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Arquidiócesis de Guatemala
A todos los Presbíteros Asesores o Directores Espirituales de los
Movimientos, Agrupaciones, Ministerios, Organizaciones y Asociaciones
Laicales de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala
Estimados Presbíteros Asesores:
Un cordial saludo en el Señor Jesús.
Como Padre y Pastor de esta Iglesia Particular, me dirijo a su persona para
expresarle mi agradecimiento por el servicio que presta en el Movimiento o Asociación
Laical. Lo animo a seguir adelante y le dirijo estas orientaciones para asegurar un efectivo
acompañamiento a dichas asociaciones laicales.
Un signo claro de la presencia del Espíritu Santo, de manera particular entre los
fieles laicos, es hoy, el surgimiento de nuevas formas de asociacionismo laical, que
expresan el seguimiento de Cristo y el despertar a la conciencia apostólica. Es un hecho
eclesial que, de modo particular, se expresa en los nuevos Movimientos, Organizaciones
y Asociaciones laicales, como obra del Espíritu Santo.
En nuestra Iglesia arquidiocesana, dichos signos son visibles, expresados en la libre
asociación de los fieles que fortalecen su ser y quehacer dentro de la Iglesia, a la que
quedaron injertados desde el día de su Bautismo. No puede tratarse, sin embargo, de un
nacimiento y desarrollo "anárquico". El discernimiento "autorizado" de las asociaciones
laicales toca a la jerarquía que, de ordinario, lo expresa en la aprobación de sus Estatutos.
Esta diversidad de formas, vivida en la comunión eclesial, enriquece y embellece a
la Iglesia, Esposa de Cristo y la dispone para ser, en medio del mundo, un anuncio gozoso
del Reino de Dios. Por ello, el nacimiento de tantas iniciativas ha de realizarse siempre
desde una clara conciencia de Iglesia y en el marco de la comunión eclesial. Desde la
comunión, la diversidad embellece a la Iglesia; fuera de la comunió~ tristemente, la
''trocea". Tratándose de iniciativas que involucran, sobre todo, a los laicos y laicas, no se
podrá olvidar nunca la especial referencia que la vocación laical tiene en la sociedad en la
que vivimos. La transformación de las realidades temporales no puede quedar, en efecto, al
margen del compromiso laical.
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Junto a los Movimientos tradicionales de vivencia y con el compromiso cristiano
laical, después del Concilio Vaticano II, surgieron nuevos espacios de evangelización,
conversión y de madurez cristiana. Pero, estos nuevos Movimientos, Agrupaciones y
Asociaciones Laicales han de vencer la tentación de convertirse en ghettos, dentro de la
Iglesia, o en vías paralelas y han de participar en la vida de la Iglesia Particular y, más
concretamente, en la vida parroquial.
A nadie se le oculta que tenemos aquí un tema fundamental: el tema de la
pertenencia eclesial. Como Pastor de nuestra Arquidiócesis, pido a todos, Movimientos y
Parroquias, la grandeza de ánimo que nos demanda la unidad de nuestra Iglesia
arquidiocesana, vivida en la legitima y enriquecedora pluralidad.
Lo dijo el Beato Juan Pablo II: «La experiencia bimilenaria del pueblo de Dios,
enseña que la Iglesia no puede renunciar a estructurarse en parroquias, comunidades de
creyentes arraigadas en la red de comunión diocesana. La parroquia es la “casa de la
comunidad cristiana” a la que se pertenece por la gracia del Bautismo» (Juan Pablo II a los
laicos que forman la Asamblea Nacional de los Consiliarios de la Acción Católica
Italiana. L´Osservatore Romano, 28-2-2003, p. 7).
Así pues, las organizaciones laicales, si bien cumplen la misión de formar y ejercer
el apostolado propio de los laicos, no deben prescindir de su referencia a la Parroquia. En
la Comunidad Parroquial, llamada por Aparecida “comunidad de comunidades”, la Iglesia
de Jesucristo se hace presente de una manera singular, que es preciso reconocer y acoger
con gozo. A ella, los laicos y laicas deben aportar su testimonio diario de comunión en el
mundo, buscando alcanzar la madurez en la fe mediante una formación permanente y con
celo apostólico, para llevar a todo ambiente el mensaje del reino de Dios. En vistas a ese
enriquecimiento por parte de los laicos, la Parroquia debe abrir sus brazos y su corazón a
todos, para que en ella nadie se sienta extraño. Para que, entre todos, puedan hacer de ella
la “comunidad de comunidades” que está llamada a ser.
