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ATUCSC 11.2 (2009): 313-332
ISSN 0717-4152
RENOVACIÓN MISIONERA Y DIÁLOGO ECUMÉNICO EN
LATINOAMÉRICA: CONVERGENCIAS TEOLÓGICAS
MISSIONARY RENEWAL AND ECUMENICAL DIALOGUE IN LATIN
AMERICA: THEOLOGICAL CONVERGENCES
Patricio Merino Beas*
Universidad Católica de la Santísima Concepción
Resumen
El presente artículo presenta las convergencias que se dan entre la búsqueda de renovación de la pastoral latinoamericana, de modo que transparente su espíritu misionero y su relación con el diálogo ecuménico. Nos preguntamos: ¿Hay alguna relación
entre renovación pastoral, misión y ecumenismo en Latinoamérica?, ¿tiene el diálogo
ecuménico cabida en una misión continental? y ¿qué puede aportar cada discípulo
misionero al diálogo ecuménico? Para intentar responder a las preguntas, damos cuenta
de los fundamentos teológicos del diálogo ecuménico que da el Documento de Aparecida y el Magisterio de la Iglesia; además, proponemos las categorías de conversióndiscipulado y de eclesiología de comunión, como los ejes teológicos que podrían sustentar una renovación pastoral en perspectiva misionera y ecuménica.
Palabras claves: Renovación misionera, pastoral, diálogo ecuménico, conversión,
comunión.
Abstract
This paper presents the convergences that exist between the search for renewal of the
Latin American pastoral, so as to make its missionary spirit evident, and its relationship to ecumenical dialogue. It asks the following: Is there a relationship between pastoral renewal, mission, and ecumenism in Latin America? Does ecumenical dialogue
have a place in a continental mission? And what can each missionary disciple contribute to ecumenical dialogue? To try to answer these questions, the paper addresses the
* Licenciado y candidato a Doctor en Teología Dogmática. Profesor en el Instituto de
Teología de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Miembro de la Comisión
Nacional para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso de la Conferencia Episcopal de Chile.
E-mail: [email protected]
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theological foundations of ecumenical dialogue that the Document “Aparecida and the
Magisterium of the Church” offers. It also suggests the categories of conversion-discipleship and ecclesiology of communion as the theological ideas that could support
pastoral renewal from an ecumenical and missionary perspective.
Key words: Missionary renewal, pastoral, ecumenical dialogue, conversion, communion.
Planteamiento del problema
La Iglesia católica en Latinoamérica y el Caribe ha asumido la tarea de avanzar hacia una conversión pastoral1 de todas sus comunidades, buscando pasar
de una pastoral de conservación a otra de decidido espíritu misionero con el
fin de reflejar con mayor nitidez su misión evangelizadora, su condición de
madre acogedora y su ser escuela de comunión2. Sabemos que este proceso
no es posible sin un encuentro real de cada persona con Jesucristo que provoque conversión, discipulado y apropiación de la vida en abundancia. Para
facilitar este encuentro y relación, una de las primeras acciones pastorales
definidas es la realización de la misión continental3 como signo eclesial de
una constante renovación pastoral en perspectiva misionera.
En la tarea evangelizadora los discípulos misioneros se encuentran con
otros discípulos que pertenecen a Iglesias o comunidades cristianas de denominaciones diversas4, todos experimentan que, aun cuando tienen puesta su fe en el mismo Señor, compartan parecidas preocupaciones y desafíos,
cohabiten en los mismos barrios, vayan a las mismas escuelas, trabajos y,
en no pocas ocasiones, sean incluso familiares, no obstante, no pueden compartir la mesa eucarística, muchas veces se pelean y se ofenden mutuamente dando con ello un penoso espectáculo y un mal testimonio.
1 Documento de Aparecida n. 365-372, de ahora en adelante nos referimos a él con la
sigla DA seguido del número correspondiente.
2 Cf. DA 370. Para ver el eco de este llamado se pueden consultar los números
monográficos: “La conversión pastoral exigencia de los discípulos misioneros”, Medellín
134 (2008) y “Hacia una Iglesia en estado permanente de misión”, Medellín 135 (2008).
3 Cf. CELAM, La misión continental. Para una Iglesia misionera, Publicaciones CELAM,
Bogotá 2008, 11ss.
4 Sería muy bueno tener en cuenta aquí las recomendaciones de LA CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización, 3 de diciembre de 2007, especialmente el punto IV dedicado a “Algunas implicaciones
ecuménicas”, n. 12.
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Desde esta situación, siguiendo la petición orante de Jesús (cf. Jn 17,
21), como asimismo las constantes orientaciones del Magisterio, existe por
parte de la Iglesia católica latinoamericana un sincero deseo de ejercitar y
fomentar el diálogo ecuménico.
Las razones de las divisiones, los malos entendidos y distancias entre los
cristianos responden a situaciones muy complejas que no podemos analizar aquí. Aun así, nos hemos querido preguntar por las aportaciones mutuas y posibles convergencias teológicas que pueden haber entre una pastoral de estilo misionero y el diálogo ecuménico: ¿Hay alguna relación entre
misión y ecumenismo?, ¿tiene el diálogo ecuménico cabida en una misión
continental?, ¿cuáles son los principales fundamentos teológicos que sustentan la invitación a avanzar hacia nuevas formas de discipulado y misión
en comunión o de testimonio conjunto?, ¿qué puede aportar cada discípulo
misionero al diálogo ecuménico?
