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PROGRAMA DE FORMACIÓN MAGIS III
Curso de Eclesiología
Lima-Perú
La Iglesia y su
historia: Entre el
poder divino y el
poder civil.
Reseña de libro: Historia de la Iglesia. Jesús Sariego s.j.
Mauricio Centeno Sánchez
03/06/2009
1) Título.
La Iglesia y su historia: entre el poder divino y el poder civil.
2) Primer párrafo
La obra que se ha reseñado tiene por título Historia de la Iglesia, escrita por Jesús Sariego
s.j. Se trata de un libro de texto diseñado para la enseñanza universitaria, con el fin de brindar
las principales etapas que ha vivido la Iglesia desde su origen hasta la contemporaneidad. La
obra es una síntesis que recrea de forma atractiva y clara la evolución histórica e itinerario
recorrido por la institución eclesial, manteniendo la imparcialidad. El libro contiene, además, el
uso de recuadros que motivan al lector analizar por su cuenta documentos relevantes.
3) El autor
Jesús Sariego, es sacerdote jesuita y actual provincial de Centroamérica. Es originario de
Valencia, España, pero ha trabajado en Centroamérica desde hace décadas. Ha estado en
Panamá como formador de novicios; en Honduras, el Salvador y Nicaragua ha desempeñado
distintos trabajos pastorales y de formación. En Nicaragua, estuvo del año 2004 al 2008, fecha
en que fue nombrado provincial por el nuevo superior de la compañía de Jesús, padre Adolfo
Nicolás. Durante su estadía en Nicaragua fue responsable de los jesuitas, colaboró con la
Universidad Centroamericana, UCA, en la vicerrectoría general e impartía la asignatura de
Historia de Nicaragua. Así mismo, fue nombrado, asistente eclesiástico de la CVX-Nicaragua, la
que acompañó de forma cercana.
Sariego tiene una maestría en historia. Ha sido coautor de algunos libros sobre teología y
algunos artículos de la revista Diaconía. En la actualidad se encuentra investigando sobre la
historia de los jesuitas en Centroamérica.
4) La tesis
Dado el tipo de obra, Sariego no plantea una tesis concreta. Por lo cual, se ha optado por tomar
una temática transversal del libro. En este sentido, se abordarán las relaciones que ha vivido la
iglesia con el Estado, a lo largo de su historia.
La idea central, que es posible inferir a lo largo del libro es que la historia de la Iglesia se ha
caracterizado por una relación de conflicto y armonía con los poderes políticos.
Desde el año 30, fecha en la que se ubica históricamente la celebración de Pentecostés, hasta
el 313, la Iglesia comienza a expandirse en medio de un ambiente martirial. Las primeras
persecuciones procedieron del judaísmo, pero las principales fueron desatadas por el Imperio
Romano. Sin embargo, esta situación hostil fue cambiando cuando el cristianismo aumentó en
número de seguidores y entre ellos gente notable
El cristianismo pasa de ser perseguido a ser tolerado y finalmente se convierte en la religión del
imperio romano. El influjo de los cristianos de la época había crecido a tal punto, que la única
manera de mantener compacto el Imperio en crisis era darle un substrato cultural y religioso
que lo mantuviera unido ante ésta1. El cristianismo parecía ser el mejor elemento de unión.
Es así como en el año 313 se redacta un decreto de tolerancia, conocido como el Edicto de
Milán, que resumía en sus puntos: pasaría esta introducción a la siguiente página.
La libertad religiosa en el Imperio; la devolución a los cristianos de los lugares de culto; el permiso para las reuniones
públicas de los cristianos; el reconocimiento de la Iglesia como sujeto capaz de recibir donaciones y legados en
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propiedad.
Una vez que se hizo oficial la religión cristiana, los obispos se convirtieron en representantes
del poder del Emperador en su diócesis: eran vicarios de Dios y del Emperador.
1
Antes que se decretara la tolerancia religiosa, el número de los cristianos llegaba a alcanzar casi la mitad de la
población del imperio, lo cual era un criterio importante para utilizar a los cristianos como elemento unificador del
imperio.
2
Sariego, Jesús s.j. Historia de la Iglesia. DVD fe y vida. Material recopilado por José Luis Caravias. 2008, p. 18
Durante la Alta Edad Media (siglo V al XI d.C.), las relaciones entre la Iglesia y el Imperio fueron
fundamentalmente marcadas por la teoría cesaropapista. Según tal teoría, la Iglesia para
sobrevivir necesitaba del apoyo político del Estado. A su vez, el Estado recibía de la Iglesia la
legitimación de su poder. De este modo, los reyes mantuvieron una posición de intervención en
los asuntos de la Iglesia, favorecieron la extensión de la evangelización y de la religión cristiana,
reorganizaron las diócesis, nombraban los obispos, reformaban la Iglesia y favorecían el
desarrollo de la teología.
