
3.-Y TU ¿QUÉ?
Una Iglesia siempre joven
Cada uno, desde su situación concreta, está llamado a seguir
dibujando un Nuevo Rostro de Iglesia, señalando nuevas estructuras y detectando sobreestructuras, que se han ido creando con el
pasar de los años, sin tener en cuenta la experiencia de las primeras
comunidades cristianas y siendo demasiado indulgentes con el espíritu del mundo. Solamente así se explica el paulatino empobrecimiento del papel de la comunidad a favor de la autoridad, vista en
un contexto monárquico.
Pues bien, hoy en día el nuevo contexto cultural y el regreso
a las fuentes nos impulsan a revisarlo todo para que la Iglesia pueda
200
recobrar el rostro juvenil, con la frescura y los bríos propios de la
edad. ¿Qué les parece? Cuando hablamos de la Iglesia siempre joven, ¿no nos estamos refiriendo a esto? ¿Por qué asustarse, entonces, ante esta perspectiva?
Más allá de los documentos oficiales
Cuando empecé a hablar de apologética, a muchos les pareció
una toma de posición contraria a las orientaciones generales, presentes en el Concilio y en el magisterio pontificio. Y no era así. Sencillamente se partía de un presupuesto equivocado, pensando que,
si algo no se encuentra en los documentos oficiales, no se encuentra
en la realidad: quod non est in jure, non est in re. Un error a todas
luces.
En efecto, la realidad rebasa lo que se encuentra reflejado en
los documentos oficiales. Y mucho cuidado con querer desconocerla o manipularla al propio antojo. La realidad es lo que es y siempre acaba con imponerse en toda su crudeza.
Además, la realidad es diferente de un lugar a otro. Lo que vale
para un lugar, no siempre vale para otro lugar. Mientras para un
país puede servir la receta ecuménica, para otro puede ser más urgente la receta apologética, por el acoso constante de los grupos
proselitistas.
No siempre y para todos el fenómeno de la globalización es
algo positivo. Y como siempre, los que más sufren, son los más débiles, como nos ha pasado a nosotros de América Latina, que con el
pretexto del ecumenismo y el diálogo interreligioso, hemos dejado
a nuestro pueblo católico sin protección ante la agresividad de los
grupos proselitistas, con los resultados que todos bien conocemos.
Se nos dibujó una realidad diferente, hecha solamente de comprensión, paz, amor y diálogo. De esta manera se quiso exorcizar el
proselitismo religioso con sólo desconocerlo. Y ahora la realidad se
nos impone: casi la mitad de Guatemala dejó de ser católica, el 35%
de Brasil, el 30% de la República del Salvador, etc. Donde se impuso
la Teología de la Liberación, con la vertiente actual de la Teología
India, el desastre fue aún mayor: por ejemplo, en la diócesis de San
Cristóbal de las Casas (México) las deserciones rebasaron el 50% de
la población y el El Petén (Guatemala) tal vez el 70%. Y de todos
modos, siguen en su terquedad, viviendo en su mundo imaginario,
201
con el pretexto de un malentendido ecumenismo y el compromiso
con los pobres.
Acuérdense: podrán engañar a los ingenuos con análisis de la
realidad parciales y amañados y con propuestas que tienen mucho
que ver con determinadas ideologías, pero nunca podrán borrar la
realidad o manipularla impunemente. La podrán ocultar con astucia, pero no eliminarla, exponiéndose en cualquier momento al más
grande descalabro, una vez que manifieste su cara en toda su crudeza, una cara marcada por lo estragos, causados por el desprecio y el
abandono
El papel del Magisterio
¿Dónde está la raíz del problema? En no entender correctamente la relación entre el depósito revelado, contenido en la Sagrada Escritura y la Tradición, y el Magisterio. Nunca el Magisterio
puede contradecir un dato revelado preciso.
Sin embargo, ¿qué pasó en la práctica? Que muchos interpretaron la doctrina y la praxis del Magisterio sobre al Ecumenismo
como algo superior, un paso en adelante, con relación a la manera
de ver las cosas en el pasado, algo superado, fuera de moda, como si
la Apologética no tuviera nada que ver con el dato revelado. Puesto
que se mencionaba muy poco la Apologética en los documentos
oficiales, se pensó en un cambio doctrinal muy profundo con relación al pasado, como si la doctrina católica dependiera de la moda o
los humores del momento, sin tener en cuenta la Escritura y la Tradición.
Consecuencia: se borró la Apologética de los programas de
enseñanza a todos los niveles. Un error garrafal, con consecuencias
históricas de proporciones gigantescas, comparable al error que se
cometió en el pasado con relación al asunto de los ritos chinos, que
cerraron la puerta a la evangelización en China, puertas que aún
quedan cerradas. Se tomaron los documentos del Magisterio aisladamente, desconectados del dato revelado, como algo absoluto, no
en el contexto de la enseñanza que emana de la Biblia y la Tradición.
Y de ahí se sacaron todas las consecuencias posibles, cayendo en las
más grandes aberraciones, dejando al pueblo católico totalmente
indefenso ante el acoso capilar y constante de parte de los grupos
proselitistas, con los resultados que todos conocemos.
202
Solución: siempre hay que interpretar los documentos del
Magisterio en la línea de la Biblia y la Tradición, nunca al margen o
en contraposición al dato revelado. En realidad, el papel del Magisterio consiste en aclarar el sentido auténtico de la Revelación, no
ponerse en su lugar, añadirse a ella o presentarse como algo paralelo.
¿Cómo comportarse en la práctica? Partir siempre del dato
revelado y a la luz de este dato examinar la acción del Magisterio de
la Iglesia, que muchas veces tiene que ver con situaciones concretas, que son muy cambiantes y diferentes de un lugar a otro. Nunca
absolutizar el papel del Magisterio, especialmente cuando se trata
de asuntos pastorales o situaciones históricas particulares, un terreno muy resbaladizo y no fácilmente exento de errores.
Sentido de responsabilidad
Le doy gracias a Dios, porque no todos cayeron en la trampa y
muchos ya despertaron y optaron por ser realistas. Ahora bien, tú
¿cómo ves todo esto? ¿Sigues soñando en un mundo que posiblemente existió alguna vez y que ahora ya no existe y que es muy
probable que no vuelva a existir por lo menos en los próximos decenios? ¿Por qué no te decides a despertar y a tomar conciencia de la
realidad en que vivimos, buscando la manera de hacerle frente, a la
luz de la fe y el testimonio de los grandes santos, que para lograr la
salvación de las almas no escatimaros esfuerzo alguno?
Un día un patrón fue al campo y, al ver a los trabajadores, se
enojó y empezó a pegarles. Todos gritaron: “Patrón, ¿por qué nos
pegas, si no hemos hecho nada?”. “Es precisamente por eso que les
estoy pegando –contestó el patrón-: porque no hicieron nada”. Imagínense: trabajadores que no trabajan; evangelizadores, que no
evangelizan; pastores que duermen tranquilamente, mientras los
lobos rapaces se roban las ovejas.
Actores, no simples espectadores
¿No has pensado que algún día lo mismo te puede pasar a ti, si,
al venir el patrón, te encuentra sin hacer nada? Viste lo que estaba
pasando y no moviste un dedo. Y se fueron tus mismos amigos,
parientes e hijos. Pudiste haber hecho algo y no lo hiciste. Pudiste
haber ayudado a resolver los grandes problemas, que afectan a la
203
Iglesia y no lo hiciste. Te quedaste mirando, como si todo dependiera de “los de arriba”
Y con eso afianzaste el sistema, en lugar de cuestionarlo. Te
pregunto: “¿Por qué te portas así? ¿Por el miedo al qué dirán? ¿Por
el deseo de complacer a los superiores, al pueblo en general y a los
que te rodean? ¿Para evitar problemas? ¿Acaso no te dicen nada las
figuras del centinela (Ez 3.16ss), el buen pastor (Jn 10,11ss), el buen
samaritano (Lc 10, 39ss) y el mayordomo fiel (Mt 24, 45-51), que
nos presenta la Palabra de Dios?
Acuérdate: se vive una sola vez. ¿Por qué no te decides a
dejar la rutina de siempre y a dar chispas, convencido de que todos
podemos y tenemos que hacer algo para cambiar las cosas y contribuir con el propio granito de arena para ir dibujando cada día más
un Nuevo Rostro de Iglesia?
Es tiempo de despertar. Es tiempo de pasar de un estado de
somnolencia y rutina, a un estado de plena lucidez y creatividad, de
un estado de inconciencia a un estado de conciencia. Es la hora de la
reflexión y la acción, la hora de cimentarse con la realidad para
transformarla a la luz de la Palabra de Dios. ¿Qué esperas?
204
Segunda Parte
Objetivo
Crear un nuevo modelo de Iglesia, que esté en condiciones de
atender uno por uno a todos sus miembros (Jn 10, 14) y al mismo
tiempo pueda cumplir con el mandato de Cristo de hacer discípulos
a todos los pueblos (Mt 28,19).
En concreto:
- Pasar de un catolicismo de tradición a un catolicismo de convicción, sin perder las masas.
- Crear un catolicismo con dignidad y seguridad, sin complejo
de inferioridad por las faltas del pasado y las deficiencias y
deserciones del presente, y sin complejo de superioridad a causa de su identidad como única Iglesia de Cristo, un catolicismo
capaz de vivir en un mundo plural, respetando a todos y exigiendo respeto de parte de todos.
Como es fácil notar, se trata de una grande utopía, que al mismo tiempo representa un enorme reto: como pasar de una Iglesia
empantanada a una Iglesia en pleno vuelo.
Para algunos todo esto puede representar algo completamente irrealizable, un sueño o una quimera y nada más, como un
juego o un ejercicio puramente intelectual. Allá ellos. De todos modos, tratándose de algo profundamente bíblico y teológico, no pierdo las esperanzas que algún día también ellos puedan recapacitar y
sumarse a nuestra causa. No hay que olvidar que de una forma similar surgieron en el pasado los grandes movimientos, que cambiaron
el curso de la historia.
Es que para muchos la Iglesia es como un departamento de
quejas, una agencia de ceremonias, una asociación de beneficencia
o una organización no gubernamental, destinada a promover el bienestar de los pueblos. Ni modo. Sigan adelante. Algo están haciendo.
Pero nosotros no estamos de acuerdo con esta manera de
ver la Iglesia. Estamos convencidos de que la misión de la Iglesia va
más allá. Por eso pensamos que llegó el momento de “tomar al toro
por los cuernos” y lanzarnos a la enorme tarea de ir pensando en un
205
nuevo modelo de Iglesia, más acorde a las expectativas del Fundador y a los tiempos actuales. Aunque estemos concientes de que la
tarea nos rebasa por completo, es nuestro propósito hacer algo para
avanzar en esta línea, por lo menos abrir una brecha, que cada día se
hará siempre más grande.
¿Alguna estrategia mínima para lograr este objetivo? Ahí les
va:
- Parar la hemorragia y curar las heridas.
- Fortalecer el cuerpo eclesial.
- Relanzar la misión, luchando por recuperar el terreno perdido.
¿Algo imposible? El Pueblo de Dios ha superado crisis más
graves. De todos modos, si alguien está convencido de que la enfermedad es tan grave que no tiene remedio, sepa que no cuenta conmigo. No es mi costumbre juntarme con los cobardes, sino con los
valientes. ¿Acaso no lo dice mi mismo apellido?
206
Tercera Parte
Iniciativas Prácticas
A continuación presentamos una serie de iniciativas prácticas,
encaminadas a lograr este objetivo. Se trata de despertar y actuar,
seguros de que, cuando uno se pone en esta nueva perspectiva, no le
faltarán oportunidades para inventar algo propio, lo que sin duda
representará un motivo de enorme satisfacción.
1.- PRIMACÍA DE LA PALABRA DE DIOS
Ya pasaron casi cinco siglos desde la Reforma Protestante y es
tiempo de cerrar el capítulo, dejando a un lado el principio, carente
de cualquier fundamento, según el cual la Biblia es para los protestantes y los sacramentos para los católicos. Es tiempo de reflexionar sobre nuestro estilo propio como católicos (católico, del griego
kata holon = según el todo, es decir, abarcando todo: sacramentos y
Biblia) y poner la Palabra de Dios en el lugar que le corresponde en
la vida del cristiano, como se hizo durante los primeros siglos de la
Iglesia.
Biblia para todos y Biblia para todo; todo con la Biblia y nada
sin la Biblia. La Biblia como texto y todo lo demás como subsidio.
Primero la Biblia y después el catecismo. Biblia para la catequesis
presacramental, Biblia para las prácticas de devoción popular (Rosario, Posadas, Novenario de Difuntos, Viacrucis, etc.), la celebración de los sacramentos, los encuentros de oración y la Santa Misa.