1. El diálogo ecuménico en el Documento de Aparecida
1.1. Misión y ecumenismo
El movimiento ecuménico en su acepción actual nació en un contexto misionero5. De hecho, específicamente, nació de la toma de conciencia por
parte de distintas confesiones cristianas del obstáculo que constituía para
la misión de anunciar el Evangelio el hecho de la división entre los cristianos6. En su primera etapa, el movimiento se mantuvo principalmente entre
denominaciones de la tradición protestante-reformada, para, poco a poco,
abrirse a otras, incluyendo a la Iglesia católica.
La toma de conciencia de la relación y mutua implicación que existe en-
5 Un acontecimiento muy importante que dio inicio al ecumenismo moderno fue la
Conferencia misionera realizada por las agrupaciones Protestantes celebrada en Edimburgo
en 1910, cabe hacer notar que estamos a las puertas de su centenario.
6 Cf., M.J. LE GUILLOU, Misión y unidad. Las exigencias de la comunión, Editorial Estela, Barcelona 1963, 9. LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal acerca
de algunos aspectos de la Evangelización, 3 de diciembre de 2007, nos dice: “Desde sus
inicios, el movimiento ecuménico ha estado íntimamente vinculado con la evangelización.
La unidad es, en efecto, el sello de la credibilidad de la misión”, n. 12.; Cf. UR 1; JUAN PABLO
II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n. 1 y 50.
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tre misión y ecumenismo ha requerido de un proceso de profundización
sobre el origen, identidad y, por ello, de la razón de ser de la Iglesia. Es de
sobra conocido que para nuestra tradición católica el Concilio Vaticano II
constituye un hito, éste buscó ser fiel a la perenne tradición recibida y a la
misión de anunciar en todo tiempo y lugar el Evangelio.
En el Concilio quedó expresado bajo el concepto “subsistit”7 la autoconciencia de la Iglesia católica respecto de su relación con la Una sancta y la
eclesialidad de las otras Iglesias y comunidades cristianas. Definiendo que
hay una identidad no excluyente entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica8, en ésta residen la plenitud de los medios de salvación entregados por
Jesucristo, pero se reconoce, a la vez, la presencia de muchos de ellos en
otras denominaciones cristianas.
Por otra parte, esta autoconciencia ayudó a relacionar como propio de la
identidad de la única Iglesia de Jesucristo, tanto su carácter misionero como
ecuménico. El fundamento no es otro que el Trinitario: la Iglesia es designio eterno del Padre, fue establecida y constituida por Jesucristo y manifestada por el Espíritu Santo (Mt 28, 19, Mc 16, 15; Jn 17, 21) y enviada a predicar el Evangelio. De ahí se desprendió una eclesialidad entendida como:
designio eterno de salvación, misterio de comunión, pueblo de Dios y como
sacramento universal de salvación9. La Iglesia designio de Dios Uno y Trino
es y está llamada a ser: communio y communicatio.
Por otra parte, el Magisterio posterior de los Papas no ha dejado de insistir en la relación existente entre misión y ecumenismo. Por ejemplo, Pablo VI en Evangelii nuntiandi (EN) nos dijo: “Como evangelizadores debemos ofrecer a los fieles de Cristo, no la imagen de hombres divididos y separados por litigios nada edificantes, sino la de personas maduras en la fe,
capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la evangelización está ciertamente unida al testimonio de unidad dado por la iglesia”10 .
7 LG 8; UR 4; Cf., CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma, 29 de junio de 2007.
8 Cf., A. GONZÁLEZ MONTES, Imagen de Iglesia. Eclesiología en perspectiva ecuménica,
BAC, Madrid 2008, 160. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunas
preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma 29 de junio de
2007.
9 Cf., LG 1.13-17; Encíclica Ecclesia de Eucharistia, Roma 2003, n. 34.
10 EN 77.
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Juan Pablo II en Redemptoris missio (RM) nos dice: “El Concilio Vaticano II ha querido renovar la vida y la actividad de la iglesia según las necesidades del mundo contemporáneo; ha subrayado su índole misionera, basándola dinámicamente en la misma misión trinitaria. El impulso misionero pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la vida cristiana e inspira también el ecumenismo: Que todos sean uno… para que el mundo crea que tú
me has enviado (Jn 17, 21)”11. Lo mismo nos recuerda en Ut unum sint (UUS):
“… la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y ecuménica, pues ha sido enviada al
mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de
comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para
todos sacramento inseparable de unidad”12. Y Benedicto XVI, recién asumido, nos dijo: “El actual sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esa exigencia y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la causa prioritaria del ecumenismo. Siguiendo las huellas de sus predecesores, está plenamente decidido a impulsar toda iniciativa que pueda parecer oportuna para fomentar los contactos y el entendimiento con los representantes de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales. Más aún, a
ellos les dirige, también en esta ocasión, el saludo más cordial en Cristo,
único Señor de todos”13.
Queda claro, por tanto, que el diálogo ecuménico no constituye una estrategia, ni tampoco un estar junto a los otros para un diálogo de paz, ni una
unión de partes incompletas que buscan una totalidad perdida; sino que
éste queda constituido por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica, que expresan, a su vez, la comunión
trinitaria (cf. 1 Jn 1, 3)14.
11
RM 5.
12 UUS 5; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio, Roma
de 28 de mayo de 1992, n. 4.