A partir del siglo XI, las relaciones entre el papado y el imperio germánico se vuelven tirantes,
porque los emperadores deseaban establecer un absoluto control sobre la Iglesia. Ante esto,
los Papas acuden a las teorías políticas de San Agustín, para fundamentar racionalmente la
supremacía del poder espiritual (la Iglesia) sobre el temporal (los reyes).
En la edad moderna, el fenómeno más significativo es la división religiosa de Europa, a partir de
la Reforma Luterana y la expansión del cristianismo en las colonias de América. La Reforma
provocó guerras religiosas a lo interno de los estados europeos y la debilitación del catolicismo.
En los siglos XVII y XVIII se produce en Europa una serie de transformaciones que marcarán el
inicio de una nueva época, llamada por los historiadores Edad Contemporánea y que también
tiene importantes consecuencias para la historia de la Iglesia.
Con el movimiento de la ilustración triunfa en Europa el Racionalismo, gestado desde el
Renacimiento. Para entonces todas las ciencias y la religión, fueron sometidas al análisis
racional, comenzando con el concepto de Dios. El tema de la Revelación es sometido a la crítica:
así aparezca en los libros revelados o esté presente en la tradición de la Iglesia, sólo lo que es
racional o racionalizable es verdaderamente revelado por Dios, pues Dios es racional y no
puede revelarse en lo irracional.
Este mismo racionalismo sometió a crítica el modelo monárquico, frente al cual los ilustrados
proponen la democracia. Se desata entonces una lucha contra el sistema monárquico y los
privilegios que gozaba el clero, como la exoneración del pago de impuestos, que terminan
desembocando en las llamadas revoluciones liberales.
A nivel de pensamiento estas revoluciones supusieron una crítica a la Teología tradicional. A
nivel económico, los liberales sostenían que para una mayor productividad de la riqueza de
cada país, era necesario que el Estado expropiara las posesiones que estaban en manos de
quienes no la hacían producir.
Había que quitar las tierras de “manos muertas”,
“desamortizar”. Por esa razón, es que la Iglesia perdió muchas de sus propiedades y creó una
enemistad con el liberalismo europeo y más tarde con el de América Latina.
Por otra parte, se le asignó al Estado la tarea de velar por la educación, pues un país sólo
alcanzaría progreso si ilustra a sus ciudadanos. Eso trajo consigo que la Iglesia perdiera el
monopolio en la educación y muchas de sus instituciones educativas dedicadas a la juventud y a
la vida universitaria.
Desde el triunfo de la Revolución Francesa, las constituciones europeas contemplaban a la
Iglesia como una parte más del aparato del Estado, la que este último debía, a su vez, controlar.
Al Estado le correspondía el nombramiento de los Obispos, la reorganización de las diócesis, el
sostenimiento del clero, la expropiación de las propiedades eclesiásticas sin utilización, la
legalización del matrimonio civil, la desaparición de las órdenes religiosas. Como puede notarse
el Estado burgués introduce su control en la administración de los asuntos eclesiásticos.
La primera respuesta oficial de la Iglesia será la condenación del liberalismo y de los principios
de la Revolución Francesa. El papa Pío VI la condenó de la siguiente manera:
..."Esa libertad absoluta que no solamente asegura el derecho a no ser inquietado por sus opiniones religiosas, sino
que incluso concede la licencia de pensar, de escribir y hasta de hacer imprimir impunemente en materia de religión
todo cuanto puede sugerir la imaginación más fuera de la regla: derecho monstruoso que, sin embargo, le parece a la
Asamblea que se deriva de la igualdad y la libertad naturales de todos los hombres”.
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Esta postura de la Iglesia en contra del liberalismo llegará a manifestarse más allá del Atlántico,
en la América Independiente. Sin embargo, un grupo de clérigos siguió apoyando los principios
de la revolución, mientras que otro grupo se opuso. Es así como se llega a encontrar un
protagonismo de muchos sacerdotes en la mayoría de las revoluciones de independencia de los
países latinoamericanos.
En plano político-social y económico, el liberalismo provocó efectos negativos para el obrero.
Así, desde mediados del siglo XIX, el proletariado da inicio a nuevas formas de organización. La
primera de ellas es el Socialismo, que en un primer momento tenía un carácter utópico y
cristiano. Sin embargo, a partir de 1848, el pensamiento socialista se separa del cristianismo y
llegan a considerar a la Iglesia como una aliada del poder político y económico explotador, de la
clase burguesa. Esto último no era del todo falso.
