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Transcript
HOGARES DON
BOSCO
FORMACIÓN SALESIANA
ETAPA III
LA
ESPIRIUALIDAD
MARIANA DE
DON BOSCO
ORACIÓN
Lc. 5, 1-11
ESPIRITUALIDAD MARIANA DE DON BOSCO
El 30 de mayo de 1862 Don Bosco contó que había visto en sueños una batalla
terrible en el mar, desencadenada por una multitud de embarcaciones pequeñas y
grandes contra una sola nave majestuosa, símbolo de la Iglesia.
La nave, tocada varias veces, pero siempre victoriosa, logra echar el ancla, guiada por
el Papa, en dos columnas que se levantaban entre las olas. La primera tiene en lo alto una
sagrada Forma con el escrito “Salus credentium”; en la otra, más baja, está la estatua de
la Inmaculada con las palabras “Auxilium Christianorum”.
“Soñé que estaba en la orilla del mar, sobre una alta roca, desde la cual no se
divisaba más piso firme que el que tenía bajo los pies.
En aquella inmensa superficie líquida se veía una multitud incontable de barcos
dispuestos en orden de batalla [...] Los barcos estaban armados de cañones y llenos de
fusiles y de diferentes armas y con muchísimas bombas incendiarias, y también con libros
dañosos.
Y todos aquellos barcos se dirigían contra su barco mucho más alto tratando de
destruirlo con sus puntas de hierro, o incendiarlo o de hacerle el mayor daño posible.
A este majestuoso barco que estaba provisto de todo lo que necesitaba, le hacían
escolta numerosos barcos pequeños, que recibían órdenes de él, realizando maniobras
necesarias para defenderse de la flota enemiga. El viento soplaba en dirección contraria a la
dirección que llevaba el gran barco, y las olas encrespadas del mar favorecían a los enemigos.
Y en plena batalla vi salir de en medio de la inmensidad del mar dos grandes
columnas, que se elevaron hasta enormes alturas. Sobre la una había una estatua de María
Inmaculada y debajo un gran letrero que decía: “María Auxiliadora de los Cristianos”. Sobre la
ora había una Santa Hostia muy grande, y debajo un enorme letrero con esta inscripción:
“Salvación para los que creen”.
El Comandante Supremo de la nave mayor, que era el Sumo Pontífice, al dar- se cuenta
del furor con el que atacaban los enemigos y la situación tan complicada en la que se
encontraban sus lea- les servidores, dispuso convocar a una reunión a todos los pilotos de
las naves menores. Todos los pilotos subieron a la nave capitana y se reunieron alrededor del
Papa [...]
Entonces el Papa tomó personal- mente el timón de la nave capitana y se esforzó
con todas sus energías en dirigir la nave hasta colocarla en me- dio de las dos columnas
desde las cuales colgaban áncoras, y defensas para fortalecerse y salvavidas. [...] De vez en
cuando los barcos enemigos lograban hacerle inmensas hendiduras por los lados al barco del
Pontífice, pero enseguida soplaba una suave brisa desde las dos columnas y milagrosamente cerraba esas hendiduras.
El Pontífice, manejando muy bien la nave la llevó hasta colocarla en medio de las dos
columnas y con una cadena amarró la parte delantera del barco (o proa) a la columna
donde estaba la Santa Hostia y con otra cadena ató el otro extremo (la popa) a la columna
donde estaba la estatua de María Santísima Auxiliadora [...]”.
1.
HISTORIA DE LA DEVOCIÓN A MARÍA AUXILIADORA
Cada veinticuatro de mayo, todo el mundo católico celebra como memoria la
advocación de la Virgen con el título de Auxilio de los Cristianos. La Familia Salesiana,
extendida también por todo el mundo, la celebra como solemnidad propia. La devoción a
la Virgen bajo esa querida advocación toma fuerza cuando San Juan Bosco, apóstol de la
juventud especialmente de la marginada, la toma como propia.
Haciendo un poco de historia podemos decir que el primero que llamó a la Virgen
María con el título de “Auxiliadora” fue San Juan Crisóstomo, en Constantinopla en al año
345, cuando dice: “Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”. También San Sabas en el
año 532 nos cuenta que en Oriente había una imagen de la Virgen que era llamada
“Auxiliadora de los enfermos”, porque junto a ella se obraban muchas curaciones. San Juan
Damasceno, santo sirio gran talento escolástico, en el año 749 fue el primero en propagar la
jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”
Pero es en 1572 cuando el papa San Pió V introdujo en todo el mundo católico en las
letanías la advocación “María Auxiliadora, rogad, por nosotros”, porque en ese año se atribuyó
la victoria de las tropas cristianas sobre las turcas en la batalla de Lepanto a la intercesión de
la Virgen como auxilio de los cristianos.