Nada de hojitas o misalitos para el pueblo. La Biblia a secas.
Por lo que se refiere al leccionario que se usa en la misa, sería
oportuno que en los textos bíblicos se señalara el número de cada
versículo, para permitir al celebrante ser preciso al citar alguna parte.
Así se levanta la autoestima del católico y se da mayor riqueza
y fundamento a su vida de fe. Una enorme tarea para empezar a
dibujar un Nuevo Rostro de Iglesia.
2.- CENTRALIDAD DE CRISTO
En el Nuevo Modelo de Iglesia, con el que soñamos, Cristo
tiene que volverse en el centro de toda la vida del creyente. Cristo,
207
el único Salvador y Señor de nuestra vida, no María o algún santo
preferido; Cristo, el único juez al final de nuestra vida. Ideas claras
y sencillas, que tienen que penetrar en la mente y en corazón de
todo católico, desde el más rudo y alejado hasta el más culto y entregado.
Es tiempo de hablar claro, a costa de perder popularidad, ser
rechazado de parte de los más fanáticos y ver disminuir las limosnas
en las alcancías. Al estilo de los antiguos profetas, Cristo, los apóstoles y los grandes santos de todos los tiempos.
3.- EXPERIENCIA DE DIOS Y SEGURIDAD
Un verdadero camino de fe tiene que llevar a un verdadero
encuentro con Dios, creando en el creyente la convicción profunda
de que toda su vida se desenvuelve “al amparo del Altísimo”. Estando con el Señor, el buen pastor, al creyente no le falta nada (Sal 23).
Pase lo que pase, todo es para su bien (Rom 8, 28).
Y todo esto es fuente de paz y seguridad para el creyente, una
buena garantía para una vida sana y satisfactoria. Si no se llega a
esto, es difícil para el creyente resistir a las múltiples tentaciones
que hoy en día se le presentan en la búsqueda de la felicidad.
4.- EJEMPLOS DE SANTIDAD
Por lo que se refiere al tema de los santos, veo importante que
se trabaje en los siguientes aspectos:
a) Aclarar el sentido de las imágenes y de la devoción a los santos.
b) Desmitificar el papel de los santos más antiguos, aclarando su
identidad histórica y viendo en qué nos pueden ayudar en el
seguimiento de Cristo.
c) Dar a conocer la vida de personas más cercanas a nosotros,
que con más facilidad pueden representar un estímulo para
nosotros por haber vivido en las mismas circunstancias.
Con relación a este último aspecto, creo que se podrían dar
distintos niveles de reconocimiento de su santidad de parte de la
Iglesia.
1.- Vidas ejemplares.
Este reconocimiento se podría dar a nivel de parroquia, pueblo o asociación religiosa.
208
2.- Siervos de Dios.
Este segundo paso se podría dar a nivel de diócesis, instituto
de vida consagrada o movimiento apostólico.
3.- Venerables.
Podría darse a nivel nacional por la conferencia episcopal del
país.
4.- Beatos.
A nivel continental o regional por la respetiva conferencia
episcopal.
5.- Santos.
Santa Sede.
5.- SACRAMENTOS
Es urgente revalorar el papel de los sacramentos en la vida del
cristiano. ¿Cómo? Dejando de distribuir sacramentos al por mayor,
a gente que no tiene conciencia de los mismos ni cuenta con la preparación requerida.
Que cada sacramento represente la culminación de un proceso
de acercamiento a Dios y el inicio de una vida más santa, en la línea
marcada por el mismo sacramento.
Es necesario borrar la idea del sacramento como algo mágico y
estático o el simple cumplimiento de un deber, como si se tratara de
cumplir una promesa o un asunto puramente burocrático.
Que la preparación no sea puramente teórica y doctrinal. Tiene que ser acompañada de una práctica evaluable, en que se señalen
objetivos y se analicen resultados, respetando el ritmo de cada uno.
Nada de fechas establecidas de antemano para que se reciba el sacramento, pase lo que pase, estén o no estén preparados.
Que cada uno reciba el sacramento cuando esté realmente preparado, habiendo recorrido un verdadero camino de fe y dé garantía de cumplir con sus exigencias. Sacramentos de costumbre, como
ritos mágicos, ya no. Además, la preparación a los sacramentos tiene que ser esencialmente bíblica.
Alguien podría objetar: “Si nos ponemos muy estrictos en dar
los sacramentos, corremos el riesgo de que un buen número de católicos se vaya retirando de la Iglesia por no poder o no querer
209
cumplir con los requisitos que se les exigen. Y esto podría afectar de
manera significativa al catolicismo, restándole fuerza”.
Respuesta: “Sin duda, a nivel estadístico existe el peligro que
disminuya el número de los miembros de la Iglesia, pero al mismo
tiempo tenemos la certeza de que aumentaría el número de los católicos practicantes. Ahora bien, a nosotros ¿qué interesa más: el número o la calidad? ¿Contar con un gran número de católicos, aunque no sean practicantes, o con un menor número de católicos, que
sean practicantes?”
Por otro lado, ¿no es mejor que se aparten de la Iglesia los
católicos, que no tienen ninguna gana de dar un paso en adelante en
el camino de la fe, en lugar de que se aparten los católicos que sí
quieren dar un paso en adelante y quedan decepcionados por la
manera poco seria de llevarse las cosas dentro de la Iglesia y por lo
mismo no encuentran otra alternativa para una vida de fe que apartarse de la Iglesia y adherirse a uno que otro grupo religioso?
Viviendo en una sociedad plural, no tiene que haber miedo a
ser más estrictos y exigentes. De otra manera corremos el riesgo de
quedar desprestigiados, empujando a nuestros feligreses más débiles en la fe a buscar refugio en otros grupos religiosos.
Pues bien, todos los que opten por entrar en esta nueva perspectiva, están colaborando para dibujar un Nuevo Rostro de Iglesia, una Iglesia más auténtica, respetada y con un futuro más alentador.
6.- PEQUEÑAS COMUNIDADES CRISTIANAS
Son una exigencia de la sociedad actual, para evitar que el cristiano quede absorbido por la mentalidad dominante del ambiente,
hecha de poder, orgullo y placer. Compartiendo con otros hermanos sus inquietudes, inseguridades, anhelos y valores, con mayor
facilidad podrá dar una respuesta a su llamado a la santidad, no
obstante todas las dificultades que le presente el mundo que lo rodea.
El punto es: “¿Qué tipo de comunidad?” Respuesta: “Aquel tipo
de comunidad, que más responda a la sensibilidad y exigencias de
cada uno, ayudándolo a crecer en la fe”. Por lo tanto, está destinado
al fracaso todo tipo de comunidad, impuesto desde arriba, que responda a propósitos de tipo funcional, sin tener en cuenta el bien real
de la persona.
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Pequeñas comunidades diferenciadas, en que el individuo pueda dar y recibir con libertad, se sienta a gusto y tenga la oportunidad
de madurar como persona y creyente. Como pasa con las órdenes,
las congregaciones religiosas y tantas formas más de vida consagrada. Pues bien, también el laico tiene derecho a una variedad de opciones, sin presiones de ninguna especie.
¿Que un tipo de comunidad es demasiado espiritualista? ¿Y
qué? ¿Acaso en la Iglesia no existe una vertiente contemplativa? En
este caso, se trata de una versión laical de la vida contemplativa.
¿Que otro tipo de comunidad está demasiado comprometido con lo
social? No importa. Es su manera propia de servir a Dios y al prójimo. Tiene derecho a esta opción. ¿Acaso no hay congregaciones
religiosas, dedicadas a lo social, y a nadie se le ocurre molestarlas?
Que todo se haga en plena libertad y plena conciencia de estar viviendo la propia fe.
¿Qué algunas comunidades son muy cerradas y parecen sectas
al interior de la Iglesia? Ni modo. Si siguen avanzando, quiere decir
que responden a ciertas exigencias del hombre de hoy. En un mundo de confusión, hay personas que le tienen miedo a la libertad y
necesitan ser guiadas en todos los aspectos de la vida. Como dijo
Jesús, “si no están contra nosotros, están con nosotros” (Mc 9, 40).
La historia dirá.
Más opciones haya, mejor. Especialmente en las ciudades, que
representan el tipo de sociedad del futuro. En el campo hay menos
oportunidades, debido al número limitado de la gente que vive en
un determinado lugar. En este caso y en la manera de lo posible, hay
que favorecer el surgimiento de distintos tipos de liderazgo, que
puedan dar seguridad y alimento espiritual a los feligreses de cada
lugar. Que el pueblo no se sienta apachurrado por líderes, impuestos desde arriba, hechos a imagen y semejanza del pastor, con el
compromiso de ordeñar a las ovejas y controlarlas.
Otro aspecto que hay que cuidar: no exigir a todas las comunidades que trabajen en el aspecto profético, litúrgico y social. Que
cada comunidad sirva al pueblo de Dios a su manera, dándole lo que
le es propio. Lo importante es que no falte ningún servicio en la
Iglesia. Como pasa en un cuerpo: cada miembro da su servicio y
todo el cuerpo siente su influjo.
Teniendo en cuenta todo esto, si queremos colaborar en esta
grande tarea de ir dibujando un Nuevo Modelo de Iglesia, tenemos
211
que favorecer cualquier tipo de comunidad, en que sus miembros al
mismo tiempo tengan la oportunidad de madurar en la fe y ofrecer
un servicio a todo el pueblo de Dios.
7.- MINISTERIOS LAICALES
Nos fuimos por lo más fácil, es decir, por la línea cultual. En la
línea pastoral y organizativa, se avanzó poco. Se habló de
sectorización de la parroquia y se hicieron experiencias al respecto.
Hasta ahí. No se llegó a ninguna legislación al respecto.
En todas partes hay ministros de la Eucaristía “para ayudar al
señor Cura a distribuir la comunión durante las misas y llevar la
comunión a los enfermos”. Algo sencillo, una ayuda y nada más, sin
necesidad de una gran preparación y una gran responsabilidad. Algo
que no pone en peligro la autoridad “única, total e inapelable” del
señor Cura.
Ahora bien, los que soñamos con un Nuevo Modelo de Iglesia”, no nos sentimos satisfechos por lo que se ha hecho y se sigue
haciendo. Queremos que se avance más, creando ministerios que
miren a reestructurar la organización parroquial y al mismo tiempo
puedan servir como peldaños para llegar al diaconado permanente.
Lo que implica una mejor preparación y un verdadero entrenamiento
para los posibles candidatos.
Que haya coordinadores de las distintas pastorales (litúrgica,
profética y social), coordinadores de barrio, colonia, pueblo, sectores, etc., gozando cada ministerio de un estatuto propio, de manera
que nadie pueda acceder a él o ser removido por motivos, que no
tienen nada que ver con el respeto que se debe al individuo y la
comunidad (favoritismo, simpatía o antipatía, etc.), en la línea del
más descarado autoritarismo.
¿Se han preguntado alguna vez por qué son tan pocos los que
quieren colaborar en las actividades parroquiales? Sencillamente
por la manera como se trata a la gente. Y pensar que tenemos una
enorme necesidad de colaboradores, para que el pueblo católico
sea atendido como se merece, a la luz del dato revelado y la experiencia de las primeras comunidades cristianas.
Todos estamos convencidos de que ésta es la hora del seglar.
Pues bien, es urgente reestructurar todo el quehacer eclesial de
manera tal que al seglar se le dé el lugar que le corresponde.
212
8.- DIACONADO PERMANENTE
Con el Concilio Ecuménico Vaticano II, teniendo en cuenta a
las comunidades católicas más débiles, como son de una manera
especial las de América Latina y África, fue restaurado el diaconado
permanente. Pero, de hecho, ¿qué pasó? Que precisamente fue allá
donde menos fue aceptado. ¿La causa? El miedo de los curas a la
competencia, con el peligro de ver disminuir sus entradas.
Todo lo demás es puro pretexto: que el pueblo no acepta al
diácono casado, que no hay dinero para prepararlo y sostenerlo,
etc. Aquí encontramos una prueba más de la mentalidad egoísta y
caciquil, presente en muchos pueblos en vías de desarrollo. El que
está arriba, no quiere arriesgar de perder su posición de privilegio,
compartiendo con otros el poder.
En realidad, aunque en América Latina haya un cierto despertar vocacional, de todos modos, estamos muy lejos de vislumbrar
una solución al grave problema de la atención pastoral del pueblo
católico. ¿Qué puede hacer un presbítero para atender a 10-20-30
mil feligreses, a veces esparcidos en un inmenso territorio con grandes dificultades de comunicación? Una locura. Y de todos modos,
los responsables se resisten a buscar ayuda. O yo o nadie.