Para el filósofo alemán L. Feuerbach, la religión era un modo de alienar al hombre frente a sus
propios derechos. La religión era pues un obstáculo para que el obrero se rebelara en contra de
la burguesía. La figura de Dios llegó a ser anatemizada por los seguidores del pensamiento de
Marx y Engels: "la propiedad es un robo; Dios es el mal, y hay que sustituir la noción de religión
por la de justicia", afirmó Proudhon.
Marx y Engels presentaron un nuevo pensamiento, pasando de un socialismo utópico a un
socialismo científico. La postura de Marx y Engels era la siguiente:
La lucha de clases es el motor de la historia y en realidad la religión sólo era un opio adormecedor del pueblo y que no
es la fe en dioses la que cambiará el rumbo de la historia, sino la lucha de clases conducida hasta la dictadura del
proletariado y el advenimiento del paraíso comunista.
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Pío VI. Citado por Jesús Sariego en Historia de la Iglesia. DVD fe y vida, p. 72.
Sariego, P. 76.
La reacción de los cristianos y de la jerarquía ante el problema obrero fue lenta y llena de
cautelas. En un primer momento, la situación de pobreza suscitó únicamente reacciones de
compasión y soluciones paternalistas con acciones de caridad asistencialista. Tiempo más tarde,
algunos Obispos y pensadores fueron tomando conciencia de las raíces del problema,
empezando a hacer sentir sus voces y a presionar a la jerarquía para que se pronunciara sobre
el tema.
La primera toma de postura oficial de la Iglesia ante el problema obrero fue cuando León XIII
publicó la Encíclica Rerum Novarum en 1891. Por una parte León XIII condenaba al socialismo
por una doble razón: porque negaba el derecho natural a la propiedad privada, y porque
proponía como programa la lucha de clases, lo que parecía contrario al espíritu de amor
universal. Pero por otra parte, condenaba también las consecuencias funestas del sistema
capitalista que engendraban situaciones generales de miseria. Como solución, el documento
proponía una enérgica intervención del Estado en la vida económica de las naciones así como la
necesidad de fomentar las organizaciones de los trabajadores.
Finalmente, durante el siglo XX, la Iglesia intentó mantener sus espacios de influencia
ideológica en los países europeos. Con la revolución rusa de 1917, el marxismo-leninismo
ahondó las relaciones entre la Iglesia y el socialismo. De tal manera que se llegó a afirmar que
no era posible ser cristiano y socialista a la vez.
Con la llegada del Vaticano II, la Iglesia recibió un nuevo aliento y una nueva imagen. El mayor
fruto recogido del Concilio es que la Iglesia dejaba de ser menos romana y más universal. Esta
nueva característica de apertura al mundo y a una lectura más atenta a los signos de los
tiempos, fue lo que propició la creación de una nueva teología en América Latina: la Teología
de la Liberación.
El hecho brutal de la esclavitud y pobreza de las mayorías latinoamericanas empujaron
decisivamente a una reflexión a la luz del Dios de Jesucristo y a replantear la misión de la
Iglesia:
..." Vemos, a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos
y pobres... Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor la Iglesia discierne
una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos"...
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En América latina, se relee la Escritura, en la teología de la liberación, desde el pobre, desde la
clase explotada con la que se hizo solidario Cristo. Y de ahí surge la pregunta: ¿qué exigencias
entraña hoy el amor al prójimo? Este no es un tema más en la teología de la liberación. Es su
corazón. Amar a Dios y al prójimo significa salir de mi camino, entrar en el camino del
oprimido, del golpeado por la injusticia y comprometerse con su causa. En este sentido, el
clero latinoamericano ha asumido con claridad que entre religión y revolución no hay
contradicción.
5) El esquema de la obra
La obra está divida en 9 grandes temas. En ella se parte de los primeros años de evangelización
y expansión del cristianismo, las persecuciones de que es objeto y las razones por las cuales se
va tomando una estructura organizacional, que permanece hasta nuestros días.
Como segundo tema se aborda el proceso de tolerancia y oficialismo que vive el cristianismo en
el imperio romano, así como la formación de los lineamientos doctrinarios y dogmáticos que
inicia a tomar la Iglesia; y paralelamente, el nacimiento de las primeras órdenes religiosas. En
un tercer y cuarto tema se analiza la vida de la Iglesia durante la Alta y Baja Edad Media, donde
resalta el tema de las relaciones entre el papado y el imperio, la expansión del Islán y el cisma
de la Iglesia en Europa.
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Puebla, 28. Citado por Sariego, Historia de la iglesia, p. 98.
