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Ensayo: Bautismo de sangre y sufrimiento
Bautismo de Sangre y sufrimiento
Autor: Paulo Arieu
08-23-2014
Ministerio apologético El Teologiyo.
Tampa, Florida. EE.UU.
http://elteologillo.wordpress.com/
Mailto: [email protected]
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Ensayo: Bautismo de sangre y sufrimiento
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Bautismo de sangre y sufrimiento
Este ensayo, ha sido escrito con la intención de ayudar a aclarar la confusión que surge
de la observación en Internet de una serie de videos donde se utiliza la expresión “bautismo de
sangre” repetidas veces, con la aparente intención de sustituir el bautismo en aguas por el
sufrimiento del cristiano o el martirio. En estos últimos tiempos, se ha hecho moneda corriente
hablar de martirio y de sufrimientos, principalmente entre los cristianos del Medio Oriente. Se
dice que desde el año 2003 en adelante, “más de un millón de cristianos han huido de Irak”
(Noticiacristiana.com, 08-26-2014). Y tener que hablar de bautismo de sangre, es tener que
hablar de martirio. Y también hablar de sufrimiento. Y todos estos temas nos invitan a
reflexionar. Pero ningún sufrimiento humano puede sustituir o anular el cumplimiento del
bautismo por aguas, que es una ordenanza que fue dada por el mismo Señor Jesús a sus
discípulos. Cada nuevo converso, debe ser bautizado como un principio de obediencia al Señor,
quien lo rescató por Su sangre del terrible juicio del infierno.
La doctrina del “bautismo de sangre”, es mejor conocida en la tradición católico –
romana, en los escritos de algunos de los Padres de la Iglesia, quienes durante las controversias
doctrinales del s. IV, se destacaron con autoridad en materia de doctrina. Esto fue fundamental
ya que ellos fueron grandes maestros de la Iglesia y testigos de la tradición de la Iglesia de los
primeros siglos; y nos ofrecen a raves de sus escritos, una gran riqueza intelectual y doctrinal
(Loarte, 1998). Es así, como mejor se puede comprender el concepto que la Iglesia Primitiva
tenía de temas como el bautismo, el martirio y el bautismo de sangre de los mártires.
Desde los comienzos de la cristiandad, hubieron teólogos que creyeron que el bautismo
tenia poder regenerador para el alma del creyente y otras que no lo creían, pero el problema
surgió cuando llegaron las persecuciones, y ¡los cristianos fueron enviados al foso de los
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leones! (Zabaleta, 34).Hubo que esperar la decisión del emperador Cayo Galerio (año 311 d.C.),
quien a escasos días de su muerte por estar “enfermo de cáncer” (Wikipedia, Edicto de
Tolerancia de Nicomedia, n.d.), promulgó un edicto de tolerancia para los cristianos que vivían
en el Imperio (Zabaleta, Pág. 37) llamado el Edicto de Tolerancia de Nicomedia (Lactantius,
2007). Y dos años después (313 d.C.), se firmó el Edicto de Milán, también conocido como
“La tolerancia del cristianismo”, que fue promulgado en Milán en el año 313, estableciendo la
libertad de religión en el Imperio romano y dando fin a las persecuciones contra los cristianos.
En aquel momento, alrededor de 5 a 7 millones de habitantes profesaban el cristianismo (de los
50 millones que componían el imperio); así se inició la etapa conocida como “la Paz de la
Iglesia” (Wikipedia, “Edicto de Milán”, n.d.). A partir de este momento, la iglesia daría un giro
copernicano, y en pocos siglos pasaría de ser un gran grupo de personas perseguidas, a ser la
religión oficial del Imperio Romano. El primer historiador de la Iglesia, el Obispo Eusébio de
Cesaréia, escribe sobre el año 316 lo siguiente:
Las gentes perdieron ahora el temor de sus anteriores opresores y celebraron brillantes
festejos. Resplandecía la luz por doquier y los hombres que antes andaban decaídos se
saludaban ahora con rostros sonrientes y ojos gozosos. Con danzas y cánticos en la ciudad
y en el campo, daban honor primero al Dios supremo, como habían sido instruidos, y luego al
piadoso emperador y a sus hijos, amados por Dios. Se olvidaron las antiguas angustias, se
desvaneció toda impiedad; se gozaba de las bondades presentes y se anticipaba las del porvenir
(Eusébio de Cesaréia, Pág. 219).Esta referencia de este historiador ofrece una perspectiva clara
de la situación angustiosa que la Iglesia atravesó durante los primeros siglos de su existencia.
