Download Proselitismo y evangelización: Distinciones importantes para los
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Proselitismo y evangelización: Distinciones importantes para los catequistas católicos por el padre Leo Walsh, STD Párroco, parroquia St. Benedict, diócesis de Fairbanks Ciertas cosas en la vida no deben confundirse nunca. Me acordé de esto recientemente cuando mordí lo que esperaba era una galleta de chocolate y descubrí, para mi horror, que en realidad era ¡una galleta de avena con pasas! De manera similar, los catequistas se sienten a veces perplejos por la distinción entre proselitismo y evangelización legítima. Pueden parecer similares, pero son realidades muy diferentes. Como maestros de la fe, es extremadamente importante que lo hagamos bien. Confundir ambas cosas puede tener consecuencias eternas. Este artículo explicará la naturaleza del proselitismo, empezando con los orígenes benignos de la palabra y luego explicando algunos de los factores que llevaron a que se asociaran con ella connotaciones negativas. A continuación explorará las características de la evangelización legítima, que está en el corazón del mensaje evangélico. ¿Qué es el proselitismo? Una de las mejores etimologías de la palabra fue ofrecida recientemente por Paul J. Griffiths, profesor de la cátedra de Estudios Católicos Arthur J. Schmitt de la Universidad de Illinois en Chicago: Podemos comenzar con el ahora arcaico sustantivo inglés “prosélito”, un calco (más que una traducción) del griego prosêlutos y el latín proselytus. El sustantivo griego se deriva del verbo “venir” con un prefijo que significa “sobre” o “hacia”, y así una traducción etimológica literal de “prosélito” podría ser “uno que viene (desde un lugar a otro)”. El término tiene un uso bíblico: siempre designa a un gentil convertido al judaísmo, o, más precisamente, un gentil que ha comenzado a observar la ley judía. En este caso, el “venir” es de la vida como gentil a (o hacia) la vida como judío. (Paul J. Griffiths y Jean B. Elshtain, “Proselytizing for Tolerance”, First Things, no. 127 [noviembre de 2002]: 30, http://www.firstthings.com/article/200 7/01/proselytizing-for-tolerance-28; versión del traductor) Así, el prosélito deja una antigua comunidad, ya sea de creencia o de práctica, y entra en una nueva. Por ejemplo, uno se convierte en prosélito al dejar los valores y políticas propugnados por un partido político para adoptar los valores y políticas propugnados por otro. Del mismo modo, según Griffiths, uno se convierte en uno de los prosélitos de Cristo cuando deja la comunidad pagana y entra en la de los bautizados, etcétera. Un proselitista, entonces, es alguien que actúa para crear prosélitos. Por lo general, tal persona es ya un miembro de la comunidad para la cual actúa. Los proselitistas quieren convertir a personas ajenas en semejantes, y son a menudo motivados por la creencia de que sería bueno para los que son aún ajenos formar parte del redil. Por ejemplo, los no fumadores pueden creer que los fumadores disfrutarían de un sinnúmero de beneficios al dejar el hábito. Pero, señala Griffiths, la motivación no siempre es benévola. También puede ser motivada por el miedo o incluso el odio. Uno puede querer que el ajeno se vuelva semejante para la protección de la comunidad de origen. Esto se conoce como “proselitismo protector”. Los proselitismos particulares pueden ser analizados según el ámbito en función de los métodos que emplean. En un extremo del espectro están los que propugnan hacer prosélitos por la coerción y la fuerza, como cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos ordenó la integración de las escuelas públicas en los Estados Unidos con su histórica decisión en el caso de Brown contra la Junta de Educación (347 U.S. 483 [1954]. El caso fue discutido el 9 de diciembre de 1952; discutido otra vez el 8 de diciembre de 1953, y decidido el 17 de mayo de 1954. Véanse los Archivos Nacionales y Administración de Documentos, www.archives.gov). En el otro extremo del espectro están los que prefieren buscar prosélitos simplemente presentando su modo de vida a la comunidad en general sin compulsión, como las comunidades amish en Pennsylvania occidental. Es importante reconocer que el proselitismo siempre conlleva un juicio moral. “Dedicarse al proselitismo implica un juicio moral de error (en el asentimiento) o de improcedencia (en la acción) por parte de los ajenos que están siendo proselitizados, y la consiguiente adopción de un curso de acción destinado a llevar a los ajenos equivocados al redil de los que piensan correctamente o se comportan apropiadamente. Los proselitismos particulares, entonces, implican (y algunas veces son explícitos al respecto) la corrección y propiedad de aquello a favor de lo cual hacen proselitismo, y, concomitantemente, la incorrección o impropiedad de aquello contra lo cual hacen proselitismo (“Proselytizing for Tolerance”, 32; versión del traductor). Es este elemento de juicio moral lo que da al término su connotación peyorativa en el clima actual que tan altamente ensalza la virtud de la “tolerancia”. Podemos encontrar muchas razones históricas de esta actitud, pero es suficiente reconocer que, en el día de hoy, los términos “tolerancia” y “proselitismo” son entendidos como diametralmente opuestos. Otro