13 Primer mensaje de su santidad BENEDICTO XVI al final de la concelebración eucarística
con los Cardenales electores en la Capilla Sextina, Roma 20 de abril de 2005, en: http://
www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2005/documents/
hf_ben-xvi_mes_20050420_missa-pro-ecclesia_sp.html, citado el 12 de junio de 2009.
14 Cf. LG 14; UUS 9.
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1.2. El diálogo ecuménico en el Documento de Aparecida
El documento final de Aparecida se encuentra en plena consonancia con
esta conciencia eclesial descrita. Aunque existen nuevas razones de tipo sociológico y pastorales para que el empeño ecuménico en Latinoamérica y el
Caribe tenga un mayor realce que antes, como por ejemplo: la creciente
diversidad cristiana del continente15, el abandono de católicos que se pasan
a otras denominaciones cristianas o grupos religiosos16, y la insuficiente diferenciación entre distintas iglesias y comunidades cristianas y otros grupos religiosos17; los Obispos han insistido en dar razones teológicas para sustentar sus orientaciones respecto del diálogo ecuménico18. El ecumenismo no
es una moda, ni una simple respuesta a unas necesidades sociológicas.
Aparecida sitúa el diálogo ecuménico dentro del momento del “juzgar”,
más específicamente en el punto cinco dedicado a “La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia”, sigue, por tanto, el modelo eclesial de comunión. El hecho de que el tema ecuménico esté desarrollado en el contexto de los criterios teológicos y no sólo en el plano del actuar, le confiere al
ecumenismo un estatuto de irrenunciabilidad. Como hemos dicho, el empeño ecuménico no es una estrategia, sino una dimensión constitutiva del
ser Iglesia y del ser cristiano.
Para Aparecida la misión y el ecumenismo tienen el mismo fundamento
teológico: el trinitario-bautismal: “La relación con los hermanos y hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y misionero, pues la falta de unidad representa
un escándalo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de Cristo”19 y en seguida dice: “El ecumenismo no se justifica por una exigencia
simplemente sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal”20.
A partir del fundamento trinitario-bautismal del ecumenismo y de la
misión, Aparecida sugiere vías de desarrollo o tareas. La primera de ellas es
la de recuperar el sentido del compromiso bautismal21; la segunda, rehabi15
Cf. DA 59.
Cf. DA 100f., 225.
17 Cf. DA 100g., 232
18 Cf. DA 227-234.
19 DA 227.
20 DA 228.
21 DA 228.
16
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litar la auténtica apologética22; la tercera es la necesidad de la oración por la
unidad o el ecumenismo espiritual23; la cuarta hace hincapié en la formación ecuménica y la realización de acciones ecuménicas que se encaminen a
suscitar nuevas formas conjuntas de discipulado y misión24.
Cabe ahora preguntarnos: ¿Qué consecuencias teológico-pastorales se
desprenden del fundamento trinitario-bautismal? A partir de ellos, ¿cómo
desarrollar esas nuevas formas ecuménicas de discipulado y misión?, ¿qué
podemos hacer en concreto los discípulos misioneros o cada comunidad de
discípulos misioneros?
Los dos textos bíblicos que se citan en el apartado dedicado al ecumenismo en el Documento de Aparecida, nos aportan esas luces teológico-pastorales que permiten seguir avanzando. Se trata de Efesios 4, 15: “haciendo la
verdad en la caridad”25 y Juan 17, 21: “Qué todos sean uno, lo mismo que
lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para
que el mundo crea que tú me has enviado”26.
El primero nos descubre que el discipulado, sellado por el bautismo, hay
que testimoniarlo con la conversión y santidad de vida (conversión permanente), en una diaconía de la verdad y de la caridad. El segundo muestra el
horizonte de la misión: la comunión con Dios y entre nosotros.
Por eso, el camino del ecumenismo es el discipulado que acoge la plenitud de los medios de salvación (santidad) y la esperanza del ecumenismo es
la celebración común de la santa eucaristía: ¿Acaso no son muy similares al
camino y la meta de la misión?
Estos dos ejes: conversión – discipulado (santidad) y comunión son los
que intentaremos desarrollar a continuación.
2. Conversión y discipulado
El bautismo sella nuestra condición de discípulos misioneros y lo hace en la
doble condición de ser don y tarea, el desafío planteado es asumirlo, vivirlo,
22
DA 229
DA 230.
24 DA 231-233.
25 DA 229.
26 DA 227. 234.
23
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desplegarlo en el cada día; la evangelización y la pastoral buscan despertarlo en quienes ya lo tienen y que lo deseen los que no. En este proceso misión
y ecumenismo coinciden.
El bautismo, por su misma naturaleza, tiene unas implicaciones ecuménicas que podemos sintetizar en dos:
a) Es sacramento de la fe que nos inserta en el misterio pascual de Jesucristo y nos califica como cristianos y
b) Es sacramento de la unidad eclesial como signo y expresión de la comunión entre los cristianos de las distintas denominaciones27. Este enraizamiento común en el dinamismo trinitario de la salvación, nos pone en un
camino (discipulado) común que podemos caracterizar, simplificando,
de conversión (discipulado) y santidad.
2.1. Encuentro y conversión
La raíz trinitario-bautismal de nuestro discipulado28 nos abre paso a una de
las convergencias entre misión y ecumenismo con mayores posibilidades
pastorales, se trata de la relación entre encuentro y conversión. El anuncio
del Evangelio busca que cada oyente se encuentre con Jesucristo y se suscite la fe en él, no hay discipulado sin ese encuentro personal29. El dinamismo
espiritual que implica el discipulado se despliega en un itinerario, un camino, en el que la conversión30 permanente le es constitutiva. El diálogo ecuménico tiene la misma motivación y tarea: el encuentro cada vez más profundo, auténtico y, por ende, la conversión permanente a Jesucristo; encuentro y conversión se autoimplican.