El Bautismo siempre fue una doctrina importante en el cristianismo. Según explica
Berkhof
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“fue el principal entre los sacramentos como rito de iniciación dentro de la Iglesia. Aún
en los Padres apostólicos, se encuentra la idea de que el Bautismo era instrumental en efectuar
el perdón de pecados y en comunicar la nueva vida de regeneración. Por lo tanto, podría decirse
que en cierto sentido, algunos de los Primeros Padres de la Iglesia enseñaron que el Bautismo
producía regeneración” (Berkhof, Pág.318). Pero ellos se equivocaron al atribuir carácter
redentor al bautismo (cf. Ro.3:28; 5:1). La razón de su error, es que “ellos escribían sin
pretender definir dogmas universales. Ellos procuraban explicar al mundo pagano que era lo
que los cristianos creían o contrastar los principios y doctrinas de los herejes con lo que era la
ortodoxia general. Tampoco trataban de persuadir a otros cristianos “ortodoxos” que era lo que
ellos debían creer (Gray & Hurtado, Pág. 2). Aunque ellos en realidad no creían que el
bautismo fuera fundamental para conseguir la vida espiritual; más bien lo veían “como el
elemento complementario en el proceso de renovación” (Berkhof, Pag.319). Y según creían los
Padres de la Iglesia, el martirio tenía el mismo efecto regenerador que el bautismo en aguas.
Pero este concepto, es típico en una época donde el pensamiento mágico y sacramental
predominaba dentro de la Iglesia (Baker, Pág.39-40, 53-54). Ellos, entendían que los
sacramentos eran “los medios por los cuales las bendiciones de la salvación son comunicados
al hombre” (Berkhof, Pag.52). Pero es importante tener en cuenta que el bautismo “no es una
marca mágica que nos hace invulnerables al pecado o al juicio de Dios” (Rosendi, n.d.), ya que
su cumplimiento, no transforma la moral del individuo. Solo Dios mediante “el nuevo
nacimiento” (cf. Jn.3:16), puede producir cambios permanentes en la vida espiritual de un ser
humano. Por este motivo, no se le atribuye al bautismo carácter mágico ni poder salvífico. Y
para que el cumplimiento de esta ordenanza sea realmente útil, debe ir acompañada de una fe
sincera en Jesucristo. Durante el transcurso de los primeros siglos de la Iglesia, para un
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cristiano, el bautismo era la antesala del circo romano y de ser devorado por las fieras. La
Iglesia del Señor, nació en un “bautismo de sangre” de los miles de mártires en las terribles
persecuciones de parte del Imperio Romano. Y cuando alguien tomaba una decisión de ser
cristiano, el precio a pagar por esta decisión, bien podía ser la misma muerte (J. P. V.). Esto
estaba implícito en el hecho de creer en Jesucristo. Muchos creyentes bautizados y otros que
aún no habían recibido su bautismo en agua, fueron asesinados cruelmente por los romanos
durante las persecuciones. Es entonces que, sus familiares y amigos cristianos, preguntaban que
iba a suceder con estos mártires que no habían recibido el bautismo en relación a la vida eterna.
Recibir un “bautismo de sangre” significaba que la persona que había sufrido la muerte física a
causa de su fe en Jesús (mártir, gr. "martys", heb. “testigo”), pero que aún no había sido
bautizada, había recibido un “bautismo de sangre” en su lugar. Esto le servía de pasaporte al
cielo (Spinsanti, n.d.). Pero para encontrar referencias importantes a esta expresión, hay que
remontarse a los principios del Cristianismo, a la literatura Patrística. Jim Baker, historiador del
cristianismo, cita que los mártires eran “los que habían rehusado poner una brizna de incienso
sobre el altar del emperador romano y negar a Cristo, y que eran matados” (Baker, Pág. 54).
Muchos mártires al mismo instante de la muerte “se enfrentaban a su destino con un Deo
Gratias” (Zabaleta, Pag.36). Ya Jesús les había advertido a sus seguidores, que parte del precio
a seguir iba a ser el martirio (Mat. 5:11-12; 10:16-22; Jn. 21:18-19; Hch.1:8). El historiador
religioso Eusébio de Cesaréia, cita que Pedro y Juan sufrieron martirio al mismo tiempo
(Eusébio de Cesaréia, Pág.48), confirmando la veracidad de estas palabras. Se pueden citar
además, testimonios de los Padres como Ireneo de Lyon, Agustín, Orígenes y otros.