El quinto tema, titulado Descubrimientos y misiones, incluye una nueva variante. Se aborda el
origen de la Iglesia en América Latina a través de la expansión misionera en el nuevo
continente. En el mismo contexto histórico al descubrimiento, para el caso de Europa, se
enfatiza, como tema seis, en la reforma y contrarreforma y las guerras de religión que este
fenómeno desató en muchas naciones europeas.
En el séptimo tema se desarrolla el papel y relaciones de la Iglesia con el liberalismo de los
siglos XVIII y XIX, sobre todo a partir de la revolución francesa de 1789. Aquí se analizan las
nuevas ideas liberales e ilustradas, sus consecuencias y la postura de la Iglesia frente a ellas. Se
identifica, además las raíces de la doctrina social de la Iglesia a partir del problema de la
explotación obrera y la lucha social propuesta por Marx y Engels.
Los dos últimos capítulos están dedicados a la Iglesia durante el siglo XX. En ellos se destacan la
confrontación entre la Iglesia y la ciencia y la creación del Concilio Vaticano II. Finalmente,
concluye la obra haciendo una reflexión sobre el origen y significado de la Teología de la
Liberación.
6) Actitud del autor de la recensión
A partir de la lectura de la obra Historia de la Iglesia, escrita por Sariego, es posible emitir
algunos juicios personales sobre la misma.
En principio le otorgo un alto valor a la obra, pues ya que logra su objetivo fundamental: hacer
que el lector entienda el por qué de la actual situación y estructura
de la institución
eclesiástica. Se logra responder a las interrogantes motivadoras, tales como ¿Por qué de las
sectas? ¿Por qué el fenómeno del poder del papado? ¿Por qué el cristianismo en América
Latina? ¿Qué causas provocó la unidad entre Estado e Iglesia y su posterior separación? ¿Por
qué la Teología de la Liberación en América Latina?
El autor, como todo buen historiador, evita la emisión de juicios, queriendo en cambio que sea
el lector quien los cree y formule el que los cree y formule. En este último sentido tengo
algunos comentarios que expresar.
La historia de la Iglesia es en definitiva una historia de la salvación, pero como toda historia está
impregnada de antagonismos, de dialéctica, de contradicciones. Así, si por una parte las
primeras comunidades, siguen con ahínco la misión encomendada por Jesús “vayan y hagan
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo”,6 aún en medio de un ambiente martirial, por otro lado, es notable que a medida que la
Iglesia evoluciona de una religión perseguida a una religión oficial, ésta se fue acomodando
dentro de los círculos de poder que le brindaron los emperadores de entonces. De perseguidos
se convirtieron en perseguidores e intolerantes. Desde la segunda mitad del siglo I hasta bien
entrado el siglo XX, en la práctica, la institución católica se vio más comprometida con el poder
que con los pobres.
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Mt. 28, 19.
El Vaticano II, significó por su parte un oasis que refrescó y dio un nuevo giro a la relación que
había mantenido la iglesia con el mundo, dando amplias signos de ecumenismo, diálogo y
tolerancia religiosa. Los avances en ese sentido han sido significativos. Pero no todo está hecho.
Sería una falacia afirmar que todo lo ha renovado el concilio. Aún hay mucho que cambiar.
Bárbara Bücker nos exponía en Lima, en Julio del año pasado, que hay mucho en el concilio que
todavía no se echa a andar y otras que ni siquiera se abordan por ser fenómenos posterior al
mismo.
Hoy todavía prevalece un discurso dualista entre mundo e Iglesia, al estilo de las dos ciudades
agustinas Prevalece cierta rigidez por parte del clero en cuanto a ciertas doctrinas.
Recientemente el papa Benedicto XVI condenó el uso del condón desde África, un continente
de donde se cree que el virus del sida tuvo su origen y expansión, y donde la miseria se ve
combinada con la tasa de natalidad y la insuficiente educación sexual.
Los últimos escándalos suscitados por el caso del padre Alberto, del ex-obispo paraguayo, Lugo,
develan que es necesario replantear el tema del celibato dentro de la Iglesia, y de esta manera
evitar la doble vida que suele llevar una parte del clero de América Latina y el mundo. A mi
juicio muchos escándalos por el tema del celibato, podrían disminuir si este se llega a plantear
como una opción y no como una imposición del ministerio sacerdotal. Quien desee vivir a
plenitud el celibato que lo haga, pero quien no lo desee, que se le permita la posibilidad de
contraer matrimonio, a la vez que ejerce el ministerio.
Es necesario, además que la Iglesia acentúe su compromiso con los pobres, que la teología de la
liberación deje de ser anatemizada por las mismas estructuras clericales, dentro y fuera del
continente y que la proclamación de la fe y la denuncia de la injusticia social no se vean
sesgadas. La Iglesia no ha dudar de su papel protagónico dentro de la sociedad y la vida política,
sin menguar en su misión profética.