En este punto Aparecida y el empeño ecuménico coinciden admirablemente, se trata de renovar la pastoral de la Iglesia acentuando su espíritu
misionero, eso no es posible sin una conversión personal31. Y similarmente,
27 Cf., P. CODA, Uno en Cristo Jesús. El bautismo como acontecimiento trinitario, Ciudad Nueva, Madrid 1997, p. 87.
28 Cf., DA 240ss.
29 Cf., DA 243ss; BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, Roma 2005, n° 1.
30 Cf., DA 278b.
31 Cf., DA 365ss.
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no hay misión ni ecumenismo sin conversión, tanto personal como comunitaria32. El camino del ecumenismo es el de la conversión permanente de
cada uno a Jesucristo, de ese modo, se va transparentando al único Señor y
el único bautismo. No se trata del ecumenismo del retorno ni de transacciones ni de estrategias ocultas ni de renuncias ni de irenismos, se trata de
convertirse a Jesucristo acogiendo la plenitud de los medios de salvación
que le dejó y sigue proveyendo en su Espíritu a su Iglesia.
2.2. Conversión y renovación
La renovación pastoral de la Iglesia y la revitalización del discípulado sólo
pueden producirse en la renovación de la fidelidad a Jesucristo y su Evangelio. Entre reforma, renovación y conversión hay un nexo íntimo del que
da cuenta el Concilio Vaticano II: “Toda renovación (“renovatio”) de la Iglesia
consiste esencialmente en un aumento de la fidelidad a su vocación; ésta es,
sin duda, la razón de por qué el movimiento tiende hacia la unidad. La Iglesia, peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a esa reforma permanente (“perennem reformationem”) de la que ella, como institución terrena
y humana, necesita continuamente”33, en ese camino el diálogo ecuménico
puede ser muy fecundo, podemos aprender unos de otros, porque el criterio
de fondo es siempre el mismo y común: la conversión permanente y la fidelidad a Jesucristo como fuente inagotable de vida divina y en cuyo seguimiento se acoge (construye) el Reino: “La Iglesia católica debe entrar en lo
que se podría llamar diálogo de conversión, en donde tiene su fundamento
interior el diálogo ecuménico. En ese diálogo, que se realiza ante Dios, cada
uno debe reconocer las propias faltas, confesar sus culpas, y ponerse de nuevo
en las manos de Aquél que es el intercesor ante el Padre, Jesucristo”34.
La Iglesia católica ha hecho muchos llamados y signos en la línea de
aprender de las otras denominaciones cristianas, el desafío en Latinoamérica es avanzar junto con las distintas denominaciones de Iglesias y comunidades cristianas en el plano de la reciprocidad35. Es dolorosa la experien32
Cf., UR 7; UUS 15.
UR 6; UUS 16. Las cursivas y palabras originales las he agegregado.
34 UUS 82.
35 Cf. UUS 29.
33
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cia que muchos católicos tenemos de que varios cristianos evangélicos no
quieran encontrarse con nosotros a dialogar. Lamentablemente muchas
actitudes de diferentes denominaciones cristianas son todavía hostiles a la
Iglesia católica, sabemos por experiencia que la reciprocidad no es fácil,
uno de los factores puede ser debido a la juventud de muchas de esas comunidades eclesiales evangélicas que existen en medio nuestro y que congregan a la mayoría de fieles36; además de rencillas históricas y malos entendidos y actitudes que es necesario ir superando. Para contribuir a esto, pienso
que debemos perseverar en el re-conocimiento mutuo, preocuparnos por
conocer la historia del otro, su teología subyacente y apoyar, cuando se pueda, los esfuerzos que esas mismas comunidades hacen por reflexionar su
propia identidad y tradición37.
En este sentido, las comisiones nacionales y/o diocesanas de diálogo
ecuménico están contribuyendo mucho con la organización de encuentros
o grupos de estudio mutuo, lo mismo con publicaciones sencillas en esa
línea. De todas maneras, siempre el camino será un diálogo de conversión
que nos lleve a estar abiertos a la posibilidad de aprender de los otros bautizados y de edificarnos con el testimonio mutuo.
2.3. La conversión interior y el ecumenismo espiritual
La conversión y el discipulado tienen en la oración y la liturgia una de sus
alimentos y signos más claros. En la oración y la liturgia se manifiestan y se
expresan la relación nueva establecida con Dios, una relación de intimidad,
de amistad, de filiación adoptiva y de fraternidad entre nosotros, es decir,
de comunión que tiene su fundamento en el don de Dios por medio de su
Hijo y del Espíritu Santo (cf. Gal 4, 4-6).
36 Estoy pensando preferentemente en las comunidades pentecostalizadas del continente, en la mayoría de ellas, se cumplió recién el centenario este año. Para ver el caso
chileno, Cf. P. MERINO,”Centenario del avivamiento pentecostal en Chile”, Diálogo Ecuménico 135 (2008) 7-25; “Cristianos pentecostales en Chile”, Servicio 293 (2009) 16-20.