Orígenes (184/185 – 253/254 d.C), teólogo de Alejandría,” el genio que emerge del
Oriente cristiano de los primeros siglos” (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág. 83), escribió en su
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libro De Principiis que “el bautismo de sangre es el martirio tolerado por causa de la fe”
(Noldin-Schmit, n.d.). Gracias al testimonio del historiador eclesiástico Eusebio, se sabe que su
padre Leónidas fue mártir (202 d.C) durante la persecución de Séptimo Severo (González, Pág.
201). Y que bajo el gobierno del emperador romano Trajano Decio, luego de la mas fuerte
persecución que los cristianos habían atravesado, Orígenes muere “posiblemente a causa de las
torturas, en la ciudad de Tiro, en el año 253, cuando contaba casi setenta años de edad”
(González, Pág. 203-204). El escribió además, “que el martirio tiene fuerza para perdonar toda
culpa y toda pena, tanto en los adultos como en los niños” y que Cristo concedió al martirio “el
privilegio de producir el mismo efecto de justificación que produce el bautismo” (NoldinSchmit, n.d.). En Orígenes se observa claramente, cuan alto concepto tenían aquellos cristianos
del martirio. Incluso, le atribuían poder para “perdón de pecados“(Moliné Coll, Pág. 214). Y
también se “dedicaban escritos a ensalzar el martirio” (Moliné Coll, Pág. 95). Estos conceptos
ayudan a comprender el contexto social de la persecución de los creyentes en aquellos días. En
los escritos de Orígenes, se observa la expresión “bautismo de sangre” y su significado bien
definido y cuan alto concepto tenían del martirio los cristianos.
En san Agustín (354-430 d.C.), teólogo y obispo de Hipona, llamado “el primer hombre
moderno o también el primer hombre siempre actual” (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág. 83),
se observa un concepto del bautismo similar al de Orígenes. Este pensador, tan famoso por sus
“más de cien libros” (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pag.94), entre ellos “Confesiones” y “La
Ciudad de Dios”, en el que a la luz del Salmo 116:15 pudo comprender que la muerte del ser
humano era el castigo por el pecado de Adán (Agustín, Cap.1), y que la muerte de un mártir era
de mucho más valor a los ojos de Dios que la muerte normal (Agustín, Cap. 7). Agustín, “la
personificación por antonomasia de la inquietud humana” (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág.
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83), creía que la muerte a causa de su fe en Jesucristo de los no bautizados, tenía el valor para
obtener la remisión de los pecados “como si se lavasen en la fuente santa del bautismo”
(Agustín, cap. 7). Aunque él entendía que, para los creyentes adultos, “la fe y el arrepentimiento
eran condiciones necesarias del bautismo” (Berkhof, Pág. 319). Aun así, Agustín fue un
pecador que supo analizar la psicología del pecado como nadie, pero un pecador al que
acompañó cierta dignidad natural (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág.84). El se identificaba con
la creencia de la regeneración bautismal; siendo niño, había estado a punto de recibir el
bautismo “a causa de una enfermedad que tuvo” (Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág. 84). El
enseñó “que los niños que mueren sin ser bautizados están perdidos” (Berkhof, Pag.267),
creencia que es un grave error de concepto. Cristo dijo que permitieran a los niños ir a Él,
“porque de los que son como éstos es el reino de los cielos” (Mat.19:14 NBLH). Dudar de esta
verdad es afirmar que Cristo estaba equivocado. O asumir que la doctrina católica del Limbo es
correcta, lo cual sería poner en duda la santa y perfecta justicia de Dios para con los niños.
Aunque no es seguro que el haya utilizado la expresión “bautismo de sangre”, por su posición
doctrinal con respecto al bautismo es posible que haya asumido el martirio como una validación
del bautismo. También se observa cuan estimado era a sus ojos el martirio del cristiano.