Algunos dicen que lo que puede hacer un diácono, lo puede
hacer también un laico comprometido. Entonces, basta encargar a
un laico y se logra lo mismo, sin necesidad de meterse en problemas
con los diáconos permanentes casados. Ahora bien, teniendo en
cuenta el dato revelado y la experiencia, podemos contestar que no
es lo mismo.
En realidad, el sacramento tiene su razón de ser y en la práctica se nota su eficacia. De hecho, donde se ha implantado el diaconado
permanente con una seria preparación y un adecuado acompañamiento (no donde se han hecho las cosas al vapor, por motivos ideológicos), las cosas marchan bien y se están cosechando frutos abundantes, contando el obispo y los presbíteros con verdaderos colaboradores.
Por otro lado, el restablecimiento del diaconado permanente
puede ofrecer un buen antecedente y una buena base para pensar
mañana en la ordenación sacerdotal, conferida a hombres casados.
Según mi manera de ver las cosas, en el futuro habrá presbíteros
célibes, que vivan en comunidad, y presbíteros casados, que vivan
con su familia, dejando a un lado la praxis actual de presbíteros
213
célibes que viven solos, algo totalmente al margen del verdadero
sentir eclesial, que es esencialmente comunitario. Por otro lado,
¿cómo es posible que uno pueda formar comunidades y pastorearlas,
si no cuenta con una verdadera experiencia comunitaria?
Por lo tanto, luchar por implantar el diaconado permanente
con varones casados, es contribuir de una manera significativa a
crear un Nuevo Modelo de Iglesia, que tanta falta nos hace. Algo
más. Según mi opinión, el restablecimiento del diaconado permanente representaría la piedra de toque para ver si alguien está a
favor de un Nuevo Modelo de Iglesia o sigue soñando con el antiguo
régimen de cristiandad.
¿Y el aspecto económico? No se necesita ningún presupuesto
especial, destinado a la formación y el sostenimiento de los diáconos permanente. Más atención pastoral haya y más ingresos económicos habrá. Es la experiencia que estamos teniendo donde se ha
instaurado el diaconado permanente. No se necesita un sueldo especial de parte de la diócesis o la parroquia. Se les asigna un cierto
territorio o una cierta actividad de parte de la parroquia o la diócesis, y ellos mismos verán qué iniciativa tomar para hacer frente al
problema económico. Además, no hay que olvidarse de la advertencia de Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y
todo se les dará por añadidura” (Mt 6,33).
9.- CLERO
Por lo general, se ve agotado, cansado, desubicado e insatisfecho, metido en todo y carente de una mística propia y de una verdadera preparación y experiencia en el campo de la pastoral. Su especialidad: el culto y los sacramentos.
Al no poder hacer frente a la competencia, por falta de una
visión clara acerca de la realidad eclesial y de una utopía evangélica
con relación a su papel específico dentro de la Iglesia, opta por buscar una justificación “racional” a todo lo que está pasando en la
Iglesia y la sociedad.
Para enfrentar seriamente los problemas eclesiales, no está
dispuesto a meter sobre la mesa todas las cartas. Prefiere seguir
como antes, con sus privilegios y ventajas de orden económico. No
está dispuesto a compartir todo con las demás fuerzas vivas de la
Iglesia. Quisiera que los demás se involucraran más en la pastoral,
sin ninguna recompensa de orden económico y sin poner ningún
214
límite a su poder discrecional. Estando así las cosas, sin duda el
clero representa un factor de atraso más que de progreso en orden
a crear un Nuevo Modelo de Iglesia.
Para aparentar apertura y seguridad, en el campo religioso
enarbola la bandera del ecumenismo y el diálogo interreligioso y en
el campo profano se declara a favor de las causas populares, aunque
en la práctica prefiera codearse con los más pudientes.
Ahora bien, en orden a definir un Nuevo Modelo de Iglesia, si
duda la correcta ubicación del clero en todo el conjunto eclesial
representa uno de los aspectos más sobresalientes, puesto que se
trata de ofrecer a todo católico la posibilidad de contar con una
atención pastoral personalizada, sin exigir por otro lado a los clérigos hazañas sobrehumanas.
10.- MINISTERIO SACERDOTAL Y CELIBATO
La Eucaristía es el centro y la fuente de la vida cristiana para
cada comunidad, una Eucaristía que se hace y se celebra, y no una
Eucaristía que se lleva y se distribuye. Por lo tanto, supeditar la
celebración eucarística al carisma del celibato, parece un verdadero absurdo teológico. Es como tentar a Dios: “O sacerdotes célibes o
nada”, olvidando una verdad esencial, es decir, que toda comunidad cristiana tiene derecho a su celebración eucarística o no es una
verdadera comunidad cristiana, faltándole algo esencial.
¿Y qué está pasando actualmente en la mayoría de las comunidades católicas, especialmente en América Latina y en África? Que,
por salvar la praxis del celibato, se quedan sin Eucaristía, es decir,
sin lo fundamental para ser verdaderas comunidades cristianas.
Millares y millares de aldeas, pueblitos, pueblos, barrios y colonias,
sin celebración eucarística.
Lo peor del caso es que se ve como normal el calo significativo
de la feligresía católica a favor de un sinnúmero de agrupaciones
proselitistas, bajo el pretexto de la falta de clero. Así que se está
haciendo depender la misma sobrevivencia del pueblo católico de
la cantidad de los ministros ordenados. Teológicamente hablando,
¿no sería lo contrario? ¿Acaso no es el ministro que tiene que estar
en función de la comunidad? Más comunidades, más ministros y no
viceversa.
Aquí tenemos la prueba tangible de la extrema urgencia de
reestructurar toda la vida de la Iglesia, partiendo del dato revelado
215
y la experiencia de las primeras comunidades cristianas,
liberándonos de todas las sobreestructuras, que a lo largo de la historia se han ido creando y que ya no tienen sentido, desfigurando
así el rostro de la Iglesia, un rostro lleno de arrugas, incapaz de dar
seguridad y confianza a la mayoría de sus hijos, cuyo futuro se ve
completamente incierto.
Frente a esta realidad, me pregunto: “¿Qué más necesitamos
para darnos cuenta de que nos encontramos ante un modelo eclesial ya agotado, que ya no puede cumplir con su cometido? Si no le
permite atender debidamente a todos los feligreses católicos, es tiempo de cambiarlo por otro, más acorde a la situación actual, capaz de
hacer frente por lo menos a las necesidades internas más apremiantes”.
Aparte de esto, ¿hasta cuándo se seguirá ignorando el drama
de tantos pastores de almas, que en carne propia han experimentado la fuerza del carisma ministerial y al mismo tiempo la ausencia
del carisma del celibato? ¿Pastores tan celosos en el ejercicio de su
ministerio y tan débiles en la vivencia del celibato?
11.- SEMINARIO
Si queremos pastores de almas, capaces de vivir en comunidad, crear comunidades y pastorearlas, es necesario cambiar el tipo
de formación, realizada ya no en enormes seminarios que se parecen a cuarteles militares, sino en pequeñas comunidades, que sean
como cenáculos en que los futuros pastores de almas convivan en
contacto continuo con sus formadores, el párroco y sus vicarios.
¿Y el seminario? Reservarlo para las clases. Normalmente habría que alternar períodos de clases, estando en el seminario, y períodos de estudio personal y grupal, viviendo en una parroquia o
centro de pastoral. Así se evitará el peligro de la masificación, perdiéndose cada uno en el anonimato, y se favorecerá el espíritu y la
práctica comunitaria.
Aparte de esto, es necesario reestructurar la misma enseñanza
que se imparte a los seminaristas. Ya no tiene que ser una simple
transmisión de conocimientos, sin una referencia concreta a los
destinatarios del mensaje. Los seminaristas tienen que acostumbrarse a realizar investigaciones de campo, para que conozcan la situación real de la gente que van a evangelizar y vayan haciendo ensayos para ver cómo, poco a poco, pueden ir elevando el nivel religio216
so del pueblo católico, mediante una evangelización totalmente encarnada y con resultados bien precisos.
Que se trate de un verdadero análisis, que lleve a un conocimiento real de la situación religiosa, en que vive nuestro pueblo
católico, teniendo en cuenta su herencia indígena, el influjo de la
Nueva Era y un sinfín de prácticas supersticiosas. No un análisis
desviante, que se vaya por el aspecto político y económico o sea
encaminado a buscar excusas o pretextos para ver a quién echarle
la culpa del fracaso, que estamos teniendo en el campo de la evangelización. Y todo esto, con la asesoría de los mismos maestros, cuya
tarea tiene que ser la de formar a futuros pastores de almas y no a
simples filósofos o teólogos.
Para lograr esto, además, no es suficiente cuidar solamente la
formación filosófica, teológica y pastoral de los candidatos al
sacerdocio. Es necesario dar la debida importancia a su superación
humana, ayudándolos a curar posibles heridas, superar traumas y
aprender a relacionarse con los demás. Hoy en día, para formar a
futuros pastores de almas, hay que echar mano de todos los recursos que ofrece la sana sicología, hasta solicitar, si se ve necesario, el
apoyo del sicólogo profesional.
Por lo que se refiere a la selección de los candidatos, considero
incorrecto desechar ciertas vocaciones por el simple hecho que no
pueden alcanzar un determinado nivel académico, que supone una
mayor capacidad intelectual. Es como tentar a Dios: por un lado se
le piden más vocaciones y por el otro se desechan las que Dios manda, por no cumplir ciertos requisitos de orden académico, necesarios para alcanzar una licenciatura en filosofía o teología. Me pregunto: “¿Qué tiene que ver la vocación con la licenciatura?” Que
haya más opciones de formación académica para acceder a las órdenes sagradas: con licenciatura o sin licenciatura, cursos normales
y cursos más largos para los que tengan menos capacidad. Que se
respete la manera de ser y el ritmo de cada alumno. Que haya más
atención personalizada para cada candidato al ministerio sacerdotal.
12.- VIDA CONSAGRADA
Hay que reubicarla para que tenga sentido en la nueva sociedad plural. Como tuvo su razón de ser durante las primeras generaciones cristianas, la edad media y los siglos pasados, así tiene que
217
encontrar su razón de ser en las distintas situaciones del mundo
actual.
De hecho, ya se vislumbra una solución “evangélica”, no económica, al problema: que se avoque a la contemplación y a la evangelización. Sin preocuparse demasiado por el aspecto económico.
Como signo de una manera diferente de ver las cosas, un trampolín
para entrar en otra dimensión de la existencia, una clara invitación
a una vida de fe. En realidad, o la vida consagrada cuestiona o no
tiene sentido.
¿Y las empresas educativas y sanitarias’? Que pasen a las manos de los “empresarios” laicos, mientras las religiosas se reserven
el cuidado de la fe. ¿Y el carisma de los fundadores? No hay que
olvidar que cada carisma tiene mucho que ver con las circunstancias concretas en que surgió, como respuesta a problemas concretos. Por lo tanto, no hay que mantenerlos en vida “artificialmente”,
corriendo el riesgo de quedarse “desfasados”.
Por otro lado, ¿hasta cuándo seguiremos llenando los vacíos,
que deja el Estado? Haciendo esto, estamos creando nuevos vacíos,
que vienen a llenar un sinfín de organizaciones religiosas proselitistas, que se aprovechan de todo para engrosar sus filas.
¿Qué es lo que hoy en día es más urgente para que la Iglesia
pueda cumplir con su misión? Pues bien, hacia esto tenemos que
apuntar todas las baterías.
13.- LAS MASAS CATÓLICAS
¿Cómo ponerlas en marcha, sacándolas del actual estado de
estancamiento en que se encuentran? Es el gran reto que tenemos
que enfrentar como Iglesia. En lugar de darlas por perdidas y despreciarlas, relegándolas en la así llamada “religiosidad popular”, no
obstante que representen en principal soporte económico de todo
el aparato eclesial, tenemos que ver qué hacer para despertarlas y
ponerlas en marcha, ayudándolas a dar pasos concretos en orden a
una vida auténticamente cristiana.
A imitación de lo que están haciendo los grupos religiosos proselitistas para alejarlas de la Iglesia Católica, nosotros tenemos que
afinar alguna estrategia práctica para acercarnos a ellas y tratar de
injertarlas en el tejido vivo de la Iglesia. ¿Cuáles podrían ser los
puntos básicos de esta estrategia?
218
Manejando un lenguaje de tipo militar, podríamos hablar de
tres etapas o aspectos diferentes:
a) Bombardeo constante mediante los medios de comunicación
masiva (fuerza aérea).
b) Acercamiento a las masas mediante el teatro, los congresos,
las fiestas patronales, los desfiles con carros alegóricos bíblicos, etc., dando mensajes por las calles con aparatos de sonido
portátiles o instalados en carros o triciclos, etc. (artillería).
c) Contacto personal, casa por casa e individuo por individuo
(infantería).