37 Igualmente en el caso Pentecostal tenemos actualmente como ejemplo de D. CHIQUETE
Y L. ORELLANA (ED.), Voces del Pentecostalismo Latinoamericano. Identidad, teología e
historia I-III, RELEP – CETELA, Concepción 2003-2009; que constituye un esfuerzo significativo en la línea que venimos reflexionando.
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El cambio de vida alimentado y manifestado en la oración38 muestra el
fundamento cristológico y pneumatológico de la vida del cristiano. La oración en común y por los otros, en que se pide el don de la unidad, es el alma
del ecumenismo y constituye el denominado ecumenismo espiritual39. Se
da entonces la gran coincidencia entre el alma del ecumenismo y la vida del
discípulo misionero: “En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo
que es Uno. Él es nuestra unidad. La oración ecuménica está al servicio de
la misión cristiana y de su credibilidad… Es como si nosotros debiéramos
volver siempre a reunirnos en el Cenáculo del Jueves Santo, aunque nuestra
presencia común en este lugar, aguarda todavía su perfecto cumplimiento…”40.
La oración hecha en común entre personas de distintas denominaciones
cristianas puede ser una excelente oportunidad para iniciar caminos que
susciten nuevas formas de discipulado y misión en comunión, tal y como,
pide Aparecida (n. 233)41 .
2.4. La centralidad de la Palabra de Dios
El encuentro con Jesucristo, que promueven tanto la misión como el ecumenismo, tienen en la Sagrada Escritura leída en la Iglesia42 su lugar por
antonomasia. Ella es la fuente común de donde manan las convergencias
entre las distintas denominaciones cristianas43, con lo cual, perfectamente,
como de hecho se hace, se puede fomentar no sólo grupos de estudio o semanas bíblicas, sino también grupos para la Lectio divina44. Los frutos que
darían la lectura, meditación y oración conjunta serían enormes.
38
Cf. DA 255.
Cf. UR 7; UUS 21, DA 230; W. KASPER, Ecumenismo Espiritual. Una guía práctica,
Editorial CLIE-Verbo Divino, Barcelona – Estella 2007.
40 UUS 23.
41 Por ejemplo, en Chile, a propósito de la Misión Continental se pide: “invitar a nuestros hermanos de otras Iglesias y comuniones cristianas a acompañarnos en oración durante este proceso misionero e incluso, donde sea posible, asumir algunas acciones solidarias
en conjunto”, en: CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, La Misión Continental en Chile, Santiago de Chile 2009, 8.
42 Cf. DA 247ss.
43 Cf., UR 21; UUS 44; Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre
el ecumenismo, n. 183ss.
44 Cf., W. KASPER, o.c., 26-37; cf. DA 249.
39
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Por otra parte, creo que a partir de la fuente bíblica es posible ejercer la
renovada apologética que pide Aparecida, porque mostraría claramente que
es más lo que nos une y que entre Sagrada Escritura y Tradición no hay
contradicción45. Incluso, desde ella, es posible abordar aquellos elementos
doctrinales que parecen separarnos con más fuerza46.
2.5. Santidad de vida y perspectiva pneumatológica: Diaconía de
la verdad y de la caridad
La vocación de los discípulos misioneros es la santidad47. Desear y buscar la
santidad como discípulos de Jesucristo es el sentido de la misión y, en sentido profundo, lo es también del diálogo ecuménico, la santidad de vida es
una búsqueda común que se encuentra en la acogida de la plenitud de los
medios de salvación: “Recuerden todos los fieles cristianos que promoverán e incluso practicarán tanto mejor la unión cuanto más se esfuercen por
vivir una vida más pura según el Evangelio… Esta conversión del corazón y
santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad
de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento
ecuménico y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual”48.
Hay aquí una veta muy importante que debemos explotar, por ejemplo,
en diálogo con los evangélicos pentecostales y metodistas, justamente, porque éstas son las características del ser cristiano que ellos más destacan, la
santificación49, ciertamente que habrá acentuaciones teológicas distintas,
pero es más lo que nos une.
Uno de los aspectos que deberíamos aprender de ellos es su realce de la
45
Cf., DV 9-10.
Es excelente la guía práctica que ha publicado el cardenal Kasper, ya citado, porque
aborda aquellos temas y aspectos doctrinales que a partir de la Sagrada Escritura podemos
hacer en común las distintas denominaciones cristianas; Cf. DA 266ss.
47 Cf., DA 129ss.
48 UR 7.8; UUS 82.
49 Podemos recordar aquí todo el movimiento suscitado por J. WESLEY, el movimiento
de santidad en Estados Unidos y todo el avivamiento pentecostal. Se puede ver aquí por
ejemplo: C. ÁLVAREZ, Santidad y compromiso, CUPSA, México DF 1985 y la bibliografía
que aparece en: P. MERINO,”Centenario del avivamiento pentecostal en Chile”, Diálogo Ecuménico 135 (2008) 7-25.
46
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dimensión pneumatológica50 en este camino de santidad. En el proceso o
itinerario formativo que deben realizar los discípulos misioneros debería
tener una acentuación mayor la perspectiva pneumatológica o “pneumacristología”51, que dé cuenta del dinamismo de los dones y compromisos
bautismales que nos llevan a configurarnos con Jesucristo por medio de su
Espíritu Santo; sólo con la fuerza del Espíritu el discípulo puede vivir el
mandamiento del amor y las bienaventuranzas52.
La vocación misionera y ecuménica se testimonian en la diaconía de la
verdad y de la caridad. Aparecida muestra que muchos de los católicos que
dejan de serlo no lo hacen tanto por razones doctrinales sino vivenciales53.