En Ireneo de Lyon (130 ~ 200 d.C), discípulo de Policarpo obispo de la ciudad de
Lyon, considerado el más importante adversario del gnosticismo del siglo II, se observa la
misma creencia en la regeneración bautismal de los otros Padres (Rosendi, n.d.). Ireneo fue el
autor “más citado en los documentos del Vaticano II, después de Agustín y Tomas de Aquino”
(Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág. 1095). Algunos historiadores citan que, previo a su elección
como obispo de Lyon, se produjo “la persecución de Marco Aurelio, en la que cayeron al
menos 48 mártires, entre los que se encontraba el mismo obispo de Lyon, Potino, de noventa
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años, que murió a causa de los malos tratos sufridos en la cárcel” (Magister, 05-04-2007). Pero
si fue mártir con seguridad se desconoce. Un comentario de Jerónimo a Isaías (XVII, 64) y los
dos pasajes de Gregorio de Tours [Hist. Franc. I, 29, Liber in Gloria mart. 50] lo declaran
mártir; pero otros estudiosos dicen que Ireneo fue sepultado en la colina de Fourviere (Leonardi
& Riccardi & Zarri, Pág. 1095). Pero Berkhof muestra que “Ireneo no es totalmente claro en su
soteriología” (Berkhof, Pag.87). El es famoso por su “invocación trinitaria para el bautismo”,
por sus varios libros en contra del gnosticismo y además, porque relaciona al bautismo con “el
nuevo nacimiento” (Textos Patrísticos, Pág. 46-47). En su concepto acerca de la justificación
del creyente, Ireneo escribe que “nuestro nuevo nacimiento, el bautismo… nos otorga de nuevo
nacimiento en Dios Padre…” (Textos Patrísticos, Pág.48). Aunque literariamente, él se explayó
más con respecto a la doctrina de la Cena del Señor (Eucaristía) y a su relación con las herejías
de los gnósticos, es muy probable que su posición teológica acerca de la justificación del
bautismo del mártir debe de haber sido la misma que la de los otros Padres, debido a su
concepto del bautismo. Aunque Ireneo es definido como “el padre de la teología cristiana”
(Leonardi & Riccardi & Zarri, Pág. 1095), se observa que él no tenía una concepción clara de la
‘Justificación por la fe’. Se observa en él, que difiere de la posición doctrinal del Apóstol Pablo
(cf. Ro.5:1-2). Sin dudas, Ireneo fue un baluarte de la fe en contra del avance de los gnósticos
en aquellos días. Pero no es seguro que el haya utilizado la expresión bautismo de sangre, pero
no improbable.
Aunque entre los protestantes (pentecostales, bautistas, presbiterianos, etc.), muchos
actualmente siguen la línea de doctrina de Calvino y Zwinglio, para quienes “los sacramentos
son signos y sellos unidos a la Palabra que no comunican clase alguna de gracia que no sea
también impartida por la Palabra y que no tienen valor aparte de la Palabra” (Berkhof,
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Pág.315), encontramos a algunos teólogos que también creen actualmente en el “bautismo de
sangre”, como el Pastor Jim Brown y el misionero (en Ecuador) Scott Wuori. Estos líderes,
pertenecientes al “Ministerio de la Gracia y la Verdad”, creen en esta doctrina y publicaron una
serie de videos en internet en su sitio web, afirmando que el bautismo del N.T. no es de agua,
sino de sangre (Rodríguez & Brown, n.d.). Este movimiento, apela que el consenso general
dentro del cristianismo ortodoxo de la iglesia cristiana, siempre fue en la creencia de la
regeneración bautismal. Y pretenden probar que en el Nuevo Testamento, el bautismo no tiene
nada que ver con el agua si no con lo espiritual, al que denominan también un “bautismo de
sangre”. Pero caen en un error sutil, equivocándose al negar la importancia del bautismo por
aguas, ya que este, es el rito de iniciación al cristianismo, la entrada a la membrecía de la
Iglesia local y una manifestación pública del testimonio de fe en Jesucristo. Pero el sentido con
el que enfoca, este asunto, es con énfasis en lo sobrenatural, ya que el bautismo en sangre, tal
como lo enseña la Iglesia católica romana está arraigado en la regeneración bautismal, y ellos
no comparten esta perspectiva. Sin dudas, creer y afirmar esta creencia, es un grave error (cf.
Heb. 6:2). Aunque los cristianos del Ejército de Salvación tampoco se bautizan por agua y son
respetados universalmente. Tampoco los cuáqueros creían en el bautismo.