En el año 1600 los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen de
honrarla con el título de Auxiliadora si los libraba de la invasión de los pro- testantes y
concedía que se terminase la guerra de los 30 años. La Virgen les concedió ambos favores y
pronto había ya más de 70 capillas con el título de María Auxiliadora de los cristianos.
En 1683 los católicos al obtener la victoria en Viena contra los enemigos turcos de
la religión cristiana fundaron una Asociación de María Auxiliadora. Ya más cercano en el
tiempo, en 1814, el papa Pío VII, prisionero del general Napoleón, prometió a la Virgen
que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María Auxiliadora.
Inesperadamente el Pontífice quedó libre, y llegó a Roma el 24 de mayo. Desde entonces
quedó declarado el 24 de mayo como día de María Auxiliadora.
Pero sin duda fue San Juan Bosco quien impulsó de manera definitiva la devoción a
la Virgen bajo esa advocación de tal modo que la Auxiliadora es considerada la “Virgen
salesiana”.
Será en 1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando éste hace la opción mariana
definitiva: Auxiliadora. “La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los
tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a
conservar y a defender la fe cristiana”. Cierto es también que la devoción a la Inmaculada fue una de las primeras y preferidas de Don Bosco.
Desde esa fecha el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su
obra como “central y sintetizador”. La Auxiliadora es la visión propia que Don Bosco tiene
de María. La lectura evangélica que hace de María, la experiencia de su propia vida y la de
sus jóvenes salesianos, y su experiencia eclesial le hacer percibir a María como “Auxiliadora
del Pueblo de Dios”. “Ella lo ha hecho todo” repetía constante- mente.
En 1863 Don Bosco comienza la construcción de la iglesia en Turín. Lo que sorprendió
a Don Bosco primero y luego al mundo entero fue que María Auxilia- dora se había
construido su propia casa, para irradiar desde allí su patrocinio. Don Bosco llegará a decir: “No
existe un ladrillo que no sea señal de alguna gracia”.
2. MARÍA EN LA VIDA DE DON BOSCO
La Palabra de Dios se hizo carne en la historia, antes que en su seno, en su alma y en su
persona. Ella le ha dado a Cristo su humanidad. Por eso representa, esencialmente, el camino
arduo y feliz de cada hombre y de la humanidad entera hacia su propia realización
suprema. En Ella, los caminos del hombre se entrecruzan con los de Dios. Por consiguiente,
María es clave interpretativa, modelo, tipo y camino.
El Señor le ha elegido para que colaborara, como mujer, en la salvación de la
humanidad. Pero lo extraordinario es que esto no cambió su estilo de vida.
Y esto es lo maravilloso: que Dios se haga presente, no sólo ni principalmente a
través de héroes y superhombres, sino en la vida de quienes viven como hijos suyos.
María se ha sentido y ha sido proclamada “bienaventurada”, feliz en su humildad y en
su pobreza, por el don de Dios y por su propia disponibilidad. Desde esta actitud ha leído la
historia de la humanidad en su “Magníficat”, proclamando el triunfo de los pobres.
María ha acompañado a la Iglesia naciente y hoy, participa, con las riquezas de su
maternidad, en la maduración histórica de la comunidad cristiana y en su misión en el
mundo.
Esta sucesión de alusiones Vida-Cristo-Bienaventuranza-Iglesia-Vocación la hacen un
“evangelio existencia!” donde el joven aprende el camino que tiene que recorrer y se siente
acompañado en su esfuerzo.
Don Bosco ha experimentado, de modo excepcional, la presencia y la intervención
de María en su vida y en su obra: “¡Todo lo ha hecho Ella!”.
En el Oratorio de Valdocco era una presencia viva: Inspiradora guía, maestra.
Domingo Savio, Miguel Magone y muchos otros jóvenes no la contemplaban como un Ideal
abstracto o como simple objeto de culto y devoción, sino como una persona viva y operan- te,
que llenaba la casa y hacía experimentar la cerca- nía del amor de Dios.
También se la sentía como Madre de Dios y nuestra. Aquella que nos da la alegría
de Cristo y que nos permite experimentar su ternura y la eficacia de su auxilio.
Es Inmaculada: llena de gracia, totalmente disponible a Dios, sin términos medios, la
que ha estado siempre de parte de Dios. Por eso constituye, para los jóvenes, un modelo de
santidad y de vida cristiana vivida con coherencia y radicalidad. La devoción se convierte en
imitación.
Es Auxiliadora: auxilio de los cristianos en la gran batalla por la fe y por la construcción
del Reino. Laque protege y guía a la Iglesia. Por eso Don Bosco la considera como “la Virgen de
los tiempos difíciles”, sostén y apoyo de la fe y de la Iglesia. Es, por tanto, modelo de
fidelidad en el servicio a la Iglesia y llamada a un compromiso total en la comunidad cristiana.