De todas maneras, queda clara la importancia y el cuidado que debemos
tener de las formas o estilos personales y pastorales, no por apariencia, sino
por transparencia de lo que somos, es decir, por testimonio. La fidelidad a
la verdad recibida y creída es irrenunciable54, pero esta verdad y doctrina
“debe ser presentada, de un modo que sea comprensible… En efecto, el elemento que determina la comunión en la verdad es el significado de la verdad misma. La expresión de la verdad puede ser multiforme y la renovación
de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de
hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado”55.
Se podría aprovechar el momento actual de muestra Iglesia latinoamericana, en la que se plantea con fuerza la necesidad de la formación56 de los
discípulos misioneros, para ir aplicando un lenguaje doctrinal más ecuménico. No sólo se pueden incorporar temas de ecumenismo en la formación,
sino que el estilo mismo y el lenguaje deberían ser más ecuménicos. Como
ya hemos mencionado más arriba, esto no está reñido sino que íntimamente relacionado con la centralidad que debe tener la Palabra de Dios y la re-
50 Para este tema se puede consultar a: P. SCHOONENBERG, “El bautismo con Espíritu
Santo”, Concilium vol. 10 (1974) 59-81; F. SULLIVAN, “Baptism in the Holy Spirit: a catholic
interpretation of the pentecostal experience”, Gregorianum 55 (1974) 55-71; L. SUENENS,
Lo Spirito Santo nostra speranza, Paoline, Alba 1976; P. CODA, Uno en Cristo Jesús. El
bautismo como acontecimiento trinitario, Ciudad Nueva, Madrid 1997, 128-136.
51 W. KASPER, Caminos de Unidad. Perspectivas para el ecumenismo, Ediciones Cristiandad, Madrid 2008, 152ss.
52 Cf., DA 136-139.
53 Cf., DA 225.
54 Cf., UUS 18.
55 UUS 19.
56 Cf., DA 276ss.
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ATUCSC 11.2 (2009)
novada apologética, quizás una clave que integre ambas sea la propuesta de
que la formación sea más kerigmática57.
Al mismo tiempo, deberíamos aprovechar esta instancia para formar con
claridad conceptual en los principios católicos del ecumenismo y la diferencia y relación entre fe - religión, Iglesia - comunidad eclesial, sectas, nuevos
movimientos religiosos, etc.58. Asimismo, el carácter más kerygmático y
ecuménico de la formación deberían tener en cuenta el principio de la jerarquía de las verdades de la doctrina católica59.
Y ¿qué decir sobre la diaconía de la caridad? En este ámbito es donde ya
de hecho se han dado más frutos entre la relación misión-ecumenismo. No
obstante, hay tanto más que se puede hacer frente a las realidades de la
injusticia, los derechos humanos, la promoción de la vida, el secularismo y
laicismo, la indiferencia religiosa, la promoción de la familia, etc. Al Dios
amor y al Cristo siervo60 se le testimonia con expresiones de amor y entrega, en sí misma esta diaconía de la caridad es una escuela de ecumenismo61
y, sin duda, en muchas ocasiones constituye la mejor semilla de nuevos cristianos y es signo para los indiferentes: “En esto conocerán todos que sois
discípulos míos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 35).
3. Eclesiología de comunión: Renovación pastoral
en perspectiva ecuménica
El empeño ecuménico ha tenido en la reflexión sobre la relación entre misión y comunión uno de sus núcleos más importantes de desarrollo62, tanto
en la Iglesia católica como en el mundo protestante-reformado. No debe-
57 Cf. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo, Bogotá 1993, 188ss. Si bien esta formación es para
todos los discípulos misioneros, me parece que aquellos que tienen en sí mismo un mandato educativo tienen una prioridad muy grande: los catequistas, los profesores de religión y
educadores católicos.
58 Al respecto un resumen muy sintético se encuentra en: J. ESCOBAR, “Términos clave
para un auténtico diálogo ecuménico en Chile”, ATUCSC 9.2 (2007) 329-351.
59 Cf. UR 11.
60 Cf., UUS 40.
61 El libro de W. KASPER da muchas sugerencias concretas sobre lo que en concreto se
puede hacer en esta área, o.c., 78-95. Lo mismo hace el DIRECTORIO, 161ss.
62 Cf., L. LE GUILLOU, o.c., 88ss.
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Renovación misionera y diálogo ecuménico en Latinoamérica... / P. MERINO B.
mos olvidar que, ahora mismo, Aparecida ha insistido en afirmar en un contexto de misión y renovación pastoral de la Iglesia, que ella es “escuela de
comunión”63. La misión de la Iglesia es evangelizar, para que cada persona
se encuentre con Jesucristo y participe en la vida trinitaria, entre en comunión con Dios Trino y con todos los hombres.
Aparecida, luego de recordar la identidad trinitaria de la Iglesia (n.155),
nos dice: “La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy
presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos
llegó a través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la familia
universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del
yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y
de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa”64.
3.1. El ecumenismo y la eclesiología de comunión
Aunque no podemos aquí desarrollar ampliamente este punto, nos conformaremos con dar algunas ideas que resuman la cuestión. La comprensión
de la Iglesia como misterio de comunión (koinonía, communio)65 es clave
para identificar la eclesialidad de las distintas denominaciones cristianas66,
dicha comunión se realiza por medio de tres vínculos visibles: la profesión
de fe, la economía sacramental y el ministerio pastoral, los cuales se han
mantenido íntegros en la Iglesia católica. No obstante, como ya hemos indicado, la Constitución Lumen Gentium n° 13-17 del Concilio se pronuncia
acerca de la existencia de distintos grados de pertenencia a la Una sancta.
