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SEMBLANZA BIOGRAFICA DEL SANTO HERMANO MIGUEL Nació en Cuenca el 07 de noviembre de 1854. Fue bautizado el 15 del mismo mes con los nombres de Francisco Luis Florencio. Sus padres fueron Don Francisco Febres Cordero Montoya, guayaquileño y la Señora Ana Muñoz Cárdenas, cuencana conocida familiarmente por sus cualidades cristianas, como el ángel del hogar. Vino al mundo con los pies torcidos, defecto físico del que nunca se curó y que le causaba enorme molestia al caminar. Cuando adulto y siendo maestro decía a sus discípulos: “Nunca he pedido a Dios cure mi enfermedad de los pies, porque no es necesario tener buenos pies para amar a Dios”. El Padre Celestial permitió que el niño Francisco, a la edad de 5 años, viera en el rosal de su casa (hoy sede del arzobispo) a la Virgen María y exclamara llamando a su tía Asunción Muñoz: “Ñañita, ñañita, ven a ver una linda Señora que está junto a las rosas”. La tía contestó: “Si hay una Señora en el jardín, dile que entre”; Francisco recalcó: “Mira, qué linda es. Tiene un traje blanco y el manto azul”. Y según cuentan sus biógrafos, desde ese momento, aprendió a caminar, pero nunca se curó de sus pies torcidos. En 1863, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, traídos de Francia por Gabriel García Moreno, abren la primera escuela lasallista de toda Hispanoamérica, en Cuenca, el 04 de mayo del mismo año. Entre los primeros matriculados figura Francisco Febres Cordero Muñoz, más conocido por el diminutivo Panchito, como lo llamaban con mucho cariño los suyos. Desde sus primeros días de escuela se encantó con el modo de ser de los Hermanos, sus maestros y quiso ser como ellos. Todos, especialmente sus padres, se opusieron tenazmente a su vocación, pues, querían que sea sacerdote. Finalmente el 24 de marzo de 1868, luego de tenaz constancia, obtuvo de su madre la autorización para ingresar en el noviciado lasallista. Al recibir el hábito (la sotana) se le dio el nombre de Hno. Miguel. No cesó en su lucha por ser fiel a su vocación, pues, el padre de Francisco, aun habiendo aceptado la decisión de su esposa, seguía opuesto a la vocación de Panchito y no escribió a su hijo una sola letra durante 5 años. Entre tanto, el Hno. Miguel inicia su apostolado en las escuelas lasallistas de Quito. El joven profesor, modelo perfecto de autodidacta, sobresale en la enseñanza de la lengua y literatura españolas; escribe textos para los alumnos y sus profesores, y con el correr del tiempo da a la imprenta obras, corregidas por él mismo, sobre todo en el campo de la gramática, la lírica y la filología, las mismas que le abren las puertas de la Academia Nacional de la Lengua, correspondiente de la Real de España, el 02 de agosto de 1892. En 1900, el Cónsul General de Francia en el Ecuador entregó al Hno. Miguel las insignias de Oficial de la Academia, con la presea de las “Palmas Académicas” por los servicios prestados a Francia y su gran dedicación en la enseñanza de la lengua de Pascal. Más tarde, en 1906, la Academia Nacional de Venezuela le nombró miembro correspondiente. Nadie se enteró de ello en la Comunidad, pues el diploma sólo apareció después de su muerte. El Santo Hermano compuso catecismos para la infancia, siendo la catequesis el campo preferido de su actividad apostólica; especialmente reclamará y obtendrá para sí el privilegio de preparar a los niños a la Primera Comunión, dedicándose a esta labor hasta 1907, año de su segundo viaje a Europa, en donde continúa su tarea de escritor de textos dedicados a la enseñanza del Castellano, idioma que enseñó a los Hermanos franceses que debían viajar a ejercer su apostolado educativo en Hispanoamérica. Por motivos de salud los superiores le mandan a Premiá de Mar, Barcelona, donde encuentra un clima más benigno. La crisis política de España en 1909, conocida como “semana trágica”, le sorprende en dicho lugar. Los Hermanos se refugian apresuradamente en Barcelona. De retorno a Premiá, el Hno. Miguel se ve afectado durante el invierno, por una pulmonía doble; empeora de salud, y en su agonía exclama: “Si Dios quiere que muera en el mar o en Europa, también yo lo quiero; desde todas partes se va al cielo”. Muere el 09 de febrero de 1910, rodeado de los Hermanos de Comunidad y de los aspirantes a ser Hermanos lasallistas. En febrero de 1937, sus restos mortales fueron recibidos apoteósicamente en Guayaquil y luego en Quito, en donde reposan actualmente, en el templo que se le ha dedicado en La Magdalena. El 04 de junio de 1955 fue el día de la solemne inauguración del monumento al Hno. Miguel en la Capital de la República, monumento erigido con ocasión del centenario del nacimiento del mejor maestro ecuatoriano, según expresión de Galo Plaza Lasso. El 30 de octubre de 1977, el Papa Pablo VI, en la plaza de San Pedro en Roma, lo elevó a los altares proclamándolo Beato y, el Papa Juan Pablo II, el 21 de octubre de 1984, lo declaró oficialmente Santo y Modelo de la Iglesia Católica. La Iglesia Ecuatoriana, en pleno lo declaró modelo y patrono de los catequistas. El Consejo Supremo de Gobierno decretó el 20 de octubre de 1977: “Proclámase al Hno. Miguel de las EE.CC. del Ecuador, modelo de maestros, y como tal, ríndasele homenaje el 13 de abril de cada año, al igual que a Juan Montalvo, Federico González Suárez, Luis Felipe Borja y Víctor Manuel Peñaherrera”. El 04 de noviembre de 1997, el Congreso Nacional resuelve: “Declarar el 07 de noviembre de cada año, natalicio del Santo Hno. Miguel, Día Nacional de la Educación Católica y del Maestro Católico del Ecuador” Esta es la admirable trayectoria del gran pedagogo, académico y catequista Santo Hermano Miguel, que vela y velará por nosotros, en nuestra difícil pero gratificante tarea de formar hombres y ciudadanos para la Patria y almas justas y santas para el Cielo. Somos maestros católicos, tenemos fe y creemos en la poderosa protección de los Santos, acudamos, pues, a nuestro gran Modelo y Patrono e invoquémoslo cada día en nuestra diaria labor. Amigos, cada 09 de febrero en la Iglesia Universal y cada 07 de noviembre en el Ecuador, estamos de fiesta, hagamos honor a nuestra dignidad de maestros católicos implorando, particularmente en dichas fechas, la bendición y protección de nuestro gran compatriota, el Santo Hno. Miguel.