El fundador de la denominación evangélica Ejército de Salvación fue William Booth
(1829-1912), de nacionalidad inglesa y fundador y primer general del Ejército de Salvación. El
no incluyó los sacramentos históricamente reconocidos por el protestantismo (Bautismo y Santa
Cena) en “las formas de adoración del Ejército de Salvación”, debido a que “no pretendían ser
una nueva iglesia, sino solo una parte de ella” y además, para poner un énfasis mayor en la
Gracia de Dios que en los ritos naturales de la gracia del Señor (Los Mayores Pedro & Loraine
López, n.d.). Estas explicaciones proveen la razón por la cual esta denominación se abstiene de
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practicar las ordenanzas; pero cualquier otra denominación que toma el nombre de Iglesia debe
mantener la práctica de las dos ordenanzas para ser reconocida como tal: La cena del Señor y el
Bautismo.
Los cuáqueros fueron el producto de la experiencia mística de Jorge Fox (1624-91)
quien se opuso al cristianismo organizado porque de joven no pudo encontrar la ayuda del clero
para un problema personal. En 1681, el cuáquero inglés William Penn (1644 –1718)
empresario y filósofo, fundó la Provincia de Pensilvania en América, un refugio para los
perseguidos, donde “el culto formal, el canto, las ordenanzas del bautismo y la Cena, los
ministros y la educación teológica especial eran rechazadas, tal vez como proyección de la
intensa oposición de Fox a todo lo que constituyera cristianismo organizado en su día” (Baker,
Pág. 280).
Pero estos testimonios históricos no justifican que se deje de poner en práctica la
ordenanza de Jesús del Bautismo (gr. baptizo), el cual es un acto de gran importancia
testimonial. En las Escrituras, puede apreciarse que “el bautismo es la manera normal y
prescripta para que un creyente manifieste su fe públicamente y se una a la membrecía de la
iglesia” (McKinle, Pág.150). Por este motivo, es importante citar la explicación de Charles
Hodge (1797 - 1878), ex director del Seminario Teológico Presbiteriano de Princeton (1851 1878), quien escribió que los evangélicos creen que Jesucristo instituyó dos sacramentos para la
Iglesia: “el Bautismo y la Santa Cena” (Hodge, Pág. 9). Y además, se puede citar la opinión del
teólogo presbiteriano Francis Schaeffer, quien escribió que el bautismo “es una señal designada
para marcar la promesa de los pactos [divinos]” (Schaeffer, 1972). Y dado que la doctrina del
bautismo, trata de la práctica de una ordenanza cristiana que “pertenece al buen orden de la
Iglesia, al bienestar, deberes y privilegios de sus miembros”, es importante que su enseñanza
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sea bien entendida (Hodge, Pag.10). Por lo tanto, cualquier cuestión que ponga en jaque este
mandato de Jesucristo, debe ser respondida vigorosamente y tratada como herejía. El hecho de
que un movimiento cristiano deje de practicar la ordenación del bautismo en agua a los
creyentes es totalmente incorrecto. No se cuestiona el uso de la expresión “bautismo en sangre”
(en referencia a los mártires que no pudieron ser bautizados). Pero se debe invalidar
completamente cualquier enseñanza que pretenda alterar el orden bíblico e histórico de la
doctrina del bautismo. Y si bien aún hoy en día, es verdad que suele haber mucho sufrimiento y
también muchas veces persecución en la vida de los cristianos, estos acontecimientos no
invalidan el bautismo de agua. Invalidar el bautismo, es un grave error de concepto (cf. I Pe.
3:18-22; Hch. 10:44-48). A la luz de las escrituras, también se pueden citar los pasajes del libro
de Lucas como testigos del bautismo por agua (cf. Hch. 8:36-39; 10:47; 16:32). Y además, está
el pasaje de Hch. 16:35 RV 1960, donde Lucas ubica los bautismos entre pasada la media
noche (v.25 “medianoche”) y el alba (v.35 “de día”), lo que muestra que esperaron hasta muy
cerca del amanecer para bautizar a todos por agua. Esto anula toda posibilidad de malinterpretar
el texto bíblico. Por esta razón y porque ”aquel que confunde el bien y el mal es un enemigo del
bien” (Phrask, n.d.), aunque la administración de la ordenanza del bautismo por sí solo no salva
al pecador (el que salva es Cristo por “Su Gracia”; cf. Gal.3:1-5), no hay bases firmes (ni
bíblicas ni históricas) para abandonar, quitar, sustituir o suplementar de alguna manera, esta
ordenanza de nuestro Señor Jesús, confirmada por los apóstoles y también por la historia del
cristianismo.