Según el caso, el contenido puede ser de evangelización o
preevangelización, manejando un lenguaje fácilmente accesible a
las masas, apto para cuestionar y llevar a cada individuo hacia un
encuentro personal con Cristo y su Iglesia. Es tiempo de tomar las
cosas con mayor seriedad, dejándonos cuestionar por la Palabra de
Dios, que nos invita a mirar con ojos de misericordia a las masas
católicas alejadas, vistas como “ovejas perdidas” o “sin pastor”, a
las que tenemos la obligación de anunciarles el Evangelio (Mt 10, 6
y Mc 6,34.37).
14.- RELIGIOSIDAD POPULAR
No hay que verla como algo intocable, una religión aparte o un
camino de salvación paralelo, cuyas características fundamentales
serían la ignorancia y una mezcla de supersticiones, sino como un
camino truncado, que necesita apoyo para llegar a la plenitud en
Cristo y su Iglesia.
O seguiremos perdiendo gente por el acoso constante de los
grupos proselitistas, que entre la gente metida en la religiosidad
popular están cosechando sus mejores triunfos. En realidad, se trata de personas que cuentan con un fuerte sentimiento religioso y al
mismo tiempo carecen de un sólido fundamento, que les permita
resistir a los ataques de los enemigos de la fe católica.
Si se quiere poner un alto al constante éxodo hacia los grupos
proselitistas de parte de los católicos, metidos en la religiosidad
popular, que son la mayoría, es necesario insistir en su formación y
práctica de vida cristiana.
219
Que el enaltecimiento de los valores presentes en la religiosidad popular no vaya a representar un pretexto para abandonarla a
su destino, privándola de las enormes riquezas presentes en el Evangelio.
15.- APOLOGÉTICA Y ECUMENISMO
Por la movilidad demográfica y los medios de comunicación
masiva, el pluralismo cultural y religioso es ya una realidad imprescindible. Ya no es posible vivir como si no hubiera otras maneras de
pensar y vivir.
Por lo tanto, urge aprender a vivir en este nuevo contexto social, sin añoranza por el pasado, sabiendo que este nuevo estilo de
vida marcará el futuro de la humanidad. Hay que aprender a vivir la
ley del amor hacia todos, viendo en cada ser humano la imagen de
Dios y el mismo destino a la felicidad en un encuentro definitivo con
Él.
Respeto, tolerancia y diálogo tienen que marcar las relaciones
entre todos los seres humanos, más allá de toda diferencia o discrepancia a nivel político, filosófico o religioso. Ahora bien, para que
esto sea posible, se necesita que cada uno conozca la propia identidad. De otra manera, no podrá haber diálogo, sino monólogos de
parte de los más atrevidos y aceptación pasiva y automarginación
de parte de los demás.
Y puesto que hoy en día el proselitismo religioso es un hecho,
que está a la vista de todos, para que el católico pueda sentirse seguro y con dignidad, es urgente que conozca las bases de su fe de tal
manera que pueda dar una respuesta a los que lo cuestionan y tratan
de perturbarlo en su fe.
Hoy más que nunca es necesario que el católico esté preparado para dialogar con todos y defender su fe, cuando alguien trata de
atacarla. Es tiempo de borrar la idea de una oposición entre la apologética y el ecumenismo. Hay que aprender a dialogar con los que
son respetuosos y a defender la propia fe con relación a los que
tratan de desprestigiarla.
Hay que ser realistas, tratando de vivir en el mundo concreto
en que nos encontramos, dejando a un lado el mundo puramente
imaginario, donde hay puro amor y respeto, sin que nadie atente
contra la dignidad y los valores ajenos.
220
Ahora bien, ¿cómo andamos en este aspecto? Un desastre. Se
quitó la apologética de la enseñanza, que se imparte en los seminarios y en todos los demás centros de formación a nivel oficial. Nos
están comiendo el mandado y seguimos preparando a las nuevas
generaciones de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos
“como si no existiera el proselitismo religioso”. Un error histórico,
que nos está costando demasiado caro. Y de todos modos, muchos
prefieren continuar con la política del avestruz, que pone la cabeza
bajo la arena para no ver lo que está pasando a su alrededor y sentirse libre de toda responsabilidad. ¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo se seguirá ignorando la presencia de los grupos
proselitistas en nuestras comunidades? Se estudia el budismo, el
islamismo y el hinduismo, y no se estudia todo lo referente a los
grupos proselitistas, que nos están afectando directamente. ¿Hasta
cuándo seguiremos tercos con nuestro malentendido ecumenismo
y diálogo interreligioso?
16.- PASTORAL SOCIAL
Cajas de ahorro
Hay muchas iniciativas al respecto, entre las cuales destacan
las cajas de ahorro, que representan una verdadera educación para
la libertad y la dignidad, puesto que ayudan a los más pobres y débiles a no caer bajo las garras de los usureros y los explotadores.
Sin embargo, hay que reconocer que son pocos los que están
integrados en las cajas de ahorro. La mayoría de los pobres siguen
sin orientación y protección alguna, a la merced de gente sin escrúpulo, que se aprovecha de ellos para acrecentar sus ganancias.
Miniproyectos
Según mi opinión, sería deseable que dentro de la Iglesia surgieran algunas instituciones, destinada a financiar miniproyectos,
que permitieran a los pobres levantar un poco la cabeza y arrancar.
Canalizando hacia estas instituciones algunos recursos de las entidades católicas (diócesis, parroquias, congregaciones religiosas,
asociaciones y movimientos apostólicos, etc.), sería posible echar
andar esta iniciativa, logrando dar un apoyo consistente a las capas
más desprotegidas y marginadas de la sociedad, promoviendo el
desarrollo de los pueblos de una manera muy sencilla y eficaz, yendo más allá de la simple limosna.
221
17.- ORGANIZACIÓN PASTORAL
Un cenáculo de servidores
Hay que borrar el concepto y la praxis de la parroquia como
una encomienda o un feudo. El párroco tiene que tomar su papel de
ministro, es decir, un servidor y nada más, no un dueño o cacique.
Un servidor, rodeado de otros servidores, cada uno con un papel
específico que desempeñar, un papel aceptado y reconocido por
toda la comunidad.
Pues bien, aceptar y reconocer el papel de cada servidor de la
comunidad tiene que ser la norma básica, que tiene que regir la relación entre todos. A como dé lugar, hay que desterrar de nuestras
comunidades la idea del mandamás, que en cualquier momento puede desconocer el papel de cualquier otro servidor y despedirlo así
nomás.
Según mi opinión, a esta falta de organización se debe la crítica
generalizada que existe con relación a la manera de actuar del clero.
Por un lado, éste se reserva todas las decisiones y responsabilidades, que se refieren a la vida de la comunidad cristiana, y por el otro
no logra cumplir con todos los relativos compromisos, lo que provoca en el pueblo una profunda decepción.
¿Por qué, entonces, no establecer distintos niveles de decisiones y responsabilidades al interior de la comunidad, de manera que
no todo dependa directamente del clero? En realidad, no conviene
elevar demasiado del papel del clero, sabiendo que no va a poder
cumplir con las expectativas que se van creando en el pueblo. Mejor repartir todo entre los miembros más destacados y comprometidos de la comunidad, de manera que resulte más fácil para cada
uno cumplir con lo asignado.
Reestructuración
Es lo que todos estamos esperando, teniendo en cuenta un principio fundamental: al centro tiene que estar el pueblo de Dios y no el
ministro. Por lo tanto, tiene que haber tantos ministros, cuanto sean
necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo eclesial. Lo mismo se tiene que decir con relación a las estructuras, que siempre
tienen que estar al servicio de la Iglesia y no viceversa. Por lo tanto,
hay que ver caso por caso si una estructura sirve o no. Si no sirve,
hay que eliminarla, creando nuevas estructuras, según la necesi-
222
dad. En realidad, la Iglesia no es un museo, sino un cuerpo vivo, que
necesita rehacerse continuamente para poder estar sano y cumplir
con su misión.
Teniendo presente todo esto, si queremos una Iglesia siempre
joven y saludable, más que fijar la mirada en el pasado, tenemos que
fijarla en el presente y en el futuro. El pasado nos servirá como
punto de referencia, para evitar los excesos o salirnos fuera del
camino trazado por el Fundador hace casi dos mil años. Además,
tenemos que estar convencidos de que, en esta labor de puesta al
día, todos podemos y debemos colaborar con nuestro granito de
arena y no esperar que desde arriba nos vengan todas las luces,
como si el papa y los obispos tuvieran la exclusividad de la intuición. En los asuntos prácticos, todos tenemos el derecho y el deber
de decir nuestra palabra y aportar nuestra experiencia, sin excluir
el papel propio del especialista en asuntos de investigación, experimentación y planeación.
18.- LA PARROQUIA COMO EMPRESA
Para el católico común, hablar de negocio, es hablar de estafa,
engaño, algo que tiene que ver con la explotación de los demás. No
se piensa en los beneficios que puede generar un negocio, sea para
el dueño que para los demás. Lo mismo con relación a la empresa.
Todos quieren trabajar en una empresa, pero ¡ay del empresario!,
que es visto siempre como el explotador, es decir, el que gana más a
costillas de los trabajadores.
Viendo las cosas de esta manera, a nadie se le ocurre hablar de
una parroquia o diócesis como empresa o negocio, o de un obispo o
párroco como empresario. Pero, ¿qué tal si se empieza a ver las
cosas desde esta nueva perspectiva? Se empieza a actuar de otra
manera, no dejándolo todo a la improvisación o a los humores del
momento, sino haciendo todo lo posible para que las cosas funcionen, no cayendo en la rutina, sino inventando cualquier cosa para
que la empresa prospere.
Si se ve que la empresa-parroquia necesita más personal para
su funcionamiento, hay que proporcionárselo. No hay ninguna razón para reducir el personal al párroco, la secretaria y el sacristán.
Más personal, mejor atención pastoral y más ingresos. Una buena
administración parroquial da para todo y para todos. También para
algunos diáconos permanentes y agentes de pastoral a tiempo com-
223
pleto o a medio tiempo. Todo es cuestión de organización. Se gasta
para construir templos y adornarlos; en ocasiones se despilfarra
dinero en carros lujosos y largas vacaciones en el extranjero.... ¡y
no hay dinero para la evangelización y la atención pastoral del pueblo!
Además, actuando así, la Iglesia tiene la oportunidad de colaborar de una manera más efectiva al desarrollo de la sociedad, creando fuentes de trabajo remunerado con gente dedicada a la pastoral.
Si una agrupación religiosa no católica por cada 50-100 miembros
cuenta por lo menos con una o dos personas que viven del culto,
¿por qué también nosotros no podemos hacer algo parecido? ¡Imagínense a cuánta gente podríamos proporcionar un empleo y cuántos católicos podrían tener la oportunidad de ser mejor atendidos!
Pues bien, para estimular en una parroquia el espíritu de iniciativa y
al mismo tiempo detectar su nivel organizativo en orden a una pastoral más efectiva, considero conveniente que cada parroquia informe a la diócesis acerca de la cantidad de personas que están a su
servicio a tiempo completo o medio tiempo, su desempeño en la
línea administrativa o pastoral y la manera de alcanzar los fondos
económicos para su sustento.
Hoy en día, es urgente dejar de pensar en la parroquia como un
feudo o una encomienda (beneficio), destinada a proporcionar el
sustento al clero, para empezar a pensar en la parroquia como una
empresa, destinada a proporcionar bienes espirituales a un determinado número de personas y al mismo tiempo sostener económicamente a todos los que estén involucrados en su funcionamiento.
Para lograr esto, en lugar de pensar solamente en “sacar”, hay que
pensar en “invertir” en la parroquia, para que funcione mejor y ofrezca el máximo provecho para todos.
Pues bien, todo lo que se haga en este sentido, contribuye a
dibujar un Nuevo Rostro de Iglesia, una Iglesia más joven y atractiva, más preocupada por el bien de sus hijos y de toda la comunidad.
19.- CONSEJO PARROQUIAL
Tiene que ser al alma y el motor de la vida parroquial, la institución a la cual tienen que llegar todas las propuestas y todos los
proyectos y de donde tienen que salir todas las orientaciones y decisiones fundamentales para la marcha de todo el conjunto
parroquial.
224
De otra manera, se va hacia el fracaso, como pasa con tantas
parroquias, que languidecen por falta de iniciativa y planeación. Lo
que entra sale y cada quien hace lo que puede, a la buena de Dios, sin
planes concretos y sin continuidad.
Es tiempo de acabar con esta costumbre. Es tiempo de aprender a organizarse bien para llevar a cabo la misión, que Cristo ha
confiado a su Iglesia.
20.- CONSEJO ECONÓMICO
PARA LA EVANGLIZACIÓN
Por lo general, todas las colectas que se hacen en las comunidades, están destinadas a realizar obras materiales, especialmente
para la construcción.