63 Cf., DA 158.167.188; lo mismo dice de la familia n° 302; el concepto es sacado de NMI 43.
64
DA 156.
Un resumen del uso y desarrollo del concepto koinonía para referirse a la Iglesia lo
encontramos en S. PIE-NINOT, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, Sígueme, Salamanca 2007, 160-170 y 259-288. Para ver el desarrollo e implicancias
ecuménicas del concepto A. GONZÁLEZ MONTES, Imagen de Iglesia. Eclesiología en perspectiva ecuménica, BAC, Madrid 2008.
66 Cf., CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunas preguntas acerca
de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma 29 de junio de 2007.
65
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De esta manera, la eclesiología de comunión junto con la identidad
trinitario-bautismal del ecumenismo, han dado sólidas y fructíferas bases
teológicas para realizar un diálogo entre distintas denominaciones cristianas, tal y como lo demuestran los distintos diálogos teológicos bilaterales67.
Estos frutos del diálogo ecuménico han permitido superar el reduccionismo
clásico basado en el problema referido a la visibilidad e invisibilidad de la
Iglesia, al enriquecerlo con la recuperación de la categoría de “sacramentalidad” de la Una sancta.
Debemos recalcar que esta communio o koinonía y desde ella la “unidad” es una realidad teológica, no sociológica y que “esa communio no es
una realidad lejana y futura, a la que el diálogo ecuménico tenga que aspirar. La communio no es algo que haya que realizar con la ayuda del ecumenismo. Por el bautismo, que es uno, todos hemos sido bautizados en el único cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1Cor 12, 13; Gal 3, 27)”68.
3.2. Los lugares eclesiales para la comunión, la formación
y su relación con el ecumenismo
Aparecida se refiere a distintos lugares eclesiales para la comunión69 y a
distintos lugares de formación de los discípulos misioneros70, quisiéramos
centrarnos en los desafíos para el ecumenismo de algunos de ellos.
Acerca de los lugares eclesiales de comunión y su relación con el ecumenismo es el Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre
67 Así, por ejemplo: CONSEJO ECUMÉNICO DE LAS IGLESIAS (CEI), La unidad de la Iglesia
como koinonía: don y vocación, Camberra1991; COMISIÓN INTERNACIONAL CATÓLICOPENTECOSTAL, “Perspectivas de la koinonía. Relación del tercer quinquenio de diálogo 19851989”, en: A. GONZÁLEZ MONTES (Ed.), Enchiridium Oecumenicum Vol II, UPSA, Salamanca 1993, n. 1167-1278; COMISIÓN INTERNACIONAL CATÓLICO-REFORMADA, “Hacia una comprensión de la Iglesia”, en: A. GONZÁLEZ MONTES (Ed), Enchiridium Oecumenicum Vol II,
o.c., n. 1377-1395. La situación con las Iglesias Apostólicas de Oriente y Ortodoxas es más
conocida, pero se encuentra una excelente panorámica en J. NADAL, Iglesias Apostólicas de
Oriente. Historia y características, Ciudad Nueva, Madrid 2000; A. GONZÁLEZ MONTES,
Las Iglesias Orientales, BAC, Madrid 2000.
68 W. KASPER, Caminos de Unidad. Perspectivas para el ecumenismo, Ediciones Cristiandad, Madrid 2008, 86.
69 Cf., DA 164ss.
70 Cf., DA 301ss.
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Renovación misionera y diálogo ecuménico en Latinoamérica... / P. MERINO B.
el ecumenismo quien nos da luces concretas71, lamentablemente, me parece
que este es un documento muy poco conocido entre nuestros pastores y
fieles laicos. Sobre el punto que ahora abordamos, son tan claras las directrices que no puedo sino simplemente insistir en la necesidad de que cada
diócesis y, a ser posible en las parroquias con mayor presencia de diversidad cristiana, se constituyan las comités de ecumenismo. Mi experiencia es
que donde las hay son innumerables los pequeños pasos y signos que se
pueden dar.
Sin duda, además del impresionante desconocimiento mutuo que existe
entre cristianos o la gran cantidad de prejuicios, uno de los principales asuntos a clarificar es el de la diferencia entre misión-evangelización y proselitismo72. Sólo así podrá ser posible un discípulado y misión en comunión,
nuevamente aquí el principio de reciprocidad y el de las buenas prácticas
juega un papel esencial.
Sobre los lugares de formación de los discípulos misioneros y su relación con el ecumenismo, también el mencionado Directorio es clarificador73.
No obstante, quisiera referirme a dos lugares donde me parece se hace más
necesaria la reflexión y las acciones pastorales, se trata de la familia y de los
centros educativos.
La familia es considerada por Aparecida como una escuela de comunión
en sí misma (n°302). Si esto es así en el plano natural y también para los
que compartimos la fe cristiana católica, constituye un enorme desafío la
situación de los matrimonios mixtos74, como también aquellas familias donde antes se daba una unidad católica y ahora se encuentran en su seno miembros de distintas denominaciones cristianas. La situación descrita está siendo
una realidad para cada vez más familias latinoamericanas, por lo que se
hace necesario intensificar las acciones pastorales que las apoyen en orden
a ser realmente ellas escuelas de comunión en sentido propiamente ecuménico, a la vez, de una preocupación por su formación en el ecumenismo espiritual.