Hablar de martirio es fácil, cuando el dolor no golpea la puerta del hogar personal. Y
hablar del martirio es hablar de sufrimiento, de muerte, de dolor. Pero jamás de compromiso
obligatorio con el sufrimiento. Sin embargo, en un video del Ministerio de la Gracia y la
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Verdad, se insiste que es un deber el tener que sufrir por causa del cristianismo (Rodríguez &
Brown, n.d.). Pero esto no debe ser así necesariamente, ya que aunque el sufrimiento “siempre
es parte de la misión de la iglesia” (Padilla, Pág. 265), no necesariamente Dios llama a todos
los cristianos a sufrir. Y la verdad es que Dios, si llama a todos los cristianos a ser santos como
es Él (cf. I Pe.1:16) y a amar como parte vital de compromiso del creyente discipulado (cf.
Jn.13:35). La santidad imprime el carácter divino en el cristiano porque Dios es santo (cf.
Is.6:3) y el amor le da ‘koinonia’ (comunión cristiana) al creyente con Su Salvador y con el
resto del cuerpo de Cristo; y permite que la sociedad lo distinga rápidamente del resto de las
personas. Este mismo concepto lo comparte Ricardo Blázquez, teólogo español, arzobispo de
Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, quien dice que desde el
comienzo de la historia de la Iglesia, los cuerpos de los mártires fueron sepultados con amor por
los mismos cristianos; pero el mártir cristiano “no es un kamikaze” (Blázquez, 03-12-2010).
Muchos mártires, a lo largo de la historia han ofrendado sus vidas a Jesucristo a causa de su fe
en El. Pero no se ofrendan al martirio en una forma voluntaria ni tampoco son masoquistas;
sino que el martirio, es el resultado de la persecución radicalmente violenta y fundamentalista.
Como bien dijo Tertuliano que "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos"
(corazones.org, n.d.). Dios usa la persecución para refinar la Iglesia, aunque tenga que doler
como seres humanos, ver doler a los que sufrimientos que atraviesan los cristianos durante la
persecución. Pero no hay porque inventarse la persecución, ni sufrir por sufrir. A lo largo de las
escrituras podemos observar como muchas veces los autores asumieron que el sufrimiento era
“parte de la realidad del cristiano” (Padilla, Pág. 394). Nancy Elizabeth Bedford, doctora en
teología por la Universidad de Tubinga, profesora del Instituto Superior Evangélico de Estudios
Teológicos (ISEDET) y del Seminario Internacional Teológico Bautista de Buenos Aires, cita a
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Faus, profesor y teólogo español jesuita, responsable académico del área centro de estudios
sociales y teológicos Cristianisme i Justícia de Barcelona, quien señaló los peligros de los
extremos que debemos evitar: a) No autoafirmarse con el dolor ajeno ni desentenderse de él. b)
No mendigar con el dolor propio ni endurecerse con él (González Faus, Pág. 108). La santidad
de algunos mártires, era sustancialmente reconocida por los primeros cristianos. La convicción
de algunos creyentes de la unión íntima de esos mártires con Cristo, indujo a los creyentes
perseguidos a erróneamente invocarlos “para que intercediesen ante Dios, a fin de obtener la
gracia de imitarlos en la profesión íntegra e inconcusa de la fe “(Spinsanti, n.d.). E incluso,
podría quizás decirse del anciano Policarpo, Obispo de Mirna (70 – 155 d.C.), que al desafiar
la autoridad del emperador al gritar “abajo los ateos” (The Word Among Us, Feb. – Mar. 2007),
se apresuró un poco. Aunque seguramente, este valiente hombre ya tendría sus horas de vida
contadas. Pero aún así, él no incitó a ninguno de sus discípulos presentes al suicidio colectivo.