Ahora es tiempo de tomar conciencia de que se necesitan fondos, que sirvan directamente para la evangelización. En efecto, es
necesario que algún catequista vaya a prepararse mejor en algún
instituto especializado, que alguien se dedique a visitar las comunidades dedicando energías y perdiendo días de trabajo, teniendo en
cuenta que los mejores evangelizadores son gente casada y por lo
tanto con responsabilidades familiares,
¿Cómo realizar esto? Que en cada parroquia haya un Comité
de Economía para la Evangelización. ¿Cómo conseguir los fondos
necesarios para realizar un sinfín de iniciativas útiles para la evangelización? Haciendo una colecta especial en todos los templos de
la parroquia, buscando bienhechores, organizando rifas, pidiendo
café, maíz, frijol, algodón... en tiempos de cosecha y entregando el
dinero correspondiente a dicho comité.
Como la comunidad cristiana se preocupa por sostener el seminario, así tiene que preocuparse para promover la evangelización, procurando una mejor formación de los agentes de pastoral,
ayudando a los que dedican más tiempo al apostolado con detrimento de su trabajo y sosteniendo cualquier otra iniciativa que se
considere conveniente (dulces a los niños que acuden al catecismo,
mesas de juegos y artículos deportivos para los jóvenes que frecuentan nuestros ambientes, etc.).
Ojalá que algún día en cada parroquia pueda haber, aparte del
sacerdote y alguna religiosa, un cierto número de seglares, también
casados, que puedan dedicar todo su tiempo o gran parte de ello a la
evangelización.
225
«La cosecha es abundante y los obreros son pocos» (Lc 10, 2).
Hay que hacer algo para resolver este grave problema de los obreros del Evangelio. Y el aspecto económico seguramente representa
uno de los obstáculos más graves que estamos llamados a superar
con espíritu de firmeza y decisión.
No basta decir: «Es mucho el trabajo; no me doy abasto para
atender a tanta gente», mientras se quedan pueblos completamente
abandonados y sectores sociales sin cuidado pastoral. Hay que pensar, moverse, buscar nuevos «obreros del Evangelio».
Hermano catequista y laico comprometido, acuérdate que
mucho depende de ti.
Tú tienes que hablar a la comunidad e ir promoviendo esta
idea para que la evangelización no se atasque. Y tienes que dar el
ejemplo, cooperando personalmente y organizando iniciativas para
que el Comité de Economía para la Evangelización pueda contar
con los fondos necesarios.
No te dejes vencer por la envidia, cuando veas que un compañero tuyo fue promovido para algún ministerio o fue escogido para
participar en algún curso de especialización, y no tú. Lo que tienes
que buscar es el bien de la Iglesia y no tu prestigio personal. La
construcción del Reino de Dios tiene que ser tu máxima preocupación.
21.- JERARQUÍA
Que se avoque más a su papel específico de llevar adelante la
misión, que le ha sido confiado por el Fundador. Menos coqueteos
con la clase política y empresarial. Menos actitudes y discursos “políticamente correctos”. Más espíritu evangélico: sí sí, no no.
Más que buscar el prestigio y la gloria de los hombres, que se
avoque a llevar adelante el proyecto del Padre. Más preocupación
por los de adentro, para que se vuelvan “discípulos y misioneros”
de Cristo. Más precisión en sus discursos, dirigiéndose a
interlocutores precisos con el afán de acercar a todos a las fuentes
de la salvación.
Que en el ejercicio de su ministerio sea más dialogante, realmente preocupada por el bien del rebaño que le ha sido confiado y
respetuosa de su dignidad; que impulse los carismas, sepa discernir
226
entre el trigo y la paja y esté atenta a los signos de los tiempos; que
no le tenga miedo al cambio y mire más hacia el futuro que al pasado.
Queremos pastores, dispuestos a enfrentar con valentía los
problemas reales; que no traten de ignorarlos o postergar continuamente su solución. No queremos gente intelectual, que se pasa su
tiempo en la biblioteca, el escritorio o en puras ceremonias. Soñamos con verdaderos pastores-evangelizadores, que sepan orientar
oportunamente en el arte de transmitir el mensaje de la salvación.
22- LENGUAJE
Actualmente el lenguaje eclesiástico está excesivamente sobrecargado de elementos filosófico-teológicos, de difícil comprensión para la masa en general y también para la gente, que cuenta con
una cierta cultura. Hay mucho que hacer en este aspecto. De otra
manera, la gran mayoría del pueblo católico queda excluida de las
grandes riquezas, representadas por el enorme patrimonio cultural
y religioso, que se encierra en la Iglesia Católica.
Cultura actual
Para empezar, es urgente revisar todos los textos litúrgicos,
cuyo contenido es demasiado conciso y conceptual, al estilo latino.
Es necesario explicitarlo más, dándole un colorido más acorde a la
sensibilidad actual. Por lo que se refiere a la sociedad en general, si
queremos influir en el mundo de la cultura, tenemos que buscar
nuevos vehículos de expresión, como son el arte, la poesía, la novela, el cine, el teatro, etc. Solamente así será posible transmitir el
Evangelio al hombre de hoy, manejando el lenguaje cultural que le
es propio. De otra manera, seguiremos marginados de la grande
cultura, que están asimilando nuestros mismos feligreses, ensanchando aún más la brecha que existe entre la fe y la razón, lo que se
cree en el templo y lo que se piensa y vive fuera del templo.
Es tiempo de que, sin abandonar por completo las categorías
filosófico-teológicas, que representan el urdimbre fundamental de
la doctrina y el dogma católico, aprendamos a manejar con soltura
el lenguaje actual, menos preciso y más sugerente, para entrar en el
mundo cultural actual y cumplir con nuestra misión de ser “sal de la
tierra” y “luz del mundo” (Mt 5, 13-14).
227
Cambios urgentes
1.- Adoración de la cruz.
Es una expresión desafortunada. Evidentemente no se trata de
la cruz de madera, sino del “misterio de la cruz”, es decir de Jesús
que murió en la cruz. Baste leer lo que encontramos en la tercena
antífona de los laudes del viernes santo: “Tu cruz adoramos y tu
santa resurrección alabamos”. Se relaciona la cruz con la resurrección, es decir, la muerte de Jesús en la cruz con su resurrección. En
otras palabras se está hablando de Jesús, muerto en la cruz y resucitado.
De todos modos, la expresión “adoración de la cruz” se presta
a cierta confusión. ¿Por qué non sustituirla con otra más clara, por
ejemplo, “Jesús, muerto en la cruz”? Así se evitarán las críticas de
parte de los grupos proselitistas y cierta confusión, que puede surgir en los ambientes católicos menos ilustrados.
2.- Ave María.
Se trata de una oración muy popular. Por lo tanto, es oportuno
ser muy cautelosos en el lenguaje, para que no se preste a confusión
y no se dé pie a los ataques de los grupos proselitistas.
- Dios te salve.
Sencillamente se trata de una manera antigua de saludar. Sin
embargo, esta expresión, tomada al pie de la letra, puede inducir al
error, como si se pidiera a Dios que salvara a María, lo que echaría
abajo todos sus privilegios, haciendo de María una persona menos
afortunada que cualquier otro creyente. Y es precisamente lo que
hacen notar los miembros de los grupos proselitistas.
¿Qué hacer, entonces? Cambiar esta expresión con otra más
clara y más conforme con el dato bíblico: “Alégrate”.
- Llena de gracia.
¿Qué quiere decir la palabra “gracia”? Cada quien la entiende
como quiere o no entiende nada. ¿Por qué, entonces, no cambiarla
por algo, que todos pueden fácilmente entender? Algunos sugieren
la expresión “favor de Dios”. De mi parte, aun la veo bastante com-
228
plicada a nivel popular, aunque más precisa. Yo cambiaría la palabra “gracia” por “amor de Dios”. Algo muy sencillo y claro, que no
se presta a ninguna confusión.
- Madre de Dios.
Para el teólogo el asunto es muy claro: “María dio el cuerpo a
Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre. De todos modos, puesto que la naturaleza humana fue asumida por la persona
del Verbo y que el Verbo es Dios, María puede ser llamada “Madre
de Dios”.
Algo sencillo para el teólogo, pero no para el hombre de la
calle, que no maneja el mismo lenguaje filosófico y por lo tanto
difícilmente entiende la diferencia entre persona y naturaleza. ¿Por
qué, entonces, no cortar por lo sano, sustituyendo la expresión
“Madre de Dios” por otra más sencilla y actual, que puede ser “Madre de Jesús y Madre nuestra”? ¿Por qué meter al pueblo sencillo en
asuntos teológicos, que tantas discusiones causaron en la Iglesia de
los primeros siglos?
23.- CULTURA DE MASA
En el campo de la editorial católica ha habido poca sensibilidad con relación a la cultura de masa. Ha pasado lo mismo que con
los colegios católicos: espíritu capillista, elitista y capitalista. Por
un lado un discurso demagógico de apoyo a los pobres y por el otro
un coqueteo constante con las clases empresariales y políticas, respondiendo a sus expectativas de competencia profesional y alto
rendimiento académico, y con eso poder contar con mejores ingresos económicos.
Es tiempo de cambiar. Es tiempo de empezar a pensar en las
enormes potencialidades encerradas en las masas populares católicas, cuya elevación cultural y moral puede transformar de raíz el
panorama total de la Iglesia y la sociedad. ¿Cómo lograr esto?
Adecuando nuestro lenguaje a su mentalidad, teniendo en cuenta
sus expectativas y su manera propia de sentir, aprender y expresarse. Es tiempo de pensar en una cultura de masa, en la cual las masas
católicas se vean reflejadas e identificadas, algo que el pueblo católico, a nivel masivo, pueda fácilmente comprender y asimilar, y lo
ponga en actitud activa y crítica ante el libro, el audio, el video o la
película.
229
No se trata de una cultura barata, que, en lugar de elevar el
nivel cultural y moral del pueblo, lo hunda más o rezague en asuntos
puramente sexuales o de violencia, como está pasando actualmente
con muchos medios de comunicación masiva, sino de manejar oportunamente su lenguaje y mentalidad propia para abordar los temas
más vitales para el desarrollo del ser humano y llevarlo hacia las
cumbres de la verdad y el amor en un camino de verdadera
humanización y divinización, lo que es propio de la fe cristiana.
Y todo esto, hecho con pasión, entendiendo, viviendo y expresando el drama del ser humano en su anhelo hacia la felicidad, debatiéndose en todo tipo de carencias, desequilibrios y aberraciones.
En un plan de comprensión, no de juicio, de hermano a hermano, no
de maestro a alumno. En realidad, se trata de crear una verdadera
cultura de masa en contraposición a una cultura de elite, como está
pasando en la actualidad, no de ofrecer recetas y nada más. Una
cultura en que se desborden las pasiones y se pueda descubrir la
presencia de los valores cristianos, en la manera de enfrentar la
realidad y solucionar los problemas. Una cultura que abarque todo
el panorama del contenido católico, desde la preevangelización hasta
las más altas cumbres de la contemplación. Y todo esto, traducido
en categorías culturales fácilmente asequibles a las masas católicas.
Que poco a poco nuestras masas católicas, marginadas por el
lenguaje técnico con que se manejan nuestros contenidos, puedan
acceder al núcleo del pensamiento católico y volverse en válidos
interlocutores. Que salgan de la situación de apatía y desinterés, en
que se encuentran actualmente, y se vuelvan receptivas, críticas y
propositivas. Que dejen de limitarse a escuchar y empiecen a hacer
oír su voz, una voz tal vez discordante, poco agradable a los oídos
más refinados y con tonalidades tan variadas cuantas son las posibilidades concretas en que el ser humano se desenvuelva.
Todo esto implica un cambio de mentalidad al interior de la
Iglesia, haciendo de la opción preferencial a favor de los pobres,
que en nuestro caso son las masas católicas marginadas del gran
festín de la fe, algo más que una etiqueta. Que poco a poco se vaya
creando, dentro de la Iglesia, un espíritu de verdadera simpatía y
compromiso a favor de las masas católicas poco ilustradas y poco
practicantes, para que, utilizando todos los recursos que las distintas expresiones culturales y la tecnología actual ponen a nuestra
disposición, podamos ayudarlas a disfrutar de las enormes riquezas
presentes en el patrimonio cultural católico.
230
Un enorme reto para el clero y el laicado, el intelectual y el
empresario católico, para producir y poner en circulación algo realmente valioso, que responda a las expectativas de las masas populares y al mismo tiempo sea accesible para su bolsillo; un reto pendiente en la configuración de un Nuevo Rostro de Iglesia; una invitación para todos a cimentarse con la realidad para ir transformándola cada día más a la luz del Evangelio.
24.- IGLESIA: TALLER DE HUMANISMO
Son muchos los problemas que aquejan al hombre de hoy.