El panorama es grande y estimulante. Es por eso, que, como Pastor de esta
Arquidiócesis, deseo animarle en su ministerio sacerdotal, para que el acompañamiento
que realiza a estos Movimientos y Asociaciones Laicales sea verdaderamente un camino
serio que lleve a los laicos a un compromiso de vida y de comunión, así como a guardar
fidelidad a la doctrina y tradición de la Iglesia y a su “autorizada actualización” en el
Magisterio de los Papas y de los Obispos. Con este positivo deseo, quiero compartir con
usted algunos puntos:
¿Quién es el Asesor?
El Asesor Espiritual es un sacerdote, diácono o religioso/a o laico/a “cualificado”
que el Movimiento o Asociación propone, para ser nombrado oficialmente por el
Arzobispo.
Es el que ayuda al Movimiento a profundizar y hacer vida su vocación laical y
clarificar su carisma. Es quien más de cerca lo acompaña; y lo debe hacer de una
manera activa, siendo así una referencia sólida, enriquecedora, dinamizadora y
respetuosa. Esa compañía activa no puede, por tanto, reducirse a "estar con" el
Movimiento o Asociación. Su “estar con” (amistad, cercanía, conocimiento
mutuo…), debe tener siempre en cuenta su “estar para”. Tiene, en efecto, una
misión que cumplir.
¿Qué hace el Asesor?
La responsabilidad principal del Asesor es guiar y formar a los miembros de los
Movimientos y Asociaciones laicales, específicamente a aquellos que forman la
Junta Directiva o el Equipo Coordinador. Y hacerlo, según las enseñanzas de la
Iglesia Católica. Además, se encargará de preparar, alentar, ilustrar y orientar a los
coordinadores para que todo el Movimiento o Asociación, en sus diferentes niveles,
trabaje apostólicamente en las líneas de la pastoral de conjunto de la Iglesia
arquidiocesana, enriqueciéndolas con los carismas que les son propios.
¿Cómo debe actuar el Asesor?
 Aconsejando y proponiendo orientaciones sobre aquellos aspectos que atañen a la
vida y el desarrollo del Movimiento o Asociación, desde su conocimiento personal
de las situaciones y desde sus especiales conocimientos y vivencias. Debe tener
plena libertad para aconsejar en todo lo concerniente al Movimiento o Asociación.
Sus consejos y orientaciones deben tenerse en cuenta, cuando se trate de decisiones
importantes para la vida del Movimiento o Asociación, o para su inserción en la
pastoral arquidiocesana o parroquial.
 Moderando y mediando, cuando se den diferentes opiniones, suscitando un sereno
diálogo que ayude a acercar posturas y guardar la compostura. Desde su condición
de “asesor” debe ayudar a discernir el mejor camino entre varios posibles. No debe,
sin embargo, caer en la tentación de decidir y decir, por su propia cuenta, lo que hay
que hacer, intentando que prevalezca su opinión personal. Obrando de este modo,
restaría la legítima libertad al Movimiento, cuando éste se rige por los Estatutos,
aprobados por el Obispo diocesano, y se extralimitaría de su propia labor y
posición. Sin embargo, sí debe advertir claramente sobre aquello que sea contrario
a “la fe y las costumbres”.
 Aclarando dudas, especialmente en aquellos temas en los que, por su específica
formación o experiencia de vida, está cualificado. Él mismo debe tomar la
iniciativa, si descubre situaciones, actuaciones, decisiones, indecisiones… que
puedan desviarse del objetivo primordial, para que, con el debido diálogo, puedan
aclararse las cuestiones.
 Impulsando y motivando la vida del Movimiento o Asociación
en todos los
aspectos importantes de su ser, apuntando nuevos retos, animando a lograrlos,
estando presente en los momentos fuertes de la vida del grupo.