Y personalmente, asumió valientemente el costo de la misión luego de rechazar los dioses
paganos. Y aunque muchas veces es posible comprobar que el sufrimiento ha traído
crecimiento personal, “esto no significa que el sufrimiento en sí mismo sea deseable o
agradable, pero sí que Dios puede transformar aun la adversidad en motivo de crecimiento”
(Padilla, Pág. 395). Un testimonio contemporáneo de sufrimiento y martirio, es el del teólogo
luterano Dietrich Bonhoeffer, un “joven pastor, símbolo de la resistencia alemana contra el
nazismo”, quien “en las horas más sombrías del siglo XX, dio su vida hasta el martirio”
(François, 06-22-2007). Bonhoeffer escribió en la cárcel estas palabras: ”Dios, reúne mis
pensamientos hacia ti. Junto a ti está la luz, tú no me olvidas. Junto a ti, el auxilio, junto a ti la
paciencia. No comprendo tus sendas, pero tú conoces el camino para mí” (François, 06-222007).
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También es un caso muy conocido en la biblia es el del patriarca Job, quien al final
reconoció que debía profundizar su relación con Dios (Job 42:5). También es válido el
testimonio del apóstol Pablo, quien luego de todo su conocido sufrimiento como apóstol (2 Cor.
11:16-33), pudo decirle a los romanos que “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro.8:25 RV 1960).
El bautismo y el bautismo de sangre han sido creencias que vienen desde los mismos
comienzos de la Iglesia. El bautismo es el rito que da entrada a la Iglesia. El bautismo de
sangre, es una doctrina acuñada por la Iglesia primitiva con la intención de proveer una
respuesta soteriológica y eclesiológicas a todos aquellos que fueron muertos a causa del
martirio, fruto de las violentas persecuciones del Imperio romano y que no habían recibido el
bautismo. En aquella época, muchos de los Padres de la Iglesia creían en la regeneración
bautismal. Ireneo de Lyon, Orígenes, Agustín y otros, fueron algunos de los Padres de la
Iglesia, que se identificaron con esta creencia. A través de la opinión escrita de estos nobles
personajes eclesiásticos, testigos de la tradición de la Iglesia de los primeros siglos, se nos
acerca a nosotros su gran riqueza intelectual y doctrinal. A través de sus escritos, nos es posible
entender mejor el concepto que la Iglesia Primitiva tenía de temas como el bautismo, el martirio
y el bautismo de sangre. Los Primeros Padres de la Iglesia, enseñaban que el Bautismo
regeneraba. Ellos se equivocaron aunque no escribían intentando definir dogmas
universalmente, sino que procuraban explicar al mundo lo que los cristianos creían o combatir a
los herejes. Tampoco ellos creían, que el bautismo fuera fundamental para conseguir la
espiritualidad, sino que más bien era como un complemento al proceso de conversión. En los
primeros siglos de la Iglesia, para un cristiano, el bautismo significaba identificarse con los
cristianos y al mismo tiempo atraer la persecución sobre uno mismo. Esto estaba implícito en
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el hecho de creer en Jesucristo. Muchos creyentes bautizados y otros que aún no habían
recibido su bautismo en agua, fueron asesinados cruelmente por los romanos durante las
persecuciones romanas. Los familiares y amigos cristianos, se preocupaban acerca de lo que les
iba a suceder si no habían sido bautizados. Así surge la expresion bautismo de sangre. Recibir
un “bautismo de sangre” significaba que la persona que había sufrido la muerte física a causa
de su fe en Jesús, pero que si aún no había sido bautizada, había recibido un “bautismo de
sangre” en su lugar, recibiendo así el regalo de la vida eterna al igual que un bautizado.
Orígenes el teólogo de Alejandría, en quien se observa claramente cuan alto concepto tenían
aquellos cristianos del martirio. En su libro De Principiis, escribió acerca de este bautismo de
sangre. También creyeron lo mismo hombres como Ireneo de Lyon, Agustín, etc. Entre los
protestantes contemporáneos, la mayoría sigue la línea doctrinal de Calvino y Zwinglio, para
quienes los sacramentos son signos que no comunican ninguna clase de gracia. Pero se pueden
encontrar a algunos teólogos contemporáneos que creen en el “bautismo de sangre”, como el
Pastor Jim Brown y el misionero Scott Wuori, líderes pertenecientes al “Ministerio de la Gracia
y la Verdad”, quienes publicaron una serie de videos en internet en su sitio web, afirmando que
el bautismo del N.T. no es de agua, sino de sangre. Ellos pretenden probar que en el Nuevo
Testamento, el bautismo no tiene nada que ver con el agua si no con lo espiritual. Negar la
importancia del bautismo por aguas es un error. Aunque ni los cristianos del Ejército de
Salvación ni los Cuáqueros, han practicado el rito del bautismo. El bautismo, es un acto de
gran importancia. Y en las Escrituras, puede apreciarse que el bautismo es la manera normal
para que un creyente manifieste su fe públicamente y se una a la membrecía de la iglesia.