¿Cómo solucionarlos? ¿Con pura doctrina? No. Se necesita el ejemplo. Que los discípulos de Cristo podamos ofrecer al mundo el ejemplo de cómo es posible enfrentarlos y solucionarlos de una manera
diferente, sin acudir a la violencia, sin corrupción, ni autoritarismo.
No basta que la Iglesia sea «maestra de humanismo»; tiene que
volverse en un «taller de humanismo», donde sea posible establecer relaciones más humanas y cada hombre tenga la oportunidad de
realizarse plenamente, confiando totalmente en el hermano, dando
lo mejor de sí mismo y ayudando a todos a vivir la ley del amor.
Después, acostumbrados a este nuevo estilo de vida, no será
difícil trasladarlo a la sociedad entera. Un enorme reto para toda la
iglesia, cada comunidad en particular y cada bautizado.
CONCLUSIÓN
Es tiempo de agarrar al toro por los cuernos, es decir, detectar
las causas más profundas de nuestro malestar y nuestro atraso en el
sistema eclesial y poner el remedio que se necesita, con miras a
parar de una vez la actual sangría que estamos sufriendo y empezar
a despegar el vuelo. Basta de dar golpes en el aire, entreteniéndonos
en asuntos marginales, que no enfrentan el problema desde la raíz.
Todos estamos invitados a dar nuestro aporte, para que podamos cada día ir dibujando un Nuevo Rostro de Iglesia, a la altura de
los tiempos actuales. Cada uno, desde su trinchera, puede y debe
hacer algo. No dejemos todo el paquete a la jerarquía, como si tuviera una varita mágica, capaz de solucionar cualquier problema.
Su competencia específica consiste en discernir las propuestas y
unificar los esfuerzos.
231
Habrá resistencia de parte de muchos, claro. De todos modos,
ante el “esplendor de la verdad”, será difícil resistir por mucho tiempo. Y la verdad es que los tiempos cambiaron y por lo tanto el “vino
nuevo”, que es el eterno Evangelio que se hace novedad cada día en
cada hombre y circunstancia, necesita “odres nuevos”, es decir,
nuevas estructuras o vehículos para llegar a todos.
A luchar, entonces, con valor y confianza. Alea iacta est. Se
echaron los dados. Empezó el partido. El que tenga más saliva, que
trague más pinole.
Ojalá que estas simples pinceladas (propuestas) representen
un estímulo (provocación), para que otros, con más intuición y competencia, logren completar el cuadro, a la luz del Evangelio y las
exigencias y expectativas del hombre de hoy. Oremus ad invicem.
232
TAREA
1. ¿Qué opinas acerca del objetivo general, que tendrìa que perseguir la Iglesia en toda su actividad?
a) Es correcto
b) No es correcto
Explica el por qué.
2. ¿Cuáles iniciativas concretas te llaman más la atención?
a)
b)
c)
d)
e)
3. ¿Cuáles iniciativas te parecen irrealizables?
a)
b)
c)
d)
e)
¿Por qué?
4. En general, ¿qué opinas acerca de lo qie se propone aquí
para crear un Nuevo Modelo de Iglesia?
233
234
Quinta Parte
EL SACRAMENTO
DE LA RECONCILIACIÓN
Reflexiones
para una puesta al día
¿Por qué este sacramento está en crisis, teniendo en cuenta
la enorme necesidad de apoyos que tiene el hombre actual para
liberarse de todo tipo de traumas y fortalecerse ante una sociedad demasiado violenta? ¿No será por su manera de celebrarse,
demasiado fría y alejada del sentir del hombre actual?
¿Qué tal si empezamos a escarbar en la praxis de las primeras comunidades cristianas (Mt l8, 15-18; Gál 6, 1-2; Stgo 5, 1620; 1Jn 5, 16) y nos dejamos contagiar por su enorme valor terapéutico en la línea de una verdadera restauración del creyente?
235
236
Mientras por un lado aumentan los confesores laicos (sicólogos
y comunicadores sociales), dispuestos a escuchar y ayudar a la gente necesitada de alguna orientación, un aliento o una verdadera terapia, los confesores oficiales tienen poco trabajo. ¿Por qué? Porque el Sacramento de la Reconciliación, en la manera de celebrarse
y en los frutos que produce, aún no satisface ni al penitente ni al
confesor. ¿A qué se debe? Es lo que queremos profundizar.
1.- El apoyo de la sicología
Para que funcione mejor el Sacramento de la Reconciliación,
más que a un juez, el confesor tiene que parecerse a un amigo, un
guía espiritual, un sicólogo y un médico, en la línea del gurú, el
chamán y el brujo. Uno que esté de tu parte para ayudarte a resolver tus problemas, contando con una preparación, una experiencia, una autoridad y un poder especial, que tiene que ver con la
ciencia y con Dios. Lo máximo que se pueda esperar en este mundo.
¿Cómo estamos en este aspecto? ¿Se están preparando a los
confesores en esta línea? ¿Qué saben de terapia individual y grupal?
Un vacío que hay que llenar.
2.- Visión global del hombre
Como el pecado afecta a todo el ser humano en su relación con
Dios, el prójimo, la propia persona y la naturaleza, lo mismo tiene
que pasar con el Sacramento de la Reconciliación, que tiene que ver
con la restauración total del hombre a todos los niveles. No basta
que se ponga en paz con Dios y el prójimo. Tiene que ponerse en paz
también consigo mismo y el entorno en que vive, tratando de sanar
desde adentro hasta lograr una nueva manera de situarse frente a
toda la realidad que lo rodea y pervade.
3.- Intervención de la comunidad
Pues bien, para lograr esto, no basta la participación del ministro de la Iglesia. También la comunidad puede y en algunos casos es
conveniente que intervenga para el bien de sus miembros enfermos. En el fondo, no hay que olvidar que el hombre es un ser social
y por lo tanto necesita del apoyo de otros para poder madurar y
crecer.
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- El ejemplo de Jesús.
La misma Biblia va en este sentido: Jesús cura a gente que escoge libremente (Mc 3, 1-6) o se le presenta espontáneamente (Mc
1, 40-45) y a gente que es llevada a Él o por la cual intercede alguien. Recordemos a la cananea que intercede por su hija (Mc 7, 2430), al centurión romano que intercede por su criado (Mt 8, 5-13),
al jefe de la sinagoga que intercede por su hija (Mc 5, 22-24.35-42),
a los amigos que llevan al paralítico y éste recibe la sanación física y
el perdón de los pecados (Mc 2,3-11), a Marta y María que interceden por el hermano Lázaro (Jn 11, 1-44), etc.
Todo esto nos habla en favor del papel de la comunidad en
orden a la salvación física y espiritual del individuo. Pues bien, ¿por
qué aplicar esto solamente al bautismo de los niños (Hech 16,15.31:
toda la familia) y no extenderlo también al perdón de los pecados
cometidos después del bautismo? ¿Acaso por el simple hecho de
tener el uso de la razón uno ya tiene que arreglárselas a solas, sin el
apoyo de la comunidad?
-La praxis de los primeros cristianos.
El apóstol Santiago invita a “confesar mutuamente los propios
pecados y orar los unos por los otros para quedar sanados” (Stgo
5,16). Además, sea en el Antiguo (Ez 3,16ss) que en el Nuevo Testamento (Gál 6,1-2; 1Jn 5,16;Stgo 5,19-20), es constante la preocupación para la salvación de los hermanos.
En la praxis posterior, en el ejercicio de este ministerio, encontramos la intervención de la comunidad, que intercede a favor
del pecador en orden a reducir las penas o readmitirlo a la comunión.
Ahora bien, ¿por qué olvidar una experiencia tan rica de las
primeras comunidades cristianas y no hacer el intento de incluirla
en la actual celebración del Sacramento de la Reconciliación, teniendo en cuenta su enorme valor terapéutico?
4.- Sentido del secreto
Si en el Sacramento de la Reconciliación se exige el secreto de
parte del confesor, es para proteger al penitente, no para reducir a
dos el número de los que intervienen en la celebración de este sacramento: el penitente y el confesor. Así que, si intervienen otras
238
personas, no hay problema. Lo importante es que se salvaguarde la
libertad y el buen nombre del penitente. Por lo tanto, si éste prefiere, para su bien, la intervención de otras personas, no hay motivo
para negársela.
5.- La esencia del sacramento
Arrepentimiento y manifestación de las propias faltas de parte
del penitente y absolución de parte del confesor. Una vez salvado
esto, hay que ver cómo hacer más aceptable este sacramento, más
práctico y con más posibilidad de alcanzar su objetivo fundamental, que consiste en tratar de restaurar la integridad del creyente,
perdonando, sanando, dando paz y alentando en orden a una vida
más conforme al Evangelio.
Pues bien, en este aspecto ¿basta con lo que se ha hecho? ¿Basta con proporcionar confesionarios más cómodos, con la posibilidad de establecer una relación más directa entre el penitente y el
confesor, aparte de la modalidad tradicional con rejas y tela para
garantizar el anonimato?
Según mi opinión, no basta. Ni es suficiente la celebración comunitaria del sacramento con acusa de los pecados y absolución
individual o sin acusa y con la absolución general, quedando siempre la obligación de acusar los pecados en un segundo momento.
Algo es algo. Urge avanzar más. Una vez más, por lo que se refiere al
Sacramento de la Reconciliación, como en otros aspectos de la legislación y praxis de la Iglesia, es urgente bajar del quinto piso a la
calle y tratar de resolver los problemas concretos del hombre.
6.- Inculturación
Hasta la fecha el Sacramento de la Reconciliación se ha
inculturado en el mundo romano, en la línea del poder ejercido por
un juez. ¿Por qué no se podría inculturar en el mundo actual, incluyendo el aspecto terapéutico manejado por el sicólogo, o en el mundo indígena y mestizo, en la línea de la sanación integral realizada
por el chamán, el brujo y el curandero, utilizando de una manera
especial los conceptos de espanto y limpia? Según mi opinión, estos
dos conceptos, con los cuales el mundo indígena y mestizo están
perfectamente familiarizados, ofrecen a la Iglesia una herramienta
de primer orden para dar a entender y practicar el Sacramento de la
Reconciliación.
239
-Espanto.
“Entre los aztecas, tres días después del nacimiento, se realizaba un rito especial, durante el cual se ponían en las manos
del niño el arco, la flecha y el escudo, símbolos de su destino.
Recibía entonces el nombre ritual, tomado del tonalámatl,
Libro del Sol o del Destino, y quedaba íntimamente ligado a la
divinidad”.
Observación: no es difícil notar el parecido con el bautismo.
¿No se podría ahondar más en esta línea, haciendo del bautismo
algo realmente sentido por el pueblo? La costumbre de poner el
nombre al niño, tomándolo del calendario, ¿no puede tener este
origen?
“En los días sucesivos se imponía el nombre real por el sacerdote tonalpouhqui (el que cuenta la fortuna, hado o ventura)
y entraba a formar parte de su personalidad. Era su tonalli, es
decir, su fortuna, hado o ventura, que fundamentalmente consistía en transformarse en tonatiuhixco, pequeño sol, que se
alcanzaba mediante una muerte digna como guerrero en el
campo de batalla o como víctima sobre los altares del dios.”
Observación: En todo esto, no es difícil descubrir el parecido
con el ideal cristiano de la santidad, haciendo del ser humano un
hijo de Dios.
“Causando el enojo del dios, se perdía el tonalli. Y precisamente en esto consistía lo que ahora se llama espanto. Entonces un médico especializado, el tetonalmacani, lo curaba, propiciando así al dios ofendido.” (Amatulli Valente, Flaviano,
Los Chinantecos: cultura y evangelización, p. 148, México
1979).
En el fondo, el espanto corresponde a lo que nosotros llamamos pecado, una desviación, una pérdida de rumbo, que se corrige
mediante ciertos ritos, cargados de sentido y poder. En realidad,
para lograr esto, primero hay que buscar la causa del trastorno o
240
desequilibrio mediante una serie de preguntas y, una vez averiguado esto, se procede a pedir perdón y restablecer el rumbo correcto.
Como es fácil notar, existe una íntima relación entre el destino fundamental del hombre, marcado desde un principio, y su recuperación en caso de pérdida, lo que para nosotros cristianos corresponde al bautismo y la reconciliación. Además, todo esto tiene
como meta y culmina en otra vida, en el más allá. ¿Qué tal si ahondamos en todo esto y hacemos de la vida cristiana algo más comprensible para las masas latinoamericanas, cuyo substrato cultural es
esencialmente indígena?
Evidentemente, ahora el pueblo no tiene una idea clara acerca del origen de tantas prácticas que tiene. De todos modos, estas
ofrecen al evangelizador una buena herramienta para hacer más
accesibles los conceptos y los ritos cristianos.
-Limpia.