3. IDENTIDAD SALESIANA Y DEVOCIÓN MARIANA
En las Constituciones Salesianas se describen los rasgos característicos de nuestra
devoción mariana. El artículo 8 sintetiza el sentido de la presencia de María en la Sociedad
Salesiana: ella ha señalado a Don Bosco el campo de su acción, lo ha guiado y apoyado
constantemente, continúa entre nosotros su misión de Madre y Auxiliadora: nosotros “nos
confiamos a Ella, humilde sierva en quien el Señor ha hecho cosas grandes, para ser entre los
jóvenes testigos del amor inagotable de su Hijo”.
El artículo 92 presenta el papel de María en la vida y en la piedad del salesiano: modelo
de oración y de caridad pastoral; maestra de sabiduría y guía de nuestra familia; ejemplo de
fe, de solicitud con los necesitados, de fidelidad en la hora de la cruz, de alegría espiritual;
nuestra educadora en la plenitud de entrega al Señor y en el decidido servicio de los
hermanos. De ello, pues, deriva una devoción filial y fuerte, que se explícita en la oración
(rosario cotidiano y celebración de sus fiestas) y en la imitación convencida y personal.
La mejor síntesis, con todo, se encuentra en “la oración a María Auxiliadora” que
recitamos diariamente en casa después de la meditación. Su texto original es de D. Rúa y en
su versión actual dice:
“Inmaculada Virgen Auxiliadora, Madre de la Iglesia, inspiradora y guía de nuestra
Congregación, nosotros nos ponemos bajo tu protección materna y, fieles a la vocación
salesiana, te prometemos trabajar siempre a mayor gloria de Dios y salvación del mundo.
Confiando en tu intercesión, te rogamos por la Iglesia, la Congregación y las Familia
Salesiana; por los jóvenes, sobre todo los más pobres, y por todos los que Cristo ha
redimido.
Tú que fuiste la maestra de Don Bosco enséñanos a imitar sus virtudes, especialmente la
unión con Dios, su vida casta, humilde y pobre; su amor al trabajo y a la templanza; la
bondad y entrega ilimitada a los herma- nos y su fidelidad al Papa y a los pastores de la
Iglesia.
Concédenos María Auxiliadora que nuestro servicio al Señor se fiel y generoso hasta la
muerte para que podamos llegar a la alegría de la comunión plena en la Casa del Padre.
Amén”.
Como se puede observar el texto está estructura- da en cuatro partes: Promesa;
Intercesión; Docilidad y Confianza.
En la primera parte (“Santísima”) se recuerda el fin último de nuestra Congregación
prometiendo orientar cada una de nuestras acciones únicamente al servicio de Dios y a la
salvación del prójimo, en la fidelidad a la esencia de la vocación salesiana.
En la segunda parte (“Te pedimos”) se resume el sentido eclesial, salesiano y misionero de
nuestra consagración, confiando a la intercesión de María, la Iglesia, la Congregación y la
Familia Salesiana, los jóvenes, sobre todo los más pobres, todos los hombres redimidos por
Cristo. Aquí está perfectamente descrita la pasión que debe alimentar y caracterizar la
oración salesiana: universalidad, eclesialidad, espíritu misionero juvenil.
En la tercera parte (“Enséñanos”) están concentra- das las virtudes que caracterizan el
perfil típico del salesiano discípulo de Don Bosco; se nos pone en la es- cuela de María
para crecer en la unión con Dios, en la castidad, en la humildad y en la pobreza, en el amor
al trabajo y a la templanza, en la ardiente caridad amorosa (bondad y entrega ilimitada a los
hermanos), en la fidelidad a la Iglesia ya su Magisterio.
En la última parte (“Haz, María Auxiliadora”) se nos confía a la intercesión de la Virgen
Auxiliadora para obtener la fidelidad y la generosidad en el servicio de Dios hasta la muerte y
la admisión en la comunión eterna de los santos.
Esta excelente síntesis, que contiene un programa completo de vida espiritual y
describe los rasgos fisonómicos de nuestra identidad, puede servirnos hoy como referencia y
como pista concreta para nuestro momento de contemplación personal y para prepararnos a
vivir la Fiesta de María Auxiliadora.
PARA DEL DIÁLOGO
 Subrayamos lo que más nos ha llamado la atención
 Debatimos en grupo los que más nos ha llamado la atención
 ¿Quién es para mí María?
 ¿Hablo a mis hijos o nietos de María?
 ¿Qué reflexión saco de este tema?
ORACIÓN FINAL
Oración de fieles, cada uno vamos haciendo nuestra petición
Finalizamos con un Padre nuestro