 Siendo puente institucional que sirva de nexo eficaz entre el Movimiento o
Asociación y la Arquidiócesis, a la que pertenecen.
 Involucrándose seriamente en la vida del Movimiento, teniendo siempre en cuenta
su condición de Asesor y no de directivo. Abarcará todos los aspectos que conlleva
su condición de asesor: humano-afectivo, espiritual, pastoral, académico y
económico.
Otros aspectos importantes:
 El asesor no debe ser vitalicio. Su nombramiento debe tener un plazo de tiempo
determinado (5 años: renovables).
 El Asesor no debe ser impuesto por nadie. Desde un diálogo interno al Movimiento
o Asociación es propuesto para ser nombrado por el Arzobispo, si lo juzga
conveniente. Sería deseable la cercanía geográfica, ya que debería estar disponible
cuando se le necesite y conocer el ambiente donde se mueve el grupo.
 El reconocimiento de la igualdad esencial de la mujer con el hombre. Lo que se
traduce en un trato ecuánime y no discriminatorio.
 La asunción del modelo de Iglesia como Pueblo de Dios en el que los laicos tienen
una corresponsabilidad específica e insustituible.
 Debe estar atento a su propia formación permanente, de modo particular en lo
referente a la espiritualidad específica de los laicos y a los documentos doctrinales
sobre la vida laical.
 El Asesor no tiene por qué ser miembro del Movimiento o Asociación para la que es
nombrado.
 Es preciso distinguir bien entre “cultual” y “espiritual”. Reducir la asesoría a la
simple prestación de actos de culto, significa no entender lo que es el culto ni lo que
es la espiritualidad. Ambos, cuando son auténticos, abarcan la totalidad de la
existencia de las personas.
 Cuando se trata de Movimientos supraparroquiales, la relación entre el Asesor y los
párrocos debe basarse sobre el compromiso común del bien pastoral. La presencia
del Asesor en una parroquia no debe ser considerada como interferencia; así como
el legítimo deseo del párroco de que todo se viva en la comunión eclesial, no puede
ser considerado como un afán de acaparamiento personal.
¿Cómo debe ser personalmente?
 En cuanto a su trato con los demás, debe ser una persona accesible, que no establece
barreras ni distancias y a la que se puede recurrir cuando se le necesita, pero sin
crear dependencias.
 Que sepa escuchar, sea sincero, sencillo, directo y, a la vez, afable y cercano.
 En cuanto a sus valores y vivencia de la Fe, tiene que ser una persona que vive con
la alegría y la ilusión que le da el encuentro frecuente y profundo con el Padre y con
la coherencia de quien hace presentes los valores evangélicos: austeridad,
templanza, responsabilidad, solidaridad, amor...
 Tiene que tener una conciencia clara de la igual dignidad bautismal que comparte
con los laicos. Y, si el asesor es sacerdote, estar consciente de que su sacerdocio
ministerial está al servicio del crecimiento del sacerdocio común de los fieles.
 Con mente abierta para comprender y aceptar la realidad del Movimiento o
Asociación; inteligencia, conocimientos e imaginación para hacer propuestas que,
en ocasiones, requerirán gran creatividad y gran equilibrio, tolerancia, entre otras
cosas, para aceptar los debates y para que, en cuestiones discutibles, no intente
hacer prevalecer su propia opinión.
,..
El Asesor y la economía de los Movimientos y Asociaciones:
•
El asesor no puede quedarse al margen del funcionamiento económico del
Movimiento o Asociación. Le corresponde velar para que este funcionamiento
económico esté al servicio de la misión del Movimiento o Asociación, al servicio de
la misión de la Iglesia y para que sea siempre un cauce de solidadridad y caridad
cristina.
•
Los gastos que el asesor realice para cumplir su función deberían correr siempre a
cargo del Movimiento o Asociación, pero sin que eso signifique nunca convertirse
en un "asalariado".
•
En conclusión, el asesor debe ser una persona con buena disposición hacia la
vocación cristiana laical, con sólida formación intelectual, buena capacidad para las
relaciones interpersonales y de profunda espiritualidad.
En el Señor Jesús.