Para curar del espanto, entre otras cosas, hay que hacer una
limpia. Solamente después será posible recoger el espíritu, que se
ha caído. La limpia consiste en rozar el cuerpo del enfermo con ramas, huevos o gallinas negras. Haciendo esto, las enfermedades se
materializan en los objetos que se utilizan, saliendo fuera del cuerpo
del paciente.
5.- Variedad de opciones
Con eso no queremos borrar la praxis actual, sino avanzar en
la línea de una mayor fidelidad al dato revelado y la inculturación,
teniendo en cuenta al mismo tiempo las exigencias de la sociedad
actual e incursionando en la idiosincrasia del pueblo indígena y
mestizo, manejando distintas modalidades y salvando lo esencial.
¿Cuál es el problema? El rito se adecua a los tiempos y a las culturas.
Ni es la primera ni será la última vez que sucede esto. La Iglesia está
acostumbrada a estos cambios.
En concreto, ¿cómo podría celebrarse este sacramento?
Acusa de los pecados y comunidad.
+ Acusa verbal de los pecados hecha directamente al confesor. Lo
que corresponde a la praxis actual.
241
+ Acusa de los pecados hecha por escrito y entregada directamente al confesor.
En los dos casos puede haber apoyo de parte de algunas personas de confianza:
- explicando la situación al confesor e intercediendo por el penitente, en un clima de oración. Esto se podría hacer de una manera especial cuando se trata de enfermos, moribundos o gente que por alguna razón siente difícil la celebración de este
sacramento (gente recién convertida, alejada o con problemas
de orden sicológico).
- o completando la lista de los pecados con la participación de
familiares, amigos o personas de confianza, especialmente en
el caso de la primera confesión, algún retiro o misión popular.
Evidentemente queda siempre para el penitente la libertad de
completar a solas la acusa de los pecados.
Al mismo tiempo, tomando el Sacramento de la Reconciliación en un contexto más amplio y teniendo en cuenta su enorme
valor terapéutico, se podría incluir el ejercicio de la corrección
fraterna (Mt l8, 15-18; Gál 6, 1-2), la revisión de vida y la asesoría
espiritual ejercida también por laicos.
Lenguaje
Tiene que ser adecuado al tipo de penitente. Si se trata de gente transculturada, no hay problema. Que se siga con la praxis actual.
Cuando, al contrario, se trata de ambientes indígenas o populares,
el lenguaje tiene que reflejar la mentalidad de los indígenas y los
mestizos, que representa el substrato cultural en muchos ambientes de Latinoamérica, en la línea del espanto y la limpia.
Hay que hablar de espíritu caído que hay que levantar, buscando la causa mediante un examen de conciencia exhaustivo, pidiendo perdón por el descuido que se ha tenido en la propia manera
de obrar y reconciliándose con Dios, la gente que se ha ofendido y
los elementos de la naturaleza que se han perjudicado. Solamente
así se podrán recobrar la paz y las ganas de vivir.
242
Signos
Para los que tengan una mentalidad occidental, la imposición
de manos y la señal de la cruz que acompañan la absolución, son
suficientes. Para los que tengan una mentalidad indígena, que es
propia de las masas populares en América Latina, unas ramas pueden ayudar para expresar el alejamiento o eliminación de la maldad
presente en el penitente y un abrazo de parte del confesor y los
presentes puede expresar la sanación recobrada y la plena aceptación en la comunidad. Un breve testimonio y unas palabras de agradecimiento de parte del penitente podrían concluir todo, teniendo
en cuenta las circunstancias concretas.
Un proceso
Naturalmente, todo esto a veces podrá llevar tiempo, haciéndose por etapas (Mt 5, 23-24: reconciliarse con el hermano para
poder llevar la ofrenda al altar; Mt 6,12 y Lc 11,14: perdonar; Mt
18,19-20: orar juntos; Cf. Mc 8, 22-26: curación del ciego de nacimiento), en un verdadero proceso de liberación, sanación y restauración del creyente, teniendo como protagonistas, al penitente, al
confesor y a la comunidad.
Teniendo en cuenta todo esto, ¿no sería más adecuado hablar
del Sacramento de la Restauración, en lugar del Sacramento de la
Confesión o de la Reconciliación?
6.- Sacramento del bautismo
y Sacramento de la Reconciliación
Existe un enorme parecido entre estos dos sacramentos en
orden a la remisión de los pecados. Pues bien, ¿no sería el caso de
regresar a la praxis inicial de administrar estos dos sacramentos por
etapas y con una verdadera participación de la comunidad?
Como para el bautismo hay un catecumenado, que culmina
con el derramamiento del agua y la unción del sacro crisma, de igual
manera para el Sacramento de la Reconciliación podría haber un
proceso de conversión con asesoría de parte de algún miembro de la
comunidad, oración, actos de penitencia, limosna, etc., que culminaría con la confesión hecha al presbítero y la relativa absolución.
Y en caso de no poderse concluir dicho proceso por causas ajenas a
la propia voluntad, como se habla de bautismo de deseo, ¿por qué
no se podría hablar de reconciliación de deseo?
243
Imagínense ustedes cuánta luz esta nueva perspectiva podría
llevar sobre la situación de los que por alguna razón no pudieran
culminar su proceso de conversión mediante la absolución sacramental, como son los que viven lejos de los centros parroquiales,
los que viven en amasiato, los divorciados vueltos a casar, los homosexuales con pareja, los que mueren sin la posibilidad de contar
con la presencia de un presbítero, etc.
En lugar de desanimarse y alejarse definitivamente de la Iglesia, podrían lograr una visión más serena acerca de la posibilidad de
la salvación y sentirse empujados a dar pasos cada vez más consistentes en este sentido, concientes de encontrarse en un proceso de
salvación.
Lo que pasa con los sacramentos en general, y en especial con
el Sacramento de la Reconciliación, es que se quieren hacer las cosas de prisa, quemando etapas, convencidos de que esto puede facilitar su recepción. En la práctica, lo único que se consigue es su
abaratamiento, reduciendo notablemente su eficacia, hasta llegar a
su pleno desprestigio.
Es tiempo de tomar las cosas más en serio, por un lado teniendo más en cuenta la Palabra de Dios y la Tradición y por el otro
luchando por atender a las necesidades concretas del hombre actual. En realidad, ciertos aspectos manejados en el pasado y olvidados por circunstancias concretas de un determinado momento histórico, hoy en día pueden resultarnos de máxima utilidad.
7.- Valor terapéutico
Es un aspecto que no hay que descuidar, especialmente hoy
que nos encontramos en una sociedad plural y violenta, continuamente expuestos a todo tipo de sugestiones, tentaciones, provocaciones y agresiones. Cuando menos nos imaginamos, ya estamos
metidos en un lío, cuyas consecuencias pueden ser fatales: abusos
sexuales, distintos tipos de adiciones, pandillerismo, mafias, sectas
destructivas, etc.
Pues bien, ¿cómo salir de todo esto? ¿Con una simple confesión, invitando a orar así nomás? No. Es necesario utilizar un conjunto de recursos terapéuticos, con la intervención de distintos actores, en un contexto sacramental de recuperación total a la luz de
la fe.
244
En este contexto, podría haber una atención especial para los
drogadictos, los alcohólicos, los neurasténicos, los deprimidos, los
que se sienten perturbados por algún influjo diabólico a causa de su
contacto con la brujería, el satanismo, el esoterismo, el espiritismo,
etc.
Es tiempo de pensar en los sacramentos como caminos privilegiados de la acción de Dios en el hombre, para sanarlo y fortalecerlo
en la esfera puramente humana y sobrenatural. O quedan solamente como signos de un camino recorrido al margen de los mismos.
Para el cristiano de hoy, es esencial encontrar un centro unificador
de todas sus aspiraciones, esfuerzos y conquistas, que le dé la pauta
a seguir en cada circunstancia de la vida.
Conclusión
No hay duda que, al excluir el papel de la comunidad, el Sacramento de la Reconciliación sufrió un enorme empobrecimiento, en
un continuo proceso de abaratamiento y acaparamiento de funciones de parte del clero. Hoy que la comunidad cristiana no cuenta
con presbíteros suficientes, se vuelve cuanto más urgente un regreso a la praxis de las primeras comunidades cristianas, praxis que
durante más de mil años se fue enriqueciendo continuamente, sin
excluir el papel del presbítero y en un esfuerzo constante de plena
fidelidad al dato revelado.
Por lo tanto, nos encontramos ante una tarea de nunca acabar,
siempre que nos decidamos a dejar a un lado la pereza y la inercia y
a empezar a pensar y actuar como verdaderos pastores de almas,
realmente preocupados por el bien de los feligreses, que están puestos bajo nuestro cuidado. Hay que empezar a ver las cosas desde
una óptica diferente, dejando a un lado los principios de que “siempre se hizo así” y de que “todo cambio debe venir desde arriba”.
Solamente regresando a las Escrituras y poniéndonos en esta
actitud de búsqueda, podremos dejar el quinto piso y bajar a la
calle, resolviendo los problemas concretos que afectan al cristiano
de hoy, empezando por el Sacramento de la Reconciliación y pasando a toda la vida de la Iglesia. Un enorme reto para la imaginación
creativa de los teólogos, los pastoralistas y tanta gente más.
De hecho, la experiencia enseña que, donde se está ensayando
todo lo anterior, se logra una mayor eficacia en la celebración del
Sacramento de la Reconciliación, ahorrando tiempo y energía al
245
presbítero. Es tiempo de apostar más por la Palabra de Dios, como
base para que el pueblo católico pueda salir del actual atolladero en
que se encuentra y empezar a pensar en tiempos mejores.
NOTA
Ya contamos con tres trípticos, uno para adultos, otro para
niños y otro para gente que no sabe leer o no entiende la lengua del
confesor (con dibujos) para hacer un examen de conciencia exhaustivo antes de confesarse.
Se están manifestando útiles de una manera especial cuando
hay una gran cantidad de penitentes, como en el caso de retiros
espirituales o encuentros de estudio o reflexión.
TAREA
1.- ¿Qué es lo que más te llamó la atención?
2.- ¿Qué opinas acerca del valor terapéutico del Sacramento de la
Reconciliación, especialmente con relación a los alcohólicos,
los drogadictos, los enfermos de depresión o los afectados por
algún influjo diabólico?
246
CONCLUSIÓN GENERAL
Estas son mis inquietudes hasta la fecha. Inquietudes de un
misionero, preocupado por alimentar debidamente a los hermanos
católicos y por llevar el Evangelio más allá de las fronteras de la
Iglesia.
Sé que muchos no comparten esta postura. Ni modo. No
soy una monedita de oro. Para muchos, más se diluye el Evangelio,
mejor. Para mí, no es así. Más se entiende y se vive el Evangelio,
mejor. Mejor para todos, creyentes y no creyentes. Si algo nos tiene
que preocupar seriamente es la ignorancia y el fanatismo, que nunca han sido buenos consejeros.
En realidad, nunca un verdadero discípulo de Cristo será
intolerante. En un caso dado, sufrirá las consecuencias de la intolerancia ajena, pero nunca a causa de su adhesión a Cristo y su Evangelio se sentirá con derecho a despreciar u oponerse a quienes no
comparten su misma fe.
Por lo tanto, el afán de muchos católicos en tratar de diluir
la propia identidad con miras a crear un espíritu de hermandad entre todos los hombres, no tiene fundamento. Gente sin identidad,
no crea nada y no asegura nada.
Basado en estas convicciones, lucho para que el pueblo católico pueda vivir su fe en plenitud y desde ahí pueda colaborar en
la solución de los grandes problemas que afectan a la humanidad.
Un catolicismo interiormente débil y confuso tiene poco que aportar para el progreso de la humanidad.
Y no me vengan con el cuento de que la vivencia de la fe es
posible solamente para grupos de creyentes bien concientes y comprometidos, excluyendo así las masas. En América Latina es posible
una fe vivida a nivel de masas, sin excluir los grupos. Todo está en la
voluntad de meterse seriamente en el asunto de la pastoral, cambiando lo que hay que cambiar y creando las bases de un catolicismo popular realmente cristiano, basado en la Palabra de Dios y en
una recepción conciente de los sacramentos.
Al darse estos cambios, sin duda podrá surgir alguna crisis,
pero será siempre una crisis de maduración, que permitirá a la Igle-
247
sia dar un salto de calidad. Hay que empezar a pensar seriamente la
pastoral, en una actitud de servicio y con espíritu de creatividad.
Será como aventurarse en una inmensa selva, descubriendo miles
de posibilidades y abriendo caminos por todo lado, hasta transformarla en una región habitable.
Pues bien, estos son los resultados que he conseguido hasta
la fecha. Ojalá puedan ser útiles también para otros. Como ven, algo
es factible desde ahora y algo queda en el mundo de las posibilidades. En fin, se trata de una “propuesta-provocación”, en la más estricta ortodoxia.
