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El celibato de los sacerdotes - FIAT - Mater Unitatis
Escrito por Cardenal Van Thuan
Domingo 14 de Febrero de 2010 14:28 -
¡Cuántos debates sobre el tema! Sin embargo, los cristianos del Vietnam y la inmensa mayoría
de los cristianos del mundo aprecian el celibato.
¡Cuántos debates sobre el tema! Sin embargo, los cristianos del Vietnam y la inmensa mayoría
de los cristianos del mundo aprecian el celibato: el consagrado debe sacrificar su vida para dar
testimonio del infinito amor de Dios y reunir las condiciones necesarias para servirlo con la
mayor eficacia.
No obstante, conviene matizar. En ambos estados —celibato y matrimonio— se busca siempre
servir al Señor. Pero en el matrimonio, el servicio de Dios pasa por una mediación humana. En
el celibato, el servicio de Dios apunta siempre a Dios, sin pasar por las mediaciones humanas.
En uno y otro estado se sirve a Dios, aunque por caminos distintos. En el celibato, el medio es
más penoso y no trae consigo satisfacciones humanas; es, pues, más desinteresado, y en eso
consiste su mérito.
Pero no por eso el celibato es inhumano, pues en Dios el hombre puede encontrar tanta, si no
mayor, satisfacción para esa necesidad del corazón que consiste en amar. El celibato y el
matrimonio son, pues, dos vocaciones que tienden hacia una misma meta, aunque por caminos
distintos. Y la meta es ser perfectos como el Padre celestial.
Incluso entendiendo así el valor del celibato, no se han podido evitar discusiones durante el
período postconciliar y tras la encíclica de Pablo VI Sacerdotalis celibatus: varios sacerdotes
han abandonado el celibato. Algunos cristianos propusieron seguir la tradición de las Iglesias
protestantes y ortodoxas, en las que a los sacerdotes se les permite tanto el matrimonio como
el celibato. Para valorar esas propuestas, conviene escuchar la voz de la experiencia.
Esta es la del pastor Jungmann: «No creáis que la Iglesia católica es la única que tiene el
monopolio de las crisis. Nuestra iglesia protestante sufre muchas más».
En una reunión de pastores protestantes y sacerdotes católicos, un pastor exponía así su
opinión sobre el celibato: «Empiezo a entender el valor del celibato de los sacerdotes de la
Iglesia católica. Vosotros los sacerdotes formáis entre vosotros una verdadera familia en la que
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El celibato de los sacerdotes - FIAT - Mater Unitatis
Escrito por Cardenal Van Thuan
Domingo 14 de Febrero de 2010 14:28 -
os lleváis como verdaderos hermanos. Nosotros no podemos decir lo mismo de nosotros.
Cuando un pastor tiene éxitos, no parecemos alegrarnos con él. Cuando un pastor pasa por
una prueba y sufre, no nos sentimos solidarios con él. Entre nosotros no existe un clima familiar
como entre vosotros, aparte el que tenemos en nuestras familias».
Durante el sínodo de los obispos de 1971, sobre la misión del sacerdote y la justicia en el
mundo, el arzobispo católico de Beirut (Líbano) se expresaba así:
«Esforzaos por conservar ese precioso tesoro de la Iglesia latina que es el celibato. Yo tengo
experiencia en ese campo, al estar en una diócesis de rito oriental en la que existen las dos
situaciones, celibato y matrimonio. ¡Cuántas dificultades de las que no tenéis ni idea! Por
ejemplo, al sacerdote no se le permite casarse más que una vez antes de la ordenación. Pues
bien, ocurre que varios están viudos a los treinta y cinco años. ¿A quién confiar sus hijos? Y los
que mueren dejando mujer e hijos, ¿quién se encarga de estos últimos? Los fondos
diocesanos son demasiado escasos para hacerse cargo de ellos. En la Iglesia latina no existen
esas consecuencias a la muerte de un sacerdote.
»En el plano pastoral, aunque el matrimonio está tradicionalmente admitido, los cristianos
prefieren acudir a los que practican el celibato para la misa, la confesión y para consultar sus
problemas. Al sacerdote casado sólo se le ve los domingos, al estar ocupado durante la
semana en ganar la vida para sí y para su familia.
También los cambios traen problemas insolubles. No se puede trasladar a un sacerdote casado
como a uno célibe: no siempre les resulta fácil abandonar el trabajo o el empleo, o el de su
esposa, y difícilmente se les puede sustituir por otros de fuera... Finalmente, ¿toleran y aceptan
siempre los fieles a la mujer de un sacerdote? Y si aparece por ese motivo una dificultad, no es
difícil que surjan rencores, venganzas, o al menos antipatías, con detrimento de la pastoral... Y
si hay que resignarse a dejar a una familia durante años en un mismo lugar, ¿cómo va a poder
resolver la parroquia el problema del alojamiento cuando, por el bien pastoral, sea
absolutamente necesario poner a otro sacerdote?».
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