factor que contribuye al sentido peyorativo de la palabra es la frustración con las actitudes y métodos 2 empleados por los proselitistas. En un comunicado, en 1995, el Grupo Mixto de Trabajo entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de Iglesias reconoció que en un momento el término tenía un significado positivo como un término para la actividad misionera, pero en el contexto del movimiento ecuménico moderno, adopta una connotación negativa cuando los cristianos tratan de ganar adeptos de otras comunidades cristianas. “Estas actividades pueden ser más o menos manifiestas o discretas. Pueden inspirarse en motivos bajos o realizarse por medios ilegítimos que violan la conciencia de la persona humana; y hasta cuando proceden de buenas intenciones, la forma de llevarlas a cabo ignora la realidad cristiana de las otras iglesias o las particularidades de su práctica pastoral” (Consejo Mundial de Iglesias, “El reto del proselitismo y la llamada al testimonio común: Un documento de estudio”, Ginebra: Oikoumene [25 de septiembre de 1995], sección 4, http://www.oikoumene.org/es/documen tacion/documents/comisiones-delcmi/grupo-mixto-de-trabajo-de-laiglesia-catolica-romana-y-elcmi/septima-relacion-grupo-mixto-detrabajo-ic-cmi.html#c11996). El proselitismo aberrante incluye ciertas actividades y métodos que están directamente dirigidos a inducir a la gente a cambiar su afiliación a una iglesia. Son: • • • • • • el recurso a toda clase de violencia física, de violencia moral o de presión psicológica, como por ejemplo la utilización de ciertas técnicas publicitarias en los medios de comunicación pudiendo ejercer presiones indebidas sobre los lectores y los tele-espectadores; el uso del poder político, social y económico como medio de ganar nuevos miembros para su iglesia; los ofrecimientos explícitos o implícitos de programas de educación, de servicios médicos o de ventajas materiales, o el empleo de recursos financieros para convertir a la gente; las actitudes y las prácticas manipuladoras que explotan las necesidades, las debilidades o la carencia de formación de los otros, sobre todo en las situaciones de miseria, y que no respetan ni su libertad ni su dignidad humana (ibíd.). El problema con el proselitismo como es entendido en el siglo XXI es que, al hacer la cosa incorrecta por la razón correcta, el resultado no es una mayor unidad sino una división aún más profunda en el Cuerpo de Cristo. Uno puede ser muy sincero, pero estar muy, muy equivocado. Tomás de Aquino tenía razón cuando dijo que uno nunca está justificado al usar un medio malo para un fin bueno (véase Thomas Aquinas, Summa Theologica, II, II, Cuestión 51, Respuesta a la Objeción 1: “En el buen consejo hay fallos, o porque se busca un fin malo al aconsejar, o porque se emplean medios malos para llegar a un fin bueno. Lo mismo que ocurre en el orden especulativo, en el que se llama malo un raciocinio por ser mala la conclusión, o porque, aun las referencias injustas o poco caritativas a las creencias y a las prácticas de las otras Iglesias, llegando hasta a ridiculizarlas; la comparación entre dos comunidades cristianas subrayando los éxitos de la una y las debilidades y problemas prácticos de la otra; 3 siendo buena, está deducida de premisas falsas usando un medio no adecuado. Por eso una y otra forma de consejo se oponen a la eubulia [deliberar bien], como afirma el Filósofo [Ethic, VI, 9]”.). evangelización en el mundo contemporáneo [Evangelii Nuntiandi], no. 4, http://www.vatican.va/holy_father/paul _vi/apost_exhortations/documents/hf_pvi_exh_19751208_evangeliinuntiandi_sp.html En resumen, Pablo VI pregunta, “La Iglesia ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?” (ibíd.). Esto es importante porque “la presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven” (ibíd., no. 5). Un tema central en los últimos años del pontificado de Juan Pablo II fue la “nueva evangelización”, que él promovió en una variedad de entornos, incluyendo sus mensajes dominicales por el Ángelus, cartas, discursos y la encíclica Sobre la permanente validez del mandato misionero de la Iglesia (Redemptoris Missio). Los estudiosos estarán analizando sus enseñanzas sobre el tema por algún tiempo, pero algunos temas centrales son fácilmente evidentes. Las seis características resumidas a continuación fueron descritas por primera vez por David Nodar. (Véase Ralph Martin y Peter Williamson, eds., John Paul II and the New Evangelization: How You Can Bring the Good News to Others [Fort Collins, CO: Ignatius Press, 1995]. Véase también, David Nodar, Characteristics of the New Evangelization: A Call from Our Redeemer [Ellicott City, MD: Christlife Publishing, 2000].) ¿Qué es la evangelización? La evangelización, por el contrario, se ocupa del anuncio de la fe y la invitación a entrar en comunión con Cristo y su Iglesia. En los años posteriores al Concilio Vaticano II y a la luz de ciertos documentos, en particular Sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes), Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (Nostrae Aetate), Sobre la libertad religiosa (Dignitatis Humanae), Sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad Gentes Divinitus), Sobre el apostolado de los laicos (Apostalicam Actuositatem) y Sobre el ecumenismo (Unitatis Redintegratio), el papa