Download Boletin 22 de octubre.cdr

Document related concepts

Sola fide wikipedia , lookup

Amor de Cristo wikipedia , lookup

Ireneo de Lyon wikipedia , lookup

Buen Pastor wikipedia , lookup

Padre nuestro wikipedia , lookup

Transcript
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (8:27-39)
Jesús acababa de desembarcar, cuando salió a su encuentro un hombre de la
ciudad, que estaba endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no se vestía, y no
vivía en una casa, sino en los sepulcros. Al ver a Jesús, comenzó a gritar, cayó a
sus pies y dijo con voz potente: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el
Altísimo? Te ruego que no me atormentes". Jesús, en efecto, estaba ordenando
al espíritu impuro que saliera de aquel hombre. Muchas veces el espíritu se
había apoderado de él, y aunque lo ataban con cadenas y grillos para sujetarlo,
él rompía sus ligaduras y el demonio lo arrastraba a lugares desiertos. Jesús le
preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". "Legión", respondió, porque eran muchos
los demonios que habían entrado en él. Y le suplicaban que no les ordenara
precipitarse al abismo. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo
en la montaña. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en
los cerdos. Él se lo permitió. Entonces salieron de aquel hombre, entraron en
los cerdos, y desde lo alto del acantilado, la piara se precipitó al mar y se
ahogó. Al ver lo que había pasado, los cuidadores huyeron y difundieron la
noticia en la ciudad y en los poblados. En seguida la gente fue a ver lo que
había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado a sus
pies, vestido y en su sano juicio, al hombre del que habían salido los
demonios, y se llenaron de temor. Los que habían presenciado el hecho les
contaron cómo había sido curado el endemoniado. Todos los genesarenos
pidieron a Jesús que se alejara de allí, porque estaban atemorizados; y él,
subiendo a la barca, regresó. El hombre del que salieron los demonios le
rogaba que lo llevara con él, pero Jesús lo despidió, diciéndole: "Vuelve a tu
casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti". Él se fue y proclamó en toda
la ciudad lo que Jesús había hecho por él.
“Mi alma tiene sed de llegar a la humildad de Cristo, a ella
Aspira día y noche. Y a veces te invoco exclamando: Mi alma
Siente nostalgia de ti, y te busco hasta con mis lagrimas”
San Silouan el Atonita
Sobre la Nostalgia de Dios
La palabra de nuestro Padre y Pastor
Su Beatitud Patriarca Ignatios:
Hoy es un día de fiesta, pues en la
Iglesia, Santa, Católica y Apostólica,
estamos reunidos, por la gracia del
Espíritu Santo, alrededor del Padre de
los padres y Pastor de los pastores, junto
a los Metropolitas, a los Obispos y al
pueblo creyente. Esta reunión es nuestra
gran fiesta.
Y estando, como lo habéis mencionado, en la celebración del “Nuevo
Novio”, en esta que es mi ordenación
como Metropolita de Argentina, quisiera
inspirarme en tres imágenes de la vida de
nuestro Señor Jesucristo para meditar
sobre el servicio al cual, unánimes, junto
a los obispos me habéis elegido. Ellas
son: la imagen del Novio; la del Pastor y
las ovejas y, finalmente, la de la vid y los
sarmientos.
Todos sabemos que el icono más
hermoso, en la memoria de la Iglesia, es
el del Novio. En él aparece Cristo
revestido de un manto púrpura, con una
corona de espinas llevando una caña en
Su Diestra. Este es el icono del “Novio”
por excelencia, pues en él, la Iglesia
contempla, por un lado, la última
encarnación del Amor de Cristo por el
hombre; y, por el otro, Su Amor a Dios y
Su Obediencia hasta la muerte y muerte
de Cruz. El Obispo es “novio” de acuerdo a esta imagen, pues su ornamento
sacerdotal simboliza el manto púrpura,
su mitra a la corona de espinas y el
báculo pastoral a la caña. Es un novio a la
medida de su Señor que dice: “por ellos
me santifico” (Juan 17: 19). Y la
santificación se realiza en la entrega y en
la obediencia a la Voluntad de Dios. Por
esto la imagen del Novio representa el
misterio de la santificación.
Y si esta imagen es la más
recordada en la memoria de la Iglesia, y
la más bella y conmemorativa figura de
la Vida del Señor, según los iconógrafos,
es porque contiene la esencia del
misterio de Su Pasión. El contenido del
mismo no radica, para nada, en que
Cristo soportó el tormento corporal en
azotes, ni tampoco en que soportó
insultos y humillaciones, sino que radica
en el misterio de la Paternidad “herida”
y en el misterio de la filiación “perdida”.
Y llamamos a la paternidad de Dios
“herida” porque el hombre eligió
alejarse de Dios; y a la filiación la
denominamos “perdida” porque el
hombre no vive con Dios la relación de
hijo de un Padre ni justifica durante su
vida el hecho de haber recibido el poder
de ser hijo de Dios. Por eso la imagen del
Pastor y la oveja restituye la relación de
padre-hijo entre Dios y el hombre, así
como sucede en el misterio de la relación
personal que tienen el Pastor y Sus
ovejas, a quienes llama a regresar a la
casa paterna. El Omofórion -palabra
griega que significa: “llevado sobre los