Con esto queda demostrado que la ortodoxia no está peleada
ni con la pastoral y con los verdaderos intereses de la humanidad.
Al contrario, representa la garantía para todo progreso auténtico,
sin el riesgo de destruir en lugar de construir.
Es mi deseo que, después de un periodo de grandes esfuerzos y avances ad extra, la Iglesia ahora pueda dedicar más tiempo
para resolver sus problemas ad intra. Enhorabuena.
248
Índice general
Introducción General .................................................. 3
Presentación a la Segunda Edición .................................. 5
Primera Parte
Y LAS MASAS CATÓLICAS, ¿QUÉ?
Capítulo 1
Situación Alarmante .................................................. 11
Desde el quinto piso: ....................................................... 11
Teólogos y pastoralistas .......................................... 11
Desde la calle: ............................................................... 14
Movimientos apostólicos y pueblo en general ................ 14
Capítulo 2
Palabra de Dios ........................................................ 19
Huesos secos ................................................................. 19
Multiplicación de los panes ............................................... 20
Capítulo 3
En concreto, ¿Qué podemos hacer? ............................... 23
1.- Religiosidad popular ..................................................... 23
- Prácticas de piedad. ............................................. 23
- Fiestas religiosas populares. .................................. 23
2.- Catequesis presacramental ............................................ 24
- Primera Confesión y Primera Comunión. ............................... 25
- Confirmación. ............................................................... 26
- Matrimonio. ................................................................. 27
3.- Vivir en comunidad ...................................................... 27
4.- Misión: lanzar las redes ................................................ 28
- Catequesis personalizada. ..................................... 28
- Preparación para papás y padrinos del bautismo .......... 29
- Atención a enfermos graves y moribundos
(Unción de los enfermos) ........................................ 29
- Atención a los dolientes, en caso de muerte. .............. 29
- Visitas domiciliarias. ........................................... 30
- Misiones populares. ............................................. 30
- Medios de comunicación masiva. ............................. 31
- Actividades y situaciones diferentes ......................... 31
- Lugares. ........................................................... 31
- Áreas. .............................................................. 31
- Ambientes. ........................................................ 32
249
-
Personas. .......................................................... 32
Preparación. ...................................................... 32
Movimientos eclesiales y apostólicos. ....................... 32
Agentes de pastoral y Misioneros Parroquiales. ........... 33
5.- Ministerio diversificado ................................................ 33
-
Con ordenación o sin ordenación. ............................
A tiempo completo y a tiempo limitado. ....................
Con sueldo o sin sueldo. .......................................
Papel de la parroquia territorial ..............................
33
34
34
35
OBJECIONES .................................................................. 37
1.- ¿Régimen de cristiandad? .............................................. 37
2.- Diálogo ecuménico e interreligioso .................................. 37
3.- Punto de arranque ...................................................... 37
4.- Un paso más .............................................................. 38
5.- No abaratar la vida cristiana ........................................... 38
6.- Y después, ¿qué? ........................................................ 39
7.- ¿Desde arriba o desde abajo? ......................................... 39
CONCLUSIÓN ................................................................. 40
-Nuevo estilo eclesial ....................................................... 40
- Cambio epocal .............................................................. 40
-
Primacía de la Palabra de Dios. ...............................
Comunión y participación. .....................................
Cuidado de la fe. ................................................
Misión. .............................................................
Creatividad. .......................................................
Grito de alarma ..................................................
41
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42
42
Segunda Parte
PARÁBOLAS
1. La Guerra de los Girasoles .......................................
2. La Sabiduría de Dios ..............................................
3. Títulos y Títulos ...................................................
4. El Reino de la Pluma ..............................................
5. Enfermedades que nunca se curan ............................
6. El Reino de la Paz ..................................................
47
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60
Tercera Parte
TUVE UN SUEÑO
Presentación ........................................................... 65
Papa por un año ....................................................... 67
250
1.- La Iglesia: ¿Hacia dónde Vamos? .............................. 69
Sueños locos ................................................................. 69
Cónclave ...................................................................... 69
Consistorio .................................................................... 69
Un nuevo Concilio Ecuménico ............................................ 70
Colegialidad episcopal ...................................................... 71
El proselitismo religioso .................................................... 72
Concilio Ecuménico de Jerusalén ........................................ 72
Comentarios de la Prensa .................................................. 74
Comisiones preparatorias .................................................. 75
Reformas inmediatas ........................................................ 75
Ley por unanimidad ......................................................... 77
Sínodos ........................................................................ 77
Paseo ........................................................................... 79
Despedida ..................................................................... 80
Sínodos ........................................................................ 81
Espíritu de comprensión ................................................... 83
Ecumenismo .................................................................. 84
Concilio ........................................................................ 84
2.- La Unidad entre Los Cristianos: ¿Una Utopía? .............. 87
Complejo de soñador ....................................................... 87
Enviado secreto del Vaticano ............................................. 87
Asamblea ecuménica ........................................................ 88
La Santa Misión .............................................................. 91
Apologética y Ecumenismo ................................................ 91
Rueda de Prensa ............................................................. 93
3.- Sacramentos y Vida Cristiana .................................. 97
La magia de los sueños ..................................................... 97
Toma de conciencia ........................................................ 98
Catecumenado ............................................................. 101
No a la simulación ......................................................... 104
Fin de la era constantiniana ............................................. 107
El gran reto ................................................................. 109
Objeción de conciencia ................................................. 114
Conclusión .................................................................. 117
4. ANÁLISIS DE LA REALIDAD ECLESIAL: ..........................121
INTRODUCCIÓN ............................................................. 121
El huracán .................................................................. 121
Y las masas católicas, ¿qué? .............................................. 121
Capítulo 1
JUAN PABLO II: PARTEAGUAS ......................................123
Un reto: ..................................................................... 123
La evangelización de los católicos ..................................... 123
251
Realidad eclesial ...........................................................
Teología de la Liberación ................................................
La santa alianza ............................................................
El Reino de Dios ............................................................
Proselitismo religioso .....................................................
Juan Pablo II y su imagen ................................................
124
125
126
126
127
129
Capítulo 2
¿CUÁL RUMBO? .......................................................134
Benedicto XVI ..............................................................
Reinventar la Iglesia .......................................................
Un Nuevo Concilio Ecuménico ..........................................
Pensar la pastoral ..........................................................
Lluvia de ideas .............................................................
Hacia un catolicismo con seguridad y dignidad .....................
Asociaciones y movimientos apostólicos ..............................
134
135
136
138
142
143
144
Capítulo 3
LAS COMISIONES EN ACCIÓN ........................................148
Actitud activa ..............................................................
Espíritu de caridad ........................................................
Pascual, el cuentacuentos ..............................................
Las travesuras de Pascual, ...............................................
el cuentacuentos .........................................................
Vida consagrada ...........................................................
Seminario ....................................................................
El buen pastor y el mercenario .........................................
148
148
150
151
151
152
153
156
Carta Abierta a los Señores Curas ............................. 156
Reviviendo el pasado ...................................................... 158
Los alejados ................................................................ 159
PLAN MÍNIMO DE ANÁLISIS Y EVANGELIZACIÓN CAPILAR ............. 160
Capítulo 4
PERSPECTIVAS PARA EL FUTURO .................................. 162
Resistencia ..................................................................
Seguridad económica .....................................................
Simulación ..................................................................
Propuestas concretas ....................................................
Doctores honoris causa ..................................................
Pan de Vida y Palabra de Vida ...........................................
Atención pastoral: el consejo de Jetró ...............................
Diferentes tipos de católicos ...........................................
Simplicidad evangélica ....................................................
Cómo vivir siempre en paz con Dios ....................................
Dos medidas ................................................................
Los comentarios de Pascual, el cuentacuentos .....................
Después del huracán... ...................................................
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178
Cuarta Parte
DIBUJANDO UN NUEVO ROSTRO DE IGLESIA
Primera Parte
Un cambio urgente ..................................................185
1.- UNA TAREA DE TODOS .................................................
Un modelo eclesial agotado .............................................
Cómo reaccionar ..........................................................
Podemos hacer algo .......................................................
Espacios abiertos ..........................................................
La historia nos juzgará ....................................................
2.- DOS MANERAS DIFERENTES DE SENTIR Y VIVIR LA FE .............
Régimen de cristiandad ..................................................
Sociedad plural ............................................................
Época de crisis .............................................................
Ejemplos prácticos .......................................................
-
185
185
185
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187
188
189
Iglesia y Estado. ................................................ 189
Ejercicio de la autoridad. ..................................... 190
Revelaciones privadas y revelación pública. ............... 191
Entrega a Dios. .................................................. 191
Donativo. ......................................................... 192
Influjo de la familia
en la educación cristiana de los hijos. ...................... 193
Necesidades pastorales. ....................................... 194
Alejamiento de las masas católicas. ....................... 195
Moribundos. ...................................................... 196
Documentos de la Iglesia. ..................................... 196
El laico en la Iglesia. ¿Cuál es su papel? ................... 197
El fin del hombre. .............................................. 198
¿Cantidad o calidad? ............................................ 199
3.-Y TU ¿QUÉ? ...............................................................
Una Iglesia siempre joven ................................................
Más allá de los documentos oficiales ..................................
El papel del Magisterio ...................................................
Sentido de responsabilidad ..............................................
Actores, no simples espectadores .....................................
200
200
201
202
203
203
Segunda Parte
Objetivo ................................................................205
Tercera Parte .........................................................207
Iniciativas Prácticas ................................................. 207
1.- PRIMACÍA DE LA PALABRA DE DIOS ................................... 207
2.- CENTRALIDAD DE CRISTO .............................................. 207
253
3.- EXPERIENCIA DE DIOS Y SEGURIDAD ................................. 208
4.- EJEMPLOS DE SANTIDAD .............................................. 208
1.2.3.4.5.-
Vidas ejemplares. ............................................ 208
Siervos de Dios. ............................................... 209
Venerables. .................................................... 209
Beatos. ......................................................... 209
Santos. ......................................................... 209
5.- SACRAMENTOS ..........................................................
6.- PEQUEÑAS COMUNIDADES CRISTIANAS .............................
7.- MINISTERIOS LAICALES ................................................
8.- DIACONADO PERMANENTE ............................................
9.- CLERO ....................................................................
10.- MINISTERIO SACERDOTAL Y CELIBATO .............................
11.- SEMINARIO .............................................................
12.- VIDA CONSAGRADA ...................................................
13.- LAS MASAS CATÓLICAS ...............................................
14.- RELIGIOSIDAD POPULAR .............................................
15.- APOLOGÉTICA Y ECUMENISMO .....................................
16.- PASTORAL SOCIAL ....................................................
Cajas de ahorro ............................................................
Miniproyectos ..............................................................
17.- ORGANIZACIÓN PASTORAL ..........................................
Un cenáculo de servidores ..............................................
Reestructuración ..........................................................
18.- LA PARROQUIA COMO EMPRESA ....................................
19.- CONSEJO PARROQUIAL ..............................................
20.- CONSEJO ECONÓMICO PARA LA EVANGLIZACIÓN ................
21.- JERARQUÍA .............................................................
22- LENGUAJE ...............................................................
Cultura actual ..............................................................
Cambios urgentes ..........................................................
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227
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1.- Adoración de la cruz. ........................................ 228
2.- Ave María. ..................................................... 228
- Dios te salve. .................................................... 228
- Llena de gracia. ................................................. 228
- Madre de Dios. .................................................. 229
23.- CULTURA DE MASA .................................................... 229
24.- IGLESIA: TALLER DE HUMANISMO .................................. 231
CONCLUSIÓN ............................................................... 231
254
Quinta Parte
EL SACRAMENTO
DE LA RECONCILIACIÓN
1.- El apoyo de la sicología .............................................. 237
2.- Visión global del hombre ............................................. 237
3.- Intervención de la comunidad ...................................... 237
- El ejemplo de Jesús. ........................................... 238
- La praxis de los primeros cristianos. ....................... 238
4.- Sentido del secreto ................................................... 238
5.- La esencia del sacramento .......................................... 239
6.- Inculturación ........................................................... 239
-Espanto. ........................................................... 240
-Limpia. ............................................................ 241
5.- Variedad de opciones ................................................ 241
Acusa de los pecados y comunidad. ........................... 241
Lenguaje ........................................................... 242
Signos ............................................................... 243
Un proceso ......................................................... 243
6.- Sacramento del bautismo
y Sacramento de la Reconciliación .................................
7.- Valor terapéutico .....................................................
Conclusión ..................................................................
NOTA .........................................................................
243
244
245
246
CONCLUSIÓN GENERAL .............................................. 247
255
Se terminó de imprimir
el 15 de Agosto de 2006.
Fiesta de la Asunción de María.
-2,000 ejemplares256