71 Especialmente el capítulo II titulado “La organización en la Iglesia Católica del servicio de la unidad de los cristianos”, n° 37-54.
72 Ahora último se puede consultar, CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota
Doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización, Roma 2007, especialmente n. 12.
73 Capítulo III dedicado a “La formación para el ecumenismo en la Iglesia Católica”, n°
55-91.
74 Ver en el Directorio, n° 143-160.
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Similar situación encontramos en los centros educativos. Por ejemplo, en
países donde existe en los colegios públicos la clase de religión, si anteriormente en sus aulas había una homogeneidad católica, esto ha cambiado. La
misma realidad encontramos en los colegios y universidades católicas. Hay
en ellos una presencia creciente de cristianos de diversas denominaciones.
Tenemos aquí el desafío de una renovada pastoral misionera que sea, al mismo tiempo, ecuménica75. También, se debería cuidar que los planes y programas de estudio aborden estas cuestiones y, de modo transversal, tengan una
visión misionera y ecuménica, con el fin de contribuir a una formación para la
convivencia y la paz, a la vez, de que sea una educación auténticamente religiosa. En ambas situaciones, tomar en serio los recursos del ecumenismo espiritual y social (diaconía de la caridad), me parecen el camino más concreto para
contribuir efectivamente al testimonio de unidad y a la credibilidad cristiana.
3.3. El culmen de la comunión y de la misión:
la celebración eucarística
Nos dice Aparecida en su n.158: “La comunión de la Iglesia se nutre con el
Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía,
participación de todos en el mismo Pan de Vida y en el mismo Cáliz de Salvación, nos hace miembros del mismo Cuerpo de Jesucristo (cf. 1 Cor. 10,
17). Ella es fuente y culmen de la vida cristiana, su expresión más perfecta y
el alimento de la vida en comunión. En la Eucaristía, se nutren las nuevas
relaciones evangélicas que surgen de la fuente bautismal al constituirnos
como hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo por el Espíritu Santo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de comunión”, donde
los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la
misión evangelizadora”. El texto de 1Cor 10, 16ss es clave para comprender
como la finalidad de la misión y del ecumenismo convergen en la expresión
de la comunión sacramental, porque la comunión en el único pan eucarístico
es la señal de la comunión en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
75 En Chile el nuevo Programa de Educación Religiosa Católica de la Conferencia Episcopal lleva la siguiente indicación: “La enseñanza religiosa escolar católica debe fortalecer
la fraternidad ecuménica con los miembros de otras confesiones cristianas y el diálogo con
eventuales creyentes de otras religiones”, n° 8.
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La comunión eucarística y la comunión eclesial están íntimamente ligadas, el diálogo ecuménico trabaja para que la participación eucarística común sea algún día posible76, los trabajos bilaterales mantienen la esperanza
de futuras convergencias77.
Mientras esto ocurre, ¿qué puede hacer cada discípulo misionero? Lo
primero es gozarnos del don eucarístico, vivir la eucaristía con alegría y testimoniarla, recordemos de donde le viene el nombre popular de “Misa”, es
el envío misionero a vivir lo celebrado. Encontramos en la Eucaristía una
escuela de comunión, que crea y educa a la comunión78 y es el lugar privilegiado para orar por la unidad de los cristianos. Cada discípulo misionero y
comunidad cristiana puede realizar oraciones y encuentros por la unidad
con los que manifestar la adoración y alabanza a Dios79 y así ir preparando
y alimentando la esperanza de la celebración eucarística común.
Mientras se avanza en la unidad sacramental plena, es posible orar juntos el Padre Nuestro, realizar lecturas y meditaciones de la Palabra; como
ya hemos dicho, realizar la lectio divina, expresar juntos la acción de gracias
a Dios por todos sus dones y pedir la unidad, etc.
A este ecumenismo espiritual de inspiración eucarística, le debería corresponder un testimonio eucarístico o una diaconía eucarística y de la caridad80. Cada discípulo misionero, tanto en su propia comunidad católica como
con otros cristianos, puede preocuparse por cuidar, expresar y crecer en la
creación de un ambiente de acogida, de respeto y unidad, mantener una
actitud de servicio, de compromiso con la justicia y la solidaridad, de atención y preocupación por los pobres, marginados, excluidos, angustiados y
solos, etc. A este ecumenismo espiritual y diaconía en perspectiva eucarística
estamos todos llamados.
En el fondo, se trata del ejercicio del sacerdocio común de los fieles que
76
Cf. UUS 45.
Para el caso de las Iglesias Orientales UR 15; OE 12-29; También UUS 43-45. Son
importantes las indicaciones de la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, nn. 43-46.
78 Cf., EE 40.
79 Cf. Directorio, nn. 62. 187. también, W. KASPER, Ecumenismo Espiritual. Una guía
práctica, o.c., 26-77.
80 La profunda raíz trinitaria de esta relación: caridad, eucaristía, Iglesia y vida
intradivina se encuentra explicitada en la Encíclica Deus Caritas est, especialmente, n. 19ss;
También en la reciente, Caritas in Veritate.
77
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cada uno, en fidelidad a su bautismo, debe ejercer en el mundo y en la Iglesia como preparación de la mesa común eucarística.
Artículo recibido: 10 de julio de 2009.
Artículo aceptado: 7 de septiembre de 2009.
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