hombros”, vestidura con la que el
Obispo reviste precisamente sus
hombros- es símbolo de la oveja perdida
que el Pastor ha encontrado y que lleva
de vuelta al corral. Este es el misterio
sobre el cual Cristo hace referencia al
decir: “Yo soy el Buen Pastor; y conozco
mis ovejas y las mías me conocen a mí;
las llamo una a una y doy mi vida por
ellas” (Juan 10: 14, 15 y 3).
Pero el regreso de la oveja
perdida al rebaño no es suficiente en
absoluto, porque es necesaria la unión
del rebaño. Esta es la verdad a la que el
Señor se refiere cuando dice: “Yo soy la
vid; vosotros los sarmientos” (Juan 15:
5). Aquí se revela el misterio de la unión
de la fe y el amor. Y pese a que la mayor
expresión de esta imagen es estar unidos,
en un corazón, en la Eucaristía, también
debemos extender esto a las obras y no
solo a los dichos, extenderlo a los brazos,
a las mentes y a los corazones, en la
planificación, en el trabajo y en la
construcción, siempre y cuando en ellos
encontremos la santificación de las
almas y la edificación del hombre.
Tanto la santificación, el
pastorear a las almas, como el velar por
la unidad de la Iglesia en la fe y el amor,
necesitan más bien de rodillas reverentes
y de ferviente oración. La imagen del
Señor arrodillado en el monte de los
olivos, antes de Su Pasión, une estas tres
imágenes anteriores en el corazón del
Obispo, en un corazón que debe unir a la
Iglesia, a él, a sus sacerdotes, a su pueblo, a toda la Iglesia Católica y hasta toda
la Creación- y ofrecerla a Dios. Esta
debe ser su Oración, con gotas de sudor
como si fuesen gotas de sangre, por todo
hombre y todo el hombre y por su
salvación.
No hay duda que la gracia mas
honorable en la Iglesia es la de la
dignidad episcopal porque hace del
Obispo un depósito del Espíritu Santo,
vasija viva de la unción en medio de su
pueblo. Ni hay dudas que ningún
hombre es digno de esta gracia, pero
Dios quiere obrar en el mundo en
secreto, y quiere que obremos con Él y
nos honra a nosotros en Su Lugar,
porque nos ama y quiere aumentar en
nosotros la “gracia sobre gracia” (Juan
1: 16).
Me siento en deuda desde ya con
Dios y con Su Gracia, así como con
muchos otros. Endeudado con Su
Beatitud y con los Metropolitas
miembros del Santo Sínodo Antioqueno
por la confianza que han depositado en
mí para pastorear la Arquidiócesis de
BuenosAires y toda laArgentina, con los
Metropolitas Iuhanna (Latakia) y Pablo
(Alepo) quienes afirmaron mis pasos en
la vida clerical, y con muchos de los
padres, profesores y educadores quienes
me han acompañado en los senderos de
la vida espiritual, del servicio, del
conocimiento y del saber, así como con
mi familia, parientes y amigos.
Reconozco que no puedo devolverles
esta deuda, pero me reconforta la palabra
del Evangelio: “Gratis lo recibisteis;
dadlo gratis” (Mateo 10: 8). Por lo tanto
devolveré esta deuda dando a otros lo
que ellos me han dado con amor, entrega
y gran sacrificio.
Agradezco la presencia de todos,
de las autoridades de las iglesias
cristianas en Damasco y en Alepo, de los
ministros y diputados que vinieron del
Líbano y de Siria, de los miembros del
Cuerpo Diplomático en Damasco, de las
Monjas de los conventos de Saidnáia y
Maálula, de los monjes del monasterio
de San Jorge en Saidnáia, de los amigos
y parientes, y todos los que vinieron de
Alepo, y particularmente de los jóvenes
de la Catedral de San Elías, de Homs,
Latakia, Trípoli y Beirut, de los
representantes de la Universidad del
Balamand -esta gran institución-, de los
representantes del Movimiento de la
Juventud Ortodoxa y del grupo del
Mina.
Finalmente, Su Beatitud, espero
que, por vuestras oraciones, logre decir
al Señor, cuando esté de pie ante Su
Trono para entregarle lo que Él me ha
confiado: “¡Aquí estoy con los hijos que
me has dado”.Amén.
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (11:31-12:9)
Dios, el Padre del Señor Jesús bendito sea eternamente sabe que no miento.
En Damasco, el etnarca del rey Aretas hizo custodiar la ciudad para
apoderarse de mí, y tuvieron que bajarme por una ventana de la muralla,
metido en una canasta: así escapé de sus manos. ¿Hay que seguir
gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del
Señor. Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce años no sé si con el
cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe! fue arrebatado al tercer cielo. Y sé que este
hombre no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe! fue arrebatado al
paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre es incapaz de repetir. De ese
hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis
debilidades. Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad;
pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de mí una idea superior
a lo que ve o me oye decir. Y para que la grandeza de las revelaciones no me
envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me
hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: "Te basta
mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de
todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.