Mayormente, los evangélicos creen que Jesucristo instituyó dos sacramentos para la Iglesia:
Bautismo y Santa Cena. El bautismo “es una señal designada para marcar la promesa de los
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pactos divinos. Dado que el bautismo es una ordenanza cristiana, es importante que su
enseñanza sea bien entendida. Cualquier cuestión que ponga en jaque este mandato de
Jesucristo, debe ser tratada como cualquier otra herejía. Es incorrecto, que un movimiento
cristiano deje de practicar la ordenación del bautismo en agua a los creyentes. Que haya
sufrimiento y martirio, no invalida el bautismo de agua. Invalidar el bautismo, es un grave
error de concepto. No hay bases bíblicas e históricas suficientes como para abandonar, quitar,
sustituir o suplementar esta ordenanza de nuestro Señor Jesús. El martirio no es motivo
suficiente. Y hablar de martirio cuando el que sufre es otra persona, puede resultar sencillo.
Pero reflexionar acerca del martirio, es citar el tema del sufrimiento, de la muerte, del dolor
humano al morir o ser torturado por la fe. Pero jamás se trata de un compromiso obligatorio con
el sufrimiento. Por este motivo, es un error insistir en que es obligación tener que sufrir por
causa del cristianismo, ya que el mártir cristiano no es un kamikaze ni es una persona
masoquista. Existen dos extremos que se deben evitar: Autoafirmarse con el dolor ajeno ni
desentenderse de él No mendigar con el dolor propio ni endurecerse con él. No significa que el
sufrimiento en sí mismo sea deseable o agradable, pero Dios puede transformar aun la
adversidad en motivo de crecimiento espiritual. El teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer, pastor
y mártir, es un testimonio contemporáneo de sufrimiento y martirio entre los evangélicos. En la
biblia, se puede destacar el testimonio del Patriarca de Israel: Job. Y también el testimonio del
Apóstol Pablo, quien a causa de su fe en Jesucristo, fue muerto por el emperador romano en
Roma, junto al apóstol Pedro.
Por todos estos motivos ya explicados, concluyo este ensayo aconsejando a los líderes
de la Iglesia del Señor, que el intentar invalidar la práctica del bautismo con el pretexto de
anular los ritos (o sacramentos) para querer espiritualizar más la fe cristiana, es un error. El
Ensayo: Bautismo de sangre y sufrimiento
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bautismo y la cena del Señor son las dos ordenanzas que los evangélicos entendemos que
nuestro Señor dejó a Su Iglesia. Cualquier grupo de creyentes que esto intentase adoctrinar,
deben ser tratado como presuntos herejes y no deben ser bien recibidos ni en la Iglesia ni en la
intimidad hogareña del creyente. El bautismo en aguas es la entrada a la membrecía de la
Iglesia local y un testimonio público de la fe en Jesucristo del neófito. Ni el martirio ni el
sufrimiento aunque sea intenso, lo invalidan ni lo sustituyen. La salvación es un regalo de Dios
al hombre, siendo este justificado mediante un acto de sola fe, como explicó el apóstol Pablo en
sus epístolas a los Romanos y a los Gálatas. Por lo tanto, el mártir de Cristo, si fue cristiano o
hijo pequeño de cristianos, debe ser recordado en paz como cualquier otro familiar creyente que
ya partió a la eternidad. Aunque no encuentro problema en referirme al martirio, como un
verdadero “bautismo de sangre”. Respecto a los que sufren, hay que esforzarse en ser muy
respetuosos con el dolor ajeno. Y cuando hablamos de martirio, de dolor intenso, de sufrimiento
del justo, hay que evitar irse a los extremos. Como Iglesia del Señor, no hay que dejar de
enseñar todo el consejo de Dios y esforzarse en guardar la sana doctrina. Y de orar por los que
son perseguidos en todo el mundo, para que Dios les otorgue tiempos de paz, así con toda
tranquilidad puedan ocuparse de sus asuntos personales y seguir siendo testigos del Señor,
quien los rescató del pecado, de las garras de la muerte eterna y la condenación. ¡Esto sí que es
bueno, ante los ojos del Señor! ¡Maranatha!
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