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ESCUELA DE FORMACIÓN SANTO TOMÁS DE AQUINO
“PROFUNDIZANDO EN EL ESPÍRITU”
PROFUNDIZACIÓN 6: La Virtudes Teologales1
Las virtudes2 teologales son virtudes infusas que tienen por origen, motivo y objeto a Dios mismo,
último fin nuestro sobrenatural, disponiendo al creyente para la relación con Él. Por esta razón se las llama
sobrenaturales; a diferencia de las virtudes morales infusas que tienen por objeto los medios sobrenaturales,
proporcionados a nuestro último fin.
LA FE INFUSA
Esta virtud hace que creamos todo lo que Dios ha revelado por ser la misma verdad. Es como una
especie de sentido espiritual superior que nos permite percibir “una armonía divina”, inaccesible a los demás
medios que tenemos de conocimiento. Es como un “oído” que nos permite escuchar la sinfonía compuesta
por Dios. Por tanto hay una gran diferencia entre el estudio simplemente histórico de los santos Evangelios y
de los signos portentosos de Jesús, y el acto sobrenatural de fe por el que creemos en el Evangelio como
palabra de Dios y por el que somos introducidos en un mundo superior… Dice San Pablo en Efesios 2, 8:
“La Fe es un don de Dios”; y es el fundamento de la justificación porque nos conduce a conocer el fin
último sobrenatural hacia el que estamos obligados a caminar (Cfr. Rom 1, 25). El principio de la fe es un
don de la gracia. Todos los grandes teólogos han demostrado que la fe infusa es esencialmente
sobrenatural muy superior a la del milagro sensible, y aún al de la profecía que anuncia algún hecho del
futuro…; porque la fe hace que nos adhiramos sobrenaturalmente a aquello que Dios nos revela sobre
su vida íntima, según las enseñanzas de la iglesia (encargada de conservar el depósito de la revelación).
Por consiguiente, la fe infusa es de un orden inmensamente superior al estudio histórico y crítico del
Evangelio. Se puede conocer la doctrina católica, aceptar sus hechos, percibir su fuerza, tener certeza de la
existencia de Jesucristo, emocionarse con la sangre de los mártires y con la constitución de la Iglesia, etc.3, y
sin embargo no tener fe. Es como dos personas que asisten a un concierto de alguna sinfonía de Beethoven,
una con sentido musical y la otra no. Ambas oyen todas las notas, pero solo una capta el sentido y la esencia
de la sinfonía. Así de manera semejante, el creyente capta y acepta sobrenaturalmente el Evangelio, y se
adhiere a él aun cuando no sepa leer ni escribir. Cuando creemos, nos adherimos con certeza…, sucede un
hecho en nuestra vida de iluminación íntima y sobrehumana4.
Ahora bien, para tender hacia ese fin sobrenatural y llegar a él, hemos recibido “dos alas”: la esperanza y
la caridad. Sin ellas caminaríamos por el sentido que marca la razón y no volaríamos en la dirección que nos
1
Es conveniente que a partir de este tema leamos en Catecismo de la Iglesia Católica en sus numerales 1803-1829.
En el numeral 1803 del Catecismo encontramos que: “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la
persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona
virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. «El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar
a ser semejante a Dios» (San Gregorio de Nisa, De beatitudinibus, oratio 1)”.
3
Este conocimiento también lo tienen los demonios que por haber perdido la fe infusa creen en contra de su voluntad, más por
la evidencia de los milagros, signos y portentos de la revelación, que por Fe…
4
Pensemos en los discípulos de Emaús…
2
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señala la fe; y de igual modo sin la luz infusa de la fe nuestra inteligencia no puede conocer nuestro fin
último sobrenatural, como tampoco puede la voluntad aspirar a él.
Por la Esperanza deseamos poseer a Dios, y para conseguirlo, nos apoyamos, no en nuestra fuerza sino
en el auxilio de su gracia que Él mismo nos ha prometido, que siempre que lo invocamos nos escucha…
Por su parte la virtud de la Caridad, que ha de durar eternamente (Cfr. 1Cor 13, 8.13), es un amor de Dios
superior, más desinteresado; por el que podemos amar a Dios, no sólo para disfrutar de algún beneficio,
sino por él mismo; y amarlo más que a nosotros mismos, en razón de su infinita bondad y misericordia. Por
esta virtud amamos a Dios por encima de todo como al amigo o al esposo que nos amó primero. Por esta
virtud se ordena toda la vida a Dios así como todos los actos de las demás virtudes que la caridad vivifica y
hace meritorias. Por esta virtud se experimenta una gran fuerza sobrenatural por la que se vencen las
pruebas, dificultades y persecuciones5. Y cuando ya la fe de paso a la visión y cuando la esperanza de paso a
la posesión de Dios, permanecerá la caridad.
El ser humano iluminado por la fe se dirige hacia Dios en las alas de la esperanza y la caridad.
Ciertamente cuando se comete pecado mortal se pierde la gracia santificante, ya que deja de amar a Dios
más que así mismo; y es la misericordia de Dios la que conserva sin embargo la fe y la esperanza infusas,
mientras no se hubiese pecado mortalmente contra estas dos virtudes…
Estas son las tres funciones principales del organismo espiritual6 que van creciendo juntas y con ellas las
virtudes morales que las acompañan…
5
6
Esto incluyendo a las personas más débiles como por ejemplo el testimonio de martirio de las jóvenes: Santa Inés y Santa Lucía.
Las tres virtudes teologales…
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