Pablo VI vio la necesidad de dar articulación a la actividad evangelizadora de la Iglesia en el mundo moderno. Este fue el tema central del Sínodo de los Obispos de 1974 en Roma. El resultado fue la histórica exhortación apostólica La evangelización en el mundo contemporáneo (Evangelii Nuntiandi). Pablo VI citó tres preguntas “acuciantes” que el Sínodo había mantenido en primer plano: - ¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre? - ¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy? - ¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz? (Pablo VI, La 4 1. La Nueva Evangelización es cristocéntrica. poder encarnar la fe en su propio medio y anunciarla a otros grupos. Esta es la misión ad gentes en el sentido propio del término. En segundo lugar, hay comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas. Son fervientes en su fe y en la vida cristiana. Dan testimonio del Evangelio en su entorno y tienen un sentido de compromiso con la misión universal. En estas comunidades la Iglesia lleva a cabo su actividad y cuidado pastoral. En tercer lugar, hay una situación intermedia, especialmente en países con antiguas raíces cristianas, y ocasionalmente también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe, o incluso no se consideran ya miembros de la Iglesia , y viven una vida alejada de Cristo y su Evangelio. En este caso lo que se necesita es una “nueva evangelización” o una “reevangelización” (Juan Pablo II, Sobre la permanente validez del mandato misionero de la Iglesia [Redemptoris missio], no. 33, http://www.vatican.va/holy_father/john _paul_ii/encyclicals/documents/hf_jpii_enc_07121990_redemptorismissio_sp.html). De hecho, es esta “reevangelización” la que parece tener el énfasis principal. Ser cristiano es anunciar la persona de Jesucristo. No debemos distraernos de esto. 2. La Nueva Evangelización es responsabilidad de todo el pueblo de Dios. En el pasado, el trabajo misionero y el trabajo de evangelización eran vistos como el dominio de unos pocos seleccionados que eran especialmente entrenados para la tarea. Si Cristo y su Evangelio deben ser anunciados en todo lugar y en cualquier circunstancia, entonces todos los miembros de la Iglesia —clérigos, religiosos profesos y laicos— están llamados a hacerlo, cada uno según sus capacidades y circunstancias. Este es un notable cambio en el énfasis de los primeros tiempos. 3. La Nueva Evangelización no es sólo para las misiones en el extranjero. Si bien este es el primer llamado de la evangelización, la necesidad de una “reevangelización” también existe en muchos lugares que han sido nominalmente católicos durante siglos, especialmente en Europa y las Américas. Hay tres grupos que específicamente deben ser abordados. En primer lugar, está la situación que aborda la actividad misionera de la Iglesia: pueblos, grupos y contextos socio-culturales en los que Cristo y su Evangelio no son conocidos, o que carecen de comunidades cristianas suficientemente maduras como para 4. La evangelización no sólo transforma a los individuos, sino también a la sociedad. La Nueva Evangelización va dirigida a individuos y a culturas enteras, como lo concibió Pablo VI en Evangelii Nuntiandi. 5 5. La Nueva Evangelización no se limita a la presentación del mensaje básico del Evangelio (kerigma), sino que es un proceso integral de cristianización. todos deben entrar profundamente en unión con Cristo, el Gran Evangelizador. “Nemo dat quod non habet”, como dice el dicho. Uno no puede dar lo que no tiene. Los cristianos están llamados a conocer a Cristo y darlo a conocer. Por lo tanto, el requisito fundamental del cristiano es la apertura completa al Espíritu Santo. Esta voluntad de ser formado por la gracia de Dios es la condición para hacer el trabajo de un evangelista. “No se puede”, afirma Juan Pablo II, “dar testimonio de Cristo sin reflejar su imagen, la cual se hace viva en nosotros por la gracia y por obra del Espíritu” (ibíd., no. 87). La evangelización es, entonces, una enorme realidad que abarca todo lo que la Iglesia es y todo lo que fue fundada para ser. En pocas palabras, evangelizar es conocer a Cristo, darlo a conocer, y transformar a los individuos y la sociedad por la realidad de ese anuncio. El anuncio del Evangelio es el primer paso esencial, pero lo más importante es que es la base de un proceso permanente de instrucción catequética, doctrina moral y la enseñanza social de la Iglesia. La aceptación de Cristo y su Evangelio significa la incorporación a su Cuerpo, la Iglesia, y la participación en la vida de la gracia mediante los sacramentos y la comunidad de la Iglesia (ibíd., no. 51). 6. Finalmente, la Nueva Evangelización llama a una espiritualidad misionera. Dado que todos los miembros de la Iglesia están llamados a evangelizar, Copyright © 2012, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Reservados todos los derechos. Se autoriza la reproducción de esta obra, sin adaptaciones, para uso no comercial . Las citas de los documentos papales y del Concilio Vaticano II han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Todos los derechos reservados. Las citas de Paul J. Griffiths y Jean B. Elshtain, “Proselytizing for Tolerance”, First Things (November 2002), han sido tomadas de www.firstthings.com. Reimpresas con permiso; versión del traductor. 6